El Dhammapada

Primer sermón del Buda Gautama en el parque de los ciervos. Pintura para el festival Asalha Puja en Tailandia.

“En todos los libros sagrados de la antigüedad se hace alusión al camino secreto, se le cita, se le nombra en muchos versículos, más la gente no le conoce”. “Inclinémonos ante la Santa Biblia, y hagamos una venia respetuosa al Libro de los Muertos, y al “Zend-Avesta”, al “Corán”, al “Bhagavad-Gita” y a los “Vedas”. Esos son libros eternos...” (Samael Aun Weor)

Uno de ellos, es la obra sagrada de uno de los más grandes iniciados que ha tenido este mundo: “El Dhammapada”, que bien podríamos traducirlo como: “El camino a la verdad eterna”, en este libro está condensado la parte esencial de la enseñanza que dejara el maestro Buda.

Pongamos todo nuestro corazón y alma para estudiar esta obra cumbre, con el fin de llevarlos a la práctica en el curso de nuestra vida; penetremos con entusiasmo místico en esta enseñanza eterna…

Comienza el Dhammapada afirmando una gran realidad: el nivel de Ser (o nivel moral) atrae nuestra propia vida. Pero lo dice en forma muy elocuente, afirmando que, si uno tiene un nivel de ser muy pobre, si está lleno de defectos psicológicos, si tiene orgullo, pereza, gula y lujuria, lo que atraerá es sufrimiento; pero si uno elimina sus defectos, la felicidad nos seguirá como una sombra y jamás nos abandonará. El exterior, es tan sólo la reflexión de lo que internamente somos.

Por más que nos quejemos de la vida, de los hijos, de los padres, de los gobiernos, etc., es en nuestro estado interior donde se encuentra la raíz de nuestra desgracia o felicidad.

Más adelante nos habla de la transformación de impresiones, de una alquimia mental. Pues nos dice que, si uno permanece alerta, como un vigía en época de guerra, si comprende las cosas que observa, si no vive la vida como un zombi, si se pone en el lugar de los demás, es decir, si tiene una mente bien entrenada, la ambición no podrá hacer hueco en nuestra vida, con todas sus consecuencias desastrosas.

Cuando uno vive de momento en momento, alerta a todo lo que penetra en nuestra ventana de los cinco sentidos, será como una casa bien techada y la lluvia de impresiones del mundo exterior, no podrá penetrar equivocadamente causando estragos en nuestra casa interior.

Muy insistente es el maestro Buda, a que no es lo que hagamos lo que cuenta, sino cómo lo hagamos. No basta pertenecer a la Gnosis, venir a las conferencias, leer los libros sagrados, si a la par de esto somos negligentes, si no demostramos en los hechos de la vida práctica cambios reales. Si nos enojamos como todos, si envidiamos, si maldecimos, si ardemos en pasiones. Pues actuar así, -lo afirma el Buda- es como el vaquero que se pone a contar las vacas de otros. No vivimos la enseñanza, no la hacemos propia.

Lo que verdaderamente cuenta, los milagros que buscamos aquí en la Gnosis son: Que, si nos enojábamos 259 veces al día, ahora sólo lo hagamos 100, bueno, eso sí sería un avance real. No se trata de intelectualizar la enseñanza, sino de vivirla.

Para lograr un cambio, indudablemente requerimos de aplicar una serie de técnicas en nuestra vida diaria; una de las fundamentales y sin la cual no es posible ningún cambio real, es la Meditación. Es como dice el maestro Samael: “Es el pan diario del verdadero aspirante a la sabiduría”, sin meditación no somos nada, como un charquito que se forma en el camino cuando deja de llover, los primeros rayos del sol bastan para que se convierta en lodo.

Sólo cuando meditamos a diario, nos hacemos profundos como los lagos, como los océanos y es entonces cuando podemos liberarnos de las ataduras que nos mantienen en el materialismo crudo.

Pero hay que meditar, desde ya, hoy mismo. No importa que las actividades terminen muy noche, bien nos dice San Pablo en Efesios: “No se ponga el sol sobre vuestro enojo”, en otras palabras, hay que tener cuidado de la “Enfermedad del Mañana”; nadie niega que vivamos en un mundo lleno de prisas y deberes, siempre habrá algo “muy importante” que hacer, pero debemos siempre no dejar que pase el día sin que meditemos. Hay que dejar atrás la negligencia, los pretextos, las justificaciones y ¡A meditar!

Luces de sabiduría, nos da Buda, por todos lados. Bien claro nos deja, lo que es este mundo de ilusión y la relación que debemos tener ante él. Cada experiencia dolorosa o sublime, no cuenta para nada, si no sacamos la sabiduría encerrada en la misma. La vida es un gimnasio maravilloso a través del cual podemos auto conocernos, auto descubrirnos. Debemos actuar como la abeja en las flores, no se lleva todas las flores, sólo saca de ellas, lo mejor. No cuenta la experiencia, sino la sabiduría de la experiencia y para ello se requiere poner empeño y fe.

Mara, tratando de perturbar a Buda. En algún monasterio de Laos.

Pero lamentablemente el ser humano actual, sólo nos fijamos en los errores de los demás, así es imposible cambiar. Nos dice el maestro Samael que ver los defectos en los demás nos vuelve completamente débiles y el que ve sus errores es un titán. Esto mismo lo dice Buda. Lo que cuenta es lo que uno hace o deja de hacer. ¡Basta ya!, dejemos de juzgar a los demás y empecemos a ver nuestros propios errores. La mayor alegría de un estudiante gnóstico es el descubrir un defecto, pues en ese momento estaríamos en la posibilidad de desintegrarlo.

Fluye la palabra del maestro, como fluye un río delicioso y nos aclara una duda frecuente que muchos hemos tenido: ¿Cómo es posible, que gente que se porta mal tenga tanto bien? Un mal acto es como un fruto verde, sólo hay que esperar a que madure y entonces es que cosecharemos sus consecuencias, las cuales, aunque parecería un carbón cubierto de cenizas, aparentemente inofensivo, pero que nos quemará tarde o temprano, cosechando tan sólo lo que hemos sembrado. Pues quien siembra rayos, lo único que le espera es cosechar tempestades.

Así que debemos dejar la necedad y comprender la ley del Karma. Cada acción traerá una consecuencia. Si engañamos a nuestra pareja, pues tarde o temprano nosotros seremos los engañados. Si mentimos, nos mentirán, si robamos nos robarán. Esa es la ley de causa y efecto, la cual se cumple matemáticamente.

El gran Sakiamuni nos aclara una de las claves de la psicología gnóstica más extraordinarias que debemos tener presente siempre. Si alguien nos critica, nos señala y nos duele, tengamos la seguridad que aquello que se nos señaló es que lo tenemos y muy sobrado, pues si no lo tuviéramos no nos molestaría.

Pero si lo hace un hombre sabio, pues mucho mejor. Tenemos la fortuna de que un maestro (como lo es el maestro Samael Aun Weor) nos señale con precisión en sus libros, los errores que tenemos que destruir; esta gran ayuda debería ser nuestra guía para el trabajo interior, pero en lugar de seguir las palabras deliciosas de Buda, la mayoría huimos despavoridos refugiándonos en libritos pseudo-esotéricos que sólo nos llevan a justificar nuestros errores.

Pero, qué le vamos a hacer, esa es nuestra realidad. Hoy es la moda de los falsos estudiantes de Gnosis, refugiarse en las arenas del desierto, en las teorías, no importa que sigamos sufriendo. La verdad es que se necesita de valor para estudiar la obra del maestro y hacerla carne y vida en cada uno de nosotros.

Vuelve el maestro de la compasión, ahondando en la técnica de transformar las impresiones, pues su fundamento es el “Recuerdo de Sí” más la comprensión; y nos dice lo que Tomas de Kempis resumió en la frase: “Yo no soy más porque me alaben, ni menos porque me vituperen, porque yo siempre soy lo que soy”. Uno es el que les da valor a las palabras, sean de calumnia o de alabanza, y si dejamos que penetren sin transformarse crean monstruosos egos del orgullo o de la ira, amordazando más y más nuestra conciencia.

Los guerreros samurái del Japón, los caballeros águila y tigre del México azteca, no son más que la remembranza de la conquista más grande que podemos llevar a cabo: la de sí mismos. Es urgente que dominemos nuestros deseos, apetencias y ansias de dinero; esa es la mayor de las victorias.

Así como hemos comentado, que las consecuencias de nuestros actos negativos siempre llegarán, lo es también de las acciones en bien de los demás. Uno piensa que nadie se ha dado cuenta de lo que hemos hecho, que nadie valora los sacrificios que realizamos, que quizás hasta no existe la justicia divina, más estamos en un error.

Así como un cántaro se llena gota a gota, las buenas acciones siempre nos traerán bienestar. Hacer el bien, siempre es el mejor de los negocios, pues quien da recibe y entre más da, más recibe, pero el que nada da, hasta lo que tiene le será quitado.

Enviado por: Instructora gnóstica: María Guadalupe Rodríguez Licea. Comisión Cursos de Gnosis por internet.

Imagen 1: Primer sermón del Buda Gautama en el parque de los ciervos. Pintura para el festival Asalha Puja en Tailandia.

Imagen 2: Mara, tratando de perturbar a Buda. En algún monasterio de Laos.

“¡Ah! Si tú comprendieras lo que es estar despierto... ¡Escuchad te digo! al Dhammapada, la obra sacra del Budha Shiddharta Gautama...” Samael Aun Weor

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