Epilogo:

¡ES PARA MÍ!

Manzana

(Ramiro Blanco.- El primero y el último)

Una rata campesina asomó la cabeza por la entrada de su madriguera y vio, no lejos de ella, una hermosa manzana madura. — ¡Es para mi!— chilló, apoderándose de la fruta. Pero un mono, descendiendo rápidamente de un árbol, aproximóse de un par de saltos a la rata, le arrebató la manzana y ganó de nuevo la copa del árbol, gritando triunfante... — ¡Es para mi!—

Más alto, en la copa del árbol un ave que miraba la escena, contempló el momento en que el mono se balanceaba entre una rama y otra mirando hacia abajo, satisfecho de su acción y, aprovechando el descuido del mono, en rápido y silente vuelo le arrebato la manzana de entre los dedos para luego remontar las alturas, diciendo:

— ¡Es para mí!—

Entonces, un hombre que se dedicaba a cazar por aquellos parajes se echó la escopeta a la cara, y con certera puntería, atravesó de un balazo al ave, que cayó a sus pies.

—Soy el primero entre todos los seres de la tierra, y pues me denominan “el rey de la creación”, ¡la manzana es para mí!

El hombre le clavó al punto el diente, pero notó con gran disgusto que el fruto estaba casi hueco y que del centro salía un repugnante gusano que triunfante le decía:

— ¡La manzana, como tu propio cuerpo algún día, será sólo para mí!...

LOS PERROS DEL CAMINO

Dos famosos corredores se disputaban un gran premio en las carreras públicas. El esfuerzo que para vencer tenían que realizar era grande y la distancia larga. Uno de ellos, el que desde el principio había tomado gran delantera al otro, se vio detenido de improviso por unos perros de ganado que, con su agresiva actitud, trataban de cortarle el paso.

Nuestro hombre, indignado ante tamaña contrariedad, se detuvo a hacer frente a los perros, y comenzó a perseguirlos a pedradas, haciendo, por lo que se ve, demasiado caso a sus ladridos.

Pero el otro rezagado corredor, en lugar de pararse a ahuyentar a los perros, los dio de lado, echando un gran rodeo, con lo cual pudo llegar el primero a la ansiada meta. Cuando volvía triunfador, aún tuvo tiempo de ver a su contrincante luchando a pedradas con los perros del camino. En la persecución de un ideal cualquiera, ¿quién que sea sensato hace caso de los ladridos de la envidia? Si los atiende, estará perdido...

COMENTARIO

No hay necesidad de comentario. Estas dos fabulitas se comentan por sí mismas.

Mario Roso de Luna, Por el Reino Encantado de Maya.

Enviado por José Jesús Saavedra. Guadalajara, Jal. México

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