EDITORIAL:

La Vida como un Gimnasio Psicológico

Hombre Máquina. Johfra

Cuando examinamos el mundo en que vivimos, podemos verificar el hecho contundente, claro y definitivo, de que hay personas que deberían ser felices y no lo son. Hemos conocido muchos casos concretos de sujetos que tienen una buena casa, un hermoso carro, una magnífica esposa, preciosos hijos y dinero suficiente, y sin embargo no son felices; en cambio, hemos podido corroborar el caso de individuos que están menesterosos, posiblemente humildes trabajadores de pico y pala, que ni gozan de una hermosa mansión, ni tienen más dinero que el que se necesita para el diario sustento, ni usan precioso automóvil último modelo, y sin embargo son felices en sus hogares, con sus hijos, pobres pero limpios, aseados, y sus esposas hacendosas y sinceras.

Así pues, no es el dinero en sí mismo el que puede darnos la felicidad; todo depende de la forma en que uno sepa combinar los estados conscientivos con los sucesos o las circunstancias de la vida práctica.

Si alguien colocado en magníficas condiciones no está a la altura de las circunstancias, si no sabe combinar, inteligentemente, los estados conscientivos con el medio en el que se desenvuelve y vive, incuestionablemente será un desdichado; empero otro, que aunque esté en circunstancias difíciles sí sabe combinar los hechos de su vida práctica con los estados de conciencia, logra bienestar, prosperidad, felicidad, etc. Así pues, que se hace urgente comprender la necesidad de aprender a vivir sabiamente.

Si queremos un cambio definitivo de las circunstancias de la vida, se hace necesario que tal cambio se verifique primero dentro de nosotros mismos; si internamente no modificamos nada, externamente la vida continuará con sus dificultades. Ante todo es necesario hacernos dueños de sí mismos; mientras uno no sepa gobernarse a sí mismo, tampoco podrá gobernar las circunstancias difíciles de la existencia.

Cuando contemplamos los diversos acontecimientos de la vida, cuando vemos este orden de cosas, podemos evidenciar que las gentes son verdaderas máquinas que no saben vivir: si alguien les insulta, reaccionan furiosas; si alguien les saluda, sonríen dichosas; resulta muy fácil en verdad, para cualquier perverso, jugar son las máquinas humanas, puede hacérseles pasar de la tristeza a la alegría y viceversa, con sólo decirles unas cuantas palabras.

¡Qué fácil les resulta!, ¿verdad? Basta con que alguien nos insulte para estar reaccionando, basta que alguien nos dé unas palmaditas en el hombro para sonreír contentos; no sabemos gobernarnos a sí mismos, otros nos gobiernan, y eso de hecho es lamentable... ¡Somos incapaces!

Samael Aun Weor. La Vida como un Gimnasio Psicológico

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