Tlazolteotl y Cihuapipiltin

Tlazolteotl

En la antigua civilización mexica se desarrolló una doctrina secreta, oculta a los sentidos y al intelectualismo. Enseñanzas trascendentales a las que solamente podían acceder aquellos individuos sinceros quienes, siendo guerreros, lograban vencer sus propias pasiones y deseos para ser dignos de recibir, de labios a oído, erudiciones que van más allá del cuerpo físico y de los aspectos emocionales o mentales.  

La doctrina gnóstica, divulgada por el Maestro Samael Aun Weor, ha develado muchos de esos secretos, accesibles ahora para quienes, con inquietudes espirituales y anhelos revolucionarios, presienten la existencia de una realidad divina, integrada por Ángeles, Prajapratis, Elohims…, seres divinales que se encuentran más cerca del ser humano de lo que se cree.  

Es muy interesante saber que los Elohim de los hebreos, los Prajapratis del Indostán o los Ángeles del cristianismo, eran conocidos y adorados por los mexicas como los Dioses de Anáhuac. La cantidad de dioses citados en los códices, relatos y tradiciones aztecas es innumerable; sin embargo no eran concebidos como simples ídolos, sino como parte esencial de la naturaleza y del hombre. Se construyeron escuelas para su estudio y se erigieron templos en su honor, se tallaron esculturas y monolitos para mostrar sus facultades; se escribieron códices para indicar sus influencias. Todo ello denota la trascendencia que tienen todos y cada uno de los Dioses para el ser humano.  

La doctrina secreta de Anáhuac enseña que la misión de un individuo es lograr su autorrealización y que para lograrlo, es necesario perfeccionar cada una de las diversas partes aisladas del Ser, representadas por todos esos Dioses del panteón azteca. Intuitivamente se perciben como un ejército de niños inocentes, cada uno con funciones especiales que deben desarrollarse interiormente para después integrarse en el Ser, logrando así el grado denominado: Ismesh. Resulta inconcebible imaginar la majestuosidad de este título comprendiendo que el desarrollo de una sola de las partes del Ser es excepcional.  

Los ángeles aztecas son Dioses elementales de la naturaleza y se ubican dentro de nosotros como partes aisladas del Ser. Esto lo explica Helena Petronila Blavatsky en su Doctrina secreta, señalando que son los innumerables coros de genios que velan sobre los asuntos humanos, que cumplen con la voluntad de la ley, ocasionando temporales, terremotos, maremotos, hambres e incluso guerras; y que así como están activos en la naturaleza, imprimen su parecido en nuestras almas y están presentes en nuestros nervios, venas, médula, arterias e incluso en el cerebro; pero que cuando el individuo vence sus propias pasiones, desarrolla esos principios de la naturaleza en su interior y deja de estar sometido externamente por ellos.  

Mientras tanto, los Dioses elementales de la naturaleza pueden asistir a quien lo solicita a cambio de una conducta recta; sin olvidar que esto solo es posible mediante la invocación al intercesor elemental, otra de las partes aisladas de nuestro Ser, quien tiene la facultad de llamar a los Dioses de la naturaleza para realizar prodigios.  

Entre las Diosas del panteón azteca se encuentra Tlazolteotl, quien junto con Tonantzin y Coatlicue, representan a nuestra Madre Divina. Tlazolteotl es la Diosa del parto, un ángel puro y perfecto, al igual que Cihuapipiltin, quien es la Diosa del Poniente, que era considerado el rumbo de las mujeres, Cihuatlampla y también es la Diosa de las mujeres que mueren en el parto, es un maestro auxiliar de las mujeres parturientas. El maestro Samael refiere:  

“Tlazolteotl, la diosa del parto, es un gran maestro de la Logia Blanca, que visto clarividentemente parece un hermoso adolescente lleno de vida. El maestro Tlazolteotl usa siempre un bello manto azul y su rostro resplandece con el sonrosado color de la aurora. Tlazolteotl es el jefe de un grupo de ángeles que trabajan intensamente ayudando a las mujeres en el parto.  

Tlazolteotl controla las aguas de la vida universal. Tlazolteotl controla el líquido amniótico entre el cual se gesta el feto. Tlazolteotl controla todos los órganos femeninos relacionados con el embarazo y puede, por lo tanto, precipitar las aguas, dirigir el mecanismo de ciertos órganos y manipular las leyes que rigen la mecánica del parto natural.”  

También menciona que Tlazolteotl vive en la cuarta dimensión, el Edén. Las mujeres pueden invocar a Tlazolteotl y a Cihuapipiltin en el momento del parto y recibirán su ayuda inmediata. Estos ángeles también pueden ser invocados con la mente y el corazón por quienes están enfermos de los órganos sexuales, pidiéndoles curación a cambio de una conducta recta.  

Los aztecas rendían gran culto a estos ángeles del parto y también veneraban a las mujeres que, morían al dar a luz. Las mujeres que fallecían dando vida a un nuevo ser eran consideradas mártires y se afirmaba que su sacrificio era resultado de una obra perfecta, pues de acuerdo a la ley divina, este tipo de muerte era por el bien de las almas que lo necesitan. Para honrar tan supremo sacrificio, se realizaban danzas sagradas como las de las doce Cihuateteo (mujeres divinas), alrededor del Quetzalcoatl rojo y del Quetzalcoatl negro, se decía que las mujeres eran aceptadas en el paraíso y llevaban en sus brazos a su hijo; también se les atribuían poderes mágicos.

Enviado por: Susana Margarita Rodríguez. (Comisión Eventos del ICQ Gnosis)

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