Libro: La Balanza Cósmica, la Ley del Karma
Epílogo
Nada se escapa a la ley del karma, si bien no debemos tenerle temor, es importante saber que todo lo que hacemos trae sus consecuencias, al final de todo, nada queda oculto, Jesús el gran iniciado nos dice: «No mintáis ni hagáis lo que aborrecéis, pues ante el cielo todo está patente, ya que nada hay oculto que no termine por quedar manifiesto y nada escondido que pueda mantenerse sin ser revelado» (Evangelio Gnóstico de Tomás. 6).
En la última pieza musical dejada por Mozart, su famoso Réquiem o música para difuntos, podemos escuchar algo que confirma todo lo anterior: “Se abrirán los libros en los que consta lo que se ha hecho en la vida y según lo cual seremos juzgados. Cuando el Juez se haya sentado, todo se manifestará, por oculto que esté, y nada quedará sin su premio o castigo. ¿Qué podré responder, desgraciado de mí? ¿A qué protector podré invocar, cuando ni los mismos justos estarán seguros? (Réquiem de Mozart).
Cómo podríamos pedir a la divinidad ser sanados de nuestras enfermedades, si no hemos sido capaces de ayudar a alguien, contribuyendo de alguna manera para que se sane. Cómo podríamos solicitar que nuestros hijos nos hagan caso, si nosotros no fuimos capaces de seguir las sabias indicaciones de nuestros padres.
De qué manera nos atrevemos a pedir misericordia, de lo mucho que hemos ofendido, si no hemos sido capaces, de corazón, de olvidar lo que nos han dañado. “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. (Mateo 6: 14, 15).
Si nos proponemos firmemente eliminar la causa del mal, es decir, nuestros miles de elementos psicológicos indeseables, entonces el karma puede ser perdonado.
El amor demostrado con hechos palpables, claros y desinteresados para bien de los demás es la ley superior de la cual debemos agarrarnos firmemente para trascender todas las equivocaciones que hemos cometido.
Nos queda imitar a los grandes maestros de la humanidad, aunque sea en lo pequeño lo que ellos hacen a gran escala.
«Mientras haya una lágrima que enjugar, los adeptos que han alcanzado la maestría renuncian a la dicha inefable del Absoluto que ganaron y retornan a la Tierra a servir, a consolar, a ayudar.» (Samael Aun Weor. Magia Crística Azteca).
Ángel con las manos en cruz sobre el pecho, símbolo de hacer la voluntad del Padre y no la nuestra. (Detalle pintura en iglesia de Puebla, México).