XVII

Para Bernardo vinieron ahora semanas bien pesadas. Se había dejado entregar por el profesor Mertin, el tema para su doctorado, que tenía que efectuar para alcanzar el grado académico. Como el candidato se interesaba con preferencia por la oftalmología, el profesor le dio naturalmente un trabajo en este terreno. este se denominaba:

“Análisis del oftalmoscopio en caso de otitis media purulenta”.

Bernardo se dedicó con gran celo al trabajo. El no quería obtener el “rite”, ni tampoco el “magna cum lauda”, pues lo que quería alcanzar era un “summa cum laude”.

Durante semanas enteras se enterró en las obras de un “Margagnis” sobre “otorrhoea cerebralis, Itard”.

Después, con las obras de Schiess, Gemuseis, Laqueur, Buchanan, Leslic, Wood, Grossmann, Ware y Virchow, estudió el interesante tema del proceso inflamatorio de las membranas oculares y la formación ósea intraocular. Nuestro joven ocultista buscó cuanto pudo, en autores célebres, para ensanchar sus conocimientos médicos.

Ante todo, le interesaron, y muy especialmente, los fragmentos de osificación del hueso temporal, innatos, y nada raros, que se suelen formar con frecuencia en la cavidad del oído, en la extremidad del conducto auditivo, pero también en el canlis caroticus y en el canalis facialis, casi siempre en la que permiten la libre entrada de la inflamación en nervus acusticus y los faciales, o por medio de las venas aqueductus vestibuli y cochleae.

Y luego proseguía:

Como factor principal en el origen de las alteraciones del fondo del ojo en casos de encefalia, recalcó V. Graefe el estrechamiento de espacio en la caja del cráneo y el aumento de la presión intercraneal. Pero en ello se daba perfecta cuenta de que el estancamiento, por sí solo, no podía dar, en muchos casos, la explicación para los sucesos patológicos, sino que frecuentemente había de estar también de por medio un proceso de inflamación. Así distinguió dos formas de neuroretinitis en casos de afección cerebral. La primera la llamaba papila de estancamiento, que era atribuida a desórdenes en la circulación; la segunda, neuritis descendens, que no debía ser otra cosa que la propagación de una inflamación de las meninges hasta el ojo a lo largo de las vainas de los nervios ópticos. Desgraciadamente, en la práctica era difícil distinguir a ambos entre sí, pues en muchos casos se presentaba estancamiento e inflamación a la vez.

Trató asimismo sobre tres casos, con análisis patológico, en la papilla nervi optici, y, por fin, mencionó la neuritis óptica, cuya importancia depende ante todo de la circunstancia de que ya puede presentar una afección intracraneal, en una época en que aun no se distinguen otros fenómenos de irritación cerebrales, sobre todo en la región de los demás nervios cerebrales.

Por último Bern ardo dio las gracias al profesor Mertin por el tema asignado; y por la amable facilitación del material.

Nuestro candidato para medico había entregado su trabajo escrito, y se había anunciado para el examen de doctor, pues el examen verbal era inevitable, toda vez que el reglamento de promoción indicaba que una “promotio in absentia” no estaba permitida en ninguno de los casos.

Los días de exámenes se fueron acercando... y comenzaron por fin.

Bernardo debía someterse al examen “rigorosum”, que se componía de una parte práctico-clínica y de otra teórico-verbal.

El examen práctico-clínico se extendía a medicina interna, cirugía y a obstetricia y ginecología en la cama de la enferma. Tuvo que establecer el diagnóstico en dos enfermos, sin hacer ninguna interrogación, a lo que siguió otro examen más, riguroso también.

Concluido, tuvo que abandonar por algún rato el cuarto del rectorado, a fin de que los señores examinadores pudieran cambiar opiniones y ponerse de acuerdo.

Impaciente, iba Bernardo de un extremo a otro del largo corredor hasta que, por fin, el bedel superior le rogó que volviera a entrar.

Cuál no sería la alegría del candidato, cuando de boca del presidente de la Comisión, le fue comunicado que se le había otorgado el calificado de summa curri laude.

Conmovido y lleno de alegría estrechó las manos del profesor Mertin y salió apresuradamente para dar a sus familiares la grata noticia.

En casa le esperaba una mesa opíparamente puesta; el comienzo de los festejos y de las visitas a los parientes y conocidos que irremisiblemente habían de verificarse. Su nueva categoría había que celebrarla y rociara detenidamente. Bernardo cumplió las palabras de “Goethe en el “Buscador de Tesoros”:

“Tras semanas fatigosas, Alegres fiestas han de seguir”.

Entre los compañeros de estudios, habíanse percatado que Bernardo se ocupara de Ocultismo últimamente, algunos muy católicos dudaban si el estudio de esa materia era malo o no. pero Bernardo sabía muy bien que:

Los católicos sinceros, los de fe y convicción, no los de simple bautismo, que tienen la conciencia dormida, sino aquellos que saben la responsabilidad en que incurren ante la autoridad religiosa, y sus sucesores, habían tenido hasta ahora cierto recelo para participar en los estudios del ocultismo, relacionados con la orden Rosa-Cruz.

Organizado por “Das neue Licht” (La nueva luz) revista que se edita en Viena, se organizó una especie de congreso católico de ocultismo bajo la dirección del sabio padre jesuita doctor George Bichlmair, firmándose unas conclusiones después de su celebración, que en síntesis dicen: “La iglesia católica, apostólica y romana, reconoce las investigaciones de un ocultismo serio y le da la importancia que se debe dar a todo estudio científico que pretenda un esclarecimiento verdadero; acepta todos los fenómenos parapsíquicos; declara como posibles todos los fenómenos psíquicos y psicológicos, y solo establece la diferencia que existe entre la aparición de los santos y los fenómenos espiritistas”.

No hace mucho tiempo, el catolicismo y sus representantes, declaraban guerra abierta al ocultismo; y son satisfactorias para todos, católicos, y amigos del ocultismo, las declaraciones del padre jesuita, que ponen en claro la verdadera situación de los que quieren y desean cumplir con la Iglesia.

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