Libro: Tiempo Azul

Introducción

La meditación es la búsqueda de la verdad en el lugar más idóneo, pero menos explorado: el interior de cada uno.

La meditación es una interiorización, siempre gradual y cada vez más profunda, que tiene como objetivos alcanzar la quietud de la mente, lograr el auto conocimiento para, de esta forma, obtener paz interior, felicidad y libertad verdaderas.

La meditación es la búsqueda de información de un defecto psicológico, de una planta, de una enseñanza, pero sin la intervención de la mente. Se trata de acceder a facultades superiores a la mente, para adquirir un conocimiento de carácter trascendental, que nos pueda conducir a una transformación radical.

Sacerdote maya en posición del Buda cuando meditaba. Los glifos en su entorno son del agua pura de vida. Zona Arqueológica de Chichén Itzá. Cultura Maya.

Sacerdote maya en posición del Buda cuando meditaba. Los glifos en su entorno son del agua pura de vida. Zona Arqueológica de Chichén Itzá. Cultura Maya.

«Un primer estudio en la técnica de la meditación es la antesala de esa paz divina que supera todo conocimiento. La forma más elevada de pensar es no pensar. Cuando se logra la quietud y el silencio de la mente, el Yo, con todas sus pasiones, deseos, apetencias, temores, afectos, etc., se ausenta.» [Samael Aun Weor. La Revolución de la Dialéctica].

No es una disciplina para volubles, inconstantes o personas que quieran resultados fáciles y rápidos. Sólo las esencias guerreras, con grandes anhelos de cambio, que buscan con todas las fuerzas de su alma la verdad, es que está dirigida esta ciencia milenaria.

En esos viejos monasterios, donde se practicaba la meditación como una disciplina de muchas horas al día, se consideraba que después de unos 30 años de trabajo, apenas se estaba comenzando. Lo anterior, nos da una idea de lo superficiales que somos en la actualidad y que suponemos que meditar es llegar a imaginarnos seres con alitas y sentir cosas como un calor circular por nuestro cuerpo o percibir ciertas vibraciones.

Nada de esto es la meditación, la auténtica meditación es buscar la quietud de la mente, pues Dios busca el vacío para llenarlo. Cuando, de la noche a la mañana, resultamos viendo cosas, la verdad es que sólo son producto de nuestra fantasía, surgidas de nuestra propia inseguridad, de complejos de inferioridad, de querer destacar o sobresalir.

A todo eso, debemos tener el inmenso valor de renunciar, lo que buscamos es el silencio, la quietud, nada de fantasías, eso es un estorbo para aprender a meditar, una distracción.

Meditar es la búsqueda de información, pero independiente de toda actividad intelectual. De lo que se trata es de liberarse de la mente, tal y como lo mostrara el gran maestro Jesús al entrar a Jerusalén el Domingo de Ramos montado en un burro; viva representación de la mente, con esto nos indica que debemos dominarla, no que ella nos domine a nosotros.

La frase inscrita en el templo de Delphos: “Nosce te Ipsum”, es una pequeña frase, pero con un gran contenido: “hombre, conócete a ti mismo”, es la clave suprema. Por ello advierten, los más sabios del pasado, que la verdad no se encuentra en el exterior, sino que se haya en las profundidades de sí mismos.

Justamente, en la palabra gnosis, encontramos el mismo significado, que es conocimiento, pero no nos referimos a un conocimiento intelectual, nos estamos refiriendo a un conocimiento interno, al auto conocimiento, la auto gnosis. Esto sólo es posible si logramos ver en nuestro universo interior, y para alcanzarlo se requiere que la mente quede quieta, en silencio, libre del batallar de las antítesis.

Nuestra mente hoy por hoy es un calabozo, del que debemos liberarnos, emanciparnos. Cuando la mente logra quedarse quieta, en silencio imponente, es entonces que podemos experimentar la verdad, lo real y ser uno con nuestro Padre interno, para que nos guíe por la senda de la luz.

A través de la meditación obtenemos ese pan supersubstancial, esa sabiduría venida de lo alto, encontrar la tan anhelada paz, tranquilidad, comprender nuestros defectos psicológicos y así tener posibilidad de desintegrarlos. Aunque parezca que no tiene nada que ver, podríamos lograr el fortalecimiento de nuestro organismo físico, ya que, constantemente, recibimos distintos tipos y subtipos de energías y al meditar las transformamos en una energía superior y ésta llega como alimento para nuestras células.

Podremos lograr una disminución notable del estrés, pues tenemos más capacidad de enfrentarnos a las circunstancias de la vida. Además, la meditación nos permite activar los chakras (centros magnéticos) para desarrollar las facultades latentes del ser humano.

La meditación que requerimos es la misma que se practicara con tanta devoción y respeto en los misteriosos templos de la sagrada orden del Dragón Amarillo en la antigua China; la meditación que necesitamos es la que con tanta ternura y amor enseñara Buda a sus discípulos.

Es urgente y necesario que penetremos en forma totalmente práctica en esa ciencia milenaria que logró hacer mujeres y hombres de la talla de una Juana de Arco, una Blavatski, un Jesús o un Quetzalcóatl.

«La técnica de la meditación nos permite llegar hasta las alturas de la iluminación y de la Revolución de la Dialéctica.» [Samael Aun Weor. La Revolución de la Dialéctica].