TU RUTA

      Como un navío en alta mar, cada uno de nosotros lleva su ruta…

      Pero… ¿cuál es esa ruta? ¿Qué carta misteriosa la describe? ¿Qué afanes biológicos la impulsan?

      ¡El hombre no se da cuenta! No ve, no oye o no percibe…

      Ir por un camino sin saber su finalidad, no es un camino. Ir por una ruta sin saber dónde nos lleva, no es una ruta.

      Todo nuestro afán, como la nave, es apartarnos, huir de la línea de derrota, mientras que el Capitán -nuestro propio Capitán con todo esfuerzo- se obstina en enmendar el desvío.

      Sin embargo, seguimos con la obsesión de este afán, olvidando que la ingente brújula del Tiempo, a pesar nuestro, va marcando el camino, justo, adecuado, preciso y hemos de llegar -muchas veces al puerto que nos queremos pero hemos de llegar por una Ley infalible, por un designio inmutable…

      Pero si el hombre se diera cuenta, percibiera el Ritmo de las cosas, se internara en las Causas y la comprensión entrara en él, reconocería que nuestra pluralidad es parte integrante de la Unidad circunstante y que todos nosotros no somos otra cosa, que innúmeras piedras justas, bien medidas, bien delineadas, cuyos materiales han de formar parte de un gran conjunto, el Templo inmenso de la Naturaleza.

      En la formación de este conjunto, ¿podrá ocupar piedra alguna lugar distinto del que le está destinado?

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      Como un navío en alta mar, cada uno de nosotros lleva su ruta…

      La falta de concordancia con este principio, la negación a la Ley -el desvío de la línea de derrota- es la causa de todos nuestros males haciendo de nosotros la Veleta que en la noche tormentosa está a merced de todos los vientos…