EL LIBRO QUE MATA A LA MUERTE O LIBRO DE LOS JINAS Don Mario Roso de Luna --------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Instituto Cultural Quetzalcoatl de Antropología Psicoanalítica, A.C. Portal http://samaelgnosis.net http://samaelgnosis.org INDICE INTRODUCCIÓN CAPÍTULO PRIMERO EL OTRO MUNDO Y LA HIPERGEOMETRÍA CAPÍTULO II LA HIPERGEOMETRÍA Y LA SABIDURÍA ANTIGUA CAPÍTULO III EL MÉTODO EXPERIMENTAL Y EL MÉTODO ANALÓGICO CAPÍTULO IV EL ETERNO PROBLEMA DE LA MUERTE Y DE LA VIDA CAPÍTULO V LA MUERTE Y LOS ANTIGUOS MISTERIOS INICIÁTICOS CAPÍTULO VI. EL DIVINO PLATÓN Y SU "MAYÉUTICA" CAPÍTULO VII. PABLO, EL INICIADO CRISTIANO CAPÍTULO VIII. LA HISTORIA Y LOS "JINAS" CAPÍTULO IX. PROSIGUEN LAS HISTORIAS DE LOS "JINAS" CAPÍTULO X. ORIENTE Y EL MUNDO DE LOS "JINAS" CAPÍTULO XI. LOS "JINAS" INCAS CAPÍTULO XII. MAS SOBRE LOS "JINAS" INCAS CAPÍTULO XIII. EL PUEBLO HEBREO Y LOS "JINAS" CAPÍTULO XIV. ELÍAS EL "JINA" CAPÍTULO XV. EL CRISTIANISMO Y LOS "JINAS" CAPÍTULO XVI. LOS "JINAS" Y SUS LAGOS SAGRADOS O INICIÁTICOS CAPÍTULO XVII. LOS "JINAS" EN EL "CORÁN" CAPÍTULO XVIII. MUNDO, SUB MUNDO y SUPRAMUNDO CAPITULO XIX. LOS "JINAS" EN "LAS MIL Y UNA NOCHES" CAPÍTULO XX. LA LITERATURA CABALLERESCA ES LITERATURA "JINA" CAPÍTULO XXI. EL "DON QUIJOTE DE LA MANCHA" Y LOS "JINAS" CAPÍTULO XXII. "JINAS" Y TROGLODITAS CAPÍTULO XXIII. LOS "JINAS" Y ROMA CAPÍTULO XXIV. EL MITO OCCIDENTAL DE LOS "JINAS" CAPÍTULO XXV. LOS ALFABETOS "JINAS" y LA HISTORIA CAPÍTULO XXVI. LOS CELTAS Y SUS DRUIDAS CAPÍTULO XXVII. ARIOS Y "JINAS" CAPÍTULO XXVIII. LOS "JINAS" Y LA FILOLOGÍA CAPÍTULO XXIX. LA CUARTA DE LAS INTERROGACIONES DE LA ESFINGE CAPÍTULO XXX. "LA MUERTE DE LA MUERTE" OPERADA POR LA FILOSOFÍA INTRODUCCIÓN "Et l'insensé déja croyait, comme aujourd'hui que I'âme commençit et finissait en lui" LAMARTINE. La Chûte d'un Âge. Homo divina est stirpis origo. PITÁGORAS. Versos áureos. Non est umbra tenebrae, sed vet tenebrarum vestigium in lumine, vel luminie vestigium in tenebris. GIORDANO BRUNO. La génesis de esta obra, cuya segunda edición damos hoy al público, es por demás curiosa. Al leer por primera vez el célebre libro Old diary leaves ("Hojas de un viejo diario"), del presidente-fundador de la Sociedad Teosófica, Henry Steel Olcott, nos hubieron de causar la más viva impresión determinados pasajes relativos a la residencia de éste y de H. P. Blavatsky en la India. Eran estos pasajes, en efecto, algo de tal naturaleza, que ningún lector sensato puede dejarlos pasar sin serio estudio o sin solemne protesta. Uno de los indicados pasajes se refería a cierta quinta en la costa de las inmediaciones de Bombay, adonde la recién llegada H. P. B.1 hubo de llevar en carruaje a uno de sus nuevos amigos. En la quinta, que era muy hermosa y llena de rosales floridos, salió a recibir a H. P. B. un venerable hindú del tipo de los que los teósofos llamamos Mahatmas o Maestros, mientras que ésta ordenaba a su acompañante que "por nada ni por nadie se moviese del carruaje si estimaba en algo su vida". H. P. B. penetró en la quinta con el hindú, y a la salida recogió de manos de él un espléndido ramillete de rosas con encargo de que le fuesen regaladas al coronel Olcott. De regreso ya en casa de los viajeros, hubo de entablarse entre los de la tertulia de H. P. B. viva discusión, pues todos afirmaban, como buenos conocedores de Bombay, que por semejantes sitios no existía quinta alguna y sí un espeso bosque, mientras que el acompañante juraba con plena seguridad y aplomo que él había visto la quinta con sus propios ojos y hasta podría conducir otra vez a sus puertas a quien apostase en contra de él. H. P. B. sonreía, asegurando que él no sería capaz de semejante hazaña, por lo que perdería la apuesta, como efectivamente sucedió, por cuanto, después de vagar aquél largas horas por el bosque con los de la apuesta, y creyendo siempre llegar a la orilla del mar, se veían él y los que con él iban, fatalmente llevados al lado contrario... H. P. B. aseguró después que la tal quinta era un punto de cita o lugar de reunión de algunos Maestros, y que su acceso a ella, más aún, su misma visión, estaba protegida contra los profanos por una "maya" o ilusión de los sentidos, que no les permitía el llegarse hasta allí, a no ser en compañía de alguien como H. P. B.... Otro de los casos de Olcott se refería a cierto pobre maestro de escuela de Benarés, que recibía con frecuencia de la madre de uno de sus educandos pequeños obsequios. El profesor, agradecido, quiso un día visitar a los padres de su alumno, a lo que éste replicó "que no sabía si ello sería posible". Por fin, de allí a pocos días, el muchacho vino una vez con la noticia de que sus padres acogerían con gusto al maestro, "siempre que éste jurase previamente que no revelaría a nadie el camino que conducía hasta su mansión, y que si luego el visitante faltaba algún día a su juramento, al punto quedaría ciego". Hizo su promesa el maestro y salió con su discípulo hacia las afueras de la población. Ya en pleno campo, y cuando aquél temía ser víctima de una emboscada o de una burla. he aquí que el chiquillo se detiene; exige de nuevo la ratificación del juramento, y realizada ésta, un simple empujón dado por el chico a una piedra que por allí había dejó expedita la bajada al mundo subterráneo o mundo de los jinas, literalmente "el otro mundo", donde el atónito visitante fue cariñosamente recibido y obsequiado por los padres de su alumno, quienes vivían, repetimos en un mundo por completo "semejante al nuestro en casas, calles, templos, etc." Desde entonces, añade Olcott con toda su clásica serie dad, la fortuna del profesor cambió radicalmente; de pobre que siempre fuera, resultó rico "por los tesoros de los jinas"; pero infatuado un día quiso revelar a otros el camino de aquel mundo faltando a sus juramentos, y al llegar con ellos hasta la piedra de marras, ¡quedó instantáneamente ciego! El tercero de los hechos en cuestión es el de aquel Hassán Khan, de Benarés, quien, dice Olcott, "poseía el arte de su padre, que era un gran ocultista y que le había iniciado seriamente con ceremonias mágicas en la sublime Ciencia, dándole poder sobre siete daimones familiares cual los de Numa y Sócrates, bajo la condición estricta de llevar una vida moral y temperante. Sus pasiones, sin embargo, arrastraron a Hassán, y sus siete "astrales criados" se le habían ido escapando uno tras otro a su dominio..." El cuarto de los casos de Olcott es el de la visita que él hiciera con H. P. B. a las célebres grutas de Karli, donde entre mil rarezas relativas a retiros solitarios de Maestros en el interior de las criptas del arcaico y venerando hipogeo, a resortes secretos que hacen girar a ciertas piedras como las del subterráneo anterior, o el famoso de Aladino el jina, y a otras cosas a este tenor, ve el bravo coronel, mientras descansa en la explanada de fuera, cómo se le acerca inopinadamente un raro "shadú" o discípulo de Vishnú conduciendo a una vaca de cinco "patas" (la quinta pata colgando del morrillo como una fantástica excrescencia), hombre que, después de hablarle un momento, se esfuma en su presencia misma como neblina de lago. Otros muchos casos semejantes narrados ingenuamente por el coronel aquí y allá de su Diario o "Historia auténtica de la Sociedad Teosófica" no hicieron sino exacerbar nuestra ya excitada curiosidad hasta un grado increíble. Ora se trataba de un inopinado visitante hindú que, en plena redacción de un periódico en Nueva York les enseña a los redactores un extraño libro, da sus señas, ¡las de una librería de estampas religiosas!, y luego desaparece, dejándoles a todos asombrados; ora de otro tal que en el propio salón de la casa de Olcott le hace ver a éste "en un cubo o recinto del mismo" la más horrenda y variada de las faunas astrales; o, en fin, se ve el historiador de los primeros tiempos de la Sociedad visitado dos o tres veces por alguno de aquellos Maestros, quienes hasta le dejan cortar, para prueba de que no se trataba de ninguna alucinación, un pedazo de su turbante de muselina, que el coronel conservó en su poder luego muchos años y enseñó a quien le quiso ver. Deseando aquilatar hasta qué punto fuesen tales cosas factibles, hojeamos detenidamente las magistrales obras de H. P. B., en especial la novelita ocultista titulada Por las grutas y selvas del Indostán, y allí no sólo vimos ratificados por la maestra aquellos hechos, sino que el número y calidad de ellos aumentó considerablemente. No es cosa de referir uno por uno semejantes hechos, bastando a nuestro propósito el recordar los siguientes: a) El fuego inextinguible de ciertos iniciados guebros y de otros, mantenido perpetuamente por sacerdotes extraños que no salen nunca de tales templos y que mantienen y custodian enormes bibliotecas subterráneas, donde es fama se conserva íntegro el tesoro bibliográfico de la Humanidad, sin faltar allí ninguno de los libros en todas las lenguas, libros que, a través de los siglos, se hayan ocupado de problemas filosófic05 y religiosos. Gentes que hasta conocen la radiotelefonía. b) Las montañas purificadoras de Bhadrinath, en cuyos hipogeos ciertos invisibles antecesores de los terapeutas del Líbano crean y mantienen un aura salutífera tal, que a sus termas acuden anualmente millares de peregrinos en demanda de su curación. c) Los takures del Ragistán (India), entre los que no es raro encontrar señores de juventud eterna, que se dicen descendientes directos del sol ("surya-vansas"), que jamás se mezclan en asuntos mundanos y que custodian por siglos, en espera de días mejores para los hombres, los inauditos tesoros de Hind o "de los jinas", capaces de eclipsar a los mayores de la historia. Dichos takures surya-vansas parecen poseer tales mantrams o "palabras mágicas" que con ellas pueden matar instantáneamente a cuantos tigres y demás alimañas tengan la osadía de acometerlos. ch) La fraternidad secreta de los alrededores de las cavernas de Bagh en la India, "gupta" o región muy interior poco conocida por los europeos, y cuyos individuos operaron con la narradora y con Olcott prodigios bien extraños que aquélla refiere en su obra. d) Los llamados sanyasis de Siberia y los todas indostánicos de los montes Vindya, gentes de las que, según la autora, no hay noticias que se casen, ni se mueran, ni se dediquen a las habituales profesiones de los hombres; gentes que mantienen secretos vínculos con otras muchas semejantes de diversos puntos de Asia y aun del mundo, en el que viven, pues, una vida completamente separada de la de los mortales, como si ellos fuesen ciertamente ya de una raza superior y libertada de las infinitas miserias físicas, intelectuales y morales que a nosotros nos aquejan. e) Las mil gentes raras, en fin, citadas doquiera por los clásicos griegos y latinos, tales como las que tanto asombraran a Plinio, Etico, Filostrato, Apolonio de Tiana, etc., y de las cuales siempre queda a guisa de eco la eterna creencia de la Humanidad en seres subhumanos, humanos o superhumanos que están a nuestro lado mismo, pero que sólo en contadas y solemnes ocasiones nos es dable el tener un fugaz momento de trato con ellos, y eso a costa de grandes riesgos no pocas veces. En resumen: todos estos relatos de los dos fundadores de la Sociedad Teosófica y otros muchos más que por la brevedad omitimos, volvían a traer ante la crítica serena el eterno problema humano que nosotros, a la entrada de nuestro libro De gentes delotro mundo} de aquéllos nacido, condensamos en estas interrogaciones inquietantes: ¿Qué clase de seres son estas entidades llamadas djins o jinas, afrites, gulas empusas, proteos, etc., que parecen habitar o frecuentar con preferencia los lugares más apartados del comercio humano y hasta "vivir sin aire" en las mismas entrañas de la Tierra, seres poseedores de esa "cuarta dimensión etérea o astral" que a nosotros nos falta, seres cuyas relaciones con ellos pueden causar nuestra felicidad o nuestra desdicha? ¿Qué tesoros son éstos de los que tan repetidamente se nos habla y que tan seductores naturalmente se nos presentan, y qué losas o piedras misteriosas son las que solapan, se nos dice, a los ojos de los profanos "las entradas del otro mundo de los jinas", piedras célebres ya en la historia del mito, pues que si un pobre maestro de escuela en la Benarés de nuestros días pudo encontradas antes de hacerse rico, también en el mito universal la encuentran de igual modo el Aladino de Las mil y una noches; el Juanillo el Oso de la leyenda española; el Don Lanzarote del Lago (incidente del sepulcro de Galaz) en la leyenda caballeresca; piedras, en fin, relacionadas con la "Petra" o .Pétera" de los hierofantes iniciadores, con la "Piedra bruta" y la "Piedra tallada y labrada" de la Masonería, con la "Pétera" del Evangelio, con la "Piedra cúbica" de ciertos tratados de construcción tales como el español del arquitecto Herrera, con la "Piedra de Jacob", y la "Piedra del Destino" o Lía-Fail de Westminster y con las numerosas "Piedras oscilantes" de nuestra prehistoria; piedras que, en unión de los dólmenes, menhires y demás restos druídicos españoles, empiezan hoya bendecir -y ellas sabrán por qué- las autoridades eclesiásticas de nuestra patria. Lo sugestivo de estos míticos asuntos nos llevó a estudiarlos más y más hasta escribir sobre ellos la obra ya citada, y en la que fuimos acumulando numerosísimos hechos, algunos verdaderamente hermosos, tales como el de "los jinas andinos", "los tesoros de las huacas de los incas y del templo del Cuzco", "la raza heroica y vagabunda de los Tuatha de Danand", judíos errantes de las leyendas de los bardos, merecedores por sí solos de un extenso tratado, y mil otros, en fin, acerca de "los jinas de España", que además de formar un capítulo de la obra desbordaron de ella para servir de base a otro simultáneo: El tesoro de los lagos de Somiedo y en el que los Aladinos, los tesoros y las "vacas astrales" asturianas abundan que es un primor. El libro De gentes del otro mundo tuvo así un prólogo en El tesoro de los lagos de Somiedo y un epílogo en el de Wágner, mitólogo y ocultista, por cuanto a la sombra de ese "Arbol gigante" constituído por las obras del coloso de Bayreuth, pudimos desarrollar un extenso trabajo de mitología comparada y en el que salta desde luego a la vista que en los nibelungos, gibichungos, walkyrias, gigantes, dioses, héroes, etc., de la trama de los Dramas musicales wagnerianos están siempre "los jinas, sus tesoros y sus secretos". Este "hilo de oro" literario, que viene a enlazar así cuatro de nuestras obras principales (la cuarta son los comentarios a Por las grutas y selvas, de H. P. B.), ha continuado de entonces acá tejiendo su "tela", porque el capítulo final de De gentes del otro mundo dejaba pendiente un cabo donde empalmar la trama de otro, a saber, el de las enseñanzas de Pablo, el Apóstol de las gentes y verdadero fundador del Cristianismo, al hablarnos como ocultista de "las enemigas potestades del aire", de "la muerte y su mentira", de "el Dios Desconocido y sin Nombre" (el Hyerostheos) y de otras cosas análogas que en el fondo no son sino "misterios de los jinas, superhombres y Maestros". El libro de los jinas, que, con los nuevos e inagotables datos se imponía, pues, tenía que llevar otro título además, si había de responder plenamente a su carácter y al fin para el que se iba a escribir, porque al tomar por base las frases de San Pablo (Corintios, 1, XIV) de "hay un cuerpo material y un cuerpo espiritual; cuando esto se sepa, ¿qué será, ¡oh Muerte!, de tu mentira?", había de llamarse asimismo El libro que mata a la muerte, no en el sentido físico, ya que todo lo que nace muere y todo lo que muere renace, sino en el trascendente de matar en nosotros a esa farsa macabra de la Muerte, que no es sino el Velo de Isis que nos separa de las delicias de la inmortalidad. Paso a paso, cual las hojas de un modestísimo Corán, se fué escribiendo, pues, el presente libro al tenor de las necesidades mensuales de la revista El Telégrafo Español, a la que se consagrase, e inútil es decir que se guardó ni podía guardarse en sus tan raros como complicados asuntos orden alguno cronológico. Si estábamos en "cuarta dimensión hiperfísica", ¿a qué guardar semejante orden ya que en la hiperfísica, según el aserto de un Maestro, no existen, a bien decir, pasado, presente ni futuro? Además, una ordenación semejante acaso habría destruido la espontánea homogeneidad con que aquél se iba desarrollando. A partir, en efecto, del capítulo VIII, que es el primero que al detalle se ocupa ya de los invisibles jinas, la historia, en sus penumbras más deliciosas, parece seguir de cerca siempre a tan sugestivos personajes. De pronto tropezamos con un pasaje del historiador Anquetil Duperron, en el que los reyes persas, en la cumbre de su poderío, se creen dueños y señores de todo lo descubierto de la Tierra; pero los magos del reino, para abatir su soberbia haciéndole comprender al rey Darío que el hombre más encumbrado es nada para aquellos Seres superiores, le dan noticia cierta de ellos. El rey les intimida con la sumisión o la guerra; pero la embajada es contestada por los jinas del modo más burlón y soberbio, como se verá a su tiempo, y cuando los ejércitos del déspota persa van a conquistarlos... ¡no encuentran ni el sitio siquiera donde los emisarios anteriores los viesen; no los encuentran, repetimos, ni más ni menos que el acompañante de H. P. B. por los alrededores de Bombay tampoco pudo hallar la quinta de los rosales floridos, donde otro "jina" recibiera a la rusa iniciada, y donde los "profanos" no podían llegar por sí solos! Y es lo bueno que la historia o leyenda anterior se reproduce en otro pueblo harto distante del primitivo de Persia en el tiempo y en el espacio, entre los fieles aztecas de México, cuyo rey Moctezuma -otro Darío soberbio- también, en su orgullo, quiere visitar a la "Tierra de sus Antepasados" (de sus "jinas" o muertos queridos). Los magos del reino, tras grandes averiguaciones, comunican al emperador que a semejante tierra no se puede llegar por ninguno de los trillados caminos del mundo pecador, sino por los inaccesibles del sacrificio. El viaje se realiza, al fin, como habremos de ver siguiendo al primitivo historiador Padre Durán, y los embajadores arriban a aquella elísea tierra donde la juventud era eterna y donde los reciben en plenos vigores los antepasados del viejo soberano, preguntándoles como si tal cosa por varias generaciones de sus antecesores en el trono y que, naturalmente, habían desaparecido de este mundo, mientras ellos gozaban de una juventud y una felicidad perfectas. . . El caso mexicano encuentra en nuestras páginas otro caso histórico-legendario no menos asombroso: el de los Thuatha irlandeses y sus cuatro cosas mágicas que los hicieran inmortales, viviendo aun hoy como verdaderos jinas en las verdes colinas de Erin, en espera de un mundo menos corrompido que el actual a quien ayudar e iniciar en los misterios eternos. Las consiguientes cuevas de iniciación tampoco faltan aquí, como no faltan entre los mexicanos, entre los hindúes ni en ningún otro de los pueblos del planeta. Vienen luego, lógicamente, los misteriosos "todas" de las Montañas Azules de la India, relacionados con swamis, gymnósofos y demás Maestros de los que nos habla la Teosofía; sus análogos los shamanos de Siberia y del país de Kalkas, cuna del alfabeto calcídico-matemático, zendzárico o jaíno, y, en fin, los sublimes Tirtankaras o Primitivos Buddhas de la Compasión, jaínos de que nos hablan con excepcional reverencia los libros sagrados mogoles. Un estudio detenido sobre nuestras fuentes primeras acerca del noble pueblo inca nos hace ver claramente los orígenes solares o jinas de esta maravillosa civilización precolombina en América del Sur, con una riqueza tal de detalles ocultistas que el hablar ahora de ellos sería profanar lo que es objeto de los correspondientes capítulos. Los amautas incásicos son verdaderos bardos de aquel suelo, transmisores de la eterna Religión-Sabiduría primitiva, que está por encima de todas las religiones vulgares o exotéricas, tanto como lo está el sol sobre la luna, y las iniciaciones del Templo del Sol, desconocidas para sus conquistadores y profanadores, nada tuvieron que envidiar, acaso, a las de Eleusis o a las del remoto Oriente. El pueblo hebreo y su iniciático libro o Biblia nos da asimismo, a través de los acostumbrados velos sacerdotales, la sublime silueta de tres jinas históricos: Henoch (Jano o jaíno), Elías y Elíseo, patriarcas y profetas de la Primitiva Verdad, envueltos en maravillosos simbolismos, eso sin contar a los más excelsos jinas, los Elohim o Heliojins creadores, verdaderos Pitris solares y lunares, como los “agnisvatta" y los "barishad" de las teogonías védicas. Estos "Helios" griegos y "Helios" o "Caballeros del Cisne" de la leyenda caballeresca dicen harto clara su procedencia para que vayamos más que a mencionarlos ahora en esta ojeada general de nuestra presente obra. Del judaísmo pasamos al cristianismo y a su célebre jina Juan o Io-agnes, "el Bautista", a las fraternidades más o menos jinas, a las que él, como su pariente Jesús, perteneciera; vemos el abolengo claramente buddhista de todos cuantos eran iniciados en las montañas del Líbano, y vemos también con delicioso arrobamiento las escenas jinas de la Transfiguración, la Resurrección, la Ascensión y la Pentecostés con todo ese tesoro ario de los lagos iniciáticos y de los Misterios que en ellos se celebraran durante edades sin cuento hasta los días de la decadencia de estos últimos. En el Corán, como rama en cierto modo del gran tronco hebreo, los jinas no podían faltar tampoco y, en efecto, no sólo no faltan, sino que la obra del Profeta-maestro Mahoma es acaso una de las fuentes más puras entre las de Occidente, donde pueden aquilatarse detalles jinas o jainos nada fáciles de encontrar en otros Panteones. Las huríes, el lago Kanthea, los Harut y Marut, Dhul-Karnein, los durmientes de la Caverna, las gentes de Iadjudj, etc., no son, no, de este mundo, sino "del otro de los jinas". De "los jinas" en Las mil y una noches no tenemos por qué hablar, dado que ellos saltan doquiera en el comentario ocultista que acabamos de dar a luz2 extractado de esa primitiva novela atlante-parsi, que es uno de los tesoros más preciados de la humana literatura, tesoro al nivel de cualquiera otro de los libros religiosos conocidos. Por su parte, la literatura caballeresca, como literatura jina, también enlaza la tradición iniciática de aquel libro con las enseñanzas incomprendidas del Paganismo, fuente de arte oculta de la que jamás se sacará todo el partido que es posible, y el que lea con esta clave los viejos romances de los ciclos artúrico y carlovingio sabrá al punto acerca del fondo de los mitos atlantes que ellos solapan muchísimo más que el más documentado de los folkloristas, a quienes les ha faltado siempre esta clave ocultista de interpretación que en vano han buscado en otras fuentes de la Historia y que guarda la clave además de toda la proto-historia occidental, especialmente de la española, donde los parsis y güebros de Hispaham, y después los egipcios u ofitas han ejercido básica influencia que aún perdura, viniendo a nuestro cielo muchos siglos antes que fenicios, griegos y cartagineses. ¿A qué seguir reseñando ya lo que el lector ha de ir encontrando detallado a lo largo de las páginas del libro? Lo apuntado basta para su justificación y la de su doble titulo. El jina existe. Le hemos encontrado todos por lo menos una vez en el áspero e iniciático camino de nuestra vida en forma de "hombres y cosas raras". que ni hemos vuelto a ver ni hemos acertado luego a explicarnos; en forma de "solución imprevista", venida de ellos, como "ángeles custodios" de la Humanidad en general y en particular de cada uno de nosotros, aunque nosotros, ciegas bestezuelas desconfiadas y escépticas, lo hayamos echado luego, temiéndonos a nosotros mismos, al revuelto saco de lo que llamamos "coincidencias", "casualidades", "alucinaciones" y demás palabrejas de cobardía para no afrontar cara a cara, como lo hacemos nosotros, desafiando a la crítica, en el presente libro, donde la poesía tradicional y la verdad histórica van todo lo inextricablemente enlazadas que ir deben en nuestra vida si hemos de dar a la razón el vivificante calor de la emoción y el sentimiento, y a estos últimos la guía de una crítica histórica de mitología comparada como no se ha empleado hasta aquí por los sabios modernos, temerosos sin duda ellos en sus vanidades de que un glorioso pasado que se cree perdido y, sin embargo, resucita y vive, muestre ante sus espantados ojos una ciencia integral que penetra en lo maravilloso y puede responder gallarda a las tres preguntas del enigma de la Esfinge: "¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿adónde vamos?", como jamás llegará a hacerlo su ciencia pobre y positivista, porque puede enseñamos, documentada con el testimonio de la sabiduría de todos los pueblos y edades, que hemos descendido de lo Alto, del Seno del Logos inefable, a través de las infinitas "Casas de devoción" de rutilantes astros y de "Moradas", como aquella que en sus éxtasis de iluminada consciente e inconsciente columbrase Teresa de Cepeda... Mientras ignoremos tamañas verdades, no seremos sino "animales de dos pies"; cuando lo sepamos y alcancemos a obrar al tenor de tal "Sabiduría", empezaremos a ser Hombres y luego Héroes, Se midioses y Dioses a través de ese obscuro y extraño "Mundo de los Jinas", de los que pobre y malamente se ocupa este libro. CAPÍTULO PRIMERO EL OTRO MUNDO Y LA HIPERGEOMETRÍA El eterno misterio.- ¿Es nuestro mundo el único mundo?- El tema de la Justificación de nuestra alma atormentada.- Existen en el espacio infinito otros hombres, otras mentes y otros mundos.- El devenir evolutivo.- Las existencias inmateriales y la doctrina de Kant.- Comunicaciones con Marte, ¿para qué?- La Sodoma bíblica y .nuestros tristes días.- Los justos modernos.- La onda de Hertz, las religiones, el espiritismo y el arte, como posibles medios de comunicación con otros mundos.- Una página del catecismo ocultista.- La "cárcel" de Platón y la "Maya" o Gran Ilusión hindú.- El "Velo de Isis".- Cosmos o Armonía.- La serie de los universos, como la de los números, es indefinida. Con esa ansia insaciable, cantada por Goethe en su titánica epopeya del Fausto, nos hemos preguntado cien veces, frente al problema pavoroso de la muerte: -¿Es nuestro mundo EL ÚNICO MUNDO? Interrogación gallarda que no es, en suma, sino el Tema wagneriano de la justificación con que la Elsa simbólica de nuestra alma atormentada llama con fuerza a las puertas de lo Desconocido, en demanda del Lohengrin de sublime Patria y de secreto Nombre que ha de llegar para hacer justicia a nuestras torturas de rebeldes caídos. Interrogación a la que nuestra conciencia psicológica, Voz de la Divinidad en nosotros que diría San Pablo, responde siempre, con Lucrecio (De Rerum Naturae): -¡NO PUEDE DUDARSE DE QUE EN EL ESPACIO INFINITO EXISTEN OTROS HOMBRES, OTRAS MENTES Y OTROS MUNDOS!3 O con esta otra frase, compendio de toda nuestra ciencia positiva: -A la unidad de la Materia en todo el Cosmos- evidenciada par el análisis espectral - y a la unidad de la Energía Inteligente que al Cosmos preside - al tenor de la evidenciada par nuestras cálculos y observaciones-, corresponde necesariamente una Suprema Vida, un universal y eterno Devenir evolutivo, que jamás agote su armónica policromía vital, ni en los millones de millones de astros que pululan como meros átomos en el Abismo cerúleo, ni en el seno fecundo de cada uno de estos astros mismos. Tan arraigada se halla, en efecto, esta "idea innata" que diría Leibnitz, en las mentes de todos los hombres, que hoy mismo ha sentido el mundo, el escalofrío de la sublime ante el mero anuncio de haberse creído recibir extrañas señales radiotelegráficas procedentes de Marte, nuestro planeta vecino. -¿Comunicación con Marte? - ¿Para qué? - hemos exclamado, escépticos, en el primer momento.- ¿Para reclamar de nuestros hermanos ultraselenitas algún perfeccionamiento guerrero que "aún no hemos tenida la dicha de ensayar", destruyendo a nuestros hermanos de la tierra con esa operatoria mágica de que ya nos habla el viejo Mahabharata, y can la que se dice que una especie de raya de varias kilómetros ponía fuera de combate instantáneamente a ejércitos enteros?4 ¿Para envenenar, acaso, a las mil veces infelices mardanos con la virulencia de nuestra lucha de clases llamadas a la cooperación armónica, lucha en la que nos disputamos como fieras un pedazo de mísero "pan material", de ese pan que no es, según el Maestro Jesús, el solo y efectivo alimenta del hambre, ya que el Hombre verdadero que cobija a nuestra bestia física, y que perdura cuando esta última muere, vive más bien de "la Palabra de Verdad y de Amar", que únicamente podemos volver a encontrar por un Arte y una Ciencia altruístas? (O bien queremos comunicarnos con dichos moradores del rojizo planeta para ver de imponerles un día, por perfidia de violencias o violencia de perfidias, primero nuestros dogmas religiosomaterialistas encerrados en los lechos de Procusto de otras tantas creencias que dan endiosamiento y buen vivir a sus doctores, luego nuestros absurdos cronicones históricos falsificados desde Herodoto hasta Eusebio, Scio y Petavio y desde la Prehistoria hasta nuestros días? ¿O queremos, en fin, plantar también allí, en lo físico, lo intelectual y lo espiritual, nuestro eterno "¡se prohibe el paso!", continuación del clásica "¡non plus ultra!" con el que la inercia de la ignorancia, la ambición y la hipocresía, trata de encadenarnos a la roca, como antaño. al viejo Prometeo del mito? . . . Pero no. Si la Sodoma bíblica hubiera sido perdonada, si en ella se hubiesen hallado tan sólo Cinco justos, el mundo actual cuenta con más de cinco y de cinco mil justos, que hagan perdonables, en todos los órdenes, extravíos hijos de la ignorancia egoísta, pues que en este mundo lo que realmente ocurre es que una minaría perversa tiraniza, con las peores artes, a una considerable mayoría de afligidos, de perseguidos, que tienen hambre de Ideal y sed de Justicia distributiva: seres que siguen lo más fielmente posible los tres definitivas preceptos del Derecho romano, cimentadores de todo orden moral no mojigata, a saber: el honeste vivere (vivir honradamente), el alterum non leadere (no dañar a otro) y el suum cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo). Semejantes justos, por su parte, tienen, más que el derecho, el deber de comunicarse algún día con los demás Hijos Resplandecientes de un Cosmos que, etimológicamente, no es sino Armonía; es decir, forma universal de la Justicia de las Esferas, que Pitágoras, como justa que era también, ¡oía!... Los medios para semejante comunicación no aparecen, sin embargo, por parte alguna hoy. Es cierto que los múltiples tratadistas, antiguos y modernos, citados por Flammarión en su ya clásica Pluralidad de los mundos habitados, han intuído y fantaseado prodigiosamente acerca de seres de otros astros, y aun del espacio mismo interplanetario, y que como pertenecientes a nuestro "archipiélago solar", tarde o temprano, y en vida o en muerte, habrán de comunicarse con nosotros. Cierto es también que hoy poseemos un instrumento genuinamente físico, la onda de Hertz, para la que no existe ya imposibilidad teórica de alcanzar gallarda, mejor aun que su hermana la lumínica, al menos hasta planetas vecinos, como la Luna, Marte, Venus o Júpiter. Cierto es, por otro lado, que toda una escuela filosófica moderna, de vieja raigambre en la entraña de la historia -el Espiritismo-, ha pretendido más de una vez el darnos, como auténticas, comunicaciones con nuestros muertos queridos, moradores, bien de otros astros del espacio, a bien de mundos ene-dimensionales, que no son sino otras tantas posibilidades del Espacio Abstracto Incognoscible que, a guisa de única y efectiva Divinidad, se halla doquiera, por esencia, presencia y potencia, después de abstraídas filosóficamente todas las apariencias sensibles. Cierto, asimismo, que todas las grandes religiones troncales: jainismo, brahmanismo, parsismo, paganismo, judaísmo, buddhismo, sintoísmo, cristianismo, mahometismo., han glorificado a sus excelsos fundadores, cama otros tantos Tirtankaras, Rishis, Zoroastros, Avataras, Manús, Enviados, Hijos de Dios, Sephirothes, etc., etc., admitiendo, con fe admirable, la posibilidad que el Justo de todo tiempo, creencia o país tiene que ponerse al habla con ellos, ora mediante la mística yoga, el éxtasis, la fe íntima y la autoconciencia trascendente de Schopenhauer, ora remontando uno a uno, con su Amor místico, los infinitos peldaños de una Escala de Jacob, o Cadena de millones de devas, ángeles, jerarquías celestes, dioses, semidioses, jinas, héroes, etc., en número tan incalculable como el de las unidades matemáticas de los diferentes órdenes; ora, en fin, por la mediación, ya más próxima a nosotros, de los respectivos Lamas, Shamanos, Maestros, Sumos Sacerdotes o Pontífices; es decir, de efectivos "constructores de místicos puentes", entre este nuestro valle o mar de lágrimas y el ultra mare vitae de la clásica leyenda de Psiquis. Certísimo es, por último, que todos los inspirados, los vates, los artistas, han presentido que sus propias creaciones, reflejos del Cosmos en sí mismos como en verdaderos microcosmos, provienen dentro de la ley de que de la nada nada puede hacerse- de una cadena de mundos más altos, mundos de cuyas luces ellos no pueden proyectar en sus mentes sino sombras, para llenar luego, como cantara Gabriel y Galán respecto de el Cristo de Velázquez, "de sombras de sombras sus lienzos". Y estos seres inspiradores, moradores probables de otros mundos; invisibles seres quizá más bien, que moran a su lado mismo, son presentidos por la intuición artística, dentro de la unidad trascendente que a todas las Esencias liga... -Levanta tu cabeza, ¡oh Lanú! -dice el Maestro al discípulo en el Catecismo Ocultista oriental, comentado por la incomprendida H. P. Blavatsky-. ¿Qué ves sobre ti, ardiendo en el obscuro cielo de la medianoche? -Yo percibo una Llama, ¡oh Gurudeva!, con innumerables y no separadas centellas, que en su seno brillan. -Dices bien -responde el Guía-; pero mira ahora en torno de ti y dentro de ti mismo. ¿Sientes de algún modo a aquella Luz que en ti arde como cosa distinta de la que brilla en tus hermanos, los demás seres? -No; no veo que ella sea diferente en modo alguno... -Ni ella es diferente en verdad -concluye el Maestro-. Prisioneros los hombres en la kármica esclavitud de la cárcel que se han labrado ellos mismos en vidas anteriores de caída, dicen: "tu alma", "mi alma"; pero se engañan, porque su vista espiritual, atrofiada, les mantiene hoy en la ignorancia o avydhia". Esta cárcel es también la de Platón, en su República, cárcel en la que yacemos "como los eternos prisioneros que, de espaldas a la Luz, toman por realidades las sombras que se proyectan. en las paredes de su calabozo". Esta cárcel platónica es el genuino concepto de la maya oriental o "mundo de las ilusiones proyectivas", que diría un geómetra, refiriéndose a los ulteriores problemas de las ene dimensiones del espacio de que vamos a ocupamos pronto. La maestra H. P. B. -de este modo denominaremos, siguiendo la tradición, a H. P. Blavatsky- nos ha hablado así de dicha maya o "proyectiva", ya intuída por Campoamor en su célebre dolora, que empieza: "En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira"... "Maya o Ilusión (de Ilus, nada, cieno, caída) es, en efecto, un elemento que entra en todos los seres finitos, dado que todas las cosas que existen poseen tan sólo una realidad relativa y no absoluta, puesto que la apariencia que el oculto noumeno toma en el respectivo plano de cada observador depende del correspondiente poder de cognición que posea este último. Para la vista no educada del salvaje cualquier pintura resulta una confusión incomprensible de líneas y manchas de color, mientras que allí mismo descubre la vista ya educada el objeto que el artista trató de representar. La Existencia Única, absoluta y oculta, o sea la Divinidad, contiene en sí misma los noumenos de las más altas realidades, o mejor dicho de todas las realidades. Por eso nada es permanente sino Ella, y cada existencia no es sino una etapa del ser. De aquí que hasta los más elevados Dhyanis Chohanes siderales o "Angeles", de otras teogonías, no sean en cierto grado sino meras sombras de realidades aun más superiores. Sin embargo, todas las cosas son relativamente reales, puesto que el conocedor es también una sombra, una reflexión de algo más alto -que él, y, por tanto, las cosas conocidas son tan reales para él como lo es él para sí propio. Por efectivas que las cosas nos parezcan antes de pasar y después de haber pasado por el plano de nuestra objetividad, al manifestarse en este plano, ya no son sino un relámpago fugaz. En cualquier estado que actúe nuestra conciencia, tanto nosotros mismos como las cosas pertenecientes a aquel estado, son a la sazón nuestras únicas realidades; pero a medida que nos vamos elevando en la escala evolutiva nos damos cuenta de que durante nuestra permanencia en los planos ya trascendidos, a través de los cuales acabamos de pasar, no hicimos sino tomar equivocadamente la realidad por su sombra o proyección, y que el progreso del Yo hacia lo alto no consiste, por tanto, sino en una serie de despertadores progresivos, con la consiguiente idea en cada uno de ellos de que en ellos tocamos ya la definitiva realidad. Sin embargo, a bien decir, sólo cuando nos hayamos sumergido en el Piélago de la Conciencia Absoluta podremos decir que toda maya cesó". Por supuesto que semejante inmersión no equivale, como en Occidente se cree, a la pérdida de la Conciencia individual o su aniquilamiento, sino al logro de la Plena Conciencia universal en la conciencia progresiva nuestra. La madre, al idolatrar a su hijo, no pierde su conciencia, sino que la amplifica, fundiéndose, por decirlo así, con el hijo mismo. Pero se nos dirá: ¿Pueden otros seres del espacio actuar sobre nosotros sin ser vistos? Esta pregunta nos la hicimos antaño al escribir nuestro libro De gentes del otro mundo. libro que no es sino el prólogo del que ahora sometemos al público, y que se encaminó a sugerir, con demostraciones en cierto modo históricas, la existencia de una superhumanidad, una humanidad planetaria o solar, no meramente terrestre como la nuestra, y que independientemente de que sea ella análoga o distinta de la de los demás astros, vive a nuestro lado mismo, sin que de ordinario podamos percibirla merced al simbólico pero efectivo Velo de Isis que nos la oculta, aunque dicho velo se rasgue con bastante más frecuencia de lo que se cree, ora fisiológicamente por el esfuerzo combinado de una ciencia altruísta y una virtud sincera, ora patológicamente por otros tristes procedimientos de mala magia, algunos de ellos tenidos por modernos. Hoy, ampliando las ideas esbozadas en dicho libro, queremos dar un paso más, inquiriendo cuanto sobre semejante particular puede inferirse del estudio sereno y teosófico de nuestro mundo mismo, en el que entramos por la puerta del nacimiento, del que por la puerta de la muerte salimos. Para ello la misma ciencia de la Matemática nos brinda hermosos precedentes. Por un lado, en el concepto abstracto de unidad y de número; por otro en el del espacio geométrico. Vemos, en efecto, que de todo cuanto nos rodea, testimoniado por los sentidos, puede hacerse filosóficamente una unidad abstracta; pero ¿es que la serie de unidades abstractas no resulta siempre indefinida? Hasta las lenguas clásicas nos permiten apreciar esta verdad notoria. Todo lo que vemos forma nuestra Unidad, nuestro Universo; pero este Universo, este "Uno Invertido", que no es sino la proyectiva de lo Incognoscible, al tenor de la estricta etimología latina, no es en sí mismo absolutamente armónico, puesto que es progresivo y de lucha evolutiva. Para ser él un verdadero Cosmos, una verdadera Armonía, precisa integrarse adecuadamente con otros Universos, al tenor de la constante enseñanza oriental de que todo universo actual supone otro anterior del que ha derivado por evolución, y es, a su vez, el precedente necesario, dentro de la eterna e inefable armonía del Cosmos, de otro Universo futuro. Acaso ganaríamos mucho, pues, en filosofía conservando la palabra latina de Universo para designar esa unidad absoluta de lo que vemos o podemos ver con nuestros sentidos (astros, hombres y cosas), reservando tanto para lo que no vemos cuanto para la serie indefinida de los sucesivos universos pasado, presente y futuro la palabra griega y abstracta de Cosmos, equivalente a la de Suprema Armonía Evolutiva. Al así hacerlo nos conformaríamos más y más con la enseñanza matemática de que la serie de los universos y la de los seres, como la de los números, es indefinida. Indefinida en el tiempo e indefinida también en el Espacio absoluto. La concepción archicientífica de días y noches, edades y vidas de Brahmâ que al Oriente debemos, no significaría en el fondo otra cosa. El concepto geométrico de Espacio, por su parte, nos enseña que nuestro mismo Universo puede concebirse, bien desde el punto de vista euclidiano de las tres conocidas dimensiones y de los seres que con ellas cuentan, bien bajo el aspecto de sucesivos hiperespacios, cada uno con sus adecuados seres, hiperespacios de los cuales sean meras concepciones proyectivas el volumen, la superficie, la línea y el punto. Pero no vamos a estudiar aquí el dificilísimo problema de las llamadas ene dimensiones del espacio, ni menos el de saber si existen realmente dichas dimensiones, o son más bien, como dice la maestra H. P. B., meras maneras de apreciar la Realidad sin dimensiones que nos cerca y que se nos va revelando más y más, como otras tantas dimensiones nuevas, a medida que por evolución vamos adquiriendo más y má_ facultades y sentidos. Aunque ello sea parte integrante por esto mismo de aquel nuestro posible otro mundo, nuestro ánimo al recordar estos problemas no es el de analizarlos ahora, sino el de citarlos como un valioso precedente analógico5. En efecto, como dice P. Barbarín en su Geografía No-Euclideana, toda la vieja Geometría está apoyada en la hipótesis indemostrable de que por un punto en un plano se puede trazar una paralela a una recta, y solamente una; pero aun desde los mismos tiempos del gran geómetra griego, no sólo se tuvo como indemostrable el célebre postulado, sino que los matemáticos alejandrinos se preocuparon, siglos antes que nuestros Bolai, Riemann y Lobatschewsky, de la falsedad de dicho postulado, desde que estudiaron lo que luego se llamó "la imposible cuadratura del círculo". De la misma manera, pues, que estos y otros matemáticos se rebe laron contra el postulado de Euclides, no obstante su realidad práctica incontrovertible, vamos ahora a rebelarnos nosotros contra ese otro postulado del eterno positivismo, que jamás podrá demostramos, y permítasenos el tropo, que "por un punto cualquiera de nuestra mente se puede trazar una paralela real, a la realidad visible y solamente una". En otros términos, que sólo es verdad lo que se ve, oye, huele, gusta o toca, o lo que la mente deducir puede del testimonio de los sentidos con arreglo al falsísimo criterio escolástico aquel de nihil est in intelectum quod prius non fuerit in sensu. Más claro aún: que no hay más mundo que este nuestro "miserable mundo", Para ponemos a la debida altura en esta hiperfilosofía necesitaríamos realizar una revisión total de todo cuanto conocemos, preguntándonos, cual los geómetras que fundaron la hipergeometría, qué sucedería si supusiésemos falso el aforismo positivista que parecía reinar soberano y sin rivales a mediados del pasado siglo, de que no hay más mundo que este mundo perceptible para nuestros sentidos y aparatos científicos. Por de contado, vaya nuestra honrada protesta de que jamás la Humanidad, olvidando su divino origen, como emanación del que ella es Anima-Mundi, ha creído tamaño absurdo positivista, por lo cual ninguna patente de invención podemos pretender con semejante pregunta. Lo que hay es que las religiones esotéricas todas han hablado de otro u otros mundos post-mortem y de otros seres infra y suprahumanos e invisibles, envolviéndolos en la capa del Misterio; pero nosotros no debemos olvidar que la etimología de "la palabra misterio es la de secreto, y también la de germen; es decir, de algo que no debe ser revelado a los profanos, o vulgares, como no debe ni puede abrir la yema del árbol en la que yacen atesoradas las hojas, flores y frutos del nuevo año, durante los letales fríos invernales, hasta tanto que el tibio hálito de la primavera nueva los vitalice. ¿Ha sonado ya la hora de esta anhelada primavera humana, la hora de que las secretas posibilidades guardadas en cerrada semilla por las religiones bajo la férula de una ciega fe, que no permite el análisis de la razón pura, salgan al exterior robustamente, sin que llegue a helarlas en capullo el aliento de la impía crítica de esos nuevos "cerdos de Epicuro" o sea de los pensadores que, negando ulteriores posibilidades, se aferran a la creencia euclideana de que su mundo de experimentación es el único mundo? Indudablemente que ha sonado ya tal hora, y de ello será prueba el presente libro. Hoy, en efecto, pocos profesan con plena sinceridad las religiones positivas, reducidas a una serie de ceremonias rutinarias, cuyo hondo significado regenerador se ha perdido. Como si nuestra conciencia no hubiese salido todavía del fondo del medioevo, sigue aferrada a dogmas que, por el mero hecho de ser dogmas, el creyente no puede pretender respecto de ellos el menor asomo de explicación; quedando, por tanto, en un estado de cruel dualismo psicológico al no poder conciliar tales dogmas con las ciencias positivas, que parecen enseñarle lo contrario precisamente. Si los sentidos, la observación y la experiencia son las únicas fuentes serias de todo conocimiento científico, es decir, de todo conocimiento, mal pueden admitirse unos dogmas basados en el misterio, siempre inexplicado e inexplicable, y de admitirse tales dogmas, la mente queda en un estado de indecisión, de duda, que ni el mismo Draper, con sus "Conflictos entre la Religión y la Ciencia", podrá resolver. ¿Dónde colocar a un Dios que no se ve con el microscopio ni con el telescopio, y que, según Laplace, constituye una hipótesis innecesaria para explicar la formación de los mundos? ¿Dónde colocar asimismo el alma humana, que jamás se reveló bajo el escalpelo del anatómico, ni en la platina del histólogo? ¿Con qué derecho, en fin, se puede seguir hablando de todas esas cosas relativas a otra vida, a otros seres angélicos o demoníacos, a premios y castigos de ultratumba, cuando después de la tumba no hay más ultra que los gusanos y los ptomainas? Imaginad por un momento, lectores, ¿qué digo imaginad?, ved el caso bien ostensible de tantos hombres de ciencia, astrónomos, médicos, etc" que aún dicen conservar la fe de sus mayores. ¿La conservan, en efecto?,. La conservan, quizá, por el solo hecho de que se hacen la ilusión de que la conservan, cuando, en realidad, como en la consabida escena de Rigoleto, tienen la mente partida por gala en dos, albergando en una mitad de ella los conceptos positivistas de su ciencia, todo positivas demostraciones, y reservando la otra, cual vacío santuario, para unas realidades de su creencia religiosa, que, si se paran a analizar, no son sino reconocidas ilusiones a los ojos de su propia creencia científica... Con ello no hay que decir que, incapaces por sí de resolver la terrible antinomía, ni creen realmente en su fe, ni creen tampoco plenamente en su conciencia, y al querer vivir dos vidas de tal modo contradictorias, no viven en realidad ninguna y caen en grosero positivismo. Y ¿qué sucede con aquellas otras mentalidades, más lógicas y valientes, sin duda, que, percatadas de tamaña contradicción, tiran por la línea de menor resistencia y suprimen de un golpe el casillero de toda fe trascendente, quedándose -este es ya el caso de los más- con la ciencia pura, demostrable y positiva de toda positividad? Pues que quedan peor aún, dado que abren a sus pies un verdadero abismo ideológico entre lo poco que la ciencia sabe y lo infinito que la ciencia anhela, y hasta necesita, pero que ignora todavía. Además de que, al obrar así, se ponen, sin darse cuenta, en terrible contradicción con la Historia, quien, como Maestra de la vida, que diría Cicerón, nos enseña que jamás pueblo alguno ha podido vivir sin ideas trascendentes o religiosas, porque aun en el caso de corromperse éstas, las más absurdas supersticiones las han sucedido, cual la moneda falsa sigue de cerca a la legítima. Lógico, dentro de su absurdo, pues, el positivismo del pasado siglo al renegar juntamente de la Historia, de la Imaginación y de todos los pueblos antecesores, pueblos en cierto modo salvajes, si se les compara con nuestra asombrosa cultura de los ferrocarriles, vapores, telégrafos, teléfonos, aeroplanos y radiotelégrafos... ¡Pueblos incultos que echaron los cimientos de esta nuestra ingrata civilización y que, con ciencias ignoradas aun hoy día, crearon monumentos de piedra, de legislación y de belleza, muy por encima de los nuestros! ¡Pueblos salvajes, que jamás llegaron al abismo de injusticia social de nuestro tiempo, y que tampoco tuvieron una vanidad tan absurda como la nuestra!... 6 Y ¡cuán caro no hemos pagado semejantes errores Y vanidades de fe religiosa sin ciencia y de ciencia sin psicología! El mundo entero, en nombre, por cierto, de una kultur absurda, la cultura teratológica de una sola de nuestras múltiples facultades. Acaba de desangrarse en una guerra mayor y peor que todas las anteriores, dejando luego el sedimento asqueroso de un millar de problemas sociales, que pueden resumirse en uno que es, no ya el de filosofar cual antaño, como hombres, sino meramente el de comer, como comen los irracionales; es decir, peor aún, por cuanto las mismas aves evangélicas y los lirios del campo jamás tuvieron necesidad de preocuparse de la comida y del vestido... ¡Castigo kármico bien lógico este castigo nuestro, porque es ley del Destino la de que jamás el hombre racional puede estar a nivel de los irracionales, sino que ha de subir por cima, con el noble uso de sus facultades, o ha de caer por bajo, cuando de ellas abusa! y que estamos ya en muchos puntos tocando al mundo animal es harto evidente para cuantos tiendan una mirada filosófica por el presente panorama de la post-guerra. Todos los ideales han ido cayendo. No se cree ya en nada, en religión como en política. N o se espera ya nada, ni nada ya se ama, y un falso misticismo de igorrotes que todo lo aguardan del azar, de lo sobrenatural, del fenomenismo más dislocado y degradante, se extiende por doquiera. Nunca han tenido menos solidez que hoy los vínculos de la familia, de la amistad, de la común ideología. jamás ha sido tan materialista el mundo como hoy, y, sin embargo, tan gazmoña, frívola y cobardemente psiquista. Las brujas, echadoras de cartas, hipnotizadores, sugestionadores, ilusionistas, charlatanes de todo jaez, pululan doquiera, en público como en secreto, en los tugurios como en los palacios. Se cree en lo absurdo sólo; en lo increíble, y una racha de locura colectiva, hija de los apocalípticos terrores de la guerra y de las subsiguientes miserias, recorre de parte a parte el planeta. Aquí se ensayan revoluciones, allá militarismos Y navalismos, acullá dictaduras, no habiendo casi dos países que coincidan en la más mínima orientación supernacional, con vistas, no al vivir egoísta nacional, sino al vivir humano propiamente dicho. Ya hubo de pronosticar todo esto la Maestra H. P. B. al hablar en su Doctrina Secreta de las consecuencias que fatalmente había de acarrear al mundo occidental la ciencia materialista del pasado siglo. La más terrible de las guerras, dijo, será necesaria para que la Humanidad abra los ojos y comprenda que por el positivismo escéptico y sensualista se camina en derechura al mundo animal, porquela falta de ideales trascendentes, el endiosamiento de la materia y de la fuerza bruta tiene que hacer al hombre el enemigo, el lobo del hombre en lugar de su hermano y cooperador. La muerte sucesiva de todos los ideales filosóficos relacionados con la nativa divinidad del hombre, con su naturaleza superior y angélica, que se rige sólo por la ley moral y por ese Dios Interior de nuestra conciencia psicológica, acarrea de un modo inevitable el desprecio íntimo a la Ley natural y después a la Ley escrita, que, mejor o peor, trata siempre de ser un reflejo de aquélla. Semejante desprecio a la Ley entroniza el imperio de la fuerza en toda clase de relaciones sociales, y así hemos visto calificar de "papeles mojados" los más augustos tratadas entre las naciones, subordinándolo toda al resultado. ciego del choque brutal de las armas, para, después de él, tener que ir forzosamente a otros tratados no más respetados en el fuero interno nacional que todas las anteriores. Y a la lucha integral de pueblo a pueblo ha sucedido otra más artera lucha de clases, en la que la llamada "clase media", que es según H. P. B. la depositaria de las mayores virtudes por no tener ni los agobias de la clase popular u obrera ni las sugestiones viciosas de las clases llamadas "altas" que abundan en riqueza, está a punta de desaparecer, vilipendiada, agobiada y escarnecida. Finalmente, a la fe sin ciencia de los tiempos medioevales ha sucedido, una ciencia sin fe, una ciencia impía, no en el sentida que a la piedad se le suele asignar por los mojigatas, sino la ciencia del "¡sed crueles; así hablaba Zaratustra!" del impío Nietzsche, la ciencia que no se preocupa orgullosa de la finalidad misma de toda ciencia que es la virtud y el bien de las seres humanas, dándose esa misma ciencia de un moda impersonal y alocada, es decir, sin previas condiciones de virtud en las que han de recibida y aplicada. De harto diferente manera se procedió en la antigüedad en la administración del tesoro científico, cuya concesión u otorgamiento se hizo siempre de un modo "iniciático", esto es, previos largos y penosos aprendizajes de virtud, o sea tras una serie de duras pruebas iniciadoras llamadas a revelar ante todo el valor moral de los candidatos para asegurarse desde el primer momento acerca del buen uso que habrían de hacer más tarde de los secretos científicos que se les confiasen para que dejaran de ser en sus manos armas de dos filos. El abuso técnico o profesional era así punto menos que imposible, y los conocimientos que hoy constituyen las múltiples ramas de las llamadas "carreras" no podrían llegar a ser para sus recipendarios verdaderas patentes de comercio o de "corso social" como son hoy en manos de tantos "comerciantes" del ideal del que debieran ser abnegados sacerdotes. El propósito de lucro desaparecería así de todo conocimiento científico-profesional, sustituído por el cultivo ideal de la ciencia por la ciencia misma. Las cabezas de los hombres no podían ser, pues, como hoy son las de muchos, un campo de tinieblas y de dudas, por cuanto diríase que en uno de sus hemisferios cerebrales se asienta una fe ciega, supersticiosa y dogmática que lo cree todo sin pararse a reflexionar acerca de la razón de ello, mientras que en el otro hemisferio campea una ciencia de "sólo hechos", es decir, cretina y positivista. No recarguemos más la pintura, y formulemos concretamente el dilema terrible en el que se apoya toda la enseñanza teosófica; es a saber: que la Religión o no es nada o es una Ciencia, y que la Ciencia por sí sola es estéril si no la alimenta y protege un alto sentimiento trascendente, nacido de la consideración de que hay algo por encima de nuestros pobres conocimientos y de nuestro mísero mundo. Pero ¿qué es este algo? Algo que, al no ser de este mundo. sensible, de las tres dimensiones, es de otro mundo superior, que no podemos, en nuestra estado actual de evolución, ni ver, ni oír, ni tocar; mundo de causas que sólo podemos apreciar merced a esa proyectiva de efectos que constituyen precisamente nuestro mundo. ¿Hay nada más lógico, por otro lado, que la existencia de hecho de una proyectiva real, en estricta correspondencia con la antedicha proyectiva matemática de punto, línea, superficie, volumen e hipervolumen? No en vana se ha dicho por la escuela pitagórica que el Verbo geometriza, y que para entrar en el Misterio del Templo es preciso conocer la Geometría, no la Geometría actual, sino la Geometría del Símbolo, Metageometría o Metafísica. Qué de realidades de vida y movimiento no pueden aperarse, en efecto, a lo largo de una línea, sin que cambie lo más mínima su proyección, que es el punto. Qué de figuras sin cuento no pueden trazarse en el campo de una superficie sin que ellas afecten a la proyección de la superficie entera en la línea, y qué de creaciones no pueden realizarse en el ámbito de un volumen sin que ellas alteren a la superficie en que el tal volumen se proyecta por entero... Un ser sordo que de la labor del concertista de piano no pudiese apreciar sino el bajar y subir veloz de las teclas, definiría el concierto musical algo así como el paso de un viento impetuoso por ellas, haciéndolas hundirse y alzarse por turno, como se inclinan y yerguen las copas de los árboles bajo el huracán... Y, sin embargo., al así definir el tal concierto, no diría más que la pura verdad, por cuanto a su manera, habría visto, en efecto, al espíritu impulsador de las manos del pianista pasando por sobre las teclas, cual el Creador por sobre las Aguas Genesíacas, que no en vano todas las lenguas clásicas hablan del espíritu, como equivalente a soplo a viento, nous, anemon, ruach, spiritus, hálito, céfiro...7 Necio en alto grado sería este ser al pretender por ello apreciar la sublime sonata por el pianista ejecutada, y de la que sólo habría podido apreciar, en su triste sordera, el serial o simultáneo, es decir, el geométrico subir y bajar de las teclas, cosa que, por otro lado, si tenía facultades adecuadas, pudo apreciar geométricamente también en la cinta perforada de esotros pianos mecánicos que la inteligencia de otro hombre arrancó de la partitura que el genio trasladó simbólicamente al pentagrama. Todos cuantos hoy suplimos nuestras deficiencias como pianistas con las llamadas Pianolas, hemos podido observar, en efecto, y por una verdadera transposición de sentidos, que las armonías musicales de la partitura ejecutada encierran también unas "armonías visuales" desconocidas, una verdadera y ostensible geometría hasta aquí inadvertida por todos, aunque intuida por el genio mismo que las creó. Así, en la cinta pianolística que nos permite escuchar un cuarteto de Beethoven, por ejemplo, podemos apreciar con la vista series, guirnaldas de puntuadas notas descendentes del violoncelo, correspondiéndose con otras ascendentes del primer violín, mientras que las del violín segundo y de la viola permanecen centradas y como estacionarias haciendo de balanza entre aquellas otras; podemos ver los motivos que se inician en uno de estos cuatro instrumentos ir ascendiendo o descendiendo sucesivamente por los otros tres, a manera de serpientes que a lo largo de dicha cinta van desenvolviendo sus anillos; podemos comprobar gráficamente también el choque y entrecruce de unos motivos con otros en demanda de una síntesis superior que lograrse suele, cinta adelante, en ulteriores compases de formidables unísonos en ,los que las notas,' largas o cortas, de los cuatro instrumentos, guardan entre sí el más perfecto paralelismo geométrico que las dota de un vigor desconocido y como de triunfo; podemos, en fin, damos perfecta cuenta de que, a la armonía sonora de las notas que con el respectivo timbre instrumental constituyen el encanto inefable del cuarteto, la sigue de cerca una "armonía visual" que sólo ha podido ser evidenciada cuando los perfeccionamientos mecánicos han logrado hacer factible semejante transposición del sentido musical, transposición que, dicho sea de paso, es en si una preciosa ventaja de dichos instrumentos, un título de honor en pro de su adopción moderna en todos los hogares, centros y salones, como medio insustituíble para la lectura por profanos de aquellas partituras: algo así como la lectura de la obra teatral lejos del teatro mismo en que fuera representada8. Todo esto es en la "cinta pianolística" una geometría efectivamente realizada, pero antes de ella y fuera de ella es una geometría invisible o por realizar y evidenciar: ¡una verdadera hipergeometria! Pero, ¿qué es la hipergeometria en si misma y qué relación esencial puede tener con el supuesto de si existe o no otro mundo? Semejante problema, capítulo aparte merece. CAPÍTULO II LA HIPERGEOMETRÍA Y LA SABIDURÍA ANTIGUA Un poco de historia respecto de la hipergeometría y otro poco acerca de sus relaciones con ]a mecánica celeste y con las cronologías brahmánicas.- Nuestra injusticia para con el pasado sabio.- La opinión de un ingeniero español y su obra acerca de estos problemas.- Lo "Desconocido" y lo "Maravilloso positivo".- La ley de Causalidad en la Historia.- Dioses, demonios y hombres.- "Las Aves" de Aristófanes.- La electricidad y la vida.- Curiosos manuscritos chinos.- Las "Potestades del Aire" y San Pablo. "Corresponde al inmortal Euclides, dice la obra antes citada, del P. Barbarín, la gloria de haber fijado los principios de la geometría usual. De Egipto, según Herodoto, pasó esta ciencia a Thales, Pitágoras, Platón y sus discípulos. En Alejandría luego, hacia el año 320 de nuestra era, enseñó Euclides la geometría que él mismo fundó bajo la protección de Ptolomeo, escuela que más tarde había de damos a Arquímedes y a Apolonio. El sabio redujo su ciencia a un mínimo estricto de postulados, nociones primitivas indemostrables, o axiomas... Aunque tales postulados resultan ciertos en la práctica, tenía que llegar un. día en que el espíritu de originalidad y de crítica se preguntase qué ocurriría si tales postulados no fuesen ciertos, o fuesen reemplazados por otro postulado de mayor amplitud generalizadora. "Semejante idea revolucionadora condujo a varios geómetras a concebir, hacia 1813, otra geometría, por ellos llamada ora astral, ora no euclideana, y en la cual se prescindiese del famoso "postulado de Euclides" que dice: "Si dos rectas situadas en un plano forman con una tercera recta que les corte dos ángulos inferiores del mismo lado cuya suma sea menor que dos ángulos rectos, aquellas rectas se encontrarán por este lado si se las prolonga suficientemente.. ." El propio Proclo, el primer comentador de Euclides (412-485), nos dice que aun en las mismas Escuelas de Alejandría y de Atenas el postulado era objeto de discusiones, añadiendo que no fueron nada felices los esfuerzos de Posidonius, Geminus y Tolomeus para su demostración. Iguales preocupaciones asaltaron a los árabes AI-Nazizi y Nasir-Eddin, y a los renacentistas Commandin, Clavius, Giordano, Vitale, Wallis, etc., quienes, influidos por el comentario de Prodo, se ocuparon del problema... Saccheri, Lambert y Taurinus tuvieron la curiosidad de averiguar lo que ocurriría si se dejase a un lado dicho axioma, y obtuvieron así ciertas proposiciones características de una geometría más general... Este último, por ejemplo; construyó su geometría logaritmo-esférica... "Desde 1792, Gauss abrigaba la esperanza de vencer la quimera. Después de rechazar la tentativa de Bolyai (1804) para demostrar la existencia de rectas equidistantes, o sea hacia 1813, cortó de plano la dificultad, concibiendo un proyecto de geometría no euclídea, aunque exigiendo en 1824 a sus amigos, tales como Taurinus, la más absoluta reserva acerca de sus comunicaciones, ante el temor de que no fuesen ellas debidamente comprendidas. " . . . Desde 1815, por su parte, Lobatschewsky se ocupaba también de las paralelas, y a partir de 1825 sus ideas se orientaron claramente hacia una geometría basada en la negación de la paralela única, y así escribió en 1830 sus Fundamentos de la Geometría; en 1837 su Geometría imaginaria..., y en 1855 su Pangeometría, con. junto de conocimientos a los que se ha denominado Geometría lobatschewsquiana, en honor a la infatigable perseverancia del sabio ruso. "Pero vino por aquella época de Lobatschewsky, Juan Bolyai, quien, animado por los trabajos de su padre Wolfgang, en un apéndice al Tentamen de éste, puso de relieve las proposiciones del mismo respecto a la ciencia absoluta del espacio. Bolyai terminó su Appendix scientiam spatii absolute veram exhibens, construyendo un círculo equivalente a un cuadrado, y enunciando este inmortal dilema: "0 el axioma de Euclides es verdadero, o la cuadratura del círculo es posible." "De TilIy, en fin, apoyándose en una idea de Cauchy, admite la acción de distancia como irreductible, y probó que las tres geometrías de Riemann, Eudides y Lobatschewsky son las tres únicas posibles, y cada una de ellas lógicamente admisible, independientemente de las otras dos," Y, ahora, va de cuento. Con ocasión del descubrimiento que hice de la última estrella temporaria aparecida entre la constelación del Águila y la de la Serpiente9, tuve el honor de conocer al célebre aviador, matemático e ingeniero militar don Emilio Herrera, quien me dejó pasmado con los dos folletos suyos que relacionan la hipergeometría con la mecánica celeste. Vi, al punto, toda la genialidad del hombre que tal escribía y calculaba, y mi sorpresa fué mayor al notar que, con aquéllos, llegaba a conclusiones idénticas a las que, por ellado oriental, había yo llegado al estudiar (pág. 185, tomo 11 de mis Conferencias en América del Sur) las cronologías brahmánicas, cronologías en las que el ciclo de precesión equinoccial (25.'920 años) y el del perihelio (108.000) son meros módulos de las cifras siguientes, tomadas del Calendario Tamil: AÑOS Kali-yuga (edad del hierro actual). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 432.000 Duiapara yuga (edad del bronce) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 864.000 Treta-yuga (edad de la plata, o lunar) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.296.000 Krita-yuga (edad del oro, o solar). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.728.000 Estos cuatro yugas forman el Maha-yuga, con. . . . . . . . . . . . . 4.320.000 71 maha-yugas forman el reinado de un Manú oNoé,de. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306.720.000 14 Manús son 934 maha-yugas o. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.224.080.000 Añadiendo 6 Sandhis, o reinado de entre-Manús, dan cada uno mil veces la precesión equinoccial, o sean. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25.920.000 El total de reinos e interregnos es de. . . . . . . . . . . . . . .. . . 4.320.000.000 O sea un día de Brahmâ, que con la Noche de Brahmâ dan. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8.640.000.000 360 de estos días dan un año de Brahmâ, o . . . . . . . . . . 3.110.400.000.000 100 añós semejantes constituyen una edad de Brahmâ; esto es, el Mahakalpa de. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .311.040.000.000 Cuál no habrá sido, pues, mi sorpresa al recibir de dicho sabio la carta, que, literalmente, dice así: "Mi admirado y querido amigo: No esperaba que mi pobre y enrevesado trabajo tuviese la suerte de ser leído por usted con el interés que me demuestra su genial carta, carta cuyos conceptos entusiastas, hijos de su amabilidad y no de mis merecimientos, le agradezco profundamente. Desconociendo la literatura oriental, únicamente me propuse demostrar con este trabajo cómo en los problemas más fundamentales del Universo, como son los cosmográficos y cosmogónicos, las deducciones lógicas obtenidas por el cálculo puro concuerdan con las creaciones de la fantasía, las tradiciones, las religiones y los resultados de la observación. La lectura de su maravilloso libro me enseña, además, que las cosmogonías orientales también concuerdan con estas deducciones, pues que la revolución de cada sol con su sistema planetario alrededor de un punto de ecuador del espacio y la de este punto alrededor de otro situado en la línea polar; el período de revolución de nuestro sistema alrededor del punto ecuatorial, que, según las fórmulas de la hipergeometría y las constantes conocidas, resulta de unos trescientos millones de años, y la serie infinita de espacios giratorios de todas dimensiones deslizándose sin rozamiento cada uno de los demás órdenes superiores, y todos ellos de forma hiperelipsoidal, coinciden perfectamente con los conceptos orientales de sol. físico, sol ecuatorial, sol polar y Sol Central, con la duración del reinado de un Manú o tipo de Humanidad, con la teoria de las esferas cristalinas y demás que trata usted en sus "Conferencias teosóficas en América del S_r." Todo ello constituye una nueva prueba de la existencia de una Humanidad prehistórica, de cultura inmensamente superior a la nuestra, de que hablo en una de las páginas) de mi articulo. En el párrafo final me he referido a las innumerables personas relativamente ilustradas que ignoran la existencia de la hipergeometria, ciencia exacta, parte de la matemática, de la que son casos particulares las geometrías del espacio y plana, y cuyos rigurosos cálculos analíticos permiten deducir, por ejemplo, que el hipervolumen de la hiperesfera de 20 dimensiones, de un metro de radio, es igual a ?¹º/10! o sea (0,026 m.) . Muchos de estos señores han oído hablar del hiperespacio y de la cuarta dimensión como de una cosa que permite realizar actos sobrenaturales (según ellos), como son: la desaparición o aparición de un cuerpo en nuestro espacio o la salida de un objeto del interior de una caja herméticamente cerrada; por lo que suponen que la hipergeometría es cosa de brujeria y debe ser incluida en las ciencias ocultas10. Aparte de ello, estoy conforme con usted: primero, en la existencia del Ocultismo, puesto que negarlo equivaldría a afirmar el absurdo de la omnisciencia del hombre; y segundo, que la hipergeometría debe tener gran aplicación al Ocultismo, como la tiene a la mecánica celeste, a la química, a la física y, seguramente, a las ciencias biológicas y psíquicas, lo que, según supe, demostró usted brillantemente en su conferencia del Ateneo, a la que no pude asistir. por encontrarme ausente de Madrid. Yo conozco muy poco o nada de la literatura filosófica oriental, porque mi profesión me ha obligado a dedicar mi tiempo preferentemente a determinadas ciencias de aplicación; pero infiera que hay mucho que investigar en ella en armonía con la ciencia de Occidente. Se reitera de usted, entusiasta admirador y afectísimo amigo, q. b. s. m., Emilio. Herrera." Los admirables folletos en cuestión, debidos al Sr. Herrera, nos enseñan, por su parte, cosas hondísimas, respecto a lo que llamar podríamos, al tenor de la carta dicha, "la moderna espiritualización de las cielos". Dicen ellas así, y perdónenos el lector la extensa de la cita: "Por lo poco que hasta ahora se ha podido observar acerca de las movimientos de las estrellas, sus direcciones y velocidades, la única consecuencia que parece deducirse acerca de la naturaleza de las fuerzas que las impulsan es que éstas no son de las llamadas newtonianas y, por tanto, no obedecen a la ley, hasta hoy sostenida por universal, de la gravitación. Aparte de esta, aun dentro de nuestro Sistema solar, se han notado en el movimiento de los planetas anomalías incompatibles con la exactitud de la ley newtoniana de la gravitación, fuerza cuya naturaleza permanece en el misterio, a pesar de las muchas teorías con que se ha intentado explicarla, de las cuales ninguna ha podida ser admitida como satisfactoria. La mecánica estelar, probablemente, está también llamada a resolver en definitiva el pleito entre las geometrías euclidiana y no euclidiana, y a decidir sobre la tan discutida realidad del espacio de más de tres dimensiones, puesto que en esta ciencia, donde se estudian los movimientos de los cuerpos en las mayores extensiones posibles del espacio, es donde principalmente las propiedades de éste han de ser reveladas, pudiendo entonces decidirse si el espacio ocupado por nuestro Universo. es recto o euclidiana o curvo, en cuyo caso estará seguramente comprendido dentro de una extensión de orden superior. La excesiva rapidez del movimiento de traslación de algunas estrellas, que ha llegado a apreciarse hasta de 325 kilómetros por segundo, según observaciones hechas en el Observatorio de Mouni Wilson (E. U.), la que excede con mucho a la velocidad de 40 kilómetros por segundo, calculada por Newton como límite de lo que puede alcanzar un cuerpo sometido a la gravitación; el hecho de que la velocidad de las estrellas esté en relación can su edad; la distribución de sus movimientos en dos corrientes opuestas; la ausencia de centros atractivos capaces de causar estos movimientos, y otros fenómenos observados, difícilmente explicables par la ley newtoniana, demuestran que las estrellas están en cierto modo fuera de la ley de gravitación. La posibilidad de que exista una extensión exterior al espacio que nos rodea no puede ser negada por otras razones de más fundamento que las que podría presentar la Humanidad, si careciera del sentido de la vista, para negar la existencia de la luz. El hombre sólo. puede percibir sensaciones que provengan del espacio de tres dimensiones que ocupa el éter y, por tanto, le es imposible imaginar que la extensión puede desarrollarse en otras direcciones distintas de las que sus sentidas le revelan, pero su inteligencia le demuestra que, existiendo las extensiones de una, dos y tres dimensiones, y no habiendo razones que nieguen la existencia de otras de órdenes superiores, es perfectamente lógico que esas extensiones, naturalmente incomprensibles para nosotros, existan también, habiéndose llegado a calcular la geometría de ene dimensiones, aunque únicamente como un alarde de la inteligencia humana que se siente capaz de determinar las propiedades geométricas de un mundo inaccesible a la imaginación y reconociéndose que este estudia no puede tener ninguna aplicación práctica, puesto que el mundo físico a que pertenecemos se desarrolla totalmente en un espacia de tres dimensiones independientemente de que haya o no una extensión exterior o hiperespacio, con el que, si existe, carecemos de todo medio de relación. Esta es la opinión generalmente admitida por las personas que se han dedicado al estudio de la hipergeometría. El objeto de este estudio es presentar las razones con que creemos se puede demostrar que el contrario, el mundo físico conocido, está directamente relacionado con el hiperespacio, hasta el punto de que su existencia sería imposible si se redujeran a tres las dimensiones de la extensión. Para ello deduciremos las consecuencias que lógicamente se desprenden de la existencia del hiperespacio, haciendo notar la conformidad de ellas con los fenómenos observados en el mundo físico, la mayor parte de los cuales carecen de explicación satisfactoria si no se supone más de tres dimensiones a la extensión." Después de una hermosa discusión analítica en la hipótesis de tres y de más dimensiones, el Sr. Herrera termina diciendo: "1° La forma del espacio será la de una superficie de doble revolución. 2° Las acumulaciones y elementos materiales se atraerán aparentemente hasta una cierta distancia en razón directa de sus masas e inverso del cuadrado de la distancia. 3° Se formará una serie de sistemas compuestos de un núcleo central, alrededor del cual girarán otras masas que a su vez pueden ser núcleos de otros sistemas secundarios. 4° Además de los anteriores movimientos, cada masa tendrá otra de traslación, describiendo con velocidad uniforme una línea geodésica de la hipersuperficie en movimiento absoluta, cuyo movimiento, con relación a la rotación del espacio en las proximidades de cada uno de los dos ecuadores, es aproximadamente elíptica, teniendo. por centro el punto en que su plano corte al ecuador. Aparentemente, cada ecuador ejercería una acción atractiva que en sus inmediaciones sería directamente proporcional a la distancia y a la masa. 5° Se formará una acumulación de masas en las inmediaciones de los dos ecuadores, que irán aumentando a medida que los choques sean más frecuentes. Las masas muy distantes o la materia muy enrarecida no obedecen exactamente a la ley atractiva del número 2, pudiendo en algunos casos no atraerse cuando la distancia o la fuerza centrífuga de sus movimientos de giro sea suficientemente grande. La distancia a que se anula la fuerza atractiva es variable, según la dirección en que se considere. Veamos ahora cómo estas consecuencias se relacionan con los fenómenos observados en el Universo: 1° La observación de algunos astrónomos que han encontrado semejanza de forma entre las constelaciones más remotas y las más cercanas pudiera constituir una prueba de la curvatura del espacio, siendo en este caso unas y otras constelaciones imágenes de la misma, cuyos rayos luminosos llegarían a nuestros ojos siguiendo en ambos sentidos una línea geodésica del espacio después de haberlo rodeado por completo; sin embargo, la inmensidad de las dimensiones del espacio hace poco probable que esta semejanza, si se comprobase, sea debida a la curvatura del espacio. De todos modos, aunque no exista prueba de la curvatura del espacio, tampoco la hay en contra, con tal de que el radio sea suficientemente grande. 2° Las leyes de la gravitación universal quedan explicadas en la segunda consecuencia con sus propiedades peculiares de propagarse instantáneamente y sin sufrir modificaciones a través de cualquier materia que se interponga. 3° La tercera consecuencia está de completo acuerdo con la hipótesis cosmogónica de Laplace, las leyes de Kepler y las teorías modernas sobre la constitución de la materia por electrones, girando alrededor de iones. Las vibraciones transversales y normales del espacio etéreo explican la propagación de la energía luminosa y electromagnética, pudiendo las ondas normales, o en el sentido de la cuarta dimensión del éter, originar modificaciones locales en la curvatura del espacio, que darían lugar a los fenómenos de las atracciones o repulsiones electromagnéticas, 4° Las velocidades de algunas estrellas, mucho mayores de lo que correspondería si obedeciesen a la gravitación, sus movimientos en dos corrientes opuestas situadas en el plano de la Vía Láctea, según las observaciones de Kapteyn, o según elipses muy alargadas cuyo eje mayor está en este plano, según observaciones posteriores, sin que haya podido notarse la presencia de ningún centro atractivo que produzca estos movimientos, quedarían explicados por la consecuencia cuarta. 5° La siguiente consecuencia concuerda perfectamente con las dos acumulaciones de materia que se observan en el Universo: una, de estrellas, en la Vía Láctea, y otra, de materia disgregada que forma el sistema de nebulosas, que parece independiente del anterior. Teniendo el espacio dos ecuadores que corresponden a dos movimientos de rotación distintos, de radio y velocidad angular diferentes, el ecuador que corresponda a la mayor fuerza centrífuga quedará rodeado de masas en que la atracción aparente y la cohesión de la materia será mayor, formándose así el conjunto de estrellas que constituyen la Vía Láctea. En cambio, la materia acumulada en el ecuador de menor fuerza centrífuga llegará a un grado menor de condensación y permanecerá en estado de nebulosa, del mismo modo que las masas situadas en regiones lejanas del primer ecuador. La región de la Vía Láctea más próxima a nuestro sistema solar aparecerá con el mayor brillo, y lo mismo debe ocurrir con la diametralmente opuesta, cuyos rayos luminosos deben llegar a nuestra vista formando un ángulo igual que los de la más próxima, por hacer la curvatura del espacio el efecto de lente convergente. En cambio, en las regiones perpendiculares a esta dirección, debe presentar la Vía Láctea un mínimo de intensidad. Todo esto se observa y se confirma, porque la dirección de las corrientes estelares mostradas por Kapteyn coincide, próximamente, con la dirección de las dos regiones más intensas del ecuador galáctico. 6° Por último, la sexta consecuencia explica en primer lugar la expansión de los gases y los fenómenos del estado radiante de la materia, que al llegar a un cierto grado de enrarecimiento y de calor (o sea fuerza viva interatómica) las trayectorias de los electrones pueden llegar a ser hiperbólicas en lugar de elípticas por debilitación o anulación de la acción atractiva aparente, debida a la excesiva separación de los elementos de masa. Si una cantidad de materia rarificada está situada en la deformación debida a una masa y, por lo tanto, dentro de su acción atractiva aparente, las partes más próximas a esta masa sufrirán una aceleración mayor que las más separadas dándose lugar a un alargamiento de materia, que se irá pronunciando al irse acercando al foco de atracción. La cohesión de la materia será mayor en la parte más próxima, por ser allí menor el radio de curvatura negativo del espacio, lo que dará lugar a una condensación de la materia o núcleo en esta parte; en cambio, en dirección transversal a la acción atractiva, el radio de curvatura es positivo y decreciente hacia la masa atrayente, originando una rápida disminución de la cohesión en sentido transversal hasta llegar a la disgregación de los elementos de la materia a una distancia del eje longitudinal, tanto menor cuanto más próxima esté del extremo anterior o núcleo; en resumen, la materia enrarecida y atraída por un astro, tomará la forma que se observa en los cometas. La dirección de la cola marcaría la de la línea de máxima pendiente de la deformación del espacio etéreo, desviada por la velocidad de traslación del cometa, cuya dirección nunca coincide con la de dichas líneas, o sea que los cuerpos no pueden caer en línea recta hacia el centro atractivo, debido a la acción de la fuerza centrífuga complementaria engendrada por la rotación del espacio, lo que también se observa en el movimiento de los astros, sin que las leyes de gravitación, por sí solas, puedan dar la explicación, . . . Si nuestra hipótesis llegara a comprobarse se demostraría que la Humanidad había incurrido, con relación al espacio, en el mismo error que sufrió con relación a la Tierra, considerada como plana e inmóvil durante muchos siglos, del mismo modo que el espacio es considerado también como inmóvil y recto, a pesar de que, así como la formación y propagación de los ciclones en la superficie terrestre constituyen una prueba de la rotación de la Tierra, los movimientos giratorios de los sistemas planetarios y de todos los conjuntos materiales del Universo parecen demostrar de igual manera su rotación. Admitida como cierta esta hipótesis, cabe aún preguntar: ¿qué hay en el hipervolumen encerrado por el espacio curvo en que estamos? Y del mismo modo, ¿qué otras cosas constituyen el hiperespacio? La contestación categórica a estas dos preguntas sería muy atrevida, porque no hay datos en que fundarse; quizá el espacio curvo que constituye nuestro Universo no sea más que un elemento material que, con una infinidad de otros análogos, formen un cuerpo de cuatro dimensiones que a su vez esté situado en un hiperespacio curvo clásico, dentro de la extensión de quinto orden, y así hasta llegar a la extensión de infinitas dimensiones que las comprende a todas y en que, según se demuestra por la hipergeometría, se reproducen las propiedades geométricas de la extensión de cero y, por tanto, no será más que un punto matemático de otras extensiones de órdenes superiores, inconcebibles para la inteligencia del hombre," Gustosos seguiríamos transcribiendo, si no lo impidiese su mucha extensión, las notabilísimas deducciones que nuestro insigne aviador y matemático hace de su teoría respecto a las oscilaciones que las manifestaciones físicas y químicas de nuestro sistema deben experimentar al ser nuestro espacio físicoetéreo giratorio y elástico, cayendo así en las célebres adivinaciones orientales reproducidas por Platón, relativas a inviernos y veranos siderales en cada yuga, o sean períodos en los que el fuego solsticial de éste, decimos nosotros, pudo destruir por paroxismos volcánicos al tercer contingente terrestre -la Lemuria- hace unos cinco millones de años, y el mínimo invernal subsiguiente pudo anegar con sus aguas desbordadas a la Atlántida, todo ello veladamente aludido también en el capítulo LXV, v. 17 de Isaías, y aun en el Apocalipsis, respecto a "nuevos cielos y tierras nuevas", como si presintiéramos ya la unidad filosófico-científica de esos remotos tiempos, en los que la mítica Torre de Babel de nuestra soberbia ignorancia no hubiese confundido las lenguas, es decir, los pensamientos y las universales doctrinas primitivas. .. En el problema del hiperespacio está la clave probable de todos los fenómenos llamados espiritistas, telepáticos, hipnóticos, etc., cuantos hechos de la historia tenidos, más o menos, por efectivos milagros, y que autores tan queridos como Flammarión han tratado de catalogar, bajo el rótulo de Lo Desconocido o Lo maravilloso positivo, como diría nuestro Estanislao Sánchez Calvo. No hay que decir también si ello puede ser clave, tanto para las pretendidas comunicaciones interplanetarias, cuanto para explicarnos la dificultad que tenemos hoy de comunicarnos con los muertos o con seres del otro mundo. Observando atentamente la historia de todos los grandes descubrimientos -y cuenta que pocos serían más importantes como el que nos ocupa-, venimos a comprender que ellos han sido realizados por vía distinta de la que podríamos llamar religiosa, artística, espiritista ú estrictamente científica. Siempre la mal llamada casualidad, que no es sino "ley de causalidad" o juego de leyes que nos son desconocidos, es el alma de los más revolucionadores descubrimientos, como si los seres superiores, que invisibles actúan sobre nuestros destinos, "dejándose vencer por el esfuerzo del genio", otorgasen a su debido tiempo a la Humanidad, al tenor del juego de las leyes de la historia, el descubrimiento que precisamente la época necesita, descubrimiento mucho antes intuído, sin embargo, por genios al estilo del de Lope de Vega, adivinando la transmisión eléctrica, o el de Séneca presintiendo el hallazgo de América, etc., etc. Siempre, además, llega el descubrimiento anhelado, después de vencerse por la Humanidad una resistencia por demás extraña y a la que conviene consagrar unas líneas. En efecto, los griegos sabios tuvieron respecto a semejante misterio de la comunicación del hombre con seres superiores todo un poema simbólico, el de Las Aves, de Aristófanes; poema en el que, de mano maestra, se nos traza la historia de la edad de oro -esa edad cuya reminiscencia se halla como idea innata en todos nosotros, y cuyo recuerdo consta históricamente en todos los grandes libros religiosos-, edad del keitayuga, en la que los hombres y los dioses se entendían directamente, sin necesidad de intermediario alguno. Estos dioses recibían de aquéllos el debido homenaje a su paternal excelsitud, y los hombres primitivos, en cambio, obtenían para sus mentes infantiles la necesaria protección, guía y enseñanza, de los dioses jinas o ángeles, ni más ni menos -¡oh divina ley de la analogíal- que acontece en particular a cada niño con sus padre'), hasta que alcanza la edad de valerse por sí mismo. En uno como en otro caso, llega al fin, tanto para el niño-hombre, como para la Humanidad niña, el momento cruel de la separación emancipadora, separación operada por algo o por alguien, que se interpone en el nativo idilio, cual se interpone inopinadamente entre el sol y el alpinista la negra nube de tempestad que amenaza fulminade con su rayo... Diríase, en efecto, que siendo la vida, en todas sus manifestaciones, el eterno juego de esa electricidad trascendente que se denomina Foat -el fogoso corcel- por los libros iniciáticos hindúes, ha menester, como en la clásica pila de Volta, de la interposición de un liquido, de una realidad destructora o corrosiva, entre dos metales de distinta capacidad calorífica, para producir la corriente eléctrica, que es el alma de la vida, y así entre el cobre de los dioses y el cinc de los mortales, que inactivos reposaban en su seno tuitivo, se interpuso, fatídica, la consabida rodaja de paño humedecido con agua acidulada, quiero decir que, según Aristófanes, se interpusieron negras Aves crueles entre dioses o padres y hombres: los pajarracos de la Stinfalia; los terribles cuervos de Remo, de Sigfredo, de Las mil y una noches, las "Aves de mal agüero", "Las potestades intrusas", etcétera, etc., cortándose desde entonces la antigua comunicación entre el cielo y la tierra, porque las perversas aves impidieron a los hombres que dirigiesen oraciones, filiales ruegos, a los dioses, sus padres, exigiendo para ellas, en cambio, la idolatría de sus almas cándidas y el fruto todo de su esfuerzo laborioso, que así venía a quedar estéril en definitiva. Al par también se impidió por las aves a los dioses e] que siguiesen protegiendo a los hombres como antes, dejándolos a éstos entregados a sí propios, para que, con su solo esfuerzo redentor y rebelde a lo Hércules, a lo Sigfredo o a lo Prometeo, reconquistasen algún día ese mismo "Paraíso perdido" de su infancia, sin aquellas protecciones de antaño, y que, de continuar, le habrían dejado eternamente irresponsable e imbécil. Es más, todo poema épico, desde el Mahabharata, el Ramayana o la Ilíada, hasta el Paraíso Perdido o el Fausto, pasando por los divinos poemas nórdicos instrumentados por el coloso de Bayreuth11, no tienen, en puridad, otro argumento que el de tamaña reconquista, tamaño retorno al seno amante de nuestros dioses-padres, los del primitivo y nunca olvidado culto ario -que no murieron, !lino que pasaron a un mundo mejor- "ora con el triunfo del hombre puro sobre la muerte misma", ora con el gallardísimo triunfo de ]a mente humana que, subiendo en el aeroplano de nuestro esfuerzo por encima de los negros nubarrones amontonados por largas generaciones de perversos sobre nuestras cabezas, llega a bañarse de nuevo en los efluvios purísimos de ese Sol de Verdad que luciese antaño en nuestra primera edad de oro infantil, y que volverá a lucir aún más esplendoroso en esotra nueva edad de oro de nuestro triunfo. . . La China, país que tantos valiosos recuerdos conserva de ]a perdida Atlántida, tiene sobre este particular de las aves, elementales, demonios tentadores y demás "enemigos del hombre" que nos ocupan, detalles mucho más gráficos y concretos que los veladamente expuestos en el poema de Aristófanes. Refiriéndose a ellos, nos dice sabiamente la Maestra H. P. B.: "En el interior de la China queda todavía un puñado de gentes de elevada estatura, restos de los aborígenes del país pertenecientes a la rama superior, última de la Cuarta Raza, que alcanzó su más elevada civilización en la Atlántida, cuando la Raza Aria acababa de aparecer en Asia. Si pudiesen ser correctamente traducidos los manuscritos más antiguos de esta raza aborigen, escritos en lengua lolo, se obtendrían testimonios inapreciables; pero éstos son tan raros como ininteligible su lenguaje. Hasta ahora, dos o tres arqueólogos han podido procurarse obras tan preciosas. Por ejemplo, en la traducción francesa del Shu-King se lee: "Cuando la raza antediluviana del Miao-tse se pervirtió por causa de los engaños de Tchy-yen, toda la tierra se llenó de iniquidad; el Miao-tse, según rezan nuestros antiguos documentos, se retiró a las cuevas rocosas. Chang-ty, un Rey de la Dinastía Divina, paseó su mirada por su pueblo, sin hallar ya en él el menor rastro de virtud, por lo cual ordenó a Tchon y a Ly que cortasen toda comunicación entre el Cielo y la Tierra, cesando desde entonces las subidas y bajadas entre ambos mundos. Esto último, en esencia, está representado también en el Libro de Enoch y en la mística Escala de Jacob. Sin dejar su asiento, un vidente puede comunicarse con seres de un plano superior al nuestro. Cuando, en efecto, los "vestidos de piel" de que habla el Génesis al ser Adán y Eva expulsados del Paraíso se hicieron más densos por el pecado físico, la relación entre el hombre físico y el Etéreo se interrumpió. El Velo de la Materia entre los dos planos) se hizo demasiado denso para que ni aun el mismo Hombre Interno pudiera penetrarle, y aquel vívido foco de luz de los Misterios del Cielo y de la Tierra, revelados a la Tercera Raza por sus Maestros Celestes en los días de su infantil pureza, se debilitaron más y más al caer en las impenetrables tinieblas de las mentes de aquellos caídos. degenerando en hechicería y luego en crueles religiones esotérica), llenas de superstición y de idolátrico culto al hombre o al héroe. Solamente un puñado de hombres primitivos, en quienes la chispa de la Divina Sabiduría ardía brillantemente, tanto más cuanto que menos se gastaba en iluminar a los que la prostituían en fines maléficos, permanecieron los custodios electos de los Misterios revelados a la Humanidad por sus Maestros Divinos. Entre ellos había quienes permanecieron en su Kaumdrico estado o estado de pureza desde el principio. La Doctrina Arcaica, igual que la tradición, afirma que semejantes elegidos fueron el germen de una Jerarquía, que vive desde entonces y vivirá hasta el último día del mundo.” Abundando en las mismas ideas de la Maestra y del propio Aristófanes, Pablo, el iniciado apóstol de las gentes, alude muy claramente a las famosas Aves, Sílfides o "Potestades del Aire" en estas frases a los de Epheso (capítulo V, v. 12): "Porque nosotros -los iniciados- no tenemos que luchar ya contra la sangre y la carne -es decir, contra las pasiones vulgares -sino contra los principados y potestades; contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo; contra los espíritus de maldad en los aires." Y esto, más o menos, se repite en diversos otros pasajes, tales como en la Epístola a los Colosenses (11, 15). Estos "espíritus de maldad", interpuestos física, intelectual y moralmente entre nuestra pequeñez heroica de "dioses caídos que retornar pretenden a su prístino origen", son los que hay que vencer, antes de comunicarnos, de un modo u otro, con los seres de los mundos infinitos y el Velo de Isis, el muro que de ellos nos separa no es otro que el del misterio de la vida y de la muerte, misterio de la cuarta y ulteriores "dimensiones de nuestro espado", que hay que esclarecer matando a la muerte misma, a tenor del célebre pasaje, también de San Pablo, que pronto habremos de ver, acerca del misterio de la muerte, una de las más grandes bellaquerías que han podido imaginarse nunca para tormento y explotación de la mísera Humanidad doliente. Dichos "espíritus de maldad" están sometidos, sin embargo, a la mágica potestad de cualquier adepto de la buena o de la mala magia, como lo revela aquella famosa sura XXVII del Corán titulada "Salomón en el valle de las hormigas", y con cuya paráfrasis terminaremos este abigarrado capítulo. La sura en cuestión dice así: "Los ejércitos de Salomón, compuestos de genios y de hombres, se reunieron ante él, y los pájaros del cielo también aline2dos por tropas separadas. Cuando el glorioso cortejo así formado llegó al valle de las hormigas, una de ellas exclamó: -¡Oh, hermanas hormigas: entrad al instante en vuestros hormigueros por temor de que seáis aplastadas sin saberlo bajo los pies del ejército innumerable del gran Salomón! El rey sabio sonrió al oír a la hormiga; pasó revista al ejército de los pájaros y dijo al notar de entre ellos la ausencia de la abubilla: -¿Dónde está esa ave rebelde que así deja de comparecer ante mí, su Rey y Señor? Presurosa, presentóse de allí a poco el ave y prosternándose ante Salomón, le dijo: -Te traigo noticias ciertas acerca de la gran reina de los pueblos sabeos. He hallado ayer a esa mujer que reina sobre aquellos hombres y posee toda clase de cosas preciosas, incluso un prodigioso trono. He visto además que ella y su pueblo adoran al Sol como Dios. Satán, el apedreado, ha engrandecido la obra de sus manos y embellecido la vista de sus ojos, apartándoles de la verdadera ruta del Señor. -Veremos, abubilla, si has mentido o has dicho la verdad -contestó Salomón, y añadió: -Vete de mi parte con esta carta a la reina de Saba, entrégasela y, desde respetuosa distancia, procura ver cuál será su respuesta. La abubilla cumplió con toda fidelidad la orden; la reina cogió la carta y la enseñó triunfalmente a los magnates del reino diciéndoles: -He aquí el contenido de la carta que me escribe el gran Salomón de Israel, sabio y rey de las aves, de los hombres y de los genios: "En el nombre de Dios clemente y misericordioso. No os levantéis contrá mí. Venid más bien a mí, abandonándoos por entero al verdadero y único Dios." Luego la reina les pidió consejo. Los magnates respondieron: -Somos un pueblo fuerte y temido de todos, pero a ti te toca, ¡oh reina!, el disponer lo que por mejor colijas. La reina, entonces, decidió enviar ricos presentes a Salomón, aguardando los acontecimientos y las impresiones que los enviados con ellos le trajesen. Cuando éstos depositaron reverentes los regalos a los pies de Salomón, éste les dijo solemne: -¿Es acaso que queréis deslumbrarme con vuestros tesoros? Pues sabed que los que mi Dios me ha dado superan infinitamente a todos los tesoros juntos de la Tierra. Volved al punto a vuestra reina, y decid la que muy en breve iremos a atacar sus Estados con un ejército cuyo empuje le será imposible resistir y os expulsaremos de vuestro país humillados y envilecidos. -Luego clamó a los suyos el rey sabio, y les dijo: -¡Oh, mis guerreros! ¿Quién de vosotros me va a traer en el acto a la propia reina de Saba sentada en su trono excelso, ante., de que a todos los suyos les mueva a venir y a entregarse a la voluntad omnipotente de Dios? A lo que respondió Ifrit, el horrible, el deforme rey de los genios: .-Yo seré, pues, quien te traiga, si así lo ordenas, Señor, a la reina de Saba antes de que hayas tenido tiempo de levantarte de tu trono. Soy lo bastante fuerte y leal, como sabes, para hacerlo. Otro genio, Sidjill, el que escribe con su dedo el Libro Eterno de las Vidas, añadió: -y yo puedo traerte a la reina en su trono antes siquiera de que hayas pestañeado12. -como así lo hizo. Salomón, no obstante su poder, quedó asombrado ante tamaño prodigio de ver a la reina de Saba trasladada así ante su presencia y deslumbrante de riquezas cuanto de hermosura. -Haced que la reina no se dé cuenta de lo que le sucede –les ordenó a los genios, y preguntó en seguida a ésta para ver si podía ser ella del número de los elegidos: -Oh, reina de Saba, ¿reconocéis en este trono en que estáis sentada al trono vuestro? Ella respondió: -Yo diría, a fe mía, que es el mismo en efecto. Con esta contestación tan frívola y tan lejos del asombro que podía esperarse de la reina ante tamaña maravilla, comprendieron todos los que con Salomón estaban que la reina seguiría siendo del número de los infieles, ciegos ante la grandeza de Dios. Entonces se la hizo entrar en el palacio de cristal del rey Salomón, y se le dijo: -Entrad en este palacio. Pero la reina, cuando se vió ante el palacio de cristal creyó que era sólo una gran pieza de agua transparente, e hizo ademán de recogerse el vestido para no mojar su orla. -Señor -exclamó entonces la reina maravillada-; yo he obrado inicuamente hasta aquí adorando a los ídolos; pero ahora, como Salomón, a la completa voluntad de Dios, el Señor del Universo. .." CAPÍTULO III EL MÉTODO EXPERIMENTAL Y EL MÉTODO ANALÓGICO Poincaré y las deficiencias del método experimental respecto a los problemas del espacio. - Hasta para la labor científica hay que aunar el sentimiento con el pensamiento. - Pitágoras, Platón y los filaleteos. - La ley de Analogía y sus tres bases. - Ejemplos del poder del método analógico en las ciencias. - El simbolismo y sus claves. - Injusta conducta de los científicos modernos para con la antigua Sabiduría. - Un caso típico del método analógico en Astronomía. - La astrobiologia y los cometas. - Los cometas como semillas de mundos. - Los cometas como símbolo universal de muerte y de vida. - La Humanidad y el hombre como eternos cometas o "peregrinos". El lector conspicuo habrá visto diseñarse en los capítulos anteriores una porción de posibilidades geométricas, religiosas, artísticas e históricas, para cuyo estudio es perfectamente pobre e inadmisible el llamado método positivista, tan en boga en el pasado siglo. En efecto; como dice el matemático Poincaré en la página 109 de su obra La science et l' hypothése, "ninguna de nuestras más altas experiencias hacen relación al espacio ni a sus innúmeros problemas, sino meramente a nuestro cuerpo y a las relaciones de éste con los objetos que nos rodean, siendo ellas, por tanto, excesivamente groseras." Por eso ningún verdadero filósofo puede contentarse, ni se ha contentado nunca, con el llamado método experimental, lecho de Procusto, en el que se han visto crucificados siempre las más gallardas inventivas y los más intuitivos hombres de ciencia. Así, el matemático inglés Hinton, en su clásica obra The fourth dimension, después de señalar las diferencias que existen entre el hombre inculto y el verdaderamente civilizado en punto a los problemas de la experimentación y la superexperimentación o intuición, reconoce que "puede ser alcanzada aquella vida superior, de la que casi carecemos de experiencias, aplicando hábilmente nuestras facultades religiosas o trascendentes en un esfuerzo heroico hacia el Ideal, es decir, empleando, no sólo el mero pensamiento, como hasta aquí, sino el sentimiento aunado con el pensamiento. Ello supone, desde luego, el hacer cuanto nos sea dable por apoderamos de ese algo superior y desconocido que nos cerca, mediante un constante esfuerzo encaminado hacia la realización de concepciones adecuadas a un ideal de vida por encima de cuanto hoy nos es dable realizar mediante nuestros sentidos y aparatos, es decir, el familiarizamos con los movimientos propios y peculiares de semejante mundo, si no visto, al menos eternamente presentido". Los filósofos griegos, por eso, siguiendo la tradicional enseñanza de Pitágoras y Platón, en lugar de enamorarse infantilmente de una experimentación más o menos pobre y peligrosa siempre, estudiaron esa Ciencia de ciencias que se llama El Simbolismo, considerando que todo símbolo es una idea corpórea en la que yace, inefablemente combinado, lo visible y terreno con lo Divino Invisible, razón por la cual "el mundo de las verdades eternas, antes de responder a la interrogación práctica de la Naturaleza, debe ser descubierto por la propia Geometría". Semejantes sabios eran los llamados filaleteos, guardadores secretos de las enseñanzas orales de aquellos dos maestros, enseñanzas que jamás se confiaron a la escritura, para que no las profanasen con su maldad los poloi, o sea el ignaro vulgo. No sólo resulta inaplicable a estas cosas el llamado método positivista, sino que hasta nuestra Lógica tradicional se declara respecto de él en la más franca de las quiebras, pues que ella nos resulta casi un engaño al haber tantas lógicas como escuelas filosóficas, políticas, etc., máxime cuando no hay lógica capaz de explicar todo lo ilógico de nuestras continuas locuras, moviéndonos forzosamente a recurrir a la Analógica, o Ley de Analogía, que es la que realmente explica al mundo, sin recurrir a postulado alguno como los de Euclides, Eulero o Kepler, en que se apoya toda nuestra ciencia de la Geometría y de la Mecánica, o como los modernos, y no menos convencionales de la flamante "teoría de la relatividad", o de Einstein, que tanto ruido está haciendo en nuestros días. La base de la Analógica es, en efecto, triple. Por un lado se cifra en la célebre Clave de Hermes Trimegisto, que dice: "Lo que está arriba es como lo que está abajo, para obrar los misterios de la cósmica Armonía, o sea de la manifestación de lo Uno en lo múltiple" (Theos-Kaos-Kosmos). Apóyase por otro lado en el axioma enedimensional cabalista, que reza: "Si quieres ver en lo invisible, abre bien tus ojos a su proyectiva en lo visible", y por otro, en fin, en la ley fundamental de la Numeración, o del Árbol simbólico de todas las teogonías (Árbol de Igdrasil, Norso, de la Vida, de Bodhi, Ruminal, de las Hespérides, etc., que recibe un nombre en cada Teogonía). Dicha ley se formula así: "La realidad manifestada, de cualquier orden que fuere. no es sino una mera unidad integradora de un orden superior, y así, hasta lo infinito, ni más ni menos que acontece con la Numeración, la cual no reconoce en sí ningún límite efectivo". Al tenor de esta Ley de Analogía es, como hemos inventado, por ejemplo, los logaritmos vulgares, base de toda nuestra Matemática, cifrados ellos, a su vez, en el analogismo de dos series, geométrica una y de razón 10, o una decena, y aritmética la otra, con su razón uno, partiendo, por supuesto, cual en el caso de las figuras del capítulo anterior, relativas al cambio de dimensiones, del sacrosanto jeroglífico de 10 o Isis, que, como tal simbolismo, es una clave aritmética (la del 10); una clave geométrica (la del número ? o razón de la circunferencia al diámetro ?; una clave filosófica o moral (la de la suprema rectitud y la suprema torcedura); una clave metafísica (la de la Nada-Todo, o Cero, de donde todo emana y adonde todo vuelve en eterno ciclo, y la del Uno-único o Logos Manifestado); una clave histórica (la del propio número pi, que es eterna radical del nombre de la paternidad, o pitris, en las lenguas sabias) ; una clave astronómica (con las órbitas y sus líneas solsticiales, de áspides, etc.) , y una clave, en fin, sexual (o del lingham y el yoni; lo masculino y lo femenino en todo el Cosmos) 13. La misma ciencia positiva, sin darse cuenta de ello y superándose a sí propia, viene hace tiempo aplicando dicha Ley de Analogía arrancando con ella portentosos secretos al Misterio. Sirvan de ejemplo, entre mil más que pudieran enumerarse, el descubrimiento de Neptuno y el de la estrella compañera de Sirio, realizados entrambos por el nuevo cálculo analógico y sin previa observación directa del respectivo astro; el descubrimiento químico del eka-aluminio y el eka-boro (luego galio y escandio) por meras consideraciones de analogías mendeleevianas que permitieron predecir sus pesos atómicos, densidades y demás propiedades químicas y físicas, antes de tener positivamente en las manos los correspondientes cuerpos; o, en fin, las portentosas series de alcoholes,. deducidas por Dumas V Berthellot, de meras consideraciones teóricoanalógicas, alcoholes que Juego le fueron encontrando -y no todos- en la Naturaleza, con 'la observación y la experiencia. Porque el secreto fundamental de la Ciencia entera no es sino el del Método simbólico, analógico, oriental, teosófico, o como desde hoy debemos llamarle, y que tiene dos momentos: uno, el previo del buen conocimiento. de un ciclo o fenómeno cualquiera por métodos anteriores; otro, el de la inmediata aplicación a él de la ley de analogía. ¿Quién, que medite con detenimiento acerca del juego, por ejemplo, de los máximos y mínimos en la Naturaleza, y le aplique metódicamente a las diversas horas del día, días del año, etc., no acaba de adquirir ipso facto una terrible arma analógica aplicable a todo cuanto nos rodea? ¿Acaso el 2, el 22, el 222, el 2.222, etc., no tienen una misma y analógica ley de formación? ¿Acaso el amanecer del día, el de la lunación, el del año, o primavera y el de la vida, o infancia, no son, analógicamente, dentro de su ciclo respectiva, una misma cosa, como lo son, respectivamente, el mediodía, el plenilunio, el verano y la edad viril; el crepúsculo vespertino, el menguante, el otoño, la vejez y, en fin, la medianoche, el novilunio, el invierno y la muerte precedentes todos de sus nuevos y respectivos ciclos de resurrección o continuidad evolutiva?... El genio del gran don Eduardo Benot, y otros, no tuvieron otra base para sus respectivos diccionarios de ideas afines, porque, en verdad, son muy pocas y muy trascendentes las verdades o conceptas fundamentales, e infinitas las tonalidades, modalidades, derivaciones de ellas, o sea los adjetivos... Es más, en cada momento de la historia de una ciencia el método simbólico o analógico, en el que tan maestros han sido siempre los pueblos antiguos, puede mejorar notablemente a lo que solemos denominar "la última palabra de la ciencia", "su última moda", como si dijéramos, preparando ulteriores descubrimientos, y de ello, aunque parezca digresión, queremos dejar consignado aquí un extenso ejemplo antes de abordar el problema de la muerte. Los científicos al uso suelen, en efecto, seguir una marcha pérfida con cuanto les enseña la tradición de Oriente, marcha caracterizada por estos dos momentos: uno -como pasó con la transmutación alquímica de los cuerpos simples-, cuando aún no la han comprobado ¡ellos! con sus métodos cretinos; otro después que, guiados por las enseñanzas orientales entrando en sus mentes a guisa de intuiciones, logran ¡ellos! comprobarlas. Durante la primera época de ignorancia del conocimiento intuído, en el pasado, los llaman despreciativamente "supersticiones", "restos de un pasado inculto", "maneras infantiles o falsas de conocer las casas", etc.; pero, llegada la segunda época, contestar suelen a los que mencionen el viejo hecho antes sabido, con un olímpico “¡eso ya no es nuevo; eso ya está comprobado por la ciencia!", con el mismo candor con que el niño muestra al papá el mecanismo del juguete, y cuya manejo le ha mostrado éste antes, cuando no con la clásica perfidia del comerciante que, al comprar la mercadería que no tiene, y necesita, la rebaja con sus desprecios, sin perjuicio de, al venderla luego, ensalzarla ya hasta los cuernos de la luna... Para que no se nos moteje, pues, de fantaseadores confundiendo con los espejismos de la ignorancia las creaciones científicas de la imaginación 14, vayan por delante unas ideas acerca del significado de los cometas, ideas derivadas por una parte del estado de la Astronomía actual, y por otra, de lo que sobre ellos podemos añadir gracias al empleo del método analógico, que habremos de seguir más o menos, en el curso de este libro. Perdónenos de antemano el lector esta digresión aparente, que se refiere nada menos que a unos posibles orígenes de la vida y a la probable muerte de los astros mismos como seres vivos 15. ¿Qué nos enseña, en síntesis, la Astronomía actual, acerca de los cometas, de estos astros errantes que siempre han espantado al vulgo? Los 80 ó 100 millones de soles que tachonan el firmamento, nos dice, están unos de otros a distancias casi infinitas, pues que, empleando la luz tan sólo un segundo en recorrer 300.000 kilómetros, los rayos luminosos de las estrellas más cercanas tardan en llegamos de dos a seis años y los de las más lejanas hasta varios siglos. Estos inmensos espacios intersiderales no están, sin embargo. vacíos. Aparte del éter cósmico, en el que aquellos soles bogan, ellos están cruzados continuamente por millones de cometas, llegando algún astrónomo a decir que deben ser ellos tan numerosos y más que las arenas de nuestros mares, las hojas de nuestros árboles o los malos pensamientos de nuestros hombres... Pero de estos errantes peregrinos del abismo cerúleo, la ciencia ha ensayado una clasificación, tan deficiente y meramente práctica como suelen serlo todas ellas. Hay, efectivamente, dos clases, por lo menos, de cometas: la de los cometas periódicos y la de aquellos otros que no lo son, o, al menos, no se sabe todavía que lo sean. Los primeros se llaman así, porque están esclavizados ya definitivamente al sistema solar, en términos de que, como no sea por su masa, siempre ínfima, y por sus órbitas, algo más alargadas o excéntricas, en nada se diferencian de los mismos planetas, entre los que constantemente circulan. El catálogo de estos cometas periódicos empezó siendo muy reducido. Hoy alcanza a unos 22, perfectamente definidos en sus órbitas y en sus periódicos retornos a sus perihelios, en los que muestran las magnificencias de sus colas y cabelleras. Semejante catálogo de cometas periódicos crece de día en día, y ya se han incorporado a él gran número de cometas de enorme órbita y, por tanto, de largo recorrido, siendo notables respecto de este particular los cometas de Olbers y de Halley, que tardan en él setenta y dos y setenta y seis años. Queda, pues, fuera de la agrupación de cometas periódicos una multitud de ellos, cuya periodicidad no se ha comprobado aún, o bien que realmente no la tienen, por no ser las respectivas órbitas de ellos elipses más o menos excéntricas, sino parábolas o hipérbolas, haciendo que el astro no retorne así jamás al mismo sitio. Cuán grande sea hoy el número de estos últimos cometas no periódicos se colige con sólo considerar que raro es el año que no se catalogan tres o cuatro cometas nuevos, y eso sin contar con que no todos los que realmente surjan en el cielo llegan a ser cazados, o sea vistos por los observadores, ora por su tenue magnitud, ora por deficiencias de éstos o por malas condiciones atmosféricas, como no toda la caza que existe en un coto llega a ser batida por las escopetas de los cazadores. Desde luego, antes de Halley, que fué el primero en predecir el retorno del cometa que lleva su nombre, todos los cometas estaban naturalmente incluídos en esta clase; pero el progreso de la investigación astronómica va separando de ella, como hemos visto, más y más cometas efectivamente periódicos sin que pueda hoy asegurarse que muchos de los tenidos por no periódicos, pasen a ser considerados como tales por un estudio más completo de sus órbitas. Es más: astrónomos como Tourner han llegado a dudar de si las órbitas cometarias, que hoy juzgamos parabólicas e hiperbólicas, no son en realidad sino arcos pequeños de curvas de tercero y de ulteriores grados, cual la cisoide, la sinusoide, etc., que obliguen realmente a volver al cabo de más o menos tiempo al cometa tenido por no periódico. La historia de la Astronomía, además, registra alguno que otro hecho raro de cometas que han pasado de una clase a otra. Tal aconteció con el cometa de Messier (1770), que al atravesar un día por junto a Júpiter y sus satélites, sufrió por la atracción de ellos un cambio tal en los elementos de su órbita, que quedó aprisionado, por decido así, en el sistema solar, y como tal cometa periódico ya, consumó su revolución en torno del Sol, hasta que otro día (1779) hubo de hallar al sistema de Júpiter y sus satélites en condiciones exactamente contrarias a la primera vez, con lo cual el nudo aprisionador, o sea la perturbación atractiva de antaño, deshizo su obra, y con ella el cometa volvió a recobrar su órbita primitiva, tornando a sumergirse para siempre, lejos del Sol, en el piélago celeste, como todos los cometas no periódicos. Otro caso, altamente extraño e instructivo, acaecía también con el cometa de Biela. Este astro errante consumaba su revolución anual en torno del Sol en un período próximamente de seis años, hasta que cierto día de 1866 apareció su núcleo "partido por gala en dos"; al retornar más tarde en 1872 ya no eran dos sino seis los fragmentos nucleares y, por último, al corresponderle el nuevo retorno o perihelio en 1878 ya no apareció rastro alguno del primer núcleo, pero sí se observó una lluvia de estrellas, irradiando del sitio correspondiente de la bóveda celeste en que aquél debería haber hecho su aparición, cosa que parece indicar que todas las lluvias de estrellas. tales como las que anualmente se observan hacia el 11 de agosto y 11 de noviembre, irradiando de Perseo y del León, etc., pudieran deberse a sendos cometas que antaño desaparecieron, dejándonos todavía ese resto o huella de su pasada existencia16. Los meteoritos, aerolitos o piedras caídas del cielo, bien pueden ser también los últimos despojos de aquellos astros muertos, que con su continua caída en nuestro planeta incrementan su masa cual si la alimentasen17. Sentados estos hechos y otros mil, nada difíciles de comprobar, aunque sólo sea a guisa de meras coincidencias como nuestra ciencia europea dice, el investigador sereno que no se conforma fácilmente con ningún género de dogmatismos, por muy científicos que ellos nos resulten a primera vista, no puede menos de preguntarse si la eterna superstición relativa a estar los cometas todos ligados con nuestra propia existencia obedece a una verdad trascendente que la ciencia positivista no ha logrado esclarecer por su apocamiento en todo cuanto se relaciona con las realidades no tangibles y con las excelsas leyes del Ocultismo. y hay que confesar que, a poco que se aplique nuestro método analógico, la raíz misma y el alcance de semejantes "supersticiones" de todos los tiempos, quedan hermosamente evidenciados. Veámoslo. Sí. "Los cometas son astros misteriosísimos porque ellos son gérmenes de mundos, y "germen" equivale etimológicamente a "misterio". Además, son ellos astros fatídicos, no ya respecto de esa ínfima raza sublunar humana que los cree venidos para ella tan sólo, sino; respecto de sí mismos, porque al ser, como decimos, "semillas de mundos futuros", sembradas en las zonas planetarias, en las que; tienen sus respectivos perihelios18, su destino, como el de toda semilla, es, al tenor de la enseñanza analógica, el de disolverse y morir, ora por ser destruidos como tantos otros gérmenes de vida al ser incorporados a otras formas sus destructoras, ora por la ley misma de la germinación que presupone la correspondiente muerte de la semilla que germina". Por ello ha podido decir sabia y analógicamente A. Snider, en su obra La création et ses mysteres dévoilés (París, Franck et Dentu, 1859), que los cometas están, sin duda, destinados a purificar "el cielo de átomos vagabundos, cuya sustancia no es apta para recibir mejor empleo. El cometa, como germen formado ad hoc por ciertas moléculas, debe tener por misión recorrer las constelaciones del universo, y en sus regulares recorridos absorber y apropiarse aquellas moléculas. Sin disputa su destino final es el de desaparecer al pasar de uno a otro de los infinitos sistemas solares del espacio, y alguno puede servir momentáneamente hasta para la alimentación de un sol al caer sobre la masa de éste" (Págs. 189 a 191). No hay para qué decir que es uno de los significados del mito de Saturno devorando a sus hijos. La siempre admirable e intuitiva maestra H. P. B., por su parte, completa esta evidencia, añadiendo en los comienzos de su magna obra La Doctrina Secreta: "La Ciencia Oculta enseña que en el espacio existe un cambio perpetuo de moléculas, o más bien de átomos. Algunos sabios comienzan ya a sospecharlo. El espectroscopio hace ver la semejanza de las sustancias terrestres y las sidéreas, pero aún no ha podido revelamos si los átomos gravitan unos hacia otros, del mismo modo que lo verifican aquí en la tierra. Así, en cada astro entran los átomos en nuevas formas de existencia, incognoscibles para la ciencia física. La esencia de la materia cometaria, por ejemplo, es completamente diferente de lo que aquí conocemos, y, sin embargo, experimenta ciertos cambios al atravesar el sistema. Clerk Maxwell dice en su discurso presidencial ante la Sociedad Real de Química, de Londres (1888), que los elementos no son absolutamente homogéneos. "Para discernir con precisión los espectros de un mismo cuerpo en astros diferentes sería preciso examinados en idénticas condiciones de presión, temperatura, etc. En el propio espectro del sol hay rayas que aún no se han podido identificar". Cada mundo posee su propio Fohat. "Para el profano, los mundos -dice un Comentario- están constituídos por los Elementos conocidos; pero, según el concepto que de ellos puede formarse un Iniciado o Arhat, estos Elementos son, colectivamente, una Vida Divina, constituyendo, al manifestarse ésta, innumerables cielos de vida. El Fuego, en efecto, sólo es Uno en el plano de la Realidad única; en el de la Existencia manifestada e ilusoria, sus partículas son Vidas ígneas que viven a expensas de las demás Vidas que destruyen, razón por la cual se les llama "Devoradores". .. Cada cosa visible en este Universo se halla constituida por semejantes Vidas, desde el hombre primordial, divino y consciente, hasta los agentes inconscientes que fabrican la materia. .. El Universo de las Vidas procede de la Vida Una, informe e increada. El Fuego frío y luminoso -¿luz difusa?fué el primero en manifestarse en el Abismo o Caos, y él formó en el Espacio los primeros Coágulos -¿nebulosas irresolubles?-. Los Coágulos, al combatir entre sí, desarrollaron un gran calor, el cual produjo la rotación. Después vino el primer Fuego Material manifestado: las Llamas ardientes, los Vagabundos Celestes o Cometas. El calor genera vapor húmedo; aquél forma agua sólida (?) después niebla seca, luego niebla líquida, acuosa, que apaga el luminoso resplandor de los Peregrinos o Cometas, formando Ruedas sólidas acuosas, o sean Globos de Materia. Bhumi, la Tierra, apareció así con sus seis hermanas. Aquéllas, con su movimiento continuo, producen el fuego inferior, y a más, calor y una niebla acuosa que da origen al tercer Elemento del Mundo, que es el Agua. El Aire nace así del aliento de todo, y estos cuatro Elementos son las cuatro Vidas de los cuatro primeros Periodos o Rondas del Manvantara, al que seguirán otros tres... ¿Qué es, en efecto, lo que sabe la ciencia en cuanto a los cometas, a su génesis, a su desarrollo y a su manera final de conducirse? ¡Nada, absolutamente nada¡ ¿Qué tiene, pues, de imposible el que un centro laya -un fragmento de protoplasma cósmico, latente y homogéneo, súbitamente inflamado o animado- se lance al espacio desde el regazo en que ha nacido, y pase girando raudo a través de los insondables abismos cerúleos, con objeto de robustecer su naciente y homogéneo organismo, gracias a la acumulación y adición de los elementos diferenciados que va encontrando al paso? Y, ¿por qué un cometa, un peregrino semejante, no ha de poder conseguir al fin el establecerse como un ciudadano regular de los cielos, convirtiéndose y viviendo en ellos como un efectivo globo habitado? "Esparcidos en el espacio, sin orden ni método aparente, dice, los gérmenes de los mundos, chocan muchas veces antes de fundirse; después se transforman en vagabundos, es decir, en cometas. Entonces es cuando las verdaderas luchas y batallas comienzan. Los cuerpos ya formados, atraen unos y repelen otros a los nuevos. Muchos de éstos parecen absorbidos por los compañeros más fuertes. Los que triunfan, logrando escapar, se transforman en mundos. Nacido en las insondables profundidades del espacio; emanando del seno de ese elemento primordial y homogéneo que se llama Alma del Mundo, cada núcleo de materia cósmica repentinamente llamado a la vida comienza la existencia en las condiciones más hostiles. A través de edades sin número les cumple conquistarse un lugar en lo infinito. Circulan entre los cuerpos más densos y consolidados; saltan de un lado para otro; osci1an hacia el centro o punto que le atrae como un navío arrastrado por estrechos sembrados de recodos y arrecifes, procurando salvarse de los demás cuerpos que les atraen o repelen sucesivamente. Muchos de estos núcleos perecen; sus masas se desintegran, yendo a fundirse en masas más fuertes, y cuando nacen dentro de un sistema planetario acaban desapareciendo, por decirlo así, en el insaciable vientre de los soles. Los que caminan lentamente, pues, describiendo una curva elíptica, están destinados, más o menos tarde, al aniquilamiento. Otros siguen arcos parabólicos, y ordinariamente escapan a la destrucción gracias a la rapidez de su carrera." Se nos dice que existen varias obras modernas, especialmente en lengua alemana, llenas de presunciones especulativas acerca de semejantes luchas por lo vida en los espacios siderales. De ello nos congratulamos, pues le que exponemos es una enseñanza ocultista cuyo origen se pierde en la noche de las edades arcaicas. Las ideas darwinistas aproximadas en cuanto a la lucha por la vida y la supremacía, y la supervivencia del más apto, "tanto entre las huestes de arriba como entre las de abajo", discurren a lo largo de los dos volúmenes de Isis sin Velo, pero la idea no es nuestra, sino de toda la antigüedad. Hasta los escritores puránicos han entrelazado ingeniosamente la alegoría con los hechos cósmicos y los sucesos humanos, y cualquier simbologista puede presentirla, aun cuando sea incapaz de comprender su significado. Las grandes "guerras en los cielos", de los Puranas; las guerras de los Titanes, en Hesiodo y demás clásicos; las luchas entre Osiris egipcio y Tifón, hasta las que figuran en las leyendas escandinavas entre las Llamas y los hijos de Muspel, se refieren todas al mismo asunto. Son ellas el doble y aun triple simbolismo analógico de las luchas teogónicas, astronómicas y humanas; a la adaptación de los orbes y a la supremacía entre hombre.. y pueblos. . La "lucha por la existencia" y la "supervivencia de los más aptos" prevalecieron desde el momento en que el Cosmos se manifestó a la existencia, y difícilmente podía escapar a la perspicacia observadora de los antiguos; Sabios. De aquí los incesantes combates de Indra, el Dios del Firmamento, con los Asuras -degradados de su categoría de Dioses y elevados a la de Demonios cósmicos-, y con Vrita o Alú, las batallas reñidas entre estrellas y constelaciones, entre lunas y planetas encarnados después como reyes y mortales. De aquí también la Guerra en los Cielos entre Miguel y su hueste contra el Dragón- júpiter y Venus-Lucifer cuando un tercio de las estrellas de la hueste rebelde fué lanzado a las profundidades del Espacio y su lugar "no fué encontrado más en los Cielos". Brahmanes y tanaim especulaban acerca de la, creación y desenvolvimiento del mundo, igual que Darwin, a quien se anticiparon respecto de su transformación y selección natural... Tan pronto como un núcleo de sustancia primordial en estado laya o indiferenciado es animado por los principios ya en libertad de un cuerpo sideral que acaba de morir, se convierten, primero en cometas, y luego en soles, que al enfriarse se transforman en mundos habitables. Esta enseñanza es tan antigua como los propios Rishis... La materia primitiva galáctica, los "coágulos" en las estancias de Dzyan, es, durante el sueño periódico del Universo, de una tenuidad suma, según la revelación recibida de los primitivos Dhyani-Buddhas. Esta materia radiante y fría se difunde al través del Espacio en cuanto se inicia el despertar del movimiento cósmico, constituyendo las semillas de mundos futuros. El Libro de Dzyan expresa: "El Sol Central hace que Fohat recoja polvo primordial en forma de esferas, y que las impulse a moverse en líneas convergentes, hasta que unas a otras se agregan... Esparcidos por el Espacio, sin orden ni sistema, los Gérmenes de Mundos entran en colisiones frecuentes, hasta su agregación final, después de lo cual se convierten en Vagabundos (Cometas). Entonces comienzan los combates y las luchas. Los más antiguos cuerpos atraen a los más jóvenes, mientras que otros los rechazan. Muchos perecen devorados por sus compañeros más robustos. Los que se salvan, se convierten en mundos." La esencia de la materia cometaria de que están formados el Sol y los planetas es, según la Enseñanza Oculta, completamente diferente de cuantos caracteres físicos y químicos conoce la ciencia moderna. En su forma primitiva, más allá de los Sistemas Solares, es homogénea, y se diferencia por completo en cuanto cruza el cometa por nuestro sistema. Ella es, en efecto, el material para mundos, la sustancia eterna de la madre Adity; el 59 Y 69 de los principios cósmicos, a la manera de como nuestro Manas es el Upadhi o vehículo de Buddhi, pasando gradualmente a la objetividad a través de estados cósmicos, radiantes, gaseosos, líquidos y sólidos, que los agitan en raudos Torbellinos, bajo el Hálito Inicial que se continúa bajo los soplo que "jamás duermen", es decir, los Dhyam-Choham. Los planetas eran todos cometas y soles en su origen. Partiendo del Caos primitivo, o sea lo que podríamos llamar hoy el noumeno de las nebulosas planetarias, se desenvuelven y vienen a la vida manvantárica por la agregación y acumulación de las diferenciaciones primarias de la Materia eterna, según aquella hermosa expresión del comentario de que "los Hijos de la Luz se revisten así del ropaje de las Tinieblas". Por eso los planetas son denominados alegóricamente "Caracoles Celestes", en razón de sus (para nosotros) informes "Inteligencias que, invisibles, habitan sus mansiones estelares y planetarias, llevándolas cual caracoles o espirales en sus revoluciones". La doctrina de un origen común para todos los cuerpos celestes era enseñada por los primitivos astrónomos antes de que, Képler, Newton, Leibnitz, Kant, Herschel y Laplace la intuyesen. El Calor (o Hálito), la Atracción y la Repulsión, los tres grandes factores del Movimiento son las condiciones bajo las cuales nacen, se desarrollan y mueren los miembros de estas familias celestes, para renacer después de una Noche de Brahma, durante la cual la materia eterna vuelve a caer periódicamente en su estado primario indiferenciado, del que no pueden dar ni una remota idea ni aun los mismos gases enrarecidos. Centros de fuerza, en sus comienzos, las invisibles Chispas de los átomos primordiales se diferencian en moléculas y se convierten en Soles. Los centros de fuerza en torno de los cuales se esparce la materia cósmica primordial, pasando por seis grados sucesivos de consolidación, acaban determinando globos o esferas, a las que suele llamarse también "Rueda". Es uno de los aforismos, dogmas fundamentales de la cosmogonía esotérica que durante los kalpas o períodos de vida, el Movimiento que en los períodos de reposo "pulsa y vibra a través de cada átomo dormido", asume una tendencia creciente hacia el movimiento circular, convirtiéndose así la Deidad en raudo Torbellino. A los Ángeles o Almas animadoras de estrellas y planetas también se les denomina "Ruedas", como puede verse en la propia Cábala occidental. Esta ley del movimiento giratorio en la materia primordial, base, del estudio de los cometas, es una de las más antiguas concepciones de la filosofía griega, derivada de la egipcia, y ésta, a su vez, de la caldea, que la aprendiera de los brahmanes de la Escuela esotérica. Leucipo y Demócrito de Abdera, discípulos de los magos, han enseñado que este movimiento giratorio de los átomos y esferas ha existido desde la eternidad. Hicetas, Heráclides, Ecphantus, Pitágoras y todos sus discípulos enseñaron en secreto la rotación de la Tierra, y Aryabhata el hindú, Aristarco, Seleuco y Arquímedes calcularon su revolución tan científicamente como los astrónomos actuales. La teoría de los vórtices elementales, a su vez, era conocida por Anaxágoras quinientos años antes de Jesucristo, o sea dos mil antes de que fuese admitida por Galileo, Copérnico, Descartes, Swedenborg, y hoy por sir W. Thomson, como un lejano eco de la doctrina tradicional que se evidenció a sus mentes intuitivas sin necesidad de estudios al uso. La doctrina de la rotación terrestre era enseñada, repetimos, en el Adyta de los templos por hombres como Hicetas el pitagórico, por su discípulo Ecphantus y por Heráclides, discípulo de Platón. La inmovilidad del Sol y la traslación de la Tierra fueron demostradas por Aristarco de Samos en 281 antes de nuestra Era, y por Seleuco de Seleucida a orillas del Tigris. Aristóteles, en su obra De Coelo (n, XIV), habló de la esférica forma de la Tierra demostrada por su sombra en los eclipses de Luna, idea defendida asimismo por Plinio (Historia Natural, 11, 65). Semejantes opiniones sabias yacieron perdidas, pues, durante más de un millar de años (Vinchell, World Life, Pág. 551). Estas admirables enseñanzas relativas a la génesis de los mundos merecieron la más despectiva sonrisa por parte de los hombres de ciencia europeos. Hoy, sin embargo, ya aseveran con sir Norman Lockyer, que "el crecimiento de una estrella comienza por una nebulosa (centro laya, que dice La Doctrina Secreta), que actualmente se va condensando hasta tornarse una estrella luminosa por sí misma; pasa después a condiciones en que sólo puede reflejar la luz que le llega de otros astros, hasta que al fin se torna en un cuerpo obscuro, invisible, siendo el estado final de su existencia cósmica la desintegración por la acción lenta de las fuerzas naturales o por el encuentro con otros cuerpos de los cielos. Estos encuentros pueden hacerse esperar a veces hasta miles y millones de años, y la estrella opaca puede ser arrastrada en una órbita cometaria a través de millares de constelaciones antes de que el encuentro o choque se verifique; pero estas enormes cifras no tienen importancia, porque el billón o el trillón son las ínfimas unidades aritméticas de la eternidad (según también enseña La Doctrina Secreta). Pronto o tarde, el encuentro se realiza; el choque transforma en vapor los dos cuerpos, en vapor combinado con fragmentos me teóricos, o en otras palabras, pasa a ser una verdadera nebulosa, matriz de mundos futuros. Así, la estrella opaca, el astro obscuro, última etapa de una serie de transformaciones cósmicas, tórnase en el punto de partida de un nuevo mundo... Llegados a estos divinos panoramas de la ciencia de los astros, la tentación de seguir hablando de los misterios de los cometas nos resultaría invencible si no fuese porque, como proyectamos, ella merece un libro aparte, efectivo ensayo de una celeste biología. Lo antedicho basta y sobra, por otra parte, para dejar demostrado algo relativo a las inmensas posibilidades del método analógico o teosófico que, bien a su pesar, cada vez es más seguido por la ciencia de nuestros días. ¿Lo dudáis, lectores? Pues permitidnos parafrasear el párrafo antes trascrito de la Maestra, cambiando la palabra "astro" por la palabra "hombre", del modo que hace con las palabras "punto", "recta" y "plano" la Geometría archianalógica de Mr. Charles, o sea la denominada Geometría de posición, por Rouché y Comberouse. ¿Cabe hallar entonces página más bella que dicha página poético-analógicacometaria, relativa a ese desdichado cometa o "peregrino" que se llama adolescente? Leed la paráfrasis, y asombraos de lo divino de la clave de Hermes Trimegisto: "Esparcidos o repartidos sin aparente orden ni concierto -decimos-, los adolescentes surgidos a la vida del seno de sus respectivas familias, bogan y vagan como estos gérmenes, "semillas" o "cometas" de familias futuras, en un batallar perpetuo, por los ámbitos de la vida. Los hombres ya formados, en cambio, verdaderos soles del firmamento social que ya han logrado establecer sobre más firmes bases sus vidas, atraen o repelen a los hombres nuevos que vagabundean cometariamente "o de" flor en flor y de espina en espina". Muchos, ¡ay!, de estos pobres y humanos cometas perecen tristemente absorbidos por esos "soles" más fuertes, perdiendo su prístina iniciativa; es decir, girando ya desde entonces en la cerrada órbita decretada por ellos, o también, como dice la conocida fábula, cayendo en unos o en otros vicios, de tal modo que: "Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que les domina". No hay que dudarlo, no. Cada uno de los dichos infantiles cometas humanos comienza su existencia social en las condiciones más hostiles. Día tras día les cumple la hercúlea tarea de conquistarse un puesto propio en el mundo. Para lograrlo, vense obligados a circular entre cuantos, por haberle antecedido en la vida, parecen ya más firmes y consolidados. Cual navío que surca por entre innúmeros abismos y arrecifes, van procurando salvarse de ser absorbido o retenidos en esclavitud por aquellos que, sucesivamente, van atrayéndole o repeliéndole. Así, no es de extrañar el que, antes de trascender a esa edad, no en vano denominada "la Edad de los Cristos", muchos de aquellos humanos cometas perezcan moral y aun físicamente, como término final de la ya cerrada órbita de subordinación "o elipse que han acabado por describir en tomo del sol esclavizador" respectivo, mientras que aquellos "hombres-cometas", más fuertes y templados por la terrible lucha, no obstante estar influenciados también poderosamente en su prístina trayectoria rectilínea, logran escapar a la destrucción o esclavitud que les. amenaza y huyen, al fin, por el arco de salida o de liberación "de sus hipérbolas o parábolas respectivas"... ¿A qué, pues, seguir ponderando los gallardos triunfos logrables por el método analógico-teosófico sobre el cretino y feo método meramente positivista? El cristal que depositamos en el seno de una solución dimorfa y que hace cristalizar a su vez en su forma propia y no en la otra forma de su dimorfismo a la masa entera disuelta, no es sino un vagabundo, "un cometa". El vil ano floral arrebatado por los vientos del seno antes maternal y ya seco o muerto de la flor de la que naciera, no es sino un "cometa", un "peregrino", expuesto a definitiva destrucción si antes no toma carne en la "epidermis" de la Madre-Tierra, muriendo como cometa "para renacer como un vegetal" nuevo y resucitado, idéntico al que le diera "origen y que, "orgulloso", permítasenos la palabra, le viera volar gallardo antes y alejarse en demanda de otras tierras que a él le estuvieron vedadas desde aquel momento mismo, ya lejano, en que él también tomó tierra a su vez como voladora semilla de otro abuelo vegetal inmóvil... Asimismo el espermatozoide animal no es sino un cometa, obligado fatalmente a morir, ora fecundando, ora sin fecundar previamente, a un óvulo de su propia especie. Por su parte, también los hombres o pueblos que dejaron el hogar patrio, tales como los heteos, los griegos antiguos, los bárbaros del medioevo, o, en fin, como los puritanos y tantos otros pueblos modernos, trasplantando sus lares a otras tierras más próvidas y fecundas, cometas humanos han sido, en fin, cometas sobre los que, al triunfar en sus éxodos, han cifrado siempre sus destinos históricos más augustos... y hay así hombres-cometas e ideas-cometas y sentimientos-cometas..., y la Humanidad entera, a lo largo de sus yugas archimilenarias, no es sino un grandísimo cometa de cometas, a quien por la misma Biblia mosaica se le ha dicho: "¡Peregrino serás en tierra extraña!", y a quien la leyenda universal ha presentado como prototipo del viejo mito del judío Errante; hombre, astro, germen, pueblo, sentimiento o idea, oyendo resonar eternamente en su oído esas divinas palabras cometarias que dicen: "-¡Anda, anda, anda!..." Es decir: ¡Sigue inflexible y remonta tu cometario camino, de vida en vida y de mundo en mundo, hasta retornar triunfante al mismo Seno Insondable y Abstracto de donde has venido!... CAPÍTULO IV EL ETERNO PROBLEMA DE LA MUERTE Y DE LA VIDA La Matemática y la Poesía son hermanas gemelas, como nacidas del Símbolo y de la Analogía. - La Ley analógica y los logaritmos. - La Analogía en la Historia: los ciclos de Vico. - Otros ejemplos de la misma Ley. - La simbólica Trimurti de Brahma., Vishnú y Shiva. - La Mónada y la Dúada. - Espronceda, Castelar y la Intrusa. - Muerte y resurrección de Strauss. - El Eclesiástico y El Bhagavad Gíta. - La Anastasis griega y los clásicos. - El Raymond, de Oliver J. Lodge. - La muerte como concepto negativo. - Las estelas del Cerámico. - "El matar a la muerte misma". Pese a la contraposición que han querido ver entre ambas los espíritus estrechos, la Poesía y la Matemática son hermanas gemelas, porque la una como la otra idealizan, embellecen y elevan analógicamente a cuantas realidades concretas integran nuestros vivires; ésta, abstrayendo de la realidad objetiva cuanto hace relación al tiempo, espacio, modo, cantidad o fuerza, al tenor de las famosas categorías kantianas; aquélla, operando toda clase de generalizaciones armónicas sobre cualquier hecho real o posible del que el hada Inspiración toma pretexto para levantar el vuelo y llevamos, casi sin darnos cuenta, a todos los presentes, pretéritos o futuros, armónicamente conjugados con aquél por ley de Símbolo o de Analogía. Por ejemplo: el poeta tiene conocimiento efectivo de las series fundamentales analógicas derivadas de la realidad de cada día, y que ya dimos anteriormente, o sean: a) la aurora, el creciente lunar, la primavera y la infancia; b) el mediodía, el plenilunio, el verano y la edad viril; e) el crepúsculo vespertino, el menguante lunar, el otoño y la vejez; d) la medianoche, el novilunio, el invierno y la muerte, como tiene todo esto en su idealización artística, lo emplea embelleciendo y elevando con ello nuestro pensamiento mediante el mero juego o glosa de tamañas homologías, y así, Jorge Manrique, en su elegía famosa, intuyendo la acción de la ley analógica de la circulación arterial de las aguas, desde el mar a las montañas, por las nubes, y la circulación ven osa o de retorno desde la montaña hacia el mar, merced a los arroyos y ríos que fecundan y dan vida a los seres orgánicos, pudo decirnos, maravillosamente, aquello de “...nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir". De igual modo, imitando el analógico aforismo de Job, cuando establece que la vida del hombre sobre la tierra es como la del heno, “...a la mañana, verde; seco a la tarde", nuestro clásico Rojas se preguntó inspirado: “¿qué es nuestra vida más que un breve día do apenas nace el sol cuando se pierde en las tinieblas de la noche umbría?”, superando, sin embargo, a todas en sencillez y sobriedad filosófica, el propio cantar popular que dice: “Por la mañana, nacer; al mediodía, vivir; por la tarde, envejecer, y por la noche, morir"; pero, morir, por supuesto, para renacer a un nuevo día, una nueva lunación, un nuevo año o una vida nueva. ¿Quién, en efecto, puede atribuirse el derecho de pensar que puedan interrumpirse jamás las series de la Naturaleza? Del mismo modo la Matemática, por su parte, establece, entre mil otras, la serie logarítmica, vulgar o analógica, en la que cada potencia sucesiva de diez tiene por logaritmo respectivo el número expresado por el índice de esta potencia; es decir, el cero, logaritmo para 100; el uno, para 101; el dos, para 102; el tres, para 103, etc.; pudiendo el matemático, como es sabido, escalar analógicamente, digámoslo así, mediante la suavísima serie aritmética de las unidades sucesivas, hasta los más altos términos de la progresión geométrica con aquélla concordada, por inaccesible que ellos parezcan a primera vista. Además, la Matemática, con semejante marcha analógica, nos conduce hasta la bellísima concepción integral que aúna y sintetiza a las mismas operaciones fundamentales de la Aritmética, a saber: reduciendo a sumas las multiplicaciones; a restas, las divisiones; a multiplicaciones, las elevaciones a potencias; a divisiones, las extracciones de raíces, y así sucesivamente hacia las mayores alturas del cálculo puro. De la Historia no digamos. Vico, observando la extraña repetición analógica de los hechos humanos a lo largo de los tiempos, estableció en su Ciencia Nueva, como es sabido, la Ley del Ciclo, ley que es la de una curva cerrada de segundo grado, puesto que, notoriamente, en el devenir de los siglos juegan siempre dos fuerzas: la evolutiva o progresiva que trata de elevar día tras día a la Humanidad, y la de inercia, lastre o resistencia, que actúa como una fuerza, asimismo, para componer el par de fuerzas determinante del expresado ciclo. Claro es que, si se considera además una tercera fuerza, que es la del progreso propio del planeta Tierra como astro, y de cuanto en él habita, el círculo histórico dicho no llega a cerrar nunca, como no cierran las órbitas efectivas de la Luna y de la Tierra, pasando a espiral o a otras curvas de grados superiores. ¿Qué es, por su parte, toda la Geometría Analítica, sino una ciencia del más purísimo origen analógico, dado que siempre que ve figuras geométricas las traduce analógicamente en valores analíticos. y siempre que ve valores analíticos los traduce en sus analógicas figuras geométricas correlativas? ¿Qué es, asimismo, la Geometría descriptiva o proyectiva sino un artificio analógico, mediante el cual, del mismo modo que el poeta va de una noción a otra, con ella analógicamente conjugada según ya hemos visto, se pasa constantemente en aquélla de las formas del plano a las del espacio y viceversa? ¿Qué es, en fin, sino una aplicación -la más pasmosa de la Ley de Analogía- la que supone el tránsito operado desde la Geometría Analítica y la Descriptiva a la Mecánica Racional, pasando el número, la forma, el espacio y el tiempo a mera Fuerza Viva? Convengamos en que todo ello, y mucho más que pudiera decirse, no se sale lo más mínimo de los supremos cánones de la Analógica. No podía suceder otra cosa, porque el punto inicial de cuantas series analógicas puedan establecerse acaso es. la concepción metafísica contenida en la famosísima Trimurti brahmánica de Brahmâ, Vishnú y Shiva; Trimurti que, si para mentes vulgares o mal dispuestas contra cuanto emana de la Antigua Sabiduría, está compuesta por tres dioses o "ídolos", para mentes verdaderamente iniciadas o filosóficas no es sino el emblema de los tres típicos y fundamentales Poderes del Cosmos: el de la Creación o Emanación, el de la Conservación o momento de equilibrio entre las fuerzas creadoras y las aniquiladoras y el de la Destrucción, en fin, que sumerge a todo lo antiguo en el caos para hacer posible la ulterior evolución de una vida nueva. Es más, como a los ojos de la verdadera filosofía nada perdura, porque todo es transitorio, la tal Trimurti no es, en puridad, sino una Dúada: la ascendente, evolucionadora, de expansión, de dilatación, de vida, de sístole, de radiación, de crecimiento, etc.; etc. -de Brahmâ hasta Vishnú, o sea desde la germinación hasta la apoteosis vital-, y la descendente, involucionadora, de contracción, de diástole, de apagamiento, de decrecimiento, etc., etc. -o sea de Vishnú hasta Shiva-, y desde la apoteosis de la florescencia hasta la separación de la semilla. .. y aun conviene añadir que semejante Dúada no es sino la manifestación, la expresión de razón inversa matemática, con arreglo a la ecuación simbólica o típica de E x I = C en la que E representa a "lo evolutivo"; I, a lo involutivo, y C, a una constante desconocida o Mónada pitagórica19, emanada ella a su vez de "la Nada", del "Cero" o de lo Desconocido. Quien se dé clara cuenta de todo esto, no podrá menos de experimentar un inmenso consuelo por encima de la pretendida muerte y la pretendida vida, porque ya no tendrá delante de sus ojos el árido panorama de la seca ciencia positivista, sino un sublime ámbito de posibilidades trascendentes sin límites conocidos, campo en el que no sólo juegan todas las cosas del Cosmos en síntesis supremas, sino también todas las facultades del espíritu: razón, imaginación, sentimiento y cuantas otras puedan determinarse en el complejo mundo microcósmico de nuestra Psiquis. Podrá asimismo ser matemático sin dejar de ser poeta y viceversa, porque le será ya dable hablar de las unidades analógicas de diferentes órdenes con arreglo a los más estrechos cánones geométricos de homotecia, involución y homología. Pero, ¿a qué Matemáticas, cuando con tanto rigor como belleza trascendente nos dicen esto mismo los poetas? Espronceda, por ejemplo, dentro del universal armonismo de los contrarios conjugados, determinó con perfecto rigor analítico el hecho de "noche", de "latencia", de "descanso", etc., que entraña el hecho universal de la muerte como término mediador entre dos vidas, cuando canta inspiradísimo acerca de la Intrusa: Isla soy yo de reposo en medió el mar de la vida, y el marinero allí olvida la tormenta que pasó; allí convidan al sueño aguas puras sin murmullo, allí se duerme al arrullo de una brisa sin rumor. Soy melancólico sauce que su ramaje doliente inclina sobre la frente que arrugara el padecer, y aduerme al hombre y sus sienes con fresco jugo rocía, mientras el ala sombría bate el olvido sobre él. Soy la virgen misteriosa de los últimos amores, y ofrezco un lecho de flores sin espinas ni dolor; y amante, doy mi cariño sin vanidad ni falsía; no doy placer ni alegría, mas es eterno mi amor. En mí la ciencia enmudece, en mí concluye la duda, y árida, clara y desnuda enseño yo la verdad; y de la vida y la muerte al sabio muestro el arcano, cuando al fin abre mi mano la puerta a la eternidad. . . Y si se quiere más consuelo por parte de uno de nuestros mejores y menos comprendidos místicos cristianos, léanse estos párrafos que Castelar consagra a la Conmemoración que de la muerte hace la Iglesia católica en el día 2 de noviembre; párrafos que son un canto a la Ley de Analogía. en la que siempre están armónicamente conjugadas la muerte y la vida: "Las hojas caen de las ramas y surgen de las sepulturas los muertos. Se van las golondrinas y vienen las almas. Por estos primeros días de noviembre llegan los difuntos al corazón y a la memoria, sentándose a una en torno del hogar para pedimos lágrimas como riego a sus huesos, oraciones como incienso a sus espíritus. La Naturaleza parece morirse también. Ha concluído la vendimia, y ni un racimo queda sobre los sarmientos desnudos; se han recogido y entrojado todas las cosechas, incluso los granos de maíz; el suelo está cubierto de amarillos despojos vegetales, empapados en humedad y combatidos por los cierzos; el cielo, a su vez, cubierto está de nubes también y de nieblas, que parecen la bayeta de un catafalco; pálido sol nos ilumina, despidiendo rayos semejantes a los inciertos centelleos fúnebres de un cirio mortuorio; en los aires, entristecidos, resuena el piar de las aves de paso, que nos envían su despedida elegíaca; no hay cigüeñas en la torre ni hay ruiseñores en la enramada, y, en medio de tanta tristeza, recuérdannos las campanas, doblando con sus fúnebres tañidos, que tenemos bajo nuestros pies el suelo formado del polvo de sacros esqueletos; sobre nuestro corazón, afectos con espíritus puros y sombras del otro mundo, los cuales afectos constituyen una religión; en la memoria, remembranzas continuas ligándonos con lo desconocido y con lo misterioso: en la sensibilidad, aspiraciones contradictorias, así a la eternidad como a la vida, y en el pensamiento, conjuros por cuya virtud y eficacia los muertos rasgan el sudario, rompen el ataúd, desvisten la mortaja, viniendo a confundirse con todos nosotros y a damos unas horas de solemne melancolía trágica y espiritual en esta prosaica comedia de costumbres que llamamos humana existencia. ¡Misterios y más misterios por todas partes! Y en estos misterios, encerrado así el comienzo de nuestra vida como la perdurable duración de nuestro ser, lo que habrá de pasarnos allende nuestro tránsito a la región de ultratumba. No queráis penetrar en el misterio: jamás se nos revelará. No llaméis a las losas del sepulcro: nadie os responderá. Renegar del misterio es como renegar de la noche. Un día eterno en el cielo, como una vida eterna en la tierra, nos incomunicarían el primero con la creación y la segunda con el Criador. Así como sin la negra noche no veríamos los soles innumerables, sin el obscuro misterio no veríamos las ideas religiosas. Cuántas veces al mirar las estrellas lejanísimas y ver que ni al pensamiento le es dado el salvar las distancias incalculables interpuestas entre ellas y nosotros, fortalecemos nuestra fe pensando que por los átomos químicos de nuestro cuerpo estamos unidos con los de todo el Universo! La estrella, pues, tiene innumerables relaciones con el cuerpo humano, a pesar de su alejamiento. Y lo mismo sucede con los muertos, pues cuanto pasa en el espacio, pasa también en el tiempo, filosóficamente sinónimos... Descendientes de todos los siglos, debemos identificarnos con todos los muertos, en la Humanidad y en la Historia. De aquí el culto universal a los que se fueron... "Tememos a la muerte porque no la miramos de frente, porque nos hemos propuesto desconocerla y olvidarla entre las algazaras del mundo. Pero la muerte no mata; es, sí, un mero nacimiento a otra vida. Parece una descomposición, porque nunca brota el tallo sin descomponer la semilla; nunca el fruto sin secar la flor; nunca una forma nueva sin quebrantar, por lo menos, las formas de las que ha nacido en el crecimiento y progreso de todos los seres. Hay gusanos en el cadáver, pero ellos, al éter del amor divino, se tornan en mariposas del cielo. Si no hubiera muerte, no habría renovación. La tumba, mirada desde abajo, parece un pudridero; mirada desde arriba, una florescencia. El sepulcro, que tanto nos aterra, será mañana nuestra cuna. Mientras nosotros lloramos a un muerto, como la individualidad tan trabajosamente conseguida a través de la evolución no puede perderse jamás, ven otros un recién nacido, porque la vida es eterna. Y mientras haya dolor y haya muerte habrá religión, porque a las puertas del sepulcro se quedará inmóvil y callada la razón, y hablará el Verbo divino y abrirá sus alas a la luz la celestial e inspirada fe... La vida en que no caen, por el dolor, unas gotas de lágrimas es como uno de esos desiertos en los que no cae del firmamento una gota de agua; sólo engendran víboras. Si quitamos de la frente del obrero sus sudores; de las grandes causas, sus mártires; de la obra del artista, sus penas; del amor, sus tristezas y de la vida, en fin, ese fúnebre ciprés que se llama muerte, no habrá fe, pero tampoco habrá ni virtud, ni esperanza, ni poesía, ni belleza moral en el mundo, ya que todo lo grande nace del dolor y crece bajo el riego de las lágrimas... "El culto de los muertos es rama principalísima en el árbol místico de la Religión. ¡Cuán poético el dogma profesado por los celtas, creyéndose por la noche seguidos de un espíritu que, sin amedrentarles lo más mínimo, les ampara cual una protección especial de la Naturaleza concentrada sobre sus hijos predilectos!... El toque de ánimas en las altas horas de una noche de invierno nos produce cierto escalofrío al roce de las alas de un espíritu, de un ser del otro mundo en nuestras sienes. El cirio gualdo en la tablilla negra; el pan colocado sobre la piedra sepulcral; la corona de siemprevivas, símbolo de la inmortalidad; el rezo fúnebre, todas estas fases y prendas en las liturgias mortuorias no son más que íntimas comunicaciones de los muertos con los vivos en el seno de la eternidad..." Abundando en esperanzas nobilísimas de un más allá, el capítulo XLI del Eclesiástico describe admirablemente cómo la muerte es dulce o amarga, según el vivir del que la recibe, diciendo: "¡Oh muerte, cuán amarga es tu memoria para el hombre sosegado en el seno de sus riquezas, aquel a quien todas las cosas le salen a derechas y que goza de robusta salud; y, en cambio, cuán buena es tu sentencia para el hombre necesitado a quien le abandonan sus fuerzas, y a quien, decrépito y lleno de cuidados, llega a faltarle hasta la paciencia!... ¡Jamás temáis, oh hombres, la sentencia de la muerte, antes bien, acordaos de lo que antes fué y de lo que después ha de venir!" Todo esto, por supuesto, está expresado, more musicale, en el poema sinfónico de Ricardo Strauss Muerte y Resurrección; poema que debe carecer de todo sentido para el positivismo. Cuéntase que cuando el joven Alejandro vió embriagado a su padre, de resultas de un festín en que se celebraba anticipadamente el triunfo sobre los persas, hubo de decirle sarcástico: -¿Cómo pretendes pasar a conquistar el Asia, si no podrías trasladarte siquiera de una a otra cama? Eso mismo nos podemos decir hoy. ¿Cómo nos hacemos ilusiones de comunicarnos con otros seres inteligentes extraterrestres, si tenemos sin resolver antes el más elemental y apremiante de los problemas, el de la pretendida Muerte, que quizá nos sirve de vehículo de comunicación, y el de nuestros posibles destinos de ultratumba, que no serán sino la convivencia con aquéllos? ¿Acaso un vivir de meros cincuenta a ochenta años nos dá derecho para ponemos al habla con la Eterna Vida? No. Antes de comunicarnos con los seres inteligentes de otros astros, o del espacio mismo, nos es necesario, acaso, el matar en nuestros pechos ese temer a la muerte, causa ancestral de todas nuestras desdichas, y obstáculo el más serio que se ha opuesto siempre a nuestros progresos; porque con el temor a la muerte van indisolublemente unidos todos los demás temores: el temor al dolor, el temor al redentor esfuerzo y, sobre todo, ¡el temor a lo desconocido, que todo lo esteriliza! Pero nada debemos temer; antes bien, consolémonos, diciendo también con Castelar (El Cementerio de Pisa): "Las maldades humanas jamás lograrán obscurecer en mi alma las verdades divinas. Como distingo el bien del mal, distingo la muerte de la inmortalidad. Yo me dejo aquí mi cuerpo como una armadura que me fatiga, para continuar mi infinita ascensión a las altas cimas, bañadas por la eterna luz". O como añade gallardo el diálogo entre Krishna y Arjuna, en el Bhagavad Gîta: "Si todo cuanto nace tiene que morir, todo cuanto muere renace indefinidamente; pero el Espíritu humano, en cambio, jamás puede ser muerto: el fuego no puede quemarle, el agua no puede anegarle, ni la espada herirle, porque es Eterno, Infinito, Inconmensurable, como aquella Divina Esencia de la que emanó..." Los griegos, influídos por el mismo espíritu, hablaron siempre de la Anastasis, literalmente "levantamiento, resurgimiento, retorno o resurrección", es decir, la continuada existencia del alma a lo largo de las reencarnaciones o vidas físicas que en aquélla se ensartan como las cuentas en el hilo de un collar. Y era la tal creencia tan firme y universal entre los druidas y galos que, según Diodoro Sículo (11, 28), confiaban a las llamas mensajes para sus queridos muertos y, según Pomponio Mela (Cáp. 111) y Valerio Máximo (11, 6), admitían con la mayor naturalidad cuentas pagaderas. no en esta vida, sino en la futura, ad inferos, por aquella eterna sentencia de la antigüedad sabia de que la muerte era incapaz de separar lo que ya había unido la virtud. (Quod virtus juncit, mors non separat.) Hoy, tras los horrores de la guerra mundial y tras la horrible noche del positivismo del siglo XIX, se vuelve a las mismas ideas del pasado en punto a la anastasis griega. Así Gastón Mora. en recien te artículo en El Diluvio, de Barcelona, nos habla del libro escrito por Sir Oliver J. Lodge, bajo el título de Raymond, o la Vida Y la Muerte. Sobre ello dice el articulista: "Toda la Prensa inglesa se ocupó en la crítica del libro. Sus ediciones llegaron a centenares de miles de ejemplares. Un periódico las estimó en más de un millón, Es posible que ningún otro libro, escrito originariamente en inglés, haya tenido éxito tan prodigioso. Su autor es Sir Oliver J. Lodge, que figura, por sus talentos. en la brillante constelación formada por los Spencer, los Darwin, los Russell-Wallace, y los Myers, Además de Raymond, o Vida o Muerte, se le deben otras obras, denominadas: Problemas modernos, La sustancia de la fe aliada con la ciencia, El hombre y el Universo, La supervivencia del hombre, La raza y la creencia, la Guerra después. Sir Oliver J. Lodge sufrió la pérdida de su hijo Raymond, ingeniero mecánico; graduado de la Universidad de Birmingham. A su muerte dedicó el gran periódico The Times una sentida y muy expresiva necrología. El bondadoso padre sobrellevó el golpe con resignación patriótica. Murió su hijo gloriosamente, cumpliendo con su deber; murió por su patria, por la vieja y libre Inglaterra. Está bien. Pero ¿todo habría sido aniquilado en Raymond? ¿No quedaría de él más que el recuerdo en la mente y en el corazón de los que le amaron en vida, de sus padres, de sus hermanos, de sus amigos y antiguos condiscípulos? Sir Oliver J. Lodge, que es hombre de ciencia y hombre de fe; que es un creyente, un convencido espiritualista, no creyó nunca que con la muerte de Raymond hubiera desaparecido lo mejor de éste, que era su alma. La muerte destruyó, aniquiló la envoltura, el cuerpo del noble y valeroso muchacho: mas no destruyó su alma. La muerte para el sabio inglés no es otra cosa que una transformación; la puerta que se abre sobre el mundo invisible de los espíritus, que son las almas desencarnadas, liberadas por la muerte. Para él, todo lo que vive, vive siempre. Y vive el alma, después de la muerte, y en determinadas condiciones puede comunicarse y se comunica con los humanos. "Estoy tan persuadido, dice, de la continuación de la existencia del otro lado de la muerte (on the other side of death), como lo estoy de la existencia de aquí'" Más de treinta años de estudio lo han llevado gradualmente a la convicción de que no sólo es un hecho la persistente existencia individual, sino que también, bajo determinadas condiciones, es posible la comunicación entre los que fueron y los que aún están vivos. Si los seres humanos que se han ido pueden comunicarse con nosotros, pueden aconsejarnos y ayudarnos, pueden tener influencia sobre nuestras acciones, es claro que las puertas están abiertas para un intercambio de riqueza espiritual más allá de cuanto todavía nos hemos imaginado... Aprendamos, pues, por el testimonio de la experiencia. Sea la nuestra propia -sea la de los otros-, que aquellos que han sido, todavía son; que ellos nos cuidan y nos ayudan; que ellos también están trabajando y esperando, progresando y aprendiendo'" ¿Qué es, en efecto, la muerte? Físicamente, es el acto de cesar la coordinación orgánica humana, y de formarse a costa del cuerpo que se dice nuestro, una multitud de organismos inferiores, hasta el límite natural de los componentes minerales de ése, agua, anhídrido carbónico, etc., etc., que así se preparan para integrarse en nuevas organizaciones. Metafísicamente, la muerte es mucho más, a saber: la caída, la cesación de las actividades del ser que se dice muerto en un estado de latencia, inanición y atonía, diametralmente opuesto al estado de actividad que hasta entonces le caracterizó. Por eso, a los ojos de nuestro método analógico-simbólico, la noción de muerte frente a la de vida, es equiparable u homóloga a todas las demás nociones de negación, noche, tiniebla, reposo, latencia, pasividad, etc., etc., y, como todas ellas, no tiene, pues, otra realidad que la que le dan los conceptos opuestos y anteriores de afirmación, día, luz, actividad, estado radiante, movimiento, etc., etc. Porque conviene no olvidarlo nunca. Todas las concepciones de nuestra mente, como limitadas, presuponen, en su afirmación, el concepto negativo contrario que les da tonalidad y relieve por su contraste y sin el cual nos sería absolutamente imposible el realizarlas. ¿Qué cuadro cabe hacer, por ejemplo, sin sombras? ¿Qué vida se concibe sin la concomitante destrucción de otras vidas? Por eso, a Saturno, el prototipo simbólico de la serie de sucesiones a las que denominamos vivir, se le representó antaño devorando hasta sus propios hijos, es decir, destruyendo lo que antes creó para reconstruirlo, como en la famosísima tríada brahmánica primitiva, a la que antes aludimos. El fenómeno de la muerte, pues, como todos los conceptos negativos, puede estudiarse abstracta o metafísicamente, a título de cualquiera de estos otros homólogos, el de los estados latente y radiante de la Física. Con ello sólo, caeremos bien pronto en la cuenta de que la vida y la muerte no son sino los dos casos conjugados de manifestación y de entropía, únicos posibles en dicha ciencia. Un cuerpo cualquiera, por ejemplo, recibe la acción energética de un foco calorífico conocido o desconocido, y se calienta, es decir, empieza a irradiar hacia el espacio que le rodea una parte mayor o menor de la energía calorífica que sobre él actúa. Pero, al propio tiempo, un nuevo fenómeno contradictor de esta emisión calorífica empieza a mostrarse desde el primer momento, porque el calor irradiado llega a transformarse en luz, en electricidad o en cualquiera otra forma de movimiento. Aquella actividad inicial, por tanto, empieza a morir como tal calor, y empieza a vivir en nuevas formas energéticas sucedáneas. Shiva, valga la frase, empieza a destruir calor para que Brahmâ a su vez cree la luz u otra de las mil nacientes formas de energía, dentro de la Ley de Vishnú, Verbo o Logos cósmico, que hace que nada en verdad se cree ni nada se destruya a lo largo del cosmorama sin fin, al que llamamos existencia manifestada, emanada del insondable seno de lo oculto... Ahora bien; si nosotros no conociésemos sino el calor, y no las demás fuerzas físicas con el calor conjugadas por leyes de reciprocidad y reversibilidad las más perfectas, diríamos que el calor moría, sin poder alcanzar al hecho total, más verdadero, de que en efecto moría, pero sólo para transformarse en otras actividades vitales, temporalmente vedadas a nuestro conocimiento de entonces, pero perfectamente claras desde el día en que un conocimiento superior nos permitiese -como hoy ya podemos- ensanchar el radio de nuestra mera ciencia "calorífica" en el seno de una ciencia más alta, en la que el calor no fuera sino una parte de otras generales y recíprocas energías, luz, electricidad, rayos X, etc., etc.; en una palabra, que conociésemos la Metafísica del calor; es decir, nuestra actual ciencia de la Física, ciencia que respecto de aquella otra tan parcial y deficiente, no constituiría sino una hermosa y efectiva meta, alcanzable más o menos pronto -como hoy ya la hemos alcanzado con nuestro esfuerzo científico. Aquí está todo el nudo de la cuestión de la Muerte, tan temida, y aquí está toda su gran mentira maldita, de la que puede libertarnos una concepción más perfecta acerca de lo que es, en verdad, el Hombre, hasta aquí confundido, por los vulgares y los perversos, con ese débil organismo animal o cuerpo físico, por el cual se manifiesta el Hombre en este mundo tridimensional, cárcel efectiva de las raudas posibilidades indefinidas, que el estudio de las "ene dimensiones" descubre, según llevamos dicho. Si dentro de cada uno de los días de nuestra vida tuviéramos tan limitada nuestra ciencia y nuestra conciencia que no alcanzásemos a ver más allá, ni en las realidades del día anterior -"que ya pasó al reino de Shiva"-, ni de las realidades del día que va a seguir, surgiendo del seno de Brahmâ -"en el que a la sazón yace en germen lo que va a nacer"-, en el momento de dormimos llegaríamos a sentir terrores semejantes a los actuales de la aproximación de la muerte. - ¡Ahí es nada -nos diríamos, escépticos-, Caer en la inconsciencia, en las tinieblas del no ser, en el misterio de lo que ignoramos, sin tener experiencia cierta ni de días anteriores, ni de días futuros! Y un tal lenguaje, dentro del materialismo de radio corto imaginado que no ve más allá de aquel ¡único! día, resultaría no menos lógico y positivo que lo que hoy pueda parecemos nuestro estotro materialismo, que no va más allá hoy del radio cretino de ese día fugaz de nuestra vida física. Otro tanto que del día podríamos decir analógicamente del año y de otros ciclos tales como el de la impubertad y la pubertad; hasta llegar al ciclo máximo del escepticismo actual, cuyo radio es el de repetidas vidas físicas. El problema, así planteado analógicamente, no es sino el ya debatido del método analógico mismo, y la solución forzosamente tiene que ser la misma también; la que podemos expresar así: "Con la concepción, nacemos en el mundo materno, mundo en el que, por cierto, vivimos un tiempo igual al que Venus -el simbólico planeta del Amor- emplea en cerrar su año o su órbita. Morimos luego para ese mundo materno en el mismo instante en que nacemos para este mundo físico, y todo el tiempo que en este último mundo vivimos no es sino un continuo ciclo de muertes y vidas, pues que morimos con el día, restaurándonos en "su noche, de aparente inconsciencia física", para renacer vigorosos al siguiente día; morimos y renacemos con la lunación en que el astro de las noches cierra su ciclo vital iluminativo; morimos y renacemos más ampliamente con el año, como muere y renace toda la Naturaleza... ¿Por qué, pues, no ha de seguir semejante serie de unidades matemáticonaturales de diferentes órdenes, si la serie de los números, repetimos, es indefinida? Con esto sólo -digámoslo en términos de juristas-, las respectivas posiciones de los que niegan y de los que afirmamos la existencia de la otra o "las otras" vidas, se cambian por completo en la contienda. Nosotros, en efecto, como "demandantes", como "afirmadores", estamos obligados, es cierto, a probar con hechos, ante el tribunal del buen sentido, semejante realidad de ultratumba, cosa que la muerte se encargará de revelar, pero con sólo demostrar, como creemos haber demostrado, la necesidad lógica del método científico al que llamamos analógico, y a más la existencia de la "muerte y la renovación sucesiva de la conciencia" a lo largo de otros ciclos de menos radio, pero analógicamente idénticos entre sí, hemos comprobado que tales nacimientos, muertes y renacimientos de la conciencia psicológica siguen una perfecta ley de seriación cíclica a la manera de las unidades matemáticas de los diferentes órdenes. Desde un instante tal, son los positivistas los que tienen que demostramos, en cambio, que fuera de esa ley matemática serial a la que hemos llegado, y que responde siempre confirmando nuestros cálculos en eclipses, etc., existe algo, y que este algo, no demostrado, es lo que rige al mundo. Seguir por esta senda positivamente demostradora nos sería cosa fácil, pero nuestra conciencia misma protesta indignada de tan profano proceder nuestro; ¿a qué demostrar, en efecto, la luz a los ciegos, transgrediendo aquel divino precepto evangélico relativo a "los tesoros del Reino de Dios"? Dejemos, pues, su cretino mundo a los escasos positivistas que van quedando después de la mundial catástrofe, y oigamos siempre a los sabios del pasado y a los poetas. Uno de éstos, el ático Enrique Gómez Carrillo, nos dice, hablando de las estelas del Cerámico: "En las claras tardes de Atenas, cuando las cimas armoniosas del Himeto comienzan a perderse en el profundo azul del crepúsculo, no hay sitio ninguno de peregrinaciones apasionadas que atraiga con tanto poder como el antiguo cementerio del Cerámico. Entre las estelas de mármol conservadas intactas por milagro, toda la dulce filosofía de los paganos áticos conviértese en una visible lección de consoladora realidad. "La muerte, la intrusa muerte, que en otros camposantos nos llena de angustia; la muerte, que antes había sido la obsesión dolorosa del Egipto; la muerte, que más tarde ha de bailar ante la Edad Media medrosa su danza macabra; la muerte, que en todas partes se presenta descarnada, carcomida, gesticulante; la muerte, espantosa e implacable, aquí, en la Atenas de Palas, apenas nos sugiere, con su grave aspecto de bella dama velada, una respetuosa melancolía. Las inscripciones que grabaron los poetas en las piedras no lloran casi nunca, y, cuando lloran, es sin gemir ni desesperarse. "Aquí yace un hombre que se va del mundo lo mismo que vino" -dice un epitafio-. Y mejor que las letras, las figuras de los relieves hablan, al que pasa, de resignación tranquila. "Detente, viajero -murmura cada estela-, y contempla la última jornada de la vida." Los muertos, en efecto, no son sino los supremos viajeros que se ausentan para no volver. A cada momento vemos aparecer a Carón, impasible en su actitud algo desdeñosa y algo fatigada. Su barca tiene en la proa un ojo abierto ante el infinito. Los que han de atravesar el Aqueronte se embarcan sin repugnancia siempre, y a veces sin dolor, y a veces con alegría. "Triste servidor de Plutón -dice el Diógenes de Leónidas de Tarento-, recíbeme en tu esquife, aunque ya esté cargado de sombras: lo que llevo como equipaje es mi lámpara y mi frasco de aceite." Los que se embarcan entristecidos no sienten temores tenebrosos de un más allá de misterio. Lo único que los apena es tener que renunciar a la vida y a sus placeres. Entre los epigramas funerarios de la "Antología", que forman como un cementerio ideal, con tumbas de los cinco grandes siglos griegos, hay epitafios que ríen y epitafios que lloran; pero no epitafios desesperados. "La espera de la muerte -dice Pablo- es una dolorosa ansiedad, de la cual sólo la misma muerte nos libra. No lloremos, pues, a quien sale de la vida, ya que después de la tumba no hay sufrimiento ninguno. El sufrimiento está en abandonar lo que se ama. Mas esto mismo tiene su dulzura. En el "Reproche a Mimnermo", Solón dice: "¡Que la muerte no venga sin hacer derramar algunas lágrimas, y que mis amigos, al verme partir, se entristezcan con tristeza majestuosa, tranquila, digna!" "En una estela célebre de este cementerio ateniense, vemos a un ciudadano que dice el adiós último a su familia. Con ademán grave estrecha la mano de su esposa. En su rostro hay una melancolía inmensa. "Es indispensable", parece murmurar. En otra estela, hacia la cual los guías conducen siempre al viajero, vemos a Hegeso, hija de Proxenos, contemplando con amargura el cofre que guarda sus joyas. En sus labios hay una sonrisa de cruel resignación. Otra mujer, la bella Korallion, se despide de su esposo y de su hijo. Con sus pálidas manos acaricia a esos dos seres, que para ella representan toda la ventura humana. Sus labios no exhalan la menor queja. Entre los que componen el grupo, ella parece la menos impresionada por la fatalidad de su propio destino. En otra estela, un bajorrelieve nos hace ver que aquellos que mueren gloriosamente merecen ser admirados aún más allá de la tumba. "Este es Dexileos de Thorikos, hijo de Lisanias, que merece el nombre de héroe", dice el epitafio. Y la escultura nos presenta al joven guerrero en el momento en que vence a un enemigo. Es el único momento que los amigos quieren recordar. En cuanto al otro combate, en que la suerte le fué adversa, ¿para qué evocado en una piedra de gloria? El mismo artista que esculpió ese relieve, yace, algunos pasos más lejos, bajo otra estela magnífica, en la que un compañero lo ha inmortalizado, contemplando a la Parca inexorable con la más fría curiosidad. "¡Ah!, parece decide, ¿eres tú?" y su noble indiferencia inspira al poeta Agatias el epitafio que todos conocemos: "¿Por qué temer la muerte, que, lejos de hacer mal, pone un término a los dolores y a todas las pobrezas? No viene sino una vez a visitamos, y jamás mortal la recibió dos veces." A cada paso, en la ciudad de las sombras, la voz que canta el último canto tórnase ligera, sin dejar de ser melancólica. Desde que alguien deja de existir, los organizadores de la ceremonia luctual acuden en el orden en que un anónimo alfarero, contemporáneo del gran Alcibíades, los ha pintado en el ánfora de Arquemoros. El cadáver estátendido en un "kliné", bajo un parasol que sostiene una esclava. Otra esclava corona de rosas la cabeza inmóvil, y perfuma los brazos inertes. A los pies del lecho detiénese el poeta que va a componer el epitafio. Su rostro jovial hace ver que los doctos exámetros no serán ni muy tristes ni muy numerosos. Con decir: "Detente, caminante; aquí yace un joven que murió a la edad en que otros nacen a la vida del placer", estará terminada su lírica tarea. De lo que se trata es de emplear las formas de Hesiodo y los epítetos de Mimnermo... "Los que enseñan el desprecio o el odio de la existencia están considerados como locos peligrosos. Los griegos los llaman "pisithanates" o consejeros de la muerte. Y aconsejar el abandono de la bella vida es un absurdo, es un crimen. El Estado, que no puede tolerar tal crimen, h3ce cerrar la escuela en la cual Hegesías el taciturno predica un evangelio que conduce hacia el suicidio. Y el suicidio es una locura, es la peor de las locuras. Los que han atravesado el Aqueronte lo saben, puesto que eternamente suspiran por el mundo perdido. En los dominios de Hades, la nostalgia es un mal frecuente. Los héroes mismos tienen nostalgias. Cuando Ulises felicita a Aquiles en los Campos Elíseos, el vencedor de Héctor exclama: "¡Generoso amigo, tus palabras son vanas, y en mi ánima te juro que más me gustaría ser mercenario del labrador miserable que apenas puede comer el producto de su campo que reinar como tirano absoluto en este pueblo de sombras!" La serenidad helénica es una forma de la resignación. Mientras los hombres pueden combatir por conservar la vida, lo hacen desesperadamente. Y si, cuando sucumben, no se rebelan contra la suerte ni se crispan ante la fatalidad, es porque quieren morir en belleza. No teniendo un infierno lleno de tormentos ni esperando un paraíso con goces inefables, desconocen las angustias y los éxtasis. de otras razas. Después de respirar por última vez, el ser completo desaparece. El alma que queda viva, el alma inmortal, no es sino un símbolo para poetas y escultores, un símbolo que lo mismo aparece enterrado con el cuerpo que llevando una vida libre; una cosilla alada que perpetúa al que dejó de existir, conservando su forma, su traje, sus armas, algo como una disminución ligera de la materia a veces, y a veces una pura sombra que se pierde en el espacio infinito. Lo que ha de ser de esta sustancia en un vago más allá no preocupa a nadie, como no sea a los retóricos que discuten interminablemente bajo los pórticos, y que dan al problema tanta importancia como 11 la propiedad de un epíteto homérico. En su carta a Meneceo, Epicuro dice: "Acostúmbrate a pensar que la muerte no es nada para nosotros, pues todo bien y todo mal reside en el poder de sentir, y la muerte nos priva de ese poder. Así, este conocimiento recto de que la muerte no es nada para nosotros hace que el carácter mortal de la vida no nos impida gozarla, y esto no colocando ante nosotros la perspectiva de un tiempo indefinido, sino quitándonos el deseo de la inmortalidad," La concepción del más allá, tal como existe en el mundo cristiano, tan imbuido de la vida eterna del alma, no quita el sueño a ningún griego." Pero si, como se ve, a ningún griego, dentro del escepticismo característico de la decadencia espiritual del siglo mismo de Pericles, le quitó nunca el sueño el problema de la muerte, a iniciados como San Pablo les llevó a algo mucho más glorioso, o sea "a matar a la muerte misma", asentando sobre firmísimas bases filosóficas el sublime problema de la resurrección, según veremos en el siguiente capítulo. CAPÍTULO V LA MUERTE Y LOS ANTIGUOS MISTERIOS INICIÁTICOS Una frase de Maeterlinck. - Plutarco y sus "Isis y Osiris". - Thumos, psuche , nous. - El Sol, la Luna, la Tierra y el Hombre. - La muerte física y la muerte psíquica. - El Jardín del Hades. - Pitágoras y su Maestro Sakia Muni.La Jerusalén celestial. - El ritual funerario egipcio. - La muerte del alma.Cadáveres vivos. - El daimón de Sócrates. - El "eidolon", - Los misterios iniciáticos según Herodoto, Píndaro, Isócrates, Diodoro Sículo, Platón, Sócrates, Aristófanes, Cicerón, Epicteto, Marco Aurelio y otros. - Osiris y Tifón. - Misterios de Eleusis, de Orfeo, de Mithra, etc., etc. - La profecía de Hermes Trimegistus. - La muerte y la epístola primera de San Pablo a los Corintios. - Los "Misterios del Reino del Padre", según San Pablo y según el Evangelio. "Los muertos viven y se mueven en medio de nosotros de un modo mucho más real y efectivo de lo que pudiera describir la imaginación más audaz. Es muy dudoso que ellos permanezcan en sus tumbas como prisioneros. Hasta parece cada vez más evidente que nunca se han dejado encerrar allí. Debajo de las losas, en donde creemos que están encerrados, sólo queda un poco de cenizas que ya no les pertenece, que han abandonado sin pesar, y de las que probablemente no quieren acordarse. Todo lo que fué ellos mismos permanece con nosotros..." Tal se expresa en su obra Sentiers dans la Montagne el gran Mauricio Maeterlinck. Al así pensar en nuestros días el autor de El Templo sepultado y del Templo resucitado no hace, en efecto, sino glosar la enseñanza tradicional de los tiempos antiguos, cuando aún estaban en todo su esplendor sublime los primitivos Misterios iniciáticos, "El hombre -dice el iniciado Plutarco, en Isis y Osiris- es un compuesto, y se equivocan los que piensan que únicamente se compone de dos partes, imaginándose que el entendimiento es una parte del alma. No menos yerran los que consideran al alma como una parte del cuerpo. La inteligencia (nous), en efecto, es tan superior y está tan por encima del alma como el alma, a su vez, es superior y está por encima del cuerpo. Ahora bien, esta unión del alma (????) con la inteligencia (????) constituye la razón, y la unión del alma con el cuerpo (?????) la pasión. Esta última unión es el origen del placer y del dolor, mientras que la otra lo es de la virtud y del vicio. De estas tres partes tan íntimamente asociadas en esta vida, la Tierra, la generación humana, ha dado el cuerpo; la Luna ha dado el alma, y el Sol, la inteligencia. Al sobrevenir, pues, la muerte física, las tres partes (cuerpo, alma e inteligencia) de que antes constaba el hombre quedan reducidas a dos, y más tarde, al sobrevenir la segunda muerte o muerte psíquica. dichas dos partes se reducen a una20. La primera muerte tiene lugar en la región o reino de Demeter, y de aquí el nombre de telein (??????) que se dió a los Misterios, de sustantivo teleutai (????????). muerte. Por eso los atenienses consideraban a .los difuntos como víctimas consagradas a Demeter. En cuanto a la segunda muerte, ella se verifica en la Luna o región de Perséfona. Hermes, o sea la Sabiduría, preside a entrambas muertes, arrancando súbita y violentamente el alma del cuerpo, pero además, en la segunda, Perséfona o Proserpina va separando suavemente, a lo largo de un gran período de tiempo, al entendimiento del alma, y por eso a la diosa se la llamó también Monogenes, "la del engendro único", porque deja libre a la parte más excelsa del hombre con la segunda muerte dicha. Está dispuesto, en efecto, por la Fe que cada una de las dos almas, la racional y la irracional, al abandonar el cuerpo, vaguen una temporada muy diferente, según los casos, por la región situada entre la Tierra y la Luna, porque en semejante región (Hades) aquellos que han sido injustos y disolutos sufren en ella el castigo merecido por sus faltas, al par que los buenos son allí detenidos también hasta que quedan purificados de cuantas manchas ha recibido el alma por su unión con el cuerpo. Cual gentes enfermas en convalecencia, viven estas últimas almas en la región más apacible del aire, comúnmente llamada Pradera o Jardín de Hades (Campos Elíseos), en donde continúan por un tiempo fijo, previamente señalado a cada una. Después de esta residencia restauradora, y como si el ser regresase feliz a su país natal después de errante y angustiosa peregrinación o cruel destierro a lo largo de la vida, experimenta una inefable sensación de gozo, tal y como principalmente la reciben los que están iniciados en los Sagrados Misterios, gozo mezclado con el asombro de verse cada uno rodeado de aquel ambiente propio que durante su vida aquí abajo anheló... "Yo sé bien -añade Plutarco en otro Diálogo, dirigiéndose a su discípulo- que tú estás demasiado bien instruído en las doctrinas recibidas de nuestros sabios antecesores y las sagradas orgías de Dionysus para prestar oídos a cuantos desgraciados traten de persuadirte como a otros de que el alma, una vez liberada del cuerpo, ni sufre males ni es consciente. Para nosotros, los que pertenecemos a la Gran Fraternidad iniciática, no son bien conocidos los místicos signos; DE ELLO, POR TANTO, NO NOS CABE DUDA YA." Siguiendo la senda trazada por las ideas anteriores, Orígenes, en su Epístola sexta a los Romanos, dice: "Existe en el hombre una división triple, a saber: 1°, el cuerpo, o la carne, porción más inferior de nuestra naturaleza, en la que la antigua serpiente inscribió la ley del pecado, y por cuyo influjo nos vemos tentados a cometer acciones malas. 2°, el espíritu, según el cual expresamos la semejanza de la naturaleza divina y en el que el Creador del molde mismo de su propia Mente grabó con su dedo la ley eterna de justicia, y por el cual estamos unidos hipostáticamente a Dios y hechos uno con Él. 3°, el alma, o intermediario entre el cuerpo y el espíritu, y que, al igual que en una república dividida en dos bandos, tiene que unirse al uno o al otro, puesto que se ve contrariamente solicitada por los dos, siendo libre de elegir, de tal modo que acaba por convertirse en espiritual, si toma el partido del espíritu, y en material si se entrega a la carne y a sus concupiscencias." Respecto de esta alma, dice asimismo Platón (Leyes, X) que es nuestro principio motor, y habiendo sido engendrada antes que el cuerpo, no sólo actúa sobre todos los sentidos, sino que administra igualmente a los cielos. Dirige, pues, así el alma todas las cosas en los cielos, en la tierra y en el mar, y sus atributos son querer juzgar, permanecer en su natural estado de alegría, confianza y amor, o caer en el miedo, la tristeza, el odio, juntamente con todos aquellos otros movimientos que están unidos a estos sentimientos primitivos... Siendo ella, por sí misma, una diosa, toma siempre por aliado al Nous, o Dios Interior, disciplinando todas las cosas correcta y felizmente, pero cuando se sumerge en Annoia -o sea el no-nous, el nous negativo obra en sentido absolutamente contrario en un todo. No hay por qué añadir que todo esto no son sino glosas de los textos buddhistas, y que en ello, como diría Bacon, se ve que el genio del pasado era infinitamente más agudo que el nuestro. Zenón de Elea, el fundador del estoicismo, enseñaba también que existen en la naturaleza dos cualidades, que son eternas: la una activa, masculina o Espíritu Divino, y la otra pasiva, femenina y completamente muerta por sí misma cuando no la cobija aquel espíritu. Pitágoras, exponiendo también la pura filosofía de SiddharthaSakya-Muni o el Buddha, afirmaba que el Ego o Nous era coeterno (con Dios, mientras que el alma, para llegar hasta esta divina excelencia, tenía que pasar por varios estados -los rupa-lokas o mundos de la forma hindúes-. La metempsychosis era tan sólo dicha sucesión de estados ascendentes, a lo largo de los cuales el thumos o cuerpo de carne, y hasta el Phren o cuerpo psíquico, eran iluminados a través de tales ciclos de sucesivo refugio o ascenso hacia moradas a las que los buddhistas llaman zion, y cabalistas, gnósticos, la Sión o Jerusalén celestial. Las personificaciones o cristalizaciones metafísicas de las acciones buenas o malas del hombre, que los buddhistas denominan skandas o tendencias, arreglan o condensan, después de la muerte del cuerpo material un cuerpo etéreo o astral, duplicado efectivo de lo que el hombre fuera antes moralmente en dicho cuerpo físico. De aquí los sufrimientos del ya nuevamente nacido hasta que logre desprenderse de todo pensamiento o pasión terrenos. En el Ritual funerario egipcio, el alma buena o purificada, juntamente con su espíritu superior o increado, es más o menos víctima en el otro mundo de la negra influencia del dragón ApoPhis. Si ha logrado el conocimiento final de los misterios celestiales e infernales, la gnosis, o sea la completa reunión con el espíritu, triunfaría de tal enemigo; de lo contrario no puede el alma librarse de su muerte segunda. Esta muerte consiste en la disolución gradual de la forma astral en sus elementos primitivos; pero este tremendo destino puede evitarse mediante el conocimiento del "Nombre Misterioso e Inefable", "la Palabra Perdida", de los cabalistas, o sea la Iniciación. ¿Cuál era el castigo inherente a la negligencia de estos problemas? Cuando el hombre ha llevado en esta existencia una vida naturalmente pura y virtuosa, no hay para él castigo alguno en el otro mundo, sino un simple retardo, mayor o menor, hasta que se vea allí lo suficientemente purificado para recibir a su "Señor espiritual", que es uno de los Elohim o Dioses de la poderosa "Hueste Celestial", un "habitante del sol"; pero si, por el contrario, el "alma" se paraliza y, como principio semianimal que aún es, se vuelve inconsciente de su mitad subjetiva -el "Señor" dicho- más pronto o más tarde, el alma pierde finalmente de vista su divina misión en la Tierra... Al modo entonces del Vourdalak o vampiro de las leyendas servias, el cerebro se alimenta, vive y desarrolla más y más su poder a expensas de aquella Fuerza Trascendente, que es su padre espiritual. El alma, ya sólo consciente a medias y embriagada más y más con el valor embrutecedor de la vida terrena, se vuelve insensible, perdiendo hasta la esperanza de su redención. Impotente para discernir ya la pura luz de su Espíritu y oír la Voz avisadora de éste su "Angel Guardián" y "su Dios", enfoca todas sus aspiraciones hacia la mejor comprensión y el más completo desenvolvimiento de su vida natural o terrena, capacitándose, pues, solamente para descubrir los misterios de la Naturaleza física. Sus penas y alegrías, sus zozobras y esperanzas, se cifran ya sólo en su existencia terrestre; rechaza indignada todo cuanto no puede ser demostrado por los órganos de acción y de sensación, empezando así por decaer del modo más alarmante, hasta que, por fin, muere el alma por completo, y muchos años antes de separarse del cuerpo físico el principio de vida es aniquilado totalmente con frecuencia. Cuando la que llamamos muerte llega al fin para semejantes seres, la garra férrea y viscosa de la Intrusa, aunque encuentra como de costumbre una Vida a la que asirse, ya no halla, en cambio, alma alguna que libertar, porque la esencia entera de ésta ha sido anteriormente absorbida por el sistema material y vital del hombre físico. Esta horrible muerte, en fin, sólo deja en libertad un verdadero cadáver espiritual, o a lo sumo un efectivo idiota. Incapaz ,de cernerse en otras regiones más elevadas, ni de despertar de su letargo, pronto es disuelta en los elementos mismos de la atmósfera de la Tierra. "Los iluminados, los hombres justos, aquellos que por su propio esfuerzo han llegado a la suprema ciencia del Hombre interno y al conocimiento de la verdad, han recibido, como Marco Antonio, instrucciones de los dioses al efecto, ora durante el sueño, ora de otro modo. Auxiliados por los puros espíritu o ángeles "que habitan en las regiones de la bienaventuranza eterna", han observado de siempre el curso de tales hechos, y han avisado de ello a la humanidad repetidísimas veces. Puede el escepticismo, si le place, burlarse de todo esto; pero la fe, fundada en el conocimiento y en la ciencia espiritual, así lo viene creyendo y afirmando siempre. Nuestro ciclo actual es un ciclo eminentemente caracterizado por tales muertes A cada paso nos codeamos en esas calles con hombres y mujeres que han perdido ya su alma, y por eso no podemos maravillarnos. en el presente estado de cosas del tremendo fracaso de los últimos esfuerzos de Hegel y de Schelling para construir un sistema metafísico. Cuando varios hechos palpables y visibles de los del moderno espiritismo fenoménico se verifican todos los días, y a pesar de ello son negados por la mayoría de los hombres de las naciones llamadas civilizadas, bien poca probabilidad existe de que pueda ser aceptada una metafísica puramente abstracta por parte de la creciente hueste de los materialistas y positivistas" . Tal se expresa en diversos pasajes de Isis sin Velo la maestra H. P. B., a propósito del gran misterio de la muerte y del destino del alma humana en ultratumba. "El daemonium de Sócrates -añade en otro pasaje- era el ???? mente, o conocimiento de lo divino. Es él, dice Plutarco, purísimo en su origen, no mezclándose sino lo estrictamente necesario con el cuerpo21. Cada alma, en efecto, tiene en sí una porción mayor o menor de razón, porque sin ella el hombre no puede ser hombre, pero asimismo cada alma, a su vez, se ve modificada por la parte en que se mezcla con la carne mediante el deseo, y por medio del dolor y del placer se convierte en irracional. No todas las almas, sin embargo, se mezclan con el cuerpo de igual modo: algunas se introducen por completo dentro del mismo, y por eso toda estructura en esta vida es mero deseo o pasión; otras, por el contrario, sólo se mezclan parcialmente con el cuerpo, quedando fuera de él su parte más pura, o nous, flotando por encima de aquél, y tocando o cobijando a la porción superior de la cabeza del hombre, semejante a un hilo salvador que sostiene así a la parte del alma sumergida ya en la materia, o sea en el organismo. El vulgo se figura, sin embargo, que aquel nous está dentro de su cuerpo, al modo como a veces la imagen reflejada en el espejo parece estar en su espejo mismo, pero el hombre inteligente, por el contrario, sabe bien que semejante Protector está fuera de su cuerpo, y le considera como un verdadero daemon, es decir, un dios, un espíritu puro. En cuanto a la suerte del alma, después de la primera muerte que le separó del cuerpo, y la segunda, que le privó posteriormente de su espíritu, Plutarco sigue enseñándonos que "aun separada ya el alma así del Espíritu (????) como del cuerpo (?????), conserva durante largo tiempo aún .el molde o forma anterior del organismo que perdiera, de tal suerte que puede llamársela con justicia su ídolo (???????) o imagen. La luna es el elemento propio de estas almas, porque en él acaban por disolverse, ni más ni menos que los cuerpos de los que han muerto se resuelven en las sustancias componentes de la Tierra. Aquellos, sin embargo. que durante su vida de aquí abajo han sido virtuosos, honestos, viviendo una existencia pacífica y filosófica, sin mezclarse en las pasiones tumultuosas del mundo, se deciden pronto, porque, abandonados por el nous que las cobijase antes, y no haciendo ya uso de las pasiones materiales, se desvanecen en su elemento lunar originario", Todas estas cosas, por supuesto, no eran, ni podían serlo todavía, patrimonio del ignaro vulgo, sino exclusivo de aquellas mentes bastante evolucionadas ya en ciencia y en virtud para poder ser recibidas las enseñanzas de los Misterios. No estarán, pues, de más aquí algunas consideraciones acerca de estos últimos22. Según la enseñanza iniciática tradicional, la palabra Misterios viene del griego teletai o perfección, y de teleuteia, muerte, como ya hemos dicho. Sus reglas no se daban a los profanos, sino que eran enseñadas por medio de representaciones dramáticas y por otros procedimientos, evidenciando así ante los profanos, iniciando el origen de las cosas, la naturaleza del espíritu humano, sus relaciones con el cuerpo y la manera de purificarse y regenerarse para una vida más elevada. Las ciencias físicas, la medicina, las leyes de la música, la adivinación, todo era enseñado por el mismo sistema, y puede llamarse filosofía a la iniciación en los pasmosos arcanos de los verdaderos misterios y la instrucción en los mismos. Esa iniciación se componía de cinco partes: I. La purificación previa; II. La admisión a la partición en los ritos secretos; III. La revelación epóptica; IV. La investidura o entronización; V. La quinta, producto de todas éstas, en la amistad y comunión interna con Dios, y el goce de la dicha que nace de las relaciones íntimas con seres divinos. Platón llama epopteia, o vista personal, a esta perfecta contemplación de las cosas que se conciben intuitivamente, como verdades e ideas absolutas. Considera también el acto de ceñir el iniciado la corona de los misterios como análogo al hecho de serle conferida a cualquiera la autorización, por parte de sus instructores, de conducir a otros a la misma contemplación. Del quinto grado nace la dicha más perfecta, y, según Platón, la más completa asimilación posible a seres humanos con la Divinidad. "Eran los Misterios, según Herodoto -dice un amigo nuestro bajo el pseudónimo de Servet-, una sucesión de símbolos, y la parte oral de los mismos una explicación accesoria, o bien comentarios sagrados con tradiciones independientes y cortas que encerraban teorías sobre física y moral, en los cuales los planetas y elementos hacían el papel de actores. Aquellos hombres que se dedicaron al estudio de la ciencia y al cultivo del arte, no pudiendo, aislados, vencer los obstáculos que la ignorancia oponía al logro de sus aspiraciones de perfección progresiva tanto en el orden moral como en el intelectual, tuvieron que asociarse, pues, para conseguirlo, llamándose iniciados y denominando Misterios a los métodos comunicativos que dejamos apuntados y al conjunto mismo del caudal de sus descubrimientos y de sus enseñanzas simbólicas. Es evidente la alianza íntima que siempre ha existido entre los sistemas filosóficos y el simbólico, como lo prueban las alegorías que encontramos en los monumentos de todos los tiempos, en los escritos simbólicos de los padres o fundadores religiosos de todas las naciones, y en los rituales de todas las asociaciones místicas y secretas, raudal inagotable de principios invariables y uniformes, que forman un conjunto armonioso y perfecto. En tal concepto debemos apreciar la importancia de la enseñanza simbólica, por el uso constante que con ese motivo hizo de ella la Antigüedad y el influjo que no ha dejado de ejercer en todos los siglos como sistema de instrucción y participación misteriosa. Fueron las iniciaciones escuelas en las que se enseñaron las verdades de la Religión Primitiva, la existencia de un solo Dios, la inmortalidad del alma, los fenómenos de la Naturaleza, las artes. las ciencias, la moral, la legislación, la filosofía, la beneficencia, lo que llamamos hoy metafísica, el magnetismo animal y otras muchas ciencias conocidas sólo de los iniciados. A la filosofía racional de la India se debieron los Misterios Egipcios después de haberse fundado los de la Persia y la Caldea, siendo esta primitiva filosofía la base de la enseñada por Pitágoras y Platón. Sócrates nos dice "que los fundadores de los Misterios o grandes Asambleas de los iniciados eran hombres de genio, quienes en las primeras edades del mundo enseñaban. bajo enigmas difíciles de comprender, cuán necesario era purificarse antes de descender a las regiones desconocidas, para no ser precipitados en el abismo; porque sólo a los exentos de las impurezas del mundo les era permitido gozar de la presencia de la Divinidad: Tanta seguridad tenían los iniciados de ser admitidos en la sociedad de los dioses. En el caos de las supersticiones populares, sólo los Misterios pudieron libertar al hombre de la barbarie. De ellos nacieron las doctrinas de Confucio y de Zoroastro, y fueron conceptuados por San Clemente de Alejandría como el complemento de todo saber. en donde eran vistas y aprendidas todas las cosas, especialmente en los llamados Grandes Misterios. En efecto, si hubieran limitado su enseñanza a la moral únicamente, no habrían sido objeto de los elogios de tantos hombres ilustres como Píndaro, Plutarco, Isócrates, Diodoro, Platón, Sócrates, Aristóteles, Cicerón, Epicteto, Marco Aurelio y otros, quienes atestiguaron su sabiduría y grandeza. Nada se omitía de cuanto pudiera realzar a los Misterios de la iniciación, llegando sus ceremonias a poseer un encanto tan poderoso que, no sólo conjuró los males que amenazaban destruidos. sino que fué la causa de que se reputase como un honor poco común el favor de ser iniciado. Conservaron los Misterios el carácter de grandeza y santidad que los distinguía hasta mucho después de la época de Cicerón, y causaban en el ánimo de los más osados un profundo respeto, que ni aun el parricida Nerón se atrevió a penetrar en sus templos, y rehusóse a Constantino igual honor a consecuencia del homicidio de sus parientes. Eran, en general, fúnebres las formas de los Misterios y además el tipo de una muerte y resurrección místicas que aludían siempre a un personaje divino o heroico. Variaban los pormenores, según las localidades. si bien en el fondo era igual la alegoría en todos ellos. Este fondo no era otra cosa que la exposición de la fábula de Osiris (o bien la verdad revelada bajo la forma de figuras alegóricas), que representaba al Sol como principio del Bien, y a Tifón, o ausencia de aquel astro, como causa del mal y de las tinieblas. En todas las historias de dioses y héroes encontramos detalles secretos que hacen referencia a las operaciones visibles de la Naturaleza, pues sólo inteligencias sin cultura pudieron considerar como divinos al Sol, la Luna, las estrellas y al poder de la Naturaleza, consagrando a estos objetos un culto público. Inspirar al hombre piedad y hacerle soportable la vida y sus pesares, eran atenciones preferentes de los Misterios, dándole por recompensa el consuelo o la esperanza de otra vida feliz y eterna. Cicerón decía que no sólo recibían en ellos los iniciados la instrucción que les era necesaria para ser felices en este mundo, sino que también adquirían por medio de ella hermosas esperanzas para el momento de la muerte. Sócrates decía también que era una dicha el ser admitido en los Misterios, porque se tenía por cierta la inmortalidad. Y, en fin, Aristóteles aseguraba que los Misterios no sólo proporcionaban a los iniciados consuelos en esta vida, sino también la ventaja inapreciable de pasar al morir a un estado perfecto de felicidad. Sería fácil probar cuál era otro de los fines recomendables de la iniciación, pues según el mismo testimonio de los antiguos, ocupaba a los iniciados con entusiasmo la idea de civilizar las hordas salvajes, mejorar sus costumbres y que formasen parte de la sociedad; es decir, hacer recorrer al hombre una vía digna de él. Eran los Misterios de Eleusis, según Cicerón, un bien que Atenas acordaba a los pueblos; porque era también misión de sus iniciados realizar la empresa que. acabamos de indicar e inculcar la moral como base de la institución. El mismo orador filósofo, en su apóstrofe a Ceres y Proserpina, dice que el género humano debía a estas diosas los primeros elementos de la vida intelectual y física, el conocimiento de las leyes, los preceptos de la moral y los ensayos de la civilización que tan útiles son a la humanidad. Al poner en práctica los principios políticos y religiosos de la institución, enseñaban a los hombres sus deberes recíprocos, los que debían a los dioses y el respeto que éstos exigían, obteniendo de este modo el que es necesario dispensar a las leyes; idea que Virgilio nos confirma de esta manera cuando nos habla de las ceremonias de la iniciación: me enseñaron allí, dice, a respetar 1a justicia "y los dioses"23. No fueron los Misterios simples purificaciones, fórmulas o ceremonias arbitrarias, ni menos la manera de recordar a los hombres el estado anterior a su civilización, pues ya hemos dicho que inclinar al hombre a la piedad e inspirarle el temor de una vida futura fué en los primeros tiempos, si no desde su principio, uno de los fines de la iniciación. Mucho se ha escrito sobre el estado de barbarie del hombre antes de los Misterios, alusión puramente metafórica si no hiciera referencia a la ignorancia del candidato y, en general, a la del hombre. Es indudable que los Misterios de Isis, y todos los que conocemos, lograron realizar el designio que se habían propuesto. Mejoraron la condición social del hombre y perfeccionaron sus costumbres, ligándole a su especie por medio de deberes sagrados y recíprocos. Fué este primer ensayo de la ciencia y sabiduría primitivas el que se esforzaba en crear una legislación sólida y duradera y en enseñar aquella filosofía que asegura al hombre su felicidad, preserva a su alma del influjo moral de las pasiones y conserva el orden en la sociedad. Era la obra del genio, cuyo pedestal fué la ciencia y el estudio incesante del hombre. Representaban al iniciado por medio de imágenes la felicidad del justo y la desgracia del hombre malvado después de la muerte; escogían los lugares más obscuros para presentar aquellas imágenes en espectáculo, asistiendo propiamente a dramas a que daban el nombre de iniciación o Misterios y excitaban la curiosidad del iniciado con el secreto de las ceremonias, no menos que con las pruebas por las cuales pasaba, en tanto que su atención recorría los diferentes objetos que le rodeaban: tales eran la variedad de escenas, la belleza de los adornos y las rápidas transformaciones. Llenábanle de profundo respeto la gravedad y dignidad de los actores, y despertaban en él la augusta majestad del ceremonial, bien la esperanza, o el temor, o la tristeza, o el regocijo. Los hierofantes, hombres inteligentes que conocían la manera de hacer sentir el efecto que deseaban, emplearon con tal objeto los medios más oportunos. El celo del secreto cubría sus ceremonias y acostumbraban celebrar los Misterios en medio de la noche, haciendo más imponente al iniciado la impresión que recibía, más duradera la ilusión y mayor su asombro. El recinto escogido para las ceremonias eran cavernas débilmente alumbradas, y árboles frondosos rodeaban el exterior de los templos, porque se tenía el propósito de hacer sentir al alma el temor saludable que suelen inspirar los lugares melancólicos. La palabra Misterias, según Demetrius Phalerus, era una expresión metafórica y sinónima de la idea del pavor que ocasionan la obscuridad y el silencio. Siendo la noche la hora en que se practicaban, recibieron también el nombre de ceremonias nocturnas, y, según Apuleyo, en dicha hora era también cuando tenían lugar las iniciaciones en los Misterios de Samotracia y en los de Isis. Nada pudo excitar más vivamente la curiosidad del hombre que los Misterios, en los cuales se enseñaban ciertas verdades que aumentaban su deseo no menos que los obstáculos que entonces, como ahora, detienen al iniciado, quien sólo por intervalos puede llegar al fin a conocer el grande objeto de la iniciación. Hierofantes y legisladores se sirvieron de ella como de un resorte poderoso para hacer adoptar al pueblo ciertos preceptos que hubiera sido difícil hacerle aceptar por la fuerza. Entre los iniciados era un estímulo la idea de querer imitar a la Divinidad, la cual, decían, oculta a nuestra vista los resortes con que mueve el Universo, asegurando que sus alegorías encerraban verdades importantes para más despertar el deseo de conocerlas. Juraban guardar profundo secreto y castigaban con la muerte al indiscreto que los revelaba o al no iniciado que encontraban en el templo, privando, por último, al traidor de toda participación en los Misterios y del trato de los iniciados. Al estímulo del secreto se unía lo difícil de la admisión y los intervalos que tenían lugar en la sucesión de grados. Los que aspiraban a la iniciación del Sol en los Misterios de Mithra, en Persia, pasaban por muchas y terribles pruebas. Empezaban por fáciles ensayos y llegaban por grados a extremos peligrosos, que amenazaban la vida del candidato. Decía Suidas que nadie podía obtener el título de iniciado sin haber demostrado por su constancia en tales pruebas que era hombre virtuoso y estaba exento del influjo de las pasiones. Llegaban a doce las pruebas principales, aunque otros aseguran que era mayor su número. Las pruebas de la iniciación eleusina eran menos terribles, aunque severas, pues hacía pasar al aspirante por intervalos en los cuales permanecía como estacionario, sin poder avanzar, períodos de tiempo que era necesario llenar al ascender de los Pequeños a los Grandes Misterios, causando cierta incertidumbre que alarmaba casi siempre a la curiosidad del candidato. Pitágoras quiso poseer el secreto de la ciencia sagrada de los Padres Egipcios, y fué iniciado en los Misterios de este país, pasando por pruebas terribles, que supo vencer y le hicieron digno de recibir la instrucción a que aspiraba. Los esenios, entre los judíos, no admitían al aspirante en sus Misterios sin haber antes pasado por las pruebas de distintos grados. Llegaban por la iniciación a ser hermanos aquellos que antes no eran más que meros conciudadanos, sujetándose a los nuevos deberes que contraían; como miembros de una fraternidad religiosa que acercaba más y más a los hombres, y en donde el pobre y el débil podían acudir por asistencia al rico o poderoso, a quienes estaban ligados por una verdadera amistad. En los Misterios de Orfeo juzgábase el iniciado libre del imperio del mal y elevado a una existencia superior y feliz; en los de Eleusis decían que sólo para ellos ostentaba el Sol sus más vivos resplandores; igual felicidad prometían a los iniciados en los Misterios de Cibeles y de Atis. En los Misterios de Mithra era costumbre repetir al iniciado una leyenda sobre la justicia, recomendando a los hombres una virtud de que daban ejemplo, y era motivo de duelo en las ceremonias de la iniciación la supuesta muerte del Sol, celebrando luego su resurrección con las mayores muestras de regocijo; estas ceremonias se hicieron extensivas a las iniciaciones en los Misterios de Adonis, que se practicaban en la Fenicia. Tales eran, de un modo general, según Servet, los Misterios o doctrinas primitivas que encontramos esparcidos en fragmentos de las obras de la antigüedad y que así han llegado hasta nosotros. Ahora, como entonces, ocupa al hombre el estudio del gran número de teorías referentes a las leyes de la Naturaleza y sus misterios, teorías anticipadas por los antiguos, cuyo profundo saber debemos buscar, no en sus obras filosóficas, sino en los símbolos que empleaban para enseñar las grandes ideas. Sin embargo, poco a poco fueron perdiendo los Misterios su importancia primitiva, hasta desaparecer o, por lo menos, ocultarse. "Día vendrá, ¡oh, hijo mío! -dice el Tres veces grande Trimegistus-, en que los misterios contenidos en los sagrados jeroglíficos egipcios no vendrán a ser más que ídolos. El mundo entonces tomará equivocadamente por dioses a los santos emblemas de la ciencia, y acusará al Egipto de haber adorado a monstruos infernales. Pero aquellos que de semejante modo nos calumnien adorarán a la Muerte en lugar de adorar a la Vida; seguirán a la locura en vez de practicar la sabiduría; atacarán al amor y a la fecundidad; a manera, de reliquias, llenarán sus templos con huesos de hombres muertos, y en soledad y llanto malograrán a su juventud. Sus vírgenes serán viudas (monjas) antes de ser esposas, y ellas se consumirán en el dolor porque los hombres habrán despreciado y profanado los sagrados misterios de Isis.24 Cuentan, por su parte, los clásicos romanos que cuando Cicerón regresó, ya iniciado en los Misterios de Eleusis, y fué preguntado acerca de sus impresiones respecto de ellos, hubo de decir que las inefables enseñanzas en ellos recibidas no podía revelarlas a los profanos; pero que, desde el día feliz en que recibió sus secretos, había ya adquirido el pleno y personal convencimiento acerca de la continuidad de la conciencia más allá de la tumba; ES DECIR, QUE HABÍA MATADO A LA MUERTE MISMA. Así se explican las alabanzas que a la regeneración espiritual o nuevo nacimiento operado por los Misterios, consagró después, en unión de tantos otros ilustres romanos, según enseña el propio historiador César Cantú. Abundando en las mismas ideas recibidas en los Misterios, Pablo habla, pues, de "la muerte y de su mentira" en iguales términos que Cicerón, diciéndonos clarísimamente en el capítulo XV de su célebre Epístola primera a los de Corinto: "Mas alguno preguntará: -¿Cómo resucitarán los muertos? ¿En qué calidad o clase de cuerpo han ellos de resucitar? -y yo les respondo: -¡Necio!; lo que tú siembres, si antes no muere, no te reivindicará. Así, cuando siembras, no siembras ya hecha la planta que ha de ser, sino el grano desnudo, que es semilla. Mas Dios ha dado su propio cuerpo a cada una de las semillas, pues que no toda carne es una misma carne: una es la de los hombres, otra la de las aves y otra la de los peces. Hay, pues, cuerpos celestiales y cuerpos terrestres, y sus glorias respectivas son muy distintas. Una, en efecto, es la claridad de! sol, otra la de la luna y otra la de las estrellas, y aun hay diferencia de estrella a estrella en la claridad. Así también la resurrección de los muertos: se siembra en corrupción, y se resucitará en incorruptibilidad; se es sembrado en vileza, y se resucitará en gloria; se es sembrado en flaqueza, y se resucitará en vigor; se es sembrado cuerpo animal, y se resucitará cuerpo espiritual; porque si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. Por eso está escrito: "Fué hecho el Adán primero en el alma viviente, y el postrer Adán en espíritu vivificante. El primer hombre hecho de la tierra es terreno y e! segundo hombre, del cielo, es celestial; porque cual es la tierra, así es lo terreno, y cual es e! cielo, así es lo celestial. Trajimos, pues, lo terreno, y llevaremos la imagen de lo celestial... He aquí que os digo un misterio: Todos ciertamente resucitaremos, mas no todos seremos mudados. En un abrir y cerrar de ojos sonará la final trompeta: los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos mudados, porque es necesario que esto que es corruptible se vista de incorruptibilidad, y esto que es inmortal se vista de inmortalidad, y cuando esto que es inmortal fuese revestido de inmortalidad, se cumplirá la palabra que está escrita: "Tragada ha sido la muerte en la victoria." ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh intrusa, tu aguijón?" y como si pudiese quedar duda acerca del carácter constructivo o iniciático con e! que hablaba, e! incomprendido Apóstol, antes de decir todo esto, había cuidado de preparar el terreno consignando, a guisa de prólogo de tan sublimes verdades, estas frases del capítulo In, que se prestan también a las más serias meditaciones acerca de la diferencia esencial que en punto a tales cuestiones existe siempre entre iniciados y profanos: "Yo, hermanos, no os puedo hablar como a hermanos espirituales, sino como a hombres carnales, como a verdaderos párvulos de Cristo; porque, habiendo aún envidias y contiendas entre vosotros, ¿no es así que todavía sois carnales y andáis según el hombre? Por eso os di a beber leche- y no vianda... Como sabio arquitecto, eché el cimiento para que otros edifiquen sobre él... ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el espíritu de Dios mora en vosotros?" Semejante lenguaje de Pablo no es otro que el empleado por Jesús hablando de los Misterios iniciáticos o Reino de los Cielos, como es fácil ver consultando el capítulo XIII del Evangelio de San Mateo, donde se dice exactamente lo mismo, después de exponer la hermosísima parábola del sembrador, parábola que, por resultar perfectamente aplicable a la semilla que queremos sembrar con este libro, nos será permitido reproducir: "1. En aquel día saliendo Jesús se sentó en la orilla del mar.25 - 2. Y se llegaron a él muchas gentes, por manera que entrando en un barco se sentó en él, quedando toda la gente en la ribera.26 3. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: "He aquí que salió un sembrador a sembrar. - 4. Y cuando sembraba, cayeron algunas semillas junto al camino y vinieron las aves del cielo y se las comieron. - 5. Otras cayeron en lugares pedregosos en donde no tenían mucha tierra, naciendo al punto por lo mismo que no tenían tierra profunda. - 6. Mas, en saliendo el sol, se secaron y quemaron porque no tenían raíz. - 7. Otras cayeron entre espinas y, creciendo las espinas, quedaron ahogadas. - 8. Y otras, cayendo en tierra buena, rindieron, al fin, su fruto: una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta. - 9. El que tenga oreja para oír, que oiga. - 10. Mas, los discípulos, llegándose a él, le dijeron: "¿Por qué les hablas por parábolas?" - 11. A lo que el Maestro les respondió: "Porque a vosotros tan sólo os es dado el saber los misterios del Reino de los Cielos, cosa que aún no es dado a ellos. - 12. Pues al que tiene, a ése se le dará y tendrá más, pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. - 13. Por eso les hablo por parábolas, porque viendo, no ven, y oyendo, no oyen ni entienden. - 14. Cumpliéndose en ellos la profecía de Isaías que dice: vuestro oído .oirá, y no entenderéis, y vuestro ojo verá, y no veréis.27 - 15. Porque el corazón de este pueblo se ha hecho más grosero y ha cerrado sus ojos para no ver, y tapado sus orejas para no oír, y apartado de mí su corazón para no ser convertidos y sanados.28 - 16. Mas, bienaventurados vuestros ojos, porque ya ven, y vuestros oídos, porque ya oyen.17. Vosotros, pues, oíd la palabra del que siembra. -18. Cualquiera que escucha la palabra del reino de Dios y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que se sembró en su corazón: éste es el que fué sembrado junto al camino. -19. Mas el que fué sembrado sobre las piedras, éste es el que oye la palabra, y por el pronto la recibe con gozo. - 20. Pero no tiene en sí raíz, antes es de poca duración, y cuando le sobreviene tribulación y persecución por la palabra, se escandaliza luego. - 21. Y el que fué sembrado entre espinas, éste es el que oye la palabra, pero los cuidados de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y queda infructuosa. - 22. Y el que fué sembrado en tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende y lleva fruto: y uno lleva a ciento, otro a sesenta y otro a treinta." Llegados aquí, no podemos menos de preguntarnos: ¿Por qué tamaña coincidencia entre todas las religiones del mundo? Y la contestación no puede ser otra que ésta: -Porque todas las religiones, como derivadas de un primitivo Tronco, guardaban como el más preciado de sus misterios prácticos el de la única arma que verdaderamente puede matar a la Intrusa. CAPÍTULO VI. EL DIVINO PLATÓN Y SU "MAYÉUTICA" El lazo conector entre Platón y Pablo. - Platón y los más ilustres pensadores modernos. - Opiniones de Joweu, Erdmann, Hum, Dumast, Ramús, Emerson - y otros. - El libro de un catedrático español. - Ojeada general acerca de la vida del gran filósofo. - Sus viajes y persecuciones. - Su Academia, - Los "Diálogos" platónicos. -Clasificaciones de Hermann y de Schleiermacher.Unas cuantas ideas acerca de la Justicia, con cargo al "Fedón" y al "Gorgias". - La buena y la mala oratoria. - La justicia, único Sendero de Salva. ción. - Verdadero concepto trascendente de la "mayéutica" platónica _n Platón y San Pablo. - La diosa Hygicia. - Las revelaciones del Teeteto. - Plutarco y sus "Cuestiones platónicas". - La metempsicosis pitagórica o el ciclo y camino recorrido por el espíritu humano entre la TIerra y el Sol - Solsticios y equinoccios psíquicos. - Cómo y por dónde nacemos a la vida espiritual preparada por la mayéutica. - La ciencia moderna empieza a tener vislumbres acerca de estas cosas trascendentes. Uno de los mejores pasajes de San Pablo es el relativo a la mayéutica de Platón: aquel en que dice que la criatura humana está sujeta por los Arcontes o Potestades del Aire -las "Aves" de Aristófanes- a una verdadera esclavitud en este mundo sublunar, esclavitud de la que habrá de ser libertada algún día "matando a la muerte misma". Por eso, añade, "todas las criaturas gimen y están como de parto durante esta vida, con gemidos inexplicables", esperando su liberación de la cárcel de esta mal llamada vida, que no es sino un continuo morir y un anhelar continuo hacia una vida superior, acerca de la cual el hombre menos evolucionado tiene siempre un vislumbre en esos momentos "apoteóticos" en los que se siente algo muy por encima de ese mundo semianimal con el que está ligado por sus necesidades físicas y por sus pasiones inferiores. Antes. sin embargo, de estudiar la mayéutica platónica, hay precisión de decir algo acerca de Platón, el hombre más representativo de todo el mundo de-Occidente, y de cuyas ideas derivan todas cuantas constituyen nuestra decantada cultura. "Platón, dice el cultísimo catedrático señor Mazorriaga29, pertenece a la categoría de esos poquísimos genios cuyas obras brillan con belleza y juventud inmarcesibles, siendo cada día más estimadas y mayor su influencia, según vamos capacitándonos para comprenderlas y estimarlas, porque aúnan, en íntimo consorcio, único hasta hoy, los primores más exquisitos del arte literario con las inspiraciones más profundas y nobles de la filosofía y de ciencias numerosas, siendo, además de insuperables cuadros dramáticos, inexhausto! depósitos de nobilísimas ideas y orientaciones para una cultura total, y lo que vale aún mucho más, armónica: "Sin Platón, no hay ni Aristóteles, ni Carneades, ni Agustín", ha dicho Th. Gomperz en su Die griechische Denker. "De Platón acá, todo el pensamiento occidental es Platón", ha añadido H. P. Blavatsky. Por eso "no se puede entender a Platón sin ser teósofo". A Platón, en efecto, al alma del Iniciado Platón, no se han podido acercar los más sabios helenistas europeos, quienes, sin darse cuenta, sólo han conseguido caricaturizarle, como aquel profesor Jowett, catedrático de Oxford y traductor de sus Diálogos, que se atreve a decir, pedante, que el Maestro sigue un método antifilosófico (antifilosófico, por supuesto, según la lógica aristotélica, única seguida hasta aquí por los doctos), "pasando bruscamente de las personas a las ideas y a los números, y de éstos a aquéllas, soñando con figuras geométricas y perdiéndose en un flujo y reflujo mental, aunque anticipando a veces grandes verdades, cual inspirado por potestades divinas" . "Platón, añade Mazorriaga, es ,un autor lleno de mitos poéticos y profundos; de alusiones a personas, obras, instituciones y costumbres desconocidas por completo para la generalidad. Añádase el aspecto científico de sus Diálogos; su gracia serena, su ironía terrible, su cortés afabilidad y su no igualada profundidad de concepto, y se comprenderá por qué el mundo debiera saludar su memoria siempre, como nosotros lo hacemos, Con aquellas inmortales palabras de Dante a Virgilio, en el canto II de la Divina Comedia: ¡tu, duca; tu, signore; e tu, maestro!" Desde los días de aquel mártir de Ramús, que sacrificó su felicidad y casi su vida por demostrar a las pedantes Universidades escolásticas que Platón era el único, y su tan ponderado discípulo Aristóteles, un mero, aunque talentudo falsificador de las doctrinas salvadoras del Maestro30, los eruditos europeos se han dado a traducir los Diálogos de Platón, atendiendo, por supuesto, siempre más a su letra que a su espíritu, y preparando con ello, quizá, la venida algún día de otra pléyade de teósofos doctos que se encarguen, a su vez, de profundizar en semejante espíritu, y de demostrar su origen iniciático y su derivación consiguiente de Sabiduría Primitiva de las Edades, o Teosofía, merced a los tan discutidos viajes que el Maestro hiciese en su juventud por Egipto, Persia e India. Con ello, los sabios extranjeros no han hecho sino seguir las huellas de españoles del medioevo como aquel Constantino Lascaris, profesor de griego de las hijas de Alfonso V de Aragón, y cuyos manuscritos, junto con el Catálogo de don Juan Iriarte, y con los demás que yacen en nuestra Biblioteca Nacional y en la de El Escorial y otras, sólo aguardan hombres cultos y teósofos que se consagren a la titánica labor de darlos al mundo para la efectiva salvación de los hombres. Este genio admirable, "gloria y afrenta al par de la humanidad". como dice Emerson, señala por sí solo una cumbre tal de iniciática cultura que, como consigna Edmundo de Erdmann en las páginas 701 y 725 de su Edición de los Diálogos Platónicos (Berlín, 1840). "si alguien lograse reducir a sistema la doctrina del Maestro, haría al género humano el más señalado de los servicios". Razón semejante ha movido al doctísimo Hum para decir, en fin, respecto del divino griego: La Filosofía es Platón y Platón es la Filosofía, puesto que ningún sajón ni latino ha podido añadir una sola idea a sus maravillosas Categorías. Por eso, Emerson (Platon or the Philosopher) le llama a Platón El hombre representativo por excelencia. Por eso también el teósofo verdadero, a diferencia de los científicos al uso, que toman la letra de Platón y no su espíritu que vivifica, no se contentan con estudiar eruditamente a Platón, sino que, asimilándose en sus doctrinas, hacen lo posible por vivirle31. Como dice un autor, la Filosofía Platónica, en efecto, es el compendio más completo de los sistemas abstrusos de la India antigua. Aunque han transcurrido veintidós siglos y medio desde la muerte de Platón, las grandes inteligencias del mundo todavía se ocupan en sus escritos, porque él era el intérprete del mundo, en el sentido más completo de la palabra, y su Filosofía, la Filosofía más grande de la era pre-cristiana, que reflejó fielmente en sus obras, con su expresión metafísica, el espiritualismo de los filósofos védicos que le precedieron en miles de años. "Vyâsa, Jaimini, Kapila, Patanjali y muchos otros transmitieron sus indelebles huellas a través de los siglos, por conducto de Pitágoras, a Platón y a su escuela. Así queda confirmada la inferencia de que la sabiduría revelada a Platón y a los sabios indos fué la misma. ¡Divina y eterna ha de ser la sabiduría que así sobrevive a la acción del tiempo! Así, pues, si a menudo desfiguró la Teología a la antigua Teosofía, la Psicología y Ciencia modernas han desfigurado a la antigua Filosofía. Ambas se inspiraron, sin reconocerlo, en la Sabiduría antigua, y la vilipendiaron y rebajaron siempre que pudieron hacerlo. Por falta de comprensión de los grandes principios filosóficos y teosóficos, los métodos de la Ciencia moderna, aunque exactos, han de acabar en la nada. En ninguna materia puede demostrar el origen y fin de las cosas. En vez de deducir el efecto de su origen primitivo, marcha en sentido contrario. Enseña que sus especies superiores han evolucionado todas de otras inferiores que las precedieron. Parte de lo bajo del ciclo, guiada paso a paso, en el gran laberinto de la Naturaleza, por un hilo de Materia. En cuanto éste se rompe, pierde el norte y huye temerosa de lo Incomprensible, confesándose impotente. No procedían así los filósofos antiguos. Para ellos, como para nosotros, las especies inferiores son sólo las imágenes concretas de especies abstractas superiores. El espíritu, que es inmortal, tiene un principio aritmético, así como el cuerpo lo tiene geométrico. Ese principio, como reflejo del gran Archeaus Universal, muévese por sí mismo, y desde el centro se difunde sobre el cuerpo entero del microcosmo. ¿Es acaso la triste percepción de esta verdad, cuyo reconocimiento y adopción por parte de cualquier hombre de Ciencia resultaría ahora mortal, la causa de que tantos sabios y estudiantes ilustres confiesen la importancia de la Ciencia Física, aun tratándose del mundo. de la materia?.." "¡Cuán grande sería para nosotros el beneficio de los Diálogos platónicos -continúa diciendo Mazorriaga- si con la gracia serena, la ironía, la cortés afabilidad y la profundidad de conceptos que campean en ellos nos adiestrasen en conversar, y no en charlar ni en vociferar! Y es que en la época moderna, agobiados por las exigencias económicas, el afán insensato del lujo, la lucha brutal por unos ideales que no merecen tal calificativo y miles de preocupaciones más a causa de la errada orientación en las ideas fundamentales, directoras de nuestra vida, la hemos desquiciado, acabando con la vida culta de relación, la conducta afable y cortés, la fraternidad humana, el Derecho y tantas otras cosas que se creían ya patrimonio firme y común de todos los pueblos que se llaman civilizados... Pues bien, estos Diálogos tan artísticos y dramáticos son la representación más genuina de ese aticismo delicado, sin dejar su elevación. Platón quiere convencernos, y lo consigue, de que sus personajes conversan finamente y no disertan como pedantes. Para conseguirlo no emplea la dialéctica ni aun para los problemas .filosóficos de mayor profundidad." Y no se tome esta última frase en el mero sentido retórico, sino en todo el alcance trascendente que la palabra "salvación" tiene en las religiones todas, ya que, según dijo Luciano en su Epigrama XII -ateniéndose como tantos clásicos a la escuela platónica-: "Las riquezas del alma son las únicas verdaderas, pues a la mayoría de las restantes les acompaña la 'afición, y por eso, al que logra hacerse superior a las seducciones de los bienes del mundo debe llamársele rico y hasta opulento, nI? como esotros desdichados que se consumen calculando el modo de amontonar febrilmente la riqueza, cual la triste abeja que recoge la miel para otros"32. El divino Platón nació, según unos, en la isla de Egina, y según otros, en Atenas, en la primavera del año 428 ó 427, antes de nuestra Era. Corría entonces uno de los períodos más aborrecibles y difíciles para los pueblos griegos, ya en plena decadencia, gracias a la terrible guerra del Peloponeso, y a la plaga de sofistas que parecían encargados, como en nuestros propios días, de volverlo todo del revés haciendo odiosa la verdad y adorable la mentira bajo la máscara de un falso arte sin ideal ni moralidad, aquellos hombres malditos, ignorantes, politicastros egoístas y criminales demagogos cuya seudofilosofía se cifraba en estos tres cánones de perdición, que resaltan en el Diálogo del Gorgias: a) La Verdad verdadera es incognoscible siempre para el hombre; b) aunque la conociésemos intuitivamente, no la podríamos demostrar, y c) y aunque la demostrásemos, no nos sería de ninguna utilidad, por todo lo cual, no debemos buscar lo bueno, lo justo, lo armónico, sino lo agradable, lo cómodo y lo práctico, ni más ni menos que lo que a los seres irracionales vemos realizar invariablemente. Recibió Platón, sin embargo, desde sus más tiernos años aquella educación integral y admirable tantas veces descrita en sus Diálogos, sobre todo en el Protágoras y en la República y las Leyes, que distan aún muchísimo de alcanzar esas naciones espejo de ciudadanía moderna como Inglaterra y Noruega. De semejante educación es base la sofrosine, o sea ese propio dominio integral de nuestras facultades que nos hace caminar serenos y en paz interior, sean cuales fueren las circunstancias y los eventos de la fortuna. Su verdadero nombre es Aristóteles; "Platón" es más bien un apodo, según unos, por la anchura de sus hombros; según otros, por la de su frente y lo profundo de su inteligencia. Por lo grandioso de su elocución, recibió, según Teofastro, el sobrenombre de "el divino", pues, como añade Olimpodoro, "las abejas del Pentélico labraron en su cuna un dulce panal entre sus labios." . No contaba veintiún años de edad cuando fué recibido discípulo por Sócrates, "el Maestro de la unidad de Dios y la inmortalidad del alma humana, verdades demostrables, según la escuela de Xenócrates, Spensipo y Crantor, con la misma exactitud de un teorema de Geometría". Se ignora, sin embargo, si asistió al momento sublime en que el Maestro bebió la cicuta para expiar con su muerte el gran crimen de corromper con tales ideas a la demagógica e ignorante juventud de aquellos atenienses que persiguieran igualmente a Anaxarco por haberse atrevido a sostener el absurdo de que el Sol era tan grande como la tercera parte "del Peloponeso". Muerto el Maestro Sócrates, la tradición hace viajar a Platón por la India. Persia, Caldea, Palestina, Egipto, Cirenaica, Megara, la Magna Grecia y la isla de Sicilia, donde recibió enseñanzas complementarias de otros iniciados, y de aquí el panteísmo trascendente de Diálogos como el de Parménides. Las enseñanzas de las escuelas de Euclides, Zenón, Teodoro, Parménides, Heráclito y sobre todo de Pitágoras. completaron, pues, entre otras, el desarrollo de aquella mentalidad poderosa, que en los restos de esa Fraternidad iniciática pitagórica conservados por Philolao y Architas de Tarento, pudo al fin recibir la verdadera luz de la sabiduría primitiva reflejada después en sus obras todas. Dión de Siracusa, cuñado del tirano Dionisio el antiguo, llevó a Platón a Sicilia. Dión creía que, gracias a la filosofía adiestradora en la virtud, que a Platón caracterizaba, se inflamaría el espíritu del tirano, para la felicidad de su pueblo; pero acaeció, como era natural, precisamente todo lo contrario, pues el tirano hizo salir del reino al filósofo, con encargo especial de que se le matase en alta mar. Polis, el encargado de tal hazaña, se limitó a vender a Platón como esclavo a los eginenses, cosa equivalente casi a matarle, según el odio que estos últimos guardaban para con los de Atenas. Aníkeris de Cirene, sin embargo, le libertó, comprándole, y así pudo Platón, de regreso a su patria, emprender la magna labor escrituraria que le ha inmortalizado y fundar la famosa Academia que tantísima influencia ha ejercido de entonces acá en el mundo entero. Durante casi veinte años agrupó en torno suyo Platón a lo más florido de la juventud griega y aun extranjera. Al cabo de aquéllos fué llevado de nuevo a Sicilia por el vicioso Dionisio el Joven, para intentar acaso allí la implantación de algunas de las redentoras ideas políticas con tanta lucidez expuestas en La República. Poco tardaron los cortesanos de nuevo en intrigar contra Platón hasta conseguir, bajo pretexto de honrarle, verle preso en la ciudadela de Siracusa. Allí, sin embargo, dominó Platón al tirano hasta el punto de transformarle de "sangrienta fiera en dócil corderillo", consiguiendo, al fin, que le dejase regresar a su país. Tras él vino asimismo a Atenas su fiel discípulo Dión de Siracusa. Tercera vez fué llevado luego Platón a Sicilia y tercera vez corrió gran peligro su vida. Regresando a poco y ya definitivamente a Atenas, acaso hubo de convencerse de las sublimidades de su República -que algunos creen reflejo fiel de las propias costumbres de la sepultada Atlántida en la época de su poderío33, y escribió Las Leyes, "su testamento político", con ese criterio de guía para esta humanidad gregaria, servil y cobarde que ya veremos también tras las enseñanzas de San Pablo, uno de los platónicos más admirables que ha conocido el mundo. Murió físicamente Platón en el año 348 o bien en el 347, pero si hay alguien con derecho no a desaparecer, a cambiar "las viejas vestiduras de la carne" por las radiantes y fúlgidas del cuerpo glorioso, este alguien es el divino Platón, el gran adoctrinador de los pueblos occidentales que ahora empiezan nada más a comprenderle. En cuanto a los prodigiosos Diálogos platónicos, y pese a las acerbas críticas de Huit y a las conclusiones formuladas por autores más recientes en vista de nuevos descubrimientos, la clasificación de ellos hecha por C. F. Hermann en su Geischichte und System der Platónischen Philosophie (Heidelberg, 1838) satisface bastante al entendimiento por la circunstancia de apoyarse en el criterio histórico y de seguir paso a paso con aquéllos la accidentada vida del autor. Partiendo, dice Mazorriaga, de un lógico y progresivo desenvolvimiento de la mente platónica, establece, en efecto, Hermann los tres siguientes períodos34: Período primero o socrático, que abarca hasta la muerte de Sócrates, en el que Platón no parecía sino glosar las enseñanzas de éste, y hasta el viaje segundo a Megara. Con cargo a semejante período, tenemos catorce diálogos, a saber. Hipias, el menor; Ión, Ahibiades 1°, Parménides, Lisis, Laques, Protágoras, Eutidemo, la Apología, Gritón, Gorgias, Eutifrón, Menón, e Hipias, el mayor. Segundo período. Desde el viaje de Platón a Megara hasta su regreso del gran viaje a Italia y a Sicilia, viaje en el que trabó conocimiento con los restos de los pitagóricos en la Magna Grecia y adquirió los luminosos fragmentos de Philolao y Architas, que completaron su iniciación. Platón, en este período, aparece influenciadísimo por la matemática de Euclides, Teodoreto de Cirene y otros sabios, de aquellos que, según frase de la época, "de tanto calcular tenían empolvado de tiza el palacio de Siracusa". A dicho período corresponde el Gratilo, el Tuteto, el Solista, el Político y Parménides, sustituyendo claramente en estos seis Diálogos la espléndida poesía anterior por una dialéctica de matemáticos vigores de refutación imposible. Tercer período, que abarca desde los cuarenta años de Platón hasta su muerte, a los ochenta años próximamente. Este período último cuenta con los mejores y más iniciáticos de todos los Diálogos, a saber: Phedro, Menexeno, el Banquete, Phedon, Philebo, la República, el Timeo, el Critias y las Leyes. Por supuesto, en dichos nueve Diálogos campean ya soberanas las enseñanzas pitagóricas y, con la clave que hoy poseemos, gracias a las doctrinas de Oriente, aportadas por la Teosofía, pueden verse los antiguos misterios a través del velo que su autor, ligado por el juramento iniciático, tenía forzosamente que correr. No obstante ello, las alusiones son tan transparentes que, en algunos de ellos, como los cuatro últimos, se nos da la vida entera del pueblo atlante, sepultado en el mar por tres sucesivas catástrofes, pero vivo aún en el mito, al que tanta importancia diera por ello el Maestro35. Aunque se haya evidenciado, como pasa en todos, los defectos propios de la clasificación anterior, ella es adaptable en cierto modo a la reciente de Schleiermacher, que separa a los Diálogos elementales (Fedro, Protágoras y Parménides), y los intermedios (Teeteo, el Sofista, el Político, el Fedón y el Filebo), de los fundamentales o constructivos, alma de toda la enseñanza platónica y de la que son típicos la República, el Timeo y el Critias. La cuestión, en fin, relativa a la autenticidad de los Diálogos se sale por completo del marco de este capítulo y puede verse además en los tratados especiales. Ella, por otra parte, revela que, al igual de lo que aconteciese con Hermes y otros iniciados, los numerosos discípulos de Platón tuvieron a grandísima dicha el bautizar algunas de sus obras con cargo a los inmortales Diálogos Platónicos. ¿Cuál de estos Diálogos, son, pues, los más auténticos, y, sobre todo, los más recomendables? La respuesta es tan difícil, que sólo puede dársela el propio lector una vez que los haya saboreado todos. El Fedón y el Gorgias han sido tenidos en toda la antigüedad clásica como el mejor resumen de la doctrina platónica. El segundo, sobre todo, como dice Mazorriaga, es un insuperable canto a la Justicia -esa Justicia tan alta y tan inadmisible en nuestros tristes tiempos de nepotismo y de favoritismo inconfesable- que establece el apotegma de que (Moral a Nicómaco) "la verdad es preferible a todo en este mundo, incluso a los deberes familiares", lema idéntico al del Maharajá de Benarés, que hemos adoptado los teósofoso Es, además, el Gorgias "la sublimación moral de la oratoria, considerándola no como fin, en sí misma, sino como una de las más poderosas armas para el perfeccionamiento moral y colectivo; la apología más convincente y enérgica del varón justo, y la refutación de esas teorías brutalmente materialistas y utilitarias todavía tan en boga para vergüenza de la humanidad; la exaltación, en suma, de la justicia como sal que evita la corrupción del mundo y de la Verdad y del Orden, para indagar el verdadero fin de nuestra breve vida sobre la Tierra -el gnóscete ipsum socrático del Alcibíades primero-; el elogio, en fin, de la Oratoria buena y del orador digno de tal nombre, que emplea su divino don suasorio para mejorar a sus oyentes, al par que a sí propio se mejora con ellos, y la condenación, en fin, de la pérfida y corruptora maldad que hoy solemos conocer bajo tal nombre"... ¡Lástima grande que los límites que nos hemos trazado en este libro no nos permitan entrar en el fondo de semejante Diálogo, de más actualidad en nuestros tiempos que en los viejos del Maestro Platónl La distinción entre la fe, o mejor dicho, la buena fe (Pistis) y la ciencia (máthesis) lleva a la Oratoria al campo del verdadero "jurisconsulto", o sea de aquel que, según el Derecho Romano, tiene noticia de todas las cosas divinas y humanas, al par que ciencia de lo justo y de lo injusto, con lo cual se ponen frente a frente las dos concepciones troncales de la vida, a saber: la socrática basada en el predominio de la inteligencia y las virtudes, en especial de esa mesura, armónica e integral del hombre recto que se llama sofrosin a (?????), y la teoría utilitaria, hija de la sofística, basada en lo más triste de nuestra naturaleza animal, o sea en el instinto y en la fuerza no encauzados ni supeditados a la razón ni el Derecho, cosa de la que tan dolorosa experiencia acabamos de tener con la Gran Guerra. Diremos, pues, tan sólo que la cuarta y última parte del Gorgias, consagrada al juicio de las almas, es una suprema alegoría, influída acaso por el Ritual funerario egipcio, y en la que se evidencian los resultados felices o fatales que en la vida de ultratumba tienen la una o la otra orientación aquí abajo de nuestra conducta. Llégase así a esta conclusión, que debiéramos grabar de un modo indeleble en nuestra conciencia psicológica: El cometer injusticias debe ser aún más cuidadosamente evitado que el ser víctima de ellas, procurando más el ser justo en público y en privado que el, hipócritamente, parecerlo, porque la injusticia es de tal naturaleza, que hasta los criminales, para cometerla, precisan establecer previamente entre sí una como sombra de justicia, o "justicia de radio corto", sin la cual despojan, porque la justicia -al tenor del aforismo hindú- es como la madera de sándalo que perfuma al hacha misma que la corta. Así -concluye Sócrates sus exhortaciones a Calicles, o sea "al de la vieja y falsa doctrina egoística"- siguiendo este camino único es como, después de la muerte, puede lograrse una vida dichosa, o sea puede "matarse a la muerte", como nos ha dicho ese excelso discípulo de Platón al que llamamos "el Apóstol de las gentes". Si, pues, en el grado humano más ínfimo, o sea el del crimen, aÚn somos justos, con sombra de justicia, para nosotros mismos y para nuestros compañeros de fechoría, y en el grado más alto de la escala de perfección "aún peca siete veces al día el justo", ¿cómo dudar de que la justicia es la única ley social, y de que los grados de la humana perfectibilidad, la única verdadera categoría social, se mi. den por el radio de nuestra justicia; radio que en el caso más triste abarca, sin embargo, a nuestras cosas y las de nuestros cómplices, y en el grado supremo estrecha en un magno abrazo a la Humanidad entera sin distinción de razas, credo, sexo, casta o color, como enseña la Teosofía y como está cantada en la magna oda de Schiller, base a su vez de la Novena Sinfonía de Beethoven, el mártir? Subiendo a estas alturas, nuestra torpe pluma no puede ya seguir. Además, lo que pudiera decirse acerca de la eudemonología, o sea la felicidad deparada al hombre justo en la otra vida, está asimismo dicho en otro diálogo, el del Filebo, que de este modo viene a completar al Gorgias, si es que el Gorgias en sí mismo no resultase completísimo e insustituible36. Vengamos ya, pues, a la mayéutica, tema después tratado por San Pablo, y con el que comenzamos y cerraremos este capítulo. Ninguna de las enseñanzas de Platón ha sido tan mal comprendida por los comentaristas como la de la llamada mayéutica socrática expuesta en los diálogos de Platón, especialmente en el Teeteto. Plutarco, en la primera de sus Cuestiones Platónicas o comentarios a la doctrina del Maestro, nos habla extensamente acerca de dicha mayéutica o "arte de partear las almas que durante su vida terrestre, y a despecho de las sugestiones del mundo ignaro, están naturalmente preñadas de verdad", esas almas bienaventuradas de antemano, por cuanto, como diría el Evangelio, habrán de ser hartas, porque han hambre y sed de bondad y de justicia. Sujetos como estaban lo mismo Platón que Plutarco por el juramento del siglo iniciático prestado al penetrar en los Misterios, hablan ellos de este asunto de un modo velado, obscuro, como si, más que declarar la verdad pura contenida en el simbolismo de la mayéutica, "se limitasen (Mazorriaga, Platón, nota 145) a inspirar en sus oyentes unos comienzos de dudas acerca de lo que nos rodea aquí abajo; unos como primeros dolores de parto mental para hacer renacer a nuestras almas a una vida superior de la que antaño cayésemos, y acerca de la cual la propia mayéutica, como ciencia innata no descubierta por los hombres, no era sino una reminiscencia -y de aquí la etimología de la palabra educación, equivalente a educere, sacar, despertar lo que yace dormido a través de las vidas físicas sucesivas, en el fondo ignoto de nuestro inconsciente-. De esta suerte, el Maestro despertaba en aquellas tamañas ideas que todos hemos recibido de la Naturaleza. A semejante arte supremo le llamaba alegóricamente Sócrates, según Platón, el arte del comadrón psíquico, o parteador de "las almas buenas"; de esas almas místicas que Y3l:en como en prisiones, aherrojadas en su propio cuerpo físico, anhelantes siempre, sin embargo, de volar a la mansión de ultratumba, naciendo para una segunda vida en cuerpo espiritual, a la manera como del claustro materno ya nacimos a esta nuestra actual vida física. Porque todo el ciclo de existencia que conocemos se reduce en verdad a la muerte o expulsión de cada organismo. que así es segregado de otro organismo padre-madre al que debemos la respectiva vida, y a la vida, o embarazo, en un segundo organismo que recibe el nombre de madre siempre. Por ejemplo: la célula espermática formada en el organismo masculino, y viviente en él durante un período, muere para este organismo padre en el momento de ser ella sembrada con la fecundación en otro nuevo organismo femenino. Todo organismo vegetal, animal o humano es, pues, concebido femeninamente en un organismo anterior al tenor de las leyes de la nutrición y de la vida, y es expulsado masculinamente de aquella vida anterior para vivir una nueva en un organismo subsiguiente o madre, que si femeninamente le recibe, masculinamente le lanza o deposita en el amplio seno de una segunda madre, la Madre-Tierra, que nos recibe y sustenta desde la cuna al sepulcro. Pero tal serie, cual sucede con todas las demás series según lo que llevamos analógicamente establecido en anteriores capítulos, no se interrumpe aquí, sino que nuestra ignorancia, más que nuestros groseros sentidos físicos, no nos permite ya seguida en toda su olímpica magnitud e increíble sublimidad. En efecto, esa misma Madre-Tierra y ese mismo organismo que ella nos ha formado e incrementado desde el nacimiento hasta la plenitud de la edad viril, llegada la madurez psíquica que se llama vejez -salvo los casos más o menos excepcionales de muerte temprana o violenta en los que el dicho fenómeno se precipita- nos lanza masculinamente al espacio naciendo de la matriz de nuestro propio organismo, a la misteriosa región de Paersephone, o la Luna, al tenor de lo que ya vimos respecto a la distinción entre los diferentes componentes del Hombre en los textos de Plutarco y de otros. También, en fin, más adelante hay algo -o sean los principios superiores de Atma-Buddhi-Manas, o Divina tríada del Hombre- que es devuelto masculinamente desde la Luna al Sol, para cerrar el ciclo inmenso que, al tenor de la iniciación, cierra ese Vagabundo, "ese Cometa" psíquico y físico de nuestro ser, cuya órbita tiene su perihelio espiritual y su solsticio en el Sol; su afelio espiritual y su otro solsticio de invierno en la Tierra, mientras que los dos equinoccios de primavera y de otoño radican en esa región lunar que es la efectiva puerta de entrada de la dicha eterna Tríada humana, y también luego la puerta de salida... Y no se repute esto como un mero tropo, sino como una realidad que pasma por su propia excelsitud. Para las propias ciencias modernas de la astronomía y la geología, ya el par estelar de la Luna con la Tierra, y esta última desde sus diversas atmósferas hasta las capas sólidas y fluidas que parecen envolver a su metálico núcleo, no son sino las capas sucesivas de un gigantesco huevo de dos yemas, huevo que abarca en sí a la Luna y a la Tierra física, huevo astronómico de Brahma, que por el estudio comparado de las estrellas dobles, las variables, las temporarias, de un lado, y de otro por el de los cometas, ha de evidenciamos en día no lejano algo muy hondo respecto de la generación y la biología de los mundos. Dejando, sin embargo, todo lo que referirse pueda en el problema a la parte cosmogónica, y limitándonos a la meramente antropológica, que es igual a aquélla, aunque en radio más reducido (microcosmos) , podemos añadir que, dentro de la polaridad orgánica existente entre el sistema sexual o polo negativo de nuestro cuerpo físico y el sistema mental o polo positivo del mismo, puede establecerse una importantísima correlación, no ajena ya del todo a nuestros conocimientos anatómicofisiológicos, y base, además, de todo el mecanismo físico, no espiritual, de la mayéutica. Por el primer polo, o polo negativo, nacemos, en efecto, y por el segundo, o polo positivo de la mente, morimos; es decir, nacemos a la segunda vida, pero naceremos a esta última con una preparación mayéutica mayor o menor, según el empleo bueno o malo, justo o injusto, que hayamos hecho aquí abajo de nuestras facultades superiores de razón, sentimiento y voluntad, dado que toda deficiencia de ellas tenida aquí, en la Tierra, habrá de ser suplida o rectificada en los primeros tiempos de la post-mortem, cosa ya intuída por las religiones mismas con sus infiernos, "purgatorios" y "cielos", de los que no nos han dado sino vagas descripciones. Pero, ¿hay algo en nuestro organismo corpóreo que aludir pueda a una como "matriz", de donde habremos de desprendernos para volar a aquella nueva vida? Sí. Dicha "matriz" existe. Está formada por esa región de los centros cerebrales que tiene hacia adelante a la glándula pineal y la epífisis, y hacia atrás a la hipófisis, constituyendo el conjunto, según no ignoran los anatómicos, una como miniatura de sistema sexual masculinofemenino. Y es tanta su importancia y tal su carácter generador, que hasta la moderna opoterapia obtiene de la glándula del vástago pituitario un jugo, la Pituitrina, de un beneficioso empleo heroico en los partos difíciles. Ahora bien: la etimología misma de la palabra mayéutica no es sino la de maya buddhista, es decir, la de "ilusión", "sombra", "proyectiva", y el propio arte de la mayéutica o "arte de partear las almas", no es sino el arte supremo que tiene que emplear el Instructor o Maestro para hacernos comprender, como lo han comprendido los míticos de todos los tiempos y países, lo ilusorio, lo mayávico de aquesta nuestra vida física, como sombra o proyectiva de extra vida superior y ulterior, para la que el Maestro nos prepara con sus consejos y enseñanzas, sin perjuicio de ser nosotros y sólo nosotros, los encargados de poner en práctica luego las teorías que el Maestro nos enseñó. Así se pueden explicar con meridiana claridad, no sólo cuanto llevamos visto con cargo a los Diálogos platónicos, sino frases de San Pablo, de tanta oscuridad hasta aquí para los comentaristas, tales como aquella del capítulo IV de la Epístola a los Gálatas, en la que el Apóstol dice a sus discípulos: "¡Heme aquí, hijos míos, que otra vez estoy de parto, hasta que Cristo -el Espíritu o Yo Supremo del hombre- sea formado en vosotros...!" En efecto: todo efectivo Maestro ha pasado dos veces por el laborioso parto que supone la mayéutica: la primera al tiempo de su iniciación en las dichas Verdades Superiores de la vida de ultratumba, y la segunda al tiempo de iniciar luego al discípulo en la misma doctrina. Esta, y no otra, es también la enseñanza que Platón expone en su Phoedrus acerca de todo lo que el hombre era en otro tiempo y lo que otra vez podrá volver a ser: "Antes de que el espíritu del hombre -dice- se encenagase en la sensualidad, y fuese encarnado en la misma, gracias a la pérdida de sus alas, vivía entre los dioses en el mundo aéreo (o espiritual), en donde todo es puro y verdadero", y en el Timoeus añade: "Hubo un tiempo en que la humanidad no se perpetuaba como hoy, sino que vivía como espíritus puros", sentencia análoga a la de Jesús, cuando dice que los hombres en el mundo futuro "ni se casan ni son dados en matrimonio, sino que viven como los Ángeles de Dios en los Cielos". Las Escuelas eleáticas de Grecia -Pitágoras, Anaxágoras, Platón, etcétera-, igual que los antiguos colegios sacerdotales caldeos, enseñaban las doctrinas de la doble evolución, refiriéndose la transmigración de las almas únicamente a los progresos del hombre de mundo en mundo después de su muerte en éste. Los esenios -dice Josefo- creían que las almas eran inmortales y que descendían de los espacios etéreos para ser unidas a cuerpos de carne. Filón, judeo, dice que el aire está lleno de estas almas, que desean ya volver a vivir en éstos... El propio Zohar nos presenta al alma resistiéndose a volver a perder así su libertad, y diciendo al Señor del Universo: "Yo soy feliz en este mi mundo, y no deseo descender a ese otro en donde volveré a ser una sierva expuesta a toda clase de mancillas", a lo que la Deidad afirma el eterno ciclo de la inmutable Ley de Necesidad, diciéndole: "Contra tu voluntad te encerrarás en el embrión, y contra tu voluntad has de nacer". Nada, en efecto, es inmutable, salvo la Deidad Oculta, y nada de cuanto es finito puede permanecer estacionario, sino que debe progresar o retroceder, y, por otra parte, la luz sería incomprensible sin el contraste de la oscuridad que la pone de manifiesto, ni el bien sería bien sin el mal, ni la virtud personal misma podría pretender mérito alguno, a menos de haber pasado antes por las pruebas de la tentación. Continuemos en otro capítulo con ese gran platónico que se llamó Saulo o Pablo. CAPÍTULO VII. PABLO, EL INICIADO CRISTIANO37 El "Apóstol de las gentes", según el P. Scio. de San Miguel. - Saulo y su maestro Gamaliel. - Una opinión del profesor Wider. - Pablo, ciudadano romano y adorador de "El Dios Desconocido", de los griegos. - Pablo y el "Velo" religioso mosaico. - Pablo, cabalista. - Las "Potestades del Aire" y sus luchas contra el candidato a la Iniciación. - Pablo y "la cárcel" de Platón. - Dualismo cruel del hombre mientras en la Tierra habita. - El "lenguaje de Sabiduría" hablado entre los "perfectos". - La promesa de la resurrección. - Pablo y las doctrinas de Oriente. - El Dios interior nos ha de resucitar. - Otras enseñanzas iniciáticas del Apóstol. - El encuentro en el camino de Damasco. - "Apostasía" y "anastasis". - Lo que sobre todo esto dice la Maestra H. P. B. Leyendo con la atención que ellas merecen las sublimes enseñanzas iniciáticas transcritas en el capítulo anterior, acerca de la verdad, al par que de la mentira de la muerte física, no podemos menos de preguntamos: ¿Quién es ese hombre sublime, ese Apóstol de las gentes, que con tan sabia gallardía se expresa respecto al problema más hondo que desde luengos siglos avasalla a las mentes de los hombres no iniciados en la Antigua Sabiduría? ¿Quién es ese eximio cristiano que de tan prodigiosa manera nos hace retornar la vista hacia los misterios, aparentemente perdidos, que antes fuesen el alimento espiritual de esos pueblos gigantes que se han llamado la Ario-India, la Persia, el Egipto, la Grecia primitiva, y de otros, aún más antiguos, de los que la historia vulgar ya no tiene ni memoria siquiera? Un libro como el presente, que trata, simbólicamente, del problema de "matar a la muerte", al tenor de las frases mismas de la citada Epístola primera de San Pablo a los de Corinto, tiene que otorgar por fuerza al gran Iniciado de Tarso una atención especial. Saulo, después Paulo o Pablo, nació de padres judíos, en Tarso de Cilicia -dice la advertencia general sobre las epístolas de San Pablo del Padre Scío de San Miguel38-. Los naturales de Tarso gozaban el derecho de ciudadanos de Roma, y Pablo, instruído en las letras hebreas desde sus más tiernos años, se aplicó luego al estudio de las griegas, que florecían en su patria con tanto primor como en la misma Atenas. Para perfeccionarse más en las doctrinas de la ley y en las tradiciones de los ancianos, pasó a Jerusalén, y siguiendo la escuela de los fariseos, salió eminente, bajo la dirección y magisterio del célebre Gamaliel, y se mostró siempre ardiente celador del judaísmo, hasta el tiempo de su maravillosa y extraordinaria con. versión... Pasó de ciudad en ciudad y de provincia en provincia por las regiones principales del Oriente, fundando iglesias, ordenando obispos y ministros y predicando el Evangelio o "la Buena Nueva" en todas partes con inmensas fatigas; pero también con inmenso fruto y con la más rápida y admirable propagación de la Religión cristiana, como se refiere puntualmente en los Hechos de los Apóstoles, desde su conversión hasta su traslación a Roma, adonde fué conducido por la apelación que interpuso al César. Los dos años que estuvo preso en aquella ciudad, tuvo libertad de predicar e instruir en la fe a cuantos concurrían a él... Salió libre Pablo, por fin, de la acusación contra él lanzada, y emprendió nuevos viajes para alumbrar también a las naciones del Occidente, que estaban sepultadas en las tinieblas de la idolatría. Una de las principales que ilustró por este tiempo, conforme a lo que ya tenía prometido, fué nuestra España, la cual, con la visita de tan grande apóstol, adelantó mucho en la doctrina evangélica que poco antes había recibido. Desde estas provincias volvió a las de Oriente, y después de haber predicado el Evangelio en Candía, dejó a su discípulo Tito en aquella isla y partió para Palestina y luego a Colosa y a Éfeso. Visitó las iglesias de Macedonia, en especial la de Filipos y también las de Troades y Mileto, las de Antiochia de Pesidia y las de lconio y Listro... “...No contento Pablo en sus dilatadas peregrinaciones con instruir a las gentes de su tiempo, extendió su celo a los ausentes y a todos los siglos venideros dejando explicada a los fieles la doctrina evangélica y los misterios del Cristo en unas catorce cartas, veneradas siempre por toda la Iglesia como dictadas por el Espíritu Santo para la común edificación... Otros muchos escritos se publicaron en los primeros siglos, y se atribuyeron a San Pablo, pero la Iglesia sólo ha tenido por legítimos y canónicos los de sus catorce cartas a los thesalonicenses, gálatas, corintios, romanos, efesios, filipenses, colosenses, hebreos y a Filemón, Tito y Timoteo, sus discípulos. En la lectura de estos documentos hallarán los fieles aquella doctrina que aviva la fe, enciende la caridad y excita en los corazones dóciles un tierno y fuerte amor al Señor. Todos los Padres de la Iglesia fueron muy aficionados a los escritos del gran Apóstol de las gentes, y particularmente San Juan Crisóstomo, en quien se puede ver lo que aquí se omite". Por lo transcrito, inspirado, como es sabido, en la ortodoxia cristiana, se adivina que lo que el Apóstol de las gentes enseñaba, por encima tanto del ya desacreditado y grosero paganismo vulgar como del naciente y todavía mal fijado cristianismo, era sencillamente la Doctrina Secreta tradicional, o Sabiduría primitiva comunicada en los Misterios Iniciáticos con cargo en la cadena interminable de Instituciones que vienen desde los tiempos de esplendor de la Atlántida hasta nuestros días, instituciones contra las que nada pueden en verdad las envidias y calumnias de los profanos perversos, las de la revelación o doble velo tendido sobre aquellas primievales y eternas enseñanzas, únicas que pueden traer de nuevo al mundo la Edad de Oro algún día. Así se explican tanto los hechos de su vida como todas sus extrañas aserciones, tan mal entendidas de ordinario. El espíritu de Pablo, en efecto, se inflamó en Atenas viendo a la ciudad entregada a la idolatría. Algunos filósofos epicúreos y estoicos disputaban con él y se decían: "¿Qué nos quiere decir este charlatán?" . .. Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo entonces: "Varones atenienses, en todas las cosas os veo archisupersticiosos, pero, recorriendo vuestros simulacros religiosos, he visto un ara en la que estaba escrito: "Al Dios Desconocido y sin nombre". Este, pues, que vosotros adoráis es el que yo os anuncio. El Dios que hizo al mundo y a cuantas cosas hay en él, y que, siendo Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos fabricados por la mano del hombre, puesto que en Él vivimos, somos y nos movemos, como muchos de vuestros poetas han dicho"... Oyendo esto, unos hacían burla y otros simplemente le decían: "Te oiremos otro día acerca de esto" (Hechos, XVII, 16-34). Mas Dionisio el Areopagita creyó y quedó justificado. Pablo, por tanto, predicaba la tradicional doctrina de los misterios iniciáticos griegos y antegriegos respecto del Dios Desconocido y de su Eterna Ley... "Ley no escrita con tinta, sino con espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en la carne del corazón". Por eso añadía (II Corintios, c. III): "Hablamos con esperanza y confianza, y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro... Aun en el día de hoy cuando los israelitas (el vulgo) leen a Moisés, el velo sigue puesto en el corazón de ellos, velo que será quitado cuando se convirtieren al Señor, porque el Señor es Espíritu y allí donde el Espíritu mora, allí hay libertad. Así, registrando nosotros a cara descubierta la gloria del Señor, de claridad en claridad, somos transformados en la imagen misma del Espíritu del Señor". Toda la tarea, pues, del gran Apóstol de las gentes se cifraba en descorrer este gran Velo Religioso -Velo de Isis, que nosotros diríamos- enseñando a Dios "en Espíritu y Verdad", o sea iniciando en altísimos misterios del Reino de los Cielos39. Por eso el Apóstol se expresa, asimismo, como el más perfecto cabalista y ocultista oriental hablando concreta y taxativamente de las sílfides, elementales, aves o potestades del aire, naturales enemigos del candidato o aspirante a la iniciación y que tratan de avasallarle, después que éste ha conseguido remontar por sobre las miserias humanas que le esclavizan al mundo y a la carne. Véanse, si no, en la Epístola primera a los de Éfeso (c. V, v. 12), frases como éstas, que jamás han sido bien interpretadas por los comentaristas, pero cuyo alcance apreciará por completo el lector que previamente se haya hecho cargo de lo que en el capítulo II llevamos dicho acerca de las simbólicas Aves, de Aristófanes: "Porque nosotros -los Iniciados, los Perfectos, dice- no tenemos ya que luchar contra la carne y la sangre -es decir, contra las pasiones vulgares- sino contra los arcontes, los gobernadores de las tinieblas de este mundo; contra los espíritus de maldad en los aires". Estas ideas se repiten, poco más o menos en diversos pasajes, tales como en los versículos 11-15 de la Epístola a los Colosenses, y en la Epístola a los hebreos (II, 5-8), en la que se dice: "No sometió Dios a los Angeles el mundo venidero del que os vengo hablando, y por eso alguien ha dado testimonio diciendo: "¿Qué cosa es el hombre, Señor, que así te acuerdas de él, y que habiéndole hecho un poco menor que los Angeles, le has coronado de honra y de gloria y le has constituído sobre las obras de sus manos poniendo todas las cosas bajo sus pies?" Para aclarar aun más esto último añade poco después: "Cristo -el Dios Interior- participó de nuestras mismas cosas para destruir con su muerte al que tenía el imperio de la muerte" (ib. 14-15) , es decir, al Príncipe de las Potestades del Aire, al jefe de las aves o elementales del repetido poema griego, cosa, por otra parte, que revela cómo participaba el Apóstol de la doctrina gnóstica relativa a las emanaciones y que sabía harto bien además que este Arconte (que tantos puntos de contacto tiene con el Ilda-Baoth ofita y el Jehovah hebreo), no era sino una especie de "Adversario" del Lagos platónico y del Logos de Juan evangelista, dentro de esa consideración dualista acerca del Bien y del Mal que todos los pueblos occidentales han heredado del parsismo de los últimos tiempos, cuando esta gran religión del "Fuego" o más bien de la "Pureza" había ya perdido sus viejos esplendores atesorados en los Naskas o "libros vascos", "libros atlantes" y otros que se atribuyen al simbólico Zoroastro. "Vosotros -dice asimismo en el capítulo II de la Epístola a los de Éfeso, continuando el tema de las "Potestades negras"- estabais muertos por vuestros pecados, en los que andabais en otro tiempo conforme a los hábitos de este mundo y a la tiranía del Príncipe de las Potestades del aire, que es el espíritu que ahora reina sobre los hijos de la infidelidad... Mas Dios nos resucitó con Cristo, sin el que estabais en aquel tiempo... derogando de los preceptos la ley para formar los dos un hombre nuevo... etc." Compréndese bien por esto el que se extienda tanto Pablo acerca del cruel dualismo que entraña la vida del hombre sobre la Tierra. "No sé cómo entenderme, enseña, porque no hago lo bueno que anhelo, sino lo malo que aborrezco; pero en el mero hecho de que realizo aquello que no quiero, apruebo la bondad de la Ley, reconociendo que no soy yo ya quien obra aquello, sino el mismo pecado que obra en mí. Por un lado sé que no mora en mi carne lo bueno, puesto que, aun notando que el amor a lo bueno está en mí mismo, no alcanzo el cómo realizarlo. Yo, en efecto, me deleito en la ley divina, según mi hombre interior (mi Ego o mi Yo, que dirían los emanantistas), pero en mis miembros todos veo otra ley que contradice a la Ley de mi voluntad y me esclaviza a la ley del pecado, que está en mis miembros. ¿Quién, pues, desgraciado de mí, me librará del cuerpo de esta muerte, de la muerte que es este cuerpo? Porque si bien con el espíritu sirvo a la ley de Dios, con la carne no sirvo sino a la del pecado" (Rom. VII, 15-25). Esto, en suma, no es sino el conocimiento perfecto de los planos de conciencia de los que nos habla la literatura teosófica40. En otras Epístolas añade con igual espíritu: "La ley no es el pecado, pero yo no conocí el pecado hasta que conocí la ley, porque no conocería que la concupiscencia es tal concupiscencia, si ignorase la ley que me dice: "No codiciarás". Sin la ley, el pecado no existe, y cuando, después de haber vivido yo sin ley en otro tiempo, vino a mí el precepto de la ley, revivió el pecado. Así yo he sido muerto al nacer, y el mandamiento que parecía dado para vida, fué hallado serme para muerte, porque desde que nací soy carnal, y la leyes espiritual". (Romanos VII, 7-14). Pero el Apóstol de las gentes, conocedor, "como Maestro Arquitecto" que es (I Corintios, cap. II), de aquella trascendente geometría relativa a nuestra prisión en la cárcel de nuestra carne, y a nuestra liberación después con la muerte, dice, aludiendo a nuestro Cristo interior, que yace crucificado en el fondo de nuestra conciencia: "En comparación de la gloria que habrá de manifestarse en nosotros después de la muerte, nada son nuestros actuales trabajos. La criatura está sometida a su servidumbre por fuerza y no de grado, pero ella, al fin, será libertada de la corrupción de su servidumbre a la libertad gloriosa de los hijos de Dios" (Rom. VIII, 18-21). Y luego, aludiendo a la mayéutica de Platón o arte de nacer a la vida futura, y de la que hablaremos pronto, añade: "El gran deseo de la criatura es aquella libertad del mañana glorioso, porque la criatura está sujeta a la vanidad de las cosas de este mundo, no de su grado o gusto, sino por aquel que la sometió con la esperanza de liberarla algún día de la servidumbre de la corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios, porque sabemos que todas las criaturas gimen y están de parto durante su vida... esperando, como nosotros, la redención o liberación de nuestro cuerpo..., liberación que el mismo Espíritu pide en nosotros con gemidos y anhelos inexplicables... Así a los que amaron a Dios y son llamados santos, a esos mismos predestinó, y a los que predestinó llamó, y a los que llamó justificó, y a los que justificó glorificó"41. (Rom. VII, 19-30). "Así como Jesucristo resucitó de muerte a vida, así también resucitaremos nosotros... Nuestro viejo hombre ha sido crucificado con Cristo, por lo que también juntamente con Cristo resucitaremos y viviremos... No ofrezcáis, pues, vuestro cuerpo mortal al pecado, sino a Cristo, como resucitado de entre los muertos... Porque los gajes del pecado son la muerte, mas la justicia es vida perdurable en Cristo Nuestro Señor" (Romanos, VI)... "Mientras estábamos en la carne, la ley del pecado obraba en nuestros miembros para. dar fruto a la muerte, mas ahora ya estamos emancipados de la ley de la muerte, en la cual estábamos presos, porque en lugar de servir a la vejez de la letra, servimos ya en novedad al espíritu", o como dice el texto griego: "Estamos ya libres de la ley del pecado, habiendo muerto a aquello en que yacíamos presos" (ib., VII, 5 y 6) . Luego se remonta a las alturas iniciáticas, añadiendo con típico lenguaje ocultista e iniciado en los Misterios: "Mi predicación no consistió en palabras del humano saber, sino en demostración de espíritu y de virtud. Esto, no obstante, entre los perfectos hablamos sabiduría, mas no sabiduría de este siglo, ni según los príncipes de este siglo, que han de ser destruídos, sino Sabiduría de Dios en Misterio o sea Teosofía; la sabiduría que se halla oculta, y que, para nuestra gloria, está dispuesta por Dios desde antes de los siglos; sabiduría que, como secreta, no conoció ninguno de los príncipes de este siglo; sabiduría, en fin, de la que está escrito: "El ojo no vió, el oído no oyó, ni el corazón humano alcanzó a saber lo que preparó Dios para aquellos que le aman y que Él nos lo reveló por su Espíritu, porque el Espíritu lo puede escudriñar todo, aun hasta las mismas profundidades de Dios, porque nosotros -en la iniciación, por supuesto- hemos recibido el Espíritu que es de Dios, no el espíritu de este mundo... Mas el hombre animal no puede percibir las cosas que son del Espíritu de Dios, sino que le resultan locuras, y no las pueden entender por cuanto se juzgan por los ojos de la carne y no con los del espíritu" (I Corintios, cap. II). Todo cuanto antecede es un lenguaje puramente iniciático, por eso el profesor A. Wilder, editor de los Misterios Eleusinos, de Taylor, ha podido hacer notar, según nos enseña H. P. B., la analogía que hay entre Jesús y Pablo, al clasificar su doctrina en exotérica y esotérica, o sea el lenguaje de las parábolas para la multitud, y el de los Misterios del Reino de los Cielos para sus discípulos42. En los Misterios Eleusinos y en otros, dice la Maestra, los participantes estaban siempre divididos en dos clases: neófitos y perfectos. Los primeros eran admitidos algunas veces a la iniciación preliminar: la dramática representación de Ceres o el alma descendiendo al Hades (la vida material, como caída), pero solamente a los perfectos les era concedido el aprender y gozar de los Misterios del divino Elysium, la celestial mansión de los bienaventurados, siendo incuestionable que este Elysium era la misma cosa que "el Reino de los Cielos". El contradecir esto es, sencillamente, el cerrar los ojos a la verdad. Las propias frases de Pablo en su Segunda Epístola a los Corintios (XII, 3 y 4) ha sorprendido a varios hombres de ciencia bien versados en las descripciones de los místicos ritos de la iniciación, dados por algunos clásicos. Ellas, en efecto, aluden a la epopteia final iniciática (Misterios Eleusinos, de Taylor), al decir: "Yo conozco a cierto hombre (si en el cuerpo o fuera del cuerpo yo no lo sé, pues sólo Dios lo sabe), el cual fué arrebatado al Paraíso, y oyó cosas inefables (arreta remata) que no le es lícito al hombre el repetir". Semejantes palabras han sido consideradas por los comentaristas como alusión a las beatificas visiones de un vidente iniciado, pero la fraseología es inequívoca, porque estas cosas, "que no es lícito repetir". están indicadas en las mismas palabras, y la razón para ello no es otra que la tantas veces dada por Platón, Proclo, Jámblico, Herodoto y otros clásicos. "Nosotros hablamos SABIDURÍA solamente entre aquellos que son PERFECTOS". dice Pablo, o sea "nosotros hablamos de las finales y más profundas doctrinas esotéricas de los Misterios o de la Sabiduría, únicamente entre aquellos que están iniciados". Así, pues, en lo que se refiere al "hombre que fué arrebatado al Paraíso" -y que era evidentemente el mismo Pablo, como afirma Cirilo de Jerusalén-, la palabra cristiana Paraíso ha reemplazado a la "pagana" Elysium. Para completar la prueba, podemos recordar las palabras de Platón, que nos enseñan que, antes de que un iniciado pudiera ver a los dioses en su purísima luz, tenía que libertarse de su cuerpo, o sea separar del mismo a su alma astral (Phoedrus, 64) . Apúleyo (Asno de Oro, XI) describe de igual modo su iniciación en los Misterios de Isis. diciendo: "Yo me aproximé a los confines de la muerte, y habiendo pisado los umbrales de Proserpina, volví, llevado a través de todos los elementos. Así, yo vi, en medio de la noche, brillar al Sol con luz esplendorosa. juntamente con todos los dioses infernales y celestes, y. aproximándome a ellos, les tributé adoración. Jesús, por tanto, lo mismo que Pitágoras y otros hierofantes reformadores, dividió sus enseñanzas en exotéricas y esotéricas, dividiendo a sus discípulos en neófitos hermanos y perfectos, ,aunque su vida fué demasiado corta para permitirle establecer una escuela regular que le fuese propia. ni iniciar a ningún otro apóstol. excepto a Juan, quizá. (Isis sin Velo, tomo II. cap. III). Siguiendo luego San Pablo con su tarea de "matar a la muerte", con la plena certidumbre de una ulterior resurrección. nos dice: "Sabemos, que para cuando esta nuestra casa terrestre sea deshecha, tenemos de Dios un edificio, no hecho por mano humana, y que durará siempre en los cielos. Por eso gemimos aquí deseando ser revestidos en el cielo de aquella habitación, y mientras estamos en este tabernáculo actual, gemimos porque no queremos ser despojados de él, sino revestidos. Mas Dios nos ha dado la prenda del espíritu. y por ello vivimos siempre confiados, sabiendo que aunque estamos en este cuerpo actual, vivimos ausentes del Señor, andando por fe y no por visión directa. Tenemos, no obstante, confianza, y preferimos el ausentarnos, aun en vida, de este cuerpo, y estar presentes al Señor. Por eso procuramos, ora ausentes, ora presentes, el serle agradables, porque es necesario que todos seamos manifestados ante el Tribunal de Cristo para que cada uno reciba según lo bueno o lo malo que estando en este cuerpo haya hecho" (Epístola II a los Corintios, cap. V, vs. 1 al 10). Ciertos pasajes de San Pablo son gemelos de otros en el Bhagavad Gita, como no podía menos de suceder tratándose de enseñanzas iniciáticas. Así refleja en diversos lenguajes toda la amargura con que Arjuna, al ver formadas enfrente de él las huestes de sus hermanos y amigos, le dice exasperado a Krishna: "¡Govinda, no quiero pelear!" En efecto, esa misma amargura destila de los versículos l a 3 del capítulo IX de la Epístola a los Romanos, cuando en ella se dice: "No miento: digo verdad en Cristo, según el testimonio de mi conciencia en el Espíritu Santo, que me asalta grandísima tristeza y que sufro continuo dolor en mi corazón, pues que por amor de mis hermanos, que son mis deudos según la carne, yo mismo desearía ser anatematizado por Cristo". Y ese holocausto augusto al Dios Interior o Christos que mora en cada uno de nosotros, y que es la característica del efectivo "Sacramento Eucarístico", aparece clarísimo también en pasajes como aquel que dice: "Por la misericordia de Dios, os aconsejo, hermanos, que ofrezcáis vuestros cuerpos a Dios -a vuestro Dios Interior- en hostia viva, santa y agradable, según el culto racional que le debéis, es decir, no conformándoos con este siglo, sino reformándoos en espíritu. . . Sabed con templanza, en la medida de vuestra fe -es decir, sin permitir que el conocimiento se adelante al sentimiento-. Amaos recíprocamente como hermanos; sed gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación y perseverantes en vuestras oraciones o nobles' deseos; gozaos con los que se gozan, y llorad con los que lloran, sintiendo entre vosotros una misma cosa, como miembros que sois unos de otros, no blasonando de cosas altas, sino antes bien acomodándoos a las más humildes y no devolviendo mal por mal, ni dejándoos vencer de lo malo, sino antes bien venciendo al propio mal con el bien" (Rom., XII). Semejante consorcio místico del alma humana con el divino Espíritu que la cobija hace prorrumpir a Pablo en esta catarata fecunda de sentencias, que parecen arrancadas de los Upanishads brahmánicos: -"Un pan43, un solo cuerpo somos todos aquellos que participamos de un mismo Pan Eucarístico" (I Cor., X, 17). -"Ningún hombre será justificado por las obras de la Ley, porque la misma Ley no es en sí sino el conocimiento del pecado" (Romanos, III, 20). -"Los dones, según la Ley, son como reflejo y sombra de las cosas celestiales. Al propio Moisés le fué dicho: "Haz todas las cosas según el modelo que en el Monte Santo se te mostró" (Heb., VIII, 5) . -"Me veo estrechado por dos partes. Por un lado, siento deseos de ser desatado de la carne; mas por otro me es necesario el permanecer aún en la carne para aquí serviros" (Fil., I, 23 y 24) . -"Nuestros padres todos también estuvieron bajo la nube -es decir, la vida terrestre-, y todos pasaron, sin embargo, la mar" -o sea "todos fueron glorificados" (I Cor., X, 1)44. -"Nosotros, en esta vida, somos entregados a la muerte a cada paso por Jesús -el Cristo Interior- para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal; pero estando ciertos de que resucitó Jesús, también Jesús nos resucitará" (II Corintios, IV, 11 a 14). -"Ninguno oprima ni engañe a su hermano, porque no nos llama Cristo para inmundicia, sino para justificación, y así el que desprecia a su hermano no desprecia a un hombre, sino a Dios, que ha puesto en él como en nosotros a su santo Espíritu". -"El Señor dijo que en las tinieblas es donde resplandece la luz. Así, él mismo resplandeció y resplandecerá en nuestros corazones para nuestra propia iluminación. Tenemos además este tesoro en frágiles vasos de barro (nuestro cuerpo) para gloria de la virtud de Dios" (II Cor., IV, 6 y 7) . -"Cuando fuí niño -es decir, profano en los Misterios del Reino de los Cielos- pensaba y sentía como niño y como niño hablaba; mas cuando llegué a hombre di de mano las cosas infantiles, y os digo: "Ahora vemos estas cosas como en espejo en aquesta oscuridad -la proyectiva de las dimensiones ulteriores-, pero luego habremos de verlas cara a cara". Ahora conocemos sólo en parte, mas entonces CONOCEREMOS" (múltiples pasajes en todas las Epístolas, y en Hebreos, XI) . -"Ya sabéis bien que el día del Señor vendrá cual un ladrón de noche45, porque cuando más crea estar el impío en paz y en seguridad le sobrecogerá repentinamente la muerte como los dolores a la mujer que está encinta, y entonces ya no escapará. Vosotros, pues, hermanos, no continuéis en tinieblas. para que semejante día no os sorprenda como ladrón, pues que no en vano sois hijos del día y de la luz" (Tes., V, 1 al 5) . -"A aquel que obra no se le cuenta el jornal por gracia, sino por justicia; mas al que no obra y cree en .aquel que justifica al impío, su misma fe le será imputada a justicia también. La promesa de Dios a Abraham no fué por mera ley, sino por la propia justicia salvadora de la fe" (Rom., IV, 4 al 13). -"Justificados por la fe46 -fides, confianza, creencia-, tengamos paz con Dios por Cristo nuestro Señor" (ib., V, 1). -"Nosotros nos gloriamos en la esperanza de la gloria de los Hijos de Dios" (íb., V, 2). -"Por fe fué trasladado Henoch para que no viese la muerte, y no fué hallado porque le trasladó Dios"47 (Heb., XI, 5). -"Por fe moró Abraham como en ajena tierra en la tierra prometida, porque esperaba inconmovible vivir algún día en la Ciudad Santa, cuyo Arquitecto fundador es Dios"48 (Heb., XI, 9 y 10). -"Por fe fueron formados los siglos por la Palabra o Verbo de Dios, para que fuese así hecho visible lo invisible" (Heb., XI, 3). -"La ley no fué puesta para el justo, sino para el injusto" (Tim., I, 9). -"Es justa la condenación de quienes hacen el mal para que venga el bien" (Rom., III, 8). -"Las fauces de ellos son como sepulcro abierto. Ellos no conocieron nunca el Sendero de la Paz" (íb., III, 13 al 17). -"¡Oh, hombre! Cuando juzgas a otro te condenas a ti mismo al hacer luego esas mismas cosas que en tu hermano condenaste" (Romanos, 11, 1). -"No os venguéis, porque escrito está que al Señor -la ley o el Karma- es a quien corresponde sólo la venganza, dado que también está escrito: "¡Yo pagaré y cobraré!" (Rom., XII, 19). -"Dice el Señor: "Dando mis leyes en la mente de los hombres, las escribiré también sobre su corazón..., y así todos me conocerán, desde el mayor hasta el menor" (Heb., VIII, 10). -"Dice también el Señor: "Este es mi pacto con los hombres: escribiré mis leyes en sus entendimientos y en sus corazones, y nunca jamás me acordaré de las antiguas maldades de ellos" (Heb., X, 16). -"El primer tabernáculo, el Tabernáculo de Moisés, fué un santuario temporal..., mas en el santuario segundo -en el de nuestra Conciencia : una vez al año se ve al Maestro" (Heb., IX, 1 Y 7). -"Limpiaos de la vieja levadura para que seáis una levadura nueva para elaborar panes ácimos de sinceridad y de verdad" (1 Corintios, V, 7). -"El Señor castiga al que ama y azota a todo aquel a quien recibe por Hijo" (Heb., XII, 6). -"No apaguéis los fulgores del Espíritu, ni despreciéis las profecías. Guardaos de toda apariencia de mal; examinadlo todo y abrazad lo que creáis bueno" (Tes., V, 17 a 21). -"Hay que buscar la Paz que sobrepuja a todo entendimiento" (Fil., IV, 7). -"Entregados somos a la muerte cada día como ovejas para el matadero; mas de todas estas miserias triunfaremos por Aquel que nos amó" (Rom., VIII, 36). -"Toda alma está sometida a las Potestades superiores... -¿Quieres, no obstante, no tener nada que temer de ellas? -Pues haz sólo lo que es bueno y lo que es justo" (íb., XIII, 1 a 3) . -"No quiero, hermanos, que ignoréis por más tiempo este misterio: que la ceguedad ha caído en parte a Israel y que ella continuará hasta que vuelva la plenitud de los tiempos" (Rom., XI, 25). -"A mí, que soy el menor de los adeptos, me ha sido dada la gracia de predicar a las gentes las investigables riquezas del Cristo" (Efesios, III, 8). -"Tú que duermes, ¡despiértate y levántate de entre los muertos para que te alumbre Él" (ib., V, 14). -"Cristo está en nosotros como hijo en su propia casa, la cual casa somos nosotros con tal que nos mantengamos firmes hasta el fin en la confianza y en la esperanza" (Heb., III, 6). -"Vosotros sois templo de Dios vivo, porque Él ha dicho: "Moraré y andaré con vosotros, y vosotros seréis mi pueblo" (II Cor., VI, 16) . -"Cristo, despojando a los Principados y Potestades, os sacó a luz triunfando de ellos en sí mismo" (Colos., II, 15). -"La palabra de. Dios es viva y eficaz, y más penetrante que espada de dos filos, puesto que alcanza a operar la división del alma y del espíritu" (Heb., IV, 12). -"Andad siempre en Espíritu y así os emanciparéis de los deseos de la carne, porque la carne, a su vez, codicia contra el Espíritu, siendo entrambas cosas contrarias entre sí. Cuando logréis, pues, andar guiados por el Espíritu, no estaréis ya bajo el imperio de la ley (Gál., V, 16 a 18) -"Despojaos del hombre viejo que está en vosotros. Renovaos en el Espíritu de vuestro propio entendimiento y vestíos del hombre nuevo... y no contristéis al Santo Espíritu de Dios, en el cual estáis ya sellados para ser liberados en el día de la redención" (Efes., IV, 23 Y 30). Por supuesto, cuantas sentencias van transcritas son todas del más puro sabor iniciático, como corresponde a un heredero directo de las doctrinas cabalistas de los esenios a las que se habían amalgamado las viejas doctrinas pitagóricas seguidas en Asia Menor tanto o más que en la propia Grecia de aquel tiempo. El encuentro de Pablo con su Maestro, en el camino de Damasco, completó con la nueva levadura cristiana dicho desarrollo iniciático del gran filósofo de Tarso de Cilicia49. Esto fué tanto mejor para el mundo cuanto que, como dice Gibbon en su Historia de la decadencia del Imperio Romano, en aquella época todas las religiones habían llegado a ser para el vulgo igualmente verdaderas; para el filósofo, igualmente falsas, y para el gobernante, igualmente útiles, La razón no estaba lo bastante madura para regirse por sí misma, y sentía la necesidad de un yugo espiritual. La multiplicidad de religiones concentradas en Roma favorecía la predisposición a una creencia que calmara la confusión, Los mil y un pueblos sometidos al cetro de los Césares anhelaban el retorno a la creencia en el Dios Desconocido, que tan gallardamente fue recordada por San Pablo a los de Atenas", Pablo, pues, como diría un clásico griego, nos salvó de la vieja apostasía, llevándonos paternalmente a las alturas de la anastasis, cosa que merece también una explicación, pues que la apostasía es la muerte y la anastasis la vida nueva, matadora de la muerte misma, La condición natural u ordinaria del género humano -dice la Maestra H. P. B.- era llamada en griego apostasía (?????????) y la condición nueva anastasis (?????????), Con Adán vino la primera, o sea la muerte, y con Cristo viene la segunda, o sea la resurrección, al enseñar éste "la Noble Senda" que conduce a la Vida Eterna, de modo igual a como Buddha indicó el mismo sendero hacia el Nirvana, Para lograr semejante fin sólo existe un medio, según la enseñanza de entrambos: pobreza, castidad, contemplación, o sea plegaria interna, y desprecio de todas las pompas, vanidades e ilusorios goces de este mundo, "Entrad en esta senda y poned fin al pesar, Yo os predico el Sendero que he hallado para destruir los dardos del dolor, dice el Dharmapada, Vosotros, por vosotros mismos, debéis hacer el esfuerzo, pues que los Buddhas son únicamente predicadores, Los manús (pensadores) que entran en el Sendero son libertados de Mara, la gran Mentira o Ilusión", "Entrad por la puerta estrecha, dice a su vez Jesús, porque ancha es la puerta y amplio el camino que conduce a la destrucción, Seguidme, pues"," y luego añade: "Quien oye estos proverbios y no los practica es como hombre sin juicio" (Mateo, VII y VIII), Yo, por mí mismo, nada puedo hacer (Juan, V, 30), "Los cuidados de este mundo y la ilusión de las riquezas ahogan la palabra" (Mateo, XIII, 22), dice el cristiano: únicamente rechazando toda ilusión es como el buddhista, a su vez, dice poder entrar en el Sendero, "Sendero que le conducirá fuera de las inquietas y turbulentas olas del océano de la vida para arribar a la tranquila Ciudad de la Paz, que es la dicha real y el augusto reposo del Nirvana". "Tómese a Pablo -dice en otro lugar H. P. B.-, léase lo poco de original que de él ha quedado en los escritos atribuídos a ese hombre valiente, honrado y sincero, y véase si alguien puede encontrar una palabra en los mismos que demuestre que Pablo quería dar a entender por la palabra Cristo algo más que el ideal abstracto de la divinidad personal existente en el hombre. Para Pablo, en efecto, Cristo no es una persona, sino una idea encarnada. "Si algún hombre existe en Cristo, él es una nueva creación", él ha renacido, como sucede después de la iniciación, porque el Señor es Espíritu: el Espíritu del hombre, Pablo, pues, fué el único apóstol que. alcanzó a comprender las ideas secretas contenidas en las enseñanzas de Jesús, aunque jamás estuvo en él. Pero Pablo había sido iniciado y resuelto a inaugurar una amplia reforma que abrazase a toda la humanidad, colocó sinceramente sus propias doctrinas muy por encima de la sabiduría de los tiempos; por encima de los antiguos Misterios y de la final revelación epóptica. ¡Por eso es Pablo, añadimos nosotros, el Apóstol por antonomasia! ¡EL ÚNICO!. . . CAPÍTULO VIII. LA HISTORIA Y LOS "JINAS" Conclusiones deducidas de los capítulos anteriores. - Una palabra que no está en los diccionarios. -. Una lamentable definición de la Real Academia Española. - ¿Quiénes son los "jinas"? - Un pasaje del orientalista Anquetil, respecto de los magos de Persia. - Los janos, indiatis, jainos o jinas, y su rebeldía. El simbolismo del humano poder. - ¡Desvanecidos por maya hipnótica!- Un caso análogo de "jinas" consignado en la Historia de México de Fr. Diego Durán. - El emperador Moctezuma el viejo quiere enviar una embajada a la "tierra de sus antepasados". - Se ponen en acción todos los magos del reino. - La entrevista con la madre del dios Huitzilopochtli. - El porqué de nuestra miseria y nuestra ceguera. - ¡Mortales inmortales! - Los hombres, al volver a saber esta verdad perdida, lloran con Moctezuma y Tlacaelel nuestra triste caída en la cárcel de esta vida transitoria. Para no cansar ya más al lector con cosas relativamente abstrusas y antes de entrar en un nuevo orden de consideraciones, tendamos una ojeada general a la doctrina de los siete precedentes capítulos. En ellos hemos visto, ante todo, la posibilidad y la necesidad de superar a nuestra ciencia moderna con el empleo del método teosófico o analógico fundado en la vieja clave de Hermes Trimegisto, porque este método, aunado con las más recientes conclusiones de la Hipergeometría, nos puede evidenciar la absoluta probabilidad de otros seres y otros mundos, hoy invisibles, que existen, sin embargo, a nuestro lado mismo, aunque ellos no nos sean apreciables de ordinario, por ser nosotros seres de meras tres dimensiones, y enedimensionados ellos. Apelando, en fin, a la Historia de la Filosofía, hemos demostrado también con textos relativos a Pitágoras, Platón, Lucrecio, Plutarco, Orígenes, San Pablo, Kant, etc., que para la Antigüedad sabia la tal existencia de otros seres y mundos invisibles era de absoluta realidad, desde el momento en que, unánimes y contestes, enseñan ellos que por encima de nuestro cuerpo está nuestra alma, y por encima de entrambas nuestro Supremo Espíritu, viviendo estos tres elementos fundamentales del verdadero Hombre, aun aquí abajo, tres vidas distintas: la animal, corpórea o terrestre; la humana, lunar o psíquica, y la divina, espiritual o solar, con .arreglo al sublime texto de Plutarco, cual si el verdadero Hombre fuera, como es, en efecto, un habitante al par del Sol, de la Luna y de la Tierra, un ser sometido, por tanto, a dos muertes sucesivas: la muerte física que le priva de su cuerpo material llevándole a los ámbitos del espacio demarcados por la órbita o esfera de la Luna, y la muerte psíquica, segunda muerte que, en el caso favorable, quizá poco frecuente, de un completo triunfo del alma o psiquis sobre los elementos inferiores pasionales, liga definitivamente al alma y al Espíritu, con arreglo al verdadero significado de la conocidísima fábula de Psiquis y Heros, de Apuleyo, de la que trataremos en su día, mientras que en el contrario y más frecuente caso de las almas encenagadas en las pasiones y en el egoísmo, esta unión puede hasta romperse, acarreando al hombre los más tristes destinos. Aquellos de nuestros lectores que conozcan los anteriores tomos de esta nuestra Biblioteca comprenderán sin esfuerzo que los siete, capítulos precedentes podrían continuarse con muchos otros relativos a los clásicos grecolatinos iniciados en los Misterios y aun con otros autores, tanto orientales como europeos; pero con ello no conseguiríamos sino abusar de la ansiedad de los que hasta aquí nos han seguido leyendo y que, impacientes, se habrán preguntado de seguro: "¿Cómo matar a la muerte, al tenor del titulo del presente libro? Y, además, ¿qué diablo de seres son esos jinas del subtítulo, -cuya palabra empieza por no estar en los diccionarios?"50. Respecto de la primera pregunta, la contestación es sencilla: a la muerte se la mata así que se adquiere conciencia de la inmortalidad; se la mata desde el momento en que, por intuitiva fe y por filosófico estudio como el que vamos haciendo, se demuestra su gran mentira, puesto que, si desde el punto de mira positivista, no es ella sino un aniquilamiento de la conciencia y una disociación de los elementos del organismo hasta entonces vivo en otros organismos inferiores, acabando en agua, anhídrido carbónico y unos cuantos álcalis, para el que ve más hondo, al tenor de los principios filosóficos y analógicos, ya ella no es sino una mera transformación; uno como despojarse el alma lunar del hombre -y aun de los animales y plantas51 de las viejas vestiduras corpóreas, para pasar al mundo inmediatamente superior, al que nosotros hemos denominado "mundo de los jinas". En cuanto a la pregunta segunda, o sea la relativa a quiénes sean estos seres y cuál su dicho mundo, la cosa, como nueva, resulta un poco compleja, precisando algunas previas explicaciones que se irán ampliando luego. De los varios tomos de esta nuestra Biblioteca de las Maravillas se desprenden, en efecto, multitud de detalles filosóficos, legendarios y aun históricos relativos a unos seres invisibles que existen, al parecer, a nuestro lado mismo, seres de cuarta o ulterior dimensión a los que, siguiendo la tradición universal, hemos dado en denominar genéricamente finas. Al intentar hoy en este honrado tomo un nuevo y más concreto tratado acerca de ellos, es indispensable, pues, el hacer un resumen de cuanto hemos podido apreciar en aquellos otros respecto a tan sugestivo asunto; es decir, una concreta exposición de hechos que más al por menor pueden verse en sus lugares respectivos y que vendrán así a contestar cumplidamente a aquella interrogación naturalísima. Semejantes detalles son los más propios para excitar la dormida curiosidad del más escéptico y aun ponerle los pelos de punta con el misterioso escalofrío de lo superliminar y lo sublime. Enumeremos con la sencillez de quien se siente muy por encima de todo temor al necio ridículo, cuantos casos de jinas conocemos. El lector, si se fija, recordará quizá alguno más de su propia experiencia, y si la encuesta sobre el particular de los extraños hechos de los jinas se ampliase a cuantos han devorado dudas científicas, penas morales y acerbos sufrimientos físicos, la lista tomaría las proporciones gigantescas de lo que confunde, anonada y abruma. Entre los millares de casos jinas que registra la historia merece puesto de honor el siguiente, relativo al Imperio soberbio de los persas, caso narrado nada menos que por el propio orientalista Anquetil y persona la menos sospechosa, por tanto, en tales cuestiones. Este gran pueblo persa, dice dicho autor, vivió feliz unos millares de años, gobernado por magos (supervivientes de la catástrofe atlántica), hasta que trocó, como- luego Israel, el paternal gobierno sabio de sus Jueces o doctos, por el tiránico y absurdo de sus Reyes guerreros. El Imperio empezó así por un Darío dominador y acabó por otro Darío vencido: ¡un Imperio tan soberbio, que, por mano de Jerjes, mandó azotar al mar y cargarle de cadenas cual a esclavo, por el delito de lesa majestad de haber deshecho con sus olas el puente de barcas construído sobre el Bósforo, para pasar a dominar a los libres pueblos griegos que aún conservan sus clásicas instituciones redentoras! Ciro habla ya realizado, dice Anquetil, las más épicas hazañas en Asia Menor, Asiría y Babilonia, y Cambises había ya dominado el Egipcio y la Etiopía, por manera que el Imperio de los persas se extendía desde la Cirenaica hasta la India, y desde la Etiopía y la Arabia hasta el, Caspio y el Ara!. ¡Prácticamente creyó Darío, en su ceguera, que había dominado ya a su despótico capricho al mundo (Odo conocido! Pero los astutos magos, deseosos de vengarse de su soberbia con sus burlas, y conocedores, de siempre, de ese extraño pueblo jina, que es invisible de ordinario a nuestra vista, pero del que estamos separados, valga la frase, por el tenue velo de niebla hipergeométrica de la cuarta dimensión, hubieron de humillar al déspota, diciéndole: -No seas necio. En todo cuanto dices de que el mundo entero te rinde vasallaje, no hay sino la ilusión más crasa. ¡Bien cerca tienes, por ejemplo, un felicísimo pueblo escita, el de los indiatis o jaínos, a quienes no sólo no someterás, sino que cuantas veces lo intentes, se burlarán de ti! Ciego de ira Darío ante tamaña posibilidad humillante, destacó en el acto una. embajada a aquellos adoradores del dios Jano, intimándoles el vasallaje más estricto. El resultado de la embajada no se hizo esperar; los emisarios, llenos de recelos respecto a las- mil extrañas cosas que durante su misión les aconteciesen, cosas como para poner a prueba al más escéptico en cuanto a posibilidades desconocidas de la naturaleza, depositaron a los pies del César los objetos que, por toda contestación, les habían dado para él los cuitados aquellos, es a saber: un topo, un pez, un pájaro, un poco de amianto y un haz de cinco flechas. Los adivinos a sueldo del tirano quedaron perplejos ante aquella dudosa prueba del jaíno vasallaje. sin saber cómo interpretada; pero los magos le sacaron sarcásticamente de su perplejidad, diciéndole: -¡Sí! ¡Te prometen completo vasallaje, para cuando seas dueño del interior de la tierra, como el topo; de las aguas, como el pez; de los aires, como el ave; cuando puedas resistir incólume la acción del fuego como los hilos del amianto y dominar, en fin, tu pensamiento con el conocimiento mágico de la Pentalfa y de la Década o "haz de las cinco flechas" que te envían! Indignado Darío dió la orden de que se atacase inmediatamente al rebelde pueblo burlón, pero sus legiones no sólo no encontraron a nadie, sino que el país mismo que buscaban se les ocultó cual tenue neblina de la mañana... Un segundo caso muy análogo al anterior e instructivo por demás. es el consignado por el P. Durán en su notabilisima e inestudiada Historia de México. El antedicho pueblo jina de Darío aparece aquí -ya se verá más adelante la razón de ello- como el país originario de la humanidad o, al menos, de los pueblos mexicanos. El perdido Paraíso primitivo como si dijéramos. Veámoslo: Cuenta dicha Historia de las Indias de Nueva España e islas de tierra firme, de Fray Diego Durán -hermoso libro escrito a raíz de la colonización española de tan vasto Imperio- que viéndose el emperador Moctezuma en la plenitud de sus riquezas y glorias, se creyó poco menos que un dios. Los magos o sacerdotes del reino, mucho más sabios que él y más ricos, puesto que dominaban todos sus deseos inferiores, hubieron de decide: -¡Oh, nuestro rey y señor! No te envanezcas por nada de cuanto obedece a tus órdenes. Tus antepasados, los emperadores que tú crees muertos, te superan allá en su mundo tanto como la luz del Sol supera a la de cualquier luciérnaga...52 Entonces el emperador Moctezuma, con más curiosidad aún que orgullo, determinó enviar una lucida embajada cargada de presentes a la Tierra de sus mayores, o sea la bendita Mansión del Amanecer, más allá de las siete cuevas de Pacaritambo, de donde era fama que procedía el pueblo azteca y de las que tan laudatoria mención hacen sus viejas tradiciones. La dificultad, empero, estaba en lograr encontrar los medios y el verdadero camino para llegar felizmente a tan oscura y misteriosa región, camino que, en verdad, no parecía conocer ya nadie. Entonces el emperador hizo comparecer a su ministro Tlacaelel ante su presencia, diciéndole: -Has de saber ¡oh Tlacaelel!, que he determinado juntar una hueste compuesta por mis más heroicos caudillos, y enviarlos muy bien aderezados y apercibidos con gran parte de las riquezas que el Gran Huitzilipochtli se ha servido deparamos para su gloria, y hacer que las vayan a poner reverentemente a sus augustos pies. Como también tenemos fidedignas noticias de que la madre misma de nuestro Dios aún vive, podía serle grato también el saber de aquestas nuestras grandezas y esplendores ganados por sus descendientes con sus brazos y sus cabezas. Tlacaelel respondió. -Poderoso Señor. Al hablar tal como has hablado, no se ha movido, no, tu real pecho por ansias de mundanos negocios, ni por propias determinaciones de tu tan augusto ,corazón, sino porque alguna deidad excelsa así te mueve a emprender aventura tan inaudita como la que pretendes. Pero no debes ignorar, Señor, que lo que con tanta decisión has determinado, no es cosa de mera fuerza, ni de destreza o valentía, ni de aparato alguno de guerra, ni de astuta política, sino cosa de brujas y de encantadores capaces de descubrirnos previamente con sus artes el camino que conducirnos pueda a semejantes lugares. Porque has de saber, ¡oh poderoso príncipe!, que, según cuentan nuestras viejas historias, semejante camino está cortado desde luengos años ha, y su parte de este lado ciega ya con grandes jarales, y breñales poblados de monstruos invencibles, médanos y lagunas sin fondo, y espesísimos carrizales y cañaverales donde perderá la vida cualquiera que semejante empresa intente temerario. Busca, pues, Señor, como remedio único contra tamaños imposibles a esa gente sabia que te digo, que ellos, por sus artes mágicas, podrán quizá salvar todos esos imposibles humanos, e ir hasta allá trayéndote luego las nuevas que nos son precisas acerca de semejante región, región de la que se dice por muy cierto que cuando nuestros abuelos y padres la habitaran antes de venir en larga peregrinación hasta las lagunas de México, en las que vieron el prodigio del tunal o zarza ardiendo53, era una prodigiosísima y amena mansión donde disfrutaban de la paz y del descanso, donde todo era feliz más que en el más hermoso de los ensueños, y donde vivían siglos y siglos sin tornarse viejos ni saber lo que eran enfermedades, fatigas ni dolores, ni tener, en fin, ninguna de esas esclavizadoras necesidades físicas que aquí padecemos, pero después que de tal paraíso salieron nuestros mayores para venir aquí, todo se les volvió espinas y abrojos; las hierbas les pinchaban; las piedras les herían y los árboles del camino se les tornaron duros, espinosos e infecundos, conjurándose todo contra ellos para que no pudieran retornar allá, y así cumpliesen su misión en este nuestro mundo. Moctezuma, oyendo el buen: consejo del sabio Tlacaelel, se acordó del historiador real Cuahucoatl -literalmente el "Dragón de la Sabiduría", constante nombre de los adeptos de la Mano Derecha o Magos blancos-, venerable viejo que nadie sabía contar sus años, e inmediatamente se hizo llevar hasta su retiro en la montaña, diciéndole, después de haberle saludado reverente: -Padre mío; anciano nobilísimo y gloria de tu pueblo: mucho querría saber de ti, si te dignases decírmelo, qué memoria guardas tú en tu ancianidad santa acerca de la historia de las Siete Cuevas celestes donde habitan nuestros venerandos antepasados, y qué lugar es aquel santo lugar donde mora nuestro dios Huitzilipochtli, y del cual vinieron hasta aquí nuestros padres. -Poderoso Moctezuma -respondió solemnemente el anciano-: lo que este, tu servidor, sabe respecto de tu pregunta, es que nuestros mayores, en efecto, moraron en aquel feliz e indescriptible lugar que llamaron Aztlán, sinónimo de pureza o blancura54. Allí se conserva todavía un gran cerro en medio del agua, al que llaman Culhua-can, que quiere decir cerro tortuoso o de las Serpientes. En dicho cerro es donde están las cuevas y donde, antes de aquí venir, habitaron nuestros mayores dilatados años. Allí, bajo los nombres de medjins y aztecas55, tuvieron grandísimo descanso; allí disfrutaban de gran cantidad de patos de todo género, garzas, cuervos marinos, gallaretas, gallinas de agua, muchas y diferentes clases de hermosos pescados, gran frescura de arboledas cuajadas de frutos y adornadas de pajarillos de cabezas coloradas y amarillas, fuentes cercadas de sauces, sabinas y enormes alisos. Andaban aquellas gentes en canoas, y hacían camellones, en los que sembraban maíz, chile, tomates, nahutlis, freijoles y demás géneros de semillas de las que aquí comemos, y que ellos trajeron de allí, perdiéndose otras muchas. Mas, después que salieron de allí a esta tierra firme y perdieron de vista tan deleitoso lugar, todo, todo se volvió contra ellos: las hierbas les mordían; las piedras les cortaban; los campos estaban llenos de abrojos, y hallaron grandes jarales y espinos que no podían pasar, ni asentarse y descansar en ellos. Todo lo hallaron, además, cuajado de víboras, culebras y demás bichos ponzoñosos; de tigres, leones y otros animales feroces que les disputaban el suelo y les hacían imposible la vida. Esto es lo que dejaron dicho nuestros antepasados y esto es cuanto puedo decirte con cargo a nuestras historias, ¡oh, poderoso Señor! El rey respondióle al anciano que tal era la verdad, por cuanto Tlacaelel daba aquella misma relación. Así, pues, mandó al punto que fuesen por todas las provincias del Imperio a buscar y llamar a cuantos encantadores y hechiceros pudiesen hallar. Fueron, pues, traídos ante Moctezuma hasta cantidad de sesenta hombres, toda gente anciana, conocedora del arte mágico, y una vez reunidos los sesenta, el emperador les dijo: -Padres y ancianos, yo he determinado conocer hacia dónde está el lugar del que salieron los mexicanos antaño, y saber puntualmente qué tierra es aquélla, quién la habita, y si es viva aún la madre de nuestro dios Huitzilipochtli. Por tanto, apercibíos para ir hasta allá con la mejor forma que os sea dable, y retornar brevemente acá. Mandó además sacar gran cantidad de mantas ,de todo género; vestiduras lujosas; oro y muy valiosas joyas; mucho cacao, algodón, teonacaztli, rosas de vainillas negras y plumas de mucha hermosura; lo más precioso, en fin, de su tesoro, y se lo entregó a aquellos hechiceros, dándoles también a ellos su paga y mucha comida para el camino, para que con el mayor cuidado cumpliesen con su cometido. Partieron, pues, los hechiceros, y llegados a un cerro que se dice Coatepec, que está en Tulla56, hicieron sus invocaciones y círculos mágicos embijándose con aquellos ungüentos que todavía se usan en tales operaciones... Una vez en aquel lugar, invocaron al demonio -a sus respectivos daimones familiares, querrá decir-, y al que suplicaron les mostrase el verdadero lugar donde sus antepasados vivieron. El demonio, forzado por aquellos conjuros, les transformó, a unos, en aves; a otros, en bestias feroces, leones, tigres, adives y gatos espantosos, y los llevó a ellos y a todo cuanto ellos conducían al lugar habitado por los antepasados. Llegados así a una laguna grande, en medio de la cual estaba el cerro de Culhuacán, y puestos ya en la orilla, volvieron a tomar la forma de hombres que antes tenían, y cuenta la historia que viendo ellos a alguna gente que pescaba en la otra orilla, los llamaron. La gente de tierra, llegóse con canoas, preguntándoles de dónde eran y a qué venían. Ellos entonces respondieron: -Nosotros, señores, somos súbditos del gran emperador Moctezuma, de México, y venimos mandados por éste para buscar el lugar donde habitaron nuestros antepasados. Entonces los de tierra preguntaron que a qué Dios adoraban, y los viajeros contestaron: -Adoramos al gran Huitzilipochtli, y, tanto Moctezuma como su consejero Tlacaelel, nos ordenan buscar a la madre de Huitzilipochtli, llamada Coatlicué, habitante de las cuevas de Chicomoztoc, pues para ella y para toda su familia traemos ricos presentes. Seguidamente les mandaron aguardar y fueron a decir al ayo de la madre de Huitzilipochtli: -Venerable Señor: unas gentes extrañas han aportado a esta ribera y dicen que son mexicanos y que aquí les envía un gran señor, por nombre Moctezuma, y otro que llaman Tlacaelel, con ricos presentes. El anciano les dijo: -Que sean ellos bienvenidos, y traédnoslos acá. Al punto volvieron con sus canoas, y metiendo a los viajeros en ellas, los pasaron al cerro de Culhuacán, el cual cerro dicen que es de una arena muy menuda, que los pies de los viajeros se hundían en ella sin poder casi avanzar. Llegando así a duras penas hasta la casita que el viejo tenía al pie del cerro, éstos saludaron al anciano con grandísima reverencia, y le dijeron: -Venerable maestro, henos aquí a tus siervos en el lugar donde es obedecida tu palabra y reverenciado tu hábito protector. El viejo, con gran amor, les replicó: -Bienvenidos seáis, hijos míos. ¿Quién es el que os envió acá? ¿Quién es Moctezuma y quién Tlacaelel Cuauhcoatl? Nunca aquí fueron oídos tales nombres, pues los señores de esta tierra se llaman Tezacatetl, Acactli, Ocelopán, Ahatl, Xochimitl, Auxeotl, Tenoch y Victon, y éstos son siete varones, caudillos de gentes innumerables. A más de ellos, hay cuatro maravillosos ayos, o tutores del gran Huitzilipochtli, dos de ellos que se llaman Cuauhtloquetzqui y Axolona. Los viajeros asombrados, dijeron: -Señor, todos esos nombres nos suenan a nosotros como seres muy antiguos, de los que apenas si nos queda memoria en nuestros ritos sagrados, porque hace ya luengos años que todos ellos han sido olvidados o muertos. El viejo, espantado de cuanto oía, exclamó: -¡Oh Señor de todo lo criado!, pues, ¿quién los mató, si aquí están vivos?, porque en este lugar no se muere nadie, sino que viven siempre. ¿Quiénes son, pues, los que viven ahora? Los enviados respondieron, confusos: -No viven, señor, sino sus biznietos y tataranietos, muy ancianos ya todos ellos. Uno de éstos es el gran sacerdote de Huitzilipochtli, llamado Cuauhcoatl. El viejo, no menos sorprendido que ellos, clamó con magna voz: -¿Es posible que aún no haya vuelto ya aquí ese hombre, cuando desde que de aquí salió para ir entre vosotros le está esperando inconsolable, y día tras día, su santa madre? Con esto el viejo dió la orden de partida para el palacio real del cerro. Los emisarios, cargados con los presentes que habían traído, trataron de seguirle, pero les era imposible casi el dar un solo paso, antes bien, se hundían más y más en la arena, como si pisasen en un cenagal. Como el buen anciano los viese en tal apuro y pesadumbre, viendo que no podían caminar, mientras que él lo hacía con tal presteza que casi parecía no tocar el suelo, les preguntó amoroso: -¿Qué tenéis, oh mexicanos, que tan torpes y pesados os hace? para así estar, ¿qué coméis en vuestra tierra? -Señor -le respondieron los cuitados-, allí comemos cuantas viandas podemos de los animales que allí se crían, y bebemos pulque-. A lo que el viejo, lleno de compasión, replicó: -Esas comidas y bebidas, al par que vuestras ardientes pasiones, son las que así os tienen, hijos, tan torpes y pesados. Ellas son las que no os permiten llegar a ver el lugar donde viven vuestros antepasados, y os acarrean una prematura muerte, en fin. Sabed además que todas esas riquezas que ahí traéis, para nada nos sirven acá, donde sólo nos rodean la pobreza y la llaneza. Y diciendo esto, el anciano cogió con gran poder las cargas de todos y las subió por la pendiente del cerro como si fuesen una pluma... El capítulo XXVII de la citada obra del P. Durán, aquí parafraseado, se extiende luego en un relato acerca del encuentro de los embajadores con la madre de Huitzilipochtli, del que entresacamos lo siguiente: Una vez arriba, les salió una mujer, ya de grande edad, tan sucia y negra, que parecía como cosa del infierno57, y llorando amargamente les dijo a los mexicanos: -Bienvenidos seáis, hijos míos, porque habéis de saber que después que se fué vuestro dios y mi hijo Huitzilipochtli deste lugar, estoy en llanto y tristeza esperando su vuelta, y desde aquel día no me he lavado la cara, ni peinado, ni mudado de ropa, y este luto y tristeza me durarán hasta que él vuelva. Viendo los mensajeros una mujer tan absolutamente descuidada, llenos de temor dijeron: -El. que acá nos envía es tu siervo el rey Moctezuma y su coadjutor Tlacaelel Sivacoatl, y sabed que él no es el primer rey nuestro, sino el quinto. Dichos cuatro reyes, sus antecesores, pasaron mucha hambre y pobreza y fueron tributarios de otras provincias, pero ahora ya está la ciudad próspera y libre, y se han abierto caminos por tierra y mar, y es cabeza de todas las demás, y se han descubierto minas de oro, plata y piedras preciosas, de todo lo cual os traemos presentes. Ella les respondió, ya aplacado su llanto: -Yo os agradezco todas vuestras noticias, pero os pregunto si son vivos los viejos ayos (sacerdotes) que llevó de aquí mi hijo. -Muertos son, señora, y nosotros no los conocimos ni queda de ellos otra cosa que su sombra y casi borrada memoria. Ella, entonces, tornando a su llanto, preguntóles: -¿Quién fué quien los mató, puesto que acá todos sus compañeros son vivos? - Y luego añadió: ¿Qué es eso que traéis de comer? Ello os tiene entorpecidos y apegados a la tierra, y ello es la causa de que no hayáis podido subir hasta acá. Y dándoles embajada para su hijo, terminó diciéndoles a los visitantes: -Noticiad a mi hijo que ya es cumplido el tiempo de su peregrinación, puesto que ha aposentado a su gente y sujetado todo a su servicio, y por el mismo orden gentes extrañas os lo han de quitar todo58, y él ha de volver a este nuestro regazo una vez que ha cumplido allá abajo su misión. Y' dándoles una manta y un braguero -¿cíngulo de castidad?- para su hijo los despidió. Pero no bien comenzaron los emisarios a descender por el cerro, volvió a llamados la anciana, diciéndoles: -Esperad, que vais a ver cómo en esta tierra nunca envejecen los hombres. ¿Veis a este mi viejo ayo? Pues en cuanto descienda adonde estáis, veréis qué mozo llega. El viejo, en efecto, comenzó a descender, y mientras más bajaba más mozo se iba volviendo, y no bien volvió a subir tornó a ser tan viejo como antes, diciéndoles: -Habéis de saber, hijos míos, que este cerro tiene la virtud de tornarnos de la edad que queremos, según subamos por él o de él bajemos. Vosotros no podéis comprender esto, porque estáis embrutecidos y estragados con las comidas y bebidas, y con el lujo y riquezas. Y para que no se fuesen sin recompensa de lo que habían traído, les hizo traer todo género de aves marinas que en aquella laguna se crían, todo género de pescados, legumbres y rosas, mantas de nequen y bragueros, una para Moctezuma y otra para Tlacaelel. Los emisarios, embijándose como a la ida, volviéronse los mismos fieros animales que antes para poder atravesar el país intermedio, regresaron al cerro de Catepec, y, tornando allí a su figura racional, caminaron hacia la corte, no sin advertir que de entre ellos faltaban veinte por lo menos, porque el demonio, sin duda, los diezmó en pago por su trabajo, por haber andado más de trescientas leguas en ocho días, y aun más brevemente los hubiera podido aportar como aquel otro a quien trajo en tres días desde Guatemala, por el deseo que tenía cierta dama vieja de ver la hermosa cara del mismo, según se relató en el primer auto de fe que en México celebró la Santa Inquisición... Maravillado quedóse Moctezuma de todo aquello, y llamando a Tlacaelel, entrambos ponderaron la gran fertilidad de aquella santa tierra de sus mayores; la frescura de sus arboledas, la abundancia sin igual de todo, pues que todas las sementeras se daban a la vez, y mientras unas se sazonaban, otras estaban en leche, otras en cierne y otras nacían, por lo que jamás podía conocerse allí la miseria. Al recuerdo este de semejante tierra de felicidad, rey y ministro comenzaron a llorar muy amargamente, sintiendo la nostalgia de ella y el ansia sin límites de algún día volver a habitada, una vez cumplida aquí abajo su humana misión. Hasta aquí la deliciosa referencia del santo e ingenuo monje, quien, bajo sus hábitos, siguió siendo el noble mexicano enamorado de sus tradiciones sagradas aztecas, que no son sino tradiciones al pueblo jina relativas. Acaso precisamente por ello, nunca fué bien visto de sus contemporáneos, ni de sus compañeros, escapándose a duras penas de ser perseguido como relapso. Pero este debelador de los jinas de México, ya que no se vió directamente perseguido, hubo de sufrir por su obra la aún más temible "persecución del silencio", Por eso ha podido decir de él un benemérito cronista mexicano, don José F. Ramírez, en la introducción que pone a la dicha obra: "La Historia, que conserva recuerdos harto triviales, suele dejar en el olvido hechos y nombres que la posteridad inútilmente le demanda. Injusta con Fray Diego Durán, le deparó todas las desventuras que pueden perseguir al que ha consumado una larga y laboriosa vida en útiles trabajos. Apareciendo en sus obras como uno de los más ardientes propagadores del Evangelio en el siglo XVI, ignoramos cuáles fueron el teatro y fruto de sus tareas apostólicas, Diligente investigador y conservador de antiguas tradiciones y monumentos históricos, trabajó para extraños o para la polilla, no dejándonos recuerdo alguno, ni de su familia ni de su persona." Sólo se sabe por el cronista mismo de su provincia, Dávila Padilla, QUE ERA HIJO DE MÉXICO, que escribió dos libros, uno de historia y otro de antiguallas de los indios, que vivió muy enfermo y murió en 1588. "Los escritores posteriores no han hecho más que repetir lo que aquél dijo, y algunos de ellos con variantes que despojan al desventurado escritor de lo último que se le podía quitar: su nombre, su patria y la propiedad de sus escritos"59. Y que estos últimos fueron notabilísimos, lo prueba el aprecio en que ya se tienen por todos los verdaderos amantes de las glorias mexicanas cuanto de la imparcialidad que a la historia debe siempre presidir. La ciencia, en efecto, tendrá siempre que agradecer al gran dominico el habernos dado el sencillo panorama de los tiempos de México que precedieron a la conquista española, con todos los rasgos fidedignos relativos a sus ideas religiosas, calcadas, como llevamos visto, en este prodigioso mundo jina que empezamos a estudiar, y que, aun admitido simplemente como hipótesis, podría esclarecer muchas dudas de las que han asaltado a varios juiciosos historiadores e investigadores de los riquísimos códices del Anahuac, con el mártir de Boturini a la cabeza60. Como el espacio de que aquí disponemos no da lugar a más, consignaremos tan sólo los siguientes puntos de estudio, todos con cargo a la obra de Durán: a) El pasaje del Libro IV, de los Reyes, capítulo 17, relativo a pueblos israelitas, trasladados a tierra remota, apartada e inhabitada, en tiempos de Salmanasar. b) El relativo al éxodo mexicano, en perfecto paralelismo con los relatos del Pentateuco de Moisés. e) Los mitos mexicanos respecto de los gigantes y de la Torre de Babel, y que el buen positivista Ramírez atribuye a "imperfectas nociones del cristianismo, adquiridas acaso por los indios de los primeros tiempos". d) Los sacrificios religiosos en la cumbre de las montañas mexicanas, degradación de la famosa "adoración en los montes de Samaria", tan execrada por la Biblia. e) Las lluvias de celeste alimento, que recuerdan las del maná hebreo. f) El relato que le hace un viejo azteca "a la manera de los viejos de España" (obra citada, pág. 6). Los del centenario de Cholula, y los relativos a los seis géneros de gentes que hubieron de preceder en su éxodo a los aztecas, entre los que figuran los calcas o chalcas, pueblo iniciático o calcídico que da nombre a infinitas ciudades en la Mongolia, Indo-China, India, Siria, Asia-Menor, Grecia y aun Marruecos, Italia, España, etc., como hemos expuesto en diversos lugares de nuestras obras. CAPÍTULO IX. PROSIGUEN LAS HISTORIAS DE LOS "JINAS" Los jinas en Irlanda y Escocia o Tuatha de Danand. - El pueblo siempre errante. cantado por los bardos. - La batalla legendaria de Madura y los cuatro pueblos de este nombre en el mundo. - Las cuatro cosas mágicas del Gaedhil.Los prehistóricos Caballeros del Grial. - Las cumbres del Connaicue y los Fir-bolgs perversos. - ¿Eran gentes humanas o sobrehumanas los Tuatha? - Sus glorias, sus ejércitos, sus triunfos y su misteriosa desaparición. según los cantos ossiánicos. – Brígida, la diosa de la sabiduría, y su caldera mágica. El enano Gwion y "la Tierra jina del Descanso". - La catástrofe atlante. - Los Tuatha y la Edad de Oro. - La inspiración y los jinas. - Detalles concordantes de griegos y orientales. _ La raza desaparecida de los del color de la luna. - Ellos nos ven a nosotros, pero nosotros no podemos verlos. - Un pasaje de las Estancias de Dzyan. - Consideraciones filosóficas e históricas acerca de estos extremos. El capítulo VII de nuestro libro De gentes del otro mundo -libro que viene a ser el precedente del actual- se consagra por entero a un pueblo verdaderamente jina, es decir, a unas gentes mitad legendarias, mitad históricas, de la primitiva Irlanda, gentes que bien pueden considerarse como el prototipo de la extraña raza que nos ocupa. Preferible sería, pues, que el lector examinase al detalle el referido capítulo, que es, por decirlo así, un capítulo de nuestra propia historia de España, por referirse a los habitantes del Gaedhil, es decir, de la Galicia irlandesa primitiva, formada por esa admirable raza gallega siempre emigradora; raza que fué en época prehistórica a las Islas Británicas y aun a la Galitzia centroeuropea; que en la Edad Media colonizó la Península a medida que la abandonaban los árabes, y que en la edad moderna ha dado el principal núcleo colonizador de América. Baste saber para nuestro objeto que las más antiguas tradiciones irlandesas, consignadas en los cantos de los bardos o rapsodas nórdicos, hablan de un pueblo maravilloso, cainita o inca, es decir, de "sacerdotes-reyes", llamado de los Tuatha de Danand o Tau-hua-de-Diana, habilísimo en toda clase de artes mágicas, aprendidas en Tebas cuando, después de largos siglos de permanencia en las verdes colinas de Erinn (la Irlanda antecéltica), fueron arrojados hacia Oriente por el pueblo de los fir-bolgs (rifeños o atlantes occidentales)61. Prototipo del judío errante, los pueblos jinas de los Tuatha, en eterno éxodo análogo al de judíos de un lado y mexicanos de otro, recorrieron ellos todos los países mediterráneos, hasta llegar a la propia Escandinavia, donde fundaron, además de una ciudad lunar y otra solar, cuatro grandes ciudades mágicas con los nombres de las cuatro grandes razas humanas: la aria, la semita, la atlante y la europea posatlántica. De la Escandinavia, en fin, siguiendo esos sus tristes destinos errabundos que están a guisa de extrañas reminiscencias gitanescas en los pechos de todos los hombres como base del espíritu aventurero, retornaron, primero a Escocia y luego a Irlanda. Al desembarcar en esta isla, protegidos, como Eneas en Cartago, por una espesa niebla mágica (o Velo de Isis y de (a, cuarta dimensión que los ocultara), se prepararon para dar a sus eternos enemigos, los Fir-bolgs, o gentes tenebrosas, la célebre batalla de Madura, batalla cuyo elogio mítico está hecho con sólo apuntar que hubo y hay una Madura en Irlanda; otra vasca en nuestro territorio; una tercera junto a Cartago, y que fué patria de Apuleyo el inmortal autor de la leyenda iniciática y jina de Psiquis y Reros, o sea del Alma y el Espíritu. Una cuarta población Madura la vemos aún hoy en el Indostán, y quizá no sea difícil encontrar otras semejantes registrando historias antiguas. Vencieron, decimos, los Tuatha en semejante batalla, y tras mil peripecias, volvieron a reinar en su amada Irlanda durante cerca de cuatro siglos, dando lugar su ciencia mágica a leyendas inmortales, como las relativas a los dólmenes y menhires prehistóricos de Stonehenge; a las colinas sagradas de los druidas; al Cauldrón de Daagda o Caldera de Pedro el botero; al "enanito Gwion", precursor de los héroes de Gulliver y de Carlyle; a la Lanza y Espada sagradas; al Caudillo de la Mano de Plata, y, en suma, a todo el complejísimo mito caballeresco del Santo Grial, del Tesoro nibelungo, de El Kalevala y los Eddas, con sus Sagas, Veledas y Urvalas nórdicas, y, en fin, al de los Caballeros andantes. Al cabo de dicho tiempo, los Tuathas, como los mexicanos verdaderamente iniciados bajo los españoles, desaparecieron de aquellos lugares al empuje de la invasión de un pueblo ya netamente histórico: el milesiano o ciclópeo, que tantas huellas ha dejado en los países mediterráneos. Veamos ahora un ligero extracto de las hazañas de los Tuatha o jinas irlandeses y su triste desaparición a los ojos de los mortales al tenor de los variadísimos cantos de los bardos, que cita profusamente Rold Brash. Llegados de nuevo los Tuatha a la verde Erinn, como va dicho, y saliendo de la niebla mágica que los hacía invisibles a los ojos de los perversos fir-bolgs, cantan los bardos que aquéllos presentaron a éstos la terrible batalla de Maythura o Madura, que duró tres días con sus noches -simbólica batalla que no es sino la del candidato a la iniciación durante los tres días que yace inerte su cuerpo en el sepulcro iniciático, como es sabido-. "Era, en efecto, tan grande la excelencia de los Tuatha de Danand, tan poderosas e innumerables sus huestes -dice el mutilado poema de Eocaith O'Flinn (folio 18 del Book of Ballymote) -, que las llanuras se vieron cuajadas de hordas de combatientes que se extendían hasta las regiones por donde se oculta el Sol al declinar el día. Sus héroes se inmortalizaron ante Tara (la capital mágica de Irlanda, cuyas ruinas aún se ven junto a Dublín) , por actos de un valor sobrehumano e inaudito. Los tir-bolgs, los perversos de los dardos envenenados y de los sacrificios humanos, temblaron viendo próxima la extinción de su poderío... Desde las cumbres del Connai-cue, en el territorio de Connaught, cayeron sobre éstos, sembrando el espanto por doquiera62, porque conviene saber bien esto: "que los Tuathas, que no llegaron a Erinn en barco alguno conocido, ni nadie alcanzó a determinar claramente si eran gentes nacidas de la tierra o descendidas de los cielos, ni si se trataba de entes diabólicos o de una nueva nación que no podría en modo alguno ser humana si por sus venas no corría la regia sangre de Berthach (¿el Adán gaedhélico?) , el infatigable, el fundador de la Ceinne primitiva" 63. A nadie mendigaron paz los Tuatha, ni prestaron jamás el más mínimo vasallaje... El valeroso ejército de ellos arrolló como un alud al de los Formo-orionzs, entre los gritos de dolor y de rabia de estos últimos. "He aquí los más gloriosos caudillos Tuatha..." (los describe uno por uno, como a verdaderas gentes cainitas de irresistible y mágico poder). "He aquí también el desdichado fin de aquel gran pueblo que desapareció para siempre de la tierra a los ojos de los mortales cuando las aguas del diluvio lo invadieron todo..." Llegado a este punto, el poema de O'Flinn se enlaza fueron otros fragmentarios publicados en las Transations of Ossianic Society (volumen 1, pág. 49), donde se describe otra de las batallas, la de Gabhra, con el terrible encuentro entre Oscar y Cairpre, los respectivos caudillos, encuentro que parece uno de los pasajes más culminantes de la Ilíada: el desafío entre Héctor y Aquiles. Cántanse también en estos poemas, como otros tantos lugares sagrados, las tumbas en que reposan los caudillos vencidos que cayeron bajo la Espada Mágica de aquellos "Sigfredos-Tuathas" análogos al héroe humano inmortalizado por Wágner, y, en fin, se nos habla simbólicamente en estos términos de la gran catástrofe atlante que arrebató a los Tuatha de la vista de los hombres mortales (Book of Ballymote; fols. 279 y 280): "...Dagda-Morias, el buen Dios grande, el divino Fuego, hermano de Ogma (o Ma-go) , el inventor de la escritura de los ogams-craobs, tuvo por hija a Brígida64, diosa que fué de la Poesía, la Elocuencia, la Medicina, la Música, la Astronomía y la Alquimia. Para beneficiar Brígida a su desdichado hijo Avagg-dolly, enclenque y raquítico -"el hijo de Eva", como si dijéramos; la pobre y desvalida humanidad física y mortal-, le quiso enriquecer con dotes intelectuales y morales o mágicas que oscureciesen sus defectos físicos, y al efecto le preparó una gran Caldera Mágica, donde "el agua viva de la inspiración" hirvió durante un año y un día ininterrumpidos, para poder obtener con ella tan sólo tres gotas del bendito Elixir que da la inmortalidad. Gwion el chico, hijo del poeta de la Tierra del Descanso, y, por consiguiente, un jina, probó de aquella agua con su dedo, adquiriendo el don de la clarividencia y de la profecía, lo que le permitió huir de la gran catástrofe que preparaba a los hombres la perversidad de Ceridwin, volando a su patria nativa; pero en el momento mismo de la hazaña de Gwion el jina, el resto del líquido de la caldera se derramó por toda la tierra, dando lugar al Diluvio... Desde entonces las gentes jinas de los Tuatha de Danand, dicen los textos citados, desaparecieron de la Tierra de Erinn para vivir en el encantado Reino de las Hadas (reino de la imaginación, o de faery), pero ellos no murieron, porque no podían morir, sino que, por causa del veneno de la caldera -el pecado de Adán o de los adantes-, siguen viviendo en los rath sepulcrales, en el tarn de la montaña, en los pagos o recintos benditos debajo de las aguas de los lagos y en todo otro lugar aún no profanado por la planta o los vicios de los hombres, quienes no les ven por causa del Velo que tienen ante sus ojos, aunque ellos bien que nos ven a nosotros..." Por cierto, que semejante desaparición de los Tuatha cuenta con dos hermosos precedentes concordantes, uno el de las leyendas iniciáticas de Oriente contenidas en las Estancias de Dzyan o .lían, que forman la base de La Doctrina Secreta, de H. P. B., Y otro el de las leyendas análogas que sirvieron de base a Hesiodo para su Teogonía. Estas últimas dicen que "la raza de hombres de la Edad de Oro -la edad de Jano, jina o jaina- vivió como una tribu de dioses sobre la tierra". Apartados ellos, al fin, de las miserias que sobrevinieron luego a la humanidad, se durmieron para morir con la dulzura de la niñez tranquila, convirtiéndolos Zeus en amables genios (o jinas), quienes, invisibles desde entonces a los ojos humanos, recorren constantemente la tierra, velando por sus hermanos menores los hombres... Son ellos, pues, los resplandecientes númenes que en los inefables trigales de la luz recogen las doradas gavillas con que sustentan e iluminan a los hombres en el Sendero. Sus fúlgidos pensamientos pueblan la atmósfera mental de los hombres inspirados (genios y poetas) , porque la inspiración no es sino el acto de sumergirse la mente en semejantes esplendores inmortales para traducir el lenguaje humano su excelsa belleza o su recóndita verdad, y su rasgo distintivo es el de dejar sumergida en divina titilación nuestras almas cual banderas agitadas por el viento en una marcha triunfal65. El otro precedente, quizá, de la desaparición de la raza Tllatha está constituído por este pasaje del Libro de Dzyan (Estancias antropológicas, números 10, II Y 12), que dice: "Así, de dos en dos, en las siete Zonas, la Tercera Raza dió nacimiento a la Cuarta; los Suras (o Dioses) se convirtieron en Asuras (no Dioses); la Primera en cada Zona, era del color de la Luna; la Segunda, amarilla como el oro, la Tercera, roja, y la Cuarta, de color castaño, que se tornó negra por el pecado... Crecieron en orgullo los de la Tercera y Cuarta diciendo: "Somos los reyes; somos los dioses". Tomaron esposas de hermosa apariencia de la raza de los aún sin mente, o "de cabeza estrecha", engendrando monstruos, demonios maléficos, hombres machos y hembras y también khados con mentes pobres. Construyeron templos para el cuerpo humano, rindiendo culto a varones y hembras. Entonces cesó de funcionar su Tercer Ojo (el ojo de la intuición y de la doble vista). Construyeron enormes ciudades... labrando sus propias imágenes según su tamaño y semejanza y las adoraron... Fuegos internos habían ya destruído la tierra de sus padres (la Lemuria) y el agua amenazaba a la Cuarta Raza (la Atlántida)... Las primeras grandes aguas vinieron y sumergieron las siete grandes islas... Los buenos todos fueron salvados, y los malos destruídos... Pocos hombres quedaron: algunos amarillos, algunos de color castaño y negro, y algunos, rojos. Los del color de la luna -los Tuatha- habían desaparecido para siempre. La Quinta Raza (el Asia actual), producida del tronco santo, quedó y fué gobernada por los primeros Reyes Divinos... Las Serpientes (Dragones de la Sabiduría o Rishis) volvieron a descender e hicieron las paces con los hombres de la Raza Quinta, a quienes educaron e instruyeron"... En cuanto a las respectivas mágicas de Tuathas y Fir-bolgs, los cantos de los bardos no nos dejan lugar a dudas, pues que en los Topographial Poems irlandeses de O'Dugan y de O'Heering se leen hermosas estrofas de los rapsodas o bardos primitivos, tales como la que sigue: "¿Quién se atrevería, ¡oh viajero!, a pasar por estos sagrados sitios vecinos al mar sin recordar emocionado que huellan nuestras plantas los viejos dominios de la gloriosa raza de Lughaid?66. Este es el verdadero país de Démond que nos hace olvidar gustosos y para siempre al viejo país de Ith, EL BOSQUE DE LOS AMARILLOS AVELLANOS MÁGICOS, este es el verdadero país del ensueño; LA DULCE COMARCA DE LOS AVELLANOS ESCARLATA, el país de Logha, donde Allican, el hijo de Bice-alms, el vate más gallardo, fué inmolado como un cordero por Atengus en el Ar-Midir... Yo vi, yo vi, todavía en su más lejana pujanza el espeso bosque aquel de los rojos avellanos, yo le vi hasta el día en que él fué talado completamente por el joven y fuerte Liath, el hijo de Laighne, como vi también todas las glorias de los Fir-bolgs, con sus amoríos, raptos, robos, destrucciones y estragos infinitos, y con sus tabletas mágicas escritas con estiletes en el alfabeto de los ogamscraobs67. Por supuesto, el país de los avellanos amarillos o áureos, el país de Ith, It o Ti, no es sino la ciudad o Logia de la Buena Ley, el pueblo de los Magos blancos orientales, u hombres solares, desterrados de su país por los poderosos Magos negros occidentales o fir-bolgs, los de los avellanos escarlata, o sea de las imitaciones y culto teñido en la inocente sangre de víctimas humanas tales como Alli-can, Heli, Elias o Elías, es decir, El caballero del Cisne, con todo el alcance que a tan complicado y universal mito hemos dado en el capítulo Lohengrin en nuestro W ágner, mitólogo y ocultista. Porque, efectivamente, hay todo un mundo de revelaciones a poco que se comparen las historias del pueblo mexicano y el occidental europeo con la doctrina tradicional en Oriente. Esta nos dice que la palabra It fué primero un término mágico, término que Wilford no entendió y cuyo jeroglífico y sublime significado puede verse en el capítulo X de De gentes del otro mundo. Después fué el nombre de un Rey Divino, a la manera. del Hércules Tuatha u ógmico, que colmó de beneficios a los hombres. Parece ser, en efecto, que fueron tales los horrores, angustias y devastaciones continuadas durante largos años entre los dos pueblos rivales de la Buena y de la Mala Ley (atlantes y arios) que los pueblos occidentales no pudiendo resistir más alzaron los brazos al cielo y clamaron: ¡It! Pero como la palabra It era una clave mágica de alcance incalculable68, el Destino se rindió ante ella y la lucha acabó, porque del seno del mar apareció un Gran Instructor o Guía, que salvó a la desolada humanidad, colmándola de beneficios, al tenor del unánime testimonio histórico de todas las religiones, quienes hablan de este personaje, llamándole ora Dragón entre los caldeos; ora el Pez de Liérganes y el Conde Olinos de nuestras leyendas; ora Quetzalcoatl entre los primitivos mexicanos, y Huitzilopochtli y Muisca entre los últimos; ora Moisés entre los hebreos; ora Arjuna entre los arios; ora, en fin, Hércules, el hombre solar, en los países europeos. Después, durante luengos siglos, toda dinastía que se estimase algo, para hacer gala del divino origen mágico de sus redentores antepasados hubo de tomar este simbolismo sacro del It como timbre el más preciado de inmarcesible gloria, y de aquí dinastías tan antiguas como las de los Ti o It chinos, el tzin de los mexicanos, etc. * * * ...De cuanto precede se derivan consideraciones trascendentes que no pueden dejarse sin mención. Es la primera la de una muy chocante coincidencia entre el caso de los Tuatha "irlandeses, de un lado, y el de los indiati o jainos parsis y el de "la Tierra de los Antepasados" mexicanos, de otro. En los tres casos, efectivamente, aparecen jugando de un modo histórico pueblos que no son históricos, puesto que no se hallan, por decirlo así, en nuestros mapas ideográficos. Unos pueblos, valga la frase, "de cuarta dimensión" y que como hiperfísicos o "hipervolumétricos" no tienen más contacto con el mundo de la mísera y doliente humanidad que el de una mera proyectiva, a la manera del circunstancial y limitado contacto que el hipervolumen tiene con el volumen, el volumen con la superficie, la superficie con la línea y la línea con el punto. Por eso, por la tal consideración geométrica, proyectiva, si los indiati del caso primero tienen el contacto ya dicho con el pueblo persa, bien pronto lo pierden al hacérseles invisibles tan luego como aquéllos pretenden sojuzgarlos. Por eso también los mexicanos de Moctezuma el Viejo logran establecer un contacto real con los padres o antecesores felices de aquel pueblo, los jinas de las siete cuevas de Aztlán, puesto que con más o menos esfuerzos mágicos los mexicanos llegan a llevarles allí suntuosos presentes, de cuya miseria se ríen aquéllos. Bien pronto, sin embargo, semejante contacto entre mexicanos y jinas o antecesores se pierde, o sea tan luego como regresan los pocos y heroicos embajadores que a tamaño esfuerzo han podido sobrevivir. Por eso, en fin, los Tuatha de Danand o jinas irlandeses, después de ser arrojados de su país nativo a las comarcas más remotas, vuelven al cabo de los años a ellas, con un éxodo penoso, y tras de mil y mil detalles mágicos o hiperfísicos de su sobrehumana ciencia y su no menos sobrehumano poder, retornan a su país aquel, y en él reinan históricamente casi cuatrocientos años. Luego, no por ello se mueren, sino que, cediendo el puesto al pueblo histórico de los milesios griegos, su contacto con este nuestro mundo histórico se pierde para la ciencia, pero no para la poesía, cuyos vates o adivinos (poetas) les siguen viendo como ellos nos siguen viendo a nosotros... Por muy positivista y estrecho que sea nuestro criterio en estas cosas, y al tenor de lo que dejamos sentado en los primeros capítulos respecto a las "posibilidades invisibles" de la Hipergeometría, no nos es lícito ya cerrar los ojos a estos atisbos históricos, desvirtuados o no por la leyenda, ni seguir riéndonos de ello con esa misma ignorante sonrisa despectiva con la que Voltaire se burló, ora de los primeros fósiles descubiertos, creyéndolos "meras conchas dejadas en las montañas por los peregrinos que. iban a Santiago de Compostela", ora de los primeros atisbos del sánscrito en Europa, calificando a esta lengua troncal y sabia de "pura superchería brahmánica". No. El verdadero criterio científico desde hoy, en punto a estas cuestiones, debe ser radicalmente opuesto al hasta aquí mantenido, pues que debemos decir en pura ciencia analógica al par que analizadora: ¿Cabe que ese paralelismo entre el número abstracto o A1gebra y la forma concreta o Geometría, que constituye la entraña de la Geometría Analítica, se dé en todo cuanto nos rodea, y que, al lado, por consiguiente, de los seres de tres dimensiones, como nosotros, haya seres de cuatro dimensiones o más, como los llamados jinas, quienes alternativamente y a voluntad suya puedan sernos visibles o invisibles, pasando desde su mundo del hipervolumen al nuestro del volumen, que es sólo la proyectiva del suyo? Admitiendo posibilidad semejante, los casos anteriores tendrían ya explicación. Los jinas, al relacionarse o no, a voluntad suya, con nosotros, se nos mostrarían amables y se ocultarían de nosotros como el padre se muestra u oculta al tierno e incauto niño, o como la mosca, posándose o volando, se muestra o desaparece en el plano de la hormiga. El problema, por tanto, así ya planteado, revestiría esta otra forma, más noblemente científica: la de buscar por doquier casos análogos que puedan robustecer por su número y demás circunstancias históricas las posibilidades anteriormente deducidas de los tres ya expuestos. Si tales casos no pudieran hallarse, la probabilidad de los ya dichos acaso se debilitaría; pero si, en cambio, logramos presentar más y más casos análogos, la tal probabilidad, con arreglo a las leyes de la más elemental lógica, alcanzaría ya todos los caracteres de la certidumbre69. y esto último es precisamente lo que sucede, dado que los tales casos pueden multiplicarse hasta lo infinito, como se verá por los siguientes capítulos, capítulos en los que el testimonio objetivo de la historia se auna deliciosamente al subjetivo y admirable de las religiones, tan ricas todas ellas en leyendas con uno u otro nombre acerca de los jinas. La segunda consideración trascendente que surge del raro nombre de los Tuathas de Danand es no menos notable. Si Tua-tha es Tahua o Tauhua, es decir, "gentes divinas de la Tau, de la Justicia o de la Crucifixión en la materia", al tenor de la disciplina interpretativa ocultista que se llama Ternura o Coordinatoria de los elementos fonéticos, "Danand" o "Dan-Dan" es todo un hilo de oro para adivinar la verdadera procedencia oriental de gentes tan prodigiosas, como igualmente el alcance de sus perdidas doctrinas jinas o jainas. En efecto: recurriendo como siempre a las luces de la Maestra H. P. B., tropezamos con estas revelaciones en los comienzos precisamente de la introducción a La Doctrina Secreta. "Dan o Chhan, en la moderna fonética china o tibetana70, es el nombre general que abarca a todas las escuelas esotéricas -o Sociedades secretas iniciáticas- y a su maravillosa literatura ocultista. Por eso, en los más antiguos libros de esta clase, la palabra Jana está definida como "la reforma de uno mismo por medio de la meditación y el conocimiento"; es decir, "un segundo y efectivo nacimiento interno"71. De aquí también, Como puede verse en la nota de la página 129 de la obra de Edkins titulada Chinese Buddhisme, la palabra Dzan, Djan o Dzyan, que a su vez ha dado nombre al Libro de las Estancias de Dzyan, a cuya comentario se consagra la presente obra. Sin embargo -continúa la Maestra-, las porciones secretas del Dan, Dana o Janna contenidas en la metafísica del propio Gautama el Buddha, por inmensas y grandiosas que aparezcan a los que no están informados respecto a la Religión-Sabiduría de la Antigüedad, o sea Teosofía, no constituyen sino una pequeña parte de este gigantesco conjunto. El gran reformador hindú Gautama72 limitó, en efecto, sus enseñanzas públicas -lo mismo que Jesús dice en la parábola del sembrador y Pablo en sus epístolas, respecta a los misterios del Reino de los Cielos o mundo jina- al aspecto puramente moral y fisiológico de la Religión de la Sabiduría; es decir, a la ética y al hombre únicamente. En cambio, las cosas "invisibles e incorpóreas", el misterio del Ser fuera de nuestra esfera terrestre, no fueron tratadas en manera alguna por el gran Maestro en sus enseñanzas públicas, sino que reservó las verdades ocultas para un círculo selecto de sus discípulos a Arhats, quienes recibían tamaña iniciación en la famosa Cueva Saptaparma, la Sattapanni de Mahivansa, cerca del Monte Baibhir, el Webhâra de las manuscritos palíes. Dicha cueva estaba junto a Rijigriha, la antigua capital de Magadha, y era también la Cueva Cheta de Fa-hian, como justamente, siguiendo. al ingeniero Beglor, sospechan algunos arqueólogos73... Sin embargo, es tan grandiosa en sí la literatura buddhista, que sólo el Kanjur y el Tanjur de los buddhistas del Norte constan de 325 o, más bien, 333 volúmenes (108 el primero y 225 el segundo) , cada uno de los cuales pesa de cuatro a cinco libras, y que en su canon sagrado o Saddharmâlankâra74, prescindiendo de sus comentarios, contiene, dice Spence Hardy (The Legends and Theories of the Buddhistes, pág. 66), cinco o seis veces él volumen de la Biblia, la cual, según Max Müller, cuenta sólo tres millones y pico de letras, contra los 29 millones y pico de ellas que contiene aquél. Además, "según una tradición conservada por las escuelas buddhistas, tanto del Norte como del Sur, el canon sagrado buddhista comprendía en su origen de 80 a 84.000 tratados, pero la mayor parte de ellos se perdieron, y sólo han quedado seis mil", como este último sabio ha dicho en su cátedra. Perdidos, por supuesto, para los europeos; pero, ¿quién puede tener seguridad completa de que se hallan igualmente perdidos para los buddhistas o brahmanes? Teniendo en cuenta la reverencia de los buddhistas por toda línea escrita sobre Buddha y la Buena Ley, la pérdida, de 76.000 tratados resulta poco menos que imposible. Estando bien comprobado que los arhats buddhistas comenzaron su éxodo religioso con el propósito de propagar la buena fe más allá de Cachemira y de los Himalayas (año 300 antes de nuestra Era...), parece extraño el oír hablar a los orientalistas de semejante pérdida, como si hubiese sido realmente posible. Ahora se comprenderá, pues, perfectamente, que semejante éxodo buddhista hacia estos remotos países del Pacífico, es hermano gemelo del otro éxodo de los Dana gaedhélicos o Tuatha hacia las regiones de Occidente, dejando, sobre todo, en el norte y noroeste de España, Francia, Inglaterra e Irlanda, esos extraños pueblos que aún hoy día no se han fundido completamente con los demás, guardando unos secretos e inexplicables pujos de superioridad que no han sabido, sin embargo, identificar con su excelso origen ario-hindú, que les evitase el caer cuando la catástrofe atlante. Fabulosos o no, en efecto, los éxodos o periplos de los Tuatha de Danand, parece que ellos fueron cuatro: el primero, de Este a Oeste, o sea de Egipto y Grecia a Irlanda, según Brash; el segundo, a la inversa, o de Oeste a Este, de Irlanda al Asia menor, que acaso es al que alude frecuentemente la Eneida de Virgilio, en los relatos de Eneas, que no son sino leyendas de la época; el tercero, de Asia menor y Grecia, hasta la Escandinavia, y el cuarto, desde esta gran península a las Islas Británicas y a algún otro país de Occidente. El primer éxodo, desde el Mediterráneo oriental a las costas occidentales de Europa, o, mejor dicho, a las tierras orientales del Imperio tolteca-atlante, pues que aún no había sobrevenido la gran catástrofe, supone previamente la existencia, en lo que hoy son costas orientales del Mediterráneo, de un gran emporio de civilización, al que aluden los conocidos Diálogos platónicos, diálogos en los que se habla de la resistencia que el gran pueblo pelasgo-heleno hizo a los pueblos occidentales, fir-bolgs o atlantes. Pero, ¿existió realmente tal emporio de cultura? Las recientes excavaciones practicadas en la isla de Creta (hoy Candia) preparan una revisión total de la historia mediterránea antes del período clásico. Aunque muchos problemas de ella permanezcan poco definidos todavía, otros, en cambio, se aclaran hasta la saciedad, tales como la existencia de un gran Imperio cuyo centro era Creta, y cuyo comercio e influencia política se extendía desde el Norte del Adriático hasta Tell-el-Aimara, y Sicilia hasta Siria, en la época del esplendor de Tebas, o sea hacia la 8ª. dinastía egipcia. Como todo el comercio marítimo entre Europa, Asia y Africa estaba, además, en manos de los cretenses, se puede inferir de la leyenda de Theseo, que los minoarios dominaban en todas las islas griegas y en las costas de Atica. Alargaríamos, sin embargo, excesivamente este capítulo si insistiéramos en más citas referentes a la existencia, frente a las postrimerías del poderío atlante, de aquel grupo de naciones ya de sangre verdaderamente aria, que se sucedieron durante muchos siglos por todo el contorno del Mediterráneo de entonces, naciones protocaldeas, acadias y semitas, porque equivaldría a dar en estos renglones un difícil y largo curso de prehistoria aria. Los arios, en efecto, no son de ayer, sino de hace un millón de años, y los primitivos indos, caldeos, parsis y celtas, ya habían creado, engrandecido y perdido más de un imperio en Asia y en Eurana, antes del último hundimiento atlante de la isla de Poseidón, 9.000 años a. de J. C., Y al que se refiere el diálogo de Solón con los sacerdotes de Sais, que llevamos transcrito. Las crecientes y continuas oleadas de ellos de Oriente a Occidente, en flujo y reflujo con la de los atlantes, operadas en sentido contrario, fueron el argumento histórico de dilatados siglos; y a una de ellas en concreto, o mejor dicho, al conjunto de todas ellas en abstracto o simbólicamente, es al que se refiere la tradición del primer éxodo de los Tuathas, desde Grecia hasta Irlanda, con tanta ligereza rechazado como histórico por Rold Brash; estos Tuathas, de los que, aun en pleno desierto sahariano, han dejado también su nombre legendario en el Oasis del Tuath, no lejos de la misteriosa Sekelmesa marroquí, emporio que ya era un montón de ruinas informes en los días de Cartago y de Roma. La misma meseta tripolitana de Yebel-Gurán ofrece alguna analogía en su segundo nombre con algunos nombres de irlandeses. Este primer éxodo, en suma, no fué exclusivo de Irlanda, sino totalmente nórdico y atlántico, y está compendiado en una leyenda universal: la de Hércules. Cedamos nuevamente la palabra sobre ella al propio Rold Brash, en la parte que se refiere a las regiones boreales y occidentales, ya que harto conocida es esta leyenda entre los pueblos mediterráneos, desde el Asia menor hasta la Península Ibérica. Los bardos de Irlanda atribuyen la invención de los Ogams (escritura ógmica) a Ogma, cuya genealogía se halla consignada en el Códice de Lecain (fol. 280, p. b. c. 3), con estas frases: "Dagda el Grande, Dealbaoth, Breas, Dana y Ogma", el Adorador del Sol, era el quinto hijo de Ealadan, hijo de Dealbaoth, hijo de Neid, hijo de Judai, hijo de Allai, hijo de Thait, hijo de Tabairn". He aquí a Breas, el poderoso; Dan, el poeta; Dagda, el del fuego del Gran Dios; Ogma, el de las letras y la elocuencia; Ogma es también apellidado Ogma Grianeus y Ogma Grian-Aineach, al cual el doctor O'Curry considera como of the sun like face (M. S. Mat., Iriser History, página 243) . Esta deidad ocupa en la mitología de Gaedhil un lugar parecido al de Apolo en el Panteón griego. El último fué el dios de la poesía, la elocuencia y la música, todas las cuales se atribuyen a Ogma, pues que Apolo ha sido identificado con el Sol asimismo. Vossius diserta acerca de la personalidad de Apolo, y encuentra que es la personificación del Gran Luminar. Los epítetos aplicados a Ogma de "el amado del Sol", "el adorador del Sol", etc., se derivan de Crian 75, que en lengua gaedhélica se suele aplicar al Sol, a la luz y a aquellas raíces que entran en la composición de multitud de palabras, tales como griannar, sunny, warm, grianan, griandoc, sun dial, etc., todas referentes al solo con él relacionadas, como el monumento de Inveresk en la Escocia del Sur, y tantísimos otros monumentos solares como hay esparcidos por todo el ámbito del mundo. CAPÍTULO X. ORIENTE Y EL MUNDO DE LOS "JINAS" Los misteriosos "todas" en las Montañas Azules. - Unos émulos del Zeus griego. - La triste ignorancia en que se halla el Occidente respecto de ellos. - Un pueblo que ni se casa, ni se reproduce, ni envejece. - Sus periódicas asambleas secretas y sus inaccesibles templos. - El relato de un brahmán iniciado. Bebedores de leche pura como "Gautama, el conductor de la Vaca". - Swamis, Lohengrines, Gymnósofos y demás Maestros en la Historia. - Una digresión sobre "El conde de Montecristo", de Dumas, y el misterioso conde de Saint-Germain. - Los dikshatas. - El primitivo jainismo. - Los Tirtankaras jaínos. - El país de Kalkas y el alfabeto calcídico, zenzárico, matemático o jaíno. - Una exploración acerca de estos temas por el campo de la Historia y de la Filología. Los tres misteriosos pueblos jinas de Irlanda, Persia y México, indicados en los capítulos anteriores y emplazados en los dudosos confines de la Historia con la leyenda, tienen su concordante en otros mil no menos notables, especialmente en la India y en el Thibet. Como seres realmente superiores al hombre ordinario, gozan ellos, al parecer, de tales facultades hiperfísicas y tan asombroso dominio de las leyes naturales aún desconocidas, o "poderes", que les es factible realizar cuantos fenómenos mágicos o hiperdimensionales se cuentan como "milagros" en las creencias y tradiciones de todos los países. Pero como nuestro testimonio en este punto pudiera ser discutible, pasemos a transcribir algo de lo mucho que sobre ello nos enseña la siempre admirable H. P. B., despreciando de paso las calumnias que precisamente por tales cosas han lanzado contra ella hombres seudodoctos y con frecuencia de mala fe76. “Hace apenas cincuenta años -dice la Maestra en Isis sin Velo que, al penetrar dos denodados oficiales ingleses que estaban cazando tigres, en los Montes Azules (Nilghiri), del Indostán meridional, descubrieron una extraña raza perfectamente distinta en sus formas y lenguaje de todos los demás pueblos hindúes. Acerca de semejante hecho se hicieron conjeturas más o menos absurdas, y los misioneros, siempre al acecho para relacionar todas las cosas humanas con la Biblia, fueron tan lejos, que hasta llegaron a sugerir la idea de que este pueblo era una de las perdidas tribus de Israel, apoyando su ridícula hipótesis en que tenían blanca la tez y fuertemente pronunciadas sus facciones hebreas, cosa esta última perfectamente errónea. Los todas, que así se denomina a esta raza, son en efecto los más hermosos de los hombres, con la majestad y típica belleza del Zeus griego. Aunque durante el tiempo transcurrido desde entonces se han construido diversas ciudades en aquellas montañas, y la civilización europea ha invadido por completo el país, se sabe hoy, respecto de los todas, lo mismo que se sabía al principio. Entre los estúpidos temores que en efecto circulan acerca de dicho pueblo, los más absurdos son los que se refieren al número de sus individuos y a que practican la poliandria. La opinión general es la de que, debido a esta última costumbre, su número ha quedado reducido a muy pocos centenares de familias y que la raza se extingue con rapidez; pero nosotros, que hemos tenido las mejores oportunidades para adquirir amplios conocimientos acerca de ellos, podemos negar rotundamente ambos asertos, y estamos dispuestos a demostrar que jamás ha visto nadie a niños suyos, sino a hijos de los badagas, una tribu de la comarca completamente distinta de los todas en raza, color, lenguaje, etc. Estos mismos badagas son los más fieles "adoradores" de aquel extraordinario pueblo, y decimos adoradores, porque los badagas visten, alimentan, sirven y positivamente consideran a cada toda como a una divinidad. De estatura gigantesca; blancos como los europeos, con cabello y barba largos y rizados, oscuros de ordinario, a los que, desde su nacimiento, no ha tocado navaja alguna77, y hermosos, en fin, como una estatua de Fidias o de Praxíteles, los todas al decir de muchos viajeros que han logrado tener de ellos alguna vislumbre, "yacen sumidos todo el día en la indolencia...; jamás hacen uso del agua; son extremadamente ascéticos, pero sucios; desprecian las joyas; nunca llevan más que una gran túnica negra tejida de lana y con una franja de color en su borde inferior; no beben sino leche pura; poseen rebaños, pero ni comen su carne ni hacen trabajar a sus animales; no venden ni compran nada; no usan armas de clase alguna, ni siquiera un mal bastón, y los badagas proveen a su alimento y vestido. Desesperación de los propios misioneros, ni quieren aprender a leer ni profesan ninguna clase de religión, fuera del culto de sí mismos como Señores de la Creación", al decir de trabajos publicados, tales como los Esbozos hindúes, la Enciclopedia Nueva de Appleton, etc. Nosotros, por nuestra parte, procuraremos corregir o rectificar algunas de estas opiniones, en cuanto nos lo permita lo que hemos aprendido sobre el particular de labios de un muy santo y respetado personaje, un venerable Gurú-brahmán a quien hemos tenido la dicha de tratar. -Jamás nadie ha visto reunidos a la vez a más de cinco o seis todas -nos dijo-, pues que ellos rehuyeron el comunicarse con los extranjeros; ni viajero alguno ha sido introducido nunca en el seno de sus largas, aplastadas y peculiares chozas, desprovistas, al parecer, de toda ventana ni chimenea. Nadie, por otra parte, ha presenciado en ocasión ninguna el entierro de ningún toda, ni visto ancianos entre ellos. El cólera y demás epidemias nunca les atacan, cuando en torno de ellos hacen estragos sus contagios. Finalmente, aunque el país está infestado de tigres y serpientes venenosas, jamás les han atacado a ellos; no obstante que no llevan, bajo ningún pretexto, la menor arma defensiva. Los todas no se casan, y parecen cortos en número porque a nadie se les ha presentado la menor posibilidad para contarlos. Desde el momento en que su soledad fué profanada por la avalancha de la civilización -lo cual fué debido quizá a su propia indiferencia-, empezaron los todas a marcharse a otros puntos tan desconocidos y más inaccesibles que lo que los Montes Nilghiri lo habían sido anteriormente. En realidad, ellos no constituyen una raza, es decir, no son nacidos de madres todas, sino gentes elegidas desde su infancia para ser dedicados a ciertos fines religiosos especiales. Se les reconoce desde su nacimiento por poseer una complexión particular, amén de ciertos otros signos, y a semejantes niños excepcionales se les asigna el nombre de todas. Los todas, cada tres años, deben dirigirse a cierto sitio secreto, por un determinado período de tiempo, en donde tienen una especie de asamblea. Su "suciedad" no es más que una máscara, tal como la que el sanyan emplea para presentarse en público en obediencia a sus votos. La mayor parte de sus rebaños la destinan a usos sagrados, y aunque el suelo de los templos en donde verifican sus ceremonias no ha sido nunca hollado por un pie profano, se sabe que dichos templos rivalizan con las más espléndidas pagodas conocidas de los europeos. La tribu de los badagas constituye el núcleo de sus servidores, quienes los adoran como a semidioses, pues que a ello le dan derecho su nacimiento y sus misteriosos poderes. El lector puede tener seguridad, además, de que lo que esté en pugna con lo poco que llevamos dicho acerca de los todas es completamente falso. Ningún misionero, por astuto que sea, los cogerá en sus redes, ni tampoco les hará traición ningún badaga aunque le despedacen, porque los todas constituyen, en efecto, un pueblo que lleva a cabo en la Tierra un elevadísimo designio, cuyo secreto es inviolable. Además, no son ellos la única tribu misteriosa que existe en la India. Algunas de ellas han sido por nosotros citadas en anteriores capítulos; -pero, ¡cuántas otras, además, hay en aquel país que no han sido nunca mencionadas porque se desconocen, y, sin embargo, existen!". En efecto, la Maestra nos ha hablado también de otras tribus hindúes, análogamente misteriosas, en su preciosa obra Por las grutas y selvas del Indostán, que hemos tenido el atrevimiento de comentar. Los individuos de dichas prodigiosas tribus que habitan en las grutas de las célebres montañas de Bhadrinath, son los llamados también swamis -de swan, cisne o ave sagrada, tan frecuente en todas las leyendas iniciáticas, tales como la del Caballero del Cisne, Helias o Lohengrin, de la que sacara gran partido Wágner para uno de sus dramas musicales-. Dichos extraños seres son monjes ascetas que jamás se casan, renunciando no pocos de ellos a las ventajas de la asociación monástica, y viviendo terriblemente solitarios, con un grado tal de pureza que resulta casi increíble respecto al resto de la humanidad. Estos últimos son los célebres jinas, gymnósofw o gimnosofistas, de la Tartaria, mencionados con honores casi divinos por los escritores clásicos de Grecia y Roma, en especial Pitágoras, Empédocles y Demócrito, apareciendo, muy de tarde en tarde, en el drama de la Historia, en los momentos supremos en los que es necesaria su intervención, al modo de los Caballeros del Grial del Monsalvat mítico, que nos muestra el Parsifal wagneriano como herederos directos de todas las glorias caballerescas de Tristanes, Lanzarotes, Arthus, Lohengrines y demás héroes de la Tabla Redonda primitiva, reprodu<;ida luego en el medioevo. Es más: no hay un hecho culminante en la historia del mundo que no esté presidido, impulsado y guiado, entre cortinas, por decirlo así, por uno o varios de estos seres, que una vez se llaman Melchisedec, para constituir la base religiosa entera del pueblo hebreo con su acción protectora augusta sobre los patriarcas Abraham e Isaac, como puede verse sabiendo leer entre líneas el Génesis; otra vez, llamándose Oanes, Dagón o Proteo, inician en los más altos conocimientos redentores a parsis y caldeos, recién salvados de la catástrofe atlante; otra vez, "viniendo de remotos países de Oriente" con el nombre de Quetzal-coatl ("el Dragón luminoso"), se constituyen en efectivos salvadores de los pueblos mexicanos, y bajo el de Manco Capac o Manú Capac, alzan sobre las doctrinas del Popul-Vuh la prodigiosa civilización inca, y varias, en fin, traen, bajo los múltiples nombres de Harí.-culas o Hércules, Ogam o "Mago", lana o Saturno, Hermes, Orfeo, Cadmo, Hermanos Arbales, Odin, Hermann, Conde Olinos, Veleda, Aurinia,Wotan, Loge, Teut, Arminio, etc., etc., la ola fecunda de Oriente a las yertas playas religiosas y morales de los más apartados países europeos. Y una vez es Apolonio de Tyana, el hombre adorado como un dios por Caracalla y Alejandro Severo, apareciendo en las más extrañas circunstancias al emperador Aurelio, persuadiéndole a levantar el -cerco de su ciudad natal (Dion Casio, XXVII y XXVIII, 2; Lampridio, Adriano, XXIX, 2; Flavio Vopisco, Aurelio, y otros libros de la Biblioteca Ulpiana); y otra vez es el sublime Maestro de Saulo, apareciéndosele a éste en el camino de Damasco (Actos de los Apóstoles, IX, 1-9) ; Y otra es Simeón Ben-Iochai, dando al mundo el verdadero Zohar, o "Libro del esplendor"; y otra vez es el desconocido Maestro de Mahoma, ora fuese el griego Djebr-er-Rumi, ora el misterioso árabe Jesar, el hombre-solar, ora el persa Salmán o Solimán (Joaquín García Bravo, El Corán, sura XVI, versículo 105, nota) ; y otras muchas, en fin, son "los grandes hombres de los grandes y -críticos momentos", los hombres inexplicables, misteriosos, taumatúrgicos, al modo del conde de Saint-Germain, apareciéndose múltiples veces, en los pródromos de la revolución francesa, a su bondadosísima admiradora la condesa de Adhemar (Bibliot. de las Marav., tomo V, comentario al cap. II), Y dando lugar con ello a tres de las -obras maestras de la moderna literatura: las novelas celebérrimas de Alejandro Dumas, padre, El Conde de Montecristo y Memorias de un médico, y Zanoni, la obra del gran cabalista Bulwer Lytton. A guisa de nota, que resultaría excesivamente larga, séanos permitida. pues, una digresión relativa a este último particular, que, como más próximo a nosotros, puede ser mejor abarcado por los lectores. He aquí, en sumario, los "hechos de autos". Si abrís la escéptica y positivista Enciclopedia de Pierre Larousse por la palabra Saint-Germain (conde de), os encontraréis definido el célebre personaje, poco más o menos, en estos términos: Fué un célebre aventurero, muerto en Eckernfoerde (Suecia) en 1784; su nombre y patria son desconocidos; quizá era de origen judío-portugués,según su delator el duque de Choiseul, quien pretendió hacerle hijo natural de María Ana de Neubourg, la viuda de Carlos II el Hechizado, tomada por Víctor Hugo para heroína de su Gil BIas de Santillana. El conde fué presentado en 1750 o 60 por el mariscal de Belle-Isle a la célebre favorita del rey, madame de Pompadour... En los círculos aristocráticos de París, y aun fuera, corrieron bien pronto acerca de él las más peregrinas leyendas. Se creía que tenía el don de rejuvenecerse, que había nacido en Jerusalén, y que contaba de edad unos dos o tres mil años, hablando con el más puro acento nacional todos los idiomas, representando una fortuna prodigiosa que le permitía vivir con el fausto de un nabab de la India, y regalar como simples bagatelas las más preciadas joyas a sus amigos, dado que conocía a fondo el arte de hacer el oro alquímico, como todas las demás artes y ciencias... Mezclado en todos los asuntos diplomáticos de la época, paseó, extraña e inopinadamente, por Inglaterra, Rusia, Italia, Alemania, etc. En Prusia y demás países germanos fué uno de los familiares más misteriosos de los príncipes Orlov, del margrave Carlos Alejandro de Anspach, del langrave Carlos de Hesse. excepcional ocultista. Jugó el más importante papel en la gran revolución rusa de 1762... Sus relaciones con la Francmasonería fueron ciertas y notables. .. A la desaparición del conde, su protector, más bien discípulo, Carlos de Hesse, quemó todos sus papeles v se negó a dar de él indicación ninguna... Cagliostro tenía a gran honor llamarse también su discípulo78. Las hazañas, finalmente, están relatadas con canon histórico por aquella condesa, y exomada_ con las galas de la imaginación creadora, aunque "rebajadas de talla", en las dos novelas dichas y en algunas otras, aparte de los minuciosos trabajos de la Biblioteca Thilorier, de Trary, de la baronesa de Oberkirch, de Beugnot, de La Borde, etc., para Cagliostro, y los de Oettingel' Bulau y muchos otros, para Saint-Germain. Saint-Germain, según las Memorias de aquella dama contemporánea de Luis XV, y que vivió hasta 1823, se aparece después de muchos años en que se le tenía por muerto, completamente joven, como antaño, a su amiga la condesa, que ya había envejecido; le predice todo cuanto amenaza al desgraciado Luis XVI, si no se adelanta con reformas a la próxima catástrofe revolucionaria, en la que hubo éste de perder hasta la vida; le señala con el dedo a los más estúpidos ministros, cuyas iras desafía haciéndose invisible e imprendible, y cuando, desoídos sus consejos-profecías, ya nada puede hacerse contra los Hados desencadenados sobre Francia, todavía se le muestra a la ilustre dama, según su promesa, otras cinco veces, en los momentos de mayor angustia para ella y para el país, o sea horas antes de morir el rey, la reina, el duque de Enghien y el de Berry, y a la caída de Napoleón, y la hace presentir para el día de su muerte su sexta y última visita, esa visita de la Intrusa, que en el mito asturiano se conoce por la Huestia o Santa Compaña... ¡La Compañía exaltadora y gloriosa de cuantos maestros y amigos nuestros nos han precedido en el mundo de los jinas, o mundo de la "cuarta dimensión", en que el Maestro Saint-Germain vivía como tal, y siempre joven, hacía luengos siglos, como "siempre jóvenes" hemos visto y veremos a los demás personajes jinas del histórico al par que legendario cinematógrafo de este libro!... En efecto, la reina María Antonieta escribía a la condesa, a la vista ya de la temible revolución: "¿Quién es ese personaje tan por encima de lo conocido, que viene interesándose por mí desde hace tantos años, sin darse a conocer, sin recibir una recompensa, y diciéndome la verdad siempre? Desde mi llegada a Francia, y en todos los acontecimientos importantes de mi vida, un protector misterioso me ha prevenido fielmente de cuanto tenía que temer..." y la propia condesa, hablando de aquellas apariciones anunciadas y regulares del Maestro, ponía en labios de éste la frase típica de amargura con que el mundo de los felices jinas, la "Iglesia triunfante", que diría el Derecho canónico, se lamenta de la loca ceguera de los hombres: "A los Hijos de la Verdad se les combate doquiera como a seres peligrosísimos. ¡La Humanidad sólo recibe bien a quien la engaña, pierde y sacrifica!"; y ésta es la ceguera real y efectiva, la ceguera de la falta de intuición, del don de ver la Verdad, Velo de Isis, que nos hace no ver a tamaño mundo, que se halla a nuestro lado protegiéndonos todo lo que merecemos por nuestro karma y un poco más sin duda..." Más que un "Hijo de la Verdad", Saint Germain era uno de los mayores Maestros de ella que han conocido los tiempos: un toda efectivo. El músico, rival de Paganini en el violín; el filólogo y poliglota, dotado del don de lenguas de la Pentecostés; el prodigioso alquimista, para quien todas las mayores riquezas no eran sino bagatelas despreciables; el consejero de sabios y de reyes; el ente sobrehumano que en sus trances de hasta dos y tres días parecía verlo todo en el pasado como en el porvenir; el que leía pliegos cerrados sin tocarlos, y podía escribir dos documentos a la vez, uno con cada mano; el ser poderoso, en fin, que aparecía como el rayo y desaparecía con el rayo mismo, sería un jina, un personaje perfecto y rigurosamente histórico, si nosotros, los hombres perversos de esta triste edad, en lugar de calculadas mentiras explotadoras, tuviésemos alguna cosa digna de ser llamada "Historia". A pesar de ello, el Maestro en cuestión no puede ser arrancado del marco histórico, pese al interés del siglo XIX en borrarle de la memoria de su época, porque sobre las citadas Memorias históricas de m.adame Adhemar, hoy aparentemente perdidas, cayó luego, del modo más extraño, la conocida obra del fundador de la novela moderna, Alejandro Dumas. ¿Qué agregar ya, pues, a esto último, cuando todos, en nuestras mocedades, nos hemos embobado y absorbido hasta perder la noción de nosotros mismos en las aventuras pasmosas del infeliz marinero Edmundo Dantés, protagonista de la obra de Dumas, transformado, supone el novelista, por el arte semimágico del misterioso abate Faria, en la proteica y brujesca figura jina del Conde de Montecristo? Porque ha llegado la hora de decirlo con toda claridad y sin temor de verse desmentido. Dumas hizo, a su modo, una parodia literaria de la vida79 de Saint-Germain, dado que, en medio de los aterradores escepticismos, "bien" de mediados del siglo XIX, era preciso que así se hiciese, como es preciso que la luz del día llegue alguna vez hasta las mazmorras más tristes, Por otra parte, como Alejandro Dumas, al fin, era el hijo de su. tiempo, hubo de ver cumplido una vez más, en su inspirada obra, el aforismo oriental relativo a que la madera de sándalo es tan admirable que hasta perfuma al hacha que la destroza, y en tal obra, por tanto, el novelista tenía que superarse y se superó a sí mismo. Cumpliéndose, en efecto, como tantas otras veces, esa ley de herencia relativa a las familias célebres cuyos individuos aparecen agrupados por un karma colectivo de gloria o de crimen -la familia de los 32 Bach gloriosos; la familia del centenar de los Borgias envenenadores, etc.-, el apellido, ya que no la familia Dumas, empezó, acaso, a sobresalir en el siglo xv a XVI con el seráfico poeta capuchino Marcial; siguió luego, a mediados del XVI, con aquel Gabriel Oliver Benoit, que tanto dió que hacer a causa de la colosal herencia de su hermano Benito, uno de esos misteriosos directores de la Compañía Inglesa de Indias que ligó los destinos de la India al carro triunfal de Inglaterra, para que así Europa conociese a aquel sagrado país. Un nuevo Dumas, Guillermo Mathieu, de clara e instructiva elocuencia, se hace glorioso al final del siglo XVIII al lado de Lafayette, luchando por la independencia de Norteamérica, combatiendo luego contra los girondinos y defendiendo, en fin, a Luis XVI contra Vergniaud; y otro Dumas, el padre ya del novelista e hijo natural de un marqués, y llamándose como él, Alejandro Davy de la Pailleterie Dumas, hace de verdadero Horacio Cocles en la guerra del Tirol, y como general acompaña en Egipto a Napoleón... Con tales antecedentes ocultos, ¿qué de extraño tiene que por herencia, y pese a las amarguras de su mísera y obscura juventud, llegase a ser nuestro héroe, en cantidad y aun en calidad, el monstruo de la novela contemporánea? ¿Qué de extraño también que, con las Memorias dichas de la condesa de Adhemar a la vista -puesto que ellas existieron en los Archivos del Estado de las Tullerías hasta su incendio en 1871, meses después de la muerte del novelista-, éste trazase el plan de su mejor novela sobre la vida del conde incomprendido y de Cagliostro, su falso discípulo? La fortaleza de If y su abate Faria, novelescos, se nos antojan la de la Bastilla y la de San Leone, en las que Cagliostro fuera preso; en el más lóbrego calabozo de aquélla tiene lugar, en efecto, la iniciación ocultista de aquel pobre y honrado marinero mártir Edmundo Dantés, tanto, que la novela El Conde de Montecristo como La República, de Platón, y como el Persiles y Sigismunda, de Cervantes, casi comienza en una cárcel -¡la triste cárcel de nuestra vida corpórea, cárcel tras la cual, como vamos viendo en estas páginas, el hombre bueno injustamente perseguido sale, al fin, para recibir en recompensa los tesoros inauditos de esa "isla de misterio", que no está sólo, como la de Montecristo, en las costas de Italia, sino en todos los lugares del mundo a la vez!-, cárcel en la que entra pobre y atormentado, para salir de ella como omnipotente soberano que-realiza, gracias a su nueva condición, los más aparentes imposibles... Por eso, el verdadero nombre de la tal novela bien podría ser el de Karma, porque es ella el momento más grande que a la terrible ley de Justicia de las Esferas nos ofrece la moderna literatura. Karma, en el desastroso fin de los tres asesinos de Dantés -Villefort, Danglás y Caderouse-, quienes, a vuelta de ilusorias felicidades trágicamente desvanecidas, vienen a recoger, gota a gota, idénticas amarguras de las que sembraron con sus espinas el antes risueño camino del héroe; Karma, en el premio recogido por la protectora familia del armador Morrel; Karma, en fin, del propio autor, quien, así como había en cierto modo degradado un tanto con su ficción la excelsa e incomprendida figura jina del Adepto Saint-Germain -aunque dejándola todavía harto hermosa y atrayente en Monte,cristo-, pudo así ver quizá en sus últimos días, cuando le abrumaban las deudas y los derroches casi tanto como las glorias de sus Tres mosqueteros y su Conde, que alguien, quizá el propio Maquet, deslizándose como astuta serpiente guiada por la conocida mano de cierta institución necromante, volvió arteramente del revés toda la obra, en su lamentable y repugnante apostilla que lleva el título de La mano del muerto, y en la que literalmente se ha hecho negro de lo blanco y blanco de lo negro, como si se hubiese escrito, no por Dumas, padre, o Dumas, hijo, bajo lamentables apremios del negocio editorial, sino por el mayor enemigo que existir pudo del. novelista y del protagonista de su obra -el maravilloso Saint-GermainMontecristo-, cuya noble figura iniciática quedaba falsificada así. Terminada ya esta digresión de historia moderna, volvamos a nuestros jinas asiáticos y a lo que sobre ellos nos dice en otros lugares la admirable H. P. B. en su citada obra Por las grutas y selvas del lndostán. Los dikshatas o verdaderos yoquis iniciados de otra de las regiones hindúes -nos enseña- evitan cuanto pueden el mostrarse en público, recluídos, como casi siempre lo están, y consagrados a perpetuo estudio, no presentándose -como Saint-Germain y los demás citados- sino cuando tienen una misión especial que cumplir en el mundo. De esta excelsa clase son algunos de los más grandes lamas buddhistas, dominando todas las leyes del llamado "magnetismo", ya conocido y practicado desde tiempo inmemorial, en la propia China y en el Thibet, la Magia o Ciencia Suprema, con la típica denominación de Ciencia Gina, Jina o Jaina. Por eso, los más sabios de entre los partidarios de la antiquísima religión jina o jaina consideran, tanto al brahmanismo cuanto al buddhismo, como meras y "modernas" desviaciones del Jainismo, y siendo hasta el propio Gautama el Buddha un mero discípulo del gran Gurú o Maestro de los jaínos, por lo cual cuidan de establecer una profunda distinción entre la actual religión jaína de la India y el Jainismo o Cainismo troncal y primitivo, o sea la Religión Sabiduría originaria, o de la Edad de Oro del mundo, llamada tan apropiadamente "Ciencia de los dioses", o Teosofía. (Ob. cit., pág. 57.) Véanse los párrafos que a tan pasmosa enseñanza consagra la Maestra: "Hemos tenido cierta vez la dicha -expresa en uno de sus comentarios a la Estancia XII del libro de Dzyan o Jinan- de ver un viejo manuscrito perteneciente a la colección llamada Tongo Shakty-Sangye Songa, exotéricamente conocida por el nombre de "Anales de los treinta y cinco Buddhas de Confesión". Estos personajes, aunque llamados Buddhas en la religión buddhista del Norte, pueden llamarse igualmente Rishis, Avatara, Mahatmas, o "Grandes Almas", propiedad universal y común a todas las creencias religiosas; sabios históricos, al menos para los ocultistas, y que constituyen en la Tierra la más excelsa de las jerarquías. Gautama Buddha hace el número veintisiete de estos 35, o más bien, de estos 150 "Reyes Divinos", verdaderas encarnaciones celestes o avataras menores de "Hijos de la Sabiduría", que no pertenecen ya a este planeta, y que han vivido aquí, sin embargo, en épocas arcaicas, perteneciendo 11 de ellos a la Raza Atlante y los demás a la actual de los Arios... No está lejano, por cierto, el día en que los simbologistas modernos comprueben la exactitud de estos asertos y se convenzan de que el propio Woden, u Odin, el Dios más elevado de la mitología germana y escandinava, es uno de estos inefables Buddhas, ser tan primitivo, en verdad, como que data de los días en que la naturaleza tropical se extendía por ese continente polar hoy cubierto de hielos perpetuos, gracias al cambio de dirección del eje terrestre. .. A partir, en efecto, de la Raza Lemuriana. predecesora de la Atlante y de la Aria, cada gran vástago del gran tronco de la Humanidad ha tenido a su frente. como guía y maestro, a uno 'de estos seres de las "Divinas Dinastías", y cuyo recuerdo perdura siempre, más o menos, en la Historia, envuelto en la pérula protectora del mito." y no sólo perdura el tal recuerdo, sino que, en ciertos países excepcionalmente privilegiados del planeta subsisten aquellos Maestros aun hoy día, en lugares a los que no suele tener acceso el europeo, porque están más celosamente guardados de lo que puede creerse, tanto por obstáculos naturales como por otros obstáculos de índole psíquica, sobre los cuales no podemos detenemos: la Maya Oriental o poder de inhibición que en los tales lugares ellos ejercen sobre las mentes de los más conspicuos viajeros, haciéndoles ver a su antojo dificultades, peligros y cosas que realmente no existen.80 Tal sucede con el relativo a los sabios del país de Kalkas, respecto de los cuales la Maestra nos dice: "Lo que el común de las gentes conoce actualmente acerca del Shamanismo es muy poco, y aun este poco ha sido adulterado, lo mismo que el resto de las religiones no cristianas. Suele llamársele "el paganismo de la Mogolia" sin razón alguna, puesto que es una de las más antiguas religiones de la India, a saber: el culto del espíritu, la creencia en la inmortalidad de las almas y en que éstas, allende la muerte, siguen presentando las mismas características de los hombres a quienes animaran aquí en la Tierra, aunque sus cuerpos hayan perdido por la muerte su forma objetiva, cambiando el hombre su naturaleza física por la espiritual. Dicha creencia, en su forma actual, es un retoño de la primitiva teurgia y una fusión práctica del mundo visible con el invisible. Cuando un extranjero naturalizado en el país desea entrar en comunicación con sus invisibles hermanos, tiene que asimilarse su naturaleza, esto es, debe encontrar a estos seres andando la mitad del camino que de ellos les separa, y enriquecido entonces por ellos con una abundante provisión de esencia espiritual, dótales él, a su vez, con una parte de su naturaleza física, para colocarles de esta suerte en condiciones de poderse mostrar algunas veces en una forma semiobjetiva, de la que de ordinario carecen. Semejante proceso es un cambio temporal de naturalezas, llamado comúnmente teurgia. La gente vulgar llama hechiceros a los shamanos, porque se dice que evocan a los "espíritus" de los muertos con el fin de ejercer la nigromancia, pero el verdadero shamanismo -cuyos rasgos más salientes prevalecieron en la India en tiempos de Megasthenes (300 años antes de J. C.) no puede ser juzgado por sus degeneradas ramificaciones en Siberia, del mismo modo que la religión de Gautama-Buddha no puede ser confundida con el fetichismo de algunos que se dicen sus secuaces en Siam y Birmania. Actualmente tienen su asiento en las principales lamaserías de Mogolia y del Thibet, y allí el shamanismo, si es que de este modo podemos llamarle, se practica en el sentido más amplio de comunicación que es permitido entre el hombre y el "espíritu". La religión de los lamas, en efecto, ha conservado fielmente la primitiva ciencia de la Magia, y lleva a cabo actualmente hechos tan maravillosos como los que producía en los días de Kublai-Khan y de sus barones. El Aum-mani padma-hum, la mística palabra de la Trinidad sánscrita de "¡Oh, Joya en el Loto!", la antiquísima forma atlante del místico rey Srong-Chtsans-Gampo, opera hoy sus portentosas maravillas de igual modo que en el siglo VII, y Avalokita-Iswara, el más elevado de los tres Boddhisattvas y santo patrón del Thibet, proyecta claramente su luminosa "sombra" ante los ojos de los fieles en la lamasería de Dga-Gdan, fundada por él, donde la resplandeciente figura de Song-Kapa, separándose de los vívidos rayos del Sol bajo la forma de una nubecilla de fuego, platica amorosa con una numerosísima comunidad de lamas, a veces de millares. La Voz que misteriosa desciende entonces de lo alto es a la manera del más dulce susurro producido por la brisa en el follaje, y pronto -dicen los thibetanos- la hermosa aparición se desvanece entre los árboles del bosque sagrado." Se dice asimismo que en Dharma-Khian ("claustro materno", o "lugar originario" de cuantas influencias han partido sucesivamente desde allí hacia el mundo) se hace comparecer en ciertos días a los espíritus perversos e inferiores, forzándoles a que den cuenta de sus fechorías, oblígándoles después los adeptos lamas a que reparen los daños que ellos han causado con su maldad a los mortales. A esta ceremonia es a la que el abate Huc llama inocentemente "la de los diablos o malos espíritus". Si a los escépticos de los países europeos se les permitiese el consultar las relaciones impresas diariamente en Morú81 y en la "Ciudad de los Espíritus", acerca de las comunicaciones que tienen lugar entre los lamas y el mundo invisible, se sentirían ciertamente mucho más interesados por los fenómenos que por modo tan ostentoso describen los periódicos espiritistas. En Buddha-Ila, o mejor dicho, Foht-Ila o Montaña de Buddha, en la más importante de las lamaserías que existen por millares en el país, se ve flotar en el aire, sin apoyo alguno, el cetro de Boddhisgat regulando todos los actos de la comunidad... En Sikkin, otra de las lamaserías, cierto número de lamas producen meipos o "milagros" por medio de sus poderes mágicos. Gegen Chutuktu, el difunto patriarca de Mogolia, que residía en el verdadero paraíso de Urga, era la décimosexta encarnación de Buddha y, por lo tanto, era un Boddhisattva. Gozaba él, en efecto, de la reputación de poseer poderes que eran asombrosos aun ante los ojos de los taumaturgos de aquel país, maravilloso por excelencia. No se suponga, desde luego, nunca que semejantes poderes mágicos puedan lograrse sin trabajo. Las vidas de la mayor parte de estos santos hombres -a quienes tan errónea como absurdamente se les supone vagabundos, perezosos, tramposos y mendigos, y de quienes se dice que pasan su existencia explotando la inocente credulidad de sus víctimas- son ellas mismas un milagro. Milagro. sí, porque ellos son la demostración viviente de lo que puede llegar a alcanzar una voluntad firme y una perfecta pureza de vida y de intención, y del grado de supernatural ascetismo a que puede ser sometido un cuerpo humano, que llega, sin embargo, a alcanzar así una avanzada edad. Ningún ermitaño cristiano ha soñado jamás en un tal refinamiento de disciplina monástica, y la aérea habitación de un Simeón Stylita parecería una niñería ante las invenciones del faquir y del buddhista para poner a prueba la voluntad. Pero el estudio teórico de la Magia es una cosa, y la posibilidad de practicarla es otra por completo distinta. En Brar-s Pungs, el colegio mogol en donde más de 300 magos enseñan a casi doble número de discípulos desde los doce a los veinte años, estos últimos tienen que esperar aún muchos más años para conseguir la iniciación final, y ni uno solo entre ciento alcanzan la más elevada meta. En fin: entre los muchos millares de lamas que casi ocupan por completo una ciudad de edificios sueltos agrupados en torno del Colegio, apenas si un dos por ciento llega a conseguir ser obrador de maravillas. Puede uno aprenderse de memoria, línea tras línea, los 108 volúmenes de Kadjur (el gran Canon Buddhista, que contiene 1.038 tratados, entre ellos muchos referentes a la Magia), Y no ser, sin embargo, más que un muy pobre mago práctico. Sólo existe, en verdad, un método capaz de conducir con toda seguridad a la meta, y su particular estudio ha sido indicado también por más de un escritor hermético. Uno de estos últimos, el alquimista árabe Abipili, se expresa respecto del particular en estos términos: "Te advierto que quienquiera que fueres, oh tú que deseas sondar los arcanos de la Naturaleza, que si no hallas dentro de ti aquello que buscas tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? EN TI SE HALLA OCULTO EL TESORO DE LOS TESOROS: ¡OH HOMBRE, CONÓCETE A TI MISMO!"... En los claustros de Dshashi-lumbo y Sidzang, es donde se cultivan basta su último grado de perfección estos mágicos poderes inherentes a todo hombre. ¿Quién en la India no ha oído hablar de Banda-Chan-Rambut, el Hu-tuktu de la capital del Alto Thibet? Su fraternidad de Khe-lan fué celebérrima en todo el país, y uno de sus "hermanos" más famosos era un Phe-hing (un inglés) que a principios de este siglo llegó de Occidente. Dice la tradición que hablaba todas las lenguas, incluso la thibetana, y que conocía todas las artes Y las ciencias. Su santidad y los fenómenos que producía :tieron lugar a que a los pocos años de residencia allí se le proclamase un shaberon. Su memoria vive actualmente entre los thibetanos; pero su verdadero nombre es un secreto que sólo los shaberones conocen." Si se estudiasen a fondo las viejas tradiciones chinas, tan ligadas desde el origen a las thibetanas y a las atlantes, se verían comprobados los anteriores asertos de la Maestra. En efecto: la secta Tao-Kiao o Taose, según Schott, denomina Sian o Shin-Sian a aquellos anacoretas que por sus ascéticas costumbres, o bien mediante ciertos elixires y hechizos, han obtenido la posesión de dones maravillosos, entre ellos el de prolongar grandemente la vida humana. Lo que Marco Polo afirma que se verificaba en el siglo XIII, se halla corroborado en nuestros días. Existen alli -dice- ciertas personas llamadas Chughi (yoquis) o brahmanes, cuya vida puede llegar hasta los 150 ó 200 años. Comen muy poco, y esto, arroz y leche. Hacen también uso de cierto brebaje, compuesto, dice, de azufre y mercurio, que toman dos veces por mes, y añade que el mercurius vitae de Paracelso era un compuesto de antimonio y mercurio. (Libro de Marco Polo, vol., II, págs. 130 y 352; y coronel Jule, vol. II, pág. 353.) Pero lo que Paracelso y otros místicos y alquimistas entendían por mercurius vitae, era "el espíritu viviente de la plata", su aura. Ninguna clase de mercurio puede jamás devolver al cuerpo una salud perfecta. Lo que los yoquis antiguos usaban, como hoy los lamas y talapoines, era un jugo lechoso de cierta planta medicinal, con una pequeña dosis de azufre, y deben, en verdad, estar en posesión de algunos secretos maravillosos, desde el momento en que los hemos visto curar en pocos días las más peligrosas heridas, así como volver a su - estado natural a huesos rotos, logrando tales resultados en un número de horas equivalente al de los días que .la cirugía ordinaria necesita para obtener el mismo resultado. Una fiebre maligna que la autora contrajo en Rangoon, le fué curada en algunas horas con el zumo de una 'planta llamada kukushan, aunque millares de naturales del país mueren de fiebre por no conocerla. También hemos oído hablar de cierta agua llamada ab-i-ha-yat, que la superstición popular cree que es invisible para todo ojo mortal, excepto para el del santo sannyasi, y es más que probable que los talapoines rehusen hoy el enseñar tales secretos a misioneros y académicos egoístas, que luego los empleen en hacer dinero, no en beneficiar a la Humanidad con ello. CAPÍTULO XI. LOS "JINAS" INCAS El inca Garcilaso de la Vega y sus "Comentarios reales de los ineas", - Un contraste histórico entre "los Hijos del Sol" y los demás pueblos sudamericanos, - El relato de un Amauta inca. - Gentes solares, cainitas, quírites o incas del viejo continente. - Shamanos o jinas y sus discípulos incas. - Los dos reformadores, el Manú y su Coya, en el lago sagrado de Titicaca, - La religión natural de los incas y su culto simbólico del Sol y de la Luna.Pachacamac, el Logos Demiúrgico inca. - El Dios Desconocido. - Runas y Llamas. - Las reencarnaciones. - Lazos fonéticos entre los incas y los pueblos del viejo continente. - Los incas fueron arios y no semitas. - Pruebas históricas de este aserto. - El culto de Vesta. - La fiesta del Sol. - Las cronologías de los quipos. - La proverbial caballerosidad aria de los incas. - "Caso diplomático" que hoy envidiaríamos. - Altísima moralidad de aquellos "Hijos de la Luz". - El templo de Cuzco. - Cámaras iniciáticas del Sol, la Luna, Venus y las Pléyades, estas últimas como centro del Universo, al tenor de lo que admite también nuestra Astronomía. - Las cuatro clases de lenguas del Imperio inca. - Su iniciática sabiduría. Los bondadosos lectores habrán de perdonarnos este aserto, que acaso se les antoje demasiado fuerte e injustificado: los fundadores del Imperio inca del Perú fueron los jinas. Pero, antes de rechazar por temeraria semejante aserdón, bueno será que nos acompañen por esta breve excursión histórica, apoyada en una de las más hermosas obras de la época: los Comentarios reales de los Incas, o Historia general del Perú, escrita en el siglo XVI por el célebre inca Garcilaso de la Vega82. Pocos contrastes históricos son más notables, en efecto, que el que presentara América del Sur entre el egregio pueblo inca y los demás de aquel vasto continente a la llegada de los conquistadores. Y este contraste, por otra parte, es el que en el capítulo anterior nos ha trazado la Maestra H. P. B. entre el pueblo jina de los todas y el pueblo inferior de los badagas, que los considera como a verdaderos "hijos del Sol" o dioses, honrándose con proveer a sus necesidades materiales, ni más ni menos que acaeciera con los incas. De aquí la inmensa distancia entre unos y otros, que Garcilaso nos describe en estos términos: "Residiendo mi madre en el Cozco, su patria, venían a visitarla los pocos parientes que habían escapado con vida de las crueldades de Atahualpa, en las cuales visitas solían tratar del origen de nuestros reyes, de sus leyes y de sus enseñanzas. ... Acaeció, pues, que siendo yo de diez y siete años, le dije al pariente más anciano: "Tío, ¿qué noticias tienes tú del origen de nuestros reyes?" Y él me contestó: "Guarda en tu corazón cuanto vaya decirte: Sabrás que en los siglos antiguos, toda esta región de tierra que ves eran unos grandes montes breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras, sin religión, ni policía, ni pueblos, sin cultivar la tierra ni cubrir sus carnes, habitando las cuevas, comiendo como bestias yerbas del campo, raíces de árboles, frutas y carne humana. Entonces, nuestro padre el Sol hubo lástima de ellos, y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos, para que los doctrinasen en el _ verdadero conocimiento, y les diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en razón y urbanidad, habitasen en casas, tuviesen pueblos, cultivasen las plantas, criasen ganados y viviesen de la tierra como hombres racionales y no como bestias. Con esta orden y mandato puso nuestro padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Ti-ti-ca-ca, y les dió una barra de oro, de media vara de largo y dos dedos de grueso, diciéndoles que allí donde aquella barra se les hundiese con un solo golpe que con ella diesen en la tierra, allí quería nuestro padre el Sol que hiciesen su asiento y corte. Así, cuando hayáis reducido esas gentes a nuestro servicio, les dijo, las mantendréis en razón}' justicia, a la imagen y semejanza mía, que a todo el mundo hago bien, cuidando de dar una vuelta cada día al mundo, para proveer y socorrer a toda la tierra... Ellos, entonces. salieron de Titicaca, tratando en vano de hincar aquí y allá la barra de oro, hasta llegar a Pacarec-Tampu o "Posada del Amanecer", en el valle del Cozco -o Cuzco-, que estaba hecho una montaña brava, llamada Huanacanti, y como allí hundiesen con gran facilidad su barra, hasta perderse, dijo nuestro Inca a su hermana y mujer: "Este es el valle indicado por nuestro padre el Sol; vayamos, pues, cada uno de su lado a convocar y doctrinar a esta gente; tú hacia el Norte, y yo hacia el Mediodía". Los moradores, viendo aquellas dos personas vestidas y adornadas con los rostros, palabras y ornamentos de nuestro padre el Sol, les obedecieron como a reyes, refiriendo doquiera las maravillas que de ellos habían visto y oído... Así se creó nuestra ciudad, dividida en dos mitades: la del rey fué Hanan Cozco, o alto, y la de la reina, Hurin Cozco, o bajo, no para que los unos tuviesen preeminencias sobre los otros, sino para que todos fuesen iguales como hermanos, hijos del mismo padre y de la misma madre; unos como hermanos mayores, y como hermanos menores los otros. Nuestro Inca enseñó a los hombres, y nuestra Coya a las mujeres... Los indios, así reducidos a la civilización, fueron atrayendo a otros. Estos silvestres acudían en gran número a ver las maravillas de nuestros primeros padres, y certificándose en ellas, se quedaban en su servicio y obediencia, formando más de cien pueblos... Cuántos años ha que el Sol envió estos sus primeros hijos, no te lo sabré decir, que ellos son tantos que no los ha podido guardar en la memoria. Nuestros primeros Incas vinieron en los primeros siglos del mundo, de los cuales descienden los demás reyes que hemos tenido, y de estos mismos descendemos todos nosotros. Nuestro Inca se llamó Manco-Capac -el Manú Capac-, y nuestra Coya, Mama Oello Huaco. Fueron" hermanos83, hijos del Sol y de la Luna... Por no hacerte llorar, no he recitado esta obra con lágrimas de sangre, por el dolor de ver a nuestros Incas acabados y nuestro Imperio perdido." La narración anterior tiene un sabor eminentemente platónico e iniciático. Recuerda los pasajes de Timeo y del Critias, cuando el sacerdote salta de Isis le revela a Solón la verdadera tradición de la Atlántida con aquellas palabras memorables de "¡Oh Solón, Solón: vosotros los griegos sois unos niños, e ignoráis como tales la historia gloriosa de vuestros antepasados!....84 Con dicha narración. en efecto, el hermano del último Inca Huayna Capac inicia al joven inca Garcilaso de la Vega en los míticos orígenes de aquel gran. pueblo incaico, cainita, o de "sacerdotesreyes", que ha tenido en el viejo continente sus similares en esos curus, kaurios, quírites y demás hombres de la raza solar, o "hijos del Sol", que figuran en todas las teogonías, tales como la del Mahabharata, los Vedas, el Código del Manú, los libros sagrados parsis y caldeo-semitas, el panteón de Hesiodo y de Homero, las Doce Tablas romanas, y, en fin, los Eddas escandinavos, base de todas las obras de Wágner, en las que kyries, la lanza sagrada, es símbolo del rayo solar físico que fecunda a la Tierra, y también de ese divino Rayo Espiritual que, emanado del Logos, o Sol Central, constituye nuestro Supremo Espíritu, o Dios Interior de nuestra conciencia, según muy al por menor se detalla en varios capítulos de los tomos I y II de esta nuestra Biblioteca. Por eso no son de extrañar las infinitas conexiones que la doctrina y los hechos de los primeros Incas guardan con toda la iniciación oriental como vamos a puntualizar, empezando por decir que el propio César Can tú liga a éstos con ciertas tribus mogoles, o shamanas antiguas, lo que equivale a establecer que en eso de la inopinada presentación del Manú del Norte, o Manco Capac, y de su compañera (Coya o Iaco), se dió acaso la extrañísima circunstancia que acaba de hacernos notar H. P. B. en el capítulo anterior, relativa al fenómeno "teúrgico" de esos seres puros o shamanos, que, prestando su cuerpo físico como hostia santa y vehículo material, vienen a servir así en el mundo de los hombres como divinos instrumentos de la protectora acción de los jinas, o seres superiores, tutela y guía de la Humanidad desde que existe. No es de extrañar por ello que estos dos reformadores aparezcan en la simbólica al par que real laguna de Ti-ti-ca-ca, o lago sagrado de ese dios It, o Dios-Término, el dios, también de la frontera entre finas y hombres, a que se refiere el capítulo X de De gentes del otro mundo; ni que, a guisa de la "Varita de los siete nudos", que los Maestros orientales o shamanos dan como talismán a sus discípulos cuando los lanzan a cumplir su misión redentora al mundo85, llevaran aquéllos la barra de oro -símbolo también del rayo solar o "lanza"- indicadora de la ciudad o centro iniciático incásico que, como todos los manús "conductores de hombres", estaban encargados de fundar; ni en fin, que se les diese el especial encargo de reducir a aquellas desdichadas gentes atlantes que sobrevivieron a la gran catástrofe, a las sencillas creencias primitivas, sin sacrificios humanos, idolatrías y demás horrores y miserias que dice Garcilaso en el párrafo transcrito. Con ello no se hizo, en efecto, otra cosa que restaurar el culto caldeo, o kaicas mogólico del Sol, de la Luna; en suma, la Religión de la Naturaleza, por otro nombre "Ciencia de los dioses" o Teosofía. Los dos "barrios" famosos, el "alto" y el "bajo", en que, simbólica, al par que efectivamente, hubo de dividirse la ciudad, no fué sino el restablecimiento de los dos cultos del Sol (Hanan, Irán) y de la Luna (Hurin, Turin), prototipo de todas las fuerzas animadoras del Cosmos, bajo la acción suprema de ese Dios Desconocido y sin Nombre, que lo mismo en Gades y en Grecia (San Pablo, Hechos, XVII) que entre los arios y los Incas, tuvo y tendrá eternamente su templo druídico en la majestuosa bóveda de los cielos que cubre y protege a nuestro mísero planeta, Divinidad Abstracta a la que el Inca-cronista que nos guía en este trabajo consagra estos sugestivos párrafos: "Los reyes Incas y sus Amautas o filósofos rastrearon con lumbre natural al verdadero Dios, al cual llamaron Pachacamac, nombre compuesto de pacha, universo, y de camac, participio de presente del verbo cama, animar, significando, por tanto, "el que anima al universo", o sea el que hace con el universo lo que el alma con el cuerpo. Por eso sólo se reverenciaba al Pachacamac, al Sol y al Rey, pero mientras que al Sol le nombraban a cada paso, no nombraban a Pachacamac ni le hacían templos ni sacrificios, sino que le adoraban mentalmente en su corazón, teniéndole por el Dios Desconocido, tanto que si a mí, que soy indio cristiano católico por la infinita misericordia, me preguntasen cómo se llama Dios en mi lengua, diría que Pachacamac...86. Tuviéronle en más veneración que al Sol; no le ofrecieron sacrificios ni le hicieron templos, salvo el famoso y riquísimo del valle de Pachacamac, dedicado a este Dios Desconocido e Invisible. Así, Incas y Amautas (filósofos), imitando a los caldeos, dispusieron que no se adorase sino a este Supremo Señor; al Sol, por el bien que nos hace, y a su hermana la Luna, y a las estrellas, en fin." "Tuvieron los Incas Amautas la creencia de que el hombre era un compuesto de cuerpo y alma, y que mientras ésta era espíritu inmortal, el cuerpo estaba formado de tierra, y así le llamaban allpacamasca, que quiere decir "tierra animada". Al hombre, pues, para diferenciarle de los brutos, le llamaron runa, o sea "hombre dotado de razón", y a las bestias las denominaron llama. Creían en otra vida, después de la presente, con penas para los malos y descanso para los buenos. Así, dividían el universo en tres mundos: el cielo o hanan pacha, equivalente a "mundo muy alto"; el mundo de la generación y de la corrupción, o hurin pacha, y el mundo inferior, ucu pacha, o sea el centro de la Tierra, el infierno, la casa del demonio o cupaypa huacin 87. De manera que, tras esta vida presente, los buenos gozaban todo contento, descanso y regalo, y los malos penas, entermedades y trabajos. Tuvieron asimismo los Incas la resurrección universal, no para gloria ni pena, sino para volver a vivir esta vida temporal. jamás tuvieron sacrificios humanos, ni aun por causa de las enfermedades de sus reyes, pues que a éstas las consideraban como mensajeras del Padre Sol, que por ellas les llamaba a descansar en su seno." Los fundadores, pues, del vastísimo Imperio inca o del Dios Sol (Sayri-tupac o Sri-tupan), tenían infalsificables características arias, pese a cuanto pueda inferirse en contrario de las palabras de historiadores, como el P. José de Acosta, en su célebre Historia natural y moral de las Indias occidentales, por el eterno afán, ya notado por H. P. B. en el capítulo anterior, de relacionar todas las cosas con la Biblia mosáica, empeño infantil, después de todo, por cuanto en último término, puede probarse que la raza hebrea no es sino un vástago ario, torcido desde sus orígenes por su materialismo característico y, como tal, expulsado de la Ariana hacia Ur de la Caldea, como harto lo indican los nombres de A-braham (el no-brahmán "o el ex-brahmán") Sri, Sarai o Sahara, la "Sara-svati", hindú, etcétera, etc. Tales características son numerosísimas, por lo cual sólo mencionaremos las más salientes. El semita nace en un Jardín del Edén; "el ario nace siempre en una "cueva sagrada", que harto sagrada es esa humana cueva o matriz, santuario de la generación y de la vida, y por eso las tradiciones más antiguas de los incas, como arios, arrancan de las Siete Cuevas de Pacaret-Tampu, "la Mansión del Amanecer" u Oriente, de donde salen los cuatro (más bien siete) hermanos Ayar, nombre que no puede ser más ario, y descienden al mundo de los mortales, que no otra cosa quiere decir el bajar al Cozco o Cuzco, palabra que, si por un lado proviene de la vasca "tierra", por otro también significa "ombligo", porque mediante el cordón umbilical yace el feto arraigado en la entraña o "tierra" materna durante los nueve meses del embarazo, existencia intra-uterina de la que morimos para nacer en este mundo, como morimos más tarde en la tierra para nacer a otros mundos superiores. Dichos hermanos arios se muestran por vez primera a los hombres "después del Diluvio" o catástrofe atlante en Ti-huacan, literalmente "el reino del dios It" 88, y son también llamados, como después sus sucesores, ln-ti-chu-rin, "hijos del Sol", y jefes de los ku-ra-cas o sacerdotes (curus, curas, que diríamos hoy en típico castellano), mientras que a las mujeres ilustres y ya de sangre real se las llamó pallas, con el típico nombre helénico de Pallas,Atenea, equivalente al de Minerva calcídica o iniciática, Diana, Selene, o en suma, Isis o Io. Los semitas, dado su abyecto culto al sexo, disfrazado con los más frívolos pretextos, jamás conocieron ese culto de Vesta, Hestia o la Madre-Tierra, que de India y Persia pasó a Grecia y Roma. “Tuvieron los Incas -dice el cronista- vírgenes muy hermosas, conforme a las que hubo en Roma en el templo de Vesta, y casi guardaban los mismos estatutos que ellas”, y por eso, igual en México que en el Perú, los más suntuosos edificios eran los de las vestales o conservadoras del Divino Fuego ario, las druidesas o sacerdotisas del más puro, sabio y primitivo de todos los cultos: el culto a Higyeia o la Madre Naturaleza 89. Si no hay, por otra parte, nada más ario que la numeración decimal que los árabes aprendieran de los hindúes, aquí, entre los incas, vemos sabiamente aplicado el principio, no ya en sus célebres contadores o quipos, con los que llevaban su historia, cronología, tradiciones, etc., sino hasta en su sabia organización militar por decurias, 'Como los romanos (Garcilaso), hasta llegar a la centena de millar, 'fue" les sobraba para sus organizaciones militares. ¿Cuándo, en fin, conocieron esas hordas semitas que en la Biblia, y por consejo de su sanguinario Dios, vemos entrando a saco y pasando a cuchillo a todos sus moradores, "hasta el que mea en la pared" (o sean los perros) , una moderación, una bondad, una caballerosidad tan genuinamente arias como las que revelan estos típicos pasajes del pueblo único entre los pueblos de Sud-América, el primitivo Tiahuanaco de la Ciudad del Sol, remoto "abuelo" de la civilización inca, que llegó aún más lejos que éste, pues que cubrió toda la Patagonia y Tierra del Fuego, amén de zonas continentales, sumergidas cuando la catástrofe, y de la que son misteriosos restos las ruinas y estatuas de la frontera Isla de Pascua? "El pueblo de Cacyaviri, gobernado por varios caciques, así que supo la llegada del ejército inca, se reunieron en su cerro sagrado dispuestos a resistir. El Inca les envió entonces embajadores, diciéndoles que él no iba a quitarles sus vidas ni haciendas sino a hacerles los beneficios que el Sol le mandaba les hiciese. Viendo al cabo de mucho tiempo y de recados como éste que los incas sitiadores no les acometían, lo atribuyeron a cobardía, y haciéndose más atrevidos. cada día salieron muchas veces del fuerte para provocarles; y fué común fama luego, que un día, los que así salieron, vieron con espanto que se volvían solas contra ellos cuantas armas lanzaban contra los incas, matándolos90. Entonces, niños, mujeres, guerreros y curacas fueron a prosternarse ante el Inca. Éste los recibió sentado en una silla, rodeado de su gente de guerra, y habiendo oído a los curacas, mandó que les desatasen las manos y les quitasen del cuello las sogas que ellos mismos, en señal de humildad, se habían puesto, con lo que les dió a entender que les perdonaba la vida y les daba la libertad, a fin de que, dejando sus ídolos, adorasen al Sol, que tal merced les hacía, para que de allí en adelante viviesen en la razón y en la ley natural, disfrutando de sus tierras y vasallos. Deseoso, además, de que llevasen mayor seguridad del perdón y testimonio de la mansedumbre del Inca, éste les mandó a los curacas que, en nombre de todos los callas91, le diesen ósculos de paz en la rodilla derecha, para que viesen que, pues les permitía tocar a su persona, era porque ya les tenía por suyos. La cual merced fué inestimable para todos ellos, porque estaba prohibido, como sacrilegio, el tocar al Inca, no siendo de sangre rea1." Otro caso, aún más hermoso, nos refiere el mismo autor respecto de los pueblos del otro lado de la Cordillera. "Los naturales de Cuchuma -dice-, al saber que se acercaba el Inca, hicieron un fuerte donde se metieron con sus mujeres e hijos. Los incas los cercaron, y. por guardar las órdenes de su rey, no quisieron combatir el fuerte, que era harto flaco, y les ofrecieron paz y amistad, que ellos no quisieron recibir. En tal porfía estuvieron unos y otros más de cincuenta días, en los cuales se ofrecieron muchas ocasiones en que los incas pudieran hacer mucho daño a los contrarios; mas, por guardar su antigua costumbre. dejaron que les apretase el hambre. No pudiendo sufrirla, al fin, los niños, no sólo eran éstos recogidos y alimentados, sino que les daban también para que comiesen sus padres. Todo lo cual visto por los contrarios, y que no recibían socorro, acordaron rendirse sin partido alguno, pareciéndoles que los que habían sido tan clementes cuando ellos eran rebeldes y contrarios, lo serían mucho más cuando les viesen humillados y rendidos, como así fué, porque los incas les dieron de comer y les desengañaron diciéndoles que no procuraban ganar tierras para tiranizadas, sino para hacer el bien a sus moradores, como les mandaba su Padre el Sol". (Ibíd., II, cap. VIII)92. Y así, por mucho que se busque, acaso no se encuentre en toda la historia europea un caso tan gallardo, tan sensato y tolerante, como el que entraña este sucedido, que el inca-cronista nos relata de esta manera: "Cuando a los de Chayanta les llegó el mensaje del Inca para que se les sometiesen, unos decían que era muy justo que se recibiese al hijo del Sol por señor y se guardasen sus leyes; pues se debía creer que, siendo ordenadas por el Sol, serían justas, suaves y provechosas, todas en favor de los vasallos y ninguna en interés del Inca. Otros opusieron que no tenían necesidad de rey ni de nuevas leyes, que las que tenían eran muy buenas, pues las habían guardado sus antepasados, y que les bastaban sus dioses, sin tomar nueva religión y nuevas costumbres. Se acordó, por tanto, decide a aquél que, entretanto que les enseñaban las leyes, el Inca y su ejército entrasen en la provincia, con palabra que les diese de salirse y dejados libres si les contentaban sus leyes... El Inca aceptó las condiciones y fué recibido con veneración y acato, mas no con fiesta y regocijo, y así estuvieron, entre el temor y la esperanza, hasta que los consejeros ancianos que tenía el Inca, en presencia del príncipe heredero que asistió a la enseñanza, les manifestaron las leyes, así las de su religión como las del gobierno de su república, hasta que las entendiesen; y viendo que todas eran en honra y provecho del país, las aceptaron con grandes fiestas." (Ibíd., II, cap. 20.) Cosas semejantes, y otras aún más admirables que también nos relata el cronista, prueban que tenemos a la vista, si no un pueblo jina, porque el jina está por encima del sexo, sí un pueblo vercladeramente protegido en su infancia post-atlante por jinas -efectivos que transparentan sus protecciones a la manera de los "todas" con los "badagas" de la India, que vimos en el anterior capitulo. lJn pueblo verdaderamente humano, en suma, que al practicar así el bien, no podía menos de recibir, como reciben siempre los buenos, la augusta protección de esos seres hiperfísicos o de "cuarta dimensión" que nos guían solícitos, y entre los cuales más de una vez están nuestros muertos queridos. De ello hay además una referencia hermosísima relativa, ya que no a los incas, a los mexicanos. cuyas doctrinas, como derivadas del mismo origen, establecían semejante lazo entre los hombres buenos y sus jinas protectores. De aquí las virtudes de aquel pueblo, de las que daremos esta sola prueba: En el capítulo XLI de la obra de Garcilaso, bajo el título de Niegan los indios haber cometido delito alguno inca de la sangre real, se nos dice: "No se halla, o ellos lo niegan, que hayan castigado a ninguno de los Incas, porque nunca, decían los- indios, hicieron delito alguno que mereciese castigo público ni ejemplar, porque la doctrina de sus padres, el ejemplo de sus mayores y la voz común de que eran hijos del Sol, nacidos para enseñar y hacer bien a los demás, los tenían tan refrenados y ajustados, que más eran dechado de la república que escándalo de ella. Cierto que les faltaban las ocasiones que suelen ser causas del delinquir, como pasión de mujeres, codicia de hacienda o deseo de venganza...93, pero también se puede afirmar que nunca se vió indio castigado por haber ofendido en su persona, honra o hacienda a ningún inca, porque no se halló tal duda de que los tenían por dioses, como tampoco se halló haber sido castigado inca alguno por delitos. No quieren ni que se piense siquiera que ningún indio haya hecho jamás ofensa a los Incas, ni los Incas a ellos, antes se escandalizan de que se lo pregunten los españoles; y de aquí ha nacido entre los historiadores el error de decir que tenían hecha una ley de que no muriese inca alguno por ningún crimen, porque fuera de gran escándalo para los indios una tal ley que dijeran les daban licencia para que realizasen cuantos males quisieran y que hacían una ley para sí y otra para los otros." Antes bien, a semejante ser lo degradaran y relajaran de la sangre real y lo castigaran con más severidad y rigor, porque siendo inca, se habría hecho anca, que es tirano, traidor y fementido... El preciarse el inca de ser hijo del Sol era lo que más les obligaba a ser buenos, por aventajarse a los demás, así en la bondad como en la sangre, para que creyesen los indios que lo uno y lo otro les venía de herencia, y así lo creyeron con tanta certidumbre, según la opinión de ellos, que cuando 'algún español hablaba loando alguna cosa de las que los reyes o algún pariente de ellos hubiese hecho, respondían los indios: "No te espantes, pues que eran Incas"; y si, por el contrario, vituperaban alguna cosa mal hecha decían: "No creas que inca alguno hizo tal, y si lo hizo, no era inca, sino algún bastardo echadizo, como dijeron de Atahualpa, por la traición que hizo a su hermano Huáscar." Pero donde más se marca el carácter del pueblo inca es en su célebre Templo del Sol del Cuzco, templo que es fama estaba todo recubierto de gruesas plancha1¡ de oro y plata (los metales del Sol y de la Luna), que, excitando desde el primer instante las codicias de los conquistadores, fué causa de su rápida destrucción. Si el pueblo inca, en efecto, fuese semita, como se ha pretendido por todos los cronistas, con el P. Acosta a la cabeza, las características de su templo serían más o menos las del célebre templo de Jerusalén. Mas, lejos de ser así, todos sus rasgos son más primitivos y más relacionados con los de la remota antigüedad egipcia y asiática, y por ello aquellos siete templos del Sol y de los planetas que se alzaron en la Heliópolis o incásica "Ciudad del Sol" del Alto Nilo, como en la Baalbek del Líbano, etc., estaban, por decirlo así, agrupados en un solo edificio, aunque en cámaras diferentes. según el propio Garcilaso nos indica. Había, pues, amén de la "Cámara del Sol" (Inti), cuyas paredes, forradas de oro, mostraban en caracteres iniciáticos la verdadera situación de la galería en 'la qué yacían sepultados los tesoros jinas del Imperio, otra "Cámara de la Luna" (Quilla), revestida de alto abajo de planchas de plata; otra "Cámara o logia del Planeta Venus" (Chasda), y una cuarta "Cámara de las Pléyades o Cabrillas (Coyllur), y una quinta cámara, verdadero Sancta-Sanctorum" (Huata) de aquella caldea y aria iniciación. Las otras dos "Cámaras del Rayo y del Arco-Iris" (Illapa), completaban aquel verdadero septenario de templos astronómicos, consagrados todos a la Teosofía, o sea a la primitiva y única Religión de la Naturaleza (Garcilaso, ob. cit., I. 2, capítulos XXVI y XXVII.) Por supuesto que con ello los incas, inspirados por sus jinas protectores, no hicieron sino establecer práctica e iniciática veneración hacia esos cuatro soles de la doctrina cosmogónica primitiva del atlante Asuramaya, el primero de los astrónomos: el Sol físico y visible, el Sol ecuatorial, el Sol polar y el Sol central o Logos Demiúrgico, todos invisibles, pero cuyos respectivos "cuerpos" o tatuas, que dice la lengua sánscrita, eran: el sistema planetario; el grupo de soles vecinos que, como Sirio, alpha del Centauro, la 61 del Cisne, etc., vienen a constituir, valga la frase, la familia del Sol nuestro;- la Galaxia entera o gran conjunto de los cien millones de soles que integran en la nebulosa de la Vía Láctea, en cuyo seno vivimos, y cuyo centro, según Madler, es precisamente las Pléyades, y, en fin, el conjunto todo de esas lejanas nebulosas, de las que forma parte, como una de tantas, esta Vía Láctea, las dos nebulosas o Nubes de Magallanes, tan semejantes a esta última, las de Orión, los Lebreles, la Lira y mil otras que, demarcando el más gigantesco de los anillos o "serpientes" del Cosmos, contornean en círculo máximo nuestro cielo, cortando aparentemente la Vía Láctea hacia las constelaciones de Casiopea y del Sagitario94. Para mayor prueba de semejante iniciación caldaica, tenemos, entre otros, detalles como los que, sin comprenderlos, o acaso comprendiéndolos demasiado, nos da en su obra citada aquel Rabindranath-Tagore del pueblo conquistado, Garcilaso el poeta, hablándonos del Acatanta o egipcio "escarabajo sagrado", es decir, del Espíritu Planetario (Kabir o Viracocha) que mueve por los ámbitos del sistema planetario, a esa pelota de cieno que llamamos la Tierra, diciéndonos que, según los Incas, el alma, durante el sueño, no dormía, sino que viajaba por los espacios (el mundo astral de los orientales), y hablándonos finalmente de las cuatro clases de lenguajes usados en el imperio, a saber: a), el de las comarcas conquistadas, que cuidaban muy bien de respetar aunque haciendo obligatorio el quiehúa o lengua oficial del Imperio; b), esta misma lengua inca u oficial; e), "un lenguaje iniciático hablado sólo entre los de sangre inca o real", y d), el lenguaje de los números, empleado también en sus quipos, y que no era otro que el lenguaje sagrado o calcídico llamado zenzar o "idioma numérico", que es clave de todos los demás que han hablado los hombres desde que el mundo es mundo, y que se transparenta cabalísticamente hasta en las palabras hebreas fundamentales de Elohim, Jehovah, Adán, Caín, Enoch, Abraham, Sara, etc., que juegan en el texto bíblico, como nos enseña H. P. B. en sus magistrales obras. ¿Qué le faltó, pues, a aquel gran pueblo, para poder ser colocado sin desdoro en la Historia de la Humanidad al lado de otros colosos como el asirio, el babilónico, el persa, etc.? Nada, absolutamente nada. Verdaderos y leales hasta el heroísmo, ellos no manchaban con vanos juramentos el nombre de Pachacamac, su divinidad más excelsa; ellos, según los cronistas, con sus sabios repartos temporales de tierras, que acaso resolverían hoy nuestra pavorosa cuestión social, "nunca tuvieron pobres", según dicen los mismos cronistas; ellos hicieron casi todas sus conquistas más con el ejemplo de su persuasión que con las armas, como llevamos visto; ellos dictaron a aquellos pueblos inferiores leyes sapientísimas, como no las hay hoy, y las hicieron cumplir con ese suave, pero inflexible, rigor con que hoy las cumple la sabia Inglaterra, maestra de las libertades constitucionales; ellos hicieron práctica, rápida y gratuita la justicia, no un espantajo lamentable, como lo es hoy en más de un pueblo; ellos, con sus "Torres de posición" del Cuzco, y otros artefactos, en la actualidad perdidos, hicieron Astronomía y predijeron los eclipses; ellos tuvieron la más completa farmacopea con sus yerbas; ellos tuvieron de su país planos en relieve tan buenos como los mejores nuestros, y heredaron sus sacerdotes de esotros cíclopes del viejo pueblo solar de Tiahuanaco secretos como los de mover las enormes moles que aún se admiran en sus ruinas, moles tamañas como pequeñas casas95, porque dominaban cuantas ciencias derivan de la Geometría, como lo prueban sus caminos, sus canalizaciones para riegos, sus postas, sus telégrafos de señales, y tantas otras que perecieron con ellos. Todo esto sin contar infinitos elementos más de cultura, como "sus flautas en cuarteto", las poesías de sus haravicus y actores, las ciencias filosóficas de sus amautas; y, ¡lo que vale más que todo, como símbolo de grandeza de un pueblo!, no hacían estima particular del oro ni de las piedras preciosas, porque, satisfechas todas sus dulces necesidades, no sentían esos absurdos pujos de vanidad, codicia y egoísmo que, tras el oro, mal disfrazamos nosotros, pudiendo decir con los nibelungos del poema musical de Wágner El oro del Rhin, que ¡sólo les servía para juguetes!, según la frase de Mimo al perverso Alberico, quien, como nosotros, hizo del oro instrumento de magia negra para oprimir a sus hermanos infelices... Gracias a todo esto, ya un tanto decaído, quizá, en víspera de la conquista española, pudo estampar en sus Comentarios Reales el inca Garcilaso estas palabras definitivas acerca de aquel gran pueblo del que fuese él mismo un último y degenerado vástago: "Extremándose así los Incas, tanto en la enseñanza de la filosofía moral como en la guarda de sus leyes y costumbres, llegaron a desvelarse hasta un grado tal en ello, que ningún encarecimiento podría puntualizado, ya que, además, la experiencia continuada de ellos les hada pasar siempre adelante, perfeccionándolo de día en día, y de bien en mejor", e "hicieron así tan grandes cosas, añade Pedro Cieza de León en su Crónica (capítulo 38), que pocos o ninguno en el mundo llegaron a aventajarles en buen gobierno", siendo gran maravilla, dice por su parte el P. Acosta, el que hubiese tanto orden y razón entre aquellas gentes, que en fábulas dulces y compendiosas, supieron encerrar todas sus leyes y tradiciones, como vamos a ver. CAPÍTULO XII. MAS SOBRE LOS "JINAS" INCAS El Imperio inca empieza a revelársenos ahora. - El doctor Squier en las ruinas de Pisac. - Exploraciones de Hiram Bingham en Machu Pichu por cuenta de la Universidad de Yale. - Abolengos caldeos o calcídicos del Imperio y de la lengua quichúa. - Las huacas. - El Viracocha inca. - Un precursor del Parsifal wagneriano. - El "inca que llora sangre" y su primogénito. - Este último tiene una salvadora visión jina. - ¿La Vaca pentápoda del Viracoroa? - El caso del jina Hancohuallu..- Welsungos, lobos o divinos rebeldes ineas. - Un verdadero Narada inca. - Concordancias europeas: "el Camarada vestido de blanco", en las trincheras durante la Gran Guerra. - Un relato de los mexicanos a Cortés. - La sabia legislación de los incas y su desprecio hacia las riquezas. - La aristo-democracia de los que se sacrifican. - Cómo educaban los incas a su príncipe y cómo realizaban el ideal de justicia. - La mina de aquel feliz Imperio. - La gente "que no fué vista". El día en que se haga un estudio desapasionado y teosófico del maravilloso Imperio de los incas será un gran día para la humanidad, porque habrán de esclarecerse cosas e instituciones que aun hoy, en medio de nuestra decantada cultura, constituirían un gran progreso social. La base para semejantes estudios está echada ya, gracias a los esfuerzos arqueológicos iniciados en Norteamérica, que empiezan a suministramos no pocas sorpresas. En efecto, si queremos los llamados "testimonios positivos" por los materialistas, ahí tenemos, como documento vivo de tamañas grandezas, las investigaciones del doctor Squier en las ruinas de Pisac, y otro bien reciente, que se titula Por las tierras maravillosas del Perú. Viaje realizado en 1912 por la expedición peruana, bajo los auspicios de la Universidad de Yale y la Sociedad Nacional de Geografía, por Hiram Bingham, viaje publicado, con 244 soberbias ilustraciones, por el Magazine of the National Geographic Society (Memorial hall, Washington D. C., volumen XXIV, núm. 4, abril de 1913), que tengo a la vista. Dicho sabio norteamericano exploró la comarca, desde 1906 a 1911, descubriendo y excavando en 1912 las ruinas de la gloriosa ciudad inca del río Urubamba, llamada Machu Pichu, uno de esos últimos baluartes de la raza, jamás hollados por la planta de los conquistadores, según nos relatara la Maestra, con escándalo de no pocos seudodoctos, al hablar en su Isis sin Velo de los inauditos y ocultos tesoros de los incas. Es hoy la tal ciudad, con sus bastiones escalonados, su acrópolis, sus fuentes, templos, palacios y escalinatas de granito, "el más asombroso grupo de ruinas descubiertas desde la conquista", en el gran cañón del Urubamba, la parte, quizá, más inaccesible de los Andes (Ritisuyu, o "la Montaña Nevada"), a orillas de un espantoso precipicio que vuela 200 pies sobre el río, y a 60 millas al norte del Cuzco. Es, pues, la revelación del doctor Hiram Bingham un testimonio que agregar a esotros elocuentísimos de la jinesca grandeza inca, conocidos por los nombres de Calca, Rumicalca, Hurancalca, Ollantay, ciudades de evidente abolengo calcídico, caldeo, celta o kalkamogol -ya que todas esta palabras tienen el mismo abolengo iniciático en el lenguaje secreto, matemático o calcídico, originario de la Mogolia y el Thibet- no menos que sus compañeras de los ríos Urubamba y Apurimac, que se llaman Uru-bamba (la ciudad del fuego), Ayu-bamba (la del aire, por ser Vayu, aire, en sánscrito), Ruancarama o Jian-karama ("el sendero de los Jinas"), Abancay o Albancay ("la blanca"), Ferro-bamba ("la ciudad del hierro", metal conocido, aunque no empleado por ellos), Anta o Atlanta (típico nombre de nuestras huacas, navetas, torres o cámaras sepulcrales europeas)96" Ianama ("¿la ciudad de la muerte?") , Punta ("la quinta ciudad" o "la del cinco"), Pisac (participio de presente del verbo Pisa, o "sapio", acaso), pampa ca-huam (o "llanura de los dioses"), Yucay o Io-cay, delicioso retiro de la Corte, a orillas del río y junto a Calcas, y alguna otra que puede verse en el croquis de la región, que nos da dicha expedición científica americana. Y si no temiésemos forzar aún más las correlaciones sanscritánicas de semejantes nombres, que se les antojarán -y, acaso, con razón harto violentas a nuestros filólogos positivistas, todavía podríamos añadir a semejante léxico palabras como las de Viracocha, el Viraj, Varón Divino, Kabir o Logos de los hindúes; Inca" que es Caín (sacerdote-rey) por ley de la temura cabalística; APacheta o culto de las alturas salvadas de la catástrofe de las aguas (apas, en sánscrito, aguas); runa, hombre y pensamiento o "letra"; Xacsahuam o Xexahuen, valle y ciudadela sagrada del Cuzco, que nos recuerda a esotra ciudad sagrada marroquí que ha sido conquistada también por España en nuestros días; Palla, la mujer de sangre real o "hija de Palas", que dirían los griegos; chita, el chit sánscrito, radical de nuestra palabra chitón, para imponer silencio; uchu, el famoso acchu o "rayo de sol" y "piedra" que tanto juega en la prehistoria de Occidente; mama, madre o antecesora en tantos pueblos asiáticos; pacha, animador, alentador, guía, y muchas más, dadas ya en el curso de este estudio. Finalmente, la palabra Viracocha es todo un mundo de revelaciones "jinas". Años después de la conquista aún pudo ver Garcilaso la momia del Inca de este nombre, con otras cuatro, conservadas al estilo egipcio, y relatamos tan heroicas hazañas de este gran rey, tenido en su juventud por un "enemigo" por su padre mismo. ¡Un verdadero misterio psicológico, que bien pudo servir de tipo a Wágner para trazar la figura sublime de su héroe Parsifal, el mozuelo abobado y estúpido que llegó a conquistar la Lanza Santa y salvar al Grial! El inca Ialmar Huacac ("el que llora sangre") tenía un primogénito incorregible, dice, a quien tuvo que desheredar y echar de la Corte, haciéndole guardar el ganado del Sol, con otros pastores, en la solitaria comarca de Chita. Cierto día, sin embargo, se presentó el joven inopinadamente ante su padre, el rey, diciéndole que venía "de parte de otro Inca o Señor más grande que él", para salvar al pueblo de una gran catástrofe. "Sabrás, señor -relató el príncipe-, que estando recostado a mediodía, y no sabré decir si dormido o despierto, debajo de una gran peña (o caverna) , se me puso delante un hombre extraño (un Jina, como cuantos nosotros llevamos vistos en los capítulos de De gentes del otro mundo), en hábito y figura diferente de la nuestra, porque tenía barbas de más de un palmo, y el vestido, largo y suelto, le cubría hasta los pies, conduciendo, además, un animal desconocido (la consabida vaca pentápoda de dichos capítulos). El anciano me dijo: "Sobrino, yo soy Hijo del Sol y hermano del Inca Manco Capac y de la Coya Mama Oello Huaco, su mujer y hermana, y me llamo Viracocha Inca. Vengo a ti de parte del Sol, nuestro padre, para que des aviso al rey de cómo las provincias de Chinchasuyo y otras están reuniendo muchas gentes para derribarle de su trono y destruir nuestra imperial ciudad del Cuzco. Dile, pues, que se aperciba, y a ti, por tu parte, te digo que no temas adversidad alguna, pues que en todas te socorreré como a mi carne. No dejes, por tanto, de acometer cualquier hazaña que convenga a la majestad de tu sangre y grandeza de tu Imperio, que te ampararé." - En efecto, sigue el relato Garcilaso, los sublevados, cual torrente devastador, asolaron de allí a poco todo el Imperio, haciendo al rey desamparar el templo, y la catástrofe anunciada por aquel Saint-Germain de América habría sobrevenido (como sobrevino años más tarde por los españoles), si el gallardo Parsifal andino, atendiendo a los consejos y fiado en la jinesca protección de aquel Kabir, no hubiese asumido el poder real, y deshecho en sangriento choque a sus enemigos, tomando, finalmente, después, el augusto nombre de su protector Viracocha, y reinando largos años feliz bajo su égida. . . ¿Qué pensar, pues, en buena filosofía, de estas repeticiones históricas que tienden el puente entre este nuestro mísero mundo y el mundo excelso de nuestros protectores LOS JINAS? No cabe, en efecto, otra cosa que admirar una vez más la universalidad con que la tradición de estas "gentes del otro mundo" se halla repartida por la Historia Universal, a poco que en ella se profundice, descartando el pobrísimo criterio positivista con que hasta aquí hemos seguido esta disciplina científica. Séanos permitido insistir en particular tan importantísimo que se relaciona además con otro personaje no menos importante en la historia oculta de aquellos pueblos: el famoso jina Hancohuallu. "Tres meses después del sueño del desterrado príncipe -dice Garcilaso al narrar lo antedicho (II, LIII) -, vino la nueva del levantamiento de los Hancohuallu y otras naciones circunvecinas, que veían al inca Yahuar Huacac tan poco belicoso y tan mucho acobardado con el mal agüero de su nombre de "el que llora sangre", y embarazado además con la áspera condición de su hijo, quien, desde el suceso del sueño, había tomado el nombre de Vira cacha Inca, por la fantasma de este nombre que había visto. Los autores de tal levantamiento fueron tres indios curacas o jefes de tres grandes provincias de la nación Chanca, hermanos y deudos del gran Hancohuallu, que fué su general. Confuso el inca, y temiendo que el vaticinio de la fantasma se cumpliese, abandonó a la capital del Cozco, retirándose hacia Collasuyu. Todos los de la ciudad huyeron con él. Entonces, el príncipe Viracocha, con algunos pastores que consigo tenía, salió en persecución de su padre, y alcanzándole en la angostura de Muyna le arrancó cuantos vasallos quisieron recibir la muerte en defensa de su ciudad sagrada, antes que veda en manos de sus enemigos. Todos los hombres de sangre real y casi todos los vasallos siguieron al príncipe, por manera que al lado de su padre sólo quedaron los inútiles..." Y después de describir la ya dicha batalla, en la que el formidable poder del rebelde invasor Hancohuallu quedó por completo abatido, sigue diciéndonos Garcilaso (III, XXVI) : "Sucedió, años más tarde, que, andando el inca por la provincia de los Chinchas, le llevaron nuevas de un caso extraño, que le causó mucha pena y dolor, y fué que el bravo Hancohuallu, rey que había sido de los Chancas, aunque había gozado diez y nueve años del suave gobierno de los incas, y aunque de sus Estados y jurisdicción no le habían quitado nada, sino que era tan gran señor como lo fuera antes, con todo eso, no podía su ánimo altivo y generoso sufrir ser súbdito y vasallo de otro, habiendo sido señor de tantos vasallos. Como, por otra parte, veía que el gobierno de los incas era tan bueno que bien merecía la sumisión a él, quiso más procurar su libertad desechando cuanto poseía, que, sin ella, gozar de otros mayores Estados, para lo cual habló a algunos indios suyos y les descubrió su pecho, diciéndoles cómo deseaba desamparar su tierra natural y señorío propio, salir del vasallaje de los incas y de todo su Imperio, buscando nuevas tierras. Para conseguir este deseo les rogó que se hablasen unos con otros y que, lo más disimuladamente que pudiesen, se fuesen saliendo poco a poco de la jurisdicción del inca con sus mujeres e hijos, como les fuera dable, que él, al efecto, les proporcionaría pasaporte, reuniéndose luego todos en tierras comarcanas; porque tratar de nuevo levantamiento era disparate y locura, ya que les faltaba poder para resistir al inca, y aunque le tuviesen, sería el mostrarse ingrato y desconocido hacia quien tantas mercedes le había hecho, pues él se contentaba buscando su libertad con la menor ofensa que pudiese hacer a un príncipe tan bueno como Viracocha Inca. Con estas palabras los persuadió el bravo y generoso Hancohuallu, y en breve espacio salieron de su tierra más de ocho mil indios de guerra, sin contar mujeres y niños, con los cuales se fué el altivo Hancohuallu, haciéndose camino por tierras ajenas hasta llegar a Tarma y Pumpu, que están a sesenta leguas de su tierra, donde tuvo algunos reencuentros, y aunque pudiera con facilidad sujetar aquellas naciones y poblar en ellas, no quiso, pasando adelante, donde la expansión del Imperio inca no pudiese llegar tan presto, siquiera mientras él viviese. Con este acuerdo se arrimó hacia las grandes montañas de los Antis, con propósito de entrarse por ellas, como lo hizo, habiéndose alejado casi doscientas leguas de su tierra. Mas donde entró y donde pobló, nadie lo sabe decir, fuera de que entraron por un gran río abajo y poblaron en las riberas de unos grandes y hermosos lagos, donde se dice que hicieron tan grandes hazañas que más parecen fábulas compuestas en loor de sus parientes los Chancas que una historia verdadera, aunque del ánimo y valor del gran Hancohuallu muy grandes cosas se pueden creer. El inca recibió gran pena de la huida de Hancohuallu, y quisiera haber podido evitarla, mas ya que no le fué posible, se consoló pensando que ello no había sido por su causa." Los curiosísimos párrafos transcritos del inca Garcilaso de la Vega nos presentan, pues, en las figuras de Viracocha y de Hancohuallu, a dos personajes por demás extraños. El primero es un prototipo de rebeldes o welsungos, que diría Wágner, un "hijo de la loba" o de la gran Humanidad rebelde y jina, como Sigmundo, Sigfrido, Marte, Remo y Rómulo, Anubis; de esa vulgaridad que choca con las vulgaridades ambientes de los "perros" o "vividores y sumisos" que, dentro del humano egoísmo, tanto abundan, por desgracia, con daño y detrimento de los buenos. Por eso, en su juventud, le vemos desterrado por su padre de la Corte, como el Narada hindú lo fuera del cielo por Brahmâ97, el Mercurio griego lo fuera por Júpiter, Sigmundo por Wotan, y tantos otros en los demás panteones religiosos, sin perjuicio luego de tener que recurrir a ellos en los momentos difíciles que vienen seguidamente por tal destierro, como acaeciera con el joven príncipe inca. Es decir, que lo que nos parece "pura historia inca", se sale, como siempre, de los moldes históricos para entrar en los de la leyenda y el mito, según vamos viendo en tantos otros pueblos, y es un Kabir, un Viracocha, un ser superior, un anciano de blanca barba, un jina, en fin, el que en la soledad, junto a la cueva iniciática de siempre y entre "pastores" o iniciados, se le aparece cuando el sol está en la plenitud de su carrera, para anunciarle al joven una gran catástrofe para su pueblo, que él está llamado a evitar, oficiando a su vez de "hombre salvador, redentor o jina", para tomar después, como sucede siempre en la trasmisión de la "palabra o misión sagrada", el propio nombre que su maestro. ¿Cómo, pues, nos asombramos, una vez más, de las supuestas "casualidades" y "coincidencias" de pueblo a pueblo, viendo al Viracocha iniciador y al Viracocha iniciado realizar la misión augusta de salvar a su pueblo de la tempestad guerrera que sobre él se cernía, como aún en nuestros propios días ha corrido, con más o menos verosimilitud, entre los pobres soldados de las trincheras de Occidente? Véase uno de tantos relatos más o menos jinescos que han corrido entre los soldados y que la revista escocesa Vida y Obras nos refiere en estos términos: "El Camarada vestido de blanco. - Extrañas narraciones llegaban a nosotros en las trincheras. A lo largo de la línea de 300 millas que hay desde Suiza hasta el mar, corrían ciertos rumores, cuyo orig-en y veracidad ignorábamos nosotros. Iban y venían con rapidez, y recuerdo el momento en que mi compañero Jorge Casay, dirigiéndome una mirada extraña con sus ojos azules, me preguntó si yo había visto al Amigo de los heridos, y entonces me refirió todo lo que sabía respecto al particular. "Me dijo que, después de muchos violentos combates, se había visto un hombre vestido de blanco inclinándose sobre los heridos. Las balas le cercaban, las granadas caían a su alrededor, pero nada tenía poder para tocarle. Él era, o un héroe superior a todos los héroes, o algo más grande todavía. Este misterioso personaje, a quien los franceses llaman el Camarada vestido de blanco, parecía estar en todas partes a la vez: en Nancy, en la Argona, en Sojssons, en Ipres, en dondequiera que hubiese hombres hablando de él con voz apagada. Algunos, sin embargo, sonreían diciendo que las trincheras hacían efecto en los nervios de los hombres. Yo, que con frecuencia era descuidado en mi conversación, exclamaba que para creer tenía que ver, y que necesitaba la ayuda de un cuchillo germánico que me hiciera: caer en tierra herido. “Al día siguiente los acontecimientos se sucedieron con gran viveza en este pedazo del frente. Nuestros grandes cañones rugieron desde el amanecer hasta la noche, y comenzaron de nuevo a la mañana. Al mediodía recibimos orden de tomar las trincheras de nuestro frente. Éstas se hallaban a 200 yardas de nosotros, y no bien habíamos partido, comprendimos que nuestros gruesos cañones habían fallado en la preparación. Se necesitaba un corazón de acero para marchar adelante, pero ningún hombre vaciló. Habíamos avanzado 150 yardas cuando comprendimos que íbamos mal. Nuestro capitán nos ordenó ponernos a cubierto, y entonces precisamente fui herido en ambas piernas. "Por misericordia divina caí dentro de un hoyo. Supongo que me desvanecí, porque cuando abrí los ojos me encontré solo. Mi dolor era horrible, pero no me atrevía a moverme, porque los alemanes no me viesen, pues estaba a 50 yardas de distancia, y no esperaba a que se apiadasen de mí. Sentí alegría cuando comenzó a anochecer. Había junto a mí algunos hombres que se habrían considerado en peligro en la obscuridad, si hubiesen pensado que un camarada estaba vivo todavía. "Cayó la noche, y bien pronto oí unas pisadas, no furtivas, sino firmes y reposadas, como si ni la obscuridad ni la muerte pudiesen alterar el sosiego de aquellos pies. Tan lejos estaba yo de sospechar quién fuese el que se acercaba, que aun cuando percibí la claridad de lo blanco en la obscuridad, me figuré que era un labriego en camisa, y hasta se me ocurrió si sería una mujer demente. Mas de improviso, con un ligero estremecimiento, que no sé si fué de alegría o de terror, caí en la cuenta de que se trataba del Camarada vestido de blanco, y en aquel mismo instante los fusiles alemanes comenzaron a disparar. Las balas podían apenas errar tal blanco, pues él levantó sus brazos como en súplica, y luego los retrajo, permaneciendo al modo de una de esas cruces que tan frecuentemente se ven en las orillas de los caminos de Francia. Entonces habló; sus palabras parecían familiares; pero todo lo que yo recuerdo fué el principio: "-Si tú has conocido. "Y el fin: "-Pero ahora ellos están ocultos a tus ojos. "Entonces se inclinó, me cogió en sus brazos -a mí, que soy el hombre más corpulento de mi regimiento- y me trasportó como a un niño. "Yo debí desvanecerme de nuevo, pues volví a la conciencia en una cueva pequeña junto a un arroyo, cuando el Camarada de blanco estaba lavando mis heridas y vendándolas. Acaso parecerá una necedad lo que voy a decir: pero yo, que sufría un terrible dolor, me sentía más feliz en aquel momento de lo que lo había sido en toda mi vida. Yo no puedo explicarlo, pero me parecía como si en todos mis días hubiese estado esperando por éste, sin darme cuenta de ello. Mientras aquellas manos me tocaban y aquellos ojos me miraban compadecidos, yo no parecía cuidarme ya de la enfermedad ni de la salud, de la vida ni de la muerte. Y mientras él me limpiaba rápidamente de todo vestigio de sangre y de cieno, sentía yo como si toda mi naturaleza fuese lavada, como si toda suciedad e inmundicia de pecado fuese borrada, como si me convirtiese de nuevo en un niño. "Supongo que me quedé dormido, porque cuando desperté, este sentimiento se había disipado. "Yo era un hombre y deseaba saber lo que podía hacer por mi amigo para ayudarle y servirle. Él estaba mirando hacia el arroyo, y sus manos estaban juntas, como si orase; y entonces vi que él también estaba herido. Creí ver como una herida desgarrada en su mano, y conforme oraba, se formó una gota de sangre, que cayó a tierra. Lancé un grito. sin poderlo remediar, porque aquella herida me pareció más horrorosa que las que yo había visto en esta amarga guerra. "-Estáis herido también -dije con timidez. "Quizá me oyó, quizá lo adivinó en mi semblante; pero contestó gentilmente: "-Esa es una antigua herida, pero me ha molestado hace poco. "Y entonces noté con pena que la misma cruel marca aparecía en su pie. Os causará admiración el que yo no hubiese caído antes en la cuenta; yo mismo me admiro. Pero tan sólo cuando yo vi su pie, le conocí: "El Cristo vivo." Yo se lo había oído decir al capellán unas semanas antes, pero ahora comprendí que Él había venido hacia mí -hacia mí, que le había distanciado de mi vida en la ardiente fiebre de mi juventud-. Yo ansiaba hablarle y darle las gracias. pero me faltaban las palabras. "Y entonces Él se levantó y me dijo: "-Quédate aquí hoy junto al agua; yo vendré por ti mañana; tengo alguna labor para que hagas por mi. "En un momento se marchó; y mientras le espero, escribo esto para no perder la memoria de ello. Me siento débil y solo, y mi dolor aumenta. Pero tengo su promesa; yo sé que él ha de venir mañana por mi." Y si esto decimos del Inca Viracocha, otro tanto puede decirse también de Hancohuallu, esa especie de Moisés de los pueblos de Chancas, entre los que viviera al modo como la Maestra H. P. B. nos pinta a los todas viviendo entre los badagas, y de los que sacó a sus elegidos, "alejándose por tierras solitarias casi doscientas leguas, entrando y poblando donde nadie sabe, y donde realizaron, se dice, tales hazañas, que más parecen fábulas que cosa cierta", como corresponde a todos los conductores de pueblos o "Manús de la Historia", los Xisthruros, los Noés, los Manco Capac, los Quetzalcoatl, los Hancohualul, cosa que era corriente también entre cuantos pueblos grandes nacieron al calor del Popool-Vuh, en América, como demostrarse puede. En la primera carta de Cortés (párrafos 21 y 29) relata, en efecto, lo que le dijo Moctezuma en una de las entrevistas: "Por nuestros libros sabemos que, aunque habitamos estas regiones, no somos indígenas, sino que procedemos de otras tierras muy distantes. Sabemos también que el caudillo que condujo a nuestros antepasados regresó al cabo de algún tiempo a su país nativo, y tornó a venir para volverse a llevar a los que se habían quedado aquí; pero ya los encontró unidos con las hijas de los naturales, teniendo numerosa prole y viviendo en una ciudad construida por sus manos; de manera que, desoída su voz, tuvo que tornarse solo. Nosotros, añadía, hemos estado siempre en la inteligencia de que sus descendientes vendrían alguna vez a tomar posesión de este país, y supuesto que venís de las regiones donde nace el Sol, y me decís que hace mucho tiempo que tenéis noticias nuestras, no dudo de que el rey que os envía debe ser nuestro señor natural." A estas tradiciones, pues, a la superioridad de armas y caballos -desconocidos en México- y a la providencial intervención de doña Marina, no menos que al heroísmo invencible de aquel puñado de valientes, se debió la epopeya de la conquista de México. ¿A qué se debe si no -añadiremos- ese precioso detalle que a Garcilaso el historiador se le escapa, de pasada, relativo a que el fantasma del gran Viracocha iba conduciendo un animal extraño, "desconocido", o sea la famosa Vaca pentápoda, que comparte con el Ave Garuna (Ave Fénix griega o Ave del Li-Sao chino) y con el Caballo Dodecápedo persa la suprema e indescifrable curiosidad mítica? Ese complemento esencial e incomprensible de todo chela, sadhu o discípulo del Ocultismo universal, es un rasgo perfectamente escita o ario del pueblo incásico. "Los escitas -dice el historiador Anquetil- descienden de Gaumar o Gomar ("el Hombre de la Vara", o sea el jina), hijo de Jafet, o de Ia-phetus, el también jina o hijo de Io, la Primitiva Sabiduría." "En cuanto a los celtas -añade-, ellos no eran sino escitas establecidos en Europa"..., e igual pudo decir, dadas las toponimias incaicas transcritas anteriormente, acerca de los celtas, kalcas o incas establecidos en América con su Manú respectivo. La característica, en fin, de las gentes escíticas era, como nadie ignora, su más profundo desprecio hacia las riquezas, junto con una gran tendencia a la templanza y el más ferviente amor a la justicia. Esto último ya quedó evidenciado antes; pero por si alguna duda hubiese, ahí están los largos capítulos que Garcilaso consagra a la sapientísima legislación inca, legislación que si la admitiesen los pueblos europeos acaso se ahorrarían muchas lágrimas derivadas del insostenible contraste actual entre el lujo y la miseria, que jamás se diera entre los incas ni entre sus similares del antiguo mundo. Entresaquemos algunos ejemplos de ello. Es el primero el relativo al Derecho penal, tan absurdo y tan semítico que padecemos: un Derecho penal que, con las confiscaciones -secretos motivos además de tantos supuestos delitos- "viste, como el vengativo Jehovah, las culpas de los padres sobre los hijos hasta la quinta generación". "Nunca tuvieron los incas -dice Garcilaso- pena pecuniaria ni confiscación de bienes, porque decían que castigar en la hacienda y dejar vivos a los delincuentes no era quitar los malos de la república, sino dejar a los malhechores con más libertad para que hiciesen mayores males. Si algún curaca (gobernador) se rebelaba, delito más grave para los incas, o hacía otro delito que mereciese la pena de muerte, aunque se la diesen, no quitaban el estado a su sucesor, sino que se lo dejaban a éste, representándole así la culpa y la pena de su padre para que se guardase de otro tanto. Lo mismo practicaban en la guerra, pues nunca descomponían los capitanes naturales de las provincias, sino dejábanles con los oficios y dábanles otros de sangre real por superiores... Así acaeció muchas veces que los delincuentes, acusados de su propia conciencia, venían a acusarse ante la justicia de sus propios delitos, porque, a más de creer que su alma se condenaba con ellos, tenían por muy averiguado que, por su causa y la de otros tales, venían a la república todo género de males, como enfermedades, muertes, malos años y otra cualquiera desgracia común o particular... En cada pueblo había un juez, el cual era obligado a ejecutar la ley en oyendo a las partes dentro de cinco días, porque los incas entendieron no les estaba bien seguir su justicia fuera de su tierra, ni en muchos tribunales, por los gastos que se hacen y las molestias que se padecen; que muchas veces monta más esto que lo que van a pedir, por lo cual dejan perecer su justicia, principalmente si pleitean contra ricos y poderosos, los cuales con su pujanza ahogan la justicia de los pobres... Cada mes, además, daban cuenta los jueces ordinarios a los superiores de sus pleitos, hasta llegar así a los visorreyes y al Inca, por medio de los quipos. Todo ello aparte de las visitas que este último giraba con frecuencia a cada una de las comarcas. Había además tucuyricocs o veedores, y cualquier autoridad que hallasen incursa en justicia era castigada más rigurosamente que cualquiera otro, porque decían que no se podía sufrir que hiciese maldad el que había sido escogido para hacer justicia, ni que hiciese delitos el que estaba puesto para castigarlos y a quien habían elegido el Sol y su Inca para que fuese mejor que todos sus súbditos." Esta verdadera aristo-democracia es algo que acaso no podría encontrarse ni en los mejores tiempos de la Grecia, porque no cabe duda. alguna de que el Gobierno mejor es siempre el de los mejores efectivos, que ES EL DE LOS QUE SE SACRIFICAN. Véase otra muestra de semejantes sacrificios de esa aristocracia jina o "toda" de los reyes incas. Hablando Garcilaso (III, LIII) de cómo eran armados caballeros los mozos de sangre real, habilitándolos para tomar estado e ir a la guerra, consagra después otro capítulo (el LV) a demostrar "cómo el príncipe heredero, al entrar en la probación, era tratado con mayor rigor que todos los otros", diciendo: "El iniciador les hacía cada día un parlamento. Traíales a la memoria la descendencia del Sol; las hazañas hechas, así en paz como en guerra, por sus reyes pasados, y por otros famosos varones de la misma sangre real; el ánimo y esfuerzo que debían tener para aumentar su bienhechor imperio; la paciencia y sufrimiento en los trabajos para mostrar su generosidad; la clemencia, piedad y mansedumbre con los pobres y demás súbditos; la rectitud en la justicia; el no consentir que a nadie se hiciese agravio, y la liberalidad y magnificencia para con todos como verdaderos hijos del Sol. En suma, la persuasión a todo lo que en su moral filosófica alcanzaron que convenía a gente que se preciaba de ser divina y haber descendido del cielo... Hacíanles, además, dormir en el suelo, comer mal y poco, andar descalzos y otras mil probaciones, en las que entraba también, cuando era de edad adecuada, el primogénito del Inca, legítimo heredero del Imperio. Es de saber, en efecto, que, por lo menos, le examinaban con el mismo rigor que a cualquier otro, y le trataban peor, diciendo que, pues había de ser más tarde rey, era justo que en cualquier cosa que hubiere de hacer se aventajase a todos, porque si por achaques de la fortuna viniese a ser menos, se aventajase, sin embargo, a cualquiera en la adversidad, lo mismo en el obrar como en el sentir. Así, todo el tiempo que duraba el noviciado, que era de una luna nueva a otra, andaba el príncipe vestido del más pobre y vil hábito que se podría imaginar, hecho de andrajos vilísimos, y con él aparecía en público cuantas veces era menester, para que en adelante, cuando se viese poderoso rey, no menospreciase a los pobres, sino que se acordase haber sido uno de ellos y les hiciese caridad, para merecer el nombre de Huachacuyac, que daban a sus reyes, y que quiere decir amador y bienhechor de los pobres." Esto de la pobreza, además, era entre los felices incas cosa nada más que relativa, por cuanto, como demuestra Garcilaso (III, IX), el rey, en caso necesario, daba de vestir, etc., a sus vasallos. No había así mendicidad alguna en todo el reino, dicha que para sí quisieran los más orgullosos pueblos modernos, cuyos fastuosos lujos de los pocos están cimentados en la más repugnante de las miserias de los muchos. Así es que el noble idealismo semirrevolucionario de un Henry George moderno nada tendría que hacer allí en un pueblo como aquél, que hacía continuos, justos y maravillosos repartos de tierra, ¡de esa Tierra que pertenece a todos sus hijos, como la cárcel pertenece al prisionero! Las tierras incas, dice "Sócrates" en su Civiliçao dos Incas, separada la parte del culto y la del Estado, eran divididas entre los jefes de familia, conforme a las necesidades de cada uno y el número de los habitantes de los distritos. Hacíanse nuevos lotes para los recién casados, los cuales eran aumentados a proporción del crecimiento de la familia La tierra del pueblo se labraba y regaba siempre antes que la del Inca, y antes también eran labradas por los de cada pueblo -donoso ejemplo de solidaridad social- las tierras de las viudas, los huérfanos y los ausentes. Por otra parte, como el trabajo prestado por el pueblo en las otras tierras del Sol y del Inca era como un impuesto, los productos de las del pueblo eran aplicados íntegros para la manutención de la familia, mientras que el producto de aquellas otras tierras era destinado casi por entero a obras de interés colectivo, tales como vías públicas, puentes, fortificaciones, drenajes, pósitos, correos, etc., en las que tanto sobresaliesen los incas, hasta el punto de que nosotros, los españoles, hubimos de copiar no pocas cosas de ellos..., ¿Qué más, si al propio enfermo se le consideraba como huésped del Sol (por cuanto la enfermedad era el camino de irse con él algún día), y se le sostenía y medicinaba como tal huésped por el Estado? También eran tenidos como "huéspedes del Sol" cuantos pasaban de cuarenta y cinco años, después de haber dedicado, a la consolidación de su persona, veinte y veinticinco años al trabajo individual y colectivo, en el más ideal de los sistemas primitivos de jubilaciones, retiros y seguros, Conviene, en fin, leer al Padre José de Acosta respecto de los años "sabático" y "de jubileo". La enseñanza incaica tenía, como todas las de las regiones del pasado, incluso el Cristianismo, una parte exotérica, pública o humana, y otra parte esotérica, privada, iniciática o jina, de la cual, si bien no se tienen detalles directos por los historiadores, por lo mismo que era secreta, sí puede colegirse cuál fuera leyendo entre líneas no pocas de las noticias que ellos nos suministran, Una de ellas es la rapidez increíble y verdaderamente jina con que se ocultó, más que desapareció, la iniciación inca a la llegada de los conquistadores, tanto, que un hombre de sangre real, como Garcilaso, heredero directo del trono por su madre Isabel, si en éste hubiesen podido heredar las hembras, y que nació ocho años después de la conquista, apenas si pudo recoger de labios de su tío las vagas indicaciones ocultistas o jinas de su citada obra, Cual ocurre siempre en estos casos -caída de los pitagóricos, de los templarios y de otras sociedades secretas-, la iniciación inca se ocultó ipso tacto así que pusieron en el país su planta los conquistadores. Sepultóse también por toneladas el oro del templo del Cuzco y el de otros muchos, y se creó, como sucede siempre que se peca contra la Magia, o sea "contra el Espíritu Santo", el más terrible de los karmas colectivos, tal, que aún hoy, por desgracia, perdura98, a partir de esa verdadera tragedia griega de los Atridas, que tuvo por principales personajes a Huáscar, Atahualpa, Pizarro y Almagro. Otro rasgo plenamente jina es el que estampa Garcilaso (III, XVIII) cuando, al hablar de la batalla de Xaxahuana entre los chancas y los incas -en el lugar mismo en que fué después la decisiva entre Pizarro y Lagasca-, el Viracocha anima a estos últimos diciéndoles "que, a pesar de ser aquéllos mucho más numerosos, él les daría la victoria contra ellos, y de ellos les haría señor, porque le enviaría gente que, sin que fuese vista, le ayudase". En efecto, no sólo en la guerra, sino en todos los momentos, la relación secreta entre el Hierofante o Sumo Sacerdote y el Inca o Rey equivalía a otro auxilio "invisible y continuo" como el que, en tiempos de pasado esplendor, mediase entre el Sungado y el Mikado japonés. o entre el Colegio Sacerdotal romano y los primeros reyes iniciados (Rómulo, Numa, etc.), ó bien entre los shamanos, thibetanos y chinos, con los hombres superiores y reyes, como ya viéramos en el capítulo IX, y como podríamos ampliar si aquí trajésemos las extensas consideraciones que hemos consignado en numerosas páginas del tomo IV de esta Biblioteca. Sus ritos, por supuesto, eran secretos, como los de los druídas, y cuadraban a la perfecta superioridad de las gentes solares o incas sobre todas las demás de aquel continente, superioridad que en Astronomía les permitió predecir los "eclipses de Sol y de Luna, conocer los movimientos de los planetas, saber que la Tierra es redonda y gira en torno del Astro-rey, determinar con toda exactitud las estaciones y el año trópico, dividido como entre nosotros en doce meses, y aun contar, gracias a secretos iniciáticos aún desconocidos por nuestra ciencia europea, otro grandes ciclos solares, a la manera de los años solares heliacales, de que también nos ha hablado Platón. Tras de la Astronomía, venía en la escala de la iniciación la Poesía y la Música, acerca de las que Garcilaso nos da algunos pasajes muy hermosos, todo ello sin contar con la Geometría y el arte de la Construcción, en las que por fuerza tenían que ser peritísimos, dado lo prodigioso de sus obras, que fueron admiración de los propios conquistadores. CAPÍTULO XIII. EL PUEBLO HEBREO Y LOS "JINAS" Breves palabras acerca del monoteísmo judaico. - Los ángeles o jinas en el Génesis. - Los querubines del Paraíso y el "Fuego Encantado" wagneriano. - Los "Elohim" creadores. - El "Pozo de las Aguas de la Vida". - Sara y los ángeles contra Sodoma. - El patriarca Enoch, Henoch, Jano o Jaino y la Biblia. - Caín, el prototipo de la raza jina. - El simbolismo del Pentateuco y el P. Scío de San Miguel. - La euthanasia jina, según diversos intérpretes católico-romanos. - Los hijos de Anak, el jina. - Equivalencias ocultistas del nombre de Henoch o "el Vidente-Iniciador". - El Henoch hebreo y el Hermes egipcio. - El "Enoichion" griego. - El Enoch de la Cábala. - El Enoch o Avatar de los hindúes y su Cruz. - Enoch-Helios o "El Caballero del Cisne". - La Ramases o "ciudad de Rama", hebrea. - Grandezas "jinas" del profeta Samuel. - El caso de Jonathás. - Significado del dicho de Josefo. Como quiera que el asunto de los jinas se hace más y más sugestivo, abramos capítulo aparte a los jinas de los pueblos judío y cristiano, cuyos respectivos libros religiosos tanto han contribuido a cimentar toda la ideología de los pueblos occidentales, pueblos que, pese a sus guerras y egoísmos, se creen colocados hoya la cabeza de una civilización... de naipes, "como jamás ha conocido el mundo". Desde luego, insistimos para ello en los derechos de nuestra acostumbrada libertad científica, sin la cual, y dentro del mayor respeto a los cultos de entrambos pueblos, toda investigación resultaría imposible. Además, como dice el Talmud: "Todas las opiniones sinceras que se emiten a propósito de un punto de doctrina, son palabras de Dios vivo." Es muy frecuente en los autores que se ocupan de religiones comparadas el hablar del monoteísmo esencial de la religión judaica y su odio eterno hacia todo cuanto pueda trascender a un mundo superliminal o jina. Los ilustrados fariseos, los escépticos saduceos. diríanse siempre contrarios a poblar el mundo del más allá de esa pléyade inmensa de los 330 millones de devas o "dioses" del panteón hindú, como le poblara también el tan artístico pueblo griego con sus dioses consentes y selectos, sus semidioses y sus héroes. Pero esto no es más que un craso error nacido de que los libros mosaicos, o "Biblia", que han llegado hasta nosotros, si bien reflejan con mayor o menar fidelidad las doctrinas exotéricas o populares groseras de los tiempos del gran reformador Moisés, están hechos con cargo a dichas leyendas antiguas por Esdras, después de la cautividad, y cuando ya "el pueblo escogido", como hoy sus herederos directos los pueblos europeos, se había hecho incrédulo y materialista. El primitivo pueblo hebreo o semita no fué así, porque todavía conservaba, aunque materializadas, muchas de las doctrinas arias o "samaritanas" recibidas de los caldeos, ya que el propio patriarca A-braham ("el no-brahman") , el marido de Sahara (la Sara-svati hindú) , vino de Ur de la Caldea o "Tierra del Fuego"; es decir, de las colonias "parsis", donde el Fuego Espiritual se adoraba. Así las Intervenciones angélicas o jinas son frecuentísimas, contra lo que se cree, en el Antiguo Testamento. La primera de esta intervenciones es la de los querubines de fuego que, con sus espadas flamígeras, impidieron el retorno de la primera pareja humana al Paraíso del Deleite, en castigo por haber adquirido la razón al comer del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal99. Por cierto que el fuego de estos querubines no puede ser más real ni más simbólico. Sí; el Paraíso del supremo deleite espiritual está fuera y por encima de la mera razón; el frío e inerte raciocinio animal del hombre no puede abarcarle, porque su Fuego, que es Luz de luces, sólo puede ser percibido y atravesado por la Mística, la ciencia del Supremo Amor, que es superior al conocimiento. Por eso, a la walkyria Brunhilda, en el drama wagneriano -drama inspirado en las primitivas tradiciones escandinavas o de los protosemitas nórdicos-, la piedad de su irritado padre Wotan al sumergirla en el ensueño de su encanto, la rodea en su roca de un Fuego Sagrado, cuyo muro no puede ser franqueado sino por un héroe como Sigfredo, prototipo de la Mente Espiritual100. En las subsiguientes intervenciones de seres superiores en los negocios del hombre, se advierte en la Biblia el detalle de que en los primeros tiempos antediluvianos, poco después, es Dios mismo los Elohim o Dioses, la hueste colectiva de creadores, como llevamos dicho), el que alterna y conversa con los hombres, presentándose al modo como en otras leyendas se presentan los jinas. En cambio, pasada esta época, y a Aquél se limita a dirigirse al hombre, ora velando su Faz con fuegos, nubes y sueños; ora delegando sus órdenes en el ministerio de los ángeles, y más tarde meramente en los profetas o héroes. Márcanse así claramente dos o tres períodos que los paganos, como los orientales, llamarían, respectivamente, las Edades de oro, plata y cobre, bien superiores en esto como en todo a la presente y tristísima Edad de hierro o Kaliyuga, donde el hombre no sólo no ve nada superior a él, sino que casi no se ve a sí mismo. En esa edad de plata, pues, que al diluvio, o catástrofe atlante, subsigue, vemos a los ángeles o semidioses descender entre los mortales, y sería largo hacer de ello detalladas referencias. Consignemos, pues, las más principales sólo: La primera es la del Pozo del Viviente o de la vida (Gén., XVI), en la que el ángel detiene a la fugitiva Agar y le profetiza su numerosa descendencia. Este pozo, con sus similares, juega gran papel en diversos pasajes bíblicos, y es, por supuesto, no un pozo material, sino el símbolo de las puras aguas de la Sabiduría oculta. Por eso la frase del v. 19, cap XXI del Génesis, cuando "Dios abrió los ojos de Agar en el desierto para que viese el pozo de agua...", y de aquí también la discordia entre Abraham y Abimelech (o el Melcha) el pagano Abí), a causa del dicho pozo de Bersabee. Otro pozo vemos figurar, ya seco o sin las aguas de la sabiduría, en la tragedia de Joseph (o Io-sapho, "la sabiduría de Io o primitiva") con sus hermanos, cuando éstos pretendieron matarle, y por consejo de Rubén -el hombre rojo atlante que diría Basaldúa- le esconden en dicho pozo o cisterna, ya seca, de donde le sacan luego para venderle a unos mercaderes egipcios. Otro pozo es el en que Eliezer (Helias-zar o "el hombre de Dios") encuentra a Rebeca, la nieta de Melcha, y se la lleva por esposa a Isaac, el hijo de su Señor (ib. XXIV). Pozos, en fin, de análogo carácter fueron los cegados por los palestinos (ib. XXVI) por envidia a las prosperidades conseguidas por los israelitas, y por cierto que, al par que los palestinos cegaban estos simbólicos "pozos de agua viva" o de la sabiduría, los israelitas abrieron otros no menos simbólicos con sus crecientes doctrinas de corrupción, y cuyos nombres, en el mismo texto, son Calumnia, Enemistades, Anchura (Ancho camino o Mal sendero), etc., hasta cavar el último, o sea el de la Abundancia, después de habérseles aparecido y adoctrinado el Señor (ib. XXVI) . La segunda intervención superliminal, o jina de la Biblia, es aquella de cuando bajan tres ángeles disfrazados de peregrinos, como el Wotan wagneriano cuando recorría la tierra y conversaba con los perversos101, y después de profetizar a Sara que tendría un hijo, pasan a destruir a las vecinas ciudades de la Pentápolis, hospedándose en casa de Lot, destrucción "por el fuego" en la que algunos teósofos ven un eco, más que de la sumersión de la Atlántida, de la anterior destrucción de la Lemuria por los fuegos volcánicos, según se lee en La Doctrina Secreta. Pero nada de ello es tan sublime y sugestivo como los breves veZrsículos del Génesis consagrados al patriarca hebreo del "mundo de los jinas", el maravilloso Enoch, Henoch, Jaino o Jano, cuya excelsa personalidad jamás ha sido bien interpretada por los comentaristas, quienes, por no ponerse al nivel debido, "han tenido ojos para ver, y no han visto", porque les ha faltado para esto, como para todo, la divina "luz de Oriente", única capaz de guiar a la humanidad ilustrada por estos tan consoladores derroteros. Hagamos, pues, una glosa adecuada de los pasajes de referencia, seguros de que el lector ha de sentir que algo nuevo, y por encima de lo vulgar, se abre ante sus ojos. "Vivió Henoch -dice el texto hebreo- sesenta y cinco años. y engendró a Mathusalem, y anduvo Henóch con Dios -es decir, practicó la suprema vida del justo-, y vivió otros trescientos años, engendrando hijos e hijas, y todos los días de Henoch fueron trescientos Sesenta y cinco años, y desapareció, Porque se le llevó Dios." Con estas sencillas, pero simbólicas palabras, nos habla el capítulo V del Génesis (v. 21 al 24) de la primera euthanasia humana, o sea del apoteótico tránsito al mundo de los jinas de aquel justo, biznieto de Cain-an (permutación del egregio nombre inca de Caín), que en el capítulo IV vemos ser descendiente, no de Seth, sino del propio y divino Caín102, Viniendo luego a los comentaristas católicos de! hermoso pasaje Jina, nos sale el primero e! eruditísimo P. Scio de San Miguel, quien nos dice en la correspondiente nota: "Aunque algunos rabinos no admiten el tránsito de Henoch sino en e! sentido de la muerte natural, no pocos de entre ellos coinciden con la creencia cristiana de que Henoch fué arrebatado por Dios en verdadera euthanasia, viviendo desde entonces en esotro mundo -al que nosotros denominamos de los jinas-, mundo desde el cual, judíos y cristianos opinan bajará algún día para conversión y salvación de los hombres, o bien para constituir, en unión del profeta Elías -otro transfigurado, como pronto veremos- aquellos dos testigos de las maldades del Antecristo de que habla el Apocalipsis (XI, 3 Y 4), a quienes éste hará finalmente morir." El Eclesiástico -añade aquel intérprete bíblico- consigna claramente que Henoch resultó grato a los ojos del Señor y fué trasladado al Paraíso -o mundo de los jinas- para llevar a los hombres hacia el camino recto, así que se arrepientan de sus muchas culpas, y San Pablo afirma que, "gracias a su inmensa fe, Henoch fué traspuesto (o llevado en euthanasia a más excelso mundo), para que no viese la muerte, y que no fué hallado porque Dios mismo le traspuso, porque antes de semejante traslación tuvo así testimonio indudable de haber agradado al Señor durante su recta vida sobre la tierra". Estas típicas frases del Iniciado cristiano en el capítulo XI de la Epístola a los Hebreos, no son, como él mismo dice, sino el fruto de "esa fe que es la substancia misma de las cosas que se esperan y la esencia de las cosas que no se nos muestran a nuestros ojos físicos, pero merced a la cual hallaron la verdad los antiguos, aquellos que, a lo largo de su vida de justos, alcanzaron los bienes eternos, llegando a hacer visible lo invisible... después de sufrir escarnios, azotes, cárceles y cadenas, y de ser apedreados, maltratados, probados y hasta muertos de espada, tras de andar de acá para allá, mal cubiertos por groseras pieles, desamparados, angustiados, afligidos, y andando fuera de un mundo que de ellos no era digno, descarriados por los desiertos, montes y cavernas de la tierra". En cuanto al mundo especial donde seres tales como Henoch y Elías fueron trasladados, opinan doctores de la Iglesia tan poco idealistas como Agustín e Ireneo, que él no es sino un paraíso terrestre, donde viven en un nuevo cuerpo -el segundo cuerpo espiritual del que habla San Pablo-, que no está sujeto como el cuerpo físico a las miserias del envejecimiento, la corrupción, ni la muerte. Hasta ciertos Padres griegos, 'muy intuitivos y dotados de vigorosa imaginación creadora, como Teodoreto y San Juan Crisóstomo, llegaron a afirmar, según enseña aquel intérprete católico, que "se puede aun llegar a saber el lugar de felicidad al que dichos elegidos fueron trasladados", cosa -añadiremos nosotros- que es precisamente el objeto de este libro, al pretender, como por él pretendemos, inquirir acerca de la posibilidad y hasta la inmediata vecindad de este mundo de los llamados jinas, al terrestre mundo en que se agitan las tristes y mortales pasiones de los hombres. Para ello, vengamos, como siempre, a las enseñanzas de la Maestra, que nos dice: "Enoch, el Patriarca que no ha muerto aún, y que según la cábala y el ritual de la Francmasonería es el primer poseedor del "Nombre inefable", figura también en el Libro de los Números (X, 29 Y 31) con el nombre de ANAK. En dicho libro vemos, en efecto, que el propio Moisés, el profeta guiado e inspirado por el Señor, se inclina reverente ante el sacerdote Hobab el madianita, hijo de Raquel, diciéndole: "No nos abandones, y, pues que tenemos que acampar EN EL DESIERTO, sírvenos de guía." Más adelante también, cuando Moisés envió espías a la tierra de Canaán, éstos trajeron como prueba de la sabiduría (cabalísticamente hablando) y de la bondad del país un racimo de uvas de tal tamaño, que tenían que conducirle dos hombres en una pértiga. Estos espías añadieron: "Allí hemos visto también a los hijos de ANAK, gigantes que proceden de los gigantes." Los madianitas, lo mismo que los canaanitas y hamitas, eran tenidos por "Hijos de las serpientes", es decir, por hombres sapientísimos. Khanoch, Manoch o Enoch, esotéricamente significa, en efecto, el Vidente, el Iniciador, el Maestro del Ojo Abierto, así como el Enos del Génesis (IV, 26) significa "el Hijo del Hombre", y la historia que, según De Mirville (Pneumatologie, III, 70), refiere Josefo acerca de haber ocultado Enoch sus preciosos rollos o libros bajo los pilares de Mercurio o Seth, es la misma que se cuenta de Hermes, el "Padre de la Sabiduría", quien también ocultó sus Libros Iniciáticos bajo dos columnas, donde luego aparecieron escritos. Josefo, en efecto, a pesar de sus constantes esfuerzos en pro de la inmerecida glorificación de Israel, a quien quiere atribuir la exclusiva de aquéllos, hace verdadera historia, y habla de dichas columnas como existentes aún en su tiempo, y añade que éstas fueron erigidas por Seth, no el supuesto hijo de Adán, ni por el Hermes, Teth, Set, Thoth, Tat, Sat o Sat-an egipcio, sino por los "Hijos del Dragón o del Dios-Serpiente", nombre bajo el cual eran conocidos los Hierofantes antediluvianos de la Atlántida, el Egipto y Babilonia. Además, Enrichion griego, que significa "Ojo Interno", intuición o videncia trascendente y también en hebrero "el Iniciador", "el Instructor" de las gentes, con ayuda de los puntos masoréticos. Es, asimismo, el título genérico de multitud de profetas, tanto hebreos como paganos. Así, Isdubar, el Heabani, astrólogo caldeo, es arrebatado al Cielo por su protector el Dios Hea, e igualmente el profeta Elías es llevado "vivo" también al Cielo por su protector Jehovah, pues que Elías en la lengua hebrea significa Elihu o "el Dios Jah", Semejante plácida muerte o euthanasia tiene, en efecto, un profundo sentido esotérico, pues que simboliza la "muerte" de un Adepto que ha alcanzado el grado y poder de purificación necesario que le permite "morir" en el cuerpo físico y seguir viviendo con vida consciente en su cuerpo astral. La expresión de Pablo (Hebreos, XI, 5) de que "él no vería la muerte" (ut non videret mortem) tiene, pues, un sentido, no sobrenatural, pero sí esotérico, y aunque semejante significado secreto es siempre el mismo, las variaciones de dicho tema son infinitas. En cuanto a la desdichadísima interpretación que se da a algunas alusiones bíblicas respecto de la edad de Enoch, "que igualará a la del mundo", compartiendo con Jesús y Elías la dicha y los hombres del último Advenimiento, y de la destrucción del Antecristo, significa, en verdad, la correlación de Enoch con el año solar de trescientos sesenta y cinco días, y esotéricamente, por otro lado, el hecho de que algunos de los Grandes Adeptos volverán en la Séptima Raza, una vez desvanecido todo error, para proclamar como Shistas o santos "Hijos de Luz" que son ellos, el advenimiento de la Verdad, por tantos siglos obscurecida." "En otro de los aspectos, Enoch -continúa-, el patriarca celeste y padre de Methmelad, es también el Primer Adán o el Microprosopus. El Enoch espiritual, que no murió, sino que fué arrebatado por Dios, es el símbolo también de la humanidad, tan eterna en el espíritu como en la carne; si bien esta última perece siempre para siempre renacer. La muerte, en efecto, es tan sólo un nuevo nacimiento, pues que el espíritu es inmortal, y, por tanto, la humanidad no puede morir jamás, y el Destructor se convierte en Creador, Tipo, en fin, Enoch del hombre, espiritual y terrestre a la vez, ocupa por eso el centro de la Cruz Astronómica, base geométrica de todo el simbolismo religioso de los avatares hindúes: la manifestación de la deidad o del Creador en su criatura el Hombre, es decir, de Dios en la humanidad y de la humanidad en Dios como Espíritu. Así se forma el símbolo de la Mundana Cruz de los Cielos, repetida en la tierra por el hombre dual y hasta por las corolas de ciertas plantas, con arreglo a la clave de Hermes, de que lo que está arriba es como lo que está abajo. La figura, pues, del místico simbolismo de Libra-Hermes-Henoch permanece así en el centro o punto de unión de la Cruz del hombre dual, del hombre físico reemplazando al "espiritual". La posición de una de sus manos señalando al cielo está equilibrada por la otra indicando a la tierra, es decir: infinitas generaciones arriba e infinitas generaciones abajo; un hombre de polvo que retorna al polvo y un hombre-espíritu que renace en espíritu; una humanidad finita, Hija del Dios Infinito. Vengamos ahora a la historia de un célebre libro que lleva el nombre del gran patriarca jina. Orígenes dice que Enoch -Co-en, Ca.-in o ]a-in- dejó escritos numerosos tratados de Astrología y otras ciencias ocultas, y que tales manuscritos fueron salvados del Diluvio -la catástrofe atlante, lepetimos- juntamente con otros preciados secretos. Tertuliano, San Agustín y San Jerónimo, dice el sabio don Benito F. Alonso en su Galicia prehistórica, hablan de estos escritos, que Pico de la Mirándola decía poseer. ¿Qué es el Libro de Enoch, del cual el San Juan del Cuarto Evangelio y el del Apocalípsis ha hecho tantas citas? Sencillamente un libro de Iniciación, que, entre velos y alegorías, da el programa de ciertos Antiguos Misterios de los Templos interiores. "El autor de los Sacred Mysteries among the Mayas and Quichés sugiere, con acierto, la idea de que las llamadas "visiones de Enoch" no son sino las experiencias de éste en los Misterios Iniciáticos de que participó, aunque, a renglón seguido, comete el gran error de creer que el libro fué escrito al principio de la Era Cristiana, siendo así que judas, en su Epístola (v. 14), hace citas del Libro de Enoch, y por tanto, según observa el arzobispo Laurencio, traductor de la versión etíope de este libro, no podía ser posterior, ni siquiera contemporáneo de los autores del Nuevo Testamento." Tal es la opinión de la Maestra, quien añade esta hermosa página de historia: "Cuando Ludolf, llamado por nuestros eruditos nada menos que "el padre de la literatura etíope", examinó los diversos manuscritos etíopes relativos al Libro de Enoch presentados por el viajero Pereise a la Biblioteca Mazarina, declaró rotundamente que no podía haber ningún Libro de Enoch. Sin embargo, como todos saben, pronto quedó por tierra tan dogmática afirmación, pues que Bruce y Ruppel encontraron dicho libro en Abisinia, y trayéndolo a Europa unos años después, dieron margen a que el propio obispo Laurencio )0 tradujese. Bruce, por supuesto, despreciaba su contenido y se burlaba de él, como todos los demás hombres de ciencia, declarando, dice De Mirville (Pneumatologie, p. 73), ¡que era una obra gnóstica referente a Gigantes antropófagos y tocada de grandísima semejanza nada menos que con el Apocalipsis! No fué ésta, sin embargo, "la opinión de mejores críticos que después vivieron". Así, el doctor Ganneberg llegó "hasta colocar el Libro de Enoch en el mismo y preferente lugar que el Libro tercero de los Macabeos, o sea a la cabeza de la lista de aquellos libros cuya autoridad se halla más cerca de las obras canónicas", que dijo el católico marqués de Mirville en su citada obra. Como de costumbre, todos tienen razón, en parte, y en parte se equivocan todos. El aceptar a Enoch como una persona viva, como un carácter bíblico, es lo mismo que aceptar a Adán como el primer hombre, pues que Enoch es un término genérico aplicado a ciertos individuos de todos los tiempos y en todas las razas y naciones, y de aquí el hecho de qut' los antiguos talmudistas, doctores del Midrashismo, no estén de acuerdo en sus opiniones acerca de Hanokh, el Hijo de Yered, pues que, mientras que unos dicen que era un gran santo amado de Dios, y "que fué arrebatado vivo al cielo", es decir, que alcanzó el Nirvana o Mukti aquí en la Tierra, cual Buddha y tantos más, para otros talmudistas no era sino un perverso brujo, cosa, en fin, que corrobora que todo Hanokh o Vidente era un Adepto de la Sabiduría Secreta, sin ninguna especificación acerca del carácter (de la Diestra o de la Siniestra) del portador de semejante título." "Para los judíos, el Libro de Enoch, sigue diciendo la Maestra, es tan canónico como el Pentateuco. La edad de entrambos no puede determinarse con exactitud, pero el Génesis de Enoch es, con mucho, anterior a los libros de Moisés, según nos enseña el doctor Jost y Donaldión. El Pentateuco, tal como hoy le conocemos, es posterior a la cautividad de Babilonia, o sea de hacia el año 150 (antes de J. C.). Guillermo Postel ha presentado aquel libro al mundo y explicado sus alegorías hasta donde le ha sido posible explicarlo y comprenderlo. El Libro de Enoch, en fin, es un compendio de la historia de las razas Tercera, Cuarta y Quinta. Unas poquísimas profecías de nuestra época actual y un largo resumen retrospectivo, introspectivo y profético de sucesos universales y completamente históricos, etnológicos, geológicos, astronómicos y psíquicos, amén de un poco de Teogonía de los anales antediluvianos. Citado él diferentes veces en Pistis, Sophia y en el midrashin más antiguo del Zohar, Orígenes y Clemente de Alejandría le tenían en muy alta estima, y le mencionan como una obra de antigüedad venerable. Sus visiones, desde el capítulo 18 al 50, son todas descripciones de los Misterios de la liniciación, una de las cuales es la del Valle Ardiendo de los Angeles Caídos, y quizá tuvo mucha razón San Agustín al decir que la Iglesia rechazaba el Libro de Enoch de entre los canónicos a causa de su enorme antigüedad, ob nimian antiquitatem (La Ciudad de Dios, XV y XXIII.) ¡No cabían, en efecto, los sucesos que en él se mencionan en el estrecho marco de los cinco mil cuatro años antes de J. C. que aquélla pretendía asignar al mundo! El sabio M. de Sacy (Annales de Philosophie, pág. 393), nos dice: "El Libro de Enoch asigna al año solar 364 días, y parece conocer además períodos de tres, cinco y ocho años, seguidos de cuatro días suplementarios que, en su sistema, parecen ser los de los equinoccios y solsticios." Estos "absurdos" -añade De Mirville- acaso datan de algún imaginario sistema que pudo haber existido antes de que el orden de la naturaleza hubiese sido alterado en la época del Diluvio Universal, cosa que es precisamente la enseñada por la Doctrina Secreta, pues el propio ángel Uriel dice a Enoch: "¡Todas las cosas, oh Enoch, te las he revelado! Tú ves ya al Sol, a la Luna, y a los que conducen las estrellas del cielo, los cuales hacen que se repitan todas sus operaciones y estaciones. En los días de los pecadores, los años se acortarán y la Luna cambiará sus leyes..." (capítulo LXXIX, traducción de Laurencio). En aquellos días, años antes del Gran Diluvio que barrió a los atlantes y cambió la faz de toda la tierra, al cambiar la inclinación de su eje, la naturaleza geológica, astronómica y cósmicamente, no podía ya ser la misma, porque, como dice el Libro, "Noé gritó con amargura tres veces, diciendo: ¡Oyeme, óyeme, óyeme! La Tierra trabaja con violencia, y seguramente voy a perecer con ella" (capítulo LXIV). Habían llegado, en efecto, los tiempos en que se cumpliese el de decreto de la Ley Natural Evolutiva, de que la Cuarta Raza fuese destruida para dejar el puesto a otra mejor que ella, pues que el Manvántara había llegado a su punto de vuelta al cumplirse las tres y media Rondas de las Siete, y la gigantesca Humanidad física había descendido hasta el punto más bajo de su grosera materialidad, y de aquí aquel apocalíptico versículo acerca de aquella Raza, "aquellos gigantes que conocían todos los misterios de los ángeles, todos los poderes secretos y opresores del Mal y de la brujería". En el capítulo VIII del Pirkah, de Midrash, R. Eliezar atribuye a Enoch lo que tantos otros autores atribuyen a Hermes Trimegisto, pues que los dos son idénticos en su sentido esotérico, y añade que "Hanokh comunicó a Noé la ciencia del cálculo de las estaciones". Este Hanokh y su "Sabiduría" pertenecen, en dicho caso, al ciclo de la Cuarta Raza Atlante, y Noé al de la Quinta, por lo cual pudo decir el Tohan que "Hanokh tenía un libro idéntico al Libro de la Generación de Adán, es decir, del Misterio de la Sabiduría". En tal sentido representan Hanokh y Noé las dos Razas-Raíces anterior y presente. En otro sentido, la desaparición de Enoch, "que se fué con Dios y no existió ya más porque Dios se lo llevó", es una alegoría relativa a la desaparición de entre los hombres del Conocimiento Sagrado y Secreto, llevado consigo por el "Dios colectivo de los Java-Aleim, los altos Hierofantes, las Cabezas de los Colegios de Sacerdotes Iniciados". En suma, que los Enoch o Enoichions se confinaron estrictamente al recinto de los Colegios Secretos de los Profetas entre los judíos, y de los Templos entre los gentiles. Enoch, en fin, termina H. P. B., interpretado, por otra parte, con la sola ayuda de la clave simbólica, es el tipo de la doble naturaleza espiritual y física del hombre. Por ello ocupa el centro de la Cruz Astronómica o Estrella de Seis puntas, que Eliphas Levi tomó de una obra secreta. En el ángulo superior del Triángulo superior está el Aguila; en el inferior izquierdo, el León; en el derecho, el Toro, mientras que sobre el Toro y el León, o sea a los dos lados del Aguila, está la faz de Enoch o del Hombre. Ahora bien: las figuras del Triángulo superior, omitiendo la Primera, por ser de meros Chahayas o Sombras, representan a las Cuatro Razas anteriores, mientras que Enos o Enoch está colocado entre la Cuarta y la Quinta Razas, por representar la Sabiduría Secreta de entrambas. Ellas son también los cuatro Animales de Ezequiel y del A pocalípsis. En el Doble triángulo del Ardhanari hindú se nos presenta una representación mucho mejor, pues que en él están simbolizadas tan sólo las tres Razas históricas para nosotros, que son: la Tercera o Andrógina, simbolizada por Ardha-nari; la Cuarta, representada por el poderoso León, y la Quinta o Aria, por su símbolo más sagrado hasta hoy: la Vaca o Toro." El Enoch hebreo es, por otra parte, añadimos nosotros, ese Enos o Senius de los antiquísimos Cantos etruscos de los Hermanos Arhales, de los primeros días de Roma, "el renovador de la verdadera Religión de la Naturaleza", cuyo triunfo solar o jina se celebraba con grandes fiestas patriciales o iniciáticas. Por eso, la leyenda romana del Brabante, como tantas otras, le presenta, no en "carro de fuego", sino conducido por "un Cisne" (Swan, Chohan, etc.) , para socorrer con sus protecciones jinas a todos los desvalidos representados por la EIsa del Lohengrin. Este Caballero Helias, a su vez, es el nexo místico, al par que histórico, que enlaza a los venerandos nombres de EIías y de Enoch, como se ve en el hermoso libro de Bonilla San Martín El mito de Psiquis. Más o menos, todos los profetas de Israel están relacionados, en efecto, con ese tronco mágico de HeJi, Helios o Eliu (el Sol), como pertenecientes, efectivamente, a una dinastía solar o elegida, o jina, verdadera primogénita de la Humanidad. Así vemos, por ejemplo, a Samuel (o Samael, el Angel triunfador de la muerte) interviniendo en todos aquellos interesantes sucesos bíblicos que establecen en el pueblo hebreo la transición entre el gobierno paternal y libre de los Jueces y el despótico de los Reyes. "Hubo un hombre ephrateo de Rama Thain-Sophin, del monte Ephraím, cuyo nombre era Elcana, hijo de Eliú, hijo de Tho-hu, hijo de Soph", dice el texto bíblico al damos la genealogía del profeta Samuel, con cuyas simbólicas palabras nos viene a dar todas las características raciales de este verdadero ario solar, es a saber: Rama-Thain, la ciudad de Rama, Ra, Ar o el Sol, o sea la Rameses egipcia, de donde partieron los israelitas; el santo monte de los Ephoros, equivalente al Monte Moriah, el Monte-Santo o Montsalvat de otras teogonías, tantas veces aludido en nuestros estudios ocultistas103. El Cana o Alcaina, el simbólico hijo de Helias, Helios o Eliú, el nieto de Hieroham, verdadero "tronco hierosimilitano-caldeo"; el biznieto de Tho-Hu, Hu Thot o el egipcio dios Thot-Hermes, el de la Oculta "Sabiduría iniciática", y el tataranieto, en fin, de Ain-SuPh o Ain-Soph, el Obscuro e Inefable "Anciano de los Días". Con Anna (las Aguas) , la primera mujer de dicho santo hombre, como con Sarah, Rebeca y demás "mujeres fuertes" bíblicas, símbolo de otras tantas diosas luni-solares del paganismo, se repite la eterna leyenda de la esterilidad física vencida a fuerza de oraciones, que consiguen al fin la sucesión apetecida, con caracteres bastante parecidos a los de la leyenda árabe del nacimiento de Abdallah, abuelo del profeta Mahoma104. Anna, en efecto, promete al Señor consagrarle el hijo que tuviese, cosa que realiza llevándole al templo y presentándole al Sumo Sacerdote Helí, cuyos hijos, por el contrario, eran el prototipo de la disipación y la codicia. Creció así Samuel en el agrado de Dios y de los hombres, ministrando en el templo al Señor delante de Helí, y el Señor se le manifestó en Siló, Lila o Lais, como a verdadero profeta de Israel, pudiendo así lograr para su pueblo múltiples victorias sobre sus enemigos los impíos filisteos, gracias a los mágicos prodigios que operaba. por su intercesión; ungir y dirigir al rey Saúl, como antes se lo había profetizado; conducir a su pueblo a Gálgala, es decir, "a la altura o monte de la verdadera fe"; producir lluvias y desencadenar o aplacar tempestades; destituir a Saúl por sus errores ungiendo rey en su lugar a David, a quien protege mágicamente contra las injustas persecuciones de aquél, y aparecerse, en fin, después de muerto al réprobo Saúl -quien le evocara mediante la célebre pitonisa de Endor (1, Reyes, XXVIII) - anunciándole su muerte para el siguiente día. Pero antes de dejar de ocupamos del profeta Samuel y del rey Saúl, el lector nos perdonará que recordemos aquí un incidente extraño referido en el capítulo XIV y relativo a Jonathás, el hijo de Saúl, por la relación que el pasaje entraña con aquel otro de la leyenda irlandesa relativo al melifluo Cauldrón de Dagda o "Caldera de Pedro el Botero", que diríamos en España, y al modo como, mojando un dedo en sus mieles el enanito Gwión, pudo adquirir con sólo dos gotas la Sabiduría, mientras que el resto del líquido se volvía veneno y rompiendo la caldera vertía el contenido nefasto, provocando éste al repartirse por el mundo el Diluvio Universal (De gentes del otro mundo, cap. VII). Dicho capítulo bíblico nos relata cómo Jonathás dijo a su escudero: "Escondámonos de los nuestros, y escalando los inaccesibles peñascos de Machmas sorprendamos por allí a los filisteos". Así lo hicieron con enormes dificultades, deslizándose por el precipicio de entre los dos picos de Boses y de Sene, o "del abismo cenagoso y del punzante espino", como rezan las etimologías de los dos émulos de Scila y el Caribdis de la Odisea, y cayendo amo y criado sobre los enemigos hicieron en ellos increíbles destrozos, viendo lo cual los israelitas, a quienes tenía escondidos en las cuevas del monte su propio miedo, salieron entonces a completar la matanza, y el propio Saúl, para que nada les distrajese a los suyos de tamaño estrago en las filas enemigas, les dijo: "Maldito sea quien vuelva a probar bocado hasta que mi venganza sobre mis enemigos sea definitiva". Pero Jonathás, ignorante de semejante orden, habiendo llegado a un extraño bosque cuyo ámbito manaba literalmente mieles, alargó la punta de su traza y mojándola en un panal de miel la llevó a su boca, "aclarándosele, entonces, dice el texto, sus ojos"; es decir, adquiriendo como Gwión el don de la clarividencia y hasta. de la profecía. Terminada la carnicería de filisteos, el Señor no dlÓ respuesta aquel día a sus sacerdotes -indignado, sin duda, contra Jonathás de igual modo que contra Adán y Eva, al temer que llegasen ellos a igualarse a los dioses, probando también, después de haber mmido del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, del Árbol de la Vida (Génesis, 111, 22) -. Preocupado con ello el rey Saúl, convocó a los principales del pueblo para averiguar por parte de quién había venido el pecado causante de las iras del Señor, añadiendo que, aunque éste fuese el propio Jonathás, le haría morir. Echadas, pues, suertes adivinatorias (las célebres Sortes Sacerdotarum o Juicio de Dios por los dados, tan características de la Magia Negra), entre el pueblo, de un lado, y el rey y su hijo, de otro, la suerte acusó primero a éstos y finalmente al hijo. El dolorido rey, ni más ni menos que en tantas otras tragedias griegas, hebreas y ulteriores, se decide a inmolar a Jonathás, pero el pueblo agradecido se amotinó y logró salvarle. En resumen de todo esto, y aun de lo que vendrá en el próximo capítulo, nos le hace la Maestra con estas, palabras: "El dicho de Josefo de que (Antiquities, IX, 2) está escrito en los libros sagrados que Elías y Enoch desaparecieron, pero "de tal modo que nadie supo que habían muerto", significa sencillamente que habían muerto en sus personalidades, como aún hoy día mueren para el mundo los yoguis hindúes y hasta algunos monjes cristianos. Ellos, en efecto, desaparecieron de la vista de los hombres y murieron en el plano terrestre hasta para ellos mismos. Esto parece un modo figurado de hablar; pero es, sin embargo, literalmente verdadero.” CAPÍTULO XIV. ELÍAS EL "JINA" La misión profética de Ellas. - Los Helias, Helios, Eliu o Elías de las teogonías antiguas. - Sus resurrecciones de muertos. - Juicios de Dios y Fuegos Encantados. - El Maestro es arrebatado en "carro de fuego" al mundo de los jinas. - Eliseo pasa en seco el Jordán, como tantos otros "dioses". - Simeón Ben Iocai y su Zohar o Libro del Esplendor. - Más prodigios de Elías y de Eliseo. - El mundo de los "protectores invisibles" hebreo. - El Libro de Tobias. - El famoso "pez" de las aguas del Tigris, o sea la leyenda hebrea de Dagón. - Recuerdos de Las mil y una noches. - El Génesis es ley jina o superhumana, y el Deuteronomio ley humana o segunda ley. - El Libro de Job y sus enseñanzas jinas. - El eterno tema jina de "La justificación". - La leyenda europea de Helias, Elías, "El Caballero del Cisne" o "Lohengrin"."El Santo Grial" es el mundo de los jinas, eternos protectores de la humanidad. Después de habernos ocupado tan extensamente de la transfiguración del patriarca Enoch y de su maravilloso libro, continuemos nuestra investigación acerca de otros excelsos personajes bíblicos que se nos muestran también transfigurados al modo jina, y muy especialmente el sublime profeta Elías el Thesbita, cuya historia se halla incidentalmente referida en el Libro III de los Reyes. El profeta Elías aparece en el capítulo XVII del Libro Primero y Segundo de Samuel, es decir, del gran Adepto hebreo, que fué el nexo entre el régimen primitivo de los Jueces y el degenerado de los Reyes105, como "uno de los moradores de Galaad", o sea "de la altura física y moral, adonde no llegan las ciegas pasiones de los hombres". Por eso los comentaristas, como Scío, dicen de él que la misión profética de Elías y el primer acto de su elevado ministerio cerca del impío Achab, rey de Israel, tiene un carácter muy extraño. La misma Escritura nos le presenta en escena de repente cual otro Melchisedech -o sacerdote cainita de los melchas o bárbaros occidentales, al tenor de la frase oriental-. En efecto: nada se nos dice acerca de su familia ni de su tribu, ni menos de dónde venía al presentarse al rey, ni cómo se le desarrolló su vocación profética o fué llamado a ella, sino que el Señor le saca repentinamente de la obscuridad, haciéndole ir a la corte de un rey impío, para anunciarle los juicios e iras de aquél y el terrible azote kármico con el que va a castigar a su pueblo. Elías, por su parte -añade el comentarista-, no declara la causa de esto al rey, ni le da en rostro con delito alguno, dejándole en duda hasta sobre la duración de aquel castigo, que no había de cesar sino al mágico conjuro de su palabra excelsa. Luego, el Maestro de Israel desaparece durante tres años y medio, cuando pueblo y rey habían ya tenido tiempo suficiente de experimentar los tristes efectos de la plaga anunciada por aquél. El mismo nombre de este Profeta de profetas, primero de la serie de los terribles conminadores del pueblo de la "dura cerviz", tan semejante en todo a nuestros cultos pueblos occidentales, trasciende a "fortaleza", a "soberanía", al tenor de su etimología hebrea, o más bien universal, de "Helios", el Sol106. Luego de conminar EIías al rey con la amenaza de que durante dichos tres años y medio no llovería sobre la tierra, recibe la orden de retirarse "hacia Oriente" y de ocultarse a las miradas profanas en el torrente de Carith, junto a aquella Samaria tan célebre por su primitivo culto caldeo o astrológico de "las alturas", que tantos odios despertaba siempre entre los groseros y sanguinarios adoradores del implacable ]ehovah. Allí, en aquellas vecindades del divino ]ordán, es fama, según la Escritura, que unos cuervos le traían alimento por la mañana y por la tarde, y que el Maestro bebía las cristalinas linfas del arroyuelo, hasta que la sequía general agotó sus aguas, obligándole a pasar a Sarephta o Sarphta, de los sidonios -¿el país de las serpientes?-, donde una pobre viuda, por inspiración divina, le dió albergue en su casa, después de asombrarse de los prodigios que a la llegada del profeta le acaeciesen, tales como el de la multiplicación de la harina y el aceite de un modo semejante a los milagros evangélicos. El mayor de estos milagros fué el de la resurrección de "el hijo de la viuda", por un procedimiento descrito muy al por menor en el capítulo XVII, y que recuerda a los procedimientos orientales de resurrección de muertos, a los que alude el coronel Olcott al ocuparse de estas cuestiones en su Historia auténtica de la Sociedad Teosófica, procedimientos de los que ya hemos hablado en "Páginas ocultistas", capítulo XI107. Años más tarde, el Maestro sale al encuentro de Abdías, emisario del rey, para ver de procurar agua y yerba fresca para sus caballos, porque la sequía y el hambre seguían haciendo estragos en Samaria. Abdías queda aterrado, a pesar de que ya conocía y amaba a los profetas de Dios, puesto que él mismo, cuando las terribles persecuciones decretadas contra aquéllos por la reina Jetzabel, había ocultado a un centenar de ellos en cuevas iniciáticas, alimentándolos. Avisado Achab por Abdías, sale al encuentro del profeta, quien le conmina para que convoque en el monte Carmelo a cuantos "falsos profetas de Baal y de los bosques sagrados se sentaban en la mesa de Jetzabel", y allí, ante todo el pueblo, se haga juicio de Dios entre sus falsos sacrificios y los santos holocaustos de los siervos del Señor. En efecto, cada partido hace su montón de leña seca, coloca sobre ella los despojos de las víctimas y evoca al Fuego Celeste para que, en señal de aprobación, baje y los consuma. Los falsos profetas de la corte y de los bosques. recurren, en vano, a todas sus negras artes, sin lograr encender la pira108, mientras que Elías, después de haber mojado la leña y el suelo todo, y de haber evocado al Señor, hace descender un divino Fuego que lo consume todo, hasta las propias piedras del ara del sacrificio, con un espanto igual al que más adelante se ve en la Biblia al tratar de la scenopegia de los Macabeos109. No hay que añadir que allí mismo fueron muertos los cuatrocientos cincuenta falsos profetas (450 es número rosa-cruz). La reina Jetzabel, temiendo que el Santo Elías le conminase por sus crímenes, decreta la prisión y la muerte de éste; pero el Señor, que eternamente le protege, revelándosele en sueños, le conduce desde el desierto vecino hasta la CUEVA del monte Horeb, célebre antes por haber servido de REFUGIO a Moisés, al recabar para su pueblo las Tablas de la Ley. Luego le ordena que vuelva hacia Damasco, donde unge por reyes a Hazael y a Jehú, y por su profeta, sucesor o discípulo, al joven Eliseo, quien, despidiéndose de los suyos, le sigue sin vacilar. También, en otra ocasión, muerto ya Achab, su sucesor Ochozías, viéndose aquejado de cruel enfermedad envió mensajeros a los sacerdotes de Baal para consultarles sobre ella en Ascalón. Noticioso el profeta de ello, e indignado porque así se olvide el rey de los verdaderos profetas de su reino, le declara que su enfermedad le será fatal, y entonces el rey manda prenderle; pero los cien hombres, destacados dos veces contra el profeta, fueron instantáneamente muertos por el fuego del cielo. Por último, llegados Maestro y discípulo de Gólgota a Bethel y a Jericó, retiro de muchos otros profetas del Señor, aquél invitó a éste a que se quedase allí, pues que ya presentía que Dios iba a disponer de él, dando por terminada su misión cerca de los hombres. El fiel discípulo Eliseo se niega a abandonarle en el trance supremo, y entonces, llegando Elías y Eliseo, el Maestro dobló su manto, golpeó con él las aguas del río jordán y las aguas se dividieron a uno y otro lado, dejándoles, como antaño a los israelitas fugitivos de Egipto, un paso en seco, por el que cruzaron entrambos, como en el Puente del Arco Iris, por donde, en El Oro del Rhin, pasan los dioses a la Walhalla; y cuando hubieron pasado, dijo Elías a Elíseo, lleno de paternal ternura: "Antes de que yo sea apartado para siempre de tu lado, pídeme lo que quieras que te conceda:' Y Elíseo, lleno de fervor santo, respondióle: "Pido que sea duplicado en mí tu espíritu:' "Difícil cosa es, en verdad, la que has pedido -replicóle el Maestro-; no obstante esto, te digo que, según que tengas o no la dicha de verme al ser arrebatado de tu lado, así tendrás o dejarás de tener lo que has pedido..." Luego el texto bíblico nos narra con vivos colores (Libro IV de los Reyes, cap. II, v. 11) la escena del tránsito de Elías al mundo superior, y las nuevas señales que acreditan la sucesión de él en su discípulo Elíseo, en estos términos: "Mientras que Maestro y discípulo caminaban juntos y conversaban, he aquí que entre ambos se interpuso fúlgido carro de fuego, y así Elías, arrebatado por el ígneo torbellino, ascendió hasta los cielos. Y Eliseo le veía y gritaba: «¡Padre mío, padre mío!. .. ¡Carro de Israel y conductor suyo! . . . .» y ya no le vió más, por lo que, lleno de dolor, rasgó sus vestiduras. Alzó, pues, Elíseo el manto que había dejado caer Elías, y, volviéndose, se paró en la ribera del Jordán; con él hirió las aguas, como antes había hecho el Maestro; pero las aguas no se dividieron. Entonces, invocándole, viólas separarse dejándole el paso franco. Observado esto por los hijos de los profetas, que estaban al otro lado, hacia Jericó, exclamaron: «El espíritu de Elías cobija ahora a Eliseo»; por lo que, postrándose de hinojos, le veneraron, diciéndole: «He aquí cincuenta hombres fuertes que pueden ir en busca de tu amo, no sea que le haya arrebatado el Espíritu del Señor, echándole en algún valle o monte»; a lo que Eliseo respondió: «No; no lo enviéis». Ellos, porfiando, le hicieron condescender y enviaron los cincuenta hombres; le buscaron inútilmente durante tres días, sin hallarle . .. Luego de obrar varios prodigios pasó al monte Carmelo, y desde allí se volvió a Samaria". Llegados aquí, recordemos por vía de digresión a otro personaje rabínico, también arrebatado al mundo jina en medio de mágico fuego, o sea a Simeón Ben-Iochai, el compilador del Zohar, la más admirable de todas las obras cabalísticas, años antes de la era cristiana, según unos, y después de la destrucción del templo de Jerusalén, según otros; obra que, su hijo el rabino Eleazar, y Alba, secretario de éste, hubieron de completar, según nos enseña Isis sin Velo. Como era cosa sabida entre su pueblo que Simeón estaba en posesión no sólo de la Cábala, sino de la Mercaba, que le aseguraba la posesión de la "Palabra Sagrada", su misma vida corrió peligro, y por ello vióse obligado el anciano a huir al desierto, en donde por espacio de doce años habitó en una CUEVA rodeado de fieles discípulos, muriendo finalmente en medio de todo género de portentos 110. Muchas son, en efecto, las maravillas que se recuerda tuvieron lugar a su muerte, o mejor dicho a su tránsito, puesto que él no murió como los demás hombres, sino que desapareció súbitamente en medio de una deslumbradora luz que llenó de gloria todo el ámbito de la caverna, y que le arrebató a un mundo mejor, mientras que su cuerpo quedó inerte. Cuando luego esta luz se vió reemplazada por la obscuridad de aquel antro, dice Ginsburg, "es cuando pudieron darse cuenta los discípulos de que aquella brillante lámpara de Israel se acababa de extinguir". Sus biógrafos añaden que durante su entierro se oyeron conciertos de voces procedentes de los cielos, y cuando su cuerpo fué descendido a la profunda fosa para él abierta, salió de ella una llama, mientras que una potentísima y augusta voz hizo resonar en el aire estas palabras: "¡Este es quien hará temblar a la tierra y conmoverse a los reinos!". Volvamos a Eliseo, otro de los personajes solares judíos. Uno de los dichos prodigios con los que Eliseo acreditó su nueva misión "bajo el doble espíritu de su maestro Elías", fué el hacer dulces y potables las aguas de Jericó, que eran salobres e impotables desde que Josué había pronunciado contra la ciudad un terrible anatema, que de este modo vino a levantar el santo. Las hazañas proféticas o jinas de Eliseo no les van en zaga a las de su Maestro; así, cuando aterrados los reyes de Israel, Judá y Edom, fueron a consultarle, el profeta llamó a un hábil tañedor de arpa, que con las dulzuras de su instrumento aquietase los alborotados ánimos de los regios consultantes, y facilitase con sus mantrams musicales la revelación del profeta (IV, Reyes, nI) . En otra ocasión multiplica enormemente la mísera porción de aceite de una viuda amenazada de cárcel por sus acreedores. En otras transforma una planta venenosa en alimenticia, para dar de comer con ella a sus adeptos; multiplica, como luego Jesús, los panes de una ofrenda; libra al general Naaman de los horrores de la lepra, con sólo hacerle bañar en el Jordán siete veces; profetiza la muerte del rey Benadad, después de haber anunciado también la milagrosa salvación del pueblo reducido a los " horrores del hambre, hasta el punto de que las madres se comían a sus hijos, etc., etc. Pero lo que más choca en esta interesante biografía que salpica aquí y allí a todo el Libro IV de los Reyes, es el pasaje referido en el capítulo VI, cuando los sirios, indignados contra el profeta, trataron de matarle porque les adivinaba a distancia todos sus pensamientos y maniobras contra Israel. El relato en cuestión es el siguiente: "Y dijo el rey de Siria a los suyos: cid en busca de Eliseo y prendédmele». A lo que ellos respondieron: «Mira que se halla en Dothan» 111. Envió, pues, el rey allá caballos y carros con todas las fuerzas de su ejército, que, llegando de noche, cercaron la ciudad. Y levantándose al amanecer el criado de aquel varón de Dios, salió afuera, y como viese todo aquel gran ejército con sus carros y caballos, dióle aviso de ello diciendo: «¡Ay, ay, ay, señor! ¿Qué haremos?». Mas él respondió: «Nada temas, porque son muchos más con nosotros que con ellos». Y habiendo hecho oración Eliseo, dijo: «¡Señor, abre los ojos de éste para que vea!». Y abrió el Señor los ojos del criado y vió; y he aquí el monte entero lleno de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. Mas los enemigos descendieron a él, y Eliseo hizo oración al Señor, diciendo: «Hiere, te ruego, de ceguedad a esta gente". E hiriólos el Señor para que no viesen, según la palabra de Eliseo. Entonces Eliseo les dijo: «No es éste el camino, ni ésta es la ciudad. Seguidme todos, y os mostraré al varón que buscáis»; con lo que los llevó a Samaria. y luego que hubieron entrado en Samaria, dijo Eliseo: «Señor, abre los ojos de éstos, para que vean». Y abrióles el Señor los ojos, y vieron que se encontraban en medio de Samaria. y el rey de Israel, cuando los vió, dijo a Eliseo: «¿Los heriré, Padre mío?». Y él respondió: «No los hieras, porque no los has hecho prisioneros con tu espada ni con tu arco; antes, pon delante de ellos pan y agua para que coman y beban y se vuelvan a su señor". Y pusiéronles de comer en gran abundancia, y comieron y bebieron, y dejóles ir y se marcharon a su señor, y los ladrones de Siria no vinieron más a la tierras de Israel". En justicia, ningún cristiano ni judío puede dudar acerca de "las protecciones invisibles" de que se habla en la literatura teosófica, desde el momento en que admite, y tiene por canónicos, libros como el de Tobías; que es todo un poema del más puro sabor arcaico acerca de estas protecciones invisibles o jinas. Seguros estamos por esto de que el lector no nos tomará a mal que le recordemos lo más saliente de tan hermoso libro: "Tobías -dice Scío en el preámbulo del mismo-, aunque viviendo entre cismáticos e idólatras, estuvo siempre unido de corazón con sus hermanos del reino de Judá... Aunque justo, se vió envuelto en la desgracia y fué llevado cautivo a Nínive, con su mujer y su hijo único, por Salmanasar, el rey asirio..., quien le colmó de honores y de bienes; pero Tobías empleaba constantemente éstos en alivio de sus hermanos cautivos... Sennacherib, el sucesor de Salmanasar, le despojó de todo, y el Señor, además, para probarle cual a Job, le hirióde cruel ceguera... La historia de Tobías ofrece utilísimas reflexiones para inflamar a los hombres en el amor a la virtud, por su piedad hacia sus hermanos espirituales y su conformidad resignada en las adversidades...”. En efecto, el texto bíblico nos cuenta que" al mismo tiempo que acaecían todas estas desgracias a Tobías, le sobrevenían también a su pariente Raquel, que habitaba en Rages, ciudad de los medos, otra semejante con su hija Sara, a la que un demonio llamado Asmodeo 112 le había ido matando sucesivamente en la noche de bodas a siete maridos, por lo que esta pobre familia yacía sumida asimismo en la desolación. Tobías, pues, deseando ya morir, quiso enviar antes a su hijo a la dicha ciudad de Rages a cobrarle ciertos dineros que había prestado a uno de sus moradores. Púsose el joven Tobías inmediatamente en camino, y a poco se le incorporó, ofreciéndose a acompañarle, un gallardo mancebo, que no era sino el propio arcángel Rafael, uno de los Siete Espíritus de Presencia ante el trono del Señor, sin revelar, por supuesto, su verdadera naturaleza angélica. Llegados ambos viajeros al Tigris, he aquí que asaltó a Tobías un enorme pez, pronto a devorarle. El arcángel, tranquilizando al joven en sus naturales terrores a la vista de aquel monstruo, le dijo que se lanzase valientemente contra él, y cogiéndole por las agallas le destripase para arrancarle el corazón, el hígado y la hiel, que en manos de Tobías habían de constituir salvador as medicinas 113. Con la carne, convenientemente salada, tuvieron, además, para el resto del camino. "Si pusieres sobre las brasas -le dice el arcángel- un pedazo del corazón y del hígado del pez, verás que su humo ahuyenta todo género de demonios; la hiel puede servirte para ungir los ojos de tu padre, quitándole las cataratas de ellos. . . Prepárate, pues, para cuando lleguemos a la ciudad donde mora Raquel, pariente tuyo, que tiene una sola hija llamada Sara, a quien conviene tomes por mujer, después de haber ahuyentado de ella, con aquellas medicinas y con la oración, los demonios que le llevan muertos ya a sus siete maridos". Llegados a Rages entrambos, todo sucedió como el arcángel había dicho. Raquel los recibió con grandísimo contento; los colmó de obsequios, y, recibida la pretensión del joven, le opuso la gran desgracia que aquejaba a su hija: pero el arcángel tranquilizóle diciendo: "No temas el darle tu hija a éste, porque a él, que teme a Dios, es a quien le es debida tu hija por mujer, y por esta razón no ha podido tenerla otro". Acabado el banquete e introducidos los consortes en la cámara nupcial, quemó Tobías las entrañas del pez, como aquél le había dicho, y con su esposa se puso en oración, al par que el arcángel apresaba al demonio obsesor, llevándosele a Tebaida para que no dañase más a nadie. Grande fué la sorpresa de los padres cuando, preparada hasta la sepultura del nuevo marido, como los otros siete, los vieron salir sanos y salvos al siguiente día. Finalmente, tras los festejos de boda y. el cobro de los dineros prestados, regresaron los dos esposos y el arcángel al lado del viejo Tobías, a quien curaron las cataratas untándole con la hiel en los ojos, bendiciendo todos a Dios, que les había deparado tamaña felicidad, tras de probarle, como a Job, con tal cúmulo de adversidades. El arcángel, revelándose en toda su celeste naturaleza, se despidió de ellos, dejándoles asombrados, no sólo por los dones de él recibidos, sino de que un ser de tan elevada naturaleza hubiese comido y bebido aparentemente con ellos, "cuando -dice el texto- los ángeles usan de un manjar invisible y de una bebida -el Soma- que tampoco puede ser vista de los hombres...". Hasta aquí el lindísimo relato bíblico-babilónico. No obstante la indiscutible belleza de este arcadiano, feliz y antiguo Libro de Tobías, dechado de las costumbres patriarcales de aquellos tiempos de ensueño jina en que los ángeles convivían con los hombres 114, el lector conspicuo que recuerde la sublimidad de los cuentos de Las mil y una noches, no podrá menos de reconocer la inmensa superioridad que llevan éstos a aquél, como si estuviesen ellos más cerca de la verdad primitiva. En dichas leyendas orientales, en efecto, cual en la incomparable Historia de Camaralzamán y la princesa de Bagdad y en otras muchas, no hay necesidad para la trama del drama de que un buen hombre tenga que cobrar unos dineros en lejano pueblo de las montañas de Ecbatana -dinero, sexo y semitismo han sido siempre la misma cosa-; ni de describir al por menor intimidades nupciales; ni de matar sucesivamente a siete maridos; ni de hablar de la procreación como supremo fin del matrimonio, olvidando el tan importante o más del mutuo auxilio entre los cónyuges; ni de hablar de soldadas, recelos, etc., sino que el prólogo mismo del amoroso drama idealista del eterno príncipe con la eterna princesa tiene lugar en el excelso mundo del ensueño o mundo jina, de la manera que refiere el sugestivo "cuento", o sea mediante hadas y genios invisibles que les hacen enamorarse uno de otro en sueños del modo más dulce y más puro... Siguiendo nuestro tema de la diferencia esencial entre los hombres de aquí abajo y sus "protectores" los jinas, diremos que casi no hay un rincón en el Antiguo Testamento en el que a ellos no se aluda. Tal sucede con el pasaje en que "los hijos de Dios", es decir, de los Elohim o de los finas, conocen a las hijas de los hombres, determinándose la terrible catástrofe atlante o del Diluvio (Génesis, VI 1). Entonces acaba el imperio de la Primera Ley, o sea la Ley Natural y Paradisíaca ("Sabiduría de los dioses" o Teosofía) , y viene el Deuteronomio o Ley Segunda y más interior, la terrible e imperfecta ley escrita, tormento de los grandes hombres, por las limitaciones de ella, y férrea tutela de los pequeños. Esta opinión es más lógica que la que entrañan las palabras de Scío de San Miguel en su introducción al Deuteronomio, cuando dice: "El libro quinto y último del Pentateuco se llama entre los hebreos el libro de Estas san las palabras, pues que es la frase con la que el texto original da principio. Los griegos y latinos le llaman Deuteronomio, que quiere decir "segunda Ley", no porque sean nuevas las cosas que Moisés ordena aquí a su pueblo, sino porque habiendo faltado ya todos aquellos que habían sido alistados para las armas y que habían oído la ley dada en el monte Sinaí, se había formado un segundo pueblo con sus hijos, a quien Moisés tuvo que intimar de nuevo la ley. En esta segunda promulgación hace Dios una nueva alianza con Israel 115, y Moisés, cercano ya el término de su vida, les reitera y encarece aquellos mismos avisos que les deja como expresión de su última voluntad. Al efecto, para que se mantuviera siempre en pie la memoria y observancia de los divinos mandamientos, encarga a los reyes (XVII, 18) que tan luego como entren en posesión de la corona se hagan escribir el Deuteronomio; también ordena (XXVII, 2) que éste sea grabado en piedras, y, por último, que se lea al pueblo todos los años sabáticos. Moisés, congregando a todo Israel en las llanuras de Moab, le pone a la vista los prodigios que el Señor había obrado en su favor desde que en el monte Sinaí había sido establecida la primera alianza, y repite la ley con nuevas ilustraciones, pronunciando terribles amenazas contra sus transgresores y prometiendo toda suerte de felicidades a quienes la guarden fielmente. En un cántico que profiere antes de morir, pinta con los más vivos colores las misericordias que había usado Dios con su pueblo, y la infidelidad de éste con él, vaticina su ulterior ingratitud y el rigor de sus castigos consiguientes. Por último, le garantiza su misericordia así que, arrepentido, se convierta a él...; da la bendición a las doce tribus; sube al monte Nebo, desde donde contempla la tierra prometida, y muere, o se hace jina. Esta "tierra prometida", si bien en la realidad histórica puede ser la de Canaán, en la simbólica y más excelsa, dentro de la múltiple significación de todo, libro iniciático, no es sino la de los Campos Elíseos (de Helios, del Solo de Elías) o "Mundo de los jinas", "la tierra que mana leche y miel", según la repetidísima expresión bíblica. Pero para retornar a esta "Tierra feliz" de los cantos también de los bardos nórdicos o druidas, de la cual en un tiempo hemos caído, hay necesidad de sufrir cuantas amarguras y dolores supone su excelsa reconquista, y este drama terrible de la fe, el amor y la paciencia del héroe humano, que, según la frase evangélica, "reconquista los cielos por la violencia", está consignado desde la antigüedad más remota en este libro caldeo gemelo del de Enoch que lleva por nombre Libro de Job, el paciente sublime 116. El Libro de Job, nos dice la Maestra, es una representación completa de la iniciación antigua y de los pueblos que precedían a la magna ceremonia. El neófito en él se ve despojado de todo, hasta de sus hijos, y afligido por una enfermedad impura. Su esposa le angustia burlándosele de la confianza que él pone en un Dios que así le trata, y sus tres amigos, Eliphaz, Bildad y Zophaz, le atormentan juzgándole un impío seguramente merecedor de tal castigo... Job, entonces, clama por un Campeón, un Libertador, "porque él sabe que éste es eterno y va a redimirle de la esclavitud de la tierra, restaurando su piel", o sea su cuerpo, con lo cual Job no se refiere, como pretenden los astutos comentaristas cristianos, a ningún Mesías, sino a su propio espíritu inmortal y eterno, que, con la muerte, le ha de libertad de su corruptible cuerpo terreno para revestirle de una nueva envoltura espiritual. En los Misterios de Eleusis, como en el Libro de los Muertos egipcio, y en tOdas cuantas obras tratan de iniciación, este "eterno ser" tiene un nombre: el Nous y el Angoeide o Huevo de Oro, entre los neoplatónicos; el Aggra, entre los buddhistas; el Feruer, entre los parsis; el luminoso Atman de los hindúes, etc. Todos estos "Libertadores", "Campeones", "Metatronos", no son sino el efectivo libertador de nuestra alma, o sea el Espíritu inmortal nuestro, representado entre los parsis, según Kerz Porter (Persia, tomo I, láminas 17 y 41), por una figura alada que se cierne en el aire sobre el cuerpo del difunto. De semejante redentor que impide que nuestra alma sea arrastrada hacia abajo por nuestro cuerpo, es de quien Job, triunfante, dice en los textos caldeos: "El es mi Libertador", e! restaurador de! gastado cuerpo del hombre, a quien ha de dotar de su segunda vestidura de éter. Cuando los tres impertinentes e injustos amigos de Job pretendían aplastarle con argumentos capciosos o vulgares, y él pedía que se le juzgase por sus actos concretos y no de otro modo (esto es, cuando, como dirían los poemas de Wágner, entona el Tema de la Justificación), he aquí que aparece el cuarto amigo: Elihú, el hijo de Barache! el buzita, de la raza de Ram, que instantáneamente confunde a los tres acusadores de Job, porque, como hierofante que es, les dijo: "Los grandes hombres no siempre son sabios. .. Un espíritu existe en el interior de cada hombre. Este Dios ha hablado al hombre más de una vez; pero el hombre no ha sido capaz de oír su voz. En sueños, en visiones nocturnas, Él suele abrir los oídos del hombre sellando así su instrucción", y dirigiéndose luego a Job, como el hierofante al neófito, le dice: "¡Oh Job, óyeme: conserva tu paz interior, que yo te mostraré la SABIDURÍA; yo te daré LA GRAN AYUDA!". ¿De dónde, en efecto, sino de este mundo superior que parece estar, como se ve, a nuestro lado mismo, vienen siempre las ayudas, en los momentos supremos del paroxismo del dolor humano y en los que, como decía Wágner en Lohengrin, el hombre o la humanidad, que ya no puede sufrir más, entonan el Tema de la Justificación?... Job, por permisión divina, se ve atormentado, despojado, enfermo, bajo la cruel acción de esos seres malignos que Aristófanes llamó "las negras Aves"; San Pablo, "las crueles Potestades del Aire"; la Iglesia, "los demonios"; la Teosofía y la Kábala, "los elementales y elementarios", etc. Pero como 10b es justo y entona el Tema de su propia justificación frente a tales rigores del destino, vence al fin con el sagrado y mágico 1 t de su crucifixión en la llagada carne, y Jehovah permite que a él se lleguen los "ángeles curadores" o jinas, cuyo clásico caudillo en otros libros, como el de Tobías, es el arcángel Rafael. La infanta Isomberta -es decir, el prototipo isíaco de la pobre humanidad-, calumniada por su suegra por haber dado a luz en un solo parto siete divinos infantes, a los que el Destino anunciara las más felices esperanzas, según la conocida leyenda occidental estudiada por el sabio Bonilla San Martín, en su Mito de Psiquis, va a ser sacrificada, como la Ifigenia griega y como tantas otras; pero he aquí que del mundo de los jinas llega en el momento supremo un Libertador: el Caballero del Cisne, hombre-jina a quien, en la versión moderna o wagneriana del Lohengrin no se le puede preguntar -como tampoco al Brillante del mito español 117- por su patria -el país del Santo Grial- ni por su nombre -que, como de jina, es nombre de misterio...-. La Isomberta de la vieja versión del mito, como la Elsa de la versión moderna, son así remediadas en sus cuitas, gracias a la protección de ese mundo oculto, mundo que vuelve a encerrarse en su misterio una vez que su protectora acción se ha cumplido. Los primeros romanos, cercados en su capital por los galos y amenazados más tarde por Aníbal; los hispano-góticos del medioevo, cercados en los riscos de Covadonga por los mahometanos; los franceses de Clodoveo, amenazados por las hordas de Atila, y los de nuestros propios días, cañoneada ya París por sus invasores teutones, entonaron también el Tema de la Justificación, diciendo: "¡It!", desde la cruz de sus dolores, y los enemigos, por verdadero prodigio, fueron alejados para no volver. . . ¿A qué seguir, si la historia de cada mito, la vida de cada hombre, cada nación, y aun la humanidad entera, están llenas de semejantes casos? Diríase, además, como que en ese oculto mundo jina se lleva muy al por menor y con supremo esmero la cuenta estricta de las justicias e injusticias de este mundo nuestro, para imponerle las rectificaciones, sanciones y orientaciones que en cada momento son precisas para la curvilínea marcha de la Historia, y digo curvilínea porque en ella, meditando un poco, se ven claramente las dos fuerzas determinantes de tales ciclos o curvas, a saber: la jina del Bien, que emana de ellos, apoyándose en los pocos justos que siempre hay en cada tiempo y país; la elementaria o del Mal, prevalida en su inferioridad respecto de aquella otra, por el desdichado apoyo que les prestamos con nuestras insaciables pasiones egoístas. Esta es, y no otra, la batalla continua de la vida, en la que siempre se respeta nuestra libertad para el bien como para el mal, y en la que se forman los héroes o superhombres; los seres intermediarios entre este nuestro mundo de la vulgaridad animal y el excelso de los genios o jinas. "Hay en lontananza -canta Lohengrin al darse a conocer a la estupefacta asamblea en el supremo momento de la despedida- un mundo inaccesible, un lugar sagrado llamado Montsalvat. Allí se eleva un Templo Indestructible, cuyo brillo y esplendores no tienen rivales en la Tierra. En sus muros, como en efectiva Sancta-Sanctorum, se conserva celosamente un Vaso augusto que los ángeles o dhyanis (¿jinas?) entregaron a la piadosa guarda de los hombres más puros. Una Paloma (Hamsa o Cisne protector) , cruzando el espacio, acude cada año a renovar sus esplendores. .. ¡Es el SANTO GRIAL! El tesoro que infunde inextinguible ardor en los caballeros que le custodian. Quien alcanza la gloria de servirle, queda ipso facto investido de un poder subrehumano (el Poder Mágico), y seguro ya de su victoria, tiene en su potente mano la suerte de los malvados. Aun cuando haya de trasladarse a lejanas comarcas para proteger la virtud escarnecida y el derecho menospreciado, su poder subsiste y su fuerza es sagrada todo el tiempo que su alto título y excelsa condición sean ignorados por todos (secreto iniciático) . Tan sublime y maravilloso Misterio no debe, no, ofrecerse a la mirada de los mortales. Por eso ninguno de los nuestros elude la severa ley y, al descubrirse su incógnita primera, ha de partir. ¡He aquí, pues, que yo descorro el Velo antes de irme! . .. ¡Parsifal es mi padre y el Santo Grial mi patria! ¡Yo SOY LOHENGRIN! Por supuesto que el Santo Grial y el Mundo de los Jinas son una cosa misma, como lo comprenderá acabadamente quien dé una mirada retrospectiva a los anteriores capítulos en armonía con otras enseñanzas de diversos pasajes de esta Biblioteca. CAPÍTULO XV. EL CRISTIANISMO Y LOS "JINAS" 118 Estado de Galilea a la aparición de Juan el Bautista. - Juan y Elías, un solo personaje ocultista o jina. - Juan-Elías entre cristianos y musulmanes. - Las fraternidades eremíticas de Siria y Palestina. - Esenios, terapeutas, ebionitas, nazarenos y demás ascetas del Líbano y del Jordán y su mundo jina. - Abolengos caldeo-buddhistas de todos ellos, según las propias etimologías de sus nombres respectivos. - Todos ellos separaban en la Religión "la letra que mata del espíritu que vivifica", - Los bautistas, sabeanos y cristianos de San Juan. - Enseñanzas gnósticas sobre algunos de estos particulares misteriosos, - Los nazarenos eran como teurgistas caldeos. - Siria, Galilea y . Palestina en la época de Jesús y en nuestros días. - Las escuelas pitagóricas y las enseñanzas del Evangelio, según H. p, B, - La genuina pureza aria del Nuevo Testamento. - Cuatro momentos distintos de la vida de Jesús. - La Transfiguración de Jesús en el Tabor. - Su Resurrección y su Ascensión. - La Pentecostés, Historiando H. P. B. el estado de toda la Galilea a la aparición de Juan el Bautista 119, nos ,dice en Isis sin Velo: "De todos los personajes del pasado, cuyo recuerdo venía como las visiones de una noche agitada a despertar y conmover al pueblo israelita, el mayor, sin duda, era el de Elías el profeta. Entre los hebreos, aquel gigante que vivió en las asperezas del monte Carmelo, teniendo por toda compañía la vecindad de las bestias feroces, y de donde salía como el rayo para hundir y levantar reyes, se había convertido, por una serie de transformaciones sucesivas, en una especie de ser sobrehumano, unas veces visible, otras invisible, a quien respetaba hasta la misma muerte. Creíase generalmente, además, que Elías iba a venir de nuevo, a fin de restaurar el reino de Israel. La vida austera (o jina) que había hecho en el desierto; los terribles recuerdos que había dejado y que aún perduran en Oriente; aquella sombría imagen que aun en nuestros tiempos atemoriza 120, influía vivamente en los ánimos y marcaba con su sello a todas las concepciones populares. Cualquiera que aspirase a ejercer gran influencia sobre el pueblo, trataba de imitar a Elías, y como la vida solitaria había sido el rasgo característico de aquel profeta, habíase adquirido la costumbre de no considerar al "hombre de Dios" sino como un eremita. Creíase que todos los santos personajes habían tenido sus días de penitencia, de vida agreste, de ásperas austeridades. La penitencia en el desierto llegó a ser de este modo la condición indispensable y el preludio de altos destinos. La vida anacorética, tan opuesta al viejo espíritu judaico, alcanzaba así gran boga en Judea en tiempos de Juan. Los esenios o terapeutas se hallaban agrupados cerca del país de Juan, sobre las márgenes orientales del Mar Muerto... Los maestros de la juventud eran también, en ocasiones, una especie de anacoretas bastante parecidos a los gurus del brahmanismo. ¿Se dejaba quizá sentir en esto la influencia, más o menos remota, de los muni buddhistas? ¿Habían llegado hasta Judea, como llegaron indudablemente a Siria y a Babilonia, algunos de aquellos monjes que recorrían en todas direcciones la tierra?... Desde hacía algún tiempo Babilonia había llegado a ser un verdadero foco de buddhismo. Budasp (el Boddhisatua) tenía reputación de ser un sabio caldeo a quien se le consideraba como un fundador del propio sabeísmo baptista, que caracterizaba a los nazarenos 121. Los nazarenos eran conocidos como bautistas, sabeanos y cristianos de San Juan. Su creencia era que el Mesías no era el Hijo de Dios, sino sencillamente un profeta que quiso seguir a Juan. Orígenes (vol. II, página 150) observa que "existen algunos que dicen de Juan el Bautista que él era el ungido (Christus) "... Cuando las concepciones metafísicas de los gnósticos, que veían en Jesús el Logos y el ungido, empezaron a ganar terreno, los primitivos cristianos se separaron de los nazarenos, los cuales acusaban a Jesús de pervertir las doctrinas de Juan y de cambiar por otro el bautismo en el Jordán (Codex Nazaraenus, II, pág. 109). "Atacados por los últimos profetas, y maldecidos por el Sanhedrin, los nazars o nazarenos eran confundidos con otros de aquel nombre, aquellos que, según aseas (IX, 10), "se apartaron para su vergüenza", y eran perseguidos en secreto, si no declaradamente, por la sinagoga ortodoxa. Se ve claro, ciertamente, por qué Jesús era tratado con tal desprecio por parte de los profetas de su tiempo como "el Galileo". Nathaniel pregunta: "¿Puede venir algo bueno de Nalareth?" (Juan, 1, 46), al principio mismo de la carrera de Jesús, porque sabe que es un nazar. ¿No indica esto claramente que ni aun los más antiguos nazars pertenecían realmente a la nación hebrea. sino que eran más bien una especie de teurgistas caldeos? "Jesús, en rigor, no puede ser llamado efectivo esenio, ni tampoco nazareno o de la antigua secta de Nazaria. Lo que en efecto era, puede encontrarse en el Codex Nazaraenus, aun en las injustas acusaciones de los gnósticos bardesánicos. "Jesús es el Nebu, el falso Mesías, el destructor de la antigua religión ortodoxa", dice el expresado Codex" (Norberg: Onomasticón, 74). Es el fundador de la secta de los nuevos nazars, y como claramente lo implican las palabras, uno que sigue la doctrina buddhista. En hebreo, la palabra naba significa "el que habla por inspiración de Nebo", el dios de la Sabiduría; pero Nebo es también Mercurio, y Mercurio es Buddha en el monograma hindú de los planetas. Además, los talmudistas nos presentan a Jesús como inspirado por el genio de Mercurio (Alfonso de Spire: Fortalicium Fidei, 11, 2). "Este es Elías, que había de venir", dice Mateo hablando de Juan Bautista (XI, 14). haciendo así entrar una antigua tradición cabalista en el molde de la evidencia. Pero cuando, dirigiéndose al Bautista mismo. le preguntan (Juan, 1, 16) : "¿Eres tú Elías?", él dice "no lo soy". Conviene, por tanto, tender una ojeada por el estado religioso de Siria y Galilea en la época de Jesús. Las tres sectas reinantes en la época de Jesús eran los fariseos. los saduceos y los esenios. Estos últimos creían que el alma es la que honra a Dios, y no la inmolación de las víctimas. Sus prácticas religiosas tenían por base la renunciación, la abstinencia y la castidad. Fieles a la tradición de los grandes profetas judíos, fundaban la religión sobre la pureza del corazón y de la conducta, sobre la abnegación y el amor al prójimo; ponían un poco de iluminismo en sus deseos de santidad, y pensaban que la religión debe ser tolerante y humana, sin detenerse en los límites del judaísmo. Se inspiraban sobre todo, en este pasaje de Isaías: "Vosotros ayunáis -dice el Eterno- a capricho de vuestra voluntad, pero sin perdonar a vuestros enemigos; ayunáis, pero os entregáis a vuestras disputas v al odio. ¿Decís ser muy agradable al Señor el estar con la cara compungida, bajar la cabeza y cubrirse de ceniza y cilicio? No; lo que yo os pido es que os desliguéis de las ataduras del vicio; que libertéis a los oprimidos, deis hospitalidad a los indigentes, consoléis a los afligidos, vistáis a los desnudos y pongáis en fuga al espíritu del mal que en vosotros mora." "En cuanto a los esenios -dice el gran historiador judío-, atribuyen todas las cosas a la Providencia divina, y a ella se confían. Creen que las almas son inmortales; estiman que tenemos que trabajar con todas nuestras fuerzas para que reine la justicia: se contentan con enviar sus ofrendas al templo sin ir a él a ofrecer sacrificios. Sus costumbres son irreprochables, y el cultivo de la tierra su ocupación única. Su virtud es tan admirable, que superan grandemente a los griegos y a otras naciones, porque de ella hacen su principal estudio. Poseen sus bienes en común, sin que los ricos tengan mayor parte que los pobres. No tienen mujeres ni servidores, porque están persuadidos de que las mujeres son un obstáculo al reposo de la vida, y el tener criados lo consideran como una ofensa a la Naturaleza, que hace iguales a todos los hombres. Se ayudan unos a otros, y los más distinguidos de entre ellos reciben todo cuanto se recoge del trabajo para el sustento por igual de todos." (Antigüedades judaicas, libro XVIII, capítulo II.) "Jerusalén era entonces -dice Renán en su Vida de Jesús-, poco más o menos, lo que es hoy en día: una ciudad de pedantería, de acrimonia, de disputas, de odios y nimiedades de ingenio. El fanatismo era allí extremado; muy frecuentes las sediciones religiosas. Los fariseos imperaban en ella; el estudio de la Ley, llevado hasta las más insignificantes minucias y casuísmos, constituía la enseñanza única. Aquella cultura, exclusivamente teológica y canónica, no contribuía en nada a ilustrar los entendimientos. Tenía algo de la estéril doctrina del faquir musulmán, de esa ciencia fútil que se agita en derredor de una mezquita, disipación considerable de tiempo y de dialéctica vana del todo. La misma educación teológica del clero moderno, aunque árida, no puede dar una idea de aquélla. .. La ciencia del doctor judío, soler o escriba, era puramente bárbara, absurda, sin compensaciones y desprovista de todo elemento moral, como puede juzgarse por el Talmud mismo. Para colmo de la desgracia, llenaba de un ridículo orgullo a todo el que se empeñaba en abrazarla. Orgulloso del pretendido saber, que tanto trabajo le costara, el escriba judío sentía por la cultura griega el mismo desprecio que el sabio musulmán de nuestros días experimenta por la cultura europea, y que el antiguo teólogo católico tenía por el saber de las gentes del mundo. Siendo propio de esas culturas escolásticas el alejar al espíritu de todo lo delicado.... aquel odioso mundo no podía menos de oprimir gravemente a las almas sensibles y delicadas del Norte, y el desprecio por ello de los hierosimilitanos hacia los galileos hacía aún mayor el abismo que los separaba." En cuanto a Nazareth, añade: "La ciudad santa de Jesús es un pueblecito situado en un repliegue del terreno que forma la ancha meseta derivada de las montañas que limitan al Norte la llanura del Esdrelón. No le mencionan siquiera el Antiguo Testamento, ni Josefo, ni el Talmud. Su población actual es de unas tres a cuatro mil almas, y acaso no haya variado mucho desde entonces. Fría en invierno y de muy saludable clima. Sus alrededores son deliciosos, y en ningún país del mundo se hallaría un lugar más a propósito para formar y dar pábulo a los ensueños de la más absoluta ventura, pues que aquel pintoresco pueblo es acaso el único punto de Palestina en el que el alma se siente aliviada del opresivo afán que experimenta en medio de aquella desolación sin rival. En el siglo VI Antonino Mártir hizo un cuadro encantador de la fertilidad de sus alrededores, comparándolos con el Paraíso. Todavía algunos de los valles del Oeste justifican esta pretensión. El horizonte de la ciudad es reducido, pero cuando se asciende un poco hasta la meseta superior, barrida por continuas brisas. la perspectiva se agranda hasta hacerse espléndida. Al Oeste se extienden las hermosas líneas del Carmelo, terminadas por una abrupta punta que parece sumergirse en el mar. En seguida se desarrollan la doble cima que domina a Mageddo; las montañas del país de Sichem, con sus lugares santos de la época patriarcal; el monte Gelboé; el pequeño y pintoresco grupo al cual van siempre unidos. los recuerdos, risueños o terribles, de Sulem y de Endor, y, en fin. el Tabor, con su bella forma esferoidal, que los antiguos comparaban a un seno. El valle del Jordán y las elevadas llanuras de la Perea, que forman una línea continuada hacia el Este, se entrevén por una depresión montañosa entre Sulem y el Tabor. Al Norte. las montañas de Safed se inclinan hacia el mar, ocultando a San Juan de Acre, pero dejan que la mirada se pierda en el golfo de Khaffa. Más allá, por el Norte y casi entre los flancos del Hermón. se descubre la Cesárea de Felipe, en tierra de gentiles, y por la parte del Sur, detrás de aquellas montañas, ya menos rientes. de Samaria, se adivina la triste Judea, disecada por los vientos abrasadores, de muerte y de destrucción... Tal fué el horizonte de Jesús y de sus primeras predicaciones." Nazareth es, más o menos, toda Palestina, en sus tradiciones religiosas, su vivir casto y retirado, característico: esenio, ebionita. terapeuta y nazareno 122, es decir, jina, si por la vaga palabra en cuestión hemos de entender esencialmente algo de lo que quería significar nuestro Fray Luis de León con aquello de “¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!" Munk, en su obra Palestina, afirma, en efecto, según H. P. B., que en ella existían cuatro mil esenios refugiados en sus desiertos, teniendo sus libros místicos y vaticinando lo futuro. En cuanto al Líbano, en él vivían los nabatheanos (los adoradores del dios Nebo, o Nabia, los dotados del don profético), cuyo libro más famoso, según Maimónides (Doctor D. Chwobolm, Die Saabier und der Saabismus, II, pág. 458), es el traducido al árabe por Ibn Wahohijah, y que ha llegado hasta nosotros con el título de Agricultura de los Nabatheanos, Existen también multitud de tribus que viven diseminadas más allá del Jordán, y asimismo entre los descendientes de los samaritanos en Damasco, Gaza y Shechem (hoy Naplosa), quienes, a pesar de dieciocho siglos de persecuciones, han conservado la fe de sus padres en. su primitiva sencillez; y en ellas es donde hay que buscar las tradiciones cristianas primitivas de aquellos que, como dice Eusebio, habían conocido personalmente a Jesús. .. Después de la muerte de éste, los primeros cristianos, ya fueran ebionitas, nazarenos, gnósticos, etc., estuvieron reunidos allí, y en oposición a la Sinagoga, cuanto a los tiránicos tecnicismos de los fariseos, hasta que el grupo primitivo se dividió en dos ramas distintas: los cristianos cabalistas de la escuela tanaim de la India y los cristianos cabalistas de la Gnosis de Platón. La primera estaba representada por los secuaces de Pedro y de Juan, el autor del Apocalipsis, y la segunda por la cristiandad de Pablo, que, mezclándose al final del siglo 11 con la filosofía platónica, absorbieron más tarde a las propias sectas gnósticas, cuyos símbolos y mal comprendido misticismo fueron a parar a la Iglesia de Roma. Durante la primera época de su vida, Jesús tenía frecuente comunicación con los esenios de la escuela pitagórica, conocidos bajo el nombre de koinobi (o cain-nobi). Renán cometió una gran ligereza al asegurar, tan dogmática e imprudentemente, que Jesús hasta ignoraba los nombres de Buddha, Zoroastro y Platón; que jamás había leído un libro griego ni buddhista, aunque poseía más de un elemento que, sin él mismo saberlo, procedía del buddhismo, parsismo y helenismo, cosa que equivale 'casi a admitir un milagro y a conceder demasiado a la casualidad o la coincidencia. Abusa grandemente, además, de la inmunidad quien, pretendiendo, como Renán, escribir hechos históricos, deduce aquellas consecuencias que le son simpáticas de premisas hipotéticas, llamándolas historia luego. Por eso, el autor de la Vida de Jesús no tiene bajo sus pies ni una pulgada más de terreno firme que cualquier otro compilador de leyendas concernientes a la problemática historia del profeta nazareno. Además, mientras que Renán no dispone de un hecho siquiera que demuestre que Jesús jamás estudió los dogmas metafísicos del buddhismo y del parsismo, ni oyó jamás hablar siquiera de Platón, sus contradictores tienen las mejores razones del mundo para pensar lo contrario, cuando ellos encuentran: primero, que todas sus sentencias están concebidas en un espíritu pitagórico, cuando no son repeticiones literales; segundo, que su código de ética coincide con el buddhista; tercero, que su vida y modo de actuar son siempre los de un esenio; cuarto, que su manera alegórica de expresarse, sus parábolas y sus hábitos son los de un Iniciado griego, parsi o caldeo, los de "un Perfecto" ,que diría Pablo; quinto, que es, en fin, una bien pobre alabanza al Ser Supremo la de querer reducir su Verdad a la mera de los cuatro Evangelios, los cuales, además de contradecirse con frecuencia, no presentan una sola sentencia, frase o narración cuyo paralelo no pueda encontrarse en alguna doctrina o filosofía más antigua. Seguramente que el Todopoderoso pudiera haber hecho descender con Cristo -su primera y única encarnación en la Tierra- algo más original, y que hubiese establecido una línea divisoria entre Él mismo y la veintena o cosa así de dioses paganos encarnados que nacieron todos de vírgenes, que todos fueron salvadores, y como tales han sido muertos o se han sacrificado por la humanidad. Todos estos pasajes están tomados de Isis sin Velo, donde la Maestra termina diciendo: "Sobre el primer extremo de los indicados, y a pesar de la escasez actual de antiguas obras filosóficas, véanse, si no, estas sentencias de Sexto el pitagórico, y de otros paganos, y compárense con sus homólogas de los Evangelios, que van indicadas entre paréntesis: "1. No poseas otros tesoros sino aquellos de los cuales nadie te podrá privar (Mateo, VI, 9). 2. Es preferible cortar o quemar el miembro infeccionado que no el que éste infeccione al resto en otro estado o vida (Marcos, I, 43). 3. Vosotros mismos albergáis en vuestros cuerpos algo divino; conducíos, pues, como si fueseis templo vivo de Dios (1, Corintios. 111, 16). 4. El mayor honor que puede tributarse a Dios es el tratar de imitar sus perfecciones (Mateo, V, 45 Y 48). 5. Lo que yo no quisiera que me hiciesen los hombres -dice Confucio en las obras de Max Müller-, tampoco yo debo hacerlo a éstos (pasajes de varios sitios de los Evangelios). 6. La Luna -dice el Código del Manú- brilla de igual modo sobre la casa del justo que sobre la del malvado (Mateo, V, 45). 7. Aquellos que dan, reciben -sigue diciendo el Código del Manú- y a aquellos que rehusan dar, les será quitado cuanto tienen (Mateo, XIII, 12). 8. Según el refrán hindú, sólo el puro de espíritu es quien puede ver a Dios (Mateo, V, 8)". Ninguna de las transfiguraciones y eutanasias consignadas en el Antiguo Testamento son comparables, en riqueza de detalles ni en viveza de colorido, a las que los Evangelios nos refieren de Jesús, porque en ello, como en todo, la aria pureza del Nuevo Testamento va siempre mucho más allá que el semitismo, casi siempre positivista y a ras de tierra, del Antiguo. Además, en las descripciones que los evangelistas nos hacen de la vida de Jesús, se aprecian claramente cuatro momentos distintos, o mundos, por lo menos, a saber: a) El de la vida ordinaria o exterior del Justo entre los hombres, conviviendo con publicanos y pecadores, amén de con los "pescadores", sus discípulos, ni más ni menos que acontece con todos los humanos, y al tenor de la hermosa sentencia que dice (Mateo, IX, 12): "los sanos no tienen necesidad de médico, sino de enfermos". b) El de la Vida Interior del Justo, cuando, alejándose del "mundanal ruido", que dijo nuestro clásico, se retiraba "en soledad y silencio al último rincón de tu aposento" (Mateo, VI, 5-13) a orar y comunicarse con el Padre, o sea con ese Dios Interior o Yo Superior (Atma Buddhi-Manas, de los orientales) que todos llevamos dentro, o, en otros términos, cuando después de haber ayudado a sus hermanos menores, los hombres del "valle hondo y oscuro, con soledad y llanto", se consagraba a la meditación o a la yoga, que los orientales dirían, o sea a procurarse la unión del alma humana -siempre anhelante de subir, de retornar a su celeste origen- con el Espíritu Divino que la cobija, unión, por otra parte, simbolizada por el eterno mito de Psiquis, tantas veces citado en anteriores libros. e) El de todo ese extraño y obscuro período que en los Evangelios media entre la muerte y resurrección del justo y su gloriosa ascensión a los cielos, período en el que, si no nos equivocamos, vive Jesús una vida periespiritual, que diría un discípulo de Allan Kardec; una vida intermedia y en cuerpo espiritual, que diría San Pablo (Corintios, I, XIV), o en doble etéreo, que añadiría un teósofo. En semejante "cuerpo sutil y glorioso", que, más o menos, recuerda al que parecen revestir todas las apariciones post-mortem que la historia, la leyenda y el fenómeno espiritista registran, Jesús acompaña, ora invisiblemente, ora visible, a sus discípulos; se presenta y convence al incrédulo positivista de Santo Tomás; se muestra en el cerrado cenáculo de aquéllos, atravesando las paredes, para prometerles la iluminación jina de Pentecostés, con sus lenguas de fuego, o sea el "don pineal o del tercer ojo", descrito por nosotros en las páginas 373 y siguientes de De gentes del otro mundo, y realiza, en fin, "cosas de cuarta dimensión", perfectamente imposibles para nosotros los pigmeos, que nos debatimos todavía durante esta nuestra vida física en las tinieblas o "sombras de sombras" de la dimensión tercera. d) El del mundo superliminal e inmediatamente superior a este último "mundo etéreo" de la dicha convivencia post-mortem del Maestro con sus discípulos, caracterizado porque ya en él, a diferencia de lo que les aconteciese en el anterior, los discípulos pierden la conciencia física que en este último estado tenían, razón por la cual, "presas de un sueño invencible", apenas si pueden darse cuenta de la transfiguración que sobre la cumbre del monte Tabor, y ante ellos mismos, se opera en el cuerpo y el semblante de Jesús, al convivir "con aquellos que se fueron sin irse", es decir, con Henoch, con Moisés y con Elías, los antes transfigurados, al tenor de cuanto llevamos visto. e) Finalmente, y por encima de todos los dichos cuatro estados anteriores, la propia Ascensión del Señor a los cielos nos dibuja un quinto e inefable estado celeste, para el que, al faltarnos las ideas, no pueden menos de faltamos también las palabras, pero que, igual que en el Cristianismo, tiene su nombre correspondiente en las otras religiones: Devachán, entre los brahmanes; Swarga, entre los buddhistas; Amenti, entre los egipcios, etc., etc. El pasaje de Lucas (IX, 18-27) que sirve como de prólogo al sublime momento de la Transfiguración de Jesús, se presta a las más profundas y consoladoras meditaciones, si substituímos, con arreglo a la enseñanza evangélica, "su letra que mata por su espíritu que vivifica". En efecto, vemos en dicho pasaje que Jesús, queriendo sondar en las respectivas psiquis de sus aún poco evolucionados discípulos acerca del juicio que iban formando de su persona y de sus enseñanzas, los llevó aparte después de haber realizado el milagro de la multiplicación de los panes y los peces -símbolo de la multiplicación del pan del alma o de la ciencia más que del grosero pan de los cuerpos, que "siempre nos es dado por añadidura" -, y les preguntó de manos a boca que quién decía el vulgo que era él. A lo cual respondieron unánimes, como lo hubieran hecho cualesquiera otros creyentes en las vidas anteriores, que unos decían que era Juan el Bautista; otros, que era Elías, y otros, que algún otro de los muchos profetas del Señor en los tiempos pretéritos, añadiendo Pedro aquella confesión solemne de "Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo," Al oír esto el Maestro, no pudiendo desmentir lo que era pura realidad, como miembro que era de la gran Fraternidad Blanca, cuyos adeptos, como dice H, P. B., tienen todos biografías humanas tan análogas que fácilmente pueden ser tomados unos por otros, les amenazó severamente, ordenándoles que no dijesen nada acerca de ello a las gentes, añadiendo estas frases que los comentaristas cristianos refieren siempre a la propia vida de Jesús, pero que, en espíritu, dado que todo hombre es, según los gnósticos, un Chrestos sufriente en este mundo antes de ser un Christos triunfante en el otro, bien puede asegurarse que aluden asimismo a todos nosotros y a nuestras tribulaciones y esperanzas a lo largo del Sendero Iniciático o Jina. Sendero que supone toda nuestra vida, desde la cuna hasta el sepulcro, cuna también, a su vez, de nuestro nacimiento a dicha segunda vida espiritual: "Es necesario que todo 123 hijo del hombre padezca muchas cosas, y que sea desechado de los ancianos (los tenidos en el mundo por prudentes, sensatos y discretos) y de los príncipes, de los sacerdotes (u hombres constituidos en autoridad mundana) y de los escribas (o sea de los tenidos por sabios en el mundo), y que sea entregado a la muerte (es decir, que la muerte haga de él al fin su presa, porque a ella nos ha entregado el Karma o Destino), y que resucite al tercer día. .. Mas, añádoos, en verdad, que algunos no gustarán la muerte hasta que vean por sí mismos el reino de Dios..." Estas últimas palabras de resurrección al tercer día después de muertos, son la ley general de la vida ordinaria de todo hijo de hombre. Una excepción a dicha regla general parece entrañar la promesa de que algunos de éstos -siempre en el sentido, por supuesto, de nuestra interpretación simbólica del texto de San Lucas no gustarán de la muerte hasta que vean por sí mismos el reino de Dios. La emocionante y sublime escena de la Transfiguración de Jesús, sobre la cual, como sobre la Ascensión, los que se tienen por cristianos jamás han meditado lo bastante, aparece descrita por Lucas (IX, 18-37) en los términos siguientes: "Y aconteció que estando Jesús orando, preguntó luego a sus discípulos: "¿Quién dicen las gentes que soy yo?" Y ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista -Ioagnes, Ra o el Cordero de Dios-; otros dicen que eres Elías, y otros muchos que en ti ha resucitado alguno de los antiguos profetas." A lo que Jesús añadió: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"; respondiendo Simón Pedro: "¡Tú, el Cristo de Dios eres'" Él, entonces, les conminó para que no dijesen nada a nadie acerca de todo aquello, diciéndoles: "Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas y que sea desechado de los ancianos y de los príncipes, de los sacerdotes y de los escribas, y que sea entregado a la muerte y que resucite al tercero día." Y añadía a todos: "Quien desee venir en pos de mí -o como si dijera a esotro mundo superior del reino de Dios, cuyo Tesoro no puede ser revelado ni dado a los cerdos-, niéguese a sí mismo, tome día tras día su cruz, y sígame. Porque el que quiera salvar su alma -el egoísta-, la perderá, y el que por amor a mí quiera perder su alma -el altruista-, ése la salvará. Porque, ¿qué aprovecha a un hombre el granjearse todo lo del mundo, si se daña y pierde a sí mismo? Pues quien se afrentase de mí y de mis palabras, se afrentará de él el Hijo del Hombre, cuando viniere con toda su majestad y la del Padre y de sus santos ángeles. Mas dígoos, en verdad, que algunos hay aquí que no gustarán de la muerte hasta que vean por sí mismos el reino de Dios..." Y después de este pasaje, que tomado a la letra se refiere sólo a Jesús, pero que tomado simbólicamente o "en espíritu" se refiere, en efecto, a todos los hombres, como más adelante veremos, continúa el texto con la escena de la transfiguración diciendo: "Y aconteció, como ocho días después de estas palabras -y como si el hecho, añadimos nosotros, viniese a ser una corroboración práctica y tangible de ellas-, que tomando Jesús a sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, subió a un monte para orar. Y al par que hacía el Maestro su oración, se cambió e hizo otra la figura de su rostro y sus vestiduras se tornaron blancas y resplandecientes. Y he aquí que con Jesús hablaban dos varones. Y éstos eran Moisés y Elías, que aparecieron llenos de majestad y que le hablaban de su salida o de Jerusalén. Más Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, y, despertando, vieron la gloria de Jesús y de los dos varones que con él estaban. Y cuando éstos se apartaron de él, dijo Pedro a Jesús, no sabiendo lo que se decía: "Maestro, bueno es que nos estemos aquí: hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Y mientras que Pedro decía esto, vino una gran nube que los envolvió, causándoles gran pánico. Y de la nube salió una voz que decía: "¡Éste es mi Hijo amado! ¡A él escuchad!" Y cuando la voz cesó, hallaron ya solo a Jesús. Y ellos callaron y a nadie dijeron cosa alguna de lo que habían visto y oído..." Este texto de Lucas, con ligeras variantes, aparece reproducido en Mateo (XVI y XVII) y en Marcos (VIII y IX). Luego, tras el relato evangélico de la crucifixión viene el de la resurrección y la segunda "vida" de Jesús con sus discípulos, donde se dice: "He hablado, ¡oh Theóphilo!, en mi primer discurso (o Evangelio) - dice Lucas al comenzar a narrar Los hechos de los Apóstoles-, de cuantas cosas comenzó a hacer y enseñar Jesús, hasta el día en que, después de haber instruído por el Espíritu Santo a los Apóstoles que había escogido, fué recibido arriba. A ellos se les mostró vivo después de su pasión, con muchas pruebas, apareciéndoseles por cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Y comiendo con ellos les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, que dijo: "Juan bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo, no mucho después de estos días." Entonces, los que se habían congregado le preguntaban si en dicho tiempo iba a restaurar el reino de Israel, y Jesús les contestó: "A vosotros no os toca el saber los tiempos que puso el Padre con su propio poder, mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros para que me seáis testigos en Jerusalén y en toda la Judea y Samaria hasta las extremidades de la Tierra." Y mientras esto decía, se fué elevando y le recibió una nube que le ocultó a los ojos de ellos. Y cuando ellos estaban mirando al cielo, según que subía, he aquí que le recibían dos varones con vestiduras blancas, los cuales, al par, dijeron: "¿Qué estáis mirando, varones galileos? Este Jesús que así asciende al cielo ante vuestra vista, volverá de igual modo." Entonces, desde aquel monte de las Olivas donde se hallaban, se volvieron a Jerusalén. En este pasaje hubo de inspirarse el inmortal Fray Luis de León para aquella incomparable Oda a la Ascensión del Señor, con la que, pese a lo conocida que es, queremos honrar estas nuestras modestísimas páginas jinas, y que dice: ¿Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, oscuro, con soledad y llanto, y tú, rompiendo el puro aire, te vas al inmortal seguro? Los antes bienhadados, y los agora tristes y afligidos, a tus pechos criados, de ti desposeídos, ¿a dó convertirán ya sus sentidos? ¿Qué mirarán los ojos que vieron de tu rostro la hermosura que no les sea enojos? Quien oyó tu dulzura, ¿qué no tendrá por sordo y desventura? Aqueste mar turbado, ¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto al viento fiero airado? Estando tú cubierto, ¿qué norte guiará la nave al puerto? ¡Ay!, nube envidiosa: aun de este breve gozo, ¿qué t_ quejas? ¿Dó vuelas presurosa? ¡Cuán rica tú te alejas! ¡Cuán pobres y cuán ciegos, ¡ay!, nos dejas! Otro texto evangélico, por último, encuadra perfectamente con el espíritu de esta nuestra obra, puesto que dice: "Y cuando se cumplían los días de la Pentecostés, todos los discípulos estaban congregados. Y vino de improviso del cielo un estruendo como de viento impetuoso conmoviendo el recinto. Y se les aparecieron unas lenguas dispersas, como de fuego, que fueron reposando una en cada uno de ellos. Y así, todos fueron llenos de Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en varias lenguas, según el dictado del Santo Espíritu. Había entonces en Jerusalén varones religiosos de cuantas naciones hay debajo del cielo. Y noticiosos del caso, acudieron en gran número, quedando pasmados porque oían hablar a los discípulos cada uno en su propia lengua. Y estaban todos atónitos y se maravillaban diciendo: "¿Cómo es que siendo galileos los que hablan los oímos hablar cada uno de nosotros en nuestra propia lengua? ¿Qué quiere decir esto?" Mas otros se burlaban y decían: "¡Están llenos de mosto!" Mas Pedro, en compañía de los once, puesto en pie, alzó su voz diciéndoles: "Varones que habitáis en Jerusalén, oídme: No es que estemos embriagados, sino que se cumple lo que fué dicho por el profeta Joel: Y acontecerá en los postreros días, dice el Señor, que yo derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, y vuestros mancebos verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños, porque ciertamente en aquellos días derramaré de mi espíritu sobre mis siervos y siervas, y profetizarán, y daré maravillas arriba, en el cielo, y señales abajo, en la tierra..." (Hechos, II, 1-19.) Por lo transcrito, que muy bien podría ampliarse, se ve cuántos pasajes del Evangelio se rozan con nuestro "mundo de los jinas". Si algo faltase, queda también el problema de los "lagos de predicación", que habrá de ser objeto del siguiente capítulo. CAPÍTULO XVI. LOS "JINAS" Y SUS LAGOS SAGRADOS O INICIÁTICOS El Fuego y el Agua en las Teogonías. - La estática y la dinámica del Agua, o sean los dos conceptos filosóficos de "lago" y "río". - Ampliación del concepto de "lago" en ley de teosófica analogía. - El lago y el río en la Tierra dan la base masculino-femenina para el sagrado jeroglífico de IO. - Las dos líneas sinuosas simbólicas de Acuario, inicial jeroglífica de la letra M, que. a su vez, lo es del gran nombre femenino en todas las Teogonías. - La "lacustre" cadena que liga filosóficamente a la fuente y al mar. - "Lago" es "inercia", "muerte", "descanso" y demás conceptos analógicos, como "río" es el concepto contrario. - Papel que "el lago" ha representado siempre en el mundo del Espíritu y en los Misterios iniciáticos. - Papel constante del "lago" en las divinas predicaciones de Jesús. - Los primeros discípulos son todos "pescadores".-La barca-símbolo de nuestro cuerpo en el proceloso mar de la vida.-El lago de Jenesareth, Jainesareth o Jina.-La fe en la p:llabra del Maestro. - Un pasaje "jina" de Ernesto Renán. - La Galilea de entonces y la de ahora. - La iniciática región superior del Líbano, según la princesa de Belgiojoso y sus metualís "jinas" adoradores del Fuego. - Idea general de los "Misterios de los Lagos Iniciáticos", hasta donde es posible colegir por los textos que poseemos. De intento hemos dejado pasar en silencio en el capítulo que antecede todo lo relativo a los momentos más augustos de las predicaciones de Jesús en el lago de Genesareth. o "lago de los jinas". por su inmensa relación con "los Misterios del Reino de los Cielos". para poderlo tratar aparte aquí con todo el detenimiento que merece. Después del Sol y su fuego, o sean sus vibraciones fecundas despertadoras de la vida en todos los ámbitos del planeta el agua, el elemento femenino terrestre. "la gran Madre o Vaca nutridora" es la base misma de la vida, simbolizada en todas las teogonías con mil nombres lunares: Io, Maya, Isis, Diana, Lucina, Ataecina, Calquihuitl y tantos más que en otro lugar pueden verse. 124 Pero el agua, el elemento fluido sustentador de la vida, se nos presenta en la tierra bajo dos aspectos contrapuestos, mejor o peor definidos: el dinámico de sus corrientes y el estático de su siempre aparente paralización. Y decimos "aparente", porque nunca es más activa el agua que cuando se nos muestra en su fingida calma de la tranquila fuente, el tranquilo lago o el mar, pese a las borrascas de su superficie y a sus corrientes poderosas, siempre en sus fondos tranquilos. Fijándonos, pues, sólo en este su engañoso estado de lacustre calma, advertimos, por de pronto, que el verdadero concepto de lago es susceptible filosóficamente de una ampliación de concepto por demás curiosa e instructiva. En efecto. Desde la fuente más modesta que allá en nevada e inaccesible altura da nacimiento a uno de esos colosos fluviales que se llaman el Ienisei y el Ganges, en Asia; el Volga y el Danubio, en Europa; el Niger, el Congo y el Nilo, en África; el Mississipí y el Amazonas, en América, se puede pasar, por una gradación insensible, hasta el mayor de los mares, que es el Océano Pacífico, mediante el concepto típico de lago, concepto que estáticamente es el contrapuesto al concepto dinámico de río. Las aguas, en el primero, duermen; en el segundo se deslizan activas; en aquél han invadido extensiones mayores o menores de tierra, tendiendo constantemente hacia la forma circular en su superficie y a la hemisférica en su fondo, con arreglo a la conocida ley de máximos que hacen del círculo la mayor figura isoperímetra, y de la esfera, el mayor volumen entre los sólidos de igual superficie; en éste, en el río, en cambio, la tierra ha parecido quererle cortar su irresistible empuje, inmovilizándole como lago; pero él ha logrado saltar virilmente tales barreras, y, propendiendo a la línea recta como mínimo de las distancias, corre y corre hacia niveles inferiores, en los que, caso desfavorable, se ve obligado a formar lagos que detienen o templan por lo menos su marcha, acabando siempre, en caso favorable, por detenerse y perderse en ese "Lago de lagos" que se llama mar 125. Así, las aguas que se muestran en la superficie de la tierra nos ofrecen la más admirable alternativa de paralización y de marcha, de inercia y movimiento, de ahorro y de trabajo, de pralaya y de manvántara, de aparente muerte y aparente vida; y torno a decir "aparente", porque allí donde las aguas se nos antojan más muertas o estancadas, allí es donde por ley de correlación de fuerza dan lugar a más prodigiosa vida, como si el anterior movimiento "fluvial" de ellas se hubiese transformado alquímicamente, gracias a un eterno catabolismo, en el prodigioso movimiento vital e interno que suponen los millones y millones de pequeñas vidas o seres que el agua engendra al estancarse de un modo "lacustre", para correr rauda, ya como savia, sangre o linfa -"agua", siempre, al fin- en los infinitos "arroyos" y "ríos" de los vasos circulatorios de estos seres, vasos encargados de llevar a todas partes el impulso y el aliento animador o "alma" que mantiene sus vidas... ¡Un río estancado en lago, y productor de tantos billones de billones de ríos como seres nacen de él, ¿qué digo como seres?.., como vasos, fibras, nervios, etc., etc., puedan desarrollar tales micro-bios!... Semejante sublimidad natural no es para cantada aquí por nuestra torpe pluma. La gallardísima de un Eliseo Reclus sería también pobre ante la maravilla singular de un flúido que se dice robado antaño por la Tierra a su madre la Luna cuando el primer Diluvio de las Teogonías, que señaló para aquélla el día de su nacimiento y para esta el de su muerte, pues que hubo de quedar desde entonces a hoy seca, muda, dislocada, despojada y fría, según ahora nos la muestran los más potentes reflectores. Nuestro ánimo aquí no es, además, el de cantar semejantes misterios vitales, sino el de preparar así la referencia a un hecho, aún más excelso si cabe, a saber: el del papel que el lago ha jugado siempre en la génesis vital de ese otro mundo superior; el mundo del Espíritu y sus venerandas Iniciaciones, dentro de esa ley cósmica o de armonía que establece el más perfecto paralelismo de grandeza entre lo físico o terrestre, lo anímico o lunar, y lo espiritual, solar o divino, al tenor de la conocida distinción de Plutarco que en los primeros capítulos establecimos. Empecemos para ello por el Cristianismo, como religión que nos es más conocida. Es muy de notar ciertamente en el Evangelio el hecho de que en los momentos más admirables de la predicación de Jesús juegan el lago y el mar un papel extraño e importantísimo, a la manera de como le juegan también en todos los Misterios Iniciáticos de la antigüedad, de los que, como diría Pablo, la propia vida de Jesús era sólo misterio y figura. 126 Para convencerse de ello, no hay sino echar una ojeada a la vida del Maestro: El Evangelio, en efecto, nos dice que al empezar Jesús su predicación, fué a Cafarnaún, ciudad marítima de la Galilea, de la que el propio Isaías había dicho: "Pueblo que estaba en las tinieblas, vió una gran luz, y luz les nació a cuantos en sombra de muerte moraban en la tierra" (Mat., VI, 16). Yendo entonces el Maestro por la ribera del mar del lago, tomó como discípulos primeros a los pescadores Pedro y Andrés, "para hacerlos pescadores de hombres" (ibid., 19). Subiendo luego a una de las simbólicas alturas o montes de aquella adoración caldea tan censurada por el cretino positivismo judío, predicó sus divinas bienaventuranzas, suma y pináculo de la más celeste doctrina. Descendiendo después del "monte", o sea de la altura doctrinal, obró física. compasión con los hombres, curando por aquellas playas a infinitos enfermos, es decir, perdonándoles sus pecados en gracia a su fe (ibid., VIII). Seguidamente penetró en una barca con sus discípulos -barca-símbolo de nuestro propio cuerpo en el proceloso mar de la vida-, sobreviniendo la tempestad "mientras que Él dormía", hasta el punto de que aquéllos exclamaron, como exclamamos todos: "¡Señor, sálvanos, que perecemos!" A esto el Maestro les arguyó igual que diariamente desde nuestro corazón a nosotros: "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?", y levantándose al punto mandó al mar y a los vientos que se calmasen, siguiéndose una gran bonanza, por lo que los hombres, maravillados, decían: "¿Quién es éste a quien así obedecen los vientos y la mar?" Pasando, en fin, "a la otra parte del lago", dos endemoniados le salieron de los sepulcros, y cuando estos malos espíritus, por orden de Él, se fueron a internar en la manada de cerdos, todos los de la ciudad, temiendo el brillo de la verdad eterna, clamaron rogándole que saliese de sus términos (ibid., VIII). De nuevo vuelve Jesús a tomar el barco, y ya en tierras de su ciudad continúa sus milagros y predicaciones, no pocas de éstas, tales como la de la parábola del sembrador (ibid., XIII), pronunciada simbólicamente desde una nave también. Otra vez (ibid., XIV, 13), cuando el Bautista fué degollado, Jesús se retira en un barco "a un lugar desierto y apartado", es decir, al mundo jina, donde opera con la multitud el milagro de los cinco panes y dos peces, de los que comieron nada menos que cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, sobrando además doce cestos llenos de pedazos (ibid., XIV, 15-21).127, En subsiguientes pasajes vemos que el Maestro embarca a los discípulos en la navecilla, ordenándoles pasasen a la otra ribera del lago de Genesareth o jainesareth -el simbólico lago jina, que diríamos nosotros-, al que les llevaba ya solos, como elegidos o discípulos, mientras que Él despedía a la gente -la gente profana y se retiraba solo a orar en el monte. Sobrevínoles, pues, la noche a los discípulos en medio de las ondas, como era natural al perder de vista la luz de su Maestro, y el viento -como todos los vientos que los elementos desencadenan siempre contra los buenos y sus nobles obras- les era contrario. "Mas a la cuarta vigilia de la noche vino Jesús hacia ellos, andando sobre el mar. Cuando así le vieron llegar hasta ellos sin sumergirse en las olas, se turbaron, "temiendo fuese un fantasma", y llenos de miedo comenzaron a darle grandes voces. Jesús les habló al mismo tiempo, diciéndoles: "¡Tened buen ánimo y nada temáis!", y Pedro, entonces, le dijo lleno de fe: "¡Señor, si eres tú verdaderamente, mándame que vaya a ti sobre las aguas!" A lo que el Maestro le contesta: "¡Ven!" Y bajando Pedro del barco -continúa el texto-, andaba también sobre las aguas, para llegar a Jesús; mas viendo el viento recio, tuvo miedo. y como empezase a hundirse, clamó diciendo: "¡Valedme, Señor'" Jesús entonces. extendió su mano, trabó de él, y le dijo: "¿Por qué dudaste, hombre de poca fe?" 128 Luego que entraron en el barco cesó el viento, y los que dentro estaban adoraron a Jesús, diciéndole: "¡Verdaderamente, Hijo de Dios eres!" Y habiendo pasado a la otra parte del lago, fueron a la tierra de Genesar -]ainesar, ]ainazar, o región de los jinas, que nosotros diríamos asimismo-. donde los hombres de aquel lugar, así que le reconocieron enviaron por toda aquella tierra y le presentaron a todos cuantos padecían algún mal, y le rogaban que les permitiese tocar tan sólo a la orla de su vestido." (ibid., XIV, 22-36). Quien con Renán o con Strauss se haya tomado la molestia de estudiar a fondo los sinópticos, o sean los primitivos Evangelios de Mateo, Marcos y aun Lucas, amén de muchos otros de los setenta y dos llamados "apócrifos", no dudará de que ellos, ante todo, se han inspirado en las más arcaicas tradiciones galileas para dar adecuado marco a las poéticas descripciones de la vida de Jesús. Por eso aquel autor ha podido decir con pluma inimitable: "La antigua palabra "paraíso", que el hebreo, como todas las lenguas de Oriente, había tomado de la Persia, y que en un principio sirvió para designar los parques de los reyes aqueménidas, resumía en aquella época el sueño de todos, la quimérica aspiración universal. ¡El Paraíso!... ¡El jardín delicioso donde se continuaría para siempre una vida llena de encantos inefables! ¿Cuánto tiempo duró aquella embriaguez? Se ignora. Durante el curso de aquella mágica aparición, nadie midió el tiempo, como nadie mide la duración de un éxtasis. El vuelo de horas las dejó en suspenso: una semana fué como un siglo. Pero, ya durase años o meses, aquel ensueño fué tan hermoso, que, después de él, la humanidad ha continuado viviendo de su recuerdo, y todavía es su debilitado perfume nuestra única y suprema consolación. Nunca al pecho humano dilató un gozo tan puro ni tan inmenso. En aquel esfuerzo, el más vigoroso que haya hecho la humanidad para elevarse sobre el barro de nuestro planeta, hubo un momento en que olvidó los lazos de plomo que la ligan a la tierra y las angustias de la vida. ¡Feliz el que entonces pudo ver la luz de aquella divina aurora y participar siquiera por un día de aquella ilusión- mágica y sin igual! Pero ¡más dichoso todavía -nos diría Jesús- el que, libre de toda ilusión, reproduce en sí mismo la aparición celeste, y sin ensueños milenarios, sin paraíso quimérico, sin otro móvil que la rectitud de su voluntad y la poesía de su alma, sepa crear de nuevo, y por sí solo, el verdadero Reino de Dios en su propio corazón!... " Sigue luego Renán trazando el marco jina de la Galilea de entonces, al recibir la doctrina iniciática del Divino Maestro, diciendo: «El hermoso clima de Galilea convertía la existencia de aquellos honrados pescadores en delicioso y perpetuo encanto. Todos eran ignorantes en extremo, débiles de espíritu y creyentes de espectros y apariciones. Sencillos, buenos, dichosos, blandamente mecidos por las cristalinas ondas de un mar en miniatura, o bien arrullados por el oleaje mientras dormitaban sobre el césped de sus risueños bordes, aquellas familias de pescadores preludiaban, a no dudarlo, el Reino de Dios... Difícil es, en efecto, el figurarse el encanto, la embriaguez de una vida que de ese modo se desliza a la faz del cielo; el robusto y dulce entusiasmo que infunde en el alma el continuo contacto con la Naturaleza, y los sueños de aquellas noches pasadas bajo la inmensidad de la azulada bóveda al trémulo fulgor de las estrellas. En otra noche semejante fué cuando Jacob, apoyada la cabeza sobre una piedra, leyó en los astros la promesa de una posteridad innumerable, y vió la escala misteriosa por la cual iban y venían los Elohim!- entre los cielos y la tierra. En la época de Jesús, el cielo continuaba abierto, y la tierra no había sido profanada. Las nubes se entreabrían aún sobre el hijo del hombre, y los ángeles subían y bajaban, sirviéndole de mensajeros. Las visiones del Reino de Dios se 'hallaban en todas partes, puesto que el hombre las abrigaba en su propio corazón. La mirada tranquila y dulce de aquellas almas sencillas contemplaba el universo en su origen ideal; quizá el mundo mismo descubría sus misterios a la conciencia divinamente lúcida de aquellos seres dichosos, cuya pureza de corazón les hizo merecedores un día de ver a Dios... Aquello era el advenimiento a la tierra del consuelo universal: «!.Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el "reino de los cielos; bienaventurados los que lloran, porque ellos "serán consolados; bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra; bienaventurados los que tienen hambre y sed de "justicia, porque ellos serán saciados; bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia; bienaventurados "los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios; bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos "es el reino de los cielos!..." Y para contraste con aquella Galilea feliz, he aquí, en fin, según el mismo Renán, el cuadro de la Galilea de hoy arrastrando penosamente el karma de su escepticismo y su dureza. 129 "En aquel país, cuya vegetación era tan rica antaño que a Josefo le pareció casi milagrosa; en aquel país, donde la Naturaleza, según este historiador, había reunido las plantas de los climas fríos, las producciones de las zonas ardientes y los árboles de las latitudes templadas, cargados todo el año de flores y de frutos; en aquel país, en fin, que antes parecía un edén, ahora se calcula con veinticuatro horas de anticipación el sitio donde podrá encontrar el viajero un asiento de césped y un árbol cuya sombra proteja su desayuno. El lago está convertido en un desierto. Una sola barca, medio desvencijada, surca hoy aquellas linfas silenciosas, tan llenas de vida y de alegría en otro tiempo. Sólo las aguas son todavía puras y transparentes. Las riberas, formadas de rocas o de menudos guijarros, se parecen más bien a las de un mar en miniatura que a las de un lago como el de Hulch. Son limpias, nada fangosas, y el tenue y cadencioso movimiento de las olas las bate siempre en el mismo sitio. Vemos aquí y allá pequeños promontorios cubiertos de laureles de Alejandría, de tamariscos y de espinosos alcaparros. Próximos a la salida del jordán, junto a Tiberiades, y en la orilla formada por la llanura de Genesareth, hay dos sitios poblados de embriagadores jardines, contra cuya alfombra de yerbas y de flores va a expirar el apacible oleaje de las aguas. El arroyo de Ain-Tabiga forma un pequeño estuario lleno de lindísimas conchas. Nubes de pájaros acuáticos cubren el lago. El horizonte ofusca la vista a fuerza de ser luminoso. Las aguas, profundamente encajonadas entre rocas abrasadoras, son de un hermoso azul celeste, y cuando se las observa desde la cumbre de las montañas de Safed, diríase que ocupan el fondo de una copa de oro. Al Norte, los barrancos nevosos del Hermón, destacando sus líneas blancas sobre el cielo; al Este, las elevadas y nudosas mesetas de la Gaulonítida y de la Perex, siempre áridas y envueltas en una atmósfera de fuego, forman una montaña compacta, o, por mejor decir, un inmenso y altísimo terraplén, que, a partir de Cesárea de Filipo, se prolonga indefinidamente hacia el Sur. El calor es ahora muy sofocante en las orillas del lago, el cual está a doscientos metros bajo el nivel del Mediterráneo, y, por consiguiente, participa de las condiciones tórridas del Mar Muerto. Este ardor excesivo se hallaba antaño templado por una vegetación exuberante... Sin duda allí, como en la campiña de Roma, hubo algún cambio de clima debido a causas históricas. El Islamismo, y sobre todo las Cruzadas, fueron los que asolaron como un viento de muerte la comarca favorita de Jesús. Aquella hermosa tierra de Genesareth estaba muy lejos de sospechar que su futuro destino había de salir del cerebro de quien tan prácticamente la paseaba. Peligroso compatriota, Jesús ha sido un personaje fatal para el país que tuvo el formidable honor de producirle. Codiciada la Galilea por dos. fanatismos rivales, y habiendo llegado a ser para todos un vivo objeto de amor o de odio, debía alcanzar por premio de su gloria el triste privilegio de ser transformada en un desierto." He aquí otra descripción, debida a la princesa de Belgiojoso, acerca del misterioso anfiteatro del Líbano, ese recinto sagrado e iniciático de donde salen los tres ríos, Oronte, Jordán y Lita: "Cuatro horas de camino a través de la planicie árida y abrasadora que separa el Ante-Líbano del Líbano, nos llevaron al otro día hacia Balbeck. El viaje fué penosísimo, dado que caminábamos bajo los rayos verticales del sol del mediodía, reflejados doquiera por los desnudos peñascos de las dos cadenas montañosas entre las que pasábamos y sobre el suelo rojizo, sin que un solo árbol se presentase a nuestra vista. No sé qué hubiera dado entonces por distinguir, cerca o lejos, esa, tinta dudosa del suelo que indica el paso a lo largo de las tierras, y alguna vez que otra, la proximidad de una corriente de agua viva a grandes profundidades. Pero no, no había que pensar en ello. No sabéis bien, lectores, cuán importante es el no permitirse semejantes fantaseos cuando tan ínfimas probabilidades se tienen de verlos realizados. Representaos, si gustáis, un cristalino arroyo, una verde pradera y una fresca sombra, mientras que camináis sobre áridos pedruscos y respiráis materialmente fuego, y el solos envuelve como en una atmósfera de plomo, propia de los mismos condenados de Dante, y al punto os veréis abandonados de todo vuestro valor, exhaustos de toda energía moral y de toda fuerza física. Una angustia suprema se apoderará de vosotros, a la que se agregará una impaciencia sin límites, que acabará poniéndoos al borde de la desesperación... Las proximidades de Balbeck, como las de Damas, aparecen, en cambio, fertilizadas por riquísimas corrientes de agua, que corren entre las delicias de un bosquecillo bellísimo, por encima de cuyos taludes se desarrolla el camino. No podíamos, materialmente, ir más allá, y dejando para mejor hora la visita a las ruinas, tomamos, encantados, plena posesión de aquel pequeño paraíso, atando nuestros caballos a los árboles y tendiéndonos sobre la yerba para repararnos de nuestras fatigas. Súbito, escuchamos la gritería de dos deformes negros, que nos hicieron saber que estábamos en un territorio reservado, perteneciente al cónsul inglés de Damas... Bien pronto, sin embargo, llegaron a nosotros los jardineros de la orilla opuesta, unos metualis adoradores del fuego... 130, gentes más numerosas de lo que se cree, odiadas igualmente por los musulmanes y por los cristianos, acusados por unos y otros de practicar ritos impíos, y que pasaban las noches cantando, danzando, comiendo y bebiendo. El tinte violáceo que nuestra hermosa jardinera mostraba en tomo de los ojos y de las uñas, parecióme testimoniar en favor de un origen todavía más meridional y sombrío que el de los árabes y que no se armonizaba bien con el tinte poco brillante de sus cabellos..." Finalmente, tras una larga descripción de las penalidades sufridas hasta llegar al lugar de los famosos cedros, la princesa de Belgiojoso dice así: "El gran macizo de los cedros después que habíamos alcanzado hasta la región de las nieves perpetuas de Siria, se elevaba allá lejos en medio del sombrío valle, mostrándosenos, desde la altura a que nos encontrábamos, como uno de esos montículos que los topos elevan en sus trabajos subterráneos. Era un espectáculo incomparable que yo no sabré describir. He atravesado, en efecto, varias veces los Alpes; he recorrido el Pirineo, las montañas de Gales y los acantilados del norte de Irlanda, páginas en donde la grandeza del Creador está impresa en caracteres imborrables; pero hay algo de regular, de razonable, por decirlo así, en los más imponentes panoramas de la Naturaleza de Europa que permite predecir con bastante seguridad cómo terminarán las líneas de perspectiva que se desarrollan delante del observador. Pero en Siria, y sobre todo en el Líbano, las cosas no suceden así. Pensamos que, arrancando de las profundidades para elevarse hacia las nubes, quedan bruscamente truncados como por la mano del capricho. El valle más verde y sonriente se cambia repentinamente en un desfiladero' desolado y sombrío. Negras rocas entreabren súbitas sus fauces, y descubren ante la mirada del atónito viajero los más ricos vergeles y los más deliciosos jardines. El fondo de los valles, en fin, es pedregoso mientras que son verdes y lozanas las altas cumbres. Nada, pues, de suaves transiciones ni de manifestación de leyes razonables. ¡Todo allí es bizarro, inesperado, absurdo y lo más adecuado para confundir a la vez a nuestra razón y a nuestra humana ciencia!" Terminada la digresión relativa a la Galilea, volvamos al misterio que encierran, a nuestro juicio, los pasajes citados, cuyas escenas acaecen en "el lago" siempre. Para ello, como para todo lo relacionado con los orígenes de las religiones, hay que volver los ojos a la luz de Oriente. En Oriente se enseña constantemente que todo texto religioso, además de su sentido literal o material, "el de la letra que mata", tiene otros siete sentidos, entre ellos el histórico, o de tradición universal, con arreglo a lo de que "el espíritu vivifica". Gracias a dicha clave histórica tradicional, venimos, en efecto, a colegir el alto sentido de las "lacustres" predicaciones del Nazareno. Temerosísimas son, desde luego, las alusiones veladas de Herodoto al célebre lago iniciático de Byblos -la ciudad de la primitiva biblioteca siria que ha dado el nombre a esos eternos instrumentos de solitaria iniciación, a quienes por eso llamaron biblos o "libros" lOs latinos-. En tal lago los sacerdotes verificaban durante la noche exhibiciones de la vida y sufrimientos del dios Baco, o Dionisos -el Sol-. "En las terribles escenas de tales momentos -dice H. P. B. (D. S., II, 170) - se daba la verdadera iniciación de los Misterios parsis de Mythra -el Toro y la Vaca sagrada, es decir, los de Osiris-Isis, egipcios- y se representaba la muerte del neófito antes de que, así regenerado en su cuerpo material por su cuerpo espiritual, naciese a la nueva vida de la iniciación o "de la gracia" a través de las aguas lustrales purificadoras de bautismos como aquel con que Juan en el desierto iniciaba a sus discípulos... Una parte de esta ceremonia -añade- aún se conserva y practica en la iniciación masónica cuando el neófito yace muerto en su féretro, como el Gran Maestro Hiram Abiff, y como él es levantado por el enérgico impulso de la garra del Maestro..." La ceremonia hindú llamada del Aratti es también conocida como "la representación iniciática de los Misterios del Lago", los misterios de ese "lago" que no falta nunca en ninguno de los templos de Oriente, con el de Amrita shara, o "Lago de la Inmortalidad", a la cabeza, como la Maestra H. P. B. nos enseña en Por las grutas y selvas del Indostán. Como que todo, en religión y en ciencia, depende de la manera de ser interpretado. Ved, si no, ese increíble fanatismo con el que tras horas y aun días de espera bajo el sol de justicia del trópico, se lanzan en montón revuelto hombres, mujeres y niños en las ondas del lago sagrado en la madrugada del día de la fiesta mayor del frontero templo, momento en el que es fama que -cual el ángel de la Piscina probática del Evangelio- el Espíritu de Dios purifica de tal modo las aguas que al punto quedan libres de sus enfermedades los felices que logran bañarse los primeros en ellas. Esto, por supuesto, ocasiona todos los años millares de víctimas. Tomado esto al pie de la letra, resultará absurdo acaso, no obstante la propiedad depuradora y hasta medicamentosa del baño, en especial para las desdichadas gentes que no se distinguen precisamente por su limpieza. Pero tomándolo, por el contrario, en su alto sentido simbólico, es todo un hilo de Ariadna que nos permite guiamos en el laberinto de una investigación de excepcional importancia. Por de pronto, este último sentido se transparenta en las propias frases de Jesús, cuando cura con su solo mandato de "¡Levántate y anda!" al desdichado paralítico que llevaba tantos años esperando al borde de la piscina a que una mano compasiva le lanzase. Además, al curarle así, cuida de agregar: "Vete y no peques más; tus anteriores pecados te han sido ya perdonados" 131, prueba de que su lepra física no era sino el reflejo de su lepra espiritual, cuya base, como la de todo pecado, no es sino la ignorancia. ¿Cómo, en efecto, se destruye esta ignorancia? Con un solo medio: el del estudio; pero como el conocimiento que el estudio proporciona es en si un arma de dos filos, empleable, cual todas, igual para mal que para bien, la ignorancia nativa e integral del hombre sólo puede ser destruída por la salvadora doctrina que se enseña en los "Misterios iniciáticos del lago". Así, el pobre mortal que se bañase en estas aguas, al punto quedaba curado de todas sus dolencias psíquicas, primitivo origen o etiología de todos los males físicos. Y ¿cómo no habían de operar dichas psíquicas curaciones los "lagos sagrados", cuando sobre la tranquila diafanidad de sus aguas se verificaban de noche las escenas dramáticas que caracterizaban a las iniciaciones aquellas en todos los países? Es verdad que el mundo profano no tiene de ello datos históricos; pero puede procurárselos a base de la tradición, que es una de las fuentes de la Historia, y más aún a base de la Filología comparada. Esta última, en efecto, nos presenta en las palabras concordadas con las de "piscina", o lugar "de peces", es decir, "lago o charco", todo cuanto nos es necesario para nuestro intento. Por de contado, en el sánscrito, como lengua originaria del griego y del latín -más que su hermana mayor, como creen los filólogos occidentales-, tenemos para el lago la palabra lankara, primitivo nombre también de la isla de Ceilán y alusiva a las entidades espirituales o lhas que se manifestaban en el lago purante la celebración nocturna de los Misterios. Lankara, así, equivale a "la letra de los lhas, o espíritus manifestados en la Tierra", porque la terminación kara es común al nombre de todas las letras de dicha lengua, a-kara, la A; pa-kara, la P, etc., y su mismo jeroglífico o forma actual de la L es el de T, la dicha "ave" o espíritu. Esta "ave jeroglífica", idéntica a las que los niños empiezan empleando en sus vacilantes dibujos, entra también en la séptima y casi impronunciable vocal ru o Iru de dicha lengua sabia; y aun la forma actual de nuestra ele es el símbolo, por su palo largo, del templo; por su travesaño horizontal, del lago, y por el palo pequeño, de aquella "ave" del jeroglífico originario. Otro documento histórico es el de las Torres del Silencio, de los parsis, primitivos anfiteatros y templos, en cuyas graderías se colocaba el público iniciado para presenciar los Misterios, y en cuyo centro, "piscina" o "pista acuática", éstos se verificaban132. El curso de los tiempos y la caída o pérdida de dichos Misterios, introdujo en el tal templo profundas modificaciones; y así, entre los pueblos europeos, éste pasó, poco a poco, a la naumaquia romana, recurriéndose a falta de las escenas "astrales y etéreas" operadas en las aguas del lago o pista, a las ya falsificadas o juglarescas que nos ha transmitido la historia del pueblo-rey, y que ha terminado en nuestros actuales circos, como la doctrina iniciática misma de aquéllos, pasando desde el "lago pagano" al templo cristiano, y ya en éste, a los -célebres "autos sacramentales" del medioevo, padres, en fin, de todo nuestro teatro moderno. En cuanto a los parsis posteriores -de igual manera que acaeciese con las pirámides egipcias, los templos y demás lugares "iniciadores en los misterios de la misma muerte", - y que fueron pasando a efectivos cementerios-, hicieron de las Torres del Silencio cementerios también, donde los buitres ofician de sepultureros, según la gráfica descripción que nos hace de ellos la Maestra en Por las grutas y selvas del Indostán. Estos antecedentes orientales explican asimismo la propia etimología de la palabra pista. A Júpiter (Calepinus, Septem linguarum), 'Como Hierofante supremo, se le denomina Júpiter Pi-stio, el "iniciador en el lago", el "salvado de las aguas", ni más ni menos que al Moisés judío, al Dagón u Oanes caldeo, al Quetralcoatl mexicano, al Olinos ibero, y a los demás excelsos Maestros o Jinas salvadores que llevamos vistos. Los nombres de Diana-Pista y Ceres-Pista equivalen también, literalmente, a los Misterios del lago de Diana o de Ceres; y a todos los iniciadores del pueblo romano, que solían venir de Egipto, Siria, Persia o India, se les denominó pistaceum o pistatium, como hoy mismo se llama pistacos a los grandes sacerdotes de los indios americanos... Esta pista, en fin, que encontramos -ahora, por extrañísima coincidencia es, a la vez, la pista de los tales pistacos, y la etimología admirable del entero significado castellano de tal palabra, equivale, pues, en punto a Misterios Iniciáticos y en todo lo demás de la vida misma, a "reminiscencia, resto, cabo suelto, rastro o huella delatora de algo que antes fuera y ya no existe, pero que ha dejado estampada de un modo o de otro la imborrable señal de su paso". Otro documento "lacustre" más nos lo proporciona, como antes vimos, la voluminosa historia de los reyes Incas, y otros muchos podrían señalarse aquí y allá en las "lacustres" tradiciones de todos los pueblos, porque no en vano, así como las aldeas prehistóricas de este nombre permitían a sus moradores el -aislarse durante su sueño de las fieras de la selva exterior, del mismo modo los Maestros en los Misterios Iniciáticos podían operar las escenas de éstos sobre las aguas sin peligro de que el público de la orilla pudiese inconscientemente perturbadas. Con todos estos datos, datos que puede ampliar la lectura atenta de numerosos pasajes de esta Biblioteca, nuestra imaginación profana puede reconstituir, más o menos, la imponente escena de los Misterios Iniciáticos, comunes, en una feliz edad que ha de volver algún día, a todos los pueblos de la Tierra, muchos siglos antes de las diversas religiones que a la catástrofe de la Atlántida subsiguieron. CAPÍTULO XVII. LOS "JINAS" EN EL "CORÁN" El Corán y la Biblia mosaica. - El hombre, como pensador, es superior a los ángeles. - Sólo viven los que mueren en el Señor. - El paraíso del justo. - Las "huríes" o vírgenes walkyrias. - El "Kauther" o divino Lago de Inmortalidad. - El "Araf" o Velo de Isis. - El "Libro de la Verdad Evidente" y su Sendero de liberación. - La resurrección o "Gran Acontecimiento". - Se ha entendido groseramente el Corán, creyendo que estimula al "guerrero de sangre" y no al "guerrero del ideal", - La leyenda de Harut y Marut. - La iniciación de "Los siete durmientes de la Caverna". - Cómo fué iniciado Moisés. - Las tres preguntas famosas y el Sigilo de los Iniciados. - Los arcanos de la Sabiduría. - El maestro Dhul Karnein (el Apolo Karneios o de los cuernos de luz) y el Velo de Isis. - Los maestros del Profeta. - El Ultramar de la vida. - Las gentes criminales de Iadjudj y Madjudj. _ El gran muro que protege a la pobre humanidad contra los asaltos de "los invisibles", - El peso de las almas, - Recuerdos árabes-españoles. No hay necesidad de penetrar en esa encantadora selva del Kunhol Acbar (El tesoro de la antigüedad) o historia universal del pueblo árabe escrita por Alí Mustafá ben Hamed ben Abdul Moka, para que nos salgan al paso los "jinas" mahometanos. Basta para ello crl atento estudio del Corán, ese hermoso libro que en el fondo no es sino una glosa, una compilación de tradiciones mosaicas, una obra, en fin, paralela a esa otra que Esdras realizase al retornar el pueblo judío de su cautividad en Babilonia y que constituye la Biblia, según ha llegado hasta nosotros. En efecto, toda la obra del Profeta Mahoma se apoya en la certeza de una vida ulterior en verdadero paraíso jina, del que antaño cayéramos, y que volverá a ser otorgado como premio al justo y a sus penalidades en la tierra. Véanse sino estos hechos y sentencias, entresacados casi al azar de las admirables e inestudiadas suras coránicas, empezando por las de la sura II, que parece arrancada de las propias Estancias de Dzyan, relativas al hombre como Pensador o Manú, al hombre que, caído hoy y todo, es, sin embargo, y por causa de su mente, superior a los mismos ángeles, al tenor del dicho de San Pablo. Cuando Alah 133, en su infinita sabiduría, decidió establecer al hombre en la Tierra para que fuese en ella su símbolo y su divina semejanza, los ángeles o genios, a una, sintieron la mayor y más inexplicable de las extrañezas: -¿Cómo -se decían- vais a establecer, Señor, por vicario vuestro en esa Tierra a un minúsculo, a un despreciable ser, que en ella no hará otra cosa que derramar sangre inocente y cometer todo género de desórdenes, mientras que nos vais a dejar aquí a nosotros que continuamente celebramos .tus alabanzas y te glorificamos, proclamando sin cesar tu santidad? -Yo sé bien aquello mismo que vosotros ignoráis -les respondió el Señor. Dios, sin hacer caso alguno de semejante extrañeza de los ángeles, trajo al primer hombre a la Tierra y le dió una mente adecuada para que pudiese tener "ideas o pensamientos, reflejo directo de aquella infinita Mente suya con la que ha creado al Universo. Con dicha mente, que del Señor bendito recibiera, Adán aprendió bien pronto a distinguir y nombrar a cuantos seres vivos pululaban inquietos sobre la faz de la Tierra. Luego, Alah hizo bajar a ésta a los ángeles para que se diesen cuenta de la maravilla que acababa así de producir, y mostrándoles a Adán les dijo a dichos hermosos moradores del Cielo: -Aquí tenéis todo cuanto en la Tierra vive y alienta. Vosotros, que tan por encima de Adán os creéis, porque el cuerpo de éste está amasado de roja arcilla, mientras que el vuestro es etéreo y glorioso134, ¿podríais nombrarme uno siquiera de estos seres que en torno de Adán estáis viendo y que le rinden homenaje como a su soberano? -¡Alabado sea tu nombre, Señor! ¿Cómo quieres que podamos hacer tal cosa, si nosotros no poseemos más ciencia que la que tú has infiltrado en nuestra naturaleza al crearnos? ¿Cómo pretendes que demos nombre a las cosas cuando nos es imposible el conocerte puesto que carecemos de mente? -Verdad es cuanto decís -respondió Alah-, pero ahora vais a ver de lo que es capaz este Adán a quien despreciabais hace poco. y llamando el Señor a Adán, le ordenó sin tardanza: -Dinos, uno por uno, los nombres de todos estos seres y para lo que sirven. Adán, obediente al mandato del Señor, fué enumerando todos los seres que sucesivamente desfilaban ante su vista, con cuantas particularidades les caracterizaban. Y cuando Adán lo hubo hecho así, con el más inaudito asombro por parte de la cohorte angélica, que no era capaz de tanto, el Señor replicó a estos últimos: -¿No os dije ya "que yo sé lo que no sabéis vosotros? Y, seguidamente, Dios hizo a todos los ángeles que adorasen a Adán porque tenía mente, es decir, una Divina chispa de aquella infinita Mente Divina con la que ha sido creado el Universo... Esta Divina Mente, causa de nuestra titánica caída, es, pues, la que nos hizo descender del paraíso jina o de la Edad de Oro, al tenor también de la sura XX, versículo 121, donde se consigna: "Dijo Alah al primer hombre y a los suyos una vez formados: -Descended todos del Paraíso, hombres y demonios, enemigos ya los unos. de los otros, para estar en perpetua guerra. Semejante estado de dolor y de lucha, empero, no será eterno, sino que habrá de cesar algún día. -El hombre entonces dice a Alah: -Señor, cuando yo haya muerto, ¿saldré vivo de mi propio cuerpo, por tu gran poder? -A ,lo que el Profeta responde: -Juro por Alah que reuniremos a todos los hombres y también a todos los demonios, y, arrodillados, los colocaremos en torno a la gehena de purificación" (XIX, 67-69). Cómo podéis, pues, ser ingratos para con Alah, vosotros que estabais muertos y que recibisteis nueva vida de Él? ¿Cómo podéis ser ingratos cuando sabéis que Él os hará morir para que reviváis de nuevo? (II, 26). A los que han muerto en la senda del Señor no digáis que están muertos, porque ellos están vivos, aunque vosotros no lo comprendáis... En el sucederse continuo de los días y las noches; en el ir y venir de las naves trayendo y llevando cosas útiles; en el agua que Alah hace descender del cielo y correr luego por la tierra, dando vida a lo que yacía muerto; en las variaciones del viento y de las nubes que prestan servicio entre el Cielo y la Tierra; en todo, en fin, hay advertencias sabias para aquellos que quieren entender (II, 149 Y 159). El día en que Alah os llame de vuestras tumbas y le respondáis alabándole, os parecerá que no habéis permanecido sino un instante en ella (XVII, 54). Cada cual tiene, en efecto, una plaza en el Paraíso, plaza hacia la cual se vuelve para orar, y toda alma tiene su guardián que la vigila. Vosotros, pues, obrad el bien a porfía y dondequiera que estéis, que el Señor, que es omnipotente, algún día os reunirá allí (II, 143, LXXXVI, 4). Por eso, cuando leáis el libro de la verdad evidente (el Corán) nosotros -sigue diciendo el Profeta- levantaremos un velo entre vosotros y los que no creen en la vida futura (XVII, 47). Aquellos que ansían la paz de Alah, que son constantes en la adversidad, que cumplen con exactitud la oración, que dan los bienes que nosotros les hemos dispensado y que borran sus faltas con buenas obras, entrarán en los jardines del Edén (Campos Eliseos) con sus esposas e hijos que hayan sido justos. Allí recibirán continua comunicación con los luminosos (devas, ángeles o jinas) , que entrarán por todas las puertas, es decir, que convivirán con ellos (III, 22 a 35). -Algunos dicen: "Sólo los judíos o los cristianos entrarán en el Paraíso", pero esto no es sino una ilusión suya. Si ellos son sinceros, acabarán confesando que de tan erróneo aserto no pueden presentar las pruebas. Los judíos dicen que los cristianos, al asegurar aquello, no se apoyan en nada, e igual dicen los cristianos de los judíos, y, sin embargo, unos y otros leen las Escrituras Santas. Los idólatras, los que no conocen nada, emplean también un lenguaje semejante; pero yo os aseguro que únicamente el que se haya entregado por completo a Dios y haya practicado el bien, ése será el que hallará su recompensa cerca del Señor. Ni le alcanzará el temor ni el dolor volverá a ver (11, 105 a 107). -Porque en verdad os digo que aquellos que siguen la religión judía, y los cristianos, y los sabios, y todos cuantos creen en Dios y en la otra vida y hayan obrado el bien aquí abajo serán recompensados por el Señor, poniéndoles por encima de todo temor (II, 53) . -El amor a los placeres, los montones de oro y plata, los caballos escogidos, los rebaños, los campos fértiles, todo esto es lo que parece hermoso a los ojos de los hombres, pero ellos, en verdad, no son sino goces pasajeros de este mundo. El retiro hermoso por excelencia está junto a Alah. ¿Cuál puede anunciarse, en efecto, que resulte mejor? El justo hallará allí jardines regados por aguas cristalinas, donde permanecerá eternamente al lado de mujeres exentas de toda mancha. ¡Tal es la suerte reservada a los creyentes!... ¡Tú, oh Señor, haces entrar la noche en el día y el día en la noche! ¡Tú haces salir la vida de la muerte y la muerte de la vida! (sura III) . Para Ti es más preciosa la tinta del sabio que la sangre del mártir. -He aquí, os digo, el cuadro del Paraíso que ha sido prometido a los hombres piadosos: arroyos cuya agua no se malea nunca; arroyos de leche, cuyo gusto no se altera jamás; arroyos de vino, delirio de los que lo beban, y arroyos de miel pura, toda clase de frutos y el perdón de los pecados. ¿Será así también para el que, condenado a la mansión del fuego, tenga que beber agua hirviendo que le abrasará las entrañas? (sura XLVII). Los que prefieren la vida de aquí abajo a la vida futura; los que alejan a los hombres de la senda de Alah y procuran hacerla tortuosa, están en un extravío bien distante de la Verdad (XIV, 3). -Los que temen la majestad de Dios, tendrán dos jardines: ambos ornados de bosques; en ambos, dos fuentes vivas; en ambos, dos especies de cada fruto. Allí descansarán reclinados en alfombras cuyo forro será de brocado. Los frutos de los dos jardines estarán al alcance de quien quiera cogerlos. Allí habrá vírgenes de modesta mirada, que no han sido tocadas jamás por hombre ni por genio alguno. Se parecen al jacinto y al coral. Además de estos dos jardines, habrá allí otros dos. Dos jardines cubiertos de verdura, donde brotarán dos fuentes. Allí habrá también frutas, palmeras y granados. Habrá allí buenas y hermosas mujeres. Mujeres vírgenes, de grandes ojos negros, encerradas en pabellones. Jamás las ha tocado hombre ni genio. Sus esposos descansarán sobre cojines verdes y magníficas alfombras. ¿Cuál de los beneficios de Dios negaréis? Bendito sea el nombre del Señor, lleno de majestad y generosidad (Sura XVI, 33, y LV, 46 al 78) . Él ha creado para los escogidos el Kauther, el divino lago del Paraíso de la Inmortalidad (CVIII). Un velo o muralla espeso (Velo de Isis) le separa a ese excelso mundo de las moradas inferiores. Este velo se llama Araf (VII). -Esto es lo que dice el Libro de la Verdad evidente, y a cada época corresponde su libro sagrado. Alah borra y mantiene en él lo que le conviene, pero la Secreta Matriz del Libro permanece en Su Mano siempre (XIII. 38). Todo hombre tiene seres superiores que se suceden sin cesar, colocados ante él y detrás de él, y que por él velan por orden del Señor. Alah no cambiará lo que ha concedido a los hombres mientras que ellos no sean los primeros en cambiar en mal lo que poseen de bien... Todo, en efecto, remonta hacia Alah (sendero evolutivo), y a él llega en un día de diez mil años; pero las gradas todas del Sendero (Escala de Jacob) son tales, que un "resplandeciente" (deva, jina o ángel) necesita un día (o ciclo) de cincuenta mil años para llegar hasta el trono de Alah (XXXII, 4; LXX, 4). Soporta, pues, con paciencia las necias palabras de los incrédulos, y sepárate convenientemente de ellos. Concédeles bondadosa tregua que yo solo me basto para luchar y confundir a cuantos gozan de este mundo desordenadamente (LXXIII, 10-11). A fin de que reflexionen, Alah les habla por parábolas, pero las obras de tales incrédulos son semejantes a cenizas, de las que se apodera el viento impetuoso. Sidjill, el Ángel de la Vida, escribe su libro correspondiente. Este libro será mostrado a los hombres en el día de su resurrección, para que, abierto ante sus ojos, pueda hacer por sí mismo su cuenta, porque nosotros, al efecto, hemos atado al cuello de cada hombre un ave inmortal (su conciencia o Espíritu) (XXI, 104) . Esto último es un eco nórdico del "Cisne" o "swan". La paradisíaca doctrina de un más allá resplandeciente está glosada, en fin, en metro poético semejante al de los psalmos hebreos en la célebre sura de El Acontecimiento (la resurrección) , que dice así: "Cuando el Acontecimiento se realice, -no se hallará una sola alma que ponga en duda su venida. -El acontecimiento descenderá a los malvados y elevará a los virtuosos. -Cuando tiemble la tierra con violento temblor, -las montañas volarán en pedazos- y se tornarán como el polvo disperso por todas partes; -cuando vosotros, los hombres, estéis divididos en tres tropas, -entonces habrá hombres de la derecha (¡oh los hombres de la derecha!) - y hombres de la izquierda (¡oh hombres de la izquierda!) -y los últimos serán los primeros. -Estos serán los más inmediatos a Alah; -habitarán en el jardín de las Delicias; -habrá un gran número de éstos entre los antiguos. -y. sólo un pequeño número de entre los modernos -descansarán en asientos ornados de oro y de pedrerías, -reclinados y colocados unos enfrente de otros. -En torno de ellos circularán jóvenes eternamente jóvenes -con cubiletes, garrafas y copas llenas de una límpida bebida- que no les producirá ni dolor de cabeza ni aturdimiento. -Con frutos que escogerán a su gusto -y carne de esos pájaros que les gustan tanto, -tendrán bellezas de grandes ojos negros, bellezas semejantes a las perlas cuidadosamente ocultas. -Tal será la recompensa de sus obras. -No se oirán ni palabras frívolas ni dichos que conduzcan al pecado. -Sólo se oirán allí las palabras: ¡Paz, paz! -Los hombres de la derecha (¡oh los felices hombres de la derecha!) -permanecerán entre los árboles de loto sin espinas -y bananos cargados de frutos desde la cima hasta abajo, -bajo sombras que se extenderán a lo lejos, -cerca de un agua corriente, -en medio de frutos en abundancia, -que nadie cortará y a los que todos se podrán acercar. -y descansarán en elevados lechos. -Nosotros, en una creación aparte, hemos creado las bellezas del Paraíso. -Hemos conservado su virginidad. -Queridas de sus esposos y de un ángel igual al suyo -serán destinadas a los hombres de la derecha. -Habrá un gran número entre los antiguos y un gran número entre los modernos". (Sura LVI, vs. 1 al 39 y 76-77). He aquí los principales pasajes en los que el Profeta de Alah nos habla del más allá, con, doctrina consoladora semejante en un todo a la de los demás libros religiosos de otros países, si bien con un carácter, por de cirio así, más gráfico, más positivista y adecuado a las sensuales imaginaciones del pueblo para el que se dieran; pero, aun en esto, el sectarismo de sus enemigos los cristianos ha exagerado un poco. La perpetua virginidad de las huríes coránicas, repetida en diferentes suras, y las tan gráficas expresiones de esos paraísos hebreos de "tierras que manaban leche, miel y ambrosía", lo que hacen es demostramos el parentesco íntimo del pueblo árabe, no sólo con el hebreo, sino con todos los pueblos primitivos occidentales, irlandeses y nórdicos, en los que al guerrero, entiéndase bien, no al guerrero de sangre y de batalla, sino al guerrero del Ideal, es decir, al Justo, se le promete eterna bienaventuranza, estimulado aquí abajo en sus luchas por divinas vírgenes Walkyrias, que, montadas en sus caballos albos, como el Santiago de las leyendas medioevales, les estimulan y defienden en las luchas por el Ideal, No es culpa, no, de tales tradiciones, ni de reformadores religiosos como Mahoma, el que todas estas cosas se hayan echado por el lado carnal y no por el mítico, simbólico o ideal con que fueron ellas dadas; y para disipar tales errores, gustosos repetiríamos, si ello no nos llevase demasiado lejos, pasajes como el de las páginas 355 a la 362 de El tesoro de los lagos de Somiedo, respecto de los misterios del sexo, y el capítulo XII del tomo III, en lo relativo al verdadero concepto nórdico, occidental, oriental y árabe de la hurí, dama caballeresca o walkyria, con la que no cabe unión sexual alguna, porque, al tenor del divino pasaje evangélico (Mateo, XXII, 25-30), allí ya no se vive como hombres y mujeres, sino como ángeles (o jinas) en el cielo 135. Pero aunque todas estas cosas hayan de esclarecerse después de la muerte, cabe saberlas antes por iniciación, como la famosa de los Siete durmientes de la caverna que en la sura XVIII se consigna de este sugestivo modo: Siete jóvenes de una de las tribus más distinguidas de las que rodeaban al templo de la Caba, se sintieron hastiados de las vanidades y de la maldad del mundo, y decidieron retirarse a una recóndita caverna, exclamando: "¡Señor, Señor, concédenos toda tu misericordia para que encontremos el Sendero de la rectitud; otórganos el extraordinario signo del Al-Rakim!" Conviene advertir que el Al-Rakim no es, como alguien ha creído, el nombre del perro que acompañaba a los siete ilustres jóvenes, sino el Rakama, o sea la tablilla sagrada cubierta con los signos mágicos de la verdad y de la iniciación. Entonces el Señor los hirió a todos de sordera, es decir, los dejó inertes y adormecidos durante cierto tiempo, y los despertó luego para ver quién de ellos podía contar mejor, o sea dar mejor cargo del tiempo así transcurrido y de las cosas que les habían pasado allí. Como eran siete jóvenes creyentes en Alah y seguidores de la línea recta, fueron conducidos luego a la presencia del emperador Decio; pero ellos, fortificados en sus corazones con las cosas inauditas que en la caverna habían visto, se levantaron gallardamente ante el príncipe, diciéndole: "Nuestro Señor es el dueño de los Cielos y de la Tierra. No invocaremos jamás otro nombre que su divino Nombre, porque, de lo contrario, cometeríamos el mayor de los crímenes. Nuestros conciudadanos adoran a otras falsas divinidades. ¿Quién puede forjar tales mentiras con cargo a Alah? Si vosotros dejaseis a un lado a semejantes ídolos, y os retiraseis también a una caverna, Alah os concedería su Gracia y dispondría todas vuestras cosas para bien". Porque en efecto, los jóvenes habían visto al Sol, cuando salía, dar en el lado derecho de la caverna, y en el izquierdo cuando se ocultaba, y esto es uno de los signos de A1ah 136. Ellos, mientras tanto, dormían y creían que velaban, y su perro yacía acostado con las patas tendidas a la puerta de la caverna. Si tú, oh creyente, los hubieras visto en semejante estado, te habrías alejado más que de prisa: de aquel lugar, transido de espanto. Cuando el Señor, al fin, los despertó de nuevo a esta vida, uno de ellos preguntó a sus compañeros: -¿Cuánto tiempo hemos llevado así aquí? Y otro de ellos respondió: -A mí me parece que un día tan sólo. ¡Quizá unas pocas horas! -El Señor es, en verdad, quien sabe sólo el tiempo que hemos pasado aquí. ¿No habéis oído hablar de aquel buen hombre que, cruzando cierto día junto a una ciudad derruída y abandonada, dela que no se conservaba ni el nombre, exclamó: "¿Cómo hará Mah revivir a esta ciudad muerta?" El Señor, en aquel instante, hizo morir al que tal decía, y así lo tuvo durante cien años, hasta que luego le resucitó y le preguntó: "¿Cuánto tiempo has permanecido aquí?'-' "Un día, ¡quizá unas pocas horas tan sólo?" -respondió el viajero-. "No -le replicó el Señor-; has estado aquí cien años; sí; mira a tu alimento y a tu bebida; verás que no se ha corrompido todavía; pero, en cambio, mira a tu asno, del que no quedan ya más que cuatro huesos que se desmoronan. Verás, no obstante, ahora, cómo hacemos de él un signo o prueba para los hombres, recogiendo la osamenta y cubriéndola de carne..." Al ver este prodigio, el buen hombre exclamó: "¡Reconozco que Alah es omnipotente!" 137. El más anciano y cauto de los siete durmientes se apresuró entonces a decir a sus compañeros: -Enviad prontamente a alguno para que nos traiga alimentos de la villa próxima, pero que no diga a nadie nuestro retiro ni lo que en él nos ha pasada, porque si los habitantes de aquélla lo conociesen, nos obligarían a adoptar sus creencias idolátricas o nos lapidarían. .. ¡Desde el momento en que entramos en la cueva, ya no podremos ser felices jamás al uso mundano! Entonces, los siete compañeros ocultaron con rocas la entrada exterior de la caverna, y alzaron sobre la cumbre una mezquita, que secretamente se comunicaba con ella (recuerdo de la disposición del templo egipcio de la Esfinge), y dijeron: -El Señor es sólo quien conoce la verdad. Cuando los hombres vengan por esta mezquita y recuerden la leyenda de los Siete Durmientes, disputarán entre sí, porque no sabrán a qué atenerse. Uno dirá "los durmientes eran tres, y su perro el cuarto"; otros porfiarán diciendo: "no eran sino cinco y su perro el sexto". Se escudriñará así el misterio, pero sólo un número muy pequeño de elegidos será el que lo sabrá. No disputen, pues, los hombres sobre ese punto, ni pidan sobre ello a ningún cristiano su opinión, porque nada sabrá... En efecto, como dice el versículo 24 de la sura XVIII, el tiempo que permanecieron los siete jóvenes y su perro en la caverna fué el de trescientos nueve años, día tras día. En dicha sura XVIII (vs. 59 al 81) se nos da asimismo un precioso relato acerca de la iniciación de Moisés, en la caverna también. Veámoslo: Un día dijo Moisés a su servidor Josué, el hijo de Nun: "Te aseguro que no cesaré de caminar hasta que llegue por mi pie a la confluencia de los dos mares, aunque sepa que tenga que caminar más de veinticinco años". Partieron, pues, llevando un pescado para su alimento 138; al fin de un penoso e inacabable caminar día tras día, llegaron entrambos a la confluencia de los dos mares, o sea del mar de Moisés, que es el mar de la ciencia exterior (exotérica o vulgar), y el mar de Dhul Karnein, que es el océano sin orillas de la ciencia interior o iniciática, por encima de cuanto puedan imaginar los hombres 139. Cuando Moisés y su servidor, el hijo de Nun, hubieron llegado a la confluencia de los dos mares, aquél ordenó a éste: -Hemos ya pasado demasiadas fatigas en el viaje. Sírvenos, pues, de comer. Josué, obediente, cogió su marmita con agua y puso en ella, para que se cociese, el pescado que llevaban como alimento. Pero, no bien el agua empezó a hervir, cuando el pez, que llevaba mucho tiempo muerto, revivió, y saltó presuroso de la marmita, escapando a unirse con sus congéneres de la confluencia de entrambos mares que tenían enfrente. -Este es el signo que yo esperaba -exclamó gozoso Moisés-. Aquí es donde se me ha dicho que había de encontrar a Aquel a quien busco, como al imán el hierro, desde hace tanto tiempo. En efecto, apartándose un poco a un lado, y por especial disposición del Señor, se encontró Moisés con uno de los mayores servidores de éste, hombre de suprema ciencia e insuperable virtud que desde luengos tiempos le aguardaba. -¿Permites que te siga? -dijo Moisés al Desconocido, luego que, lleno de veneración, se hubo prosternado largo rato ante él. -Si lo deseas, puedes hacerlo.-replicó el Sabio desconocido-; pero mucho me temo que no has de tener la paciencia bastante para permanecer conmigo. ¿Podrás, en efecto, soportar en silencio muchas cosas cuyo verdadero sentido no comprendas a primera vista? 140. -Si el Señor quiere -insinuó humildemente Moisés-, me hallarás perseverante siempre, y yo jamás te desobedeceré. -Pues bien -terminó el Desconocido Maestro-: si estás decidido a seguirme, no me interrogues acerca de nada de que yo no te haya hablado primero. En el acto se pusieron en marcha Maestro y discípulo. Aquél embarcó en una barquita, haciendo a éste que le siguiese; pero, ya lejos de la orilla, la echó a pique. Moisés, entonces, no pudo menos de preguntar: -Maestro, ¿me puedes decir por qué ejecutas tan extraña acción? -Veo con dolor -replicó éste- que, efectivamente, careces de la debida paciencia para permanecer conmigo. -¡Oh Maestro!, no me vituperes ni me impongas, te ruego, obligaciones demasiado difíciles de soportar. Un poco más allá, en el camino, encontraron los viajeros a un joven de mal aspecto, a quien, en el acto, el Desconocido se echó sobre él y le mató. Moisés, al ver aquello, no pudo menos de exclamar: -¡Oh Maestro, al así matar a un hombre inocente que no ha matado a nadie, temo que hayas cometido una acción detestable a los ojos de Dios y de los hombres! ¿O es, por el contrario, que hay algo que justificarlo pueda? -¡Ya te dije que carecías de la suficiente paciencia para ser mi discípulo! -contestóle, disgustado, el Maestro. -¡Perdonadme una vez más, que será la última! -murmuró Moisés humildemente. Siguieron, pues, caminando entrambos hasta que llegaron a las puertas de una ciudad, cuyos habitantes se negaron a recibirles, al tenor de las leyes de la hospitalidad hacia todo viajero. El Desconocido advirtió a Moisés que los muros de la ciudad amenazaban ruina, y éste, sin poderse contener, prorrumpió en estas frases: -Aunque réprobos, oh Maestro, ¿cómo consientes que siga así el muro de la ciudad, y caiga algún día sobre ellos? El Desconocido paró en firme la marcha diciéndole severamente a Moisés: -¡Ha ocurrido igual que te pronostiqué! Como ya me llevas preguntado tres veces, en contra de lo convenido, aquí mismo habré de dejarte; pero no quiero que juzgues mal de mí por lo que llevo hecho si no te contesto a tu insana curiosidad. .. Sábete, pues, que hundí el barco, porque si de allí a pocas horas le hubieran tenido sus dueños y se hubieran hecho con él a la mar, habrían caído irremisiblemente en manos de los piratas que merodeaban por aquel sitio, y los hubieran ahorcado. En cuanto al joven, le maté porque él habla antes matado injustamente a otro, y se disponía a matar a un segundo y un tercero, y el ir a parar de un modo fatal a manos del verdugo le habría causado mucho mayores sufrimientos, aparte de la inmensa vergüenza que sobre toda su familia, que son creyentes sinceros, habría caído al así expiar sus delitos. Dios, en recompensa, les dará a los padres un hijo mil veces mejor que el que han perdido. Por lo que respecta, en fin, a la muralla, te diré tan sólo que apoyada en ella está la casa de unos pobres huérfanos, y bajo su suelo yace un gran tesoro escondido por su padre, y que el Señor no piensa devolverle hasta que, entrada ya la pubertad, se aseguren más en la virtud. .. Si los de la ciudad hubiesen sabido 10 del muro ruinoso, le habrían derruido en seguida para rehacerle, y entonces el tesoro depositado entre él y la casa habría sido para otros, o bien les habría anticipado unos años a los huérfanos la riqueza que con ello les aguarda, y ellos, entonces, habrían cambiado, débiles, la senda de la virtud por la del vicio. .. He aquí, pues -concluyó el sabio, al par que desaparecía como tenue humo a los ojos de su discípulo-, las cosas cuya explicación no has sabido esperar con la paciencia debida... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -¡He aquí, pues, también -exclama el Señor Omnipotente- cómo yo tengo siempre arcanos de insondable sabiduría, cuando parece que con mi diestra descargo todo mi Poder sobre los mortales, quienes creen recibir así un gran daño en lo que, a la larga, no es, las más de las veces, sino un grandísimo, un inapreciable beneficio! Para terminar estas sugestivas materias jinas e iniciáticas, transcribamos el pasaje coránico relativo al Velo de Isis y a Dhul Karnein, el Adepto árabe, maestro acaso de Mahoma, al par que Djebr-er-Rumi, Salmam, Yesar y otros. Versículos 82 al 110 de la sura XVIII: Cuando las gentes, ¡Oh Profeta de Alah!, te interroguen acerca de la verdadera historia de Dhul Karnein 141, o "el Iniciado de los dos cuernos de luz", diles lo siguiente: Viendo el Señor la gran ciencia y virtud de Dhul Karnein, le consolidó en los poderes que en la tierra había adquirido, y le dió cuantos medios eran necesarios para que realizase a voluntad todos sus deseos, como hombre que inspiraba absoluta confianza de que de tales poderes jamás llegaría a abusar. Caminó, pues, Dhul Karnein hasta que hubo llegado a los extremos países de Occidente, donde vió ponerse el sol tras unas aguas cenagosas, junto a las cuales halló establecido a un pueblo. El Señor, cuando aquél llegó a la vista del expresado pueblo, le dijo a Dhul Karnein: -Puedes, según tu arbitrio, castigar a ese pueblo por sus infinitos crímenes, o bien tratarle con plena generosidad... -No, no les castigaré por lo que lleven hasta aquí hecho -contestó Dhul Karnein-, pues eso sólo a ti te está reservado, ¡oh Señor, que conoces hasta los más secretos pliegues de los corazones de los hombres y su innata debilidad. A quien, de entre ellos, haya obrado y obre el bien, le daré recompensa y órdenes las más fáciles de ejecutar. Otra vez Dhul Karnein siguió la ruta opuesta a la primera, encaminándose en derechura hacia las regiones de donde nace el sol 142, y el Señor le dijo: -He aquí un pueblo de justos a quienes les hemos dejado en descubierto, expuestos a recibir todo género de malas acciones por parte de aquel otro pueblo impío de Occidente que antes te he hecho ver, y al que he sometido a tu completo arbitrio. -¡Señor: ciertamente, yo conozco a cuantos residen en él, porque hermanos míos son todos ellos desde hace siglos de siglos! -respondió palpitante de amor hacia ellos el sabio Dhul Karnein. Este, en fin, siguió su ruta otro día, y llegó a dos diques, a cuyo pie habitaba un tercer pueblo, que apenas si entendía idioma alguno que se le hablase. Los otros pueblos le dijeron llenos de congoja: -He aquí, ¡oh Dhul Karnein!, las gentes malvadas de Yadjudj y de Mandjudj, eternos perturbadores de la Tierra con sus crímenes 143. (Serías tú tan bueno con nosotros que, mediante una recompensa, levantases una gran barrera y nos aislases así para siempre de ellos? -El poder que me concede mi Dios -respondióles el sabio-, es para mí la mayor, la única recompensa. Ayudadme, pues, todos con celo, y yo levantaré para siempre una barrera infranqueable entre ellos y vosotros. Traedme en seguida grandes moles de hierro, cuantas sean precisas para colmar este valle que separa a vuestra montaña de su montaña. Soplaré al punto un gran fuego. Traedme, además, mucho bronce para que lo eche encima y lo funda. Hízolo en el acto Dhul Karnein como lo había dicho, por obra y gracia del poder de Alah el Misericordioso, y desde aquel momento ninguno de los de la hueste nefanda de Yadjudj y Madjudj pudieron escalar ni perforar aquel gran muro. Sus acciones, desde entonces, fueron vanas, y no tendrán ningún peso en favor de ellos en el día de la resurrección 144. He aquí la consabida muralla jina entre los dos mundos de que tantas pruebas hemos visto en el Corán, si bien a estos seres, siguiendo el equivocado concepto bíblico-semita o vulgar, se les considera genios malos y no buenos. CAPÍTULO XVIII. MUNDO, SUB MUNDO y SUPRAMUNDO Mahoma, como bardo nórdico. - El Paraíso de los mahometanos, la Walhalla de los nórdicos, la Tierra de Befinn de los bardos y los Campos Elíseos de los paganos. - Hermosos pasajes del Telémaco, de Fenelón. - El tránsito de esta vida a otra forzosamente inferior o superior. - El problema de la felicidad en este pobre mundo. - Las tres distintas "felicidades" del bueno, del malo y del tibio. - Opiniones de un ilustre polígrafo extremeño. - La felicidad, como todo lo del mundo, no puede existir sin el contraste de la lucha. - El verdadero destino del hombre es la felicidad "jina" y otras aún superiores que nos son desconocidas. - "¡Creced, multiplicaos y sed felices"'. - La imaginación, como única realidad trascendente, es la clave de toda felicidad o desgracia humanas. - La felicidad estriba sólo en el esfuerzo y en la muerte del deseo. - Tres distintos tipos de "felices" aquí abajo, según varios poetas. - Nuestro ángel o "jina interior" y su trabajo oculto a lo largo de esta vida. - "El momento-cumbre" y la edad de los Cristos. "¿Sed, quid indignor?" Los pasajes coránicos transcritos en el capítulo anterior demuestran que Mahoma fué un verdadero rapsoda al estilo de Homero, de Hesíodo y de los bardos nórdicos Su misma descripción del Paraíso jina, deparado a los justos una vez que han dado feliz cima a sus penalidades en la Tierra, no es sino un eco fiel de aquella Mansión de la Dicha, o Walhalla de los Eddas escandinavos, o de aquella Tierra de Befinn que los bardos irlandeses del Gaedhil nos cantan como verdaderas Mansiones Solares o Campos Eliseos, al tenor de la consabida etimología jina de Helios, Helias, Elías o Eliu: EL SOL. Las O'Logans transations, de Irlanda, describen dicho encantado país jina en estos términos, que recuerdan a los del Corán: "¡Oh Befinn, Befinn querido, ven conmigo al maravilloso país mío!; allí, donde el cabello de las mujeres es rubio como el oro, y sus cuerpos, de la pureza de la nieve virginal; allí, donde las preocupaciones y las congojas humanas jamás hallaron asiento... Blancos como perlas son los dientes de ellas y negras sus pestañas. La vista se extiende sin límites por las llanuras donde nuestros inmortales gozan de deleites infinitos, con el color de las rosas en sus mejillas juveniles... Las praderas aquellas están eternamente cubiertas de flores multicolores, esmaltando, graciosas, el fresco césped, como las motitas que salpican el huevo de mirlo... Nuestras hermosas llanuras de Junisfail (¿la Piedra de la juventud?) no son sino desiertos tristísimos comparadas con tales llanuras elíseas. Aunque alegre y embriagadora sea la hidromiel de Junisfail, es infinitamente más embriagadora la ambrosía de aquel sublime país, porque él es el único digno de alabanza en todo el mundo: la tierra bendita donde nadie muere jamás ni cae en decrepitud. .. Dulces y cristalinas corrientes de agua se entrecruzan en aquella comarca deleitosa, donde se ven los más perfumados bosques y se bebe el mejor vino. Sus habitantes son hermosos todos y sin imperfección alguna... El amor no envuelve jamás sombra de pecado ni de vicio, ni el dolor ni la maldad tienen allí su asiento... Los que en semejante región vivimos podemos ver a la gente en todas partes, aunque pretenda ocultarse; pero por nada ni por nadie podemos ser vistos de los hombres: la nube, el Velo de la transgresión de Adán, es la que a vosotros, los mortales, os impide vernos. .. IOh mujer infeliz: si alguna vez vinieses a este mi país dichoso, tendrás en tu cabeza cabellos de oro, comerás frescas viandas, beberás vino hidromiel, "leche recién ordeñada y pálida cerveza! Allí, en fin, reposarías en sus brazos tú, ¡oh Befinn!..." y en otro lugar de aquélla se lee: "... El viernes (día de Venus) hice una visita a la divina morada de Creide: ¡a la casa feliz de Creide, del lado Nordeste de la Montaña, venciendo dificultades increíbles! . . . Allí he pasado cuatro días y medio de una semana deliciosa; allí he vivido en la dulce compañía de hombres y mujeres, todos en la más lozana juventud; de druidas santos y de celestes músicos, servidos regiamente por toda clase de pajes y doncellas, porque allí estaba Romaine para cuidar de todo cuanto concierne a los siervos de la rubia Creide, la de áureos cabellos. Allí he dormido sobre mullidos lechos de pluma, entre abrigados cobertores. Allí he bebido néctares deliciosos en limpias tinas..." Y en el Poema de Lomna, el Enoch irlandés, se añade, en fin: "¡Oh Lomna, Lomna!... Tú no fuiste muerto por los hombres, por esos hombres de las malas gentes de Luighne; tú no fuiste muerto por un jabalí ni por otra fiera alguna, ni has muerto por una caída, ni tampoco en tu lecho... ¿Vives, pues, todavía, oh tú, Lomna maravilloso? ¿Vives tú allí donde sólo los inmortales residen?.." Esta Tierra de Befinn, cuya etimología extraña corre parejas con la del Lomna inmortal y la de la vetusta Creide, no es sino aquella Mansión de las Maravillas de la Naturaleza, la Tierra del Descanso, debajo del cielo que sostuvo Atlante con sus hombros, que el héroe bárdico Rusismundo llegó a habitar después de sus luchas; tierra a la que llegan todos los héroes caballerescos al ser "osirificados" o coronados, como Clareo, el amante de Florisea, en la gran novela etíope y bizantina que a través de los siglos acaba dando lugar a Los trabajos de Persiles y Sigismunda, de Cervantes 145, porque, a bien decir, el mito escandinavo o protosemita nórdico, el mito grecorromano, el irlandés, el coránico y el bíblico son uno mismo, cambiando sólo los nombres y los tiempos. Es más: héroes caballerescos de esta clase, tales como Amadís de Gaula (simbólicamente, "el amador de la altura", o sea el galo, el gálata, el galaico, el samaritano, etc., que todos estos nombres son idénticos) y el gran Raimbaud de Vaqueiras (simbólicamente, el vaqueiro astur, el búddhico "Conductor de la Vaca", que aparece como amante de la divina Beatrice, a la manera de Dante y de Petrarca, en la página 118 de la Hiddru tradition in Masonery), no son sino los prototipos simbólico-caballerescos del héroe humano en lucha con el Destino o "Luz Astral", y camino del mundo jina desde el día en que nace (si no antes) hasta el día de su muerte, que es el de su iniciático triunfo. Como tales prototipos, tienen su representación, día por día y pueblo por pueblo, en algún héroe chico o grande, en algún genio o jina humano, que por su triunfo ha venido a constituirse así, después de muerto, es decir, después de pasar a aquel mundo, en el "hombre representativo", numen o guía, ora de una simple familia, ora de una comarca, una región, una raza o una época, ya que en la matemática seriación de las unidades humanas de los diferentes órdenes todos somos héroes: grandes, pequeños o ínfimos, puesto que a todos, aquí abajo, nos es obligatoria la lucha como, única razón de nuestra existencia en este mundo dual, verdadera zona intermedia que pertenece a la vez al submundo (Hades, Hella, Infierno o "lugar inferior") de los elementales, y al supramundo (Campos Elíseos, Cielo, Devachán, Amenti, Paraíso, etc.) de los jinas. Tal es el hermoso simbolismo pitagórico de los dos círculos secantes: el de arriba, o supramundo, y el de abajo, o submundo, dando lugar en su zona de fntersección a una tercera y doble región, que es nuestro mundo 146. Por eso, cuando en cualquier obra de índole más o menos ocultista se quiere salir de este nuestro transitorio y prosaico mundo, se tropieza en seguida y a la vez, como diría el vizconde de Figaniere, con el submundo y el supramundo, que le son simétricos, simbólicamente hablando, y que, por su conjunto, constituyen lo que solemos llamar "el otro mundo": ese mundo doble que forzosamente tienen que recorrer los héroes, como los recorriera Ulises. Los ejemplos de tales viajes "iniciáticos" no acabarían nunca. Fenelón, por ejemplo, en sus Aventuras de Telémaco, el hijo de Ulises, nos describe el viaje de éste por el otro mundo en los siguientes términos: "Angustiado Telémaco por ciertos sueños en los que creía ver ya muerto a su adorado padre, se dispuso a bajar al reino de las sombras por un lugar célebre, poco lejos del campamento. Alejóse Telémaco de él sin que nadie lo notase, caminando a la luz de la Luna e invocando a aquella poderosa deidad que siendo Selene en el cielo, era al par casta Diana en la tierra y Hécate formidable en los abismos. Temblábale la tierra bajo su planta; fulguraban en vivos relámpagos los cielos y le palpitaba el corazón, bañándose su cuerpo en un frío sudor de muerte... Dos cretenses que le habían acompañado hasta cierta distancia, se quedaron más muertos que vivos,- rogando por él en un templo. Espada en mano, apenas dió algunos pasos nuestro héroe comenzó a vislumbrar una vaga luz, cual la que suele alumbrar nuestras noches. Reparó entonces en unas pálidas sombras que revoloteaban en derredor suyo y a las que ahuyentaba con su espada. Luego le cerró el paso un cenagoso río, cuyas impuras ondas describen a la continua angustiosos remolinos. Allí, en aquellas márgenes pantanosas, vagaban los innumerables espectros de cuantos muertos habían quedado aquí sin sepultura, y que para pasar a la otra orilla imploraban en vano la misericordia del despiadado Caronte, el dios infernal cuya vejez eterna es siempre melancólica y odiosa. Y luego, describiendo ya el reino de Plutón, como antecámara del otro mundo, el sabio arzobispo francés sigue diciendo: "En torno del trono de ébano del rey de los infiernos revoloteaban fatídicos los congojosos desvelos; las crueles desconfianzas; las venganzas, cubiertas de heridas, y destilando sangre los injustos odios. La roedora avaricia se devoraba a sí misma, y el despecho se desgarraba las carnes con sus propias manos. Allí estaban, en fin, la loca soberbia que lo arruina todo; la traición, siempre alimentada de sangre y sin poder gozar. sin embargo, jamás del fruto de sus perfidias; la envidia, esparciendo en torno de sí mortal veneno, y destrozándose a sí misma cuando dañar no puede; la impiedad, que se labra un abismo sin fondo, en el cual ha de precipitarse sin esperanza; las visiones macabras, los horribles fantasmas de los muertos, espanto de los vivos; las aterradoras pesadillas y los crueles desvelos que causan tanta angustia como los más horrorosos ensueños. Todas, todas estas y otras imágenes funestas ceñían al fiero Plutón y llenaban su fatídico palacio... Allí los condenados no han menester más castigo de sus delitos que el espectáculo de sus delitos mismos. Animado secretamente Telémaco por la diosa Minerva, entró valerosamente en aquel abismo. Allí se encontró con una multitud de hombres que yacían castigados por haber procurado las riquezas con crueldades, engaños y traiciones. Reparó que entre ellos se hallaban muchos sacrílegos hipócritas que, fingiendo tener amor a la religión, se habían prevalido, sin embargo, de ella, como del más excelente pretexto para satisfacer su soberbia, burlando la sencillez de los crédulos. Estos, que así se habían servido para el mal hasta de la propia virtud, que es la mayor dádiva que pueden hacernos los dioses, eran castigados como los más delincuentes entre todos los hombres. Los hijos que habían degollado a sus padres; las esposas que habían bañado sus manos en la sangre de sus maridos; los traidores que habían traicionado a su patria y violado todos los juramentos, padecían allí harto menores penas que los hipócritas y simoníacos. Así lo habían querido los tres jueces del infierno, porque decían que los tales no se contentan con ser malos, como el resto de los impíos, sino que, además, pretenden pasar por buenos, y hacen, con su falsa virtud, que los hombres no se atrevan a creer en la verdadera. Los dioses, de los que tan impía y solapadamente se han burlado en el mundo, y a quienes han hecho despreciables en la opinión de los otros, ahora se vengan con todo su poder de todos los insultos que así se les han inferido". Después de recorrer de este mundo las mansiones inferiores, el héroe Telémaco pasa a los Campos Elíseos, que Fenelón describe, a su vez, así: "Reyes y héroes estaban en los fragantes bosquecillo s de los Campos Elíseos, sentados sobre céspedes siempre verdes y floridos. Mil arroyuelos de puras linfas regaban aquellos amenos sitios, manteniendo en ellos la más deliciosa frescura. Multitud de avecillas canoras agitaban con sus armonías aquel encantado ambiente de los bienaventurados. Allí se veían juntas las más hermosas flores de la primavera con los más sabrosos frutos otoñales. Allí jamás sopló con su frío aliento el Aquilón tempestuoso, ni se experimentaron jamás los ardores de la canícula. Ni la guerra, siempre sedienta de sangre; ni la envidia cruel, que muerde con su diente envenenado; ni el temor, ni los celos, ni las desconfianzas, ni los demás vanos deseos se acercaron nunca a aquella santa mansión de la paz. Allí ni tiene fin el día, ni espacio las tinieblas nocturnas, y en torno del cuerpo de los justos, sus moradores, se difunde una purísima y apacible luz que con sus rayos le ciñe a guisa de ropaje, no una luz semejante a esotra que ilumina los ojos de los tristes mortales, y que es más bien tiniebla tan sólo, sino una celestial emanación de gloria que parece empaparlo todo, penetrando sutilmente hasta por los cuerpos más densos, cual por el cristal penetran sin perderse los rayos solares. Una luz, en fin, que no sólo no deslumbra, sino que, al contrario, fortifica los ojos e infunde en lo más íntimo del alma un no sé qué de inefable serenidad. Una luz que sirve al par de alimento a aquellos hombres dichosos sobre toda ponderación; que en ellos entra; que sale de ellos irradiando; luz, en suma, que hace ver, sentir y respirar la más indescriptible y más inagotable de las alegrías. Los bienaventurados moradores de los Campos Elíseos se. hallan así sumergidos en aquel piélago venturoso, cual lo están en el mar los peces, y no desean poseer otra cosa alguna, pues que con semejante luz están llenos, así el mundo como los humanos corazones. Por eso, ellos ni sienten ya deseos ni buscan vanas delicias o absurdas riquezas, pues la plétora de su felicidad tiene su manantial perenne en ellos mismos, en el interior de su propio ser, sin necesitar de otro alimento, sin entrar en ellos la pobreza, las enfermedades, las aflicciones, los remordimientos, enojos, disgustos, discordias, ni aun siquiera la esperanza misma, fuente casi siempre de temores. La muerte propia ya no les amenaza con su guadaña. Las montañas de Tracia, cubiertas de perpetuas nieves, podrían ser arrancadas de sus sólidos asientos, antes de que los justos moradores del Elíseo se alteren por el asunto más mínimo. Sólo, sí, se compadecen, pero con piedad dulce y tranquila, que en nada altera la serenidad de su estado, de las infinitas miserias que oprimen a los hombres en su peregrinación por la tierra. Sus rostros irradian una juventud eterna; una dicha eterna y una gloria divina. Su alegría no es desordenada, sino apacible, noble, majestuosa; un sublime gozo trascendente de la verdad y de la virtud. Tienen, sin intercadencias, en todos los instantes, aquel júbilo mismo que experimenta una madre cuando vuelve a ver al hijo que tenía por muerto; huellan gozosos las regaladas delicias y se acuerdan con placer de aquellos melancólicos y breves años, en los que, para ser buenos, hubieron menester el pelear contra sí propios y contra el avasallador torrente de los hombres malos, sin dejar de admirar un punto el auxilio y favor de los dioses, que los llevaban como por la mano a lo largo del sendero de la virtud, entre tantos y tan graves peligros. Se ven felices y saben además que habrán de serlo siempre. Cantan en loor de los dioses, y todos juntos no son sino una voz, un solo pensamiento, un solo corazón y una felicidad tan sólo, que en aquellas unidas almas parece el flujo y reflujo del mar, viendo correr los siglos con más rapidez que entre los mortales las horas, y, no obstante, mil y mil siglos sucesivos no disminuyen lo más mínimo su dicha, siempre entera y siempre nueva. No llevan, no, las falsas diademas con las que les exornó el mundo, sino que los mismos dioses les han coronado con sus propias manos con guirnaldas floridas, inmarcesibles... No encontrando Telémaco a su padre entre aquellos reyes de los Campos Elíseos, buscó para ver si por lo menos descubrían sus ojos a su abuelo, el divino Laertes. Cuando así inútilmente le buscaba, se vino hacia él un venerable y majestuoso anciano. No era la vejez de éste como la de los demás hombres, a los que oprime el peso de los años, sino que se veían en él juntas todas las bellezas de la juventud amada con cuanto la ancianidad tiene de grave y de sereno, porque en los viejos más decrépitos renace la. belleza no bien pisan los Campos Elíseos. Llegóse, pues, el anciano hasta Telémaco, como a persona a quien mucho amase, dejándole suspenso: "Hijo mío -dijo al joven el viejo-, te perdono el que así me desconozcas. Yo soy Arcesio, el padre de Laertes, tu abuelo. Pasé de aquella a esta vida un poco antes de que mi nieto Ulises, tu padre, partiese para el sitio de Troya. En aquel tiempo eras tú muy niño; estabas en los brazos de la nodriza, y desde entonces deposité en ti grandes esperanzas, que, en verdad, no han resultado vanas, pues que te veo aquí abajo que vienes a buscar a tu padre, y los propios dioses te favorecerán en tu empresa... Deja, pues, de buscar a Ulises acá, en los Elíseos Campos. Él vive aún y es aguardado en Itaca. También, aunque oprimido por los años, vive Laertes, aguardando a que su hijo le cierre los ojos, porque los hombres pasan allí como las flores que se abren hermosas por la mañana y a la tarde ya están agostadas y pisoteadas por los pasajeros. Como el agua de un torrente, huye sin detenerse el linaje humano. Tú mismo,. hijo mío, que al presente disfrutas de una juventud tan viva, verás trocada insensiblemente tu frescura, belleza, salud, fuerza y alegría, desvaneciéndose, como un sueño que deja tan sólo amarguísima memoria. La enemiga y desvalida vejez arrugará tu rostro, agobiará tu cuerpo, enflaquecerá tus trémulos miembros, secará, en fin, la fuente de los consuelos de tu corazón, disgustándote de lo presente, atemorizándote con lo futuro, y quitándote el sentido para todo, menos para el dolor. Este tiempo viene con grandísima velocidad, al par que se ahuyenta el fingido presente. 'Gobiérnate, pues, con la vista siempre puesta en lo venidero, y con pureza de vida y amor a la justicia prevente un lugar mañana en esta morada excelsa de la eterna paz..." Hablando así Arcesio, sus palabras penetraban hasta lo más íntimo de su corazón, esculpiéndose en él para siempre como en bronce entallado por la mano de genial artista. Eran ellas como llama sutil que se encendía en las entrañas del joven con no sé qué clase de soberano incendio, que le consumía en uno como dolor dulce, un inefable deliquio, mezclado con un místico tormento, capaz de arrebatar hasta la misma vida. Estos sublimes conceptos del arzobispo de Cambray merecen el más serio estudio en orden a la felicidad falsa de la tierra y a la verdadera felicidad jina del cielo. Al llegar, en efecto, el hombre a la época en que ya puede alcanzar a comprender cuanto le rodea, no habrá uno que no pare su atención y se pregunte a sí mismo: ¿Qué es la vida? ¿Cuál es el lugar que me toca en este mundo? ¿Por ventura, estas dotes que me hacen superior a todos los animales, estarán destinadas a perecer? Desde el monarca más poderoso hasta el obrero más humilde, la mente humana divaga en el círculo de tales preguntas. Y no se diga que la limitada inteligencia de algunos les priva de semejante idea, pues el espíritu de conservación y el anhelo de inmortalidad a todos nos domina. El morir es fuerza, pero el ansia de vivir es un instinto invencible. Nacido el hombre para ser educado, en su educación consiste la bonanza o la desdicha de su vida. Tierno arbolito que se doblega a la voluntad del jardinero que le cuida, en la pericia de éste, del educador, estriba todo, sin negar por ello la diversidad nativa de las inclinaciones y temperamentos. Como dice Rousseau, la primera voz del recién nacido es un gemido, una prisión su primera envoltura. Ningún ser más desvalido que él, ni más desventurado; ninguno más torpe, endeble y necesitado de amparo, y ninguno más nacido para vivir en sociedad, por tanto. Con lágrimas venimos; con lágrimas mediamos en nuestra carrera, y con lágrimas, en fin, solemos despedimos de la tierra. Colocados en un punto casi imperceptible del espacio, juguetes de nuestras pasiones y esclavos de nuestras dolencias, somos arrastrados de continuo como una pluma que se lleva el viento. Y, sin embargo, existe en el hombre una facultad poderosa que, abstrayéndole de esta lacrimosa vida, encuentra inesperados recursos, propios para hacerla, no sólo tolerable, sino hasta lisonjera. La poca felicidad de que gozamos aquí abajo, más se la debemos, en efecto, a nuestra creadora imaginación que a los hechos verdaderos. Cimentados están en su propia mente, ese insondable seno de nuestra alma que no puede expresar ningún vocablo, los goces más excelsos y expansivos que disfrutar podemos. .. Mas, ¡oh condición mísera de la naturaleza humanal, para lograr tamaños goces, también es preciso antes sufrir. En la infancia, cuando la razón yace en capullo, los goces y padecimientos del nuevo ser son meramente físicos. Acariciado por todos los que mira, el niño se considera con derecho a exigirlo todo. Como sus armas sean las lágrimas, usa de ellas como el mejor guerrero, y así, retozando en su casa como el corderillo al lado de su madre en pleno campo, pasa el niño una vida bastante cercana todavía a la de los animales, aunque tranquila. Mas la hora de la razón y de la responsabilidad suena al fin, y el hombre entra de lleno en el mundo, y entra encontrando precisamente en esta difícil época un gran vado en su corazón. .. Inquieto se revuelve; alza su vista al azulado cielo, presintiendo en sí ya un gran misterio, del que nada, en verdad, alcanza a comprender; siente inundarse de tristeza su alterado pecho, y busca fuera de sí propio ya la satisfacción integral de su afán, que no es sino la ley natural de la conservación de la especie humana, cifrada en la ley imperiosa del amor entre los sexos. El amor le embarga entonces sus facultades todas; el amor le arrastra por entre peligros sin cuento, y el amor, en fin, ese mismo que tan puro se le presenta en el primer momento, acaba a veces sumiéndole en mísera corrupción. Poco diestro todavía el ya joven en el arte de pensar, se siente arrastrado por la pasión y su tiranía... Pero una ley superior aun a la pasión misma ataja bien pronto su locura. En vano intenta el joven soslayar su fallo, pues que allí mismo, donde la Naturaleza puso el deleite, le colocó también el hastío, cual si la vida humana estuviese obligada a caminar siempre entre la flor y la espina, no siéndonos dable el coger la primera sin clavarnos dolorosamente la senda. únicamente nos está permitido en el dilema el buscar flores con la mayor hermosura posible, y al par también con las menores espinas. Tales flores no son, empero. aquellas que aparecen a primera vista más galanas y radiantes, con perfume tan intenso que embriagan al pronto, aunque al final fastidien; ni tampoco aquellas que por todas partes brindan el ser cogidas, sino otras flores más modestas, sencillas, suaves: las tranquilas virtudes, que cimentadas en un trabajo moderado y adornadas de un sentimiento exquisito, realzan, por encima de todo lo mortal. la excelsa condición trascendente del hombre. El encontrar tan bellísimas flores debe ser el noble afán de todo hombre sensato. Sus espinas acaban también tornándose en flores nuevas, y los eternos goces que ellas deparan, de tal modo superan a los padecimientos sufridos para conseguidas, que llegan a borrarse. al fin, estos últimos. El género humano ha sido criado para ser feliz., no para ser desgraciado, y el imaginar que el natural destino de la humanidad es el vivir martirizada, es, a más de una impiedad absurda, una atroz impostura; porque no cabe pensar ni un momento que las preciosas facultades con las que contamos para adquirir las virtudes dichas nos hayan sido dadas por la Naturaleza para que las dejemos inactivas o, lo que es peor, para que las apliquemos locamente para nuestro tormento y nuestra ruina, siendo una gran fortuna el que verdad tan consoladora sea axiomática, casi instintiva, como todas aquellas que llevan en sí el sello de la Naturaleza misma... Pobre, y aun algo más, es, pues, la sentencia que se pone en boca de Dios, una vez que hubo creado a la primera pareja humana: Crescite et multiplicamini et implevit terram, se dice que dijo; yo más bien habría puesto: ¡Creced, multiplicaos y SED FELICES! A primera vista no parece sino que el hombre es feliz en tanto que goza, de modo que si le fuera posible una sucesión dilatada de placeres, sin que ninguna desazón o pesar viniera a perturbarlos, se contemplaría feliz en el grado más eminente. Y es tan universal la coincidencia en este punto, que todas las religiones están de acuerdo en proclamar la existencia de un paraíso o gloria, donde el justo, después de muerto, goza sin intermisión de la dicha más fecunda y perdurable que la imaginación puede concebir. Hay, sin embargo, un gran escollo en este punto, a saber: que es sobrado culpable que quien antes no se ve aquejado de alguna dolencia o atormentado por alguna aflicción, no puede verse libre de ella, como no puede disfrutar del placer de descansar quien no está fatigado, del de comer quien está inapetente, del de beber quien no tiene sed. Y del propio modo no puede sentir los placeres que resultan de contentar las pasiones, ya sean sensitivas, ya afectivas, ya intelectuales, quien antes no se vea apremiado por estas pasiones mismas. En resumen: no hay placer sino al satisfacer algún deseo. Y: como los deseos no son sino la expresión de las necesidades, se deduce que es imposible el placer sin que le preceda la correspondiente necesidad de cuya satisfacción el placer resulta, o, en otros términos, que no nos es dable el gozar sin que anden alternados la necesidad, el anhelo determinante del malestar y el placer que por el subsiguiente bienestar se origina, o en fin: no hay gozar allí donde no anden siempre alternados el mal con el bien. ¿Quién será, pues, el hombre más infeliz? Aquel, sin duda, que, encontrándose con muchas y muy grandes necesidades, carezca totalmente de medios para satisfacerlas. ¿Quién el más feliz? Aquel que cuente con más completos medios de satisfacer sus multiplicados deseos. ¿Será tan feliz, en fin, el hombre que, teniendo pocas necesidades, esté, sin embargo, provisto de todos los medios para satisfacerlas, como aquel otro que teniendo muchas necesidades pueda también proveer a todas ellas? Sin duda, la felicidad del uno y del otro puede tenerse por completa; pero, pues goza más quien más deseos contenta, puede también asegurarse que será una felicidad más rica en placeres la del segundo que la del primero. Tales son las cuestiones que el gran polígrafo extremeño D. Julián de Luna y de la Peña 147 se propone al comienzo de su Tratado de la Felicidad, obra por desgracia inconcluída e inédita, y hay que convenir que en aquellas cuestiones se plantea un problema trascendente, que roza de un modo directo con el misterio de ultratumba. Hay, en efecto, en el complejo problema de la felicidad una concepción infantil, egoísta o estática, y otra concepción superior, eminentemente viril, dinámica y altruísta, correspondiéndose, a bien decir, la una con lo que llamar podríamos el ideal de la bestia humana, y la otra con el del jina que, más o menos, llevamos también todos dentro. Nuestra mayor o menor racionalidad estriba en cómo ponderamos la una con la otra; y nuestro destino de ultratumba es más que probable que esté cifrado también en el triunfo definitivo que se haya logrado, al fin, de la segunda sobre la primera. Porque es indudable, dentro de la lógica e innata idea de nuestra responsabilidad moral, que el hombre es el autor de su propio destino. Los defectos, como alguien ha dicho, se heredan, pero también las virtudes, y cada hombre posee en sí mismo, por herencia de :Questros antepasados, un capital de salud, de felicidad y de éxito, con el que podemos siempre y en todo caso hacer algo útil. "Todos los hombres -dice Gibbon- reciben además dos clases de educación: la que les dan los demás y la mucho más importante que cada cual se da a sí mismo". A la demanda de la frase célebre de Mazarino, que pedía sólo un hombre que tuviese lo que se llama "buena suerte", el gran Sáinte-Beuve respondía en carta a Madame Loines: "La fortuna entra ciertamente por mucho en las cosas humanas, pero entra por muchísimo más la conducta" porque, como añade Fogazzaro en El Santo: "Entre los pensamientos de cada hombre existe una especie de jerarquía. Ciertas nociones dominan en él y gobiernan su vida: el deber religioso, el moral, el civil, etc. De tales deberes tiene el hombre, más o menos, el concepto que le fué enseñado por sus preceptores. Pero esta jerarquía de ideas fundamentales e imperiosas no es el hombre todo. Por bajo de ella hay multitud de otras ideas que se agitan y modifican bajo las impresiones y experiencias de la vida, y más profundo aún existe otra región de su alma, su inconsciente, donde ciertas facultades ocultas realizan un trabajo "oculto también -el trabajo del jina- y donde se producen los místicos contactos con Dios". En cuanto a la manera de fomentar semejante trabajo oculto de nuestro ángel o jina interior para elevamos a superior vida, he aquí la doctrina que en La Voz del Silencio nos expresa la Maestra H. P. B.: "Una vida casta, una mente despejada, un corazón puro, un intelecto ansioso de conocimientos, una percepción espiritual clara, un cariño fraternal hacia toda la humanidad, una buena disposición para recibir y dar consejos e instrucciones, un sufrimiento animoso de la injusticia personal, una declaración esforzada de principios, una defensa valerosa de aquellos que son injustamente atacados., una devoción perseverante hacia el ideal de progreso y perfección de la humanidad, que la Ciencia Sagrada describe:. estos son los escalones de oro por los cuales el principiante puede alcanzar el Templo de la Sabiduría Divina. o. Acudiendo así en auxilio de las leyes de la Naturaleza y trabajando en armonía con ella, la propia Naturaleza nos mirará como uno de sus colaboradores o Creadores y nos prestará obediencia". La pacienzuda labor precisa para ello es, en efecto, la única que labrarnos puede un más alto Destino, porque sólo a fuerza de paciencia es como el ínfimo gusano de seda convierte en raso para principescas vestiduras la pobre hoja de morera que le nutre. Por desgracia, este mundo es de lucha, porque, como parte integrante que es a la vez del submundo y del supramundo, nos obliga a todos los hombres a debatirnos entre el impulso salvador hacia ideales redentores futuros, el lastre ancestral o kármico de los vicios, y esa inercia o ley de vulgaridad egoísta que hace de la pereza animal una tercera fuerza. Las tres referidas realidades están, como hemos demostrado en otra parte, simbolizadas en el juego del tresillo: la una, por el jugador que, asistido de los necesarios "triunfos" o "estuches", aspira a triunfar, o sea a "llevarse la jugada", pasando en su día, repetimos, al triunfante mundo de los jinas; la otra es la dolorosa realidad contraria, representada por el que, asistido de ciertos "triunfos", también aspira a derrotar al héroe o "jugador", a la manera como nuestras pasiones nos derrotan; la tercera realidad, en fin, es la de aquellos desgraciados "tibios” que no llevan la contra a nada, porque para ellos lo importante es pasar el rato del modo más escéptico, perezoso y egoísta. ¿Lo dudáis, lectores? Pues ved aquí tres distintas concepciones de la felicidad terrestre, correspondiéndose estrictamente con tres diferentes clases de hombres: la del ignorante, la del "equilibrado" y la del rebelde. Las tres se deben a muy gallardos poetas. La primera es la del personaje de Gabriel y Galán titulado El Sibarita, cuya plena felicidad se describe así en el gráfico lenguaje de los rústicos extremeños: ¡A mí n'ámas me gusta que dali gustu al cuerpo! Si yo juera bien rico, jacía n'ámas eso: jechalmi güenas siestas embajo de los fresnos, jartalmi de gaspachos con güevos y poleos, cascalmi güenos fritis con bolas y pimientos, mercal un güen caballo, tenel un jornalero que tó me lo jiciera pa estalmi yo bien quieto, andal bien jateao, jechal cá instanti medio, fumal de doci perras yandalmi de paseo lo mesmo que los curas, lo mesmo que los médicos. . . Si yo juera bien rico. jacía n'ámas eso, ¡que a mí n'ámas me gusta que dali gustu al cuerpo! El segundo ejemplo de felicidad lo tenemos en estas otras do poesías; la una es de Iriarte, y dice así: Las cosas que hacen feliz, amigo Marcial, la vida, son: el caudal heredado, no adquirido con fatiga; tierra al cultivo no ingrata; hogar con lumbre continua: ningún pleito; poca corte; la mente siempre tranquila; decentes fuerzas; salud; prudencia, pero sencilla; igualdad en los amigos; mesa, sin arte, exquisita; noche, libre de tristezas; sin exceso en la bebida; mujer casta, alegre, y sueño que acorte la noche fría; contentarse con su suerte, sin aspirar a más dicha; finalmente, no temer ni anhelar el postrer día. La otra es del capellán Rey Soto, y continúa: Dame, Señor, para que en ella muera, una de esas casonas aldeanas, con portón blasonado, con ventanas de poyos y magnífica escalera; con negros y altos techos de madera, arcones perfumados de manzanas, balaustres de piedra en las solanas, con hórreo al Pie, y palomar y era. Dame un huerto con pródigos frutales y sangrientos de rosas los rosales, donde cante una fuente alegre y sola; un libro de poemas, un tintero, papel, café, cigarros, un frailero y un perro que a mis pies mueva la cola. La tercera y más alta de las felicidades, en fin, es la del rebelde, la del que anhela algo superior, la del titán humano, en suma, que se subleva heroico, si es preciso, hasta contra el Destino mismo. Semejante felicidad, que ya precisa la justificación de otra vida más alta que aquesta miserable vida, está cantada por Carlos Navarro, en los siguientes términos: Destruir para siempre las cadenas; tomar la negra noche en claro día; derramar esperanza a manos llenas; convertir el dolor en alegría. Trocar los odios fieros en amores; dar inefable bien por mal profundo; sembrar las rutas de olorosas flores, gozar del Paraíso en este mundo. Alzar el pensamiento a las estrellas y difundir la lumbre, como ellas. Hacer la eterna paz; matar la guerra; anular privilegios y egoísmos. Repartir la fecunda y ancha tierra, y ser los dueños de nosotros mismos. He aquí tres tipos distintos de ideal de felicidad, tres tipos muy humanos, cada cual a su manera; y, lo que es bien triste, todos los hombres, salvo una excelsa minoría, que es por ello gloria y ornato de la humanidad, suelen recorrer a lo largo de su vida dicha escala de aspiraciones, en sentido inverso a como las llevamos dadas anteriormente. Por eso ha podido decir el prefacio a la traducción francesa de la Historia de Felipe II, por Watson, esta verdad dolorosísima: "En la juventud, en esa dichosa edad de las ilusiones en la que el entusiasmo hacia la virtud eleva el alma por encima de todas las cosas, se cree firmemente en la virtud misma, y se siente tanta indignación como asombro cuando se la ve escarnecida en. el mundo. El joven. a la vista de la maldad que osa menospreciar una por una todas las virtudes, se encuentra siempre en situación violenta; se agita en vanos esfuerzos, en votos estériles hacia el bien, y sufre cruelmente cuando ve que la desvergüenza y la perversidad están adueñadas del mundo... Pero, más tarde, cuando los años van calmando su imaginación, anquilosando su corazón ardiente y apagando los juveniles fulgores de su mente ansiosa; cuando el joven ha adquirido por sí la triste convicción de que se irrita en vano contra algo más fuerte que él y que resulta fatalmente inconmovible; cuando ve que todos los hombres se parecen en su despotismo, en su orgullo y en su hipócrita codicia, llevando la dulzura hasta la bajeza, el interés personal hasta la demencia, y hasta la estupidez la total ignorancia de sus fueros y derechos, siente la tentación de echarlo todo a rodar y volverse escéptico, guardando para sí sus principios redentores y diciendo con el clásico: "¿Sed quid indignor? - Ridere sabius est..." Este terrible momento en que la mal llamada realidad riñe- con el ideal la suprema batalla, es, por decirlo así, el momento cumbre, el decisivo de cada vida, al que se conoce vulgarmente por "la edad de los cristos", pues que él se presenta inevitablemente en la plena virilidad, o sea entre los veintiocho y los cuarenta años, como razón suprema de nuestra vida terrestre misma. Si el hombre es entonces derrotado, ya no será en adelante sino un cadáver de Hombre, un alma muerta de las que, al tratar de Plutarco, hemos hablado en el capítulo V. Su felicidad, en lo que le reste de vida física, ya no podrá ser sino francamente grosera y escéptica, o gazmoñamente hipócrita, que es peor aún, pues, como dice El Emilio, de Rousseau (volumen IV de sus obras completas), "no hay más esclavo que el que realiza el mal, porque lo realiza siempre a pesar suyo, y la verdadera libertad, lejos de estribar en esta o en la otra forma de gobierno, radica en el propio corazón del hombre que merece tal nombre de libre, llevándola éste doquiera consigo, mientras que al hombre vil le sigue siempre la servidumbre". "El día de la esclavitud moral -añade Homero, Odisea, 17- despoja al mortal de la mitad de sus virtudes, porque las mismas mudanzas de la fortuna no son sino sucesos que templan los vigores del carácter, haciendo verdaderamente grande al hombre que ni se envanece con la fortuna próspera, ni con la adversa se abate (Tito Livio, libro 45, c. VIII), y hasta el propio dolor tiene sus delicias", como no ignora ningún místico. Esta felicidad, como dice Hans Sanchs a Walter al hablarle (véase Los maestros cantores, de Wágner) de los verdaderos Cantos de Maestro, no está apoyada sino en las Reglas del Supremo Arte, el ARTE DEL "HONESTE VIVERE", del Derecho romano, el vivir no sólo para uno propio, sino para la Humanidad, y con el altruísmo del SACRIFICIO. CAPiTULO XIX. LOS "JINAS" EN "LAS MIL Y UNA NOCHES" "El libro del Velo de Isis". - Hechos extraños que se repiten. - Las mil y una noches primitivas y el Pancha-tantra hindú - Ediciones del gran libro. - El libro de Cama y Dymna. - La imaginación creadora discurre por los mismos cauces desde que el mundo es mundo. - La busca de la verdad histórica en las fábulas y en los niños. - Las "agadas" de una edad más feliz. - Nieve que pasa a cieno. - Schahriar-Zacarías. - El viejo tributo de las cien doncellas. - Dinarzada y Scheherezada, o lo humano y lo jina. - Los redentores cargando con el brma de los perversos. - El comerciante honrado y los tres ancianos jinas. - Otro recuerdo de la Vaca pentápoda. - El pescador y el jina sepultado en el fondo del mar con sus misterios. - Alah-djin, "el jina de Dios". - El "Vellocino de Oro" de Sindbad el marino. - La "Fuente de Oro" de Ctesias, de Gnido. - Seif Almuluk y el Hada de la Matemática. - Ahmed Y el hada parsi Banú, con iU encantado mundo. - El príncipe Alahman y el rey de los jinas. - Las aves de Unus-Ahur. - Contenido de todos estos relatos fabulosos y simbólico del gran libro. Cuantas cosas maravillosas hayan podido chocarnos en el decurso de los capítulos anteriores las vemos repetidas, y aún ampliadas, en ese gran libro iniciático que llamamos Las mil y una noches, o "Libro del Velo de Isis", al tenor de su jeroglífico 1001, "mil y una", y de su "noche o Velo" 148. Esto acaso no pruebe nada para los positivistas escépticos que aún van quedando, rezagados ya del creciente renaCimiento espiritualista de la post-guerra, y quienes nos dirán autoritariamente que ello no prueba sino que son "ensueños de la imaginación, tan felizmente combinados, que gozan del envidiable privilegio de sugestionar por igual con su belleza a los grandes como a los chicos". Para el crítico serio, sin embargo, semejantes repeticiones de hechos extraños, inexplicables, producidas en puntos inmensamente alejados unos de otros en tiempo y en espacio, toman los caracteres que asigna la lógica a la tradición o constante testimonio de los siglos. Muchos menos testimonios contestes de hechos han bastado, en efecto, para tener por indudables no pocas de nuestras cosas reputadas como científicas. Además, ello nos llevaría a tropezar de manos a boca con un descubrimiento pasmoso: el de que la activa o creadora imaginación del hombre, que aquellos ciegos confunden intencionalmente con la pasiva y alocada fantasía, corre siempre por los mismos cauces desde que el mundo es mundo, como respondiendo, por tanto, a leyes inmutables, que no son sino las entrevistas leyes del mundo de los jinas. Para que el lector pueda apreciar, pues, en todo cuanto valen semejantes concomitancias, no estará de más el que haga con nosotros una excursión ligera por el tiempo de aquellos preciosos "cuentos de niños", que no son sino "altísimas verdades de viejos" en su incomprendido simbolismo de fábulas efectivas. Está tan maleada, por desgracia, nuestra presente humanidad, y la historia tan llena de errores (no digamos patrañas, porque, al tenor de la etimología, "patraña" es "cosa de los padres" o santa tradición), que siempre nos sería lícito, por vía de asepsia moral, el buscar la Verdad en esas poderosas fuentes de Belleza prístina que se llaman "las fábulas" y "los niños". Concordando con estos asertos, nos dice por eso la maestra H. P. B. que "en medio de los fantásticos desatinos de Las mil y una noches, mucho podría encontrarse digno de atención si lo relacionásemos con el desenvolvimiento de alguna verdad histórica. La Odisea, de Homero, por ejemplo, sobrepuja en aparente falta de sentido común a todos los dichos cuentos juntos, y, a pesar de ello, está probado que algunos de sus mitos son mucho más que la creación imaginativa etcétera, etcétera, cual si fuese una ley de la imaginación humana el tener que caer siempre poco o mucho en semejante monumento de las edades, sin poder salir apenas una vez de su letra, y, por de contado, nunca jamás de su divino espíritu. Véase Ponos, la genial obra de Melitón Martín, una de las fábulas modernas que más semejanza ofrecen con el antiguo estilo. Por de pronto, el problema del sexo, al que antes aludíamos, aparece vigoroso ya en la Introducción del libro. Los dos hermanos sultanes descubren la infidelidad de sus sultanas respectivas, a quienes decapitan, y, exasperados, creen que todas las demás mujeres son infieles también por ley de su naturaleza, merced a lo cual Schahriar o Zacarías -el mudo sacrificador del templo de Israel, que en el relato evangélico se da por esposo de Isabel, prima de María- se decide a sacrificar, como el famoso monstruo irlandés y gallego del Tributo de las cien doncellas, todas las noches a una mujer, después que ha compartido con ella su regio lecho. Tras tan horrenda carnicería, que tiene aterrado a todo el Imperio, aparece una heroína, Scheherezada, la hija del visir, quien como la Judith de Holofernes, o la Iseo del mito tristánico, se decide a libertar a su pueblo de semejante oprobio y resueltamente se ofrece en holocausto al monstruo, compartiendo su lecho 149. Viene aquí entonces el símbolo de la acción de la Magia en el mundo y en la vida. La jina Scheherezada se hace despertar por su humana hermana Dinarzada "antes del amanecer" (hora de la iniciación), y ésta le ruega que le cuente uno de aquellos divinos cuentos que debía a sus profundos estudios. Scheherezada aprovecha esa hora augusta que precede al alba, y en la que el hombre comienza a salir del mundo misterioso del sueño, penetrando en el de los ensueños más dulces, ensueños jinas que acaso son la única verdad de nuestra existencia, y comienza su relato con la historia del comerciante y el ogro, que no es sino el símbolo del triste destino de la humanidad post-atlante destinada a desaparecer, como destinado estaba a morir el pobre comerciante del cuento bajo la espada del genio del malo magia negra (y como destinada estaba también a morir la pobre Scheherezada), si en aquel momento no se hubiesen presentado tres extraños personajes, dignos de especial mención. Estos tres personajes son tres típicos "viejos" o jinas, quienes se presentan para salvar al pobre comerciante en el momento supremo en que, fiel a la palabra que había dado al ogro de volver al año justo para que le sacrificase por el horrendo delito de haber comido dátiles (los misterios de los "dáctilos", o conocimiento cabalístico mal adquirido), iba a caer bajo la implacable cuchilla del ogro. El primero de aquellos jinas, como el shadú o "conductor de la vaca pentápoda" que figura en los relatos jinas de Olcott y de Blavatsky. a los que hiciéramos referencia en De gentes del otro mundo, pág. 9, conducía a una cierva, cierva que no era sino su estéril mujer, transformada así por una maga en castigo a que ella, para vengarse de una esclava de su marido que le había dado un hijo, los había transformado a ella en vaca, y al hijo en ternera. No hay por qué añadir que semejantes vaca y ternera no son sino la primitiva religión jina reflejada en la célebre vaca de Gautama el Buddha, o sean los dos cultos solar y lunar, de los que hemos hablado tantas veces. El segundo jina llevaba dos perros negrísimos, quienes, a su vez. no eran sino dos pésimos hermanos suyos (u hombres) que, envidiosos de su prosperidad e ingratos a anteriores beneficios, habían tratado de sepultade en el mar ("como lo fuera la Atlántida") a él y a su jaina esposa, la cual, para castigados, los había metamorfoseado en perros malditos. En cuanto al tercero de los jinas salvadores del buen hombre, su historia era tal y tan sublimemente misteriosa (como efectiva historia mágica) que el libro la tiene que callar... Viene luego en Las mil y una noches otra historia celebérrima: la del pescador 150, aquel otro desdichado padre de familia que logra pescar del fondo de los mares la cajita misteriosa en la que el genio de la magia tradicional yacía aprisionado bajo el sello de Salomón. Abierta esta "caja de Pandora", el genio le va a matar para vengarse, decía, de los desaires que había recibido de la humanidad, porque queriendo él libertarla de sus miserias, ésta le había continuamente despreciado. Pero el astuto pescador se da trazas, con el engaño de cierta pregunteja al estilo de las célebres de Wotan a Mimo en el primer acto del Sigfredo wagneriano, a volverle a encerrar en su caja; y encerrando con él toda "esperanza" de ulterior liberación. Con este motivo, el genio relata al pescador unas lindas historietas: la del Médico Durbán, la de El marido y el papagayo, la de El visir castigado, sobre cuyo alcance jina no podemos detenernos, como tampoco sobre el echado de las redes al agua y la pesca de los cuatro pececitos de colores, simbolismo de las cuatro razas humanas extinguidas antes de esta nuestra quinta raza, y del Príncipe de las Islas Negras, de lo que hemos sacado el debido partido en otro lugar 151. Baste indicar aquí que toda la leyenda del pescador es jina desde el momento en que el genio le lleva a éste a echar sus redes en cierto secreto lago, oculto en el más pintoresco jardín que puede darse, y que, "no obstante encontrarse del otro lado de la montaña que dominaba a la capital, ninguno de los nacidos en ella le había visto jamás, como tampoco a las cuatro clases de peces del lago, los blancos, los azules, los rojos y los amarillos", representaciones respectivas de las cuatro grandes razas troncales antecesoras de nuestra quinta raza aria. También, por ser jina, coincide el resto del relato con tantos otros que llevamos consignados en capítulos anteriores, como cuando el sultán, maravillado por los prodigios que había visto realizar a los peces, se lanza solo, de noche y con gran secreto, a recorrer "el desconocido Sendero de la llanura", hasta dar, al cabo de mucho esfuerzo, con el palacio atlante del Príncipe de las Islas Negras, o del Pecado, recorriendo en sólo un día, y por modo jina, un itinerario en el que, al regresar al modo humano, necesitó emplear tres largos meses. Seguir detallando más en estas sugestivas leyendas iniciáticas de Las mil y una noches, resultaría difícil, porque ni aun se sabría escoger bien. Nuestro objeto aquí se limita, pues, a echar una rápida ojeada jina por la sublime obra, contando con el conocimiento que todo hombre ilustrado debe tener de ella. ¿Quién, por ejemplo, no recuerda la leyenda de Aladín o Alahdjin, el jina bueno, "el jina de Alah"? Ella sola bastaría para probar el intento de este capítulo. En efecto: un ser puro, un niño (que niños se llama en el lenguaje iniciático a todos los que empiezan a recorrer el Sendero), hijo de "un sastre", quiere decir de un santo hombre conocedor de "los shastras", o versículos sagrados védicos, conoce a un hechicero, quien trata de utilizarle en el proyecto de robar cierta lámpara maravillosa (la del Conocimiento iniciático), escondida allá en las grutas de lejanísimas montañas. Llegados al sitio, tras el penoso viaje, el niño, por la virtud del anillo del mago, levanta una gran losa blanca y penetra, animoso, en el subterráneo, donde, a vuelta de mil prodigios, como los que el coronel Olcott nos narra en otro lugar (De gentes del otro mundo, capítulo 1), Y referentes a otro niño de Bombay que también logra bajar de igual modo al mundo de los jinas, se ve rodeado de un verdadero Paraíso, a la manera de los que anteriormente van descritos. Allí ve "al pájaro que habla" (como le viese y oyese el Sigfredo de Wágner bajo el tilo), "a la fuente que mana oro" y "al árbol que canta" 152. Por fin roba la lámpara maravillosa, y por ella conoce las perversas intenciones del hechicero, a quien, astuto, logra dejar encerrado en el subterráneo, mientras que él, gracias a la lámpara y al anillo, logra mágicamente cuantas riquezas pueden apetecerse en este mundo... ¿Quién no recuerda, asimismo, las aventuras de Sindbad el marino? El Ave-roc que le lleva raudo por la región de los aires hasta hacerle conquistar un verdadero Vellocino de Oro, no es sino la famosa Ave-Fénix de los griegos; el Pájaro GARUNA de los parsis, el Ave-Li del gran poema chino del Li-sao (Grutas, pág. 210), y en la que el poeta precristiano visita las recónditas soledades iniciáticas del Tibet, tornando luego a este bajo mundo de los hombres, tan rico de bienes como de espíritu, porque es sabido que la miseria física de éstos no es sino el karma, reflejo o consecuencia de su miseria moral, y por eso, como dice el Evangelio, "debemos tan sólo buscar el Reino de Dios y su Justicia (mundo jina del Ideal), que lo demás nos será dado por añadidura", Si las riquezas físicas viniesen, en efecto, siempre a la par que las morales, y no después (ora en este mundo, ora en el de los jinas), seríamos virtuosos..., por egoísmo, es decir, careceríamos de toda virtud efectiva y basada en la renunciación del sacrificio. Y, cuento tras cuento del gran libro, en todos aparecen los nombres jinas, sus jardines encantados, sus tesoros inauditos y su perfecta liberación enedimensional de esta nuestra triste cárcel de materia física, impenetrable para nosotros como tal, pero perfectamente penetrable para ellos, como seres hiperfísicos, y desde la que pueden establecer sus espirituales protecciones sobre los justos, de quienes es tal mundo. Tal es el relato del cuento del heroico príncipe Seif Almuluk con la hija del Rey de los Genios, pues es una de las leyendas orientales que hacen mayor alusión al espiritual consorcio posible de jinas y hombres, pese a la barrera natural que se alza entre estas dos razas de seres. En tal sentido, es interesantísima y de valor inapreciable. Compendiémosla en pocas palabras. Seif y Said eran dos amigos inseparables, hijos, el uno del rey de Egipto, y el otro de su visir. Ambos habían sido concebidos por modo casi milagroso, de madres estériles, gracias a los consejos del rey Salomón, quien había deparado para el príncipe su anillo -el oro del pensamiento- y una cajita misteriosa, encerrando un vestido hecho con alas de mariposa -la imaginación-, y para el hijo del visir una fuerte espada y un fuerte venablo 153. Abierta por el príncipe la cajita, ve retratado en el velo del vestido -velo de Isis- la imagen de una beldad sin par en el mundo: la del hada Badial lamal, hija de Nahual, hijo de Charuc, primer rey de los genios creyentes que moran en la Isla de Babel, en el jardín de Irem o Irán. El joven se lanzó, en unión de Said, a buscar al hada por todo el ámbito del mundo, sin hallar quien de ella le diese razón en parte alguna, pasando cuantas amarguras y pruebas son de rigor en tales casos 154, Antes tuvo que redimir de su esclavitud a la dama Daulet-Chatun 155, su hermana de leche, y una vez que hubo alcanzado la suprema felicidad de conocer al hada de sus amores, se riñó gran contienda entre los buenos y los malos genios (los nilo lohitas, los rojo-azules), por si un mortal, por grande que fuese, podía enlazar con un hada sus destinos, pero gracias a Daulet-Chatun, o sea a la ninfa de la Matemática, el enlace es admitido por el " Rey de los Genios156, y Seif-Almuluk se une a Badial Iamal, y su hermana Said con la admirable Daulet-Chatun, para que el recto espíritu de la justicia que a la Matemática trascendente preside pueda asesorar en los destinos del Mundo. Otra prueba más, en fin, del carácter simbólico matemático de Daulet-Chatun nos la da la leyenda al decir que el espíritu del mal genio que la tenía encantada en el palacio negro, entre el cielo y la tierra, era inalcanzable para todo mortal, pues yacía escondido en el pecho de un ave misteriosa -la Unidad-Una, alma del Mundo-, ave que, a su vez, estaba encerrada en siete cajitas -las siete decenas del sistema septesimal, propio de todos los símbolos de Oriente-; estas siete cajitas en siete cajas -las siete centenas-, y éstas, finalmente, en un sepulcro de mármol - el millar septesimal157. En el príncipe Ahmed y el hada sublime vienen, como siempre, los jinas, la peri o parsi-Banú, a saber: Tres príncipes, hermanos, se enamoran de la misma princesa, y, para fallar su pleito,. el sultán los envió a los tres por el mundo, para que volviesen al cabo del año con alguna cosa extraña y rara. El que aportase la cosa más preciosa recibiría en galardón la mano de la princesa. Al cabo del año cada cual volvió con su preciosidad, es a saber: el segundo hermano, con una alfombra -¿aeroplano?-, con la que bastaba colocarse sobre ella y pronunciar cierto conjuro, para ser arrebatado por los aires y llegar al sitio que se quisiera; traía el hermano mayor. un espejo mágico, adquirido en Persia, en el que bastaba mirar para ver las cosas más remotas en el espacio o en el tiempo; y el tercero, que era Ahmed, una manzana, como las famosas de la Freya escandinava, o las no menos célebres del jardín de las Hespérides, "Cogidas en el valle del Sogda 158, uno de los cuatro ríos del Paraíso, que bastaba dada a oler a cualquier enfermo para que al punto recobrase la salud. Los tres hermanos, al finalizar el año, se reunieron en una ciudad muy distante aún de la corte y se comunicaron sus adquisiciones respectivas; pero cuál no sería su dolor cuando, al ensayar el espejo mágico del mayor, vieron con él que agonizaba por momentos la princesa tan codiciada por los tres. Al punto vuelan los hermanos, rápidos como el rayo, en la alfombra del segundo, y gracias a la manzana del tercero logran restituir la salud a la princesa. Perplejo el sultán porque sin cualquiera de las tres cosas su hija habría muerto, remite el otorgar su mano a la prueba del arco, tan común entre todos los pueblos antiguos. La princesa casaría con aquel que arrojase más lejos su flecha159. La del primer hermano va lejísimos, pero la sobrepuja aún el segundo. La del tercero, sin embargo, va tan lejos que llega a perderse en lontananza, sin que nadie alcanzase a encontrarla. El sultán concede, pues, la princesa al segundo, y mientras el primero se retira a un cenobio, el tercero, creyéndose injustamente preterido, se aleja de la corte, errante, a la ventura. Aquí llega una nueva historia de los consabidos subterráneos de los jinas. El príncipe Ahmed, en efecto, a vuelta de mil penalidades por todo lo descubierto de la tierra, marchando siempre adelante, como marcharse debe por el camino de la perfección, cayó exhausto, al fin, junto a unas enhiestas y retiradas rocas, a cuyo pie vió caída la flecha de su esfuerzo. Ella había dado ciertamente en el blanco, pues que había abierto de par en par una estrecha puerta de hierro sin cerradura en -lo más raso de aquellas rocas, ocultas a las miradas del mundo... Penetra el príncipe lleno de resolución a lo largo de aquellos maravillosos subterráneos, y, sin detenerse en sus riquezas infinitas, descubre al Hada de su Amor, a la incomparable PariBanu, a cuyo lado conoce, por vez primera, el verdadero Amor trascendente que inspirar no puede ninguna mujer en el mundo, y pasa una existencia feliz al lado de su Adorada. La voz del deber y de la sangre recuerda al fin al príncipe que ha dejado a su padre y a sus gentes en este bajo mundo, y recaba del hada permiso para volverlos a ver, a condición, sin embargo, de que no hable al sultán de su casamiento ni del retiro en que ambos viven tan ricos y felices. Poco a poco menudean las visitas del príncipe al reino de su padre, hasta que la envidia cortesana, intrigada por un fausto como el del príncipe de tan ignorado origen, apeló a la necromancia y -violó el secreto del retiro de los dos superhumanos amantes. El padre comienza entonces a pedir a su hijo verdaderos imposibles, que mágicamente, sin embargo, son realizados al instante por los genios servidores de la inmortal pareja, y, por fin, solicita nada menos que el conocer a uno de estos genios, a su rey Schaibar o Kabir, hermano del hada, quien cae entonces sobre el reino y realiza sobre todos los necromantes delincuentes aquellos -sultán, visir, cortesanos, etc.- una justicia cual la de la Atlántida o su émula Sodoma. El príncipe Zeyn Alasnam y el Rey de los Genios es otro de los mejores pasajes jinas del gran libro. Dicha leyenda del príncipe Zeyn Alasnam, o bien del príncipe Man-Mah-Djin (el djin bueno), correctamente leído a la inversa, como corresponde a todos los nombres arios leídos al modo semita, ha circulado profusamente por España en uno de los más hermosísimos pliegos de cordel, bajo el título de "El Príncipe Selim de Balsora y el Anillo Prodigioso". El príncipe, hijo de un gran Rey Iniciado, descubre, por un viejo pergamino legado por su padre, un subterráneo inmenso, donde, aparte de las preciosidades consabidas en los subterráneos de esta clase, apareció una rotonda con ocho estatuas maravillosas, verdaderas musas de aquel encantado recinto, y un pedestal vacante consagrado para una novena estatua, que, por consejo de un venerable anciano que se le ha aparecido en sueños, ha de conquistar el joven yéndose a tierra de Egipto, la cuna, en unión de Persia, de toda la magia de Occidente. De la capital de dicho país pasa el joven, guiado por un Mentor compañero de su padre, a La isla de los genios, isla sagrada idéntica a la "Isla blanca", no pocas veces descrita por H. P. Blavatsky, pero no sin antes haber pasado por las infinitas pruebas que son de rigor para todos los neófitos del ocultismo. En la isla le recibe el Rey de los Genios, quien le entrega cierto espejo mágico con el cual tiene que recorrer el mundo hasta encontrar una compañera digna de él, cosa que conocerá mirando siempre en el espejo, porque si el espejo -que no es otro sino el de la conciencia- se empañase, sería prueba de que el camino seguido era falso, y recto cuando el espejo no se empañase. Tras mil peripecias peligrosas, halla al fin la deseada joven, ante la cual no se empañó el espejo mágico, y celebrados los desposorios con ella, el Rey de los Genios le exige que se la entregue en pago de sus buenos servicios y que regrese a Balsora, en cuyo subterráneo encantado hallará la novena estatua que le falta. Cúmplelo así, aunque con terrible sacrificio, el joven, y al regresar a su reino y al subterráneo halla con sorpresa indecible a su amada como una novena estatua, coronando el pedestal vacío. El simbolismo de esta leyenda es uno de los más diáfanos que existir puedan acerca del proceso iniciático, a lo largo del cual, y a costa de penalidades, el alma del hombre logra descubrir a su "Osiris", Solo Espíritu Supremo, con el que se desposa místicamente, al fin, cuando el crisol del dolor le ha purificado por completo de todas sus pasiones animales, realizando así el ideal supremo de esa evolución humana que conduce al mundo de los superhombres. El príncipe Uns Almulud y Ward fil Akman, la hija del visir, es leyenda que encierra el mismo simbolismo que las anteriores, aun que aparecen en ella algunas particularidades que conviene puntualizar. La más característica es la relativa al alcázar construído por el padre de la doncella, el visir de Schamech. Laneck, sobre el inaccesible Monte Thakla -el monte Huérfano, el retiro Solitario-, en una isla en medio del Mar Cano o Mar Polar, ni más ni menos que la isla Blanca de que nos habla H. P. Blavatsky como el más excelso retiro de la Gran Logia de Iniciados que gobierna al mundo. El' príncipe, para llegar hasta allí, da antes cima a los consabidos imposibles, entre ellos, como Pan y - Apolo, el domesticar con el habla -la Palabra Sagrada- a los animales que pretenden cortarle el paso. Un ermitaño le ayuda a tejer la red o tela, con la que puede aquél subir finalmente al castillo. Otro detalle es la multitud de aves que rodean a la dama en el castillo y que hablan prodigios como la de -Sigfredo, anunciando al príncipe Uns o Unus -el único- las glorias de Ward o Ahur-Aura, su amada, que yace en el castillo inaccesible, como Brunhilda en su roca rodeada de llamas. Juega en el relato la capital Ispahan, que tan estrecho parentesco, pese a nuestra filología de topos, guarda con el de España. La multitud de versos con los que se ameniza el relato son agregados posteriores de grato sabor árabe. Para terminar, pues, esta tan rápida ojeada sobre la primera obra novelesca del mundo en tiempo y en mérito, digamos dos palabras acerca del cuento más genuinamente jina que contiene, a saber: el del príncipe Camaral-zamán y la princesa Badura, donde hombres, hadas y genios conviven. El príncipe Camaral-zamán, por resistirse a contraer un matrimonio de Estado, fué encerrado por su padre, como el Segismundo de Calderón, en solitaria torre. El hada Mainuma le sorprende durmiendo, y admirada de tan sobrehumana belleza, comunicó su asombro a un genio amigo, quien le dijo: -Por bello que el príncipe persa sea, infinitamente más bella es mi princesa Badura, quien, por análogas resistencias hacia cuantos matrimonios de conveniencia quieren sus padres imponerle, también vive, lejos de toda mirada humana, confinada en estrecho destierro. -Eres un insensato, hermano genio, si pretendes hacerme creer que tu princesa es la mitad de hermosa, siquiera, que mi príncipe. Con esto, trabaron una terrible discusión la gentil hada y el genio testarudo. Para zanjarla de una vez, convinieron en ponerlos uno al lado de la otra, durante su sueño; pero la discusión tomó caracteres gravísimos, porque, aun viéndolos juntos, dormidos, hada y genio se mantuvieron en sus trece respecto de aquellas bellezas-tipo. -Adjudiquemos entonces el premio de la hermosura al que de ellos tenga mayor belleza moral; es decir, al que, despierto, se muestre más tierno y amoroso, ya que no existe en el mundo belleza comparable a la inmarcesible belleza del corazón - convinieron entrambos entes invisibles. Y ya, no sólo los reunían cuando bajo mágico beleño dormían uno al lado del otro los dos príncipes, sino que los despertaban alternativamente; pero fueron tales las pruebas de supremo amor que uno a otro joven se dieron, del modo más casto, que la duda quedó en pie, como al principio. Inútil es añadir que lo mismo él que ella despiertos ya y cada uno en su reino, que distaban entre sí miles de leguas, confesaron el maravilloso suceso a sus padres respectivos; pero el problema que a entrambos amantes se les presentaba parecía insoluble. ¿Cómo encontrar, en efecto, para la princesa, el enamorado príncipe de su ensoñado amor? Aquí la serie de aventuras, iniciáticas todas, y todas a la usanza de las leyendas, que el lector puede hallar admirablemente descritas en el texto en cuestión, hasta el día en que, tras mil penalidades y conflictos, los dos amantes pudieron verse el uno en los brazos del otro y ser felicísimos. Nuestro propósito al recordar la hermosa leyenda oriental, no va más adelante, pues que se limita sólo a puntualizar uno de los hechos más extraños e inexplicables, que preceden siempre al verdadero amor y que se condensa en el famoso dicho castellano de que "casamiento y mortaja, del cielo bajan"; es decir, que dependen en absoluto del misterioso juego del Destino, que llama casualidad el vulgo. ¿Por qué desconocida ley orgánica suele iniciarse la pubertad, en uno y otro sexo, con ensueños premonitorios, de emotividad inenarrable, cual si en ellos jugasen, digámoslo así, hadas y genios, al modo de los famosos íncubos y súcubos de la literatura eclesiástica medioeval? ¿Por qué y cómo, ya en la realidad, el herir de ese instantáneo dardo de Cupido, el dios niño, loco y ciego, decidiendo en un instante el porvenir entero de los con tal flecha heridos? Henos, pues, aquí, otra vez y siempre ante el problema del amor, el eterno problema, y en el que más que en ningún otro actúan en nuestro mundo los seres invisibles del submundo y del supramundo, que diría el gran teósofo portugués vizconde de Figaniere. El Amor, que es más grande que la Muerte, pues que la mata 9ando vida, es el nervio todo del inmenso poema en prosa de los parsis primitivos; pero el Amor con mayúscula, ese amor que, arrancando del santo hogar ario en el que el brahmin o pater familiae es sacerdote en unión de la mujer, el hijo, la hija y el extranjero protegido, se llega a elevar por encima del sexo mismo, en símbolos y emblemas ya trascendentes de un mundo superior o jina, que nos aguarda piadoso para después de ese solemne día en que, dejando aquí la carne, que es la hija y la madre del sexo, se nos descorra con la muerte el casto misterio de Las mil y una noches, o sea, bien traducido, EL VELO DE ISIS. CAPÍTULO XX. LA LITERATURA CABALLERESCA ES LITERATURA "JINA" El Don Quijote de la Mancha y los Libros de Caballería. - Destrucción de los Misterios atlantes y arios. - Hércules-Alcides. - El gran encantador Merlín, el jina. - El Baladro de Merlín. - Los doce trabajos de Hércules y la Tabla Redonda. - El doce en los Misterios. - "Yo soy Merlín, aquél que las historias...". - Arthus-Suthra, Uter y Pendragón. - La isla Avalloria o "de los ancianos". - Un pasaje de Gibbon. - Opiniones de Hume, Clemencín, Aribau y otros. - "El hilo de Oro". - El Kama-loca gaelés. - El cuervo de Arthus y la Ciudad del Dite. - El Rey Pescador y su Grial Santo. - Los eternos "lobos con piel de oveja". - Viejas "patrañas" verdaderas. - Las crónicas de Turpín, Carlo-Magno, Orlando y los Doce Pares. - El Telesín de Rusticiano de Pisa. El nieto bretón de Eneas. - Amadís y su Peña Pobre. - Tirante el Blanco, el Caballero del Febo, Partinuplés y demás héroes caballerescos. - La conquista jina de "el ultramar de la vida". - Salidos, Galateas y demás gentes de la pastoril "Arcadio-jina". - La "Jerusalén libertada", del Tasso. - Los "Cuatro hijos de Aymón". - Godofredo de Bouillon y la Magia siríaca. - Circes y héroes. - La "fuente de la risa". - Los cruzados y los jinas. - Los caballeros del Temple y el Viejo de la Montaña. Quien con las luces teosóficas estudie a fondo la incomprendida y calumniada literatura caballeresca que el doctor Daniel Huet atribuye a árabes e hindúes, verá bien pronto que ella es simbólica, iniciática o jina. La célebre sátira de Cervantes en su Don Quijote, lejos de destruirla, como parece, la depura y sublima, cuando se sabe leer entre líneas, y toda la Edad Media debió sus luces, en medio de la general ignorancia, a la corriente de idealismo, caballerosidad, heroísmo y ciencia trascendente que ella aportó al mundo de los bárbaros, aunque el mundo, ciego, no siempre llegase a comprenderla. Por desgracia, un tema tan amplio mal va a poderse desarrollar en un mero capítulo. Quédese ello para un libro, aunque se den aquí las tónicas oportunas del mismo; tónicas iniciáticas, es decir abstrusas, intuitivas y hasta cierto punto secretas; tónicas que el lector por sí mismo es el único llamado a desenvolver, a guisa también de "caballero andante del Ideal", en demanda de su efectiva salvación jina tras las negruras de esta miserable vida física, que no es sino tránsito, duda, dualidad y lucha 160. Roma, por Julio César, había destruido en las Galias ese culto iniciático-jina o de los Misterios Atlantes y Arios, del que tan por extenso nos hablan Ragon en su Ortodoxie Maçonnique, y Blavatsky en el tomo nI de su Doctrina Secreta; pero como el demonio de ella en Gales, Escocia y aun Irlanda era casi nominal, no bien se desmoronó el Imperio, llegaron las invasiones normandas y se recrudecieron las luchas de los pictos y escotos contra los galoceltas, caledones o bretones, es decir, contra los herederos de esos Tuatha de Danand galaicos, de los que nos hemos ocupado en diversos lugares 161, y se hubo de resucitar la misma tradición primitiva de las hazañas simbólicas de Al-cide, Hércules o "el Señor", es decir, de los atlantes de la Buena Ley o jinas, que se salvaron de la gran catástrofe, en lucha contra los secuaces de la Mala Magia, que en ésta perecieron. Es, en efecto, una ley en la evolución del mito la de que las hazañas recientes de un héroe se encapsulen, digámoslo así, en las de otro más antiguo, como se ve en las de Napoleón imitando a César, César a Alejandro, Alejandro a Dario, a Sesostris, etc., dentro de la eterna repetición cíclica de la Historia entrevista por Vico. El nuevo Hércules o Arjuna galocelta del año 514 se llamó ARTHUS, y su Instructor, el Krishna nórdico que le animase en sus luchas, fué Merlín, "...aquel que las historias cuentan que tuvo como padre al diablo (mentira autorizada por los tiempos), príncipe de la Mágica y Monarca y archivo de la Ciencia Zoroástrica, émulo a las edades y a los siglos..." En efecto, del mismo modo que Jehovah se le aparece a Moisés y Jesús a Pablo, o sea como el Maestro iniciador se aparece al fin al discípulo antes de que éste inicie su labor redentora, Merlín, el Archidruida o Pontífice, surge un día de su sepulcro ante los asombrados ojos de Arthus, y del mismo modo que antes lo había hecho con el Pendragón Vortigerno en el lago seco iniciátíco, le lanza a Arthus el terrible Baladro (Threno o Profecía) de la serpiente blanca y de la roja, arrolladas en la Tau, formando el eterno caduceo de Mercurio, y le habla del formidable Jabalí de Cornuallis, del León de Justicia 162, y, en fin, de la necesidad que tiene Arthus, como "pendragón" o caudillo también de los siburos, bretones, caledonios, tuathas y demás pueblos primitivos occidentales, de emprender valeroso la difícil conquista del Santo Grial, el Monte Santo de la Iniciación, que, como hemos demostrado en el capítulo "Parsifal", de nuestro Wágner, mitólogo y ocultista, no es ningún "plato", "copa", "joya" ni "piedra física", como dieron después en decir los necromantes falsificadores del augusto mito ario-atlante, con cargo a uno de los sesenta y ocho Evangelios apócrifos, al hablar de la lanza de Longinos y de las predicaciones de Josef de Arimatea, para estímulo de todos aquellos héroes de la Tabla Redonda, Galoz, Booth, Don Galván, Perceval o Parsifal, etc., etc., encargados de su conquista. Según el mitógrafo español don Buenaventura Carlos Aribau, en sus Libros de Caballerías (Revista Crítica de Historia y Literatura, página 326 y siguientes); Pellicer, en una de sus notas al Quijote, sostiene que Ambrosio Merlín fué un célebre inglés, tenido por encantador y mago o profeta, que floreció por los años 480, y de quien la grosera malicia de algunos, recordando las apocalípticas supersticiones acerca también del Anticristo, se decía que fué hijo de una princesa loca y de un feroz demonio íncubo, quien transmitió a su hijo toda su prodigiosa ciencia. Feijoo, en su Teatro Crítico (II, disc. 5), aún daba más pelos y señales de la tal madre de Merlín, diciendo que fue una religiosa del monasterio de Cacumerlin. En cuanto a su Baladro, también se narran en él muy minuciosamente los lazos santos que ligaran al viejo instructor Merlín con sus tres principales discípulos: alero, Pendragón y Arthus, o sea "los hombres nacidos de mujer", los "dioses" y los "héroes" 163. Merlín, pues, era un efectivo Maestro o jina, y como tal, guarda conexiones con los héroes de todas las teogonías. Es, por de pronto, el Hércules ógmico, del que ya hemos hablado a propósito de los Tuathas, y por eso inspira con sus doce trabajos solares las doce victorias de su discípulo Arthus, o Suthra, "hilo de oro conector", o Verbo, entre su excelsitud y la bajeza del mundo. Arthus, a su vez, crea sus doce discípulos, que son otros tantos héroes de la eucarística Mesa, o Tabla Redonda, en representación de los respectivos doce meses del año, o sean los doce hercúleos "trabajos de vida" que actualmente realiza en la Tierra el Sol, cosa también representada de igual modo iniciático en los doce patriarcas antediluvianos; en los doce hijos de Jacob, patriarca de Israel; en los doce apóstoles, discípulos de Jesús; en los doce puntos pitagóricos; en los doce hijos de Ida y de Adyti; en las Doce tablas de la ley romana (que son las mismas del Decálogo, con más otras dos secretas), y, en fin, en los doce dioses mayores, o signos del Zodíaco, uno de los cuales es el Hombre. Y de igual modo que la grosera tradición relativa a la apoteosis jina de Hércules (como la de Enoch, Elías, Simeón ben Yocai, etc., que llevamos descritas) le hace víctima del fuego devorador y pasional, originado al vestir la terrible túnica de su esposa Deyanira, la tradición caballeresca de Merlín nos le presenta a éste encerrado y encantado en su tumba, como castigo a su debilidad con su esposa Bibiana, quien, por halagos, le arrancó, en prueba de amor, la Palabra Sagrada que podía encadenarle, ni más ni menos que al asceta Kandú la ninfa Pranlocha, según se lee en los Puranas védicos. Desde entonces, Merlín yace en la terrible ciudad del Dite o Daythia del submundo, como yacen en el tarn, en el dolmen, en el valle iniciático o en la montaña sagrada los gaedhélicos Tuatha; yace, añade la tradición, "transformado en cuervo", es decir, sumido en las tinieblas, o "noche" del humano ciclo de caída, o "kali-yuga" , en espera del cisne, el Lohengrin humano o "Caballero andante del Ideal", que ha de venir a desencantarle, o sea a sacar de nuevo la salvadora Magia blanca a la luz del día para traer otra vez la Edad de Oro a la Tierra. No hay que decir con esto si la leyenda simbólica de Merlín no está enlazada con todas las grandes leyendas iniciáticas, desde la del sacrificio de Daksha, el Prometeo encadenado y el "cuervo-cisne apolíneo" de Cástor y Pólux (noche y día, invierno y verano, contrarios complementarios, en fin, en la Naturaleza) , hasta la Divina Comedia, el Paraíso Perdido, las leyendas lohengrinescas de la infanta Isomberta o Isis, la de las dos aves; blanca y negra, de Odin (Hugín y Munín) , el cuervo-cisne de los templarios y de los piratas Wikingos escandinavos, y todas las demás, que son consecuencia de la primitiva leyenda jina del Gautama y su "Vaca", y la primitiva leyenda egipcia de Osiris-Isis-Horus-Tiphón, la terrible Tetracys pitagórica, por la que temían jurar hasta los dioses... El anciano Merlín, el joven verbo Arthus, los doce patriarcales caballeros de la Redonda Mesa eucarística del Grial, mesa actualmente en poder del "Rey Pescador", "Ictius" (personaje que no hay para qué señalar con el dedo despertando sectarias suspicacias), son todos una teogonía medioeval y jina, que puede ponerse sin desdoro al lado de cualquiera otra de las antiguas en su séptuple significado astronómico, numérico, geométrico, filológico, biológico, artístico e histórico. Por desgracia, la eterna necedad humana, ayudada por los "lobos con piel de oveja" o "mercaderes del Templo", la hizo fracasar, como acaso logren realizado también con el presente movimiento teosófico. Y como se trataba de teogonías secretas, sólo se podía llegar a ellas por iniciación. De aquí todo el conocido ritual caballeresco (transcripción de otros más antiguos y que ha venido a parar hasta la moderna francmasonería), con sus cuatro grandes épocas: la teosófico-iniciática y secreta del siglo XI; la guerrera y mundana de las Cruzadas; la albigense, y la ya decadente y literaria que ha llegado hasta nosotros informando con sus principios, tanto o más que el propio Cristianismo, a toda la vida moderna, con sus "leyes de caballerosidad y de educación", "códigos del honor, la dignidad y la galantería", "palabras de caballeros", y tantas otras que parecen haber encontrado, como Merlín, su tumba en la sima materialista de la Gran Guerra y en lo que después se nos quiere traer... Así durante la terrible noche de la Edad Media (noche de la que no hemos salido aún quizá) brillaron soberanas las "patrañas viejas y las olvidadas hazañas de nuestros padres -o jinas-, contenidas en los tres libros del esforzado y virtuoso caballero Amadís, hijo del rey Perión (o Pelión) de Gaula y de la reina Elisena", como reza la portada del Amadís de Gaula, "corregido y enmendado por el honrado y virtuoso caballero Garci-Ordóñez de Montalbo, regidor de la noble villa de Medina del Campo", y por eso ha podido asegurar Clemencín (Comentarios al Quijote, cap. VI) que la cuna de los libros "caballerescos españoles lo ha sido Portugal"; como la de los franceses lo han sido la Bretaña y Normandía; la de los ingleses, Gales y Cornualia; la de los normandos, Escandinavia, y la de todos ellos, en fin, la leyenda ario-atlante de ese ser amado de Isis o Amadís, que se pierde en las tinieblas de la prehistoria, libro ibero y nórdico occidental con el nombre de Hércules, el Arjuna del Mahabharata, que también pasase a América con el nombre de Quetzalcoatl. ¡Qué de libros no han derivado, en efecto, del Baladro, de Merlín (480) , Y de las no bieI; conocidas y "apócrifas" Crónicas del Arzobispo Turpín (800); de la jinesca y anónima Historia de Carlo-Magno, de Orlando y de los Doce Pares (1110); del Telesín y Marquín galeses (las Shekinales y el Melquisedec cabalistas) , traducidas en 1120 por el "jina" Rusticiano de Pisa; de las Historias bretonas de Brutos,. el nieto de Eneas, hasta Calevastro o Kale-d'astro, prínciPe de Gales, muerto el año 700, traducidas al latín por Maese Eustaquio en 1115, y la gemela Historia latina de los bretones Merlín, Arthus, Lancelote, Issota, Tristán y Perceval, del benedictino galés Godofredo d,e Monmouth en 1138, todos a base, por decido así, del Dolophatos, o Novela de los Siete sabios de Grecia, y del libro hindú de Los Siete con.. sejeros de Send-bad, traducido al francés por Heriberto Leclerc. Amadís en la Peña Pobre llamándose "BeItenebros" o el "hijo", el "sumido en las tinieblas de la duda y de la desesperación", no es sino el Segismundo, el welsungo de Wágner, que, pudiendo llamarse Friedmundo, "boca de par", y Frohwalt, "el que se agita en la alegría o el éxtasis", toma el nombre de Wehwalt, "el que aquí abajo yace en el dolor de la vida física", para ascender luego a los cielos del Ideal (o de su señora Auri-ana) tras sus torturas. Tirante el Blanco, Lanzarote, como El Caballero del Febo o Solisdán, Partinuplés o Partéríope (el hijo de las Musas del Partenón), Perceforest, Amadls de Grecia, Roldán, Oliveros, Guy de Borgoña, Ricarte de Normandía, Baldovinos o "Val-bovino", Reinaldos, Lisuarte, Olivante de Laura, Florismarte de Hircania, Belianís, Tablante "de Rico-Monte", Rugel o Rigel de Grecia, Esplandián, Pierres y su Magalona (o "maga Elena"), Cirolingio de Tracia, Durandarte, el Cid y, en fin, la copiosa serie de los Palmerines de Oliva y de Inglaterra, Primaleón, Platir, Polendos, Don Duardo, etc., no son sino otros tantos "héroes solares", más o menos históricos, que en sus crónicas y países respectivos resucitarán, más o menos "superhombres u hombres del Ideal", la nunca muerta leyenda del primitivo Hércules (el sabio, el griego, el egipcio y el hindú), como se resucitará siempre que en las grandes angustias de los pueblos éstos clamen al Destino, entonando, como la EIsa del Lohengrin, el tema del supremo dolor, llamado también por Wágner en sus obras EL TEMA DE LA JUSTIFICACIÓN 164. Todo esto sin contar, alIado de los libros jinas o caballerescos, esos otros tan afines a ellos y nacidos de su decadencia que se consagraron también, en prosa y verso, a cantar las delicias jinas o paradisíacas de la feliz Arcadia, tierra de Ultramar (el ultramar de la Vida, el "reino de Sobradisa", el "Jardín de Flores", o sea el otro mundo) , con sus Salicios, Nemorosos, Filebos, Darineles, Galateas, Filis y Dianas, en los que tanto sobresaliese -y él harto sabía por qué- el inca Garcilaso, del que hablásemos en anteriores capítulos al tratar de sus antecesores incas. Bien lo comprendió así el genial Cervantes, cuando de su valeroso caballero Don Quijote vencido, y de su escudero Sancho, quiso hacer en los últimos capítulos "dos nuevos pastores de la soñada Arcadia del Descanso post-vitae", cual si el héroe manchego presintiese ya vecina su muerte física, tras el natural cansancio de todo caballero andante que, a lo largo del Sendero de Liberación, ha recorrido las cuatro partes del mundo en busca de aventuras de todo género en las que poder mostrarse superhombre, jina o justo... Los libros de caballería, con todas sus degeneraciones de los últimos tiempos, que acabaron por desacreditarlos, son, pues, eternos. Lejos de haber muerto, como erróneamente se dice, bajo la sátira del manco de Lepanto, viven hoy de nuevo, con su Grial y todo, e inmortalizados, además, por la más sublime de las músicas descriptivas en esas inmortales obras del coloso de Bayreuth, que se llaman Lohengrin, Tannhauser, Tristán e Iseo, Parsifal y El anillo del Nibelungo, a todos los cuales hemos consagrado un modesto pero adecuado comentario en el tomo nI de esta Biblioteca. Por otra parte, en la rápida exposición que vamos haciendo en este capítulo, no sería perdonable el que omitiésemos algunos pasajes, jinas también, aunque de contraria índole, de las Cruzadas, el imponente hecho histórico que puso al Occidente en comunicación con el Oriente y preparó, además, el descubrimiento de América. Pasando por alto las maravillas que se cuenta precedieron a la elección del gran caudillo Godofredo, primer rey cruzado de Jerusalén; las hechicerías de la madre del sultán Kerbogá y de los mágicos de Judea; los casos de Guillermo de Tiro, Bernardo el Tesorero, el pontífice Adhemar, penetremos un poco en ese otro "libro de caballerías con más o menos historia", llamado La Jerusalén Libertada, del Tasso. En ella vemos, ante todo, la figura de Godofredo de Bouillon, el caudillo de los cruzados, que llega con sus tropas hasta las proximidades de Sión. Alarmado Aladino, el rey de Judea, llama al mago Ismeno para que se prepare a combatir con sus artes necromantes a los soldados de la Cruz, a la manera de aquel terrible Mangis de quien se habla en la Crónica caballeresca de Los Cuatro Hijos de Aymón, en el sitio del castillo de Montalbán. testigo de las tristezas de Carlo Magno. En la excitación que reina entre los infieles contra los cristianos, son acusados falsamente los dos jóvenes Sofronia y Olindo, que se habían entregado como víctimas propiciatorias al furor de aquéllos. Clorinda, la gentil amazona, los salva, y se precipita luego en personal combate contra el sin par Tancredo, la flor y nata de los caballeros de Occidente que van a rescatar de manos de los infieles el sepulcro del Señor; pero es vencida por aquel nuevo Bayardo de los francos. Plutón, el dios de los infiernos, reúne entonces a todas sus negras huestes astrales de harpías, gorgonas, hidras, esfinges y demás caterva, contra los cristianos, y el mago Hidraot, por su mandato, despliega también sus malas artes contra éstos, preparándoles la más temible de las celadas con los encantos irresistibles de Armida, su sobrina, para que ella, con la sugestión del paraíso de los mentidos deleites amorosos, siembre el germen de todas las malas pasiones, sobre todo de la discordia, en el pecho de los caudillos cruzados coligados. Godofredo, entre tanto, movido acaso por celestiales avisos, envía operarios al bosque sagrado inmediato, oculto entre dos valles por cima de Jerusalén, para talarle, acabar con el encanto que le hacía inadorable a los mortales, y, con sus maderas, construir las torres y demás máquinas de guerra que habían de abatir los muros de la ciudad sagrada. Para evitar este peligro, el mago Ismeno puebla la selva de toda clase de encantos, misterios y terrores. El Tasso nos la describe, diciendo que sus inextricables marañas esparcen una sombra funesta y letal, por lo que jamás el pastor conduce a ella su ganado, ni el peregrino la huella con su pie, porque en ella se reúnen las brujas con sus amantes nocturnos, celebrando en cuerpos informes y espantosos las más criminales orgías y sacrificios sangrientos. Puede decirse que en que sea o no talado dicho antro arbóreo cifra todo el éxito o desgracia del asalto de los cristianos, a quienes el propio Arcángel Miguel protege y alienta. Un anciano eremita revela también al caudillo franco las maquinaciones seductoras de Armida, de las que ha hecho víctima al gran Reynaldos de Montalbán. Sobreviene, en efecto, una escena de lucha en el pecho de éste, entre su pasión y su deber guerrero, inflamado por las persuasiones de dos cruzados a quienes ha conducido un anciano eremita, en la que de tal modo triunfa la heroica virtud del cruzado, que Armida, en el exceso de su dolor y de su rabia, al verse vencida, destruye con su conjuro todo su fantástico palacio y se eleva en los aires. De allí a poco, Jerusalén, la ciudad santa, cae bajo el ímpetu de los sitiadores, quienes van a prosternarse gozosos ante el sepulcro de Jesús... Esto, como se ve, no son sino glosas más o menos desnaturalizadas de las otras hazañas caballerescas, pero "necromantemente trasladadas del otro mundo a éste" por el poeta italiano. El Tasso, después de narrar las aventuras que en la barca encantada acaecen a los dos guerreros Ubaldo y el danés, que van a libertar a Reynaldos del funesto encanto en que le tienen sumido las malas artes de Armida, describe así su llegada a través de mil peligros y molestias al retiro donde mora aquella nueva Circe con su amante: "Los dos caballeros prosiguen veloces su camino; mas, de repente, se encuentran con una hueste formidable de fieras cual jamás viera en sus orillas el Nilo, ni el seno de Africa, las selvas de Hircania o los confines del Imperio atlante. Este formidable ejército, lejos de poder resistirles, se puso en fuga a la sola vista de la varilla mágica que les diera el anciano ermitaño y al oir su débil silbido. Llegan así sin resistencia hasta la falda del monte cubierto de nieve, y traspuesta esta final barrera, se ven en medio de una vasta llanura, de transparente y nunca visto cielo, respirando un aire puro y embalsamado, sin que ni aun la marcha del sol comunique, como sucede en otros movimientos, reposo en sus alientos, y sin que alternen como en otras partes el calor con las escarchas, ni las nubes con el tiempo sereno. sino que su cielo se viste siempre de purísimos resplandores y rechaza lejos de sí el calor y los fríos; los prados están eternamente tapizados de yerbas, y éstas de flores que conservan siempre su fragancia como los árboles sus sombras; el palacio de la encantadora, sentado en medio de un lago, se enseñorea desde allí sobre montes y mares. Cansados los dos guerreros de la larga y penosa subida, caminaban por aquella senda de flores, cuando descubrieron de improviso una fuente que les convidaba a humedecer en ella sus sedientos labios en sus cristales, que manan en grueso chorro de la peña, salpicando las yerbas con su nevada espuma y, reuniéndose luego sus aguas, desaguan por un canal bajo perennes y transparentes sombras. "-He aquí la fuente de la risa -exclaman éstos-; he aquí el río funesto para los que beben sus aguas. Tengamos, pues, a raya nuestros deseos y seamos prudentes hasta la exageración, cerrando los oídos al dulce y pérfido canto de las falsas Sirenas de los placeres prohibidos". Y diciendo esto llegaron adonde el río forma más abajo un lago delicioso. En la orilla de este lago había una mesa cubierta de los más apetitosos manjares. Dos graciosas y lascivas jóvenes retozaban sobre la superficie de las aguas, ora bañando en sus ondas sus semblantes radiosos, ora nadando, ora zambulléndose, para aparecer de nuevo más y más hermosas... Viene aquí la tentación a la manera de las gopís con Krishna, o de Parsifal con Kundry, diciendo las sirenas a los bizarros jóvenes cruzados: "-Oh venturosos peregrinos que habéis logrado penetrar hasta aquí con vuestro esfuerzo. Sabed que esta morada de delicias es el puerto del mundo; aquí podéis encontrar un remedio a todos vuestros pesares y disfrutaréis de cuantos bienes gozaron antaño los humanos en la feliz edad que se llamó de oro. Abandonad, pues, con confianza esas armas que tan útiles os han sido hasta aquí. Colgadlas de esos árboles frondosos. pues que de aquí en adelante habéis de ser guerreros del amor tan sólo". Reynaldos va luego a la selva a destruir sus encantos, regresando vencedor. A pesar de las múltiples manos pecadoras que han pasado por la historia de las Cruzadas, despojándolas de la mayor parte de sus hechos maravillosos, todavía saltan aquí y allá algunos que cabrían perfectamente en nuestros modernos libros espiritistas. En la imposibilidad de dados todos, apuntemos sólo los siguientes (Historia de las Cruzadas, de Michaud y Poujoulat): Bernardo el Tesorero, al describimos en su Crónica la segunda y tercera cruzada, nos dice: "Antes de hablaras más del ejército cruzado, quiero referiros un suceso maravilloso que pasó, y fué que los de retaguardia encontraron a una vieja hechicera, esclava de un tirio de Nazareth, que iba montada sobre una burra. Los soldados la prendieron y sometieron a tormento, hasta que les hubo dicho quién era y qué venía a buscar allí. La vieja respondió que iba siguiendo en derredor del campamento para hechizarlo con sus sortilegios. Añadió que ya los había rodeado dos noches consecutivas, y que si hubiese alcanzado a hacerlo la tercera hubiesen quedado todos tan ligados que no habría escapado ni uno solo. Entonces los arqueros la echaron a la hoguera, de la que tornó a salir como si tal cosa, por lo que un hombre de armas le dió un hachazo". (Dom Martenne, colección. tít. V, y Muratori, Rerum Italicum scriptores, tít. VII, pág. 659, edic. 1725). Durante el sitio de Archas por los cruzados pereció, rodeado de maravillosas circunstancias, Anselmo de Ribaumont, conde de Buchair, de quien los cronistas ponderan su talento, piedad y valor. "Un día -dice el cronista Raimundo de Agiles- Anselmo vió entrar en su tienda al joven AngeIram, hijo del conde de San Pablo, que había muerto en el sitio de Marrah, -¿Cómo puede ser, hijo mío, que vos viváis -dijo Anselmo-, siendo así que yo mismo os he visto morir en el campo de batalla? -Debéis saber -respondióle el joven que los que combaten por Jesucristo no mueren jamás. -Pero, ¿de dónde procede -replicó Anselmo- esa desconocida brillantez que os rodea? Entonces Angelram, levantando los ojos al cielo, señaló en el espacio hacia un palacio de cristal y de diamantes, diciendo: -De allí es de donde procede la radiante luz que os ha maravillado; allí está mi habitación, y allí también se os prepara otra más hermosa todavía para vos, que vendréis a ocuparla bien pronto. Adiós; mañana mismo nos veremos". "Diciendo estas palabras -añade el historiador- Angelram tornóse al cielo, y Anselmo, vivamente impresionado con semejante aparición, hizo llamar al día siguiente a varios eclesiásticos; recibió con fervor los sacramentos y, aun cuando disfrutaba de excelente salud, se despidió de sus amigos hasta la eternidad. En efecto, al cabo de pocas horas los sitiados hicieron una salida, y Anselmo corrió, espada en mano, contra ellos; pero recibió una pedrada en la frente que al punto le envió al cielo a habitar aquel bello palacio que le mostraba la aparición". En este pasaje del cronista cruzado se inspiró luego el Tasso para su bellísimo "Sueño de Godofredo" (libro XIV de la Jerusalén libertada). La Biblioteca de las Cruzadas (tomo 1) conserva también una muy curiosa carta de Anselmo de -Ribaumont. Durante dicho sitio de Archas, en fin, empezó a suscitarse también entre los guerreros de la Cruz la polémica relativa a la Santa Lanza, que tanto les enardeciese en el sitio de Antioquia, y que acabó con la prueba del fuego, en la cual Pedro Bartolomé de Marsella cruzó por medio de una hoguera, como los sacerdotes brahmanes lo practican a veces en las grandes ceremonias y sin que recibiese daño alguno, pero no sin que, entusiasmados sus fanáticos partidarios, cayesen sobre él como un santo, para repartirse sus vestiduras, con lo que le acarrearon la muerte, cesando desde entonces la Santa Lanza en sus prodigios. (Historia de las Cruzadas, por Michaud y Poujoulat, libro III) . Vengamos, finalmente, a unas gentes misteriosas del Líbano, eterno objeto de las iras de todos los cronistas eclesiásticos 165. "Entre los pueblos que estuvieron en relaciones con las colonia_ cristianas -dicen Michaud y Poujoulat-, la historia no puede olvidar a los asesinos o ismaelitas, cuya secta era oriunda de las montañas de la Persia poco tiempo antes de la primera cruzada. Se apoderaron de una parte del Líbano y fundaron una colonia más arriba de Trípoli y de Tortosa. Esta colonia estaba gobernada por un jefe, que los francos llamaban el Viejo o el Señor de la Montaña. Establecido en Massiat, reinaba sobre unos veinte castillos o pequeñas ciudades, o sea unos sesenta mil súbditos. Su autoridad no tenía límites, y, según creencia de los ismaelitas, podía distribuir a sus servidores las delicias del Paraíso. Los ismaelitas del Señor de la Montaña estaban divididos en tres clases o categorías... La superior de dichas clases se fortificaba desde su infancia por medio de todo género de ejercicios; aprendía los idiomas y recibía una gran cultura, para que pudiesen ir a todos los países a ejecutar las órdenes de su jefe. En sus orgías empleaban el haschisch o jugo del cáñamo índico, de donde viene su sobrenombre de aschischinos o asesinos. En medio de las ilusiones de semejante bebida, el jefe podía disponer a su antojo de ciegos instrumentos de su voluntad, por lo que hasta los reyes vecinos eran tributarios suyos. Así que el Viejo de la Montaña había designado a un príncipe a la venganza de sus discípulos, éstos, disfrazados de mercaderes, de frailes o de peregrinos, se introducían cerca de la víctima; la seguían como la sombra al cuerpo; esperaban la ocasión con una paciencia inaudita, y cuando llegaba el momento oportuno, desgraciado del príncipe o del hombre poderoso cuya muerte se les había confiado... Más de una vez las violencias ordenadas por el Viejo de la Montaña sirvieron para vengar la causa de los cristianos. Así, Mandud, sultán de Mosul, fué asesinado en Damasco por los ismaelitas al regresar de una guerra cruel hecha a los francos en la Galilea; Bursaki, otro jefe musulmán, que había mandado varios ejércitos sobre el territorio de Edeso y de Antioquía, cayó muerto por los sectarios del Señor de la Montaña. Esta muerte, cometida en medio de una mezquita, llenó de terror a muchos países del Oriente. Los cristianos no supieron, sin embargo, sacar partido de tales circunstancias (Michaud, 1. V) . Pero los historiadores de estos iniciados del Líbano, verdaderos esenios que inspiraron a Rugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer la fundación de la que luego fuera la temible Orden del Temple, o hacen silencio sobre ellos, o los calumnian. Pero estos últimos son más eternos que sus propios calumniadores, y, en una forma u otra, la Gran Fraternidad sufí de aquellos Hermanos de la Pureza, o Adeptos blancos, subsiste aún hoy día en el corazón de los desiertos, sin que tenga nada que temer, como antaño otros, de las necromancias de los funestos ascetas de la Tebaida. Las encrespadas olas pasionales de la loca Europa van a morir apagando sus rigores en aquellas arenas impenetrables y sagradas, de donde otra vez tornarán a la luz del día con sus Misterios Iniciáticos, de los. que fueron un pobre y perdido eco los de la antigua Masonería y otras instituciones similares, en sus primeros años de esplendor. Porque no hay que olvidarlo: el Viejo de la Montaña, juez de cristianos, moros y turcos, no era sino un gran adepto del Líbano, uno de esos Silenciosos Vigilantes que guardan las fronteras de este nuestro mundo con el casto mundo de los jinas o superhombres que aquí abajo han triunfado ya de su carne perecedera... CAPÍTULO XXI. EL "DON QUIJOTE DE LA MANCHA" Y LOS "JINAS" Don Quijote y Sancho, como hombres representativos de dos opuestos mundos.El simbolismo de los dos círculos del infra y el supramundo. - ta zona intermedia de la humana vulgaridad. - El anhelado retorno a la Tierra de la Edad de Oro. - Ideales "blancos" y realidades "negras". - El gran pecado de Cervantes y de Shakespeare. - El vate iluminado y el místico iluminador. - Cervantes, ¿padre o padrastro de Don Quijote? - La tercera parte que le falta a la obra, con la triunfal ascensión de Nuestro Señor Don Quijote a los Cielos. - ¡Drama, pero no tragedia! - El "tate tate, folloncicos" resultará inútil algún día para que el futuro Epimeteo del Titán manchego escriba la tercera parte de la historia de éste y le liberte. - El eterno símil de la madera de sándalo y del hacha que la corta. - Mérito y desgracia de los Libros de Caballería. - Los endriagos, vestigios y demás caterva de entes que pululan en estos libros, existen de un modo efectivo. - El mundo astral y el físico. - Luchadores silenciosos. - Las Dulcineas verdaderas. - Cómo y cuán caro paga la Humanidad sus errores en tal materia. - Los Sanchos eternos. - La cena de las burlas. - Proyección del mundo jina en el mundo humano que opera la imaginación. - Ejemplos. - Lo enseñado por el arte y lo positivo que nos cerca. - Don Quijote y San Francisco de Asís. - Los dioses de ayer son hoy nuestros demonios. Hemos dicho en el capítulo anterior que la célebre Sátira de Cervantes en su Don Quijote, lejos de destruir la incomprendida literatura caballeresca o jina, la eleva y depura. En efecto, los dos protagonistas del mismo, o sean el caballero Don Quijote de la Mancha, antes ingenioso hidalgo, y su escudero Sancho Panza, el hombre de los prácticos y positivistas vivires, no son dos hombres cualesquiera, sino dos hombres representativos, el uno del Reino del Ideal y de la Justicia, a que aspiramos, y el otro de la triste cárcel platónica de la llamada Realidad, en cuyas mallas de ilusión vivimos. Y dondequiera que van estos dos hombres, allí están representados los dos respectivos mundos, el semianimal de Sancho y el jina de su señor. Es más: no hay, puede decirse, una sola línea de la excelsa obra donde dichos dos mundos no se presenten en contraste y lucha, lucha y contraste del que podemos dar un adecuado simbolismo matemático-biológico, que no es para desdeñarlo. Cuando superponemos dos círculos iguales, blanco el uno y negro el otro, haciendo coincidir sus centros, prácticamente los dos círculos no son sino uno; pero si empezamos a separarlos, se demarcan en seguida tres zonas distintas, una creciente blanca, otra creciente negra y una zona común a ambos, y decreciente o gris. La primera simboliza al mundo jina del ideal, o supramundo; la segunda, al submundo de una llamada realidad animal; la tercera es, en fin, el mundo propiamente dicho, la zona gris intermedia en nuestro derredor. El símil de dichos dos círculos (o esferas si hablamos en geometría de tres dimensiones) se ve constantemente realizado en la Naturaleza, ora en la cariocinesis celular, por la que de una sola célula se hacen dos, separándose con estricta sujeción al simbolismo; ora en todos los demás crecimientos naturales: el del tronco arbóreo bifurcado en ramas, el de los hijos separándose de su hogar natal o célula social llamada familia, el de las ideas y los partidos saliendo casi siempre de una misma idea-tronco con dos tendencias diferentes, que acaban siendo tan opuestas y enemigas como lo blanco de lo negro. Tales eran, antes de comenzar la peregrina historia, el sosegado hidalgo Alonso Quijano el Bueno y Sancho Panza, su vecino. Dos hombres grises, vulgares, superpuestos, con toda la típica vulgaridad de su aldea manchega. Pero un día hubo de caer sobre la fértil tierra de la psiquis de aquél una semilla jina, redentora, idealista, semilla venida de muy lejos, como suelen venir todas, es a saber, de la famosa literatura caballeresca, madre de soñadores y poetas, mal avenidos con la vulgaridad sanchopancesca de la vida, escuela de caballeros de ese Santo Grial de la virtud y de su natural recompensa o compensación en éste o en otro mundo y, al punto, el soso hidalgo "de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor..., hombre de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza", se siente transfigurado y, como el símil del círculo blanco, comienza a separarse de su pristina y negra animalidad de ocioso que vegeta como tantos en la anónima aldea, lanzándose impávido por el mundo como un nuevo redentor caballeresco, contra "los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, abusos que mejorar y deudas que satisfacer...". ¡Si le valiese, el mundo, restituído a la Edad de Oro, de la que tan sublime elogio jina hace en su discurso a los cabreros, aquel discurso que empieza: "¡Dichosa edad y siglos dichosos. . .!", vería establecerse como por ensalmo aquel reinado ansiado de la Verdad sin velos que una vez imperó en el mundo con el Paraíso bíblico; la Era de Jano-Saturno romana; los Campos Elíseos, o de Ignisfail, ógmicos; la Walhalla, nórdica; el Edén, coránico; el Devachán, o Reino de los Angeles, ario; el Amenti, egipcio; el Reino del Padre, cristiano; el Summer land, espiritista, etc., reinado al que han aspirado siempre, con esa certidumbre infalsificable de la Luz Interior, los místicos de todos los tiempos! Pero ¡ay! que el símil de los dos círculos o las dos esferas superpuestas no es, por desgracia, un mero símil, sino una verdad tan grande como trágica: la de que la Ley Natural o Karma nos obliga, al salir evolutivamente del mundo negro de la vulgaridad animal para dirigimos hacia el blanco mundo trascendente o jina, a pasar un tiempo de transición o de crucifixión intermedio entre aquélla, de la que gradualmente nos alejamos, y éste, al que tratamos de volar en alas del Ideal divino. No ya animales, ni ángeles todavía -nos grita desde el fondo de nuestro corazón la Ley-, sino seres de la transición, seres crucificados en la Cruz de las dos tendencias, vieja y nueva: HOMBRES, en suma. Por eso nacemos llorando, como quien se ve precipitado de un cielo a un abismo; por eso llorando y luchando vivimos, sin que sobre el alma ni sobre la materia, como pensara Espronceda, y es un eterno batallar nuestra vida, entre nuevos ideales blancos que pugnan por venir a la vida, y viejas realidades negras que no quieren aún irse... ¿Qué de dolores secretos no sufrirá la ostra antes de desprenderse evolutivamente de su valva, o la crisálida hasta verse histolíticamente despojada de su larval capullo, o la semilla antes de romperse para la germinación? ¿Qué de dolores no simbolizan también entre nosotros todas las emancipaciones, sean de hombres, sean de pueblos, sean de ideología, sean de revolución? No todo alumbramiento, sin embargo, es con sangre, pues que son incruentos los alumbramientos del agua, y de aquí que las revoluciones sangrientas y dolorosas sean evitables en un principio por una evolución incruenta y dulce... Y en este punto concreto, crítico, que caracteriza a la vida del hombre entre el animal y el jina, estriba, a nuestro juicio, el mérito principal de la estupenda obra de Cervantes. Vedla desde los mismos comienzos de ésta; desde su Prólogo, en el que, después de aludir a la cárcel platónica en que dice nació su libro, lanza una efectiva invocación jina al "perdido y anhelado paraíso", cuando proclama que "el sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud -jina- del espíritu, son gran parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de contento y maravilla" . Pero Cervantes, bardo de los tiempos modernos, ruiseñor sin par al cerrar la horrible noche de la decadencia española después de haber sido España la soberana que lució en dos mundos, pecó, como todos los bardos, porque, siendo un inmenso poeta, no se atrevió a dar un paso más proclamándose místico, y aterrorizado ante su propia concepción de hombre crucificado por sus semejantes -concepción que crea los Buddhas, los San Franciscos de Asís y los Cristos-, se declaró en derrota; opuso a la realidad de la ilusión quijotesco caballeresca la ilusión de la realidad sanchopanzuna; tuvo por loco al propio hijo que le habían dado las musas; temió, como hombre escarmentado que pide, al modo de Jesús en el Huerto, que le aparte el ángel, si es posible, la copa de hieles y acíbares, y se declaró, ¡oh, dolor!, "no padre, sino padrastro de Don Quijote", y le trató, en efecto, como tal padrastro, haciéndole caer bajo las estacas yangüesas, las pedreas presidiarias de aquellos mismos a quienes libertara, las burlas macabras de los duques, los desprecios soberbios de canónigos, curas y bachilleres, que le trajeron en jaula y le tapiaron el aposento de sus meditaciones y le quemaron sus libros... Tal como hacía Cervantes hicieron también los bardos gaedhélicos, rúnicos y griegos, pues después de cantar lo único digno de ser cantado, la Edad de Oro perdida y el Grial de su caballeresca reconquista jina, cuidaban de establecer un falso divorcio entre la Verdad y la Belleza, añadiendo "que ellos cantaban unas cosas en las que no creían", ni más ni menos que el desvergonzado Mefistófeles del Fausto cuida de terminar su asombrosa endecha de la "serenata a Margarita", soltando, para borrarla, una escéptica carcajada que nos deja fríos. . . Así, debiendo el sublime manco escribir un drama -el drama de la crucifixión del Ideal y también de la ascensión del Ideal a los Cielos-, escribió una tragedia, porque no supo emanciparse -¡tampoco se emancipara Shakespeare, su alma gemela!- de esa maldición semítico-griega de la tragedia clásica, género filosóficamente imperfecto, digo, porque la tragedia no es sino la mitad de un drama cortado precisamente en su nudo, como hiciera Alejandro en Gordio, cuando no supo desatarle por esa cuarta dimensión mística que permite desatar todos los nudos de los dramas humanos sin tocar a los dos cabos de su ciclo. Así también, la obra bipartita cervantiana es una obra archihumana, una obra-límite, en la que la figura del protagonista Don Quijote queda totalmente destruída por la de Sancho, su contraprotagonista, o, si se quiere, su complemento negativo. Fáltale, pues, una tercera parte -parte que habrá de ser escrita algún día-, en la que el caballero Don Quijote, el héroe del Evangelio humano de la tierra, después de perseguido, crucificado, muerto y sepultado, como Jesús, el Divino Héroe de la Verdad Verdadera, suba también a los Cielos y habite en ellos por el derecho propio de su caballeresca y "violenta conquista", que éste dice. ¿Fué la primera voz de su conciencia la que le inspiró a Cervantes ese temor que muestra al final de su obra, cuando ya ha hecho ser a su héroe enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, pues, conocedor de su necedad, las abomina, renegando así de sus cuerdas-locuras idealistas; temor, decimos, de que algún día venga "el escritor fingido y tordesillesco que se atreva a escribir las hazañas de mi valeroso caballero, imposibilitado de hacer la tercera jornada", es decir, que escriba la tercera parte de las aventuras del hidalgo manchego bajo el título de Cómo Don Quijote subió a los cielos y bajó después de nuevo a realizar en la tierra su ideal divino? ¿Fué solamente su justa ira contra el plagiario de la primera parte del Quijote la que, por el contrario, le moviera a expresarse así? Si lo primero, por maravillosamente escrita que esté la obra, Cervantes no tuvo disculpa; es más, todo el mérito inconmensurable de ella está expresado por aquel proverbio hindú de la madera de sándalo que perfuma el hacha que la corta. Cervantes, irónico, escéptico y archidesengañado de todos los ideales del mundo, habría sido el hacha cortadora, y la madera de sándalo los libros mismos de Caballería que, cortados y todo. hiciesen inmortal su libro. Porque los libros de esta índole, según hemos creído haber demostrado en el precedente capítulo, no eran, pese a la opinión corriente, para que se los tratase así. Cierto que, tomados al pie de la letra -"de la letra que mata"-, parecer podían una sarta de desatinos, y una sarta efectiva de desatinos fueron no pocos de ellos, sobre todo los últimos. Cierto que EN EL mundo físico no hay fantasmas, ni endriagos, ni vestigios, ni caballeros que socorren a otros en el acto a distancia de miles de leguas, ni encantamientos, ni sierpes bramadoras en hirvientes lagos de azufre, etc., etc.; pero en el mundo de lo astral o de lo pasional, ¡vaya si existen! El joven gallardo, altruísta, lleno de elevados anhelos hacia el Ideal de un porvenir en bien de sus semejantes; el joven que le. yendo la historia de los grandes genios o jinas, sus predecesores, quiere legítimamente emularlos con aquel "¡Yo también soy pintor!" del clásico Maestro del medioevo, y que en lo mejor de su carrera, cuando menos lo piensa, cae bajo la garra de una pasión funesta, de un ideal falso que acaso le lleve hasta el crimen, ¿no puede decirse que ha caído en un encantamiento fatal, que habrá de aherrojarle quizá por todo el tiempo que le reste de vida? El hombre maduro que tras una lucha titánica por realizar un ideal redentor llega a verle al fin realizado, o a echar, por lo menos, firmísimas bases para la realización futura, ¿podría contar el número de los fantasmas tentadores o pavorosos, los endriagos perversos, los vestigios tremebundos a quienes antes ha vencido? ¿Se atrevería nadie tampoco a contar el número de los hombres -caballeros andantes o no de un ideal- a quienes otro caballero andante, también separado de él, no ya por miles de leguas terrestres, sino aun por ese abismo que el tiempo abre entre los que ya murieron y los que aún viven, socorre y salva al otro en forma del libro que dejara escrito? ¿Y qué más sierpe bramadora tampoco que ese Proteo de la tentación en todos los órdenes, que "nos cerca como león buscando a quien devorar", según la frase evangélica?... El mundo astral y de la pasión es infinitamente más grande, más sagrado y más real que el cretino mundo físico de esos hombres escépticos que "nacen, crecen, se reproducen y mueren", al tenor de esa Historia Natural impía que se atrevió a colocar entre los irracionales al ser dotado de razón, de responsabilidad y de libre arbitrio; y en ese tan vasto como ignorado mundo hay luchadores silenciosos más valientes que el Cid, más conquistadores que Sesostris, Daría, Alejandro, Cortés o Pizarra, como hay y habrá siempre escritores venerandos capaces de levantar todo un mundo con la punta de su pluma, porque esa pluma es la palanca misma que reclamara Arquímedes, y cuyo fulero ansiado es la roca viva de una fe sincera en ese Cristo Interior o Atma de nuestra conciencia, conciencia que es consubstancia con la Conciencia Universal del Cosmos, o Anima-Mundi; y los libros de Caballería, los primeros al menos, como antes indicáramos, son como todos los libros religiosos, libros de lo astral, del supramundo jina, no libros de lo físico. El mal estuvo, como siempre, en su divulgación entre gentes incapaces de entender, ni menos de desentrañar sus simbolismos, porque su lenguaje iba de alma a alma, no de oído a oído. Su texto, como tantos otros textos religiosos, eran parábolas, no hechos; imágenes, no cosas tangibles. Sus héroes no eran iniciadores en guerras humanas, sino discípulos, chatriyas, de un ideal, y sus respectivas damas no eran tales damas de carne y hueso. Don Quijote mismo, apenas si en su juventud viera una vez a Duleinea, en la que encarnó, sin embargo, el Ideal de su Alma, Ideal que, como todas las almas, al tenor de la frase evangélica, carece de sexo. Es más: hasta la Helena de Troya, como la Helena de Apolonio de Tyalla, o Como la Iseo de Tristán, no eran tales mujeres históricas, como trata de hacernos creer nuestra triste necromancia, sino Mujeres símbolos. 166 Tomad, pues, los libros caballerescos como lo que realmente son, como fábulas, es decir, como Verdades astrales disfrazadas con el velo de la mentira física, y la luz se hará en vuestras mentes respecto de problema tan esencial, y en el que tanto se ha calumniado a los antiguos. El secreto del Templo Caballeresco Ario se reveló en mala hora con ellos, y el movimiento, antes ahogado en sangre de albigenses y de trovadores, ahogado quedó también con la sátira de Cervantes en el más espantoso de los ridículos. Pero, ¡ay! que tamañas profanaciones las suele pagar demasiado caras la humanidad. Ved, si no, las lágrimas y las humillaciones que a la noble España le ha costado, como a ninguna otra nación en el mundo. Muerto y sepultado Nuestro Señor Don Quijote, que diría Navarro Ledesma, los bajos escuderos quedaron en el mundo, y "con todo ello comió y sigue comiendo la Sobrina, brindó y sigue brindando el Ama, y Sancho Panza mostró y sigue mostrando su mal disimulado regocijo", por obra y gracia del testamento, sellado, como todos, por la muerte del testador inmortal, eterno. La patria de Don Quijote cayó presa de todos los Sanchos y los Sansones Carrascos, que "se hicieron pastores", como el Señor soñara en sus últimos días; pero pastores de esos que devoran al ganado que encomendara a su custodia el Divino Pastor, el "Pastor Santo" que a los cielos viera subir la oda de Fray Luis el salmantino, y los detentadores, en, fin, de la nación inmortal que sellase con el cretino "tate, tate, folloncicos" la tumba de Don Quijote para que no resucitase ni al tercero ni al billonésimo día, hoy no tienen ideales, porque llaman aún con desprecio "quijotes", "locos" e "ilusos" a cuantos caballeros andantes del Ideal nos preocupamos de lo de tejas arriba, y a quienes nos dejarían morir de hambre a ser posible, olvidando que "no sólo de pan vive el hombre"; que al que, venciendo endriagos y vestigios de mil calañas, "busca el Reino de Dios y su Justicia, lo demás le es dado siempre por añadidura", y que hasta el propio Jesús, cuando tuvo hambre -y se negó, sin embargo, a complacer al tentador, quien le pedía que transformase las piedras en pan y, suicida, se echase del Templo abajo, y postrado, en fin, le adorase a cambio del dominio sobre todos los ilusorios reinos de la Tierra-, a la postre los propios ángeles o jinas le sirvieron a la mesa... Sí, quijotes eternos del más incorregible quijotismo, sin mezcla sanchopancesca alguna, tenemos que ser siempre, pese a todas las palizas yangüesas, a todas las pedreas, quemas y vencimientos. Una preciosa fábula de Las mil y una noches viene a damos sobre ello la enseñanza definitiva. ¿Recordáis, en efecto, aquella famosa cena del baramécida al astuto barbero, y en la que el anfitrión obsequiaba más y más a su huésped con manjares imaginativos v bebidas no menos ilusorias que no se veían por parte alguna? Pues cual le acaeció a la postre al barbero del cuento, la "cena aquella de las burlas" acabó de veras y bien de veras. Además, conviene anotar que el regio baramécida no le mentía a su barberil convidado...; ¡era simplemente que los alimentos y las bebidas aquellas eran astrales, no físicos, y este cuitado mal podía tomados si, desprovisto de la visión astral o sentido trascendente de la "doble vista" intuitiva, no los veía! Tal nos sucede eternamente a lo largo del sendero de la vida, olvidando que la llamada realidad transitoria de aquí abajo es mera proyectiva geométrica de las quijotescas realidades de allá arriba, del encantado mundo jina, como la superficie lo es del volumen, la línea de la superficie y el punto de la línea, y que cuanto hoy poseemos no es sino una cristalización, un "caso particular" de infinitos momentos imaginativos. ¿Acaso la estatua que alzamos en una plaza no es la realización de los múltiples proyectos del escultor o de otros? ¿Acaso las soñadas utopías de hoy no han de ser, y siempre parcial o limitadamente, las realidades del mañana? Hubo, en verdad, una Grecia histórica; pero hay hoy, y ha habido desde entonces, tantos millones de Grecias como de áticos artistas. No olvidemos, en fin, que si una fruta real puede servirnos una sola vez de alimento físico, la misma fruta, magistralmente trasladada al lienzo por el arte, es infinitamente más real, porque es más durable y puede estamos alimentando espiritualmente con su belleza siglos y siglos... El gran respeto que, a pesar de su sátira cruel, le inspiraban a Cervantes los libros de caballería -sobre todo los merecedores de tal nombre, no los que vinieron después-, lo revela el mismo escrutinio que el cura y el barbero hicieron de los libros de Don Quijote en el capitulo VI de la parte primera. Allí se excluyen de la hoguera purificadora el Amadís de Gaula, como único en su arte; El jardín de flores, de Antonio de Torquemada; el Palmerín de Inglaterra, merecedor de que se le destinase para su guarda nada menos que la caja en que hizo guardar Alejandro las obras del poeta Hornero; el Espejo de caballerías y Don Belianís de Grecia: la Historia del famoso caballero Tirante el Blanco, "tesoro de contento y mina de pasatiempos"; La Diana, de Jorge de Montemayor; Los diez libros de Fortuna de Amor, "único en su género"; El pastor de Filida, de Luis Gálvez de Montalvo; La Araucana, de Ercilla; La Austriada, de Juan Rufo; Las lágrimas de Angélica, de Soto, y El Monserrate, de Virués el valenciano; libros estos últimos más o menos tocados de gustos caballerescos. Por otra parte, el Quijote está influenciado también, no ya sólo por la literatura caballeresca, sino por las propias Mil y una noches, tronco oriental de esta última literatura. Sabido es, en efecto, que dichos cuentos hindú-persas corrían por doquiera, traducidos al castellano en los "pliegos de cordel", que Cervantes conocía a maravilla. Así, por ejemplo, la genial aventura de Clavileño, ese aeroplano singular, émulo de los que aparecen en aquel libro "robando de las terrazas de los palacios a las gentiles princesas, que eran arrebatadas y conducidas por los aires a lugares remotos", cual hoy en cinta cinematográfica, está inspirada en tales cuentos, e igual acontece en pasajes como el del capítulo L de la parte primera, cuando a través de la misma influencia oriental que se aprecia en la fábula de Apuleyo con su mito de Psiquis y Eros, nos describe el tránsito jina de éste hacia el otro mundo en estos hermosísimos términos: "¿Hay mayor ventura que ver como si dijéramos que aquí ahora se muestra delante de nosotros un gran lago de pez hirviendo a borbollones y que andan nadando y cruzando por él muchos dragones, culebras y lagartos y otros muchos géneros de animales feroces y espantables -los animales pavorosos de lo astral, que diría un ocultista-, y que del medio del lago sale una voz tristísima que dice: "¡Oh tú, caballero, quienquiera que seas, que el temeroso lago estás mirando: si quieres alcanzar el bien que debajo destas negras aguas se encubre, muestra el valor de tu fuerte pecho y arrójate en mitad de su negro y encendido licor, porque si así no lo haces no serás digno de ver las altas maravillas que en sí encierran y contienen los siete castillos de las siete Fadas que debajo desta negrura yacen", y apenas el caballero ha acabado de oír la voz temerosa, cuando sin entrar más en cuentas consigo, sin pararse a considerar el peligro a que se pone y aun sin despojarse de la pesadumbre de sus fuertes armas, encomendándose a Dios y a su señora, se arroja en mitad del bullente lago, y cuando no se cata ni sabe dónde ha de parar, se halla entre unos floridos campos con quien los Elíseos no tienen que ver ninguna cosa? Allí le parece que el cielo es más transparente y que el sol luce con claridad más nueva; ofrécese a sus ojos una apacible floresta de tan verdes y frondosos árboles compuesta, que alegra a la vista su verdura y entretiene los oídos el dulce y no aprendido canto de los pequeños, infinitos y pintados pajarillos que por los intrincados ramos van cruzando. Aquí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas semejan... Acullá, de improviso, se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas murallas son de macizo oro; las almenas, de diamantes; las puertas, de jacintos; finalmente, él es de tan admirable compostura, que con ser la materia de que está formado no menos que de diamantes, de carbuncos, de rubíes, de perlas, de oro y de esmeraldas, es de más estimación su hechura. ¿Y hay más que ver, después de haber visto esto, que ver salir por la puerta del castillo un buen número de doncellas -cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pusiese ahora a decirlos como las historias nos los cuentan, sería nunca acabar-, y tomar luego por la mano la que parecía principal de todas al atrevido caballero que se arrojó en el firviente lago, y llevarle sin hablar palabra dentro del rico alcázar o castillo, y hacerle desnudar como su madre le parió, y bañarle con templadas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüentos y vestirle una camisa de cendal delgadísimo, toda olorosa y perfumada, y acudir otra doncella y echarle un mantón sobre los hombros, que por lo menos dicen que suele valer una ciudad y aun más? ¿Qué es ver, pues, cuando nos cuentan que tras todo esto le llevan a otra sala, donde halla puestas las mesas con tanto concierto que queda suspenso y admirado? ¿Qué el verle echar agua a manos, toda de ámbar y de olorosas flores destilada? ¿Qué el hacerle sentar sobre una silla de marfil? ¿Qué el verle servir todas las doncellas, guardando un maravilloso silencio? ¿Qué el traerle tanta diferencia de manjares tan sabrosamente guisados, que no sabe el apetito a cuál ha de alargar la mano? ¿Cuál será oír la música que en tanto come suena, sin saberse quién la canta ni adónde? ¿Y después de la comida acabada y las mesas alzadas quedarse el caballero recostado sobre la silla, y quizá mondándose los dientes como es costumbre, entrar a deshora por la puerta de la sala otra mucho más hermosa doncella que ninguna de las primeras, y sentarse al lado del caballero, y comenzar a darle cuenta de qué castillo es aquél y cómo ella está encantada en él, con otras cosas que suspenden al caballero y admiran a los leyentes que van leyendo su historia?...", Por lo transcrito, se ve que la influencia de Las mil y una noches en el Don Quijote es notoria y continua. El mismo texto del Quijote es el de un libro más de caballería, y sin duda el mejor de todos, porque el cuadro, con las terribles sombras realistas de Sancho y las de los demás personajes, fieles reflejos de la España de entonces, proyecta sobre el Héroe el contraste de una luz vivísima que cautiva al lector, maravillado además por las preciosidades literarias del estilo. Por eso, los contemporáneos del Manco de Lepanto pudieron anublarle, ora con la persecución de dicho y de hecho, ora con la más terrible conspiración .del silencio, y aun prendarse luego de la corteza del libro. riendo los fracasos del héroe, admirando el buen sentido práctico de quienes se burlaban una y cien veces de sus locos lirismos, celebrando su juicioso y cristiano fin con todos los sacramentos y proponiéndose en su corazón, como resumen de la enseñanza libada en el texto, encender "al pobre diablo" de Sancho una buena vela de conducta, al par, o, mejor, antes, que la otra vela a "su Señor", aunque de resultas de ello los ideales quijotescos de Amor y de Justicia puros y sin mancha del Héroe quedasen relegados por siempre a la categoría de locuras y se pusiesen las Normas de los normales vivires no en las de la Única normalidad DE LOS GENIOS DE CADA ÉPOCA, sino en la vulgaridad de cuantos Sanchos en el mundo han sido. ¿Qué importaba todo esto, si, a la vuelta de más o menos siglos, había de operarse el cambio y se. sabría leer entre líneas en la entraña misma de la formidable sátira quijotesca y se llegaría a adorar solamente a nuestro Santo Sellar Don Quijote, el Uno-Único, el Incomprendido, que si murió fué para resucitar en los pechos idealistas de sus millones de lectores en todo el mundo, y si sufrió persecuciones sin tasa por la Justicia fué para enseñarnos una vez más a amada con el desprendimiento evangélico de cuantos aceptan valerosos su cruz, seguros de que por tamaña crucifixión han de alcanzar el Reino de los Cielos jinas? Quien tan acabadamente y con tan perfecto realismo supo pintar este mundo, en el que lo vulgar y lo sublime chocan a la continua, por ese solo hecho y en natural contraste, nos dejó pintado también el supermundo jina, que tal es la ley del Arte Mágico: la de hacer florecer en rosas los estiércoles, hacer brotar del helado invierno de la ignorancia las savias de la primavera fecunda y lograr, en fin, con la pintura del dolor y la esterilidad del genio aquí abajo, hacemos presentir la suprema felicidad de otra vida ampliamente compensadora, y en la que, siguiendo el dicho de San Pablo, salgamos de la cárcel de barro de esta vida ilusoria a las realidades hipergeométricas de la Eterna Luz... ¡Esta es aquella "inacabable aventura de Don Belianís de Grecia", a la que en su locura "tantas veces quiso dalle fin al pie de la letra nuestro hidalgo", ignorando que tal triunfo no se logra sino con la apoteosis gloriosa que subsigue a toda honrada vida! Así, cuando Don Quijote habla u obra, el mundo de la imaginación -el mundo jina de allá arriba, por la imaginación proyectado aquí abajo- tiende un dulcísimo Velo de Maya sobre los abrojos y miserias materiales. Si no, vedlo: Viajad por la yerta y trágica Castilla desde el amanecer al anochecer de un día calurosísimo de julio, cual lo hiciera el hidalgo manchego en su primera salida; cruzad por entre secos rastrojos y ardientes barbechos sin tropezar con una fuente en las hondonadas, donde languidecen cuatro secas matas de juncos, amén de algún enhiesto chopo de hoja pobre, trémula y sin sombra; llegad al anochecer a un mal ventorro, donde sólo hay "ocasiones para no dormir en todo un año, cuanto más en una noche", a la morada de un truhán panzudo y ladronzuelo, refugio de dos pingajos femeninos, pasto de sucios arrieros, encrucijada de caminos sin fin entre lejanas aldeas polvorientas; comed en aquélla por toda comida unos tasajos "de mal remojado y peor cocido bacalao, y bebed en desbocado jarro un vinillo más cristiano que moro", y decidme luego que todo esto de por sí no es una realidad bien triste, karma, quizá, de un pasado funesto... ¡Tal es el efectivo marco de la primera salida de nuestro bravo caballero! Pero introducid, guiados por la experta mano del Príncipe de los genios, la cuarta dimensión jina en todo esto, quiero decir, seguid imaginativamente esos mismos lugares con el texto inmortal leído a fondo, y todo lo veréis cambiar por arte de efectiva magia: ¡esa Magia real que es patrimonio de los vates o poetas! Con esa doble vista intuitivo-imaginativa del que sabe profundizar en estas cosas, veréis apuntar el alba en el sereno cielo de la aldea manchega; abrirse las carcomidas puertas del corralón que mira al campo y salir por ellas una figura extraterrestre por lo desacostumbrada, montada en un jamelgo matalón y enteco, más viejo casi que su amo, contrahecha figura ésta y a la que no se le ve la cara bajo el morrión oriniento y la celada. de cartones de tienda, reforzados por detrás con travesaños de hierro o de alambre, y al que tampoco se le ve la ropa, oculta bajo unos arreos que, acaso, sirvieron en la conquista cristiana de Sevilla o de Toledo, siglos hada... ¡Es nuestro flamante héroe, camino sin camino de las más soñadas aventuras! Vedle luego con su lanzón y tras su adarga que de las manos no suelta, no parar mientes en unas tierras que no son, por su monotonía, sino mar o desierto, y alzar como todos los místicos su vista hacia los cielos -los cielos tras los cuales mora su ideal inasequible-, clamando en verdadero éxtasis: "¿Quién duda sin que en los venideros tiempos...?", para acabar con todo aquello de la salida triunfal del rubicundo Apolo, tan parecida en orden místico a aquella su primera salida, y con la invocación jina del ansiado futuro que sepa hacer justicia a sus anhelos y hazañas por mano mágica de nobles encantadores, y también con la invocación verdaderamente a lo San Francisco, "no del hermano lobo o la hermana piedra", sino del buen Rocinante, compañero eterno suyo en todos sus caminos y carreras 167, antes que de su propia Dama, o sea del Ideal, su Supremo Espíritu,. ni más ni menos que aquel célebre yogui de la leyenda brahmánica que no quiso entrar en el conquistado Devachán sin que le acompañase su perro, el único compañero y amigo de sus tristezas pasadas, y a quien quería asociar en su triunfo. Vedle, en fin, a nuestro héroe llegar cansado y hambriento, no al ventucho que antes viésemos, sino a su "soberbio castillo", como los celebérrimos del Penjab en la India, "con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y honda cava, con todos aquellos adherentes con que semejantes castillos se pintan", castillo entre cuyas almenas un enano -vulgo "apacentador de puercos" - da con un gigantesco cuerno, que conmueve sonoramente los ámbitos vecinos, la señal alegre de la llegada del novel caballero, quien es recibido con pompa por el alcaide de la fortaleza y agasajado por las damas-rameras, como Lanzarote del Lago, "cuando de Bretaña vino". Come luego sabrosas truchas, que no bacalao; bebe por una caña horadada néctar del Olimpo, que no vino pardillo; al son de la concertada música del silbato de un castrador de puercos, y archisatisfecho de aquel banquete de abadejo y de pan duro, se dispone a velar sus armas, apadrinado por el castellano-truhán, de quien recibe "una gran pescozada iniciática" y un gentil espaldarazo, mientras que las buenas "mozas del partido" le calzan la espuela y le ciñen la espada, entre requiebros y cumplidos... Todo esto y mucho más es la vestidura jina de la primera aventura del Héroe, Quit('.dla, y veréis cómo desaparece todo encanto, y el castillo gallardo se transforma de nuevo en ventorro polvoriento y ruin; el alcaide hospitalario, en maleante de los de la playa de Sanlúcar; las doncellas, en pendonas; el Rocinante, en jamelgo fláccido; volviendo a amarillear secos los rastrojos y a caldearse insoportablemente los barbechos rojizos, porque se ha cegado la fuente de las maravillas imaginativas, y tras el vestido de floridos céspedes literarios, así arrancado, vuelve a aparecer el esqueleto puro del realismo positivista", ¿No pasa esto siempre en el mundo, verdadero "don Juan Pérez de Montalbán", de la célebre sátira castellana, que viene así a quedar en simple Juan Pérez! ¿No es siempre vulgar y humildísimo el origen de las cosas que luego suelen deslumbrarnos? Pues todo ello no es sino mero efecto de perspectiva al pasar del mundo jina al mundo de la realidad animalo viceversa, y de aquí la acertada frase de Carlos Federico Amiel, cuando afirma ser los paisajes "meros estados del alma" del que los contempla, ora alegres, ora indiferentes, ora tristes. y es tan indeleble el infalsificable sello jina que el genio pone en las cosas más vulgares, que ya no podemos retornar a los lugares aquellos sin recordar la primera salida del Héroe, ni ver molinos de viento sin rememorar otra de sus más célebres aventuras. ni contemplar una toboseña tinaja sin que nos venga a las mientes la patria de Dulcinea, ni ver retablos de ferias sin remembrar a Ginesillo de Para pilla...; cosas éstas de la asociación de la idea real con la artística, admirablemente explotadas por Wágner, con los llamados leit motiv musicales de sus dramas -motivos análogos a los pictóricos y a los de las demás bellas artes-, y en los que la idea jina o imaginaria y la nota real de los mismos vienen a ser tan inseparables, que por la una deducimos la otra, con el más hermoso, quizá, de los lenguajes del símbolo. Y era cosa, para más comprobar cuanto llevamos dicho, de recorrer uno por uno los más salientes pasajes jinas del libro, recordando, por ejemplo, aquella bajada de Don Quijote, émulo de Orfeo y de Perseo, al simpático infierno o "lugar inferior" de la cueva de Montesinos, "donde le anocheció y amaneció y tornó a anochecer y a amanecer tres veces", entre procesiones de fantasmas que recuerdan a la Huestia, o Santa compaña asturiana, y vivires jinas, no poco parecidos a los de estotro mundo de los hombres, mientras que en el reloj de éstos habían transcurrido tres horas a lo sumo. No menos digna de recordación jina resultaría asimismo la otra procesión de encantadores y la peroración de Merlín, urdida por el avispado caletre del secretario de los duques, la muerte y resurrección de la malferida amante Altisidora, la transformación de Dulcinea en rústica aldeana por la expedita vía de los encantamientos, aquel volar sin tasa del leñífero pero alígero Clavileño, etcétera, etcétera, moneda falsa todo ello del efectivo mundo de los jinas, pero cuya existencia como tal moneda falsa presupone indeclinablemente la existencia previa de aquellas mismas cosas que falsea o ridiculiza. "Los dioses de nuestros padres son nuestros demonios", se ha dicho muchas veces, y aquí podría repetirse: A una época iniciática, a base del Baladro de Merlín y demás supervivencias del mito universal de Hércules-Alcide, sucede otra archiignorante, degradada, hija de los terrores del milenio, y que, con fe risueña y plácida de niños, toma al pie de la letra lo que sólo es verdad en lo astral y en lo simbólico, cayendo en una perversión de gustos sin segundo, que, creyéndola efectiva espada física, preferían la mental "espada" de Roldán, partiendo en dos la dura roca de la ignorancia que obstruye al candidato la Senda del Conocimiento, a la física espada de cualquiera de los héroes de la historia: un Viriato o un Horacio Codes. Por este plano inclinado, pues, no se subía ya a la altura del Ideal iniciático, sino que se caía más y más hacia el abismo de una milagrería sin fin, fuera de todas las leyes naturales y de todos los fueros del simple buen sentido. Una tercera época tenía que sobrevenir, y sobrevino en efecto. Una época crítica que prefiriese burlarse, para sanearlas con las frescas auras del ridículo, de unas creencias, absurdas ya desde el momento en que las claves iniciáticas de ellas se habían perdido, envenenando con la mera letra que mata las mentes de aquellos seres a quienes hubiera podido salvar el olvidado espíritu de las mismas, que es el solo que vivifica. En tal sentido, la formidable sátira cervantina prestó un inmenso servicio, como lo presta todo lo que destruye los cadáveres, es decir, los cuerpos, antes activos y vivos de los que ha huído ya el espíritu que les daba aliento, aunque por ley también de natural reacción pudiese dar lugar ella, como dió, en efecto, para que se cayese en el extremo contrario de un escepticismo y un desconfiar sanchopancesco que, por falta de ideales, nos ha traído al borde de la ruina intelectual, moral y física. CAPÍTULO XXII. "JINAS" Y TROGLODITAS La reciente Exposición de Arte prehistórico español. - Orientaciones equivocadas. - El fósil-tradición y el fósil hueso. - Transgresiones de la ley del Espacio y la del Tiempo. - La Humanidad despertó para el Arte muy antes de la llamada época paleolítica. - La Edad Terciaria, que la precediese, conoció la gran cultura de la Atlántida. - Los paleolíticos europeos vinieron a Europa de fuera. - Eran ellos atlantes y post-atlantes en plena decadencia. - Enseñanzas de H. P. B. - ¡Hombres primitivos, unos consumados artistas! - Ya los hipogeos jaínos de India y Egipto primitivos estaban en su auge al comenzar el arte paleolítico de Europa. - Los jaínos excavando como gigantes y labrando como joyeros sus pasmosas criptas, conviviendo con los negroides paleolíticos, como nuestra civilización actual convive con otros pueblos africanos atrasadísimos. - Elefanta, Karli, etc. - Esculturas rupestres. - Cómo la Ciencia-Religión atlante se hizo secreta. - El neófito, tras su iniciación, nada de la cueva como de una segunda matriz. - Las pruebas de la tierra, el agua, el aire, el fuego y la mujer. - Es imposible apartarse de la idea de la continuidad religiosa, si se quiere juzgar bien de las pinturas trogloditas. - Los bisontes de Altamira no son sino un simbolismo más de la Ternera sagrada de Parvadi, o sea de nuestra Madre Tierra, que era redonda para los iniciados antiguos, igual que para nosotros. - Las pruebas de este aserto, multiplicables indefinidamente, están en nuestro libro De gentes del otro mundo. Desdoblamiento astral del candidato en la gruta. - Yuxtaposición inextricable de muchas de dichas pinturas. - ¿Pinturas inconscientes, o pinturas de lo astral7 - Enlace de todas estas cosas con mil detalles de nuestra Biblioteca. - Los ogam craobs, las runas, la Peña-Tú, etc., etc. - Cómo tras todo esto el intuitivo puede adivinar la proximidad del debatido mundo de los jinas. Los problemas que venimos estudiando han adquirido gran actualidad con la reciente Exposición de Arte prehistórico español, ordenada por la Sociedad española de Amigos del Arte. Mas, por desgracia, como sucede siempre por nuestro triste karma europeo, las orientaciones que se empieza a imprimir a tan obscuros problemas van, a nuestro juicio, mal encaminadas, hasta el punto de que juzgamos necesario dar la voz de alarma, sin perjuicio de que les concedamos más detenido estudio otro día. Desde luego, se ha tomado una base falsa para alzar la futura ciencia de la paleontología humana: la de limitar el problema a Europa, mejor dicho, a España y Aquitania francesa, como si estas dos zonas fuesen las únicas en el mundo de la prehistoria; es decir, casi como si ellas hubieran sido la cuna de la humanidad paleolítica o su capitalidad al menos. Por otra parte, e imbuídos los investigadores por el nefasto prejuicio positivista, buscan, ciegos, el fósil-hueso -perdónesenos el pleonasmo-; buscan, ciegos, decimos, por cerrar voluntariamente los ojos ante el fósil-tradición y el fósil-historia, que son también "restos" y restos siempre vivos. Con ello, pues, se cometen a la vez dos gravísimas faltas: la primera, contra la ley del Espacio, que afecta a todo el planeta, no a España y Aquitania tan sólo, con cada hecho terrestre, histórico o prehistórico; la segunda transgresión, contra la ley del Tiempo, que es ley de no interrumpida continuidad a lo largo de los siglos, y más en lo religioso, en lo mítico, y en lo mágico, como es todo esto; ley harto demostrada por la arqueología, quien halla siempre el templo cristiano sobre las ruinas de mezquitas y sinagogas; éstas y aquél sobre lugares santificados antaño por el templo ibérico, el dolmen, el rath, el menhir, etc., por aquello mismo que ya indicara San Agustín cuando dijo que "el Cristianismo -y en general toda religión- es una forma nueva de una Religión eterna". ¡Eterna en el espacio, en el tiempo y en la conciencia! ¡Eterna en la continuidad, verdadero hilo de Ariadna que nos permite remontarnos con pie seguro desde lo reciente hasta lo antiguo y desde lo antiguo a lo prehistórico! No censuramos la noble conducta de los investigadores, que, extraviados en el punto de partida mismo de su investigación, la comienzan por el hueso o la pintura que encuentran. Es una loable marcha analítica; pero ellos, si son sinceros, tendrán que convenir en que no tienen derecho a hacer las prematuras síntesis que ya diseñan, sin contar previamente con los otros fósiles vivos que arriba apuntamos y sin partir lógicamente del hecho histórico-religioso conocido al prehistórico desconocido, como vamos a intentarlo nosotros. Además, empiezan siempre sentando un primer aserto absolutamente gratuito: el que reflejan las mismas palabras de entrada del catálogo-guía de aquella Exposición, donde se dice: "Por el propósito de ofrecer reunido, aunque en copias, el Arte prehistórico español y no la arqueología prehistórica, nada se expone de las primeras edades, a saber: la pre-chellense, chellense, acheuliense y munsteriense, todas las más antiguas del paleolítico, el llamado PALEOLÍTICO INFERIOR. El hombre del paleolítico superior o más reciente, de la raza llamada - de Cro-Magnon y de la propia especie "Homo sapiens" del hombre del día, despertó a la inspiración artística desde un principio y en forma que hace pocos años nadie podía sospechar. Ese primer despertar de la Humanidad para el Arte en cuanto a lo pictórico..." A fuer de hombres de estudio no podemos pasar por estas últimas frases. No. La Humanidad no despertó para el Arte ni en el paleolítico superior ni en esos períodos siquiera del inferior, todos de la Edad Cuaternaria, por la sencilla razón de que muchos siglos antes de la edad de los glaciares, o sea en los tres períodos eoceno, mioceno y plioceno de la Edad Terciaria, ya existió la civilización de la Atlántida, cuya catástrofe final, relacionada con grandes cambios del polo terrestre u otros fenómenos astronómicos, terminó precisamente con esta edad paradisíaca) de la que la tradición religiosa universal nos habla, dando comienzo a la triste y fría Edad Cuaternaria. Es verdad que el fósil-hueso no lo ha demostrado todavía; pero el fósil-tradición lo tiene archidemostradísimo, y en semejante discrepancia fundamental se impone al menos el suspender el juicio. La maestra H. P. B., en la sección V, parte III del tomo II de La Doctrina Secreta) nos plantea el problema en estos términos: "Al estudiar los problemas de la prehistoria, surge la pregunta relativa a quiénes eran esos hombres paleolíticos de la época cuaternaria europea. ¿Eran, acaso, aborígenes, o producto de alguna inmigración que se remonta al pasado desconocido? Esto último es la única hipótesis sostenible, ya que todos los hombres de ciencia están de acuerdo en eliminar a Europa de la categoría de "cuna posible de la Humanidad". ¿De dónde, pues, emanaron las diversas corrientes sucesivas de estos hombres primitivos? Los primeros hombres paleolíticos de Europa -acerca de cuyo origen nada nos dice la Etnología, y cuyas mismas características nos son tan imperfectamente conocidas- eran de troncos puramente atlantes y áfrico-atlantes. Como dice Southall (Epoch of the Mammouth), "los cazadores paleolíticos del valle del Somme no tuvieron origen en aquel clima inhospitalario, sino que vinieron a Europa desde más apacibles climas." La Europa, en la época cuaternaria, era muy diferente de la Europa de hoy, pues que se hallaba entonces en mero proceso de formación y estaba unida a la que ahora es África septentrional por un brazo de tierra que se extendía a través del presente estrecho de Gibraltar, constituyendo el África del Norte, por decirlo así, una prolongación de la España actual, al paso que un vasto mar llenaba la gran depresión sahariana. De la dilatadísima Atlántida, cuya masa principal se hundió en la Edad Miocena, sólo quedaron las dos grandes islas de Ruta y Daitya, con algunas otras pequeñas. Así, el tronco humano, genuinamente atlante, del cual eran en parte descendientes directos los hombres de gran estatura de las cavernas cuaternarias, inmigraron en Europa mucho antes del período glacial, o sea en épocas tan remotas como la pliocena y aun la miocena de la Edad Terciaria. Los pedernales miocenos, labrados, de Thenay, y los rastros del hombre plioceno descubiertos por Capellini en Italia, lo atestiguan. Dichos colonos eran degenerada progenie de la que fuera antaño gloriosa raza de los atlantes, raza cuyo ciclo había empezado a decaer desde el período eoceno en adelante. La conexión que con los atlantes tuvieron los antepasados de los hombres que habitaron las cavernas paleolíticas se atestigua por la exhumación en Europa de cráneos fósiles que se asemejan mucho al tipo caribe de mexicanos y peruanos; ¡un misterio, verdaderamente, para cuantos rehúsan sancionar la "hipótesis" de un continente atlante anterior que sirviese de puente a través de lo que es ahora mar! ¿Qué debemos pensar también del hecho de que mientras De Quatrefages señala a esa "raza magnífica": los hombres de elevada estatura de las cavernas de Cro-Magnon y guanches de Canarias, como representantes de un tipo, Virchow relaciona de un modo semejante a estos últimos hombres con los vascos? Por su parte, Retzius prueba asimismo la relación de las tribus aborígenes americanas dolicocéfalas con estos mismos guanches. De este modo se van estableciendo más y más conexiones. "En lo que respecta a las tribus africanas -otro retoño atlante modificado por el clima, etc.-, ellas hubieron de penetrar en Europa por la hoy zona hispano-marroquí que hacía del Mediterráneo un gran mar interior (como actualmente el Caspio). Muchos de estos europeos, hombres de las cavernas, eran razas hermosas, cual la de Cro-Magnon; pero, como era de esperar, el progreso no existió casi en todo ese vasto período, atribuído por la ciencia a la edad de la piedra labrada 168. El impulso cíclico descendente de ellos pesaba enormemente sobre los troncos así trasplantados: los "íncubos" del karma atlante gravitaban sobre ellos. Finalmente, el hombre paleolítico dejó su puesto a su sucesor, desapareciendo casi por completo de la escena. En cuanto a la habilidad artística desplegada por los antiguos hombres de las cavernas, hace de la famosa hipótesis que los considera como aproximaciones del pithecanthropus alalus, un absurdo tal que no necesita de ningún Huxley ni de ningún Schmidt para evidenciado. Su misma habilidad en grabar no es sino una vislumbre de la vieja cultura atlante que, por atavismo, reaparece en ellos. No hay que olvidar, en fin (Atlantis, págs. 237-264), que Donnelly considera a la civilización europea moderna como otro Renacimiento Atlante análogo, a distancia de luengos siglos. El profesor André Lefevre (Philosophie Historical and Critical, parte 2ª. pág. 504) se pregunta, respecto de todo esto: ¿Se operó el paso de la época paleolítica a la neolítica por una transición imperceptible, o fué ella debida a una invasión de celtas braquicéfalos? No hay que olvidar que a la sazón el lecho del Océano se ha levantado: está completamente formada Europa, con sus típicas fauna y flora y domesticado el perro; empieza la época pastoril, entrándose en aquellos períodos de la piedra pulimentada y el bronce, que hubieron de sucederse con intervalos irregulares, cada vez más confusos y de más corta duración, que se enlazan unos con otros por medio de emigraciones y fusiones étnicas. Las primitivas poblaciones europeas interrumpen su evolución especial y, sin perecer, son absorbidas por otras razas, por decido así, por las olas de sucesivas inmigraciones que venían del África, acaso de una Atlántida perdida -cosa ya imposible por la distancia de tantos milenios como habían pasado desde la catástrofe-, y, en fin, de la prolífera Asia. De una parte vinieron los iberos; de otra, los pelasgos, ligures, sicanios, etruscos, etcétera, precursores todos de la gran invasión aria. "Cuando se hacen declaraciones como las que preceden, los sabios se apresuran a exigir pruebas históricas, en lugar de legendarias, en apoyo de tales asertos. ¿Es posible el hallar tales pruebas? Sí, seguramente, porque es tal su abundancia, que resultan abrumadoras para todo pensador exento de prejuicios. Una vez que el estudiante de ocultismo se apodera del hilo conductor, puede encontrar tales testimonios por sí mismo. Presentamos hechos y mostramos caminos. Que el viajero los siga, ya que cuanto va dicho es muy suficiente para este siglo." Estas pruebas históricas, en efecto, existen, porque vivos están aún los monumentos que las constituyen. Empecemos por ellos. Los viajeros que, como Fergusson, han recorrido la India llenos de la consabida vanidad europea que a todo lo joven -hombre o pueblo- caracteriza, no han podido menos de quedarse pasmados ante el número, la riqueza y la antigüedad de los templos-hipogeos que visitaran; algunos, como los de Elefanta y Karli, verdaderas "capillas sixtinas del arte troglodita y rupestre" más prodigioso, con mucho mayor razón que nuestra pobre covacha de Altamira. Allí, en Karli, pudieron ver, por ejemplo, no ya "pinturas rupestres", sino "esculturas rupestres" colosales y templos subterráneos, labrados, a guisa de topos, "por innumerables generaciones" de hombres postatlantes, pero anteriores a nuestros degenerados negroides paleolíticos, gentes que, a lo sumo, convivieran con aquéllas, como hoy sus antecesores del África austral, con flechas y armas de piedra por todo equipo, conviven en el mismo planeta con Nueva York, Berlín, París y Londres, intransitables de automóviles. A la manera como las casas ricas están exornadas de estatuas y de buenos cuadros, las de la clase media sólo de cuadros mediocres, y las de los campesinos con meras y aborrecibles estampas multicolores, o sin adorno alguno, todo lo que era opulencia en aquellos pueblos, era miseria a la sazón entre los paleolíticos europeos. La iniciación religiosa de los unos se operaba en aquellos regios hipogeos inacabables de Ellora, de Karli, de Nagon-Back, de Elefanta, o en esotros hipogeos artificiales de las Pirámides, sucesores de los del Alto Nilo que ahora empezamos no más que a medio conocer. La especie de iniciación ñániga, bhilísea 169 y de otros pueblos bandidos, que por las muestras debió operarse en el adytia de nuestras covachas con incultos cazadores paleolíticos -nietos degenerados de la civilización atlante, que no abuelos de la oriental ni de la egipcia- siempre fuera pobre de ideología como de medios, y está dada su clave con sólo examinar las pinturas recién descubiertas que nos lo patentizan. Un examen comparativo de las grutas que ostentan pinturas paleolíticas nos demuestra que todo en ellas estaba dispuesto como para una iniciación. Desde luego, la situación de ellas era siempre lo más retirada e inaccesible que se podía encontrar, ora en los peñascos del picacho ora cabe las oquedades del cerrete sagrado -pirámide natural, luego imitada por la pirámide egipcia-, ora en el seno de la druídica selva misteriosa, llena de terrores supersticiosos, acaso por eso mismo. El sitio, además, solía ser sublime y pintoresco, cual lo suelen ser hoy todavía los de nuestras ermitas, revestidas algunas del prestigio milagroso de que las propias catedrales y basílicas carecen. A su secreto iniciático no se podía llegar tan fácilmente por el profano: los mismos apocalípticos terrores de la superstición popular los defendían. En cuanto al origen de semejante secreto, se nos dice en las tradiciones de La Doctrina Secreta que "durante la primera edad de la Atlántida el conocimiento religioso (vidya, gnana, gnosis) era propiedad de todos; pero al multiplicarse rápidamente el género humano, se multiplicaron también las idiosincrasias del cuerpo y de la mente, los que se debilitaron. En las mentes menos cultivadas y sanas arraigaron exageraciones naturalistas y sus consiguientes supersticiones. De los deseos y pasiones hasta entonces desconocidos nació el egoísmo, por lo que a menudo abusaron los hombres de su poder y sabiduría 170, hasta que, por último, fué preciso limitar el número de los conocedore. Así empezó la Iniciación. Cada país impuso un sistema especial religioso acomodado a su capacidad intelectual y a sus necesidades espirituales; pero como los sabios prescindían del culto a simples formas, restringieron a muy pocos el verdadero conocimiento. La necesidad de encubrir la verdad para resguardarla de posibles profanaciones se dejó sentir más y más en cada generación, y así, el velo, tenue al principio, fué haciéndose cada vez más denso a medida que cobraba mayores bríos el egoísmo personal, hasta que, por fin, se convirtió en Misterio. Estableciéronse los Misterios iniciáticos en todos los países, y se procuró al mismo tiempo evitar toda contienda y error, permitiendo que en las mentes de las masas profanas arraigasen creencias exotéricas inofensivas, adaptadas en un principio a las inteligencias vulgares, como rosados cuentos infantiles..." Y el sitio reputado por mejor para la iniciación paleolítica, como para tantas otras ulteriores, hasta llegar a la misma edad presente, lo fué la cueva, antro o gruta. Ella estaba lo más alejada del profano, lo más inadvertida para él y más inaccesible. Su casto ocultamiento en las piadosas entrañas de la Madre Tierra la ponía a cubierto de los agentes destructores naturales: sol, lluvia, viento, vegetación y rigores de temperatura, pues sabido es que en el seno de la gruta o mina la temperatura es más constante, la acción metamorfoseadora vegetal no tiene acceso, y todo hace de ella un verdadero retiro de los mundanales ruidos, que diría el clásico. Por otra parte, el antro, cueva o gruta respondía del modo más admirable a la divina ley de analogía que al Cosmos rige. En efecto; si todos hemos sido concebidos y hemos nacido en humana matriz, natural era que quien entraba profano en la gruta para luego salir iniciado de ella, naciese a la nueva vida superior de la iniciación de otra matriz o cueva, de la Madre Tierra, y así se le llamase "neo-fito", nuevamente nacido; tanto que los brahmanes de Oriente, fieles conservadores de este rito tradicional eterno, cuando han sido iniciados en el templo. hiPogeo de su culto, se denominan a sí propios desde entonces dwija, o "dos veces nacidos", cosa respecto a la que hay infinidad de alusiones en las propias Epístolas de San Pablo, iniciado también, como es sabido. Por esto mismo, y en lo que permitía la Naturaleza o el Arte, el hipogeo originario oriental y egipcio primitivo (o de los tiempos terciarios), igual que el posterior hipogeo troglodita de los hombres paleolíticos, contaba con dos partes bien distintas: la primera, o de entrada para el profano, era estrecha. angustiosamente estrecha 171, cual lo es originariamente la entrada o "vulva" femenina, y en esto precisamente consistía la prueba primera de la fortaleza de cuerpo y de espíritu del candidato, quien, aprisionado del modo más congojosísimo entre aquellas angosturas, sufría así la prueba de la tierra, prueba seguida bien pronto (Schuré, Los Grandes Iniciados; H. P. B., Isis sin Velo, etc.) de la prueba del agua, puesto que en ninguna de tales grutas solía faltar el lago subterráneo, lago en cuyas aguas, supiese nadar o no, tenía que lanzarse intrépidamente el candidato, cosa conservada también por todo el mito caballeresco, y recordada, en fin, por Cervantes en aquellas frases del capítulo L, parte primera, relativas al caballero que para dar comienzo a su gran aventura tenía que echarse de cabeza a un lago pavoroso: "¿Hay mayor contento que ver como si dijéramos que aquí ahora se muestra delante de nosotros un gran lago de pez hirviendo a borbollones 172, y andan nadando y cruzando por él muchas serpientes y dragones con otros animales feroces espantables, y que del medio del lago sale una voz tristísima que dice: "¡Tú, caballero, quienquiera que seas, que el temeroso lago estás mirando, si quieres alcanzar "el bien que tras estas negras aguas se encubre, muestra el valor de "tu fuerte pecho y arrójate en mitad de ellas!..., etc.?" Prueba que, una vez vencida por el candidato, le permitía llegar a los elíseos campos jinas de la iniciación que venía luego, tras otros no menos pavorosos rigores. Tras las pruebas de la tierra y del agua, venía la del aire, a la que novelescamente alude -porque otra cosa no podía hacer- nuestra Maestra H. P. B., en el capítulo X de Por las grutas y selvas del lndostán, al describirnos sus aventuras y las del coronel Olcott en el hipogeo de Bagh. especie de antro troglodítico, entre los ríos Vagrey y lima, el más adecuado para una prueba semejante, pues que de él nos dice la escritora: "Al modo de los demás hipogeos de la India, las cavernas de Bagh están talladas en el talud de la roca, cual si hubiese hecho gala con ello de cuanto es capaz la tenacidad del hombre. Diríase que sus arquitectos-ascetas no se propusieron más fin que el de exasperar a los infelices mortales que contemplasen las para ellos casi inaccesibles moradas. Tanto que, para remontar hasta allí, tuvimos que empezar subiendo setenta y dos como escalones labrados en la roca. Pero, ¡cuán recompensados nos vimos luego que llegamos a la cima! Larga hilera de obscuras bocanas cuadradas, de unos seis pies de lado, se abrían misteriosas ante nuestros ojos, y, una vez dentro, quedamos sobrecogidos ante la sombría grandiosidad del solitario templo. Tras la cuadrada plataforma de la entrada se alzaba un pórtico, en el que se veía la imagen del elefante de Ganesha, y otra desmochada, imposible de identificar. Encendidas las antorchas, penetramos resueltamente más adentro. Un frío y húmedo hálito de tumba nos envolvía; el eco de nuestras palabras se prolongaba más y más por el ámbito de aquellas profundidades, hasta transformadas en extraños aullidos. Estremecidos, comenzamos a comunicarnos en voz baja nuestras impresiones, mientras que los portaantorchas se prosternaban, exclamando: "¡Devil ¡Devi!...", al comenzar su ferviente puja u oración en honor de la invisible diosa de las cuevas." y después de describimos la grandiosidad de aquella nave central, de 84 pies de largo por 16 de anchura, especie de prehistórica Mezquita de Córdoba, H. P. B. continúa: "Fronteriza con la entrada se abre otra puerta que conduce a una estancia ovalada, con diosas y dioses tallados y de gran estatura. Más dentro viene una tercera estancia, tallada en la viva roca, y a la que está prohibida la entrada a todo profano no iniciado en los misterios de aquel verdadero Adytum (o camarín secreto). En torno de dicha estancia se abren hasta veinte celdillas, en una de las cuales el coronel Olcott halló un pasadizo secreto, por donde, por su angustiosísima estrechez, penetró a duras penas, y donde los supersticiosos portaantorchas se negaron a subir, aterrorizados. Una piedra movible, perfectamente disimulada en el muro de viva roca, nos permitió seguir el pasadizo secreto hasta remontar así, de cavidad en cavidad, hasta una cámara de aire tan enrarecido y mefítico que perdí el sentido, y tuvieron que sacarme, mal que bien, a punto de perecer. . ." "Semejantes cámaras de irrespirable atmósfera de anhídrido carbónico, como aquella que nos refiere la Maestra, no faltan casi nunca en tales cuevas, aunque sólo sea por el fenómeno natural. ¡Son tan naturales e históricas todas estas cosas! Una de tales cámaras es la célebre "Oreja de Dionisio" italiana, Pero el que ello se deba a causas naturales no quiere decir que semejante circunstancia no fuese aprovechada, como la de la tierra y la del agua, para la tremebunda prueba que nos ocupa, y acaso en ella, o en otra subsiguiente, "la del fuego", el candidato perdía al fin el sentido, quedando en la adecuada situación de colapso y de pérdida de conciencia, al punto utilizada en la ceremonia ulterior, que era quizá la de más peligro psíquico, y que está descrita por un célebre viajero en hermoso pasaje de Isis sin Velo, relativo a "Las actuales iniciaciones entre los drusos del Líbano", que nos describe con vivos colores el capítulo VII, tomo II de dicha obra y en el capítulo "Kultur und liebe" de nuestro Árbol de las Hespérides, Y aquí entra quizá toda la parte relativa a las debatidas "pinturas rupestres", sobre la que- tan a ciegas caminan, como de costumbre, nuestros doctos, por apartarse de la idea de continuidad religiosa, que debiera ser básica en semejantes investigaciones, En efecto, no hay sino examinar imparcialmente los célebres "bisontes" de la cueva de Altamira para convencerse de que tales animales no significan nada de lo que aquellos doctos han creído ser "representaciones de magia de caza", ni tampoco uno como emboutement hechiceril, o "trampa para cazar espíritus" 173, según la peregrina frase de cierto profesor extranjero y sacerdote católico, muy bienquisto de los altos poderes con ocasión de otra de estas cosas; profesor tan bienquisto que se le acaba de otorgar, de Real orden, una cátedra universitaria, mientras que se les niega a hombres como nosotros, "¡por ser buddhistasl" -dicen-. ¡La fértil fantasía de esos sabios, que rechazan precisamente como fantástico todo cuanto no cuadra a sus propios y sectarios prejuicios, les ha llevado a pensar que los primitivos paleolíticos y neolíticos soñaban así, por procedimientos mágicos de dentro de las cuevas, con "hechizar", "sugestionar" cándidamente a aquellos animales de su época para que tuvieran a bien el ser cazados! . . . No. El "bisonte" de Altamira, ni es tal bisonte ni representa magia de caza alguna; como que es sencillamente uno de tantos símbolos arcaicos de la sagrada Vaca religiosa, símbolo que luego pasó al jainismo, al parsismo, al brahmanismo, al judaísmo y al mahometismo; la Vaca nutridora, la diosa Isis, en fin, o sea la Luna; mejor dicho, la ternera sagrada, su hija, es decir, la Madre Tierra que nos sustenta a todos con su ubérrima fecundidad de virgen impoluta, y aun, si se quiere, una variante anticipada del hipo-cántaro aristofanesco, aquel ser mitad caballo, mitad escarabajo que con su bolita de basura y todo -¡la bola de basura de la Tierral- admiramos en la comedia La Paz del clásico griego... Para convencerse de ello no hay sino contemplar la enorme, la simbólica y redondeada giba que llevan las pinturas de todos esos animales sagrados. Al modo mismo que los pueblos greco-latinos representaron al gigante Atlas -es decir, al símbolo de la raza atlante, precursora de la aria- llevando el globo terráqueo sobre sus espaldas, los paleolíticos representaron la esférica masa del globo terráqueo cargando sobre los lomos o espaldas de la dicha Vaca. Con ello nos daban simbólicamente dos cosas, a cual más sugestiva: Una, la redondez de la Tierra, que era uno de los secretos del santuario, secreto por cuya revelación se vieron castigados en Grecia Anaximandro, Esquilo y quizá Sócrates mismo. Otra, la del carácter "animal" de la Tierra misma, como uno de tantos "seres vivos" de la gran familia celeste, esa excelsa "familia" que tenía otros doce animales sagrados en el Zodíaco -Aries, el cordero; Tauro, el toro; etc.-, y cien más en las restantes constelaciones del cielo: la Serpiente, el Lobo, el Centauro, el Cisne. . . Si para corroboración de estos asertos fuésemos a consignar cuantos millares de testimonios nos aporta el estudio de las religiones comparadas, tendríamos que empezar reproduciendo aquí el texto entero de nuestro libro De gentes del otro mundo, todo él a la Sagrada Vaca consagrado, y cuyo resumen, en lo que afecta al detalle que nos ocupa, está dado en el párrafo que dice: "Hay que repetido una y mil veces. La contraposición entre la idea religiosa de los primitivos arios, que se dice eran de raza solar, y los arios degenerados (brahmanes y semitas, tanto asiáticos como europeos) , que son la raza lunar o inferior y la de la despreciable raza terrestre (mlechas o "esclavos de sus pasiones") , estriba precisamente en todo lo relativo a la VACA SAGRADA; fuente extraña de altas revelaciones, para los primeros, y blanco luego de todo odio y de todo sacrificio cruento de la misma Vaca, para los segundos," Quien ignore esto, ignora de hecho la historia entera religiosa. Si no, que aquilate y apure estas sintéticas referencias: 1ª-, el dios jano-Saturno, greco-romano, baja a la tierra desterrado por su hijo Io-pithar, o júpiter, y con la domesticación del toro y de la Vaca, que unce a su arado Triptolemo, enseña a los hombres la agricultura; 2ª-, estos misterios de jano-Saturno son los mismos Misterios parsis del Toro de Mithra, de nuestros Taurobolios emeritenses y antes de aquella especie de "corrida de toros" con la que, según el Timeo de Platón, terminaban sus asambleas religioso-políticas los diez reyes de la Atlántida; 3ª.-, los mismos Misterios eran igualmente los del sagrado Buey Apis, egipcio, tanto que el "bisonte" altamirano no es sino un sucesor, o, si se quiere, un precursor del Buey Apis mismo; 4ª.-, el divino Siddharta Sakya-Muni, cuando se retiró al desierto antes de lanzarse a la predicación, vivió alejado del mundo durante dos años, según la leyenda sustentada "de la leche de la vaca"; es decir, que se inició en los Misterios de ella; 5ª.-, es tan sagrada la Vaca religiosa entre los brahmanes, que todo pecado, por enorme que sea, puede ser lavado, purificándose el pecador con los cinco productos de ella; 6ª.-, igual concepto de absoluta purificación por la Vaca se ve en la sura II del Corán, casi por entero consagrada a aquélla; 7ª-, el sacrificio de la Vaca y la Ternera -en odio simbólico, por supuesto, a las arias religiones de la V ACA- constituye la base fundamental de todo el ceremonial religioso que leemos en el Pentateuco, muy especialmente el relativo a la iniciación de los levitas o sacerdotes (Éxodo, XXIX, y Números, XIX) ; 8ª.-, ese mismo sacrificio se conserva hoy en todos los pueblos tocados de semitismo, como el marroquí, y ese mismo constituye la raigambre ocultista de nuestras bárbaras e inabolibles corridas de toros; 9ª.-, vemos, en fin, alusiones más o menos directas a la Vaca y a la Ternera sagrada en cuantas etimologías vaqueiras van consignadas en los dos tomos primeros de esta Biblioteca, e igualmente en la Vaca astral de los sadhus o saduceos indostanos; en el Boyero celeste de nuestra Astronomía; en la Vaca a que se alude tan extrañamente en múltiples pasajes de Las mil y una noches; en el Toro de San Marcos y la Vaca del Portal de Belén; en las Vacas del Sol y Bueyes de Gerión, culto iniciático atlante que se dijo robado por Hércules; en la Ternera de Paruadi; en las Vacas de Faraón; en el Bos griego, latino e ibero; en la Ka-ba del Corán; en la Vaca del Manava-Dharma-Sha5tra; en el Buey delMaha-Deva; en el Becerro de Oro de Aarón; en el Toro de Ormud, y, en fin, dondequiera que haya una religión, es decir, dondequiera que haya hombres... ¡Tal es, pues, nuestro amable bisonte de Altamira; un respetable buey ;\pis más de cuantos en el mundo han sido, pese a los escrúpulos de nuestros paleontólogos del hueso-fósil de Cantabria o de Aquitania, no del hueso-tradición, que no pueden roer todavía, por lo visto! Volvamos a la interrumpida iniciación troglodita de nuestros viejos paleolíticos. Dejamos a nuestro neófito desmayado y sin sentido, por efecto de las terribles pruebas de la tierra, el agua, el aire y el fuego, pasando por alto otra relativa a la mujer, prueba no menos tremebunda. Desdoblado, en términos técnicos sea dicho, el candidato, como se desdobla su cuerpo astral del físico con el cloroformo y otros hipnóticos, su astral o su doble era conducido a la parte más honda y secreta de la iniciática caverna, al camarín o adytia donde hoy encontramos las pinturas. Allí se le daba por magia una de esas escenas de videncia astral, que quien, como yo, las ha tenido, no llega a olvidarlas nunca, porque son el más fiel trasunto del Walhalla nórdico, el Amenti egipcio, el Devachán hindú, el Cielo de Indra, el Paraílio de Mahoma, en plena luz astral y, ¡por supuesto!, sin postizos sensualismos. Semejantes escenas de magia, por otra parte, quedaban de tal manera impresas en el cerebro físico del candidato, que, para no perderlas, más de una vez hubo de intentar el reproducirlas allí mismo... ¡Por eso las rocas que ostentan hoy tales apuntes pictóricos o estilizados, al modo de los que toman "sobre el terreno" todos los artistas, se nos presentan con esa yuxtaposición sucesiva y caótica, ese trazar y borrar concatenado que se practica, por ejemplo, en las pizarras de examen por los alumnos! ¿Quién no ha visto, efectivamente, en tales pizarras el gráfico, verbigracia, del teorema de Pitágoras, sobre la esfumada ecuación de segundo "grado, y bajo una o cien fórmulas sucesivamente trazadas y luego mal borradas por los alumnos que han ido desfilando ante ellas? Pues eso mismo, ínterin no viene una explicación mejor, es lo que nos parecen a nosotros esos espléndidos lienzos de roca, como el clásico de la Caverna de San Román de Candamo, donde, sobre las ancas de un ciervo, pongo por caso, cae la cabeza de un bovino, que a su vez se ve medio borrado por otros y otros, hasta hacer de la rocosa superficie una como pizarra de examen, un verdadero palimpsesto, como aquel que hiciera descubrir tras una escritura monacal del medioevo nada menos que el célebre Breviario visigótico de Anniano o Código de Alarico. Además, en semejantes superficies de las pinturas trogloditas, por ejemplo, en la de la Cueva de San Román, de Candamo, bien pudo cumplirse una de las leyes del inconsciente o el semiconsciente humano. ¿Cuántas veces todos nosotros, sentados en el banco del paseo solitario o cabe el peñasco de la playa, no hemos dibujado al azar sobre la arena, con la punta del bastón o del paraguas, caprichos, extravagancias, nonadas de aquellas cosas que precisamente preocupan nuestra imaginación, es a saber: el estudiante de matemáticas, sus gráficos geométricos; el enamorado, el nombre de la amada, enlazado con el suyo propio en los más caprichosos arabescos; el dibujante, sus apuntes, que tanto tienen siempre de "rupestres" o de "trogloditas", y el distraído, en fin, los más absurdos trazos "rectos, curvos, sinuosos y de absurda concepción de quien, entre tanto, sueña? ¿Por qué, pues, no ha podido acontecer lo mismo con el candidato a la iniciación en los largos momentos angustiosos y aburridos que preceden a todo examen? Lo que el desocupado dibuja sobre el mármol del café, y el chiquillo sobre el blanco muro del edificio, a quien afea con sus toscos y elementarios mamarrachos, o el grosero, en fin, sobre ciertos sitios que excusado es nombrar, bien puede corresponderse hoy con aquellas pinturas primievales con las que, "en magia de caza", soñaba inconsciente el troglodita con cacerías como las de sus anhelos, llenas de peripecias emocionantes, sin que tratase de realizar con ello, nunca, el embrutement, la sugestión necromante de futuros animales a los que cazar después. Cabras, renos, ciervos, rebecos, caballos, osos, aves, peces, etc., pudieron así mezclarse con signos de contabilidad, con diseños de elementales de lo astral, que decimos los teósofos y cabalistas, con damas en danza prehistórica, aún conservada en la llamada "danza prima" de Asturias y de infinitos otros pueblos, con toda clase de estilizaciones y pinturas, en fin, desde las que, con un estudio serio de pictografías comparadas se pasa insensiblemente a las runas en puntos y rayas u ogam craobs escandinavas e irlandesas (los tectiformes de los actuales paleontólogos); a las tarjas de primitiva contabilidad por quinquenas y veintenas (dedos de las manos y pies), que llevamos estudiadas en tantos lugares de esta Biblioteca; a los célebres itinerarios gráficos de la peregrinación azteca que aparecen en los códices mexicanos del Anahuac, y, para no cansar más, a los dioses mexicanos, con documentos tan elocuentes como el de la célebre Peña-Tú, que digan lo que quieran nuestros equivocados aunque bien intencionados doctos, no es sino un sol como los soles-dioses de México, una representación del divino Fuego primitivo, con las líneas sinuosas debajo como en todo el simbolismo primitivo, desde el signo Piscis astronómico, el nombre de María, el Mar, Isis, Maya o la Ilusión, hasta la mismísima letra eme de todos los alfabetos. que no es tampoco sino otro de los simbolismos del Agua, la contraparte femenina, la Luna, etc., etc....¡Casi es seguro, afirmamos, que dicha Peña- Tú, por algo así llamada, no es sino el dios Tu baal o Túbal, el mismo al que nuestra tradición histórica hace primer poblador, u "hombre guía" de España! Por otra parte, en cacerías y danzas como las aludidas, no hay por qué no ver un efectivo precedente, por ejemplo, de las astrales correrías de Diana por los bosques celestes o jinas del mito mediterráneo, aquellas cacerías sin fin, aquellas bacanales en las que la diosa se enamoraba de sus elegidos y mataba a sus contradictores y émulos, los Endimión. los Narcisos, los Pastores} en cadena de mitos tras mitos, verdaderamente inacabable. Por todo esto y mucho más, que cabría en un grueso libro, pero no en el breve capítulo presente, hay derecho a esperar que nuestros sabios, dando de lado a su consabido e injusto prejuicio al fósil-tradición, que sólo pueden mostrarle nuestros estudios teosóficos de religiones comparadas, entren de lleno en el estudio oriental, donde tienen las claves indispensables para formar un juicio completo acerca de lo que ignoran y buscan con tan pésima orientación como buenos deseos. CAPÍTULO XXIII. LOS "JINAS" Y ROMA Leibnitz y su sistema "teosófico" de investigación histórica. - Los fundadores de la Ciudad Eterna trajeron consigo una gran civilización oriental o aria. Esta civilización fué típicamente jina. - Alba-longa, la blanca ciudad de los lagos iniciáticos, y Numitor, su rey. - Gentes quirites, solares o jainas, según los clásicos. - Jano y su Janiculo patricio. - Los himnos de los Hermanos Arvales. - A la edad de oro de Jano-Saturno sucede la de plata de Numitor . - la de cobre de Amulio. - Cuándo y por qué el cerrado templo de Jano se abría. - Rea, Rafa o Aretia y Marte-Wotan. - Los gemelos Remo y Rómulo amamantados por la loba del Aventino, bajo la higuera de Rama o Ruma. - Fástulo, el Rey-Pastor educador, y Acca-Laurentia, la Gran Nodriza o la Madre-Tierra. - Conexiones sin fin con el mito wagneriano de los Eddas. - Akas, Accadia, el país de la Luna, y sus inacabables derivaciones. - Los la. rarios de los calcas. - Las aves del Palatino. - Cómo la magia blanca ario-latina se vió sustituida por la necromancia de Roma. - Cancellieri y su obra Las siete cosas fatales de la Roma antigua. - Augures y arúspices. - La "formosa juvenca" o Ternera de Parvadi-Isis. - Roma tuvo siempre un nombre secreto. - Nous-Eneas-Júpiter-Gra-Bovi, el conductor de la Vaca. - Las sibilas y sus libros ante la historia y la filosofía. Leibnitz, ese Iniciado occidental que nos dió el Cálculo infinitesimal, la mejor teoría de las ideas innatas aportadas por nuestro Ego superior de sus vidas anteriores, y su pasmosa Monadología, fué el primero, según Cantú, a quien se le ocurrió buscar la historia en el estudio comparado o "teosófico" de las lenguas. Siguiendo, pues, la huella de tal maestro, natural es que, para rastrear lo que en la historia de Grecia y Roma haya quedado respecto de los jinas, debe apelarse al estudio de palabras y tradiciones grecolatinas que, cual joyas preciadas, se conservan. "Es un hecho innegable -dice Pastor y Alvira en su Historia del Derecho romano- que en el idioma común y en el lenguaje jurídico romano se hallan a cada paso reminiscencias de una gran civilización muy anterior a Roma, y que los fundadores de esta ciudad debieron forzosamente llevar consigo. El estudio de semejante civilización debe ser la base de la historia jurídica romana, puesto que contiene los gérmenes de sus instituciones... Suele presentarse a los fundadores de la Ciudad Eterna como unos hombres aventureros, criminales, en estado de completa barbarie, sin tener idea de la religión ni de la sociedad política, y que, dotados, sin embargo, de un talento sui géneris, concibieron momentáneamente un gobierno perfecto; improvisaron su religión; establecieron jerarquías; en una palabra, que, como genios extraordinarios, comenzaron por donde acaban las sociedades cultas. El resultado de este concepto tan inverosímil es que se ignora la verdadera base de la Historia, y se pierde la afición hacia un 'estudio que se inicia con tan repugnantes hipótesis... La crítica moderna ha excogitado un nuevo procedimiento para conocer los tiempos prehistóricos con el análisis de los idiomas, sobre todo del sánscrito, que está llamado a producir inmensos resultados en la ciencia, y que parece demostrar que las razas indogermánicas se separaron un día de la patria común, o sea de la región occidental del centro del Asia, estableciéndose unas en la India y otras en Europa, siendo una de estas razas la antepasada común de griegos e itálicos, quienes más tarde constituyeron pueblos distintos. Pero es que esa civilización indogermánica troncal a que el finado catedrático de la Universidad de Madrid alude, fué en sus orígenes, como la civilización inca y todas las otras, una civilización típicamente jina, según revelan sus más conocidas tradiciones, por ejemplo: la relativa a la Ciudad Eterna, que vamos a inquirir. Cuentan, en efecto, los clásicos 174 que en Alba-lanka (que no Albalonga) , o sea en "la ciudad blanca de los lagos" oscos, vascos o tosca nos, reinaba el gran Numitor (cuyo nombre, como el de Numa, segundo de los reyes romanos sus sucesores, es una alusión clarísima a su iniciática espiritualidad, al provenir él de la consabida palabra nous, noumeno, numen o espíritu). Durante este espiritual reinado, como durante el de sus obscuros antecesores, imperaba exclusiva en todo el territorio del Lacio (otra alusión a los lagos iniciáticos, de los que hablamos en anterior capítulo) la primitiva religión de Jano o Jaino, es decir, la áurea, solar, quiritaria y superhumana religión de los jinas 175, cosa conservada opacamente por la tradición actual, cuando dice que durante la Edad de Oro del Lacio y de la Liguria (otra alusión a los lagos, con su puerto de Luna y todo) , el rey divino lana o Saturno (IAO, Baco, Jehovah) imperó sobre aquellas santas gentes, tribus arias todas, aunque de muy diversas épocas y orígenes. Entonces, como en igual época del pueblo hebreo, podía decirse que convivían felices jinas y hombres. Mas como nada es durable en este bajo mundo de dualidad y de lucha, a la edad de oro aquella sucedió la de plata, y luego la de cobre, representadas por la raza de A-man-l-io o Amulio, enemiga de los hombres, al tenor de su partícula a privativa, especie de raza de Las aves de Aristófanes, que, interponiéndose entre jinas y hombres como se interpone entre nosotros y el rayo de sol la nube, implantó una nueva religión de antropolatría o adoración de héroes divinizados: Júpiter, Neptuno, Plutón, etc., que es la que, más o menos, fué luego sustituída por el cristianismo. Sin embargo, la religión primitiva de Jano o Saturno quedó, digámoslo así, latente e iniciática, a la manera de todas las Sociedades iniciáticas cuando se ven perseguidas, y buena prueba de ello era la existencia en 106 tiempos ya históricos del Templo de Jano, cerrado durante las ilusorias delicias de la paz (que permitía los obscenos extravíos de la nueva religión antropolátrica), pero cuyas puertas sagradas se abrían siempre que los peligros de las guerras aconsejaban a los cautos romanos el volver los ojos hacia su única y sublime Religión Primitiva. En fin, según el simbolismo de la leyenda que comentamos, Rea (Are, en bustrófodo) , la hija lanzada de la corte y sucesora de Numitor, y privada de su corona por Amulio, vagó por los bosques con el aditamento expresivo de silvana o "de las selvas", llamándose desde entonces Rea-Sylvia. Este mismo nombre de Rea o Ra-ía, elocuente testimonio de la aria o solar estirpe de la desterrada, no es en sí sino el femenino de Ares, Aries, Ra, el cordero de Rama, o sea Marte; por eso se la puede considerar en su errática vida por los bosques como la primitiva Marta, la esposa del dios Marte, el Wotan de las leyendas nórdicas y yucatecas, viajero también como welsungo o lobo por todo el ámbito de la tierra, "en demanda -como diría Wágner en su Sigfredo y su Walkyria- de un orden nuevo y superior al absurdo orden establecido". (Wágner, mitólogo, capítulos de Sigfredo y La Walkyria). De la unión, pues, de Marta y Marte, o sea de Ares y Rea, no podía nacer sino una rebelde y gloriosísima raza de lobos o welsungos. Por eso se dice que los dos niños Remo y Rómulo (más bien quizá, por cambio, valga la palabra, de masoras o de vocales, Rama y Rámulus), abandonados por su madre a su triste destino junto a la higuera Ruminal de la orilla del Tíber, fueron amamantados por una loba, loba de la que ellos fueron los lobeznos, que otra institución iniciática más moderna diría. Pero en este breve párrafo último hay oculto todo un mundo, cuyas tónicas principales no se pueden omitir, porque originan los paralelos más sublimes que es dable imaginar. En efécto, Rea da a luz a sus dos niños bajo la higuera Ruminal o de Rama, como Maya da a luz al Buddha bajo el árbol Bodhi o de la Sabiduría Solar, Ar o Ra, y como junto a la caverna de Fafner, y bajo el tilo sagrado, da a luz al héroe Sigfredo Siglinda la welsunga, o, en fin, como la Isomberta (Isis-Bertha) de la leyenda del Brabante (Bonilla San Martín, El mito de Psiquis) da a luz a sus siete hijos. .. Los niños, así abandonados en frágil barquilla a las aguas del Tíber, como el niño Sargón de la leyenda caldea; el niño Moisés, de la leyenda hebrea; el niño Quetzalcoatl, de la mexicana, fueron salvados, igualmente que estos últimos, por un ermitaño, haciendo verdadero el romance que empieza: ¡Conde OUnos, conde Olinos, fué niño, y pasó la mar!...; y este ermitaño, Iniciador o Maestro, los crió ocultamente y los educó para que algún día hiciesen la reconquista del trono de sus mayores, o sea restableciesen la primitiva religión de J ano o de los jinas... ¡Estos son los hechos obscuros u ocultos bajo simbolismo, y a los que alude, al historiar a Roma, el capítulo XI, párrafo 1º., del iniciado y juicioso Tito Livio! Además, el salvador de los dos infantes era, según la tradición, un pastor (¡siempre los reyes pastores!) que se llamó Fáustulo, por alusión al las sagrado iniciático: o sea la parte de Derecho divino contrapuesta al Derecho humano o jus; y la esposa de Fáustulo, que ayudara a criarlos, fué la célebre Acca Laurentia, cuyo solo nombre es otro mundo de verdades filológicas, que hombres como Macrobio y Plutarco nos pueden ayudar a esclarecer. Acca Laurentia, Larentina o "del sagrado lahar", para el vulgo de los diccionarios es "una cortesana de Rómulo o Anco Marcio, esposa hermosísima de un guardián del templo de Hércules, a quien el dios castigó obligándola a que se entregase al primer hombre que viniese a solicitarla", ni más ni menos (¡siempre el paralelo con el mito nórdico-wagneriano!) que como Wotan castiga a su predilecta hija Brunhilda, la walkyria, dejándola sobre una roca, desposeída de todas sus antiguas dotes divinas, a merced del primero que la descubriese. Este feliz mortal, en efecto, fué el Sigfredo para Brunhilda, y para Acca Larentina fué "el prototipo de la Tierra", o Tarrucio. Como representación celeste, además de la Gran Madre o Isis, tenía los consabidos doce hijos o patriarcas, diez los de su matrimonio con fáustulo o Fauno Lupercio, y otros dos, los dos; niños Remo y Rómulo, por ella adoptados, es decir, hijos de otra madre, como el José y el Benjamín hebreos, quienes, aunque hijos. de Jacob, Iaco o Iao, como los otros diez, tenían por madre a Raquel, la Rea bíblica, y no a Lais, lsis o Lya. Acca-larentina, pues, no es sino Isis, Tellura, Opis, Ceres, Der, Flora, Faula, Fauna o Favola, prototipo, según Plutarco, de la terrestre fecundidad. Por eso las fiestas accalias o psrentatio se celebraban en diciembre, próximas al solsticio de invierno, en el que parece morir el Sol, ni más ni menos que los cristianos celebran por dichos días la fiesta de la Virgen de la O o IO. Todo lo cual, por supuesto, no es sino la transcripción latina de Akka, la Gran Madreen sánscrito, la diosa de los Lha, lares o espíritus de aquí abajo; la Ak o "diosa blanca" en turco; la Aka-bolzüb del templo lunar de Chichen-Ytza (Yucatán); la Aka tibetana, madre de uno dé los dialectos burmanos más antiguos; la Akalkat calcídica del Decán, gemela de la Calchihuitl maya; la Aka-mat-su-mit-su-su-ke, o Psiquis japonesa; la Akamir eslava o tesalia; la Akanichthas, diosa de los más altos genios que limitan al mundo de la forma o piso 22º. del cielo de Indra; la soberana, en fin, de cuantas entidades de esta índole atesoran los Panteones arcaicos con cargo a esa palabra que las resume todas: el A kasha o Éter supremo de los hindúes... La lingüística comparada nos da un sinnúmero de palabras relacionadas con Acca larentina, o la Gran Madre de los Lhas (espíritus) . Es la primera y más notable la de Acalis o A-kalia en el panteón griego; en su genuina representación lunar o isiaca fué la amada de Apolo (el Sol), de quien tuvo a Philandros ("la que amó a la humanidad andrógina" o bisexuada de la segunda Raza Raíz, que dirían los hindúes) y a Philaris o Philâria ("la que amó a 'la humanidad aria" o Raza Quinta actual), entrambos hijos veneradísimos en Delphos, por haber sido amamantados por una cabra (la eterna Vaca hindú y buddhista). En otra versión simbólica A-kalia es hija de Minos o Manú y de Latona (la Luna) y madre de Cidón, el Gran Señor de los sidonios o heteos, amén de otros hijos, tales como Anfiteusis, Garuna o Garamas el africano, y Mileto, pareja que, alimentada también por una loba como la de Remo y Rómulo, fundan igualmente la famosa ciudad (o escuela ocultista), a la que más tarde perteneciese el gran Thales de Mileto, creador, puede decirse, de toda la ciencia greco-latina, con lo cual, dicho sea de paso, queda establecida la filiación mineana o troyana del Pueblo,-Rey. Otra A-kalia es en Creta (la isla de Minos) la madre de Oaxuos u Oxus, el río que con el Iaxurtes demarcan la parte principal del glorioso país que fuera cuna del pueblo ario, porque Oosras representa al Sol Supremo u oculto, por encima de Surya, el Sol físico, y es a la vez "toro" y "rayo de luz". Viene en seguida la palabra Acadia, corrupción de Arcadia o Argalia, el país de la Luna o Arya, que aún es el prototipo de la felicidad jina, que también en el siglo IX diese nombre a los países del Canadá, cuando los descubrió Eriven o Eurico el Rojo, normando, todo con arreglo a su etimología de "país encontrado", o más bien paradisíaco, "país que hay que buscar y encontrar". Y de Acadia, Acádica, la primitiva forma de la escritura cuneiforme o ninivita; Acadina, la celebrada fuente consagrada a los hermanos pánicos, deidades antegriegas de la isla de ese nombre, equivalentes a las de los gemelos Cástor y Pólux, Remo y Rómulo, y sus homólogos; Acathra o Acadira, antiquísimo reino trasgangético al sur de China, y otro tibetano de la Sérica que peleó contra Alejandro; Acae, isla de Circe o de los jinas y salvadores encantos (Odisea) que Ulises no quiso seguir disfrutando, porque aún tenía pendientes en este pobre mundo humano los deberes de su hogar; Arcaico, hombre citado por San Pablo, y Acaya, reino tan célebre en los fastos del Cristianismo; Akali, sacerdote hindú de Akal, o el Dios Supremo, encargado de los libros de Nanak (la Venus persa) y también hombre de una de las más extrañas tribus argentinas del Anucán; AcamaPixtli (el dios de la atadura de cañas, o sea la decena, IO), primer rey de los aztecas; A camas, hijo de Teseo y de Fedra, quien con su hermano Demophon (otro Rómulo) fué al sitio de Troya y acompañó a Ganimedes para buscar a Helena, y también un hijo de Antenor, quien con Eneas, el jina, comandó a la escuadra troyana, y, en fin, otros hijos respectivamente de Ensor o En-soph, y de Asio o Drío de Merión; Acanta, ninfa predilecta o esposa de Apolo, que, cual todo lo referente al mundo jina yace hoy oculta, "encantada" o "transformada en planta"; Acamec, nombre alquímico de la parte más fina de la plata fundida; Acamoth, la Sophía o "sabiduría" gnóstica; Acantium, capital arcadia tanto del primitivo Peloponeso como de la Palestina antigua, y Acantia, la diosa lunar inspirador a del corintio Acanto, y diosa yucateca; Acacos, hijo de Licaon (Linceo) y padre putativo de Mercurio, nombre que también designa a la purísima flor nívea simbólica, que, según Calepino, significa "contra los ladrones"; Acal, nieto de Dédalo (Minos), inventor de la escuadra y el compás, y que precipitado por su tío desde la torre en que yacía preso (¡siempre el mito del cisne!) fué transformado en ave por su abuelo; Acabe, Acaburos y Acabitos, montes o ciudades de India, Egipto, Rodas y Cirenaica; Akakesios, otro nombre de la primitiva capital de Arcadia, al Norte de la gran Megalópolis, célebre por la estatua colosal de Hermes, por el templo de Pan o del Dios Desconocido y sin Nombre, y por asignarse como lugar del nacimiento de Mercurio; Acamatos, el dios de Hygyeia, el que posee la eterna salud jina y que conserva en estado acamático los miembros de sus secuaces o "guerreros"; Acaristías-dike, famosísima acción jurídica en Grecia, fundada en causas de ingratitud, como aquella que los ciegos hombres de las religiones vulgares o dogmáticas cometen a la continua contra la primitiva y única Religión de la Sabiduría Tina; Acasis o Acacalis, la hija de Minos amada por Apolo; Akation, barquilla o ballena del Conde Olinos, de Dagón, de Quetzalcoatl, de Jonás y de todos los homónimos de jano-Hércules; Acalista, notable himno nocturno de la Iglesia griega en honor de María; Acca, finísima tela de seda hindú, simbolismo del Velo de Isis; Accabe, Accabicon, Accad, Akkar o Arjad, Acci, Acco, Accain, etc., toponimias de montes y ciudades respectivas de España, Babilonia, Sippara y Mar Muerto; y, en fin, para no agotar las que se leen en la Enciclopedia Espasa (de donde las hemos tomado, pero deshaciendo su jesuítica o antiteosófica interpretación), las cuatro celebérrimas palabras de Academo, Academia, Accadia y Acasto, acerca de las cuales nos conviene decir algo más. Los clásicos, en efecto, nos narran que cuando los inevitables gemelos o dioscuros Cástor y Pólux invadieron al Atica para libertar a Helena del poder de Teseo, le hubieron de descubrir el sitio o camino (piedra cúbica, piedra iniciática) por donde subirse puede a la conquista humana de la "Tierra de los Jinas", razón por la cual en el bajo mundo de los mortales dejaron éstos a la Academia o "Jardín de Academo", como senda o lazo de unión entre jinas y hombres. Por eso la Academia quedó desde entonces como mansión de Atenea, Palas, Minerva o "de la ciencia lunar de la tierra para la de allá arriba", como gimnasio o "lugar de educación jina, que no de educación meramente tísica, en tiempos del maestro Hiparco de Bitinia, donde hombres como el divino Platón enseñaron, por encima del Liceo, los misterios luni-solares de Prometeo, Hermes, Heracles, las M usas, Heros, Hephaestos y sus doce olivos sagrados o Dioses Mayores". En cuanto a Acasto, el cazador hijo de Pelias, los clásicos nos refieren una leyenda que es una variante de la del jina José, o IO-JaPh, judío, desvirtuadísima por la necromancia del paganismo de los últimos tiempos, pero que deja transparentarse, no obstante, todo el gran crimen cometido por el mundo atlante y por sus sucesores contra la Verdad primitiva de Accalarentina, que en este mito es ya Asti-damia, o Hipólita, "la sepultada bajo las losas del sepulcro", pero que más o menos pronto habrá de resucitar. Finalmente, la palabra Accadia, Acquadia o Ecadia, diremos -para no prolongar más este fuerte pasaje, que alude esencialmente a la antigua raza de los sumerios babilónicos, casta sacerdotal primitiva del pueblo ario-, que aparece más o menos con las palabras transcritas en todos los rincones del planeta, proclamando la supremacía, que en vano se pretendió ocultar, de los buenos jinas sobre los malos hombres. Sigamos, pues, con la leyenda sublime de la fundación de Roma. Llegados a la pubertad los dos gemelos solares Remo y Rómulo (émulos de esotros griegos de Cástor y Pólux, representativos de la Noche y el Día), deciden, dicen los clásicos, el fundar una ciudad allí donde, de niños, fueran abandonados, o sea en el convencional lenguaje iniciático, crear un larario, un nuevo culto. Al efecto, con el arado de reja de cobre (calcas, el metal caldeo o calcidio, sucedáneo del oro y de la plata) , y con la yunta del toro blanco y de la vaca roja sin mancilla (alusión respectiva a las razas originarias de la Isla Sagrada y de la Atlántida, si es que entrambas no eran blancas), abren el surco o círculo mágico" delimitador de la futura ciudad, y en el sagrado Palatino, o monte de Palas Atenea (Minerva o Isis) depositan como fieles arios un poco de aquella tierra de sus manes o mundos mayores que les acompañaban en todas sus cometarias erraticidades emigratorias, y téngase en cuenta que no eran sólo los romanos en aportarlas, sino también los albanos, ramaces, celios, hiceres, encomendis y demás gentes solares (al tenor de "sus nombres de blancura y de luz"), pueblos distintos, aunque dd mismo tronco, que, constituyendo al comenzar el populi romani quiritisque, pasaron así a sintetizarse en el populus romanus quiritium o ÚNICO, con sus cuatro castas arias y todo, de sacerdotes o arúspices, guerreros o patricios, comerciantes o libertos, clientes, etc., y sudras o esclavos. Por eso Virgilio canta en su Eneida (VIII, 318), y Ovidio en sus Fastos (I, 579), la compleja ascendencia romana de latinos, troyanos, griegos, sabinos y etruscos, gentes todas solares o quiritarias (curus, del Mahabarata y de tantas toponimias en los más apartados rincones del mundo) que tuviesen muchos siglos antes esa civilización jina, áurea o primitiva, a la que el texto de Pastor Alvira aludiera al principio. Pero -cuenta la leyenda- las aves del Palatino, o sea el negro espectro de la mala Magia, hubo de surgir al punto, como acontece siempre en toda Magia troncal antes de separarse en los dos Senderos de la Diestra y de la Siniestra. Los cuervos, las aves con las. negras alas de la noche, vuelan por encima de Remo como por encima de Sigfredo en El ocaso de los dioses wagneriano, y bajo este fatídico anuncio, Rómulo-Hagen tiñe su traidora espada con la sangre del primer fratricidio, ni más ni menos que en la leyenda hebrea, verdaderamente trastrocada, de Caín y Abel, que ya puntualizamos en anterior capítulo. El hecho ocurría, según indicios de los clásicos, en la famosa luna de abril de 753, antes de nuestra Era: la luna sagrada de Bairán, en Oriente; la luna de los grandes sacrificios del año entre druidas y mexicas; la luna pascual del Cordero hebreo, y del Cordero cristiano también, símbolo todo ello de ese gran deicidio cometido por la humanidad al substituir la primitiva Religión de la Naturaleza (Sabiduría de las Edades, Ciencia cainita o Jina, en una palabra, Teosofía) por los demás cultos dogmáticos, vulgares o exotéricos: el fas, por el jus. Vióse, pues, perdido ya en la Ciudad Eterna el culto solar de los viejos quírites con el triunfo de la necromancia de Rómulo sobre la buena Magia de Rama o Remo; aquél se refugió en la Iniciación de los Misterios mayores y menores, siglos después conocidos por Augusto también, y la feliz doctrina que los dos hermanos aprendiesen de niños bajo la férula tutelar de Fausto o Fauno (la Naturaleza) y de Acca, su "mujer", su contraparte femenina, en la feliz Accadia o Arcadia de los jinas y sus Campos Elíseos, de Helios, o del Sol, fué substituída por las necromancias de los arúspices, los sacrificios de animales y aun los sacrificios humanos (salus populi, suprema lex est), que aun en el Código de las XII Tablas se establece. Desde entonces. igual que la Verdad en la fábula de Lichtwehr, Acca, la Buena Madre isiaca o jina, yace oculta en el desierto, en el valle remoto, en el lugar inaccesible para los hombres profanadores, con todas sus enseñanzas, que habrán de volver algún día a reinar entre los hombres, cuando éstos, dando de lado a sus supersticiones, prejuicios, necromancias y egoísmos, se convenzan de que la Religión Primitiva, como el jorobadito de la leyenda de Los siete barberos, de Las mil y una noches, a quien se creía muerto por "un parsi, un judío, un cristiano y un mahometano", no está sino dormida. Sí; hay que decido una vez más, ¡Y SIEMPRE! Sobre la Primitiva Religión-Sabiduría Jina hase tendido desde antes de la catástrofe atlante el más tupido, el más piadoso, al par que el más cruel de los velos. La simbólica estatua de la Diosa Isis -la que es, fué, y será ha sido desde entonces, no sólo "velada", sino "re-velada" o "vuelta a velar" del modo más artero, a cada nueva religión y a cada nuevo dogma antropomórfico con el que se ha ocultado la sola, LA ÚNICA RELIGIÓN DE LA NATURALEZA, que fué la de nuestros primeros padres en el elíseo paraíso jina de la Edad de Oro, y habrá de ser, al fin, la Religión única de nuestros hijos y de nuestros nietos... Cancellieri, en su extraña obra Las siete cosas fatales de la Roma Antigua, de la Roma eterna, lo ha dicho con fúlgida claridad: "El Velo de Helena o de Iliona (el Velo de Maya, Ilusión, Ilus o "deno"), constituía la mayor de las siete prendas sagradas que aseguraban la existencia y la prosperidad de la Roma Antigua", y el Velo cubría y sigue cubriendo hasta al nombre mismo de la Ciudad central de Italia, centro a su vez del lago mediterráneo, que es centro, en fin, de la Eurasia, o sea de la mitad occidental del Viejo Mundo. Sólo se puede colegir que este nombre secreto de Roma, relacionado más de lo que pudiera ensoñarse con su nombre bustrófodo o contrario de AMOR (Buddha, en sánscrito), era un nombre genuina y sublimemente "jina", pues como dice, sin quizá saberlo bien, el propio César Cantú (Historia Universal, libro III, cap. 23): "Los augures -yo diría arúspices- eran tenidos por superiores hasta a los dioses mismos (cosa instituída también por el brahmán, cuando dice: "Yo soy Él", y por San Pablo, cuando asegura que "hasta los mismos ángeles o "dioses" habrán de ser juzgados por nosotros los Hombres", que aun hoy pueden evocados, con riesgo siempre enorme, por la Teurgia). Cuando fueron consultados por el Senado romano con arreglo al estricto rito antiguo, conservado aún en la reforma de Numa Pompilio, accedieron a que, para el ensanche del viejo recinto del templo de Jano se fuesen proscribiendo, uno después de otro, los altares que lo impedían; pero no quisieron bajo ningún concepto, el retirar los de los dioses Término -el It tan econocido- y juventus, o sea Juvenca, la Ternero de Isis, por ser entrambas divinidades excelsas pertenecientes a la religión de los genios (JINAS), creencia que, según hemos visto, era la de los antiguos moradores de la península itálica". Por supuesto, y como siempre, no había tal "ensanche físico del Templo", sino el "ensanche moral" -léase estrechamiento de la vieja Religión- en aras del nuevo y antropolátrico culto. Terminus o lt era la humana Fuerza Trascendente o Espiritual que, con el "Tema de su Justificación", venció a la necromancia atlante, y Flora o luvenca era la femenina Fuerza Mental o fuerza jina. El tal nombre secreto de Roma, como mantram mágico, sólo era proferido en voz baja por el Pontífice en el acto del Gran Sacrificio. También era sacerdotal, aunque no tanto, el de Flora, que se celebraba cuando las fiestas Florales, y que dió lugar al nombre de la ciudad de Florencia. El civil o vulgar de Roma, según el propio Cantú, venía del griego ????, fuerza, o más bien del de Ruma, que en lenguaje latino-etrusco equivale a teta, y que ha conservado, con cargo a su abolengo oriental, el caló o lengua de los zíngaros (gitanos) , más bien que en recuerdo de Remo y Rómulo, amamantados bajo la higuera Ruminal, en recuerdo de la letra griega e o theta, que, como ya vimos, es el anagrama de Jano o de lo. El propio Guillermo Schlegel, acordándose del ????????????? de Homero, acepta la etimología, aunque aplicándola a las colinas romanas, "tetas" también, como en varios lenguajes se dice de los cerros redondeados o graníticos. No conviene olvidar, además, que hay quizá siete Romas simbólicas, unas debajo de otras, a la manera de las siete Troyas descubiertas por el doctor Schliemann; y que tras la Roma republicana y de los Césares está la de Rómulo, Numa, Tulo Hostilio y Anco-Marcio; pero aún más hondo pueden evidenciarse etimológicamente la Roma vasco-española, heterosca o etrusca; luego, la PARSI; después, la caldaica o sabea, y, por fin, la jaína y la atlante. Por eso, los "guerreros sabinos equivalen a los grandes chatryias prebrahmánicos, substituídos por el sacerdote o hierofante etrusco, acompañado por otro patriciado guerrero al estilo parsi, que destronó todos esos cultos arcaicos del Capitolio, y fué, a su vez, kármicamente destronado por los plebeyos. En cuanto a los himnos de la Fraternidad jina de los Arvales, merecerían capítulo aparte por su arcaico e incomprensible texto, la desesperación de los mejores latinistas. Quintiliano dudaba ya en su tiempo de que los entendiesen ni aun los mismos sacerdotes sabios que los cantaban, cual pasa hoy en la Iglesia Romana con el sentido iniciático de algunos de sus himnos, tales como el Dies Irae. Varrón (De lingua latina) nos da un fragmento de ellos, el que empieza Choroiauloidos Ero, y que, según el arreglo de Grotefend, canta a la Edad de Oro de Ceres, la Buena Madre, nombre místico de Jana o la Luna, y a su reino como el mejor de todos los de la Tierra, sin que se haya alcanzado aún a interpretar aquel de la Orthographia de Terencio Scauro, que empieza "Cume Poinas", y alude a un sagrado Monte, que no es otro sino el consabido del Grial, o Monte Santo, a nuestro modesto juicio. En cuanto a los fragmentos que se descubrieron en la sacristía de San Pedro en 1778, unos empiezan con la expresiva frase de “Enos lases juvata", cuyas palabras Enos lases han sido interpretadas por Hermann, por "Nos lares", cuando en realidad se refieren a Enos, Eneas o Jano (del verbo eno, enas, enam, "salir del agua nadando"), como Lha, o jefe de los lares, espíritus naturales o, "jinas", prototipo, por tanto, que dirían los ofitas y las gnósticos, de Ennoea, enoia o. la inteligencia (nous). El "Júpiter Gra Bobi”, o "conductor de la vaca" es, en fin, un recuerdo saliobuddhista, bien entendida no. del Buddha Gautama de Kapilavastu, sino de otro alguno de las Buddhas o Tirtankaras jaínos, de las que hemos hecho mención en tantos lugares de esta Biblioteca. Bobe o bue, en efecto, según Calepino, es un "animale noto", taurus o bos. Y ya que del Cume-Poinas, o Monte Santo, hemos hablado, natural es que consagremos unas líneas a ese célebre personaje cumeano, que se llamó la Sibila de Cumas, aludida genéricamente par el más extraño de los himnos eclesiásticos romanos: el Dies Irae, prueba clara de que sabía de ella hasta San Jerónimo mismo... Sibyla o Sibulla, como enseñan las Enciclopedias, es mero diminutivo de Sabus o Sabius, o acaso más bien del parsi so-sios, genitivo de Zeus. Constantes intérpretes de la voluntad de las dioses, según la universal tradición mediterránea, equivalen a las valas, o profetisas nórdicas, y también a las druidesas galas y a las pitonisas hebreas. De naturaleza intermediaria entre los hombres y los dioses, participan del necromante y mediumnístico carácter sacerdotal, psiquista e inferior asignado al simbolismo ya dicho de las aves del célebre poema de Aristófanes, pese a la inmensa autoridad que todos estos pueblos occidentales de levadura ario-atlante le han asignado unánimemente. La primera representante de esta dilatada dinastía ocultista fué, según Pausanias, la de Samos, y según otras, la Sibila de Delphos o Sibila pítica (de Apolo, el Sol). Según el paganismo decadente que siguió muchos siglos después de olvidado el jainismo o cainismo primitivo, era ella hija de Júpiter y de la gran Lamia, vengadora y terrible hija de Neptuno, esposo de Apolo (el Sol) y con cuantos caracteres se asignan, por consiguiente, a Io (la Luna). Cuantas sibilas ha conocido la historia ostentan los mismos caracteres, siendo muy notable, entre ellas, la Troyana a Eritrea ("la sibila morena", "la Isis negra"), que vivió luego en Samos, Claras, Delos y Delfos, gozando de la eterna compañía de Hermes-Mercurio. y de las ninfas, según reza el epitafio del bosque sagrado de Apolo. Smintheo. Vivían las sibilas bajo la acción secreta sacerdotal, como instrumentos dóciles de los Colegios de éstas (Manteion), y sufriendo el llamado frenesí mántico, especie de acceso histérico.-epileptiforme o "trance" espiritista. Sus oráculos, oscuros, complicados y casi siempre en versos sentenciosos, tenían el discutible valor de toda comunicación medianímica entre este y el otro mundo, valor en triste hora asignado como substituto peligrosísimo a esa camunicación directa y única que establecer deben con lo Desconocido la virtud y la ciencia, sin intermediario sacerdotal alguno. Otras sibilas, o "sabias mujeres", célebres en los fastos históricos, fueron, a más de la Erythreia y la Delphica, la de Eudor, mencionada en el bíblico Libro de los Reyes; la frigia de Ancyra (Gergis); la Helespontina o troyana; la de Eubea; la BEOCIA, designada por Elieno con el nombre de Bacis- de "bazo", "yo hablo", aludiendo a que parecía dar sus oráculos por el ombligo (órgano astral) , al modo de los ventrílocuos, Chresmoi Sibulliacoi, como también se solía llamarlos-. La colonia calcídica de Eubea en Italia creó, en fin, en la región vecina al dormido Vesubio y en los rientes campos del actual golfo de Nápoles aquella celebérrima Sibila de Cumas, alma de toda la historia romana hasta el Imperio, y aun de la historia eclesiástica que se desarrolló después. En efecto, a la Sibila Cumeana, cantada ya por Virgilio, y cuya existencia milenaria y mágica ya estaba en el año setecientos de sus días en los tiempos del troyano Eneas cuando éste arribara con sus naves a las playas del Lacio, se la consideraba recibiendo su inspiración mántica bajo los vapores sulfúreos de la gruta del Averno, por donde entrara, según Fenelón, el héroe Telémaco para buscar a su padre Ulises en los Campos jinas, Ulíseos o Elíseos, no lejos del laberinto astral-jina que Dédalo alzó en honor de Apolo, el .inspirador sibilino de aquella mujer-espectro, temible melanchrene, que diría Aristóteles. Los otros nombres de la sibila cumeana, tales como los de Herófila, Demópea, Femónea, Deiphobea, Amaltea, Nebia, Cimeriana, etc., merecerían por sí un capítulo especial en este libro, ya que este último nombre, por ejemplo, alude a la raza liliputiense y jina de los míticos cimerianos, verdaderos nibelungos de sus galerías, hombres-hormigas, en fin, de los que han quedado indelebles huellas aun en las propias pinturas rupestres, tan equivocadamente empezadas a estudiar hoy por los científicos de nuestros días. Cicerón, en su discurso noveno contra Verres, nos habla de ella y de sus libros vendidos al rey Tarquino, y que el Senado romano custodió en urna de pórfido como el tesoro más preciado, hasta que fueron quemados por orden de Syla, por encerrar los secretos de la falsa religión establecida. El abate Martigny nos habla de otros antiquísimos restos de doctrina sibilina, formada, dice, en el año 138, con traducciones y "agadas" bíblicas 176. Taciano y su discípulo Teofrasto de Antioquía, en el proemio de los 80 versos sibilinos, conservados en su A ulycus A utolicus, según las enciclopedias, no ve en tales Oráculos sibilinos sino la forma grecorromana de los Libros de Profedas hebreos 177. Y nada más lógico, porque la más remota filiación de cuantas colecciones profético-didácticas corren por el mundo con el nombre de Oráculos sibilinos, se halla, como insinúa la Maestra H. P. R, en el antiquísimo Libro etíope-atlante de Henoch o Enoch, libro "jaino", del que ya nos hemos ocupado en anterior capítulo. Con ello, además, se comprende que M. Alexandre haya podido llenar varias páginas de bibliografía enciclopédica con oráculos sibilino-espiritistas antiguos, medioevales, y demás "agadas" fabricadas por cristianos y judíos. CAPÍTULO XXIV. EL MITO OCCIDENTAL DE LOS "JINAS" La Magia Blanca y la Negra repartiéndose el imperio del mundo. - Iniciados y sacerdotes. - A la Teogonia primitiva sucedió la adoración de los hombres divinizados, a veces perversos. - Sófocles, Epifanio y Cedreno. - Los titanes contra Saturno. - Jehovah-Jove, dios inferior de la generación. - ¡Las almas carecen de sexo!- Persia y el paganismo. - El "Chronicon alejandrino". - Cómo naciera el mito de Júpiter. - Correlaciones entre el mito nórdico, el griego y el persa. - Ocultación de la primitiva Sabiduria jina. - Osiris-Tiphon.- Los jinas se hicieron invisibles para los hombres adánicos. - Saturno-Israel. - Loa hombres divinos o "reyes-pastores". - El reparto de la tierra entre los tres hijos de Saturno. - El paraiso-jina de entonces o "Jardín de las Hespérides". - Héspero-Hércules, después de haber guiado a los hombres vuela al mundo de los jinas. - Maravillas jino-tartesias, según los clásicos. - Testimonio de San Agustin. - Sumisos y rebeldes. - Los titanes ibéricos. - Hércules es un titán jina.La radical tan en la toponimia universal. - Nisa. - La saeta mágica de Hércules y la brújula. - Los famosos "bueyes del sol" fueron los primitivos navios o "esciphos". - El mito de Hércules encierra en sí toda la historia primitiva. Para hacerse perfecto cargo de cómo pudo pasar la Religión Natural o Primitiva Sabiduría jina hasta el degradado estado religioso conocido con el nombre de Paganismo y Mosaísmo, es preciso que nos remontemos a las últimas épocas de la Atlántida, cuando, como en tomos anteriores llevamos dicho, la dicha Sabiduría se dividió en los dos Senderos de la Diestra, o Magia Blanca, y de la Siniestra, o Magia Negra, que, desde entonces, como la Inercia y el Movimiento, se reparten el imperio del mundo. En efecto, los partidarios de este último sendero de perdición crearon un sacerdocio con el exclusivo objeto de aplicar las altas Verdades primitivas a sus particulares egoísmos, cual a "lobos con piel de oveja", según la divina frase evangélica, en daño de las clases menos evolucionadas que les seguían. Los otros, los Iniciados, en cambio, hicieron cada vez más secretas o esotéricas aquellas Verdades, creando los Misterios. Los unos, desde entonces, dividen para vencer, mientras que los otros unen para resistir al tenor del único Dogma Humano, que es el de la universal FRATERNIDAD" proclamada por esos Seres Superiores o Hermanos Mayores de las Razas que se han llamado Melchisedec, Rama, Krishna, Zoroastro, Hermes, Odín, Arjuna, Hércules, Orfeo, Sanconiaton, Moisés" Sinto, Confucio, Buddha, Jesús, etc., o sean los Tirtankaras de los jainos; ""Buddhas de la Confesión", según consta en los Anales tibetanos y mogoles. Dada, pues, la creciente y necesaria ocultación de aquellas Verdades, el campo histórico, único que conocemos (y pésimamente, por cierto), quedó, como era natural, aparentemente por aquellos. A la Teogonía de los dioses y semidioses substituyó la de los héroes, quienes, lejos de ser considerados como discípulos y continuadores de la obra redentora de aquéllos, han sido eumerizados más y más, hasta ser objeto de un culto grosero 178. Para complemento de la nefasta obra a muchos "héroes del mal" se les reputó como seres divinos, precipitando la caída, y a los viejos Maestros, en fin, se les cambió el nombre, haciendo de sus simbolismos trascendentales "cosas reales y tangibles"; quiero decir, cosas humanas, en lugar de superhumanas o divinas. Es cuando la Virgen Astrea, o Justicia de las Edades de Oro y de Plata, huyendo de la maldad de los hombres, hubo de retirarse al "mundo de los jinas", y ese Tercer Ojo de Dagma" del Cíclope o de la glándula pineal con el que dicho mundo es visible, cesó de funcionar, quedando sólo sus primitivas videncias como "intuición genial o jina", no sin que ese mismo y perverso mundo inferior en el que yacemos, como verdaderos ciegos de aquel supremo Ojo, le siga denigrando desde entonces con el equivocado epíteto de "fantasías". Los titanes inferiores así sublevados, según reza el mito" lograron desterrar a Saturno o Jano de la Tierra, Tierra feliz entonces y desde entonces, desgraciada, con el dolor, la enfermedad y la muerte como triste herencia del Pandaura o Pandora. Atlas, o sea la Mala Magia atlante, se sublevó así, según la Mitologia grecorromana, contra Jano-Saturno, desterrándole del cielo, del cielo humano se entiende, y entronizando en su lugar a Júpiter, Io-pitar "el padre de Io", en nominativo, y en genitivo lové o lod-eve, es decir, el emblema jehovático de lo masculino y de lo femenino, o símbolo, no ya de la Emanación y del Dios Desconocido y sin Nombre de los tartesios y demás primitivos, sino de la Generación, acto augusto al que debemos la vida física, pero puramente animal o inferior, como claramente indica el Evangelio, al decir (Mateo, XXII) que "en el otro mundo no se vive ya como hombres y mujeres, sino como ángeles en el cielo", dado que allí la evolución animal o del sexo queda absolutamente abolida o trascendida. Persia, por el larguísimo tiempo que en ella imperaron los magos, antes de pasar al estado guerrero o militarista con que se nos presenta en la historia antigua, es acaso el país que mejor conserva estas tradiciones de las postrimerías atlantes, pudiendo, por consiguiente, sus leyendas explicar muchos puntos obscuros del paganismo mediterráneo que conocemos. Un historiador español, cuya obra está casi perdida, el doctor Francisco Javier Manuel de la Huerta y Vega, en su España primitiva o Historia de sus reyes y monarcas desde su población hasta Cristo 179, nos da acerca de esto los detalles más peregrinos e imprevistos. Dicho sabio, al cantar las antiquísimas glorias atlante-hispanas de nuestra Península, nos hace el historial de Saturno y de los primeros reyes de Asiria, Asur o Asura diciendo, con cargo al folio 85 del Cronicón Alexandrinus: "Saturno tuvo por hijo a Pico, al cual sus padres, por el planeta de su nacimiento, llamaron Júpiter. Tuvo también Saturno otro hijo llamado Nino y una hija llamada Hera o luna, a la cual, por gracia, llamaron Némesis conyugal, porque quería lo bueno y lo justo. De ésta, Pico o Júpiter tuvo un hijo, al cual, por la celeridad y agudeza de ingenio, llamó Belo. Pero Saturno, dejando a Pico-Júpiter rey de Asiria y con él a su mujer Rhea o Semíramis, acompañado de muchas tropas y de otros generosos varones, pasó a Occidente". Y añade luego: "Pico o Júpiter vivió 120 años y tuvo muchos hijos e hijas, de mujeres hermosísimas, a saber: Fauno, al que Júpiter llamó por el planeta Mercurio; a Hércules, y después a Perseo, de Dánae, mujer hermosa, hija de Acrisio Argivo, de la cual Eurípides, en su tragedia, dice que fué echada en una arquilla al mar; pero Brucio, el historiador, dice que ella fué encerrada en una torre que daba al mar, y que con mucho oro fué inducida por Pico o Júpiter para que se precipitase en aquél, de donde se apresuró a salvarla y robarla, pues era hermosísima". En el párrafo copiado nos encontramos de buenas a primeras con unas cuantas cosas interesantes. Por de pronto, aquí vemos a un rey asirio e hijo de otro rey, eumerizado hasta hacerle a su muerte Señor de Cielos y Tierra, desposado con Hera, Jana o Juno, como el Wotan nórdico wagneriano está desposado con la terrible Frika o Frigia, la también Némesis conyugal, enemiga irreconciliable de la raza de los welsungos, rebeldes o jinas, como se ve en La Walkyria. De este monstruoso matrimonio nació Bdo, que es a quiennuestros historiadores reputan como primero de los reyes asiriobabilonios. También se ve al primitivo Hermes egipcio o Herman, el Señor-Hombre transformado en Mercurio, o, como si dijéramos, "el dios de la curia", no ya el Dios Desconocido primitivo. En cuanto al robo de Dánae o Diana, la Luna argiva o de los argonautas, es por un lado, la paráfrasis parsi de la Sita o Tais del Ramayana, y el precedente para la leyenda grecotroyana del robo de Helena. Finalmente, acaso por error de transcripciones, el tal Pico no es sino nuestro legendario Picio, prototipo de la fealdad verdaderamente monstruosa de un rey o dios tan impúdicamente perverso como el Júpiter del Olimpo grecolatino. Sin embargo, entiéndase bien, estas nuestras interpretaciones teosóficas estaban harto lejos del pensamiento de Huerta y Vega, inclinado, como era natural en su época e ideas, más bien a interpretar a la inversa todos estos mitos, o sea haciendo "buenos" a los personajes malos, y recíprocamente 180. En cuanto al hecho de la ocultación de la Sabiduría primitiva, está él muy bien narrado por Huerta y Vega, respecto de otro país tan ligado en la remota antigüedad con la Persia, o sea el Egipto, confirmándolo con las correspondientes citas de los clásicos, altamente significativas, como todas las suyas, puesto que dice: "Los sacerdotes egipcios y muchos poetas dicen que, habiéndose juntado muchos dioses en Egipto, vino también allí de repente Typhon, acérrimo titán gigante y muy enemigo de los dioses, de cuyo temor poseídos ellos se convirtieron en otra figura: Mercurio, en Ibis; Apolo, en el ave Treicia (cuervo), que es la grulla; Diana, en gato; Júpiter, en carnero; Baco o Pan, en cabrón; Juno, en vaca; Venus, en pez, por lo cual enseñan que los egipcios no permiten que aquellos animales sean violados, porque se llaman imágenes de los dioses. En el mismo tiempo dicen que Pan se arrojó al río y mudó la parte posterior de su cuerpo en macho cabrío, y así huyó de Typhon, cuyo pensamiento, admirándole Júpiter, colocó su efigie entre los astros", (Higinio, 1. 2, Astronomía). (Ovidio, 1. 5, Metam.). Después de derrotados los gigantes por los dioses, la Tierra, indignada más agriamente. se mezcló al Tártaro y parió en Sicilia a Typhon que constaba de dos naturalezas: fiera y humana" (Apol. 1, 1). “Typhon, con las colas de sus víboras, detuvo a Júpiter, y, quitándole las armas, le cortó los nervios de pies y manos, y poniéndole en sus hombro le llevó a Cilicia, donde le encerró en la cueva Corycia, y del mismo modo colocó allí los nervios cortados, ocultos en una piel de oso, y puso por guarda a una serpiente llamada Delphin que era medio mujer, medio fiera. Entre tanto. Mercurio y Pan" hurtando los nervios, se los restituyeron a Júpiter". (Apol. 1. 1) . Esta serpiente Typhon, por último, es la serpiente Phiston o Pitón, de la que Nigidio escribe: "El Capricornio alcanzó honores inmortales en el tiempo en que Python tenía su cueva en el monte Tauro, y poseía el Egipto, pensando resistir a los dioses, a los cuales aconsejó, porque ni querían dejar la Tierra ni exponerse a la crueldad de Pitón, y así, cada uno a su arbitrio, mudó su figura en la que quiso: de bestia, ave, pez o ganado..." (Germánico César, in Aratios). "Huyendo, en fin, Typhon de Júpiter, se refugió en el monte Nysa; pero viendo que éste aún le perseguía, se refugió en la Thracia, y trabada allí la batalla arrojó, en su defensa. montes enteros, que fueron desechos por los rayos de Júpiter; y porque en aquel monte se derramó mucha sangre, se le llamó Hemus o Bal-kan". (Apolonio). "Júpiter lanzó también encima del titán Encelado al monte Etna"181. En las anteriores citas clásicas, que podrían multiplicarse hasta lo infinito" resalta el hecho originario de la idolatría o paganismo; es a saber: el adorar el símbolo (gato, perro, ave, etc.) como la cosa en sí y, no como sublime medio representativo de las verdades abstractas o trascendentes que ellos atesoraban: algo así como si se confundiese en patológica metonimia colectiva el continente por el contenido" la materia por la idea, la letra, en fin, que mata, por el espíritu que vivifica. al tenor de la profecía del tres veces grande Hermes Trimegisto, cuando dijo que llegaría un día en que los sagrados símbolos matemáticos del pasado serían tomados como ídolos, degradando así los Misterios de Isis. Otra cosa que claramente resalta es la de que ni los dioses (jinas) querían dejar definitivamente la Tierra, ni podían ya convivir como antaño con aquella humanidad pervertida y caída, por lo cual optaron por mudar de figura, es decir, retrayéndose de manifestarse, ocultándose bajo el velo iniciático de la Diosa, en espera de mejores días, cuya aurora presentimos ya en nuestro tiempo al comenzar a traducir semejantes símbolos augusto 182. Continuando con Saturno-Jano y los ataques de que fuera víctima por parte de los Titanes para destronarle, consignemos que tampoco pasó inadvertida para la perspicacia de Huerta y Vega la conexión degradada del Saturno grecorromano y persa con el Ievo, Jove, Iod-He-ve o Jehovah, o Sabaoth hebreo, puesto que más adelante dice: "A Saturno le llamaron los fenicios o sidonios Israel, según expresa Porphyrius (Apud Eusebium, de Preparatione, libro I, cap. X), y a todos los compañeros de Illo o Hylo, que es Saturno, se les llamó Elolium, como dice de Sanchoniaton el citado Eusebio 183. Además, los tres patriarcas hijos de Noé (Enos o Saturno), llamados Sem, Cham y Jafet (o Iaphoetus) son los tres respectivos de Saturno, Neptuno, Plutón y Júpiter. Todos ellos reyes de Nínive y de Asiria, muy anteriores a Relo, a los que se refiere Diodoro, con sucesos astutamente omitidos, como siempre que juega su papel el falsificador Eusebio de Cesárea. Por cierto que el reparto que de la tierra hiciesen dichos tres hijos de Noé-Saturno está referido en el Critias, de Platón, en estos términos: "Cuando los dioses se repartieron la Tierra, tuvieron en cuenta la diversidad de regiones, porque no sería justo el pensar que los dioses ignorasen lo que conviene a cada uno de ellos, y se pusiesen a disputar para despojarse los unos a los otros. La justicia presidió, por tanto, a semejante reparto, dando a cada uno la comarca que le era más agradable, y en ella se establecieron, llevándose consigo los animales que les pertenecían, del mismo modo que los pastores su ganado, no haciéndose violencias personales, como los pastores, que conducen a palos a sus ganados, sino tratando al hombre cual animal dócil y dirigiéndole desde lo alto de la proa como con una especie de timón, es decir, con la persuasión que ejercían sobre sus almas, al tenor de sus vidas respectivas, pues esta y no otra es la manera como conducen a la especie humana toda. Así, las diversas comarcas pertenecieron a sus respectivos dioses, y fueron gobernadas por ellos". En el citado "reparto" de la Tierra entre los tres hijos de Saturno, nuestra España, como península vecina al mar de la gran catástrofe, hubo de corresponderle a Neptuno o Poseidonio, que diera también nombre a la última isla del inmenso continente sumergido, frontera a "las columnas de Hércules", y el nombre de Poseidonis (del que po!' corrupción acaso se formó el de los sidonios o protofenicios) fué conservado por esos españoles de Libia tan relacionados, paleontológicamente, con los hombres de Cro-Magnón de nuestros antropólogos. Desbaratados, según Trogo Pompeyo (libro 44) los titanes enemigos de los dioses (o sea los titanes buenos, sublevados, a su vez, contra Júpiter) , se dice que "fueron precipitados al negro Tártaro", cuando en realidad fueron llamados los errantes o peregrinos (cometas), porque no hicieron, según Sanchoniaton (Huerta y Vega), sino retirarse al paraíso occidental de los llanos artesios, 00 sea ese iniciático Jardín de las Hespérides, que, sepultado y todo frente a Tánger, aún es un jardín submarino, cuya riqueza, en flora acuática, ha llamado grandemente la atención a telegrafistas nuestros, como mi sabio amigo don Luis Brunet, al hacer los sondeos preliminares para el tendido del cable transatlántico que une a la península con las islas Canarias o Atlantes, las también llamadas Islas Afortunadas, quizá por análogas causas 184. Hesiodo y Homero, entre los antiguos, y el vidente Verdaguer, entre los modernos, han cantado con plectro de oro las singulares bellezas de este paraíso de los jinas, centro iniciático donde los titanes, gloriosos partidarios de la Religión primitiva, hubieron de refugiarse, quizá durante siglos, en el rincón occidental del mundo y último resto de la perdida Atlántida, donde, custodiados por el Dragón de la Sabiduría (Lucifer, el Portador de Luz o Phosphoros), se conservaban "las manzanas de oro que daban la ciencia, el elixir de vida y la eterna juventud", fruta del bien y del mal, manzanas de Freya y de Eva, que también pueden dar la muerte con la perversidad necromante de los que desde entonces acá han empleado los dones celestes iniciáticos en contra de los supremos intereses de la Humanidad. Por eso, en la dedicatoria de La Atlántida, el santo de "Mossén Xinto" se entristece por no poder ofrecer ya flor ni fruto del sagrado naranjo, sino "sólo unas hojas de ese árbol", hermosísimas, sin embargo, y a las que acompañan como flor de divina inspiración las delicias de ese canto II en que describe el iniciático "Huerto"; del IV, en el que, así como Wotan hace de una de las ramas de ese "Arbol del Mundo" la sagrada "Lanza quiritaria de los Pactos", el Hércules hespérico planta cerca de Gades otra virgen rama, antes de partir en dos con su maza, martillo o tau los montes del istmo libio-ibero para abrir el estrecho y alzar las columnas de su nombre, y, en fin, del draga o "árbol de la mala magia" de su rival Gerión, que en el canto VII "llora sangre" sobre su tumba, mientras que en Gades retoña el huerto con todas las delicias que aún se recuerdan de los tartesios y de su rey y fundador Gadir o Gadírico, por otro nombre Emmelo, sucesor, según La Atlántida, de Platón, de Neptuno o Bósphoro (el conductor de la Vaca) y de Clitones, la hija de Atlas, prototipo este último de la sepultada raza que aún "sostiene el mundo sobre sus hombros" 185. Y buena prueba de las delicias de aquellos paraísos jinas, turdetanos y tartesios son las mismas palabras de los clásicos. Así, el juicioso Polibio, al cantar las maravillas del palacio de Menelao, no sabe comparadas con las de los régulos tartesios, "que en medio del atrio (cual vimos de los incas) tenían vasos de plata y oro llenos de ese vino de cebada" o cerveza, que también viéramos en los gallegos paraísos de los Tuatha de la verde Erín; Tito Livio los llama también régulos, porque dependían, como los de toda la comarca del Miño, Duero y Tajo, de los emperadores de la Atlántida (libro XXVII, cap. XXX) ; Diodoro Sículo (v. 2) hace el elogio del rico A urison, potentísimo rey ibero; el historiador hebreo josepho Gerionides (Ministerio, 1541), en su obra publicada en Venecia, formula sus escrúpulos acerca de que el robo que hizo Herodes de la mujer del rey de los hispanos cuando aquí vino desterrado, recuerda no poco a lo que con el rey de Egipto aconteciese a Abraham y a su esposa Sahara. Finalmente, San Agustín (De Civil. Dei) libro VIII) canta a su modo aquel paraíso diciendo: "Antes de que se hallasen en España las venas de plata y oro, las guerras no existían, y muchos de sus hijos del país se consagraron al estudio de la Filosofía. Los pueblos vivieron seguros y quietos con santísimas costumbres; cada pueblo se regía por el Magistrado, nombrado cada año por los varones de más excelsa erudición y piedad. Las cosas todas se regulaban por lo bueno y por lo justo, no por el número de leyes, aunque se dice que hubo algunas escritas y de grandísima antigüedad, sobre todo entre los turdetanos. Los ciudadanos no tenían entre sí pleitos ni controversias, y si algunas había eran de la emulación en la virtud, la naturaleza de Dios, la razón y las buenas costumbres. Los hombres eruditos, en determinados días, controvertían públicamente de estas cosas, y también asistían mujeres a tales certámenes". El resumen de cuanto venimos diciendo es que toda la historia clásico-latina de España, menospreciada hoy como fábula por desaprensivas gentes que tienen el don funesto de esterilizarlo todo, es que en toda la zona occidental de Europa, antes de llegarse a los tiempos que llamamos históricos, acaecieron colosales luchas religiosas como triste herencia de la Atlántida, las cuales están simbolizadas en las luchas de los Titanes, ora contra Urano, primero, ora contra Saturno, su hijo, ora, en fin, contra Júpiter, venciendo al primero y siendo vencidos por el último y aun por el segundo. Aquellos "hijos del dios Término" (el dios It o Ti, cap. X de De gentes del otro mundo) para los cultos vulgares equivalían y siguen equivaliendo a asuras, welsungos, philis-theos, daimontes, tuathas y demás enemigos de los dioses exotéricos, de los dioses-hombres, nacidos de mujer, de los que tan pródigo se mostró desde el primer momento el antropomórfico o idolátrico paganismo. Pero ellos, en verdad, representaban la espiritualidad, el deber, el sacrificio, la Ciencia-Religión primitiva o jina, frente a las pasiones inferiores del hombre, cada una de las cuales, loh, ceguedad humana!, tenía un dios, un animal, un altar y un culto. Desterradas las nobles gentes jinas en Persia e India, primero, en el Mediterráneo oriental y en Egipto después, como más o menos llevamos apuntado, aún perduraron largos lustros en Occidente, a la manera del Sol, su imagen y su cuna (que diría Plutarco), quien cuarldo se oculta en aquellos países, aún sigue alumbrando algunas horas después en éstos, mientras Véspero (el planeta Venus en su elongación a la izquierda del Sol) todavía perdura entre tanto en aquéllos, recordándoles ¡;'elancólico el Sol que ya no luce para ellos y sí para los otros. . . y tan inmensa y decisiva fué esta influencia. que de Titanes y Titania derivan todos los más viejos nombres ibéricos: Lusitania, Carpetania, Turdetania, Aquitania, Britania, Mauritania, Tingitania, Edetania, ]acetania, Suesetania, Igeditania, Auritania, Contestania, Iliberitania y otras más. Pero como los tales rebeldes Titanes provenían de sangre ario-atlante de la Buena Ley, y habían venido de Oriente a la Atlántida en los dos días postreros de ésta, antes los vemos en los Tanis de Egipto, rechazando según Anquetil los ataques más furiosos, y en los atenienses, cuyos heroísmos relatara el sacerdote de Sais, o Issa, a Solón, y que Platón nos ha transmitido en sus Diálogos. El mismo Libro de los Números (cap. XIII), los Psalmas (LXXVII) e Isalas (cap. XIX), nos hablan de tales Titamin, Tsoan, Zoan o Chohan, nombres a su vez que sirven de puente para entroncar todas estas rebeldías con las más viejas aún y ya cosmogónicas que se leen en las Estancias de Dzyan, comentadas por la Maestra H. P. B.186. El prototipo de los verdaderos titanes o jinas fué Hércules, personaje que parece establecer el lazo entre la prehistoria y la historia, la verdad pura y el mito que la oculta. Es el más divino de los héroes y el más heroico de los hombres, y puede asegurarse que en todo país y en todo rinconcito del mundo tiene un nombre, habiendo ya nosotros apuntado algunos de ellos en capítulos anteriores. A la cabeza de los testimonios grecolatinos sobre él están los de Hesiodo (Theogonía, v. 983), Justino (libro XLIV) y Cedreno (Annales, folio 16), quienes nos le presentan, según ya vimos, entre las gentes del Gaedhil y de la Galia como un mago (og-ma) y "como el primero que enseñó la Filosofía en su tiempo, por lo que sus contemporáneos le colocaron en el número de los dioses". Sigue luego el de Diodoro de Sicilia, quien, sin violar el secreto iniciático sobre el que tenía que guardar silencio, nos da simbólicamente las líneas generales de la vida del Adepto de este nombre, quien, con el verdadero de Hari-Kulas (de Hari, Sol, y Kulas; familia) figura en el Rajistán hindú (su país originario), y con el de Hari-Mukh (el Sol manifestado) aún da nombre a una de las altas cimas al norte de Kashmir o Cachemira, en recuerdo también del antiquísimo Hari-Mukh egipcio. He aquí, en resumen, lo que nos enseña Diodoro (libro IV) , y que Huerta y Vega nos transcribe: "Se dice que Ammón fuérey de Libia, y se casó con Rhea, hija de Uranio 187 y hermana de Saturno y de los demás titanes; que, visitando el reino, se enamoró de una doncella muy hermosa, llamada Amalthea, y engendró en ella un hijo, insigne en la hermosura y fortaleza del cuerpo. A Amalthea la hizo señora de la costa vecina, que en la figura era semejante al cuerno de un buey, por lo cual se llamó Cuerno Occidental; y porque aquella región era fertilísima en viñas y otros árboles fructíferos, y estaba regida por una mujer, la llamaron Cuerno de Amalthea. Ammón, recelándose de Rhea, llevó al niño a la ciudad de Nisa, alejada de aquellos sitios, y para criarle oculto, eligió una isla rodeada por el río Tritón, cercada por todas partes de precipicios, y con una sola entrada muy difícil, que llaman Puertas de Nisa. En ella dió el niño, para que lo criase, a Nisa, hija de Aristeo, y a éste le dió el gobierno de la ciudad, para que, como varón sabio y erudito, evitase las asechanzas de su madrastra Rhea, y la custodia del niño la entregó a su hija Minerva, que, poco antes, había engendrado junto al río Tritón, por lo cual fué llamada Tritonia 188." Diodoro prosigue: "Que educado en Nysa e instruído en la enseñanza, no sólo fué excelente en la hermosura y el valor, sino también por la invención de muchas cosas útiles a la vida humana". Entonces reinaba en Creta o Idea júpiter segundo o Lisanias. Este, dejando en la isla a sus hijos, pasó a la Arcadia, en donde un tirano llamado Lycaon se alimentaba de carne humana. Derrotado éste, se retiró a los montes, desde donde prosiguió infestando el país con muertes y latrocinios. De una hija de este Lycaon, llamada Calixta, tuvo nuestro Lisanias un hijo llamado Arcas, del que tomó nombre la Arcadia. Cuando Dionysio era un mancebo, enseñó a exprimir la uva y también a utilizar los demás frutos, según los terrenos. Airada Rhea de la virtud de Dionysio, intentó varias veces el quitarle la vida, pero, no habiéndolo logrado, se divorció de Ammón, pasó al bando de los titanes, sus hermanos, y se Casó con Saturno. Unidos los titanes con Saturno, dieron. la batalla a júpiter Ammón, y habiéndole vencido, se vió precisado a pasar fugitivo a Creta, en donde reinaban los Curetas, Allí se casó con Creta, hija del rey, y habiendo por ella heredado el trono, llamó a la isla Idea, Creta, del nombre de su mujer 189. La saeta de Hércules, continúa diciendo Huerta y Vega, no es sino la aguja magnética con la que se guió en sus expediciones marítimas, y de aquí el nombre clásico de ella, como piedra de Hércules o Heracles, piedra mágica, piedra magnesiana, etc., según Belonio (Observationes, II, 16) ; Cabeo (Philosophia Magnética, I, 6) ; Bunon (Ad Cluver, III, 30) ; Salmuth (Comentarios a Pancirol, I, 4) , y otros que pueden verse en Solórzano (De jure indiarum, I, 12), y en Pellicer (Lectiones Solemnes Aparato histórico, 11, 13). El escipho (esquife) es no un vaso para beber, sino la nave consabida de sus expediciones increíbles. (Macrobio, Saturnalia, V, 21, y Atheneo). "Más de esto diré poco -añade-, de las antigüedades griegas, es a saber: que Hércules fué llevado en un vaso a la isla Erythrea de España, cosa que dicen Panyasis, ilustre escritor de los griegos, Pherecides, de Siria, maestro de Pitágoras y de Thales de Mileto, y cuyas palabras omito porque son más propias de la fábula que de la historia. Mi sentir es que Hércules atravesó el mar en un navío que tenía por nombre Escypho. De la misma suerte el Cántaro, el Carchesio y la Cymba, afirmamos ser nombres de navíos". "Los bueyes del Sol, de Homero, que pacían en siete partes, son navíos que estaban surtos en siete playas de Trinacria. Los caballos de Aquiles, llamados Xantho y Balio, concebidos del Zéphiro y apacentados en el Océano, son navíos; los cuatro caballos de Héctor, alimentados de trigo y vino, demuestran ser navíos de víveres. Las yeguas de Diomedes, que pastaban de la Thracia al Peloponeso y comían carne humana, fueron armadas de piratas, como ya reconoció Eusthacio. Igual los caballos de Rheso de Thracia y las tres mil yeguas de Erichtonio, de Homero, El caballo Pegaso, de Belerophonte, navío fué, según lo indicó Palephato" (De non Credenda Fabulae Narration). Julio Pólux, en fin, en su Onomástica (lib. I, cap. In), dice: "Hay unas naves líbicas que se llaman carneros y cabritos, porque:: de sus pieles estaban forradas. Tal debió ser también el Toro que robó a Europa... En cuanto a los curetes, son cretenses que acompañaron a Hércules. Su verdadera patria fué más bien la Arcania" (Hornero, Ilíada, 1, ver: 525; Apolodorus, lib. 1, pág. 29; Plinio, lib. 4, capítulo 1; Strab., lib. 10). "La Tartesia fué la nueva morada de los curetes, cuyo antiquísimo rey Gargoris fué el primero que halló el arte de cultivar la miel" (Justino, libro 44) . "Después que murió Hércules en España, se" deshizo su ejército, compuesto de muchas naciones. Los persas, medos y armenios, que pasaron Africa en navíos, ocuparon los lugares cercanos a nuestro mar; pero los persas fueron más adentro del Océano" (Salustio, De Bello Ingurtha, capítulo XVIII; Plinio, lib. 3, cap. XI; Estrabón, lib. 17; Ptolomeo, lib. 4, y Mela, lib. 3) . "Los persas o ario-hindúes que le acompañaron fueron los pharusios", añaden las notas del poema de Verdaguer, y Salustio confiesa paladinamente que aprendió en los libros púnicos de Hiempsal, rey de Numidia, todo lo relativo a los arios de Hércules cuando pasaron por Africa y en las costas del Mediterráneo acampaban bajo los cascos de los navíos vueltos al revés, y de aquí los edificios rústicos de los númidas llamados mapalia. Las navetas de las islas mediterráneas recuerdan aún esta forma, como el hórreo asturiano recuerda al templo griego y a la cabaña lacustre. Finalmente, quien desee hacerse perfecto cargo de todo lo que en lo humano (o sea en clave histórica) representa Hércules, que lea el hermosísimo pasaje de Luciano, copiado en la página 208 y siguiente de De gentes del otro mundo, páginas en las que damos una idea general de cómo en la remota antigüedad el mito de Hércules está conexionado con todo el mundo primitivo, porque acaso él no es sino el divino Shama o Shamana, el jina o "rey colectivo de todos los seres vivientes de aquí abajo, que recorrió el mundo entero instruyendo a los hombres en sus deberes respectivos, a cuyo efecto descendió desde su retiro de los montes Chaisagha (el monte de las saghas, urvalas o sibilas cainitas), y marchó primero hacia el Noroeste hasta la confluencia del Altock y del Sindh, donde edificó a Tapasya (¿la ciudad de la Devoción?) , y dirigiéndose luego al NO restableció las antiguas leyes y construyó sobre el Oxus a esa celebérrima ciudad de Bamián, cuyas ruinas y estatuas son aún hoy el asombro del viajero" como nos enseña Wilford (Assiatic Researches, tomo VI, página 521) . De ser cierto esto, tendríamos la más preciosa de las pruebas para enlazar todos estos capítulos de la historia humana primitiva con el capítulo VIII de esta obra, primero del consagrado al estudio de los jinas, y en donde, al tenor de las luminosísimas indicaciones de la Maestra H. P. B., ya vimos a los Lhas Espíritus o Shamanos, viviendo en un mundo jina, hoy para nosotros inasequible, pero que están siempre dispuestos, como Maestros de la Sabiduría, a venir, tutelares, hacia nosotros, siempre que, por el esfuerzo de nuestras virtudes y estudios, estemos dispuestos a recorrer heroicos como Hércules la mitad del camino o Sendero que nos separa de ellos. CAPÍTULO XXV. LOS ALFABETOS "JINAS" y LA HISTORIA Kalkas y el alfabeto numérico o calcídico. - De Subiaco a Roma, de Roma a Eubea y de Eubea a Kalkas. - El pueblo maestro de los atlantes, según Bailly. - Las ciudades calddicas de la Mogolia, Indochina, Sitia, Celesina, Lycia, Bitinia, Tracia, Macedonia, Etolia, Eubea. Sicilia, Pisa. - Io o la Minerva calcídica. - Las "aves" de Chalchis en la literatura universal. - Los pueblos del bronce, "kalkas" o "celtas". - El calcídico monumental, según Vitrubio y otros. - El calcídico de la hospitalidad primitiva. - Kalkas Y los Kabires. - Los augures de Kalkas. - Las Sibilas calcídicas. - Los "cánnenes" árabes y la poesía eclesiástica. - Calx-calcis o "piedra del cálculo". – La "Chalchihuitl-cueye" o Minerva calcídica mexicana. - El alfabeto tibetano. La primitiva numeración etrusca. - Jeroglíficos numéricos o calcidios. - La quinquena, la veintena y la decena o 10. - Los "ogams" calcídicos. - Bibliografía del Gaedhil. Cuando en los capítulos VIII, IX y X hablamos de los jinas en Persia, México e Irlanda, pasamos, gracias a preciosas indicaciones de la Maestra H. P. B., a los originarios jinas de Asia, llámense ellos todas, shamanos o de otros varios modos, y cuyo centro o capitalidad es la célebre región mogola, de Kalkas, precedente notabilísimo de toda la historia primitiva de Grecia y de Roma. Pero este nombre de. Kalkas o Chalkas, a su vez, es una clave preciosa que, bien manejada, puede suministrarnos las más extrañas indicaciones acerca de un alfabeto primitivo, iniciático, numéríco, calcídico o jina, a base tanto de los restos del Gaedhil cuanto de los principales alfabetos arcaicos. Esta curiosísima investigación acaso no resulte, ni con mucho, clara y perfecta; pero otra cosa no puede hacerse hoy en el estado de nuestros conocimientos. Con ello, y de pasada, habrán de quedar comprobadas "científicamente" además algunas verdades fundamentales de la Religión de los Estados o Doctrina Secreta, aparentemente perdidas para el mundo. Ninguna de tales verdades troncales de la primitiva Sabiduría es desconocida, en efecto, para sus actuales poseedores, los grandes iniciados del Tibet y de la Mogolia, esos verdaderos pueblos Calcas, Chalcas o Calcidios, de que nuestra geografía y nuestra historia no de. jan de tener algún recuerdo, gracias a los restos, esparcidos por todo el mundo, de sus antiquísimos y hoy perdidos Misterios Iniciáticos, a base siempre de la Matemática, o sea del lenguaje propia y genuinamente calcidio, lenguaje de los iniciados, lengua zend-zar o "zendo real", padre del sánscrito y abuelo de las demás lenguas sabias: zendo, griego, latín, lituano, etc. Dice,en efecto, la magistral obra de Isaac Taylor, The Alphabet, en su página 70, que "los copistas de Subiaco, Roma y Venecia, en el siglo xv, usaron, recién inventada la imprenta, tipos latinos tomados de las minúsculas de los siglos X y XI, tipos que provenían, por cierto, de las letras iniciales de la época de Augusto, las que a su vez habían sido empleadas tres siglos antes de J. C. en la Tumba de Escipión y en Los tesoros del Vaticano, remontándose así hasta el siglo v antes de nuestra Era. El primitivo alfabeto romano deriva, además, de una forma local del griego en Boeothia y Eubea, hacia el siglo VI antes de J. C., ya que estos pueblos hubieron de introducirle por Chalcis, de Sicilia, y por Neapolis y Cumae en la Italia central. Este alfabeto calcidio, por otra parte, es una variante de otro griego arcaico que remonta ya a mucho antes del siglo IX, o sea unos mil años antes de J. C.". Finalmente, dicho alfabeto, hijo de los alfabetos troncales de hirakana y katakana siberianos, procede de la Mogolia, porque, como dice el propio historiador César Can tú: "Bailly, el gran astrónomo orientalista, colocó el origen de las ciencias todas en cierto pueblo antiquísimo del lago Baikal, a los 50 grados de latitud, el de Khalkhas, desde donde ellas pasaron a los atlantes; de la Atlántida, a los etíopes, y muchos siglos más tarde a las cuatro naciones más antiguas del mundo: India, Persia, Caldea y Egipto". Hay, pues, que averiguar, ante todo, qué ciudad fuera Calcis o Chalcis y qué clase de alfabeto es el llamado Alfabeto calcidio. Si hojeamos las enciclopedias, tales como la Enciclopedia ilustrada, de Espasa, y a pesar de su índole sectaria, y los buenos atlas antiguos, como el de Henri Kiepert, nos veremos sorprendidos por más de una veintena, quizá, de ciudades. y regiones de este nombre. La más antigua de estas últimas es el célebre país, ya dicho, de Khalkhas, en la Mogolia, en los contrafuertes meridionales de ese laberinto de altísimas montañas que termina por el Oeste con los montes Altai, por el Norte con el Sayansk, y por el Este con las cordilleras siberianas de jablokoi y las chinas de King-Gan y de la Mandchuria. Por encima del país de Khalkhas, o sea hacia el Norte, nacen los colosales ríos siberianos del Obi, el Ienisei, el Lena y el Kerulen y extiende sus aguas heladas el Baikal, el lago de montaña más grande del mundo. A los pies del dicho país de Khalkhas se desarrolla un verdadero Mediterráneo desecado; el desierto de Chamo o de Gobi; y de dicho territorio procede, como enseñan los brahamanes, el alfabeto numérico e iniciático, enseñado por aquellos Reyes Divinos de los primeros días de la Humanidad, lenguaje que es padre del sánscrito y abuelo por tanto de todas las lenguas indo-europeas, devanagari, zendo, caldeo, arameo, griego, latín, lituano, viejo alemán, etc., etc., como ya hemos dicho. La Maestra H. P. Blavatsky, que penetró en estos países por el único punto de acceso a ellos, que es la famosa puerta de la Dzungaria o de la Zingaria, al norte de los Montes Celestes que separan a esta región del Turquestán, nos describe admirablemente, en la introducción de La Doctrina Secreta, las pasadas glorias de esta zona, antaño pobladísima y hoy desierta, por donde ha pasado todo un período geológico de catástrofes cósmicas y catástrofes guerreras. Por consecuencia de estas terribles guerras, histórica y simbólicamente cantadas en las epopeyas del Mahabharata y el Ramayana, de allí salieron hacia el año 2400 antes de J. C. las primeras emigraciones célticas, quienes vinieron a infiltrar de este modo su sangre aria y su mayor espiritualidad en el viejo y corrompido tronco atlante, tronco que, después de la inmersión de la isla tolteca Poseidonis, o pequeña y última Atlántida de Platón, acaecida unos seis mil y pico de años antes de esta fecha, aún conservaba florecientes los vástagos atlantes no toltecas de los protosemitas nórdicos, cuya historia está atesorada en las mil fábulas de las leyendas escandinavas, de los Eddas, que Wágner glosó en sus poemas musicales, es a saber: los acadios, vascos y pelasgos mediterráneos y los pueblos escítico-turanios de la inmensa región que partiendo de las llanuras galas y germanas, continúa con las estepas rusas y siberianas hasta el estrecho de Behring. Una de las características de aquel pueblo, celta, braquicéfalo y solar, que penetró como una cuña en Europa, dejando remansados al Norte los dolicocéfalos escandinavos, de ojos azules y tez blanca, y al Sur los dolicocéfalos iberos, de ojos negros y tez morena, era el conocimiento del bronce, que por ellos se llamó chalchas o kalkos en griego, y aún hoy decimos calcopirita o pirita de cobre al sulfuro de cobre, cuyo hermoso color amarillo recuerda de lejos al del oro. Toda la civilización de la llamada. Edad del bronce se debe a este glorioso y guerrero pueblo celta o calca, que, uniéndose en nuestra Península con el pueblo ibero, formó el típico pueblo celtíbero o español, de pelo y ojos castaños, tez trigueña o morena clara, estatura mediana y cualidades superiores para la emigración, la sobriedad y la lucha por la vida, cual corresponde a una raza compleja. La Teogonía de Hesiodo tiene altísimas alusiones hacia este pueblo, que en sus místicos orígenes tibetanos conoció al Ave Fénix, al Ave de los dioses Garuna o Cinieudis, el Ave china del Li-Sao, perdido eco de los primitivos hombres alados del Banquete, de Platón, cuya grandeza llegó hasta excitar la envidia de los dioses, quienes, para castigados, los separaron en sexos, cuyas dos mitades, varón y mujer, se buscan y unen siempre, defraudándose constantemente por la Naturaleza, que hace nacer el tres o el hijo, de esta unión ilusoria, perpetuándose así la Humanidad sobre la Tierra para acabar dominando en ella. La misma Ilíada habla de esta divina ave -el Ave de la Selva o de Sigfredo, que Wágner diría-, que, horrorizada ante la guerra de Troya, se ocultó entre las ramas de un abeto, el árbol sagrado de los ogams o de la numeración, como veremos pronto. La propia diosa Minerva, Io, Isis o la Luna, se llamó Calcidia o Calcídica en todo el Mediterráneo, y por eso Augusto cuidó de erigirle en honor de su metalúrgico abolengo redentor un templo todo de bronce. En bronces sagrados también, de los que aún quedan admirables ejemplares en nuestros Museos, se entallaron primorosamente las leyes fundamentales de los Municipios, especie de Cartas Magnas de todos los derechos, bajo la égida o salvaguardia protectora de la primitiva diosa calcídica o Io. En todos los templos de Io o Isis, es decir, de la Minerva Calcídica, se enseñaban los Misterios iniciáticos importados del remoto país tibetano de Khalkhas, centro eterno de la gran Logia Blanca que reina secretamente en el mundo, y de aquí que en los primitivos templos hubiese un recóndito retiro, adythia, o Sala Calcídica, recinto sagrado e inviolable de grandes dimensiones, donde se dijo luego que se reunían los dioses en misteriosos ágapes u orgías, a las que quiso aludir, sin duda, Platón en el Banquete. Todavía, en nuestra perfecta ignorancia acerca de los tales Misterios, conservamos un eco perdido de ellos en el crucero, o planta transversal de las iglesias más gloriosas, tales como San Pablo de Roma, en vez de la primitiva forma de nave -la nave o Arca salvadora del Diluvio o catástrofe atlante, en la que arribaron a los actuales continentes todos los Noés, Quetzalcoatles, Xixuthros y Deucaliones-. Y por eso también, como lugar sagrado en el hogar, se llamó Calcídico al corredor interior que separaba de las demás en la casa griega las habitaciones consagradas a los huéspedes, como puede verse en Vitrubio, en Procopio (De Aedificationem), en Becchi (Del calcidio e della cripta di Eumachia), y en los demás tratados de construcción donde se haga historia de este crucero o efectiva y simbólica Tau de los deberes que la hospitalidad imponía entre los hombres, hasta el punto de ser sagrado en todas las naciones de ario abolengo el peregrino, una vez que con él compartíamos hospitalarios el pan, la sal, el fuego y el techo. Una de las ramas celtas o calcas más importantes de cuantas irradiaron del Khalkhas tibetano por todo el ámbito del mundo, se estableció en el famosísimo Valle de Bikara (¿valle de los Kabira o Kabires?), entre el Líbano y el Ante-Líbano. . Ya en otra ocasión hemos comentado la excepcional importancia ocultista de este histórico valle o anfiteatro, en cuyo centro se alzó en tiempos la Ciudad Solar de Baalbek o Heliópolis, en la divisoria exacta de las aguas del Orontes y el Lita. La primitiva Chalcis de la Celesiria que aquéllos fundaron un poco más abajo en este último río, que luego vierte sus aguas en el Mediterráneo, entre Sidón y Tiro, venía así a constituir la mitad del camino entre Baalbek y Damasco, y quedaba a igual distancia casi de Sidón y de Biblos, aunque separada de ellos por lo más fragoso del Líbano. De aquí que en todo tiempo haya sido este caleidio sitio una comarca iniciática, como tuvieron ocasión de comprobar los cruzados al conocer en ellos al célebre Viejo de la Montaña, y tomar de sus mágicas ceremonias la base originaria para la temible Orden del Temple, que durante unos lustros fué la dueña y señora de la Europa entera, como es sabido. A esta celeste Chalcis del Lita correspondió junto al Orontes, muchas leguas más abajo, al sudeste de Antioquía, la segunda Chalcis siria, a la cuarta parte del camino de caravanas que va desde esta histórica ciudad seléucida hasta la arruinada Tadmor o Palmyra, o sea en la entrada misma del desierto de Cedrosia, antecámara de la Arabia Desierta, y a la tercera parte de la senda de caravanas que va hacia la Hierapolis del alto Éufrates. La concatenada serie de Chalcis no se detiene aquí, sino que va demarcando ciudades, valga la frase, el contorno todo del Mediterráneo. Así encontramos solamente en los mapas de Kiepert (Atlas antiquus) a la Chalcia o Chalcé caldea de la montuosa Lycia, la regada por el Xaanthus, a quien Spa llama Kharkia; al Calchedon o falso Chalcedon de Bitinia frente a Chrysopolis y a Bizancio, o sea en la entrada misma del Bósforo; a la divina península Chalcídica de Tracia, que, merced a sus lagos del Norte, sería una isla, a no ser por el montuoso alzamiento volcánico de Thesalónica que separa los golfos Thermaicus y Strymonicus; a la Calcis de la Etolia, guardando con la frontera Patrás (la ciudad de los padres o patris) la entrada del golfo de Corinto; a la Calcis de la Triphylia arcadiense, verdadera Venecia por su emplazamiento lacustre en el golfo Cyparis; a la poderosa Chalcis de Eubea, guardando la entrada sur del golfo Eubea frente a la Beocia, en los campos Lelantios; a la pavorosa Chalcisdel Epiro en lo más fragoso e inaccesible de los montes de la Athamnia, o sea también de Athos, como Chaleis o Chalcitis es la región actual de Laos, la más inaccesible de la Indochina, y, en fin, a la Calci de Pisa, entre el río Amo y el monte Pisano, y ciudad que, como consagrada a Minerva Calcidica, la diosa del olivo, produce aun hoy el mejor aceite de toda la región de los Itúsculos, o sea Toscana. La más gloriosa, sin embargo, de las Chalcis griegas y la madre de ,las italianas, y aun de las españolas disfrazadas con los nombres de Urda, Uxda y otro análogos, es la Chalcis de la Eubea. Esta Chalcis, que aún conserva su nombre primitivo, a pesar de haberse llamado después Eubea, Stimfelos, Halicarne e Hipocalcis, era una de las tres llaves de Grecia. Su fundación, muy anterior a la guerra de Troya, se debió a Pandoro o Pan-dauro, hijo de Erecteo, y su nombre se atribuye, acaso erróneamente, a una de las doce hijas de Asopo y Metona. Situada en el punto más angosto del estrecho de Euripo, está unida al continente por un puente desde el año 411 a. de J. C., Y en 506 se coligó con Tebas y Esparta para restaurar la aristocracia en Atenas. Su nombre, como todos los de los celtas, está relacionado con el de bronce, según dijimos, por lo cual se tiene a sus habitantes por haber sido los primeros que conocieron el cobre en Grecia, y también el bronce, una vez que las naves fenicias trajeron el estaño de las Casitésides. Sus colonias se extendieron por todo el Mediterráneo; por la Calcídica macedónica, por la Campania entera (Cumas), por la Italia meridional (Regio) y por la Sicilia (Catania, Naxos, Leontini y Tauromenium). En la ciudad se rendía culto a Apolo, y en ella murió Aristóteles. Y es tan primitivamente mágico y jina -decimos- el nombre de Calcis o Chalcis, que por su sabiduría así se llamaron también los augures, tales como los hijos de Thestor que acompañaron a los griegos al sitio de Troya (Calepinus, Septem linguarum), según se lee en el libro II de la Eneida, y a los betilos o piedras mágicas sonoras de que nos habla Blavatsky, se los llamó Chalcophonos, y el mejor traductor y comentarista latino del Timeo, de Platón, lo fué el filósofo neoplatónico del siglo IV, que se ocultó quizá bajo el pseudónimo de Calcidio, según el comentario impreso en Leiden en 1617 por Meuricus. Nuestra Historia Natural, en fin, siguiendo a Plinio (libro X, c. 8; XXXII, c. 3, y XXXVII, c. 11), denomina con los nombres de Calcídico y Calcídica a un ave nocturna; a un pez, a una familia de lacértidos y a otra de himenópteros con más de 2.000 especies. Fué y es tan universal, en efecto, el nombre misterioso y matemático-simbólico de Calcis, repetimos, que las glorias de las Calcis latinas no desdijeron de las de las Chalcis griegas y sirias, hasta el punto de que si en éstas hubo una Casandra macedónica y unos iniciados heliopolitanos, base de todos cuantos esenios, terapeutas, ebionitas, nazarenos y gnósticos vinieron después, en la Campania etrusca floreció una Cumas calcídica, célebre por su Sybilla, la pitonisa amada de Apolo que dió al rey Tarquino tres de sus libros proféticos, después de quemar los otros seis, libros que, custodiados bajo -el Capitolio en urnas de pórfido, preservaron de toda destrucción a la Roma, comprometida más de una vez por galos y cartagineses cuanto por las discordias civiles. En un rapto de locura inexplicable a no intervenir la Magia Negra que perdió al fin a la ciudad de los Césares, fueron quemados estos libros por orden del Senado, por contener los secretos de la religión establecida. -¿Qué secretos eran éstos?- Nada menos que los del lenguaje zend-zárico, o sea el alfabeto numérico o calcídico, sobre el que hay mundos que investigar, invocano antes, como los buenos dorios primitivos a la Minerva Calcídica, aquella de cuyos cenáculos iniciáticos cantó Arnobio (libro IV): “Scribuntur Dii vestir in tricliniis caelestibus atque in Chalcidicis aureis coenitare”, y cuyas logias o cármenes calcídicos, precursores de nuestros árabes cármenes granadinos, han hecho decir a Calepinus (apud Stat, Libro V, Sil. 3, V. 182): “Carmen Chalcidium sunt versus Sybillinim a Cumana Sybilla conditi...” aquellos versos divinos, que tuvo a mucha honra el invocar siglos después la Iglesia para su pavorosa elegía del Dies irae, que dice: Dies irae, dies illa Solvet saeculum, in favilla: Testes David cum sibylla. ¡Aquella poesía sabia, en fin, origen y término de toda ciencia humana, que también profesaron de un modo iniciático y sublime nuestros grandes polígrafos árabes, en sus celebérrimos cármenes andaluces! No se crea, en fin, que con lo dicho se ha agotado el tema de las toponimias y correlaciones jino-calcídicas, sino que continuar con ellas sería abusar quizá. Por ello hacemos punto y pasamos a otro tema anexo, no menos sugestivo. El lector tocado del triste achaque de positivismo escéptico, o sea sin intuición y sin imaginación, que se haya enterado de las páginas anteriores, acaso habrá pensado frente a la multitud de Chalcis, o Calcis, en ellas indicadas, y cuyo catálogo se podría aumentar, que ellas deben su nombre meramente a la misma raíz que la palabra latina calx, calcis, o cal, o mejor dicho, carbonato de cal, es decir, mármol, y que, por tanto, semejantes nombres son la mera indicación de otros tantos lugares ricos en mármoles, como los de la citada península griega de la Chalcídica. Si ello así fuese –y aquí tenemos la historia de siempre, el eterno pleito entre el cretinismo tímido de la mera razón y el angélico vuelo de la intuición y de la imaginación creadora-, todavía caeríamos, como siempre, del lado de la Magia, o Ciencia de los jinas. En efecto, si a eso vamos, hasta el hecho de la extraordinaria abundancia de flósculos de calcio que hoy nos revela la espectrografía solar, en pasmoso reticulado, bajo las llamaradas de la fotosfera del Sol, acaso, no fue desconocida del antiguo sacerdocio iniciado, como no lo fueron las mismas manchas del sol, ni el notable fenómeno mágico de la dobler refracción de los romboedros del espato de Islandia, fenómeno que si hoy se explica matemáticamente es porque se apela –y perdónesenos la aparente petición de principio- al conocimiento calcídico, o sea a la Matemática; al cálculo, como palabra derivada de aquella radical latina de Kcalx-calcis, o más bien de calculi, el betilo, gema o pedrezuela caliza, que, colocada en los agujeros de los antiguos ábacos (o contadores, al estilo de nuestros rosarios, de las tarjas andaluzas y demás procedimientos gráficos), servían a los primitivos hombres para la contabilidad. Las mismas raíces latinas aludidas de calx-calcis y de calculi no son latinas, sino atlantes; es decir, de los vascos, iberos y protoamericanos, o toltecas, que a los atlantes sucedieron, toda vez que en los códices mayas, según demostramos en anterior estudio, existe la personificación que podríamos decir del cálculo y de la Matemática en la diosa Chalchihuitl, o Chalchihuitl-cueye, literalmente la diosa de la enagua azul (Chavero, México a través de los siglos), o sea Isis, Io, Maya, María, la Luna, la Minerva Calcídica, en fin, la diosa de aquellos jonios, jannos o jaínos, fundadores de todas las colonias calcídicas, con cuantas equivalencias, que pasan de ciento, hemos asignado a la Luna en nuestra obra De gentes del otro mundo, porque es harto sorprendente, en verdad, el que los mexicanos post-atlantes -arios ya, sin duda, como dice Blavatsky, arios de aquellos descendientes de Arjuna, cuando éste pasó a colonizar el Patala, es decir, América, según la epopeya del Mahabharata-, empleasen, para designar las pedrezuelas de contabilidad que aún hoy pueden verse pintadas en sus códices, la palabra chalchihuitl, o kalki-huitl, tan análoga a la latina calculi, sin que el pueblo etrusco-romano y el pueblo maya se conociesen ni tuviesen un secreto lazo de unión como el que indudablemente enlazó a todos los pueblos del tronco calcidio. A semejante alfabeto tibetano de Khalkhas o calcidio, que pasó de la Mogolia a Europa, como ya vimos, se refiere, entre otros autores, el tomo VI del Diccionario de Geografía Universal, de Antonio Vegas, en su artículo Thibet, cuando dice: "El alfabeto que se usa en el Tibet es muy superior al mismo alfabeto chino, porque sólo comprende un corto número de signos movibles, cuya combinación expresa todos los sonidos f articulaciones." Por eso se le debe mirar como el más antiguo prototipo de los alfabetos conocidos y está compuesto de los mismos elementos que los antiquísimos caracteres brahmánicos, cosa muy natural, dado que es el efectivo alfabeto jina. Estos primitivos caracteres, antes que fueran letras, fueron números, pero, para demostrado, tenemos que dejar en suspenso las ideas iniciadas en este capítulo, consagrando otras previas a las representaciones numéricas o símbolos escriturarios de los números, símbolos que luego pasaron a ser letra al inventarse la escritura. Semejante tesis necesitaría para su completo desarrollo todo un grueso volumen. Nosotros aquí habremos de limitamos a una exposición sucinta que, no obstante, resultará demasiado extensa y pesada quizá para muchos de nuestros lectores, ya que, como dice e1 sello de Olao Magno, nada nuevo puede ser perfecto. Por de pronto, la misma numeración etruscorromana que nos es tan conocida y que fué la única en Europa durante casi toda la Edad Media, antes de que los árabes nos transmitiesen de la India nuestros actuales signos de numeración escrita, nos demuestra que con los jeroglíficos de siete de sus letras pudieron representar todos los números. Así, como es sabido, la I, vale uno; la V, cinco; la doble W, o sea la X, diez; la L, cincuenta; la C, ciento; la D, quinientos, y la M, mil, y análogamente podemos decir de los demás sistemas, tales como el alfabeto griego o el alefato hebreo. Pero esta misma numeración etrusca no es sino un primitivo sistema de jeroglíficos atlantes, en el que los cuatro dedos, índice al meñique de la izquierda puesta con la palma hacia afuera, representan del 1 al 4; el 5 no es sino la mano entera y abierta, en la que al separarse el pulgar de los demás dedos juntos hace la típica forma de V, a la que sucesivamente se pueden ir agregando los respectivos dedos meñique al índice de la mano derecha hasta componer la forma primitiva del 9, que es la de VIIII, mientras que el 10 es ya la germana doble VV en esta forma, o bien en la latina, más artística de la X, es decir, de las dos manos abiertas. Sucesivas agregaciones de dedos y manos nos conducen así hasta el 50, decena de cinco unidades o más bien centena de cinco decenas, si vale la frase; merced a que una de las primitivas formas atlantes de numeración -de las que aún existen supervivencias en Occidente- fué la de la quinquena, "decena de cinco", o sea primera unidad de orden superior de aquellos primitivos sistemas, sistemas que, en lugar de tomar por base numeral el diez -o sea el jeroglífico de 10, cuyas variantes sin fin hemos estudiado ya en nuestro libro De gentes del otro mundo-, tomaron los dedos de la mano derecha sola, o sea el cinco. Por eso, antes de seguir con nuestra exposición numérica del 50 para arriba, tenemos que detenernos en este particular ancestral. que es importantísimo. Todos los indicios hacen suponer que el más arcaico, y, por otra parte, el más natural y espontáneo de- los sistemas de representación numérica es el material gráfico, por decirlo así, o sea el que al contar da una representación figurativa y especial a cada número, mediante una raya o un punto. Así vemos que, aun hoy, las; personas de mentalidad más pobre y menos adecuada por tanto para los esfuerzos de abstracción y de imaginación que las operaciones aritméticas suponen, cuentan por los dedos, o por el rosario, cual contaron sin duda los infantiles pueblos primitivos. Frecuentísimo es, por otra parte, el contar de este modo en las tarjas andaluzas, en los cómputos electorales, en los marcadores, en los contadores de ropa, etc., etc., como más al por menor puede verse en la genialísima obra de don Eduardo Benot titulada Aritmética Universal, y aun en los trabajos de Picatoste. Natural es, por otra parte, que se haga así, y que las series numerales de cuantos objetos se van presentando ante nuestra contabilidad los vayamos simbolizando por otras tantas rayas o puntos. El sistema gaedhélico o de Dhelos, que diría un poeta, y el sistema llamado del ogam o del Mago, que el poeta también leería al modo bustrólodo, o sea invirtiendo sencillamente las letras, queda evidenciado con esto. La importancia, sin embargo, de "dichos dos sistemas, que fueron empleados por la primitiva Magia, requiere que nos detengamos largamente en ellos, empezando por hacer historia acerca de la llamada escritura ógmica u ogámica, que tanto preocupa hoya todas las Academias del mundo. Digamos, ante todo, que aunque suele llamarse 6gmicos a los simbolismos arcaicos que se ven en infinidad de rocas y monumentos repartidos por el mundo, y ogámicos a los simbolismos que aparecen en los Códices irlandeses del Gaedhil, en el fondo, estos últimos no son sino aspectos locales de una escritura y una numeración que fueron universales en la llamada Edad de piedra, o sea en la olvidada y remota época atlante. Es muy curioso el saber cómo se empezaron estos estudios. En el Journal 01 the Royal Asiatic Society de julio de 1903 apareció una notabilísima Memoria de J. H. Rivett-Carnac, C. I. E. F. S. A., late I. C. S. y coronel edecán honorario de Sus Majestades británicas, considerando por primera vez en la Europa sabia, como obra del pensamiento inteligente de los hombres prehistóricos, ciertas señales u oquedades hemisféricas que en Bretaña y Normandía francesas se conocían como pierres a coupoles, o rocas con cazoletas y que el autor había podido comprobar en diferentes partes del mundo, tales como las que había dado a conocer Sir James Simpson en el Túmulo de Clava de Inverness-shire y en el Obelisco de Argyle-shire, y antes por Canon Greenwell, F. R. S., como posibles simbolismos religiosos arcaicos, por el duque Algernon de Northumberland, y que en opinión de M. Emile Cartailhac, en su obra La France préhistorique d'apres les Monuments (1889), habían tenido sin disputa una significación positiva para los hombres de la Edad de piedra y para sus descendientes o sucesores inmediatos. Su misterioso simbolismo era comprendido por una gran parte de Europa, que después de la edad del bronce se perdió completamente. Hermoso es el tema que pone al frente de su Memoria Rivett Carnac con estas palabras de la Excursión, de Wordsworth: "Among the rocks and stones methinks Isce: More thian the heedles impress that belongs To Lonely Nature's casual work-they bear A semblanu strange of power intelligent And of design not wholly voorn away." Como el mismo autor dice citando la obra Ih King, del doctor Legge, para este último "el uso de cuerdas anudadas (quipos de los incas) ha sido empleado desde la antigüedad más remota para conservar los recuerdos de las cosas y de los hechos". Las inscripciones de esta clase de Cliff (Kumaon) y Mahadeo de la India que pueden verse en aquella célebre Memoria de Rivett, son análogas a las que encontró en Nazpur el profesor Stephens, de Copenhague, comentándolas con el atinado juicio de que en la península indostánica está la clave de más de un misterio fundamental de la prehistoria, justificando así el alto interés que para el profesor Douglas, de la Sociedad Asiática de Bengala, tienen estos caracteres, ligados muy estrechamente con los diagramas del llamado "Libro de los Cambios", uno de los antiquísimos libros de la China que tanto han preocupado también al gran cultivador de los estudios precaldeos en Europa Terriere de la Couperie, cuyos trabajos pueden verse comentados sabiamente en la introducción del Diccionario Vasco-Caldaico-Castellano del profesor español doctor Fernández y González, hijo del ilustre políglota y catedrático don Francisco. Inscripciones análogas también se citan por el autor de la "Memoria en América del Norte y del Sur y en Australia", concordando con ellas las halladas en los pasos de los Alpes y descritas por el doctor Magni, del Museo Arqueológico Italiano, y por último las vistas por el mismo Rivett sobre el lomo de los berracos de piedra de Ávila y Segovia, existentes algunas de ellas en nuestro Museo Arqueológico, y acompañando a veces a no pocas inscripciones romanas. Precisamente con anterioridad a la publicación de la Memoria citada y guiados por una intuición semejante habíamos dado a conocer en España el spécimen de dichas "cazoletas" encontrado en la Sierra de Santa Cruz (Cáceres), por nota en un informe a la Real Academia de la Historia, y aun antes, en 1897 (Boletín de la R. A. de la Historia correspondiente a marzo de dicho año, tomo XXXII, pág. 179), habíamos tenido la fortuna de descubrir la clásica "Losa sepulcral de Solana de Cabañas" (Cáceres), que donamos al Museo Arqueológico y en la que además del guerrero, espada, mitra o gorro, carro de combate y escudo que hay tallados en ella, dentro y en torno de este último hay la inscripción ógmica: .. ... .. ... . que según el P. Fita, en dicho Boletín (junio de 1902) es idéntica a la que se lee en el Templo de Esculapio, en la Argentina. La lápida de Solana fué clasificada por el eminente doctor Hübner como uno de los más curiosos documentos de la prehistoria española. Otros dos documentos de la época, aunque desprovistos de caracteres ógmicos, son la Venus prehistórica de Santa Ana y el Berraco de Botija, de figura semejante este último a los "toros" del Museo, a los famosos de Guisando y al de la Torre de Hércules del Convento de las Dominicas de Segovia descrito por don Vicente Paredes, de Plasencia, y, como tantos otros tesoros históricos, dado a luz en la Revista de Extremadura e incluí do en la hermosa Obi a de M. Pierre París, El Arte primitivo en España. El simbolismo verdadero de estos berracos hay que buscado, por supuesto, en las doctrinas védicas acerca de los Avatares. Además de las obras citadas por Rivett-Carnac en su Memoria, merecen consultarse también las siguientes: Antiquités Troyennes, por el doctor Henry Schliemann, traduite de l' Allemand par Alexandre Rizos Rangabe; Rapport sur les fouilles de Troie (LeipzigParís, 1874), y las Pierres a eoupules et a sculptures hiéroglyphiques du Chablais, por L. Lacquot (extrait du 4eme. Congres préhistorique de France, 1908; Simpson: On archaic sculpturing of cups and concentric rings (Proceed. of Soco ant. of. Scotland, tomo VI, 1867); Aymard, Sur les pierres a bassins de la Haute Loire (Soc. agricole du Puy, tomo XXII, 1859); el marqués de Nadaillac, Les premiers hommes, cte. (tomo 1, pág. 288); Paul Vionnet, Les Monuments préhistoriques de la Suisse; Desor, Les pierres a ecuelles (Génova, 1878); el doctor Magni, Cazoletas de Como (Bol. de la R. A. de la H. de 1906); Sacaze, Le eulte des pierres (Bull. Soco d'Anthropologie, 1879); Mestorf, Materiaux pour l'histoire de l'homme (1878), en cuya pág. 277, según Bertrand, de quien tomamos tantas citas, aún se hacen sobre ellas en ciertas comarcas de Suecia ofrendas a los pequeños, es decir, a las almas de los muertos. Todo sin contar con la bibliografía de Rolt Brash, antes dada, y en la que hay también curiosas referencias al alfabeto llamado Ogam, o Beth-luis nion, por Ch. O'Connor y O' Flaherty. Posteriormente a la publicación de nuestros ¿Atlantes extremeños? hemos visto algunos caracteres ógmicos semejantes a los ya descritos en toda la crestería de la Sierra de Santa Cruz (Cáceres), formada por los picos de San Gregorio, Los Cuchillos, las Callejas, la Cueva del Fraile y el Risco Cabrero (dimensiones 12 X 4 X 2 metros); en Villamesías, donde aún se ve un monolito de más de tres metros, sirviendo de pontezuelo en la población; en el atrio de la iglesia de Santa Ana, donde siete cazoletas aparecen, digámoslo así, superpuestas a un ábaco anterior de 20 a 25 puntos. Otros sillares con signos ógmicos, desprovistos al parecer de importancia, hemos encontrado también en Salva tierra, Ruanes y algún otro pueblo de los emplazados hacia el interior del triángulo formado por Cáceres, Trujillo y Montánchez, característico por cierto, por la gran abundancia de restos iberorromanos, que hemos descrito en nuestros artículos relativos a las inscripciones allí encontradas (Bol. de la R. A. de la H., tomo V al IX). Otra prueba de que el llamado pueblo ibero, que por un lado confina con su sucesor el iberorromano, no está lejos por otro de los obscuros pueblos que tallasen las inscripciones ógmicas. Los Ogams, Ogam-Craobh o Braneh-Ogams, reciben precisamente estos nombres por ser una primitiva escritura, profusamente repartida por los monumentos prehistóricos de Irlanda, Escocia y Gales, que imita en sus caracteres la distribución de las ramas de los árboles. la de los tallos de la palmera o la de las hojas de la caña y del maíz. En ellos, además, cada letra, simple, compuesta, diptongo o triptongo, tiene respectivamente el nombre de una planta o árbol, según la tabla de equivalencias que puede verse en la página 10 de El tesoro de los lagos de Somiedo. Los ogams corren a lo largo de las aristas o caras de muchos cipos. con sus talladitos transversales, cortos y largos, al modo de nuestros vulgares rayeros para contabilidad o de las tarjas andaluzas. De ordinario compónense de una variadísima combinación de rayitas o tallados que arrancan todos de una línea o arista central, real o imaginaria, al modo de la línea horizontal de donde penden todas. las letras sánscritas, o de la vertical de las letras mogolas. Los numerosos renglones de los folios de Ballymote y demás códices de que vamos a ocupamos son, pues, en su infinita variedad, Ogams primitivos, y de su figura podemos tener una idea por la del folio que reproducimos en el capitulo VII de De gentes del otro mundo. La primera noticia que se tuvo de la escritura ogámica irlandesa data del encuentro del Book 0f Leinster, Ms., donde, a modo de la "Tabla de Roseta" para el jeroglffico egipcio, aparece un pasaje con la escala literal ogámica completa que desde entonces se emplea por los autores, incluso el que nos ocupa. Códice tan curioso se encuentra hoy en la Biblioteca del Colegio de la Trinidad, en Dublfn. El doctor O'Curry dice que fué compilado por Finn Mac Gorroan, obispo de Kildare, fallecido en 1160. La última noticia de la referida escritura ha sido encontrada en el Book 0f Ballymote, Ms., hallado en la Biblioteca de la Real Academia de Irlanda, compuesto de 502 páginas, y compilado por Ballymote Co. Sligo, hacia 1370, en casa de Tomaltach Og Mac Donogh, lord de Coraun, en tiempos en que Turlogh Og, hijo de Hugh O'Connor (folio 62 b) reinaba en Connaught. El Ms. parece ser una compilación hecha por diferentes personás, tales como Salomón O'Droma y Manus O'Duigenann (O'Curry's Lectures, pág. 188). Es, pues, el tal códice una colección de diversos tratados de historia, mitología, genealogía, hagiología y otros asuntos, que datan de fuentes tan antiquísimas como desconocidas. En semejantes copias de otros tratados arcaicos se han encontrado también una gramática antigua y largas explicaciones acerca de la escritura ogámica del Gaedhil. Tales tratados contienen una clave apenas usada en la traducción de inscripciones. consistente, como dice Brash, en una gran variedad de cifras matrices, de donde han ido derivando caracteres hasta aquí tenidos por originales. Según Rolt Brash, la invención de semejante escritura arcaica es atribuida por la leyenda a uno de los Enviados, Instructores o Maestras, uno de los "learned men" de los Tuatha de Danand, denominado To-Og-ma, jefe de una tribu de hombres de esa raza roja, maya, egipcia, vasca, etc., de que se ocupa la preciosa obra del argentino señor Basaldúa, La Raza Roja en la Prehistoria Universal, raza a la que hacen referencia más o menos expresa los mitos mexicanos e irlandeses. Estos dos libros de Leinster y de Ballymote no son las únicas fuentes de la rica y dulce literatura legendaria ogámica de los bardos irlandeses. Hay muchas otras, entre las que conviene consignar las siguientes, con arreglo a los datos de dicho sabio: a) El Book 0f Luan o Lai-can, Ms. de 600 págs., compiladas, se dice, en 1416, por Gilla o Xila-Mor-Mac-Fir-Bis, y hallado en la biblioteca de la Royal Irish Academy. En dicho códice se encuentran, dice Rolt-Brash, una copia del poema atribuído a Ur-Aceipt-Na-nEges, el primero de los bardos, y un tratado gramatical atribuído a Cenn-Faclad el Instructor, fallecido en 677. Esta gramática está compilada sobre los documentos de Amhergín y Feir-Ceirtne, antiquísimos poetas-filósofos precristianos, y que merced a esa misteriosa asociación de ideas que debe mediar entre los hombres antiguos esparcidos en las regiones más distantes de la tierra ¡en las edades primeras, nos recuerdan, el segundo, a Rif-Ceirtne, a aquellos Ceirtnes del Rif libio atlante que figuran en los viejos periplos, quizá americanos, de Hannon y de Scillax, tan discutidos por Costa y demás arqueólogos, y el primero, o sea Amerghin, al desconocido autor también de los antiquísimos libros japoneses de Amerghin, anteriores a los alfabetos, e Hirakana y Katakana, y asimismo a otro caudillo análogo, especie de Quetzalcoatl de Centro-América, que ha dado nombre, no sólo a varias montañas, ríos y pueblos de dicho país y del Brasil, sino también al propio continente americano, cuyo nombre jamás se ha debido a ningún Américo Vespucio, según tiene demostrada la crítica, 'y aun a la raza Aimara, tan poco conocida. Una extensa discusión filosófica exigirían también esos nombres de aglutinación monosilábica tan orientales y tan americanos a la vez, como el de To-Ogma, Ta-hua o Tu-ha-ta de Danand; Fin-Mac o Cam-Gor-man, Salomón el Droma; el Manú O' Duigenan, Gilla-Isa-Mor-Mac-Fir-Bis, que tratado al modo semita, nos da el Xila de las famosas inscripciones roqueñas de Norte América, también cuajadas de Ogams, el Isis, Sais y Lais semiegipcio de tantos y tantos cantos, cultos y leyendas; el Rom inicial de aquella legendaria Roma-kapura o Roma secreta de los Misterios etruscos, cuya revelación era castigada con la muerte; el Mac de Kam o reino; el Fir o Ril del abolengo libio-ibero de las gentes del Gaedhil, etc. Sea de esto lo que fuere, es lo cierto que el Book 0f Lecan contiene ogam, en los cuales se ha encontrado el valor y la equivalencia de ellos con sendas letras del idioma primitivo de Irlanda, valor que, por de contado, es el mismo que el que se asigna en la clave alfabética del Book 0f Ballymote. b) El códice del Leabhar-Gabbata (¿Patala?), que, según Rolt Brash, es un notabilísimo trabajo compilado por Frian Michael O'Clery, con cargo a datos arcaicos, en 1627. También O'Clery y sus eruditos auxiliares coleccionaron gran número de Ms. gaedhélicos de enorme antigüedad. c) El Book 0f lnvasions, que es parte de la colección anterior y se custodiaba por lord Ashburnhan. De él existen dos copias, una en el Colegio de la Trinidad, en Dublín, y otra en la Royal Irish Academy. d) El Book 0f the rOctar Gael O Las Aventuras de los Siete hermanos campeones en Oriente, especie de crónica de los mágicos Tuatha o Ta-hua de Danand, y que son en las tradiciones irlandesas igual que los Siete Otares u Hottares (sacerdotes-reyes o Incas de las leyendas mayas), quienes fueron en los orígenes del pueblo muisca o mexicano a las Siete Posadas o Mansiones de Pacaritambo, en Oriente, literalmente "la Posada que amanece". e) El códice de El Destino de los hijos de Tuirin (¿turanios?) , verdaderos israelitas, siempre nómadas y fugitivos, raza cainita de los Tuatha de Danand, hacedora de cien prodigios mágicos que no databan en verdad, según la crítica histórica, sino de sus profundísimos conocimientos en ciencias, artes e industrias, algunas de estas últimas tan terribles como la de las armas envenenadas de Cuthullind y de la serpiente de Lochnania, de la fortaleza de Mananan. De ellas nos ocuparemos luego. f) El Book 0f Lismore, con su famoso Diálogo de los Sabios, especie, quizá, de Banquete, de Platón. Bastan los indicados. Para completar tamaña bibliografía, hay que guiarse por Rolt Brash, quien nos da otras muchas referencias interesantísimas para el estudio de los ogams, según el sumario que damos en el capítulo VII de De gentes del otro mundo. CAPÍTULO XXVI. LOS CELTAS Y SUS DRUIDAS Las dos civilizaciones complementarias, atlante y celta. - Oscilación pendular de la Historia. - Los llamados "tiempos adelónicos" por los griegos. - "Bosphoros y Kalkas". - La ciencia de unos y otros. - Postulado necesario para comprender bien la Doctrina Arcaica. - Los cinco "Continentes". - Los bardos de Irlanda, según Rolt Brash. - El Apolo ógmico. - La Minerva druida. - Hércules galo. -El alfabeto. calcídico llevado por toda Europa desde Oriente. - Enseñanzas de Luciano, César y Séneca. - Contenido matemático y fonético de los jeroglíficos de los Tuatha de Danand gaedhélicos, y su relación con Oriente y con México. - La quinquena, la decena y la veintena en ellos. - Restos de estas numeraciones conservados aún en nuestro folklore o demopedia. - Retornan aquí los famosos welsungos, lobos o rebeldes del mito nórdico- y del romano. - Las gentes del Gaedhil tuvieron símbolos por lo menos para los cien primeros números. - Tránsito fonético-escriturario de los números a las letras. - Piazzi Smith y "las medidas de la Gran Pirámide egipcia". - "Muisca o Mox", el dios de la Música. - Otras conexiones mitopeicas trascendentales. - Enseñanzas de la Maestra H. P. B. acerca de estos asuntos. En el capítulo anterior hemos diseñado el vastísimo panorama de dos civilizaciones complementarias, continuación una de otra, a saber: la atlante, conocida apenas por nuestra ciencia bajo la designación de Edad de Piedra, y la celta, o de la Edad del Bronce. Entrambas responden a una verdadera oscilación pendular de la Historia, o sea: a) De Oriente a Occidente, o de la Lemuria del Océano indico, del sur de Asia, a la Atlántida, contando, por supuesto, con que el originario país de Kalkas constituyó la parte más septentrional de dicho continente terciario que la ciencia europea ha descubierto por los estudios de Darwin, Lamarck y Rusell Wallace. (Tiempos adelónicos, que dijeron los griegos.) b) De Occidente a Oriente, o de la Atlántida a la Ariana. (Tiempos míticos de los griegos, o sea de la llamada Edad de Piedra por la ciencia occidental o de la Prehistoria.) Estos tiempos abarcan desde la decadencia del esplendor de la Atlántida, hace unos 800 y 200 mil años, hasta el paso de la gran Logia Atlante (Bos-phoro, el paso del Culto Sagrado de Io o Minerva Calcídica a través de toda Europa, hasta Persia, la Ariana o Ariadna y Egipto) . c) De Oriente a Occidente, tiempos históricos, o sea desde la Ario-India o Turkestán a Europa, por los pueblos llamados kalkas o celtas, unos dos o tres mil años antes de J. C. Estudiar, pues, el pueblo celta y sus iniciaciones sagradas o druídicas equivale a investigar acerca de esta última corriente, ya histórica, de las emigraciones arias, que no han cesado desde entonces casi hasta nuestros días. Pero como la ciencia oriental de los celtas o de la Edad del Bronce está inextricablemente ligada con la occidental de la Edad de Piedra, la separación es difícil. Por eso ha dado lugar a la eterna controversia de si es más antigua la una o la otra, controversia que queda zanjada si se consideran atentamente los tres extremos que acabamos de fijar, y que resumimos en este postulado importantísimo: La ciencia atlante es más antigua que la de los celtas venidos de la Ario-India; pero la ciencia atlante u occidental, a su vez derivó de la de los reyes divinos de la primitiva Lemuria, de hace unos cinco millones de años, y el país jina de Kalkas (de donde muchos cientos de años después la volvieron a tomar los celtas), perteneció y aun presidió a toda la evolución histórica de la Lemuria, porque fué el último resto del llamado Continente hiperbóreo o Segundo de las enseñanzas de la Primitiva Sabiduría, cuando la Humanidad carecía todavía de cuerpo físico y de sexo, como carecen los verdaderos kalkas, shamanos o jinas 190. En cuanto a la escritura de los ogams, Rolt Brash, en su célebre obra The ogams inscribeb monumentsin the British Island, nos dice: "Los bardos de Irlanda atribuyen la invención de los ogams a Ogma, cuya genealogía se halla consignada en el Códice de Lecann (fol. 280, p. b., capítulo 3) con estas frases: "Dagda el Grande, Dealbaoth, Breas, Dana y Ogma. El Adorador del Sol era el quinto hijo de Elatán, hijo de Dealbaoth, hijo de Neid, hijo de Judai, hijo de Allai, hijo de Thait, hijo de Tabairn... He aquí a Breas, el poderoso; Dan, el poeta; Dagda, el fuego de! Gran Dios; Ogma Grianeus y Ogma Grian-Aineach, al cual el doctor O'Curry considera como of the sun like face, o de cara rutilante como un sol." (M. S. Mat. Iriser History, pág. 243) . Este dios, pues, ocupa en la mitología del Gaedhil un lugar parecido al de Apolo en el panteón griego. Él fué el último dios de la poesía, la elocuencia y la música, todas las cuales se atribuyen a Ogma. Apolo ha sido identificado con el Sol asimismo. Vossius diserta acerca de la personalidad de Apolo y encuentra que es la personificación del Gran Luminar. Los epítetos aplicados a Ogma de el Amado del Sol, el Adorador del Sol, etc., se derivan de Grian, y Grian es el Grial famoso de otras leyendas nórdicas, o sea el Sol, e! Sacro Vril o Viril, cuya conquista ha sido tema de tantos poemas, hasta llegar al Parsifal de Wágner, Grial que no sólo es el Sol, sino que en lengua gaedhélica se aplica como radical de muchas palabras, tales como griannar, sunny, warm, grianan, griandoc, sun dial, etc., todas referentes al Sol, como el monumento de Inveresk, en la Escocia del Sur, con la inscripción de Camdem (vol. In, pág. 31) , que reza: "Appollini Granno, Q. Lusius Sabinianus, proc. Ang. V. S. S. L. V. M." "Nosotros mismos, añade en otro pasaje, hemos visto inscripciones de los bretones romanizados con nombres de deidades del país de BUS conquistadores, tales como Minerva, Belasama, Mercurio, Teutates, Júpiter, Dolichenus y Marte Braciaco. En Castle-Hill, en el Valle de Antonino, se ha hallado una inscripción consagrada a los dioses de los campos y a las deidades bretonas por los galos romanizados. La inscripción de Inveresk se ha encontrado en conexión con el país de los brigantis, raza celta que actualmente no existe en él. Tenemos, en fin, otra pieza de convicción en la que el nombre de Ogma se ha identificado desde muy remotos tiempos con el Instructor de la elocuencia entre muchas tribus del Oeste de Europa; nos ha sido dada por Luciano, en su descripción del dios galo Ogmius. Dicho pasaje fué dado a luz primero por John Toland, quien, al par, identifica a Ogmius con el Ogma de Irlanda." (Historia de los Druidas, páginas 72 y 154.) Los trabajos de Toland aparecieron en 1726, y han sido publicados y comentados con igual criterio por el Dr. O'Donovan, en el Journal d'Archéologie, VII, página 81, y por Bethan en su Gael and Cimbri. Lo que sigue está tomado de Franklin Lucian, II, pág. 340: "Los galos, en su lenguaje, llaman a Hércules Ogma, y hacen un extraño simbolismo del mismo, pues le representan como un hombre de ancianidad extrema, casi calvo, con un mechón de cabellos de plata sobre la rugosa frente y el rostro de macilento color tostado como el de un viejo lobo de mar. Podría tomársele por un Caronte o un jafet de las riberas infernales, si no se viese en él también a Hércules con todos sus conocidos atributos: la piel de león colgando de sus hombros, la clava o maza en la diestra mano y en la siniestra el arco temible; es decir, el prototipo del perfecto Hércules. No llego por eso a suponer que los galos llegasen a damos con ello una copia de la deidad griega, sino más bien su reflejo, en recuerdo de alguna irrupción en su reino, operada como la legendaria de los bueyes de Gerión, en Iberia. Recuerda, sin embargo, un pormenor notabilísimo. Dicho viejo Hércules aparece representado como seguido por una gran multitud, a él ligada por diminutas y frágiles cadenas de oro y de ámbar, de hermosas apariencias, de tal modo que más parecían así encadenados por voluntad que por fuerza; una esclavitud dulce y dichosa en honor de su caudillo amado, y lo más raro del caso es que el pintor en cuestión no parece alcanzó a representar por dónde se fijaban semejantes cadenas en el caudillo, ya que sus manos estaban ambas ocupadas por la maza y el arco, como va dicho, como no fuesen adheridas a la lengua de Hércules el semidiós. Admiraba largo rato la figura, no sin experimentar cierta repugnancia y sin acertar a comprender el obscuro significado de tamaño simbolismo, cuando un galo sentado a mi lado, un hombre versadísimo en la literatura griega, que hablaba un lenguaje perfectamente correcto y que, como tantos de su nación era todo un filósofo, dirigiéndose a mí me dijo: "Te veo, oh extranjero, preocupado por esclarecer la significación de esta pintura. Yo te la esclareceré. Nosotros no solemos simbolizar la elocuencia con la figura de Mercurio, sino con la de Hércules, tan fuerte como él y aun más poderoso, y no te debe extrañar que le representemos a éste como un anciano, porque en dicha edad es cuando la elocuencia llega a todo el vigor de la madurez, de acuerdo con el dicho de uno de nuestros poetas: -"La juventud es un estado vacilante y frívolo". A medida que la edad avanza, alborea la venerabilidad. Los ojos del discernimiento sereno empiezan a abarcarlo todo. Ve ya cuanto sucede al presente y cuanto puede llegar a suceder. De todo se informa y a todo provee del modo mejor. Por eso preferimos la edad madura, y nuestro Néstor destila mieles por su boca cuando habla. Los viejos oradores troyanos fueron celebrados por su dulce voz, y semejante poder sobrehumano de la elocuencia fué el que hizo colocar a Hércules en el número de los dioses. Dada la relación que guardan los oídos con la boca, no tiene nada de extraño que la dulce cadena se represente así, desde la lengua del instructor hasta los oídos de sus discípulos"... Así habló aquel galo sabio, sigue diciendo Rolt Brash, y sin este testimonio precioso, unido al de César, cometeríamos aún el error de considerar como bárbara e iletrada aquella raza tan culta, que contaba entre sus hijos al personaje mencionado. César, por su parte, consigna claramente que entre los galos eran usados los caracteres griegos. El anterior pasaje de Luciano es una corroboración absoluta de que el Ogma de los del Gaedhil no era una fantasía de los bardos medioevales, sino antiquísima y pasmosa tradición piadosamente legada por sus antepasados los galos, y merced a esto no cabe duda de que la raza de los conquistadores de Erín fué una rama de aquel viejo cuanto noble pueblo, cuyos anales y demás manuscritos consignan, por supuesto, las continuas relaciones entre Irlanda y Galia en edades remotas. Los galos no eran tampoco los únicos en representar a Hércules como el protector de las letras y de la elocuencia, ya que los griegos también le representan como el protector de la ciencia y el conductor de las musas. En resumen, Ogma y Ogmius son dos vástagos de la familia céltica, y el inventor o introductor del alfabeto entre los hombres ha sido siempre una divinidad mítica, con todos los atributos del conocimiento, la elocuencia, la actividad intelectual, en una palabra, punto de apoyo suficiente para poder afirmar la inmensa antigüedad de la palabra Ogma en conexión con la introducción del alfabeto entre los hombres." Por lo transcrito se ve claramente que lo mismo Luciano y César, en la antigüedad, que Rolt Brash, en los tiempos presentes, no ignoraron el paso del alfabeto calcidio, y con él toda la cultura griega, desde la Eubea a la Galia e Islas Británicas, cosa, por otra parte, consignada por la tradición, que hizo pasar a las vecindades de Thebas a los Tuatha de Danand, cuando fueron expulsados de su territorio occidental por los atlantes necromantes o Firbolgs (rifeños occidentales, de las dos palabras abeto y noche, es decir, los de los perversos conocimientos), y en su nueva residencia helénica aprendieron la magia, como indica también Rolt Brash, antes de emigrar a lo largo de la Escitia, para establecerse en Escandinavia, con éxodo no poco semejante al de los godos, y retornar, al fin, a Irlanda, aniquilando a los Firbolgs, para ser, siglos más tarde, anulados a su vez por los milesios protohistóricos y pasar del estado propiamente humano al de jinas, ocultos en las colinas, dólmenes y raths, como efectiva o poéticamente, según sea el gusto o el escepticismo del lector, decimos en nuestro libro De gentes del otro mundo, en su capítulo VII. . Todo esto nos ha obligado a estudiar: a), el alcance filosófico histórico de la leyenda de los Tuatha de Danand y sus pueblos similares de tantas partes: los djins, jinas o jaínos, cosa que ya hicimos en el dicho libro; b), el contenido matemático de sus símbolos, independientemente de la aplicación literal o fonética que les fuera dada en tiempos ulteriores; c), las relaciones que tales simbolismos puedan tener con los demás orientales, mediterráneos o atlánticos; d), el abolengo que en las claves numéricas del Gaedhil puedan acaso hallar los rasgos escriturarios de los más primitivos alfabetos, y la base que sus combinaciones numéricas hayan podido dar a las combinaciones monosilábicas de las lenguas aglutinantes. No hay que añadir que tamaños problemas sólo podrán ser esbozados en estos modestos apuntes, en los que, como decimos algo que es nuevo, no podemos hacer nada que sea perfecto. Los numerosos renglones de las planchas I y II del Códice de Ballymote, que pueden verse en el citado capítulo, presentan en sus trazos jeroglíficos, alternados algunos con letras de viejo gótico o lituano, una variedad infinita. A la manera de las sublimes concepciones musicales de Beethoven o de Wágner, un verdadero leit motiv, o tema característico, sencillo, monótono, brevísimo, consistente en representar de uno a cinco tracitos sobre una misma línea vertical u horizontal, da lugar a combinaciones verdaderamente pasmosas, a un mismo tema numérico con variaciones, que parece haber escapado a la penetración de -cuantos hasta aquí han estudiado los ogams. Tales signos, en efecto, por sus rigurosas seriaciones, no pueden expresar verdaderas inscripciones literales, sino jeroglíficos numéricos auténticos, imposibles como tales de una sensata traducción literal, y guardando por ello una conexión notoria con otros sistemas numerales arcaicos, tales como los de los códices mexicanos del Anahuac. En todos ellos vemos que, a la manera de la línea, patrón escriturario o falsilla que corre de izquierda a derecha en los textos sánscritos, cual si de ellos se hubiesen colgado las letras, y también a la manera de la línea vertical de mogoles y chinos, corren una o más líneas horizontales de izquierda a derecha en los respectivos renglones. Son éstos algo que recuerda asimismo el pentagrama y a sus diversas claves y aun notas, aun las del moderno sistema en monograma, llamado de Menchaca. Para poder entendernos, hemos llamado a dichos renglones: bases o monogramas, cuando sean de una sola línea horizontal, que es lo que acontece con la mayoría de ellos; día, tría y tetragramas, cuando consten, respectivamente, de dos, tres o cuatro líneas horizontales. También denominaremos cifra o tallo a todo tracito o grupo de tracitos que, al tenor de nuestra interpretación, simbolicen los respectivos números, y, en fin, llamaremos tronco a todo trazo distinto de la línea base y en el que se apoyen los respectivos tallos o tracitos numéricos. No hay para qué añadir que, por las palabras monograma, diagrama, etc., no queremos dar a entender que se trate de letra alguna, sino simplemente de una o más líneas horizontales que, cuando llegan a cinco, forman un perfecto pentagrama como el de la música. Al primer golpe de vista se aprecia que en dichos jeroglíficos el tema fundamental es la representación de la veintena en cuatro grupos numéricos de a cinco cifras cada uno, ni más ni menos que en el ampohualli de mayas y nahoas de México, cual si el Atlántico no hubiera sido nunca sino un inmenso río, como lo denominaron los griegos, y cual si la cultura de entrambas orillas europea y americana hubiese sido substancialmente una misma durante la Edad de Piedra. Meditando, en efecto, acerca del sistema de numeración nahoa, que tanto ha preocupado a Gama, Orozco, Chavero y más recientemente a Cirus Thomas, en el Bureau of American Ethnologyl se advierte que es tan perfecto como el nuestro de hoy y como su antecesor el de los arios. Abierta la mano del hombre, como se ve en todas las representaciones jeroglificas del cinco, nos encontramos. por un lado, con las cuatro puntas de los dedos, del meñique al índice. mientras que el dedo pulgar les es oponible y aparece profundamente separado de ellos. Las cuatro puntas o yemas aquellas se representan por los respectivos cuatro puntos ógmicos, mientras que el pulgar o cinco se simboliza por la raya sola o sin puntos. Esta misma raya, con la que nosotros representamos los quebrados separando al numerador del denominador, y leyéndola "partido por" tiene en vasco, como en nahoa, la significación de mitad, es decir. "la mitad del diez" o "la mitad de la mitad del veinte". Sobre tales numerales ógmicos ya hemos dicho bastante en nuestra Ciencia hierática de los Mayas, y sus representaciones pueden verse en gran número en los Códices Troano y Cortesiano de nuestro Museo Nacional 191. Ahora bien: el sistema de numeración gaedhélico u ogámico 192 que se desprende del mencionado folio de Ballymote, tiene un punto de partida idéntico al de aquellos aborígenes mexicanos. Los cuatro puntos ógmicos de éstos y su raya han sido sustituídos en el sistema del Gaedhil por uno a cinco tracitos o tallos transversos e iguales, ya apoyados directamente sobre una línea horizontal (monograma), ya sobre otras rayas individuales de apoyo para cada tallito o grupo de tallitos, y al que hemos por eso denominado tronco. Así, las cuatro partes del cempohualli o veintena, es decir, las cuatro quinquenas integradoras, se diferencian entre sí únicamente por la posición de sus tallitos o cifras respecto, bien del tronco, bien del monograma, y, en consecuencia, vemos escritos los respectivos veinte primeros numeras de este modo: la primera quinquena (1 al 5) con los tallitos a la derecha del tronco; la segunda (6 al 10), con los tallitos a la izquierda; la tercera (11 al 15), con tallitos transversales o a derecha e izquierda, pero oblicuos, y la cuarta (16 al 20), con los mismos tallos transversos, pero normales, sobre el tronco. Ofrece, además, la primera línea del folio una particularidad notable, y es la de que, mientras todos los restantes monogramas o poligramas empiezan por extraños signos que recuerdan a los nuestros musicales de las claves de fa y de do, este diagrama primero comienza por arborizar en tres ramas hacia la izquierda, o sea hacia el comienzo, cada una de las dos líneas que lo forman, en total, seis ramas o tallitos, constituyendo con el tronco en que se apoya por el lado contrario la cifra del uno una nueva y muy curiosa manera de ser representado en simbología arcaica el famoso "Sello de Salomón", o sea la representación cabalística y mágica del numero siete, tenido por sagrado en todas las teogonías y cosmogonías, incluso el Cristianismo 193. No es de extrañar ciertamente el que el sistema de numeración gaedhélico sea claramente vigesimal o a base de veinte, como el de aquellos aborígenes y probablemente el de toda la edad atlante o preariana. Semejante sistema es el más humano que existe, porque tiene en cuenta las cuatro extremidades del hombre y sus dedos agrupados en cuatro quinquenas. Del hombre se han tomado, en efecto, las primeras medidas, tales como el pie, codo, pulgada, brazo, dedo, la sánscrita nimesha o "parpadeo del ojo", etc. El quatre-vingt de los franceses es otra supervivencia gála de tal sistema atlante. Además, el estudio de las numeraciones arcaicas nos revela que, cuando el salvaje o el niño distingue el uno (su propia personalidad) , el dos (aquel con quien habla) y el tres (o sea todo lo demás) , conoce ya el singular, el dual y el plural, y cogiéndose con una mano los dedos de la otra está ya en posesión plena del sistema ogámico u ógmico, que para nosotros es el más antiguo de los sistemas de numeración escrita; y tan cierto es esto, que en la propia Irlanda nos encontramos, conservada por el folklore (demopedia o demosofía), esta dulce canción, especie de Au claire de lune druida, con la que se enseña a contar a los niños: “Dance, thumbikine, dance. Dance yes, merry men every one. Thumbikine you must dance alone, Yes, thumbikine you must dance alone", repitiéndose el cantar, después del pulgar o thumbikine, con los demás dedos por su orden, fore-man) longe-man) Ting-man y littleman) en confirmación lingüística de lo antedicho, porque siendo la veintena primitiva, un cempohualli) una cuenta y, además, un man u hombre, tanto en lenguas orientales como anglosajonas, se dan a los dedos, por analogía, terminaciones de man u hombres, esto es, unidades inferiores o de grado primero, como también se da aún el nombre de manigero al capataz que en Extremadura lleva una gavilla de hombres. Nuestra demosofía, tan rica como la que más, tiene su cantar equivalente, marcando aún mejor el concepto sintético de la quinquena ógmica o primera atadura numeral, con este cantar infantil, primera lección de aritmética, de Cinco lobitos, cinco lobitos, cinco lobitos, cinco lobitos parió una loba, chicos y grandes detrás de una escoba cinco paría, cinco criaba, y a todos cinco tetita les daba. Cinco parió, cinco crió, y a todos cinco tetita les dió; y el concepto de la unidad superior, o quinquena de los cinco dedos, se completa con el resto del cantar, que dice: No se le cae, no se le cae, no se le cae la manecita al nene; no se le cae porque presa la tiene; la manecita desconcertada, chiquirritita) bonita y atada... Ciertamente que el fondo científico de los mitos, como símbolos abstractos de ideas muy superiores, es inagotable. ¿A qué conclusiones de prehistoria no podría llevamos, en efecto, esa loba del cantar ibérico y también de la leyenda de Juanillo el Oso) en parangón con la famosa, que según la tradición etrusco-romana, amamantase a los divinos gemelos Remo y Rómulo (loba que, transformada en cabra Amaltea, amamantó a Júpiter)" o a aquellos lobeznos, cinco según unos, siete según otros, que diera a luz la infanta Isomberta (o Isis-Bertha) de la leyenda del Caballero del Cisne) base de tantos poemas y del propio drama lírico del Lohengrin wagneriano, según la hermosísima obra de Bonilla San Martín, El mito de Psiquis, cuanto de los welsungos rebeldes de El anillo del Nibelungo? Tenemos, efectivamente, símbolos gaedhélicos, al menos para los cien primeros números. Además, los respectivos signos de las veintenas, hechos signos de centenas merced a pentagramas, como hemos dicho, pueden ser tomados enteros o meramente en su mitad. Así, la mitad del signo X es el signo V, cual sabemos hicieran también los etrusco-romanos (aunque no para expresar precisamente los mismos valores numéricos). Una cempohualli o veintena que quisiera expresar tal detalle tendría que encerrar las cifras significativas correspondientes, no en series de XXX, como en no pocas figuras, sino en series de VVV, que es, por cierto, lo que se observa en otras. Para, pues, tomar la mitad del signo 40 o del 400, que es el cuadrado o rombo, no hay sino representar medios cuadrados o medios rombos, como se ve en algunas. Podrían detallarse y puntualizarse más, en fin, estas relaciones numéricas; pero abusaríamos de la paciencia del lector que, mediante los simbolismos de unidades, veintenas y pluriveintenas, ya comprenderá cuán fácilmente se puede representar, por lo menos, hasta mil. Los folios de" Ballymote, que nos ocupan, claramente muestran que son copias de copias de otros mucho más antiguos, en los que la seriación numeral fuera rigurosamente perfecta, no caótica), desordenada, más y más a medida que se avanza en los renglones, hasta acabar en el caos numérico del alfabeto respectivo, en el cual, al modo del griego y romano ulteriores, cada letra conservase esa supervivencia numérica de los respectivos valores que miles de años antes tuviera entre sus olvidados ascendientes cada letra. por su forma escrituraria, al modo de lo que también se ve en los códices mayas, donde por las márgenes corren catunes numéricos, mientras que en torno de los jeroglíficos mayores del centro se agrupan racimos de estos numerales, formando ya palabras de la lengua maya-quiché, como se ve en las láminas del Códice Cortesiano, que hemos reproducido, y en todas sus similares mexicanas. Diríase que, tanto dicho folio de Ballymote como todas las láminas de los códices mayas, establecen la transición entre los viejos simbolismos escriturarios matemáticos o numéricos y los ulteriores simbolismos literarios fonéticos, pues en una misma página se ven series ordenadas de uno a veinte, que en modo alguno pueden ser palabras por su propia ordenación, y conglomerados de signo.r numéricos en desorden, ya como tales series numéricas) es decir, formando palabras. Así, por ejemplo, los números 1, 5, 10, 50, 100, 500 Y 1.000, escritos en serie romana, nos darían la palabra IVXLCDM, que carece de sentido en latín; y viceversa, la palabra LVX, traducida en números, nos daría 50, 5, 10, en la que no se ve seriación ni ordenación alguna matemática. Ejemplos aún más notables se podrían poner con palabras hebreas, tales como Jehovah y Elohim, en las que los valores respectivos hebraicos nos dan la relación de la circunferencia al diámetro, y, en general, con todos los nombres de personajes bíblicos, y sobre ello se han escrito numerosos volúmenes, tales como el de Piazzi Smith, acerca de "Las medidas de la Gran Pirámide". Así, cuando en un conjunto de simbolismos arcaicos vemos seriación perfecta, explicable por las reglas matemáticas de numeración, coordinatoria, matrices de determinantes, etc., la traducción única que podemos darle ha de ser forzosamente numérica, ya que la meramente literal carecería de todo sentido, y este es el caso de los primeros renglones del folio de Ballymote (despojándolos antes de las letras sueltas que rodean a los simbolismos numéricos, cual si de ellos tomasen sus valores en la lámina) . Por el contrario, la traducción literal se nos impone (cual las que hace Rolt Brash sobre las inscripciones gaedhélicas de los condados irlandeses de Waterford, Wexford, Kildare, etc.), en todos aquellos casos, cual en los últimos renglones del mencionado folio, en que tales conjuntos de símbolos presenten un desorden o falta evidente de seriación, lo cual no obsta, por otra parte, para que semejante traducción literal pueda y aun deba ser sustituída por los respectivos equivalentes numéricos de sus letras en el caso de ser ciertas, por ejemplo, hipótesis cual las de Piazzi Smith y los gnósticos alejandrinos. He aquí, pues, planteado el problema para ulterior trabajo acerca de Los numerales gaedhélicos y los orígenes del alfabeto, porque entre letras y números arcaicos existe, a no dudarlo, una correlación misteriosa que habrá de sorprender hondísimamente a la humanidad el día en que sea sacada a luz, y aun revolucionar todos nuestros conocimientos, poniéndonos al habla con los pueblos más remotos, de cuya existencia nos permitimos dudar todavía. Sí, la authanasia más perfecta es precisa para no enmudecer de asombro al ver emparentados por algo tan esencial como los caracteres escriturarios y las ideas y palabras a pueblos tan apartados entre sí, por ejemplo, como los del Gaedhil irlandés y los del Anahuac mexicano. Estas gentes, en efecto, designaban los cuatro primeros números con los símbolos respectivos de los cuatro reinos de la Naturaleza: el tecpal, pedernal o mineral; el acatl, caña o vegetal; el tocchilli, coyote, cerdo o animal, y el caili, casa u hogar para el hombre. ¿Cómo puede extrañamos, pues, el que en el lenguaje o lenguajes primitivos de Hibernia, Erín o Irlanda, se adjudiquen a las letras nombres de árboles, y en la expresión escrituraria ellas representen ramitas, hojas de cañas, tallos de maíz, y, lo que es más asombroso, con signos y claves que al par son musicales y numéricos? Digamos, finalmente, que las gentes libio-iberas o mosaicos del Gaedhil, como los chapanecas y otros mexicanos, con su instructor Muisca o Mox, especie de Apolo, inventor de la música, pudieron muy bien representar a su caudillo mediante el Árbol sagrado de Siva o de la Seiba, o sea lo que nosotros llamaríamos el árbol de la Numeración, cuyo tronco se divide en diez ramas, cada una de éstas en diez sub-ramas, y así sucesivamente. También Quetzalcoatl, el Hércules, Odin o Krishna de los ayas, se representa en los códices con cetro de palmera o plumero, símbolo, más que del aire, de la numeración y del lenguaje. El tocado de la hermosa Chalehihuitl, o diosa de las aguas nahoa, ostenta una palma, caña o maíz (acatl), relacionado de igual modo con dicho simbolismo numérico, por la propia voz chalchi o cálculus latino y Cactili, collar numérico de hojas y flores, que por otra parte ha dado nombre a más de una docena de ciudades Calcis, repartidas por las cinco partes del mundo, y al alfabeto numérico o calcidio, tan lleno de misteriosos problemas etimológicos y lingüísticos. También a Centeotl, la diosa del maíz o Ceres nahoa, conocida por Xoehi-quet-zal, la flor hermosa, se la adorna con el símbolo del acatl o de la numeración ogámica irlandesa. El patoli, o juego de naipes o dados, con cuatro cañitas menores de una pulgada y exornadas con figurillas y trozos numéricos al modo de nuestros naipes, es otra referencia curiosa. Los discos numéricos, dados, naipes, figurillas y tantos otros objetos similares de micenianos y minoanos, tienen filiación cierta en estos simbolismos musicales y literales al par que numéricos, y gracias a esto alguien muy docto, como Rudolf von Falb, en sus estudios incásicos 194, ha podido poner a contribución, los idiomas sabios para demostrar que la riquísima simbología docente y decorativa de mayas-quichés, nahoas, méxicas, incas y demás gloriosos aborígenes americanos, se reduce a un solo simbolismo fundamental, a saber: el árbol de la Tau, o de la numeración decimal (Tu.-hata, Ta-hua, y de aquí los Tuatha de Danand, el oasis sahariano del Tuat, no lejos de Sekelmesa, la ciudad prodigiosa que ya era un montón de ruinas en tiempo de Cartago) , propia y característica de todo pueblo de abolengo ario, árbol que lleva diez frutos, y cuyos frutos son cogidos por un Adán y una Eva a entrambos lados del tronco, formándose así el divino diez, o sea, geométricamente, el número n, la razón de la circunferencia al diámetro 10 o ?, que es también la etimología de Io, Iao Inacho, Iove, Io-pithar, Júpiter, etc. Infinitas tenían, pues, que ser, y son, en efecto, las leyendas respecto a árbol semejante, y de aquí el Árbol de Guerniea, vasco; el Ash o Primera de la Teogonía de Hesiodo, al comienzo de la Edad de Piedra; el Árbol de Tzité del Popol-Vuh; el de Iggdrasil o Norso de las teogonías escandinavas; el Ashvattha indo; la higuera o Árbol Ruminal que cobijara a los recién nacidos Remo y Rómulo; el Árbol Bodhi, o de la sabiduría, bajo el que meditase el Tathagatha búddhico; el Gogard, o Árbol helénico de la vida; el Tampum, o Árbol de la Ciencia tibetana; el Árbol Santo, de la Iniciación y de la Cruz; el bíblico de la Ciencia del Bien y del Mal; el Sepirothal cabalístico; el Bimini de los semínolas de la Florida; el de Chichil-hua-cuauhca, o de la Buena Ley, que figura en los códices de Anadmae, etc., etc. Por encima de todos estos problemas abrumadores de la prehistoria de Occidente, descuella una cosa fundamental: EL SÍMBOLO, y siempre el Símbolo, como Ciencia de ciencias, o supremo lenguaje del pensamiento abstracto, lenguaje universal que dice relación a todos los otros de nuestras ciencias particulares, como se ve, por ejemplo, con el símbolo O, que es para el filósofo la expresión de la Nada; para el matemático, del Cero y del Círculo; para el astrónomo, de la órbita de los astros; para el biólogo, el símbolo de la célula, la sección del tallo, etc., para el químico, el símbolo del oxígeno, etc., etc. Terminemos, pues, el capítulo con lo que a propósito de este interesantísimo particular dice la maestra Blavatsky en La Doctrina Secreta, tomo 1, sección 1ª, ocupándose del Simbolismo e ideografía: "La historia religiosa y esotérica de todas las naciones nunca fué literalmente expresada en palabras, sino que se encerró en símbolos. Todos los pensamientos y emociones; toda la instrucción adquirida por las primeras Razas y los conocimientos que les fueron revelados tenían su expresión simbólica en la alegoría y la parábola... Nunca se permitió a ningún estudiante recitar sucesos religiosos ni históricos con palabras que claramente los determinasen, para evitar que los poderes relacionados con tales sucesos pudiesen ser atraídos nuevamente. Estos se narraban sólo durante la Iniciación y todos los estudiantes tenían que registrados en los símbolos correspondientes, sacados de su propia mente y examinados después por su Maestro antes de ser definitivamente aceptados. Así, poco a poco, fué creado el alfabeto chino, del mismo modo que antes de éste habían sido determinados los simbolismos hieráticos en el antiguo Egipto. En la lengua china, cuyo alfabeto puede leerse en cualquier otra lengua, y que es poco menos antiguo que el alfabeto egipcio de Thoth, todas las palabras tienen su símbolo correspondiente que comunica el significado requerido en una forma pictórica. Esta lengua posee muchos miles de tales símbolos, letras o ideogramas, cada uno de los cuales significa toda una palabra, pues que un verdadero alfabeto de letras propias como las nuestras no existe en el idioma chino, como hasta una época mucho más cercana tampoco existía en el egipcio. De este modo, un japonés que no sepa una palabra de chino, al encontrarse con uno de esta nación que nunca haya oído la lengua del primero, se puede comunicar con él por escrito, por ser simbólica la escritura de ambos", como se pueden entender europeos de los más extraños idiomas -añadimos nosotros- en todas las operaciones aritméticas y algebraicas, por ser universal el simbolismo matemático. Todos, en efecto, saben, aritmética y geométricamente, la razón de la circunferencia al diámetro y también el teorema de Pitágoras de que el cuadrado de la hipo ten usa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos, etc., etc., aunque difieran en las palabras empleadas para traducido. "Para esclarecer una ambigüedad referente al término lenguaje continuo, diré primero que esta palabra significa la expresión hablada de las ideas y, segundo, que puede significar también la expresión de ideas en otra forma. Este antiguo lenguaje está expuesto de tal modo, por ejemplo, en el hebreo, que mediante los propios caracteres escritos -caracteres que al ser pronunciados forman el lenguaje primeramente definido- puede comunicarse intencionadamente una serie de ideas muy distintas de las que se expresan por la lectura de los signos fonéticos, y este segundo idioma viene a manifestar así series de ideas veladas para todo aquel que no está en el secreto, ideas que no son sino copias imaginativas de cosas sencillas que pueden ser dibujadas, y aun de cosas que pueden ser reales sin ser tangibles, como, por ejemplo, el número 9 puede ser tomado como una realidad aun cuando no tiene existencia sensible... Semejante lenguaje ideográfico puede consistir en simbolismos concretados a términos y signos arbitrarios, con un muy limitado campo de conceptos sin importancia, o puede ser una efectiva expresión de hechos y leyes de la Naturaleza de un valor casi inconmensurable para la civilización humana. Un cuadro de algo natural puede dar origen a ideas con él relacionadas irradiando en las más variadísimas direcciones del pensamiento humano, determinando en las mentes de los ya iniciados en la clave simbólica bajo la que se hiciese la pintura, un género de ideas completamente distinto... Semejante lenguaje no se suele emplear ya, pero uno se pregunta naturalmente si en épocas remotísimas no hubo una lengua simbólica así y de uso universal, lengua poseída a medida que se moldeaba más y más en la forma de arcano por sólo las clases o castas más selectas de la humanidad en tales días... Sobre este punto los testimonios son de mucha fuerza, y verdaderamente no parece sino que en la remota historia de la humanidad, y por causas que todavía ignoramos, se ha operado la desaparición o pérdida de un lenguaje primitivo y perfecto, como basado en un sistema absolutamente lógico y científico, aunque perfecto acaso por ser de origen y de revelación divinos". "Origen divino -añade Blavatsky al contestar lo transcrito-, no sea una revelación, entre rayos y truenos, de ningún ser antropomórfico, sino un lenguaje científicamente construido y comunicado a nuestra infantil humanidad por una humanidad más avanzada -una humanidad de otras esferas-, y tan elevada respecto de ella, que resultaría efectivamente divina a sus ojos... Cuando el Ciclo de Vida de este Globo toque a su fin y nuestra madre Tierra se prepare a caer en su sueño postrero, ¿quién osará afirmar que los Egos divinos de nuestra humanidad, es decir, los elegidos por sus propios méritos, que pasan a otras esferas, no se convertirán a su vez en "instructores divinos" de una nueva humanidad, por ellos generada, en un nuevo Globo llamado a la vida y a la actividad por los "principios" desencadenados de nuestra Tierra? Todo esto puede haber sido la experiencia del Pasado, y estos extraños anales yacen cifrados en el "Lenguaje del Misterio" de las edades prehistóricas: el lenguaje que ahora denominamos SIMBOLISMO". CAPÍTULO XXVII. ARIOS Y "JINAS" Sin el auxilio de los anales de Oriente es imposible encaminarse en el caos de la cronología primitiva. - Lemures, Atlantes y Arios. - Las cuatro Edades de Oro, Plata, Cobre y Hierro. - Veranos e inviernos heliacales, segun Platón. - La Humanidad "física" apareció sobre la Tierra hace próximamente cinco millones de años y la Raza Aria hace un millón. - Celtas, arios y post-atlantes trogloditas. - Los cíclopes. - El dios It o Ti. - El culto del Fuego y del Sol. - Los pelasgos y sus cien nombres históricos: cíclopes, titanes, kalkas, caldeos, accadios, cólquidos, arameos, jaínos, britanos, naboas, tuathas, tesalienses, micenianos, germanos, ercinios, hemiaritas, hiperbóreos, frigos, táuridos, phalegios, curetes, quírites, etc., etc. - Enseñanzas de César Cantu. - Los cabires en Lemnos, Samotracia, Peloponeso, Sicilia y demás regiones celtas. - Sus inmensos beneficios, solapados bajo el velo de la fábula y la leyenda. - Las dinastías divinas. - Niebuhr y su Historia de Roma. - La caída de Troya termina este sublime e inestudiado ciclo. - El Timeo, de Platón. - Dorios y jonios ("los hombres del Sol y de la Luna") . - Las Acrópolis. - Las "tres castas". - Los jinas y la conquista del simbólico "Vellocino de Oro". - La leyenda de los doce signos del Zodíaco. Esquilo, el divino griego, y su Trilogía. - La Electra, de Sófocles. - Otros clásicos de la Hélade en punto a estas cuestiones sugestivas. - Enseñanzas de H. P. B. No es posible orientarse en el caos de la historia primitiva sin el auxilio de las cronologías iniciáticas tamiles-brahmánicas, las cuales, de acuerdo con la Geología, asignan al mundo (o sea a los evones transcurridos desde que la humanidad apareció físicamente ya sobre la Tierra) unos cinco millones de años de existencia hasta hoy. Primero se desarrolló la Tercera Raza-Raíz o Lemur (Edad de Oro), hacia las regiones actualmente ocupadas por el Pacífico, la cual por terremotos y erupciones (verano heliacal de Platón) se hundió hace más de un millón de años en números redondos, y por entonces la Cuarta Raza-Raíz, o de los Atlantes (Edad de Plata) llegó a la apoteosis de su esplendor, al par que nacía en las mesetas centrales de Asia o Ariana, la Quinta Raza-Raíz, que es la nuestra o Aria. Dada la correlación de la filogenia y la ontogenia, es de observar que con estas tres Razas troncales, madre, hija y nieta, aconteció como pasa entre los hombres, a saber: que cuando la madre declina, la hija llega a la plenitud de su desarrollo, y la nieta nace... Por eso los arios empezaron a extenderse por la Tierra antes de que se iniciaran las sucesivas catástrofes (invierno heliacal de Platón), que sepultaron a la Atlántida, hace ochocientos mil años, con la separación del continente atlante de lo que luego fué Eurasia, África y América, constituyendo sus restos las dos enormes islas de Rutha y Daytia, o de la Buena y de la Mala Magia, hace doscientos mil años, con el hundimiento de estas islas, quedando sólo la de Poseidón o Neptuno frente a Gades, y hace unos once mil años con la desaparición de esta última isla, recordada ya en las tradiciones populares con el nombre de Diluvio Universal. Tuvieron así los arios extendidos por el mundo desde hace un millón de años, repetimos, una edad de oro en las postrimerías lemures; una de plata, cuando la apoteosis atlante; una edad de cobre, correspondiéndose más o menos con los últimos tiempos del continente sumergido, y una edad de hierro, en fin, que se dice comenzó hace unos cinco mil años, cuando el Avatar Krishna, cumplida su misión, desapareció de la Tierra, dejando el puesto a su discípulo Arjuna o Ra, el jina del Mahabharata, y que ya vimos aparecer en todas las regiones del mundo con los mil nombres conexionados con el de Hércules, que es el que principalmente se le asignó en Europa. Al desaparecer la Atlántida quedaron, pues, dos grandes tipos de hombres, como empiezan ya a presentir los estudios paleontológicos; los unos, los trogloditas, gentes atlantes que habían quedado sumidas en la más atroz barbarie, tal como la ciencia de Occidente ha sorprendido sus restos en las cavernas, y los otros, los pelasgos (los vascos del piélago, como si dijéramos), quienes ya desde las primeras manifestaciones de la catástrofe que se avecinaba fueron trasladándose o regresando hacia las regiones orientales, de las que eran originarios, y de aquí la tradición universal del éxodo de lo (o del Buey y la Vaca sagrados) desde el jardín de las Hespérides (Poseidón) a través de toda Europa meridional y por el Bos-phoro (el conductor de la Vaca) hacia la Cólquide y la Armenia (donde es fama que se paró el Arca de Noé, o sea el dicho culto iniciático del Ar-ar-at, o de las montañas arias, donde nacen con otros ríos el Tigris y el Éufrates) 195. Estos pelasgos o ario-atlantes de Occidente reciben un nombre diferente en cada una de las regiones del mundo por las que se extendieron. Al tener aún abierto "el ojo de la intuición", como depositarios que eran más o menos de las verdades iniciáticas, se les llamó cíclopes, y edificios ciclópeos a las gigantescas construcciones que levantaron, y de las que doquiera, desde la Pensilvania norteamericana hasta el Oxus y el Aral, a través de Europa y África, se ven aÚn pasmosos restos; lirios y titanes, del dios lt o Ti, el Hércules, que les comandaba y sobre el que hay bastantes más datos de lo que se cree 196; kalcas o caldeas o calcidios, tanto por su origen ante-atlante del país de Kalcas, al que así retornaban, como por conocer el cobre (calcas) y como por desarrollarse en una edad de franca decadencia, que del cobre, no del oro ni de la plata, recibiese su nombre; accadios (gentes de Acca-larentina, como si dijéramos), por conocer la navegación y haber pasado el mar con sus caudillos redentores, según pudimos apreciar en el curso de los capítulos precedentes; arcadios, por corrupción de accadios, o por el "Arca" o nave simbólica que los recuerda, aún hoy, doquiera haya un solo resto suyo; cólquidos, o cólchidos, como corrupción de la palabra calcis (conocimiento de la numeración, de la escritura jeroglifica-hierática y simbólica, cábala, etc.), como también viéramos ya en el capítulo precedente, pues es sabido que aún hoy en lenguas como la inglesa la sílaba a11 (todo) se lee 011; arameos o ari-manes, como "hombres arios", odiados y "hechos diablos" por los parsis ulteriores; druidas, por sus sacerdotes iniciados y por su culto al Fuego, es decir, al Sol, a la Pureza, a la Verdad sepultada en la catástrofe, a Ar o ra y a Ares, según ha ido apareciendo en diferentes pasajes de este mismo libro; armónicos, acaso por su conocimiento y alto concepto de "la Armonía Universal"; janos, por su inca, conductor o sacerdote-rey (IAO, TAO, IANUS, etc.); bretones o britanos, de brig, la radical aria de "la que brilla, la que luce", o sea siempre y por siempre el Sol (en sus cuatro sentidos: físico, psíquico, mental y espiritual); menfires o menhires, por ser "hombre occidentales" (de fir, rif, Occidente), o más bien por su culto al Fuego (fire, en inglés, todavía) , llamándose men-hires aún a las piedras de sus sepulcros; nahoas, nahuales en México y en ciertas partes de Arabia, Siria, etc., de Nebo, la Sabiduría iniciática; tuathas de Danand, por las' mismas o parecidas razones, ya dadas en otra parte; sumerianos (de Surja, el Sol), en Babilonia y Nínive; ti-huan-ascos o tihuanacos (en Perú); tesalienses primitivos, acaso por el expresado retroceso de sus peregrinaciones; mineanos, por su colonización en la isla de Creta, y micenian os, por otras semejantes en Asia Menor y Grecia; germanos, por el dios Hermes, Tot u Odin; ercinios, de "erda", la Madre Tierra; sabeos, por su propia sabiduría en las cosas celestes como en las terrestres; hemiaritas u homeritas, por su doble carácter ario (de origen) y atlante (de su época y país de colonización); camitas, por su instructor Cam, Jan o Jano; hiperbóreos, por las regiones en que los conocieron los griegos y por "la Isla Blanca", más allá del Boreas, de sus más excelsas y secretas tradiciones iniciáticas de la Primera Raza-Raíz (pitris lunares de la Doctrina Secreta); axinos o "inaccesibles" en el concepto jina; frigios, de la diosa Frika, luna o Diana-Lunus escandinava; misios o "enviados" para salvar a la humanidad troglodita de su ruina moral y física definitiva; tauridos, por su consabido culto mithraico, que pasó a dar nombre a la célebre cordillera armenia; phalegios, como eternos "cometas humanos", peregrinos o errantes; curetas y quírites, por sus hechos quiritarios (kyries, lanza, rayo de sol) y por sus caurias o curias; enios o aonios, por su Eneas, Ennos, Enoch, Jano o Noé, etc., etc. Si al lector le pareciesen duras, atrevidas y aun violentas algunas de estas deducciones, le contestaríamos con estos párrafos de un historiador tan poco adicto a estas cosas "teosóficas" como es César Cantú, quien, al hablar de los primeros habitantes de Grecia, confiesa lo siguiente (los paréntesis son nuestros): "No puede dudarse de que bajo el nombre de pelasgos estaban comprendidos muchos y diversos pueblos, y de aquí proviene el distinto aspecto con que se han presentado, apareciendo en Italia como propagadores de las artes y de la civilización, mientras que en Grecia nos los pintan como gentes de extremada rudeza, a quienes Feroneo (el Feruer cabalista, "Hálito Sephirotal" o Emanación), hijo de Inaco (un jina), fué el primero que enseñó a fabricar casas, hacer uso del fuego y regirse como hombres racionales. Sin embargo, los hechos, usando un lenguaje muy diferente, demuestran que los pelasgos, raza tan benéfica como despreciada 197, llevaron a Grecia no ya este o el otro arte, sino un sistema completo de enseñanzas religiosas, artes y literatura. La áspera lengua de esta raza, más análoga al latín que al griego, se conservó en el dialecto eolio. ,Enseñaron también los pelasgos un método de escritura, cuyo uso era común antes de la llegada a Grecia del fenicio Cadmo 198. Establecidos en la Tesalia, la cultivaron del modo más sabio, y, prácticos en metalurgia, trabajaron las minas en Samotracia (la ciudad de los kabires jinas), en Lemnos y en Macedonia, como hicieron los cíclopes del Peloponeso, Tracia, Asia Menor y Sicilia, los cuales penetraban en las entrañas de la tierra con una luz en la frente, luz que originó la fábula de que tenían un solo ojo. Su ocupación y ciencia especial era abrir canales de desagüe, construir diques para contener las inundaciones de los ríos y dar salidas subterráneas a los lagos. Levantaron también muchas fortalezas, que en su -idioma se llamaron larisa (de lâ, espíritu), nombre apelativo que después vino a ser propio, y en la Arcadia, Argólide, Atica, Etruria y el Lacio se observan restos de sus construcciones, que acaso sean las mismas que las ciclópeas. Dieron, asimismo, cierta forma de culto (el Culto sin templo al Dios Sin Nombre) a los pueblos que no tenían más que prácticas groseras de religión, sin tradiciones mitológicas. En Dodona tenían el bosque sagrado, donde, desde lo alto de una columna, profetizaba la paloma, o donde pronunciaban oráculos las encinas. El centro de sus ritos era Samotracia, consagrada al culto de lo Cabires. Los beneficios que hicieron se descubren aún a través del velo de la fábula. En las pendientes del Olimpo, del Helicón, del Pindo, en aquella Arcadia en que la raza pelásgica se conservó pura y exenta de invasiones conquistadoras, ponían los griegos el origen de la religión, la filosofía, la poesía y la música. En las márgenes del Peneo apacentaba Apolo sus ganados y Orfeo amansaba a las fieras, y en Beocia fabricaba Anfión con su lira las ciudades, o lo que es lo mismo, ponía en ejercicio las artes de la imaginación para extender la cultura, la cual dió a la Grecia aquel carácter que jamás hubo ya de perder. Así, Oleno, Tamiris y Lino, procedentes de aquella raza y país, fomentaron con sus cánticos el sentimiento religioso, celebraron las primeras hazañas de los helenos, les disuadieron de los sacrificios humanos y de los odios hereditarios, instituyendo ceremonias en honor de los dioses y divulgando ideas superiores a los intereses materiales. Los reinos de Argos y de Sicione, los más antiguos de Grecia, fueron fundados por pelasgos; pelásgicas eran las dinastías de Tebas, de la Tesalia y de la Arcadia, y a ellas debieron su fundación Tirinto, Micenas y Licosura, reputada por la ciudad más antigua de Grecia y de las islas. El mismo Dardano, fundador de Troya, era originario de Samotracia, isla santa de los pelasgos tirrenos. Pero a los pelasgos les sucedió lo que a muchos hombres que parecen destinados a ser infelices. Orfeo es despedazado por las mujeres de Tracia; los habitantes de Aquilla apedrean a los focenses prisioneros; las mujeres de Lemnos asesinan a sus maridos; luego, los helenos que les suceden, después de vencerlos (no por valor, sino por la inexorable ley de los ciclos que traen el otoño y el invierno tras la florida primavera) los quieren difamar; y, guerreros como son éstos, desprecian a aquella raza agricultora e industrial, le atribuyen falsamente ritos sangrientos y sacrificios de víctimas humanas para alimentar el fuego, adorado por ella como misterioso agente de las artes todas; la Tesalia, la Licia, la Beocia, son tenidas por asilo de magas, y su ciencia, por misterios torpes y espantosos. Arrojados los pelasgos de la Tesalia, quedaron reducidos a la Arcadia, llamada también Pelasgia, y al pequeño territorio de Dodona, desde donde algunos pasaron a Italia, otros se dirigieron a Creta, para allí experimentar nuevos desastres, y los que quedaron en el país se confundieron con los vencedores y perdieron su nombre". Igual, punto por punto, acaeció con los reales o aretes pelasgos del Apenino, a los que alude Tito Livio, unos, como montañeses, de orus, montaña sagrada, y otros, como procedentes de la Arcadia, llevados por Hércules. Estrabón los clasifica en oscos (vascos o españoles),aruncios (arios posteriores), sabinos o sabeos (caldeas), umbríos (nórdicos) y ausones (meridionales). Sófocles canta a todos estos jaínos, en una tragedia perdida, como enotrios (de Eneas) , ligures (procedentes de la primitiva Licosura, cuando no fundadores de ella), y tirrenos. Sus ciudades ciclópeas más célebres fueron Mefila, Sama o Luna, Vésbola, Trébula, Velabrum, Palatium, Issa, Tiora, Tauria, Córsula, Lista, Marruvium y Orvimum; y la Etruria italiana, en honor de ellos, se denominó "tierra saturniana" o "tierra jaína". Por último, y para no cansar más, la importancia de estas gentes jinas está pintada con un solo rasgo, es a saber, el de Niebuhr en su Historia romana, cuando dice: "Los pelasgos no eran un tropel confuso de gente vagabunda, como algunos los pintan, sino naciones establecidas en tierras propias y florecientes, gloriosas ya en un tiempo muy anterior al conocido por los escritores griegos; y tengo el pleno convencimiento de que hubo un tiempo en que los pelasgos constituían la población más numerosa de Europa, desde el Arno hasta el Po y el Bósforo... y es lo notable que en todas las tradiciones primitivas, por antiguas que ellas sean, siempre se encuentran ya los pelasgos en el apogeo de su poder, aunque la historia los presenta ya en su declinación y decadencia. Júpiter había puesto en la balanza sus destinos y los de los pueblos griegos; y el platillo de los pelasgos fué vencido (como lo es siempre el de los padres cuando se retiran discretos para dejar pasar a una vida y a un mundo mejores y dejar en libertad y en su propia responsabilidad a los hijos). La caída de Troya era el símbolo de su historia toda". Tienen estos autores sobrada razón; la caída de Troya inicia verdaderamente el período histórico o propiamente humano con todas sus desdichas, comenzando un tristísimo crepúsculo que fuera luego noche cerrada con esas tres grandes catástrofes ocultistas que militarmente hasta hicieron desaparecer los Misterios iniciáticos: la de Alejandro, en Oriente; la de César, en Occidente, y las de Cortés y Pizarro, en el Continente americano, preservado durante la Edad Media de un modo "tan jina". ¿Veremos lucir una nueva aurora después de la despedida de esa horrenda noche con nuestra Gran Guerra? No lo sabemos; pero es lo cierto que, gracias a las enseñanzas teosóficas rápidamente apuntadas en cuanto llevamos dicho, podemos ya demarcar un período jina, adelón, abalónico o "de los abuelos", como le llamaron muchos clásicos, y que termina con la guerra de Troya, o más bien antes, con la simbólica o fabulosa Conquista del Vellocino de Oro de los jinas de la Cólchida; un período mítico que, desde este "suceso" hasta la caída de Troya o la de Alejandro, establece la transición 199 y, en fin, un período histórico en el que aun la misma existencia de aquellos "hemiaritas" (protectores y protegidos, o jinas e iniciados en los Misterios) es negada como la mayor de las quimeras; ¡y eso en nombre de una pretendida ciencia histórica que jamás puede autorizar, en verdad, tamaño absurdo, a todas luces desmentible y desmentido! Todo ello, por supuesto, se halla expresado con los más vivos colores históricos en aquellos párrafos del Timeo de Platón que, para no faltar abiertamente al juramento iniciático, pone en boca de Critias el joven, nieto del gran Critias, pariente a su vez de Sócrates, el maestro de Platón, en los que se dice: CIEn el Delta del Nilo existe un nomo llamado Saítico y una ciudad principal, la de Sais, de donde el mismo rey Amasis era oriundo. Los habitantes de dicho nomo tienen por divinidad fundadora de él a la diosa Neith (Isis), que en griego, según ellos, quiere decir Palas Atenea. Por eso ellos quieren de todo corazón a los atenienses, considerándolos como de su propia raza. Así Solón decía que, llegado cierta vez a aquel país, había recibido en él las mayores atenciones, y después de las preguntas que había hecho acerca de la antigüedad a los sacerdotes más ancianos y que mejor le conocían, se había convencido de que ni él ni ningún otro griego sabrán nada de ella. Y añadió Solón que habiéndose puesto él a hablar de Phoroneo, a quien, por su remota antigüedad, llaman el primero, después de Níobe, y, en fin, del famoso diluvio. de Deucalión y Pirra, un ancianísimo sacerdote le dijo: "¡Oh Solón, Solón, vosotros los griegos no sois sino unos niños; no hay en Grecia un anciano tan sólo, por cuanto no atesoráis ninguna opinión verdaderamente antigua y de antigua tradición venida, porque a lo largo de los siglos las destrucciones de hombres y de pueblos enteros se han sucedido en gran número, las mayores de ellas por el fuego y por el agua, las menores por otras mil causas diversas! A nosotros el Nilo nos salvó del gran desastre de cuando los dioses purificaron la tierra sumergiéndola, y, de este modo, todo cuanto se ha hecho de hermoso y memorable está escrito desde hace muchos siglos y conservado en nuestros templos, mientras que entre vosotros el uso de la escritura y de cuanto es necesario a un estado civilizado no data sino de una época muy reciente; y súbitamente, con intervalos determinados, vienen a caer sobre vosotros plagas celestes que no dejan subsistir sino hombres extraños a las letras y a las Musas, de suerte que recomenzáis, por decido así, vuestra infancia e ignoráis todo acontecimiento de nuestro país o del vuestro que remonte al tiempo viejo. Así, cuantos detalles genealógicos nos has dado relativos a vuestra patria se parecen a meros cuentos infantiles. Desde luego, vosotros nos habláis de un diluvio, cuando han sobrevenido otros muchos anteriormente. Además, ignoráis que en vuestro país ha existido la raza de hombres más excelente y perfecta, de la que tú y toda la nación descendéis, después que toda ella pereció, a excepción de un pequeño número. Vosotros no lo sabéis, porque los primeros descendientes de aquélla murieron sin transmitir nada por escrito durante muchas generaciones, pues que, antes de la última destrucción por las aguas, esta misma república de Atenas, que a la sazón ya existía, era admirable en la guerra y se distinguía en todo por la prudencia y sabiduría de sus leyes, cuanto por sus generosas acciones, contando, en fin, con las instituciones más hermosas de que jamás se ha oído hablar bajo los cielos... Así alcanzasteis a sobrepujar a los demás hombres como corresponde a un pueblo engendrado e instruído por los mismos dioses, y de aquí las múltiples y grandiosas empresas a que dió cima vuestra república y que escritas quedan en nuestros libros. Ellos, en efecto, dicen que vuestra república, en un gran día, mostró brillantemente su valor y poderío. Arrostrando los mayores peligros, triunfó de sus invasores atlantes; preservó de la esclavitud a pueblos que todavía eran libres, ir a otros pueblos que estaban próximos a las llamadas Columnas de Hércules les restituyó su libertad. Mas en los tiempos que siguieron luego hubo grandes terremotos e inundaciones. En el espacio de un día y de una noche terribles, todos los guerreros que tenían proyectado otra vez llegar a las puertas de vuestros muros fueron abismados en lo profundo. La Isla Atlántida desapareció bajo las aguas del mar, y por eso no se puede recorrer hoy el mar que la cubre". La referida época de transición entre los jinas accadios, sumerianos o samitas, autores de esas primitivas escrituras hieráticas, ogámicas, cuneiformes, por quipos, etc., que hemos visto en todo el planeta desde los quichúa-incas y los tuathas, hasta los babilonios, fenicios y egipcios, está grabada aún con caracteres indelebles en las Acrópolis, igualmente repartidas por todo el mundo. Acrópolis (de akros, altura, punta, y polis, ciudad) equivale etimológicamente a "vivienda y templo de gentes arcadias, solares o jinas", tanto, que en dicha época de transición del período adelónico al mítico y al histórico se le fueron agregando las construcciones ya "humanas" de sus faldas y llanura circunvaladora que, como tales, constituyeron la Iópolis (de Io o Isis, la Luna), o sea "la morada inferior, humana propiamente dicha o lunar, de los hijos de Io" (o jonios entre los griegos) , quedando desde entonces la primera como arca de los tesoros religiosos, históricos y artísticos heredados por la santa tradición o "cábala"; lugar inamovible y templo de las divinidades protectoras de la urbe (hombres excelsos, ya empezados a divinizar desgraciadamente por la creciente e ignorante antropolatría) y asilo de sacerdotes y magistrados en las ulteriores épocas de invasiones entre sus dclópeos muros, mientras que en los antros, criptas o grutas naturales o artificiales, que nunca faltaban debajo del respectivo cerro (igual que en las pirámides egipcias), seguían verificándose las imponentes y terribles pruebas de la iniciación, algunas de las cuales han llegado hasta nosotros. Así, la Acrópolis y la Iópolis equivalieron entre los griegos a la Roma del Capitolio (caput, cabeza), y a la del Aventino (para las gentes adventicias, que los vientos de las guerras, revoluciones y esclavitudes remansaban sobre todas las grandes ciudades antiguas), al Urin-Cozco, solar o alto, y al Anan-Cozco, o bajo, de los incas (y no a la inversa, que es como equivocadamente nos lo da Garcilaso) , a la Sumaria, Somaría o Samaria (altura, lugar solar o de la salud, tanto espiritual como física), y a la Accadia (lugar femenino, inferior, de] valle o llano o "de las aguas"), de las más antiguas ciudades del Tigris y el Éufrates, Nínive y Babilonia, inclusive, o, en suma, a ]a "ciudad alta" y la "ciudad baja" de tantas y tantas poblaciones pelásgicojinas, como la Aka o Aeca samnita y su inevitable lengua sumeriana, análoga a la aún hoy llamada lengua accadia del Indostán, objeto de los estudios de Hyde Clark, o bien como nuestras Gerona, Tarragona, Málaga, Cádiz, etc. Y es tan cierta esta transición, que en las más notables de entre dichas ciudades, más o menos solares o cieJópeas, se suelen marcar tres barrios o ciudades distintas, es decir, verdaderas Tri-polis, como las numerosas que por eso llevan este último nombre en la historia, y entre las que pueden contarse, además: Roma, por su viejo Janículo, su Palatino-Capitolio regio, consular e imperial, y su siempre plebeyo Aventino; Creos y Megara, por su vieja y su nueva Acrópolis; Ilión o Troya, Tirinto (la de los tres recintos), Ramno, Nicomedia, Cío, Asos, Cícico, Sardes, Priena, Esmirna, Pesinoute, Perga, Argos, Sunio, Florentino, Veyes, Atenas, Licosura, Mantinea, Alea, Stinfalos, Corinto, Pilo, Yra, Esparta, Trifilia, Tebas, Patmos, Samos, Delos, Orcómenes, Mesenia, etc., cosa aún conservada en las poblaciones árabes, en las que el odiado elemento hebreo constituye por sí solo un barrio de parias ya poco menos que fuera de la ley, cual entre las gentes brahmánicas de las cuatro castas, y costumbre que data acaso de antes del siglo v de la Era precedente a la nuestra, cuando el incendio de Atenas por Jerjes, y cuyas huellas han quedado en el Partenón y demás sagrados edificios de la primitiva Acrópolis ateniense. Siempre, en efecto, han sido tres cosas complementarias: el hogar (ya el privado o templo de los penates, ya el de toda la ciudad, templo de las curias), el ágora (plaza o "casa de todos y de nadie") y el suburbio (lugar en ocasiones más propio de bestias que de hombres, y donde la falsa virtud de arriba, por "inversión de polos", muy frecuente en la vida de pueblos y de hombres, suele labrar, en las épocas de crisis principalmente, rosas de sus estiércoles, y excelsas virtudes de sus vicios) 200. En la gran región pelásgica o jina de Thesalia, célebre por su Larisa, su Far-salia y su Thebas Phthiotides (sucesora de la Dióspolis, Lucksor, Karnac o Thebas magna del Alto Egipto, y antecesora de la otra Thebas beocia) reinó largo tiempo la raza primitiva solar, representada por Aeson y por su esposa, la lunar Alci-medea, hasta que (como Numitor por Amulio en Lacio) se vió destronada por Pelias (¿Pallas-Atenea?), de quien aún se conserva un monte de este nombre. Pero Aetes o Aeson, el destronado, había dejado un hijo, Jason (cual Numitor una hija, Rea), que, ocultado a las persecuciones de aquél por su educador el centauro Quirón, el caurio o el kyrites (como Remo y Rómulo por el pastor Fáustulo, o como Amnón con el niño Hércules en Nysia) llegó a hacerse un verdadero héroe (como todos aquellos otros prototipos variantes del universal mito de Hércules), y en tal concepto bien pronto se vió sometido a una durísima prueba por Palias, el ogro usurpador, con el ánimo, por parte de éste, de que pereciese en la imposible empresa; es a saber: la conquista del inmenso tesoro iniciático ario de Aetes, por otro nombre el Vellocino de Oro, o sea de la Verdad iniciática, escondida allá lejos en la Armenia, o "región de los manes, de los antepasados arios", que ya vimos jugar en la leyenda caldaico-hebrea del "Arca" de Noé-Sargón-Xishustros, que salvó a los elegidos de perecer en la gran catástrofe diluvial o atlante 201. Como la tal empresa era de titanes, el solar Jasón-Orfe hubo de proporcionarse doce compañeros, que en el sentido astronómico (uno de los múltiples en los que, como siempre, puede interpretarse la leyenda) no son sino los doce "dioses mayores" o signos del Zodíaco, cuyo paralelo, al tenor de las constelaciones actuales, son más o menos éstos: Perseo (Aries), Orión o Hylas (Taurus) , Cástor y Pólux (Géminis) , Teseo (Cáncer), Ulises (Leo), Tifis (Virgo), Hércules (Libra) ,Esculapio (Escorpio), Antólico (Sagitario), Aquiles (el águila quizá "al terrible jabalí" (el cabir, viraj o avatur hindú, el avatar (o Piscis). Parten, pues, de Tesalia los expedicionarios embarcados en su nave lunar de Argos; visitan a Lemnos y Samotracia, las dos islas jinas del mar tracio, célebres por sus kabires y jinas; cruzan por frente a la Troada, donde se quedan Hércules e Hylas (los dos signos zodiacales secretos); se detienen un punto en la Propóntide visitando al Artonesos Cícico, y, ya en el Bósforo Tracio de "el conductor de la vaca", tropiezan con la primera Chalcis, la Criosópolis o "Ciudad Sagrada" de Calchedón de Bithynia (la Bythos, lo, o Abismo de Aguas, de las ofitas de la Propóntide) , desafiando allí quizá "al terrible jabalí (el cabir, viraj o avatur hindú, el avatar berraco, sucesor del avatar-pez y el avatar-tortuga y antecesor a su vez del avatar-león, el avatar-mono y el avatar-hombre, con los que los libros sagrados de Oriente han disfrazado simbólicamente las diversas etapas evolutivas). Atravesando ese mar tenebroso, para ellos euxino u hospitalario y para los demás axino o inaccesible, pasan desde la dioscura Dióspolis (Heraclea Pontica, la ciuQad de ]uno-Hera o lo); llegan, tras penurias infinitas, a la Sebaste del Phasis (la ciudad del buey Apis armenio de la Cólchida, tomo si dijéramos), visitan a las tres Colchides o. ciudades jino-calcídicas, y a la vuelta de tantas y tantas inauditas maravillas, después de instituir esa iniciación de los primitivos juegos olímpicos, se presenta el héroe en sus tierras (cual primitivo Tannhiiuser de retorno de las moradas de Venus Luna, o Sigfredo, de retorno de descubrir a la Walkyria), desposado con Medea, la aria o media, hija de Aetes y nieta del Sol, que, a bien decir, pese a la degradación necromante con que nos es presentada en la tragedia de Eurípidys bajo este título, no era sino la Primitiva Sabiduría jina o solar de la iniciación recibida por el héroe, quien luego, hombre al fin, como todos los héroes de la leyenda, después de haber visto a la Diosa sin velo alguno de falsa pudicia religiosa al uso, viene, ciego e insensato, a enamorarse de una mortal: Creusa, la hechicera hija del rey corinto Creonte (¿la fe ciega?) , gracias al brebaje de Moetis que le propina para olvidada... Pero ¡ay! que el Dios-Karma, la Némesis vengadora, por otro nombre Hado o Destino, no puede dejar impune semejante crimen de lesa divinidad, que no tolera rivalidades por parte de esta nuestra naturaleza animal, así humanizada y divinizada. La vulgaridad inferior de Creonte y de Creusa destierra impíamente a Medea profanando su casto tálamo; J asón desde entonces tal vez recibe el nombre de A-casto (que las leyendas posteriores le han creído compañero del héroe solar en la empresa), y la venganza llega por sí misma, sin que Medea, la Sophía aria, se vengue por sí de tal crimen, cual en la decadente tragedia griega. Así, pues, la corona y la túnica purísimas de Medea (la iniciación robada y profanada) constituyen el mayor tormento de entrambos pérfidos padre e hija, quienes mueren cayendo en el Hades, no sin antes ver morir a los hijos mismos de ese contubernio absurdo de la excelsa mentalidad del hombre con sus bajas pasiones animales, que no en vano son incompatibles entre sí las tres evoluciones sucesivas: animal, humana y divina... Con ello, las terribles y simbólicas tragedias de los Atridas se cernían en el ambiente, por decido así, y ellas, en efecto, llegaron más tarde con las demás cosas envueltas por la leyenda en estos otros dos mitos troncales de los griegos; la guerra contra Thebas y la guerra contra Troya, las ciudades sagradas del mito de Hércules nysio, después que ya había realizado entre los degenerados sucesores de los viejos pelasgos, aquellas famosísimas hazañas de la muerte de la hidra de Lema, el jabalí de Erimanto, el león de Nemea, la cierva dorada jina, los pajarracos antropófagos de la laguna Estinfalia, las crueles Amazonas impías, el estúpido Augias, el Minotauro cretense, los caballos de Diómedes, las vacas de Gerión, el dragón de las Hespérides, el águila del Cáucaso, el gigante terrestre Anteo, el monstruo Hesione, y demás simbólicas hazañas contra nuestras pasiones y los tristes efectos kármicos que ellas siembran en la desgraciada humanidad desde entonces, desde que perdió la Sabiduría Primitiva, sujeta a esas tres maldiciones de Medea que se llaman el dolor, la enfermedad y la muerte, de los que no podremos redimimos hasta que a ella retornemos nuestros ojos pecadores... Esquilo, el soldado glorioso de Maratón, Salamina y Platea; el iniciado vate o adivino de las Musas (de ad-divinum, "el que llega a la Verdad en alas de la santa inspiración de las Musas", otra de las formas augustas de la protección jina), ya hubo de revelámoslo, a costa de terribles peligros, en los 80 trabajos poéticos que consagró a estas cuestiones y de los cuales sólo muy contados, y no de los mejores, han llegado hasta nosotros. El Prometeo encadenado canta a esos excelsos renunciadores y caídos, caídos por el inaudito sacrificio de haber dado mente a los hombres, que es mucho más aún que darles la vida, robando a los cielos jinas el Sacro Fuego del Pensamiento, sin el cual no habría aún salido la humanidad de ese triste estado irracional en el que aún yace ¡ay! una gran parte del humano rebaño. Pero el santo don todavía siguió y sigue menospreciado, y lo que es peor, envilecido. De aquí las demás tragedias del desafiador de los dioses; de Sófocles el entronizador de los héroes, y de Eurípides, el adulador cruel de las pasiones del hombre. El primero, con sus sublimidades verdaderamente deificas; el segundo, con sus idealismos solemnes, y el tercero con su realismo desolador, en triste hora heredado luego por todos los pueblos europeos, que bebiesen las últimas heces de aquel período funesto de la decadencia griega con dorada máscara, semejante al blanqueo de los sepulcros, que diría el Evangelio... Electra, la mejor, tragedia de Sófocles, aún guarda el eco del terrible karma de aquellos griegos pecadores que habían profanado el tesoro calcídico del Vellocino de Aetes y su Aeb-Greine, o "bendita tierra jina prometida, para (después de la tragedia de Jason y de Creusa, la hechicera corintia, o "Mala magia de Moetis") comenzar a vivir otra tragedia, la de Agamemnon (de aga, agua, y Memnon, el culto isíaco o jina, importado de Armenia más que de Egipto), muerto infamemente por Egisto, el monstruo humano nacido de la locura de Edipo con su propia madre Io-casta (la siempre virgen y a-sexual Io). Asesinado así el héroe, hermano de Menelao, por el amante criminal y la infiel esposa Clitemnestra (de no escribible etimología), Orestes, otro héroe hijo del héroe y de esta última, se hace llevar a la presencia de los infieles, "como si estuviese muerto" (estilo altamente iniciático y conservado hasta el día con otro ropaje mítico-hebraico en una institución bien conocida), y, con su feroz venganza sobre ellos, continúa la serie de los horrores y maldiciones de los Atrídas, horrores ¡ay! continuados bajo una u otra máscara hasta nuestros propios días... La tragedia sigue y sigue con las luchas de entrambas magias: la jina o Blanca de la vieja Cólchide aria, de Tideo, Copaneo, Anfiarao, Hipomedonta, Partenopeo y Adrasto, contra la subhumana o Negra de Cadmo, Polidoro, Labdaco, Lago, Iocasta, Edipo, Eteocles y Polinice, que tienen por teatro a Mesina, Argólida y Arcadia. El león de Nemea y el jabalíde Calcedón hacen de las suyas como antaño, salvándose sólo Adrasto. Y la tragedia eterna de aquella gran caída comenzó con la tan decantada por los bardos anteriores a Hornero, o sea con la muerte de Pélope por su padre Tántalo y de Dánae por Acrisio (el de las Acrópolis), con la terrible venganza de Perseo, el nieto, "Y los ultrajes de Tieste sobre la mujer de Abreo, obligados precedentes de la dicha de Agamemnon, tiene su epílogo en esotro robo de Helena, mujer de Menelao de Esparta por París, el hijo de Príamo de Troya, inmortalizado por Hornero el ciego en las 24 rapsodias de su Ilíada, y en el que, tras el suceso histórico de la destrucción de Troya, hay que leer otro eterno simbolismo, semejante al que brota del primitivo Ramayana, y en el que se roban las ideas iniciáticas (representadas por las cautivas Helena, Criseida y Briseida) , para profanarlas con nuevos cultos antropolátricos... Los tres gritos de Aquiles ("voz del que clama en el desierto") son oídos en el mundo entero, sometido ya por siglos, no a la protectora tutela jina de los dioses, sino a la tiranía de las Aves de Aristófanes intermediaria usurpadora, al par, de los derechos de éstos sobre la Humanidad y de los anhelos filiales de éstos hacia aquéllos, que tal parece el sentido ordinario del célebre poema dramático, aunque tenga el otro sentido oculto y contrapuesto, a base de los mismos héroes, Evélpides (o "buena esperanza") y Pistero ("buen amigo o guía") quienes logran así edificar sobre el propio aire sus encantados castillos de la Nefele-cocigia jina. ¿A qué seguir, si estas cosas, para ser debidamente estudiadas, necesitarían la vida entera de muchos sabios y los cientos de volúmenes de una Biblioteca? Con lo apuntado en el presente capítulo, el intuitivo tendrá lo bastante para presentir, a través de las brumas de la Historia, "la Silenciosa Verdad", esa nota augusta que todo hombre sabio, es decir, inteligente al par que bueno, llega al fin a oír, y a la que se refiriera H. P. B. cuando dijo: "Las secretas doctrinas de los magos, de los pre-védicos buddhistas, de los hierofantes egipcios de Thoth o Hermes y de los adeptos de cualquier época o país, incluyendo a los cabalistas caldeos y a los nazars judíos -dice con su habitual lucidez de mágica vidente- eran idénticas desde el principio, y encerraban todas la misma verdad. Pero cuando empleamos la palabra Buddhistas no pretende mas significar por ella ni al Buddhismo exotérico instituído por los secuaces de Gautama Buddha, ni a la moderna religión búddhica, sino a la filosofía secreta de Sakyamuni, la cual era idéntica en su esencia a la antigua Religión-Sabiduría del Santuario: el Brahmanismo, las tres Religiones troncales del planeta, que en el fondo no son sino una sola: AQUÉLLA. "Y los poseedores, los custodios, de tamaña Verdad, existen en todas las regiones del Planeta y en todos los tiempos, según hemos podido colegir de las diversas referencias que han saltado aquí y allá en las páginas de este modesto libro. "Pero ellos están ocultos a las infantiles pesquisas de los profanos, en esos "rincones especiales que la Naturaleza guarda para sus elegidos, y donde conservan el Espíritu de Verdad como nuestros primeros Padres, los de la Edad de Oro, le tenían." CAPÍTULO XXVIII. LOS "JINAS" Y LA FILOLOGÍA Lazos jinas que ligan entre sí a todos los tomos de nuestra Biblioteca de las Maravillas. - Algunos ejemplos de ello. - La Filología como una de las columnas en que habrá de apoyarse la revisión teosófica de la Historia del Mundo. - La letra A y los lenguajes arcaicos. - El Fuego y la A, la doble A y el Agua. - Ojeada general acerca de las palabras Aaban, I Aad, Aah, Aahi, Aahim-Charim, Aahis, Aahison, Aahla, Aahotep, Aakaba, Aamés, AanasThoth, Aanra, Aassi, Aatzin, Aayon, Aba, Abaareca, Ababana, Ababil,' Abacote, Abadir, Abahai, Abahaitui, Abahonda, Abai, Abaia, Abangas, Abanquis, Abantes, Abantia, Abanto, Abas, Abarhisi, Abascante, Abascocba, Abatón, Abatos, Abazeus, Accalarentina, Acra, Acragas, Acramas, Acrisio, Acrópolis, Aennus, Aga, Agada, Agadea, Agag, Agajar, Agakhan, Agalegas, Agalis, Agalma, Agameda, Agamedes, Agamemnón, Agánipes, Agapita, Agaptolomeo, Agastia, Agathon, Agatilio, Agatino, Agation, Agatimia, Agatirsio, Agatodea, Agatodemon, Agavea, Agra, Agrigente, Akasha, Alah, Aleph, Alpha, Anas, Aretusa, Argólida, Aries y mil otras. - Valor ocultista de todas ellas en relación con los problemas que nos ocupan. Los anteriores tomos de esta Biblioteca de las Maravillas, en punto al problema de los jinas, pueden ser considerados, como diría un matemático, en función de cualquiera de ellos, o sea que, dada la idea esencial teosófica y ocultista que a todos preside, los diversos capítulos de ellos están ligados entre sí por infinitas conexiones jinas, lo que más de una vez nos ha obligado a repeticiones inexcusables, que son como puntos de cruce o nudos de la red ideológica que los abarca. Así, si frente a cada tomo nos imaginamos como apéndices de él a los restantes, las concordancias jinas históricas, míticas u ocultas de aquél se verán totalmente corroboradas y amplificadas en éstos, con lo cual no hay que decir si ganarán en vigor y en garantías de certidumbre, o al menos de probabilidad en el peor de los casos, las doctrinas a que se refiere. Por eso sería conveniente que el lector por sí mismo, a guisa de síntesis, echase una ojeada general sobre los hechos jinas más interesantes que saltan aquí y allá en repetidos tomos, y cuyo respectivo detalle puede verse en ellos. Cierto que todos aquellos hechos están tocados de ese esfumado de sombra y de misterio que caracteriza a las "cosas del otro mundo", o sea, matemáticamente, a las "proyectivas ene-dimensionales en el mundo de la tercera dimensión", que es el ilusorio mundo nuestro; pero nuestro deber es el de consignado así, bien seguros de que los ensueños del hoy han de ser en el mañana realidades augustas y redentoras que vengan a mejorar nuestra triste condición de caídos. "Nada más repugnante, en efecto, decimos (tomo I, XV) que nuestra vida semianimal de hoy, toda desilusión, dolor, esclavitud y muerte; nada más hermoso, en cambio, que el ver salir de estos estiércoles las fragantes rosas del Ideal camino de un mundo mejor, del que antaño vinimos, y a cuya reconquista gloriosa hay que marchar con el arma del sacrificio, ya que nuestra salvadora razón, por los defectos que aún muestra en su naciente desarrollo, es a veces una especie de "enemigo íntimo, y por eso toda "verdad verdadera" de alguna importancia ha sido en un principio una bella verdad, una verdad jina." Entre los pasajes más vivos del tomo I vemos así el de los ascetas primitivos del Bierzo, algunos como San Jenadio, "el jina de Dios, el Jina bueno" de Astorga (I, 18), viviendo alejado de los hombres con vida eremítica más vecina a la de los gimnósofos arios que a los necromantes monjes de la Tebaida, acerca de cuyas vidas más o menos jinas se dan en el tomo V, páginas 113 a 121, detalles interesantes. Estos detalles, por otra parte, se ven continuados en los tomos II y VI, con ciertos ascetas no menos curiosos de la serranía de Córdoba y Huelva, donde tenemos a granel los hechos jinas, tales como los de aquel santo hombre de Morón que viera a los jinas en el fondo de una ignorada mina fenicia (pág. 62), o esotro que el buen Emilio Carrere, con su gallarda y escalofriante pluma, nos relata de cierto ingeniero de minas, amigo suyo, quien asimismo los viese, según muestras, con esa luz astral que permite ver, mediante la glándula pineal, al decir de los ocultistas, cosas que son invisibles bajo nuestra luz física, pero que están, sin embargo, por bajo a su vez de esotra luz intelectual y espiritual, a la que se refieren aquellas mal comprendidas frases de "lumen de lumine de Deo vera" y "lux perpetua lucente ad eis", que juegan en ciertos cantos eclesiásticos. Procedente del referido tomo tropezaremos con la isla jina de San Brandán, probada "hasta con acta notarial" 202, que diría un jurista (VI, c. 13) ; con la cueva jina de San Saturio, y su leyenda Solar del jorobadito (Conf. teosóf., I, capítulo de Religión, Leyenda y Mito); con varias otras "mansiones" jinas en diversas partes de Andalucía (II, c. 10) ; en toda Asturias (I, c. VII y VIII de la parte primera), o por mejor decir, en España entera, como país genuinamente jina en sus toponimias, en sus leyendas, en su historia y hasta en muchas de sus costumbres, cosa evidenciada en mil páginas anteriores de los tomos aquellos. No queremos dejar de consignar, sin embargo, otro "hecho jina" que leemos en un hermoso manuscrito con el ex libris de don Feliciano Ramírez de Arellano, marqués de la Fuensanta del Valle, y que lleva el título de: Memorias y antigüedades de la M. N. y A. Ciudad de Tudela de Navarra; en las páginas 138 a 201 se dice: "El año 1564, a 17 de noviembre, se tañó milagrosamente la campana de la iglesia del lugar de Fontellas, teniendo atada la cuerda y haciendo un día muy sereno de aire. Tañóse estando la iglesia cerrada, cuyo prodigio repitió la campana en distintos tiempos, pues la primera vez se tañó a las doce del día, dando tres campanadas. En la segunda la vieron ocularmente, estando registrando y atando la soga de la dicha campana, y a éstas y muchas diligencias más que hizo el Lugar superó la novedad, porque continuó tañéndose varias veces. Esta noticia es extraída del proceso e información de testigos, que recibió don Miguel de Lerma, vicario general, con su fiscal don Diego de Calahorra, y está en el Archivo Decanal de esta Ciudad bajo la letra I (fenómeno idéntico al de las campanas de Velilla)" (V, pág. 132). También en un manuscrito de varias apuntaciones y noticias, que conforme sucedían las asentaba don Jerónimo de Cavañas, vecino de esta Ciudad, está sacada la siguiente: "Domingo a 10 de enero de 1588, entre dos y tres de la tarde, a legua y media de la Barca de Castejón, yendo a Corella, hacia la mano izquierda, en el monte que llaman del Cierzo, se aparecieron cuatro escuadrones de hombres muy grandes, que salían de la tierra vestidos de negro. Se aparecieron tres veces. La primera salieron como cuarenta o cincuenta hombres y se volvieron a sumir bajo de tierra. La segunda vez de allí a poco, hacia la misma parte, volvió a salir otro escuadrón de gente tres veces mayor que el primero, y en medio se vió un hombre mayor que los otros, que era blanco y caminaba hacia el Ebro por espacio de un credo, y después desaparecieron, pareciendo a los que tan espantosa visión estaban mirando que tragaba la tierra. De allí a poco se apareció otro ejército de gente, mucho mayor que el primero y segundo, a la misma parte y dividido en dos partes, con una bandera muy grande y azul, y estándolos mirando se volvieron a sumir bajo de tierra. Y de allí a poco rato, hacia la misma parte, a trecho de dos tiros de ballesta, de donde se mostraron los otros exércitos y gente, se vió salir de improviso de la tierra otro exército y multitud de gentes sin número, cosa espantosa y mayor gente que los demás que habían visto antes, y caminando hacia la misma mano izquierda, a la vuelta del río Ebro, anduvieron por espacio de un cuarto de hora, y después desaparecieron como los demás. Todo esto vieron Prudencio de San Pedro, vecino de Tudela y teniente de Justicia, y su cuñado Jerónimo de Aybar, vecino de Valtierra, y la mujer de Prudencio, hermana de dicho Jerónimo, que se llamaba Catalina de Aybar, y de ello hacen fe y testimonio otras personas de Alfaro, afirmando vieron lo mismo. "En confirmación de este espantoso caso, en el mismo tiempo que acontecieron las visiones arriba dichas, se dice que en la villa de Alfaro se hundió o simó como espacio de una hera de tierra tan honda que no se podía ver el suelo, y que allá abajo se oía como un gran ruido de agua que corre. Este fué un prodigio, oculto a nuestro entendimiento, que sólo Dios sabía su misterio..." Como se ve, los buenos hebreos de Tudela seguían pensando en cosas como en capítulos anteriores transcriptas respecto de Elías y Eliseo, o bien como los "ángeles exterminadores" de la noche pascual en Egipto, los Abadones exterminadores del Apocalipsis. Insistir en tales detalles resultaría aquí imposible, pero es obligatorio, en cambio, hacer una confesión, a saber: que el punto de partida para nosotros ha sido uno e indiscutible: la Filología, como una de las columnas más fuertes en que ha de apoyarse el edificio de la revisión teosófica de la historia del mundo, historia esencialmente falsificada desde los buenos tiempos de Herodoto y de Eusebio. Mas, como el lector no está obligado a creemos bajo su palabra, vamos aquí, a guisa de ejemplo, a dar una prueba de ello, relativa a una sola letra del Alfabeto, a la A, de la que vimos no pocos particulares al hablar de Acca-larentina y de otras palabras conexionadas con ella y que empiezan con la misma letra. La A es la primera letra de todos los alfabetos de origen ario o de la Quinta Raza Raíz, semitas inclusive, pues que en el primitivo lenguaje jina, calcidio o numérico, su valor fué siempre el de la Unidad Suprema, ]a Mónada, el Fuego, el Logos unitario, frente a Ja O, símbolo de la Nada-Todo, o el Cero, es decir, de ]a Divinidad Abstracta e Incognoscible, de donde todo emana y adonde todo vuelve después de su ciclo evolutivo. Por eso es el alpha de los griegos y el aleph de hebreos y cristianos; pero aquí precisamente empieza su cabalístico carácter jina. En efecto, en clave astronómica, este último nombre de Aleph, que significa toro o vaca, proviene de que, a] empezar el pueblo hebreo su historia (que no es, ni por sueños, la del mundo, sino la de la expulsión de esta raza de la Ariana, por su sensualismo) , el Toro era el primer signo de la eclíptica, como unos 2.000 años después próximamente ya lo era Aries (el cordero o Ra), y unos 5.200 años más, ya el punto vernal o de primavera, pasó, a su vez, a Piscis, coincidiendo así con la época del Cristianismo, quien por eso hubo de tomar al Pez o Ictius como símbolo iniciático de reconocimiento, cual aún se ve hoy en las Catacumbas. Esto constituía así un modo emblemático de consignar las Eras desde muy antiguo, por ejemplo, entre los asirios, quienes, al poner en lo alto de sus estandartes al signo Sagitario, marcaban su antigüedad de hace hoy unos 12 o 13.000 años, que son los que han transcurrido desde que Sagitario era el signo más alto (hoy el más bajo) de la eclíptica. Aleph, pues, era el jeroglífico del Toro parsi, y por eso se representó primero con una A invertida o.A La Primitiva Sabiduría, sin embargo, había antes de todo esto seriado los jeroglíficos de las letras de este modo, y a partir del cero u O: 1º., la Mónada o 1, constituyendo con la O el IO o IAO (el Logos Unitario); 2º., la Duada o A (el Logos Manifestado, TAO); 3º., la Triada o ?; 4º., la Manifestación de la Divinidad en la materia o Tetracys (Maya, Ilusión); 5º., el Akasha o primitivo fuego, A (el Pensamiento); 6º., las Aguas del Chaos, en las que dicho Fuego o "Ascua de Oro" wagneriana se manifiesta (III, cap. XI); es decir, la doble AA que ya aparece en las notas etruscas de Ennio, y que por eso es inicial de cerca de un millar de palabras, todas relacionadas con el agua, y de las cuales, en Enciclopedias como la de Espasa, pueden contarse un centenar203 Esta doble AA, además, sufre pequeñas modificaciones, tales como la forma actual del aleph en la que se crea un verdadero nexo como los del sánscrito, en la forma de AIA, EA o ARA (con la R o eta femenina para mejor caracterizar al agua) o AWA (por el mismo motivo), y AB en personas e hindúes, substituyendo la segunda A por la letra siguiente B, que es la letra de la Duada, substitutiva del signo A o ve invertida acaso para recordar jeroglíficamente el gran misterio acuático de la cariocinesis celular que, "por el fuego y el agua", hace dos células de una, cosa que no ignoraron aquellos primitivos iniciados, como lo prueba el mito de Osiris-Tiphon que en otra parte puede verse (IV, página 410) , Y hasta hay una triple AAA en ciertas monedas romanas, quizá significando ya a la tierra. La doble A, en fin, enlazada con su propio nexo (por redundancia muy frecuente en las lenguas, o más bien por presentarse, a la vez, en las dos formas), da lugar al notable jeroglífico de ANA o "las aguas", de las que las Enciclopedias traen centenares de palabras derivadas, a las que no podemos descender ya aquí. Basta, en efecto, lo apuntado para afrontar ya el difícil problema del jeroglífico de los jinas, que podemos concretar en estos términos: 1º. El jeroglífico ario de IO o del signo lingual védico oTo (del que dedujimos tantos otros en las páginas 122 y 320 de De gentes del otro mundo), entre los etruscos principalmente, o sea entre los dadores de las letras unciales y de la numeración a Roma (únicos rasgos escriturarios que, para no complicar, venimos usando en este capítulo), pudo tomar la forma del cuadrado y de una de sus diagonales de la que, como ya vimos, se forma, por participación, lAVo IANVS, Jano, prototipo de todo nombre jina o jaíno. 2º. La palabra JINA que venimos empleando no es sino la casteIlanización de dicha palabra latina; su verdadera escritura, derivada del parsi y el árabe, no es fina, sino Djin, Djinn y así la vemos empleada por muchos autores 204, y en sentido de genios más bien maléficos que benéficos en las tres religiones occidentales: la judía, la cristiana y la mahometana, lo contrario de lo que sucede en la buddhista, hindú y jaína, donde los maruts, que tantas relaciones guardan con nuestros jinas, son objeto de religiosos himnos en los Vedas. 3º. Otra forma de descomposición por notáricon (es decir, por lo que llamar podríamos "taquigrafía ocultista") 205 de aquel cuadrado es la de VNV (al modo como vimos en la palabra ANA) que, con la S del círculo circunscripto al cuadrado (invertido, por supuesto, y girado 180 grados uno de los semicírculos sobre el otro, como ya vimos también al deducir el jeroglifico de ISIS del de IO) , nos dan la sagrada palabra VNVS o UNO, con la que representamos a la Mónada, manifestada luego como Logos en la Duada. 4º. Anteponiendo a este último jeroglifico la 1, ya que antes se le pospuso al primitivo VNV la O de IO, tendremos IVNVS, JVNVS o LVNVS, el masculino originario del femenino Juno y Luna, por cuanto es sabido que la Luna, en el sentido cosmogónico-ocultista, es masculina, Deus-Lunus (como que su masa gira en torno de la Tierra a la manera del espermatozoide masculino antes de fecundar al óvulo con su caída) 206, así como es femenina en el sentido antropológico, ya que es la madre de las Mónadas humanas, que de ella pasaron a la tierra al comienzo de la presente Cuarta Ronda o ciclo astronómico. En cuanto a Juno, podemos decir lo mismo, por cuanto antes de designarse así a la celosa esposa del Júpiter antropomórfico pagano de los últimos tiempos, no fué sino Ana, Hera o Diana (la Luna), esposa del dios Junus o Jano, que diera su nombre al mes de la apoteosis solar, Junius, el mes de las calendas, nonas e idus de Jano o Junus. 5º. Es sabido que el sánscrito (padre, no hermano, del griego y latín, como se cree) tiene siete vocales breves y otras tantas largas que pasaron a sus lenguas filiales, pero perdiéndose más y más, o aconsonantándose. Así, en griego quedaron la O (omicrón, breve o pequeña) y la ? (omega, larga o grande); la E (breve o é-psilon) y la H (larga o eta), mientras que la A, I y ? (alpha, iota y úpsilon) degeneraron, quedando como breves y largas a la vez (aunque con distinto "espíritu" en unos casos que en otros, auxiliándose con los llamados diptongos, y aconsonantándose como la I (iota) que pasó a ? (xi) y aun a X (ji). Además, de igual modo que en sánscrito, las dos vocales ru y lru (breves y largas), pasaron a las semivocales P y A (rho y lambda), de donde derivan nuestra erre y nuestra ele (sencillas o dobles), con todo lo cual, las catorce vocales sánscritas siguieron, más o menos encubiertamente, disminuyendo de un modo considerable el número de las consonantes, que era de 34 en aquella lengua, Con estas observaciones previas resulta notorio que la religión Hin-du o lind, como la religión laina, la grecorromana primitiva de lana o luna y la primitiva de IAO (luego degenerada en el falicismo jehovático o de IOEVE), la chica del TAO-TE HIND (o King), etc., no son sino facetas de una sola Religión-Sabiduría originaria, la Religión Natural o de los jinas, el jainismo o más bien Cainismo, según las exégesis que hiciéramos en el comentario del capítulo I, tomo IV de esta Biblioteca 207. 6º. En todas las religiones troncales, además, se nota la particularidad de que la doble A vea separadas sus dos letras por una tercera (que, ora es la H, o eta, como ya vimos, ora es la segunda letra del alfabeto, B, o beta), dando lugar en un caso a toda clase de desinencias (femeninas o acuáticas), y en el otro, a conceptos masculino de "paternidad". Así, el primer (taba" que encontramos es el Aba-zeus o sea Júpiter (Ió-pithar, Io-eve) , no el "Anciano de los días o Padre-Supremo", sino la "primera Emanación o Sephiroth cabalístico: "ENSOPH", Aennus, Enneas, Jana o Jano siempre. Como, por otra parte, este Zeus, Zeru-anas o Zoroastro original es la Fuente del Número, todo instrumento primitivo de cálculo (o aparato matemático-calcídico) - se llamó, por su augusto Nombre, Aba-zeus o Aba-cus, el Abaco, siendo uno de los más sencillos de éstos la famosa Tabla de Pitágoras para los productos de los nueve primeros dígitos. De aquí las maravillas que se leen acerca de los ábacos en las Enciclopedias, empezando por el Tratado de Algebra et Almuchabala, escrito por Leonardo de Pisa (Fibonacci), cuando, ya iniciado, regresó de Oriente, y en el que los ábacos se conjugan con sus respectivos planetas quizá desde los tiempos de la misma Atlántida, cuando no se soñase siquiera en cambiar, como los paganos de los últimos tiempos, los Dioses-Números-Planetarios por los Dioses-hombres de los diversos imperios en los que el gran Imperio atlante se descompuso. Los Abantes, hijos del perspicaz Linceo, último o duodécimo rey zodiacal de Argos, y de Hipermnestra, y entre los cuales se cuenta el parsi iniciado Parsifal o Perseo (siendo hasta seis los griegos divinizados en este último nombre), no son también sino los primitivos hombres arcadio-caldeos, iliónidos, jaínos, etc. (pues con cien otros nombres "jinas" pueden ser designados), cantados como héroes incomparables en Hesiodo, Homero, Herodoto y otros muchos autores clásicos. Todos, en efecto, eran orgivos o arios-luni-solares primitivos; todos, como tales jinas, custodiaban al áureo vellocino de la Religión Primitiva cuando fueron a robado con sus naves los helenos o selenos, es decir, los hombres lunares posteriores. Dan, Dzan o Kan era otro característico nombre patronímico de los Abantias, que les acredita igualmente de jinas. Y como tales jinas aparecen doquiera, por ejemplo, los abangas de Nigricia y Filipinas; los abanquis guaranís; los abannas mauritanos, astures y gallegos: los abanos de Colombia; los aba.nta de Livadia (con su templo de Apolo junto al Parnaso); abánticos, purblos "solares" de la isla de Negroponte, de la Eubea, la Fócida y la Galia Cisalpina. Por otro lado, abanto aún es una palabra del léxico popular español para designar al milano o aguilucho, en contraposición con el cuervo, y en sentido figurado, a "la persona impetuosa y potente que arrolla todo cuanto se opone a su paso", rasgo característico de los héroes, y abatas en griego designaba lo inaccesible, lo inasequible-jina, en recuerdo de la inescalable mole egipcia que sirviera (dicen los diccionarios) para tumba de Osiris, o sea, en suma, la Montaña o Pirámide iniciática lugar del temeroso Toro o vaca Abautos (la consabida Vaca pentápoda hindú), en honor del cual, acaso los primitivos vascos dieron nombre a la montaña de Tri-anos o Tri-anas (Bilbao)-, mencionada como la más rica por ptinio. A bas-a-bantis también es nombre de un gran Iniciado que tuvo estatua en el templo de DeIfos; es el Cisne de Diomedes, el hijo de Poseidón, y el productor del frenesí sibilino o mántico, después confundido con la epilepsia, y de Aretusa Acca-larentina, Marta, etc., como vimos; un centauro, émulo de Quirón el Instructor; otro héroe jina compañero de Eneas; un rey y un monte de Armenia; un sabio tío de Mahoma; un nombre patronímico de los shar o zares de Persia; un célebre rapsoda troyaDo, etc. Abascantes, en fin, es una palabra griega que bien pudo derivar de los accadios o vascos occidentales de aquellas comarcas, pues que, según se consigna en las Enciclopedias, viene del verbo baskain, fascinación, seducción, magia mala, y de a,. partícula privativa, con lo que vuelve sobre el tapete el famoso busgosa bask'-jain de toda nuestra costa cantábrica (De Gentes del otro mundo, Introducción). El zafiro o abas-cocha (azul de lago) es otro nombre bien extraño entre los del quichúa, porque refleja en su color azul obscuro la alta espiritualidad jina o celeste, que también es el color de la atmósfera en las grandes alturas. ¿Quién es, en verdad, el que con tales "coincidencias" no se siente asombra do? ¡Verdaderamente que aún no hemos empezado a deletrear en la lengua del Ocultismo! 7º. Por último, entre las numerosas palabras jinas que saltan por doquiera se abre un diccionario, tenemos las de Acra y Agra, merecedoras también de especial atención, porque entrañan la eterna contraposición de lo masculino y de lo femenino, expresados, respectivamente, por sus sílabas Ac y Ag, puesto que la terminación Ra les es común, y ya sabemos, por otra parte, a qué atenernos respecto de ella. Acra es altura en celta, griego, latín, árabe, etc. Por eso, desde las sumidades floridas en las que culmina apoteóticamente la planta, hasta la ciudadela inexpugnable que desde allá arriba parecía proteger a la ciudad de sus faldas y llano, cual el padre a la familia o el ave a sus polluelos, todo era acros y agra, y los orígenes mismos de estas ciudadelas, con todo cuanto se refería al misterio de los pitris o padres, solía encerrarse en emblemas, acrósticos o jeroglíficos, porque acros-acra equivalía a "punta", "altura", "promontorio", algo excelso, agrio, fuerte, en fin, ya que, como dijo nuestro vate, por tales asperezas se camina de la inmortalidad al alto asiento... Así, en el Acra de la Aególida, dominando el azul horizonte del Archipiélago de la manera que aún se ven las ciclópeas construcciones de la península Calcídica, se alzaba orgulloso uno de los más viejos templos jinas, el de Junus-Hera, y promontorios de igual nombre fueron los de Carmania, sobre el lago Meotis, el de Arcania en el Orontes, el típico de la Arabia, el de junto a Antioquía en la Mesopotamia, con tres grandes ciudades a sus pies, el de San Juan de Arce y el célebre de Brindisi en la Magna Grecia, frente por frente ya de las costas griegas. El Acra-batanea de la Idumea y el de entre Neápolis y Jericó, como el Acraf de la primitiva Persia junto al Caspio, con los pensiles y observatorio que siglos más tarde creó Abbas II el grande, y nuestra propia Acra-leuca mediterránea, hoy Peñíscola, no son sino recuerdos santos del primitivo culto samaariano o samaritano de las alturas, ¡de las alturas solares hindúes, meta a la que no se llegaba ni se llega sino después de haber apurado los cuatro períodos del ascetismo iniciático que se llaman acra-mas, o sea "físico, intelectual y espiritual escalamiento de la altura"! Por eso también, cuando al masculino acra se le agrega la sílaba ga femenina, se forma el nombre 'de Acragas, que, si por una parte significa el nudo o enlace de los dos principios eternos de la vida, por otra designa también a aquel hijo de Júpiter Olímpico (el dios de la altura) con Astérope, la bella Oceánida en cuyo honor Accragas fundó la ciudad lunisolar de Agrigento, con su templo pelásgico de júpiter Polieus o Polideus, ciudad que se repite con sus correspondientes monte y río de igual nombre en Lidia, Eubea, Etolia y Tracia, y que tuvo sus gemelas ciclópeas en las celebérrimas de Selinoute y Tauromenio en Sicilia; las de los volscos, hérnicos, eques y demás aborígenes del centro de Italia, llamados Norba (destruída como tantas otras cosas análogas, libros sibilinos inclusive, por Sila, el aristócrata loco romano), Preneste (célebre en la sublevación de Mario el joven contra aquel asesino de su padre, y más aún por los actos necromantes de sus templos que aún se recuerdan bajo el nombre de Suertes Prenestinas), Túsculo, Fiésole, Signio, Alatú, Veyes, Ferentino, Luna, Atino, Cara, Arpinum, etc., sin contar las de Tarragana, Numancia, el Bierzo y tantas otras de nuestra Península, que tienen en cada altura una acrópolis pelásgica o helénica, tanto que por ellas, o sea por "sus castillos", reedificados muchos siglos más tarde, en la Edad Media, sobre las ruinas acropolitanas, hubo de llamarse Castilla a la región central de España, émula de la región hindú del Penjab, de donde, según en otro lugar hemos indicado (ver cap. IV), son seguramente originarias, debido a. la invasión celta o kalka de hace cerca de 5.000 años, cuando la raza solar venida de la Ariana echó sobre sus hombros de Hércules la terrible tarea de civilizar, dirigir y salvar a los degenerados pueblos que habían quedado sumidos en la barbarie más abyecta a raíz de las últimas catástrofes atlantes. Acrisio, en fin, como otra de las variantes de Acra, es el nombre asimismo del hijo de Júpiter y padre de Laertes (o sea abuelo de Ulises-Hércules y bisabuelo de Telémaco, en la griega genealogía épica) También lo es de aquel Acrisio, rey de Argos, que como descendiente de Danao, hijo de Júpiter y de Ocalea (variante de Leda, la princesa-oca, la compañera eterna del consabido cisne), vivió en eterna lucha con su hermano Preto (el obscuro, el negro), aun desde el vientre de su madre, pues eran gemelos, cual los respectivos héroes del eterno mito del día y la noche (clave astronómica), de lo radiante y lo latente (clave física) , de lo recto y lo curvo (clave geométrica) , de lo positivo y lo negativo (clave numérica), de lo invasor y lo invadido (clave histórica), de los ácidos y las bases (clave química), y de lo masculino con lo femenino (clave fisiológica), que vemos igual en el Esaú-Jacob de los hebreos que en el Pólux-Cástor de los griegos, o en el Remo y Rómulo romanos, etc., etc.208. Después de la palabra Acra vengamos a la de Agra, o más bien Aga, su gemela, empezando por consignar que la letra ce o ha, fuerte, gutural masculina, tiene su contraparte en la ge, dulce, gutural o de segundo grado o femenina, y así, a la manera de lo que vimos con acra, aga y agra sirve de típica radical a todo lo inferior, lo relativo al aqua o contrapuesto y femenino. Por eso hay docenas de ríos y ciudades Aga en Siberia, Etiopía, Egipto, Nigricia, Argelia, Turquía, Brasil, etc., y Aga es "señor de la ciudad", caudillo en turco. Aga-asio o aga-isios se llamó además a los antiquísimos etiopes-blancos del Mar Rojo y el Nilo, como "hijos de las aguas primitivas", o secuaces de la doctrina Agama, que también se lee en el segundo pitaka del Canon sagrado buddhista. Pero no paran aquí las concordancias filológicas, como verá el lector si está adornado para ello de la suficiente paciencia. En efecto, Aga-berta es la "bis Melusina" o Urganda medioeval, y Agadé o Aga-dea es la bis caldea, que dió nombre al famoso arrabal de Sippara o Cipara (la ciudad de las estelas o cipos, el Cerámico caldeo, como si dijéramos) al norte de Babilonia, consagrada a Venus-Anunit y a Soma o Samas (la luna) , dividida en dos partes (la Acro-polis y la Io-polis) por el canal Nahar, a la manera como lo estaban todas las ciudades antiguas, incluso, según vimos, la propia ciudad inca del Cuzco, y por eso las -Enciclopedias nos dicen que se conocen distintos sobrenombres de Agadé anteriores al primer imperio caldeo, nombres solares todos, añadimos nosotros, tales como Zatr-ganisar-Iuh, "la imperial ciudad de Ganesha" que diría un buddhista, o la Agama-arcana y las Agama-shastras de los védicos Upanishad; la patria del anciano Sargón, célebre por su biblioteca, que alcanzó por lo menos hasta el siglo VII antes de nuestra Era, y cuyos ladrillos cuneiformes aún son en el British Museum la desesperación de los doctos, todo con arreglo a la etimología griega de Aganós, que significa "lo jina", lo maravilloso, incluso cuando sirve para designar a aquella celeste Agalis, "doncella de Corfú", cuyas obras cita con encomio Ateneo y Su idas, o esa otra palabra también griega de Agalma o agalló, cuanto agradar y maravillar pueda, desde el trípode o el monolito aquel de Agalma toy Apollonius de las cercanías de Mileto, hasta el perfume mismo del agáloco, la madera de áloe quemada en los sacros fuegos de las vestales. . . Sólo los nombres de los dioses Aga o lunares llenarían un capítulo. Así tenemos a la autoridad religioso-lunar de Aga-el-Arana, literalmente "la magia del fuego producido por el arani", o por la rotación de la madera dura sobre el agujero de la blanda, que no la purísima del rayo de sol encendiendo el fuego sagrado al incidir sobre la gema o lente del Sumo Oficiante, y a sus agalegas o procedimientos mágicos que hoy dan nombre aún a unas islitas del Océano índico. Tenemos también a Agameda, hechicera lunar, "hermana del Sol", que, émula de Circe, componía nefastos brebajes para transformar en bueyes a los hombres que caían bajo sus sensuales hechizos; los bueyes de aquel establo de Augias, rey de Elida, su padre, cuya limpieza o "purificación" fué uno de los doce grandes trabajos de Hércules, a la manera como se lee en la Teogonía de Hesíodo, en la Iliada de Homero, y en cien pasajes de nuestras tradiciones de Blanca Flor y de las parsis de Las mil y una noches. Otra tradición, al hacerla esposa del Amulio romano, nos revela claramente en qué pudo consistir el destronamiento de Numitor de la leyenda de Roma. Tenemos de igual modo a Agamedes, el greco-asiático, hijo de Estinfalo, o sea de aquel monstruo lunar que en una laguna mantenía negras aves del mal con carne humana, hasta que Hércules acabó con ellos también en otro heroico trabajo; y al Agamedes, hijo de Ergino o Hercinio ("tenebrosidad de la selva") , rey del Orco y hermano del cíclope Trofonio, por cuyo antro nibelungo ya vimos penetrar a Telémaco, cerrando con una piedra enorme (la cúbica o iniciática) las entradas al Tesoro del rey de Ilistrix en Beocia (el tesoro troyano de Ilión), también muerto por Hércules. Viene, asimismo, a nuestras mientes Aga-menon (o Mnemon), personaje de egipcio abolengo, hijo de otro nibelungo, de Atreo, el riquísimo rey de-Micenas, Tirinto y Argos, biznieto del atormentado Tántalo y hermano del Menelao de Esp,arta, a. cuyo lado se refugió huyendo de Tieste, y cuyos tesoros (simbolizados en Helena o Selena, la Religión lunar) se apresuró a robar luego Paris, dando lugar a la célebre guerra de Troya y a toda la complicada trama kármica del sacrificio de Ifigenia, de los furores de Orestes, de los crímenes de Egisto y de las liviandades de Clitemnestra. Contamos, en fin, con los Agag, nombre genérico lunar de los bíblicos amalecitas; AgaPita, uno de los nombres con los que Haman (o Hanuman, el dios-mono aliado de Rama en el Mahabharata) figura en el "bíblico caldeo" Libro de Esther (o Lsthara, la Estrella parsi); Aga Khan-Maho-Iati, el Viejo de la Montaña del Líbano, iniciador de los fundadores del Templo en los misterios lunares que poseyeron; Agaleas, pseudónimo de un célebre gramático alejandrino del siglo 11 de nuestra Era, de- la escuela de Aristófanes de Bizancio y comentador de los muchos misterios lunares que se leen en Hesiodo y Homero bajo velo histórico; Agam-Iamoc, divinidad peruana equivalente al Pachacamac inca, y como él sin Templo ni culto; Agapenor, hijo de Anceo y rey arcadio de Tagea, que asistió al sitio de Troya y participó del "collar de la armonía", don celeste que equivocadamente se dice le fué funesto; Agaptolemo o Ptolomeo, uno de los 50 hijos de Egipto (o gran iniciado, al modo de TriPtoleno, el inventor del arado) , que casó con la danaide Girena o Sirena; Agares, demonio de la Luna; Agastia, el célebre brahmán de los Puranas, hijo de Mitra o Varuna y de la ninfa Ur-vasi (fuego inferior o lunar), personificación a su vez del fuego de Agni-Vashistha, su madre, que transmitió a sus sacerdotes ermitaños, después de vencer a los rakshasas o titanes de Lanka (Ceilán) y a los vindias o lemures- hindúes, y cuyo prototipo español, por haber derrumbado el monte Vindhya, es "Vuelca-cerros", el de la leyenda de Juanillo el Oso (Conf. teosóf., I, pág. 225); Agathon (el daimón bueno), argivo, constructor del templo de Delfos e implantador de sus Misterios aprendidos de su Maestro Xeno-doro, el hombre solar; Agatic, espíritu lunar o del, contrario al del bien, o Jainhar, el jina de los hovas o Oveos mascareños y al que se ofrecen sacrificios humanos; Agatilio, el más lunar de los sobrenombres de Plutón; Agatino, pseudónimo de un gran médico espartano, discípulo de Ateneo en el siglo I, fundador de la escuela "teosófica" de los pneumatistas o espiriludistas, y de los episintéticos, o comparadores de las Religiones y las Ciencias, entre cuyos discípulos se contaron Herodoto, Teodoro, Arquígenes y muchos sabios romanos, entre los que produjo gran revuelo espiritual; Agation, genio de la medianoche, en forma, ora de hombre, ora de bestia, y cuyos talismanes tienen una media luna en su extremo inferior; Agatirno, hijo de Eolo, o sea "negro espíritu de las nubes", con reino en la Agatirnia de Sicilia; Agatirsos, los picti, de Virgilio, germanoescitas y sármatas, hijos de las necromantes amazonas, y conocidos con los nombres lunares de indatirsos, tisagetos, marsos, etc.; Aganice, rey iniciador de Tesalia, que predecía los eclipses; Agaladea, ninfa de Ptolomeo Filopator, se dice, pero más bien su "Helena" o numen, al tenor de las que se atribuyen necromantemente a los Adeptos, y que no son sino símbolos no humanos de su celeste Espíritu, al tenor de esa divinidad bienhechora que se llamó Agatodemon o "Espíritu de las Aguas del Chaos"; Agatón, abnegado hijo del troyano Príamo; Agavea, la hermosísima hija de Cadmo; Adán, el Kadmon cabalístico, y de Harmonía o Cosmos, que tan importante papel juega en los orígenes lunares de las bacanales y también en las iniciáticas tragedias de Esquilo... y no hablemos de los nombres Aga, con o sin aditamentos de ciudades, lagos o ríos, porque sería no acabar. Baste decir que en solo una Enciclopedia como la de Espasa hemos podido contar casi un centenar, repartidos por todo el planeta, como cuantas cosas hacen referencia a la Religión primitiva, y trascendiendo de tal modo a su origen lunar del Penjab o la Rajputana, que hasta alcanza a esos lunares instrumentos primitivos que se llaman la gaita (agajar), a la flauta (agada), a la guitarra y al violoncelo turco (aga-lick-man o agal-keman), con lo cual podemos llegar a establecer, por último, el nexo con dos palabras augustas en la tradición y en la historia: las nueve Agánipes o Musas del Helicón (el Monte Solar, de Beocia), como divinas inspiradoras del Arte y las leyendas parsis, arameas, hebreas, árabes, etc., llamadas agadas. Agadas o sagadas son, entre los rabinos, la parte más esencial del Talmud (enseñanza de las sagas, sibilas, pitonisas o profetisas, a bien decir), al lado de las halakas en la Mischna (o parte estrictamente dogmática y legal) , pero, en realidad, como hijas directas (aunque de mil modos profanadas) de las primitivas tradiciones jinas o solares que "ya los antiguos bardos de todos los países históricos cantaban sin entenderlas"', como dice Rolth Brash; y que han servido de base inspiradora absolutamente a todas las obras maestras de la Historia: Mahabharata, Ramayana, Ilíada, Eneida, Odisea, el Poema primitivo de Alcide (no el Cid de Alfonso VI, sino Hércules), Las mil y una noches, la Biblia, el Talmud, el Corán, y, en fin, otras, cual las de El Quijote, La vida es sueño, etc., etc., no son sino obras eruditas de éste y el otro genio que en ellas se inspiró. Todo verdadero agadista (léase novelista en el más alto y puro sentido) tiene que ser un efectivo taumaturgo o un aspirante a tal, porque en la agada está la esencia de toda poesía, de toda música, de todo teatro, de toda obra inspirada, en fin. CAPÍTULO XXIX. LA CUARTA DE LAS INTERROGACIONES DE LA ESFINGE El gran día ensoñado por Claude Bernard. - Ojeada retrospectiva por las páginas del presente libro y los tres postulados del mismo acerca de un segundo cuerpo que sobrevive a la muerte, un segundo mundo superior al que con ésta se pasa, y unos seres jinas que moran en dicho mundo. - Resumen de los "hechos jinas" anteriormente expuestos y de otros mil cuya enumeración es imposible. - Aladín, "el jina de Alah" y San Jenadio, "el jina de Dios".Jinas asturianos, vascos, orientales, americanos, austriacos, húngaros, árabes, romanos, griegos, etc., etc. - Enseñanzas de Edkins en su "Chinese Buddhisme". - Más Y más palabras relacionadas con los jinas. - Los Astomos de Plutarco y Pherecides de Samos. - A las tres famosas preguntas de la Esfinge tebana hay que añadir una cuarta, relativa a ¿con quiénes convivimos sin saberlo en este nuestro mundo? - Elementales y jinas. - Dos maneras de considerar al mundo jina. - El Ángel de la Guarda mahometano y cristiano.La luz de la Conciencia y nuestro gran JINA DORMIDO. - "Plenitud", el optimista breviario de Amado Nervo. - La Piedra filosofal no es sino el principio de la sabiduría jina. La presente edad, egoísta y materialista cual ninguna, al no alzar jamás los ojos de la Tierra, aleja, con su insensata ceguera, el advenimiento de aquel gran día soñado por el sabio Claude Bernard, día en el que el fisiólogo, el filósofo, el matemático y el poeta hablen un mismo idioma trascendente, entendiéndose a maravilla unos con otros. Pero, ínterin el mundo, en su loca carrera, no rectifique su desvío hacia estas magnas cuestiones, siempre tendrá sobre su pensamiento y su corazón el pavoroso enigma de la muerte, porque como no vive santamente, y no investiga poco ni mucho en el magno problema, no puede morir con el ánimo sereno de quien sabe, como todos los arios, que no hay más diablo que nuestro propio cuerpo tentador, del que triunfamos con la muerte, renaciendo en cuerpo espiritual o jina, como nos ha dicho San Pablo. Nuestra conciencia, sin embargo, no nos remuerde de haber obrado así en el curso de este complejo libro, en el que, como reza su título, hemos pretendido nada menos que el "matar a la Muerte", como lo pretendiera y consiguiera este último Iniciado cristiano... Emulos de aquel bravo caballero de la Historia de Clareo y Florisca 209 que, en batalla descomunal con el sufrimiento, disfrazado de justador también, no halló otro medio para vencerle que el de "hacerse el amigo y el hermano del sufrimiento mismo", nosotros, que físicamente o como mortales habremos de rendir a la Parca nuestro tributo, creemos haber matado a la Muerte desde el momento en que, guiados por aquella enseñanza y mil otras análogas, nos hemos convencido de toda su mentira, haciéndonos casi su amigo así. Y, deseosos de comunicar semejante convencimiento a nuestros lectores, hemos escrito este tan abigarrado como sincero libro, apoyándole en estos tres postulados (demostrados cien veces y siempre demostrables) , que nos es obligatorio el recordar a guisa de resumen: a) Que, presidiendo a todas las funciones de nuestro cuerpo material o químico y visible, hay otro cuerpo espiritual, el cuerpo glorioso, ordinariamente invisible, que sobrevive a la muerte física según la enseñanza unánime de las religiones, del espiritismo y hasta del propio sentido común no pervertido por las cobardías materialistas 210. A corroborar semejante postulado se han dirigido los capítulos I al VII del presente libro, capítulos en los que, con la enseñanza unánime de diversos Iniciados, tales como Pitágoras, Platón, Plutarco y San Pablo, se han simultaneado las novísimas conclusiones de la Hipergeometria y del Método Analógico, que es el método más fundamental de cuantos conoce nuestra propia ciencia positiva. b) Que dicha supervivencia de nuestro cuerpo espiritual y glorioso se opera en otro mundo, mundo tan ligado, sin embargo, con este nuestro mundo físico, que, a bien decir, no hay entre uno y otro más solución de continuidad realmente que la derivada de nuestra triste ceguera por falta de un efectivo tercer ojo (el Ojo de la Intuición o del Cíclope), que yace atrofiado en nuestra glándula pineal, pero que empieza a actuar de nuevo en nuestros grandes poetas e intuitivos, quienes, con sus esfuerzos, levantan más o menos una punta de aquel clásico Velo de Isis. e) Que semejante mundo ha actuado, actúa y actuará constantemente en nosotros y en la Historia, y que sus habitantes son los llamados por nosotros jinas, es decir, hombres superiores a nosotros, que nos aman, protegen y guían, ora como "difuntos queridos", es decir, seres transitoriamente libertados de sus cadenas terrestres entre una y otra encarnación, ora como seres libertados ya en definitiva de la necesidad de bajar a nuestra cárcel de carne y de sexo, aunque ellos sean en cierto modo seres encarnados también en la tierra, pero en esos niveles físicos superiores llamados "mundo etéreo" por unos, "estado radiante" por otros, y "plano de las entidades astrales" por no pocos, siendo de escasa importancia el nombre, con tal que se admita el hecho en sí, pese a su calibre. Mas, como, a bien decir, este último punto era el de mayor importancia, dada nuestra lamentable práctica mental de pedir hechos en vez de pedir leyes, o, mejor, inquirir principios, todos los capítulos restantes, desde el VIII hasta el XXVIII, se han enderezado a aportar hechos y más hechos de interferencia, de conexión, de convivencia, en una palabra, entre hombres jinas o superiores y hombres inferiores o propiamente dichos. Y no se diga que no se han encontrado en abundancia semejantes hechos, que han ido engarzándose como las cerezas y saliendo con no poco desorden histórico y geográfico, según las naturales exigencias expositivas. Primero es un historiador reaccionario, Anquetil du Perrón, quien comienza sentando aquel hecho jina de la historia de Darío, rey, quien tropieza al azar con semejante pueblo, el cual se le desvanece entre las manos cuando su soberbia de conquistador quiere asirle. En seguida nos salta otro hecho análogo acaecido en México, según el P. Durán, al gran emperador Moctezuma en la apoteosis de su poder, y a entrambos casos les hubimos de poner la consiguiente apostilla con otros hechos jinas semejantes que la maestra H. P. B., con su colaborador H. S. Olcott, consignan en sus libros, especialmente el de los todas y bilhs de la India y los shamanos y saberones de la Siberia y del Tibet. Del "caso" de México pasamos a ese otro, mil veces más asombroso, del nacimiento, desarrollo, apoteosis y caída del imperio cainita o jina de los Incas del Perú, con todas sus mil peripecias, inexplicables desde el punto de vista puramente humano y perfectamente explicables con nuestra "hipótesis" jina. Luego, dado el carácter hebreo, y no caldeo y ario, que los autores se empeñan en asignar a dicho pueblo inca, pasamos naturalísimamente a estudiar al viejo pueblo judío, en cuya Biblia nos saltaron al punto esos dos mágicos caracteres de Henoch o Jainok y de Helias o Elías, con el sugestivo e infalsificable detalle no humano de que ninguno de ellos muriese, sino antes bien -caso repetido en otras tradiciones de diferentes pueblos- fueron arrebatados al cielo, o sea al mundo jina, en brillante carro de fuego". No menos naturalísimamente pasamos de la Biblia al Evangelio, aunque no sin que espíritus estrechos de gentes que se dicen cristianas, y no conocen ni han leído nunca la dicha obra de los cuatro evangelistas y discípulos de Jesús, sintiesen cierto escándalo ante aserciones nuestras, no sólo ortodoxas, sino super-ortodoxas y evidenciables, lo mismo ante la más crítica Asamblea de sabios que ante el más ceñudo Concilio de obispos. Los hechos jinas saltaron, en efecto, decimos, aquí y allí con abundancia verdaderamente pasmosa y desconcertante, contribuyendo a robustecer el sublime prestigio de que el Evangelio goza, lo mismo entre cristianos de las tres confesiones en cisma que entre los librepensadores y los hombres de religiones extrañas al Cristianismo. A través del capítulo XVI, relativo a Los lagos iniciáticos, y que acaso sea el menos malo y el más meditado de todos los del libro, pasamos a examinar los jinas del "Corán", en armonía con los jinas de otras religiones infinitamente más antiguas, tales como la de los Eddas, reflejada en la obra de Wágner y procedente, con sus huríes y genios, no ya del Corán, sino quizá hasta de Las mil y una noches de los parsis post-atlantes. El tránsito, pues, a estas últimas y a su secuela de los Libros de Caballería quedaba de este modo establecido, explicándonos asimismo el porqué de la justa fama de obras como el Quijote, tan rica en elementos verdaderamente caballerescos y jinas, con todo lo cual ahonda ya un poco más en el misterio jina de aquel antiquísimo libro iniciático parsi que hoy nos sirven los traductores con todas las intolerables groserías de árabes y sirios por los que la obra hubo de atravesar para llegar a nuestros días. Enlazando todas estas cosas con la prehistoria y la historia de Occidente, pudimos hallar también numerosos hechos jinas concordantes, ora en los obscuros orígenes de Grecia y Roma, ora en los misterios de nórdicos, celtas y trogloditas, ora, en fin, en pueblos no menos extraños de Irlanda, de los cuales tenemos documentos que nos ponen en la pista de un alfabeto primitivo numérico, calcídico o jina, en el que las letras, que después fueron formando las lenguas conocidas, han sido previamente números. Las Calcis mágicas, que t:mpiezan en la propia Mogolia y se extienden por todo el ámbito de la tierra, resultan ser así uno de los más valiosos testimonios jinas que darse pueden, testimonios que nos invitan a preparar ulteriores desarrollos de esta idea en un futuro libro acerca de La magia y la escritura, y también a hablar muy por extenso de otros dos capítulos aquí omitidos por su extensión: el de Los jinas y las Sociedades Secretas y el de Los jinas y el Espiritismo. y cuenta también con que, a pesar del desarrollo dado a aquella parte de la presente obra, aún se quedan en el tintero infinidad de hechos y tradiciones jinas, para no abusar de las repeticiones en cosas ya tratadas en anteriores tomos de nuestra Biblioteca, siendo muy de recordar especialmente las siguientes, que en éstos pueden verse con mayor extensión: lo. El caso del obispo de Astorga, SAN JENADIO (el jina de Dios); los demás relatados en la parte de El tesoro de los lagos de Somiedo; el de Aladín (el jina de Alah), con m maravillosa Lámpara, en Las mil y una noches, y el de los célebres caínos o jinas de los picos de Ario, los Urrieles y la Peña Santa, de los que, sin darse la debida cuenta, nos habla don Alejandro Pidal en sus Discursos y articulas literarios, en texto reproducido por el capítulo último tle aquella nuestra obra. 2º. La singular leyenda vasca del Basojaun, o vasco-jaíno, "señor de los bosques" también en Centro-América 211, anciano venerable, proteico y extraño, tan popular en toda la Vasconia; las tradiciones jinas de las grutas del Mithraeo y del Serapeum, conocidas, en parte, por el propio San Jerónimo; las de los otros jinas o señores, asimismo relacionadas con los Nobiliarios de los grandes linajes vascos o pirenaicos del Conde P. Barcelos, de Don Molino, Don From (o Formo Orionis de los firbolgs gaedhélicos) , de los Bearnés, Boíl, Bover, Bonastre, Baldaura, Butrón, Idiáquez, Loyola, Múgica, Crespio, etc., detallados por el señor De la Quadra-Salcedo en su prólogo a nuestro libro De gentes del otro mundo, con todos los numerosos casos más apuntados en este último. 3º. Los múltiples casos jinas que avaloran la obra Por las grutas y selvas del Indostán, de H. P. Blavatsky, base de toda nuestra Biblioteca, relativos a los saniasis, a los yoquis dikshatas, a los Morias de Kalapa y suryavanshas, con los no menos chocantes que aparecen en Páginas ocultistas y cuentos macabros, de la misma, tales como el de Un Matusalén ártico, el de La hazaña de un gossain hindú, La mano misteriosa, etc. 4º. Los que en el capítulo V de De Sevilla al Yucatán se relatan acerca del Médico de Marón, poniéndolos en labios del Dr. De Brind; relato que, a bien decir, me ha sido hecho por testigos fidedignos. Alguno de estos hechos figura también en la obrita de nuestro admIrado amigo Emilio Carrere que lleva el sugestivo título de Interrogaciones al Misterio, Almas brujas y Espectros grotescos, obra de tan recomendable lectura. 5º. Las recientes manifestaciones de Clarence Winchester en el diario inglés Daily Mail, con la confesión que le hiciese un célebre piloto-aeronauta acerca de la frecuencia con que los llamados "fenómenos de espejismo" (fenómenos jinas más de una vez) se dan en las altas capas de la atmósfera, y que los tales aeronautas confunden fácilmente con los de la visión psicométrica, cosa muy natural desde el momento en que sólo por visión psicométrica o anormal, o bien por visión superior o iniciática, parece pueden hoy ser vistos tales seres. Los célebres terrores experimentados por los moradores de Vidarse, cerca de Werardin (Hungría), y que hace pocos años nos relataron los diarios austríacos acerca de "los soldados. fantasmas y sus espadas flamígeras", se relacionan con cosas de éstas, no menos que con los famosos "ángeles exterminadores" que saltan acá y allá en la Biblia, en las grandes justicias contra la humanidad pecadora y perversa 212. Es más: hasta en el argot, o lenguaje familiar de los aviadores, se ha introducido la frase de "evitar la región de los monstruos" en las ascensiones, o sea huir con los aeroplanos de ciertos sitios del aire en donde existen para estos aparatos, por vacíos de presión, vecindades de caminos, cruces de corrientes, etc., etc., verdaderos "escollos". No hay que olvidar al efecto dos cosas igualmente científicas: una, que allí donde hay materia, aunque sea gaseosa, allí hay una fuerza; fuerza que es inteligente a su manera, como todas las de la Naturaleza, y que semejante realidad es "un ser", en el puro y riguroso sentido metafísico, puesto que es "un algo separado de algo"; otra, que semejantes seres nos resultan invisibles, bien por tener un índice de refracción en sus cuerpos idéntico al del medio que los rodea, bien por pasar por el campo de nuestra retina con velocidad superior a la décima de segundo, bien por ser. "de cuarta dimensión", al tenor de lo apuntado en los primeros capítulos. Tampoco hay que olvidar, en fin, en esto de lo "invisible" aquel sabio dicho de Schopenhauel (El Mundo como Voluntad, I, 15, Y Parerga, cap. XVII) , de que "las ciencias físicas acaban siempre por tropezar con las cualidades ocultas, a cuya categoría pertenecen las fuerzas elementales de la Naturaleza; fuerzas cuyo estudio compete a la Filosofía y no a la Ciencia". 69 Las continuas alusiones de todos los libros clásicos a estas gentes jinas, bajo uno u otro nombre. Así, Jesús nos dice que "hay muchas moradas en la casa del Padre", y si hay tales "moradas", por fuerza habrá también "muchos moradores", coincidiendo en ello con Lucrecio en su poema De Rerum Naturae, cuando canta que "existen otros hombres, otras tierras y otros mundos". No otra cosa que esto es lo consignado por otros muchos, tales como el Padre Kircher, en su Oedipus Ejiptiacus y en su Viaje Estático Celeste; Antonio Reita, en su Oculus Enoch et Elie; Plutarco, al hablamos de aquel misterioso viejo que dijo encontró en la orilla del mar Erithreo; Euclides, al hablar de su maestro Kalias o "el antiguo"; Proclo, al consignar en ms Comentarios al Timeo, que "Dios alzó junto a nosotros una tierra inmensa, con montañas y ciudades análogas a las nuestras", tierras jinas visitadas poéticamente por Astolfo en el Orlando de Ariosto, y que no son, como se cree, la luna, sino el terrestre mundo de los jinas, ese que figura en el cuento de "Alibab y los ladrones" y en otros de Las mil y una noches, y que se repiteen la Misión de Faraón al reino de Punt, especie de "visita de los magos de Moctezuma al país de los Antepasados", que ya consignáramos al principio de este libro. Corrobórase con ello la frase de H. P. B. de que "la Naturaleza tiene rincones muy extraños y aislados para sus elegidos, lejos del bullicio y las perversas pesquisas de los hombres", tales como aquellas viejas ciudades americanas próximas a Santa Cruz de Quiché, visitadísimas por gentes buddhistas y jaínas -las gentes jinas del Bab-bur-ain-bachi-, y en las que no posaran jamás su planta los conquistadores españoles, como tampoco la han puesto los habitantes de los respectivos países en las grutas que, ocultas por toda clase de mayas, yacen en sus territorios respectivos. Estas grutas, pese a las investigaciones de los arqueólogos, solapan y solaparán todo el tiempo que aún continuemos así, las verdades trascendentales de la Religión Sabiduría y a su aforismo, reproducido en los libros sagrados de Oriente, que dice: "Aquellos que sólo practican el bien en este mundo (sannyasis y vanaprasthas) adquieren la facultad de conversar con los devas y con las almas de los que les han precedido en el swarga, mucho antes de que se libren de sus mortales envolturas". 7º. Los jinas, en fin, de nuestro libro, gentes de cuya existencia estamos matemáticamente, y aun algo más que matemáticamente, convencidos, son, en suma, esos viajeros misteriosos que durante toda la Edad Media, cuando mejor o peor había una fe, labran imágenes, hoy venerandas, y desaparecen después sin dejar rastro de sí; o que descienden en isíaca cohorte sobre el pizarroso cerrete de Jaén, dando lugar a la piadosa leyenda, un tanto desnaturalizada, de aquellas gentes, que por algo se enorgullecen con el patronímico de giennenses, o "jinas" como si dijéramos; o que encargan al divino Mozart, pocos días antes de su muerte, el célebre Requiem que iba a cantarse en sus propios funerales; o que asientan con secular firmeza en el Talmud de Henoch, procedentes del antiquísimo libro etíope de este nombre, para soplar sus divinos efluvios sobre la frente de Victor Rugo, al escribir sus Orientales, que luego se ha gloriado de instrumentar César Franck en su poema sinfónico con piano titulado Les Djinns o sea Los finas; o que tremolan desde remotos tiempos en esos himnos del Yayur Veda, relativos a los ajinas o acuinas, los "médicos maravillosos" que hicieron andar a Paravrij, "que estaba cojo y ciego" (cojo y ciego moral más que físico), que devolvieron la vida (la vida física y la espiritual) al gran Rijrasva, y el oído ("el espiritual oído para oír") al hijo de Nioshada, y eran, en suma, las divinidades, o más bien las humanidades divinas o antecesoras de los jinas-terapeutas, remediadores de nuestros males, hijos éstos del egoísmo y del vicio, con los medicamentos solares de la virtud, los lunares del arte y los terrestres de la ciencia positiva.. Jinas, en fin, que con su extraño nombre de antiquísima fonética, apoyada en el Djan, Dzan, Chhan o Dan chino y tibetano, o sea en lo que el Chinese Buddhisme de Edkins llamaría segundo nacimiento interno por la meditación y el conocimiento, dan lugar a infinitas palabras derivadas, tales como el to-jin chino, que significa, según A. Rovelacque (La linguistique, histoire naturelle du langage), "multitud, cohorte de gentes"; hind, cierva (la famosa cierva que el loco príncipe persigue en tantas leyendas parsis y occidentales); hinde, obstáculo, impedimento, e hinder, impedir, dificultar (aludiendo sin duda a los obstáculos que se presentan siempre al hombre para ascender a aquel su alto mundo); hint, seña, aviso, sugestión, insinuación, como los que de semejante mundo bajan para iluminar a los buenos... El propio nombre Djeminy o Djaiminy del gran filósofo védico no es en sí sino un anagrama de este inefable y sacrosanto apelativo con que los hombres designamos a los seres superiores; janos, jaínos y jenios o genios. Los pueblos aseamos de Plutarco y de Pherecides de Samos, uno de los maestros de Pitágoras; los pueblos legendarios lemures de la Ciudad del Sol, de la Patagonia; los ti-huan-accas o tihuanacos arios de los Andes, de los que tanto habla Ciro Bayo en sus Césares de la Patagonia y en los Caballeros de El Dorado (De gentes del otro mundo, cap. X); los extraños sacerdotes hindúes que, según Schlegel, llevaron la religión de J ano o Saturova a la Ciudad Eterna; los sadhus vaqueiros que Olcott viese junto a la cueva de Kali (Por las grutas y selvas del Indostán, cap. III); las razas tripolitanas, de las que Julio Verne, en su Matías Sandorf, nos habla, y que "no habitan en región alguna que no figure en D.1onedas de plata" (el metal de la Luna); los incomprensibles entes del Umtersberg, de que nos habla Franz Hartmann, y los gnomos misteriosos del monasterio de Veruela, y tantos otros de las incomprendidas leyendas de Gustavo Bécquer, o los que viese, sin duda, Alejandro Csoma de Koros, en su harapiento viaje heroico por las regiones inexploradas de la Tartaria y la alta India del Hind o Hindo y el Juma; en una palabra, los centenares de casos extrahumanos que pueden verse "espumando" aquí y allá en esa gran caldera de Pedro el Botero que se llama Historia, nos hacen tan inminente. tan inevitable la toma en consideración de ellos, por muy "fantásticos" y muy "absurdos" que nos parezcan, tanto que, de hoy en adelante, hay que agregar con estos personajes proteicos una nueva interrogante a las tres famosas preguntas de la Esfinge tebana, diciendo: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? Y, sobre todo, ¿con qué seres potentes e invisibles convivimos en este bajo mundo? El lector que en los momentos sublimes de su reconcentración en el mismo y en su vida espiritual se haga esta última pregunta, que pocos se han hecho, acaso no podrá encontrar en estas modestas páginas nuestras, de mero aluvión informativo, la ansiada solución a tamaña "cuarta pregunta"; pero, al menos, si quiere ser justo, que se fije, después de leerlas, en esa contraparte -o "hemisferio tenebroso" de los llamados elementales y elementarios de teósofos y cabalistas, mundo de gentes opuesto, por decido así, al santo mundo de los jinas, y, como ellos, invisibles de ordinario, pero harto visibles, ¡ay!, en sus continuas sugestiones tentadoras que siempre nos están empujando hacia la locura, la perversión y el crimen... Jinas y elementales son, pues, según nuestras sospechas. los dos polos contrapuestos del mundo etéreo y el mundo astral que, en cuarta o ulteriores dimensiones del espacio, envuelven y dominan a nuestro mundo físico, con una superioridad sobre nosotros análoga a la que tiene el hombre sobre los animales, físicamente más fuertes y mejor armados que él mismo, pero que con el Arma Encantada de la Imaginación y la Razón son por el hombre vencidos. Pero las fronteras separadoras entre los dos dichos "hemisferios de lo astral" están muy borrosas, y son muy difíciles de determinar hasta en las regiones mismas que tanto se ocupan de ellos. Es una confusión muy semejante a la de nuestra palabra "día", que unas veces es empleada en sentido estricto para designar solamente el tiempo intermedio entre la salida y la puesta del sol, presentándose entonces como contraria de la palabra "noche", mientras que otras veces es empleada en sentido lato para denotar el tiempo empleado por la tierra en su rotación, y abarca por ello tanto al "día" en sentido egipcio como a la "noche" misma. Así, hasta en nuestros mismos libros anteriores aparece semejante confusión entre un mundo de los jinas, bueno y protector. y un mundo jina, malo y cruel, que es el concepto corriente en los libros religiosos, con sus "suras y asuras", "ángeles y demonios", "genios buenos y genios malos", etcétera; mientras que en el libro presente, apartándonos en apariencia de aquellas enseñanzas religiosas, sobre todo del Corán, y que son meros velos213, hemos considerado como únicamente jina a semejante mundo hiperliminar; porque, en efecto, los jinas o entidades del bien, legítimos señores del tal mundo, tienen sometidos bajo su poder a los elementales perversos de lo astral, residenciándolos de tiempo en tiempo, como ya vimos lo hacían los shamanos del capítulo IX, relativo a Oriente y los jinas, obligándolos a reparar los males causados, en esas "rectificaciones históricas" que nosotros decimos, y por las que el bien acaba triunfando siempre sobre el mal, aunque otra cosa crea nuestro cretinismo, y rodeando además con sus protecciones (el Corán, Sura XIII, v. 12) a todos y a cada uno de los hombres a la manera del llamado "Ángel de la Guarda" por los cristianos. Y, a punto ya de terminar nuestra difícil tarea, no encontramos nada mejor que reproducir la frase que aparece en la sura XVII, verso 31 del Corán, que dice: "Hemos difundido en este libro toda clase de enseñanzas y parábolas para la instrucción de los hombres, aunque éstos tengan siempre por costumbre el negarse a todo, excepto a su ciega incredulidad." Para ello hemos procurado emplear, no sólo la luz ordinaria de la ciencia positiva y de la historia, luz que está en la misma Madre Naturaleza, sino esotra luz interior de 1a Intuición, que dijo el clásico, mediante la cual puede reconocer el hombre las cosas espirituales: Luz de luces, Lumen de lumine de Deo Vero, cumpliendo ese precepto que hasta la misma Iglesia Católica consigna al comenzar la Misa y que es la patente mayor de la grandeza del librepensamiento, cuando reza: Emitem lucem tuam et veritatem tuam, ipse me deduxerunt et aduxerunt in Monte Santumtuum et in Tabernacula tua, luz, en fin, que es también la perpetua Luz Celeste que alumbra a nuestros jinas o muertos o . ¡Et lux perpetua luce ad eis! "Vivimos en el Espíritu -dijo Castelar- como vivimos en el aire; y como amamos, creemos", pero no en creencias exotéricas, impuestas por otros y arteramente veladas por ellos, dejando la letra que mata y no el espíritu. que vivifica, sino creencias asentadas en el gran principio de que la Divinidad que anima al Cosmos todo también nos anima a nosotros en forma de esa Luz interior de nuestra conciencia, que es el Sol esplendoroso de nuestro místico cielo interno, a condición sólo de que no le nublen las densas tormentas de nuestras pasiones, esas pasiones que al quitarnos de la vista ese nuestro Sol, también nos hacen invisibles a "los hijos del Sol", que son los jinas, y a cuyos deleites de vida superior pareció aludir Plinio en sus Epístolas cuando dijo aquello de Demus alienes oblectationibus veniam, ut nostris impetremus... Y puede el hombre, como dice Maeterlinck, haber cometido los crímenes más viles, sin que el mayor de ellos alcance a debilitar por un instante el hábito de frescura y de pureza inmaterial que le cobija en sus ensueños, mientras que a veces el mero acercamiento de uno de esos llamados sabios, acaso precisamente por la paradoja de que ignoran todo cuanto convenirles pudiera, puede sumir a nuestra alma en las tinieblas más angustiosas y densas, porque el hombre, pese a sus dolores, de caído, es un eterno optimista que confía siempre en esa Voz Interior de nuestro JINA DORMIDO, verdadero Oro del Rhin de nuestras Aguas mentales y caóticas, que le hace caminar entre abismos y espinas hacia un mañana de liberación resplandeciente, cuando se deje aquí abajo su bestia y vuele a la celeste Morada de los Jinas, Devas, Angeles o como se los quiera denominar, y que le aguardan gozosos como a peregrino que regresa de un viaje de penalidades y peligros. Nuestro amigo don Antonio Zozaya, en una de sus crónicas gallardísimas, nos lo ha dicho también con estas frases lapidarias: "Un bello breviario de Amado Nervo, Plenitud, ha arrancado a un crítico ilustre, tan genial como dolorido, una imprecación contra el optimismo. El mundo debe ser mirado con ojos de recelo. El optimismo nos priva de la noble inquietud, de la divina tragedia espiritual que engendra la belleza. Las voces optimistas deben ser en nosotros tímidas y tenues; nuestras campanas de Pascua deben sonar siempre a lo lejos; la esperanza optimista debe cantar en el ingenuo tono sensual de las pánidas flautas, o en la armonía jubilosa, pero desgarrada, de los mártires, o en la media voz suspirante de los místicos; pero nunca en el tono categórico de los Decálogos, sino con el eco remoto de las princesas de Maeterlinck. "Es verdad, pero el optimismo es eso precisamente. La afirmación de que todo es bueno e inmejorable no existe ni siquiera en Leibnitz; no puede encontrarse fuera de la necia y paradójica doctrina de Panglos. El optimismo consiste en reconocer que el dolor es nuestro patrimonio, en sentir la mente conturbada y las entrañas rotas por el hierro de la adversidad; pero sintiendo a lo lejos esos ecos, esas campanas, esos llamamientos que nos dignifican y ennoblecen y sin los cuales la belleza no existiría y tras los cuales se extiende enigmática, pero magna y sublime, la que Goethe llamaba "región silente de las causas". El absoluto pesimismo, sin esperanza y sin consuelo, es incompatible con la belleza, y por eso, conforme a la frase socrática, únicamente los artistas pueden ser verdaderamente sabios, y sólo los que saborean toda la amargura del vivir son verdaderamente felices." y tamaña felicidad, añadimos nosotros, es la natural felicidad que sigue a todo dolor y todo esfuerzo, piedra filosofal de la que ha dicho Franz Hartman: "No es la piedra filosofal una piedra en el sentido ordinario de la palabra, sino una expresión alegórica que significa el principio de sabiduría, en el cual el filósofo que lo ha adquirido por experiencia práctica (no el que está simplemente especulando sobre él) puede confiar tan por completo como en el valor de una piedra preciosa, o como confiaría en una sólida roca sobre la cual hubIese de construir los fundamentos de su casa (espiritual). Es el Cristo que está en el hombre; el amor divino sustancializado. Es la luz del mundo; la esencia misma de la que fué creado el Universo." El reino jina de semejante Luz es muy superior a cuantos edenes pueden enseñar místicos y poetas, aquellos que llegaron a describirle en textos arcaicos a la manera del Libro de los Números, caldeo, o del famoso manuscrito cifrado que se dice poseyese el célebre conde de Saint-Germain, reencarnación o continuación más bien de la personalidad excelsa que la historia conoce por Apolonio de Tyana, el contemporáneo del emperador Adriano, venerado como un dios en la Roma de los Césares. Por eso expresa con gran acierto el teósofo alemán Rodolfo Steiner, en su Ciencia Oculta, que todo el Ocultismo reposa sobre estas dos ideas: la de que por encima de este nuestro mundo visible existe un mundo superior e invisible, al que nuestros velados sentidos animales no pueden alcanzar, y la de que, no obstante ello, puede el hombre desenvolver en sí ciertas facultades aún latentes en su ser, gracias a las cuales se puede conseguir, aun en esta vida física, el conocimiento claro de semejante mundo. Estas facultades, hoy en germen, se llaman IMAGINACIÓN e INTUICIÓN, las dos facultades que en todo el curso de la Historia han elevado al hombre de aquella su condición animal, dándole las Bellas Artes, con sus mágicas obras que se llaman poemas literarios y musicales, obras de arquitectura, escultura, pintura, coreografía, etc., a las que jamás pudieron alcanzar los seres inferiores a nosotros en la escala zoológica, y dándole asimismo las Ciencias, que naciesen todas en felices y geniales intuiciones de los grandes hombres, quienes, por chispazos intuitivos, a la manera de cárdenos relámpagos en obscura noche de tempestad, pudieron columbrar hipótesis que pronto pasaran a teorías y luego a hechos científicos indiscutidos "que les trajesen las gallinas", como dice la célebre fábula de Iriarte. ¡Imaginación e Intuición, palancas progreso¡ ¡Cuánto y cuánto no habéis divinas de todo humano sido escarnecidas por nuestros consabidos "cerdos de Epicuro", aquellos que se encuentran felices, como el dios Indra en el pantano cenagoso, o como el monstruo Fafner wagneriano, cubriendo con su vientre descomunal el robado tesoro de los Nibelungos! ¡Oh, noble don celeste, des. agradecido!... ¡Los mismos que, envidiosos por no poder poseeros, os escarnecen, son los primeros luego en buscaros en vano en el teatro vulgar, en la música callejera, en el amor egoísta, creyendo que, tras esos desprecios suicidas, van a poderos comprar con su dinero! CAPÍTULO XXX. "LA MUERTE DE LA MUERTE" OPERADA POR LA FILOSOFÍA El mundo jina y la teoría de la relatividad. - La relatividad y la "maya" buddhista. - Los dos "viejos postulados" de la ciencia cartesiana. - Los dos enigmas del encorvamiento del rayo luminoso y de la rotación del perihelio de Mercurio. - El principio de relatividad en la Vida y en la Muerte. - Todo ciclo vital se mantiene por "la muerte" de otras vidas. - La cuna es un se. pulcro y el sepulcro es una cuna. - La muerte diaria y la muerte definitiva. - Últimas frases de algunos hombres célebres. - Las comprobaciones científicas de Varigny con los "muertos" vueltos a la vida. - El miedo a la muerte no es simplemente sino el temor a lo desconocido. - Casos notables relativos a este temor. - Cómo mataba a la muerte la antigua iniciación en los Misterios. - Benéficos mecanismos naturales que suprimen el dolor de verse morir. - El "viejo y el nuevo vestido" de San Pablo. - La muerte no es sino una purificación o "katarsis". - El simbolismo de la "Mariposa de Psiquis". - Cómo puede él inducir a crasos errores ocultistas. - Ejemplos históricos de esto último. - Las momias egipcias. - El milenario espectro de una princesa faraónica en el propio Museo Británico. - Casos concordantes expuestos en la "Historia de la Sociedad Teosófica", de Olcott. - Antítesis eterna entre el alma y el cuerpo. - El ave de ciertos papiros egipcios. - La necromancia del sacerdocio en aquel pais. - Conclusión y resumen. Un filósofo, que como todo buen filósofo es polígrafo y sabe de física, de matemática y de otras muchas cosas, después de haber vaticinado, intuitivo, el hecho estupendo de "la pesantez de la luz", ha lanzado valiente su Teoría de la Relatividad, teoría que, bien entendida y generalizada, no es sino la antiquísima de la Maya buddhista, reproducida a su modo por Schopenhauer al considerar (El mundo como Voluntad y como Representación) a todo cuanto nos rodea como una mera representación, o proyectiva, que dista en verdad de la objetividad representada otro tanto cuanto dista nuestra mente finita de la Mente Infinita que ha emanado al Universo. Este filósofo benemérito, cuyo mejor intérprete español lo está siendo el catedrático don Blas Cabrera, es el gran Einstein, nombre que por sí solo representa, según frases de aquél en sus conferencias en América y en el Ateneo de Madrid, "la victoria de los métodos filosóficos de razonar sobre los estrictamente científicos, al propio tiempo que señala una nueva era que cierra el ciclo mental que Newton, o más bien Cartesio, abriese". Es cierto que ya con anterioridad a Einstein el principio' de Relatividad estaba virtualmente admitido desde el siglo XVIII con el descubrimiento de las geometrías no euclídeas, a las que hicimos referencia en el capítulo primero; pero él, gracias a Einstein, ha tomado carta de naturaleza en la mecánica y en la física, borrando dos postulados que antes se conceptuaban innegables, a saber: la absoluta rigidez de los sólidos al trasladarse en el espacio y la independencia filosófica de los dos conceptos o categorías de Tiempo y de Espacio, postulados tras los que la ciencia ha podido explicarse al fin esos dos enigmas de la línea newtoniana, que se llaman el encorvamiento del rayo luminoso al pasar por el borde de los cuerpos celestes y la interpretación mecánica de la rotación del perihelio de Mercurio que los astrónomos Eddington y Cromwells han comprobado en uno de los últimos eclipses. Sería, además, absurdo que la relatividad rigiese en matemática, en mecánica, en física, etc., y no rigiese en la manifestación suprema y continua de las leyes de estas ciencias que constituye el fenómeno de la Vida. Y si la Vida es una idea, como todas, relativa, la idea contrapuesta de Muerte también tiene que ser relativa, porque los llamados ciclos vitales de las formas no se mantienen sino a costa de la muerte de otras vidas, que con ello cierran así su curso evolutivo, y tan relativo y fugaz es lo uno como lo otro en buena filosofía. Lo que acaba muere; lo que nace empieza; pero como la continuidad en una u otra forma es la ley de la vida, todo "sepulcro" es una "cuna", según tantas veces se ha dicho, si es que, a la inversa, no debemos decir mejor también que toda "cuna" es un "sepulcro", dado que la aparición de las formas manifestadas no es sino la entropia o "la muerte temporal" de las energías inteligentes, de las que aquéllas son meras "cristalizaciones" o "encarcelamientos". Si no recordásemos nuestros días anteriores, amén de la natural consecuencia lógica de esperar simétricamente otros días sucesivos, ese naturalísimo momento del dormir cotidiano llegaría a ser temido por nosotros de la manera como hoy tenemos a esotro momento solemnísimo del dormir eterno. Por eso, las últimas palabras de lord Byron, al cerrar el ciclo de su accidentada existencia, parece que fueron un "¡ahora, a descansar!", de igual confianza en el después como la que mostramos nosotros a diario al cerrar nuestras fatigosas labores del día. y si se examinan una a una igualmente las frases de otros hombres célebres que nos ha conservado la Historia, no encontraremos en verdad otra cosa sino la idea de continuidad en esta o en aquella forma, ni más ni menos que la que tenemos siempre con fiadamente al tiempo de dormimos: "¡Ahora veo brillar mi aurora!" dijo al morir el ciego poeta autor del Paraiso perdido. "¡Cuán hermoso es este S01l", exclamó al amanecer en el otro mundo J. J. Rousseau, el apasionado amador de la Naturaleza, y Mozart, en igual trance, añadió, por su parte, como si en tal amanecer oyese el mejor de los carillones celestes o "campanas de la gloria" de nuestra leyenda de La Delgadina: "¡Dejadme oír esa música de consuelo tan inefable!"... "¡Luz, más luz"', gritó también en análogo trance Goethe, no pidiendo, por supuesto, luz en sus mortuorias tinieblas, sino asombrándose de la creciente y celeste luz con que en el nuevo mundo de los muertos le amanecía. Y mientras que Dante, hablando sin duda con aquellos mismos e invisibles. jinas que en vida le inspirasen la Divina Comedia, les decía al morir: "¡Venid, venid a mil", el gran Mahoma, oyendo la llamada de uno de aquéllos, le contestaba a su vez: "¡Señor, Señor, he oído tu voz y hacia Ti me vut:lvo"', y ahora el Tasso, anticipándose al morir a aquella profundísima frase con la que Fenelón comienza su Telémaco, exclamaba asombrado al sentir la caricia de aquella realidad consoladora: "¡Si no existiera la muerte, no habría en la Tierra un ser más desventurado que el hombre!"... ¿A qué seguir por este camino de las frases con que los grandes hombres han cerrado su laborioso ciclo de aquí abajo y abierto su glorioso ciclo de allá arriba? ¿A qué recordar también la sublime muerte o tránsito del Maestro Beethoven, como la de Simeón Ben Jocai y la de Isdubar, el Hea-bani caldeo, a la luz de un relámpago, bajo el estallido de horrísono trueno, e incorporándose en el lecho del dolor, con el brazo derecho en alto, para "dar solemnemente la entrada" a la invisible orquesta jina de los desencadenados elementos; orquesta ya escuchada también antaño con ocasión de su Sexta Sinfonía? ¿A qué recordar, en fin, aquella solar llamada jina, tan mal interpretada, del Varón de los Dolores, de "¡Heli, Heli, lacma sabactanil", con la que dió por consumado Su Sacrificio? o. Como todos los caminos van a Roma, un sabio francés, M. Varigny, se ha consagrado, por su parte, a estudiar de un modo, por decido así, experimental, el fenómeno de la muerte, tan vagamente definido, y su conclusión definitiva ha sido la de que la muerte no sólo es indolora siempre, sino que en ocasiones hasta resulta agradable, moral y materialmente. Aunque la frivolidad al uso pueda preguntarse cómo se ha podido llegar a saber semejante cosa, siendo así "que no hablan los muertos", lo cierto es que como siempre, según la propia teoría de la Relatividad, hay un camino para asaltar lo inaccesible. Varigny ha sabido encontrar este camino en el estudio detenido de aquellos casos límites de gentes, tales como los ahogados que han estado "a dos dedos de morir", como vulgarmente se dice, y que inevitablemente habrían muerto sin el oportuno auxilio, ya que, según la ciencia, desde que el hombre recibe un golpe mortal y pierde el conocimiento, la muerte existe. "El miedo a la muerte -dice también el sabio biólogo- no es sino un temor a lo desconocido." Tan cierto es este aserto, que nuestro amigo Ángel Guerra, el delicioso cronista, nos dice: "La frecuencia con que leemos estos días en la prensa noticias de soldados que allá en Melilla se han quedado mudos o han perdido la razón, del espanto que les produjeron ciertas escenas, asícomo las que se refieren a algunas muertes repentinas de muchachos jóvenes ante las amenazas de la morisma, nos invitan a hablar del tema de los que mueren por miedo a la muerte. Parece, a primera vista, que el miedo debe sobreexcitar el instinto de conservación, y se comprende la fuga, el asesinato, todo menos morir de miedo a la muerte. Algunas veces se suele achacar tal desenlace a una afección cardíaca, a una falta casi absoluta de vigor, de vida, y así se explica que pierda la poca que le queda una persona atacada de miedo. En algunos casos podrá ser; pero en la mayoría no hay tal. Las víctimas de miedo' suelen ser, por el contrario, personas de gran vigor, de gran apego a la vida. Tal vez precisamente por eso mueren; la reacción de todo su organismo ante un peligro, a su parecer gravísimo, debe ser tan brutal, que lo destroza todo, como una máquina sometida a una tensión superior a la resistencia que se le calculó al construida. En apoyo de lo antes dicho podríamos citar mil ejemplos que son los mejores argumentos. Basten unos cuantos. Un amigo fidedigno nos contaba no hace mucho el siguiente caso, del que fué protagonista un militar tan valeroso que por méritos de campaña ha alcanzado la graduación de coronel: "Hallábase con él en la sala de observación del cementerio de Valencia, ante un cadáver del que no habíamos notado que tenía un moscón encima de una pestaña. De pronto, la mosca se subió hasta la ceja. El militar, un hombre sano, vigoroso, valiente, sintió vacilar sus piernas, y si no es por mí, cae al suelo. ¡La mosca le había dado la sensación del párpado que se levantaba, y le había alucinado, hasta el extremo de creer que el cadáver abría un ojo! No murió el militar, pero estuvo gravísimo de resultas del susto. Por centenares podrían citarse los casos de individuos que, habiendo tenido algún disgusto con otra persona, y viéndose en la necesidad de tener que aceptar un duelo en gravísimas condiciones, se han suicidado, ¡por temor de que los matasen! "Aún se comprende más la muerte de miedo al creerse un hombre asesinado. A este propósito recordamos la siguiente anécdota histórica: "Un bufón del marqués de Ferrara había oído decir que un gran miedo curaba la fiebre. Quiso curar la que padecía su príncipe, y no se le ocurrió otra cosa que arrojado, un día que paseaban juntos, desde el puente al río. Rehízose en seguida de caer el príncipe, y lo cierto es que curó. Pero creyendo que aquella temeridad merecía algún castigo, condenó al bufón a ser decapitado, con el propósito de simular solamente la ejecución de la sentencia. Se le vendaron los ojos al reo; se le ataron las manos a la espalda, se le puso la cabeza sobre el tajo... y se le dió un golpe en la nuca con una servilleta mojada. Lo mismo hubiera sido que le hubiesen cortado la cabeza. Cuando lo desligaron, el miedo había enviado al mísero bufón al otro mundo. Los casos de pérdida del conocimiento por heridas son tan conocidos, que no vale siquiera la pena de recordados. Todos los que en la guerra han caído mortalmente heridos y han logrado luego "resucitar", están de acuerdo para declarar que apenas han sentido un choque ligero, y en seguida nada... "El caso de un hombre devorado por un león, en cambio, es más raro, y también más espantoso, en el sentido que damos a esta palabra cuando se trata de tragedias. Livingstone, refiriendo la aventura de la cual salió con un hombro devorado, dice lo siguiente: "La fiera saltó sobre mí y caímos juntos en el suelo. El choque me produjo un estupor igual al que debe de sentir un ratón al ser cogido por un gato; era un estado de sueño en el cual no había ni dolor ni miedo, a pesar de que yo sabía lo grave de la cosa. Yo podía ver al animal sin horror y sin temor. Este estado particular se produce, probablemente, en todos los animales matados por los grandes carnívoros, y, si es así, hay que reconocer en ello un benéfico mecanismo creado por Dios para suprimir el dolor de la muerte." Semejante mecanismo benéfico, "creado por la Ley para suprimir el dolor de la muerte", existe, sin disputa, agregamos nosotros, testigos de cierto valor por habernos visto más de dos veces en trance de muerte, en uno de los cuales, casi desahuciado por los médicos, toda mi tarea consistía, ¡oh ironía de la vida!, en pensar cómo se afilaba mi nariz y cómo me deslizaba "río abajo" en la corriente de la Luz Astral sin duda, río encargado de arrastrar en su corriente a las almas de los que desencarnan, como los otros ríos naturales se encargan de ir arrastrando en sus ondas todo cuanto perece en sus orillas. .. ¿Qué mecanismo mejor, en efecto, para lograr aquel objetivo de anestesia moral al par que física que el de la propia naturaleza con los delirios de la calentura? Nosotros hemos visto más de uno de estos enfermos graves creyéndose en el delirio estar -o acaso estando ya de hecho su alma en los Campos Elíseos- a la orilla de pintorescos arroyuelos jinas, cabe frondas deliciosas, a juzgar por las exclamaciones de fruición y las frases de alegría y de entusiasmo que sus moribundos labios proferían. Más aún: confesamos solemnemente que estos casos han contribuído a confirmarnos en la convicción de la existencia allende la muerte de nuestro sublime mundo jina, e igualmente en la realidad de hecho del solemne y CERTÍSIMO mito asturiano de la Huestia o Santa Compaña, al que, a más de los capítulos VII, parte 2ª., y VIII, parte H, de El tesoro de los lagos de Somiedo, hemos consagrado, con casos de nuestra propia y genuina experiencia personal, los epígrafes de la segunda edición de En el Umbral del Misterio, que llevan por títulos: "La fiebre de un sueño"; "¡Yo he visto a la Huestia!"; "Varios fenómenos psíquicos de mi vida". Si la solemne conclusión que antecede fuese cierta, como parece, no cabría hallar una recomendación más eficaz para nuestras ideas filosóficas relativas a los Misterios Iniciáticos, a los que tantas referencias llevamos hechas en nuestro Wágner, mitólogo y ocultista. En efecto, como allí puede verse con mayor detalle, parece ser, por las veladas referencias de Platón, Séneca y otros escritores grecolatinos iniciados en los Misterios de Eleusis, que en ellos se representaba sobre las aguas del Lago Sagrado o "pista", y a manera de nuestras obras teatrales de gran espectáculo, el porvenir del alma después de la muerte física. Es más: en las iniciaciones egipcias más solemnes de los maestros, cuyo ceremonial es recordado hasta en nuestros días por otras instituciones que se dicen sus herederas, está probado que el iniciador o hierofante, según apuntamos en el capítulo de finas y trogloditas, sometía al candidato a una especie de trance hipnótico que dejaba inerte, desmayado y como muerto a su cuerpo físico, al par que llevaba al alma por los amplios confines del mundo jina o de lo astral y lo etéreo en verdaderas peregrinaciones que la tradición ha llamado, verbigracia, "el descenso de Orfeo a los infiernos (Hades) para libertar a Eurídice", "el de Perseo para libertar a Andrómeda", "el de Pitágoras", "el de Telémaco en busca de su padre Ulises", etc., etc. No hay que decir con esto que, a partir de semejante momento, luego que al tercer día el inerte cuerpo del candidato despertaba de su letargo físico bajo el primer rayo del sol naciente conservando plena conciencia sin embargo de que se había visto cadáver (en su cuerpo de carne), al par que vivo (en su doble astral, cuerpo en el que recibiera la iniciación), el iniciado no temiese ya en adelante a la muerte (según la propia frase de Cicerón al volver de su iniciación eleusina), y estuviese apto para realizar, con desprecio de una muerte que ya para él la mentira, los mayores heroísmos. Y no hay que decir si semejante triunfo sobre la muerte cierra el viejo ciclo semianimal de la vida terrestre del hombre, para abrir al par el nuevo ciclo humano propiamente dicho de la vida jina, ni el relieve sublime que con todo esto tomaran aquellas frases del iniciado Pablo que cerraron nuestro libro De gentes del otro mundo y abrieron el actual; frases supremas, lapidarias y definitivas como las de la siguiente paráfrasis: "Hablamos con claridad, no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro" (II Corint., c. III) y decimos "que hablamos sabiduría, mas no sabiduría de este siglo, sino Sabiduría de Dios en Misterio. .. (I Corint., capítulo II) . "Despojaos del hombre viejo que está en vosotros, y con el Espíritu de vuestra propia inteligencia vestíos del hombre nuevo" (Efes., IV, 23 Y 30), "porque hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales. Trajimos aquí lo terreno y llevaremos la imagen de lo celestial, y he aquí que os digo un misterio:... los muertos resucitarán incorruptibles, y al así revestirse de inmortalidad se cumplirá la palabra que está escrita de "¡Tragada ha sido la muerte en la victoria!" ¿Dónde, pues, está ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde, ¡oh intrusa!, tu aguijón?" (I Corint., capítulo XIV). Hay, sí, que pasar por una katarsis) o purificación, que nos despoje del viejo vestido de carne para dejarnos en nuestro primitivo vestido de luz. ¿Acaso la Naturaleza, analógica y serial siempre, no nos da continuamente ejemplos de ello? Ved, si no, ese simbolismo extraño de la griega mariposa de Psiquis, o sea el alma humana cuando opera el tránsito final de este a los otros mundos. Pues ese mismo simbolismo lo estudia ya nuestra ciencia positiva en la llamada histólisis de los insectos, o sea en su período de transición de la larva a la mariposa, cuando el insecto yace como crisálida en el interior de su capullo o "retiro iniciático" de aquella su transformación definitiva, transformación en la que "hasta adquiere alas para volar" después de unos días pasados en verdadera disolución o como "putrefacción" del anterior cuerpo de larva, que en el momento supremo de tamaña crisis viene casi a descomponerse en sus elementos celulares primitivos para formar con los viejos y rudimentarios órganos larvares de "efectivo gusano" los nuevos órganos de "ave efectiva". Esto, salvo el detalle de la visibilidad (a la vista ordinaria, ya que ni aun ello ocurre para la visión de los llamados videntes, es lo que acontece con nuestro "segundo cuerpo" o cuerpo glorioso, formado sin duda, a través de la descomposición orgánica del cuerpo físico, en los primeros días que subsiguen al sepelio, o en los primeros instantes que subsiguen también, en su caso, a la cremación del cadáver y en los que el recién nacido para el nuevo y glorioso mundo jina puede al fin, tras las miserias de la vida, parafrasear al vate Meléndez Valdés en La Tarde, cuando dice: "¡Todo es paz, silencio todo; todo en estas soledades me conmueve y hace dulce la memoria de mis pasados males. . .¡" Pero no hay que detenerse en estas consideraciones, so pena de extraviarse en la apreciación del mayor problema de la muerte y el consiguiente tránsito post-mortem del alma humana al glorioso mundo de los jinas. En efecto, el mito de la mariposa de Psiquis, con toda su belleza griega, puede inducimos a un craso 'error, ya apuntado por H. P. B. Y que a toda costa es preciso evitar. La salud física o "estado fisiológico de encarnación y de unión del alma con el cuerpo" tiene de contraparte a la enfermedad, que no es, según su mayor o menor gravedad, sino un estado más o menos fuerte de disociación de los dos tan contrarios principios, camino de la separación total y definitiva que la muerte física está llamada a operar; algo así como la disociación química del oxígeno con el hidrógeno del agua hacia los 500 grados de temperatura, mientras que la muerte en si equivale a su vez a la separación definitiva ya de los dos gases cuando es sometida el agua a mil o más grados de temperatura. Por otra parte, ya llevamos visto en diferentes lugares de nuestras obras, especialmente en el capítulo último de De Sevilla al Yucatán y en "La resurrección de los muertos" de Páginas ocultistas, que la muerte, aun en aquellas muertes certificadas ya por la ciencia médica, tarda a veces muchos días en ser definitiva o no reversible con el fenómeno mal llamado de "la resurrección", tanto que sólo podemos aseverar científica y prácticamente que el hombre ha muerto, cuando ha entrado en putrefacción alguna de las vísceras esenciales del organismo, y, a mayor abundancia, cuando el cadáver ba sido consumido en el fuego purificador de la pira. Pero tanto la putrefacción como la cremación distan enormemente de parecerse en nada al fenómeno de la lisis del organismo de la larva operado en el santuario de la crisálida para formar los órganos, físicos también o corpóreos, de la pintada mariposa. La misma falta de acceso del oxígeno del aire como elemento comburente de la putrefacción o la eremacausia (combustión lenta) y de la combustión rápida de la pira, impide que se opere, gracias al capullo, la descomposición total del organismo de la larva, en cuyo caso el alma del insecto no seguiría ya ligada al organismo de la crisálida ni acabaría formándose la mariposa, estado continuador de la evolución física del insecto, no estado final de la misma, que es lo que nos sucede al morir. Es más: estas que parecen "cosas de poeta" acaso han tenido en la Historia una realidad tan grande como dolorosa: nos referimos a las momias egipcias, en las que la ciencia necromante del país de los Faraones se diera trazas, con sus profundos conocimientos anatómicos y químicos, a conservar casi indefinidamente el organismo corpóreo de sus reyes y sacerdotes, salvo, como es natural, ciertas partes blandas y vísceras del mismo. Dentro del criterio ocultista que aquí desarrollamos, no del positivista al uso, que de todas estas sel'Ías cosas se ríe, hay más que motivo para pensar si con semejante práctica, que a nosotros nos parece de la más refinada magia negra y la más antinatural, por tanto, que darse puede, lo que hacían era suspender la evolución ulterior de aquellas almas, que merced a la conservación mayor o menor de los cuerpos físicos respectivos quedaban así como atadas y retenidas en esferas vecinas a este bajo mundo. Semejante estado de suspensión de la marcha ascensional de las almas, que corren siempre parejas con la destrucción conjurada de los cuerpos de carne, debió de equivaler en un aspecto al fenómeno del tránsito de la larva a crisálida, fenómeno en el que no hay tampoco putrefacción, como hemos visto; y en otro, al estado de esos cadáveres que, lejos de descomponerse, son hallados a veces dentro de sus tumbas en conservación tan perfecta que les han crecido el pelo y las uñas, y hasta han mostrado coloración en sus mejillas, gracias a continuar en ellos con más o menos dificultades la circulación sanguínea, alimentada "etéreamente", a través de las paredes de la tumba, por los más aterradores fenómenos del vampirismo, que descritos quedan en el capítulo "Los "espíritus" vampiros", de Páginas ocultistas. En resumen, que, en sano Ocultismo, la completa liberación del alma presupone como condición indispensable la no menos completa descomposición del cuerpo, y que todo cuanto de un modo u otro impida o retarde esta liberación también de los átomos físicos por el cuerpo aprisionado, a más de ser una operación necromante, impide o retrasa semejante liberación, como la retrasan las evocaciones que se hacen de los muertos en las sesiones espiritistas, los duelos excesivos, y, en general, todo conato de comunicación con los que se fueron -salvo la nacida del amor que es superior a la muerte, y del recuerdo santo de su obra y de los buenos ejemplos de su vida-, retrasa, decimos, a las almas en la senda ascendente de la liberación, cOmo perturban e incapacitan el trabajo de la madre las intempestivas llamadas y lloros de su hijo... De aquí, repetimos, la impropiedad del símil de la mariposa de Psiquis y cualquier otro que tomemos de la vida de los insectos. Seres éstos menos evolucionados en la escala orgánica, no pueden ser comparados con los vertebrados, que se hallan por cima, y en especial con el hombre, cuyas ”metamorfosis" son psíquicas y no físicas, y cuya última transformación no es ya la mera tisis de la crisálida en su capullo, ni la partenogénesis de insectos como la abeja, ni la reproducción por -segmentaciones de los seres más ínfimos de aquella escala, como los paramécidos, sino la ley geométrico-simbólica del conjugado armónico que damos en el último capítulo de nuestra Simbología Arcaica, ley que en la revelación da la razón inversa eternamente existente entre el alma y su cuerpo, y por virtud de la cual para que aquélla alcance la apoteosis triunfal de su cíclica carrera es preciso que se reduzca a nada o cero el cuerpo de carne que aquí la retenía, como le es preciso al prisionero, para poder sentirse en libertad plena y absoluta, que sean rotos los eslabones de su cadena y deshechas las paredes de su calabozo, en términos de no poder ser vuelto a ellos aunque por alguien se pretendiera; ni puede darse, en fin, por ganada una campaña hasta reducir a la más completa inanición al enemigo, ni por terminada una obra -¡y no hay obra más grande que la salvación del alma, al decir de las religiones todasl!- hasta que no es retirado el último andamiaje, barrida la última escoria y entregada a su legítimo dueño -aquí el Espíritu Supremo que al Alma cobija- la llave del edificio: ¡el palacio del Alma; el místico castillo de la Joyosa guarda del mito caballeresco; el templo del Dios Vivo, antes ocupado por meros albañiles!... Si, como inspiradamente dijo San Agustín, el grano de trigo ha de morir previamente, para terminar y multiplicarse, mal puede nacer el alma a la vida superior del mundo de los Jinas SI antes no se corrompe su cuerpo, su "cubierta", su "cárcel", y mal puede alejarse tampoco-de este mundo inferior en el que fuese efímero Peregrino o errante Cometa, mientras le quede más o menos subsistente un lazo siquiera de los de la antigua conexión, una cadena sola, como la que aún queda, sin duda, en los primeros momentos de la muerte, cosa que experimentalmente puede comprobarse que queda en algunas momias célebres. .. ¿Conocéis, lectores, el caso de la famosa momia egipcia llamada de Katesbel, con ese vivo prodigio muerto que aún admiran los visitantes del British Museum? Para quienes ignoren el caso, diremos, extractándolo de periódicos tan serios como el Times, que cierto arqueólogo inglés de principios de este siglo envió, entre otros hallazgos suyos en el país de los Faraones, la lujosa momia de una princesa de la más antigua dinastía, y cuya belleza aún parecía conservarse como en sus ya archi-seculares y pasados días. Para colmo de la maravilla diríase que ella conservaba "un como resto de voluntad", y semejante "voluntad" se manifestó desde el primer momento en que viese profanado su sacro retiro por la insana curiosidad de la ciencia europea, pues que desde el punto y hora en que se pretendió sacada de allí, los "casos extraños de desgracia" se sucedieron sin interrupción en los obreros que la extrajesen, en el sabio profanador de aquel recinto, en los conductores de ella para el embarque y hasta en el buque mismo que la trajese a Europa. Todo fueron en torno de la "airada" momia catástrofes y más catástrofes, aun después de instalada en la sala que hoy ocupa, y donde, por extraño contraste, que recuerda poco más o menos a la magia de Asclepios, Trofonio, Lourdes y Limpias, parece que opera curaciones maravillosas entre sus más fervientes admiradores, que acuden a contemplada y a sentir su protectora presencia, como si realmente estuviese aún viva. Y es tal la concatenada serie de las diarias maraviIlas de "protesta" de la momificada joven princesa, que según parece, y en previsión de males mayores, se trata seriamente de restituida al reposo de su egipcio retiro... La ciencia oficial, como siempre que se trata de algo que excede a su ceguera de topo en punto a cosas de lo hiperfísico, no ha podido silenciar este hecho, que ha corrido así, como "caso curioso", por todas las revistas del mundo, ni menos a explicarle a su modo cretino. Por tanto, ante el dilema de no dar explicación alguna, o dar una explicación ocultista a guisa de hipótesis, creo que será preferible esto último. Y semejante explicación no puede ser más sencilla, tras cuanto llevamos expuesto extensamente. La momia del Museo Británico, conservada intacta casi en su cuerpo a través de milenios por la pericia necromante del sacerdocio egipcio de su tiempo, es lo que los libros de caballería llamarían "un caso de encantamiento", un caso en el que el Alma de la joven en cuestión no ha seguido el ciclo natural de las otras almas, remontando en su psíquica órbita más allá de la región de la Luna, que diría Plutarco, sino que ha quedado en un mundo intermedio, EL MUNDO DE LAS AVES, de Aristófanes, mundo que, con su "nube etérea", cortara antaño las comunicaciones entre el mundo inferior de los hombres y el mundo superior de los jinas. Y si esto no fuese verdad, ha sido creído al menos por los sacerdotes que pintaron con notable esmero láminas como la del Papiro número 10.470 del British Museum, que puede verse reproducida casi en la escala original por las notables publicaciones de R. B. Fleming. En efecto, en la pintura en cuestión, sobre la propia momia de un sacerdote y entre jeroglíficos alusivos al caso, se ve, flotando, al ave dicha, con su faz humana y tostada, como corresponde a las gentes aquellas, que eran siluras, erithreas o morenas, con su expresión y actitud hierática, y con su vuelo protector, que no se aparta un punto de su momia física, y que, por tanto, no puede remontar a los cielos como el Fénix de la tradición europea, el Lí-Sao de la leyenda china, el ave Gatuna parsi y tantas otras inmortales de la, leyenda áurea; sino que planea sobre aquélla como el ave sobre su nido... ¿Cuánto y cuánto no habremos decaído los pueblos europeos (pese a los pujos de una cultura material, que no es, en otro orden de ideas, sino incultura psíquica), dado que aún nos parece archipoético el simbolismo de la mariposa de Psiquis, simbolismo de insectos, por bajo del egipcio simbolismo de aves, que llevamos visto, otro tanto como lo está este del verdadero simbolismo ario primitivo, que ora fuera solamente matemático, ora vegetal, como en el de la Flor del Loto, cuya raíz corpórea está en el cieno del estanque, sus hojas psíquicas en el seno tranquilo y "lunar" de las aguas del mismo, mientras que su corola, que es el alma ya libertada, y su perfume, que es el Espíritu mismo, se bañan ya bajo los rayos del Sol vivificador? Encenagados en nuestros escepticismos, y creyéndonos dichosos en nuestra paupérrima miseria de caídos que están ciegos, pues que perdiésemos el uso de este tercer ojo de la intuición o "del cíclope", en el que se podían contemplar estas cosas, ni aun vemos ya la mariposa, esa "mariposa" que, según ciertos ocultistas, puede ser objetivada en el mundo etéreo y hasta físico, visible por la acción de la Magia, tanto de la Blanca como de la Negra. Y no es lo peor que no la veamos, sino que no queramos verla, cerrando voluntariamente los ojos del alma a series de luminosas verdades, como las que hemos ido presentando amontonadas en las páginas de este sincero libro: libro que viene a ser un complemento del De gentes del otro mundo y que acaso sea continuado con otro en el que, con toda extensión, se trate de Los jinas y las Sociedades secretas y Los jinas y el espiritismo, pues acaso en parte alguna como en las grandes sociedades secretas o iniciáticas, tales como los g;ymnósofos de la India, que se burlaron de la locura de Alejandro el macedónico; los pitagóricos griegos, los sufis persas, alma de toda la ciencia árabe; los drusos y cristianos de San Juan, del Líbano, depositarios del verdadero cristianismo y origen de los Hermanos de la pureza, asiáticos y africanos, y de la poderosa Orden del Temple; los rosacruces, de Fez, cuya doctrina perdura, aunque aparentemente se hayan retirado ellos del contacto con el depravado mundo; y, en fin, la Masonería del siglo XVII, tan por encima filosófica y moralmente de la vulgaridad mundana, contra lo que ignorantes y malvados pueden suponerse, tienen los "casos jinas" a centenares en su historia y en sus ritos. En cuanto al Espiritismo -doctrina tan reprensible en el empleo de la mediumnidad provocada como respetable en su filosofía y en sus manifestaciones "espontáneas a través de la Historia" -, él es un archivo insondable de "hechos jinas", merecedores de un estudio científico imparcial en el sentido en que hemos insinuado o esbozado los numerosísimos del presente libro. FIN DE "EL LIBRO QUE MATA A LA MUERTE O LIBRO DE LOS JINAS" --------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Instituto Cultural Quetzalcoatl de Antropología Psicoanalítica, A.C. Portal http://samaelgnosis.net http://samaelgnosis.org 1 Iniciales de H. P. Blavatsky con las que esta insigne escritora es conocida por los teósofos. 2 El Velo de Isis o Las mil y una noches ocultistas, Tomo XX de nuestras Obras completas. 3 "El suponer que en todo el sistema solar -dice nuestra maestra H. P. Blavatsky en su Doctrina Sureta- no existen más seres racionales o inteligentes que nosotros, es una de las mayores necedades de nuestra época. Todo cuanto, a lo sumo, tiene derecho a afirmar la ciencia positiva es que no conoce inteligencia manifestada ninguna que viva en análogas condiciones de medio que nosotros; pero no por eso puede negar la posibilidad de que existan mundos dentro de otros mundos, bajo condiciones por completo diferentes de las que constituyen la naturaleza del nuestro, ni el que entre éste y los demás exista cierta limitada comunicación. Kant, el mayor de los filósofos para los europeos, dice, en efecto; "Confieso que me siento inclinado a asegurar la existencia de naturalezas inmateriales en el mundo, y a colocar a mi propia alma entre esa clase de seres. En lo futuro -no sé cuándo ni cómo- se llegará a demostrar que el alma humana permanece, aun durante esta vida, en conexión indisoluble con todas las naturalezas inmateriales del mundo espiritual, y que, recíproca. mente, obra ésta sobre ellas, y de ellas recibe impresiones efectivas". (Traume eimes Geistersehers, de C. C. Massey, prefacio al Spiritismus, de von Hartmann). 4 Cuando los orientalistas se ocupaban de este pasaje de la primera de las epopeyas del mundo, los occidentales sonreían compasivos. Hoy, después de los llamados "rayos Matew", ya no sonríen. ¡Triste psicología la de nuestros sabios! ¡Nada es verdad hasta que ellos lo descubren! 5 Acerca de las "Dimensiones del Espacio" dice H. P. B.: "Cada una de las Siete Rondas o Ciclos vitales de nuestro Globo desenvuelve una dimensión del Espacio. Pero no debe usarse la frase de "dimensiones del espacio" sino en un sentido figurado. Es absurdo el creer que el Espacio pueda ser medido en ningún sentido. Más completa es la frase de "dimensiones de la materia en el Espacio", porque, como dice Bain (L6gica, parte 11, pág. 389), el conceder realidad a las abstracciones es el error del Realismo. Así, el Espacio y el Tiempo son considerados con frecuencia como con existencia aparte de todas las experiencias concretas de la mente, en lugar de ser generalizaciones de aquéllas en ciertos aspectos. Pero aun en tal forma es también una expresión desdichadísima, pues que, si bien es perfectamente cierto que el progreso de la evolución tiene que hacemos conocer nuevas cualidades características de la materia, aquellas con que nos hallamos ya familiarizados son, en realidad, más numerosas que las correspondientes a las tres dimensiones. Las facultades o, quizá en términos más correctos, las cualidades características de la materia deben siempre tener una relación directa y clara con los sentidos del hombre. La materia posee extensión, color, movimiento molecular, olor y sabor, que se corresponden con los sentidos existentes en el hombre. La próxima cualidad que aquélla ha de desarrollar, y que podríamos llamar "permeabilidad", corresponderá al próximo sentido de "Clarividencia Normal", que habrá de desenvolver el hombre. Así es que, cuando algunos pensadores tenaces y profundos, como Zollner, Butlerof y el ruso Wágner han imaginado una cuarta dimensión para explicar el paso de la materia a través de la materia y la producción de nudos en una cuerda cerrada por sus extremos, lo que realmente imaginaban era la sexta cualidad característica de la materia. En realidad, las tres consabidas dimensiones pertenecen a un solo atributo o cualidad de la materia, que es la extensión, y el sentido común se rebela justamente contra la idea de que, bajo cualquiera condición de las cosas, puedan existir más dimensiones que las de longitud, anchura y espesor. La palabra misma de "dimensión", en efecto, pertenece a un estado de evolución y de pensamiento, a una cualidad característica de la materia, Desde que la idea de materia surgió en el entendimiento humano no ha sido posible aplicar más que en tres sentidos dichas medidas; pero semejantes consideraciones no contradicen en manera alguna la certeza de que con los progresos de los tiempos y con la multiplicación de las humanas facultades habrán de multiplicarse también las características de la materia. Es, pues, la repetida expresión aquella una incorrecta manera de expresarse, aun más que la consabida de que "sale" o "se pone" el Sol. 6 Hojeando las hermosas ilustraciones de la tan conocida obra Maravillas del mundo y del hombre, recientemente publicada en Barcelona, nos encontramos frente a las incomparables construcciones de los jainos –ante las cuales la misma Alambra palidece-, con un texto explicativo que viene a decir así: “Los jaínos eran un pueblo salvaje, con un gusto exquisito para la edificación”, ¿Llegará día en que, contemplando las ruinas de la Torre Eiffel o de la Catedral de Colonia, exclame de igual modo un sabio futuro: “Los pueblos llamados cristianos eran unos ignorantes, con una gran sabiduría para construir sin matemáticas? Por lo menos tal acostumbramos a opinar nosotros, en el colmo de nuestra pedantería, ante monumentos como los de los hindúes, mexicanos o egipcios, que han desafiado los siglos... ¿Qué justicia, en efecto, va a esperar de semejantes entes la ciencia de los pueblos que nos engendraron? ¡siempre la ingratitud para quienes nos precedieron en el mundo, con arreglo al dicho de que "los dioses de nuestros padres son nuestros demonios"! 7 Tan cierto es esto, que todos los sólidos geométricos podrían ser conocidos por seres de la segunda dimensión en función del tiempo y de la proyectiva. Así, un círculo que se mostrase en su plano pasando a velocidad uniforme desde el punto hasta un tamaño dado, o viceversa, nos permitiría imaginamos el cono proyectado, con su base, su altura y su superficie lateral en función de la velocidad con que el círculo-proyección habría pasado desde su máximo hasta su mínimo el punto o viceversa, según que se proyectara por su base o por la cúspide. Una esfera de diámetro igual a la base y altura del cono no se diferenciaría de éste sino porque, en vez de crecer o decrecer, como el cono antedicho, crecería y decrecería con arreglo a la conocida ley trigonométrica de senos y cosenos, mientras que un cilindro de igual base y altura haría instantáneamente su presentación octogonal con un circulo de radio permanente durante toda la unidad de tiempo proyectivo, e instantáneamente luego desaparecería. El ejemplo anterior nada tiene de baladí, porque si se generaliza, advertiremos que tanto la imaginaci6n como el tiempo entran esencialmente en el tránsito de una dimensión a la siguiente, superior, sirviendo en cierto modo para suplir nuestras deficiencias sensitivas. Nótenlo bien, pues, los desdichados pensadores que tanto se han burlado de la imaginación creadora, confundiéndola con la fantasía, que es su polo negativo. Sin esa calumniada facultad, ni en lo espiritual, ni en lo intelectual, ni en lo físico, podrán remontarse del ínfimo plano en que moran. ¡Kármico castigo es este de necesitar para su propia obra de esa misma facultad, a la que calumniaron escépticos, creyéndose superiores a los poetas o intuitivos! 8 Estas consideraciones, dicho sea de paso, constituyen la plena justificación de los aparatos de música mecánica, frente a la ejecución a mano o personalísima de las partituras musicales. Cierto que esta última ejecución es muy superior desde el punto de vista artístico y de colorido, matiz y timbre, a la imperfecta lectura que de ella hacemos en la "pianola", como es muy superior la representación escénica de la obra teatral a la lectura de la misma que hagamos de ella en nuestro gabinete, pero no es menos cierto que estas dos últimas lecturas ganan en intimidad, en comodidad y en provecho de análisis y de estudio crítico a esotras audiciones de conjunto. En una palabra, ganan en visualidad y geometría todo cuanto pierden en acusticidad y en goce de conjunto. 9 Como protesta contra la. conducta seguida contra mí por disparidad de ideas filosóficas y religiosas por el entonces Jefe del Observatorio de Madrid, F. Iñíguez, no comunicando nada de ello al extranjero, ni mencionándolo en el correspondiente Anuario del mismo, debo consignar que en la madrugada del 8 al 9 de junio de 1918, después de bien comprobada la realidad de mi descubrimiento en la noche anterior, di cuenta de él en extenso artículo, uno o dos días antes de que lo hiciese Observatorio alguno del mundo, según aparece en El Liberal de dicho día. La conducta, pues, de dicho sujeto corre parejas con la de aquel ministro de Instrucción pública, señor Alba, que, a preguntas de un diputado, declaró solemnemente en pleno Parlamento -para luego no hacerlo él ni nadie- (Diario de Sesiones del día 12 de junio de 1918, págs. 8-13) "que el Estado español no dejaría sin recompensa la labor del señor Roso de Luna, con sus descubrimientos y sus libros..." Tal es el patriotismo que hoy se estila con cuantos en España no se prestan a ser "borregos de Panurgo". 10 El Ocultismo, dice H. P. B., es a las ciencias ocultas lo que la luz del Sol a la fosforescencia de una luciérnaga. Las charlatanerías conocidas con este nombre, como monedas falsas que son, presuponen la existencia de aquella legitima Ciencia de la Religión o Religión de la Ciencia. - M. R. de L. 11 Nada perdería el lector con ampliar estas ideas con la lectura de los argumentos de las obras wagnerianas comentadas en el tomo 111 de la Biblioteca de las Maravillas, para hacerse perfecto cargo de todo el titanismo redentor de la humana rebeldía. 12 Esta unidad de medida se llama en sánscrito nimesha, literalmente "parpadeo del ojo", y aún tiene por bajo otra medida más pequeña, que es el truti. Aquí se ve, pues, como en tantas otras cosas del Corán, el influjo de las ideas de parsis e hindúes. 13 No crea el lector que la fecundidad de tamaño simbolismo de IO acaba aquí. Tenemos, por ejemplo, aún pendiente de adecuado estudio, como dice el cultísimo matemático D. Francisco Vera, la célebre serie del iniciado Fibonacci, o Leonardo de Pisa, matemático hecho en las escuelas secretas de la India y del Egipto, y del que tanto han derivado hombres como Bhascara y Tartaglia (el verdadero autor del llamado binomio de Newton, y que Newton no hizo sino desarrollar o generalizar). La dicha serie de Fibonacci se forma, en efecto, a partir del simbolismo de IO, Y por mera adición de términos sucesivos, a saber: 0 + 1 = 1; 1 + 1 = 2; 1 + 2 = 3; 2 + 3 = 5; 3 + 5 = 8; 5 + 8 = 13; 8 + 13 = 21..., etc. Serie, en fin, sobre cuya trascendencia. acaso hablen pronto futuros descubrimientos astronómicos y matemáticos, y que lleva filosóficamente dos unos: el Uno-Único típico, o abstracto, y -el uno numeral, o segundo uno concreto, del que, por adiciones sucesivas, se forman los demás números, sin limite conocido. 14 Respecto de la radical diferencia entre Imaginación y fantasía, consúltese el Cáp. XII del tomo V de nuestra Biblioteca. 15 Estas materias recibirán adecuada ampliación en el tomo de esta Biblioteca consagrado a Los Cometas y la Astrobiología. 16 Estos últimos asteroides son los que, respectivamente, desfilan hacia el 11 de febrero y de mayo por delante del disco del Sol, determinando las grandes bajas de temperaturas que suelen acaecer en tales días. 17 Esta gráfica frase está más cerca de la realidad de cuanto pudiera creerse. Cálculos minuciosos demuestran que diariamente caen doscientos de estos corpúsculos sobre la tierra. La granalla metálica que se ha encontrado en las nieves polares y alpinas no reconoce otro origen. Tenemos, además, respecto del Sol , una buena teoría de nuestro amigo el sabio ingeniero de minas, abogado y publicista D. Horacio Bentabol respecto a las manchas solares, como producidas por la caída de esos elementos meteorológicos sobre el Astro-Rey, a quien de este modo vendrían a alimentar con sus energías, ni más ni menos de como, por ósmosis, se alimentan las células orgánicas, de los medios en que se desenvuelven, cumpliéndose con ello una vez más la célebre ley de Hermes. 18 Esta idea no puede recibir aquí el correspondiente desarrollo astronómico. Bástenos, pues, consignar el hecho de que determinados cometas tienen sus perihelios hacia las respectivas órbitas de uno o de otro planeta conocido, razón por la cual al haberse observado dos o más perihelios cometarios allende Neptuno, los astrónomos, aplicando también el método analógico, se han dado a calcular las órbitas y demás elementos probables de los correspondientes planetas transneptunianos hipotéticos, mostrados analógicamente ya por aquellos perihelios transneptunianos de cometas. Dada, en fin, la correlación analógica que pronto estableceremos entre el cometa como “germen masculino astronómico” y el anillo planetario solar o zona “preplanetaria” como “óvulo astronómico” o “centro laya”, que dicen los orientales, todo cometa periódico acaba por morir en el anillo preplanetario, como muere el espermatozoide en el óvulo al que fecunda. 19 Esta "ecuación simbólica". por su parte, surge aplicada constantemente a las más diversas ciencias. Véase si no en Física cómo la fenomenología entera de ella se resume siempre en una razón inversa o una Dúada integrada por una Mónada sintetizadora, por ejemplo: la ley de los cuadrados de las distancias, en la atracción universal; la de las presiones y temperaturas, en sólidos, líquidos y gases, etc.; de igual modo que vemos en Química la razón inversa que existe entre los pesos atómicos y los calores específicos, etcétera, etcétera. En lo moral acaece lo mismo, pues que las cosas todas están inversamente conjugadas con otras. Tal sucede con la libertad de nuestras acciones ulteriores, siempre ligadas en razón inversa con nuestro karma, o sean nuestras acciones responsables hijas del pasado nuestro. Todo ello, además, nada tiene de extraño si bien se considera, porque no es, en suma, sino la expresión real del hecho que preside a la manifestación de toda vida, manifestación operada en razón inversa siempre, o sea a costa de la muerte de otras vidas a quienes previamente destruye, al tenor de lo antes expresado acerca de la Trimurti filosófica de Brahma-Vishnú-Shiva. 20 La confusión introducida por los traductores del Nuevo Testamento y de antiguos tratados filosóficos entre alma y espíritu ha ocasionado los mayores errores, tales como el relativo a la anhilación, absorción en la Deidad o retorno al Alma universal, . de que se acusa ahora a Buddha, Plotino y tantos otros iniciados. Los traductores, tanto de los Hechos de los Apóstoles cuanto de las Epístolas de Pablo, que establecieron los cimientos del Reino de los cielos, y los modernos comentadores del sutra buddhista acerca de la función del Reino de la Justicia, han desnaturalizado el sentido del gran apóstol del cristianismo lo mismo que el del gran reformador de la India. Así, gracias a tamaña confusión, ni los lectores de la Biblia pueden adquirir claro concepto en los asuntos relacionados con el uno y con la otra, ni los intérpretes del buddhismo pueden alcanzar a comprender la significación y objeto de los cuatro grados buddhistas de Dhyana. 21 Por supuesto que la palabra griega tiene un significado radicalmente opuesto al que se le ha querido dar después. Platón, Cicerón y todos los demás clásicos grecolatinos traducen la palabra ????????? por un "quid divinum", es decir, algo celeste e impersonal. 22 Las ideas dadas aquí acerca de este punto pueden verse ampliadas en el tomo ni de la BIBLIOTECA DE LAS MARAVILLAS, Wágner, mitólogo y ocultista. El drama musical de Wágner y los Misterios de la antigüedad. 23 Delfos, o sea la ciudad griega del ?????? (útero o abdomen) era la población en la que la Pitonisa pronunciaba el oráculo de Apolo. Platón y los brahmanes consideraban al ombligo como el órgano del astral en el hombre. Los símbolos de Delfos eran femeninos y lunares, recordándonos que los arcadios eran llamados proseleni, pre-helénicos o anteriores al tiempo en que el culto lunar Tónico y Olimpo fué introducido. El símbolo de Delfos era el Diktamnon o dictamnus, el arbusto siempre verde, la planta mágica consagrada a Diktynna (Diana, Astarté, Luna) y cuyo contacto, al paso que provoca el sonambulismo, lo cura en definitiva. Sus propiedades escolápicas son sedantes. Crece en el monte Dicte (Creta) y se daba a las parturientas. (Isis. 1, 361). 24 Champollion: Hermes Trimegistus, XXVII 25 Es decir, se puso a predicar como el Oanes o Dagón caldeo desde la orilla del mar. Para los demás detalles relativos al origen y simbolismo de este gran Instructor, véanse los extractos de Beroso que han llegado hasta nosotros. 26 Esto, por supuesto, es puro símbolo. Se trata aquí de la eterna nave que, cual la de Lutecia, "fluctúa, pero no le sumerge". Acerca de esta nave emblemática que flota sobre las aguas astrales de la destrucción y del pecado, existen multitud de mitos en todos los países. 27 Esto es, a nuestro juicio, una alusión directa al gran pecado de la caída de la Atlántida, al perder el hombre el uso del tercer ojo: el ojo de la intuición y de la doble vista. Los detalles relativos a esta terrible transformación. A partir de la cual somos aquí abajo verdaderos ciegos, con ojos que, viendo no ven, pueden leerse en las páginas 373 y siguientes de nuestro libro De gentes del otro mundo. 28 He aquí una coincidencia perfecta con el famoso mito de Isabeau, Isabel o Isis la Hermosa, que describimos en la Introducción de esta BIBLIOTECA: (Véase Hacia la Gnosis: Ciencia y Teosofía). 29 Platón, el divino. Estudio preliminar a la traducción directa de sus "Diálogos", por Emeterio Mazorriaga, catedrático de Lengua y Literatura griegas en la Universidad de Madrid. Sucesores de Hernando, tomo 242 de la Biblioteca Clásica. Un tomo en 8"', Madrid, 1918. 30 Véase Luis Figuier, La ciencia" sus hombres. En un trabajo de la índole del presente no cabría entrar en honduras acerca del crimen filosófico y social perpetrado por el estagirita. Además, ello está evidenciado desde los días en que el martirizado Ramús consagró toda su vida a la demostración de tal aserto. "En lugar de ahondar en semejante hecho (tan rico además de precedentes en toda la Edad Media), el astuto y reprensible polígrafo Menéndez Pelayo llama "falsa idea medioe"al" la de contraponer radicalmente a Platón y a Aristóteles cual dos polos de salvación y de ruina de la humanidad, y menosprecia a la escuela de los neoplatónicos o teósofos alejandrinos, fundada por el autodidacto Ammonio Sacas y por su discípulo Plotino, diciendo que entre los primeros neoplatónicos predominó Platón sobre Aristóteles, y a la inversa, Aristóteles sobre Platón en los últimos - es decir, en Temistio, Simplíco y Philopono, oscuros pseudofilósofos, que tenían menos de platónicos que el propio Menéndez Pelara, pues para los neoplatónicos verdaderos nunca fuera Aristóteles más que un mal árbol, bien cognoscible, al tenor de la sentencia evangélica, por sus propios frutos, frutos tales como la educación de aquel vicioso y miserable César a quien pomposamente llamamos Alejandro ¡el Magno!, destructor de toda la cultura del imperio persa, Misterios iniciáticos, inclusive, o también como los del escolasticismo medioeval, positivista y materialista, y, como tal, padre de nuestro materialismo, que cree posible la lógica sofística sin la analógica de la clave de Hermes, y la pura ciencia sin "la previa virtud que en los Misterios se exigía al candidato para que no le pasase lo que pasa en nuestros días, en que los criminales saben mucha química, para su mal y el de los hombres..." "Toman éstos, en efecto, del conocimiento el lado siniestro de la degradación de las Verdades Arcaicas enseñadas desde la Cuna de la humanidad por esta Religión eterna, de la que, según el propio San Agusín (De civ. dei), no es sino una forma nueva de expresión, el propio Evangelio". en lugar de tomar el lado luminoso del conocimiento, ese que liga los corazones, y la sabiduría de los hombres como aquella piedra imán que enlaza en vistosos espectros las limaduras o los anillos de hierro a los que. alude el diálogo Ión al hablar de la piedra magnesiana o Heradeida, la piedra de la diosa Hera, Juno, Minerva o Io. 31 El nombre de la filosofía de Platón (filosofía académica) es de origen asiático. Se viene repitiendo desde hace siglos que tal nombre deriva del de los jardines de Academus, donde era explicada. Pero los griegos y latinos que nunca estudiaron más que su lengua no fueron fuertes en etimología. Ellos se lo explican todo suponiendo que se trata de un hombre que se llamó asi, mas el hecho es que Cadm significa el Oriente y las ciencias orientales, que comenzaron creando el alfabeto escrito. Traido este último sucesivamente del Asia hasta Grecia, todo sabio fué durante largo tiempo un oriental, un Cadmus, y todo lugar consagrado a la instrucción una Cadmia o Academia. (G. de Dumast, citado por Ragón en su Ortodoxie masonnique, página 150). 32 Las fuentes para el estudio de las obras de Platón son: las citadas de Mazorriaga; las traducciones castellanas completas de don Patricio de Azcárate, a base de la traducción latina de Marsilio Ficino, que con el original griego publicó la Sociedad Bipontina alemana en 12 tomos (1787), el último de los cuales es un juicio crítico de Tiendemann; las versiones francesas de Cousin y de Chauvet-Saisset, la admirable de Florencia (1482) o edición príncipe y la fidelísima en 10 volúmenes del gran crítico I. Bekker (Berlín, 1816); reimpresa en Londres (1826-36) por Priestley, la Biblioteca Teubneriana, la de Wohlrab y otras varias posteriores, cuyo detalle puede verse en la obra de dicho señor Mazorriaga, tales como la de Martín Schanz, la de Burnet, la del griego Moraitos, la de los hermanos Didot, la de Baiter y Orelli, la de Hirschig y Suerdir, los Diálogos sueltos de Cambell y de Jowett, y la traducción verdaderamente ideal de Ruggiero Bonghi. Como se ve, no existe edición completa ninguna en España de las obras del Maestro, no obstante el catálogo publicado por don Juan de Iriarte en 1765 de los manuscritos que existen en El Escorial, completado en nuestros días por el francés Miller, y la existencia de algún fondo platónico en nuestra Biblioteca Nacional. 33 En la primera parte del tomo VI de nuestra Biblioteca de las Maravillosos (De Sevilla al Yucatán. Viaje ocultista a través de la Atlántida de Platón), pueden verse extensas referencias históricas acerca de este punto nada tratado todavía por los doctos. 34 Otro tanto han hecho, por ejemplo, los biógrafos como Lentz con las obras de Beethoven y las de Wágner. En realidad, ello se corresponde con los tres 'Períodos principales que siempre pueden hacerse en la vida de los grandes escritores. 35 Las fechas de estas tres sucesivas catástrofes de la Atlántida, se dice en Oriente que son de ochocientos mil, doscientos mil y nueve mil años, respectivamente. La última de tales catástrofes, hace hoy once mil años, próximamente, destruyó la gran isla de Poseidonis, frente a las columnas de Hércules, y de ella queda memoria histórica en diversos mitos, cuanto en las tradiciones religiosas acerca del Diluvio. El conocimiento de las otras dos catástrofes anteriores y mucho más imponentes, era secreto, pues que sólo se daba en la iniciación. Platón en el Timeo y en el Critias mezcla hábilmente éstas con aquélla para no quebrantar semejante voto de sigilo. (H. P. B. La Doctrina Secreta). 36 Para el logro de la felicidad, Platón, como todos los griegos sabios, concedía extraordinaria importancia a la hygieia (?????), o ciencia de la salud, es decir, tanto espiritual como física, cosa glosada luego por Juvenal en aquella sentencia que se ha hecho célebre, respecto a que no debemos pedir nada a los dioses o seres superiores, ya que ellos nos aman aun más que lo que podamos amamos nosotros mismos, y, caso de pedirles algo, nuestra oración se debe eliminar al anhelo de tener una mente sana en un cuerpo sano también: Orandum est ut sit mens sana in corpore sano. Esta, en efecto, es la verdadera riqueza, no es otra de la que tan necio aprecio hacen las gentes vulgares caricaturizadas por Sócrates, según Jenofonte, en la famosa fábula del caballo del opulento Nidas, caballo al que se le tenía por bueno, no obstante carecer como animal de eso que llaman riquezas los hombres. 37 Estamos bien seguros de que las doctrinas que exponemos en este capitulo habrán de producir honda emoción en los espíritus verdaderamente rehgiosos, aquellos efectivos "católicos" que han sentido latir místicamente en su pecho al Cristo Interior de que el Apóstol nos habla. Pero como, por desgracia, no faltan tampoco espíritus timoratos y gazmoños, partidarios de la letra que mata, hombres seudorreligiosos en fin, que desearían encerrado todo en sus moldes cretinos y que quisieran en vano ir en contra de alguna de nuestras religiosas manifestaciones, protestamos, de una vez para siempre en las páginas de este libro, del pleno derecho científico que les asiste para examinar noblemente todas estas cuestiones a la luz de una filosofía sincera, no de otro modo como, a vueltas de mil dimes y diretes, le tuvieron según la misma Iglesia, Galileo para afirmar la rotación de la Tierra, a despecho de lo que los pacatos atribuían a Josué; Copérnico y Kepler para defender el Sistema del Mundo y fijeza del Sol contra los que a título falsamente religioso se le querían oponer y Colón, en fin, para sostener la existencia del continente americano contra todos los ignorantes teólogos de la Junta de Salamanca. Somos teósofos por encima, no en contra de las religiones vulgares, y nos atenemos sólo al lema teosófico que dice: Satyah nasti paro dharma, no hay religión más elevada que la Verdad. Siempre será aplicable a la necedad del mundo, necedad que quiere someterlo todo al lecho de Procusto de sus prejuicios, aquello que nos enseña Quevedo en su Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes en los castellanos (Versos 4 al 6) . "¡No ha de haber un espíritu valiente' ¡Siempre se ha de sentir lo que se dice' ¡Nunca se ha de decir lo que se siente?' 38 El profesor A. Wilder, en su artículo Pablo, el fundador del Cristianismo, dice con viva intuición que en la persona de Aher, que figura en el Talmud o tradición de los hebreos, se reconoce claramente al Apóstol Pablo. "En efecto: éste parece haber sido reconocido bajo diversos nombres. Se le llamó Saul a causa de su visión relativa al Paraíso; Sheol, del nombre hebreo del otro mundo, y Paul (Pablo) como apodo equivalente a hombre pequeño. Su verdadero nombre jurídico no era el de Aher sino el de Elisha ben Abriah, pues que Aher u other (otro) es un epíteto empleado en la Biblia para designar a las personas ajenas a la política judía, y le fué aplicado por haber extendido su ministerio apostólico a los gentiles". De todos estos nombres sacaremos el debido partido más adelante, al ocuparnos de los jinas. 39 "Seguid la caridad (el Amor), decía, y codiciad los dones espirituales, sobre todo el de la profecía, porque el que habla una sola lengua -la lengua del Espíritu- no habla a los hombres, sino a Dios. Ninguno le oye y en espíritu habla misterios, mas el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación (Primera a los Corintios, XIV, 1-4). 40 Estos planos de conciencia responden perfectamente a los mundos de que en el capítulo anterior nos ha hablado Plutarco. Aquéllos son siete, al tenor del artificio clasificador de los orientales, a saber: Atma el Soplo o Aliento Divino que constituye la más íntima e hipostática esencia de nuestro ser, el "Cristo interior" del iniciado de Tarso; Buddhi, o sea nuestra alma espiritual, el nous griego, el ruach hebreo; Manas superior, Inteligencia o Mente espiritual, y abstracta o intuitiva indisolublemente unida al Manas interior, que es la mente concreta o discursiva kama-manas, la mente ya animal o pasional (????); el Cuerpo astral o Lhingha Sârira, y Sthula-shârira, es decir, el deleznable Cuerpo físico, todo ello enlazado y sintetizado por Prana, es decir, por la Vida Universal que al Cosmos anima. En efecto, como dice la Maestra en lsis sin Velo: En los escritos de Pablo, la entidad humana aparece dividida en tres elementos: a) carne, b) existencia psíquica o alma y c) la entidad patrocinadora, e interna al par, o Espíritu. La expresión del apóstol de los gentiles en cuanto a la anastasis o sea la continuación de la vida de aquellos que han muerto, no puede ser más terminante. El, en efecto, sostiene que existe un cuerpo psíquico basado en lo corruptible y un cuerpo espiritual que lo está en la substancia incorruptible, y por eso dice que el primero es terrenal y el segundo celeste. El mismo Santiago (Epíst. III, 15, texto griego), identifica al alma diciendo que "su sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrestre, demoníaca y psíquica". Platón, por su parte, al hablar del alma psuché observa que cuando ella se alía con el nous, Pablo lo llama Espíritu y Jesús hace del corazón lo que Pablo dice de la carne. 41 He aquí la clave de la verdadera predestinación, acerca de la cual tanto se ha errado por los partidarios de la letra que mata: los seudorreligiosos y los positivistas ... 42 Alguien ha dicho que la frase de los hijos "del reino de Dios" expresa muy felizmente la necesidad que siente el alma de un suplemento de destino, de una compensación de la vida actual. Aquellos mismos que no se avienen a concebir al hombre como un compuesto de alma y cuerpo y que hallan el dogma deísta de la inmortalidad del alma en contradicción con la fisiología, desean mantenerse en la esperanza de una reparación final que, bajo una forma desconocida, satisfará a las necesidades del humano corazón. ¿Quién sabe si el último término del progreso dentro de millones de siglos traerá consigo la conciencia absoluta del universo y, en esta conciencia, el despertar de todo lo que ha vivido ella desde los más remotos tiempos? 43 De "pan", todo. Esto es idéntico al "todo conspira" de los clásicos grecolatinos. 44 Esto nos recuerda aquella frase Iniciática de "conde Olinos, conde Olinos, fué niño y pasó la mar". 45 Estas frases son transcripción de las enseñanzas dadas a Jesús por su maestro Hillel y reflejadas en la parábola del Buen Pastor. (Véase Doctrina Secreta, tomo III, caps. VII y VIII) . 46 Véase el capítulo de Parsifal en nuestro "Wágner, mitólogo, ocultista". 47 Esto será objeto más adelante de una atención especial. 48 Esta es la clave entera de la vida del hombre sobre la Tierra, en la que es el Judío Errante o el "Eterno Peregrino", "el vagabundo" o "el cometa", al tenor de cuanto llevamos dicho en el capítulo 111 de este libro. De aquí nuestra lucha constante con las Potestades del Aire o elementales. naturales dueños hoy de este planeta. al tenor de las repetidas alusiones que hace San Pablo. 49 He aquí cómo describen los Hechos de los Apóstoles (IX, 1 al 9) tan sublime momento: "Saulo, pues, respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al príncipe de los sacerdotes y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, con el fin de llevar presos a Jerusalén a cuantos hombres y mujeres profesasen el Evangelio. Y yendo por el camino, aconteció que, estando ya cerca de Damasco, le rodeó repentinamente un gran resplaNdor de luz del ciclo. Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "¡Saulo, Saulo!, ¿por qué me persigues?" "¿Quién eres, Señor?" Y el Señor respondió: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues: dura cosa es cocear contra el aguijón". Saulo, temblando y despavorido, dijo: "¿Qué quieres, Señor, que yo haga?". Y respondióle el Señor: "Levántate entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que te conviene hacer", Y los hombres que acompañaban a Saulo quedaron atónitos, oyendo bien a aquella voz, pero no viendo a ninguno. Y Saulo se levantó del suelo, y, abiertos los ojos, no vela nada. y ellos, llevándole por la mano, le metieron en. Damasco, donde estuvo tres días sin ver a nadie y sin comer ni beber". 50 Y es mejor que siga sin estar unos años más, los necesarios siquiera para que reine en estas cosas un poco de justicia, no sea que, por sectarismo cruel, se repita una vez más el triste caso que nos da siempre el estrecho espíritu de la Real Academia de la Lengua, autora de definiciones tan desdichadas como -aquella relativa a los teósofos y a la Teosofía, cual "secta de ciertos hombres -¡de ciertos locos, pudo y debió ya añadir!- que, despreciando a la razón y a la fe (sic), se creen iluminados por la Divinidad, y en estrecha comunicación con ella". No, injustos señores definidores, les decimos con la gallardía del que tiene tantos títulos de honradez, cultura y carácter enérgico como todos y cada uno de ellos, La Teosofia, como no es religión positiva, no tiene por qué tener dogmas, fuera de la creencia demostrada ya por todos los sabios de todos los tiempos, en la Fraternidad Universal de la Humanidad, y como, además, secta viene del verbo latino seco, secas, secare, cortar, hender, dividir, despedazar, mal podemos los teósofos ser calificados de sectarios, cuando, a diferencia de nuestros sectarios definidores, nos consideramos por encima de toda distinción de patria, Religión, casta, sexo, idea o color, puesto que somos antes hombres que españoles, franceses o chinos, y antes hombres también que cristianos, buddhistas, mahometanos o agnósticos. Por eso debiéramos ser llamados con justicia CATÓLICOS; es decir universales... En cuando a lo de la iluminación, si fuera cierta, seria idéntica a la de nuestros detractores académicos, al creerse que, con su definición, hacían una cosa realmente inspirada. Una veintena de libros tenemos ya en la calle, y desafiamos a cualquiera a que nos señale un solo texto de ellos en el que se hable de aquella supuesta "inspiración" nuestra como tales teósofos, Definiciones, pues, cual la que nos ocupa, y que harán sonreír a cualquier extranjero docto, nos hacen aun más daño que la leyenda -o no leyenda- de nuestra clásica intolerancia, y sería de desear que no se repitiesen, porque en nada "limpian, fijan ni dan esplendor", ni a nuestro idioma ni a nuestra ideología. Un diccionario no dogmático de una lengua cualquiera debe dar a cada palabra el valor que le dan sus mantenedores, y aun poner el de los contradictores si gusta. ¿Cómo resultarían sino cualesquiera de las relativas, por ejemplo, a los dogmas cristianos definidas por los que cristianos no fuesen? El Diccionario enciclopédico hispanoamericano, al menos, nos hace mayor justicia a los teósofos. echando así virtualmente abajo la tan lamentable definición académica, "definición" que es de desear sea rectificada en ediciones posteriores, para prestigio siquiera de dicha Corporación española. 51 Así lo exige la estricta etimología de alma, "lo que impulsa vitalmente", "lo que anima", a diferencia de ese divino y trascendente Hálito o Soplo, del Espíritu. Los animales y plantas, por tanto, como seres animados, también tienen alma, aunque' de clases distintas. 52 Lo que sigue está glosado con cargo a las ideas expuestas en dicha notable obra que recientemente ha publicado el Museo de México, valiéndose de. los manuscritos luengos siglos dormidos en los estantes de nuestra Biblioteca Nacional. 53 Este prodigio que, como es sabido, señaló a los errantes mexicanos el término de su fatigosa peregrinación de ochenta años por toda clase de lugares, y la llegada a la tierra prometida, es una de las mil concordancias míticas que median entre el pueblo mexicano y el hebreo, concordancias que no hubieron de pasar inadvertidas para historiadores tan sensatos como los Padres Diego Durán, José de Acosta y otros. Todas ellas se explican merced al tronco atlante común a los pueblos americanos y mediterráneo-semitas. 54 Todas las grandes teogonías, sin excepción, hablan de esta celeste mansión allende los mares del Polo Norte, llamándola Mansión imperecedera, Tierra del Amanecer, Isla Sagrada y Eterna de los mortales inmortales o Seres DE LA PRIMERA RAZA HUMANA. Para comprender, sin embargo, todo el alcance de esté asunto, hay que leer en La Doctrina secreta, de, H. P. B., todo lo relativo a este primer Continente terrestre, .llamado a perdurar desde el principio al fin de 'la humanidad sobre la tierra. Por supuesto, además que el texto le confunde con el cuarto Continente sepultado en la Atlántida, o, más bien, con la región al norte de la Florida como creen equivocadamente los historiadores mexicanos. Asunto es este, en fin, demasiado importante para de él tratar en una simple nota, y que irá saliendo a lo largo del presente libro. 55 Mexi-tin o medjins, no son sino los djins de los pueblos árabes y africanos, es decir, nuestros consabidos jinas. Los aztecas, a su vez, no eran sino el pueblo fundador del vasto Imperio que Cortés encontró, y a quienes condujeron a través de ochenta años de penalidades hasta las lagunas mexicanas los genios tutelares o jinas, ni más ni menos que el iniciado Moisés condujo a los israelitas durante cuarenta años a través del desierto hasta la Tierra prometida, cosa que sigue demostrando el parentesco entre las tradiciones de uno y otro pueblo. 56 7 Esta Tulla no es sino la Thule escandinava de que nos hablan los inmortales versos de Séneca; el confín de este mundo, como si dijéramos. 57 Esta suciedad y abandono de la excelsa madre del dios Hutzilipochtli, verdadero Tehavah conductor del pueblo mexicano en su éxodo, no es real y efectiva, valga la frase, sino una manera de pintar el luto llevado por aquélla desde el día en que su divino hijo dejara aquel paraíso para cumplir su misión entre los mortales. Es de saber, en efecto, que, según indica el sabio historiador mexicano don José F. Ramírez, al comentar la obra del P. Durán, una de las características del luto en la mujer mexicana de entonces era la de no lavarse la cara ni tener ningún otro cuidado con su persona durante los ochenta o más días que aquél duraba, cosa tan en el fondo también de las costumbres ibéricas, egipcias, etc., que viene a ser una indicación más del parentesco que entre todos estos pueblos media. Sabido es lo absurdo todavía de ciertos lutos en las aldeas y entre gente inculta, que fían más a estas equívocas y groseras manifestaciones de dolor que a la esencia del dolor mismo, que es o debe ser interior y sin fanáticas ostentaciones. 58 Esta es una de las muchas profecías que anunciaron la caída del Imperio mexicano, y que, dado lo supersticioso de aquella gente, tanto contribuyeron para hacer factible la conquista del mismo por aquel puñado de héroes que acompañaban a Cortés. En efecto: el capítulo siguiente del texto dice que, temerosos rey y ministro de la profecía que les había hecho a sus embajadores la madre de su dios, respecto a que serían echados de sus reinos de la misma manera que los habían ido sometiendo, hicieron inquisición con toda la diligencia posible, mirando y revolviendo sus antigüedades, escrituras y profecías respecto de ciertos hijos del sol que habían de venir de Oriente a echar a su dios de la tierra y destruidos a ellos; De esto se hace más particular mención en el tiempo que reinó Moctezuma II, quien, aterrado ante la llegada de los españoles a la costa de Veracruz, se dispuso a huir, "ofreciéndole los nigromantes, dice Sahagún, que si quería ir a la casa del sol, ellos le llevarían; si al Paraíso terrenal, ellos le pondrían en él; si al infierno, ellos le guiarían, y si deseaba, en fin, ir a un lugar secreto y muy bueno cerca de la ciudad y denominado Cincalco, ellos allí le internarían". Esta caverna de Cincalco se presentaba a la mente de los mexicanos, ora como un lugar infernal, ora como un lugar feliz al estilo del de Chicomotzoc. En la primera carta de Cortés (párrafos 21 y 29) ,relata, en efecto, lo que le dijo Moctezuma en una de las entrevistas: "Por nuestros libros sabemos que, aunque habitamos estas regiones, no somos indígenas, sino que procedemos de otras tierras muy distantes. Sabemos también que el caudillo que condujo a nuestros antepasados regresó al cabo de algún tiempo a su país nativo, y tomó a venir para volverse a llevar a los que se habían quedado aquí; pero ya los encontró unidos con las hijas de los naturales, teniendo numerosa prole y viviendo en una ciudad construida por sus manos, de manera que, desoída su voz, tuvo que tornarse solo. Nosotros, añadía, hemos estado siempre en la inteligencia de que sus descendientes vendrían alguna vez a tomar posesión de este país, y supuesto que venís de las regiones donde nace el Sol, Y me decís que hace mucho tiempo que tenéis noticias nuestras, no dudo de que el rey que os envía debe ser nuestro señor natural". A estas tradiciones, pues; a la superioridad de armas y caballos, desconocidos en México, y a la providencial intervención de doña Marina, no menos que al heroísmo increíble de aquel puñado de valientes, se debió la epopeya de la conquista de América. En cuanto al enlace de los excelsos antepasados con las mujeres del país, ello no hace sino repetir el pasaje del Génesis en el que los hijos de Dios, al conocer a las hermosas hijas de los hombres, se dice engendraron la raza de los gigantes y por sus vicios acarrearon el Diluvio. 59 La obra de Durán existe, entre muchos otros códices de la época, en la Biblioteca Nacional de Madrid. con la signatura 7. 67. Ms.. de 344 folios, a dos columnas, y con numerosas estampas reproducidas en México, con la obra en 1867, el tomo I, y en 1880 el II. 60 11 El caso del gran Boturini es de los que ponen pavor en el ánimo de los investigadores de buena fe. Para apreciado en toda su amargura, hay que leer a Alfredo Chavero en su México a través de los siglos. Como si el hado cruel se encargase siempre de perseguir con BU saña a los develadores del Misterio, Boturini paseó. entre persecuciones. angustias y pobrezas, la inmensa riqueza de GUS decenas de códices mexicanos, que para él no fueron sino maldición y ruina, ni más ni menos que los famosos sacos de esmeraldas para los compañeros de Pizarra en los desiertos del Ecuador. ¿Por qué estas cosas? Porque los terribles cancerberos que guardan las puertas de la Iniciación, son, en todo caso, algo más que un mito o un símbolo.. . 61 Los detalles todos de este asunto están admirablemente dados en el libro de Richard Rold Brash The ogams inscribed monuments of the British Island, obra rarísima, en la que, además, se nos informa: a), respecto de los orígenes de la escritura primitiva occidental o druídica, hermana de la rúnica de Escandinavia, llamada también ógmica, ogámica, en rayas, puntos, cazoletas, etc.; b), acerca de los cantos de los bardos sobre ellas y sobre la religión, jaina o jina, en la que éstos ya no creían, por haber perdido sus claves iniciáticas; c), del origen concordado de todos los llamados monumentos célticos, gaedhélicos o prehistóricos, sobre los que tan en vano disputan nuestros arqueólogos, por empeñarse en emplear para ello el pobrísimo método positivista y no el analógico-teosófico a base de un previo conocimiento de religiones comparadas; d), de míticos personajes también, en los que está la clave del nexo conector atlante de las primeras civilizaciones de Europa, Africa y América, con personajes tales como Wotan, Nemedius, Hércules-Ogma, Erico o Erc, Amergin (de quien viene y no de Américo Vespucio el nombre actual del Nuevo Mundo), Ceirtne (que dió nombre, quizá, a las debatidas Cernes africanas), etc., etc.; e), de ciudades mágicas primitivas, es decir, de escuelas y misterios iniciáticos, tales como las fundadas por Hércules en Iberia y en otras partes, cuanto de sus lenguajes numéricos, sagrados o calcídicos; f), de éxodos, en fin, prodigiosísimos, que guardan relación y aun identifican el éxodo, del pueblo israelita con los de los pueblos mexicanos. Todo esto y mucho más se desprende de tan notable obra, hoy casi imposible de obtener y de la que vimos un ejemplar perteneciente a la biblioteca particular del difunto padre D. Fidel Fita, S. J., dedicado a él por el propio autor en 1872, y que, seguramente, obrará hoy en poder de la Compañía. Verdaderos hombres los Tuatha de Danand, tienen todas las características de los jinas, como se detalla en dicho cap. VII de De gentes del otro mundo. 62 Connai-cue, como Amergin y muchos otros nombres que juegan en estas cosas de los Tuatha, son perfectamente americanos. La batalla en cuestión, además, no es, como la de la Ilíada y tantas otras, sino un trasunto legendario de las cantadas en la epopeya del Mahabharata, o sea de las luchas atlantes entre los de la Buena y la Mala Ley. 63 Hay un viejo libro que podemos denominar de El judío errante, y es el Libro del destino de los hijos de Tuirin, o sea la gente solar, la gente jaina, puesto que Tuyria es uno de los mil nombres arios del Sol. Dicho códice bárdico es uno de los muchos códices irlandeses reeditados en la Edad Media que se conservan en varias Bibliotecas de Irlanda y que se enumeran en el capítulo VII de De gentes del otro mundo, donde puede verlo por extenso el curioso lector. Hay también, entre otras, una notable leyenda acerca del errante judío (pueblo, más bien que hombre), y es la de El holandés errante, que sirviera a Wágner para argumento de su drama musical El buque fantasma (tomo III de la Biblioteca de las Maravillas, cap. VII). En efecto, como allí se dice, la doctrina jaina primitiva, o de la Buena Ley, tiene que caminar siempre errante por el mundo, ocultando, como Helias o Lohengrin, "su patria y su nombre", mientras no caen sus enseñanzas en gentes leales, capaces de guardarlas y enaltecerlas. 64 Siempre la radical sánscrita brig, de la que antes nos ocupáramos, como base de tantos nombres sánscritos y occidentales relacionados con el concepto de la idea, la luz, el germen que se extiende". 65 Roberto Brenes Mesén, El canto de las Horas (San José de Costa Rica, 1911). 66 Este Lughaid, dada la procedencia gallega de las gentes de la Irlanda de entonces, es también, acaso, la raíz toponímica de pueblos españoles, tales corno Lugo (Galicia) , Lugones (Asturias), Lagos, etc. Desmond o Démon, acaso tenga relación asimismo con la palabra griega daimon o "espíritu inspirador", que tan conocida nos es ya en su primitivo significado, desnaturalizado hoy. 67 En cuanto a las "cámaras sepulcrales", grutas o cármenes de Erinn también cantadas por los bardos, no eran ellas tampoco sino lugares secretos de iniciación en los terribles misterios necromantes de los fir-bolgs, con sacrificios humanos análogos a los que el Padre Diego Durán nos describe, con cargo a los pueblos de América en su Historia de la tierra firme e islas de la Nueva España, a raíz de la conquista de este último país. Claro está que, más tarde y por fanatismo religioso, en lugar de iniciarse ya en misterios que se fueron perdiendo y de pasar por el consabido sepulcro en el que entonces como hoy yace inerte el candidato hasta que le resucita la voz y la Palabra Sagrada del maestro, dispusieron ser llevados después de muertos allí muchos reyes y personajes que antes, como profanos, no pasasen por el dicho sepulcro. Dicho sepulcro aún se ve en la pirámide de Gizeth y en otros muchos sitios iniciáticos aun de ciertas instituciones secretas modernas. ¿Qué mejor iniciadora, en efecto, que la muerte física? 68 Como que el simbolismo de lt era nada menos que los tres lados del triángulo simbólico desarticulados y puestos en forma de cruz, cual si se quisiese significar con ello q1,le con aquellas luchas la forma y la vida iban a acabar con el mundo, dado que si la cruz es sinónimo de dolor, destrucción y muerte, el triángulo, como elemento fundamental de toda forma geométrica, es sinónimo de vida. Claro es, por otro lado, que la cruz, como símbolo de muerte de lo inferior (la cruz formada por nuestro cuerpo físico perecedero), lo es también de glorificación y de promesa de otra vida en el país de la postcruz, que podríamos decir, o sea en el mundo del descanso cantado por los bardos como el país solar, el país de lt o de los amarillos avellanos o abedules mágicos, siempre opuesto a este nuestro bajo mundo tridimensional o físico, que, aun en el caso del pintoresco país de Lughaid, no tiene sino avellanos escarlata, es decir, bellezas tintas en la sangre de continuas víctimas, dado que en él la vida de la forma no se mantiene sino a costa de la destrucción continua de otras formas, de las que se alimenta aquélla. lt tiene también el significado de límite, o del "dios término" romano, y, en fin, el del "tema de la justificación" del que habla el capítulo de Lohengrin, en Wágner, mitólogo y ocultista. 69 Los casos jinas en la vida son, en efecto, no ya numerosos, sino infinitos. Repasad cuantos libros se han escrito relativos a espiritismo, telepatía, premoniciones, adivinación, etc., etc.; hojead los mil "casos extraños" que, con cargo a todos los tiempos, salpican aquí y allá nuestras bien intencionadas obras, especialmente Páginas ocultistas, cuentos macabros; recordad, en fin, las mil "cosas raras e inexplicables" que a todos y a cada uno de nosotros nos han acaecido en nuestras respectivas vidas, y comprenderéis lo exacto de nuestra aserción respecto de que el mundo jina está a nuestro lado mismo. 70 No olvidemos que estos pueblos, según las enseñanzas de Oriente, son contemporáneos de la época del mayor esplendor atlante, como los Tuathas, puesto que datan ellos de un millón de años próximamente, según demuestran con sus Anales y Cronologías. 71 Por eso también, los brahmanes, como iniciados, se dicen a sí mismos dwipas o "dos veces nacidos". El camino recto para llegar a ello es la yoga real, es decir, Raja Yoga o dominio de las pasiones, pasiones que nacen, como dijo Plutarco, de la unión del alma con el cuerpo. En Por las grutas y seltNu del lndostán hay numerosos detalles de. todo esto. Por eso, en fin, el jina o jaina no es sino un ser superior quien, por medio de la meditación y el conocimiento interno y externo, ha superado o trascendido ya al hombre ordinario; es decir, un superhombre, un hombre representativo, un héroe o semidiós, un iniciado, un genio, en suma, con arreglo a la propia etimología jina, un nacido dos veces, un hombre que aun antes de morir en cuerpo material, que diría San Pablo, ha nacido ya en cuerpo espiritual incorruptible e inmortal, gracias a la reforma de la santidad o de la yoga. Esto, por sí solo, podría ser materia para un libro. 72 No hay que olvidar respecto al gran reformador, que su nombre de "Gautama" (De gentes del otro mundo, t, I) es equivalente al de "conductor de la vaca", y hubo de tomarle el Divino Maestro Sakya-Muni, después que vivió dos años apartado del mundo y entregado a la meditación o yoga, viviendo sólo de la leche de la sagrada y simbólica Vaca astral, de la que tanto nos hemos ocupado en dicha obra. Cuando el Tatágatha retornó luego entre los hombres para enseñarles el Sendero de la Liberación de las cadenas de Maya "o Gran Ilusión", rutilaba como el sol en su plenitud, transfigurado, cual más tarde se transfigurase Jesús ante sm discípulos predilectos en el monte Tabor... Como, por otra parte, en diferentes pasajes de El Tesoro de los lagos de Somiedo nos hemos ocupado de ese misterioso pueblo buddhista asturiano conocido por los vaqueiros, procedería aquí determinar las conexiones de ellos y de otros pueblos vascos del Norte de España, con sus colonias irlandesas de los Tuathas de Danand. 73 Estas cuevas a que alude la Maestra son semejantes a otras muchas, como las de Karly y las de Bagh, de Por las grutas y selvas del Indostán. No hace falta, además, una gran perspicacia para comprender que el iniciático simbolismo de ellas es el mismo de la Pirámide egipcia y la gruta prehistórica por un lado, y por otro de las siete Cuevas de Aztlan a que las leyendas mexicanas del capitulo anterior se refieren. No hay pueblo alguno en la superficie del planeta que no tenga en su mítica filiación una cueva de éstas, ora sea el Antro lupercal de Remo y Rómulo, ora la "Cueva de los siete durmientes", de la gran revelación silenciaria de Mahoma, que más adelante transcribiremos, ora la de Sobrarbe, Ribagorza y Covadonga, de nuestra nacionalidad española, ora las. infinitas y curativas, mejor o. peor comprendidas, de las diferentes tradiciones vulgares religiosas: Asclepios, della Favella, Guadalupe, Lourdes, etcétera, etc... ¡Hasta en ello es grande la consabida Ley de Analogía, dado que, así, nuestro nacimiento espiritual o iniciático es a partir de una matriz; o cueva, igual que nuestro nacimiento físico! 74 Sad-dharmâ-lankâra nos suena así como a "Canon de la Verdad enseñada en el lago”, es decir, enseñanza iniciática dada a la manera de la de los Misterios griegos y de los predicaciones de Jesús, sobre la que le sería muy conveniente al lector consultar las páginas 207 y 208 de De Sevilla al Yucatán, viaje ocultista a través de la Atlántida (2a ed.) . 75 "Grian" es el "Grial" famoso de otras leyendas nórdicas: el Sol; el Sacro Vril o Viril, cuya conquista ha sido tema de tantos poemas. 76 Conocidos son ya los ataques durísimos e injustos lanzados contra H. P. B. por la Sociedad de Investigaciones Psíquicas, de Londres; pero como aquí no es lugar adecuado para rechazarlos, el lector hará bien en aplazar su juicio sobre ellos hasta que aparezcan libros, ya en prensa, encargados de pulverizarlos como merecen. Tome pues, buena nota de esto el inteligente y hábil escritor que, en sucesivos números de la revista jesuita Razón" Fe, se está haciendo eco, ya tardío, de estas injusticias, y digo tardío, porque es vano juzgar ya tan de ligero a una pobre muerta, que harto viva y vigorosa está en sus propias obras, cada día más admiradas y buscadas. Están ya en la edición 30ª. ó 40ª. , algunas de ellas, en Norteamérica. 77 Este detalle relativo a los todas es de un interés supremo, como iremos viendo, porque sirve de enlace a muchos problemas relativos a los Iniciados a Maestros de los diferentes tiempos y paises. Así tenemos, por ejemplo, que el secreto entero de la increíble fuerza física y moral del Sansón biblico se hacia estribar en su cabellera, a la que jamás tocara tijera o navaja alguna, razón por la cual la pérfida Dalila se dió trazas a dominarle, haciéndosela cortar mientras, extenuado por el placer, dormía entre sus brazos. Esto constituye un hermoso símbolo de lo que los placeres sensuales pueden contra el vigor de todos aquellos que aspiran a los sobrehumanos poderes taumatúrgico! de los Nazarenos o Adeptos. Tenemos también, por otro lado, que las palabras con las que en diferentes lenguas se designa a esos seres superiores están relacionadas con las de Nazar, Nazareno y Nazareth, palabras designadoras, no ya de un pueblo, una secta o una clase de hombres de nativa y no cortada cabellera, sino de todos los Iniciados a Maestros dichos, cosa de la que sacaremos el debido partido en próximos capítulos. 78 Este otro aventurero, al decir de la Enciclopedia, nació en Palenno (1743). o en Malta o en Medina, según otros. Protegido por el Papa y el cardenal Orsini, casó en 1769 con Serafina Feliciani, hija de un "budatore" fundidor de oro, o alquimista. Sus biógrafos le hacen correr todo el mundo con los extraños nombres de Tis-chío, Milissa, Belmonte, D'Anna, Fénix, Pellegrini, Bálsamo, Mesmer, Harut y Cagliostro, según consta en el célebre proceso sobre El collar de la reina, título luego de otra de las obras de Dumas. Goethe, el inmortal autor de la epopeya del Fausto, hizo grandes investigaciones acerca de él para su drama El gran copto, o. como si dijéramos, "el gran iniciado". Activo miembro de las Sociedades secretas que al fin, com3 dice Ragón, le desenmascararon, tuvo gran papel en el célebre asunto del orífice Marano; convivió íntimamente con Schrader, en Alemania, y en Inglaterra con el gran teósofo Georges Coston, cuyos manuscritos conoció Empleando su secreto de la piedra filosofal, salvó la vida del cardenal-arzobispo de Rohan. De él decía la baronesa de Oberkirch: "No era absolutamente bello, pero jamás vi fisonomía igual. Su mirada, más que profunda, era sobrenatural. Yo no sabría definir la expresión de sus ojos; eran, al par, el hielo y el fuego, influenciando de un modo irresistible, ya atrayendo, ya repeliendo." En Estrasburgo tuvo una legión de discípulos alquimistas... Preso, en fin, por la Inquisición, fué encerrado primero en la Bastilla, y después en la fortaleza de San Leone, de donde, condenado a muerte, fué salvado del modo misterioso que más al por menor se refiere en el citado comen tario segundo de nuestras Páginas ocultistas y cuentos macabros... Si- éste era el que pretendía ser discípulo, al modo como definía Tertuliano al demonio como "la mona de Dios", ¿cómo sería el Maestro Saint-Germain? Algo de tamaña personalidad que en dicho comentario le transcribe está detallado por la ingenua y bondadosa condesa de Adhemar. 79 Subrayamos esta palabra porque ya se comprenderá que el conde, como Adepto, estaba ya "más allá de la vida y de la muerte", como todos los seres del "mundo de la cuarta dimensión", que, a voluntad, pueden pasar al nuestro de la tercera, apareciéndose como pueden aparecerse todos los jinas. 80 5 De gentes del otro mundo, cap. l 81 Morú ("la pura") es una de las más famosas lamaserías del Lha-Ssa, emplazada precisamente en el centro de la ciudad. Allí reside el Shaberon, el TaleyLama, durante la mayor parte de los meses del invierno, mientras que en 108 dos o tres meses de la estación calurosa permanece en Foht-lla. En Moró se halla también el más importante establecimiento tipográfico del país. 82 El inca Garcilaso, autor de esta preciosa obra, nació en el Cuzco, en 1559, o sea ocho años después de la conquista de aquel vasto y poderoso Imperio, hecha por Francisco Pizarra. Mezclando en sus venas las más ilustres sangres de ineas y de españoles, fué hijo de Garcilaso de la Vega, uno de los más preclaros caudillos del conquistador, natural de Badajoz, nieto del primer conde de Feria, y biznieto del duque del Infantado. Descendía así, por linea paterna, del conquistador de Sevilla Garci-Pérez de Vargas, mientras que, por la linea materna, fué hijo de doña Isabel Coya -Coya, que quiere decir "reina inca"-, nieto del inca Huallpa Capac, biznieto de Huayna Capac, y sobrino del desgraciado Huáscar, el último rey de los incas, a quien usurpó el trono el bastardo Atahualpa, dando con ello origen a la guerra civil de sucesión, que precipitó, como es sabido, la caída del Imperio, bajo el embate y engaños de los conquistadores españoles. Vino por vez primera a España el inca Garcilaso de la Vega a los veinte años de edad. y veintiocho de la conquista, con el fin de defender a su 'padre, injustamente acusado de traición, dando lugar con ello, quizá, a la leyenda que después explotó tan hábilmente el Duque de Rivas para su admirable tragedia Don Alvaro o la fuerza del sino. Era un verdadero sabio y un corazón de oro, aunque algo débil de carácter, pues que con ocasión de escribir la Historia de la Florida, en la que estampó terminantemente la certidumbre que tenía en la resurrección -léase en la pluralidad de vidas-, dice: "Cuando hube escrito lo relativo a la resurrección, lo quité por obedecer a les de la Compañía de Jesús, Miguel Vázquez de Padilla, natural de Sevilla, y jerónimo de Prado, natural de Ubeda, que me lo mandaron así, y de allí lo quité, aunque tarde, por ciertas causas tiránicas, y ahora lo vuelvo a poner en su puesto, porque no falte del edificio piedra tan principal." (C. I, pág. 229, ed. Ortega, 1829.) Verdadero platónico, como encuadraba a sus mal encubiertas creencias incaicas, que son orientales, platónicas o teosóficas, tradujo los célebres Diálogos entre Philon y Sophia, de Philon Hebreo, los que dedicó a ese rey que se llamó Felipe II. Su obra, por otra parte, está apoyada, tanto en la más pura tradición inca de su línea materna, aún no borrada entonces por el aluvión de las nuevas ideas de los invasores, cuanto en las clásicas obras de Zárate, Herrera, Cieza, Gomara, Ercilla y los PP. Valera y Acosta, a los que, en diversos pasajes, menciona. La obra no fué impresa sino un año después de su muerte, o sea en 1617, en Lisboa, y de ella se han hecho varias ediciones. Nicolás Antonio, en su Biblioteca, la califica de "copiosa, elegante, curiosa, verdadera y segura"; y el implacable Feijoo la alaba igualmente en muchos pasajes de su Teatro Critico, principalmente en la carta última del tomo V. No debió de ser nunca la obra muy del agrado de la mojigatería española imperante en su siglo, tanto o más que en el nuestro, pues que Ortega el editor de ella en Madrid, 1829, hubo de estampar en el prefacio: "Confieso que no puede menos de causarme mucha admiración que obras de esta naturaleza, buscadas por los sabios de la nación, apetecidas de todo curioso, elogiadas, traducidas y publicadas diferentes veces por los extranjeros, lleguen a escasearse. El pobre inca, casi desde su nacimiento, ha sufrido esta fatalidad, no sólo antes de la reimpresión en 1722, sino también después de esta fecha. Antes andaban tan escasos sus Comentarios Reales, que, según el testimonio de don Gabriel Cárdenas, su editor, y autor del Ensayo Cronológico a la Historia de la Florida del Inca, aun adquiridos para copiados era dificultoso." La obra consta de dos partes, de las que la primera comprende nueve libros, con todo lo relativo al Imperio desde su fundación, y la segunda ocho, con lo referente a la conquista, hasta la solemne renuncia que hizo en Lima el inca don Diego Sayri-Tupac Amarú en favor de don Felipe II. El cuerpo del gran historiador y poeta yace en la Catedral-Mezquita de Córdoba, cual si un semejante te6sofo mereciese bien el dormir el eterno sueño al amparo de tres tan distintas religiones como son la cristiana, la mahometana y la inca. 83 La eterna grosería con que solemos interpretar los símbolos, funda toda. las teologías en otros tantos incestos o unión sexual de hermanos, degradando así el vinculo material de generación física, ese vínculo de iniciática fraternidad que liga a todos los grandes instructores de pueblos o fundadores de sus respectivas iniciaciones. En este último concepto espiritual, y no en aquella cretina acepción física, es como son hermanos y más que hermanos, por ejemplo, Capac, el Manú de los Incas, y su Coya, Sigmundo y Siglinda, del mito wa¡neriano, Osiris e Isis, del egipcio, etc., etc. En ello, además, estriba la diferencia entre la Magia Blanca y la Negra, como ha dicho H. P. B. 84 De Sevilla al Yucatán, tomo VI de nuestra Biblioteca de las Maravillas, página 120, de la 2a. edición. 85 Biblioteca de las Maravillas, tomo V, páginas 141 y siguientes. 86 La torcida metafísica eclesiástica fué adulterando este inefable e indescriptible concepto de Lo Incognoscible no-Creador -pues el crear es en sí un acto inferior-, con el de Pachayachacher o Pacharurac, "hacedor del cielo" para así pasar de la doctrina filosófica primitiva, purísima y gnóstica de la Emanación, a la grosera y antropomórfica de un Dios Personal que crea con "sus manos" a un Cosmos que es en sí Eterno. 87 Todo un mundo hay en estas palabras quechúas, o sea de la lengua real de los incas. Si pacha es universo, pachd, en lenguas finesas tales como el turco, equivale a señor: si camac en quichúa es "animar, dar pasión y vida", kamas es el mundo de la pasión en sánscrito, y cameloc o kama-loca es también el terrible mundo astral o "de la Bestia Bramadora" de las leyendas caballerescas; si a Pachacamac (sea como Dios Incognoscible o como Logos) no se le nombraba por los Incas, tampoco a ]ehovah se le nombraba por los hebreos. En fin. si al hombre racional, o que piensa, se le llamó runa, también se llama TUnas por los pueblos nórdicos a todas las inscripciones, o "productos del humano pensamiento". Así sucede con todas las demás palabras quichúas, por ejemplo, la del ucu, o centro de la Tierra, que es el orco latino (... "et anima illa evocat orcus" que dice Pausanias hablando de Herman, Hermes o el Dios Mercurio); la del valle vasco del Osco, Cosco o Cuzco, en que hubo de ser fundada la ciudad, porque cuantas palabras llevan la radical ask son vascas, y designan a la Tierra, lo mismo en Europa occidental que en América (Nebrasca, Alaska, etc.; ascos, Heteroscos, Etruscos, o de "otra tierra", Allpacam-asca, "tierra animada", etc.). todo ello sin contar las infinitas palabras con la raíz Hu, "dios" o "jina", tales como la de Huaca. 88 Henos, pues, de nuevo en el punto de partida, o sea de ese dios lt, Manú o Salvador,base de todas las teogonías post-atlánticas o post-diluvianas. cuyos mil nombres de Arjuna o Hari-culas. Hércules, Quetzacoatl. Manco-Capac, Odio, Dagón. Oanes Xishutros, etc.. tantas veces van citados en esta Biblioteca. Por eso convendría que, para lo relativo a este It, consultase el lector el capitulo X, tomo II de la misma. 89 Profundizando en los simbolismos incaicos, nos asombra el conocimiento ario que tenían de las leyes higiénicas. Así, la fiesta que, según Garcilaso, consagraban al Sol en el solsticio de estío (fiesta de Raymi, el Ra ario), revelaba la más profunda filosofía. En efecto, venidas gentes de todos los ámbitos del Imperio, y tras un riguroso ayuno de tres días, en los que ni siquiera se encendía fuego, al caer el primer rayo de sol sobre la fortaleza o acrópolis que dominaba, como en todos los pueblos arios, a la Ciudad imperial del Cuzco, un guerrero, armado de lanza, descendía a todo correr hasta la plaza mayor, frontera al Templo del Sol, donde le aguardaban otros cuatro guerreros también con sendas lanzas; el de la quinta lanza, representando al primer rayo del Sol y también al primer Fuego del Pensamiento, tocaba a las cuatro lanzas aquellas. Los respectivos guerreros, a todo correr, se alejaban hacia los cuatro puntos cardinales, para establecer cada uno contacto con otros cuatro lanceros, y éstos con otros cuatro, hasta la más remota lejanía, como si el sagrado fuego del Sol y del Pensamiento llegase, efectivamente, hasta los últimos rincones del Imperio, "purificándoles -decían- y alejándoles de todo mal", porque, en efecto, el Pensamiento emancipado y puro, Sol de nuestro Espíritu, como el Sol de los Cielos, es el mejor, si no el único médico... 90 Henos aquí de nuevo ante el mismo fenómeno mágico de la Roma sitiada por los galos, de la Covadonga atacada por los árabes y de tantas otras salvaciones "milagrosas" de los pueblos elegidos para grandes destinos en la Historia. 91 Los Collisuyu, varias veces mencionados por Garcilaso, eran los más terribles enemigos de los incas, porque se dedicaban a la primitiva Magia Negra atlante, con sus sacrificios humanos, sus sortilegios y hechicerías, y, sobre todo, con sus venenos. 92 En el célebre drama inca Ollantay, recientemente estrenado con grandísimo éxito en aquellos países, tremola gallarda esta generosidad verdaderamente jina o paternal de los incas. 93 Como que el principio básico de los Incas, según dice en otra parte el autor, era el de no desear para los demás lo que uno no quisiera para sí, cosa en la que no hubo de hacerles ventaja el mismo Cristianismo -mejor o peor entendido por los conquistadores-, pues, con semejante respeto a la Ley, hacían un hecho la frase del emperador romano ]uliano, transcrita por Ragón en su Orthodoxie Maçonnique, de que la Ley, como hija de la razón, es superior a todo hombre, porque aun el hombre más alto es una mezcla de razón y de pasiones. 94 Otros detalles más de estos sugestivos problemas. que aún no ha entrevisto la Astronomía de Occidente, se ven en nuestras Conferencias teosóficas, capítulo de .. Astrología y Astronomía". 95 Todo esto es otro vínculo de los incas con los pueblos pelásgicos. Así, se nos dice que Mayta Capac, el cuarto rey inca, unció su reinado con la sumisión del pueblo Tiahuanaco, por bajo de la gran laguna de Titicaca, y en ellos, entre otros edificios maravillosos, se encontró con un cerro o collado -pirámide hecho a mano, y tan alto, que causa admiración. "Para que la tierra amontonada en él no se corriese, fué sujetada con grandes cimientos de piedra. En otra parte estaban dos figuras de gigantes, entallados en piedra, y también una muralla de sillares y portadas, tan enormes, que parece imposible fuesen traídas hasta allí por hombres. Aumenta la maravilla de tales portadas el que son de una sola pieza y miden algunas 30 pies de largo por 15 de ancho y de 6 de grueso. Los naturales del país dicen que todos estos edificios y otros que nos describen son muy anteriores a los incas, y que oyeron decir a sus antepasados que tales maravillas aparecieron hechas en el transcurso de una sola noche, y que ellas no fueron sino como el comienzo de las que pensaban hacer los fundadores, según se consigna en el capítulo 105 de la obra de Pedro Cieza de León. Diego de Alcobaza, hablando de ello, me dijo que en el territorio tiahuanaco de Collao, junto a la laguna de Chuquivitu, existe un edificio grandísimo, con amplios salones y portadas de una sola pieza, que los indios dicen estuvo dedicado al divino Animador del Universo". (Ibid., II, capítulo VI). 96 Garcilaso nos dice que Huaca, de la raíz Hu "dios" o jina, es un nombre inca con multitud de significaciones. "Pronunciada su última sílaba en el velo del paladar, quiere decir ídolo, o dios inferior, pues los superiores ya hemos, dicho que eran el Dios Desconocido, el Sol, la Luna y las estrellas. Equivalia, por tanto, a "cosa sagrada o santa", o sean figuras de hombres, aves, etc., de oro y plata, ofrecidas al Sol; llamaban así también a los templos, a los sepulcros y, a cuantas cosas se aventajan a las demás en excelencia, rareza y hermosura, o sea que se salen de los humanos moldes, y, en fin, a la Gran Cordillera Andina, por igual razón, Pronunciada en cambio aquella sílaba en la garganta, quiere decir llorar", : Y fué tan admirablemente oriental y primitiva la lengua incásica o quichúa en sus orígenes, que hubo, por decido así, palabras "buenas" que jamás se emplearon para el mal, y, recíprocamente, otras malas nunca empleadas para el bien. Por ejemplo: hablando Garcilaso de Lloque-Yupanqui, el tercer rey inca, y de su sobrenombre excelso, equivalente a "contar, ponderar, enaltecer", debido a sus pasmosas virtudes, nos dice: "A quien pensase que el verbo Yupanqui, o "contar", también puede aplicarse a "contar maldades", empleándose en su doble aplicación a lo bueno y a lo malo, digo que aquel lenguaje inca no toma; nunca un mismo verbo para significar por él lo bueno y lo malo, sino sólo lo uno o lo otro; tomando para la idea o parte contraria, acude a otro verbo de contraria significación, como en este caso sería el verbo Huacanqui, que, hablando del mismo modo, tiempo, número y persona, quiere decir llorarás (contarás) sus crueldades, su insaciable avaricia, su general tiranía, sin distinguir sagrado de profano, y todo lo demás que se puede llorar de un mal príncipe". Y ya que de filología hablamos, hagamos constar que, según Garcilaso, la palabra Manco, del nombre del primer inca, Manco-Capac, no tiene significación alguna en lengua quichúa. ¡Como que no es sino una corrupción de la sánscrita de manú, o "conductor de hombres"! Así, Manú-Capac significa, también por esta última palabra de "capac", el hombre superior, el semidiós o jina, el hombre del Norte, "rico en las más altas prendas; el poderoso, no en oro, sino en virtudes", como Garcilaso dice. 97 La Doctrina Secreta, de H. P. B., se expresa respecto de Narada en estos términos: "De todos los caracteres incomprensibles en el Mahabharata y en los Puranas, Narada, el hijo de Brahmâ, es el más misterioso. A pesar de su título de Deva-Rhisi, le vemos maldecido por Daksha y hasta por Brahmâ y tratado en las obras exotéricas con epítetos tan poco satisfactorios como los de Kalikaraka (enredador), Kapivaktra (cara de mono), Pishuna (el espía), etcétera. Al propio William Jones, traductor del Vishnú Purana, le hizo mucha impresión este carácter misterioso, por lo que pudo colegir de sus estudios sánscritos, y le comparó con Hermes y Mercurio, llamándole "el mensajero elocuente de los dioses", el "Angelos" griego, una especie de Logos activo que constantemente aparece o reencarna, un "Enviado o Mesías", como diría el Dr. Kenealy. Narada, en efecto, es uno de los pocos caracteres prominentes que visitan las llamadas regiones inferiores del Pâtâla"; es decir, América del Sur, como antípoda de la Ariana. 98 3 He aquí algunos apuntes relativos a esta riqueza, según Garcilaso, apuntes {;omplementarios de los que llevamos dados en De gentes del otro mundo: Las cuatro paredes del templo del Cuzco estaban cubiertas de arriba abajo por planchas y tablones de oro, y en el testero, que podríamos llamar altar mayor, aparecía la figura del Sol, hecha en otra plancha de oro de doble grueso, y, por cierto, que el caudillo Mancio Sena de Leguizano, a quien le cupo en suerte el profanar aquel despojo augusto, con arreglo a nuestra tan civilizada costumbre del juego, hubo de jugarle y perderle en una sola noche, dando lugar, quizá, con ello al famoso refrán de "se ha jugado el Sol antes de que amanezca", Embalsamadas, no se sabe cómo, aparecían en aquel lugar las momias de todos los reyes incas, y las puertas del templo se hallaban cubiertas asimismo por gruesas planchas de oro que las hacían brillar a gran distancia. Pasado el templo, había un claustro de cuatro lienzos con una cenefa de un tablón de oro de más de una vara de ancho, A esta Cámara del Sol seguía la de la Luna, toda forrada de plata, y que venía, probablemente, a servir de cámara iniciática de las mujeres, a manera de las Cámaras de Adopción de ciertos ritos secretos modernos y exornada de igual modo con las momias de las Goyas o reinas incas. De la. demás cámaras secretas, tales como las de las pléyades, Cabrillas o Atlántida. -centro del Universo galáctico, como antes dijimos-, los autores guardan con más significativo silencio, sin duda, porque sus secretos inviolables -relacionados con la herencia de otros pueblos más viejos, tales como los de los hermanos Ayar, de la laguna originaria de Titicaca, y el primitivo pueblo jina o Tiahuanaco- no podían haber sido alcanzados por aquéllos, o bien habían hecho el consiguiente juramento de silencio, con arreglo al notable precepto de Jesús de "no deis los tesoros del Reino de Dios a los cerdos"...Por el mismo tenor que el del Cuzco estaban adornados los numerosos templos de las diversas regiones, Por ejemplo, el Padre Blas Valera. hablando del de Titicaca, que no cedía ante aquél en riquezas ni esplendores, dice que de su decorado sobró tanto oro y plata, según le dijeron los indios de Copacabana, que se habría podido hacer cómodamente otro templo igual de tamaño, y por completo de oro, sin mezcla de otros materiales, desde el cimiento hasta la cumbre, Todo ello, por supuesto, a la llegada de los españoles fué arrojado a la laguna Titicaca, a la de Orcos y a otras, o enterrado en galerías cegadas hoy y sepultadas bajo verdaderos amontonamientos geológicos, en espera de ser sacadas algún día a la luz del sol para beneficio de la humanidad. cuando ella por sus virtudes y por el acertado uso del mismo se haga acreedora a ello. lQué se ha hecho, en efecto, hasta hoy con lo robado a aquellos felices pueblos? El anillo del nibelungo, de Wágner, en que el "oro del Rhin" es robado sucesivamente por los enanos, los dioses, los gigantes y los hombres, en el más terrible de los karmas malditos, hasta cerrar el ciclo con su devolución al Padre-Río, no. es sino el más acertado simbolismo imaginable para recordamos siempre los despojos de los españoles a los incas, los de los corsarios ingleses, holandeses, etc,. a los españoles, hasta llegar a nuestros días, en los cuales la más espantosa de las guerras por el oro ha traído a las cajas del Banco nacional de España la casi totalidad del oro que no ha vuelto ya a América por la misma causa", ¿Qué cabe, pues, añadir a esto? Sólo la frase evangélica de que "el que tenga oídos para oir, que oiga". 99 Los capítulos I y II del Génesis, en efecto, describen los primeros días del hombre en el Paraíso Terrenal o Mundo Jina, en estos términos: "Ellos, los Elohim (o Hueste colectiva de Creadores, a la que los judíos llaman, en conjunto, Jehovah o Dios), dijeron: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y tenga el dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre las bestias y sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se mueve sobre la tierra". Y crió Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios le crió; macho y hembra los crió. Y bendíjolos Dios diciendo: "Creced y multiplicaos, y henchid la tierra y sojuzgadla y tened señorío sobre los peces de la mar y sobre las aves del cielo y sobre todos los animales que se mueven sobre la tierra", Y dijo Dios: "Ved que os he dado toda planta que produce simiente sobre la tierra y todos los árboles que tienen en sí mismos la simiente de su género, para que os sirvan de alimento, y a todos los animales de la tierra y a todas las aves del cielo y a todos los que se mueven sobre la tierra y en los que hay ánima viviente, para que tengan qué comer". Y fué hecho así... El Sefior Dios no había llovido sobre la tierra, sino que subía de la tierra una fuente que la regaba... y había plantado el Sefior, desde el principio, un paraíso de deleite, en el que puso al hombre que había formado. Y produjo el Señor Dios de la tierra todo árbol hermoso a la vista y suave para comer, el árbol también de la Vida en medio del Paraíso y el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Y salía del lugar del deleite un río para regar el Paraíso, repartiéndose en cuatro grandes brazos... Tomó, pues, el Señor Dios al hombre y púsole en el Paraíso del Deleite para que lo labrase y lo guardase. Y mandóle, diciéndole: "De todo árbol del Paraíso comerás. Mas del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal no comas, porque en . cualquier día que comieses de él, de muerte morirás..." Viene después en el texto el desdoblamiento del Adán andrógino en sexos y la consiguiente formación del Adán y la Eva humanos propiamente. dichos, con la tentación de la serpiente, quien les induce a adquirir la mente comiendo del Árbol, de la Ciencia del Bien y del Mal. Luego, el bíblico texto continúa diciendo en el capítulo III: "Entonces, al comer la fruta, fueron abiertos los ojos de entrambos, y echando de ver que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera, haciéndose delantales. Y habiendo oído la voz del Señor, que se paseaba en el Paraíso, al aire, después del mediodía, escondiéronse Adán y su mujer de la presencia del Señor Dios en medio del Paraíso, y llamó el Señor a Adán y díjole: "¿En dónde estás?" Él respondió: "Oí tu voz en el Paraíso y tuve temor porque estaba desnudo y escondíme". Y díjole: "¿Y quién te ha dicho que estabas desnudo sino el haber comido del árbol que te mandé que no comieras?" Y dijo Adán: "La mujer que me diste por compañera me dió del árbol y comí". Y dijo el Señor Dios a la. mujer: "¿Por qué has hecho esto?" Ella respondió: "La serpiente me engañó y comí". Y dijo el Señor a la serpiente: "Por cuanto has hecho esto, maldita eres entre todos los animales y bestias de la tierra; sobre tu pecho andarás, y tierra comerás todos los días de tu vida. Enemistades pondré entre ti y la mujer y entre tu linaje y su linaje; ella quebrantará tu cabeza y tú pondrás asechanzas a su calcañar". Dijo alli. mismo a la mujer: "Multiplicaré tus dolores y tus preñeces; con dolor parirás los hijos' y estarás bajo la potestad de tu marido, quien tendrá dominio sobre ti". Y a Adán le dijo: "Por cuanto oíste la voz de tu mujer y comiste del árbol prohibido, maldita será la tierra en tu obra; con afanes comerás de ella todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá y comerás la yerba de la tierra. Con el sudor de tu rostro comerás tu pan, hasta volver a. la tierra de la que fuiste formado, porque polvo eres y en polvo te convertirás". Y llamó Adán a su mujer con el nombre de Eva, por cuanto iba a ser madre de todos los vivientes. Hizo también el Señor Dios a Adán y a su mujer unas túnicas de pieles, y vistiólos. Y dijo: "He aquí que Adán se ha hecho uno de nosotros al conocer el bien y el mal: ahora, pues, porque no alargue quizá su mano y tome también del Árbol de la Vida y coma y viva para siempre, echémosle". Y echólos el Señor Dios del Paraíso del Deleite para que labrase la tierra de la que fué formado. Y delante del Paraiso puso querubines de fuego con espadas que arro. jaban llamas, y andaban alrededor para guardar el camino del Árbol de la Vida". 100 Wágner, mitólogo y ocultista, págs. 355 y siguientes. 101 Wágner, etc., tít. III, capitulo de Sigfredo. 102 Leído exotéricamente, o tal como está escrito, el capítulo IV del Génesis relativo a Caín y Abel, es un tejido de contradicciones, nos dice H. P. B. en lsis sin velo. ¿Cómo, en efecto, pudieron resultar más gratas a Jehovah las sangrientas ofrendas de Abel de las "grosuras de sus ganados" -cosa que suponía el cruento y execrable sacrificio de ellos, amén del absurdo régimen carnívoro que las dulces y sencillas ofrendas de Caín, consistentes sólo en los frutos espontáneos de la tierra y en aquellos otros arrancados a ella por el abnegado trabajo del labrador? ¿Cómo preferir Jehovah, dentro del régimen semítico de la primogenitura, al pastor Abel, el segundogénito, cuyo nombre hebraico significa vanidad (Scío, nota 14), sobre el primogénito Caín, aquel In-ca o "Sacerdote. Rey", al tenor de la eterna etimología, al que el versículo 1 llama "el hombre divino", el jina, al decir he adquirido un hombre de Dios, o "un hombre por Dios"? Sin embargo, cuando, guiados por la enseñanza esotérica u ocultista, sentamos la base de que el decantado y cruelísimo Jehovah, "que viste injustamente las culpas de los padres sobre los hijos hasta la cuarta generación", no es sino un dios de tribu, una especie de elemental sangriento, todo se explica correctamente; Caín sería entonces el prototipo de la raza jina, o superhumana, y Abel, la representación de la "vanidosa" e ignorante raza humana propiamente dicha, sometida siempre a aquella otra raza superior, tanto por la primogenitura de aquélla, cuanto por el texto del versículo 7, que dice: "Los apetitos (las pasiones) de Abel estarán, oh Caín, en tus manos, y tú serás el eterno señor de él", y por las frases de los versículos 12, 14, 15 Y 16, en que dice Jehovah a Caín: "maldito y fugitivo serás sobre la tierra..., y yo pondré sobre ti una señal -la señal del iniciado- para que nadie pueda matarte, y habitarás en la tierra hacia el lado oriental del Edén"; es decir, en región separada, elegida, escondida de toda humana pesquisa hacia el lado del Oriente, de donde siempre viene toda luz. Por otra parte, se explicaría también por qué la sabia progenie de Caín, que vemos representada después del Diluvio en todos los artistas, alcanza a echar las bases de toda superior cultura, fundando con él la primera ciudad jina, o de Heinoch o Henoch (versículo 17), frente al ocioso y depauperante pastoreo de Seth-Abel, ciudad de elegidos, a la que el mismo Henoch, hijo de Caín (y hecho luego un personaje aparentemente distinto como hijo de Jared, biznieto de Cainan y segundo tataranieto de Seth en el capitulo siguiente) , fué llevado por el propio Dios, después de vivir en la tierra entre los hombres (cual tantos otros Adeptos, o Enviados) nada menos que un largo periodo simbólico de trescientos sesenta y cinco afios, o sea un ciclo superior, un año en el que son meros días los arios de los hombres (Génesis, V, 23), ni más ni menos que aquellos "días de arios" que vivían con las más asombrosas de las longevidades los antecesores de los aztecas a que se refiere la famosa expedición de Moctezuma a la tierra jina o patria de sus mayores que hemos descrito en el anterior capítulo. Por supuesto, que todas las llamadas generaciones de Adán, "0 de los patriarcas", ni más ni menos que las mil cifras contenidas en el Libro de los Números (copiadas del libro de igual nombre caldeo), no son sino la expresión, velada y trastrocada, de sendos períodos cosmológicos, astronómicos y humanos, como un estudio detenido de la Kabala nos lo puede demostrar. 103 Esta aria ciudad de Rama, tantas veces citada en la Biblia bajo el nombre de Ramoth de Galaad, aparece también en el capítulo IX del libro IV de Los Reyes, con motivo de la consagración de jehú, el hijo de Josaphat, como rey de Israel, consagración mandada hacer por el profeta Eliseo, para que destruyese luego por entero la impía casa de Achab y de Jezabel la hechicera (IX, 22). devorada por los perros junto a los propios muros de su palacio. 104 Véase la leyenda en nuestro tomo II, cap. III. 105 Es cosa singular la de que todos los grandes pueblos del pasado ario, antes de gobernarse por reyes, como los atlantes, se gobernasen por jueces, es decir, las más de las veces, por jinas o Maestros. 'Tal aconteció con Israel, con Cartago (los Sufis), con los celtas e iberos (Sacrovires, Viriatos), con la Roma consular, etc. Esta es una de las características mayores de los pueblos arios primitivos, hasta de los que más habían adulterado ya su carácter ario, como el pueblo hebreo. Por supuesto, estas cosas escandalizarán a los etnólogos que siguen al pie de la letra la falsa clasificación de los pueblos troncales en arios, semitas y turanios. A partir de la catástrofe atlante, en efecto, todos los pueblos son arios, pero no todos conservan con igual pureza este su carácter, y algunos, como los llamados semitas, casi le han perdido ya por completo a causa de su materialismo. 106 Como que el Caballero Helias, Helio, Ellas y Eliú. figura en todas las antiguas teogonías. Véase el capítulo "Lohengrin" del Wágner mitólogo, y el de los "Mitos", en nuestras Conferencias teosóficas. 107 La frase bíblica relativa a la operatoria empleada por Elías en tamaña resurrección, es: "Y acaeció que cayó enfermo .el hijo de aquella mujer y la enfermedad era muy recia, en tal grado, que quedó sin respiración. Dijo, pues, ella a Elías. "¿Qué te he hecho yo, oh varón de Dios? ¿Has entrado en mi casa para que se renovase la memoria de mis pecados y que matases a mi hijo?" Y Elías le dijo: "Dame a tu hijo". Y tomólo de su seno y llevóle a la cámara donde él estaba y lo puso sobre su cama. Y clamó al Señor, y le dijo: "Señor Dios mío, ¿ni aun a la viuda que me sustenta del modo que puede has dejado de afligir quitando la vida a su hijo?" Y tendióle y se midió tres veces sobre el muchacho, y clamó al Señor, diciendo: "Señor, vuelva, te ruego, el alma de este niño a sus entrañas". Y oyó el Señor la voz de Elías, y el alma del niño tomó a entrar en él y revivió. Y tomó Elías el niño y bajólo de su habitación al cuarto bajo de la casa, y entreg61e a su madre, diciéndole: "Aquí tienes vivo a tu hijo". Y respondió a Elías la mujer: "Ahora reconozco en esto que ti'! eres varón de Dios, y que la palabra del Señor es verdadera en tu boca". Este procedimiento de resurrección practicado por Elías, lo vemos luego reproducido por Elíseo, su discípulo (IV, Reyes, IV, 8-37), con el hijo de la Sunamita, que le habla dado albergue en su casa, y por cierto que la dicha operación está más detallada aún con estas frases: "Se paseó primero por toda la casa una vez: luego cerró tras si la puerta (hizo el circulo mágico), e hizo oración al Señor; después echóse sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, sus ojos sobre los ojos, y sus manos sobre las manos del niño, encorvándose sobre él, hasta que el calor natural tomó a la carne de éste y abrió los ojos, llegando a bostezar (o a estornudar) siete veces". Quien quiera más detalles de esta operatoria mágica, perfectamente. conocida por todos los Adeptos de Oriente, puede ver el estudio que el verídico y bueno del coronel Olcott hace acerca de las personalidades múltiples, "las resurrecciones" y "las tomas de nuevos cuerpos", al diseñar la tan complicada personalidad de H. P. B., en su Old diary leaves. (Historia auténtica de la Sociedad Teosófica, serie 2ª.). Por supuesto que semejante acto de Magia Blanca, comunicando Elías algo de su propio espíritu vital al niño para obligar al alma de éste a que retornase a su cuerpo, es diametralmente opuesto a aquel otro de Magia Negra, tantas veces visto en el mundo, y por el cual el impúdico rey David, el que desnudo danzó delante del Arca de la Alianza, con gran escándalo hasta de su propia esposa Michol (n, Reyes, IV, 14-23), sintiéndose ya viejo y pobre de fuerzas, se hizo buscar, "para entrar en calor", a la jovencita Abisag, llevándola a su lecho para vampirizarla, robándole necromantemente la vida... ¡Y este pasaje es tenido por intérpretes positivistas, cual Scío de San Miguel, como una imagen del amor entre Cristo y su Iglesia!... (III, Reyes, 1, 1-4). 108 El texto del versículo 28 del cap. XVIII añade, al hablar de estos vanos esfuerzos de los sacerdotes de Baal, que "daban estentóreos gritos, y, conforme a su rito, se sajaban con cuchillos y lancetas, hasta quedar bañados en sangre", ni más ni menos que en ciertos ritos paganos, conservados entre los disciplinantes cristianos de la Edad Media y aun de la Moderna, y más aún entre los issauas y hamatchas musulmanes. 109 Este notabilísimo pasaje de la scenopegia israelita después de la cautividad. está descrito en el Libro II, cap. 1, de los Macabeos, y comentado en la página 38 Y siguientes de nuestro libro De gentes del otro mundo. Equivale además a la evocación de Logo o "el Fuego Sagrado", hecha por Wotan en La Walkyria. Desde luego que estas y otras interpretaciones, más o menos simbólicas, no pueden extrañamos. El mismo Scío de San Miguel, como todos los intérpretes de las Escrituras, habla muy alto del gran simbolismo de las Escrituras. Así, en la introducción al Éxodo, nos dice que: "Si entramos a contemplar y registrar más de cerca lo que, como en figura, aconteció al pueblo judío en su peregrinación por el desierto, hallaremos que en la esclavitud de este pueblo se simboliza o figura la que el mundo sufrirá bajo el tiránico yugo del demonio -o sean, por mejor decir, los elementales, de que hablan ocultistas y teósofos-, Y los violentos y pertinaces esfuerzos que ha hecho siempre y continúa haciendo este común enemigo de los hombres, para que no se le escape de las manos la presa que una vez llegó a entrar .en su poder... Así, en el mar Rojo, se simboliza el bautismo, en el que quedan sumergidos todos los pecados que se representaban en los egipcios, perseguidores de los israelitas; la columna de fuego que les alumbraba de día, y la nube que les hada sombra de noche, significa la gracia del Señor, que nos cubre y defiende, causando terror a nuestros enemigos; el maná era la figura de la Eucaristía, y la Ley del Sinaí lo era. a su vez, de los dones que comunicó a los apóstoles el Espíritu Consolador; el sacerdocio de la nueva Ley, el culto exterior de la religión con todo lo que pertenece a la vida espiritual, y casi todos los sacramentos de la Iglesia presente, se registran viva«lente sombreados y figurados en el Éxodo. Véase la epístola l de San Pablo a los Corintios (X, 6, 11) cuando dice "que todas estas cosas fueron hechas en figura o símbolo..." Por tanto, el que al leer el Testamento Viejo desee penetrar el sentido de la letra y el objeto a que miran todas ellas, debe estudiar y meditar con particular cuidado las epístolas de San Pablo, que es en donde se halla repetidas veces la explicación de todas estas sombras y figuras...” Si, pues, todas las cosas que se nos narran de los israelitas tienen un simbolismo, lícito le será a nuestra ciencia el seguir investigando simbólicamente. como lo hacemos. 110 "Ieba, el viejo, y Hamnuna, el viejo, dice H. P. B., fueron "los sabios predecesores" a los que alude repetidas veces Simeón Ben-Iochai en su Zohar. Este cabalista sin par (hacia el siglo I, o antes) conocía la iniciación final en los terribles secretos de la Mercaba y de la Gemara, poseídos por los tananim. Esto, grandes secretos son resultado de milenios enteros de estudio y propiedad colectiva de los Adeptos en todas cuantas naciones existen bajo el. Sol. Jamás han sido ellos escritos, sino que se han dado siempre "de la boca al oído", al tenor de la frase masónica. Semejante "Palabra" no fué poseída por nadie en Europa desde el siglo VII hasta el XV, y si bien antes de Paracelso habían existido alquimistas, este sabio fué el primer europeo medioeval que pasó por la verdadera iniciación, cuya última ceremonia era la que confería al Adepto "el poder de dirigirse hacia la zarza ardiente de la tierra sagrada, y el de fundir el becerro de oro, reducirle a polvo y disolverle luego en agua"; agua mágica que, como la "Palabra perdida", tuvo el don de resucitar a más de un Adoniram, Gedaliah e Hiram-Abiff, anteriores al propio Moisés". 111 Ciudad sagrada entre Sichem (o Psiquem) y Samaria, o, romo si dijéramos, "en un sitio inaccesible para los profanos perseguidores". 112 Nombre medo del más célebre elemental de las concupiscencias. 113 Henos aquí frente a frente con un mito hebreo que tiene sus concordantes en todos los países de la Tierra, especialmente en Caldea, con el Pez Oanes o Dagón, el gran Instructor salido del mar, y cuya palabra era medicina al par para el cuerpo y para el espíritu, y en España con la leyenda de Juan el Pescador, que hemos glosado en los "Mitos" de nuestras Conferencias teosóficas. Los numerosos "peces" de Las mil y una noches, los del Evangelio de San Mateo (IV, 18-22) Y tantos otros relacionados con el Ictius simbólico de los primeros cristianos, en representación del signo zodiacal de este nombre, reconocen igual origen terapeuta o salvador, más aún de los males del espíritu (pecados) que de los del cuerpo. 114 Este recuerdo de la convivencia de los "jinas" o ángeles con los hombres, de los que tan rico se muestra el Génesis, es merecedor de un más detenido estudio, que hoy no nos permite la extensión del presente libro. Esta convivencia, aunque subjetiva e interior, es un hecho constante en el alma del justo, aun en esta vida. 115 El texto de semejante alianza segunda aparece consignado en el capitulo XXIX de dicho libro, donde se dice: "Estas son las palabras de la alianza que mandó el Señor a Moisés que estableciese con, los hijos de Israel en la tierna de Moab, además de aquella otra que con ellos hizo en el. monte Horeb". 116 San Gregorio, entre otros, se ocupó del Libro de Job en sus Morales. Un códice muy notable y de escritura visigótica ha sido estudiado recientemente por don Agustín Miralles Carlo, en la revista Filosofía y Letras (febrero, 1918). 117 Para completar las referencias a estos personajes, véase el capítulo consagrado a "Lohengrin" en nuestro Wágner, mitólogo y ocultista, y el tomo 1 de las Conferencias teosóficas en América del Sur, capítulo de "Religión, Leyenda y Mito". No hay casi un cuento de Las mil y una noches en que no salgan a relucir también semejantes protecciones en los momentos de la suprema angustia, protecciones todas deparadas por los jinas o genios. 118 Respetuosos con la Religión oficial del Estado español -aunque protestando como filósofos de que el Estado, como "ficción jurídica" que es, pueda tener religión alguna-, hacemos, puede decirse, este capítulo con sólo textos ajenos y sin los comentarios acostumbrados, La cultura y buen juicio de los lectores sabrá, por otra parte, suplidos. 119 En el capítulo XI del Evangelio de San Mateo se habla de Juan el Bautista como de un verdadero jina, un hombre celeste, un semidiós, superior a los profetas, pues que Jesús mismo dice de él: "Ciertamente os digo que él es mucho más que un profeta, pues que de él es de quien está escrito: "He aquí que yo envío mi ángel ante tu faz, para que vaya delante de ti aparejándote y desbrozándote el camino". "Entre los hombres nacidos de mujer, no se levantó otro mayor que él, aunque él es menor que el que menor sea en el reino de los cielos; y si le queréis, pues, recibir, sabed que él es aquel Elías que se nos dice ha de venir... ¡El que tenga oídos para oír, que oiga!" Esto enlaza a los dos grandes personajes hebreos, Elías y Juan, en uno solo. 120 El feroz Abdallah, bajá de San Juan de Acre, creyó morir de espanto por haber visto a Elías en sueños. En los cuadros de las iglesias cristianas se le representa rodeado de cabezas cortadas, y de él, en fin, tienen gran miedo los musulmanes. 121 "Jesús, en efecto, fué llamado nazareno "por la forma de su no cortado pelo", más bien que por proceder de la aldeita de Nazareth. Los nazarenos hacia ciento cincuenta años que vivían como discípulos de Elías y de Elíseo en las orillas del Jordán y del Mar Muerto, según Plinio, quien agrega que el Zaratus nazareno era el propio Zoroastro caldeo, y Nazareth o Na-zaruan equivalía etimológicamente en caldeo a "el Anciano de los Días". En indostano, nazar significa videncia, es decir, la visión preternatural como cualidad típica que es propia de los Iniciados todos, cualesquiera que sean su origen y su grado respectivo. "Dunlap, en su Sod, el Hijo del hombre (pág. X), dice, apoyándose en la autoridad de Lighfoot, que a Jesús se le denominaba Nazaraios aludiendo a su humilde y pobre condición externa, porque nazaraios significaba separación. alejamiento de los demás hombres". La verdadera significación de la palabra nazar es la de "consagrado por sí mismo al servicio de Dios", y viene del nombre de la diadema o emblema que exteriormente revela tal consagración. Así, José era llamado un Nazar (Gén. XLIX, 26), e igualmente que él son descritos Sansón y Samuel. Porfirio, hablando de Pitágoras, dice que fué purificado e iniciado en Babilonia por Zar-adas, el jefe del colegio sagrado. ¿No puede suponerse, por tanto, que el Zoro-Aster era el nazar de Ishtar, el Na-lar-Ad o Zar-adas? Ezra era un sacerdote hierofante, y el primer colonizador hebreo de la Judea fué Zeru-Babel, o sea el Zoro o nazar de Babilonia. Los nazares o profetas, lo mismo que los nazarenos, eran una casta contraria a los misterios báquicos, hasta un extremo tal, que, de igual modo que todos los profetas iniciados, se atenían sólo al espíritu simbólico de las religiones, oponiéndose a las idolátricas v exotéricas prácticas de la letra muerta. De aquí la frecuente lapidación de los profetas por el populacho, dirigido por aquellos sacerdotes, para quienes las supersticiones populares constituían un provechoso medio de vida. En cambio, los nazares iniciados vivían en comunidades monásticas, en las orillas del Mar Muerto, a imitación de los monjes buddhistas, siguiendo la regla de vida de los adeptos de todos los tiempos; y los discípulos de Juan eran sólo una rama disidente de los esenios. Por tanto, no podemos confundir a estos nazares con aquellos otros de los que se habla en el Antiguo Testamento, y que fueron acusados por Oseas de haberse consagrado a Bosheth, lo cual implicaba la mayor de las abominaciones. El inferir, como hacen algunos críticos y teólogos, que esto significaba el apartarse uno mismo de la castidad o continencia, es, o pervertir a sabiendas la verdadera significación, o ignorar completamente el idioma hebreo. La secta nazarena, pues, existía mucho antes que las leyes de Moisés, y tuvo su origen entre el pueblo más enemigo de los "escogidos" de Israel, esto es, en el pueblo de Galilea, la antigua mezcolanza de naciones idólatras en donde estaba edificada Nazara, la actual Nazareth, donde los antiguos nazaria o nazifeates celebraban sus "Misterios de Vida" o "Asambleas", al tenor de como aparece actualmente expresado en el Codex Nazaraeus (11, 305), o sea, como los sagrados misterios de la iniciación citados por Luciano (De Syria Dea) como completamente distintos en su forma práctica de los Misterios populares que se celebraban en Byblos en honor de Adonis. Mientras que los verdaderos iniciad05 de los desterrados galileos adoraban así al verdadero Dios y gozaban de visiones trascendentes, el pueblo escogido, como expone el propio Ezequiel en su capítulo VII, y otros profetas, se entregaban a ciertas vergonzosas abominaciones, de las cuales éstos les acusan tan profusamente. Para admitir esta verdad, apenas se necesita ser un erudito hebraísta: léase, si no, la Biblia en su propio idioma, y medítese acerca de ciertos "santos" profetas. Así se explica también el odio de los últimos nazarenos hacia los judíos ortodoxos, adoradores de Baco Jehovah... Los nazarenos más antiguos, descendientes de los Nazars de la Escritura, y cuyo último caudillo importante fué Juan el Bautista, eran, sin embargo, respetados, y nadie los molestaba. Hasta el mismo Herodes "temió a la multitud" porque consideraba a Juan como a un profeta (Mateo, XIV, 5); pero los secuaces de Jesús se adhirieron a una secta, que se convirtió en una espina aún más aguda en su costado. Apareció ésta, en efecto, como una herejía dentro de otra herejía, porque, al paso que los nazars de los antiguos tiempos, los "hijos de los profetas", eran cabalistas caldeos, los adeptos de dicha nueva secta disidente se presentaron como reformadores e innovadores desde el principio. La gran semejanza descubierta por algunos críticos entre los ritos y observaciones de los primitivos cristianos y los de los esenios, puede así explicarse sin la más leve dificultad". 122 "El nombre de esenios, dice la Maestra, viene de Essaioi y Asaya, "un médico". Lucas, que era médico, es designado en los textos siriacos con el nombre de Asaia, el essaiano o esenio. ]osefo y Filón, el judío, han descrito convenientemente esta secta para que nos quede ya la menor duda de que el reformador nazareno Jesús, después de educado en el desierto e iniciado en los Misterios, prefirió la vida libre e independiente de un nazaria errante, y separado así o desnazarenizado de ellos, se convirtió en un terapeuta viajero, un curador o un nazario, pues que todo terapeuta, antes de abandonar su comunidad, tenia que hacer lo mismo. Además, los esenios, igual que Juan el Bautista, predicaron "el fin de los tiempos"; es decir, una nueva progenie como la cantada en la égloga cuarta de Virgilio, lo cual prueba que conocían los cómputos secretos de sacerdotes y cabalistas, los cuales, juntamente con los jefes de las comunidades esenias, eran los únicos que poseían la clave de los ciclos, y eran cabalistas y teurgistas (Véase Munk, Palestina, pág. 525). "Dunlap, con gran acierto, hace remontar el origen de los esenios, nazarenos, dositheanos y otras sectas a una época anterior a la de Cristo. "Ellos, dice, renunciaban a los placeres, despreciaban las riquezas, se amaban fraternalmente entre sí y más que las demás sectas, no pensaban en el matrimonio, considerando como una virtud el dominar las pasiones". Estas eran asimismo las virtudes predicadas por Jesús; y si tenemos que tomar a los Evangelios como un modelo de verdad, Cristo era un metempsicosista o reencarnacionista también, al igual de estos mismos esenios que se presentaban como pitagóricos en todas sus doctrinas y costumbres. Jámblico (Vida de Pitágoras) asegura que el filósofo de Samos pasó algún tiempo con ellos en el Carmelo. En sus discursos, Jesús habla siempre en parábolas y metáforas, costumbre esenia y nazarena, nunca seguida por los plileos. quienes, por el contrario, se admiraban de ello". 123 Las palabras subrayadas son ligeras interpolaciones que nos permitimos hacer en el texto. para adaptarle a nuestra idea de universalización espiritual. 124 De gentes del otro mundo, capítulo "La Diosa Isis", 125 Tal vez, dicho sea de paso, de las tales aguas estáticas, genesíacas o lacustres, viene el jeroglífico del cero, y de las dinámicas o fecundadoras, el del río, o sea la línea doble de Acuario, , inicial jeroglífica de la letra M, con la que casi todas las lenguas designan doquiera al elemento femenino: Madre, Mater, Mama, Marla, Maya, Mar. La línea recta del curso del río atravesando, en fin, al lago, viene a componer el primitivo jeroglífico de lo, o sea del número 10, base o madre de nuestro sistema decimal; el del número .", o valor de la relación eterna entre la circunferencia, que es matriz o elemento femenino, y su diámetro, que es el símbolo eterno de lo masculino, desde el lingham indostánico hasta el bastón de la autoridad o la batuta del director de una orquesta... Decimos, además, que desde la fuente hasta el mar "todos son lagos", filosóficamente, y debemos intentar probado con arreglo a nuestro consabido método analógico o teosófico, que nos resulta siempre tan práctico y fecundo. ¿Qué es la fuente, sino un lago ínfimo? Un hilito de agua subterránea penetra en ella por su fondo o por su costado, y de ella sale luego, como del lago sale el río. Por eso los altos lagos de montaña son a manera de ganglios y dilataciones en el nacimiento de una gran parte de los ríos. Pero, por otro lado, el lago de montaña, encuadrado como está entre los taludes de ella, no es sino un mar en miniatura, con playas, a veces llanas, a veces acantiladas, ni más ni menos que tantas costas marítimas, lagos que se hielan en la dura estación, como lo verifican los mares de los polos. Y es tan sugestiva, en efecto, la analogía, que, aunque lo pretendiésemos, no podríamos establecer un límite entre el mar y el lago propiamente dicho, como se ve si los seríamos convenientemente, poniendo primero el ínfimo lago circunstancial o los pequeños lagos que no tienen a veces ni nombre en las Geografías; lagunas de altura como las de Peñalara, Bacares, Gredos, Somiedo, Enol, etc., en nuestro país Vienen luego los típicos Y clásicos lagos, encanto de los turistas, con los celebéJrimos lagos suizos a la cabeza, siendo ya algunos de ellos mares en miniatura, como los de Ginebra, Como, Garda, etcétera; lagos tipos con los que se pasa ya a verdaderos mares, como el lago Baikal, el Aral y el Caspio, de Asia, eslabones iniciales los dos últimos de la cadena de esa gran depresión plutónica que si_e luego con el mar de Azof y el Negro, lagos también a poco que cambiasen las condiciones de los respectivos estrechos que los ligan y escalonan con el del Archipiélago y el Mediterráneo, quienes acaso constituyeron en la prehistoria un inmenso lago o mar interior, si hemos de admitir la elocuente leyenda de Hércules. Pero si el Mediterráneo sería así el último y más inferior de los lagos, gracias a las dos depresiones volcánicas de su fondo -que los ge610gos comparan, con teosófico acierto, a los viejos cráteres lunares, como el de Ticho-Brahe-, también es, por otra parte, el primero de los mares ya, el MM latino, testigo y base de toda la historia europea, africana del Norte y asiático occideutal, como el mar u Océano Atlántico empieza a serio ya de la historia moderna y futura... 126 Misterio y figura, sí, porque, aparte del Jesús, Personaje histórico y Divino Maestro, hay un Cristo interior en el ser humano -según repetidos textos de Pablo-, Cristo que no es sino el Espíritu, divino también, del Hombre, con arreglo a la sentencia del Maestro, de Platón y de los Salmos, de que "fuimos dioses, y lo hemos olvidado". No hay, en efecto, ninguna, entre las sectas cristianas ortodoxas ni heterodoxas, que no admita en el Evangelio como en la antigüedad pagana, la existencia de verdaderos conceptos secretos, o Misterios Iniciáticos del Reino de los Cielos (Mateo, XIII), en los que el lago o mar juega siempre, por extraña ley que vamos a esclarecer. Por eso, el Apóstol de las gentes repite que a los no iniciados, a los párvulos, se les da "leche y no vianda", y sólo se habla "lenguaje de Misterio" entre los Perfectos. Por otra parte, el instintivo recuerdo de la vida libre y paradisíaca de la Edad de Oro o lemuriana, lo tenemos todos sepultado en el fondo de nuestro inconsciente, o Ego Superior, testigo de nuestras vidas pasadas y Voz de la Divinidad en nosotros. Este recuerdo consolador y sublime se sobrepone, en efecto, a todo otro en los supremos momentos de nuestras mayores angustias, como promesa cierta de un retorno glorioso al mundo de los jinas, una vez que, dejándonos en la tierra la terrible rémora espiritual de nuestro cuerpo de tierra, franqueemos los umbrales de la muerte para pasar al mundo de los jinas, o sea al de nuestros queridos muertos. 127 Subrayamos estos números simbólicos para hacer notar que hay todo un capitulo de Cábala detrás de estos números y de los del otro milagro análogo de "los siete panes y algunos peces (XV, 32) para 4.000 hombres". Recuerde, al efecto, el lector lo que se cuenta de los Cinco Vedas (los cuatro pasados y el presente) y la leyenda inicial de Las mil y una noches, sobre los pececitos de colores de la leyenda atlante del Príncipe de las Islas Negras, o las leyendas acuáticas e iniciáticas de Jonás, Tobias, Juan el Pescador, etcétera, todas a base del agua y de su signo zodiacal Piscis, cuanto a base filológica del Alefato hebreo, (Véase la palabra Aleph en las Enciclopedias.) 128 El Evangelio ha sido el remedio supremo para las penalidades de la vida vulgar. un perpetuo sursum corda, una poderosa distracción de los míseros cuidados terrenales, un dulce llamamiento. como aquel que Jesús hacía al oído de Marta: "¡Marta. Marta; tú te inquietas por muchas cosas, siendo así que una sola es necesaria!" Por eso, gracias a Jesús, la existencia más obscura, más precaria y agobiada bajo el peso de tristes o de humillantes deberes, ha podido refugiarse en un rincón del cielo. 129 "Cuán poco impresionó a sus contemporáneos la personalidad de Jesús -dice H. P. B.-, es cosa que asombra al investigador. Renán demuestra que Philo-Judeo, nacido muchos años antes que Jesús y muerto hacia el año 50, jamás había oído hablar de él, no obstante haber vivido en Palestina durante todo aquel tiempo en que, según los Evangelios, la alegre nueva de su doctrina era predicada en todo el país. Josefo, el historiador que nació tres o cuatro años después de la muerte de Jesús, menciona su ejecución en una corta sentencia. y hasta estas cortas palabras, según el autor de la Vida de Jesús, fueron alteradas por una mano cristiana. Es más: escribiendo Josefo al final del primer siglo, en cuya época el ilustre Pablo se dice que había ya fundado multitud de iglesias. y en que Pedro había ya establecido la sucesión apost6lica. el dicho escrupuloso compilador, e historiador imparcial hasta de las sectas menos importantes, ignora por completo la existencia de una sola secta cristiana. Suetonio, secretario de Adriano, que escribió en el primer cuarto del siglo segundo. sabe tan poco acerca de Jesús y de su historia, que dice que el emperador Claudio expulsó a todos los judíos porque promovían a la continua disturbios por sugestión de un tal Chrestus, y aun el mismo emperador Adriano, que esaibi6 más tarde, estaba tan poco impresionado por los dogmas o importancia de la nueva secta, que en carta a Servianus dice que cree que los cristianos son adoradores de Serapis, el profético tipo abstracto de Cristo, y a quien según el Antiguo Arte y Mitología de Payne Kuight, se representa "llevando el cabello largo, vuelto hacia atrás y dispuesto en rizos que caen sobre su pecho y espalda, como suelen llevarlo las mujeres, y con un ropaje, en fin, que le cubre "hasta los pies". Tal es, en efecto, la pintura convencional de todos los retratos del Salvador, o sea de aquella representación serápea de la abstracta Anima Mundi, por los cristianos antropomorfizada." 130 Respecto a estos metualis, dice en otro lugar la princesa: "En las proximidades ya de Balbeck, nos encontramos también con una familia perteneciente a la religión de los Metualis o adoradores del fuego. Estas gentes ocultan cuidadosamente su origen y su fe, por lo que les es difícil a los extranjeros el descubrirlos... Si hubiese de juzgar a dicha raza por los ejemplares que tenía delante, tendría que decir que era bellísima, sobre toda ponderación, aquella familia compuesta de dos hermanos, la mujer de uno de ellos y tres niños, con una hermosura que me confirmó en mi opinión de que son ellos los descendientes de los antiguos magos o caldeos... La joven era de una excepcional belleza, de inmensos ojos negros admirablemente encuadrados, sombreados por unas cejas maravillosas; unos cabellos negros, finos y largos; una nariz ligera. mente aguileña, unos dientes de perlas y una boca que me recordaba la de la propia Venus de Milo... Tal era la jardinera idólatra de Balbeck, de esa raza tan despreciada por los musulmanes como por los cristianos. "Balbeck -sigue diciendo la princesa- es sencillamente una maravilla: una ciudad inmensa del Asia antigua que no ha sido arruinada todavía, pero cuyo. habitantes han desaparecido de la noche a la mañana, dejando inmutable, hierática, toda la gran magnificencia de aquella metrópoli. La misma árida y desolada llanura. que la rodea es un grandioso marco para tamaño monumento de los siglos. El paisaje en torno de Jerusalén es también un paisaje desolado, pero de una desolación activa, actual, por decirlo así, interrumpida y dulcificada por dulces imágenes y rientes perspectivas, mientras que el aspecto de Balbeck lleva el sello de una severidad y una desolación sin limites, sin lágrimas; un algo, en fin, que la mantiene intacta, que habla de muerte, de ruina, de sentencia irrevocable, mucho más intensamente que podrían mostrarlo unas murallas derruidas o unos abismos abiertos...” 131 Con frase análoga despidió en otra ocasión a la mujer adúltera. 132 Al público todo de la, parábolas de Jesús hay que representárselo forzosamente también así, agrupados y seriados todos en la gradería natural del lago de Genesareth, como el parsi de la Torre del Silendo, en torno de la barquilla desde donde les predicaba el Maestro. 133 Alah, en su acepción vulgar y monoteista semítica, equivale al Creador o más bien "a los Elohim o hueste colectiva de creadores jinas"; pero en su estricto significado, como veremos más adelante, no es sino "la Mansión de la Paz" o reino de los Cielos, en donde tales seres moran. 134 2 Poco antes de su huída de la Meca, desesperado Mahoma de llegar a convertir a los de esta ciudad, se trasladó a Taief para predicar allí la nueva doctrina. Los habitantes de esta ciudad le recibieron muy mal; pero, en cambio, según los historiadores musulmanes, una tropa de genios que estaban allí oyeron encantados las enseñanzas del Corán, creyeron en ellas y propagaron su doctrina entre otros genios. Según los árabes, estos genios son una raza intermedia entre los hombres los ángeles, y los comentadores de los primeros versículos de la sura LXXII, apoyándose en la circunstancia de que Mahoma no vió a estos genios, sino que le fué revelada por Dios su presencia, creía que los genios son las almas de los hombres... En diversos pasajes del Corán se añade que los genios se reproducen a la manera de todos los demás seres de la creación. (Joaquín García-Bravo en su traducción del Corán, traducción que seguimos en este capítulo.) 135 Una de las características diferenciales de la Magia blanca sobre la negra, dice H. P. B., es la de tomar estas cosas, no en el muerto sentido de la unión sexual, sino en el trascendente del divino consorcio del Alma humana (Psiquis, psuché) con el Espíritu Divino, nous que la cobija. Como que el sexo y sólo el sexo es el yerdadero Velo de Isis entre este mundo de los hombres y el otro o de los jinas, y por cierto que de ello tenemos también un precioso ejemplo en el Corán, cuando en la sura II (v. 36 y sig.) , copiada más o menos de otros védicos como el relativo a la ninfa Pramlocha contra los hijos de Daksha, nos da la tradición talmúdicocaldea de los dos jinas Harut y Marut,en estos términos: Toda la angélica cohorte de los Cielos deploraban en presencia de Alah la terrible maldad y los infinitos vicios de los hombres, a pesar de estarles enviando el Señor continuamente a sus apóstoles y profetas. Deseoso el Señor de dar una buena lección a los ángeles que tal hablaban, les ordenó que escogiesen entre ellos a los dos ángeles que reputasen como más adecuados, para que bajaran a la Tierra a juzgar a los hombres. Estos dos jueces fueron dos ángeles de Babel llamados Harut y Marut, que antiguamente habían enseñado las artes mágicas a los humanos. Los dos ángeles descendieron, en efecto, a la Tierra, y durante mucho tiempo desempeñaron su misión a maravilla, haciendo reinar de nuevo la justicia en la Tierra, hasta que cierto día se les presentó en el tribunal Zohra o Venul, mujer de excepcional belleza, a dar contra su marido determinadas quejas. Los dos ángeles, al ver ante sí tamaña hermosura sobrehumana, quedaron a una presos de amor hacia ella, y hasta hubieran tratado de seducirla a no haber ella desaparecido tan inesperadamente como viniera. Los ángeles, de allí a poco, trataron de volver a los cielos, pero se encontraron con que la entrada les estaba cerrada, a causa tan sólo de aquel mal pensamiento que habían tenido hacia la hermosa. No hay posibilidad de pintar el desconsuelo que les asaltó entonces a los dos infelices. Pero como Alab, al par que justo, es clemente y misericordioso, se compadeció, al fin, de aquéllos, y, gracias a la intervención de los demás ángeles en favor de los culpables, les dió a elegir como pena por su pecado, entre las penas perdurables, el infierno y las de este nuestro mundo transitorio, Los dos caídos optaron por lo segundo, y desde entonces permanecen en Babilonia, suspendidos entre el cielo y la tierra, y allí continúan consagrados a la misión nefasta de tentar a los hombres. Ellos enseñan al hombre la mala magia y la ciencia oculta que había descendido de lo alto sobre los dos ángeles de Babel, Harut y Marut, quienes no instruían jamás a nadie en su arte sin antes decides: "Nosotros somos la tentación que puede hacerte llegar a ser infiel", "Los hombres -añade el texto aprendían, en efecto, los medios de sembrar las discordias entre el hombre y su mujer, no lo que podía series útil, y sabían que el que había comprado tal arte estaba desheredado de toda parte en la vida futura; ¡vil precio aquél, por el cual tan incautamente se entregaron ellos mismos!... La recompensa por parte del Señor les hubiera resultado preferible". Sobre estas cosas se ocupan extensamente también las suras XXVII, XXXIV y XXXVIII, y en algunos versos de ellas se hace alusión al poder mágico del rey Salomón, recordando una vez más la leyenda de que los demonios habían escondido debajo del trono de este rey todos sus libros de magia, con los que había sujetado a su poder a genios, hombres y cosas. 136 Esto, que parece una trivialidad, es una secreta alusión a las "pinturas" o inscripciones iniciáticas que en la cueva había, visibles o legibles sólo al heridas los rayos del sol, al modo como se cuenta de las del templo del Cuzco en el cap. II de De gentes del otro mundo. 137 El relato que aquí se añade no pertenece a la sura XVIII, que nos ocupa. lino al versículo 261 de la sura II; versículo íntimamente concordado con la sura aquella. La perfecta discordancia del tiempo "físico" con el "astral" que campea por todo el pasaje está recordada por el Quijote en el relato de la célebre cueva de Montesinos, y es un hecho evidente en los argumentos del ensueño, donde son tan distintas de las de la vigilia las nociones del tiempo y el espacio. 138 Este pescado es el ictius, el signo zodiacal de los peces, que sirvió de simbolismo y contraseña de reconocimiento recíproco a los primeros cristianos, como todavía se ve dibujado en las Catacumbas. El completo desarrollo de este detalle simbólico se dará luego. 139 Nada tiene de irrespetuoso para con la excelsa personalidad de Moisés el que el Corán le suponga así buscando a un maestro más sabio aún que él, puesto que la misma Biblia le supone iniciado de Jetro, el madianita, su suegro. 140 De aquí el nombre oriental de Guro, dado a todos los instructores. Guro, en efecto, equivale indistintamente a "pesado" y a "maestro". 141 Empleamos el nombre de Dhul Karnein y no el de Khedr para designar al Maestro Moisés, porque así se deduce del contexto de la aura coránica número XVIII, poniendo en concordancia los pasajes de los versículos 59 al 81, y del 82 hasta el 110 del final. Es más: no acertamos a comprender cómo el culto traductor señor García-Bravo, al llegar a estos difíciles pasajes cree que Dhul Karnein es el sobrenombre de Alejandro Magno, cuando en realidad, al tenor de la más estricta etimología, no es sino "el hombre de los dos cuernos" (de Karn, cuerno, y Dhul, cabeza o extremidad), desinencia vaga y genérica como la de sufi (sabio), nabi (profeta), resoul (enviado), veli (discípulo) y otras tan frecuentes en el iniciático libro del Profeta Mahoma. Tampoco podemos estar conformes –y eso que el nombre del desconocido o Maestro de Moisés a que se refieren los primeros versículos de la sura en cuestión, no hace al caso que sea uno u otro de aquéllos- con los comentarios que suelen poner a estos versículos los comentadores, queriendo ver absurdamente en dichos dos mares, el de aquende o de esta vida, y el de allende o de la vida jina superior -el últra-mare-vitae de las leyendas de Psiquis-, al mar de Grecia y al de Persia, que no se juntan, además, como es sabido. Por eso dice con acierto García-Bravo que como este pasaje carece de todo sentido literal que sea plausible, muchos comentadores añaden que Moisés, al hablar así de los dos mares de conocimiento, quiere referirse a la próxima entrevista entre él, cuyo mar es la ciencia exterior, y su Maestro, verdadero océano de la ciencia preternatural o secreta. A propósito de dicha nota, añade el señor García-Bravo: "En efecto, hablando cierto día Moisés con el Señor, le preguntó" ¿Conoces entre todos tus servidores humanos a un hombre que pueda enseñarme algo?" Y el Señor le respondió: "Sí. y puedes hallarle allí donde se juntan los dos mares". "Y ¿cómo llegar hasta allí?" "Con la fe, que remueve las montañas, y tomando contigo un pescado que desaparecerá así que a la confluencia de aquellos mares llegues..." Fuese o no Khedr o Khidr el Maestro desconocido al que se refieren repetidos versículos de la sura XVIII, es lo cierto que Khedr está considerado por los mahometanos como profeta, aunque fuera y por encima de los Enviados a los pueblos semíticos (judíos, cristianos y árabes); es decir, un personaje misteriosísimo, a manera de Djebr-er-Rumi, de Yesar o de Salmán, sabios instructores griegos o parsis instructores del Profeta. En efecto, de Khedr, lo mismo que de Pinchas, el hijo de Eleazar y nieto de Aarón, se dice de él, por los muslimes, que era un misteriosísimo ser que había logrado hallar la Fuente de la Vida, y en ella bebido las aguas o licor que concede la Inmortalidad. De Pinchas agregan las' tradiciones talmúdico-muslímicas, que su alma ha pasado sucesivamente por el cuerpo de Elías y luego por el de San Jorge. En esta cuestión de la caverna iniciática conviene recordar, en fin, que cuando el Profeta huyó de la Meca a Medina, para escapar a los perseguidores que le seguían de cerca, se escondió en una gruta. Alah, para protegerle, hizo que una araña tejiese en seguida su tela en la puerta de la caverna. Gracias a esto, al pasar por frente los perseguidores desistieron de entrar, pensando que nadie habría dentro, puesto que se hallaba intacta la. tela de la araña, cuya elaboración suponía varios días. 142 Por supuesto, que estas frases relativas a los viajes de Dhul Karnein son, a la vez, reales y simbólicas; lo primero, porque se refieren tanto a los viajes de instrucción que por todo el mundo conocido realizaban los griegos y romanos cultos para completar IU educación, como a esotros viajes "iniciáticos", tan característicos entonces, como hoy. a ciertas iniciaciones. Lo segundo porque siendo el apelativo de Kamein derivación del Apolo Karneios de los Misterios, los tales viajes del Maestro no son, a su vez, sino el simbolismo de las peregrinaciones o ciclos de las almas, del Sol a la Tierra, para caer en el nacimiento físico. y de la Tierra al Sol después de la muerte. 143 11 Estos dos ángeles malos del Corán Ion los de God y Magog de la Biblia, amenazadores siempre del pueblo fiel. Véase sobre ello el Apocalipsis. 144 Con esta frase se alude al "peso de las almas", o sea al balance de las obras 'buenas y las malas en el día del juicio de las almas. Todavía, y por influencia musulmana, se suele representar en las iglesias de España con espada y balanza de Justicia al arcángel San Miguel. 145 Véase Wágner, mitólogo" ocultista, capítulo de "Tristán e Iseo", que, a bien hacer, debiéramos transcribir aquí, como asimismo todo lo relativo a otros héroes que saltan en diversas páginas de los tomos que le preceden. 146 No podemos detenemos aquí a desarrollar este símil geométrico, que es del mayor alcance trascendente, según pueden convencerse los lectores estudiándole. 147 Este honrado ascendiente mío (abuelo materno) nació en Zarza Capilla (Badajoz), en 1789, y murió en Cabeza de Buey (Badajoz) , en 1848. Jefe politieo. escritor y estadista a quien tanto debe la región extremeña, aparece biografiado en el tomo nI, págs. 115 Y siguientes de la Revista de Extremadura, y también en el tomo VIII, págs. 52 a 58 de la misma publicación. Hijo Luna de un siglo amamantado por la Enciclopedia y la Revolución francesa; bautizado en sangre por la conquista de las libertades civil y política de nuestra patria; testigo, en fin, de los pasmosos progresos científicos y materiales de su época, su patente misticismo se orientó hacia los redentores problemas sociales que hicieron su aparición por entonces con los fisiócratas, los socialistas de cátedra y los miembros insignes de esas Sociedades económicas de amigos del país, a los que España tanto debe. De aquí su gran obra sobre Economía política, que conservamos inédita y en la que fustiga duramente a Adán Smith, Juan B. Say. Malthus y cuantos en mala hora han hecho de la ciencia económica un instrumento de dolor y de opresión verdaderamente universal. 148 Es sabido que Antonio Galland, diplomático francés en Constantinopla, hubo de tropezar, hacia fines del siglo XVII, con unos viejos manuscritos árabes conteniendo, más o menos completo, el texto de los famosos cuentos de este nombre, aunque lleno, como cuantos libros arios han pasado por la pecadora mano de los semitas, de esas crudezas, imposibles de ser toleradas por un oído casto y decente, que no son raras tampoco en la Biblia. Ya también, muchos siglos antes, el contacto con los árabes, principalmente en España, había aportado a Occidente no pocos de estos cuentos, que, mezclados con los de los Libros de Caballería, verdaderas "mil y una noches occidentales", se veían doquiera, y aún se ven en forma de los llamados "romances" o "pliegos de cordel". Galland, con buen deseo, expurgó de aquellas crudezas al libro, dándonoslo en la forma en que, a través de infinitas traducciones y ediciones, ha llegado hasta nosotros, procedentes originariamente del HAZAN AFSANAD persa, del Kitab Al Fihzist árabe de Mohammad ben Jihah Al Nadin, o del A!f Lailah Oua Lailah, traducido del árabe al inglés por Payne y por Burton. Sin embargo, el deseo de hacer, sin los datos ocultos necesarios, ediciones verdaderamente criticas, nos ha llevado, ora a ediciones destrozadas sin piedad, como la de los jesuitas en Beyruth, ora a la "traducción literal y completa del texto árabe al francés", por el doctor I. C. Madrus, en 16 volúmenes, vertidos al español por Blasco Ibáñez, y cuyas crudezas árabes, relativamente modernas, no parsis genuinas o primitivas, son verdaderamente intolerables, mireselas como se las mire, todo al tenor de esa triste ley, repetidísima en la historia, de hacer sexuales los más puros simbolismos, como hemos visto con las Helenas de los grandes iniciados. Otras ediciones críticas, en fin, existen, siendo de notar entre ellas la inacabada del cheikh El Yemeni, de Calcuta (1814); el Habricht, de Breslau (12 volúmenes, 1824-43) ; la de Boulak (1835) y la de Erbekich, en el Cairo; la de Mac Noghten, de Calcuta (1830-42); la alemana de Gustavo Weil, con introducción del barón Silvestre de Lacy (1858), Y algunas otras. Hay otro libro oriental que corre parejas con "Las mil y una noches, y es el Pancha-tantra o Cinco series de cuentos, en los que los personajes no son ya hombres, hadas y genios, como en aquélla, sino animales que razonan, ¡perdonad, lectores!, como los conspicuos hombres de nuestra época, orientados siempre hacia la utilidad, lo contante y sonante, LO POITIVO. Diríase también que entrambos libros están compendiados en uno por el genio inmortal de Cervantes. Las mil y una noches, en efecto, con su idealismo sublime -salvando los referidos pasajes, intercalados por el semitismo árabe, su transmisor-, son el prototipo del sublime Caballero de la Mancha, mientras que el Pancha-tantra es, al modo del groserote Sancho Panza, del que hasta tiene una especie de resonancia fonética. Y así como toda la literatura caballeresca deriva de aquéllas, toda nuestra mal llamada literatura didáctica, sobre todo la de las fábulas, petites phrases, pensamientos, etc., deriva del segundo; y Phedro, Esopo, Lafontaine, Samaniego y demás fabulistas, no son sino pálidos reflejos del moralismo de este último libro; libro admirable para comerciantes, parias y sudras orientales u occidentales, pero detestable y falso para sacerdotes y guerreros, pues, dígase lo que se quiera, la ley de castas existe y existirá siempre, pero no físicamente o en sociedad, sino en la infinita gama o escala de las almas. Don José Alemany y Bolufer nos ha dado una traducción castellana del Pancha-tantra, que también se puede llamar Hitopadesa o "Instrucción provechosa", en cuyo prólogo diserta acerca del Libro Sánscrito de Cama 'Y Dymna, que en el siglo VI fué traducido al pehlevi, y de allí al persa y al árabe en el VIII y IX, o sea en la época de mayor esplendor de los califatos de Damasco y Córdoba, por lo cual este libro y el de Las mil y una noches, que ahora se traducen con interés por los pueblos de Europa, han sido conocidos desde la Edad Media en España, constituyendo esa copiosa literatura, necia en unas ocasiones, sapientísima en otras, de los llamados pliegos de cordel, la más genuina fuente de inspiración del Príncipe de los Ingenios. Alemany, por otra parte, hace a los nombres de Calila y Dymna meras alteraciones de los nombres Karataka y Damanaha, o Karata y Damana, sin el sufijo ha de disminución, desprecio o ternura, con la respectiva significación de corneja o astuta (la célebre corneja del "Corán") y domadora o triunfadora, que ambas cosas son, en efecto, en el argumento de Las mil y una noches, las dos hermanas Scheherezada y Dinarzada, o Keherata y Dinarza, quienes, por su astucia, triunfan de la tiranía perversa de Schahriar o Zacarías (el sacrificador, "el de los sacrificios humanos"). Si no se saliese de nuestro plan actual, consagraríamos a este interesante asunto una mayor extensión, y acaso podríamos alcanzar a despertar en el lector la intuición de que muy probablemente el primitivo libro sánscrito del Pancha-tanira, hoy perdido (no el que con dicho título trajo a Europa Wilson en 1827), consistía en cinco libros o series laneras; y de aquí la magia tántrica, al modo de los Vedas o del Pentateuco, colecciones simbólicas también; y, en fin, que dichos libros, en cierto modo independientes, se adaptaban, respectivamente, a la enseñanza de las cuatro castas y la quinta de los parias, según sus virtualidades respectivas. Lo que hoy conocemos por Las mil y una noches serían entonces fragmentos de las enseñanzas simbólicas para guerreros chatryias, o caballeros, y el libro de los vasyas, o comerciantes, serían los cuentos traducidos por Alemany y cien otros como tal Pancha-tantra. Ciertos pasajes de grosera factura deslizados en Las mil y una noches árabes podrían muy bien constituir, como de hecho constituyen, la literatura pornográfica de todos los países, es decir, una. enseñanza cruel en verdad, por sus consecuencias, para los degradados y para los paria" espirituales, que tanto abundan. 149 El visir, padre de Scheherezada, no dejó de oponer obstáculos a la heroica resolución de su hija. Al efecto, después de mil razones, le recordó la fábula del Asno y el Buey, que es la revelación terrible de la ley del karma a través de la historia. Sabía muy bien el visir, como sabemos nosotros, que todo aquel que trata de salvar a sus semejantes desvalidos contrae kármicamente la responsabilidad de todo el uso bueno o malo que ellos hagan de sus enseñanzas, al modo de la llamada responsabilidad civil subsidiaria de las leyes, ora entre los hijos menores y sus padres, ora entre los deudores y sus fiadores. Así, en la fábula del visir, compadecido el asno de los malos tratos que al buey daba su amo, le aconsejó la rebeldía; pero así que el buey se hubo rebelado, el amo cargó al asno todo el peso de aquellas cargas que por su consejo el buey había dejado de llevar, y así soportó el asno su desventura hasta que le hizo al buey la segunda revelación, o sea la de que el amo le dejaba engordar en la holganza para matarle y comerle después, con lo cual el buey abrió los ojos y se sometió voluntario a su cruz antigua. 150 Notará el lector que sólo damos una rápida ojeada a las fábulas del iniciático libro, sin perjuicio de concederle exclusiva atención otro día. Por eso no detallaremos la sugestiva aventura del pescador, relacionadísima con la de la Atlántida. Véase El Velo de Isis o Las mil y una noches ocultistas, de esta Biblioteca. 151 De Sevilla al Yucatán, viaje ocultista a través de la Atlántida. Parte segunda, cap. XI y siguientes. 152 Una prueba entre mil de la influencia de la leyenda parsi la tenemos en el siguiente pasaje, que rueda por los libros de historia: "Ctesias, de Gnido, acompañó a Ciro el Joven contra su hermano Artajerjes Mnemon, y vivió diez y siete años en la corte de los reyes de Persia. Escribió una historia de este país en 27 libros, y otra análoga de la India. "Esta última obra la conocemos sólo por un extracto de Focio en su Biblioteca... En ella vemos una fuente que cada año se llenaba de oro líquido, el cual era recogido en vasijas de barro, para poderlas romper así que el oro se endurecía. Allí -dice el extracto de Focio- se encuentra un monstruo, el Mastigora (o "Masthi-gaura, Masti-avatar) hindú o el "avatar-tortuga", que tiene la cara de hombre, el tamaño del león y la piel roja como el cinabrio, En fin, allí se cuenta la maravillosa historia siguiente: En las montañas de la India, donde crecen las cañas, hay una nación de cerca de treinta mil hombres, cuyas mujeres paren una sola vez en la vida. En esta nación los hijos nacen con bellísimos dientes; los varones y las hembras tienen desde su nacimiento blancos los cabellos y las cejas; hasta la edad de treinta años los hombres tienen blancos los pelos en todo el cuerpo; pero a esta edad comienzan a ennegrecerse, y cuando están próximos a los sesenta, sus cabellos son enteramente negros. Los mismos tienen ocho dedos en cada mano y otros tantos en los pies. Son pequeñísimos, y el rey de los hindúes, en sus correrías militares, va siempre acompañado de cinco mil de éstos, arqueros y ballesteros. Tienen, en fin -como los famosos corejones- de Pizarro-, tan largas las orejas, que se tocan una con otra, de modo que con ellas se cubren la espalda y brazos, hasta los codos". "Ctesias, imperturbable en su tarea de contar tales fábulas, protesta haber visto por sus propios ojos hechos iguales a los que refiere, y asegura que si no temiese ser tachado de falso, hubiera contado historias aún más maravillosas", (César Cantú, Historia Universal). Ctesias fué gran médico, y hace trizas a Herodoto. Se asemeja a Hecateo de Mileto, Ferecides de Siros y Caron de Lampsaco. Como Harpócrates, luego escribió acerca de las mentiras de la Historia de Herodbto, en la que cimentamos la historia antigua. 153 Complétase así el simbolismo salomónico de 108 oros, copas, espadas y bastos, al que hemos aludido tantas veces. 154 Entre estas pruebas hay algunas que merecen meditarse, como cuando a varios de sus compañeros se les subieron a horcajadas ciertos genios maléficos, obligándolos a servirles de caballo; simbolismo de los vicios, por los cuales los elementales del mal le posesionan de los hombres, manejándolos a manera de bestias. Sólo bebiendo vino, es decir, el licor sagrado del soma o la embriaguez trascendente de la virtud pudieron verse libres de ellos, matándolos. Hay también su correspondiente leyenda del cíclope Polifemo, etc. 155 Esta es la ninfa de la Matemática y de la Coordinatoria, por cuyos cálculos o catunes se alcanza, mediante la virtud, la suprema Sabiduría. Bastaría este nombre de catún para establecer el parentesco prehistórico de mexicanos y berberiscos, como en otro lugar hemos establecido. 156 He aquí el alma de la preciosa novelita El Micromegas, de Voltaire, donde un siriaco y un satumiano, de varios cientos de toesas de estatura, visitan este bajo mundo, donde hallan animálculos (los hombres) que saben matemáticas. 157 He aquí un recuerdo. de la contabilidad duodecimal, cuyas unidades sucesivas, según el inmortal Benot, son la docena, la gruesa, el paquete, la cajita y la caja. 158 Sod, Misterio, Iniciación; Soddales, sacerdotes. 159 En la Odisea, este fué el medio por el que se dió a conocer Ulises, ganando la mano de Penélope. El pasaje es idéntico al que se lee también en La Luz de Asia, de Edwin Arnold, acerca del príncipe Siddartha cuando quiso tomar esposa. La flecha del primer príncipe de nuestro cuento alcanza a la perfección monacal; la segunda a la perfección humana, mayor sin disputa cuando merece la mano de una simbólica princesa. La flecha que va más lejos, flecha aparentemente perdida, es la sola capaz de llevar al supermundo de los dioses. 160 El día mismo en que el primer místico halló los medios de comunicación entre este mundo y los de la hueste invisible, entre la esfera de la materia y la del espíritu puro -dice H. P. B.-, sacó la deducción de que el abandonar esta misteriosa ciencia a la profanación del vulgo equivalía a perderla. El abuso de la misma conduciría a la humanidad a una rápida destrucción. Equivaldría ello, en efecto, a poner en torno a un grupo de niños toda clase de substancias explosivas, dándoles cerillas al par. Así, el primero que llegó a ser Adepto de esta gran ciencia inició tan sólo a unos cuantos escogidos, al par que se mantuvo reservado con las multitudes. Había reconocido a Dios en su propio Ser Interno: el "Atmán", el "Ego", el Señor Protector y Todopoderoso, el Ahmi de la dulce y secreta Voz Interior o Conciencia. "Este "Yo", a quien los filósofos griegos denominaban Augoeides o "El Resplandeciente", está magníficamente descrito en el P'eda, de Max-Müller. Después de presentamos al Veda como el primer libro de las naciones arias, el profesor añade que en él tenemos un período de la vida intelectual de la Humanidad, sin rival en parte alguna del mundo. En sus grandiosos himnos vemos al hombre abandonado a sí mismo para que él resuelva por sí el enigma que le cerca misterioso... El poeta primitivo invoca, sí, a cuantos dioses o poderes están por cima y por bajo el poder suyo, pero acaba descubriendo que en su propio pecho radica o yace un poder que jamás permanece mudo cuando él ora, y que nunca se ausenta cuando el hombre se siente avasallado por el temor o por la duda. Al par que parece suspirar en sus plegarias, parece escuchadas y ser el sostén del hombre y de cuanto al hombre rodea. Braihman es el único nombre efectivo que cuadra bien a dicho poder misterioso, porque brahman ha significado en su origen la fuerza, la voluntad, el deseo, el Poder propulsor de la creación, en suma, y este impersonal brahman, apenas es nombrado, crece y crece hasta convertirse en algo verdaderamente divino, acabando por ser uno de tantos dioses... El hombre llama Atmán a este Poder de su ser como del Cosmos entero, porque Atmán equivale a aliento, soplo y espíritu". 161 Principalmente en De gentes del otro mundo, capítulo VII. 162 El jabalí de Comualia, el león de justicia y Hércules-Arthus, o "el hombre", son también, según las teogonías brahmánicas, los tres últimos Manús o "conductores de hombres", que pueden verse descritos en nuestras Conferencias teosóficas, capítulo de Las enseñanzas orientales y la Geología. 163 Por mucho que la imaginación y la mala fe de la magia negra eclesiástica haya tratado de desvirtuar estas cosas, su tarea resulta a la postre inútil, porque suele dejar intactos los nombres, con los cuales, gracias a la clave filológica, se puede siempre reconstituir la verdad perdida. Así sucede con estos tres nombres iniciáticos. El de Utero, o "Matriz", alude a la raza de aquellos "héroes lunares", a aquellos "hijos de mujer" de Job y del Evangelio; aquellos "hijos de Kunti, o de Pritha", del Baghavad Gita, que se representan como símbolo contrapuesto al de los Pendragones, o penteyrn, "hombres solares", "kurus", "kaurios", o "quírites", dominadores del misterio de la mente, o pentalfa (estrella iniciática de las cinco puntas) , que el Mahabharata, como todas las demás teogonías, contraponen a aquellos "héroes de segundo orden", completando con unos y otros el símbolo archicaballeresco de la rosacruz (misterio del 4 con el 5). Lazo de unión de entrambas clases de héroes es, en fin, el del famoso Arthus (Suthra, o "el hilo de oro", el Augoeides gnóstico y oriental, si se lee a la inversa, o sea en bustréfodo). Por eso, a su vez, es Arthus el héroe de los siluros, o libio iberos morenos de Caerleon, muerto en la isla Avalloria (la Mansión de los "ava", abuelos, antecesores, pitris o jinas), y alma, tanto en vida como después de muerto, de todas las leyendas caballerescas de la Armórica, Cornualles, Bretaña, Gales, Hibernia, Escocia, etc. Arthus, en efecto, muere en desesperada lucha contra los invasores normandos y sajones, lucha en la que no hacían sino reproducirse las viejas luchas postatlantes entre los magos blancos, Tuatha, y los magos negros, o Firbolgs, tantas veces aludidas. "Las fabulosas historias de Arturo y cuantas se refieren a la Tabla Redonda que él fundase -sigue diciendo Aribau-, están consideradas justamente como las más antiguas entre los libros de Caballerías que han llegado hasta nosotros. Algunas de ellas fueron escritas, indudablemente, mucho antes de la invención de la imprenta. La primera edición de la Crónica de Arthus el de Inglaterra (pues que hay también Arthus de Bretaña y Arthus del Algarbe), es la que dirigió en Westminster el célebre librero Caston (1545), con el título de The lile and acts of the King Arthus, of his noble Knyghtes of the rond table... and inthende the dolorous deth of them all; wiche book was rcduced in to engly, oshe by Sir Thomas Malory Knytht". El original de este libro, o fué portugués o fué latino, lo mismo que los de Lanzarote del Lago, Tristán de Leonis y demás primitivos. Arthus, según los poetas y novelistas que han celebrado sus proezas, fué el fruto del adulterino comercio de Pendregón, general de los bretones, con Ingasna (o Jin-gnana, la princesa jina de Cornualia) , es Uter; es decir, el fruto de una raza mitad jina y mitad humana, cual suele hacerse con todos los héroes, quien, por la gnosis, gnana o "ciencia jina", establecen así el puente entre los hombres y los dioses. "Nacido en 453, y elevado al trono de su padre en 516, alcanzó señaladas victorias contra los sajones, pictos y escotos, y, después de constituir la Tabla Redonda, conquistó a Francia, Noruega y Dinamarca (reino de Dina, nombre, decimos nosotros, que aparecerá después). Entró en España, donde mató a un gigante (el Gerión de su homólogo Hércules). De allí revolvió sus huestes sobre Roma (¿contra la Iglesia Romana?). Supo entonces la infidelidad de su esposa con su sobrino Modred. De vuelta a sus Estados, venció a los rebeldes, y herido gravemente en un combate, murió en la isla de Camlan" (Cameloc, o Kama-loka). "El libro de Arthus -dice Gibbon (Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, c. 38) - fué escrito en mal latín por Godofredo de Monmouth, trasladado luego a la lengua familiar de aquel tiempo y enriquecido con todos los incoherentes adornos que podían suministrar la imaginación, las luces y la erudición del siglo XII. La fábula de una colonia frigia, transportada de las orillas del Tíber a las del Támesis, se enlaza fácilmente con la Eneida (como se enlaza, añadimos nosotros, con las de los Tuatha de Danand). De Troya, pues, descendían los augustos abuelos de Arthus, y resultaban así parientes de los Césares. La superstición y la galantería del héroe bretón, sus fiestas, sus torneos y la fundación de los caballeros de la Tabla Redonda, son cosas forjadas en el molde de la caballería, a la sazón floreciente; y las fabulosas hazañas del "hijo de Uter" (o "el hijo de la mujer") parecían menos increíbles que las empresas acabadas por el valor de los normandos. Las peregrinaciones y las cruzadas habían introducido en. Europa los cuentos de magia, propios de los árabes. Las hadas, los gigantes, los dragones alados, los encantados palacios, se mezclaron con las ficciones más sencillas del Occidente, y se sujetó la suerte de la Bretaña al arte y vaticinio de Merlín. Todas las naciones recibieron y adornaron la novela de Arthus y de los caballeros de la Tabla Redonda, y los voluminosos cuentos de Tristán y de Lanzarote llegaron a ser la lectura favorita...". Sin embargo de toda la leyenda Arthus es un personaje histórico, a juicio del sabio Hume, quien, en su History of England, capítulo 1, dice, al describir las invasiones sajonas: "En semejante trance, los bretones del Mediodía solicitaron el auxilio de Arthus, príncipe de les siluros, cuyo heroico valor sostuvo la suerte de su país contra la ruina que le amenazaba. Este es aquel mismo Arthus que fué tan celebrado en los cantos de Taliesín y otros bardos de Inglaterra, y cuyas militares empresas han sido desfiguradas con tantas fábulas, hasta dar ocasión a dudar de la realidad de su existencia. Pero los poetas, si bien suelen alterar con sus ficciones la historia más verdadera, no por eso dejan de tener algún fundamento en sus exageraciones". Finalmente, nuestro Clemencín, en sus notas al Quijote, añade que "Monmouth no compuso, sino que tradujo al latín, con algunas adiciones suyas, la historia de Arthus", cuyo original estaba ya escrito, según Aribau, en lengua galesa, esa lengua que, como de origen libio-ibero o atlante, se pierde en la noche de los tiempos, como se pierde, a bien decir, el origen de las leyendas acumuladas en torno a la historia de Arthus, en la lejana penumbra de su prototipo originario, "Alcides", o "el Cid"; es decir, "el Señor", "Arjuna" o "Hércules". El mismo nombre es palabra compuesta de "arktos", osa, y "ouros'" guardián o conductor, cosa que le lleva al lado del de Cer-Froid, "el conductor de la Cierva", mártir trinitario del siglo XIII, quemado vivo en Babilonia, y no mencionado en los martirologios; Gauthama el Buddha, o sea "el sadhú"; "el conductor de la Vaca"; "Bootes", el conductor del Carro del Sol, EL HOMBRE SOLAR EN SUMA, EL SUPERHOMBRE, QUE ES HILO DE ORO ENTRE LOS HOMBRES Y LOS DIOSES. Por eso el profesor Rhys, con gran acierto, le hace la metamorfosis del dios galo Mercurio. Artario, rey de Oberón en la isla encantada de Avalón, donde venció a Trorch- Trwyth, el gato de Lausana, la Bestia Apocalíptica o Bramadora, en el Kame. loe, o Kamaloca, el mundo astral de las pasiones, o el submundo ... 164 Quien desee más datos acerca de todos estos héroes puede consultar lo mucho que se ha escrito acerca de los libros de caballería, tales como la Biblioteca di romand, de Melzi; la Europa portuguesa, de Faría y Souzas; los Comentarios al "Quijote", de Clemencín y de Pellicer; el Tirante el Blanco, de Francisco de Moraes (1592); el Catálogo de libros españoles y portugueses, de Vicente Salvá; la Biblioteca de Nicolás Antonio (1604); las obras de Mambrino Roseo, Borges (1587); los Palmerines, de Valera (1525); Paduan y Ruffinelli (1533); Mame! (1546); Cronberger (1547); Gregoriis (1576); López de Haro (1580); estos últimos, comentando, según es fama, la famosa obra perdida de cierta iniciada dama portuguesa, especie de madame Blavatsky, quizá, del siglo XV, que probablemente se inspiró en ediciones del Baladro, de Merlín, anteriores a las que hoy poseemos, hechas en Venecia (1480), en Florencia (1495), en Burgos (1498), en París, por Galotre (1508), en Francfort, por Alano de Sila (1603 y 1608), corriendo parejas, además, con las célebres de Nostradamus, Maguncia, Tréveris, y otras tan tramas y llevadas con motivo de la Gran Guerra. (Páginas ocultistas " cuentos macabros, "Biblioteca de las Maravillas", tomo III, capitulo de Lohengrin). 165 No acaeció así a escritores como Renán, quien, si no de los iniciados del Viejo de la Montaña, sí supo decir de sus discípulos los esenios galileos: "Grecia, en bien pocas leguas de distancia, tenía a Esparta y a Atenas, dos antípodas, dos rivales indispensables la una a la otra. Lo mismo sucedía en Judea. El desarrollo del Norte, menos brillante, fué mucho más fecundo, y las obras Jinás notables del pueblo judío procedieron siempre de allí. La ausencia completa del sentimiento de la Naturaleza, que conduce a la sequedad, la barbarie y el desabrimiento, marcó todas las obras puramente hierosimilitanas con un sello árido, triste, repugnante. Jerusalén, con sus doctores solemnes, sus insípidos canonistas y sus devotos hipócritas y atrabiliarios, no habría conquistado a la humanidad. El Norte, en cambio, dió al mundo la cándida Sulamita, la humilde Cananea, la apasionada Magdalena, el buen padre adoptivo José y la Virgen María. Sólo el Norte formó al cristianismo, mientras que Jerusalén fué, por el contrario, la verdadera patria del judaísmo obstinado, fundado por los fariseos, consagrado por el Talmud y que, atravesando la Edad Media, ha llegado hasta nosotros. En el mundo no hay quizá país más árido y triste que los alrededores de Jerusalén. En cambio, la Galilea era una comarca fértil, umbrosa y cubierta de verdura, risueña, en fin, como el verdadero país del Cantar de los cantares y de las tiernas endechas al "Bien Amado". Durante los meses de marzo y abril la campiña se cubre de una alfombra de flores de matices vivísimos y de incomparable hermosura . .. En ningún país del mundo ofrecen las montañas líneas más armónicas ni que inspiren más elevados pensamientos. El mismo horrible estado a que hoy se halla reducida esta comarca, sobre todo cerca del lago de Tiberiades, no puede dar una idea de su antiguo esplendor, y aquellos países, hoy desolados, eran en otro tiempo paraísos terrestres, y hasta la hoy horrorosa mansión de los baños del lago, fué, según Josefo (Bell. Jud., lll, X, 8, Y Ant. Jud., XVIII, n, 3) uno de los sitios más hermosos y de más abundante arbolado de toda Galilea. Los actos más importantes de la divina carrera de Jesús se verifican sobre dichas montañas. Allí sentía su mayor inspiración; allí conversaba, muda y misteriosamente, con los antiguos profetas, y allí se manifestaba ya transfigurado a los ojos de sus discípulos...". 166 En la imposibilidad de dar aquí completa demostración de estos asertos, nos permitimos remitir al lector al capítulo 1, parte IV, de El tesoro de los lagos de Somiedo, donde se puntualizan. Este simbolismo eterno del consorcio supremo del Alma humana con su Divino Espíritu, que inmortalizara también a Apuleyo con su leyenda de Psiquis y Eros, está representado, entre otros mil, en Oriente, con el idilio de Nalo o Nalú, rey de Nisia o Dyonisia y Diamanti, la hija de Bima, rey de Vidya-Arba, .a quien un cisne sirve de mensajero en sus amores, según se describe en nuestro dicho Tesoro, parte nI, capítulo nI. El Alma humana, allí representada por Nalú o Luna, tiene que atravesar, antes de hallar a su divino Esposo, por el terrible juicio de la asamblea Svayambara, donde tiene que aprender a conocerle, pues que nunca le ha visto, habiéndose enamorado sólo por oídas, y a distinguirle entre otros seis dioses engañadores de idénticas apariencias a las de Damianti, Nalu, viéndose perdida, entona, como la EIsa del Lohengrin, de Wágner, el Tema de la justificación, para que los falaces dioses tomen su verdadera forma, mientras que el Amado conserva la suya, como así sucede. Las pasiones del juego, etc., que extravían a este Amado hasta el momento en que la Amada le salva, recuerdan en un todo al clásico mito español de Flores y Blanca Flor, que es tan conocido. El lago de los espantos, como esotro lago que aparece en dos o tres lugares del Quijote, no es sino el consabido lago iniciático que en capítulos anteriores llevamos visto. 167 No es ésta la única vez que Don Quijote se muestra hermano de todo lo existente. En los capítulos XXV y XXVI, parte primera, por ejemplo, al querer imitar los ascetismos caballerescos del gran Amadís en la Peña Pobre, empieza con aquella célebre invocación que dice: "¡Este es el lugar, ¡oh cielos!, que diputo y escojo para llorar la desventura en que vosotros mismos me habedes puesto; este es el sitio donde el humor de mis ojos acrecentará las aguas deste pequeño arroyo, y mis continuos y profundos suspiros moverán sin cesar las hojas deseos montaraces árboles en señal y testimonio de la pena que mi asendereado corazón padece! IOh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada, oíd las quejas deste desdichado amante...! ¡Oh vosotras, Nepeas y Dríadas que tenéis por costumbre habitar en la espesa selva. . o, ayudadme a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os canséis de oilla!... ¡Oh solitarios árboles que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio con el blando movimiento de vuestras ramas de que no os desagrada mi presencial", Y, aprovechando luego las cortezas de los árboles y la menuda arena, acaba grabando en ellos aquellos originalísimos versos que empiezan: "Arboles, yerbas y plantas que en aqueste sitio estáis, tan altas, verdes y tantas, si de mi mal no os holgáis escuchad mis quejas santas", 168 Y no sólo no existió el progreso, sino que se presentó la más franca decadencia. El mismo catálogo guía de la Exposición nos dice: "De las más admirables pinturas prehistóricas, que son precisamente las más antiguas, hay pruebas científicamente comprobadas e indubitables de que corresponden a las varias edades del Paleolítico superior, siendo más difícil, mas no imposible, presuponer cuáles correspondan a cada una de las etapas que lo constituyen: aurignaciense, solutrense y magdaleniense, principalmente a esta edad... "De todas suertes, los que pintaron o grabaron en las cavernas de la Cantabria española o la Aquitania francesa, a veces con tal genial visión de la vida animal y con tanta libertad de estilo en la factura del dibujo, eran hombres tan primitivos que no conocían otros instrumentos duros que la piedra tallada. El pintor de ellas no tenía la menor idea tampoco de la cerámica, y entregado del todo a la caza para vivir, desconocía en absoluto la agricultura, la domesticación de los animales y la más elemental edificación de casas... La evidente sorpresa que a todos produce la contradicción entre el Arte y la vida de aquellos hombres, que vivían en España varios miles de años antes de que comenzaran las más antiguas civilizaciones orientales del Egipto y la Mesopotamia, explica, si no justifica, la incredulidad de los sabios de España misma y de toda Europa, cuando el primer hallazgo del Arte pictórico paleolítico por el incomprendido Santuola". y adviértase a qué contradicciones no se .ven conducidos nuestros sabios por ese vano empeño de querer hacer, sin pruebas, más antiguo a todo lo paleolítico que a las antiquísimas civilizaciones de la Ariana y de la Atlántida. Así, cuando hablando de los hipogeos jaínos, de Asia, muy anteriores a todo lo paleolítico europeo, también suelen decir, como se dice en la reciente obra Las Maravillas del Mundo y del Hombre. al damos los incomparables hipogeos-templos de los jaínos, de los que todo el arte "troglodita" y "rupestre" no es sino una posterior y miserable caricatura: "Los jaínos eran unas gentes salvajes, con un gusto exquisito para la ornamentación", que es como si dijéramos que la exquisitez del arte reside en el salvajismo, y la civilización, en quedar por bajo del salvajismo mismo. ¡A qué extraños absurdos no conducen siempre las falsas promesas, cuya falsedad son precisamente nuestros científicos los últimos en comprender! Si de lo paleolítico a lo neolítico aquel arte decae, ¿por qué no ver en lo paleolítico mismo la atlante decadencia? 169 Es decir, la iniciación de esos bandidos bhilis a los que se refiere el capitulo VIII de Por las grutas y selvas del lndostán, gentes que, como los tugs y tantos otros brigantes de todos los tiempos, tienen su iniciación, y son los más supersticiosos, turbulentos e intrépidos del Indostán, junto a la Ciudad Muerta de los Montes Vindya. 170 Como han abusado los hombres y los pueblos contemporáneos aplicando las sublimes conquistas de la Ciencia no iniciática a la tortura y destrucción de la humanidad, con explosivos, gases asfixiantes, submarinos, etc., etc. 171 Como que en muchas de las cuevas cantábricas y aquitanias no media más de 60 centímetros de ancho, que es el mínimo que permite dar paso al cuerpo de un hombre medianamente corpulento. Como la vida es, se quiera o no, una continua iniciación en las verdades y misterios de la Naturaleza, nosotros, ¿y quién no?, hemos experimentado aquellas angustias al visitar, por ejemplo, esas petrificadas y fantásticas selvas del ayer, de las capas carboníferas de las minas. Véase la descripción de tales angustias que hacemos en el capítulo V, parte nI, de nuestra obra El tesoro de los lagos de Somiedo. Véanse también los rituales iniciáticas de todas las antiguas y nuevas instituciones que, para el examen del candidato en su respectiva iniciación, emplean pruebas análogas, substituyendo la primitiva falta de luz del antro iniciático con el vendado de los ojos, el enmascaramiento, etc., etcétera, como no ignora ninguno de los muchos que han pasado por tales cosas. 172 Claro que lo que a borbollones hervía no era el agua del lago, sino la sangre del excitadísimo candidato y sus nervios, puestos a máxima tensión en aquellas pavorosas tinieblas, en las que no veía sino los espectros, sierpes y demás terrores de lo astral que ve toda imaginación cuando se desborda por el terror o por la fiebre. 173 Aquella manifestación artística -dice el Catálogo de la Exposición- demuestra la potencia de visión y la frescura de la memoria visual de los cazadores.., Hoy los sabios están contestes en atribuir sentido supersticioso al dibujo paleolítico, y se tiene como magia de caza, manera mágica, pintando animales y dando en el blanco imaginario, de cazar animales y dar en el blanco realmente, y de procurar su mayor producción y multiplicación. El velo del misterio supersticioso comporta bien la circunstancia de que en la Cantabria española, y Aquitania francesa las maravillosas pinturas de animales están puestas en lugares absolutamente obscuros, sólo y definitivamente visibles con una luz artificial (que usó el pintor por fuerza), en los recovecos de cavernas, a veces tan hondas, que una, la de Niaux, en Francia, tiene 800 metros lineales de desarrollo, En estas obras de Arte, en fin, obsérvese la circunstancia de que se concibieron aisladas todas y cada una de las figuras, nunca formando grupos, y, a veces (con frecuencia), pintadas una encima de otra o de otras. Falta la figura humana, salvo unas siluetas confusas, antropoides, cuyo parecido con los hombres es lejano, interpretadas como enmascarados (acaso en ardid para cazar) o como seres diabólicos, quiméricos, acaso genios. En las cavernas se ven, además, impresiones de manos al natural, en "negativo" o en "positivo".", y también puntuaciones y dibujos que se ha pensado representan techos (tectiformes); otros, cual peines (pectiniformes) , cual escudos (escutiformes), etc. El estilo llamado naturalista en los animales pintados, lo único admirable, es el mismo y único en el norte de España y en el sur de Francia. Es un solo arte, una sola escuela", 174 Virgilio, Eglogas, VIII, 358; Ovidio, Fastos, I, 579; Cicerón, De república (II, 7 y 8); Tito Livio (Historia, I, 13); Varrón, De lingua latina (IV, 8 y V, 46); Dionisio de Halicarnaso (II, 36); Festo Avieno, Luconedi, y, en general, todos los demás, como iniciados que eran, casi sin excepción, en los Misterios menores en que estas cosas y otras tales así eran tratadas sin velos, o sea, en forma aproximada a como hoy las interpreta la Teosofía en su doble carácter de Ciencia de las Religiones y Religión de las Ciencias. 175 En la imposibilidad de desarrollar aquí extremos importantísimos de la Religión, Sabiduría o Kainismo (que no debe ser confundida con la actual religión jaina, anterior, no ya al buddhismo, sino al brahmanismo). puede el lector consultar las páginas 57 y siguientes del tomo IV de esta Biblioteca; y en cuanto al dios Jano y la derivación de su nombre del jeroglífico de IO o ISIS y del signo lingual védico o To, véase el capítulo IX del tomo II. Séanos permitido, sin embargo, transcribir, como algo muy relacionado con lo presente, el pasaje del mismo que dice: "Del jeroglífico de IO puesto en forma de cuadrado con una de sus diagonales, o sea ?, se forma, por descomposición, este otro IAV, que es de IAN, Juan o Jano, al tenor de la vieja forma griega de la nu o N." El diccionario de Calepinus, al darnos la significación de esta augusta palabra, nos dice: "Jano, Giano, ?’????, Apollo, es el Sol, del cual la Luna, antes lana, recibió el nombre." Se le llama también Eanus (Henoch, Eneas) , porque es en sí el Movimiento Perpetuo, el Peregrino errante (Macrobio, I, I, Saturnus, cap. IX, ex Nigidio. Muchos le consideran (Cicerón, 2, De Natura Deorum) , como el Chaos-Theos, el Seno de donde salen todas las cosas y adonde han de volver, porque esto es lo que quiere decir su nombre, como dios del Tiempo y del Año, razón por la cual ha sido también asimilado al nombre de EO (IO). Ovidio dice de él (I Fastos) que, según la historia, fué un antiquísimo rey divino del Lacio, que ocupó en el campo de Roma el monte que, por él, se llamó Janículo. Otros aseguran que reinó en Etruria, y otros en Umbría. El primer templo que se alzó en Italia le fué consagrado. Macrobio dice de él que fué el propio dios Saturno, quien, desterrado del cielo por su hijo Júpiter, bajó a vivir entre los hombres, y, expulsado de Creta, recibió hospitalidad en Italia, donde enseñó la agricultura, artes y ciencias. Fundó también la ciudad Saturniana (o más bien el culto de Saturno) en el monte Tarpeyo, o sea en el Capitolio. Vossio, en sus Etimologías, Gallicano y Lactancio, dicen que allí donde combatió Jano fué llamado Noé (variante de Enos o Enoch). Por la palabra Jano, se entendió indistintamente el Sol, el Año y el Theos-Chaos. Se le creyó siempre por los romanos a Jano el custodio del mundo (padre o jina) , y si bien se le solía representar bifronte, o con dos caras, en épocas más primitivas se le consideró, como al Brahmâ hindú, como provisto de cuatro, mirando a los cuatro puntos cardinales, y de aquí janua, la puerta, ya del mundo, ya del Año (Januarius, Enero). Es conocedor, por sus dos caras, del pasado y del futuro. Cuando los sabinos cercaron a la Ciudad Eterna, salió del templo de Jano una corriente de agua hirviendo que los ahuyentó Era, en fin, este dios el mediador eterno entre los dioses y los hombres. La Jana, Yana, Gnana o Gnosis, no es sino "la ciencia de Jano", o sea la ciencia del Conocimiento Iniciático; la ciencia de Enoichion, o del Vidente, y las variantes de su nombre son tales que hay una en cada lengua, tales como las de Jan, Chhan o Kan, Dan, Dzan, D'jan, Jain, Jian, Joan, Kwan, Swan, Thanos, Thoan, Chohan, todas equivalentes a la más sublime concepción de "un Espíritu Planetario", un Nazada, un Cabír, etc., etc. Los Cantos Arvales, de los que hablamos también en Wágner, mitólogo, páginas 34-35, no son sino himnos iniciáticos, en los que siempre se cantaban las excelencias de Jano el redentor: Enos lares juvate... Enos marmor juvato. Las sibilas posteriores conservaron de ellos no pocos recuerdos, tales como los de aquellos versos que Terencio Scanzo no pudo traducir. Los Libros deltoideos ("que hablan de la ?, sagrada y de los tres mundos") y los en tela o pita del templo de Juno (lana), que es fama inspiraron a Tito Livio, no son sino una de tantas supervivencias jinas que han quedado por el mundo. 176 3 La mejor edición de Ordculos sibilinos es la de Alexandre (París, Didot, 2 volúmenes, 1841-1853). 177 Para estas cosas del efectivo acuerdo entre sibilas mediterráneas y profetas lirio-hebreos, puede verse lo que dicen Celso, Juliano y demás terribles críticos de las mixtificaciones naciefites, llamando "sibilistas" a los cristianos del corte de los Eusebios y Cirilos. San Clemente de Alejandría, en\ efecto, presenta a la Sibila, no como pagana, sino como judía. San Pablo, en el escrito que falsamente le atribuye éste, exhorta a que se lean oráculos sibilinos sobre el Dios único y sobre lo futuro, y en las Cuestiones ortodoxas que generalmente van impresas a continuación de las obras de aquél y de San justino, le falta ya muy poco para hablamos (EPístola ad Corint.) de un sulfúreo y horrible infierno sibilino, con sus fuegos sancionadores del fallo o "juicio de los muertos" a que todas las almas han de verse sometidas tras su último día... Martigny, en fin. nos dice que, según el texto de este Padre de la Iglesia, "estaba convencido de que, en los libros llamados sibilinos, al par que se condenaban múltiples supersticiones paganas, encerraban los testimonios más brillantes en favor de la unidad de Dios y de la divinidad de Cristo, pues que en el libro VIII, párrafo 29 de ellos, se refieren a este último, cual podría hacerlo la mejor página de los Evangelios". De esto los Padres posteriores nada dicen, salvo San Gregorio Naciancen!>. y los cristianos volvieron la espalda a unos libros que tanto habían admirado y querido. 178 Jorge Cedreno, en su Chronicon, dice a este propósito: "En el tiempo en que pasaron las cosas que hemos referido (cambio de cultos), cierto Seruch, de la estirpe de Jafet, fué el autor de la costumbre griega, e instituyó el culto de los simulacros, como lo dejó escrito Eusebio, hijo de Pánfilo, porque ese Seruch y los que con él estaban, honraron con estatuas a aquellos de sus mayores que, o por guerreros o por reyes, hablan ejecutado alguna hazaña fuerte y memorable, y los reverenciaron con honores divinos y con sacrificios (esto lo confirma San Epifanio, I, I, Haeres). Pero los sucesores, ignorando que la intención de aquéllos había sido sólo el perpetuar la memoria de los fundadores de su linaje e inventores de sus bienes, los veneraron como a dioses celestiales con honores y sacrificios. Al efecto, inscribían en los libros sagrados el nombre del difunto, y en determinado tiempo celebraban su festividad y su día. Así permanecieron las cosas hasta la edad de Tharé, padre de Abraham. El sapientísimo Sóphocles dijo: "Verdaderamente, no hay más que un Dios, pero los mortales guiados del error, pusieron los simulacros de los dioses para que los preservasen de los males, unos de piedra, otros de marfil, etc., y les hicieron sacrificios. 179 Cuantos pormenores de esta obra. que fué dedicada por su autor al rey Felipe V e impresa, sin pie de imprenta, en 1738, se deseen, pueden verse en diversos pasajes de De Sevilla al Yucatán, a partir del capitulo XIV. 180 Parece ser que alguno de los antecesores cretenses de este Júpiter, "señor del mundo", fué, según Huerta, otro Júpiter, hermano de Urano (Uranas), rey de dicha isla mineana y de glorias harto menores que las de su descendiente asirio. La obra de KIee, Le Déluge, que inserta estos pasajes cretenses, añade que Diodoro Sículo rechaza esta tradición como cretense, creyéndola trasladada, con los demás particulares de los diez hijos de Júpiter, desde "la isla Atlántida", la cual (según el relato platónico transcrito en el capítulo XVI del tomo VI de nuestra Biblioteca) fué dividida en diez nomos o reinos entre los diez hijos de Neptuno o Poseidon (curetes o jefes de curia), cuya zona central era la llanura Idaea, de donde proviene el nombre del célebre monte Ida. 181 Diodoro describe la isla de Panchaya (Ceilán). donde pasó Júpiter, y desde su monte (Pico de Adán) contempló el cielo. Esto es pura y simplemente el primitivo Mahabharatha, prototipo de todos los poemas, épicos. 182 "Tot (Taut), o sea Hermes, tres veces grande, o Trimegisto, fué anterior a todas las cosas; él solo comprendió la naturaleza del Demiurgo y depositó este conocimiento en libros, que no reveló sino cuando las almas fueron creadas. Comunicó la ciencia a Camefis (Camophis), abuelo de Isis y Osiris, y concedió a éstos el don de penetrar los arcanos de sus escritos, parte de los cuales guardaron para sí y parte esculpieron en columnas, como reglas de conducta para los hombres. Según Manetón, estas columnas estaban en Enpiadixa El hebreo Josefo refiere que Set supo por Adán que iba a ocurrir el diluvio de agua y fuego, y, a fin de que no pereciesen los primitivos conocimientos, sobre todo los astronómicos, los grabó en dos columnas, una de piedra y otra de barro cocido (Naturaleza y hombre, o tierra roja), que aún subsistían en la tierra de Siriad, (Arch. 1, caps. II y III.) 183 Damascius, en su Vita Isidori; Servius, en el libro I de su Aeneas, y Sydon, en su Apolin in Catena, le llamaron de igual modo a Saturno-Jano El, Bel, Bolathen, Baal y Belo, el jefe de los auritas divinos (o jinas), respecto de los cuales dice Maneton que antes de las 19 dinastías egipcias está la de los Auritas divinos y la de los héroes mestreos. Los primeros le parecen a Huerta análogos a los berberiscos de Auria o los Oritios del Génesis en las montaña. del Chair, y los Mestreos están indicados en la Biblia como Mesrin, descendientes de Cam, quienes, empujados por los hijos de Cus, llegaron al istmo, al par que los cusitas costeaban el Mar Rojo, y, atravesándolo, rechazaron al Norte a la raza copta o egipcia, que antes dominaba en el país de Meroe, en el sitio donde el Astaborra o Tacazzé se une al Nilo. Este Memnón, que llevó desde Etiopía ejércitos contra Troya (20 ciudades entonces), ¿es EI-Mesaura de Caillaud, templo de Júpiter Hamnon?" 184 Respecto de las Pléyades e Hyades, que dieran nombre a las siete islas Canarias, nos dice Huerta y Vega: "Tuvo Atlante siete hijas, llamadas Atlántidas por el nombre de su padre, aunque sus nombres respectivos eran: Maya, Electra, Taygete, Asterope, Merope, Alcyone y Celeno... o También se llamaron Nymphas." (Diodo, 1. 4; Arato, in Phenomena.) Atlante, de Pleyone u Occeanitide, su mujer, tuvo 12 hijas y un hijo llamado Hyante, el cual fué muerto por un león o jabalí. Sus hermanas, llorándole, murieron de dolor, siendo colocadas entre los astros sobre los cuernos del toro. Sus nombres eran Phesita, Ambrosia, Coronis, Eudora y Polixto. Los griegos las llaman Hyades y los latinos Súculas. Las demás hermanas se llamaron Pléyades, de plesión, unir. Unos creen que Electra se dejó de presentar, dolorida por la pérdida de Dardano y de Troya. Otros creen que Merope se avergüenza de dejarse ver porque se casó con un hombre mortal, habiendo las demás casado con dioses, por lo cual fué arrojada del coro de sus hermanas, y trae suelto el cabello, por lo cual se llama Cameta (Hygino, fab. 132. Véase La Walkyria, en nuestro Wágner mitólogo). Las pléyades descansan sobre los hombros de su padre. Seis casaron con dioses: "Asterope, con Marte; Alcyone, con Neptuno; Maya, Electra y Taygete, con Júpiter. La séptima, Merope, casó con Sisyfo, hombre mortal, y arrepentida se oculta avergonzada." (Ovidio, 1. 4, Fastos.) 185 "En la Mauritania, dice Plinio, se cría un árbol llamado Mela o Malva, en la desembocadura del río Lixus (Hist. Nat., 11, 106), frente adonde se afirma que estuvieron los Jardines de las HesPérides, a doscientos pasos del Océano, junto a. un templo de Hércules más antiguo, aseguran, que el propio de Gades", y conviene añadir, continúa diciendo Huerta y Vega, que "mela" significa, a la vez, "ganado" y "manzana", con lo que aparece de nuevo el robo por Hércules de los bueyes sagrados (culto de lo) que tenía Gerión. Hay, añade, dos Hesperias (de Vespera, Occidente): una España y otra Italia, y para distinguirlas se emplea el singular para ésta y el plural para aquélla. Entre los muchos atlantes españoles sobresalió Héspero, quien habiendo subido a la cumbre del Atlas, fué arrebatado por una nube y desapareció, por lo cual, según Diodoro (libro III, cap. LX) e Hygino (libro II) , asombrada la plebe por tamaño suceso, le inmortalizó} dando su nombre al más hermoso de los pla. netas (Venus o Héspero, antiguamente Usana, Sukra), cosa que no es sino la versión jina de todos esos seres venustos o semidivinos, como hemos visto, fueron Henoch, Helias (o Elías), Numa Pompilio, Siineón, Ben-Jocai, etc., quienes cumplida su misión de "hermanos mayores iniciadores y guías" aquí en la Tierra, eran arrebatados al mundo de los jinas. Antes de semejante euthanasia, Héspero había sufrido las persecuciones consabidas por parte de los perversos, y huyendo de ellas, se hubo de refugiar en Italia, como asegura Higinio (Servio, in I Aeneida). Por causa de tal superioridad espiritual de los hispanos y galos, que de tal modo conservaban sus tradiciones jainas o saturninas, se mantuvieron separados cuanto les fué dable, como dice. Josefo (libro I, Contra Apionem, cap. XII, v. U), de todos los demás pueblos del Mediterráneo oriental, donde reinaba soberana la corrupción religiosa de los perversos divinizados estilo Nabucodonosor, y de aquí el nombre de Sepharad o Sepheruin} con el que Hesperia era conocida por los hebreos. Gadir o Gades, en lengua paena (¿púnica?) significa lo mismo, o sea "vallado", separación. (Solino, c. 56.) También en Palestina hubo, en tiempos de Josué, un rey llamado Gader, y una Gader en la tribu de ]udá, que es la Gadaris de Estrabón (libro XVI), a la que en los paralipómenos se la llama Gador, Gadirica o Cadirica, en fin, es ciudad hispana nombrada por el mismo Platón. 186 Hay, en fin, Tanos, en Grecia; Tanais, en el Danubio, o más bien en el Don; Thanas y Thanatos, la laguna Meotis, y también, según Solino, una isla británica a la que el venerable Beda llamó Tanetos, hoy Tenet. También Tanaro es, según Plinio, el río de Lombardía, y según éste y Tito Livio, Taneto; Ptholameo menciona a Tanito en la Galia togada; Plinio hace referencias a los pueblos Tanetanos, y Antonino; en su Itinerario coloca un Taneto entre Parma y Regio. Todas estas son citas de Huerta y Vega. En cuanto a nosotros, podemos agregar la Tancaville de Normandía; la Tannenverg prusiana, la Tannhauser sueca; la Tánger africana y la Tánger-munda sajona; la Tanroda de Turingia; la Tanos burgalesa; las Tanager y Tanagm italiana y bohemia; el Tanais, río y ciudad sármata; la Tanaramusa mauritana; la Tanus hebrea; la Tanitiam del Nilo; la Tanor del Malabaar; la Tanjur del Coromandel, y la Tangut del Uribet. 187 Uranio, según Diodoro (1, 2), es el Vulcano latino, el Hephesto griego y el Horus egipcio, es decir, un hombre solar, aunque en su originaria acepciói) cosmog6nica conservada por el sánscrito sea ur-anas, el fuego y el agua primitivos, o sea la Raíz del Espíritu y la de la Materia. El mismo Diodoro {libro VI), transcrito por Lactancio Firmino (1, 13), nos dice que, "habiéndose dedicado Uranio a la observación de los astros, predijo muchas cosas y manifestó al vulgo el orden del año por. el movimiento. del Sol, y los meses por el curso de la Luna, y señaló ciertas horas a cada año. Por esto, como la plebe admirase el cumplimiento de los sucesos anunciados, se introdujo la opinión de que era hombre divino, y así le veneraron a su muerte. Su nombre le dieron al mundo, lo uno porque se creyó sabía con perfección el nacimiento y ocaso de las estrellas, y lo otro para que excediese a sus propios méritos la magnitud del premio". Hércules dejó dos hijos. El uno, Uranio, llamado también así en honor de su abuelo, notorio entre todos los antiguos. El otro, Júpiter, que. reinó en Creta, y que muchos confunden con Júpiter, hijo de Saturno, que reinó después. Diodoro los distingue con toda claridad al decir: "Hubo también otro Júpiter, hermano de Uranio y rey de Creta, pero inferior en gloria al posterior, porque éste tuvo debajo de su imperio todo el mundo, El antiguo engendró diez hijos, 11. los cuales llamó Curetas, y a la isla le dió el nombre de su mujer, Idea, muriendo