CAPITULO II.- ELECCION DEL SENDERO

Nadie realizará progreso alguno en el desenvolvimiento espiritual si anda de sistema en sistema, utilizando ora algunas afirmaciones del Nuevo Pensamiento, ora algunos ejercicios respiratorios del Yoga, luego posiciones física para meditar, para proseguir después con algunas tentativas místicas mediante la oración. Cada uno de esos sistemas tiene su valor, pero ese valor sólo es real si se practica el sistema en su totalidad. Constituyen algo así como una calistenia de la conciencia y su fin es el de desarrollar gradualmente los poderes mentales. Su valor no reside en los ejercicios en sí, sino en los poderes que estos ejercicios despertarán si se los practica con perseverancia. Si decidimos emprender seriamente nuestros estudios ocultos, en vez de hacer de ellos simples lecturas de entretenimiento, es necesario que elijamos un sistema cualquiera y lo prosigamos hasta que lleguemos, si no a su objetivo ultérrimo, por lo menos, hasta ciertos resultados prácticos, y a una expansión definitiva y permanente de nuestra conciencia. Una vez logrado, podemos, con ventaja, experimentar los métodos que se utilizan en otros senderos, formándose así un sistema ecléctico, técnico y filosófico. Pero el estudiante que pretende desde el principio ser un ecléctico, antes de hacerse perito en la materia, nunca será más que un incapaz o un charlatán.

Todo el que tenga experiencia práctica acerca de los distintos sistemas de desenvolvimiento, sabe que los métodos tienen que ser adaptados al temperamento, así como al estado de desarrollo de cada estudiante. En el Occidente, especialmente, aquellos que prefieren el sendero Oculto al Místico, generalmente buscan la iniciación cuando se encuentran en un estado de desenvolvimiento que en el Oriente se juzgaría absolutamente prematuro, esto es, carente de madurez. Todos los sistemas utilizables en el Occidente tienen que tener, en sus grados inferiores, alguna técnica que pueda utilizarse como escalón para esos estudiantes carentes de la necesaria madurez; de otra manera pedirles que se eleven inmediatamente a las alturas metafísicas, es absolutamente inútil, al menos para la inmensa mayoría, lo cual impediría que realmente empiecen por algo.

Todo sistema de desenvolvimiento espiritual aplicable en el Occidente, debe llenar ciertos requisitos bien definidos. Para empezar, su técnica elemental tiene que ser tal, que pueda ser fácilmente comprendida por las mentalidades que no tienen absolutamente nada de místicas; en segundo lugar, las fuerzas que pongan en movimiento han de ser lo suficientemente poderosas como para estimular el desenvolvimiento de los aspectos superiores de la conciencia, concentrándolas como para que puedan penetrar en los vehículos comparativamente densos del occidental, que es completamente incapaz de percibir vibraciones sutiles. En tercer lugar, como son muy pocos los europeos, que debido al Dharma racial de desarrollo material, tienen la oportunidad o la inclinación a llevar una vida recluída, las fuerzas que se empleen deben ser manipuladas en tal forma (especialmente al principio del sendero) que puedan utilizarse en los breves períodos que el hombre o la mujer modernos tienen disponibles o que puedan substraerse a sus ocupaciones diarias. Se debe poseer una técnica que permita concentrar y dispersar rápidamente esas energías, porque es imposible mantener una alta tensión psíquica por algún tiempo en las duras condiciones en que se desenvuelve la vida de los que habitan las ciudades europeas. Regularmente, la experiencia demuestra que los sistemas de desenvolvimiento psíquico efectivos y satisfactorios para los reclusos, producen graves neurosis y colapsos en la persona que los sigue mientras soporta paralelamente el ajetreo de la vida moderna.

¡Tanto peor para la vida moderna!, podrían decir algunos utilizando este argumento como motivo para modificar los sistemas de vida occidentales. Nada más lejos de nosotros que suponer que nuestra civilización sea perfecta, o que la sabiduría haya nacido o muera con nosotros; pero sí es lógico suponer que si nuestro karma (destino) nos ha hecho nacer en un cuerpo de temperamento racial, es porque esa disciplina o sistema es la que los señores del Karma consideran más adecuada para nosotros en esta encarnación, y no adelantaremos nada en nuestra evolución tratando de evadirla. Hemos observado tantos intentos de dedicarse al desenvolvimiento espiritual, que no eran más que tentativas para eludir los problemas de la vida, que no podemos menos que considerar con sospecha todo sistema que implique una ruptura con el Alma Colectiva de la raza. Tampoco nos causa la menor impresión toda dedicación a la vida superior que se manifieste como peculiaridades o excentricidades en la manera de vestir, de conducirse o de cortarse o no cortarse los cabellos. La verdadera espiritualidad jamás se hace propaganda.

El Dharma racial de Occidente es la conquista de la materia densa. Si nos diéremos clara cuenta de esto, nos explicaríamos todos los problemas de las relaciones entre Oriente y Occidente. Para poder conquistar la materia física y desenvolver la mentalidad concreta hemos sido dotados, como herencia racial, de un tipo particular de cuerpo físico y un sistema nervioso adecuado, de manera parecida a la que en las razas mogólicas o negras han sido dotadas de otros tipos distintos.

Es erróneo aplicar a un tipo de construcción psíquico-física los métodos de desenvolvimiento aptos a otra, porque, o bien no producirán resultados, o producirán resultados imprevistos y probablemente indeseables. Decir esto no es condenar los métodos orientales, ni mucho menos, ni menospreciar las constitución de los occidentales, tal como Dios la hizo; sino moralmente declarar que lo dicho en el viejo adagio "lo que es carne para un hombre es veneno para otro", es la pura verdad.

El Dharma de Occidente difiere del de Oriente. ¿Es aconsejable y conveniente tratar de implantar los ideales Orientales en los Occidentales? Huir del plano terrestre no es precisamente su línea de progreso. El Occidental normal y sano no siente el deseo de huir de la vida, sino, al contrario anhela conquistarla y ponerla en orden y armonía. Sólo los tipos patológicos anhelan "morir a la medianoche sin dolor ni pena" y librarse de la rueda de los nacimientos y las muertes. El Occidental quiere vida, más vida.

El Ocultista Occidental busca, precisamente, la concentración de esta fuerza vital en sus operaciones: no trata de huir de la materia hacia el espíritu, dejando a la tierra inconquistada para que se arregle como pueda. Quiere hacer descender a Dios hasta el ser humano y que la Divina Ley prevalezca sobre el Reino de las Tinieblas. Esta es la raíz del motivo para que el Occidente busque la adquisición de poderes ocultos en el Sendero de la Derecha y explica por qué los iniciados no abandonan todo por la Unión Divina, sino que cultivan la Magia Blanca. La Magia Blanca consiste en la aplicación de los poderes ocultos en fines espirituales, y es por medio de ella que se efectúa en gran proporción el desenvolvimiento de los aspirantes Occidentales. Conocemos muchos sistemas, y, en nuestra opinión, la persona que evita el ceremonial trabaja con enorme desventaja. El desarrollo que se consigue en el Occidente sólo por la meditación es lentísimo, porque la substancia mental sobre la que se tiene que operar y la atmósfera mental en medio de la cual se vive, son extraordinariamente resistentes a los cambios. La única escuela de Yoga Occidental puramente meditativa es la de los cuáqueros; y creemos que todos convienen en que ese sendero es para muy pocos. La Iglesia Católica combina el Mantra Yoga con el Bhakti Yoga.

Mediante fórmulas adecuadas el ocultista selecciona y encuentra las fuerzas con las que desea operar. Estas fórmulas están basadas en el Arbol de la Vida Cabalístico, y sea cual fuere el sistema con el que esté trabajando, esto es, las formas de los Dioses de Egipto, o evocando la inspiración de Iacchus (Iakus), con cánticos y danzas, siempre tendrá el diagrama del Arbol de la Vida en su mente. Los iniciados del Occidente se especializan en su simbolismo, porque el Arbol de la Vida suministra el plano fundamental para clasificar todos los demás sistemas. El rayo en el que trabaja el aspirante occidental ha operado y se ha manifestado en diversas culturas, desarrollando una técnica diferente en cada una de ellas. El iniciado moderno utiliza un sistema sintético, empleando algunas veces el Egipcio, otras el Griego, a veces el Druídico, de acuerdo con las diversas necesidades, objetivos y condiciones. En todos los casos, sin embargo, las operaciones que realiza están de estricto acuerdo con el Arbol de la Vida, de que es maestro. Si posee el grado que corresponde al Sephirah Netzach, puede trabajar con la manifestación de la fuerza de la virilidad, conocida por los cabalistas con el nombre de Tetragrammaton Elohim (Elojim), sea cual fuere el sistema con que esté operando. En el sistema Egipcio, sería la Isis de la Naturaleza; en el Griego , Afrodita; en el nórdico, Freya; en el Druídico, Keridwen. En otras palabras, posee los poderes de la Esfera de Venus, sea cual fuere el sistema tradicional que se esté utilizando. Una vez que se logra un grado en un sistema, tiene acceso a todos los grados equivalentes de todos los demás sistemas de la tradición.

Pero, aunque puedan utilizar estos otros sistemas según se presente la ocasión, la experiencia demuestra que la Cábala siempre es el mejor plan fundamental para educar al estudiante antes de que pueda comenzar a experimentar por sí mismo con los sistemas paganos. La Cábala es esencialmente monoteísta : las potencias que clasifica se consideran como los Mensajeros del Unico Dios y no como Sus Compañeros. Este principio establece el concepto de un gobierno central del Cosmos y de la operación de la Ley Divina sobre toda manifestación, un principio muy necesario que conviene que el estudiante de las Fuerzas Arcanas absorba completamente. La Pureza, sanidad y claridad de los conceptos cabalísticos, resumidos en la fórmula del Arbol de la Vida, es lo que hace de ese jeroglífico tan admirable para la meditación y para exaltar la conciencia, lo que justifica el título que le damos : Yoga del Occidente.

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