EPILOGO:

Busca la Esencia

Esencia

¿Sabes tú qué es la Esencia, lector querido?

Escucha...

Todas las cosas de la Naturaleza, todo cuanto ves y no ves, todas las formas cristalizadas y aun aquellos que tu pobre retina no alcanza a divisar, tienen un punto esencial, una sustancia íntima, un espíritu alado, inconsútil, por el que viven y se desenvuelven.

Todo lo demás es secundario, accesorio. No inútil, porque la inutilidad no existe dentro de la magna Obra del Universo. Son medios, vehículos, portadores si se quiere, de lo esencial. El medio es perecedero. Pertenece a nuestra tierra. Lo esencial es eterno. Pertenece al cielo de nuestro Espíritu.

Busca, por lo tanto, la Esencia.

Si para ello aceptas estas siete reglas, tu Cruz se hará más llevadera y la Rosa le prestará su sagrado perfume:

1.            Lleva en todos tus actos una meta. En todas las cosas, un fin. Que éstos sean el de descubrir la Esencia. Clava toda tu atención en ello y toma por armas lo útil, lo noble, lo bueno, lo bello, para conseguirlo, y desdeña todos los obstáculos que se te interpongan.

2.            Alégrate. Que el Contento y la Alegría, rebosen por todos los poros de tu Alma hasta por las más mínimas impresiones, te colmen de íntimo placer. Su esencia es divina y Dios está en todo lo existente y es forzoso percibir la Esencia aun en el más diminuto y pequeño organismo.

3.            Aprende a respetar la opinión sincera de los demás. La Esencia, lo divino, habla también por los demás hombres.

4.            Sal diariamente al aire libre y admira la Naturaleza. Alégrate y regocíjate del Sol, del Cielo, del Ambiente, de las Flores, del mísero gusanito que se arrastra a flor de tierra. Observa que en todo ello existe la Divinidad y en todo aliento la Esencia.

5.            Sé fiel para tus amigos y así tendrás amigos fieles, porque dentro de ellos estás tú. Aunque eres una Entidad separada y aislada, no eres más que una expansión de lo Divino. Medítalo, compréndelo, ajusta tu comportamiento a esto mismo y busca allí la Esencia.

6.            Relaciónate con todos, pero debes preferir aquellos que sepan más que tú, para extraer de ellos la sustancia de lo que han aprendido. Entonces los conocerás y los amarás y tu observación te hará ver, que son como tú, pero que la Esencia, lo Divino, es lo que saben... y no sabes tú.

7.            Concéntrate todos los días. Estudia si tu atención se ha detenido en las cosas accesorias, en las secundarias. Haz siempre un examen de conciencia y respóndete a ti mismo. Si no pudiste estar atento a la Esencia, cuida de enmendarte para buscar todos los días esa Esencia divina que bulle en todo lo existente porque así progresarás y serás feliz y así las Rosas florecerán sobre tu Cruz.

Adaptado de: Krumm-Heller (Huiracocha), Rosa esotérica, capítulo XI.

 

Sabemos que la Esencia es una fracción del alma, pero con esa fracción podemos elaborar lo que el Tao llama “Embrión Áureo”. Este Embrión Áureo viene a establecer, en nosotros, un perfecto equilibrio entre lo material y espiritual. Pero no es posible elaborar dicho embrión, si antes no hemos liberado a la Esencia que se encuentra embotellada dentro del ego, del yo, del mí mismo. Desintegrando el ego, la Esencia o Buddhata se transforma en el Embrión Áureo. Sólo una persona que posea el Embrión Áureo, está consciente. Quien consiga elaborar dentro de sí el maravilloso Embrión Áureo, despierta en todas las regiones o mundos del espacio, y encarna a su tríada inmortal. Incuestionablemente, quien logra ese propósito, se convierte en hombre legítimo, en adepto del Círculo Consciente de la Humanidad Solar, ¡Eso es todo!

Samael Aun Weor, en varias de sus Obras.

Enviado por Jesús Saavedra, Guadalajara, Jal. México

Conducidme desde lo ilusorio a lo Real.

Conducidme de las tinieblas a la Luz.

Conducidme de la muerte a la Inmortalidad…

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