CAPÍTULO VIGÉSIMO

Sutilísima influencia de los olores en el organismo

Hay un sinnúmero de inhalaciones anestésicas y entre ellas tenemos calmantes, alucinantes, embriagadores y narcóticos, No se puede evaluar cuánto ha progresado la miseria de los sufrimientos humanos con el uso de las drogas heroicas. En Berlín, como en todas las grandes ciudades, existen seres criminales que venden a los infelices enfermos alcanfor, cocaína y otras drogas para aspirar, con las que obtienen cierta embriaguez. Últimamente ha habido hasta personas que aspiran vapores de bencina. Todo esto tiene consecuencias nefastas, fatales. Pero en la naturaleza encuéntrense siempre los polos opuestos, expresiones en contrario. Hay también substancias que jamás crean hábito, que no acarrean desgracias, sino por el contrario, bienestar, y éstas son los perfumes y las esencias. En vez de alucinantes, embriagadores o hipnóticos, son estimulantes, es decir, excitantes en el mejor de los sentidos. Nuestra nariz es tan sensible y tan fina receptora nuestra masa cerebral, que 0,0005 gramos de sal de “escapolamina” ya los excitan.

En nuestro cerebro tenemos fibras finísimas que no pueden desarrollar su actividad, porque, dados nuestros hábitos de vida, se crean ciertas gorduras adicionales que se lo impiden. Está probado que los perfumes actúan disolviendo la materia grasa del cerebro, como lo demostró el Profesor Lewín en su obra reveladora.

Ya hemos llamado la atención sobre esto al hablar del muchacho que hacía parar los relojes.

Esos estimulantes operan en el cortical del cerebro, pero sin producir, como los narcóticos, síntomas de fatiga, activan la acción del cerebro y dirigen las fuerzas internas para la cura.

El estómago es sin duda el caldero de nuestra máquina. Éste sólo está en condiciones de actuar normalmente cuando se ve fortalecido por un olor apetitoso. Nadie puede tomar con gusto su alimento sí le encuentra mal olor. Toda esencia es remedio y si la ciencia no es todavía capaz de explicar por qué sucede esto, aquí tienen a mano los hechos de la benéfica influencia de las substancias perfumantes.

El mundo, con todo cuanto en él vive y se mueve, es un pensamiento de Dios, que continúa siempre, eternamente; ese pensamiento de Dios se refleja en nuestros pensamientos, los cuales son consecuencia de las sensaciones. El mundo existe porque lo percibimos y pensamos en él. Pensemos en que si los hombres no viesen ni pensasen más, el mundo se acabaría para nosotros.

La expresión del pensamiento es la palabra, el Verbo, el Logos, que todo lo creó, como el Evangelio de San Juan.

El pensamiento es el creador en el gran Todo. Si pudiésemos ver las irradiaciones del pensamiento, nos convenceríamos de que la belleza de las flores, sus espléndidos colores, son resultado de nuestros buenos o malos pensamientos; que lo amargo de las plantas, el veneno del escorpión o de la culebra sólo existen porque diariamente con nuestros ma¬los pensamientos los volvemos a crear.

Simbólicamente nada feo ni nada venenoso había en el Paraíso, porque el hombre todavía estaba impregnado del principio bueno y divino. Vino entonces la serpiente y suscitó el principio del mal. Los malos instintos y el hombre con ellos fueron expulsados del paraíso; pero el bien no puede aniquilarse nunca aun cuando mantenga contra el mal perpetua lucha; así nacieron los buenos pensamientos y producen, aún hoy día, el néctar de las plantas. El perfume de las flores es la traducción de un pensamiento de amor. Es, pues, también tarea del médico y procurar la cura del alma, ya que todas las dolencias son consecuencia de nuestros malos pensamientos, resultados de nuestro miedo y de nuestra duda. Los mayores enemigos de la sociedad son la duda y el pesimismo, que aumentan toda aflicción, vergüenza, enfermedad y miseria. Sólo un optimismo continuo puede salvarnos.

Cuando estamos aniquilados bajo la impresión de preocupaciones diarias, lo que nos calma la vida de una obra de arte o bien el escuchar una suave y alegre música. Pero, en tales casos, nada actúa en nosotros en forma más benéfica que el emplear a tiempo el perfume adecuado.

El mal olor nos pone recelosos y pesimistas. El buen perfume, en cambio, nos infunde coraje, influye en nosotros vitalizándonos.

El doctor Walter Krísch, de Stralsund, fundó una nueva teoría sobre los órganos de los sentidos que abre nuevos horizontes a la moderna fisiología sensorial. Mucho se habla ahora del sexto sentido y muchos opinan que se le ha de buscar en la cuarta dimensión. Vemos entretanto, según Krisch, un gran avance, pues éste ya llegó al décimo quinto sentido. Sobre esto dice textualmente el informante: “Hasta ahora se creía en ciertas substancias gaseosas que junto con el aire penetran en la nariz excitando nuestras células olfatorias. Según esa concepción sólo oleríamos una sustancia cuando gran número de sus moléculas, en la llamada “Nube de perfumes”, toque nuestra pituitaria.

Pero, últimamente, interesantes y concluyentes observaciones rebaten toda esa teoría. He de observar, por ejemplo, dice el doctor W. Heinze, que una mariposa, la geometrina de la encía, percibe una sustancia en esa dilución que, en verdad, ninguna de sus moléculas podría tocarle más que el cuerpo. Esa geometrina siente, pues, sustancias que no pueden tener ningún contacto con sus órganos sensitivos. De esa y otras consideraciones el doctor Krisch concluyó que el olfato como la vista, el oído y demás sentidos, se efectúan por oscilaciones electrónicas.

Esa teoría del doctor Krisch apoya los principios terapéuticos por nosotros formulados en el presente libro, pues precisamente queremos activar la valiosa fuerza curativa existente en nuestro ser íntimo,

La materia de la materia es la vida, la vida de la vida es la conciencia, la conciencia de la conciencia es el alma, el alma del alma es el espíritu, el espíritu del espíritu es Dios, Sin él nada podemos los humanos.

Toda materia irradia, toda irradiación es luminosa, aunque no siempre la percibimos, toda luminosidad es electromagnética, todo electromagnetismo proviene del sol, La luz solar proviene probablemente de un sol central, ese sol central está impulsado por Dios, pero Dios reside también dentro de nosotros, por eso San Juan dice que somos Luz.

Esa Luz dentro de nosotros es la que nos sana cuando nos encontramos enfermos. Dios, por último, es nuestro médico único, pero el actúa sólo en ciertos ambientes, sobre ciertos medios y por eso creemos que uno de esos medíos representa las esencias íntimas, los olores, los perfumes, y por eso vimos al principio del libro que en todas las religiones del mundo se usaba y se usa incienso, es decir, perfumes.

Ya hace muchos años que trabajamos con nuestros perfumes, mucho antes de editar por primera vez el presente libro y de vez en cuando recibimos cartas de clientes agradecidos de Centro y Sudamérica, que en vano intentaron otros sistemas para restaurar su salud y recurrieron a mi consejo médico en Alemania.

Hace poco que una madre afligida me escribió respecto a una hijita de ocho años de edad; criatura de cuerpo bien formado, pero que presentaba síntomas reveladores de una triste vida psíquica. Hace más de un año que la chica daba muestras de gran distracción; por la noche, su sueño era agitado y se paseaba mucho por el cuarto llegándose a pensar que pudiera trastornarse, aunque en el día no se acordase del desasosiego de la noche. En los últimos tiempos se manifestaron, además, síntomas de cleptomanía. A veces, la  madre echaba  de  menos  dinero, cuyos  restos  se  encontraban después en poder de la chiquilla. En otras ocasiones, faltábale plata a la criada. La madre halló en poder de su hija libros nuevos que ella no le había comprado. Esto afligió mucho a los tristes padres de la chiquilla.

A las reprensiones más o menos fuertes, siguieron las confesiones, pero no hubo mejoría ni arrepentimiento. No faltaron reincidencias.

Naturalmente que esa evolución de la criatura se desarrolló también desfavorablemente en la escuela. Los médicos brasileños a quienes se consultó estaban frente a un enigma, y después de probar varias cosas ya no supieron qué recetar; tampoco tuvo mayor éxito un médico alemán que fue consultado.

En ese trance, la desesperada madre lee mi libro y recurrió a mí dirección en Berlín, la que le fue facilitada por un partidario de mí sistema.

Nos complace haber podido dar a la desconsolada madre la indicación que la llevó a un éxito duradero y produjo la completa curación, como lo atestigua muy agradecida en una carta.

Relataré una experiencia curiosa que ya cité anteriormente, que conoce todo médico, pero interesará también al lector.

Uno de los médicos más famosos de los últimos decenios, Pawlow, hizo una fístula artificial a un perro, es decir, le hizo un canalito desde la piel hasta el estómago y luego metió por ahí un tubo de goma por el cual se salía parte del contenido del estómago. Resultó que cuando al perro le enseñaba desde lejos un trozo de carne el estómago del animal se animaba, producía jugo gástrico para poder digerir aquella carne tan pronto se la diesen a comer.

Ese aumento de secreciones se repetía cada vez que el doctor mostraba algún alimento apetecido por el animal. Luego se le ocurrió hacer sonar al mismo tiempo una campanilla. El perro recordaba entonces que cuando sonaba la campanilla le traían alimento, se ponía en acecho y desde luego se veía cada vez que del tubito salían más y más secreciones.

Esta experiencia fue concluyente para la ciencia médica. El estómago reaccionaba por una acción refleja, y como eso continuaba lo han llamado reflejo continuado.

Esto, naturalmente, que se puede hacer con un perro, se puede repetir con una persona; un hombre o una mujer, un niño o un anciano, y en lugar de hacer sonar una campanilla se puede hacer oler un perfume. La cuestión es llegar al subconsciente.

Esto es lógico y nosotros lo hemos realizado en nuestra Osmoterapia centenares de veces, y siempre con un éxito grandioso.

No quisiera dejar de dar aquí el método que prescribí para curar a la niña a que antes me he referido. La muchacha debía copiar en un papel frases como ésta:

“Yo quiero seguir siempre los consejos de mi madre” “Yo quiero dormir tranquilamente por la noche”. “Yo no quiero sacar más dinero indebidamente”. “Yo quiero estar siempre atenta en la escuela”.

Mientras la niña escribía esto, la madre le pasaba por el rostro un pañuelo embebido de un perfume preparado especialmente por mí. De ese modo, la niña identificaba y mezclaba, al mismo tiempo, sus declaraciones con el perfume.

Esa misma noche, cuando dormía, el pañuelo fue colocado sigilosamente en una mesita cerca de la cabeza de la niña. Dormida así, pues, recibía durante toda la noche en su subconsciencia y sin darse cuenta se acordaba en todo momento de lo que había prometido.

La operación debía repetirse durante algunas noches hasta que la niña estuvo libre de tales vicios mórbidos. Como he dicho, la madre me escribió que el resultado fue matemático, absoluto; la niña sanó por completo.

Los médicos que leen esto debieran experimentar la Osmoterapia, ya que estamos hasta hoy tan impotentes, tan incapaces frente a casos semejantes.

Este ejemplo nos lleva a aplicaciones prácticas. Luego que se haya localizado una enfermedad, debemos aplicar, según el caso y el sistema indicado, varios perfumes. Podría decirse que este solo ejemplo sienta la base de toda la Osmoterapía. Es la indicación de su empleo. Una prescripción precisa para la curación radical de males, desvíos o molestias mentales. Deseo que el lector aprenda a comprender, precisamente en la historia de esta dolencia, la Osmoterapia.

Me ofrezco gustoso para indicar a los enfermos la experiencia adquirida en largos años. Naturalmente que les recomendamos que aspiren de día, en determinados períodos, ciertas esencias. La influencia en el subconsciente durante el sueño es un factor esencial.

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