Memorias del XVI Congreso Gnóstico Internacional

“El Árbol de  la Vida”

Julio del 2013

GEBURAH

Instructora: Susana M. Rodríguez Licea

Geburah es el quinto Sephirote de la Cábala, su nombre cabalístico es Seraphim y el nombre cristiano es potestad; el atributo es justicia y el cuerpo con que se relaciona, el alma Divina. El alma espiritual es femenina y también se le conoce como Buddhi. El quinto Sephirote también es el mundo del alma, que es la región de la conciencia, de la voluntad, del equilibrio y de la belleza.

Geburah se relaciona con el número 5, el cual es indicación, demostración, enseñanza, ley del karma. Es la Ley, el rigor. Los grandes sabios de las diferentes culturas saben que la parte del cuerpo humano regida por Geburah es el brazo izquierdo, todo está muy bien orientado con la cábala hebraica.

Para los griegos Geburah  era la bella Elena, hija de Zeus tempestuoso y de Leda, la vestal griega; Zeus simboliza a nuestro Padre que está en secreto y Leda a nuestra Divina Madre; entonces la  bella Elena, perfectamente representa a la Alma Espiritual de todo hombre que viene al mundo.  Pero no olvidemos la ley de las polaridades, porque el alma divina se polariza en la forma de la bella Elena en los hombres, pero en las mujeres, se polariza en forma masculina y es entonces el bien amado, el soñado príncipe azul de las mil y una noches.

De cualquier forma, la  Bella Helena de Troya, citada por Homero en la Ilíada simboliza al alma espíritu inmortal. Nuestra alma espiritual no se encuentra en este mundo físico, sino que vive en los templos de los mundos superiores, por eso en estos templos se encuentran no una, sino muchas bellas Helenas, muchas Valkirias, según la mitología germánica, son las Valkirias de todos los  seres humanos.

El mismo Dr. Fausto estaba casado con la bella Elena; las gentes tomaron eso a la letra muerta, pero esotéricamente quiere decir que el Dr. Fausto había logrado ya ese desposorio con su Valkiria, con su alma divina. También se dice que Zoroastro se desposó con la bella Elena. Nietzsche, en su obra titulada «Así hablaba Zaratustra», menciona que Zaratustra o Zoroastro es el mismo. Comienza el relato de Zaratustra diciendo: «Vengo a hablar del Superhombre». Ese fue el error de Nietzsche, creer que ya había llegado la edad del Superhombre cuando todavía no se ha llegado al estado humano, al estado de hombre verdadero.  Los alquimistas de la edad media sabían que  cuando el hombre común se transforma en un hombre verdadero, entonces puede casarse o fusionarse  con su alma divina, y se logra el llamado “matrimonio perfecto”, la unión de las “almas gemelas” y se alcanzan dichas inefables y facultades prodigiosas como el don de la medicina.

Budhi es el alma espíritu, Ginebra, la reina de los jinas, ella exige al alma humana, su caballero, todo género de prodigios de valor y sacrificio. Este caballero, debe recorrer un camino muy difícil y lleno de obstáculos por dentro y por fuera para desposarse con la bella bien amada. El alma humana vive por el alma divina y le dice:

“Aceptadme en graciosa honra como siervo y esclavo que de vos soy. Sé alma divina mía que no soy digno de ti…: Más, alma divinal, no oso pediros sino que permitáis mí rendido servicio. Que de todo en cuanto en mí esté os serviré igual que un fiel vasallo. Bien saben los divinos y los humanos que el señor de perfección (el íntimo)  tiene dos almas, tú y yo”… Los sabios del mundo saben que tú eres mi adoración… No voy a buscar remedio alguno a tus pruebas. A todas cuantas me impongas, me someto. Tu súbdito soy… y tú mi guía. En verdad que morir por ti ha de ser la dicha mayor”.

La unión de las dos almas es el matrimonio perfecto, las bodas del alma que conceden la dicha eterna. Cuando las dos almas se unen, el ser humano se transforma y se convierte en un legítimo “Brahmavid Varishta” y entonces los mil pétalos del chacra Sahasrara de la glándula pineal confieren poderes sobre ciertas fuerzas de la naturaleza. Con la unión de Budhi y Manas, El alma humana y el alma divina, se identifican conciencia y voluntad y ambas almas quedan dotadas con poderes divinales.

Mencionar al alma Divina evoca belleza, felicidad, pureza y perfección; sin embargo el mundo búdico intuicional, donde habita el alma espiritual, está regido por el Sol, porque en él se fundamenta la justicia, ahí impera el rigor de la ley. Existen tres cosas que son eternas: La Ley, el Nirvana y el Espacio. La Ley divina es sagrada y universal, está más allá del bien y del mal. El Nirvana corresponde a los mundos de felicidad que el ser humano debe alcanzar y el Espacio sagrado es infinito y desentrañable.

Existen seres supremos que velan el cumplimiento de la ley. El jerarca del karma en este sistema solar es Anubis y es auxiliado por 42 jueces, ellos son maestros auto-realizados que ajustan las causas a los efectos para que la ley se cumpla.

La ley del karma es una ley de compensación, no es una ley de venganza, ajusta las causas a los efectos, de manera que los actos sabios y conscientes atraen dicha y felicidad; mientras que las malas obras acarrean dolor y sufrimiento. Algunos confunden la ley del karma con determinismo o fatalismo, creen que la vida del ser humano está dictada por el destino o algo parecido; olvidando el libre albedrío. Ciertamente las acciones del ser humano están sujetas a la herencia, la educación recibida y el medio que le rodea; pero en cada acción el ser humano puede elegir su estado de conciencia, los hábitos que desarrolla, las debilidades que gobierna y las virtudes que fortalece.

La ley del karma es como una medicina, sólo que la medicina no siempre es agradable; sin embargo es efectiva porque está dictada por el Amor. En antiguos rituales Caldeos se menciona la frase: “Amor es ley, pero amor consciente”. El amor está más allá del bien y del mal; no se trata solamente de hacer el bien, sino de saber hacer el bien, que las acciones realizadas sean conscientes.

La justicia divina de Geburah procura el equilibrio, la estabilidad y la permanencia; existen leyes que el ser humano debe respetar y cumplir, sin embargo esto es imposible si se desconoce la ley, por eso, el mismo Maestro Moisés dejó muy claro cómo debe ser el pensamiento, palabra y obra de los seres humanos para cumplir así la voluntad del padre que está en secreto. Cuando la ley es infringida, entonces las consecuencias son evidentes. En todo caso aplica la regla: el desconocimiento de la ley no excluye su cumplimiento, es decir, la ignorancia de la ley del karma y sus efectos no es óbice para que esta se cumpla, por ello Anubis utiliza su máscara de chacal, nada se le escapa.

Precisamente una de las partes internas de nuestro Ser es el divino Kaom, es una parte de nuestra conciencia que anota todas las obras buenas y malas con día y hora, es imposible escapar de la ley porque la ley se encuentra dentro de nosotros. Los libros que contienen nuestras obras están archivados en Alden, el templo de la justicia cósmica, todo individuo puede consultarlos en el templo que está ubicado en el mundo astral, a condición de salir conscientemente en cuerpo astral y solicitarlo con humildad a la Madre Divina.

El Maestro Samael compara nuestra vida con un juego de ajedrez: “La vida es un tablero de ajedrez en el cual cada acto nuestro es una jugada. Si nuestras jugadas son buenas, inteligentes y oportunas, el resultado será el éxito, salud y longevidad. Si, por el contrario, nuestras jugadas son hechas de mala fe, egoístas e inoportunas, el resultado será el fracaso, la enfermedad y la muerte”.

En el mundo de Geburah se percibe el rigor de la ley y la nobleza del león, por ello en el templo de la justicia del mundo astral se aprecian balanzas y espadas, la espada como símbolo de justicia y la balanza como símbolo de misericordia. La misericordia y la justicia son los dos pilares de la ley. Los tres triángulos que forman el árbol de la vida contienen dichos pilares, entonces encontramos tres Sephirotes de la forma que integran el pilar de la severidad (Binah, Geburah y Hod), tres Sephirotes de energía que sostienen el pilar de la misericordia (Chokmah, Chesed, Netzach) y tres más del equilibrio (Kether, Tiphereth, Jesod), incluyendo a Malkut, pues abarca todos los niveles de conciencia.

 Todos los jerarcas de la ley son jueces de conciencia, porque los maestros del karma se basan en la conciencia para juzgar. Las leyes que gobiernan la sociedad mundana difieren enormemente de la justicia celestial. Para la ley divina, el grado de conciencia determina el nivel de la falta; no es lo mismo que un padre de familia robe alguna medicina para salvar la vida de su hijo a que un político despoje insensiblemente a cientos de familias por codicia. Tampoco se juzga igual a un adepto que a un iniciado; si un iniciado encuentra monedas en el camino y se las queda, se le juzga de robo, porque estas monedas no le pertenecen y al quedarse con ellas las está robando. A mayor grado de sabiduría, mayor responsabilidad, y los poderes que adquieren los iniciados requieren un alto sentido ético y exigen virtudes completas.

En el libro de los muertos egipcio se menciona que “Al ser llevados los iniciados al santuario secreto de la doble Casa de la Vida para pesar sus corazones, donde son puestos en orden de estaturas alrededor de la Gran Sala de la Verdad, sentados en cuclillas, los esperan el gran sacerdote Anubis y sus 42 jueces asesores, todos con máscaras en forma de cabezas de chacal o lobo emplumado, emblema de la verdad. Vestido todo de blanco y lleno de terror el iniciado declara:

“Yo no he hecho llorar a nadie, yo no he realizado hechos reprobables, yo no he practicado el mal, yo no he hecho trabajar a los hombres más de lo debido; yo no he hecho temer, yo no he afligido a las viudas, yo no he oprimido a los huérfanos; yo no he hecho que el amo maltrate al criado; yo no he matado; yo no he robado templos, yo no he robado sus objetos a los cadáveres; yo no he dormido con mujer ajena; yo no he encarecido los comestibles; yo no he alterado el fiel de las balanzas; yo no aparté la leche de la boca del niño; yo no he privado a los ganados de sus pastos; yo no he aprisionado a pájaros; yo no detuve el agua cuando debía correr; yo no he apagado la luz cuando debía alumbrar; yo no he puesto obstáculos en el camino de los hombres; yo no he fornicado. Soy puro, soy puro, soy puro”.

En el tribunal de la justicia también hay abogados defensores, pero todo se paga, nada se consigue regalado. “El que tiene buenas obras paga y sale bien librado de los negocios”, “Quien no tiene con qué pagar debe pagar con sufrimiento y dolor”. Pero la ley del karma no es una ley mecánica, es una ley consciente y por eso los Maestros también pueden conceder créditos a quien lo solicita; estos créditos deben pagarse con trabajos desinteresados e inspirados por amor hacia los que sufren.

"Que ames a Jehová tu Dios, que oigas su voz y te allegues a Él, Él es tu vida y la longitud de tus días a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres Abraham, Isaac y Jacob, que había de dar". "Que nadie se engañe a sí mismo; lo que el hombre sembrare eso cosechará y sus obras lo seguirán".

Todo acto del ser humano está regido ya sea por leyes inferiores o por leyes superiores. El amor resume a las leyes superiores, por eso Geburah, el mundo del alma espiritual es el mundo de la ley. Según Pablo: "El amor es sufrido, bueno; no envidia, no se ensancha, no injuria, no busca lo suyo, no se irrita, no se huelga de la injusticia mas se huelga de la verdad; todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".

Los actos sin conciencia acarrean karma porque son provocados por el agregado psicológico, aunque algunas veces parezcan obras buenas. El yo no se perfecciona ni evoluciona, al contrario, cada vez se complica más. En las sucesivas existencias lo único que se aprovecha es el valor de la experiencia, pero solamente al desintegrar la causa de las malas obras, es posible que se cumpla la voluntad del Padre.

El karma también puede ser perdonado. Solamente Cristo en el hombre puede perdonar los pecados a condición de hacerse consiente del pecado y no volver a cometerlo jamás. Por eso Salomón afirma: "Con todo lo que obtengas, obtén comprensión". Y la Biblia añade: "Dios no quiere que muera el pecador, Dios quiere que viva para que se arrepienta".

El Maestro Samael, en la lección de Geburah invita a realizar la siguiente práctica:

Desde hoy en adelante su conducta debe ser muy cuidadosa para que en usted se exprese su Cristo interno. Sus pensamientos, palabras y obras, sólo serán inspirados por la verdad, el amor y la justicia. Practique diariamente la meditación, durante la misma vea que el fuego sagrado del Espíritu Santo, que se desprendió de su médula espinal para poner en movimiento al loto maravilloso de doce pétalos de su chakra cardíaco, se desprende ahora hacia el no menos maravilloso loto de dieciséis pétalos de su creador chakra laríngeo y lo pone en movimiento de izquierda a derecha; concéntrese en él por más de media hora, ya sea después de levantarse por las mañanas o antes de acostarse por las noches.

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