LIBROS SAGRADOS:

Las Siete Eternidades

(Rig-Veda)

Iod He Vau HeEl espacio abstracto absoluto es la CAUSA CAUSARUM de todo lo que es, ha sido y será. El espacio profundo y dichoso es ciertamente la incomprensible ‘SEIDAD», la mística raíz inefable de los siete cosmos, el origen misterioso de todo eso que conocemos como espíritu, materia, universos, soles, mundos, etc.

ESO, lo DIVINAL, el espacio de la felicidad, es una tremenda realidad más allá del universo y de los DIOSES.

«Aquello» no tiene dimensión alguna, y en verdad es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será; es la vida que palpita intensamente en cada átomo y en cada sol.

Hablemos ahora sobre el gran océano del espíritu, ¿cómo poder definirlo?

Ciertamente EL es BRAHAMA, la primera diferenciación o modificación de «aquello» ante lo cual tiemblan los DIOSES y los hombres.

«Aquello» ¿es espíritu? En verdad os digo que no lo es. «Eso» ¿es materia?, ciertamente os digo que no lo es.

«Aquello» es la raíz del espíritu y de la materia, mas no es ni lo uno ni lo otro.

«Aquello» trasciende las leyes de número, medida y peso, lado por lado, cantidad, cualidad, ante, atrás, arriba, abajo, etc.

«Aquello» es eso que tiene realidad más allá del pensamiento, del verbo y del acto. «Aquello» no es del tiempo, y está más allá del silencio y del sonido y de los oídos para percibirlo.

«Aquello» es lo inmutable en profunda abstracción Divinal, luz que jamás ha sido creada por ningún DIOS ni por ningún hombre, eso que no tiene nombre.

BRAHAMA es espíritu, pero «Aquello» no es espíritu.

EL ABSOLUTO, el inmanifestado, es luz increada. ¿En dónde estaba la materia prima de la gran obra? Es evidente que ella reposaba antes de la aurora de la creación, entre el seno profundo del espacio abstracto absoluto.

Esa materia primordial viene a ser realmente como el alma del único, el nóumeno viviente de cualquier substancia, materia cósmica indiferenciada. La sabiduría antigua dice que BRAHAMA, el PADRE, el océano del espíritu universal de vida, al llegar la GRAN NOCHE (eso que los Indostanes llaman PRALAYA o disolución del universo), se sumerge entre el espacio abstracto absoluto durante siete eternidades.

Las siete eternidades significan «evos» o períodos de tiempo totalmente definidos. Claros y precisos. Se nos ha dicho que un Mahákalpa, gran edad, Día Cósmico tiene ciertamente un total de 311.040.000.000.000, de años. Es obvio que un Mahapralaya, noche cósmica, equivale a la misma cantidad de tiempo.

El espacio está lleno de universos, mientras algunos sistemas de mundos salen de la noche profunda, otros llegan a su ocaso, aquí cunas, más allá sepulcros. Antes de que amaneciera este GRAN DIA en el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, ¿qué existía? El Rig Veda contesta diciendo:

«No existía algo, ni existía nada; El resplandeciente cielo no existía; Ni la inmensa bóveda  celeste se extendía en lo alto.

¿Qué cubría todo? ¿Qué lo cobijaba? ¿Qué lo ocultaba? ¿Era el abismo insondable de las aguas? No existía la muerte; pero nada había inmortal.

No existían límites entre el día y la noche, Sólo el UNO respiraba inanimado y por sí, pues ningún otro que EL jamás ha habido, Reinaban las tinieblas y todo el principio estaba velado.

En oscuridad profunda; un océano sin luz; El Germen hasta entonces oculto en la envoltura, hace brotar una naturaleza del férvido calor.

¿Quién conoce el secreto? ¿Quién lo ha revelado? ¿De dónde, de dónde ha surgido esta multiforme creación?

Los Dioses mismos vinieron más tarde a la existencia.

¿Quién sabe de dónde vino esta gran creación?  Aquello de donde toda esta creación inmensa ha procedido, Bien que su voluntad haya creado, bien fuera muda,

El más elevado vidente, en los más altos cielos, Lo conoce, o quizás tampoco, ni aún El lo sepa.

Contemplando la eternidad... Antes que fuesen echados los cimientos de la tierra.

Tú eras. Y cuando la llama subterránea Rompa su prisión y devore la forma, Todavía serás Tú, como eras antes,  Sin sufrir cambio alguno cuando el tiempo no exista.

¡Oh, inteligencia infinita, divina Eternidad! (Rig Veda)

Samael Aun Weor, Mi Regreso al Tíbet

1. El Eterno Padre, envuelto en sus Siempre Invisibles Vestiduras, había dormitado una vez más por Siete Eternidades.

2. El Tiempo no existía, pues yacía dormido en el Seno Infinito de la Duración.

3. La Mente Universal no existía, pues no había Ah-hi para contenerla.

4. Las Siete Sendas de la Felicidad no existían. Las Grandes Causas de la Desdicha no existían, porque no había nadie que las produjese y fuese aprehendido por ellas.

5. Sólo tinieblas llenaban el Todo Sin Límites; pues Padre, Madre e Hijo eran una vez más Uno, y el Hijo no había aún despertado para la nueva Rueda y su Peregrinación en ella.

6. Los Siete Señores Sublimes y las Siete Verdades habían dejado de ser; y el Universo, el Hijo de la Necesidad, estaba sumido en Paranishpanna, para ser exhalado por aquello que es, y sin embargo, no es. Ninguna cosa existía.

7. Las Causas de la Existencia habían sido destruidas; lo Visible que fue y lo Invisible que es, permanecían en Eterno No–Ser — el Único Ser.

8. La Forma Una de Existencia, sin límites, infinita, sin causa, se extendía sola en Sueño sin Ensueño; y la Vida palpitaba inconsciente en el Espacio Universal, en toda la extensión de aquella Omnipresencia que percibe el Ojo Abierto de Dangma.

9. Pero, ¿dónde estaba Dangma cuando el Álaya del Universo estaba en Paramârtha, y la Gran Rueda era Anupâdaka?

Helena Petronila Blavatski. Doctrina Secreta. Tomo I

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