Libro: La Balanza Cósmica, la Ley del Karma
Capítulo 3. La Ley de Recurrencia
Otra de las leyes cósmicas que es necesario estudiar, para comprender mejor la ley del karma, es la ley de la recurrencia. La ley del retorno y la recurrencia van de la mano junto con el karma.
¿Qué es la ley de la recurrencia? Es la ley que enuncia que todos los dramas, comedias y tragedias se repiten incesantemente una y otra vez de existencia en existencia; más las consecuencias buenas o malas, resultado de nuestras acciones.
Esto quiere decir que estamos repitiendo de existencia en existencia las mismas cosas, agravándolas si hemos hecho malas acciones y haciéndolas más leves si hemos hecho buenas acciones.
A veces repetimos las cosas con tanta exactitud, sin muchas diferencias, que hasta nos aprendemos de memoria la vida; esto sucede cuando de repente alguien dice: “Me voy a casar a los 22 años”, “voy a tener dos hijos”, etc., y matemáticamente se cumple; en realidad, no se trata de alguien con facultades suprasensibles, se debe precisamente que a fuerza de tanto repetir lo mismo, ya sabemos que ocurrirá.
Llega al extremo, cuando tenemos el mismo oficio existencia tras existencia, que desde muy niños expresamos cosas de ese oficio o profesión; asombrados ante ese hecho, suponemos que son “niño prodigio”, pero no son tal, es sencillamente que si, por ejemplo, fuimos doctores, desde niños ya estamos mostrando cosas de algo que hemos hecho en todas las existencias.
Un amorío que tuvimos en una pasada existencia a los 21 años, se repite una y otra vez. Los yoes del adulterio se ponen en contacto telepático y viene el reencuentro. Tales yoes que viven en nuestro interior tienen ya un compromiso, como si fueran actores de reparto, hacen su papel que les toca representar.
El Observatorio o el Caracol símbolo de la recurrencia. (Chichén Itzá).
Un pleito grave que tuvimos en la vida anterior, a la edad de 18 años con nuestro hermano, lo volveremos a representar en la nueva existencia, pues tenemos los yoes de la ira que no mueren con la muerte del cuerpo, sino que vuelven para cumplir sus compromisos.
Así que tenemos una sola vida, repitiéndola de existencia tras existencia. Sin embargo, manifestándose en una espira más alta o baja, como las espiras de un caracol, es aquí donde entra la ley del karma en acción.
Si en la pasada existencia tuvimos una relación con tal o cual persona y la engañamos; en esta existencia volveremos a reencontrarnos, se repetirá la relación amorosa, pero ahora, por ley del karma, nos tocará ser engañados. No debe verse como una ley fatalista, sino como una asepsia moral. Al vivir lo que la otra persona siente al causarle un daño, es probable que aprendamos.
Mucho se ha hablado que cada ser humano tiene un destino ya prescrito, en cierta parte es una realidad, ya que las acciones de la vida anterior desencadenan toda una serie de acontecimientos en esta existencia. Sin embargo, podríamos modificar tal destino si cambiamos nuestros hábitos, si eliminamos defectos, fortalecemos virtudes, etc.
La ley de la recurrencia es tan poderosa, que no sólo se manifiesta de existencia en existencia, en ocasiones es posible verla en nuestro diario vivir; es increíble que algunos lleguemos a tal grado de tener hasta una hora aproximada para enojarnos, aunque probablemente no nos demos cuenta debido a nuestro estado de inconsciencia.
Podríamos hacer el siguiente experimento: llevar una anotación diaria de en qué lugar y cuándo nos enojamos, envidiamos, nos envanecimos, sentimos morbosidad, etc.; y en un mes revisar todo lo que anotamos, podremos descubrir con asombro algunas recurrencias en el diario vivir.
Las espiras del caracol
Almena en forma de caracol marino seccionado. (Mayor).
El caracol marino entre las culturas mesoamericanas es muy significativo, fue utilizado en las ceremonias místicas para representar la sacralidad del verbo. Además, fue empleado para simbolizar cómo la ley de la Recurrencia procesa las circunstancias repetitivas de la vida en espiras más bajas o altas semejantes a las espiras de un caracol.
Supongamos que en una existencia anterior nos reuníamos con los amigos en las cantinas y en una ocasión terminamos en pleito, la ley de la recurrencia repite los hechos, nos reencontramos con los amigos, volvemos a reunirnos en las cantinas y si en la vida anterior lastimamos a alguien gravemente, ahora se repetirá el acontecimiento, pero ahora nosotros resultaremos heridos.
Al respecto, muy acertado nos advierte el dicho popular: “Quien siembra rayos cosecha tempestades”, frase sacada de la biblia del siguiente versículo: "Porque sembraron viento, y torbellinos segarán; no tendrán mies, ni su espiga hará harina; y si la hiciere, extraños la comerán." (Oseas 8:7).
Supongamos, sin embargo, que ponemos peso positivo a través de buenas obras a lo largo de la vida y debilitamos o eliminamos los yoes de la borrachera, es muy probable que de alguna manera vayamos a una cantina, quizás ya no a beber vino, probablemente por algún negocio, a preguntar algo, etc.; pero nos veremos envueltos otra vez en el pleito, quizás ahora por defender a un amigo o un familiar, pero en esta ocasión no salimos lastimados, ya que con las buenas obras alteramos las consecuencias a nuestro favor.
Si cambiamos y nos dedicamos a realizar buenas obras, se repiten los hechos, pero en una espira superior; ya no nos afectan tanto, salimos bien librados.
Lamentablemente la inmensa mayoría de seres humanos en la actualidad ya no hacemos buenas obras y muchos menos nos preocupamos por eliminar nuestros defectos psicológicos; nos hemos tornado muy egoístas. Nuestro dicho ahora es: “Primero yo, después yo y al último yo”, en tales circunstancias es apenas normal que estemos repitiendo hechos de vidas anteriores, pero en espiras cada vez más bajas.
En cada existencia que vivimos, resultamos con más problemas, enfermedades, dificultades, etc., se nos acumula más y más el karma, ya que no hemos hecho nada por poner peso en la balanza del lado positivo. Vamos en espiras más y más bajas, hasta terminar como delincuentes, asesinos, explotadores del prójimo, etc.
Es interesante reflexionar en que la ley de la recurrencia se manifiesta en variadas formas: recurrencia individual es la que repetimos incesantemente existencia tras existencia. Sin embargo, también existe recurrencia en las razas humanas de un mundo y hasta de la historia completa del planeta, ya que el alma lunar ahora está reencarnada en la Tierra.
La ley de la recurrencia influye aún a los maestros, adeptos, iniciados, por lo que estos grandes iluminados en ocasiones tienen que repetir aconteceres debido a karmas de tipo superior que tienen que pagar.
La ley de recurrencia sólo llega a su fin cuando se ha eliminado a los actores de estas escenas, es decir, a los defectos psicológicos; si tales actores son desintegrados, no habrá quien repita las escenas, esto sucede cuando el individuo ha encarnado las tres fuerzas primarias de la naturaleza: El Padre, Hijo y Espíritu Santo; un nivel espiritual muy elevado de alcanzar.
Romper cadenas
Caracoles entre la serpiente emplumada, en el Templo de Quetzalcóatl. (Teotihuacán).
Como seres humanos llenos de defectos psicológicos tenemos la horrible tendencia a encadenarnos a leyes inferiores que no hace otra cosa que hacernos sufrir innecesariamente. La venganza y el resentimiento, por ejemplo, nos atan a pleitos interminables a través de las diferentes existencias.
Nos hacen daño y nos llenamos de odio, de grande ira y tratamos de que aquél que nos la causó, sufra más de lo que supuestamente nos hizo sufrir. Pero, esto es un mal negocio, ya que, si alguien nos daña, es porque en el pasado lo dañamos, sólo se está ajustando lo que hicimos. Nosotros pagamos, pero la persona que nos agredió crea un karma.
Total, que, si cumplimos nuestra venganza, entonces él paga lo que debe y nosotros volvemos a quedar con esa deuda kármica, encadenándonos una y otra vez al sufrimiento, que de existencia en existencia se va agravando cada vez más.
Lo mismo sucede cuando abandonamos a nuestra pareja y todavía más, a veces hasta en el lecho de una enfermedad, la recurrencia nos lleva a repetir todo y nos reencontramos nuevamente, volvemos a compartir la vida, pero ahora para que pague su deuda, nosotros tendremos la tendencia a abandonarla y nuestra pareja cancela su deuda, pero nosotros nos echamos a cuesta otra.
Muchos de nuestros dramas en la vida, se debe a que vivimos atados a estas leyes de tipo inferior. Se requiere de mucho valor, conciencia y trabajo interior para romper con esas cadenas que venimos cargando de existencia en existencia.
No es nada fácil abandonar nuestros deseos de venganza, es tremendamente difícil superar el resentimiento que le tenemos a las demás personas, a veces sin sentido alguno, seguramente habrá algo en las existencias anteriores que sustente tal odio; sin embargo, es el peor de los negocios seguir atado a leyes de tipo inferior.
«Mira, voy a decirte: Supongamos que una mujer vive con un hombre y resulta que, de la noche a la mañana, se enamoró de otro “cuate”, como decimos aquí los mexicanos. Entonces, ¿qué pasa? Se va con el tipo, ¿no? Muy bien, nada pasó, ¿no? Pero en la nueva existencia vuelven a encontrarse los dos, otra vez, y vuelve ella a ver a su maridito otra vez y el maridito a ella, y vuelven a adorarse, pero ahora se cambian los papeles: Resulta que el maridito es el que se va y ella queda solitaria, pagando el karma por el resto de su vida... ¿Qué tal?» (Samael Aun Weor. Preguntas de las damas gnósticas).
La recurrencia y el maestro Samael
Jaguar tocando un caracol. (Teotihuacán).
El maestro Samael Aun Weor nos narra cómo fue aplicándose el karma por medio de la ley de la recurrencia a través de sus diferentes existencias, estudiarlas es muy didáctico ya que nos permite capturar mejor el funcionalismo de esta ley en el ser humano.
En la Edad Media (Austria)
En esta ocasión le toca vivir al maestro en el medio aristócrata, dejándose llevar por los prejuicios de la época, los cuales lo llevan a cometer un gran error, el cual tiene que pagar en esta última existencia.
Ante esa sociedad llena de títulos de nobleza y la famosa “sangre azul”, su hermana cometió el imperdonable “crimen” de casarse con un joven de clase pobre, el escándalo fue muy grande, las murmuraciones, las críticas, los chismes, etc., obviamente fue repudiada por la familia. Sin embargo, su hermana fue muy feliz y producto de ese amor nació un niño.
Lamentablemente el joven esposo murió y la hermana del maestro Samael y su sobrino quedaron desamparados, el maestro obviamente los ayudó, y esto, por supuesto, que estuvo muy bien. Al sobrino, por las cosas de la época, con el fin de darle una robusta educación, lo metió al mejor de los colegios, eso tampoco es ningún delito.
El problema fue, que debido al supuesto error cometido por su hermana ante la sociedad y condicionado por las reglas absurdas de ese tiempo, prohibió a su hermana ver a su hijo, con el pretexto de hacerlo un hombre de bien, que creciera sin ningún trauma. De aquí surge una frase que el maestro usa en varios de sus libros: “Por no faltar a la piedad, a veces uno se vuelve despiadado”.
El ayudar económicamente a su hermana y darle educación a su hijo, estuvieron muy bien, pero causar el dolor de la separación entre una madre y un hijo, aún con buenos propósitos, es algo abominable y el maestro generó un mal karma con esto.
Recurrencia negativa:
Todos los personajes de esta historia envejecieron y murieron. Siguieron sus existencias, y en esta última, se reencuentran todos los integrantes de esta historia. La ley de recurrencia hace que se repitan muchas escenas más sus consecuencias. Por el karma generado por el maestro, ahora es el repudiado en su casa paterna.
Su sobrino nace en la familia del maestro, como una niña. Ocurre en la localidad donde vivía el maestro una enfermedad que produjo la muerte de varios niños, ningún remedió sirvió, la hija del maestro tenía ya el rictus de la muerte reflejado en su rostro. El maestro tenía que sufrir el dolor de la separación a que sometió a su hermana en su existencia en Austria; que, al morir su antiguo sobrino y actual hija, su esencia nacería en el nuevo hogar de su hermana.
Afortunadamente el maestro en esta existencia había realizado abundantes buenas obras de mucho peso y con ese capital cósmico pudo negociar ante los jueces del karma la salud de su hija, y que una esencia que estaba completamente perdida, que reinició su camino hacia la luz, gracias a la labor del maestro, pidió que fuera al vientre de su hermana.
Marqués Juan Conrado (España)
Escultura de Caracol marino. (Xochicalco).
Nace en España, en tiempos de la conquista española en tierras de América (La Nueva España). Allí, el maestro tuvo una existencia como Juan Conrado, tercer gran señor de la provincia de Granada. Eran los tiempos en que mucha gente queriendo hacer fortuna se aventuraba en esas nuevas tierras y el maestro no fue la excepción.
En una frágil embarcación, durante algunos meses atravesó el océano y desembarcó en tierras de América por unos acantilados en las costas del Atlántico. Si bien el maestro nunca anduvo saqueando templos, ni destruyendo pueblos, desafortunadamente sí cometió errores que más tarde trajeron sus consecuencias a través de la ley de la Recurrencia.
Su cuerpo físico: Resulta interesante saber que nuestros descendientes con el tiempo se convierten en nuestros ascendientes. El último cuerpo físico del maestro resultó de los descendientes que surgieron de la unión del marqués con una mujer de Argelia, cuya familia se encontraba en América por la infame venta de esclavos en aquella época. De esa unión resultó un mulato, y ese hijo con el tiempo se convirtió en el ascendiente o padre de quien le dio la vida.
Litelantes su esposa: En todas las existencias apareció Litelantes, siempre lo acompañó pacientemente, a pesar de sus tantos deslices, comportamientos equivocados, errores cometidos, etc.
La enterradora: En el otoño de su vida el maestro generalmente dejaba a su esposa Litelantes, en forma recurrente, existencia tras existencia, por otra mujer a quien le llamó “la enterradora”, pues era quien en cada existencia lo llevaba a la sepultura. Ya en esta última existencia volvió por ley de Recurrencia, pero el maestro, ya despierto en su conciencia, la reconoció de inmediato y la rechazó con dulzura.
Simeón Bleler (Inglaterra)
Ofrenda con caracoles marinos. (Mayor).
Por ley de recurrencia siente el anhelo de regresar a América, se repiten las despedidas, el viaje a través del océano y desembarca en Suramérica, poblada entonces por diversas tribus. Muchos hechos se repitieron, pero en una espira más baja, ya que cosechaba su karma creado por el insolente marqués de su vida anterior.
No encontró trabajo por ningún lado y terminó como simple soldado raso en el ejército del virrey. Una mañana un sargento mal encarado, en forma grosera y altanera, lo abofeteó con el pretexto de una mala posición y un mal arreglo de su uniforme. El maestro se enojó y le mató clavándole una bayoneta. Aprovechando la confusión huyó, y pasó bastante tiempo sufriendo mucho tratando de escapar de la ley.
Un día cualquiera entra a una tienda y su esposa Litelantes se encontraba ahí, ya casada y con hijos, más cómo podría reclamarle, siendo él la causa de tanta desdicha. Salió de ahí con el corazón desgarrado, pero para el colmo de los males, detrás de él se fue persiguiéndolo uno de sus hijos de Litelantes, una especie de alcalde rural, lo detiene y manda apresar.
Muchos años pasó el maestro en la cárcel por la muerte del sargento y, finalmente purgada la condena, sale el maestro. Después de muchos trabajos por ahí y por allá, se dirige a tierras por el río Magdalena (actual Colombia) y estudia medicina natural, y cura a las personas aborígenes desinteresadamente.
Recurrencia positiva: En esta existencia resultaron consecuencias positivas: aquellos a quien curó desinteresadamente regresaron al maestro y se convirtieron en los primeros estudiantes de gnosis en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. El hijo de Litelantes, quien lo detuviera y mandara apresar, nace como una de sus hijas en esta existencia, preguntando a su esencia en los mundos superiores por qué lo buscaba como padre, contestó que era para pagar en algo el sufrimiento que le había causado.
Daniel Coronado (México)
Con la espiral de las existencias cada vez más y más abajo, el maestro Samael nace a los alrededores de la actual ciudad de Hermosillo, Sonora en México. Sus padres lo metieron a la escuela militar y fue un verdadero fracaso. La ley de recurrencia le trajo a su esposa Litelantes (profesora rural) y el maestro la celaba con sus compañeros de trabajo.
Tuvo un trabajo como policía rural, en el cual le tocó perseguir a un bandolero llamado “El golondrino”, por fin lo atrapó, lo mandó amarrar de un árbol y ordenó que lo fusilaran. Estuvo en la Revolución Mexicana y fue unos de los 30 dorados de Villa. Formó un grupo esotérico en la capital de México. Murió pobre y enfermo en una casucha inmunda.
Recurrencias en su última existencia:
Se reencontró al “golondrino” con cuerpo físico femenino, con delirios de persecución, enferma mental, resultado del trauma en su muerte al ser ejecutado. El maestro Samael la ayudó por seis meses seguidos, todos los días, con curaciones espirituales hasta lograr su salud total, así con buenas acciones pagó esa deuda.
Los integrantes de su grupito esotérico, realizado en esta penúltima existencia, regresaron cuando el maestro Samael estuvo entregando la gnosis en la capital de México.
Todo pasa
Escultura de un caracol marino. (Mayor).
En una de sus existencias de la época medieval el maestro vence en cruentas batallas a un noble señor, el cual, muy emocionado, negativamente juró venganza. En su última existencia la recurrencia los junta nuevamente, pero en este caso el noble señor derrotado es el padre físico del maestro Samael, la recurrencia negativa lleva al padre del maestro a tratarlo muy duramente, a pesar de ello en esta recurrencia también hay una gran enseñanza.
Se divorciaron los padres del maestro Samael y su padre les tenían terminantemente prohibido ir a visitar a su madrecita, so pena de una golpiza, el maestro Samael y su hermanito, no eran tan ingratos como para olvidarse de su progenitora y aún con las amenazas iban a verla.
De regreso su hermanito iba llorando, y el maestro lo consolaba diciéndole que efectivamente llegarían con su padre, les preguntaría que dónde andaban y que ellos contestarían que habían ido a ver a su mamá, entonces como era lógico los golpearía. Pero, que al fin “todo pasa”, y su hermanito se consolaba un poco.
Efectivamente todo lo que el maestro le decía a su hermano sucedió; y ya que estaban llorando, el maestro le decía a su hermano, ya ves, ya llegamos, ya nos preguntó, ya nos pegó, ya lloramos y “todo pasa…” y en eso que pasa también el papá del maestro, los alcanza a oír y les dijo: “¡Ah! Con que todo pasa” y los volvió a golpear.
Ya muy despacito, casi al oído, el maestro insistía en consolar a su hermanito, ya ves, ya volvió a pasar, ya nos volvió a golpear, ya volvimos a llorar, pero ve que “todo pasa”.
Con esa amarga experiencia, el maestro Samael nos enseña que no debemos identificarnos con las cosas de la vida, pues las hacemos más graves con la identificación. El comprender la filosofía del “todo pasa”, no es tomar una actitud negligente, sino de comprensión, ayudándonos de esta forma a ver las cosas con una actitud diferente.
Detalle de una almena de un caracol marino partido. (Mayor).
«Afortunadamente, en el camino de mi vida, senté como lema, siempre eso: no identificarse uno con las circunstancias diferentes de la vida...»
«Me viene a la memoria, dijéramos, casos de la niñez: Como quiera que mis padres terrenales se habían divorciado, nos tocaba a nosotros los hermanos de una gran familia, sufrir.»
«Habíamos quedado nosotros con el “jefe” de la familia y se nos prohibía visitar, pues, a la “jefa”, o sea, a nuestra madre terrenal; sin embargo, nosotros no éramos así, tan ingratos, como para poder olvidar la “jefa”.»
«Me escapaba siempre de casa con un hermanito menor que me seguía; íbamos a visitarla y luego regresábamos a casa, a donde el “jefe”, más mi hermanito sufría mucho, pues al regreso se cansaba porque era muy pequeño, y yo tenía que llevarlo entonces sobre mis espaldas (¡qué tan pequeño estaría!), y lloraba aquél amargamente y decía:»
«– Ahora, al regresar a casa, el “jefe” nos va a dar de azotes y de palos. Yo le respondía diciéndole:»
«– Pequeño, ¿por qué lloras? TODO PASA, acuérdate que todo pasa...»
«Cuando llegábamos a casa, ciertamente nos aguardaba el “jefe”, lleno de grande ira, y nos daba de latigazos. Posteriormente, por cierto, que nos internábamos en nuestra recámara a dormir; pero ya al acostarnos, le decía yo a mi hermano:»
«– ¿Te fijas? Ya pasó; ¿Te convenciste de que todo pasa? Eso ya pasó; todo pasa...»
Un día de esos tantos, nuestro “jefe” alcanzó a oír cuando yo le decía a mi hermano: “Todo pasa, eso ya pasó”, y claro mi “jefe”, dijéramos, que era bastante iracundo, empuñó de nuevo el látigo terrible que traía, y penetró en la recámara ante de nosotros diciendo:»
«– ¿Con que todo pasa? ¡Sinvergüenzas!»
«Y luego otra azotaina más terrible nos dio, retirándose después (al parecer muy tranquilo por habernos azotado). Ya que él se retiró, un poquito más quedito le dije a mi hermano:»
«– ¿Te fijas?, eso también ya pasó...»
«Es decir, nunca me identificaba con esas escenas; y tomé como lema en la vida jamás identificarme con las circunstancias, con los eventos, con los acontecimientos, pues, sé que esas escenas van pasando.»
«¡Tanto que uno se preocupa porque tiene un problemazo, que no haya como resolver, y después ya pasa y viene otra escena completamente distinta; entonces, ¿para qué se preocupó si tenía que pasar?, ¿con qué objeto se preocupó?» (Samael Aun Weor. Conferencia: El Conocimiento de Sí Mismo).