El Naraka los Mundos Infiernos del Budismo
La consideración de vivir en los “tiempos de fin” es una motivación para que muchos busquemos satisfacer nuestro sentido de seguridad para vivir felices. Después de todo, queremos estar seguros de sentirnos seguros.
Tal seguridad significa para algunos el tener suficiente alimentos y agua, para otros es la convicción de que sus familiares se encontrarán bien cuando ellos ya no estén presentes, y para otros es la certeza de que al morir, la vida venidera será una llena de dicha y felicidad.
Todas estas consideraciones tienen algo en común: los elementos de “no-preocupación” y de “no-miedo”.
Hay quien vive su vida en esfuerzo continuo para evitar la preocupación y el miedo; compran armas, infinidad de alimentos diversos y hay quien hasta busca comprar la salvación de su alma participando de seminarios, membresías, clínicas de cómo ver y hablar con los ángeles, talleres de trabajo emocional, etc. Todos estos en su esfuerzo también comparten algo en común: buscan incesantemente la “seguridad” como algo que existe afuera y obvian la realidad del trabajo interior.
Mientras se mueven día a día sin saber cuánto de su esfuerzo es suficiente, sus preocupaciones no mejoran, su seguridad continúa frágil y la felicidad que tanto anhelan se les sigue escapando de las manos.
Esa felicidad entre los Budistas es un Nivel Superior de Ser al que llamaban el NIBBANA; hoy en día se conoce como el NIRVANA y significa “estado de desconexión”. La doctrina Budista enseña que la raíz de nuestro propio sufrimiento se encuentra en el deseo, por consiguiente aquellos que logren romper con las cadenas del deseo serán compensados con el Nirvana, un estado de completa extinción del “sí mismo”, de dicha suprema que se encuentra más allá de la muerte.
Sin embargo, aquellos que no rompan con las cadenas del deseo continuarán entonces atados al movimiento continuo de la Rueda del Samsara; viviendo la vida en sufrimiento con ratos esporádicos de alegría y regresando vida tras vida a re-vivir las mismas escenas y dramas junto con sus consecuencias buenas y malas. Y mientras estén atados a la Rueda del Samsara, cada nueva vida será adaptada a nuevas circunstancias, buenas y malas, según lo determine para ellos la Ley del Karma, llamada también Ley de retribución o de causa y efecto.
Los Budistas consideran la sucesión de una vida tras otra como el acto de encender una sucesión de velas, donde cada una se enciende con el fuego de la anterior. Pero la cantidad de velas, igual que la cantidad de vidas que se nos da, no es infinita.
Ciento-ocho cuentas tiene el collar del Buda, símbolo de la cantidad de vidas que se le entrega a cada Esencia para que trabajando de forma sucesiva, alcance la dicha de la liberación: el Nirvana. Aquellos que no logren tal trabajo en 108 vidas ingresan lamentablemente al NARAKA (mundos infiernos) en lo que sería su próximo nacimiento; nacen en los mundos infiernos para pagar las deudas que tengan pendientes con los Grandes Maestros del Karma.
En el Gnosticismo Universal, esa deuda pendiente podemos interpretarla como la necesidad de eliminar esa segunda naturaleza inhumana que hemos desarrollado desde nuestra salida del Edén; todos esos aspectos de codicia, envidia, gula, ira, lujuria, orgullo y pereza que debimos, pero que no eliminamos de forma voluntaria y consciente. Cuando el trabajo no se hace de forma voluntaria, la naturaleza provee el medio y la forma mecánica para hacer el trabajo por nosotros.
Igual que los infiernos de la cultura Maya, así como la extraordinaria exposición de Dante Alighieri en su Divina Comedia, el NARAKA está compuesto de múltiples esferas o niveles donde las almas pasan por purificaciones específicas, los infiernos Budistas especifican el paso del alma por esferas de fuego y esferas de frio; pasando por el AVITCHI (la esfera del sufrimiento ininterrumpido) y culminando con el MAHAPADMA, el mundo frío donde los defectos de tipo psicológico se rompen en pedazos exponiendo sus órganos y éstos últimos, al congelarse también se fragmentan indicando la disolución total.
El concepto de los mundos infiernos no es propiedad exclusiva de ninguna religión y diferente a la opinión de muchas escuelas de pensamiento, la morada en ellos no es eterna. No hay tal cosa como la condenación a los mundos infiernos “para siempre”.
En su infinito amor, Dios como La Gran Ley es tanto la suprema Justicia y la suprema Misericordia y no se queda con nada de nadie. A cada cual le da tal y cual le corresponde y aunque es cierto que las almas sufren por diferentes tiempos la purificación en los mundos infiernos, también es cierto que una vez culminado el proceso, todas las Esencias regresan a ver la luz del sol. Aquellas que no logren la liberación después de 3,000 ciclos de 108 existencias humanas, regresan al Sagrado Absoluto Solar, el seno del Padre; las otras que todavía disfrutan de las oportunidades para realizar la Gran Obra regresan al ciclo de la transmigración para reiniciar nuevamente el proceso que las llevará a alcanzar en un futuro el reino humano.
Una vez encarnadas como figuras humanas, comienzan nuevamente su cuenta de 108 vidas o 108 oportunidades para que la Esencia en su nuevo vehículo físico realice el trabajo íntimo, con la esperanza de alcanzar la auto-realización íntima del Ser y se gane la entrada a los mundos superiores. Después de todo está escrito: “La razón de ser del Ser es el mismo Ser”.
La situación de un ser en el infierno corresponde a un estado de extremo terror, desamparo y angustia. Las almas del Naraka viven en el inframundo, en el mundo subterráneo, en el interior de la tierra, hay diferentes formas de enumerar los distintos Narakas y describir sus tormentos, las más conocidas son los Ocho Narakas de hielo y los ocho Narakas de fuego, adonde van las almas a expiar sus culpas.
Enviado por el Instructor Ricardo Santana Laracuente. Phoenix, Arizona, E.U.
“Tres caminos se abren ante el desencarnado: Primero, unas vacaciones en las regiones luminosas del espacio infinito antes de volver a tomar cuerpo. Segundo, volver a una nueva matriz en forma inmediata o después de algún tiempo. Tercero, entrar en los mundos infiernos dentro del interior del planeta en que vivimos”. Samael Aun Weor
Fotografía: Cenote Xkeken Valladolid Yucatán México. Martha Rodríguez Licea