El Caballo

Los custodios del rey y la reina son los caballos, ya que están exactamente a su lado, pudiendo representar la fidelidad a los principios divinos y el resguardo de sus atributos, curiosamente en el mundo astral o de los sueños el caballo simboliza la amistad.

Caballo blanco. Diego Velázquez. 1635.

“El caballo es siempre símbolo de amistad”. (Samael Aun Weor, Rosa Ígnea).

Si nos vamos a la edad media, recordamos a los caballeros de la mesa redonda en torno al rey Arturo, así nos podremos dar una idea de lo que representa esta pieza.

Nos enseña que siempre debemos estar custodiando la integridad dentro de nosotros, los atributos divinos que tienen el Padre interior y la Madre Divina, es decir, que debemos acatar sus órdenes para transitar en el camino hacia la luz; cuidando de tener al resguardo sus atributos los cuales son: la sabiduría del padre o rey y el amor de la Madre Divina o reina.

Un verdadero guerrero no es el que mata a un semejante, sino el que se conquista a sí mismo, dejando de mentir para alcanzar la verdad del Padre y eliminando el odio, resentimiento y deseos de venganza de nuestras emociones para lograr el amor de nuestra Madre Divina.

También podríamos interpretar al caballo como el cuerpo físico, esto por ley de las correspondencias, ya que el caballo es como un vehículo de transporte, como lo es el cuerpo para el alma.

“Caballo: Cuerpo físico. Jinete: Íntimo. Caballo desbocado: Mal plano espiritual, Íntimo no domina cuerpo físico. Caerse del caballo: Salirse de la senda”. (Samael Aun Weor, Significado Oculto de los Sueños).

Desde este punto de vista tendremos que el caballo en las piezas blancas sería el control de sí mismos, del cuerpo, la mente y las emociones; lo que Buda nos instruye encarecidamente como el autocontrol.

“Uno mismo es su propio refugio. ¡Qué otro refugio podría haber! Habiéndose controlado a uno mismo, se obtiene un refugio difícil de conseguir” (Dhammapada).

En las piezas negras el caballo representaría el dominio que tiene sobre nosotros, nuestra parte animal (nuestros defectos psicológicos) dominando nuestra mente y corazón.

El movimiento de esta pieza es realmente interesante, ya que es la única que puede pasar sobre otras piezas del ajedrez, es decir, está sobre todas las cosas, inclusive encima del rey y la reina. Lo único que está sobre todas las cosas de la naturaleza es la ley del karma, todo se supedita a esta maravillosa ley.

Si observamos el movimiento es en forma de “L”, siendo el número 50 en romano, sintetizándolo en 5, de acuerdo con la cábala nuevamente nos encontramos con el karma, el hierofante, el rigor, la enseñanza, el aprendizaje.

La conversión de San Pablo. Parmigianino. 1527.

Los caballos blancos serían el buen karma, cuando cosechamos las buenas obras y da como resultado el bienestar, la salud, una economía saludable; los caballos negros son entonces el mal karma, cuando, si sembramos rayos, tendremos que cosechar tempestades y la única forma de pagarlo sin sufrir sería haciendo buenas obras por montones.

Su movimiento de un color a otro es también muy significativo, si está en una casilla negra pasará forzosamente a una blanca y viceversa; mostrándonos la dualidad en todo lo creado: por un lado, los principios masculino y femenino de la creación y por el otro la lucha incesante entre el bien y el mal. Si pensamos en el caballo como la ley del karma, entonces comprenderemos que esta ley está más allá del bien y del mal.

Muy interesante resulta el hecho que su movimiento sea forzosamente de tres casillas y que sean dos casillas y luego una o viceversa. Nos hablan mucho de la vida, ya que el número uno es el varón y el número dos la mujer y sumados nos dan el tres que es la creación, no solamente desde el punto de vista de la posibilidad de tener un hijo; también del desarrollo espiritual, ya que cuando se aprende en un hogar a mezclar los elíxires blanco (la mujer, la plata) y el rojo (el sol, el varón) puede surgir una creación altamente mística.

Si nos vamos más profundo, tendremos una enseñanza trascendental, el maestro Krumm-Heller nos dice: “Duo in uno” que quiere decir: “la dualidad en la unidad”; el que todos somos al final de las cosas un solo ser, que no existe diferencia alguna entre los seres humanos, que debemos vernos como verdaderos hermanos.

Dentro de las cualidades: osar, querer, saber y callar; la osadía bien podría estar representada por el caballo, indicándonos la verdadera valía que debemos desarrollar para conquistarnos a sí mismos; ya que enfrentarse a nuestros propios errores es cuestión de un inmenso valor.

Enviado por: Jenaro Ismael Reyes Tovar y María Guadalupe Rodríguez Licea.

Imagen 1: Caballo blanco. Diego Velázquez. 1635. Imagen 2: La conversión de San Pablo. Parmigianino. 1527.

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