Tlaloc

Tlaloc

(Dios de las lluvias)

Su nombre se traduce como “El Vino que bebe la Tierra”, dándonos inmediatamente una enseñanza práctica en su mismo nombre.  

La tierra somos nosotros el ser humano, la tierra filosofal, el vino es precisamente el agua o energía creadora que debe transmutarse y convertirse en el vino de luz del alquimista.  

Tlaloc es un gran maestro que tiene más realidad que toda nuestra falsa e ilusoria sociedad. Podríamos llamarlo el Ángel Tlaloc y no cometeríamos error alguno, es un deiduso que rige las aguas, tanto del mundo físico, como de nuestro propio mudo interior.  

“Los Nahuas lo representaban siempre en la "casa de la luna"; el rostro cubierto con la máscara sagrada a través de la que asoman sus ojos azules; brazos y piernas desnudos con brazaletes de oro en las pantorrillas y cactli azules; largos cabellos caídos sobre la espalda; diadema de oro adornada con plumas blancas, verdes y rojas y collar de cuentas de jade; túnica azul sobre la cual una malla termina sus rombos en flores, en la mano izquierda, escudo azul sobre el que se abren los cuatro pétalos de una hermosa flor roja; en la mano derecha, los símbolos del granizo y del rayo en oro pintados de rojo. A ambos lados, dos vasos de patas azules simbolizando al agua y a la Luna.” (Samael Aun Weor. Magia Cristica Azteca)  

Nótese el significado que tiene la oración utilizada desde muy antiguos tiempos denominada “El Exorcismo del agua”, donde podemos notar precisamente la gran influencia que tiene este Deva o maestro Tlaloc en nuestras aguas puras de vida.  

Fiat fimamentum in mudium acuarum (Hágase el firmamento en medio de las aguas), es decir, trabajando con la trasmutación de nuestras energías creadoras es posible formar el Firmamento o universo interior. Et separet aquas ab aquis (Y sepárese las aguas de las aguas), transmútense o transfórmense las energías creadoras que se encuentran en nuestro interior. Cuae superius sicut cuae inferius, et cuae inferius sict cuae superius (las superiores de las inferiores y las inferiores de las superiores) dejando las aguas inferiores o pasiones animales y bestiales, separando o trasmutando las aguas superiores, trasmutando el deseo en amor. Ad perpetranda miraula rei unius (Y así se realice el milagro de la unidad) Así fue creado el mundo y así puede ser creado el camino hacia la verdad, es así como podemos encarnar a nuestro Ser, la unidad.  

Bajo la regencia de Tlaloc se encuentran los elementales de las aguas llamadas ondinas y nereidas, cuyo reino está siempre hacia el occidente, se les solía llamar con un copa llena de agua. Incuestionablemente los sacrificios que en la época de decadencia azteca le hicieron, nada tuvo que ver con este gran maestro, nunca exigió tales sacrificios, esas fueron cosas producto ya de la mente en estado involutivo de nuestros antepasados.  

En la época de esplendor de los sabios de Anáhuac, brillaron por su ausencia tales sacrificios, en realidad cuando se hablaba de sacrificios se referían a sacrificar la ira, el orgullo, la pereza, la gula, no cosa fácil sacrificar el deseo de ser grande, el deseo de acumulación, el deseo pasional. Interesante es saber que quien moría ahogado iba al paraíso de Tlaloc denominado el Tlalocan, lugar paradisiaco donde se vive en total felicidad, más no se refiere indudablemente a la muerte física, más bien querían dar entender los Tlamatinime (maestros filósofos del México antiguo) que quienes ponen todo su empeño en desintegrar sus lacras morales, sus defectos psicológicos, haciendo verdaderos “Sacrificios humanos” en su interior, lograban morir en sí mismos.  

Samael Aun Weor y Tlaloc

Esto no podía ser posible solo poniendo en juego nuestra voluntad, es necesario algo más y es precisamente la intervención del Agua para lograrlo, es decir, de dirigir nuestra voluntad y la energía creadora o agua pura de vida para desintegrar eficazmente nuestros defectos de tipo psicológico, en otras palabras morir ahogado. Quienes logres esto, pues viven en el Tlalocan, en un estado de felicidad, de armonía, de equilibrio de paz. Las enseñanzas del México antiguo, no han muerto, son de actualidad palpitante, es necesario que pongamos nuevamente en el tapete de la existencia la Sabiduría que nos ha de llevar al más alto nivel espiritual.  

“Este dios tenía adoratorios en el Templo Mayor y en las cumbres de las altas montañas del valle de Tenochtitlán. Nunca faltó el fuego en sus altares. Los Maestros lo invocaban para agradecerle la abundancia de las cosechas, para pedirle lluvia en las grandes sequías o para que deshiciera las nubes de granizo. En las grandes tempestades usted también, si lo desea, puede invocarlo, mas debe hacerlo con fe y reverencia.” (Samael Aun Weor. Magia Cristica Azteca)

Enviado por: Jenaro Ismael Reyes Tovar de la Comisión del Painalli. Fotografía 1 de Tlaloc por: Martha Rodríguez Licea. Teotihuacán, México. Fotografía 2: Samael Aun Weor junto al monolito de Tlaloc.

Libro: Tláloc, el vino que bebe la tierra

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