LA MUERTE EN LOS MISTERIOS DE LA ANTIGUA GRECIA

 En las antiguas tradiciones de los grandes misterios se hacía uso de historias que se pasaban de labios a oídos como un medio para educar el hombre. Entre los Misterios de Eleusis, se habla de la Diosa Perséfone: Diosa de las Vírgenes, de la Vegetación y del Inframundo. Estos misterios hablan alegóricamente de los ciclos de la vida y la muerte, y surgen de forma particular en la ciudad de Eleusis, que fue una ciudad agrícola especializada en la producción del trigo. Todo estudiante sincero reconoce esto como interesante, pues el trigo para las tradiciones cristianas, al igual que el maíz para la culturas de meso américa y el arroz para la cultura oriental, es símbolo de las semillas solares que existen en cada uno de nosotros. Semillas ibi potential o arquetipos mismos de la divinidad en potencia que existe en cada ser humano, que con el trabajo en la revolución de la consciencia llevan al hombre no solamente al despertar, sino a la transformación total y definitiva de la esencia y eventualmente, a la experiencia de la navidad del corazón.

 Figura 1 - Urano (Dios de los Cielos) y Gaia (El Espíritu de la Tierra), ca. 200-250 AD.

Figura 1 - Urano (Dios de los Cielos) y Gaia (El Espíritu de la Tierra), ca. 200-250 AD. 

Compartimos con usted, querido lector, un resumen de la historia de Hades, Rey de los Mundos Infiernos, y Perséfone, su esposa y Reina del mismo, de tal forma que pueda usted ahondar en el significado profundo de la muerte, no como un fin, sino como una transición que le permita dar el gran salto a la liberación total y definitiva.

HADES Y PERSEFONE

Hijo del Aether (“el aire que los dioses respiran”) es Urano  (el Dios de los Cielos) y cuenta la historia que su hijo, Cronos, luego de destronarle decidió tragarse a sus propios hijos, para evitar el que se cumpliera en él la profecía que pronosticaba su caída por mano de sus propios hijos. Sin embargo Rhea, su esposa y Madre de los Dioses, intervino logrando salvarle la vida a su hijo menor, Zeus, quien más tarde y en gran batalla obligó a su padre a regurgitar sus hermanos de entre su vientre.

Dos de sus hermanos fueron Hades y Poseidón, y ya en libertad, juntos lucharon contra Cronos y le destronaron. Descendieron los tres a los mundos infiernos y allí liberaron los cíclopes que Cronos había condenado, quienes en acto de gratitud, y siendo muy hábiles en su menester de crear armas, les compensaron a cada uno de los dioses con un arma específica; a Zeus le otorgaron el rayo, a Poseidón el tridente y a Hades un casco mágico el cual le hacía invisible.

Para los griegos, CRONOS es símbolo del Anciano de los Días, que es el Ser de nuestro Ser. Cronos reaparece entre los romanos como Saturno, símbolo de la muerte; pero no la muerte que se conoce comúnmente como el fallecimiento del cuerpo físico, sino la muerte mística relacionada a la regeneración y transformación total del practicante sincero que lucha por la eliminación del YO psicológico. Rhea, por su parte, es símbolo mismo del eterno femenino y en particular representa el primer aspecto de nuestra Madre Divina. Rhea es la Inmanifestada PRAKRITI, útero cósmico del cual emergen los mundos, los hombres y los dioses santos y entre los dioses, su hijo es Zeus, el Júpiter romano, el padre de todos los dioses.

 Figura 2 – “Cupido Preparando su Arco”, por Ricardo André Frantz

 Figura 2 – “Cupido Preparando su Arco”, por Ricardo André Frantz

Armados con sus nuevas armas, los tres hermanos se lanzaron en guerra contra Cronos y lograron destronarlo, y una vez victoriosos se distribuyeron la creación misma: Poseidón tomó posesión de los mares y los océanos, Zeus tomó el control de los cielos y Hades fue a gobernar los mundos infiernos (el Erbeo). Una vez situados, cada uno de los dioses se hizo de su consorte: Zeus se unió a Deméter y Poseidón a Anfitrite, pero Hades se encontraba solo…

De igual forma que la tradición budista presenta sus dioses con sus diosas y que la tradición hebraica habla en sus escritos sagrados de los ELOHIM, los Misterios de Mitra y Eleusis presentan los dioses con sus consortes, pues toda creación requiere no solamente de dos fuerzas complementarias, sino de tres fuerzas principales: una positiva, una negativa y una neutra; una que proyecte, una que reciba y una que les concilie. Este es el misterio de la Divina Trinidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo, este es el misterio de la Ley del Santo Tres o la Ley Cósmica del TRIAMASHIKAMNO.

Dice la historia que cierto día, mientras Hades se encontraba entre los mortales, Zeus envió a Eros para que le atinara con una flecha encantada con una poción de amor preparada por la diosa Afrodita. Herido por la flecha, Hades quedó bajo el encanto de la poción y presto a enamorarse de la primera persona a su vista…

 La lanza, la espada y la flecha son utilizadas tanto como símbolos fálicos, como símbolos de la fuerza sexual en cada ser humano. Eros es el manejador de la flecha, pues Eros es representación misma de la libido sexual. El Eros interno no solamente tiene influencia sobre nuestra fuerza creadora, sino también es la fuerza que nos mueve a la práctica de la magia del amor.

Así cierta tarde Perséfone, hija de Zeus y Deméter, se encontraba al pie de una montaña recogiendo flores y al doblarse a recoger un narciso, fue vista por Hades. Tal y cual esperaba su padre (Zeus) que sucediera; la tierra se abrió ante sus pies y mientras caía, Hades la rescató en su carruaje de oro, secuestrándola de la Tierra…

 Figura 3 - El Secuestro de Perséfone, s. XVIII

 Figura 3 - El Secuestro de Perséfone, s. XVIII

Perséfone es la Diosa de las Vírgenes y la Diosa de la Vegetación. Su madre es Deméter, la Diosa de la Siembra, de los Granos y de la Fertilidad. Deméter madre de Perséfone es también representación del segundo aspecto de nuestra Madre Divina; ella es para los romanos la Casta Diana, para los Aztecas TONANTZIN, para los Egipcios es ISIS y para los cristianos es María. La Divina Madre también se conoce como RAM-IO o Devi Kundalini. Deméter es símbolo del fuego sagrado del Espíritu Santo, que tiene la capacidad de despertar y germinar en nosotros las semillas solares de las virtudes del alma, aquellas que nos llevan a la regeneración y transformación total.

Según vemos, la Diosa de las Vírgenes se dobla a recoger una flor de narciso mientras anda al pie de la montaña (la montaña representa el trabajo interno), como simbolismo de las distracciones que nos desvían del trabajo interno. Cabe notar que la palabra “narciso” significa “entumecimiento”, y que la palabra “muerte” adviene de la raíz dheu que significa “perder los sentidos”, lo que invita a la reflexión sobre la muy conocida historia del Génesis de Moisés, cuando Dios le advierte al hombre:

“…mas del árbol de [la] ciencia del bien y del mal, no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás.” (Gen 2:17).

Aquí la virgen, distraída por la belleza de la flor, perdió su estabilidad (la tierra se abrió) y cayó en los brazos de la muerte (quedó entumecida).

 Figura 4 - Deméter y Metanira. ca. 340 BC

Figura 4 - Deméter y Metanira. ca. 340 BC 

Su madre Deméter  no escuchó sus gritos, pero su corazón afligido le avisó que algo andaba mal. Consumida por el sufrimiento de haber perdido su hija, desatendió su labor como diosa de las cosechas, la fertilidad y los granos, causando que las plantas murieran en su derredor.

Y mientras, en el inframundo, Hades le confesaba a Perséfone el plan de su padre. La doncella escuchándole decidió quedarse y convertirse en su esposa; mientras en la superficie, sumida en angustia, Deméter continuaba caminando la tierra, cansada y decrépita…

 Cierto día llegó cansada hasta Eleusis y buscando recuperarse, se sentó junto a una fuente de aguas, cuando cuatro hermosas damiselas vinieron a ella y la llevaron a la casa de sus padres. Estos decidieron darle alojo a la anciana a cambio de que ésta cuidase de su hijo; y queriendo pagarles su acto de caridad, Deméter le ofreció al niño el regalo de la inmortalidad, por lo que comenzó a infundirlo en fuego durante la noche y removiéndolo de éste al amanecer. Pero cuando la madre del niño vio a su hijo en llamas, se escandalizó y echó la anciana de la casa, lo que sacudió su espíritu, llevándola a reaccionar…Deméter se presentó entonces ante ellos en su verdadero Ser y reconociéndola, de rodillas imploraron por su misericordia. “Erijan un templo en mi nombre y enseñen al mundo mi secreto para alcanzar la inmortalidad”.

La regeneración del hombre adviene con el uso correcto de la energía creadora que se libera con las aguas de la vida; por eso Deméter busca regenerarse al sentarse junto a la fuente de aguas. Las cuatro doncellas (símbolo de la pureza y la belleza) representan los cuatro vehículos existenciales superiores del Ser, que le sirven al practicante como el “traje de bodas del alma”, aquella vestimenta que le permite la entrada “en la casa de su Padre”.

Deméter somete al niño al trabajo con el fuego para convertirlo en inmortal. Recordemos que ella es símbolo de la Madre Divina, es el fuego sagrado, que cuando consume al practicante, lo transforma de forma radical dando lugar a la cristalización de las virtudes, habilidades, poderes y cuerpos existenciales del alma.

Reanimada, Deméter regresó para demandar de Zeus que encontrase a Perséfone, y así mismo le clamaba ayuda a los dioses inmortales, hasta que llegó a conocer el plan de Zeus. Sabiendo él que ya sabía de su plan, Zeus envió a Hermes a que descendiera a los mundos infiernos y le entregara un mensaje para que regresara.

Hermes es Mercurio, y Mercurio en la Astrología Hermética es “la Sabiduría de Dios”. A todos los que hemos caído en ese estado de “entumecimiento” como consecuencia de “recoger el narciso”, o de “comer el fruto prohibido”, nos es necesario el que nos llegue la sabiduría; pero no la sabiduría que se refiere al mero conocimiento intelectual de las cosas, sino a la sabiduría superior que viene con el conocimiento experiencial de vivir la vida de forma consciente como un camino iniciático. Esa sabiduría experiencial es la Gnosis y ésta es la raíz misma de todas las grandes religiones del mundo.

Pero al llegar al Erbeo, Hermes quedó sorprendido al ver que Perséfone, en vez de ser damisela frágil y asustada, se había transformado en una reina radiante, gobernadora de la región de los muertos y encargada de aquellas almas recién llegadas, ayudándole en su transición de un mundo a otro. Y al Hermes dar su mensaje, Perséfone quedó confundida. Para ofrecerle calma, Hades la besó en su frente, le confesó su amor y le dio como muestra del mismo a comer de un granado, también dejándole saber que era necesario que ella respondiera ante el llamado de su padre…

El granado representa la amistad, los acuerdos amistosos y el hogar. Los elementales de los granados tienen el poder de establecer relaciones amistosas, acuerdos fraternales entre los hombres y el poder de establecer la armonía en los hogares.

Al Perséfone salir del inframundo, las flores despertaron y su madre resplandeció de alegría. Según conversaron, Deméter notó que ya era muy poco lo que Perséfone recordaba de su vida en la tierra, lo que llevó a Deméter a recordar las palabras de Zeus: “Para que Perséfone regresare a la vida que ya había conocido, era necesario que la diosa fuese tan pura como el día en que se separó de su madre”. Pero ya era muy tarde, pues la marca roja que el granado había dejado en sus labios había sellado su destino.

 Figura 5 - Perséfone muerde el Granado

Figura 5 - Perséfone muerde el Granado 

La mancha color rubí en los labios de Perséfone no debe confundirse con una mancha en su integridad o como algo que marchite su aspecto como Diosa de las Vírgenes. Esta marca es en sí la marca del compromiso, igual que el compromiso de muchos Grandes Maestros, que por amor vienen a trabajar con las almas sedientas de Luz y con las almas descarriadas, buscando que reciban cierto tipo de shock que las lleve a reconocer su error y retornar al sendero de la Gran Luz. Así es como los Maestros buscan que los hijos pródigos “vuelvan a su hogar”.

Así pues, Zeus que tanto amó a su hija le permitió regresar al Erbeo, y cada primavera al ella regresar a su madre, las flores anuncian y cantan su llegada. Y cada otoño, cuando se despide y se dispone a regresar al Erbeo, su madre sufre, y con su sufrimiento adviene el invierno mientras Deméter nuevamente espera por su regreso.

Sin mucho profundizar apreciamos que los misterios eleusinos presentan el ciclo de la vida y de la muerte. Éstos nos muestran tres partes específicas: un descenso, una búsqueda y un ascenso, siendo este último marcado por el regreso y la reunión de Perséfone con su madre. Pero para el profano, este círculo superficial se reduce a la consideración de que los antiguos usaban mitos para explicar de forma pseudocientífica la transición de las estaciones y nada más. Sin embargo para el estudiante sincero, tales alegorías encierran en sí mismas una sabiduría profunda y le invitan a la búsqueda de la percepción instintiva de las grandes verdades cósmicas.

Para los chelas (discípulos) e iniciados de los misterios eleusinos, el ciclo que marca el descenso, la búsqueda y el ascenso es el mismo ciclo de la vida cuando ésta se toma como un camino a la iniciación; con el descenso siendo la caída del hombre al momento de su salida del paraíso; la búsqueda, siendo el trabajo de la observación, descubrimiento y comprensión de los defectos; y el ascenso, siendo la eliminación misma de los agregados, con el trabajo que eventualmente lleva al despertar total de la consciencia y a la cristalización del alma de oro del Hombre Solar.

En los misterios eleusinos, igual que en el caminar de la vida como el medio a la iniciación, el trabajo de la “búsqueda” resulta de gran importancia. Aquellos en la antigua Grecia que escogían el “no buscar” (decimos con esto “el no buscar, es eliminar de sí aquella naturaleza interna de tipo inhumano”) no solamente se mantenían en el camino horizontal de la vida, sino que al momento de la muerte quedaban bajo el dominio de Hades en los mundos infiernos hasta que sus almas pagaban con el sufrimiento necesario por todos sus errores. Sin embargo, aquellos que sí recibían la enseñanza (el mensaje de Hermes) y buscaban – de la transformación total, de la muerte mística y del nacimiento segundo – en realidad vivían el descenso en carne propia; de forma consciente pasaban por el dolor de descubrir sus defectos y de comprender los efectos que causaban en ellos y en los demás.

Este trabajo consciente entonces creaba en ellos una transición del camino horizontal al camino vertical de la vida, donde con cada defecto descubierto y con cada defecto eliminado, poco a poco alcanzaban niveles superiores de Ser y así, en su vida propia y de forma consciente, experimentaban el “ascenso”. A la hora de la muerte, estas almas que trabajaban movidas por la enseñanza de los Misterios de Eleusis en su misma revolución de la consciencia, iban entonces a disfrutar de unas vacaciones en los mundos superiores, para regresar, tal y como Perséfone regresa en cada primavera, a una nueva vida a continuar su trabajo, cada vez a un nivel superior al anterior.

Pero en estos Misterios, como es de esperarse, los grandes dioses de los antiguos griegos no se quedaban con nada de nadie y a nadie le daban más de lo que en realidad cada cual merecía. Aquellas almas que descendían al inframundo, eventualmente completaban su suplicio y regresaban a ver la luz del Sol, al reino de Gaia, en nuevas formas para prepararse a vivir la vida nuevamente; y aquellos dignos de recibir unas vacaciones en los cielos, disfrutaban de estas en diferentes partes del reino, algunas a niveles más elevados que otras, todo determinado por la magnitud de sus acciones determinaban. Por eso aquel escrito que lee COELUM EMPIREUM HABITACULUM DEI; los cielos empíreos son la morada de los dioses, o como mejor lo dijo el Gran Maestro Yeshua Ben Pandira o Jesús el Cristo:

 Que todos los seres sean felices.

Que todos los seres sean dichosos.

Que todos los seres sean en paz.

Enviado por: Ricardo Santana Laracuente. Instructor en Phoenix, Arizona E.U.

“En la casa de mi padre muchas moradas hay” (Juan 14:2)

“Muerte es todo lo que vemos despiertos; sueño lo que vemos dormidos” Heráclito.

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