La Creación según los Jíbaros de Ecuador (Amazonas)

La creación de la Luz. Gustavo Doré

Hablando de cosmogénesis, las diferentes culturas del mundo ofrecen su sabiduría ancestral a través de relatos, escritos, leyendas o mitos que, a la luz de la gnosis, expresan una serie de constantes extraordinarias, de gran similitud a pesar de las distancias y épocas que las separan; brindan símbolos con una enseñanza esotérica implícita, ampliamente reconocida por la antropología gnóstica.

Es inusitado descubrir que en las diferentes latitudes del mundo, la enseñanza gnóstica se halla incluida, aún en tribus aparentemente ignotas como la de los Jíbaros o Shuar en la zona amazónica del Ecuador, quienes veneraban a la naturaleza y las fuerzas que la rigen, como a Tsunki, divinidad del agua, Nunkui, la madre Tierra, Shakaim regente de los hombres y Etsa como fuerza del equilibrio.

Los habitantes de esta zona ecuatoriana conservaron su autonomía al no dejarse conquistar por incas ni por españoles y relatan el origen del mundo de la siguiente manera:

“La tierra, al principio, estaba desnuda y fría. Yus, el dios creador, pensó en vestir la tierra seca con árboles gigantes y pequeñas plantas. Entre las ramas el viento silbaba, lo que recordó a Yus que necesitaba poblar su creación con pequeños animales que silbaran como el viento. Creó así a pequeños animales, como las moscas y otros insectos, serpientes que también silbaban y los pájaros. Junto a ellos colocó pequeños animales que saltaban de rama en rama, muertos de sed.

Entonces se dio cuenta de que éstos no tenían agua, por lo que tomó un jarro de oro y derramó el líquido sobre las copas de los árboles, formándose entre ellos primero manantiales y después enormes ríos, poblándose de inmediato de innumerables peces.

Miró entonces al cielo y, lanzando su pañuelo a las alturas, cubrió el cielo apareciendo entonces el sol, la luna y las estrellas.

Pero Yus no estaba satisfecho con su creación, ya que sus criaturas eran demasiado simples para comprender la grandeza de su obra, por lo que tomó un puñado de barro y modeló una figura de hombre. Luego subió a un gran volcán y sobre su cráter se coció el hombre. Yus dio un soplo sobre la figura para enfriar el cuerpo, dándole así la vida e inteligencia para que se extendiera por la tierra”.

La lectura de este relato, inevitablemente rememora el génesis hebraico con sus siete días de la creación. En este caso, Yus es la representación de Dios, quien crea la Tierra, sólo que al principio estaba fría. Ciertamente estas afirmaciones se refieren no solamente al aspecto macrocósmico de la creación, sino también al microcósmico, pues tal como es arriba es abajo.

Utilizando esta alegoría, el microcosmos hombre recibe, por gracia divina un cuerpo físico, el cual contiene una psiquis desordenada y vacía, ya que carece de alma, solamente posee una esencia o fracción de alma que debe desarrollar, posee también una mente fraccionada e imprecisa, la cual obedece a los instintos y deseos. La Tierra está desnuda al principio porque el cuerpo físico no posee las vestiduras del alma (cuerpos solares).

Dios creó árboles y plantas, además de animales para poblar la Tierra, es decir, el ser humano cuando despierta conciencia, crea vida en su interior, elementos concientivos que fructifican en valores, ética y sabiduría. Sin embargo, la Tierra está seca y requiere agua, la vida se alimenta con el líquido vital, que en el ser humano representa la energía creadora proveniente de las gónadas. Materia creada por el mismo Yus y que el individuo debe transmutar permitiéndole ascender como energía sutil (proveniente del jarro de oro) a través de canales ocultos en la ultra fisiología del cuerpo físico y que la conducen desde las gónadas hasta el cerebro para pasar posteriormente al corazón. Esa energía creadora transmutada con voluntad e imaginación a través de ejercicios que entrega la sabiduría gnóstica, hace fructificar al árbol de la vida y al árbol de la ciencia del bien y del mal; la semilla de la sabiduría germina en el interior humano.

Posteriormente creó Yus le cielo, el sol, la luna y las estrellas, símbolo de las dimensiones superiores de la naturaleza del hombre. Los cielos representan los estados de conciencia superiores del ser humano, los niveles superiores del Ser. Sin embargo la obra de Yus no termina ahí, nuestro Dios interior busca la creación del Hombre, para lo cual es necesario que el individuo elimine de su psiquis los elementos egoicos, y así adquiera la capacidad de domar a los animales y a las criaturas del mar interior; es decir, que se convierta en rey y señor de su propia naturaleza, en el “hombre viviente”, el hombre del sexto día de la creación, hecho a imagen y semejanza de Dios, el Hombre que se ha integrado con la divinidad, el Maestro Resurrecto.

El hombre auténtico está hecho de barro, material que soporta el fuego de la creación y es dotado de divinidad mediante el soplo celestial, el hálito de vida. Así, para poder transformarnos en hombres hechos a imagen y semejanza de Dios, se necesita de un “Shock” especial, que es el conocimiento esotérico crístico. Primeramente, el hombre físico necesita de un “shock” físico, que es el del aire que respira en el momento de nacer. Luego el hombre físico necesita de un segundo “shock” especial, necesita de alguien que lo lleve a la enseñanza, necesita recibir la luz del esoterismo para poder transformarse a sí mismo. Finalmente, necesitará un tercer “shock” para convertirse en el hombre a imagen y semejanza de Dios, que es el trabajo con la energía creadora y la eliminación de los agregados psicológicos.

Por ello, es importante entender que mientras no se eliminen los “elementos indeseables” de la psiquis, obviamente va mal.

“Quienes piensan que se puede progresar sin eliminar los “elementos indeseables” de su psiquis, están equivocados, totalmente equivocados”. SAW.

Enviado por Susana M. Rodríguez Licea. Calmecac, San Luis Potosí, S.L.P.  Imagen: La creación de la Luz. Gustavo Doré

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