Octavo Mandamiento

Deberás ser infinitamente paciente y misericordioso

Saint Job. Engraving by G.F. Ravenet after G. Perci after R. Vanni. Iconographic Collections

El arcano ocho es el número del patriarca Job de la biblia, mostrándonos el camino de la paciencia. No podía ser menos que el octavo mandamiento de la nueva era de acuario enfatizara la enseñanza de este número.

En esta época en que vivimos todo lo queremos rápido y fácil, varios somos los que no queremos trabajar física ni espiritualmente, queremos las ganancias o recompensas sin realizar esfuerzo alguno. Esa actitud generalizada en esta decadente humanidad es la que ha provocado que pocos sean los que se sostengan en el camino interior.

La naturaleza es una gran maestra; nos enseña que para cosechar frutos hay que ser pacientes, nada se da regalado, todo cuesta. Para que se dé un fruto de naranja, manzana o granado, no es de un día a otro; primero se prepara la tierra, luego se siembra la semilla, poco a poco nace la planta, hay que regarla, cuidarla de las plagas, verla crecer y tenerle amor, pero sobre todo paciencia.

Será después de años de labor incansable, que dé frutos y nos podamos sentar bajo su sombra a descansar. De la misma forma es el desarrollo de una facultad adormecida, hay que eliminar los egos que han hecho que se pierda, hay que meditar, vocalizar y nuestra Madre interna entonces nos dará esa facultad cuando realmente la merezcamos.

La eliminación de un defecto psicológico es igual, se requiere de mucha paciencia para desintegrar tan sólo uno de los miles de Yoes que cargamos; resulta que los egos más fuertes que tenemos es probable que hayan sido creados hace decenas de existencias, vida tras vida los hayamos alimentado sin freno alguno.

Por lo que un Yo psicológico es probable que tenga cientos o miles de años de vida; y si para desintegrar un yo hay que desandar el camino, ¿acaso una meditación bastará para eliminarlo? Claro que no, se requiere de infinita paciencia.

El camino por seguir está indicado por este octavo mandamiento, hay que trabajar sin esperar resultados, sólo por el gusto de trabajar internamente, en su momento y cuando lo ganemos la Madre Divina de manera natural, sin espectacularidades, nos dará lo que necesitemos.

San Francisco recibiendo los estigmas. Antonio Pirri. 1525 - 1530.

Misericordia

Misericordia es aprender a perdonar, sin embargo, no es posible perdonar si en forma incesante estamos recordando la supuesta afrenta que nos hicieron los demás. Las personas que nos señalan nuestros errores suelen ser nuestros mejores maestros y si de esta forma nos ayudan ¿Por qué habríamos de sentir rencor por ellos?

Es muy fácil amar a quienes nos ayudan y apoyan, eso es correcto, nada hay que objetar; sin embargo, el maestro Jesús nos exige mucho más: “Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian” (Lucas 6: 27, 28).

Resulta que los momentos más difíciles, si son aprovechados por nosotros, son los mejores para auto conocernos, ya que afloran de manera espontánea lo más feo que llevamos dentro y si estamos alerta entonces lo descubrimos, una vez identificado, entonces podemos estudiarlo y eliminarlo.

Lamentablemente no tenemos la costumbre de perdonar, exigimos que se nos pague, que se humillen ante nosotros, ya que sentimos que siempre tenemos la razón. Si examinamos un poco a todos nuestros familiares y conocidos, nos daremos la sorpresa de que sentimos equivocadamente que prácticamente todos nos deben un favor, un bien, etc.

Pensamos que casi todos no nos han pagado como debería de ser, han sido injustos con nosotros, no han reconocido lo bueno que hemos sido. Sin embargo, habría que ponerse a pensar, ¿o todo el mundo está mal? ¿o el que está mal es uno? Si analizamos más a fondo llegaremos a la conclusión lógica de que es uno el que está equivocado.

Albergando en nuestro corazón ese sentimiento de odio, resentimiento, autocompasión, etc., será imposible avanzar internamente. No habría ese incentivo, ya que pensamos ¿para qué cambiar, si estamos bien?

Muchos seríamos felices si olvidáramos el pasado, si en lugar de estancarnos en el ayer, viviríamos este momento disfrutando lo que tenemos.

Necesitamos aprender a tener misericordia por los demás, ese es un mandato del maestro de maestros: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados” (Lucas 6: 36, 37).

Enviado por: Lupita Rodríguez y Jenaro Reyes.

Imagen 1: Saint Job. Engraving by G.F. Ravenet after G. Perci after R. Vanni. Iconographic Collections. Imagen 2: "San Francisco recibiendo los estigmas". Antonio Pirri. 1525 - 1530.

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