CUENTOS Y LEYENDAS:
El Derviche que se encontró con un burro en sus sueños
Sheikh Muzaffer Ozak
Una vez un gran sheikh tenía entre sus seguidores un derviche que se enorgullecía de su devoción. El sheikh instruyó al piadoso derviche que observe un período de retiro solitario.
Recluido en su cuarto, el discípulo se entregó a sí mismo diligentemente al recuerdo y la contemplación hasta que un burro apareció y trastornó su concentración.
“Reverendo Sheikh”, se quejó a su guía, “un burro me atacó en mi cuarto.
Me molestó tanto que me sentí muy perturbado para seguir con mi recuerdo y meditación”.
“Vuelve a tu cuarto”, le dijo el venerable Sheikh.
“Si ese burro vuelve y te interfiere nuevamente, tómalo de las orejas y llámame!”.
El piadoso derviche asintió. No mucho después de haber vuelto a su cuarto y retomado sus devociones, es que el burro hizo su aparición nuevamente.
Esta vez el discípulo tomó el animal de las orejas y gritó llamando al sheikh.
El Maestro esperaba el llamado. Apenas abrió la puerta del cuarto, encontró al piadoso derviche tomándose de sus propias orejas.
A la señal de su maestro, el tonto volvió a sus cabales. Viendo el verdadero estado del asunto, el tomó conciencia que las orejas del burro que había tomado no eran otras que las suyas.
Se arrojó a los pies de su Sheikh, lamentándose y humillándose mientras clamaba por una clarificación.
El venerable Sheikh entonces interpreto la ocurrencia diciendo: “El burro que apareció para atacarte impidiéndote de realizar tu remembranza y meditación, era el animal formado de tu propia naturaleza interior.
Su aparición indica que tú todavía no eres interiormente un ser humano”. De acuerdo a sus respectivas faltas y debilidades la gente tiene comportamientos de varios animales.
Se como un muerto
Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente.
Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:
--Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.
El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.
--¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.
--Nada dijeron.
--En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.
El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:
--¿Qué te han respondido los muertos?
--De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.
Y el maestro concluyó:
--Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.
*El Maestro dice: Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros.
Umberto Levaggi. Uruguay