Tercer Mandamiento

No vituperes jamás del prójimo ni hables palabras inmodestas o vanas

Jesús y la samaritana en el pozo. Giovanni Francesco Barbieri. 1640 – 1641

El arcano tres es la palabra, el verbo creador y nos sugiere exactamente este mandamiento, de darle un buen uso a la palabra ya que en un principio Dios creo todo a través del verbo, tal como lo sugiere San Juan cuando dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (San Juan 1: 1-3).

Uno considera que el mal uso de la palabra no tiene importancia alguna, sin embargo, hay que considerar que el verbo tiene capacidad de formar figuras geométricas en todo lo existente; sea el agua, el aire, el fuego y la tierra.

Cuando uno lanza una palabra ofensiva, crítica, grosería, etc., esta es como un bumerang que regresará a nosotros causándonos un gran daño.

“Una palabra dura nos persigue y cae más tarde sobre el que la pronunció, como un rayo de venganza”. (Samael Aun Weor. Tratado Esotérico de Astrología Hermética).

Por el contrario, cuando uno en lugar de maldecir se preocupa por bendecir, por instruir, orientar, etc., tales acciones regresarán a nosotros también favoreciéndonos.

Vituperio

Cuando uno habla mal de los demás, aunque uno se crea justiciero y noble; en realidad está levantando falsos, ya que, si uno no se conoce a sí mismo, cómo pretende ¿conocer a los demás?

Además, existe una ley muy importante en la psicología gnóstica que nos dice: que lo que vemos en el prójimo, en realidad lo tenemos muy sobrado dentro de sí mismo. Por lo que todo lo que digamos de los demás, además de convertirnos en débiles marionetas de nuestros defectos, estamos levantando falsos, es decir estamos vituperando al prójimo.

“Nunca se debe condenar a nadie con la palabra porque jamás se debe juzgar a nadie. La maledicencia, el chisme y la calumnia, han llenado el mundo de dolor y amargura” (Samael Aun Weor. La Revolución de la Dialéctica).

Palabras inmodestas

Uno se justifica muchas veces, que decir una grosería no tiene importancia, hasta nos atrevemos a echarle la culpa al que la escucha, diciendo que es el prójimo quien la interpreta de mala forma. La verdad es que si influye tanto en el mundo físico como en las dimensiones superiores de la naturaleza.

Las palabras en doble sentido lujurioso crean tempestades en el mundo de la mente, adulterios, se forman entidades mentales llamadas efigies que contaminan nuestro templo interior. Ahora, si todo es vibración, ¿qué tipo de vibración será el que forme las palabras altisonantes?

"Ten por sabido, mi querido Critón, que el hablar de una manera impropia es no sólo cometer una falta en lo que se dice, sino una especie de daño que se causa a las almas" (Platón. Dialogo Fedón).

Hay que reconocer que la palabra tiene un poder creador, pero también destructor. Una mujer entrenada en el canto, sosteniendo una nota aguda, puede romper una copa de cristal, basta recordar los muros de Jericó destruidos al sonar las trompetas de los sacerdotes de Josué, que diremos de un sonido como el de los motores de los aviones que hacen estremecer y hasta romper los vidrios de una casa.

Nos dice muy claro el maestro Jesús: “Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15: 18-19).

Dos mujeres Venecianas. Eugene Blaas, 1893

Palabras Vanas

La palabra es como oro en polvo, es decir, tiene un valor muy grande que solemos desperdiciar miserablemente cuando tenemos pláticas sin sentido, hablando de la noticia del día, del artista de moda, de la película que está en los cines, de quien ganó el partido de futbol, de lo que pasó en la novela, etc.

Nos quejamos constantemente de que no tenemos suficiente energía y fuerza para hacer las cosas que queremos, sin embargo, desperdiciamos grandes cantidades de energía en charlas ambiguas, sin trascendencia alguna.

El poder del verbo

El hacer un mal uso de la palabra trae graves perjuicios a quienes lo hacemos, ya que influye en forma negativa en nuestra energía creadora, forma microorganismos ultrasensibles en el mundo vital, astral y mental, que atraen problemas y enfermedades.

“El sonido del cañón, su estampido, destruye los vidrios de una ventana. Por otra parte, una palabra suave apacigua la ira o coraje; pero una palabra grosera, inarmónica, produce enojo o melancolía, tristeza, odio, etc.” (Samael Aun Weor. La Revolución de la Dialéctica)

El estudiante gnóstico debe darle aún más importancia al buen uso de la palabra, ya que el poder que tienen los mantram desaparece si al mismo tiempo que los practicamos no corregimos nuestro verbo. Bien claro lo establece Santiago: “Pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce” (Santiago 3: 8-12).

Debemos convertir la palabra en toda una obra de arte, cada vez que hablamos tenemos la oportunidad de influir positivamente en los demás, si el verbo en un principio dio origen al universo, que no podrá hacer en nosotros si aprendemos usarla correctamente, es como aprender a pulsar la lira de Orfeo en nuestro diario vivir.

“La palabra, distintivo humano, es el instrumento de la expresión individual y de la comunicación entre los hombres. Es el vehículo del lenguaje exterior y la descarga o exteriorización del complicado lenguaje interior, que tanto puede ser utilizado por el Ser o por el ego”. (Samael Aun Weor. La revolución de la Dialéctica).

Enviado por: Jenaro Ismael Reyes Tovar.

Imagen 1: “Jesús y la samaritana en el pozo”. Giovanni Francesco Barbieri. 1640 – 1641. Imagen 2: "Dos mujeres Venecianas". Eugene Blaas. 1893.

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