CAPITULO XXVII

LA EDAD MADURA

La edad madura comienza a los treinta y cinco años y termina a los cincuenta y seis años.

El hombre de edad madura debe saber gobernar su casa y orientar sus hijos.

En la vida normal todo hombre de edad madura es jefe de familia. El hombre que no ha formado su hogar y su fortuna durante la juventud y edad madura ya no lo forma, es de hecho un fracasado.

Aquellos que intentan formar hogar y fortuna durante la vejez son verdaderamente dignos de piedad.

El YO de la codicia se va a los extremos y quiere acumular ricas fortunas. El ser humano necesita pan, abrigo y refugio. Es necesario tener pan, una casa propia, vestidos, trajes, abrigos para cubrir al cuerpo, pero no necesita acumular enormes sumas de dinero para poder vivir.

Nosotros no defendemos la riqueza ni la miseria, ambos extremos son condenables.

Muchos son los que se revuelcan entre el lodo de la miseria y también son bastantes los que se revuelcan entre el lodo de la riqueza.

Es necesario poseer una modesta fortuna, es decir, una casa hermosa con bellos jardines, una fuente segura de ingresos, estar siempre bien presentado y no pasar hambres. Esto es lo normal para todo ser humano.

La miseria, el hambre, las enfermedades y la ignorancia no deben jamás existir en ningún país que se precie de culto y civilizado.

Todavía la democracia no existe pero necesitamos crearla. Mientras exista un sólo ciudadano sin pan, abrigo y refugio, la democracia prácticamente no pasa de ser un bello ideal.

Los jefes de familia deben ser comprensivos, inteligentes, jamás bebedores de vino, glotones, borrachos, tiranos, etc.

Todo hombre maduro sabe por experiencia propia que los hijos imitan su ejemplo y que si éste último es equivocado marcara derroteros absurdos a sus descendientes.

Es verdaderamente estúpido que el hombre maduro tenga varias mujeres y viva en borracheras, banqueteos, orgías, etc.

Sobre el hombre maduro pesa la responsabilidad de toda la familia y es claro que si anda por caminos equivocados, traerá mas desórdenes al mundo, más confusión, más amargura.

El padre y la madre deben comprender la diferencia entre los sexos. Es absurdo que las hijas estudien física, química, álgebra, etc. El cerebro de la mujer es diferente al del varón, tales materias están muy de acuerdo con el sexo masculino pero son inútiles y hasta dañosas para la mente femenina.

Es necesario que los padres y madres de familia luchen de todo corazón por promover un cambio vital en todo plan de estudios escolares.

La mujer debe aprender a leer, escribir, tocar el piano, tejer, bordar y en general toda clase de oficios femeninos.

A la mujer debe preparársele desde los mismos bancos de la escuela para la sublime misión que le corresponde como MADRE y como esposa.

Es absurdo dañar el cerebro de las mujeres con complicados y difíciles estudios propios para el sexo masculino.

Es necesario que tanto los padres de familia como los maestros de escuela, colegios y universidades se preocupen mas por traer a la mujer a la feminidad que le corresponde. Es estúpido militarizar a las mujeres, obligarlas a marchar con banderas y tambores por las calles de las ciudades como si fuesen machos.

La mujer debe ser bien femenina y el hombre debe ser bien masculino.

El sexo intermedio, el homosexualismo, es el producto de la degeneración y de la barbarie.

Las señoritas que se dedican a largos y difíciles estudios se vuelven viejas y nadie se casa con ellas.

En la vida moderna es conveniente que las mujeres hagan carreras cortas, cultura de belleza, mecanografía, taquigrafía, costura, pedagogía, etc., etc., etc.

Normalmente la mujer debe únicamente estar dedicada a la vida de hogar, mas debido a la crueldad de esta época en que vivimos, la mujer necesita trabajar para comer y vivir.

En una sociedad verdaderamente culta y civilizada la mujer no necesita trabajar fuera de la casa para poder vivir. Esto de trabajar fuera de casa es crueldad de la peor especie.

El hombre actual degenerado ha creado un falso orden de cosas, y ha hecho perder a la mujer su feminidad, le ha sacado de su casa y la ha convertido en esclava.

La mujer convertida en "marimacho" con intelecto de hombre, fumando cigarrillos y leyendo periódico, semi-desnuda con las faldas arriba de las rodillas o jugando a la canastilla, es el resultado de los hombres degenerados de esta época, la lacra social de una civilización que agoniza.

La mujer convertida en espía moderna, la doctora drogadicta, la mujer campeona del deporte, alcohólica, desnaturalizada que niega el pecho a sus hijos por no perder su belleza, es el síntoma execrable de una civilización falsa.

Ha llegado la hora de organizar el ejército de salvación mundial con hombres y mujeres de buena voluntad que estén de verdad dispuestos a luchar contra ese falso orden de cosas.

Ha llegado la hora de establecer en el mundo una nueva civilización, una nueva cultura.

La mujer es la piedra fundamental del hogar y si esta piedra está mal labrada, llena de aristas y deformaciones de toda especie, el resultado de la vida social será la catástrofe.

El varón es distinto, diferente y por ello puede darse el lujo de estudiar medicina, física, química, matemáticas, derecho, ingeniería, astronomía, etc., etc., etc.

Un colegio militarizado de varones no es absurdo, pero un colegio militarizado de mujeres además de ser absurdo, resulta espantosamente ridículo.

Es asqueante ver a las futuras esposas, las futuras madres que han de llevar el niño entre su pecho, marchando como hombres por las calzadas de la ciudad.

Esto no solamente indica pérdida de la feminidad en el sexo sino además, pone el dedo en la llaga señalando la pérdida de la masculinidad en el hombre.

El hombre de verdad, el hombre bien macho, no puede aceptar jamás un desfile militarizado de mujeres. El escrúpulo masculino, la idiosincrasia psicológica del varón, el pensamiento del hombre, siente verdadero asco por esta clase de espectáculos que demuestran hasta la saciedad la degeneración humana.

Necesitamos que la mujer regrese a su hogar, a su feminidad, a su belleza natural, a su ingenuidad primitiva, y a su verdadera simplicidad. Necesitamos acabar con todo este orden de cosas y establecer sobre la faz de la tierra una nueva civilización y una nueva cultura.

Los padres de familia y los educadores deben saber levantar a las nuevas generaciones con verdadera sabiduría y amor.

Los hijos varones no solamente deben recibir información intelectual y aprender un oficio o recibir el título profesional. Es necesario que los varones conozcan el sentido de la responsabilidad y se encaminen por la senda de la rectitud y del amor consciente.

Sobre los hombros del hombre maduro pesa la responsabilidad de una esposa, de unos hijos y de unas hijas.

El hombre maduro con alto sentido de responsabilidad, casto, sobrio, templado, virtuoso, etc., es respetado por su familia y por todos los ciudadanos.

El hombre maduro que escandaliza a las gentes con sus adulterios, fornicaciones, disgustos, injusticias de todo tipo, se vuelve repugnante para todas las personas y no sólo se causa dolor a sí mismo sino que también amarga a sus familiares y trae dolor y confusión a todo el mundo.

Es necesario que el hombre maduro sepa vivir su época correctamente. Es urgente que el hombre maduro comprenda que la juventud ya pasó.

Es ridículo querer repetir en la madurez los mismos dramas y escenas de la juventud.

Cada época de la vida tiene su belleza, y hay que saber vivirla.

El hombre maduro debe trabajar con suma intensidad antes de que llegue la vejez así como la hormiga actúa en forma previsiva llevando hojas para su hormiguero antes de que llegue el crudo invierno, así también debe actuar con rapidez y previsión el hombre maduro.

Muchos hombres jóvenes gastan miserablemente todos sus valores vitales, y cuando llegan a la edad madura se encuentran feos, horribles, miserables, fracasados.

Es verdaderamente ridículo ver a muchos hombres maduros repitiendo las calaveradas de la juventud sin darse cuenta de que ahora están horribles y que la juventud ya se fue.

Una de las calamidades más grandes de esta civilización que agoniza es el vicio del alcohol.

En la juventud muchos se entregan a la bebida y cuando llega la edad madura no han formado un hogar, no han formado una fortuna, no tienen una profesión lucrativa, viven de cantina en cantina mendigando licor, espantosamente horribles, asqueantes, miserables.

Los jefes de familia y los educadores deben poner especial atención en los jóvenes orientándoles rectamente con el sano propósito de hacer un mundo mejor.

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