Séptima petición.
No nos dejes caer en tentación, mas líbranos de todo mal

El Greco Paintings, Saint Francis receiving the Stigmata

Al llegar a esta séptima petición de una oración mántrica tan poderosa como lo es el Padre Nuestro, muchos lo hacen de forma mecánica y esperan de forma ciega que la oración misma se convierta para ellos en cierto tipo de armadura infalible que les proteja de alguna lastimadura, de algún mal rato, de alguna enfermedad, de problemas, de cometer errores, o de la muerte misma.

Para nuestra gracia (y desgracia) la intervención Divina nada tiene de mecánica, pues la Gran Ley no se queda con nada de nadie y a nadie le da lo que no merece.

Recordando que las siete peticiones del Padre Nuestro son dirigidas a nuestro Real Ser Interno (nuestro Padre que está en secreto), pedir que no nos deje caer en la tentación no significa que voluntariamente podemos tirar nuestros pies al resbaladero y no nos vamos a caer. No significa que nos podemos exponer a la tentación misma y que por medio de alguna forma mágica vamos a resistirla y como héroes infalibles: ella en sí misma caerá rendida a nuestros pies.

No se puede azuzar un panal de avispas sin la amargura de sus consecuencias. Pensar que podemos coquetear e incitar la tentación misma sin caer en ella es simplemente un absurdo.

¿Cuántas veces hemos visto amigos que juran a muerte alejarse de la bebida? Y sin embargo ¡se van a una fiesta donde el propósito de sus amistades es emborracharse! Los pobres llegan pidiendo en su voz silenciosa “no me dejes caer en la tentación” y más tarde comienzan a coquetear con la botella… antes de darse cuenta se convencen a sí mismos diciéndose “una nada más… con una está bien… hacemos que nos dure toda la noche”; y comienzan con una, y luego dos, y tres, y por la cuarta ya van pensando “pues ya llevamos cuatro, ¡dejamos de beber mañana!”, y acaban borrachos. ¿Es que acaso no pidieron que se les evitara caer en la tentación? ¿Será acaso que la oración no le funcionó? Pues no… simplemente su Padre respetó el libre albedrío de la conciencia, y ésta se encuentra dormida, dejó que el Ego de la borrachera hiciera lo que le dio la gana.

¿Y qué de aquellos que piden “no nos dejes caer en la tentación” porque en secreto contemplan la posibilidad de un adulterio? Piden con fervor en la mañana y al medio día se van y almuerzan con su Eva-Venus… se identifican con sus vestimentas y su perfume, se fascinan con su sonrisa y sus atenciones, y antes de darse cuenta acaban adulterando mientras su esposa y sus hijos le esperan en su casa, preocupados porque no llega. ¿Acaso no pidió que no se le dejara caer en la tentación? ¿Y por qué cayó? Pues porque estaba fascinado… porque su conciencia está dormida… porque se olvidó de sí mismo. Eso es todo.

Pedir “no nos dejes caer en la tentación” es sinónimo de invocar al Padre y pedirle que nos aumente la sensibilidad de nuestra percepción a lo que es incorrecto, de aquello que no es ético, de lo que no está de acuerdo a la voluntad de nuestro Padre. Y resulta que si en realidad estamos pendientes, claramente escuchamos la voz de la conciencia, sentimos la presencia del Kaom Interior (el policía del karma) indicándonos de la presencia de la tentación misma. Todos hemos escuchado esa voz.

Este estado de alerta tiene el propósito de dejarnos saber cuándo debemos tomar acción al respecto: evitar ir a la fiesta, no acercar la mano a la botella, no presentarnos a ese almuerzo, no prestarnos a estar recibiendo ni dando caricias, evitar estar a solas con aquél hombre o mujer que no nos pertenece, etc. Pero cuando estamos determinados y estamos listos para tomar esas acciones drásticas, la mente siempre está lista para engañarnos.

Cuando hacemos un super esfuerzo por no tocar la botella, la mente proyecta de inmediato los juicios y críticas del ego y pensamos que los demás se burlarán de nosotros, o que dirán que somos cobardes, o agua-fiestas. O si evitamos ir a aquél almuerzo, o evitamos dar o recibir caricias de aquél o aquella que no nos corresponde, nos aterrorizamos de pensar que más tarde seamos rechazados, o que insinúen que somos malas personas, ¡o que digan que no somos hombres suficientes! Y ante esa tortura mental la cual tiene como raíz el miedo mismo, el Ego reacciona y se rebela y en su lógica incoherente, cae rendido ante la tentación misma.

“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.” - Romanos 7:15-16

Por eso es que la petición de “no nos dejes caer en la tentación” viene acompañada de un “líbranos de todo mal”. No solamente pedimos que se nos libre de peligros, sino que pedimos que se nos libre de los peligros reales y de los peligros irreales e imaginarios creados por el ego mismo. Pedimos que se nos libre de accidentes, de catástrofes, de desastres y tragedias. Y también pedimos que se nos libere del miedo a lo que se diga de nosotros, o de que se piense que somos malas personas, etc.; para que se desarrolle en nosotros la semilla solar de la certeza de que al hacer super esfuerzos y tomar decisiones y acciones correctas, la consecuencia no solamente será la correcta, sino que también será edificante y dignificante. Estos esfuerzos ayudan a cristalizar las virtudes del alma.

“No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos de todo mal” es nuestra séptima petición en el Padre Nuestro para que nuestro Íntimo nos ayude a mantener un nivel elevado de alerta percepción y alerta novedad; para estar como el vigía en tiempo de guerra y ser capaces de ver la tentación misma detrás de cada esquina. Para que una vez la veamos, la reconozcamos por lo que es: una práctica más en el gimnasio psicológico de la vida, para que respondamos con una acción de alta ética, que esté de acuerdo con la voluntad superior de nuestro verdadero Ser.

Esta última petición es la que nos da la oportunidad de cimentar nuestros pasos en el camino del recto obrar, del recto pensar y del recto sentir, y nos da la ayuda superior para establecer un orden en sí mismos, de acuerdo con la ley cósmica del Heptaparaparshinok o la ley del Siete.

Que todos los seres sean felices.

Ricardo Santana Laracuente. Instructor en Phoenix, Arizona, E.U. Imagen: El Greco Paintings, Saint Francis receiving the Stigmata

"El Padre Nuestro es el resumen de todo el evangelio" Tertuliano


Puedes ahondar más en el libro gnóstico: El Padre Nuestro, una oración mágica.

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