CAPÍTULO IX. PROSIGUEN LAS HISTORIAS DE LOS "JINAS"

Los jinas en Irlanda y Escocia o Tuatha de Danand. - El pueblo siempre errante. cantado por los bardos. - La batalla legendaria de Madura y los cuatro pueblos de este nombre en el mundo. - Las cuatro cosas mágicas del Gaedhil.Los prehistóricos Caballeros del Grial. - Las cumbres del Connaicue y los Fir-bolgs perversos. - ¿Eran gentes humanas o sobrehumanas los Tuatha? - Sus glorias, sus ejércitos, sus triunfos y su misteriosa desaparición. según los cantos ossiánicos. – Brígida, la diosa de la sabiduría, y su caldera mágica. El enano Gwion y "la Tierra jina del Descanso". - La catástrofe atlante. - Los Tuatha y la Edad de Oro. - La inspiración y los jinas. - Detalles concordantes de griegos y orientales. _ La raza desaparecida de los del color de la luna. - Ellos nos ven a nosotros, pero nosotros no podemos verlos. - Un pasaje de las Estancias de Dzyan. - Consideraciones filosóficas e históricas acerca de estos extremos.

El capítulo VII de nuestro libro De gentes del otro mundo -libro que viene a ser el precedente del actual- se consagra por entero a un pueblo verdaderamente jina, es decir, a unas gentes mitad legendarias, mitad históricas, de la primitiva Irlanda, gentes que bien pueden considerarse como el prototipo de la extraña raza que nos ocupa.

Preferible sería, pues, que el lector examinase al detalle el referido capítulo, que es, por decirlo así, un capítulo de nuestra propia historia de España, por referirse a los habitantes del Gaedhil, es decir, de la Galicia irlandesa primitiva, formada por esa admirable raza gallega siempre emigradora; raza que fué en época prehistórica a las Islas Británicas y aun a la Galitzia centroeuropea; que en la Edad Media colonizó la Península a medida que la abandonaban los árabes, y que en la edad moderna ha dado el principal núcleo colonizador de América.

Baste saber para nuestro objeto que las más antiguas tradiciones irlandesas, consignadas en los cantos de los bardos o rapsodas nórdicos, hablan de un pueblo maravilloso, cainita o inca, es decir, de "sacerdotes-reyes", llamado de los Tuatha de Danand o Tau-hua-de-Diana, habilísimo en toda clase de artes mágicas, aprendidas en Tebas cuando, después de largos siglos de permanencia en las verdes colinas de Erinn (la Irlanda antecéltica), fueron arrojados hacia Oriente por el pueblo de los fir-bolgs (rifeños o atlantes occidentales) .

Prototipo del judío errante, los pueblos jinas de los Tuatha, en eterno éxodo análogo al de judíos de un lado y mexicanos de otro, recorrieron ellos todos los países mediterráneos, hasta llegar a la propia Escandinavia, donde fundaron, además de una ciudad lunar y otra solar, cuatro grandes ciudades mágicas con los nombres de las cuatro grandes razas humanas: la aria, la semita, la atlante y la europea posatlántica. De la Escandinavia, en fin, siguiendo esos sus tristes destinos errabundos que están a guisa de extrañas reminiscencias gitanescas en los pechos de todos los hombres como base del espíritu aventurero, retornaron, primero a Escocia y luego a Irlanda. Al desembarcar en esta isla, protegidos, como Eneas en Cartago, por una espesa niebla mágica (o Velo de Isis y de (a, cuarta dimensión que los ocultara), se prepararon para dar a sus eternos enemigos, los Fir-bolgs, o gentes tenebrosas, la célebre batalla de Madura, batalla cuyo elogio mítico está hecho con sólo apuntar que hubo y hay una Madura en Irlanda; otra vasca en nuestro territorio; una tercera junto a Cartago, y que fué patria de Apuleyo el inmortal autor de la leyenda iniciática y jina de Psiquis y Reros, o sea del Alma y el Espíritu. Una cuarta población Madura la vemos aún hoy en el Indostán, y quizá no sea difícil encontrar otras semejantes registrando historias antiguas.

Vencieron, decimos, los Tuatha en semejante batalla, y tras mil peripecias, volvieron a reinar en su amada Irlanda durante cerca de cuatro siglos, dando lugar su ciencia mágica a leyendas inmortales, como las relativas a los dólmenes y menhires prehistóricos de Stonehenge; a las colinas sagradas de los druidas; al Cauldrón de Daagda o Caldera de Pedro el botero; al "enanito Gwion", precursor de los héroes de Gulliver y de Carlyle; a la Lanza y Espada sagradas; al Caudillo de la Mano de Plata, y, en suma, a todo el complejísimo mito caballeresco del Santo Grial, del Tesoro nibelungo, de El Kalevala y los Eddas, con sus Sagas, Veledas y Urvalas nórdicas, y, en fin, al de los Caballeros andantes. Al cabo de dicho tiempo, los Tuathas, como los mexicanos verdaderamente iniciados bajo los españoles, desaparecieron de aquellos lugares al empuje de la invasión de un pueblo ya netamente histórico: el milesiano o ciclópeo, que tantas huellas ha dejado en los países mediterráneos.

Veamos ahora un ligero extracto de las hazañas de los Tuatha o jinas irlandeses y su triste desaparición a los ojos de los mortales al tenor de los variadísimos cantos de los bardos, que cita profusamente Rold Brash.

Llegados de nuevo los Tuatha a la verde Erinn, como va dicho, y saliendo de la niebla mágica que los hacía invisibles a los ojos de los perversos fir-bolgs, cantan los bardos que aquéllos presentaron a éstos la terrible batalla de Maythura o Madura, que duró tres días con sus noches -simbólica batalla que no es sino la del candidato a la iniciación durante los tres días que yace inerte su cuerpo en el sepulcro iniciático, como es sabido-. "Era, en efecto, tan grande la excelencia de los Tuatha de Danand, tan poderosas e innumerables sus huestes -dice el mutilado poema de Eocaith O'Flinn (folio 18 del Book of Ballymote) -, que las llanuras se vieron cuajadas de hordas de combatientes que se extendían hasta las regiones por donde se oculta el Sol al declinar el día. Sus héroes se inmortalizaron ante Tara (la capital mágica de Irlanda, cuyas ruinas aún se ven junto a Dublín) , por actos de un valor sobrehumano e inaudito. Los tir-bolgs, los perversos de los dardos envenenados y de los sacrificios humanos, temblaron viendo próxima la extinción de su poderío... Desde las cumbres del Connai-cue, en el territorio de Connaught, cayeron sobre éstos, sembrando el espanto por doquiera , porque conviene saber bien esto: "que los Tuathas, que no llegaron a Erinn en barco alguno conocido, ni nadie alcanzó a determinar claramente si eran gentes nacidas de la tierra o descendidas de los cielos, ni si se trataba de entes diabólicos o de una nueva nación que no podría en modo alguno ser humana si por sus venas no corría la regia sangre de Berthach (¿el Adán gaedhélico?) , el infatigable, el fundador de la Ceinne primitiva"  .

A nadie mendigaron paz los Tuatha, ni prestaron jamás el más mínimo vasallaje... El valeroso ejército de ellos arrolló como un alud al de los Formo-orionzs, entre los gritos de dolor y de rabia de estos últimos.

"He aquí los más gloriosos caudillos Tuatha..." (los describe uno por uno, como a verdaderas gentes cainitas de irresistible y mágico poder). "He aquí también el desdichado fin de aquel gran pueblo que desapareció para siempre de la tierra a los ojos de los mortales cuando las aguas del diluvio lo invadieron todo..."

Llegado a este punto, el poema de O'Flinn se enlaza fueron otros fragmentarios publicados en las Transations of Ossianic Society (volumen 1, pág. 49), donde se describe otra de las batallas, la de Gabhra, con el terrible encuentro entre Oscar y Cairpre, los respectivos caudillos, encuentro que parece uno de los pasajes más culminantes de la Ilíada: el desafío entre Héctor y Aquiles. Cántanse también en estos poemas, como otros tantos lugares sagrados, las tumbas en que reposan los caudillos vencidos que cayeron bajo la Espada Mágica de aquellos "Sigfredos-Tuathas" análogos al héroe humano inmortalizado por Wágner, y, en fin, se nos habla simbólicamente en estos términos de la gran catástrofe atlante que arrebató a los Tuatha de la vista de los hombres mortales (Book of Ballymote; fols. 279 y 280):

"...Dagda-Morias, el buen Dios grande, el divino Fuego, hermano de Ogma (o Ma-go) , el inventor de la escritura de los ogams-craobs, tuvo por hija a Brígida , diosa que fué de la Poesía, la Elocuencia, la Medicina, la Música, la Astronomía y la Alquimia. Para beneficiar Brígida a su desdichado hijo Avagg-dolly, enclenque y raquítico -"el hijo de Eva", como si dijéramos; la pobre y desvalida humanidad física y mortal-, le quiso enriquecer con dotes intelectuales y morales o mágicas que oscureciesen sus defectos físicos, y al efecto le preparó una gran Caldera Mágica, donde "el agua viva de la inspiración" hirvió durante un año y un día ininterrumpidos, para poder obtener con ella tan sólo tres gotas del bendito Elixir que da la inmortalidad. Gwion el chico, hijo del poeta de la Tierra del Descanso, y, por consiguiente, un jina, probó de aquella agua con su dedo, adquiriendo el don de la clarividencia y de la profecía, lo que le permitió huir de la gran catástrofe que preparaba a los hombres la perversidad de Ceridwin, volando a su patria nativa; pero en el momento mismo de la hazaña de Gwion el jina, el resto del líquido de la caldera se derramó por toda la tierra, dando lugar al Diluvio... Desde entonces las gentes jinas de los Tuatha de Danand, dicen los textos citados, desaparecieron de la Tierra de Erinn para vivir en el encantado Reino de las Hadas (reino de la imaginación, o de faery), pero ellos no murieron, porque no podían morir, sino que, por causa del veneno de la caldera -el pecado de Adán o de los adantes-, siguen viviendo en los rath sepulcrales, en el tarn de la montaña, en los pagos o recintos benditos debajo de las aguas de los lagos y en todo otro lugar aún no profanado por la planta o los vicios de los hombres, quienes no les ven por causa del Velo que tienen ante sus ojos, aunque ellos bien que nos ven a nosotros..."

Por cierto, que semejante desaparición de los Tuatha cuenta con dos hermosos precedentes concordantes, uno el de las leyendas iniciáticas de Oriente contenidas en las Estancias de Dzyan o .lían, que forman la base de La Doctrina Secreta, de H. P. B., Y otro el de las leyendas análogas que sirvieron de base a Hesiodo para su Teogonía.

Estas últimas dicen que "la raza de hombres de la Edad de Oro -la edad de Jano, jina o jaina- vivió como una tribu de dioses sobre la tierra". Apartados ellos, al fin, de las miserias que sobrevinieron luego a la humanidad, se durmieron para morir con la dulzura de la niñez tranquila, convirtiéndolos Zeus en amables genios (o jinas), quienes, invisibles desde entonces a los ojos humanos, recorren constantemente la tierra, velando por sus hermanos menores los hombres... Son ellos, pues, los resplandecientes númenes que en los inefables trigales de la luz recogen las doradas gavillas con que sustentan e iluminan a los hombres en el Sendero. Sus fúlgidos pensamientos pueblan la atmósfera mental de los hombres inspirados (genios y poetas) , porque la inspiración no es sino el acto de sumergirse la mente en semejantes esplendores inmortales para traducir el lenguaje humano su excelsa belleza o su recóndita verdad, y su rasgo distintivo es el de dejar sumergida en divina titilación nuestras almas cual banderas agitadas por el viento en una marcha triunfal .

El otro precedente, quizá, de la desaparición de la raza Tllatha está constituído por este pasaje del Libro de Dzyan (Estancias antropológicas, números 10, II Y 12), que dice:

"Así, de dos en dos, en las siete Zonas, la Tercera Raza dió nacimiento a la Cuarta; los Suras (o Dioses) se convirtieron en Asuras (no Dioses); la Primera en cada Zona, era del color de la Luna; la Segunda, amarilla como el oro, la Tercera, roja, y la Cuarta, de color castaño, que se tornó negra por el pecado... Crecieron en orgullo los de la Tercera y Cuarta diciendo: "Somos los reyes; somos los dioses". Tomaron esposas de hermosa apariencia de la raza de los aún sin mente, o "de cabeza estrecha", engendrando monstruos, demonios maléficos, hombres machos y hembras y también khados con mentes pobres. Construyeron templos para el cuerpo humano, rindiendo culto a varones y hembras. Entonces cesó de funcionar su Tercer Ojo (el ojo de la intuición y de la doble vista). Construyeron enormes ciudades... labrando sus propias imágenes según su tamaño y semejanza y las adoraron... Fuegos internos habían ya destruído la tierra de sus padres (la Lemuria) y el agua amenazaba a la Cuarta Raza (la Atlántida)... Las primeras grandes aguas vinieron y sumergieron las siete grandes islas... Los buenos todos fueron salvados, y los malos destruídos... Pocos hombres quedaron: algunos amarillos, algunos de color castaño y negro, y algunos, rojos. Los del color de la luna -los Tuatha- habían desaparecido para siempre. La Quinta Raza (el Asia actual), producida del tronco santo, quedó y fué gobernada por los primeros Reyes Divinos... Las Serpientes (Dragones de la Sabiduría o Rishis) volvieron a descender e hicieron las paces con los hombres de la Raza Quinta, a quienes educaron e instruyeron"...

En cuanto a las respectivas mágicas de Tuathas y Fir-bolgs, los cantos de los bardos no nos dejan lugar a dudas, pues que en los Topographial Poems irlandeses de O'Dugan y de O'Heering se leen hermosas estrofas de los rapsodas o bardos primitivos, tales como la que sigue:

"¿Quién se atrevería, ¡oh viajero!, a pasar por estos sagrados sitios vecinos al mar sin recordar emocionado que huellan nuestras plantas los viejos dominios de la gloriosa raza de Lughaid? . Este es el verdadero país de Démond que nos hace olvidar gustosos y para siempre al viejo país de Ith, EL BOSQUE DE LOS AMARILLOS AVELLANOS MÁGICOS, este es el verdadero país del ensueño; LA DULCE COMARCA DE LOS AVELLANOS ESCARLATA, el país de Logha, donde Allican, el hijo de Bice-alms, el vate más gallardo, fué inmolado como un cordero por Atengus en el Ar-Midir... Yo vi, yo vi, todavía en su más lejana pujanza el espeso bosque aquel de los rojos avellanos, yo le vi hasta el día en que él fué talado completamente por el joven y fuerte Liath, el hijo de Laighne, como vi también todas las glorias de los Fir-bolgs, con sus amoríos, raptos, robos, destrucciones y estragos infinitos, y con sus tabletas mágicas escritas con estiletes en el alfabeto de los ogamscraobs .

Por supuesto, el país de los avellanos amarillos o áureos, el país de Ith, It o Ti, no es sino la ciudad o Logia de la Buena Ley, el pueblo de los Magos blancos orientales, u hombres solares, desterrados de su país por los poderosos Magos negros occidentales o fir-bolgs, los de los avellanos escarlata, o sea de las imitaciones y culto teñido en la inocente sangre de víctimas humanas tales como Alli-can, Heli, Elias o Elías, es decir, El caballero del Cisne, con todo el alcance que a tan complicado y universal mito hemos dado en el capítulo Lohengrin en nuestro W ágner, mitólogo y ocultista.

Porque, efectivamente, hay todo un mundo de revelaciones a poco que se comparen las historias del pueblo mexicano y el occidental europeo con la doctrina tradicional en Oriente.

Esta nos dice que la palabra It fué primero un término mágico, término que Wilford no entendió y cuyo jeroglífico y sublime significado puede verse en el capítulo X de De gentes del otro mundo. Después fué el nombre de un Rey Divino, a la manera. del Hércules Tuatha u ógmico, que colmó de beneficios a los hombres. Parece ser, en efecto, que fueron tales los horrores, angustias y devastaciones continuadas durante largos años entre los dos pueblos rivales de la Buena y de la Mala Ley (atlantes y arios) que los pueblos occidentales no pudiendo resistir más alzaron los brazos al cielo y clamaron: ¡It!

Pero como la palabra It era una clave mágica de alcance incalculable , el Destino se rindió ante ella y la lucha acabó, porque del seno del mar apareció un Gran Instructor o Guía, que salvó a la desolada humanidad, colmándola de beneficios, al tenor del unánime testimonio histórico de todas las religiones, quienes hablan de este personaje, llamándole ora Dragón entre los caldeos; ora el Pez de Liérganes y el Conde Olinos de nuestras leyendas; ora Quetzalcoatl entre los primitivos mexicanos, y Huitzilopochtli y Muisca entre los últimos; ora Moisés entre los hebreos; ora Arjuna entre los arios; ora, en fin, Hércules, el hombre solar, en los países europeos.

Después, durante luengos siglos, toda dinastía que se estimase algo, para hacer gala del divino origen mágico de sus redentores antepasados hubo de tomar este simbolismo sacro del It como timbre el más preciado de inmarcesible gloria, y de aquí dinastías tan antiguas como las de los Ti o It chinos, el tzin de los mexicanos, etc.

* * *

...De cuanto precede se derivan consideraciones trascendentes que no pueden dejarse sin mención.

Es la primera la de una muy chocante coincidencia entre el caso de los Tuatha "irlandeses, de un lado, y el de los indiati o jainos parsis y el de "la Tierra de los Antepasados" mexicanos, de otro.

En los tres casos, efectivamente, aparecen jugando de un modo histórico pueblos que no son históricos, puesto que no se hallan, por decirlo así, en nuestros mapas ideográficos. Unos pueblos, valga la frase, "de cuarta dimensión" y que como hiperfísicos o "hipervolumétricos" no tienen más contacto con el mundo de la mísera y doliente humanidad que el de una mera proyectiva, a la manera del circunstancial y limitado contacto que el hipervolumen tiene con el volumen, el volumen con la superficie, la superficie con la línea y la línea con el punto.

Por eso, por la tal consideración geométrica, proyectiva, si los indiati del caso primero tienen el contacto ya dicho con el pueblo persa, bien pronto lo pierden al hacérseles invisibles tan luego como aquéllos pretenden sojuzgarlos.

Por eso también los mexicanos de Moctezuma el Viejo logran establecer un contacto real con los padres o antecesores felices de aquel pueblo, los jinas de las siete cuevas de Aztlán, puesto que con más o menos esfuerzos mágicos los mexicanos llegan a llevarles allí suntuosos presentes, de cuya miseria se ríen aquéllos. Bien pronto, sin embargo, semejante contacto entre mexicanos y jinas o antecesores se pierde, o sea tan luego como regresan los pocos y heroicos embajadores que a tamaño esfuerzo han podido sobrevivir.

Por eso, en fin, los Tuatha de Danand o jinas irlandeses, después de ser arrojados de su país nativo a las comarcas más remotas, vuelven al cabo de los años a ellas, con un éxodo penoso, y tras de mil y mil detalles mágicos o hiperfísicos de su sobrehumana ciencia y su no menos sobrehumano poder, retornan a su país aquel, y en él reinan históricamente casi cuatrocientos años. Luego, no por ello se mueren, sino que, cediendo el puesto al pueblo histórico de los milesios griegos, su contacto con este nuestro mundo histórico se pierde para la ciencia, pero no para la poesía, cuyos vates o adivinos (poetas) les siguen viendo como ellos nos siguen viendo a nosotros...

Por muy positivista y estrecho que sea nuestro criterio en estas cosas, y al tenor de lo que dejamos sentado en los primeros capítulos respecto a las "posibilidades invisibles" de la Hipergeometría, no nos es lícito ya cerrar los ojos a estos atisbos históricos, desvirtuados o no por la leyenda, ni seguir riéndonos de ello con esa misma ignorante sonrisa despectiva con la que Voltaire se burló, ora de los primeros fósiles descubiertos, creyéndolos "meras conchas dejadas en las montañas por los peregrinos que. iban a Santiago de Compostela", ora de los primeros atisbos del sánscrito en Europa, calificando a esta lengua troncal y sabia de "pura superchería brahmánica".

No. El verdadero criterio científico desde hoy, en punto a estas cuestiones, debe ser radicalmente opuesto al hasta aquí mantenido, pues que debemos decir en pura ciencia analógica al par que analizadora: ¿Cabe que ese paralelismo entre el número abstracto o A1gebra y la forma concreta o Geometría, que constituye la entraña de la Geometría Analítica, se dé en todo cuanto nos rodea, y que, al lado, por consiguiente, de los seres de tres dimensiones, como nosotros, haya seres de cuatro dimensiones o más, como los llamados jinas, quienes alternativamente y a voluntad suya puedan sernos visibles o invisibles, pasando desde su mundo del hipervolumen al nuestro del volumen, que es sólo la proyectiva del suyo?

Admitiendo posibilidad semejante, los casos anteriores tendrían ya explicación. Los jinas, al relacionarse o no, a voluntad suya, con nosotros, se nos mostrarían amables y se ocultarían de nosotros como el padre se muestra u oculta al tierno e incauto niño, o como la mosca, posándose o volando, se muestra o desaparece en el plano de la hormiga. El problema, por tanto, así ya planteado, revestiría esta otra forma, más noblemente científica: la de buscar por doquier casos análogos que puedan robustecer por su número y demás circunstancias históricas las posibilidades anteriormente deducidas de los tres ya expuestos. Si tales casos no pudieran hallarse, la probabilidad de los ya dichos acaso se debilitaría; pero si, en cambio, logramos presentar más y más casos análogos, la tal probabilidad, con arreglo a las leyes de la más elemental lógica, alcanzaría ya todos los caracteres de la certidumbre .

y esto último es precisamente lo que sucede, dado que los tales casos pueden multiplicarse hasta lo infinito, como se verá por los siguientes capítulos, capítulos en los que el testimonio objetivo de la historia se auna deliciosamente al subjetivo y admirable de las religiones, tan ricas todas ellas en leyendas con uno u otro nombre acerca de los jinas.

La segunda consideración trascendente que surge del raro nombre de los Tuathas de Danand es no menos notable. Si Tua-tha es Tahua o Tauhua, es decir, "gentes divinas de la Tau, de la Justicia o de la Crucifixión en la materia", al tenor de la disciplina interpretativa ocultista que se llama Ternura o Coordinatoria de los elementos fonéticos, "Danand" o "Dan-Dan" es todo un hilo de oro para adivinar la verdadera procedencia oriental de gentes tan prodigiosas, como igualmente el alcance de sus perdidas doctrinas jinas o jainas.

En efecto: recurriendo como siempre a las luces de la Maestra H. P. B., tropezamos con estas revelaciones en los comienzos precisamente de la introducción a La Doctrina Secreta.

"Dan o Chhan, en la moderna fonética china o tibetana , es el nombre general que abarca a todas las escuelas esotéricas -o Sociedades secretas iniciáticas- y a su maravillosa literatura ocultista. Por eso, en los más antiguos libros de esta clase, la palabra Jana está definida como "la reforma de uno mismo por medio de la meditación y el conocimiento"; es decir, "un segundo y efectivo nacimiento interno" . De aquí también, Como puede verse en la nota de la página 129 de la obra de Edkins titulada Chinese Buddhisme, la palabra Dzan, Djan o Dzyan, que a su vez ha dado nombre al Libro de las Estancias de Dzyan, a cuya comentario se consagra la presente obra.

Sin embargo -continúa la Maestra-, las porciones secretas del Dan, Dana o Janna contenidas en la metafísica del propio Gautama el Buddha, por inmensas y grandiosas que aparezcan a los que no están informados respecto a la Religión-Sabiduría de la Antigüedad, o sea Teosofía, no constituyen sino una pequeña parte de este gigantesco conjunto. El gran reformador hindú Gautama  limitó, en efecto, sus enseñanzas públicas -lo mismo que Jesús dice en la parábola del sembrador y Pablo en sus epístolas, respecta a los misterios del Reino de los Cielos o mundo jina- al aspecto puramente moral y fisiológico de la Religión de la Sabiduría; es decir, a la ética y al hombre únicamente. En cambio, las cosas "invisibles e incorpóreas", el misterio del Ser fuera de nuestra esfera terrestre, no fueron tratadas en manera alguna por el gran Maestro en sus enseñanzas públicas, sino que reservó las verdades ocultas para un círculo selecto de sus discípulos a Arhats, quienes recibían tamaña iniciación en la famosa Cueva Saptaparma, la Sattapanni de Mahivansa, cerca del Monte Baibhir, el Webhâra de las manuscritos palíes. Dicha cueva estaba junto a Rijigriha, la antigua capital de Magadha, y era también la Cueva Cheta de Fa-hian, como justamente, siguiendo. al ingeniero Beglor, sospechan algunos arqueólogos ... Sin embargo, es tan grandiosa en sí la literatura buddhista, que sólo el Kanjur y el Tanjur de los buddhistas del Norte constan de 325 o, más bien, 333 volúmenes (108 el primero y 225 el segundo) , cada uno de los cuales pesa de cuatro a cinco libras, y que en su canon sagrado o Saddharmâlankâra , prescindiendo de sus comentarios, contiene, dice Spence Hardy (The Legends and Theories of the Buddhistes, pág. 66), cinco o seis veces él volumen de la Biblia, la cual, según Max Müller, cuenta sólo tres millones y pico de letras, contra los 29 millones y pico de ellas que contiene aquél. Además, "según una tradición conservada por las escuelas buddhistas, tanto del Norte como del Sur, el canon sagrado buddhista comprendía en su origen de 80 a 84.000 tratados, pero la mayor parte de ellos se perdieron, y sólo han quedado seis mil", como este último sabio ha dicho en su cátedra. Perdidos, por supuesto, para los europeos; pero, ¿quién puede tener seguridad completa de que se hallan igualmente perdidos para los buddhistas o brahmanes? Teniendo en cuenta la reverencia de los buddhistas por toda línea escrita sobre Buddha y la Buena Ley, la pérdida, de 76.000 tratados resulta poco menos que imposible. Estando bien comprobado que los arhats buddhistas comenzaron su éxodo religioso con el propósito de propagar la buena fe más allá de Cachemira y de los Himalayas (año 300 antes de nuestra Era...), parece extraño el oír hablar a los orientalistas de semejante pérdida, como si hubiese sido realmente posible.

Ahora se comprenderá, pues, perfectamente, que semejante éxodo buddhista hacia estos remotos países del Pacífico, es hermano gemelo del otro éxodo de los Dana gaedhélicos o Tuatha hacia las regiones de Occidente, dejando, sobre todo, en el norte y noroeste de España, Francia, Inglaterra e Irlanda, esos extraños pueblos que aún hoy día no se han fundido completamente con los demás, guardando unos secretos e inexplicables pujos de superioridad que no han sabido, sin embargo, identificar con su excelso origen ario-hindú, que les evitase el caer cuando la catástrofe atlante.

Fabulosos o no, en efecto, los éxodos o periplos de los Tuatha de Danand, parece que ellos fueron cuatro: el primero, de Este a Oeste, o sea de Egipto y Grecia a Irlanda, según Brash; el segundo, a la inversa, o de Oeste a Este, de Irlanda al Asia menor, que acaso es al que alude frecuentemente la Eneida de Virgilio, en los relatos de Eneas, que no son sino leyendas de la época; el tercero, de Asia menor y Grecia, hasta la Escandinavia, y el cuarto, desde esta gran península a las Islas Británicas y a algún otro país de Occidente.

El primer éxodo, desde el Mediterráneo oriental a las costas occidentales de Europa, o, mejor dicho, a las tierras orientales del Imperio tolteca-atlante, pues que aún no había sobrevenido la gran catástrofe, supone previamente la existencia, en lo que hoy son costas orientales del Mediterráneo, de un gran emporio de civilización, al que aluden los conocidos Diálogos platónicos, diálogos en los que se habla de la resistencia que el gran pueblo pelasgo-heleno hizo a los pueblos occidentales, fir-bolgs o atlantes. Pero, ¿existió realmente tal emporio de cultura?

Las recientes excavaciones practicadas en la isla de Creta (hoy Candia) preparan una revisión total de la historia mediterránea antes del período clásico. Aunque muchos problemas de ella permanezcan poco definidos todavía, otros, en cambio, se aclaran hasta la saciedad, tales como la existencia de un gran Imperio cuyo centro era Creta, y cuyo comercio e influencia política se extendía desde el Norte del Adriático hasta Tell-el-Aimara, y Sicilia hasta Siria, en la época del esplendor de Tebas, o sea hacia la 8ª. dinastía egipcia. Como todo el comercio marítimo entre Europa, Asia y Africa estaba, además, en manos de los cretenses, se puede inferir de la leyenda de Theseo, que los minoarios dominaban en todas las islas griegas y en las costas de Atica.                    

Alargaríamos, sin embargo, excesivamente este capítulo si insistiéramos en más citas referentes a la existencia, frente a las postrimerías del poderío atlante, de aquel grupo de naciones ya de sangre verdaderamente aria, que se sucedieron durante muchos siglos por todo el contorno del Mediterráneo de entonces, naciones protocaldeas, acadias y semitas, porque equivaldría a dar en estos renglones un difícil y largo curso de prehistoria aria. Los arios, en efecto, no son de ayer, sino de hace un millón de años, y los primitivos indos, caldeos, parsis y celtas, ya habían creado, engrandecido y perdido más de un imperio en Asia y en Eurana, antes del último hundimiento atlante de la isla de Poseidón, 9.000 años a. de J. C., Y al que se refiere el diálogo de Solón con los sacerdotes de Sais, que llevamos transcrito.

Las crecientes y continuas oleadas de ellos de Oriente a Occidente, en flujo y reflujo con la de los atlantes, operadas en sentido contrario, fueron el argumento histórico de dilatados siglos; y a una de ellas en concreto, o mejor dicho, al conjunto de todas ellas en abstracto o simbólicamente, es al que se refiere la tradición del primer éxodo de los Tuathas, desde Grecia hasta Irlanda, con tanta ligereza rechazado como histórico por Rold Brash; estos Tuathas, de los que, aun en pleno desierto sahariano, han dejado también su nombre legendario en el Oasis del Tuath, no lejos de la misteriosa Sekelmesa marroquí, emporio que ya era un montón de ruinas informes en los días de Cartago y de Roma.

La misma meseta tripolitana de Yebel-Gurán ofrece alguna analogía en su segundo nombre con algunos nombres de irlandeses.

Este primer éxodo, en suma, no fué exclusivo de Irlanda, sino totalmente nórdico y atlántico, y está compendiado en una leyenda universal: la de Hércules. Cedamos nuevamente la palabra sobre ella al propio Rold Brash, en la parte que se refiere a las regiones boreales y occidentales, ya que harto conocida es esta leyenda entre los pueblos mediterráneos, desde el Asia menor hasta la Península Ibérica.

Los bardos de Irlanda atribuyen la invención de los Ogams (escritura ógmica) a Ogma, cuya genealogía se halla consignada en el Códice de Lecain (fol. 280, p. b. c. 3), con estas frases: "Dagda el Grande, Dealbaoth, Breas, Dana y Ogma", el Adorador del Sol, era el quinto hijo de Ealadan, hijo de Dealbaoth, hijo de Neid, hijo de Judai, hijo de Allai, hijo de Thait, hijo de Tabairn". He aquí a Breas, el poderoso; Dan, el poeta; Dagda, el del fuego del Gran Dios; Ogma, el de las letras y la elocuencia; Ogma es también apellidado Ogma Grianeus y Ogma Grian-Aineach, al cual el doctor O'Curry considera como of the sun like face (M. S. Mat., Iriser History, página 243) . Esta deidad ocupa en la mitología de Gaedhil un lugar parecido al de Apolo en el Panteón griego. El último fué el dios de la poesía, la elocuencia y la música, todas las cuales se atribuyen a Ogma, pues que Apolo ha sido identificado con el Sol asimismo. Vossius diserta acerca de la personalidad de Apolo, y encuentra que es la personificación del Gran Luminar. Los epítetos aplicados a Ogma de "el amado del Sol", "el adorador del Sol", etc., se derivan de Crian  , que en lengua gaedhélica se suele aplicar al Sol, a la luz y a aquellas raíces que entran en la composición de multitud de palabras, tales como griannar, sunny, warm, grianan, griandoc, sun dial, etc., todas referentes al solo con él relacionadas, como el monumento de Inveresk en la Escocia del Sur, y tantísimos otros monumentos solares como hay esparcidos por todo el ámbito del mundo.

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