CAPÍTULO DÉCIMOCUARTO

Constitución y carácter

Dice el célebre psicoanalista Jung: “Cada cual tiene en sí algo de criminal, algo de genio, algo de santo y la vida del alma no es más que la lucha entre esos diversos algos.” Hay personas que son criminales natos; otros, genios por herencia; algunos, santos por educación y ambiente.

Lo criminal requiere un ambiente propicio y siempre el ser malo es algo apestoso, maloliente. El genio, por el contrarío, esparce una agradable emanación de dignidad y saber; lo santo huele bien (conocida es la frase “vivir o morir en olor a sanidad”) Todo esto se concreta en una acepción: temperamento.

“Todas las cosas tienen su alma; lástima que los psicoanalistas usen la palabra “psique”, como si tuvieran miedo a la palabra alma o es que tal vez creen que bajo esta denominación sólo incumbe hablar los sacerdotes. Creo que el alma interesa a pues es nuestro verdadero Yo; desentenderse de él sería, como ha dicho un filósofo alemán “des- yohizarse”, desprenderse del Yo, dar sólo importancia a la envoltura, la apariencia, el cuerpo.

Jung nos explica que posición social, rango, títulos y uniforme son sólo la cáscara, la envoltura;  no son el verdadero Yo, no es el alma ni somos nosotros.

Ahora bien, nuestra alma está íntimamente compenetrada con nuestro cuerpo y es difícil definir dónde acaba el Yo, alma, y dónde empieza la “cáscara”.

El verdadero Yo nos lleva por el camino del bien y los hombres de alma llevan sus títulos, fortuna y distinciones con modestia y dignidad. Se visten sin exagerar en pompas, sin provocar a los necesitados, a los desheredados de la fortuna.

El Yo verdadero es el que define al hombre, el que lo muestra a los demás tal como es. Sí bien hemos dicho que el Yo por naturaleza tiende hacia el bien; desgraciadamente, en conjunto, el hombre, como todos vemos a cada momento y como podemos experimentar en nosotros mismos, esta natural tendencia a la bondad, a la belleza, a la verdad, al bien en general, se ve muy a menudo perturbada por una serie de factores opuestos que impelen al hombre a obrar mal, a ser malo en cierto modo.

En todos nosotros hay una pugna constante entre lo bueno y lo malo: son como dos factores opuestos que se contrarrestan mutuamente en cada hombre de diferente forma. Esto es lo que constituye el modo de ser, el temperamento de cada individuo. Por analogías, aunque no por identidades, pueden clasificarse a los hombres en grupos temperamentales.

Son muchísimos los factores que influyen en nuestro temperamento y en la formación de nuestro carácter: herencia, ambiente, etc., pero por encima de todo está nuestra constitución orgánica. Como médicos, consideraremos este factor esencial y nos desentenderemos de los demás, aunque reconozcamos de antemano que, puede muy bien decirse, la herencia y el ambiente son factores a su vez de la peculiar constitución orgánica de cada uno.

Kretschmer dice: “Antes se decía que el alma estaba localizada en el cerebro o que el cerebro era el asiento del alma, y el cráneo la cápsula envolvente.

“A consecuencia de esto se hicieron muchos esfuerzos para medir la cabeza: tamaño, peso, forma, etc. De las formas exteriores se creía poder sacar consecuencias que nos diesen a conocer el contenido: el cerebro y, por ende, las facultades intelectuales y morales.

“En un principio se creía que las afecciones mentales eran afecciones cerebrales, hasta que investigando y observando se vio cómo influía el tamaño y la forma del cuerpo entero y sobre todo el funcionamiento de las glándulas. Por eso, la craneometría fue perdiendo rápidamente valor e importancia.”

A este respecto dice Schiller: “Es del alma que se forma el cuerpo; las enfermedades mentales son, pues, enfermedades del alma.” El alma reside en todo nuestro cuerpo y para curar necesitamos valernos, pues, de un vehículo que inunde todo el cuerpo, y, para eso, ninguno como la sangre.”

En nuestra Osmoterapía es muchas veces la sangre la encargada de llevar los átomos odoríferos osmoterápicos por todo el cuerpo, hasta los puntos más recónditos de nuestro organismo.

Se han hecho muchas clasificaciones de tipos biopsíquicos. Carlos Huter, el padre de los psícofisonómicos, estableció un número de tipos según la ley de herencia, la influencia del ambiente, el temperamento y la constitución física, Jaensch y Lampert han hecho trabajos interesantes para la clasificación bíopsíquica de los diferentes tipos.

El que más nos interesa considerar es el del doctor Ernst Kretschmer, profesor de Psiquiatría y Neurología en la Universidad de Marburg, quien en su magnífica obra “Korperbau und Charakter”, hace una clasificación muy acertada. Nos habla de los tipos: asténíco, leptósomo (delgado), atlético y picnico (gordo) ; los cuatro, establecidos por él. Otros autores se extienden con los tipos: colérico, flemático, sanguíneo, linfático, melancólico, intelectual, sensual, apático, pletórico, cerebral, respiratorio, musculoso, digestivo, etc.

Es de suma importancia en nuestro sistema el estudio de los diferentes tipos.

La Osmoterapia aspira, como hemos visto, a brindar a todo el mundo el perfume, remedio sencillo y agradable para todas las enfermedades. Pero, ¿basta con eso? No, en modo alguno. Nosotros, los descubridores y propagadores de la Osmoterapia, no nos contentamos con sanar a nuestros pacientes, sino que una vez conseguido esto, en lugar de dar por terminada como todo médico en tal caso nuestra misión, continuamos nuestra labor ayudando a la humanidad doliente a conseguir la dicha y la prosperidad.

Para ser feliz, es preciso ante todo disfrutar de excelente salud. Ésta se defiende mediante las reservas del organismo mismo avivadas mediante los perfumes osmoterápicos. Pero, como hemos dicho, no termina aquí nuestra misión. Una vez conseguida la salud se ha recorrido ya un buen trecho en el camino de la dicha, pero hace falta armonizar nuestro carácter, nuestro temperamento con el de los demás; limar ciertas asperezas que nos hacen desagradables; hacer que nuestra Aura se imponga a los demás por atracción, por simpatía, por su agradable vecindad; conseguir, en una palabra, hacer de nosotros individuos capaces de triunfar, de alcanzar el éxito en todos los aspectos de la vida.

Para hacer dinero en cualquiera profesión, por ejemplo, el médico, todo está en infundir “confianza”. Logrando esto se hará “médico de moda”, lo que es ser médico de modo ya lo sabemos...

Esto es lo que la Osmoterapia se propone y consigue de una manera indiscutible, con los perfumes personales.

Es un hecho comprobado el que cada tipo tiene su Aura especial. Recordemos el caso que nos cuenta la revista “Natur und Kultur” : “A un muchacho le regalaron sus padres un reloj; pero el muchacho, al poco rato, devolvió el reloj diciendo que se le había parado. El padre se olvidó de llevar el reloj el mismo día al relojero y lo conservaba en su bolsillo; al día siguiente vio, con sorpresa, que el reloj estaba en marcha. En vista de eso se lo devolvió a su hijo, quien experimentó que se le paraba de nuevo. El muchacho es miembro de las juventudes hitlerianas, por lo que hizo la siguiente prueba: pidió a varios compañeros suyos que le prestasen sus relojes y comprobó que todos los que tomaba él se paraban a los pocos momentos.”

Hace dos años se víó el curioso caso de que señoras que usaban cierto perfume les ocurría lo mismo que al muchacho del que acabamos de hablar; se les paraba el reloj en cuanto se perfumaban. Una comisión de médicos y químicos han comprobado que el perfume seca el aceite que lubrifica el engranaje de los relojes. Tal vez en el caso del muchacho alemán sea debido a causas parecidas.

En resumen, esto prueba que el perfume actúa hasta sobre las cosas inorgánicas. Con el muchacho probamos que cada uno tiene una emanación, olor, perfume, especial.

Con todo lo expuesto, comprobamos fácilmente el porqué hacemos nuestros perfumes personales.

Basándonos en las clasificaciones de Kretschmer, hemos establecido un conjunto de perfumes adecuados a los distintos tipos, sin perjuicio de elaborar para los casos especiales, casos en que se trata de tipos excepcionales, un perfume también especial.

De esa forma tenemos perfumes para coléricos, flemáticos, intelectuales, sensuales, atléticos, etc. Al colérico conviene proporcionarle un perfume sedante, que atempere su irritabilidad, que le proporcione una sensación de paz y de dominio de sí mismo; eso para lo que a él mismo se refiere. Respecto a los demás, el perfume para el tipo colérico dará a su Aura, a su constante emanación omnilateral, un aspecto de tranquilidad, reposo, seguridad, comprensión, en una palabra, de todo lo que sirva para contrarrestar un temperamento de por sí colérico, y, por ende, tan desagradable a los demás.

Al tipo flemático le proporcionaremos un perfume que borre su linfasis, que le haga activo, audaz, sensible, ete., en una palabra, todo cuanto contrarreste su predominante temperamental.

En fin, para cada tipo o temperamento tiene nuestro sistema un perfume adecuado.

Trataremos ahora del perfume bajo otro aspecto. El perfumarse es un arte. De ahí que las mujeres lo adopten desde tiempos inmemoriales para completar su encanto, para gustar y atraer a los hombres. Pero no deja de ser algo complicada la elección del perfume adecuado a su físico, a su personalidad, dejando aparte en esta consideración lo dicho más arriba respecto al temperamento.

De la misma forma que se elige el color de los vestidos adecuados al tono de la piel y al color de los cabellos y los ojos, así una mujer rubia y de ojos azules ensalzará su belleza con vestidos de tonos azules, marrón oscuro y sobre todo negro, y una mujer de negros ojos será mucho más atractiva con vestidos blanco, rosa y tonos claros en general; cada tipo tendrá un perfume peculiar, pefume que contraste y armonice con su natural belleza.

Perfume bien distinto ha de usar la mujer nórdica, inglesa y alemana, de la mujer de los trópicos.

Aparte de los ya mencionados, son muchísimos los factores que hay que tener en cuenta en la elección de perfumes. Incluso el modo de hablar, los ademanes de cada uno hay que tener en cuenta al estudiar el perfume adecuado.

Por todo lo expuesto, vernos que el perfumista ha de tener cualidades de artista. Pero no le basta con ser un hombre de gusto exquisito, se precisa algo mucho más importante: necesita el consejo del psicoanalista y del biólogo. Eso es lo que nosotros venimos a ofrecer con nuestro sistema.

Dado el carácter del presente libro no nos podemos extender, de momento, en este tema interesantísimo, casi primordial de nuestra ciencia osmoterapéutica. Volveremos a él en otra ocasión.

Por el momento nos permitiremos recordar que atenderemos en lo posible cuantas consultas se nos quieran hacer sobre esta materia.

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