Epílogo

El mundo de los sueños

El Mundo de los Sueños

En el verano del año 1900 el profesor de neurología de la Universidad de Viena, Sigmund Freud, dio unas conferencias sobre un tema aparentemente nada académico: la interpretación de los sueños. Los colegas de su especialidad se extrañaron irónicos de aquella osadía, pero dejaron que las diera. Pareció mejor la conspiración del silencio que un escándalo que convirtiera la cosa en algo sensacional. El procedimiento dio sus resultados: los estudiantes no mostraron el menor interés por tales conferencias, a las que asistieron muy pocos oyentes. Incluso el libro que Freud publicó el mismo año sobre idéntico tema, constituyó un enorme fracaso. De aquella obra, a la cual más adelante, en el tiempo, se le iba a dar la importancia que merecía, sólo se vendieron 123 ejemplares durante los primeros seis meses y se necesitaron ocho años para agotar la edición de 600. Los puntos de vista de Sigmund Freud, sin embargo, se han convertido en ideas directrices de los estudios psicológicos sobre los sueños; no sólo los psicoanalistas se ajustan a las investigaciones de Freud, sino que en esta orientación hay otras escuelas que siguen al fundador del psico-análisis.

Una de las observaciones más interesantes del psicoanálisis, y que coincide plenamente con las enseñanzas de esto que nosotros llamamos sabiduría del ser, es la siguiente: “El hombre, en estado de vigilia, no sabe en modo alguno y de manera clara lo que efectivamente desea. Desde su primera infancia el ser humano está lastrado de complejos, de amargas desilusiones y lesiones psíquicas mal cicatrizadas. Estas cicatrices del propio pasado le impiden con frecuencia conocer claramente sus deseos, pero al dormir estas resistencias se aflojan y, cuando se sueña, las imágenes de lo deseado, diseñadas por el propio sujeto, se presentan más claras y patentes”...

Hasta allí el psicoanálisis. Veamos ahora qué nos dice un notable exponente de la psicología profunda. En su libro titulado “Psicología sobre la posible evolución del Hombre”, Pedro Ouspensky afirma que “hay cuatro estados de conciencia: el sueño, la conciencia de vigilia, la conciencia de sí mismo y la conciencia objetiva”. Y luego añade: “Pero el ser humano vive únicamente en dos de esos estados, en el del sueño y en el de vigilia. Es como si poseyera una casa de cuatro pisos y sólo utilizara los dos pisos inferiores. El primero de los estados de conciencia, el más bajo, es el sueño normal, cuando el cuerpo físico descansa en el lecho; es un estado pasivo en el que el hombre está rodeado de imágenes ensoñativas, de proyecciones mentales, y donde sus funciones psíquicas trabajan sin dirección alguna. No hay lógica, no hay continuidad en la mayoría de los sueños, sino sólo imágenes subjetivas que atraviesan la psiquis del soñador sin dejar más que un rastro ínfimo en la memoria, y casi siempre sin dejar huella alguna. Y el segundo estado de conciencia, el de vigilia, aparece cuando abrimos los ojos. Este segundo estado, en el cual nos encontramos ahora, es decir, en el cual trabajamos, pensamos, sentimos, nos movemos y suponemos que somos seres conscientes, es denominado conciencia lúcida o conciencia despierta, pero esto es un grave error, porque en realidad la conciencia de vigilia es una forma del sueño. Es necesario entender –continúa diciendo Pedro Ouspensky- que el estado ensoñativo no desaparece en la vigilia, sino que él continúa con todas sus impresiones. No se puede decir tampoco que en el estado de vigilia el hombre esté despierto, puesto que permanece poderosamente influido por los sueños; de hecho, vive más en los sueños que en la realidad. Todos los absurdos y todas las contradicciones humanas –concluye en forma determinante el psicólogo ruso- se explican si comprendemos que los hombres vivimos en el sueño, obramos en el sueño y no sabemos que dormimos”.

Por su parte el Maestro Samael Aun Weor profundiza aún más en el asunto este de los sueños y nos habla del “desdoblamiento astral”, vale decir, de la salida del cuerpo, cada vez que dormimos, de los “valores” psicológicos que en sí mismos constituyen nuestra vida íntima. “El cuerpo físico –afirma este filósofo contemporáneo- es una casa en la que no es necesario permanecer aprisionados”. Y así tenemos que “en ausencia del cuerpo físico, durante el sueño normal, los valores se sumergen en la Luz Astral y proyectan inconscientemente, sin ningún orden específico, sus pensamientos, sentimientos y funciones motoras, instintivas y sexuales. La vuelta al estado de vigilia implica, de hecho y por derecho propio, el retorno de los valores al interior del cuerpo físico”. Que el soñador recuerde o no sus experiencias oníricas, esas que vivió en la región molecular, Mundo Astral o quinta dimensión de la Naturaleza y del Cosmos, depende exclusivamente de su nivel conscientivo y de la atención que coloque a su mundo interior, a su particular psicología.

Platón, el gran filósofo griego, dijo alguna vez que “el hombre se conoce por sus sueños”, en tanto que la Biblia hebraica (Antiguo Testamento, Libro de Job, Cap. 33, Vers. 14 al 16), expresa lo siguiente: “Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios, pero el hombre no entiende. Por sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen en el lecho, entonces revela al oído de los hombres, y les señala su consejo”...

“La opinión de Don Emmanuel Kant de que no hay dormir sin sueños y que quien cree no haber soñado es porque lo ha olvidado, es una posición que todavía hoy comparten muchos psicólogos. Sucede, realmente, que en la mayor parte de las personas el recuerdo de los sueños es muy débil o casi nulo, razón por la cual hay quienes aseguran no haber soñado durante años enteros”.

(Richard Lewinsohn, “La Revelación del Futuro”)

Franklin Ugas Venezuela.

“Para cambiar es necesario saber, para saber hay que aprender y para aprender hay que hacer grandes sacrificios" —Samael Aun Weor

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