TERCERA PARTE

CAPITULO XXI.- LOS CUATRO SEPHIROTH INFERIORES

Cuando se disponen los Diez Santos Sephiroth sobre el Árbol de la Vida, según su orden tradicional, se prestan tanto a tres divisiones horizontales, como a las tres divisiones verticales de los Pilares. La más elevada de esas tres divisiones horizontales comprende los tres Sephiroth Superiores, los cuales, para todo fin práctico, escapan a nuestra comprensión. Los proponemos como principios fundamentales que deben existir, a fin de explicar la manifestación subsiguiente. Representan el Ser Puro y los principios de la Actividad y Pasividad, aplicándoseles el nombre que por otra parte, les basta, de Triángulo Superior.

El segundo Triángulo funcional dispuesto en el Árbol comprende a Kjesed, Gueburah y Tiphareth. Este Triángulo representa los principios activos del Anabolismo, del Catabolismo y de Equilibrio, y el nombre más apto es el de Triángulo Abstracto

Hemos considerado en detalle cada uno de estos Sephiroth Superiores, y hemos visto como los tres Principios Superiores forman la base de la manifestación, a la cual dan su expresión los tres principios abstractos. Los tres Superiores son latentes y los tres inferiores, activos. Si comprendemos bien estas cosas, tendremos un sistema que explica la infinita diversidad de manifestación de los planos de la forma, reduciéndolos a sus principios primeros, que hace claramente comprensibles las relaciones entre ellos, el modo de su interacción y de su desarrollo; lo cual no tuvo Jamás lugar ni tampoco lo tendrá, cuando se intenta reducir todas las cosas en términos de forma, en vez de resolverlas en términos de fuerza.

La más baja unidad funcional en el Árbol de la Vida no es un triángulo, sino un cuaternario; y éste, según el decir de los cabalistas, ha sufrido el efecto de la Caída: la Cabeza de Leviathan, que surge del Abismo, alcanzó un punto situado entre Tiphareth y Yesod. Más allá de ese punto no existe otro acceso permitido' y los seis Sephiroth Superiores conservan su estado de inocencia. En otros términos, los cuatro Sephiroth inferiores pertenecen a los planos de la forma, donde la fuerza no se mueve ya libremente, donde está "encerrada, confinada, recluida"; de donde no es liberada más que por obra de la destrucción.

Como ya se ha dicho, Tiphareth es el centro de equilibrio del Árbol. EI equilibrio permite la estabilidad y ésta, la cohesión. Desde ese punto, en el descenso de la vida sobre el Sendero de la Involución, veremos que el principio de cohesión desempeña un papel de más en más preponderante, hasta que logra su apogeo en Malkuth.

Podemos concebir que los principios activos del Triángulo Abstracto sufren una subdivisión, una especialización, en el curso del descenso de la vida a través de Netzach, y en Yesod alcanzan un considerable grado de estereotipía, por medio de la cual las formas de Malkuth fueron determinadas. Desde que Malkuth, que es el plano de la forma pura, logra su desarrollo, el curso evolutivo comienza a ascender hacia el espíritu, liberándose de la prisión de la forma, pero reteniendo los poderes adquiridos por la disciplina que ella le impuso.

De consiguiente, podemos concebir los numerosos principios abstractos de vida funcional que llegan a revestirse de una forma debida a la experiencia aportada por su manifestaciones exteriores en el Reino de la forma. Por tanto, según el lenguaje cabalístico, la influencia de la Caída fue resentida por ellos, que perdieron su inocencia.

Estas consideraciones nos hacen penetrar en la naturaleza del Cuaternario de los Planos de la Forma, y nos permiten mantenernos en un justo medio entre la credulidad y escepticismo en esta Esfera de la Ilusión, como severamente se la ha llamado.

La gran marea de vida, proveniente por emanación de Tiphareth se rompe en el Sephirah Netzach, como en un prisma, en diversos rayos de manifestación; de allí proviene que el Sepher Yetzirah llama a este Sephirah Esplendor Refulgente. En Hod estos diversos poderes se revisten de una forma; en Yesod, obra como moldes etéricos para las emanaciones finales de Malkuth.

En Malkuth, la manifestación completa el área descendente de la involución; la vida vuelve sobre Sí misma para seguir un segundo curso paralelo en el arco ascendente de la evolución. La inteligencia humana se desarrolla, comienza a meditar sobre las casas y, bien o mal, discierne los dioses. Es necesario recordar que jamás el hombre primitivo llegó al monoteísmo como primera meta; siempre concibió múltiples causas, y fue menester numerosas generaciones de culturas para reducir esta multiplicidad a la unidad.

Esto nos lleva al gran problema que podría llamarse Guardián del Umbral de la Ciencia oculta, al horror que afrontan todos aquellos que quieren aventurarse más allá del mundo visible, problema que condensa en él los poderes de la Esfinge, y que dirige a nuestra alma una pregunta de cuya respuesta depende su destino. ¿Será condenado el hombre a errar en las Esferas de la Ilusión? ¿Deberá volver incesantemente a los planos de la forma o se le permitirá alcanzar la luz? La pregunta es esta: ¿Crees en los Dioses?; si la respuesta es afirmativa, deberá continuar errando en los planos ilusorios, pues los dioses no son seres reales en el sentido que entendemos la personalidad. Y si la respuesta negativa, será rechazado, porque los dioses no son ficciones. Entonces, ¿Cuál Deberá ser su respuesta?...

Un poeta de intuición, la ha dado:

“Porque ningún pensamiento humano suscitó los dioses - antes que un canto naciera en el silencio del alma - Y la tierra sólo pudo unirse a los cielos - Cuando el verbo puso su llama en nuestros labios”...

Tenemos aquí la clave del Enigma. Los dioses son creaciones del hombre creado; nacen de la adoración de aquellos que lo invocan. No son los dioses los que hacen la labor de la Creación, sino las grandes fuerzas naturales, cada una de ellas obrando según su naturaleza; la procesión de los dioses no comienza sino después que el Cisne del Empíreo deposita el huevo de la manifestación en la obscuridad de la noche cósmica.

Los dioses son emanaciones del alma grupo de las razas, y no de Eheieh, el Uno, el Eterno; ni siquiera su poder es inmenso porque por medio de su influencia sobre el espíritu de sus adoradores, ligan el macrocosmos con el microcosmos. Meditando sobre la belleza ideal del Apolo, el alma del ser humano se abre a la belleza en general.

El hombre, habiendo analizado la existencia y discernido factor por factor sus causas primeras, las divinizó de inmediato. Porque el hombre, sobre todos los puntos del globo, experimentó las mismas necesidades y sufrió los mismos aguijones de la suerte, formó panteones comparables entre sí y, como los temperamentos difieren así sus panteones tienen la misma semejanza como la que hay entre los bandidos propios de ciertos países y los seres radiantes de la Hélada

De consiguiente, podemos preguntarnos si los dioses son por completo subjetivos si viven únicamente en la imaginación de sus adoradores, o si tienen una vida independiente, propia. La respuesta a esta pregunta se halla en un fenómeno de experiencia oculta, que nuestra ciencia natural moderna no puede explicarse, pero que, no obstante, debe ser admitida por todo Ocultista práctico, si quiere obtener algún resultado. En efecto, se puede decir que los resultados que obtiene son en razón de su fe, pues ella llega a ser verdadera en la medida en que él cree que lo es; porque sólo una débil proporción de la materia pensante universal, cualquiera que sea, se halla especializada en el cerebro y los nervios de las criaturas sensibles. La masa enorme de aquello que, a falta de un nombre mejor, llamamos "materia pensante” porque esta analogía es la más próxima de lo que conocemos se mueve libremente sobre lo que el Ocultista llama "Plano Astral", revestida Allí de formas diversas, pero que en modo alguno está necesariamente ligada a una materia cualquiera. Diversos oculistas designan esta materia pensante en estado libre, con nombres diferentes. La señora Blavatsky la llama Akasha, y Eliphas Levi el éter reflector. Netzach representa el aspecto dinámico, y Hod, el aspecto formal del Akasha.

De esta substancia mental están formados los moldes de toda forma posible; y en Estos se halla entrelazado el vasto núcleo etérico que funciona en la esfera de Yesod, y en el seno del cual están suspendidas las moléculas de materia que constituyen el cuerpo de la manifestación en el plano físico.

Normalmente, estas formas son construidas por la conciencia cósmica expresada por los poderes naturales, formas que funcionan cada una de acuerdo con su naturaleza; pero como la conciencia se ha desarrollado, en primer lugar, en las criaturas del Creador, ella ha ejercido su efecto, en grados diferentes, sobre la substancia mental que, por su naturaleza, era accesible a la influencia de esta conciencia; es esto lo que quiere expresar la frase “El pensamiento del hombre creó los dioses que pudo reverenciar y amar". Esas formas, una vez construidas, se convirtieron en canales de expresión para esas fuerzas especializadas que las formas tenían por misión representar, concentrándolas sobre sus adoradores. En este sentido particular, los Iniciados no sólo reconocen a los dioses, sino que también los adoran.

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