La Oración

Imagen 1: La Transfiguración de nuestro señor. Rafael. 1520.

La doctrina gnóstica tiene como finalidad la regeneración humana. Innumerables mensajeros, avataras, maestros, han entregado, en el transcurso de la historia, las claves secretas para transformar al ser humano, y en la actualidad están siendo develadas ante el asombro y perplejidad de la mayoría.

La regeneración humana no significa “ser mejores”, tampoco se concibe como “desarrollo humano” ni “crecimiento personal”; más bien implica una transformación radical y profunda que se puede llevar a cabo a través de tres factores: observación, juicio y ejecución. Regenerar es volver a generar, desde la simiente o semilla, desde el origen.

Es costumbre de los médicos practicar un diagnóstico para detectar por ejemplo un tumor, observar sus características y después diferenciar, analizar y disgregar aquello que es ajeno o extraño a la naturaleza del organismo, para finalmente extirparlo. Así también, a través de la auto observación es posible descubrir la esencia original, el alma, que ha sido sepultada por elementos inhumanos y hacer la diferencia entre lo que es auténtico y lo que se ha agregado a la psiquis.

El auto descubrimiento y la auto revelación se logran mediante la convivencia con los semejantes, cualquier incidente de la vida es suficiente para revelar a un actor íntimo que ocasiona dolor, malestar, incomodidad, frustración, enojo, envidia, etc., siempre y cuando esté presente el estado de alerta percepción o alerta novedad; entonces prosigue el segundo factor, el enjuiciamiento, donde el “yo” es descubierto en la mente, el corazón y el sexo, en profunda meditación. Un yo de lujuria podría manifestarse como amor en el corazón, como un ideal en la mente y como excitación morbosa en el sexo.

Finalmente viene la ejecución, en vano sería el trabajo de la autoobservación y del juicio si no hay eliminación, para lo cual es indispensable la oración, pero: ¿Qué es la oración? ¿Se debe pedir algo? ¿Cómo se ora? A Dios generalmente se le pide ayuda, dinero, oportunidades, alivio para las penas, amor de los semejantes, reconocimiento…, no siempre se tiene claridad en la oración y generalmente se confunde oración con petición. La oración no es necesariamente una petición, puede ser también un ofrecimiento. Orar es platicar con la divinidad y en este caso, la oración a la Madre Divina es indispensable para ofrecer el sacrificio voluntario de la comprensión de yoes que viven en la mente, el corazón y el sexo y suplicar la liberación del alma.

Este tipo de oración es transformadora, permite lograr felicidad auténtica, porque alguien podría pedir dinero, o amor, pensando en que al obtenerlos será feliz, y sin embargo, aun poseyéndolos, es desdichado porque la codicia no lo deja en paz, la inseguridad de que le roben le provoca miedo; los celos le atormentan, el deseo le corroe…

La Virgen sobre la luna creciente. Alberto Durero 1496 – 1522

La Madre divina particular posee sabiduría, amor y poder para disolver los agregados a la psiquis que han sido comprendidos previamente. La oración auténtica va más allá de un simple rezo mecánico, se requieren palabras naturales y sencillas, nacidas del corazón sincero, así como un niño pequeño sabe decir, preguntar, pedir, sin fórmulas exactas.

Muchas escuelas pseudo ocultistas y pseudo espiritualistas buscan vencer al dolor y al sufrimiento con declaraciones, oraciones mentales, prácticas superficiales…, ignoran que existe un poder superior a la mente: Dios Madre en nuestra intimidad, quien tiene la facultad para realizar verdaderos cambios en la psiquis, y, por lo tanto, fracasan en su intento y pierden lamentablemente su tiempo.

La mente no puede cambiar a la mente, el yo no puede disolver al yo. Solo la madre Divina particular, como parte de nuestro propio ser, pero derivado, tiene esa capacidad. Por ello es indispensable orar, platicar con Dios. Los pueblos antiguos veneraron al eterno principio femenino como Isis, Insoberta, María, Tonantzin, Rea…

Las declaraciones positivas y las buenas intenciones no logran la regeneración ni los cambios de fondo. Repetirse a sí mismo “no me enojaré”, “seré paciente”, “dejaré el vicio”, “seré mejor”, “amaré a mis semejantes” no logran la transformación, no funcionan, porque son solo frases, palabras en la mente que en cualquier momento son desplazadas por otros pensamientos, mientras que los yoes continúan existiendo.

Cuando el adepto, con buena voluntad se entrega a la meditación y a la oración, puede tener la dicha de alcanzar el éxtasis, entonces el alma logra escaparse por algunos instantes de la mente y penetrar en el mundo espiritual. El alma en oración, en éxtasis, puede platicar directamente con la Madre divina o con los seres divinos. Una buena oración requiere plena concentración y la integración de los tres cerebros en uno solo: el intelectual, el emocional y el motor-instintivo-sexual. Si el intelecto está pensando e inclusive pidiendo por algo en especial, pero las emociones sienten por su parte y el cerebro motor- instintivo- sexual está ocupado o concentrado en aspectos físicos o sensuales, entonces no se concreta la oración.

Se requiere la integridad del ser humano para lograr la oración consciente. Acallar los pensamientos hasta que la mente sea como un lago apacible y cristalino. La oración es poderosa cuando se acompaña del fuego. Una vela encendida con gran devoción atrae a la divinidad. Antiguamente se le rindió culto al fuego y éste siempre acompañaba las oraciones de los devotos, por eso es recomendable acompañar con el fuego la oración. “Los Dioses santos son verdaderos ministros del fuego”.

La oración desarrolla el chacra del corazón. El maestro Samael cita el caso de José de Cuppertino quien “se elevó por los aires setenta veces y este hecho mágico, que sucediera por allá en el 1650, fue el motivo por el cual fue canonizado. Es indudable que tenía desarrollado el centro del corazón. Cuando un cardenal le interrogó, le dijo: "Bueno, ¿Por qué en el momento en que Ud. se va a elevar estando en oración, lanza un clamor?". Entonces él contestó: "La pólvora, cuando se inflama en el arcabuz, estalla con gran ruido, lo mismo le sucede al corazón inflamado por el Divino Amor".

La oración a la Madre interior, individual debe realizarse con mucho fervor, clamando con sinceridad e introvertiendo los defectos psicológicos que han sido comprendidos para que ella, quien es la única que tiene el poder de desintegrarlos, los elimine y así lograr la auténtica regeneración humana.

Enviado por Susana M. Rodríguez Licea. Comisión de Eventos I.C.Q.

Imagen 1: La Transfiguración de nuestro señor. Rafael. 1520.

Imagen 2: La Virgen sobre la luna creciente. Alberto Durero 1496 – 1522

"Orar es platicar con Dios. Nosotros debemos apelar a Dios Madre en Nuestra Intimidad, si es que en verdad queremos desintegrar 'Yoes', quien no ama a su Madre, el hijo ingrato, fracasará en el trabajo sobre sí mismo."Samael Aun Weor. “Tratado de Psicología Revolucionaria.”

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