Los Grandes Iniciados

Pitágoras

Pitágoras

Un gran iniciado que llegó al grado de Súper-hombre, nacido según los historiadores en el año 580 a.c. en la Isla de Samos, Grecia. El siglo VI fue de verdadero progreso para la filosofía, nació por un lado la escuela jónica  y por otro la itálica, las cuales fueron prototipo para las filosofías griegas. Pitágoras fundador de la escuela Itálica es uno de los personajes más notables de la antigüedad,

Formó su filosofía de sus viajes realizados por diferentes lugares, en Asia conoce a Ferécides (uno de los siete sabios de la antigüedad, de quien recibe grandes conocimientos). Le atraían imperiosamente  los Dioses del Olimpo y sus misterios, especialmente el culto a Júpiter,   Apolo y los ritos de Orfeo. Influyeron también en su sabiduría Thales de Mileto y Anaximandro de la escuela jónica,  sin embargo su búsqueda interna era interminable. Ávido de conocimiento, Viajó por  Persia, Babilonia, Egipto, la India, donde estudio las ciencias ocultas. Para él la ciencia y la religión no eran segmentos separados, sino más bien dos factores insociables de un único estilo de vida, igualmente consideraba que existía una estrecha conexión entre la matemática, la educación y la ética.

Tomó la resolución de irse a Egipto a hacerse iniciar, enfrentándose como todo iniciado a pruebas y tentaciones difíciles, sometiéndose a ellas con valor, tenacidad y paciencia, sabiendo que solo llegaría al conocimiento por el pleno dominio de su voluntad y de sí mismo. Ahí llegó  a la cumbre del sacerdocio.  Después de su iniciación egipcia y caldea sabía más que algunos de  sus maestros, estaba al tanto de  muchos secretos sobre religiones antiguas, conocía sobre la historia de los continentes y de sus razas y del mismo ser humano. Tenía pleno conocimiento sobre los eternos principios divinales de la naturaleza y del Cosmos y sus aplicaciones, supo encontrar la síntesis de todas esas doctrinas en la ciencia esotérica, pero se enfrentaba como todo iniciado, a la ignorancia, al materialismo y a la confusión  de la humanidad.

En Egipto, vivió  la guerra y  la injusticia de gobernantes déspotas y tiranos, debido a estos aciagos acontecimientos,  se trasladó  a Babilonia donde estudió la doctrina de Zoroasto (Zaratustra), cuya síntesis aun conservaban algunos iniciados. Después  se dirige a  Grecia a cumplir su misión, a comenzar su obra, pero su patria estaba en manos de un rey cruel, déspota y tirano, fue desterrado  y nuevamente  tuvo que  desaparecer con todo  su conocimiento de Samos junto con su madre que le acompañaba en su exilio, oprimido pero no vencido,  buscaba cumplir una gran misión, debía devolver la fe y la religiosidad  a la humanidad, el respeto por las cosas divinas y fundar una escuela donde enseñar su sabiduría,  un colegio de  donde salieran hombres y mujeres verdaderos.

Desembarcó en   Delfos donde devolvió el culto a Apolo el Dios del fuego, la luz de Grecia, el sol de los iniciados.  Estuvo ahí un corto tiempo, después de haber instruido a los sacerdotes en todos los misterios  de su doctrina y de haber formado a Teoclea (la pitonisa) para su ministerio, fue que partió a la Gran Grecia o Magna  Grecia, instalándose en Crotona de Italia. Ahí nació la escuela de Pitágoras como  un proyecto presentado al senado  de Crotona, el que fue adoptado con entusiasmo y al cabo de algunos años se construyó  un edificio de vastos pórticos y bellos jardines, era una escuela científica e iniciática.  Entre los discípulos de Pitágoras había dos clases,  los públicos y los iniciados.

Los del primer nivel recibían  enseñanza elemental, después de algún tiempo el discípulo era sometido a pruebas, tanto físicas como morales donde se probaba el valor, serenidad, templanza, castidad, humildad, entre otras virtudes,  Solamente de esta manera el alma podía recibir la iniciación. Una prueba muy interesante era llamada “del amor propio”, el candidato era humillado, injuriado, calumniado, por los maestros y solamente los que soportaban serenos y con firmeza eran admitidos en la escuela. En la siguiente etapa llamada de preparación los discípulos eran sometidos a la regla del silencio,  debían limitarse a escuchar las lecciones de sus maestros con respeto y meditar ampliamente  sobre las lecciones recibidas,  sin hacer comentarios. Después de algunos años, se invitaba a los alumnos a exponer  el resultado de sus   estudios y reflexiones. Si mostraban capacidades y amor por el conocimiento, ingresaban en la enseñanza superior.

En esta etapa se cultivaba el amor en sus diferentes aspectos: por ejemplo, el cariño y el respeto a los padres, asimilando la idea del padre a la de Dios y  la de la madre a la de la naturaleza, pródiga y benefactora  representada por Cibeles y  Demeter. No faltaba el culto a otros Dioses como Minerva, Apolo, Ceres y  Júpiter, se reunían tanto los novicios como los iniciados de todos los grados tanto hombres como mujeres a realizar bellos cantos y  rimas, tocando con  liras de marfil. Los iniciados llevaban una vida común, sin embargo debían ser probados para recibir la enseñanza en presencia del maestro.

Era una fecha y un acontecimiento inolvidable para el aspirante, cuando era recibido por el maestro Pitágoras y aceptado solemnemente en los misterios,  la verdadera iniciación comenzaba entonces. El discípulo recibía la enseñanza en el templo de las Musas y les hablaba sobre éstas deidades como representaciones de las potencias divinas, sobre el Uno que es el Padre, el Espíritu, eterno, inmutable e infinito. Decía que en el momento en que se manifiesta es doble: principio masculino activo, animador y principio femenino pasivo o materia plástica animada. “Honor pues a la mujer en la tierra y en el cielo, ella nos hace comprender a esta grande mujer la Naturaleza. Que sea su imagen santificada…”, así decía el Maestro a sus discípulos.

Mencionaba también al número tres, la Triada o ley del ternario, como la ley que construye las cosas y la verdadera clave de la vida, desde el cuerpo animal, la del hombre, del universo y de Dios. Pero había todavía más profundidad con la enseñanza de los números, en cada uno definía un principio, una ley, una fuerza activa del Universo, sin embargo  los principios esenciales están en los cuatro primeros, porque sumándolos o multiplicándolos se encuentran todos los demás.

Pitágoras daba una gran importancia a los  números: 1, 2, 3, 4, 7 y 10. Siete es el compuesto del 3 y del 4 y el 10 como la suma de los 4 primeros: 1 + 2 + 3 + 4 = 10, considerándolo un número perfecto que representa todos los principios de la divinidad evolucionados y reunidos en la unidad. 1 + 0 = 1. No debemos olvidar el 9 representado por las nueve musas.

Le preguntaban los discípulos al maestro ¿Cómo conocer al Uno, el Espíritu que se mueve por sí mismo, que es inmanifestado? y él respondía ¿Pero cómo aproximarse a él? ¿Ha visto alguien jamás al dueño del tiempo, al alma de los soles, manantial de las inteligencias?  y confundiéndose con él es como se penetra en su esencia. Vuestro propio ser, vuestra alma ¿no son un microcosmo? Un pequeño universo Pero ellos están llenos de tempestades y de discordias. Se trata de realizar la unidad en la armonía y aquellas discordias han de desaparecer, entonces y sólo entonces, Dios descenderá en vuestra conciencia, entonces participaréis de su poder y haréis de vuestra voluntad la piedra del hogar, el altar de Hestia, el Trono de Júpiter.

Se culminaba así el segundo grado de preparación iniciática, se había descorrido   un poco el velo de los misterios, muchas pruebas se habían vencido, sin embargo aún quedaban  arcanos  que develar.

I.C.Q. Comisión de Secretaría. Ma. Guadalupe Licea Rivera.

No permitas que el dulce sueño se deslice bajo tus ojos antes que hayas, examinado y meditado cada una de las escenas del día. Pitágoras

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