El recto esfuerzo.

 “La dura lucha para lograr la eliminación de todos los agregados psicológicos es en base a trabajos conscientes y padecimientos voluntarios” V.M. Samael Aun Weor.

BuddhaEl Buda enseñaba como parte del noble sendero óctuple, que el camino del recto esfuerzo comprende a su vez los cuatro grandes esfuerzos:

El esfuerzo por evitar cualquier pensamiento o acción negativa. El esfuerzo por superar cualquier acción o pensamiento negativo que aparezcan en nuestra mente o que surja desde nuestro interior. El esfuerzo por desarrollar pensamientos buenos y una existencia iluminada. Y el esfuerzo por sostener los valores que ya tenemos ante las pruebas y las asperezas del mundo.

Buscamos la espiritualidad anhelando facultades, iniciaciones, grandes experiencias místicas; o por un cobarde y egoísta sentimiento de salvación personal. Y hacemos de esto una meta vacía, un vano deseo que corresponde perfectamente al YO y que nos vuelve ilusos y supersticiosos en el sendero. No existen en el camino “logros personales”. Ninguna virtud lo es tal, por bella que sea, si no está al servicio de los demás.

Y cada pequeño paso requiere de un esfuerzo gigantesco: Abandonar un hábito, una forma de sentir y de pensar, una tendencia, una pulsión, es una tarea que puede requerir de décadas de tenaz empeño. De recto esfuerzo.

El recto esfuerzo nos recuerda que debemos dejar de existir. Que la criatura mecánica condicionada y esclavizada al sufrimiento no puede trascenderse a sí misma sin suprema determinación. El recto esfuerzo representa constancia, disciplina, perseverancia infinita. El recto esfuerzo es una lucha tenaz y sin cuartel en contra de la pereza, del conformismo, de la impaciencia. Es el tener claro un propósito, es comprender la magnitud de la tarea y dedicarse totalmente a ella. Es levantarse luego de caer, una y otra vez. Es la entrega cotidiana al trabajo interior sin esperar ninguna recompensa, sin esperar un logro grandioso, sin hacerlo por el “tengo que” (debido al yo, a la culpa, a la moral, al miedo, a la ambición, la conveniencia), sino vivir por el SER sin ninguna otra razón.

El recto esfuerzo está señalado por las dificultades de la vida y asperezas de todo tipo; significa la maldad del prójimo en cada acto y nuestra propia maldad. El recto esfuerzo es bendecir al verdugo, es no perder nuestra aspiración interior frente a la decadencia del mundo. Es la compasión por el malvado.

Cuando no comprendemos el recto esfuerzo abandonamos todo propósito espiritual ante la menor dificultad. Buscamos entonces en esta o en aquella escuela o religión, donde nos ofrezcan una fácil salvación “por gracia”.

La vida cotidiana y las asperezas de la existencia representan una grandiosa oportunidad. Es un error buscar nuestra verdad en una escuela, en una persona o en un maestro. Es un error creer que la espiritualidad significa  santurronería; o que se trata de un perfumado camino de flores, de incienso y de hermosas y vacías palabras. O creer que con un ejercicio esotérico o mágico, o que cantando un mantram habremos de superar las taras interiores que sólo con supremo recto esfuerzo pueden erradicarse.

Nuestra constante charla psicológica en este día a día tormentoso, es algo que debemos de comprender a fondo, es inaplazable desarrollar el recuerdo de sí y la auto observación psicológica de instante en instante. Pero es imposible lograr este estado de contemplación sin grandes padecimientos y sacrificios voluntarios.

Es el recto esfuerzo que señala el Buda, la entrega absoluta en la disolución del yo, que trasciende los años, las décadas, toda una vida. Una vida que puede decirse  provechosa en la vejez, si al menos se dio un pequeño pero claro paso.  Las distracciones serán muchas: problemas de todo tipo, frustración. Ese vacío existencial que pretendemos ahogar con una aventura amorosa, con el alcohol o con el consumismo y que sólo nos vuelve más pesados. Supremo esfuerzo, recto esfuerzo para no caer en el hastío existencial del yo.

Y habrá noches del alma en nuestras vidas. Cuando la tristeza, la desesperanza y el desánimo oscurecen nuestros días. La confusión y la duda nos ensombrecen y sentimos que retrocedemos en vez de avanzar. Nos llenamos de rencor por quienes nos hacen sufrir, renegamos de Dios. Son períodos largos de depresión en los que todo nos sale mal. Nos traicionan las personas cercanas, se presentan problemas económicos y de salud… es el momento cuando decimos ¿Señor, por qué me has abandonado?

Se dice que cuando el Buda meditaba bajo el árbol Bodhi decidido a lograr la iluminación, pasó tanto tiempo que incluso las arañas tejieron sobre su cuerpo, las raíces lo cubrieron, los pájaros anidaron en su cabello; como representación tanto de la noche del alma del propio Buda, como del recto esfuerzo, la determinación inquebrantable que pone a prueba nuestra fe, nuestros valores, y sin la cual no podríamos salir nunca de las aguas tempestuosas de la noche oscura. Si te sumerges en ella, te arrastrará hasta un punto previo antes de comenzar el camino.

La auto compasión, el exigir indulgencia de la vida, son obstáculos psicológicos en el noble sendero del recto esfuerzo.

Que venga a nosotros el azar áspero de la existencia, que nos sorprenda el huracán; porque nuestro recto esfuerzo nos hará permanecer perseverando hasta el final. Así nos arrastre la marea y nos vuelva absolutamente impotentes, abandonados y cansados de luchar contra la corriente, el recto esfuerzo te permitirá ver el remanso por donde saldrás victorioso.

Enviado por Rafael Merazo. Colaborador avanzado, El Salvador, San Salvador Fotografía: Martha Rodríguez Licea.

“Lo importante es transformar nuestra propia vida. El hombre que no transforma su propia vida está perdiendo miserablemente el tiempo, porque tendrá que repetirla una y otra vez y una y otra vez…”V.M. Samael Aun Weor.

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