CAPÍTULO VII. PABLO, EL INICIADO CRISTIANO

El "Apóstol de las gentes", según el P. Scio. de San Miguel. - Saulo y su maestro Gamaliel. - Una opinión del profesor Wider. - Pablo, ciudadano romano y adorador de "El Dios Desconocido", de los griegos. - Pablo y el "Velo" religioso mosaico. - Pablo, cabalista. - Las "Potestades del Aire" y sus luchas contra el candidato a la Iniciación. - Pablo y "la cárcel" de Platón. - Dualismo cruel del hombre mientras en la Tierra habita. - El "lenguaje de Sabiduría" hablado entre los "perfectos". - La promesa de la resurrección. - Pablo y las doctrinas de Oriente. - El Dios interior nos ha de resucitar. - Otras enseñanzas iniciáticas del Apóstol. - El encuentro en el camino de Damasco. - "Apostasía" y "anastasis". - Lo que sobre todo esto dice la Maestra H. P. B.

Leyendo con la atención que ellas merecen las sublimes enseñanzas iniciáticas transcritas en el capítulo anterior, acerca de la verdad, al par que de la mentira de la muerte física, no podemos menos de preguntamos: ¿Quién es ese hombre sublime, ese Apóstol de las gentes, que con tan sabia gallardía se expresa respecto al problema más hondo que desde luengos siglos avasalla a las mentes de los hombres no iniciados en la Antigua Sabiduría? ¿Quién es ese eximio cristiano que de tan prodigiosa manera nos hace retornar la vista hacia los misterios, aparentemente perdidos, que antes fuesen el alimento espiritual de esos pueblos gigantes que se han llamado la

Ario-India, la Persia, el Egipto, la Grecia primitiva, y de otros, aún más antiguos, de los que la historia vulgar ya no tiene ni memoria siquiera?

Un libro como el presente, que trata, simbólicamente, del problema de "matar a la muerte", al tenor de las frases mismas de la citada Epístola primera de San Pablo a los de Corinto, tiene que otorgar por fuerza al gran Iniciado de Tarso una atención especial.

Saulo, después Paulo o Pablo, nació de padres judíos, en Tarso de Cilicia -dice la advertencia general sobre las epístolas de San Pablo del Padre Scío de San Miguel -. Los naturales de Tarso gozaban el derecho de ciudadanos de Roma, y Pablo, instruído en las letras hebreas desde sus más tiernos años, se aplicó luego al estudio de las griegas, que florecían en su patria con tanto primor como en la misma Atenas. Para perfeccionarse más en las doctrinas de la ley y en las tradiciones de los ancianos, pasó a Jerusalén, y siguiendo la escuela de los fariseos, salió eminente, bajo la dirección y magisterio del célebre Gamaliel, y se mostró siempre ardiente celador del judaísmo, hasta el tiempo de su maravillosa y extraordinaria con. versión...

Pasó de ciudad en ciudad y de provincia en provincia por las regiones principales del Oriente, fundando iglesias, ordenando obispos y ministros y predicando el Evangelio o "la Buena Nueva" en todas partes con inmensas fatigas; pero también con inmenso fruto y con la más rápida y admirable propagación de la Religión cristiana, como se refiere puntualmente en los Hechos de los Apóstoles, desde su conversión hasta su traslación a Roma, adonde fué conducido por la apelación que interpuso al César.

                Los dos años que estuvo preso en aquella ciudad, tuvo libertad de predicar e instruir en la fe a cuantos concurrían a él...

Salió libre Pablo, por fin, de la acusación contra él lanzada, y emprendió nuevos viajes para alumbrar también a las naciones del Occidente, que estaban sepultadas en las tinieblas de la idolatría.

Una de las principales que ilustró por este tiempo, conforme a lo que ya tenía prometido, fué nuestra España, la cual, con la visita de tan grande apóstol, adelantó mucho en la doctrina evangélica que poco antes había recibido. Desde estas provincias volvió a las de Oriente, y después de haber predicado el Evangelio en Candía, dejó a su discípulo Tito en aquella isla y partió para Palestina y luego a Colosa y a Éfeso. Visitó las iglesias de Macedonia, en especial la de Filipos y también las de Troades y Mileto, las de Antiochia de Pesidia y las de lconio y Listro...

“...No contento Pablo en sus dilatadas peregrinaciones con instruir a las gentes de su tiempo, extendió su celo a los ausentes y a todos los siglos venideros dejando explicada a los fieles la doctrina evangélica y los misterios del Cristo en unas catorce cartas, veneradas siempre por toda la Iglesia como dictadas por el Espíritu Santo para la común edificación... Otros muchos escritos se publicaron en los primeros siglos, y se atribuyeron a San Pablo, pero la Iglesia sólo ha tenido por legítimos y canónicos los de sus catorce cartas a los thesalonicenses, gálatas, corintios, romanos, efesios, filipenses, colosenses, hebreos y a Filemón, Tito y Timoteo, sus discípulos. En la lectura de estos documentos hallarán los fieles aquella doctrina que aviva la fe, enciende la caridad y excita en los corazones dóciles un tierno y fuerte amor al Señor. Todos los Padres de la Iglesia fueron muy aficionados a los escritos del gran Apóstol de las gentes, y particularmente San Juan Crisóstomo, en quien se puede ver lo que aquí se omite".

Por lo transcrito, inspirado, como es sabido, en la ortodoxia cristiana, se adivina que lo que el Apóstol de las gentes enseñaba, por encima tanto del ya desacreditado y grosero paganismo vulgar como del naciente y todavía mal fijado cristianismo, era sencillamente la Doctrina Secreta tradicional, o Sabiduría primitiva comunicada en los Misterios Iniciáticos con cargo en la cadena interminable de Instituciones que vienen desde los tiempos de esplendor de la Atlántida hasta nuestros días, instituciones contra las que nada pueden en verdad las envidias y calumnias de los profanos perversos, las de la revelación o doble velo tendido sobre aquellas primievales y eternas enseñanzas, únicas que pueden traer de nuevo al mundo la Edad de Oro algún día.

Así se explican tanto los hechos de su vida como todas sus extrañas aserciones, tan mal entendidas de ordinario.

El espíritu de Pablo, en efecto, se inflamó en Atenas viendo a la ciudad entregada a la idolatría. Algunos filósofos epicúreos y estoicos disputaban con él y se decían: "¿Qué nos quiere decir este charlatán?" . .. Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo entonces: "Varones atenienses, en todas las cosas os veo archisupersticiosos, pero, recorriendo vuestros simulacros religiosos, he visto un ara en la que estaba escrito: "Al Dios Desconocido y sin nombre". Este, pues, que vosotros adoráis es el que yo os anuncio. El Dios que hizo al mundo y a cuantas cosas hay en él, y que, siendo Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos fabricados por la mano del hombre, puesto que en Él vivimos, somos y nos movemos, como muchos de vuestros poetas han dicho"... Oyendo esto, unos hacían burla y otros simplemente le decían: "Te oiremos otro día acerca de esto" (Hechos, XVII, 16-34). Mas Dionisio el Areopagita creyó y quedó justificado.

Pablo, por tanto, predicaba la tradicional doctrina de los misterios iniciáticos griegos y antegriegos respecto del Dios Desconocido y de su Eterna Ley... "Ley no escrita con tinta, sino con espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en la carne del corazón". Por eso añadía (II Corintios, c. III): "Hablamos con esperanza y confianza, y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro... Aun en el día de hoy cuando los israelitas (el vulgo) leen a Moisés, el velo sigue puesto en el corazón de ellos, velo que será quitado cuando se convirtieren al Señor, porque el Señor es Espíritu y allí donde el Espíritu mora, allí hay libertad. Así, registrando nosotros a cara descubierta la gloria del Señor, de claridad en claridad, somos transformados en la imagen misma del Espíritu del Señor". Toda la tarea, pues, del gran Apóstol de las gentes se cifraba en descorrer este gran Velo Religioso -Velo de Isis, que nosotros diríamos- enseñando a Dios "en Espíritu y Verdad", o sea iniciando en altísimos misterios del Reino de los Cielos .

Por eso el Apóstol se expresa, asimismo, como el más perfecto cabalista y ocultista oriental hablando concreta y taxativamente de las sílfides, elementales, aves o potestades del aire, naturales enemigos del candidato o aspirante a la iniciación y que tratan de avasallarle, después que éste ha conseguido remontar por sobre las miserias humanas que le esclavizan al mundo y a la carne. Véanse, si no, en la Epístola primera a los de Éfeso (c. V, v. 12), frases como éstas, que jamás han sido bien interpretadas por los comentaristas, pero cuyo alcance apreciará por completo el lector que previamente se haya hecho cargo de lo que en el capítulo II llevamos dicho acerca de las simbólicas Aves, de Aristófanes: "Porque nosotros -los Iniciados, los Perfectos, dice- no tenemos ya que luchar contra la carne y la sangre -es decir, contra las pasiones vulgares- sino contra los arcontes, los gobernadores de las tinieblas de este mundo; contra los espíritus de maldad en los aires". Estas ideas se repiten, poco más o menos en diversos pasajes, tales como en los versículos 11-15 de la Epístola a los Colosenses, y en la Epístola a los hebreos (II, 5-8), en la que se dice:

"No sometió Dios a los Angeles el mundo venidero del que os vengo hablando, y por eso alguien ha dado testimonio diciendo: "¿Qué cosa es el hombre, Señor, que así te acuerdas de él, y que habiéndole hecho un poco menor que los Angeles, le has coronado de honra y de gloria y le has constituído sobre las obras de sus manos poniendo todas las cosas bajo sus pies?" Para aclarar aun más esto último añade poco después:

"Cristo -el Dios Interior- participó de nuestras mismas cosas para destruir con su muerte al que tenía el imperio de la muerte" (ib. 14-15) , es decir, al Príncipe de las Potestades del Aire, al jefe de las aves o elementales del repetido poema griego, cosa, por otra parte, que revela cómo participaba el Apóstol de la doctrina gnóstica relativa a las emanaciones y que sabía harto bien además que este Arconte (que tantos puntos de contacto tiene con el Ilda-Baoth ofita y el Jehovah hebreo), no era sino una especie de "Adversario" del Lagos platónico y del Logos de Juan evangelista, dentro de esa consideración dualista acerca del Bien y del Mal que todos los pueblos occidentales han heredado del parsismo de los últimos tiempos, cuando esta gran religión del "Fuego" o más bien de la "Pureza" había ya perdido sus viejos esplendores atesorados en los Naskas o "libros vascos", "libros atlantes" y otros que se atribuyen al simbólico Zoroastro.

"Vosotros -dice asimismo en el capítulo II de la Epístola a los de Éfeso, continuando el tema de las "Potestades negras"- estabais muertos por vuestros pecados, en los que andabais en otro tiempo conforme a los hábitos de este mundo y a la tiranía del Príncipe de las Potestades del aire, que es el espíritu que ahora reina sobre los hijos de la infidelidad... Mas Dios nos resucitó con Cristo, sin el que estabais en aquel tiempo... derogando de los preceptos la ley para formar los dos un hombre nuevo... etc."

                Compréndese bien por esto el que se extienda tanto Pablo acerca del cruel dualismo que entraña la vida del hombre sobre la Tierra.

                "No sé cómo entenderme, enseña, porque no hago lo bueno que anhelo, sino lo malo que aborrezco; pero en el mero hecho de que realizo aquello que no quiero, apruebo la bondad de la Ley, reconociendo que no soy yo ya quien obra aquello, sino el mismo pecado que obra en mí. Por un lado sé que no mora en mi carne lo bueno, puesto que, aun notando que el amor a lo bueno está en mí mismo, no alcanzo el cómo realizarlo. Yo, en efecto, me deleito en la ley divina, según mi hombre interior (mi Ego o mi Yo, que dirían los emanantistas), pero en mis miembros todos veo otra ley que contradice a la Ley de mi voluntad y me esclaviza a la ley del pecado, que está en mis miembros. ¿Quién, pues, desgraciado de mí, me librará del cuerpo de esta muerte, de la muerte que es este cuerpo? Porque si bien con el espíritu sirvo a la ley de Dios, con la carne no sirvo sino a la del pecado" (Rom. VII, 15-25).

                Esto, en suma, no es sino el conocimiento perfecto de los planos de conciencia de los que nos habla la literatura teosófica .

                En otras Epístolas añade con igual espíritu:

"La ley no es el pecado, pero yo no conocí el pecado hasta que conocí la ley, porque no conocería que la concupiscencia es tal concupiscencia, si ignorase la ley que me dice: "No codiciarás". Sin la ley, el pecado no existe, y cuando, después de haber vivido yo sin ley en otro tiempo, vino a mí el precepto de la ley, revivió el pecado. Así yo he sido muerto al nacer, y el mandamiento que parecía dado para vida, fué hallado serme para muerte, porque desde que nací soy carnal, y la leyes espiritual". (Romanos VII, 7-14).

Pero el Apóstol de las gentes, conocedor, "como Maestro Arquitecto" que es (I Corintios, cap. II), de aquella trascendente geometría relativa a nuestra prisión en la cárcel de nuestra carne, y a nuestra liberación después con la muerte, dice, aludiendo a nuestro Cristo interior, que yace crucificado en el fondo de nuestra conciencia:

"En comparación de la gloria que habrá de manifestarse en nosotros después de la muerte, nada son nuestros actuales trabajos. La criatura está sometida a su servidumbre por fuerza y no de grado, pero ella, al fin, será libertada de la corrupción de su servidumbre a la libertad gloriosa de los hijos de Dios" (Rom. VIII, 18-21).

Y luego, aludiendo a la mayéutica de Platón o arte de nacer a la vida futura, y de la que hablaremos pronto, añade: "El gran deseo de la criatura es aquella libertad del mañana glorioso, porque la criatura está sujeta a la vanidad de las cosas de este mundo, no de su grado o gusto, sino por aquel que la sometió con la esperanza de liberarla algún día de la servidumbre de la corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios, porque sabemos que todas las criaturas gimen y están de parto durante su vida... esperando, como nosotros, la redención o liberación de nuestro cuerpo..., liberación que el mismo Espíritu pide en nosotros con gemidos y anhelos inexplicables... Así a los que amaron a Dios y son llamados santos, a esos mismos predestinó, y a los que predestinó llamó, y a los que llamó justificó, y a los que justificó glorificó" . (Rom. VII, 19-30).

"Así como Jesucristo resucitó de muerte a vida, así también resucitaremos nosotros... Nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo, por lo que también juntamente con Cristo resucitaremos y viviremos... No ofrezcáis, pues, vuestro cuerpo mortal al pecado, sino a Cristo, como resucitado de entre los muertos... Porque los gajes del pecado son la muerte, mas la justicia es vida perdurable en Cristo Nuestro Señor" (Romanos, VI)... "Mientras estábamos en la carne, la ley del pecado obraba en nuestros miembros para. dar fruto a la muerte, mas ahora ya estamos emancipados de la ley de la muerte, en la cual estábamos presos, porque en lugar de servir a la vejez de la letra, servimos ya en novedad al espíritu", o como dice el texto griego: "Estamos ya libres de la ley del pecado, habiendo muerto a aquello en que yacíamos presos" (ib., VII, 5 y 6) .

                Luego se remonta a las alturas iniciáticas, añadiendo con típico lenguaje ocultista e iniciado en los Misterios:

"Mi predicación no consistió en palabras del humano saber, sino en demostración de espíritu y de virtud. Esto, no obstante, entre los perfectos hablamos sabiduría, mas no sabiduría de este siglo, ni según los príncipes de este siglo, que han de ser destruídos, sino Sabiduría de Dios en Misterio o sea Teosofía; la sabiduría que se halla oculta, y que, para nuestra gloria, está dispuesta por Dios desde antes de los siglos; sabiduría que, como secreta, no conoció ninguno de los príncipes de este siglo; sabiduría, en fin, de la que está escrito: "El ojo no vió, el oído no oyó, ni el corazón humano alcanzó a saber lo que preparó Dios para aquellos que le aman y que Él nos lo reveló por su Espíritu, porque el Espíritu lo puede escudriñar todo, aun hasta las mismas profundidades de Dios, porque nosotros -en la iniciación, por supuesto- hemos recibido el Espíritu que es de Dios, no el espíritu de este mundo... Mas el hombre animal no puede percibir las cosas que son del Espíritu de Dios, sino que le resultan locuras, y no las pueden entender por cuanto se juzgan por los ojos de la carne y no con los del espíritu" (I Corintios, cap. II).

Todo cuanto antecede es un lenguaje puramente iniciático, por eso el profesor A. Wilder, editor de los Misterios Eleusinos, de Taylor, ha podido hacer notar, según nos enseña H. P. B., la analogía que hay entre Jesús y Pablo, al clasificar su doctrina en exotérica y esotérica, o sea el lenguaje de las parábolas para la multitud, y el de los Misterios del Reino de los Cielos para sus discípulos .

En los Misterios Eleusinos y en otros, dice la Maestra, los participantes estaban siempre divididos en dos clases: neófitos y perfectos. Los primeros eran admitidos algunas veces a la iniciación preliminar: la dramática representación de Ceres o el alma descendiendo al Hades (la vida material, como caída), pero solamente a los perfectos les era concedido el aprender y gozar de los Misterios del divino Elysium, la celestial mansión de los bienaventurados, siendo incuestionable que este Elysium era la misma cosa que "el Reino de los Cielos". El contradecir esto es, sencillamente, el cerrar los ojos a la verdad. Las propias frases de Pablo en su Segunda Epístola a los Corintios (XII, 3 y 4) ha sorprendido a varios hombres de ciencia bien versados en las descripciones de los místicos ritos de la iniciación, dados por algunos clásicos. Ellas, en efecto, aluden a la epopteia final iniciática (Misterios Eleusinos, de Taylor), al decir: "Yo conozco a cierto hombre (si en el cuerpo o fuera del cuerpo yo no lo sé, pues sólo Dios lo sabe), el cual fué arrebatado al Paraíso, y oyó cosas inefables (arreta remata) que no le es lícito al hombre el repetir". Semejantes palabras han sido consideradas por los comentaristas como alusión a las beatificas visiones de un vidente iniciado, pero la fraseología es inequívoca, porque estas cosas, "que no es lícito repetir". están indicadas en las mismas palabras, y la razón para ello no es otra que la tantas veces dada por Platón, Proclo, Jámblico, Herodoto y otros clásicos. "Nosotros hablamos SABIDURÍA solamente entre aquellos que son PERFECTOS". dice Pablo, o sea "nosotros hablamos de las finales y más profundas doctrinas esotéricas de los Misterios o de la Sabiduría, únicamente entre aquellos que están iniciados". Así, pues, en lo que se refiere al "hombre que fué arrebatado al Paraíso" -y que era evidentemente el mismo Pablo, como afirma Cirilo de Jerusalén-, la palabra cristiana Paraíso ha reemplazado a la "pagana" Elysium. Para completar la prueba, podemos recordar las palabras de Platón, que nos enseñan que, antes de que un iniciado pudiera ver a los dioses en su purísima luz, tenía que libertarse de su cuerpo, o sea separar del mismo a su alma astral (Phoedrus, 64) . Apúleyo (Asno de Oro, XI) describe de igual modo su iniciación en los Misterios de Isis. diciendo: "Yo me aproximé a los confines de la muerte, y habiendo pisado los umbrales de Proserpina, volví, llevado a través de todos los elementos. Así, yo vi, en medio de la noche, brillar al Sol con luz esplendorosa. juntamente con todos los dioses infernales y celestes, y. aproximándome a ellos, les tributé adoración. Jesús, por tanto, lo mismo que Pitágoras y otros hierofantes reformadores, dividió sus enseñanzas en exotéricas y esotéricas, dividiendo a sus discípulos en neófitos hermanos y perfectos, ,aunque su vida fué demasiado corta para permitirle establecer una escuela regular que le fuese propia. ni iniciar a ningún otro apóstol. excepto a Juan, quizá. (Isis sin Velo, tomo II. cap. III).

Siguiendo luego San Pablo con su tarea de "matar a la muerte", con la plena certidumbre de una ulterior resurrección. nos dice:

"Sabemos, que para cuando esta nuestra casa terrestre sea deshecha, tenemos de Dios un edificio, no hecho por mano humana, y que durará siempre en los cielos. Por eso gemimos aquí deseando ser revestidos en el cielo de aquella habitación, y mientras estamos en este tabernáculo actual, gemimos porque no queremos ser despojados de él, sino revestidos. Mas Dios nos ha dado la prenda del espíritu. y por ello vivimos siempre confiados, sabiendo que aunque estamos en este cuerpo actual, vivimos ausentes del Señor, andando por fe y no por visión directa. Tenemos, no obstante, confianza, y preferimos el ausentarnos, aun en vida, de este cuerpo, y estar presentes al Señor. Por eso procuramos, ora ausentes, ora presentes, el serle agradables, porque es necesario que todos seamos manifestados ante el Tribunal de Cristo para que cada uno reciba según lo bueno o lo malo que estando en este cuerpo haya hecho" (Epístola II a los Corintios, cap. V, vs. 1 al 10).

Ciertos pasajes de San Pablo son gemelos de otros en el Bhagavad Gita, como no podía menos de suceder tratándose de enseñanzas iniciáticas. Así refleja en diversos lenguajes toda la amargura con que Arjuna, al ver formadas enfrente de él las huestes de sus hermanos y amigos, le dice exasperado a Krishna: "¡Govinda, no quiero pelear!" En efecto, esa misma amargura destila de los versículos l a 3 del capítulo IX de la Epístola a los Romanos, cuando en ella se dice: "No miento: digo verdad en Cristo, según el testimonio de mi conciencia en el Espíritu Santo, que me asalta grandísima tristeza y que sufro continuo dolor en mi corazón, pues que por amor de mis hermanos, que son mis deudos según la carne, yo mismo desearía ser anatematizado por Cristo".

Y ese holocausto augusto al Dios Interior o Christos que mora en cada uno de nosotros, y que es la característica del efectivo "Sacramento Eucarístico", aparece clarísimo también en pasajes como aquel que dice:

"Por la misericordia de Dios, os aconsejo, hermanos, que ofrezcáis vuestros cuerpos a Dios -a vuestro Dios Interior- en hostia viva, santa y agradable, según el culto racional que le debéis, es decir, no conformándoos con este siglo, sino reformándoos en espíritu. . . Sabed con templanza, en la medida de vuestra fe -es decir, sin permitir que el conocimiento se adelante al sentimiento-. Amaos recíprocamente como hermanos; sed gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación y perseverantes en vuestras oraciones o nobles' deseos; gozaos con los que se gozan, y llorad con los que lloran, sintiendo entre vosotros una misma cosa, como miembros que sois unos de otros, no blasonando de cosas altas, sino antes bien acomodándoos a las más humildes y no devolviendo mal por mal, ni dejándoos vencer de lo malo, sino antes bien venciendo al propio mal con el bien" (Rom., XII).

Semejante consorcio místico del alma humana con el divino Espíritu que la cobija hace prorrumpir a Pablo en esta catarata fecunda de sentencias, que parecen arrancadas de los Upanishads brahmánicos:

                -"Un pan , un solo cuerpo somos todos aquellos que participamos de un mismo Pan Eucarístico" (I Cor., X, 17).

-"Ningún hombre será justificado por las obras de la Ley, porque la misma Ley no es en sí sino el conocimiento del pecado" (Romanos, III, 20).

-"Los dones, según la Ley, son como reflejo y sombra de las cosas celestiales. Al propio Moisés le fué dicho: "Haz todas las cosas según el modelo que en el Monte Santo se te mostró" (Heb., VIII, 5) .

-"Me veo estrechado por dos partes. Por un lado, siento deseos de ser desatado de la carne; mas por otro me es necesario el permanecer aún en la carne para aquí serviros" (Fil., I, 23 y 24) .

-"Nuestros padres todos también estuvieron bajo la nube -es decir, la vida terrestre-, y todos pasaron, sin embargo, la mar" -o sea "todos fueron glorificados" (I Cor., X, 1) .

                -"Nosotros, en esta vida, somos entregados a la muerte a cada paso por Jesús -el Cristo Interior- para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal; pero estando ciertos de que resucitó Jesús, también Jesús nos resucitará" (II Corintios, IV, 11 a 14).

-"Ninguno oprima ni engañe a su hermano, porque no nos llama Cristo para inmundicia, sino para justificación, y así el que desprecia a su hermano no desprecia a un hombre, sino a Dios, que ha puesto en él como en nosotros a su santo Espíritu".

-"El Señor dijo que en las tinieblas es donde resplandece la luz. Así, él mismo resplandeció y resplandecerá en nuestros corazones para nuestra propia iluminación. Tenemos además este tesoro en frágiles vasos de barro (nuestro cuerpo) para gloria de la virtud de Dios" (II Cor., IV, 6 y 7) .

-"Cuando fuí niño -es decir, profano en los Misterios del Reino de los Cielos- pensaba y sentía como niño y como niño hablaba; mas cuando llegué a hombre di de mano las cosas infantiles, y os digo: "Ahora vemos estas cosas como en espejo en aquesta oscuridad -la proyectiva de las dimensiones ulteriores-, pero luego habremos de verlas cara a cara". Ahora conocemos sólo en parte, mas entonces CONOCEREMOS" (múltiples pasajes en todas las Epístolas, y en Hebreos, XI) .

-"Ya sabéis bien que el día del Señor vendrá cual un ladrón de noche , porque cuando más crea estar el impío en paz y en seguridad le sobrecogerá repentinamente la muerte como los dolores a la mujer que está encinta, y entonces ya no escapará. Vosotros, pues, hermanos, no continuéis en tinieblas. para que semejante día no os sorprenda como ladrón, pues que no en vano sois hijos del día y de la luz" (Tes., V, 1 al 5) .

-"A aquel que obra no se le cuenta el jornal por gracia, sino por justicia; mas al que no obra y cree en .aquel que justifica al impío, su misma fe le será imputada a justicia también. La promesa de Dios a Abraham no fué por mera ley, sino por la propia justicia salvadora de la fe" (Rom., IV, 4 al 13).

                -"Justificados por la fe  -fides, confianza, creencia-, tengamos paz con Dios por Cristo nuestro Señor" (ib., V, 1).                               

                -"Nosotros nos gloriamos en la esperanza de la gloria de los Hijos de Dios" (íb., V, 2).

                -"Por fe fué trasladado Henoch para que no viese la muerte, y no fué hallado porque le trasladó Dios"  (Heb., XI, 5).          

                -"Por fe moró Abraham como en ajena tierra en la tierra prometida, porque esperaba inconmovible vivir algún día en la Ciudad Santa, cuyo Arquitecto fundador es Dios"  (Heb., XI, 9 y 10).

                -"Por fe fueron formados los siglos por la Palabra o Verbo de Dios, para que fuese así hecho visible lo invisible" (Heb., XI, 3).

                -"La ley no fué puesta para el justo, sino para el injusto" (Tim., I, 9).

                -"Es justa la condenación de quienes hacen el mal para que venga el bien" (Rom., III, 8).

                -"Las fauces de ellos son como sepulcro abierto. Ellos no conocieron nunca el Sendero de la Paz" (íb., III, 13 al 17).

-"¡Oh, hombre! Cuando juzgas a otro te condenas a ti mismo al hacer luego esas mismas cosas que en tu hermano condenaste" (Romanos, 11, 1).

-"No os venguéis, porque escrito está que al Señor -la ley o el Karma- es a quien corresponde sólo la venganza, dado que también está escrito: "¡Yo pagaré y cobraré!" (Rom., XII, 19).

-"Dice el Señor: "Dando mis leyes en la mente de los hombres, las escribiré también sobre su corazón..., y así todos me conocerán, desde el mayor hasta el menor" (Heb., VIII, 10).

-"Dice también el Señor: "Este es mi pacto con los hombres: escribiré mis leyes en sus entendimientos y en sus corazones, y nunca jamás me acordaré de las antiguas maldades de ellos" (Heb., X, 16).

-"El primer tabernáculo, el Tabernáculo de Moisés, fué un santuario temporal..., mas en el santuario segundo -en el de nuestra

Conciencia          : una vez al año se ve al Maestro" (Heb., IX, 1 Y 7).

-"Limpiaos de la vieja levadura para que seáis una levadura nueva para elaborar panes ácimos de sinceridad y de verdad" (1 Corintios, V, 7).

                -"El Señor castiga al que ama y azota a todo aquel a quien recibe por Hijo" (Heb., XII, 6).

-"No apaguéis los fulgores del Espíritu, ni despreciéis las profecías. Guardaos de toda apariencia de mal; examinadlo todo y abrazad lo que creáis bueno" (Tes., V, 17 a 21).

                -"Hay que buscar la Paz que sobrepuja a todo entendimiento" (Fil., IV, 7).

-"Entregados somos a la muerte cada día como ovejas para el matadero; mas de todas estas miserias triunfaremos por Aquel que nos amó" (Rom., VIII, 36).

-"Toda alma está sometida a las Potestades superiores... -¿Quieres, no obstante, no tener nada que temer de ellas? -Pues haz sólo lo que es bueno y lo que es justo" (íb., XIII, 1 a 3) .

-"No quiero, hermanos, que ignoréis por más tiempo este misterio: que la ceguedad ha caído en parte a Israel y que ella continuará hasta que vuelva la plenitud de los tiempos" (Rom., XI, 25).

-"A mí, que soy el menor de los adeptos, me ha sido dada la gracia de predicar a las gentes las investigables riquezas del Cristo" (Efesios, III, 8).

                -"Tú que duermes, ¡despiértate y levántate de entre los muertos para que te alumbre Él" (ib., V, 14).

-"Cristo está en nosotros como hijo en su propia casa, la cual casa somos nosotros con tal que nos mantengamos firmes hasta el fin en la confianza y en la esperanza" (Heb., III, 6).

-"Vosotros sois templo de Dios vivo, porque Él ha dicho: "Moraré y andaré con vosotros, y vosotros seréis mi pueblo" (II Cor., VI, 16) .

                -"Cristo, despojando a los Principados y Potestades, os sacó a luz triunfando de ellos en sí mismo" (Colos., II, 15).

-"La palabra de. Dios es viva y eficaz, y más penetrante que espada de dos filos, puesto que alcanza a operar la división del alma y del espíritu" (Heb., IV, 12).

-"Andad siempre en Espíritu y así os emanciparéis de los deseos de la carne, porque la carne, a su vez, codicia contra el Espíritu, siendo entrambas cosas contrarias entre sí. Cuando logréis, pues, andar guiados por el Espíritu, no estaréis ya bajo el imperio de la ley (Gál., V, 16 a 18)

-"Despojaos del hombre viejo que está en vosotros. Renovaos en el Espíritu de vuestro propio entendimiento y vestíos del hombre nuevo... y no contristéis al Santo Espíritu de Dios, en el cual estáis ya sellados para ser liberados en el día de la redención" (Efes., IV, 23 Y 30).

Por supuesto, cuantas sentencias van transcritas son todas del más puro sabor iniciático, como corresponde a un heredero directo de las doctrinas cabalistas de los esenios a las que se habían amalgamado las viejas doctrinas pitagóricas seguidas en Asia Menor tanto o más que en la propia Grecia de aquel tiempo. El encuentro de Pablo con su Maestro, en el camino de Damasco, completó con la nueva levadura cristiana dicho desarrollo iniciático del gran filósofo de Tarso de Cilicia . Esto fué tanto mejor para el mundo cuanto que, como dice Gibbon en su Historia de la decadencia del Imperio Romano, en aquella época todas las religiones habían llegado a ser para el vulgo igualmente verdaderas; para el filósofo, igualmente falsas, y para el gobernante, igualmente útiles, La razón no estaba lo bastante madura para regirse por sí misma, y sentía la necesidad de un yugo espiritual. La multiplicidad de religiones concentradas en Roma favorecía la predisposición a una creencia que calmara la confusión, Los mil y un pueblos sometidos al cetro de los Césares anhelaban el retorno a la creencia en el Dios Desconocido, que tan gallardamente fue recordada por San Pablo a los de Atenas",

Pablo, pues, como diría un clásico griego, nos salvó de la vieja apostasía, llevándonos paternalmente a las alturas de la anastasis, cosa que merece también una explicación, pues que la apostasía es la muerte y la anastasis la vida nueva, matadora de la muerte misma,

La condición natural u ordinaria del género humano -dice la Maestra H. P. B.- era llamada en griego apostasía (αποστασια) y la condición nueva anastasis (αναστασις), Con Adán vino la primera, o sea la muerte, y con Cristo viene la segunda, o sea la resurrección, al enseñar éste "la Noble Senda" que conduce a la Vida Eterna, de modo igual a como Buddha indicó el mismo sendero hacia el Nirvana, Para lograr semejante fin sólo existe un medio, según la enseñanza de entrambos: pobreza, castidad, contemplación, o sea plegaria interna, y desprecio de todas las pompas, vanidades e ilusorios goces de este mundo, "Entrad en esta senda y poned fin al pesar, Yo os predico el Sendero que he hallado para destruir los dardos del dolor, dice el Dharmapada, Vosotros, por vosotros mismos, debéis hacer el esfuerzo, pues que los Buddhas son únicamente predicadores, Los manús (pensadores) que entran en el Sendero son libertados de Mara, la gran Mentira o Ilusión", "Entrad por la puerta estrecha, dice a su vez Jesús, porque ancha es la puerta y amplio el camino que conduce a la destrucción, Seguidme, pues"," y luego añade: "Quien oye estos proverbios y no los practica es como hombre sin juicio" (Mateo, VII y VIII), Yo, por mí mismo, nada puedo hacer (Juan, V, 30), "Los cuidados de este mundo y la ilusión de las riquezas ahogan la palabra" (Mateo, XIII, 22), dice el cristiano: únicamente rechazando toda ilusión es como el buddhista, a su vez, dice poder entrar en el Sendero, "Sendero que le conducirá fuera de las inquietas y turbulentas olas del océano de la vida para arribar a la tranquila Ciudad de la Paz, que es la dicha real y el augusto reposo del Nirvana".

"Tómese a Pablo -dice en otro lugar H. P. B.-, léase lo poco de original que de él ha quedado en los escritos atribuídos a ese hombre valiente, honrado y sincero, y véase si alguien puede encontrar una palabra en los mismos que demuestre que Pablo quería dar a entender por la palabra Cristo algo más que el ideal abstracto de la divinidad personal existente en el hombre. Para Pablo, en efecto, Cristo no es una persona, sino una idea encarnada. "Si algún hombre existe en Cristo, él es una nueva creación", él ha renacido, como sucede después de la iniciación, porque el Señor es Espíritu: el Espíritu del hombre, Pablo, pues, fué el único apóstol que. alcanzó a comprender las ideas secretas contenidas en las enseñanzas de Jesús, aunque jamás estuvo en él. Pero Pablo había sido iniciado y resuelto a inaugurar una amplia reforma que abrazase a toda la humanidad, colocó sinceramente sus propias doctrinas muy por encima de la sabiduría de los tiempos; por encima de los antiguos Misterios y de la final revelación epóptica.

¡Por eso es Pablo, añadimos nosotros, el Apóstol por antonomasia! ¡EL ÚNICO!. . .

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