El Pan de cada Día

Dibujo: Leonardo Da Vinci. La Anunciación. (1472-1475)

Pan, abrigo y refugio, son las tres necesidades básicas del ser humano. El orden natural dicta que el individuo no debe pasar hambre, debe andar bien vestido, con ropa que lo cubra del frío o lo proteja del calor y tener una buena casa propia donde refugiarse y constituir su hogar. Cuando estas tres necesidades se satisfacen apropiadamente, se tiene bienestar, calidad de vida. Cubrir estas necesidades básicas no debiera presentar complejidad alguna, de no ser porque en el interior de la psiquis existen elementos mentales que en modo alguno se conforman al satisfacer la necesidad. El pecado de la codicia empieza donde termina la necesidad, se va a los extremos y pretende acumular riquezas.

El yo de la codicia es insaciable, nunca está satisfecho, pues después de haber logrado su meta, quiere más y, como todo agregado psicológico, justifica su deseo en nombre de la necesidad. Cuando ya posee un automóvil, quiere dos; si ya tiene una casa o un hogar, desea otro; si ya posee abrigo suficiente, quiere más. El yo de la codicia hace creer a la mente que al obtener tal o cual cosa será feliz, sin embargo, al obtener aquello tan anhelado parece no satisfacerle y entonces desea más.

El problema es que, mientras la codicia ocupa la mente con pensamientos de deseos, se pierde la oportunidad de vivir el presente y apreciar lo que ya se tiene. Tanto la riqueza como la miseria son extremos condenables. “Muchos son los que se revuelcan entre el lodo de la miseria y también son bastantes los que se revuelcan entre el lodo de la riqueza”. El hambre, la miseria, las enfermedades y la ignorancia son el resultado de la codicia, porque los recursos se acumulan en pocas manos mientras las mayorías sufren las consecuencias. La codicia altera el orden y equilibrio que tiene la naturaleza, la cual es tan vasta, que bien podría satisfacer ampliamente las necesidades básicas del hombre.

El pan de cada día puede considerarse sagrado si se toma en cuenta que la Madre Naturaleza,  provee al ser humano para que pueda vivir. Así se consideraba en la antigua tierra de Anáhuac, donde se establecieron los Calmecatl (Calli –casa; mecatl – lazo o cuerda) para rendir culto y agradecer a la Madre Tierra todos sus beneficios. En dichos lugares, once niños, hijos de nobles, cantaban y danzaban en círculos dando tres pasos hacia a delante y hacia atrás seis veces, mientras agitaban graciosamente sus manos. “Un niño, arrodillado frente al fuego que ardía en el altar, oraba silenciosamente por el pan de cada día y otro niño permanecía parado en la entrada del templo haciendo guardia”. Este ritual nos recuerda la inocencia y veneración que se requiere para ser merecedores del pan de cada día. ("Si no os hiciereis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos". Mateo 18,2-4).  Desafortunadamente la veneración y respeto a la naturaleza se ha perdido de tal forma que  inclusive el pan de la actualidad no solamente es inútil para la salud, sino además dañino.

Es lamentable el trato que se le da al trigo en la América Latina. El divino grano producto del sacrificio de las energías crísticas solares y de la Madre Tierra, es raspado, peinado, suavizado y pulido (refinado), hasta destruir las sustancias y elementos activos concentrados bajo la vaina. Con esta harina blanca se elabora el pan carente de los principios vitales del trigo, que produce además de gases, gusanos nocivos para la salud. Ciertamente el pan de ahora es muy apetitoso, pero sin nutrimentos y contribuye a arruinar el estómago. Irónicamente lo más nutritivo del grano se les da a los cerdos como alimento. 

Para los antiguos sabios, la preparación del pan también era todo un ritual, donde a través del fuego se conseguía la fusión de los elementos químicos de la Naturaleza. Los panaderos antiguos preparaban el pan con plena conciencia de lo que hacían. Conocían la importancia de la Sagrada ley del Triamazikamno (la ley del tres) y por ello tenían conciencia de que se requieren tres elementos para la cristalización de las sustancias cósmicas: La fuerza positiva, negativa y neutra; santo afirmar, santo negar y santo conciliar respectivamente. En este caso concreto de la preparación del pan, hallamos la sagrada afirmación en la totalidad de las sustancias cósmicas contenidas en el agua. EL principio pasivo o de negación se halla en el trigo, el Principio Conciliador se halla en el fuego, el cual quema las escorias y produce la fusión completa de los elementos que constituyen el pan.

La ley del TRES es básica en la naturaleza. Las sustancias cósmicas se hallan relacionadas con las tres fuerzas primarias. El alimento que percibe el ser humano no sólo debe satisfacer una necesidad física, sino también espiritual. Quienes cultivan el grano son dignos del Donum Dei (Don de Dios) por disponer los principios divinales a las mesas de los comensales.

El demonio que tentó a JESÚS el CRISTO en el desierto durante el ayuno le dijo: "Si eres el hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan". "No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra de Dios" respondió JESÚS.

Así los seres humanos vivimos también de factores psicológicos que debidamente comprendidos pueden transformar totalmente nuestras vidas. Si nosotros actuamos de acuerdo con la Ley, si vivimos en armonía con el infinito, si aprendemos a obedecer al Padre que está en secreto, así en los Cielos como en la Tierra, jamás nos faltará el pan de cada día. Es necesario recordar  la magnífica oración del Padre Nuestro y meditar profundamente en ella.

Dibujo: Leonardo Da Vinci. La Anunciación. (1472-1475)

Enviado por Susana M. Rodríguez Licea. Calmecac, San Luis Potosí, S.L.P.

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