Libro: Tláloc, el vino que bebe la tierra

Capítulo 6. Elementales del agua (los Tlaloques)

Capítulo 6. Elementales del agua (los Tlaloques)

La naturaleza es algo vivo, es infinitamente perfecta, tiene orden, belleza, armonía y si reflexionamos hondamente, llegaremos a la conclusión que tiene alma, no es algo muerto. Cada planta, animal e inclusive mineral, tiene su principio inteligente, su alma, llamado en la gnosis: elemental (pues vive en los elementos: agua, fuego, aire y tierra).

A estas criaturas inocentes (elementales), desde tiempos muy remotos se les ha conocido. Ahora bien, sólo en esta época decadente en que vivimos es que ya no tenemos la capacidad de verlos, nuestras malas costumbres de vida, principalmente el enojarnos, daña nuestra capacidad de ver el ultra de la naturaleza.

Geniecillo del agua, pelo en forma de lluvia. [MAX]

Geniecillo del agua, pelo en forma de lluvia. [MAX]

El gran sabio Paracelso abunda en el tema en sus libros; llama silvestres a las criaturas elementales de los bosques; y ninfas a las de las aguas; cientos de nombres existen en el mundo para estas criaturas bellísimas que dan vida a todo lo existente; así son llamadas: “dussys” por San Agustín, “animos” por los indios arhuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia. Además, se habla de elfos, silfos, sílfides, nereidas, gnomos, etc.

Las aguas están pobladas por criaturas inocentes llamadas: ondinas y nereidas. El folklor popular las ha llamado sirenas, entre los griegos son las mismas oceánidas. Pero lo que no debe sorprendernos es que son una realidad, el hecho que nuestros sentidos atrofiados no las puedan percibir, pues no quiere decir que no existan, son reales y habitan no sólo en las aguas de la naturaleza (mares, ríos, nubes, océanos, lagunas, etc.), sino aún más, existen en nuestras aguas que conforman nuestro cuerpo.

Si en la naturaleza las encontramos, también las hallaremos en el interior del ser humano, así que dentro de cada uno de nosotros existen ondinas y nereidas atómicas.

Los aztecas mencionan en sus enseñanzas que el dios Tláloc tenía cuatro hijos, a quienes llamaron los Tlaloques, uno para cada punto cardinal; es una perfecta semblanza de los elementales de la naturaleza de las aguas, sólo que al estilo azteca.

Es increíble cómo se van plasmando enseñanzas alquimistas en estos mitos, pues es sabido que la cábala y la alquimia son las dos ciencias a las cuales se reducen todos los conocimientos existentes. Al hablar del elemento agua, no sólo se hace desde el punto de vista de la naturaleza, sino que a la vez se refieren a las aguas puras de vida o energía sexual, que hay que aprender a transmutar.

Tlaloque. [MTM]

Tlaloque. [MTM]

Y es que los cuatro Tlaloques, que conciernen a cada punto cardinal, se corresponden con los colores por los cuales pasa la energía creadora al ser transmutada y purificada, que en alquimia son: El cuervo negro, la paloma blanca, el águila amarilla y el faisán rojo, exactamente los mismos cuatro colores de estos siervos e hijos del dios Tláloc.

Poema Náhuatl

Para entender mejor todo esto, adentrémonos en un bellísimo poema que el maestro Samael Aun Weor, lo coloca en su maravilloso libro de: “La Doctrina Secreta de Anáhuac”.

«El dios Tláloc residía en un gran palacio con cuatro aposentos, y en medio de la casa había un patio con cuatro enormes barreños llenos de agua.»

Tlaloques. [MTM]

Tlaloques. [MTM]

Ese gran palacio es el “paraíso de Tláloc” (Tlalocan), ubicado en el mundo causal o de la voluntad, los cuatro enormes recipientes se encuentran relacionados con los cuatro puntos cardinales. Aquí nos encontramos con una maravillosa descripción que nos habla de cómo funciona el alma de la naturaleza, llena de prodigios de inteligencias divinas y criaturas elementales, nos encierra al mismo tiempo, como decimos, grandes enseñanzas esotéricas.

«El primero es del agua que llueve a su tiempo y fecundiza a la tierra para que dé buenos frutos. El segundo es del agua que hace anublarse a las mieses y hace perder los frutos. El tercero es del agua que hace helar y secar a las plantas. El cuarto es del agua que produce sequía y esterilidad...»

Este fragmento del poema nos alude a que las fuerzas de la naturaleza están al servicio de la ley del Karma, de tal forma que llueve agua que hace fecundizar la tierra, para que dé buenos frutos en los lugares en que la gente ha actuado correctamente, y se tendrán inundaciones, granizo o sequía, donde por nuestras acciones así lo merezcamos. No es algo al azar, todo tiene una causa, y tal causa no la vamos a encontrar fuera, sino dentro de sí mismos.

Pero a la par, el estudiante comprensivo podrá encontrar en estas enseñanzas del México antiguo, las mismas que el maestro Jesús diera en su momento, nos referimos a la parábola del sembrador, que, a pesar del tiempo y la distancia, nos dan la misma enseñanza.

«Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. (Mateo 13: 3-8 Reina-Valera 1960)»

Tlaloque. [MTM]

Tlaloque. [MTM]

En este caso, la semilla de la parábola y el agua del poema, tienen idéntico significado, pues representan la gnosis, el conocimiento interior, y nos revelan lo que puede suceder ante la actitud de nosotros frente a la enseñanza gnóstica.

Tlaloque. [MTM]

Tlaloque. [MTM]

Por lo que el agua, que hace fecundar la tierra para dar buenos frutos del dios Tláloc, es exactamente la semilla que cae en buena tierra de la parábola del sembrador del maestro Jesús; se refiere a cuando la gnosis logra encontrar estudiantes sinceros, maduros espiritualmente hablando, que toman la gnosis y la hacen parte de su vida, no mezclan la enseñanza con otras, no teorizan sino practican intensamente, se definen en el trabajo a través de los tres factores de la revolución de la conciencia. Desde luego, esto trae frutos espirituales, cambios trascendentales en su vida.

El recipiente de agua, el que produce sequía y esterilidad, se relaciona con la semilla que cae en los pedregales, donde hay poca tierra, entonces no puede echar raíces, es decir, cuando la gnosis llega a aspirantes que son superficiales, que ven en la gnosis quizás una distracción como si fuera ir al cine, un pasatiempo, no hacemos de la meditación una disciplina diaria, por lo que somos como charcos a la vera del camino, sin profundidad; vienen los primeros rayos del sol (las pruebas del fuego, donde se ve si se ha alcanzado la serenidad y dulzura de carácter) y se fracasa. La planta se seca, no florece la gnosis en las personas.

Tlaloque. [MTM]

Tlaloque. [MTM]

El recipiente de agua que hace anublarse las mieses y hace perder los frutos, se relaciona con la semilla que cae entre los espinos; son los estudiantes gnósticos que no dejan la crítica malsana, que les encanta deleitarse hablando mal del prójimo, que son de los que gustan del chime, de la calumnia, del dice que se dice; en estas condiciones las plantas crecen un poco, pero las espinas las ahogan, pues el verbo tiene tal poder, que cuando se usa para bendecir, para aconsejar, para auxiliar iluminando el camino de otros, pues es una ayuda; pero cuando se usa equivocadamente es como lanzar un bumerang, todo regresará como un rayo de venganza.

El recipiente de agua que hace helar y secar las plantas, lo encontramos en la semilla que cae en la vera del camino, vienen las aves de la mundanidad y se las tragan, es decir, estudiantes que están muy identificados con el grosero materialismo; si bien la vida material es importante, y debe equilibrarse con lo espiritual, las personas plenamente identificadas con la materia, con el mundo ilusorio, nos dejamos tragar por él y no hacen florecer la enseñanza.

«Tiene el dios a su servicio a muchos ministros -los elementales del agua-, pequeños de cuerpo, los cuales moran en cada uno de los aposentos, cada uno según su color, pues son azules como el cielo, blancos, amarillos o rojos... Ellos, con grandes regaderos y con palos en las manos, van a regar sobre la tierra cuando el supremo dios de la lluvia ordena...»

Los ministros del dios Tláloc, a los cuales se denominaban tlaloques, son las criaturas elementales de las aguas, las mismas ondinas y nereidas de los cuentos medievales, seres inocentes de la naturaleza, quienes tienen a su cargo, todo lo relacionado con las aguas del mundo.

Olla-Tláloc, donde los elementales llevan el agua que se ha de regar. [MTM]

Olla-Tláloc, donde los elementales llevan el agua que se ha de regar. [MTM]

Así, se relata entre las crónicas la forma en que iban estas criaturas inocentes de la naturaleza, cargando con vasijas en donde llevan el agua de alguno de los cuatro barreños que se tiene a disposición, y palos para romper las vasijas, en donde el maestro Tláloc ordena, de acuerdo a la ley del karma.

«Y cuando truena, es que resquebrajan sus cántaros, y si algún rayo cae, es que un fragmento de las vasijas rotas viene sobre la tierra...»

Es hermosa la forma en que se describe el cómo la naturaleza no es algo muerto, sino que cada proceso está acompañado de los principios anímicos de la naturaleza; y cuando truena es que rompen esos cántaros y si algún rayo cae es que un pedazo de esas vasijas viene a la tierra.

Pero al mismo tiempo, se relaciona con la actitud que se debe tener ante la vida, esta última parte del poema encierra una gran enseñanza, los cántaros son las mismas ollas-Tláloc, símbolo del eterno femenino divinal, cuyo atributo principal es el amor. Y trata de dar a entender que todo lo que se hace, hay que hacerlo con amor, y que un acto de esa naturaleza generalmente va de la mano del trascender leyes de tipo inferior, como lo son la pereza, la ambición, la lujuria, etc., San Agustín dice: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor”.

Manos cruzadas

Tlaloque. [MTM]

Tlaloque. [MTM]

Es asombrosa la similitud de algunas figuras que representan a los elementales del agua (tlaloques) y los sarcófagos egipcios, tienen exactamente la misma posición de las manos en el pecho cruzadas, formando una cruz en equis, como la cruz de San Andrés, el mismo símbolo de los huesos cruzados del símbolo universal de peligro.

El simbolismo es el estar dispuestos a desintegrar los defectos psicológicos (morir en el Señor) y realizar la voluntad del Padre, dejando atrás nuestra voluntad egoísta.

«¿Habéis visto sarcófagos egipcios? Los brazos de los difuntos cruzados sobre el pecho ilustran estas afirmaciones.

Cualquier cráneo entre dos canillas o huesos de muerto, como señal de peligro, dice lo mismo.

Hacer la Voluntad del Padre, así en los cielos como en la Tierra, morir en el Señor, es el hondo significado de tal símbolo... (Samael Aun Weor. Las Tres Montañas)»