El Pavo Real

El pavo real es una hermosa ave de gran tamaño originaria de Asia. De plumaje de intenso color azul metálico en la cabeza y el pecho, adornado a los lados con alas de fuertes y espesas plumas de colores verde esmeralda, bronce, marrón, negro zafiro. La cabeza coronada con un copete de plumas azules. Despliega una enorme cola azul o blanca en forma circular como abanico, que adorna con lentejas en forma de ojos de color amarillo, bronce, verde. Fue traída a occidente desde la época antigua a través de los grandes conquistadores y las migraciones.

El rey Salomón se hacía de estas bellas criaturas. En Mesopotamia se le esculpía y grababa al lado del árbol de la vida.

Juno y Argos. Pablo Rubens. 1610-1611.

Juno y Argos. Pablo Rubens. 1610-1611.

Sabios y profetas de todos los cultos y razas escribieron poemas, obras, narraciones, leyendas, sobre el simbolismo de esta mística ave, reflejando la belleza y el aspecto femenino de Dios; asociándola con el fuego mismo al compararla con el ave Fénix.

En el arte gnóstico de los primeros años de la iglesia, se representaba al pavo real al lado de una fuente de agua, de la que brotaba la vid y el vino, significando tanto la muerte, como el renacimiento y la vida eterna a través de la transmutación de las aguas de la vida en el vino de la resurrección.

Durante los primeros años de la iglesia cristiana, antes del surgimiento del catolicismo, se le grababa en obras de arte, particularmente en los ataúdes y sarcófagos de monjes apostólicos del Nuevo Testamento, como un triunfo sobre la muerte y el anuncio de la inmortalidad, tallando en la madera a dos pavos reales al lado de una cruz, testimonio del gnosticismo cristiano original que representa al cruce de las fuerzas masculinas y femeninas, a la unión hombre – mujer y el sabio uso de la energía creadora.

Los ojos de la cola del pavo real dentro del cristianismo primitivo representaban al cielo estrellado y los ojos de Dios que todo lo ve.

Se dice que muda su plumaje solo durante la pascua, por lo que se le asocia con la resurrección del divino maestro Jesús y con la inmortalidad.

En las catacumbas cristianas de los primeros siglos de nuestra era, la representación más frecuente es al pavo real en medio de dos cántaros antiguos, cerámicas donde se almacenaba agua o vino, fiel alegoría del catecismo gnóstico primordial, que recuerda a los dos testigos del antiguo testamento, los cordones medulares de la culebra sagrada Indostán, la serpiente de bronce de los Israelitas en el desierto, por donde asciende la energía creadora sublimada.

En medio oriente, poco antes del surgimiento del islam, el sufismo adoraba al pavo real y a la serpiente. El pavo real se consideraba como la manifestación de Dios, cuando el señor de la creación se reflejó a sí mismo en el ave majestuosa, de cuyas lágrimas surgieron todos los seres vivientes.

El pavo real es la madre, es el Dios: Padre – Madre.

En el arte cerámico musulmán, lo encontramos plasmado en medio del jardín del Edén rodeado de las almas de los difuntos. Se narra que Mahoma ascendió a los cielos montado sobre un ave con cuerpo de mujer y plumaje de pavo real, mostrando al hombre triunfante sobre sí mismo, en su regreso a Dios, conducido por la divina madre a través de la sexualidad trascendente.

El imperio Bizantino se vio influenciado por el arte, la religión y la cultura Islámicos, como se observa en las pilas bautismales de mármol, en tallados en templos y aceras, en las que se encuentran grabados dos pavos reales entrecruzando sus cuellos recordando al caduceo de Mercurio y a la renovación de la naturaleza por el fuego.

En la antigua China se pintaba en telares, cerámica, muros y templos, al pavo real devorando a una serpiente. Es el Kundalini, el eterno femenino devorando a la serpiente tentadora del Edén de nuestras bajas pasiones animales.

El pasaje de la dualidad a la unidad. El espíritu se traga al fuego y el hombre se cristifica.

El Dios de la guerra entre los hindúes, Skanda monta sobre un pavo real en contra de los enemigos ocultos de nuestro yo pluralizado.

Mosaicos, telares, talladuras milenarias en piedra, templos, mausoleos, en culturas separadas en la distancia y por la noche de los siglos, asocian al pavo real con el bautismo, con la serpiente, con el regreso del hombre al Edén perdido a través del sabio uso de la energía sexual.

Es nuestra madre divina sobre la fuente de las aguas de la vida, quien devora a la serpiente tentadora, quien se posa en medio de jardín del Edén y del árbol de la vida. La mítica ave de colores inefables, que sobre sí carga al héroe de regreso al padre.

Juno recibiendo la cabeza de Argos. Jacopo Amigoni, 1732.

Juno recibiendo la cabeza de Argos. Jacopo Amigoni, 1732.

Es imperioso que encarnemos en nuestra vida cotidiana los misterios del fuego, los misterios del bautismo, con el auxilio de la madre divina.

El pavo real es el eterno femenino, posada sobre la fuente bautismal, la divina madre inmaculada que mora dentro de cada uno de nosotros, quien nos asiste en la batalla en contra de los agregados psicológicos indeseables que constituyen nuestro ego, pecados, tendencias, pasiones, egoísmos.

El lugar en donde vivimos en nuestras colonias y barrios; en nuestras relaciones personales, sentimentales, laborales de nuestro cotidiano, es el lugar donde realizamos de manera práctica y real, aquí y ahora, los misterios milenarios que se esconden tras el simbolismo del pavo real, que revelan esta ciencia y religión, expuestos artísticamente a través de milenios y culturas, pero oculta para los ojos impíos y materialistas.

La vida cotidiana de cada uno, en cualquier lugar, es un momento asombroso y único para el despertar espiritual. No existe una tarea o actividad humana, por compleja o simple, modesta u ostentosa, activa o tediosa, que no represente un momento único y formidable para encarnar en la vida misma, los misterios que se representan bajo el pavo real.

Enviado por: Rafael Merazo.

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