Templo de los Sacrificios

El Templo de los Sacrificios

Como todo lugar sagrado que se precia de contener los principios gnósticos fundamentales, La Quemada tiene un templo dedicado a los sacrificios. Este templo cuenta con cuatro entradas y en el centro se encuentra un altar en forma piramidal.

Ciertamente para los antiguos pobladores de estas tierras sagradas, el sacrificio era un elemento fundamental, y aunque se menciona que las culturas de Mesoamérica realizaban sacrificios humanos, no debemos olvidar que antes de que ocurrieran estos desafortunados eventos en la época de decadencia, el sacrificio tenía un sentido altamente filosófico, religioso y científico.

La Historia Universal narra cómo terminaron las ciudades de Troya, Roma, Cartago, Egipto, Persia, etc. Toda civilización que agoniza termina siempre con un baño de sangre, y México no podía ser la excepción, los antiguos mexicanos dirigían sus oraciones a Tláloc, señor de las lluvias, y temían su cólera porque esa inteligencia de la naturaleza tenía el control de las inundaciones, la sequía, el hielo y el rayo; sin embargo, en la época de oro los sacrificios humanos no existieron.

Los antiguos sabios conocieron el aspecto científico del sacrificio, el cual se relaciona con una ley cósmica de mantenimiento recíproco de todo lo existente, también conocida como la ley del Trogoautoegocrático cósmico común. Debido a esta ley, la vida y el alimento que nos da la naturaleza, deben ser retribuidos, de modo que la vida humana sirve para mantener algo grande o pequeño en el mundo. Viejos sabios asiáticos descubrieron que la naturaleza se alimenta de nosotros mediante dos sustancias de la psiquis que ellos denominaron abrustdonis y helkdonis, las cuales transmutadas debidamente, liberan una sustancia llamada askokin.

Cuando los individuos tienen un recto pensar, sentir y actuar, liberan en forma natural el askokin de su psiquis, pero cuando no es así, la naturaleza arrebata esa sustancia a través de grandes guerras o catástrofes, ya que este elemento también se encuentra en la sangre. Por ello es que en las antiguas culturas mexicanas se llegó a los sacrificios humanos cuando la espiritualidad y conciencia humana fueron insuficientes como alimento para la naturaleza, con las consecuencias que ya conocemos, y el karma que se ha pagado con la llegada de Hernán Cortés y la caída del imperio mexicano.

Por otra parte, la filosofía del sacrificio fue conocida y practicada magistralmente por las culturas mexicanas. El sacrificio significa claramente la elección deliberada, clarividente, de un bien superior con preferencia a uno inferior. El combustible consumido en un auto es sacrificado al poder del movimiento tan indispensable para transportar pasajeros.

El sacrificio se comprendía como una transmutación de fuerzas, como un mecanismo psicológico y cósmico a la vez, donde cada acto de sacrificio se transforma en energía espiritual, la cual puede ser aplicada a otros diversos mecanismos y reaparecer sobre los planos de la fuerza integrante, absolutamente distinta a lo que realmente fue en su origen.

Así, los habitantes de La Quemada construyeron este templo de los sacrificios para legarnos la enseñanza trascendental del sacrificio; pueden sacrificarse los placeres terrenales por la dicha del espíritu o renunciar a los sufrimientos por algo superior. Quetzalcóatl enseñó a los pueblos a cultivar la tierra, a clasificar a los animales, la fundición de metales y la orfebrería. Prohibió la guerra y los sacrificios humanos y de animales, promovió el auto-sacrificio concebido como la erradicación de los elementos psicológicos inhumanos que conducen al homicidio, el robo, la poligamia y todo mal entre los hombres.

Quetzalcóatl es el Dios  Sol, el segundo Logos, es nuestro padre-madre, ya que con el sacrificio de su sangre y penitencia, hizo que la vida surgiera en nosotros, y por él podemos alcanzar la vida eterna. Antiguas leyendas mencionan que Quetzalcóatl bajó al Mictlán a rescatar los huesos de antiguas generaciones para hacer al nuevo hombre (el hombre de la quinta raza), después de pasar ciertas pruebas en éstas regiones, rescató los huesos buscados, los convirtió en polvo y puso ahí su simiente y sangró su miembro sobre ellos, infundiéndoles nueva vida. Este sacrificio se realizó en Tamoanchán (casa de donde bajamos).

Así, los hombres son el resultado de la penitencia de Quetzalcóatl, que con su sacrificio merecieron su existencia, y por ello los hombres fueron llamados Macehuales (los merecidos por los Dioses).”

El templo de los sacrificios nos invita a ofrendar elementos psicológicos inhumanos como ira, rencor, resentimiento, odio, envidia, lujuria…, para liberar a cambio fuerzas infinitamente superiores como templanza, fuerza, tolerancia, amor…, que permiten lograr plena felicidad. Si se sacrifica el supremo dolor muy natural que resulta del fallecimiento de un ser querido, el resultado será una espantosa transmutación de fuerzas, cuya secuencia será el poder para hacerse invisibles a voluntad, por ejemplo.

 Las garras felinas encontradas en algunos otros templos del sacrificio, simbolizan el sacrificio de las emociones, sacrificio sin el cual no es posible llegar a Dios.

Quienes mueren en el altar del sacrificio, es decir, quienes sacrifican sus propias pasiones en el “sacro oficio”, se integran con su Dios, están por encima de la enfermedad y escapan a todo sufrimiento.

 Todo el problema de la liberación se fundamenta en la transformación, y la transformación tiene por basamento el sacrificio. Si observamos por ejemplo un huevo (sea el de un pájaro), vemos allí posibilidades latentes, susceptibles de desarrollo. Tales posibilidades se vuelven un hecho mediante la transformación.

La digestión, en nosotros, es todo un proceso de cambios mediante los cuales es posible existir. La metamorfosis del aire dentro de los pulmones, es otro proceso de transformación, y si queremos cambios psicológicos, necesitamos transformar también las impresiones que llegan a la mente en forma de sensaciones.

En la época de oro, los sacerdotes de Tláloc usaban los colores del culto solar y los sacos de copal. El incienso de sus árboles sagrados se mezclaba con las oraciones desprendidas de los sacrificios psicológicos ofrecidos al Dios Sol. Y los magos antiguos aspiraban los vapores desarrollando fuerzas espirituales que actuaron siempre como un misterio.

Susana Margarita Rodríguez Licea. CALMECAC, San Luis Potosí, México. 

"¡Antes que la llama de oro pueda arder con luz serena, la lámpara debe estar bien cuidada al abrigo de todo viento!." Samael Aun Weor

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