La Diosa Minerva

Imagen 1: Minerva y las 9 Musas, 1662, Arie de Vois.

Dice la historia que “un día cualquiera, en el Monte de los Olimpos, Júpiter, el Padre de los Dioses, comenzó a quejarse de un dolor de cabeza muy severo. Muchos dioses concurrieron a su llamado, pero ninguno fue capaz de darle alivio y mucho menos, de identificar la causa de su dolencia. Pasaba el tiempo y Júpiter no mejoraba, hasta que su dolor se tornó tan terrible que llamó a su hijo Vulcano, para que con su hacha le abriera la cabeza. Con temor a llevarle la contraria a la divina voluntad de su Padre, Vulcano, con manos temblorosas, asestó un golpe que resultó en algo maravilloso: de la herida de la cabeza de Júpiter emergió una doncella vestida con armadura de guerra y una lanza en su mano derecha.

Así nació Minerva, Diosa de la Sabiduría, fruto de la mente de Júpiter. Minerva fue tan sabía que Júpiter siempre la mantenía a su lado, constantemente requiriendo de su consejo para resolver los asuntos de los hombres, cosa que le causaba muchos celos a la Diosa Juno.

Nacida con armadura y lanza, Minerva disfrutaba del fuego de la guerra y su valor prevalecía por encima tanto del chischás de los aceros en el campo de batalla, como sobre los lamentos de los hombres. Su escudo era el misterioso Aegis (“la protección que ofrece la sabiduría”); escudo de Júpiter que se caracterizaba por tener tallada la cabeza decapitada de la Medusa. Minerva siempre se encontraba cerca del campo de batalla y cuentan las leyendas que lo último que veían aquellos soldados heridos de muerte era el poder de su lanza, o el destello de su escudo, según ella lideraba sus guerreros a la victoria.

Pero para Minerva no todo era el batallar. La Diosa de la Sabiduría disfrutaba de expresar su belleza femenina en su pasión por tejer. Sus trabajos resultaban de tal belleza, que la Diosa Juno, aunque celosa de Minerva, abiertamente admiraba sus trabajos.

Imagen 2: Minerva beschermt drie Deugden, Gerard de Lairesse, 1688-1670.

Cierto día, una de las doncellas de la Tierra llamada Arachne, orgullosa por sus habilidades como tejedora, presumía diciendo que nadie en la faz de la Tierra, podría igualar sus tejidos. Lo único que le interesaba era hablar de sus habilidades y de sus trabajos, siempre mostrando sus tejidos y aun cuando algún extraño se le acercaba, le mostraba sus tejidos y le preguntaba si en sus viajes habían visto algo tan maravilloso como su trabajo. Tanto fue el engreimiento de Aracne que un día decidió compararse con Minerva, declarando que sus trabajos eran dignos de colgarse con las otras telas tejidas para el Templo de Olimpo.

Tanta fue su vanagloria que sus palabras llegaron a los oídos del Cuervo Blanco de Apolo, y éste voló de regreso al Olimpo a contarle a Minerva lo que había escuchado. Aunque Minerva ya sabía de los rumores sobre las palabras de Aracne, al escucharlo todo directamente del Cuervo de Apolo, con rabia se despojó de su armadura y de su lanza, se disfrazó de anciana, y se dirigió a la Tierra para castigarla.

Al ver los telares de Aracne, Minerva, movida, los elogió, pero esto llevó a Aracne a inflamar aún más su orgullo. La Diosa aconsejó a Aracne a ser humilde, pero ésta se río a carcajadas y demandó ver a Minerva. En ese momento la Diosa se despojó de su disfraz y ordenó la instalación de dos telares, uno a cada lado de la puerta. Ambas trabajaron por horas sin que la una contemplara el trabajo de la otra, y cuando la última hebra quedó tejida, Aracne con mucha ansiedad se volteó para comparar el telar de Minerva. Una mirada fue suficiente para darse cuenta de la majestad de su trabajo y saber que había perdido.

Reconociendo su derrota y temiendo las burlas de los demás, Aracne decidió ahorcarse, pero Minerva quiso que el mundo siempre recordara las consecuencias de que un mortal tentara los dioses. Por ello, al ver el cuerpo de Aracne colgado de una soga, de inmediato la convirtió en una araña y le ordenó hilar e hilar por el resto de sus días.”

Minerva es la expresión del Eterno Femenino que emana directamente de nuestro Padre que está en Secreto y Minerva, como Diosa de la Sabiduría, es el Alma Espiritual o la Consciencia Superlativa de nuestro Ser; el vaso de alabastro donde se contiene la llama del Íntimo. Minerva también es nuestra bendita Diosa Madre Kundalini, portadora del Principio Ígneo capaz de reducir a polvareda cósmica todos nuestros defectos de tipo psicológico.

Imagen 3: La Glorificación de Minerva, 1717, Urbanus Leyniers; Daniel Leyniers de Jonge; and Hendrik Reydams, after Jan van Orley and Augustin Coppens

Como Diosa de la Sabiduría, Minerva expresa un balance perfecto entre las fuerzas masculinas y femeninas: ella como guerrero es nuestra Mónada individual y particular, que busca la eliminación de todos nuestros aspectos inferiores. Su lanza es Eros, el poder de la fuerza creadora, y su escudo aegis es la “protección que llega con la sabiduría”, o la protección que recibe el practicante con la sabiduría de los Tres Factores de la Revolución de la Consciencia. La Medusa decapitada es representación del ego y del trabajo de la observación y comprensión que se requiere para la eliminación de nuestros defectos.

Como tejedora es la Tejedora del Tarot; nuestra Madre Divina individual y particular que nos guía a vivir una vida honorable, donde nuestros sentimientos, nuestras acciones y nuestros pensamientos enhebran el telar de nuestra existencia. Ella es la tejedora que trabaja con la trama de los eventos de la vida diaria y la urdiña de nuestras reacciones favorables y desfavorables. Por ello la calidad de nuestro telar depende directamente de la calidad de nuestro trabajo interior.

El Cuervo Blanco resulta ser el mismo búho de la Diosa Athena, el Ave Fénix que renace de entre sus cenizas, o la Paloma Divina del Espíritu Santo. Igual que el Cuervo Blanco le trae noticias a Minerva, así ella también hace uso de su ave para proyectar su fuego sagrado. Este fuego es el que surge de entre el misterio de la súper dinámica del amor y que, en adición a la transformación interna del hombre, puede ser proyectado a través de la distancia para sanar a nuestros seres queridos.

Minerva se enfrenta con Aracne y la derrota, convirtiéndola en una araña, pues su duelo es símbolo de la dinámica entre nuestra Madre Interna y nuestra mente, con sus ilusiones, su orgullo y las consideraciones de ser superiores y mejores que los demás. La araña simboliza la mente, pues bien sabemos que la mente misma es la que teje el velo de ilusiones que nos mantiene atrapados, como víctimas, en las telarañas ilusorias de las circunstancias. La doctrina de la gnosis nos enseña cómo dominar la mente, de tal forma que el “hilo de la araña” nos ayude a salir del laberinto.

La Diosa Minerva es la diosa de la Sabiduría, diosa de las artes, y diosa de la guerra. No hay diferencia entre Minerva, María, Maya, Diana, Insoberta, o Isis, la diosa madre de los Misterios Egipcios, pues todas representan el poder y la majestad del Eterno Femenino. Por consiguiente, en aquellos momentos de celebración o de tristeza, siempre podemos invocar a nuestra Madre Divina; relajemos el cuerpo físico y la mente y ya logrado esto, realicemos la siguiente invocación:

“Oh Isis, Madre del Cosmos, Raíz del Amor; Raíz, tronco, hoja, flor, capullo, y semilla de todo cuanto existe. A tí fuerza naturalizante, te conjuramos; Llamamos a la Reina del Espacio y de la Noche. Y besando tus ojos amorosos, Bebiendo el rocío de tus labios y Respirando el dulce aroma de tu cuerpo, exclamamos: Oh Nuit, Tú Eterna Seidad del Cielo, Tú que eres el Alma Primordial, Tú que eres lo que fue y lo que será; a quien ningún mortal ha levantado el velo. Cuando Tú estés bajo las estrellas irradiantes del nocturno y profundo cielo del desierto, Con pureza de corazón y en la flama de la Serpiente te llamamos.”

Orad y Meditad intensamente. La Divina Madre enseña a sus hijos. Esta Oración se debe hacer combinando la meditación con el sueño. Entonces como en visión de sueños surge la Iluminación. Llega la Divina Madre al devoto para instruirle en los grandes misterios. Samael Aun Weor. Curso Esotérico de Cábala

Que todos los seres sean felices.

Enviado por instructor: Ricardo Santana.

Imagen 1: Minerva y las 9 Musas, 1662, Arie de Vois. Imagen 2: Minerva beschermt drie Deugden, Gerard de Lairesse, 1688-1670. Imagen 3: La Glorificación de Minerva, 1717, Urbanus Leyniers; Daniel Leyniers de Jonge; and Hendrik Reydams, after Jan van Orley and Augustin Coppens.

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