La Confesión Negativa

Diosa de la Verdad Justicia “Maat”, se distingue por su pluma de avestruz sobre su cabeza.

Diosa de la Verdad Justicia “Maat”, se distingue por su pluma de avestruz sobre su cabeza. Hotel Real Plaza S.L.P. Foto: Jenaro Reyes y Lupita Rodríguez.

Si anhelamos realmente conocer la senda que nos pueda conducir a la verdad, afortunadamente disponemos de textos como la confesión negativa descrita en el papiro de Nebseni, dentro de la cultura egipcia, donde un iniciado se presenta en la Sala de la Verdad y la Justicia para declarar lo que nunca haría un maestro que ha logrado ciertos grados internos. Estos textos debidamente estudiados y llevados a la práctica nos guían en estas pavorosas tinieblas en que vivimos, estos mismos escritos nos describen lo que debe ser eliminado de nuestro interior.

La violencia engendra siempre más violencia y el odio da como resultado más odio, jamás se podrá lograr avances en el campo espiritual mientras carguemos yoes-defectos de la ira, violencia, odio, resentimientos, etc., como los que se describen al comienzo de esta confesión cuando dice: "Yo no he cometido acciones perversas", "Yo no he obrado con violencia", "Mi corazón detesta la brutalidad" y otros más a lo largo de la confesión negativa como: “Yo no he sido nunca querellador", "Yo no he sido agresivo", "Yo no he atemorizado jamás a la gente", "Yo jamás me he entregado a la cólera", "Yo no he defraudado jamás ni obrado con perversidad" y "Yo jamás he promovido querellas". Obviamente todo esto está en contra de la ley más divina y poderosa: el amor.

El robo se ha convertido en lo más común y ciertamente lo justificamos de mil formas, comenzamos quedándonos con un simple lápiz que no es nuestro y terminamos con secuestros, pillaje cuando un camión se accidenta, la raíz son los mismos egos que deben ser destruidos, por ello dice el iniciado: "Yo no he robado", pues hasta es capaz de renunciar al fruto de una acción y debe extenderse hasta: “Yo no he sustraído el alimento de mis semejantes".

Museo Egipcio, El Cairo. Foto: Rubén Santamaría.

Museo Egipcio, El Cairo. Foto: Rubén Santamaría.

El asesinato es el peor grado de corrupción humana, ya la palabra homicidio a nadie espanta, se ha convertido en el pan diario de todos en el mundo, pero eso no es todo, también vamos matando poco a poco a nuestros seres queridos, con los malos tratos, con la ingratitud, con la ironía, la infidelidad. Por ello afirma esta confesión lo que deberíamos lograr: "Yo no he matado a mis semejantes", claro que debe incluirse a los seres inocentes de la naturaleza: "Yo no he dado muerte a los animales de los templos".

Debido a nuestros yoes de la codicia (que todo lo queremos), de la pereza (que no queremos trabajar) es que tomamos actitudes equivocadas, pensando que quizás así ganaremos más dinero, trabajaremos menos, etc. y por ello es por lo que es muy difícil estas aseveraciones: "Yo no he disminuido el celemín de trigo", "Yo no he cometido fraude", "Yo no he sustraído lo que pertenecía a los dioses", "Yo no he defraudado", "Yo no he acaparado jamás los campos de cultivo" y "Yo no me he enriquecido de un modo ilícito", como observamos es toda una lista de actitudes en contra del orden, la ley y la justicia.

La palabra es muy importante, en ella encontramos el origen del mismo universo, la palabra es sagrada, por lo que debemos aprender a hablar cuándo se debe hablar y callar cuando se debe callar. Pero nos encanta hablar de más, decir cosas que no tienen fundamento, superficiales, sin sentido alguno. El verbo forma figuras geométricas y al hablar de más, nos causa problemas en la vida cotidiana y que generalmente no sabemos su origen. Jamás debemos jugar con la palabra, por ello se nos advierte: "Yo no he pecado jamás por exceso de palabra", "Yo no he mentido", "Yo no he difamado", "Yo no he pronunciado jamás maldiciones cuando se me ha causado algún daño". "Yo no he injuriado jamás a nadie" y "En mis discursos nunca he usado palabras excesivas".

La fuerza sexual es la que nos trajo al tapete de la existencia, por lo tanto, tiene un gran poder, el de crear; por ello es por lo que en este papiro se resalta la importancia de aprender a transmutarla y eliminar los Yoes que nos amargan la existencia relacionados con el mal uso de la sexualidad: "Yo no he cometido jamás adulterio", "Yo jamás he pecado contra natura con los hombres" y “No he cesado jamás en la sociedad de ser casto". No debe entenderse jamás el celibato como castidad física, realmente entiéndase como castidad la desintegración de las pasiones bestiales que nos caracterizan.

Museo Egipcio, El Cairo. Foto: Rubén Santamaría.

En cuanto a las cosas divinales nos hemos alejado hoy en día bastante de ellas, nos burlamos de los seres que rigen el mundo, no respetamos ya las cosas sagradas y es fundamental regresar al culto, veneración y respeto de aquello que no tiene nombre, ni orillas jamás, por eso deberíamos trabajar por vivir lo siguiente: "Yo no he faltado jamás al respeto a los Dioses", "Yo no he maldecido jamás de los Dioses" y "Yo jamás he desdeñado a los Dioses de mi ciudad".

Es toda una cátedra la confesión negativa de los defectos psicológicos que deben ser eliminados, nos aclara qué es lo correcto y que está fuera de lugar, continúa en ese despliegue de sabiduría diciendo:

"Yo no he escuchado tras las puertas". Somos verdaderamente curiosos y metiches, nos encanta meternos en la vida ajena. Antes oíamos a través de las paredes a los vecinos, por las puertas a nuestros padres o hijos, pero ahora nos hemos modernizado, tenemos ahora las redes sociales donde damos rienda suelta a estos agregados psicológicos realmente perversos.

"Yo jamás he violado la ordenación de los tiempos". Nos encanta alterar la ordenación de los tiempos, hoy en día tenemos el cambio de horario, en la edad media adulteramos el verdadero orden de los días, el cual es: lunes, miércoles, viernes, domingo, martes, jueves y sábado; el único día que dejamos bien es el sábado, por ejemplo: el lunes actual realmente es el miércoles real regido por el planeta Mercurio, siendo favorable este día hacer cosas relacionadas con la razón, curación, intelecto, etc.

“Yo jamás fui sordo a las palabras de la Justicia". La ley divina está por encima de todo, pero nosotros queremos burlarnos de la ley. Corrompemos a los maestros para que nos pongan buenas calificaciones, a los policías para que quedemos impunes, a los jueces, etc. Simplemente cuando no llegamos a tiempo a nuestros compromisos y buscamos miles de pretextos. El Ser es diferente, ama la rectitud, la puntualidad, y la equidad.

"Yo no he hecho jamás derramar lágrimas a mis semejantes". Esto es algo que lamentablemente hemos cometido muchas veces, en múltiples ocasiones y lo más desolador, es que es a quien supuestamente amamos. Somos ingratos con nuestros padres, somos altaneros con nuestros hijos, somos intolerantes con nuestras parejas, criticamos equivocadamente a nuestros amigos, etc. Los maestros de luz, que han disuelto el ego, dejan por todas partes centellas de luz y alegría.

“Yo jamás he pecado de impaciencia". La naturaleza siempre es la mejor de las maestras, para tener fruto de un árbol, hay que tener la paciencia de preparar el terreno, sembrar, regar, quitar plagas, querer los árboles, cuidarlos, y eso multiplicarlo por mucho, mucho tiempo. La naturaleza no da saltos. Así es el camino de la Auto Realización, debe trabajarse con infinita paciencia.

"Yo no he obrado jamás con precipitación". Somos muy arrebatados, imprudentes, temerarios e irreflexivos. A veces nos salimos a medianoche a caminar que, porque el Padre me protege, realmente estamos actuando con imprudencia. Sí, el Padre nos protege, pero no hay que dar motivo a los problemas. A veces estamos muy cansados y así manejamos, de por sí que estando en los cinco sentidos, ocurren accidentes, ahora con los sentidos menguados, es ser impudente. Hay que hacer las cosas poniendo las bases firmes para todo.

"Yo no he maldecido jamás del Rey". Nuestros gobernantes realmente los ponen los agentes de la ley del Karma, de acuerdo con el debe y haber de los pueblos. Así como es el pueblo, son nuestros gobernantes, no son más que la extensión del individuo. Es absurdo entonces criticar a nuestros gobernantes, si son ladrones, es porque somos ladrones, si son mentirosos es porque somos mentirosos. Si queremos cambiar a nuestros presidentes no es maldiciéndolos, sino cambiando nosotros.

"Yo jamás he ensuciado las aguas". Desde hace miles de años, se ha sabido que el agua es la vida. Es absurdo tirar basura a los ríos, mares y océanos, es incongruente que lancemos nuestros drenajes a la fuente de vida, es el colmo que destruyamos la vida al contaminar las aguas. Pero, lamentablemente todos somos causantes de ello, muchas actitudes pasan por desapercibidas, muchas veces es basura que termina en el agua.

"Mis palabras jamás han sido altaneras". El ego siempre trata, como los gatos, de esconder sus uñas, tirar la piedra y esconder la mano. Somos altaneros, orgullosos, altivos, arrogantes, despreciativos, pero nos vestimos con la túnica del filósofo Aristipo, queriendo aparentar humildad nos ponemos una túnica llena de hoyos, cuando lo vio Sócrates le dijo: “Oh Aristipo, se te ve la vanidad por los hoyos de tu vestidura”.

"Yo no he sido jamás impertinente ni insolente". Dos virtudes son las que nos faltan y que originan estos estados negativos: la humildad y paciencia. Solemos actuar con precipitación, inoportunos y sin reverencia.

"Yo no he intrigado jamás ni me he hecho valer". Lo vivimos en el trabajo con los compañeros, siempre metiendo cizaña, lo vemos en las escuelas con los amigos, hasta lo tenemos presente en la familia con los hermanos y los padres. No estamos contentos con lo que tenemos y queremos siempre más reconocimiento, más dinero, estar siempre arriba, es por eso, que metemos intrigas, nos hacemos valer sin sentido alguno.

Si queremos una guía que nos pueda conducir a la luz de la sabiduría inmortal, aquí la tenemos. La sabiduría de nuestros antepasados tiene más vigencia que nunca. Hace luz entre las tinieblas pavorosas de esta sociedad. Vamos con gran entusiasmo, tratando de hacer carne y vida estas enseñanzas y así transformarnos realmente para cumplir con el verdadero propósito de nuestra vida.

Enviado por: María Guadalupe Rodríguez Licea. Bibliografía: Samael Aun Weor. El Parsifal Develado. Capítulo XXXVII

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