CAPÍTULO XVII. LOS "JINAS" EN EL "CORÁN"

El Corán y la Biblia mosaica. - El hombre, como pensador, es superior a los ángeles. - Sólo viven los que mueren en el Señor. - El paraíso del justo. - Las "huríes" o vírgenes walkyrias. - El "Kauther" o divino Lago de Inmortalidad. - El "Araf" o Velo de Isis. - El "Libro de la Verdad Evidente" y su Sendero de liberación. - La resurrección o "Gran Acontecimiento". - Se ha entendido groseramente el Corán, creyendo que estimula al "guerrero de sangre" y no al "guerrero del ideal", - La leyenda de Harut y Marut. - La iniciación de "Los siete durmientes de la Caverna". - Cómo fué iniciado Moisés. - Las tres preguntas famosas y el Sigilo de los Iniciados. - Los arcanos de la Sabiduría. - El maestro Dhul Karnein (el Apolo Karneios o de los cuernos de luz) y el Velo de Isis. - Los maestros del Profeta. - El Ultramar de la vida. - Las gentes criminales de Iadjudj y Madjudj. _ El gran muro que protege a la pobre humanidad contra los asaltos de "los invisibles", - El peso de las almas, - Recuerdos árabes-españoles.

No hay necesidad de penetrar en esa encantadora selva del Kunhol Acbar (El tesoro de la antigüedad) o historia universal del pueblo árabe escrita por Alí Mustafá ben Hamed ben Abdul Moka, para que nos salgan al paso los "jinas" mahometanos. Basta para ello crl atento estudio del Corán, ese hermoso libro que en el fondo no es sino una glosa, una compilación de tradiciones mosaicas, una obra, en fin, paralela a esa otra que Esdras realizase al retornar el pueblo judío de su cautividad en Babilonia y que constituye la Biblia, según ha llegado hasta nosotros.

En efecto, toda la obra del Profeta Mahoma se apoya en la certeza de una vida ulterior en verdadero paraíso jina, del que antaño cayéramos, y que volverá a ser otorgado como premio al justo y a sus penalidades en la tierra. Véanse sino estos hechos y sentencias, entresacados casi al azar de las admirables e inestudiadas suras coránicas, empezando por las de la sura II, que parece arrancada de las propias Estancias de Dzyan, relativas al hombre como Pensador o Manú, al hombre que, caído hoy y todo, es, sin embargo, y por causa de su mente, superior a los mismos ángeles, al tenor del dicho de San Pablo.

Cuando Alah  , en su infinita sabiduría, decidió establecer al hombre en la Tierra para que fuese en ella su símbolo y su divina semejanza, los ángeles o genios, a una, sintieron la mayor y más inexplicable de las extrañezas:

-¿Cómo -se decían- vais a establecer, Señor, por vicario vuestro en esa Tierra a un minúsculo, a un despreciable ser, que en ella no hará otra cosa que derramar sangre inocente y cometer todo género de desórdenes, mientras que nos vais a dejar aquí a nosotros que continuamente celebramos .tus alabanzas y te glorificamos, proclamando sin cesar tu santidad?

-Yo sé bien aquello mismo que vosotros ignoráis -les respondió el Señor.

Dios, sin hacer caso alguno de semejante extrañeza de los ángeles, trajo al primer hombre a la Tierra y le dió una mente adecuada para que pudiese tener "ideas o pensamientos, reflejo directo de aquella infinita Mente suya con la que ha creado al Universo. Con dicha mente, que del Señor bendito recibiera, Adán aprendió bien pronto a distinguir y nombrar a cuantos seres vivos pululaban inquietos sobre la faz de la Tierra. Luego, Alah hizo bajar a ésta a los ángeles para que se diesen cuenta de la maravilla que acababa así de producir, y mostrándoles a Adán les dijo a dichos hermosos moradores del Cielo:

-Aquí tenéis todo cuanto en la Tierra vive y alienta. Vosotros, que tan por encima de Adán os creéis, porque el cuerpo de éste está amasado de roja arcilla, mientras que el vuestro es etéreo y glorioso , ¿podríais nombrarme uno siquiera de estos seres que en torno de Adán estáis viendo y que le rinden homenaje como a su soberano?

-¡Alabado sea tu nombre, Señor! ¿Cómo quieres que podamos hacer tal cosa, si nosotros no poseemos más ciencia que la que tú has infiltrado en nuestra naturaleza al crearnos? ¿Cómo pretendes que demos nombre a las cosas cuando nos es imposible el conocerte puesto que carecemos de mente?

                -Verdad es cuanto decís -respondió Alah-, pero ahora vais a ver de lo que es capaz este Adán a quien despreciabais hace poco.

                y llamando el Señor a Adán, le ordenó sin tardanza:

                -Dinos, uno por uno, los nombres de todos estos seres y para lo que sirven.

Adán, obediente al mandato del Señor, fué enumerando todos los seres que sucesivamente desfilaban ante su vista, con cuantas particularidades les caracterizaban.

Y cuando Adán lo hubo hecho así, con el más inaudito asombro por parte de la cohorte angélica, que no era capaz de tanto, el Señor replicó a estos últimos:

                -¿No os dije ya "que yo sé lo que no sabéis vosotros?

                Y, seguidamente, Dios hizo a todos los ángeles que adorasen a Adán porque tenía mente, es decir, una Divina chispa de aquella infinita Mente Divina con la que ha sido creado el Universo...

Esta Divina Mente, causa de nuestra titánica caída, es, pues, la que nos hizo descender del paraíso jina o de la Edad de Oro, al tenor también de la sura XX, versículo 121, donde se consigna: "Dijo Alah al primer hombre y a los suyos una vez formados: -Descended todos del Paraíso, hombres y demonios, enemigos ya los unos. de los otros, para estar en perpetua guerra. Semejante estado de dolor y de lucha, empero, no será eterno, sino que habrá de cesar algún día. -El hombre entonces dice a Alah: -Señor, cuando yo haya muerto, ¿saldré vivo de mi propio cuerpo, por tu gran poder? -A ,lo que el Profeta responde: -Juro por Alah que reuniremos a todos los hombres y también a todos los demonios, y, arrodillados, los colocaremos en torno a la gehena de purificación" (XIX, 67-69). Cómo podéis, pues, ser ingratos para con Alah, vosotros que estabais muertos y que recibisteis nueva vida de Él? ¿Cómo podéis ser ingratos cuando sabéis que Él os hará morir para que reviváis de nuevo? (II, 26). A los que han muerto en la senda del Señor no digáis que están muertos, porque ellos están vivos, aunque vosotros no lo comprendáis... En el sucederse continuo de los días y las noches; en el ir y venir de las naves trayendo y llevando cosas útiles; en el agua que Alah hace descender del cielo y correr luego por la tierra, dando vida a lo que yacía muerto; en las variaciones del viento y de las nubes que prestan servicio entre el Cielo y la Tierra; en todo, en fin, hay advertencias sabias para aquellos que quieren entender (II, 149 Y 159). El día en que Alah os llame de vuestras tumbas y le respondáis alabándole, os parecerá que no habéis permanecido sino un instante en ella (XVII, 54). Cada cual tiene, en efecto, una plaza en el Paraíso, plaza hacia la cual se vuelve para orar, y toda alma tiene su guardián que la vigila. Vosotros, pues, obrad el bien a porfía y dondequiera que estéis, que el Señor, que es omnipotente, algún día os reunirá allí (II, 143, LXXXVI, 4). Por eso, cuando leáis el libro de la verdad evidente (el Corán) nosotros -sigue diciendo el Profeta- levantaremos un velo entre vosotros y los que no creen en la vida futura (XVII, 47). Aquellos que ansían la paz de Alah, que son constantes en la adversidad, que cumplen con exactitud la oración, que dan los bienes que nosotros les hemos dispensado y que borran sus faltas con buenas obras, entrarán en los jardines del Edén (Campos Eliseos) con sus esposas e hijos que hayan sido justos. Allí recibirán continua comunicación con los luminosos (devas, ángeles o jinas) , que entrarán por todas las puertas, es decir, que convivirán con ellos (III, 22 a 35).

-Algunos dicen: "Sólo los judíos o los cristianos entrarán en el Paraíso", pero esto no es sino una ilusión suya. Si ellos son sinceros, acabarán confesando que de tan erróneo aserto no pueden presentar las pruebas. Los judíos dicen que los cristianos, al asegurar aquello, no se apoyan en nada, e igual dicen los cristianos de los judíos, y, sin embargo, unos y otros leen las Escrituras Santas. Los idólatras, los que no conocen nada, emplean también un lenguaje semejante; pero yo os aseguro que únicamente el que se haya entregado por completo a Dios y haya practicado el bien, ése será el que hallará su recompensa cerca del Señor. Ni le alcanzará el temor ni el dolor volverá a ver (11, 105 a 107).

-Porque en verdad os digo que aquellos que siguen la religión judía, y los cristianos, y los sabios, y todos cuantos creen en Dios y en la otra vida y hayan obrado el bien aquí abajo serán recompensados por el Señor, poniéndoles por encima de todo temor (II, 53) .

-El amor a los placeres, los montones de oro y plata, los caballos escogidos, los rebaños, los campos fértiles, todo esto es lo que parece hermoso a los ojos de los hombres, pero ellos, en verdad, no son sino goces pasajeros de este mundo. El retiro hermoso por excelencia está junto a Alah. ¿Cuál puede anunciarse, en efecto, que resulte mejor? El justo hallará allí jardines regados por aguas cristalinas, donde permanecerá eternamente al lado de mujeres exentas de toda mancha. ¡Tal es la suerte reservada a los creyentes!... ¡Tú, oh Señor, haces entrar la noche en el día y el día en la noche! ¡Tú haces salir la vida de la muerte y la muerte de la vida! (sura III) . Para Ti es más preciosa la tinta del sabio que la sangre del mártir.

-He aquí, os digo, el cuadro del Paraíso que ha sido prometido a los hombres piadosos: arroyos cuya agua no se malea nunca; arroyos de leche, cuyo gusto no se altera jamás; arroyos de vino, delirio de los que lo beban, y arroyos de miel pura, toda clase de frutos y el perdón de los pecados. ¿Será así también para el que, condenado a la mansión del fuego, tenga que beber agua hirviendo que le abrasará las entrañas? (sura XLVII). Los que prefieren la vida de aquí abajo a la vida futura; los que alejan a los hombres de la senda de Alah y procuran hacerla tortuosa, están en un extravío bien distante de la Verdad (XIV, 3).

-Los que temen la majestad de Dios, tendrán dos jardines: ambos ornados de bosques; en ambos, dos fuentes vivas; en ambos, dos especies de cada fruto. Allí descansarán reclinados en alfombras cuyo forro será de brocado. Los frutos de los dos jardines estarán al alcance de quien quiera cogerlos. Allí habrá vírgenes de modesta mirada, que no han sido tocadas jamás por hombre ni por genio alguno. Se parecen al jacinto y al coral. Además de estos dos jardines, habrá allí otros dos. Dos jardines cubiertos de verdura, donde brotarán dos fuentes. Allí habrá también frutas, palmeras y granados. Habrá allí buenas y hermosas mujeres. Mujeres vírgenes, de grandes ojos negros, encerradas en pabellones. Jamás las ha tocado hombre ni genio. Sus esposos descansarán sobre cojines verdes y magníficas alfombras. ¿Cuál de los beneficios de Dios negaréis? Bendito sea el nombre del Señor, lleno de majestad y generosidad (Sura XVI, 33, y LV, 46 al 78) . Él ha creado para los escogidos el Kauther, el divino lago del Paraíso de la Inmortalidad (CVIII). Un velo o muralla espeso (Velo de Isis) le separa a ese excelso mundo de las moradas inferiores. Este velo se llama Araf (VII).

-Esto es lo que dice el Libro de la Verdad evidente, y a cada época corresponde su libro sagrado. Alah borra y mantiene en él lo que le conviene, pero la Secreta Matriz del Libro permanece en Su Mano siempre (XIII. 38). Todo hombre tiene seres superiores que se suceden sin cesar, colocados ante él y detrás de él, y que por él velan por orden del Señor. Alah no cambiará lo que ha concedido a los hombres mientras que ellos no sean los primeros en cambiar en mal lo que poseen de bien... Todo, en efecto, remonta hacia Alah (sendero evolutivo), y a él llega en un día de diez mil años; pero las gradas todas del Sendero (Escala de Jacob) son tales, que un "resplandeciente" (deva, jina o ángel) necesita un día (o ciclo) de cincuenta mil años para llegar hasta el trono de Alah (XXXII, 4; LXX, 4). Soporta, pues, con paciencia las necias palabras de los incrédulos, y sepárate convenientemente de ellos. Concédeles bondadosa tregua que yo solo me basto para luchar y confundir a cuantos gozan de este mundo desordenadamente (LXXIII, 10-11). A fin de que reflexionen, Alah les habla por parábolas, pero las obras de tales incrédulos son semejantes a cenizas, de las que se apodera el viento impetuoso. Sidjill, el Ángel de la Vida, escribe su libro correspondiente. Este libro será mostrado a los hombres en el día de su resurrección, para que, abierto ante sus ojos, pueda hacer por sí mismo su cuenta, porque nosotros, al efecto, hemos atado al cuello de cada hombre un ave inmortal (su conciencia o Espíritu) (XXI, 104) . Esto último es un eco nórdico del "Cisne" o "swan".

La paradisíaca doctrina de un más allá resplandeciente está glosada, en fin, en metro poético semejante al de los psalmos hebreos en la célebre sura de El Acontecimiento (la resurrección) , que dice así:

                "Cuando el Acontecimiento se realice, -no se hallará una sola alma que ponga en duda su venida. -El acontecimiento descenderá a los malvados y elevará a los virtuosos. -Cuando tiemble la tierra con violento temblor, -las montañas volarán en pedazos- y se tornarán como el polvo disperso por todas partes; -cuando vosotros, los hombres, estéis divididos en tres tropas, -entonces habrá hombres de la derecha (¡oh los hombres de la derecha!) - y hombres de la izquierda (¡oh hombres de la izquierda!) -y los últimos serán los primeros. -Estos serán los más inmediatos a Alah; -habitarán en el jardín de las Delicias; -habrá un gran número de éstos entre los antiguos. -y. sólo un pequeño número de entre los modernos -descansarán en asientos ornados de oro y de pedrerías, -reclinados y colocados unos enfrente de otros. -En torno de ellos circularán jóvenes eternamente jóvenes -con cubiletes, garrafas y copas llenas de una límpida bebida- que no les producirá ni dolor de cabeza ni aturdimiento. -Con frutos que escogerán a su gusto -y carne de esos pájaros que les gustan tanto, -tendrán bellezas de grandes ojos negros, bellezas semejantes a las perlas cuidadosamente ocultas. -Tal será la recompensa de sus obras. -No se oirán ni palabras frívolas ni dichos que conduzcan al pecado. -Sólo se oirán allí las palabras: ¡Paz, paz! -Los hombres de la derecha (¡oh los felices hombres de la derecha!) -permanecerán entre los árboles de loto sin espinas -y bananos cargados de frutos desde la cima hasta abajo,

-bajo sombras que se extenderán a lo lejos, -cerca de un agua corriente, -en medio de frutos en abundancia, -que nadie cortará y a los que todos se podrán acercar. -y descansarán en elevados lechos. -Nosotros, en una creación aparte, hemos creado las bellezas del Paraíso. -Hemos conservado su virginidad. -Queridas de sus esposos y de un ángel igual al suyo -serán destinadas a los hombres de la derecha. -Habrá un gran número entre los antiguos y un gran número entre los modernos". (Sura LVI, vs. 1 al 39 y 76-77).

He aquí los principales pasajes en los que el Profeta de Alah nos habla del más allá, con, doctrina consoladora semejante en un todo a la de los demás libros religiosos de otros países, si bien con un carácter, por de cirio así, más gráfico, más positivista y adecuado a las sensuales imaginaciones del pueblo para el que se dieran; pero, aun en esto, el sectarismo de sus enemigos los cristianos ha exagerado un poco.

La perpetua virginidad de las huríes coránicas, repetida en diferentes suras, y las tan gráficas expresiones de esos paraísos hebreos de "tierras que manaban leche, miel y ambrosía", lo que hacen es demostramos el parentesco íntimo del pueblo árabe, no sólo con el hebreo, sino con todos los pueblos primitivos occidentales, irlandeses y nórdicos, en los que al guerrero, entiéndase bien, no al guerrero de sangre y de batalla, sino al guerrero del Ideal, es decir, al Justo, se le promete eterna bienaventuranza, estimulado aquí abajo en sus luchas por divinas vírgenes Walkyrias, que, montadas en sus caballos albos, como el Santiago de las leyendas medioevales, les estimulan y defienden en las luchas por el Ideal, No es culpa, no, de tales tradiciones, ni de reformadores religiosos como Mahoma, el que todas estas cosas se hayan echado por el lado carnal y no por el mítico, simbólico o ideal con que fueron ellas dadas; y para disipar tales errores, gustosos repetiríamos, si ello no nos llevase demasiado lejos, pasajes como el de las páginas 355 a la 362 de El tesoro de los lagos de Somiedo, respecto de los misterios del sexo, y el capítulo XII del tomo III, en lo relativo al verdadero concepto nórdico, occidental, oriental y árabe de la hurí, dama caballeresca o walkyria, con la que no cabe unión sexual alguna, porque, al tenor del divino pasaje evangélico (Mateo, XXII, 25-30), allí ya no se vive como hombres y mujeres, sino como ángeles (o jinas) en el cielo  .

Pero aunque todas estas cosas hayan de esclarecerse después de la muerte, cabe saberlas antes por iniciación, como la famosa de los Siete durmientes de la caverna que en la sura XVIII se consigna de este sugestivo modo:

Siete jóvenes de una de las tribus más distinguidas de las que rodeaban al templo de la Caba, se sintieron hastiados de las vanidades y de la maldad del mundo, y decidieron retirarse a una recóndita caverna, exclamando: "¡Señor, Señor, concédenos toda tu misericordia para que encontremos el Sendero de la rectitud; otórganos el extraordinario signo del Al-Rakim!"

Conviene advertir que el Al-Rakim no es, como alguien ha creído, el nombre del perro que acompañaba a los siete ilustres jóvenes, sino el Rakama, o sea la tablilla sagrada cubierta con los signos mágicos de la verdad y de la iniciación. Entonces el Señor los hirió a todos de sordera, es decir, los dejó inertes y adormecidos durante cierto tiempo, y los despertó luego para ver quién de ellos podía contar mejor, o sea dar mejor cargo del tiempo así transcurrido y de las cosas que les habían pasado allí.

Como eran siete jóvenes creyentes en Alah y seguidores de la línea recta, fueron conducidos luego a la presencia del emperador Decio; pero ellos, fortificados en sus corazones con las cosas inauditas que en la caverna habían visto, se levantaron gallardamente ante el príncipe, diciéndole: "Nuestro Señor es el dueño de los Cielos y de la Tierra. No invocaremos jamás otro nombre que su divino Nombre, porque, de lo contrario, cometeríamos el mayor de los crímenes. Nuestros conciudadanos adoran a otras falsas divinidades. ¿Quién puede forjar tales mentiras con cargo a Alah? Si vosotros dejaseis a un lado a semejantes ídolos, y os retiraseis también a una caverna, Alah os concedería su Gracia y dispondría todas vuestras cosas para bien".

Porque en efecto, los jóvenes habían visto al Sol, cuando salía, dar en el lado derecho de la caverna, y en el izquierdo cuando se ocultaba, y esto es uno de los signos de A1ah  . Ellos, mientras tanto, dormían y creían que velaban, y su perro yacía acostado con las patas tendidas a la puerta de la caverna. Si tú, oh creyente, los hubieras visto en semejante estado, te habrías alejado más que de prisa: de aquel lugar, transido de espanto.

Cuando el Señor, al fin, los despertó de nuevo a esta vida, uno de ellos preguntó a sus compañeros:

-¿Cuánto tiempo hemos llevado así aquí?

Y otro de ellos respondió:

-A mí me parece que un día tan sólo. ¡Quizá unas pocas horas! -El Señor es, en verdad, quien sabe sólo el tiempo que hemos pasado aquí. ¿No habéis oído hablar de aquel buen hombre que, cruzando cierto día junto a una ciudad derruída y abandonada, dela que no se conservaba ni el nombre, exclamó: "¿Cómo hará Mah revivir a esta ciudad muerta?" El Señor, en aquel instante, hizo morir al que tal decía, y así lo tuvo durante cien años, hasta que luego le resucitó y le preguntó: "¿Cuánto tiempo has permanecido aquí?'-' "Un día, ¡quizá unas pocas horas tan sólo?" -respondió el viajero-. "No -le replicó el Señor-; has estado aquí cien años; sí; mira a tu alimento y a tu bebida; verás que no se ha corrompido todavía; pero, en cambio, mira a tu asno, del que no quedan ya más que cuatro huesos que se desmoronan. Verás, no obstante, ahora, cómo hacemos de él un signo o prueba para los hombres, recogiendo la osamenta y cubriéndola de carne..." Al ver este prodigio, el buen hombre exclamó: "¡Reconozco que Alah es omnipotente!"  .

El más anciano y cauto de los siete durmientes se apresuró entonces a decir a sus compañeros:

-Enviad prontamente a alguno para que nos traiga alimentos de la villa próxima, pero que no diga a nadie nuestro retiro ni lo que en él nos ha pasada, porque si los habitantes de aquélla lo conociesen, nos obligarían a adoptar sus creencias idolátricas o nos lapidarían. .. ¡Desde el momento en que entramos en la cueva, ya no podremos ser felices jamás al uso mundano!

Entonces, los siete compañeros ocultaron con rocas la entrada exterior de la caverna, y alzaron sobre la cumbre una mezquita, que secretamente se comunicaba con ella (recuerdo de la disposición del templo egipcio de la Esfinge), y dijeron:

-El Señor es sólo quien conoce la verdad. Cuando los hombres vengan por esta mezquita y recuerden la leyenda de los Siete Durmientes, disputarán entre sí, porque no sabrán a qué atenerse. Uno dirá "los durmientes eran tres, y su perro el cuarto"; otros porfiarán diciendo: "no eran sino cinco y su perro el sexto". Se escudriñará así el misterio, pero sólo un número muy pequeño de elegidos será el que lo sabrá. No disputen, pues, los hombres sobre ese punto, ni pidan sobre ello a ningún cristiano su opinión, porque nada sabrá... En efecto, como dice el versículo 24 de la sura XVIII, el tiempo que permanecieron los siete jóvenes y su perro en la caverna fué el de trescientos nueve años, día tras día.

En dicha sura XVIII (vs. 59 al 81) se nos da asimismo un precioso relato acerca de la iniciación de Moisés, en la caverna también. Veámoslo:

Un día dijo Moisés a su servidor Josué, el hijo de Nun: "Te aseguro que no cesaré de caminar hasta que llegue por mi pie a la confluencia de los dos mares, aunque sepa que tenga que caminar más de veinticinco años".

Partieron, pues, llevando un pescado para su alimento  ; al fin de un penoso e inacabable caminar día tras día, llegaron entrambos a la confluencia de los dos mares, o sea del mar de Moisés, que es el mar de la ciencia exterior (exotérica o vulgar), y el mar de Dhul Karnein, que es el océano sin orillas de la ciencia interior o iniciática, por encima de cuanto puedan imaginar los hombres  .

                Cuando Moisés y su servidor, el hijo de Nun, hubieron llegado a la confluencia de los dos mares, aquél ordenó a éste:

                -Hemos ya pasado demasiadas fatigas en el viaje. Sírvenos, pues, de comer.

Josué, obediente, cogió su marmita con agua y puso en ella, para que se cociese, el pescado que llevaban como alimento. Pero, no bien el agua empezó a hervir, cuando el pez, que llevaba mucho tiempo muerto, revivió, y saltó presuroso de la marmita, escapando a unirse con sus congéneres de la confluencia de entrambos mares que tenían enfrente.

-Este es el signo que yo esperaba -exclamó gozoso Moisés-. Aquí es donde se me ha dicho que había de encontrar a Aquel a quien busco, como al imán el hierro, desde hace tanto tiempo.

En efecto, apartándose un poco a un lado, y por especial disposición del Señor, se encontró Moisés con uno de los mayores servidores de éste, hombre de suprema ciencia e insuperable virtud que desde luengos tiempos le aguardaba.

                -¿Permites que te siga? -dijo Moisés al Desconocido, luego que, lleno de veneración, se hubo prosternado largo rato ante él.

                -Si lo deseas, puedes hacerlo.-replicó el Sabio desconocido-; pero mucho me temo que no has de tener la paciencia bastante para permanecer conmigo. ¿Podrás, en efecto, soportar en silencio muchas cosas cuyo verdadero sentido no comprendas a primera vista?  .

                -Si el Señor quiere -insinuó humildemente Moisés-, me hallarás perseverante siempre, y yo jamás te desobedeceré.

-Pues bien -terminó el Desconocido Maestro-: si estás decidido a seguirme, no me interrogues acerca de nada de que yo no te haya hablado primero.

En el acto se pusieron en marcha Maestro y discípulo. Aquél embarcó en una barquita, haciendo a éste que le siguiese; pero, ya lejos de la orilla, la echó a pique. Moisés, entonces, no pudo menos de preguntar:

-Maestro, ¿me puedes decir por qué ejecutas tan extraña acción? -Veo con dolor -replicó éste- que, efectivamente, careces de la debida paciencia para permanecer conmigo.

                -¡Oh Maestro!, no me vituperes ni me impongas, te ruego, obligaciones demasiado difíciles de soportar.

Un poco más allá, en el camino, encontraron los viajeros a un joven de mal aspecto, a quien, en el acto, el Desconocido se echó sobre él y le mató. Moisés, al ver aquello, no pudo menos de exclamar:

-¡Oh Maestro, al así matar a un hombre inocente que no ha matado a nadie, temo que hayas cometido una acción detestable a los ojos de Dios y de los hombres! ¿O es, por el contrario, que hay algo que justificarlo pueda?

                -¡Ya te dije que carecías de la suficiente paciencia para ser mi discípulo! -contestóle, disgustado, el Maestro.

                -¡Perdonadme una vez más, que será la última! -murmuró Moisés humildemente.

Siguieron, pues, caminando entrambos hasta que llegaron a las puertas de una ciudad, cuyos habitantes se negaron a recibirles, al tenor de las leyes de la hospitalidad hacia todo viajero. El Desconocido advirtió a Moisés que los muros de la ciudad amenazaban ruina, y éste, sin poderse contener, prorrumpió en estas frases:

                -Aunque réprobos, oh Maestro, ¿cómo consientes que siga así el muro de la ciudad, y caiga algún día sobre ellos?

                El Desconocido paró en firme la marcha diciéndole severamente a Moisés:

-¡Ha ocurrido igual que te pronostiqué! Como ya me llevas preguntado tres veces, en contra de lo convenido, aquí mismo habré de dejarte; pero no quiero que juzgues mal de mí por lo que llevo hecho si no te contesto a tu insana curiosidad. .. Sábete, pues, que hundí el barco, porque si de allí a pocas horas le hubieran tenido sus dueños y se hubieran hecho con él a la mar, habrían caído irremisiblemente en manos de los piratas que merodeaban por aquel sitio, y los hubieran ahorcado. En cuanto al joven, le maté porque él habla antes matado injustamente a otro, y se disponía a matar a un segundo y un tercero, y el ir a parar de un modo fatal a manos del verdugo le habría causado mucho mayores sufrimientos, aparte de la inmensa vergüenza que sobre toda su familia, que son creyentes sinceros, habría caído al así expiar sus delitos. Dios, en recompensa, les dará a los padres un hijo mil veces mejor que el que han perdido. Por lo que respecta, en fin, a la muralla, te diré tan sólo que apoyada en ella está la casa de unos pobres huérfanos, y bajo su suelo yace un gran tesoro escondido por su padre, y que el Señor no piensa devolverle hasta que, entrada ya la pubertad, se aseguren más en la virtud. .. Si los de la ciudad hubiesen sabido 10 del muro ruinoso, le habrían derruido en seguida para rehacerle, y entonces el tesoro depositado entre él y la casa habría sido para otros, o bien les habría anticipado unos años a los huérfanos la riqueza que con ello les aguarda, y ellos, entonces, habrían cambiado, débiles, la senda de la virtud por la del vicio. .. He aquí, pues -concluyó el sabio, al par que desaparecía como tenue humo a los ojos de su discípulo-, las cosas cuya explicación no has sabido esperar con la paciencia debida...

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-¡He aquí, pues, también -exclama el Señor Omnipotente- cómo yo tengo siempre arcanos de insondable sabiduría, cuando parece que con mi diestra descargo todo mi Poder sobre los mortales, quienes creen recibir así un gran daño en lo que, a la larga, no es, las más de las veces, sino un grandísimo, un inapreciable beneficio!

Para terminar estas sugestivas materias jinas e iniciáticas, transcribamos el pasaje coránico relativo al Velo de Isis y a Dhul Karnein, el Adepto árabe, maestro acaso de Mahoma, al par que Djebr-er-Rumi,             Salmam, Yesar y otros.

Versículos 82 al 110 de la sura XVIII:

Cuando las gentes, ¡Oh Profeta de Alah!, te interroguen acerca de la verdadera historia de Dhul Karnein  , o "el Iniciado de los dos cuernos de luz", diles lo siguiente:

Viendo el Señor la gran ciencia y virtud de Dhul Karnein, le consolidó en los poderes que en la tierra había adquirido, y le dió cuantos medios eran necesarios para que realizase a voluntad todos sus deseos, como hombre que inspiraba absoluta confianza de que de tales poderes jamás llegaría a abusar. Caminó, pues, Dhul Karnein hasta que hubo llegado a los extremos países de Occidente, donde vió ponerse el sol tras unas aguas cenagosas, junto a las cuales halló establecido a un pueblo. El Señor, cuando aquél llegó a la vista del expresado pueblo, le dijo a Dhul Karnein:

-Puedes, según tu arbitrio, castigar a ese pueblo por sus infinitos crímenes, o bien tratarle con plena generosidad...

-No, no les castigaré por lo que lleven hasta aquí hecho -contestó Dhul Karnein-, pues eso sólo a ti te está reservado, ¡oh Señor, que conoces hasta los más secretos pliegues de los corazones de los hombres y su innata debilidad. A quien, de entre ellos, haya obrado y obre el bien, le daré recompensa y órdenes las más fáciles de ejecutar. Otra vez Dhul Karnein siguió la ruta opuesta a la primera, encaminándose en derechura hacia las regiones de donde nace el sol  , y el Señor le dijo:

-He aquí un pueblo de justos a quienes les hemos dejado en descubierto, expuestos a recibir todo género de malas acciones por parte de aquel otro pueblo impío de Occidente que antes te he hecho ver, y al que he sometido a tu completo arbitrio.

-¡Señor: ciertamente, yo conozco a cuantos residen en él, porque hermanos míos son todos ellos desde hace siglos de siglos! -respondió palpitante de amor hacia ellos el sabio Dhul Karnein.

Este, en fin, siguió su ruta otro día, y llegó a dos diques, a cuyo pie habitaba un tercer pueblo, que apenas si entendía idioma alguno que se le hablase. Los otros pueblos le dijeron llenos de congoja:

-He aquí, ¡oh Dhul Karnein!, las gentes malvadas de Yadjudj y de Mandjudj, eternos perturbadores de la Tierra con sus crímenes  . (Serías tú tan bueno con nosotros que, mediante una recompensa, levantases una gran barrera y nos aislases así para siempre de ellos?

-El poder que me concede mi Dios -respondióles el sabio-, es para mí la mayor, la única recompensa. Ayudadme, pues, todos con celo, y yo levantaré para siempre una barrera infranqueable entre ellos y vosotros. Traedme en seguida grandes moles de hierro, cuantas sean precisas para colmar este valle que separa a vuestra montaña de su montaña. Soplaré al punto un gran fuego. Traedme, además, mucho bronce para que lo eche encima y lo funda.

Hízolo en el acto Dhul Karnein como lo había dicho, por obra y gracia del poder de Alah el Misericordioso, y desde aquel momento ninguno de los de la hueste nefanda de Yadjudj y Madjudj pudieron escalar ni perforar aquel gran muro. Sus acciones, desde entonces, fueron vanas, y no tendrán ningún peso en favor de ellos en el día de la resurrección  .

He aquí la consabida muralla jina entre los dos mundos de que tantas pruebas hemos visto en el Corán, si bien a estos seres, siguiendo el equivocado concepto bíblico-semita o vulgar, se les considera genios malos y no buenos.

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