CAPÍTULO XXIX.

LA DECAPITACIÓN

A medida que uno trabaja sobre sí mismo va comprendiendo cada vez más y más, la necesidad de eliminar radicalmente de su naturaleza interior, todo eso que nos hace tan abominables.

Las peores circunstancias de la vida las situaciones más críticas, los hechos más difíciles, resultan siempre maravillosos para el auto-descubrimiento intimo.

En esos momentos insospechados, críticos, afloran siempre y cuando menos lo pensemos, los Yoes mas secretos; si estamos alertas incuestionablemente nos descubrimos.

Las épocas más tranquilas de la vida, son precisamente las menos favorables para el trabajo sobre sí mismo.

Existen momentos de la vida demasiado complicados en que uno tiene marcada tendencia a identificarse fácilmente con los sucesos y a olvidarse completamente de sí mismos; en esos instantes hace uno tonterías que a nada conducen; si se estuviese alerta, si en esos mismos momentos en vez de perder la cabeza, se acordase de sí mismo, descubriría con asombro ciertos Yoes de los cuales jamás tuvo ni la más mínima sospecha de su posible existencia.

El sentido de la auto-observación intima, se encuentra atrofiado en todo ser humano; trabajando seriamente, auto-observándose de momento en momento; tal sentido se desarrollará en forma progresiva.

A medida que el sentido de auto-observación prosiga su desarrollo mediante el uso continuo, nos iremos haciendo cada vez más capaces de percibir en forma directa aquellos Yoes sobre los cuales jamás tuvimos dato alguno relacionado con su existencia.

Ante el sentido de auto-observación intima cada uno de los Yoes que en nuestro interior habitan, asumen realmente esta o aquella figura secretamente afín con el defecto personificado por la misma. Indubitablemente la imagen de cada uno de estos Yoes tiene cierto sabor psicológico inconfundible mediante el cual aprehendemos, capturamos, atrapamos instintivamente su naturaleza íntima, y el defecto que le caracteriza.

En principio el esoterista no sabe por dónde empezar, ante la necesidad de trabajar sobre sí mismo pero se halla completamente desorientado.

Aprovechando los momentos críticos, las situaciones más desagradables, los instantes más adversos, si estamos alertas descubriremos nuestros defectos sobresalientes, los Yoes que debemos desintegrar urgentemente.

A veces puede empezarse por la ira o por el amor propio, o por el desdichado segundo de lujuria, etc., etc., etc.

Es necesario tomar nota sobre todo en nuestros estados psicológicos diarios, si es que de verdad queremos un cambio definitivo.

Antes de acostarnos conviene que examinemos los hechos ocurridos en el día, las situaciones embarazosas, la carcajada estruendosa de Aristófanes y la sonrisa sutil de Sócrates.

Puede que hayamos herido a alguien con una carcajada, puede que hayamos enfermado a alguien con una sonrisa o con una mirada fuera de lugar.

Recordemos que en esoterismo puro, bueno es todo lo que está en su lugar, malo es todo lo que está fuera de lugar.

El agua en su lugar es buena pero si ésta inundare la casa estaría fuera, de lugar, causaría daños, sería mala y perjudicial.

El fuego en la cocina y dentro de su lugar, además de ser útil es bueno; fuera de su lugar quemando los muebles de la sala, sería malo y perjudicial.

Cualquier virtud por santa que sea, en su lugar es buena, fuera de lugar es mala y perjudicial. Con las virtudes podemos dañar a otros. Es indispensable colocar las virtudes en su lugar correspondiente.

¿Qué diríais de un sacerdote que estuviese predicando la palabra del Señor dentro de un prostíbulo?. ¿Qué diríais de un varón manso y tolerante que estuviese bendiciendo a una cuadrilla de asaltantes que intentasen violarle la mujer y las hijas?. ¿Qué diríais de esa clase de tolerancia llevada al exceso?. ¿Qué pensaríais sobre la actitud caritativa de un hombre que en vez de llevar comida a casa, repartiese el dinero entre mendicantes del vicio?. ¿Qué opinaríais sobre el hombre servicial que en un instante dado prestase un puñal a un asesino?.

Recordad querido lector que entre las cadencias del verso también se esconde el delito. Hay mucha virtud en los malvados y hay mucha maldad en los virtuosos.

Aunque parezca increíble dentro del mismo perfume de la plegaria también se esconde el delito.

El delito se disfraza de santo, usa las mejores virtudes, se presenta como mártir y hasta oficia en los templos sagrados.

A medida que el sentido de la auto-observación intima se desarrolla en nosotros mediante el uso continuo, podremos ir viendo todos esos Yoes que sirven de fundamento básico a nuestro temperamento individual, ya sea este último, sanguíneo o nervioso, flemático o bilioso.

Aunque usted no lo crea, querido lector, detrás del temperamento que poseemos se esconde entre las más remotas profundidades de nuestra psiquis, las creaciones diabólicas mas execrables.

Ver tales creaciones, observar esas monstruosidades del infierno dentro de las cuales se halla embotellada nuestra mismísima conciencia, se hace posible con el desarrollo siempre progresivo del sentido de auto-observación intima.

En tanto un hombre no haya disuelto estas creaciones del infierno, estas aberraciones de sí mismo, Indubitablemente en lo más hondo, en lo más profundo, continuará siendo algo que no debiera existir, una deformidad, una abominación.

Lo más grave de todo esto es que el abominable no se da cuenta de su propia abominación, se cree bello, justo, buena persona, y hasta se queja de la incomprensión de los demás, lamenta la ingratitud de sus semejantes, dice que no le entienden, llora afirmando que le deben, que le han pagado con moneda negra, etc., etc., etc.

El sentido de la auto-observación íntima nos permite verificar por sí mismos y en forma directa el trabajo secreto mediante el cual en tiempo dado estamos disolviendo tal o cual Yo (tal o cual defecto psicológico), posiblemente descubierto en condiciones difíciles y cuando menos lo sospechábamos.

¿Habéis pensado tú alguna vez en la vida sobre lo que más os agrada o desagrada?. ¿Tú, habéis reflexionado sobre los resortes secretos de la acción?. ¿Por qué queréis tener una bella casa?. ¿Por qué deseáis tener un coche último modelo?. ¿Por qué queréis estar siempre a la última moda?. ¿Por qué codiciáis no ser codicioso?. ¿Qué es lo que más te ofendió en un momento dado?. ¿Qué es lo que más os halagó ayer?. ¿Por qué os sentisteis superior a fulano o a fulana de tal, en determinado instante?. ¿A qué hora te sentisteis superior a alguien?. ¿Por qué te engreísteis al relatar tus triunfos?. ¿No pudisteis callar cuando murmuraban de otra persona conocida?. ¿Recibisteis la copa de licor por cortesía?. ¿Aceptaste fumar tal vez no teniendo el vicio, posiblemente por el concepto de educación o de hombría?. ¿Estáis tú seguro de haber sido sincero en aquella conversación?. ¿Y cuando te Justificas a ti mismo, y cuando te alabas, y cuando cuentas tus triunfos y los relatas repitiendo lo que antes dijiste a los demás, comprendiste que eras vanidoso?.

El sentido de la auto-observación íntima, además de permitirte ver claramente al Yo que estáis disolviendo, te permitirá también ver los resultados patéticos y definidos de tu trabajo interior.

En principio estas creaciones del infierno, estas aberraciones psíquicas que desgraciadamente te caracterizan, son más feas y monstruosas que las bestias más horrendas que existen en el fondo de los mares o en las selvas más profundas de la tierra; conforme avancéis en vuestro trabajo podéis evidenciar mediante el sentido de auto-observación interior el hecho sobresaliente de que aquellas abominaciones van perdiendo volumen, se van empequeñeciendo...

Resulta interesante saber que tales bestialidades conforme decrecen en tamaño, conforme pierden volumen y se empequeñecen, ganan en belleza, asumen lentamente la figura infantil; por último se desintegran, se convierten en polvareda cósmica, entonces la Esencia enfrascada, se libera, se emancipa, despierta.

Indubitablemente la mente no puede alterar fundamentalmente ningún defecto psicológico; obviamente el entendimiento puede darse el lujo de rotular un defecto con tal o cual nombre, de justificarlo, de pasarlo de un nivel a otro, etc., mas no podría por sí mismo aniquilarlo, desintegrarlo.

Necesitamos urgentemente de un poder flamígero superior a la mente, de un poder que sea capaz por si mismo de reducir tal o cual defecto psicológico a mera polvareda cósmica.

Afortunadamente existe en nosotros ese poder serpentino, ese fuego maravilloso que los viejos alquimistas medievales bautizaron con el nombre misterioso de Stella Maris, la Virgen del Mar, el Azoe de la Ciencia de Hermes, la Tonantzín del México Azteca, esa derivación de nuestro propio ser intimo, Dios Madre en nuestro interior simbolizado siempre con la serpiente sagrada de los Grandes Misterios.

Si después de haber observado y comprendido profundamente tal o cual defecto psicológico (tal o cual Yo), suplicamos a nuestra Madre Cósmica particular, pues cada uno de nos tiene la suya propia, desintegre, reduzca a polvareda cósmica, este o aquel defecto, aquel Yo, motivo de nuestro trabajo interior, podéis estar seguro de que el mismo perderá volumen y lentamente se irá pulverizando.

Todo esto implica naturalmente sucesivos trabajos de fondo, siempre continuos, pues ningún Yo, puede ser desintegrado jamás instantáneamente. El sentido de auto-observación íntima podrá ver el avance progresivo del trabajo relacionado con la abominación que nos interese verdaderamente desintegrar.

Stella Maris aunque parezca increíble es la signatura astral de la potencia sexual humana.

Obviamente Stella Maris tiene el poder efectivo para desintegrar las aberraciones que en nuestro interior psicológico cargamos.

La decapitación de Juan Bautista es algo que nos invita a la reflexión, no sería posible ningún cambio psicológico radical si antes no pasáramos por la decapitación.

Nuestro propio ser derivado, Tonantzín, Stella Maris como potencia eléctrica desconocida para la humanidad entera y que se halla latente en el fondo mismo de nuestra psiquis, ostensiblemente goza del poder que le permite decapitar a cualquier Yo antes de la desintegración final.

Stella Maris es ese fuego filosofal que se encuentra latente en toda materia orgánica e inorgánica.

Los impulsos psicológicos pueden provocar la acción intensiva de tal fuego y entonces la decapitación se hace posible.

Algunos Yoes suelen ser decapitados al comienzo del trabajo psicológico, otros en el medio y los últimos al final. Stella Maris como potencia ígnea sexual tiene conciencia plena del trabajo a realizar y realiza la decapitación en el momento oportuno, en el instante adecuado.

En tanto no se haya producido la desintegración de todas estas abominaciones psicológicas, de todas estas lascivias, de todas estas maldiciones, robo, envidia, adulterio secreto o manifiesto, ambición de dinero o de poderes psíquicos, etc., aún cuando nos creamos personas honorables, cumplidoras de la palabra, sinceras, corteses, caritativas, hermosas en el interior, etc., obviamente no pasaremos de ser más que sepulcros blanqueados, hermosos por fuera más por dentro llenos de asqueante podredumbre.

La erudición libresca, la pseudo-sapiencia, la información completa sobre las sagradas escrituras, ya sean éstas de oriente o de occidente,, del norte o del sur, el pseudo-ocultismo, el pseudo-esoterismo, la absoluta seguridad de estar bien documentados, el sectarismo intransigente con pleno convencimiento, etc., de nada sirve porque en realidad solo existe en el fondo eso que ignoramos, creaciones del infierno, maldiciones, monstruosidades que se esconden tras la cara bonita, tras el rostro venerable, bajo el ropaje santísimo del líder sagrado, etc.

Tenemos que ser sinceros consigo mismo, preguntamos qué es lo que queremos, si hemos venido a la Enseñanza Gnóstica por mera curiosidad, si de verdad no es pasar por la decapitación lo que estamos deseando, entonces nos estamos engañando a sí mismos, estamos defendiendo nuestra propia podredumbre, estamos procediendo hipócritamente.

En las escuelas más venerables de la sapiencia esotérica y del ocultismo existen muchos equivocados sinceros que de verdad quieren auto-realizarse pero que no están dedicados a la desintegración de sus abominaciones interiores.

Son muchas las gentes que suponen que mediante las buenas intenciones es posible llegar a la santificación. Obviamente en tanto no se trabaje con intensidad sobre esos Yoes que en nuestro interior cargamos, ellos continuarán existiendo bajo el fondo de la mirada piadosa y de la buena conducta.

Ha llegado la hora de saber que somos unos malvados disfrazados con la túnica de la santidad; ovejas con piel de lobo; caníbales vestidos con traje de caballero; verdugos escondidos tras del signo sagrado de la cruz, etc.

Por muy majestuosos que aparezcamos dentro de nuestros templos, o dentro de nuestras aulas de luz y de armonía, por muy serenos y dulces que nos vean nuestros semejantes, por muy reverendos y humildes que parezcamos, en el fondo de nuestra psiquis continúan existiendo todas las abominaciones del infierno y todas las monstruosidades de las guerras.

En Psicología Revolucionaria se nos hace evidente la necesidad de una transformación radical y ésta solo es posible declarándonos a sí mismos una guerra a muerte, despiadada y cruel.

Ciertamente nosotros todos no valemos nada, somos cada uno de nos la desgracia de la tierra, lo execrable.

Afortunadamente Juan Bautista nos enseñó el camino secreto: MORIR EN SÍ MISMOS MEDIANTE LA DECAPITACIÓN PSICOLÓGICA.

Índice | Capítulo 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 | 31 | 32 |
Libro en: Pdf | Epub | Word |Texto |Zip | Audio | E-mail