Apóstol Juan

Imagen 1: Apóstol Juan. 1754. Empore Wolfschlugen.

Mucho escuchamos sobre los apóstoles y suponemos que todo esto ya es un hecho de historia o del pasado, sin embargo, a pesar de que los años pasan, el conocimiento que nos dejaron sigue vigente en nuestras vidas, sigue presente, y es que no solo es algo que pasó, es una enseñanza que dista de ser historia para pasar a algo interno.

En la vida que tuvieron estos apóstoles y en sus enseñanzas, nos dejaron un conocimiento que podemos llevar a cabo para mejorar nuestra propia vida.

Esos doce apóstoles son partes internas que podríamos denominar como partes del ser, entre esos doce apóstoles tenemos a Juan.

Este apóstol nos representa el verbo, la palabra, nos indica el hablar con precisión, con certeza, con armonía, es preciso recordar que no solo de pan vive el hombre, sino también de diversos factores psicológicos.

Bien sabido es que “la palabra produce figuras geométricas objetivas”. Tales figuras se llenan de materia cósmica, y cristalizan materialmente. Las figuras geométricas de las palabras están demostradas concretamente en las cintas magnetofónicas. Basta hacer pasar la aguja para que resuenen con intensidad todas las palabras que el parlante haya pronunciado”.

Comprendiendo esto, nos damos cuenta que no solamente se mata con ametralladoras, pistolas o bombas, también se puede matar con nuestras actitudes y con nuestras palabras hirientes, muchos de nuestros seres queridos podrían vivir más si no los insultáramos, o hiriéramos con nuestras palabras llenas de odio, de resentimiento, con nuestra mirada o con nuestras acciones crueles. Las palabras arrítmicas, aunque no sean vulgares también son ofensivas y destructivas.

Toda palabra cargada de ira, y toda palabra irónica, son un puñal asesino que hiere la conciencia del prójimo en el Mundo de la Mente, no solamente se hiere a los demás con palabras groseras o con finas y artísticas ironías, sino también con el tono de la voz, con el acento inarmónico, arrítmico.

El poder del verbo crea o destruye, lamentablemente nosotros solo lo usamos para destruir, también lo utilizamos mal cuando nos dedicamos al vituperio, a la murmuración y la calumnia. Hay silencios delictuosos, hay palabras infames. Se debe calcular con nobleza el resultado de las palabras habladas, el chisme y la calumnia han llenado el mundo de dolor y amargura.

Es mejor criticarnos a sí mismos, porque entonces sabemos cómo somos realmente y se tiene la posibilidad de cambiar internamente

Imagen 2: Juan el Evangelista. Jean Bourdichon. 1503-1508.

Cuando hablamos con groserías o en doble sentido, es otra forma de utilizar mal el verbo, deformamos la palabra.

Recordemos aquella frase que dice: "Mirad también las naves, aunque tan grandes, y llevadas de Impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde quiere el que las gobierna".

 "Así también la lengua es un miembro pequeño y se gloria de grandes cosas. He aquí un pequeño fuego ¡cuán grande bosque enciende!".

Entre los aztecas encontramos en el templo de Chapultepec, una escultura que representa a Tonatiuh con su lengua triangular de fuego en esta efigie se percibe la íntima relación que existe entre el Verbo y la energía creadora, cuando el ser humano es adúltero, fornicario, generalmente el verbo que de él se pronuncia es de maldad, todo esto nos da a reflexionar que el conocimiento está en todas las culturas y en todos los tiempos y que este conocimiento uno de los fundamentos que enseña es la sabia utilización de la palabra.

¡No es lo que entra por la boca lo que hace daño al hombre, sino lo que sale! La boca surte la injuria, la intriga, la difamación, la calumnia, el odio... ¡Todo eso es lo que perjudica al hombre!...

Los doce Apóstoles existieron históricamente, ellos alegorizan o simbolizan a los doce Apóstoles que cada uno de nosotros lleva en su interior. Todo esto es lo que nos enseña el Apóstol Juan en el aspecto interior.

Enviado por instructor: María Guadalupe Rodríguez Licea.

Imagen 1: Apóstol Juan. 1754. Empore Wolfschlugen. Imagen 2: Juan el Evangelista. Jean Bourdichon. 1503-1508.

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