LIBROS SAGRADOS:

El Ramayana

Ramayana

El Ramayana describe, como expresa su nombre, “las aventuras de Rama” . Es el más antiguo de los poemas épicos sánscritos y fue escrito unos cinco siglos antes de J:C: por Valmiki, quien le dio forma a esta obra y recibió su forma actual un siglo o dos más tarde.

Hay dos textos revisados, (nos dice H.P.Blavaysky) el del Norte y de Bengala, siendo el primero de estos el más antiguo y puro; y por desgracia, el texto más alterado es el más generalmente conocido en Europa.

El Ramayana dice Michelet, no solo es un poema, sino una especie de Biblia que contiene, además de las tradiciones sagradas, la naturaleza, la sociedad, las artes, el país indo, los vegetales, los animales, las transformaciones del año en el singular encanto de sus diversas estaciones...

Lejos de ser un caos, las variedades concordantes se engalanan con un hechizo mutuo. Todo es amor allí, todo amistad y recíproco afecto; todo plegaria a los dioses, respeto a los brahamanes, a los santos y a los anacoretas.

Como es de suponer, todo el Ramayana es alegórico. Alude a la gran guerra entre los “Hijos de Dios” y los “hijos de la negra sabiduría” de nuestros antepasados.

Rama es el primer rey de la dinastía divina de los primitivos arios; y Ravana es la personificación simbólica de la raza lunar.

Ayodya, ciudad bella y feliz, inexpugnable, provista de puertas bien distribuidas; con calles grandes y amplias entre las cuales se destacaba la calle Real. Casas enormes cubrían su superficie, embellecida por sotos y jardines públicos, era gobernada por el Rey Dhasaratha

Sus arsenales almacenaban toda clase de armas y arcos ornamentales coronaban sus puertas, constantemente vigiladas por los arqueros.

Dazaratha, bien instruido en la justicia y para quien la justicia era el fin supremo, carecía de un hijo que prolongase su existencia. Un día que pensaba en su desgracia, ocurríosle la idea de realizar  un ritual para rogar por su descendencia, invitando a todos los reyes de la tierra, fieles a la justicia.

Casi al finalizar el sacrificio de pronto apareció a los ojos de todos saliendo del fuego sagrado, un gran ser, de un esplendor refulgente... diríase que su voz era como el sonido de un tambor o el ruido de una nube tempestuosa... apretaba entre sus manos, lo mismo que se estrecha a una esposa querida, un vaso cerrado de oro puro, que semejaba algo maravilloso, lleno de un licor celestial.

Las esposas del Rey tomaron el brebaje divino y tuvieron hijos de belleza celeste y esplendor infinito: Rama, Laksmana, Satruña y Barata.

Kaosalya fue madre de Rama, el primogénito, el más virtuoso y valiente de los hermanos.

Un gran Santo llamado Visvamitra, llegó a la ciudad de Ayodya conducido por la necesidad de ver al soberano. Hacía sacrificios y oraba en la selva, pero los terribles Raksasas lo interrumpían constantemente. Le pidió al Rey le concediera la protección de su hijo, para que éste venciera a los Raksasas.

El Rey besó amorosamente a su hijo y lo entregó al santo ermitaño en compañía de su fiel Laksmana.

_Rama _ dijo dulcemente el sabio Vismamitra_ “es conveniente que arrojes agua sobre ti mismo, conforme a nuestros ritos. Voy a enseñarte nuestros saludos para no perder tiempo.

Primero recibe estas dos ciencias maravillosas:

-La Potencia y la Ultra potencia. Ellas impedirán que la fatiga, la vejez u otro mal invada nunca tus miembros”.

Dios Hindú

Rama fue iniciado en estas dos ciencias por el sabio Visvamitra.

Ya purificado por las aguas del río, de pie, la cabeza inclinada y las manos juntas,

El guerrero, cuya fuerza jamás le engañó, dijo con gran oportunidad a Visvamitra:

_Anacoreta, deseo que me digas en que momento debo destruir a los demonios nocturnos que ponen obstáculos a tu sacrificio._

Lleno de alegría el sabio respondió: A partir de este día es necesario, que durante seis noches, veles continuamente, pues una vez en las ceremonias preliminares del sacrificio está prohibido al solitario romper el silencio.

Rama al oír estas palabras estuvo seis noches velando de pie, con el arco en la mano, sin dormir ni hacer movimiento, lo mismo que el tronco de un árbol, impaciente por ver a los Raksasas.

Rama Veló varias noches hasta que hicieron su aparición dos Raksasas y dos de sus servidores, entonces  Rama con su poderoso arco y flechas se enfrentó sin dificultad a sus enemigos.

Pasado este combate, Vismamitra invitó a Rama y a su fiel Laksmana a las ceremonias rituales de la ciudad de Mitila. En este lugar se encontraba el arco famoso, maravilla y perla de los arcos que en otro tiempo Indra  y otros dioses regalaron al rey de Mitila.

Visvamitra pidió al Rey de esta ciudad llamado Djanaka, que mostrase el arco a éstos guerreros, hijos del rey Dazaratha.

800 hombres de elevada estatura y vigor físico, condujeron el pesado estuche, arrastrado por ocho ruedas.

Rama se aproximo al estuche que contenía el arco y tomándolo con una sola mano lo levantó como si fuera un juguete. lo dobló sin gran esfuerzo y le pasó la cuerda riendo a la vista de todos los concurrentes. rompió el arco dejándose escuchar un ruido fragoroso, inmenso, como una montaña que se hundiera o como un trueno lanzado por Indra en persona sobre la cima de un árbol.

El Rey de Mitila, conmovido por la fuerza y valor del príncipe Rama, le entrega a su hija Sita en matrimonio “ella como las diosas y dotada de todas las virtudes, no ha sido engendrada en las entrañas de una mujer, sino que nació de un surco que abrí yo un día en la tierra”.

Se unieron en matrimonio Rama y Sita gozando de gran veneración de todos los súbditos de Ayodya.

El Rey  Dazaratha ordenó se prepararan grandes festejos, disponíase a compartir el gobierno del reino con su hijo primogénito Rama, que debía sucederle en el trono. Pero Kaikeyi una de sus cuatro esposas, recordando al soberano el cumplimiento de una promesa, le obligó con harto pesar suyo, a desterrar a Rama y en su lugar poner en el trono a su hijo Bharata.

Rama obediente al mandato de su padre, se encamina a la selva de Dandaka, situada entre los ríos Yamuna y Godavari, en donde había de permanecer por 14 años, acompañado de su esposa Sita y de su fiel hermano Laksmana.

Poco después del destierro del amado hijo, murió el anciano rey atormentado por crueles remordimientos, pero Rama continuó viviendo en la selva todo el tiempo prescrito, a pesar de las instancias  de su buen hermano Bharata para que: como primogénito fuera a ocupar el trono que dejara vacante el rey Dazaratha.

Un día habiendo salido Rama en persecución de una gacela, el feroz Ravana, rey de los Raksasas, con disfraz de religioso mendicante, se aprovechó de la ausencia del héroe para robar a la bella Sita

Rama lleno de dolor y desesperación al saber el rapto de su amadísima esposa se alió con Sugriva, rey de los Monos y con Hanuman, hijo del viento y generalísimo del ejército del mencionado rey, para ir a libertarla de las manos de su infame raptor.

Después de construir una calzada en el mar, pasó por ella Rama con su numerosa hueste a la isla de Lanka (Ceilán) y se dispuso a atacar a los terribles Raksasas y a su rey Ravana.

Se produjo un combate monstruoso y tras muchos incidentes y numerosas peripecias, después de repetidos encuentros en los que a veces se favorecía a unos y a veces a otros, comenzó un singular combate entre Rama y Ravana, declarándose al fin la victoria en favor de Rama, quien con un dardo divino atravesó el corazón de su formidable adversario, con lo cual terminó la espantosa pelea, que ora en el cielo, ora en la tierra, duro siete días sin cesar.

Sin pérdida de tiempo Rama envió a Hanuman (hijo del viento) en busca de Sita que ataviada con sus mejores galas llegó ante el héroe, pero éste la rechaza, por considerarla indigna, ella después de prosternarse ante su esposo se arrojó  a las llamas de la hoguera que  había ordenado encender, suplicando protección al Dios Agni. De pronto el fuego tomó forma corpórea, cogió en sus brazos a Sita ilesa y la presentó a Rama, le dijo: “recíbela pura y sin mancilla”.

Los amantes esposos llenos de dicha se dirigieron a Ayodya en un carro celeste. Bharata le entregó el imperio y Rama fue ungido Rey. Todos los días, el augusto y virtuoso Rama, estudiaba acompañado de sus hermanos los asuntos de su vasto imperio. Durante su reinado de plena justicia, toda la tierra era habitada por pueblos bien comidos y contentos, rebosaba el trigo y las riquezas. Nadie robaba, el pobre respetaba la propiedad. Todos vivían dichosos, la presencia de Rama incitaba al cumplimiento del deber y los hombres no se hacían daño entre sí.

No hubo enfermedades, ni penas, la vida duraba cien años y cada padre tenía un millar de hijos. Dios arrojaba la lluvia en tiempo oportuno y el viento soplaba un hálito acariciador. Dotado de todos los signos felices, devoto en todos sus deberes, reuniendo todas las cualidades, así gobernaba Rama la monarquía del mundo.

Enviado por: Ma. Guadalupe Licea R. San Luis Potosí, S.L.P.

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