LA MUERTE ENTRE LOS MIXTECOS

 

Los cuatro caminos del Mictlan, códice Borgia

En el afán de comprender y difundir los misterios de la vida y de la muerte, la antropología gnóstica se ha adosado a vestigios antiguos, pertenecientes a culturas que han logrado trascender hacia mundos superiores de conciencia y que además han dejado el camino trazado para que futuras generaciones logren en vida la emancipación después de la muerte.

Los mixtecos y zapotecos de la antigua Mesoamérica concibieron al mundo dividido en estratos dirigidos por los dioses: El mundo superior o cielo, llamado Tlalocan, el paraíso de Tlaloc; la casa de las mujeres y del Dios del maíz, Cinacalco es el mundo físico o tridimensional y el inframundo o lugar de los muertos, Mictlan.

Los templos y edificaciones que construyeron estaban a su vez orientados a los cuatro rumbos del Universo, teniendo como centro el cenit, el Omeyocan. Ometeotl es el regente de los cielos, mientras que Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl forman la pareja divina que rige los infiernos.

El Mictlan es el lugar de la oscuridad, un sitio de misterio y expiación; su acceso es un camino empedrado y descendente lleno de penas y dificultades, está rodeado por dos ríos, tal como Dante Aligieri describe el infierno, con sus ríos el Aqueronte y Flegetonte. Los mixtecos guiaban al difunto, se le humedecía la cabeza y colocaban cerca una jarra con agua para invocar al Dios de la simiente humana y de las aguas universales, Tlaloc. Los rituales funerales no eran solamente para conducir al difunto en el más allá, sino también para guiar al iniciado hacia la libertad de su alma después de su paso por el Mictlan. La muerte física y la muerte psicológica se hallan íntimamente relacionadas. Los zapotecas llegaron a construir sus casas sobre sepulcros para remembrar la importancia de la transformación del ser humano a través de la desintegración de los defectos psicológicos como cimiento del desarrollo de las facultades y poderes.

El difunto debía pasar por diversas pruebas o caminos para liberarse de las cadenas del ego, según Sahagún que a la luz de la gnosis puede interpretarse como sigue:

El difunto, primeramente debe atravesar en medio de dos sierras, es claro que para que el difunto pueda ser guiado después de la muerte, debe trabajar durante su vida con los tres factores de la revolución de la conciencia, todo esfuerzo realizado en el mundo físico repercute en los mundos superiores e inferiores y otorga al iniciado la conciencia que requiere para seguir el camino trazado que se le presenta al morir y triunfar en estos misterios. Las sierras indican la iniciación, la invitación de avanzar por el camino vertical. Cruzar el camino de la culebra, con la ayuda de la serpiente de los mágicos misterios, representación de la Divina Madre, es factible vencer las tentaciones que en el gimnasio psicológico se presentan. Pasar por donde está la lagartija verde de nombre Xochitonal, es decir, vencer y dominar los instintos humanos, la lagartija representa el elemento fuego. Atravesar ocho páramos y ocho collados, cabalísticamente el número ocho es el número de la paciencia y templanza que debe desarrollar el discípulo. Posteriormente el difunto debe cruzar por donde el viento frío corta como navajas, acabar con el frío lunar, el intelectualismo, la falsa ciencia que confunde, ilusiona y engaña a la mente. Atravesar en el lomo de un perro el río Chiconahuapan, para purificar, a través del instinto sexual dominado por intercesión de la voluntad, las bajas pasiones. Por último el discípulo debe presentar sus ofrendas a Mictlantecuhtli, ya que el Dios de los infiernos exige virtudes, buenas obras, sacrificios conscientes y padecimientos voluntarios a cambio de rescatar la esencia que estaba embotellada; y alcanzar el Chicunaumictlan, la liberación del alma.

En otros anales, también se indican los pasos a seguir por el difunto después de la muerte.

Cruzar el río Apanoayan, para ser purificado del agregado psicológico a través de la meditación; pasar desnudo entre dos montañas Tepene-monamictia, es decir, abandonar todo apego material, emocional y mental que ate al alma al mundo tridimensional; la psiquis humana está apegada no solamente a cosas físicas o materiales, a propiedades o posesiones, sino también a sufrimientos, resentimientos y rencores. Atravesar el cerro erizado de pedernales, Iztepetl, el difunto debe desarrollar la voluntad crística necesaria para enfrentarse vencerse a sí mismo. Más adelante el discípulo debe pasar por ocho collados donde nieva constantemente, Cehuecayan y por ocho páramos donde el viento corta como navajas, Itzehecayan, lo cual se refiere a vencer la influencia del frío lunar, la apatía que aleja al adepto del despertar de la conciencia, para vencer el frío lunar es necesario realizar prácticas de meditación, vocalización, practicar las técnicas para salir conscientes en cuerpo astral que se han estado enseñando a través de la revista Sabiduría del ser. Cruzar un agua negra donde existe la lagartija Xochitonal, Apanhuiayo, eliminar las pasiones inhumanas que ennegrecen las aguas puras de la vida; atravesar otros nueve ríos, Chiconahuiapan, para continuar con la purificación en los diferentes niveles de la mente y finalmente llegar al Itzmitlanapochcalocan, la cámara de Mictlantecuhtli, donde se rinde cuentas al Dios del inframundo para que permita la liberación del alma.

En el códice Chimalpopoca se narra cómo Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, señores del Mictlan, sentados en tronos de piedras preciosas, huesos, cráneos y costillas, recibieron a Quetzalcóatl, quien descendió al inframundo para recoger los huesos preciosos de los muertos y amasar la materia humana. Los señores de la muerte le pidieron a Quetzalcóatl que tocara el caracol y que diera cuatro vueltas alrededor de su trono. Ésta es una alegoría del trabajo iniciático. El discípulo, cuando encarna la fuerza crística de Quetzalcóatl, debe bajar a las regiones del infra-consciente para rescatar los huesos preciosos, resultados de la muerte psicológica y con ellos crear al hombre verdadero, al hijo del hombre.

“Que tu amor sea como una sábana que envuelve tu vida y también tu muerte”

Enviado por: Susana M. Rodríguez Licea, Calmecac. San Luis Potosí, S.L.P.

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