Leyes Cósmicas:

La Ley del Karma

Es necesario que comprendamos lo que es la palabra sánscrita «Karma». Existe una ley que se llama Karma, no está de más aseverar que tal palabra significa en sí misma, ley de acción y consecuencia. Obviamente no existe causa sin efecto, ni efecto sin causa. La ley de la Balanza, la ley del Karma gobierna todo lo creado. Toda causa se convierte en efecto y todo efecto se transforma en causa.

Imagen 1: “Anubis”. Ángel Monroy. 2021. Foto: José González Rodríguez.

Imagen 1: “Anubis”. Ángel Monroy. 2021. Foto: José González Rodríguez.

Necesitamos comprender lo que es la ley de la compensación. Todo lo que se hace hay que pagarlo, pues no existe causa sin efecto, ni efecto sin causa.

Se nos ha dado libertad, libre albedrío y podemos hacer lo que queramos, pero es claro que tenemos que responder ante Dios por todos nuestros actos. Cualquier acto de nuestra vida, bueno o malo tiene sus consecuencias. La ley de acción y consecuencia gobierna todo el curso de nuestra existencia y lo que vivimos es el resultado de lo que hicimos con anterioridad.

Comprender íntegramente las bases y «Modus Operandi» de la Ley del Karma es indispensable para orientar el navío de nuestra vida en forma positiva y edificante, a través de las diversas escalas de la vida.

Karma es Ley de compensación, no de venganza. Hay quienes confunden esta ley cósmica con el determinismo y aún con el fatalismo, al creer que todo lo que le ocurre al hombre en la vida está determinado inexorablemente de antemano. Es verdad que los actos del hombre los determina la herencia, la educación y el medio, pero también es verdad que el hombre tiene libre albedrío y puede modificar sus actos: educar su carácter, formar hábitos superiores, combatir debilidades, fortaleces virtudes, etc.

El Karma es una medicina que se nos aplica para nuestro propio bien; desgraciadamente todos nosotros en vez de inclinarnos reverentes ante el eterno Dios viviente, protestamos, blasfemamos, nos justificamos como Pilatos. Con tales protestas no se modifica el Karma, al contrario, se torna más duro y severo.

Cuando uno viene a este mundo trae su propio destino; unos nacen en colchón de plumas y otros en la desgracia. Si en nuestra pasada existencia matamos, ahora nos matan, si herimos, ahora nos hieren, si robamos, ahora nos roban, «CON LA VARA CON QUE A OTROS MEDIMOS SEREMOS MEDIDOS».

Reclamamos fidelidad del cónyuge cuando nosotros mismos hemos sido adúlteros en esta o en vidas precedentes. Pedimos amor cuando hemos sido despiadados y crueles. Solicitamos comprensión cuando nunca hemos sabido comprender a nadie; cuando jamás hemos aprendido a ver el punto de vista ajeno.

Anhelamos dichas inmensas cuando hemos sido siempre el origen de muchas desdichas. Hubiéramos querido nacer en un hogar muy hermoso y con muchas comodidades, cuando no supimos en pasadas existencias, brindarle a nuestros hijos hogar y belleza.

Protestamos contra los insultadores cuando siempre hemos insultado a todos los que nos rodean. Queremos que nuestros hijos nos obedezcan cuando jamás supimos obedecer a nuestros padres. Nos molesta terriblemente la calumnia cuando nosotros siempre fuimos calumniadores y llenamos al mundo de dolor. Nos fastidia la chismografía; no queremos que nadie murmure de nosotros, sin embargo, siempre anduvimos en chismes y murmuraciones, hablando mal del prójimo, mortificándole la vida a los demás. Es decir, siempre reclamamos lo que no hemos dado; en todas nuestras vidas anteriores fuimos salvados y merecemos lo peor, pero nosotros suponemos que se nos debe dar lo mejor.

Afortunadamente es posible negociar el Karma, esto es algo que puede sorprender muchísimo a los seguidores de diversas escuelas ortodoxas, que suponen que esta ley se desenvuelve en forma mecánica y cruel.

Si la ley de acción y consecuencia no fuera negociable entonces, ¿dónde quedaría la misericordia divina? Francamente no se puede aceptar crueldad en la divinidad. Por ello repetimos, que el Karma es negociable.

Es posible modificar nuestro propio destino, porque cuando una ley inferior es trascendida por una ley superior, la ley superior lava a la ley inferior.

Modificando la Causa se modifica el Efecto. Si en un platillo de la Balanza ponemos nuestras buenas obras y en el otro ponemos las malas, ambos platillos pesarán iguales o habrá un desequilibrio. Si el platillo de las malas consecuencias pesa más, debemos poner buenas obras en el platillo de las buenas acciones con el propósito de inclinar la balanza a nuestro favor, así cancelamos Karma, haced buenas acciones para que paguéis vuestras deudas; recordad que No solamente se paga con dolor también se puede pagar haciendo bien

Ahora comprenderemos lo maravilloso que es hacer el bien; no hay duda de que el Recto Pensar, el Recto sentir y el Recto obrar son el mejor de los negocios.

Nunca debemos protestar contra el Karma, lo importante es saberlo negociar. Lamentablemente a nosotros lo único que se nos ocurre cuando nos hallamos en una gran amargura, es lavarse las manos como Pilatos, decir que no hemos hecho nada malo, que no somos culpables, que somos justos, etc., etc., etc.

Si estamos en la miseria revisemos nuestra conducta, que nos juzguemos a sí mismos, que nos sentemos, aunque sea por un instante en el banquillo de los acusados, y después de un somero análisis de sí mismos modificar nuestra conducta. Si nos encontráramos sin trabajo y nos tornásemos castos, infinitamente caritativos, apacibles, serviciales en un cien por ciento, es obvio que alteraríamos radicalmente la causa de la desgracia, modificándose en consecuencia el efecto. No es posible alterar un efecto si antes no se ha modificado radicalmente la causa que lo produjo, pues como ya dijimos no existe efecto sin causa ni causa sin efecto.

Se debe trabajar siempre desinteresadamente con infinito amor por la humanidad, así alteramos aquellas malas causas que originaron los malos efectos.

Imagen 2: Dios de los muertos egipcio. Detalle del Libro de los Muertos.  Tebas. Egipto 1070 a.c.

Imagen 2: Dios de los muertos egipcio. Detalle del Libro de los Muertos. Tebas. Egipto 1070 a.c.

No hay duda de que la miseria tiene sus causas en las borracheras, asqueante lujuria, en la violencia, en los adulterios, en el despilfarro, y en la avaricia, etc., etc.

¿Quieres sanar? sanad a otros. ¿Algunos de vuestros parientes están en la cárcel? trabajad por la liberación de otros. ¿Tenéis hambre?, compartid el pan con los que están peor que tú, etc.

Muchos cuando sufrimos sólo nos acordamos de nuestras amarguras, deseando remediarlas, más no nos acordamos de los sufrimientos ajenos, ni remotamente pensamos en remediar las necesidades del prójimo. Este estado egoísta de nuestra existencia no sirve para nada; así lo único que conseguimos realmente es agravar los sufrimientos.

Si pensáramos en los demás, en servir a nuestros semejantes, dar de comer al hambriento, en dar de beber al sediento, en vestir al desnudo, en enseñar al que no sabe, etc., es claro que pondríamos buenas acciones en el platillo de la balanza cósmica para inclinarla a nuestro favor; Así alteraríamos nuestro destino y vendría la suerte a nuestro favor; es decir quedarían remediadas todas sus necesidades, más somos muy egoístas y por eso es que sufrimos, nadie se acuerda de Dios ni de sus semejantes, sino cuando están en la desesperación y esto es algo que todo el mundo ha podido comprobar por sí mismo, así somos todos nosotros. Lamentablemente esos errores que cada cual lleva adentro, hace exactamente lo contrario de lo que aquí estamos diciendo; por tal motivo es urgente inaplazable, impostergable, reducir a los errores que interiormente cargamos a polvareda cósmica.

(Samael Aun Weor. Tarot y Cábala).

Les dijo también: "Considerad lo que oís. Con la medida con que medís, será medido para vosotros y os será añadido" Mr. 4:24

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