TU ALMA

      Está en tu propio vaso, en la férrea prisión de tu propia cárcel, hundida en ti como en un abismo.

      Sientes que una poderosa hélice impulsa tu nave…

      ¿Dónde va?

      Tú mismo lo ignoras.

      Pero sigues tu camino, pausado o vertiginoso, en busca de un puerto que no conoces.

      Esta es tu ruta…

      Sientes tu dolor o tu felicidad, tu amor o tu odio, tu compasión o tu rencor y creces, te desenvuelves, alientas, cambias de situaciones, de células. Enfermas o la salud te inunda, y llegas a morir sin que sepas qué es y cómo se llama ese Principio en ti que todo lo mueve, que todo lo inunda y lo hace funcionar con poderoso dinamismo, tejiendo y destejiendo tu vitalidad moral y fisiológica, como la vieja Hilandera al borde del camino…

      Y hasta sientes que muchas veces te habla, te aconseja, te previene, con ese lenguaje mudo, sin palabras, de la premonición o de la intuición…

      Mira.

      Como el agua es inconsciente de la sal que contiene, así el hombre camina ignorando que en su propio vaso hay un agua de vida donde químicamente está diluido un Principio que no conoce…

      Si sobre el agua salina apresta el Sol sus densas calorías, llegará un momento en que la sal cristalice y podamos separarla objetivamente de su vehículo.

      Si el Sol espiritual de nuestra existencia abre en nosotros poderosos surcos, fuertes caminos, llevando a nuestra facultad de conocer la Sal de Sabiduría que dormita en nuestra subconsciencia, el hombre conocerá ese Principio -su propio Capitán- y sabrá objetivamente de esa fuerza que lo anima, Verbo o Mandamiento, que en todos radica por génesis.