México Tenochtitlan

Códice Durán. México Tenochtitlan

La mítica ciudad de México Tenochtitlan hubo de ser construida por mandato divino para convertirse en la capital del mundo. “La ciudad que está en medio del lago de la Luna” llegó a ser la Tierra prometida del pueblo azteca después de muchos sacrificios.

Tal proeza fue concretada no solamente para obedecer a Huitzilopochtli, el Dios de la guerra, sino también para enseñar a las generaciones posteriores el camino que deben seguir para crear en sí mismos el templo de nuestro propio Ser interior.

El pueblo azteca salió del lugar de siete cuevas a peregrinar por el mundo en búsqueda de las señales que el Dios Huitzilopochli les había prometido: el sauce blanco, la rana color esmeralda y el pez blanco.

Encontrarían además un águila triunfante posada sobre el nopal devorando una serpiente, de ahí proviene el nombre de Tenochtitlan “Lugar del tenochtli, nopal de tuna dura”.

Las peregrinaciones, tan acostumbradas hoy en día y que provienen de antaño, representan el peregrinaje que nuestra alma realiza en busca de la auto realización; la esencia avanza cada día con sacrificios, abandonando apegos y enfrentando circunstancias adversas por medio de la auto observación y de la voluntad, hasta que descubre que ha llegado al lugar indicado, que es más bien un estado interior de purificación y méritos del corazón.

Serpiente, águila, nopal, piedra filosofal, agua del gran lago…, extraordinarios basamentos esotéricos de la gran Tenochtitlan. La serpiente, símbolo esotérico de la sabiduría y el conocimiento oculto que el águila (tercer logos) debe devorar.

La culebra, al ser devorada por el águila, se convierte en serpiente emplumada. Ometecuhtli, el señor (Águila) y Omecihuatl, la señora (Serpiente), se encuentran plenamente manifestados en la serpiente emplumada (Quetzalcoatl), resultado de sacrificios y padecimientos voluntarios representados por las espinas del nopal.

El sacerdote Cuauhcoatl (serpiente-águila), reunió en ese entonces a los mexicanos para indicarles que su búsqueda había concluido y que eran merecedores de alcanzar su deseo.

En el códice Azcatitlán, se muestran los principios de la civilización mexicana en una imagen donde unos pescadores en canoa pescan entre juncos y aves acuáticas. La fundación de la gran Tenochtitlan es antiquísima.

El pueblo mexicano honraba a los Dioses de Anáhuac, los mismos ángeles del cristianismo, principios espirituales de las fuerzas maravillosas de la naturaleza; y siendo apenas “salvajes lacustres” dotados de sencillas armas como la red para pescar y el lanza dardos para cazar aves del lago, convivían con pueblos más urbanos de Colhuacan, Azcapotzalco y Texcoco.

Aquellos peregrinos aprendieron a controlar las fuerzas naturales por haber realizado las iniciaciones calificadas del adepto para ser aceptados por los príncipes del fuego, del aire, del agua y de la tierra; es decir, aprendieron a controlar a cada elemento de la naturaleza, primero en su interior, a través de serenidad y paciencia, adaptabilidad a las circunstancias, sacar provecho a las adversidades y aprender a despojarse de los apegos, y después en su exterior; los elementos les obedecieron, se convirtieron en magos, en seres que dominan a la naturaleza con la venia de los Dioses Santos, ante quienes siempre se prosternaron, y entonces la respuesta no se hacía esperar, los mismos dioses contribuyeron a la construcción de la majestuosa ciudad.

Gracias al trueque, los mexicanos compraron a los vecinos tierra firme, maderas, tablas y piedras para edificar la ciudad. Con infinita humildad, sencillez y pobreza edificaron el Templo a Huitzilopochtli a unos trescientos metros del zócalo capitalino.

Águla. Museo del Templo Mayor México

Ese Ayahucali o primer adoratorio fue posteriormente reconstruido siete veces y a su alrededor se levantaron palacios, pirámides, santuarios…, en el Teocalli, la casa de Dios se concentró el motivo fundamental de la ciudad, del pueblo y del Estado. Así también en nosotros hemos de construir la ciudad empezando por el primer adoratorio, la primera piedra, que se ubica en el templo corazón, donde radica nuestro Padre que está en secreto, y enseguida ha de construirse el templo siete veces, porque son siete los cuerpos que el ser humano posee: físico, vital, astral, mental, causal, del alma y del Ser.

Con gran industria y paciencia, el pueblo anfibio empezó por crear el suelo firme acumulando lodo sobre balsas de juncos, ahondando canales, terraplenando orillas, construyendo calzadas y puentes, adaptando las innumerables islas pequeñas, bancos de arena y fango.

Uno de los 20 fundadores, Ocelotl-Tonatiuh, sol de tigres, fue jefe de los místicos guerreros y sacerdotes de la orden de los caballeros tigres, cuyos adeptos pasaban por terribles pruebas antes de aprender a manejar el poder de la imaginación y voluntad para transformarse verdaderamente en tigres.

Los caballeros tigres y los caballeros águilas fueron al mismo tiempo guerreros y sacerdotes; guerreros porque luchaban constantemente contra sus propias debilidades y sacerdotes porque siempre se consagraron a la divinidad.

Eran muy poderosos, tenían facultades para transformarse a sí mismos como nahuales, entrar y salir de las diferentes dimensiones de la naturaleza, curar a las personas y enseñar la doctrina secreta de Anáhuac.

Alrededor del Templo mayor en México Tenochtitlan se construyó el famoso coatepantli o “muro de serpientes”, formado por dos serpientes de fuego o xiuhcóatls. En el interior del recinto donde se levantó el templo mayor, existió un templo circular dedicado al Sol. Orientado hacia el este, su techo permitía que el Sol penetrara en su altar.

En el muro interior del fondo de ese templo se hallaba un gigantesco Sol de oro puro, representación visible de la gran deidad invisible, Ipalnemohuani.

Entre las cámaras secretas de este templo de misterios existió el Tzinacalli (la casa del murciélago), espacioso salón con aspecto interior de sombría caverna donde los Caballeros Ocelotl (tigre) y Caballeros Cuauhcoatl (águila) realizaban prodigios como sanaciones y ayuda a la humanidad. También se encontraba el templo dedicado a Xochiquétzal que, aunque pequeño, lucía tapices bordados, plumas preciosas y adornos de oro. A su templo acudían las personas para confesar sus pecados y ofrendar su corazón en auto-sacrificio (esos eran los sacrificios humanos).

El diseño y estructura del Templo mayor de la ciudad de México Tenochtitlan es semejante al templo de Salomón. En él están incluidos diversos adoratorios. Tal como es afuera es adentro; por eso en nuestro templo interior hemos de construir adoratorios a cada una de las partes de nuestro Ser.

Resulta extraordinario saber que el pueblo azteca no solamente se ocupó de establecerse en un lugar para vivir, sino que ese lugar fuera construido en piedra para que a pesar del paso del tiempo, generaciones como nosotros tengamos acceso a la sabiduría que con su imponente silencio devela los misterios de la auto realización íntima del Ser.

Para que comprendamos que ahora nosotros como verdaderos caballeros y damas tigres y águilas fundemos el templo de Dios vivo en nuestro interior luchando contra los enemigos ocultos de nuestra propia psicología y enfrentando todo tipo de adversidades y desavenencias… Guerreros: ¡A la batalla!

Susana M. Rodríguez Licea. Comisión Calmecac, San Luis Potosí, S.L.P. Imagen: Fundación de México-Tenochtitlan. Códice Durán, s. XVI (de Wikipedia) Serpiente Templo Mayor (del portal www.samaelgnosis.net)

“El águila triunfante posada sobre el nopal, devorando una serpiente, el escudo de armas de los Estados Unidos Mexicanos, no es más que la traducción fiel del glifo arcaico que otrora designara a la gran Tenochtitlán” Samael Aun Weor

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