CAPITULO XXVI.- LOS QLIPHOTH

En un capítulo precedente hemos hecho alusión a los Qliphoth, los Sephiroth funestos y adversos; ahora, es necesario estudiarlo de más cerca, aunque ellos son "fuerzas terribles tanto, que es peligroso hasta pensar en ellas".

Se podría preguntar por qué, siendo así, su estudio es, sin embargo, tan necesario. ¿No sería mejor apartar de ellos nuestro espíritu e impedir que las imágenes de esas fuerzas funestas se formen en nuestra conciencia? Para responder a esta pregunta podemos citar los preceptos de Abramelin el Mago, cuyo sistema de magia es el más eficaz y completo que poseemos. En este sistema el operador, tras un período de purificación y preparación prolongado, evoca no solamente las fuerzas angélicas, sino también las demoníacas.

Un buen número de personas se han chasqueado con el sistema de Abramelin, y la razon es fácil de hallar, pues si examinamos su intentonas comprobaremos que jamás ellos siguieron íntegramente el sistema, sino que eligieron ora una ceremonia, ora una invocación, según sus antojos pasajeros. De consiguiente, el sistema de Abramelin ha tenido la mala reputación de ser una fórmula peligrosa; mientras que, practicado en su totalidad, es una fórmula singularmente segura, porque se liga a todas las reacciones de la fuerza invocada, como se podría hacer en un laboratorio y, por lo mismo las neutraliza.

Cualquiera que desee abordar el aspecto positivo de una Esfera debe saber que también tiene un aspecto negativo, y que a menos de poder mantener el equilibrio necesario de las fuerzas este aspecto negativo puede convertirse en dominante y arruinar la operación. En toda ceremonia mágica hay un punto donde se encuentra este aspecto negativo y a menos que haya una sabiduria adecuada, precipitará al operador en la fosa que habrá cavado él mismo. En magia hay una sabia máxima que aconseja no invocar ninguna fuerza a no ser que se esté preparado para afrontar el aspecto negativo.

¿Osaríamos, acaso invocar en nosotros mismos, por ejemplo, la energía llameante de Marte (Gueburah) sin estar disciplinados, purificados, y de esta manera sentirnos seguros dé que impediremos a esta fuerza ir a los extremos, o sea la crueldad y la destrucción? Si tenemos un vago conocimiento de la naturaleza humana, debemos saber que cada una tiene los defectos de sus cualidades, es decir, que si es vigoroso, enérgico, podrá ser cruel, opresor; si es calmo, si es magnánimo, podrá ceder a las tentaciones de la indiferencia y la inercia.

Los Qliphoth son llamados, justamente, los Sephiroth malignos y contrarios, porque no son principios o factores independientes del esquema cósmico, sino el aspecto desequilibrado, destructivo de Las Santas Estaciones. En efecto, no hay dos Arboles de la Vida, sino uno solo, y un Qliphoth es el reverso de una moneda cuya otra cara es un Sephirah. Quienquiera se sirva del Árbol como sistema mágico, forzosamente deberá conocer las Esferas de los Qliphoth, pues no hay posibilidad de evitarlas.

Solamente en el plan de Atziluth existe un solo Nombre de Poder asociado a un Sephirah, el Nombre de la Divinidad. El Arcángel corresponde al Diablo, al coro de los Angeles la cohorte de Demonios, y las Esferas Sephiróticas tienen su correspondencia en las Habitaciones lnfernales.

El estudiante debe distinguir cuidadosamente entre esos dos términos que, para el ocultista, son el mal positivo y el mal negativo. Este es un punto capital de la filosofía esotérica; un error en esta materia trae consecuencias posteriores lejanas y, compromete la obra y la vida del iniciado, como aquellas de todo ser humano que aspire a una libre elección y al dominio de sí mismo. A menudo este punto es poco comprendido, pero es de una singular importancia, actuando de inmediato sobre nuestro juicio, nuestros puntos de vista y el conjunto de nuestra conducta.

El mal positivo es una fuerza que se mueve a la inversa de la corriente evolutiva; el mal negativo es sólo la resistencia de una inercia que aún no ha sido superada, de un obstáculo que no ha sido neutralizado.

Ilustremos estas definiciones con un ejemplo. El conservadorismo natural de un espíritu maduro es mal visto por aquel que aspire a las reformas; la iconoclastia natural de la juventud, juzgada nociva por el administrador que ha establecido su sistema. Sin embargo, no podemos pasar por alto ninguno de estos factores opuestos, si la sociedad debe mantenerse sana; gracias a ellos logramos un progreso constante, que no desorganiza el estado social y tampoco le permite llegar a la decrepitud y el estancamiento. Estos factores diversos son indispensables al buen funcionamiento de las cosas que sin uno de ellos, se arruinarían.

De consiguiente, no podemos concebir ninguno de ellos como mal sociaI a menos que haya un exceso. En términos de filosofía esotérica, clasificaremos el conservadorismo como un mal negativo, desde el punto de vista de un reformador, y la iconoclastia como un mal negativo desde el punto de vista de un conservador.

El mal positivo es algo completamente diferente. Podrá tener la naturaleza de una iconoclastia excesiva, llegando a la anarquía pura y simple; o de un conservadorismo también excesivo, trayendo consigo los privilegios de clases y de intereses petrificados, contrarios al bien social o bien, podrá tomar la forma de: corrupcion política, que altera la eficacia del mecanismo administrativo; o también de la corrupción social, tal como la prostitución organizada o el trabajo infantil, nocivos a la salud del cuerpo nacional.

La tendencia conservadora y el instinto radical atraerán aquellos que simpaticen con esos puntos de vista, y muy pronto sus partidarios se organizarán formando partidos políticos; ninguna de esas fracciones es mala, excepto a los ojos de sus adversarios; el conjunto del cuerpo nacional los compara y soporta imparcialmente, reconociendo en ellos factores complementarios. Asimismo los elementos criminales y corrompidos de la sociedad buscarán la manera de organizar por su cuenta un Tammany Hall. El partido conservador y el radical pueden ser comparados' respectivamente a Chesed y a Geburah; Tammany Hall podrá ser comparado Qliphoh que corresponde a Gueburah, la fuerza incendiaria opositora y los Trusts organizados, al Qliphoh de Chesed que engendra la corrupción.

El mal negativo es el corolario práctico del principio del Equilibrio; el Equilibro, es el resultado de la balanza entre fuerzas opuestas; por tanto, éstas deben combatirse una a otra. No debemos cometer el error de considerar bueno el término aislado de un par de fuerzas en lucha, y malo el otro; este punto de vista es la base misma de la fundamental herejía dualista.

Los estudiantes esclarecidos e instruídos de toda religlón consideran el dualismo como una herejía, los adherentes ignorantes de una fe cualquiera son los que creen en el conflicto entre la luz y las tinieblas, entre el espiritu y la materia, cuyo resultado final es el triunfo de Dios, la abolición, la eliminación total de las influencias que se oponen a Él. El Protestantismo Cristiano olvida  que Lucifer es un Porta Luz, que Satán es un ángel caído, y que Nuestro Señor no limitó su mensaje a la humanidad, sino que descendió a los Infiernos, dirigiéndose allí a los espiritus encadenados. No podemos vencer el mal suprimiéndolo ni destruyéndolo, sino absorbiéndolo e introduciendo en él la armonia.

En todos nuestros cálculos y conceptos debemos distinguir con cuidado la influencia de un Sephirah y la resistencia del Qliphah correspondiente. Los dos Arboles, el Divino y el Infernal, el de los Sephiroth y el de los Qliphoth, en general son representados como aparecerían si el Arbol adverso fuese la imagen del Arbol Celeste, en un espejo colocado en su base, igualando así, en profundidad, la altura del otro. obtendremos un concepto más exacto concibiendo los dos jeroglíficos como inscriptos en cada lado de una esfera, de manera que si un péndulo se balancease de Gueburah a Guedulah (Marte y Júniter) iría más allá del límite en algún sentido y se pondría a girar del lado opuesto del Arbol, llegando así a la esfera de influencia del Sephirah adverso correspondiente. Si fuese muy lejos en el sentido de Gueburah (Severidad), llegaría a la esfera de las Fuerzas Devorantes e Inflamadas de la Crueldad, del odio; si fuese demasiado lejos en el sentido de Guedulah (la Piedad), llegaría a la esfera de la Complacencia que permite la Destrucción, fórmula plena de significado.

El místico nos dice que su objetivo es el de moverse en la esfera del espíritu puro, sin mezcla alguna de lo terrestre, y que, por consiguiente invoca sólo el Nombre de Dios. Pero el ocultista responde a ello: mientras estéis en un cuerpo terrestre, sois un hijo de la Tierra, y el espíritu no puede permanecer para vos sin mezcla. Cuando invocáis el amor divino no podrá llegar a vos sino por intermedio de un Redentor. La Esfera de la Redención es Tiphareth, cuyo Arcángel es Rafael, el sanador. ¿No reconocemos la influencia del Redentor por las señales que da, curando el cuerpo y el alma? El inverso del Redentor que armoniza son los Querelladores, “los grandes gigantes ogros que se combaten sin cesar los unos a los otros”. ¿No vemos, acaso, su influencia en las doctrirnas más duras del Cristianismo, en la idea del castigo eterno en las regiones infernales en oposición con la recompensa eterna bajo el reinado del vengador y venal Jehovah? Si esas no son Las Fuerzas Duales Contrarias, ¿cuáles son, pues? El pensamiento religioso moderno comete un gran error no comprendiendo que el exceso de un bien es con eso y con todo, un exceso.

 El único período durante el cual se produce un perfecto equilibrio de fuerzas, es el Pralaya o la Noche de los Dioses. La fuerza en equilibrio es estática, potencial y nunca dinámica, porque ese equilibrio implica dos fuerzas contrarias que se han neutralizado perfectamente de una a otra, de manera que cada una es inerte, inoperante. Destruyamos el equiIibrio y las fuerzas se pondrán de nuevo en libertad para actuar; el cambio puede producirse desde entonces; el crecimiento, la evolución y la organización podrá nacer. En el equilibrio perfecto no hay ninguna posibilidad de progreso: es un estado de reposo. Se dice que al final de una Noche Cósmica se rompe el equilibrio y que, de consiguiente, de nuevo se produce una efusión de fuerzas, y la evolución recomienza.

Preferentemente, el Equilibrio del Universo puede ser comparado más a un péndulo que a una tenaza: no es mantenido inmóvil; entre estos dos conceptos hay una enorme diferencia. Porque en el control de sí mismo siempre hay una ligera vibración un temblor de las fuerzas opuestas; en ella hay una estabilidad no de inercia, sino de esfuerzo.

En el Arbol, esto está representado por los dos Pilares de la Misericordia y del Rigor, que se oponen una a otro. Gueburah (el Rigor) se opone a Guedulah (la Misericordia). Binah (la Forma) se opone a Kjokmah (la Fuerza). Si esta oposición concluyera el universo se hundiría, como cae un hombre cuando, tirando de una cuerda, ésta se rompe. Debemos comprender claramente que esta resistencia, esta tensión que tenemos que combatir en cada una de nuestras acciones, no es un mal: es el contrapeso necesario a toda fuerza que podamos emplear.

Como ya hemos dicho en el capítulo precedente cada Qliphah nació, primero, como la emanación de una fuerza no equilibrada, en el curso de la evolución del Sephirah correspondiente. Hubo un período en que las fuerzas de Kether se expandieron para formar a Kjokmah y el Segundo Sendero estaba en vías de devenir, pero no establecido por completo; Kether, pues, debió entonces encontrarse no equilibrado, expandiéndose sin compensación. Vemos este fenómeno de transición patológica claramente ilustrado en el caso del adolescente que ha dejado de ser niño que estaba bajo el control de otra persona. y todavia no es un adulto capaz de controlarse a si mismo.

Este período inevitable de fuerza no equilibrada, esta patología de la transición, es lo que da, sucesivamente, nacimiento a cada Qliphah. Se deduce que la solución del problema del mal y su desaparición en el mundo no puede ser lograda por su supresión sino más bien por su comprensión y su reabsorción consecuente en la Esfera donde tuvo origen. La fuerza no equilibrada de Kether, que dió nacimiento a las Dos Fuerzas Adversas, debe ser neutralizada por un acrecentamiento correspondiente de Kjokmah, la Sabidura.

La fuerza no equilibrada de cada Sephirah, pues, que pudo desarrollarse sin control durante las fases temporarias de desequilibrio que surgieron periódicamente en el curso de la evolución, forma el núcleo en torno al cual fueron organizadas todas las formas de pensamiento malhechoras de la conciencia de los seres sensitivos, o por la operación de fuerzas ciegas que se hallaban no equilibradas, dirigiéndose cada tipo de desarmonía al lugar que le es propio. Se dedúce que aquello que primitivamente era un simple excedente de fuerza pura y buena en su naturaleza intrínseca, a falta de compensación puede convertirse, en el curso de los siglos, en un centro altamente desarrollado y organizado del mal positivo y dinánico.

Un nuevo ejemplo hará esto más claro. Un excedente de la energía necesaria a Marte (Gueburah), que destruye la inercia y hace desaparecer lo que es excretorio y usado, necesariamente debería producirse en el período anterior a una emanación de Tiphareth Fuerza Redentora. Tan pronto como fuese emanada, el Redentor vendría a compensar la severidad de Gueburah diciendo, como Nuestro Señor: ”Os doy mi nueva ley: ya no diré más ojo por ojo, diente por diente...”. Este rigor unilateral de Gueburah nos valió el Dios celoso del Antiguo Testamento y todas las persecuciones religiosas a que dió lugar Su Nombre cruel salvaje. He aquí el Qliphah de Gueburah. Toda naturaleza opresora y cruel está sintonizada con él. A su esfera va todo el excedente de fuerzas que emana, el cual es absorbido por una fuerza contraria del universo, toda venganza insatisfecha, toda sed de crueldad que tampoco fué satisfecha. Y estas fuerzas cada vez que hallan una ocasión de expresarse, la toman. De modo que el hombre que se deje arrastrar por la crueldad, como consecuencia de una naturaleza no desarrollada o disforme, bien pronto descubre que no solamente satisface sus instintos, sino que un gran poder venido del espacio corre a través de su ser como impulsándolo a cometer un crimen tras otro, hasta que abandona toda prudencia y control, y se destruye a sí mismo por algún exceso más imprudente que los anteriores.

Y cada vez que nos convertimos en el canal de una fuerza pura, es decir, de una fuerza simple, no arruinada por motivos ulteriores y consideraciones secundarias, encontramos tras de nosotros que un gran río, venido del Sephirah correspondiente, nos elige como medio de expresión. Es esto lo que al devoto, aunque sea limitado, da su poder, que parece anormal.

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