CAPITULO XXVII.- CONCLUSION

Habiendo terminado nuestro estudio de esta parte de la Santa Cábala que concierne a los Diez Sephiroth en el Arbol de la Vida, no podemos encontrar otras palabras que éstas: "¡ Se ha hecho tan poco !... ¡ Cuánto resta por hacer !” ...

Esperamos que este libro será seguido de otros. Los Veintidós, Senderos forman un sistema de psicología mística acerca de las relaciones existentes entre el universo y el alma del hombre. Así como los Diez Sephiroth, relacionados al Macrocosmos, son la clave de la iluminación, también así los Veintidós Senderos, simbolizando las relaciones entre el Macroscosmos y el Microcosmos, son la clave de la adivinación; esta última, tomada en su verdadero sentido, es un diagnóstico espiritual, cosa bien diferente de la buenaventura.

Las Esferas de lo dioses en el Arbol de la Vida son también; una cuestión de profundo interés y de inmediata aplicación práctica, porque dan la clave de los ritos que tenían por objeto --y no se lo proponían en vano-- entrar en contacto con esas diferentes; fuerzas que están personificadas en los nombres de los dioses, y de equilibrarlas.

Todos estos tópicos requieren un saber detallado, que no puede, adquirirse sino gradualmente. Es mucho más de lo que podría hacer sin auxilio una sola pluma, y el autor recibiría con agrado las cartas de aquellos que se interesan en estas cosas, no como un estudio de la antígüedad, sino como fuerzas vivientes que tocan los asuntos y el corazón del hombre.

Todo lo que del ceremonial nos resta en occidente está en manos de la Iglesia, de los Masones y de los explotadores de cabarets. Los tres tienen eficacia en su género: la Iglesia, invocando el amor de Dios; la Masonería, invocando el amor del hombre, y el Cabaret, invocando el amor de las mujeres.

Observando como medio de invocar el espíritu de Dios, el ceremonial es pura superstición; pero, como medio de invocar el espíritu del hombre, es pura psicología, y es así como nosotros lo consideramos. En occidente se ha perdido este arte; valdria la pena resucitarlo.

En estas páginas hemos dado la base filosófica en que reposa este arte. Su aplicación práctica no exige solamente un saber técnico, sino también el desarrollo de ciertos poderes del espíritu por medio de un entrenamiento minucioso y prolongado, siendo el primero de esos poderes la concentración, y el segundo, la imaginación visual. En lo concerniente a este último, nosotros, los occidentales, nos hallamos en una lamentable ignorancia. Rozando este punto, Coué no ha cumplido su misión al buscar en la atención prolongada un substituto de la emoción espontánea.

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